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EL ENCUENTRO DE DOS MUNDOS

Si hay una razón por la cual se escribe mucho acerca de José María Arguedas es porque no se
ha logrado comprender, en su totalidad, cómo influyó la angustia que padecía, desde su niñez, y
esa compleja unión entre lo andino y lo costeño. Ambas determinaron una manera de escribir en
él, por esa razón, su literatura está atiborrada de comuneros que buscan la justicia “con sus
propias manos”; de criados que no se atreven a rebelarse ante el amo; él escribía sobre una
analogía: amo-siervo.
José María Arguedas escribía de sus recuerdos y experiencias, de una manera que resulta ajena
a los escritores actuales, pero con una prosa muy ágil y sentimental. Aportó y contribuyó al
movimiento literario, que se popularizaba en Lima, llamado indigenismo. Sin embargo, en
Arguedas hay muchísimo material más antropológico que literario; él ensambló estas ideas para
describir el problema del indio común. A partir de esto surgen las siguientes interrogantes: ¿Por
qué se valora más su labor literaria que la antropológica?, ¿cómo comprender los dos
mundos de la filosofía arguediana?

En la década de los 50, Manuel A. Odría, de carácter autoritario, gana las elecciones
presidenciales, esta elección democrática decide extenderse unos ocho años en el poder, la
decisión produce revueltas en la capital y la sierra. Las medidas económicas, la represión a los
medios de comunicación y la explotación de las compañías mineras desestabilizaron al gobierno.
Por ese entonces el movimiento indigenista alcanza una gran presencia en la capital pues se
comienza a pensar que los indios eran iguales, tenían los mismos derechos, a los limeños. José
María comanda esta ola indigenista que apuntaba a conquistar la capital de una manera diferente
a las revueltas que eran comunes en esos años. Cuando los libros, trabajos de investigación y
ensayos de José María son leídos por la clase media y los aristocráticos, estos trabajos eran
publicados en El Comercio, no se daba la sensación de un movimiento subversivo de los indios,
sino búsqueda de medios para transmitir las desgracias que vivían los indígenas y que eran
desdeñadas por los limeños; por ese entonces, él viajo a Europa a mediados de la década del 50
gracias a una beca de la UNESCO, visitó París y España, al parecer este viaje fue muy
importante para sus futuros trabajos antropológicos pues pudo reconocer que el Perú estaba
dividido, esta es la base de su novela Todas las sangres, y que era necesario construir un puente
cultural donde ambos mundos confluyeran a intercambiar costumbres, ideas y tradiciones,
Arguedas quería ser el protagonista de este intercambio cultural, él deseaba conducir a ambos
mundos hacia el progreso, un progreso para el Perú.
Pero sus trabajos antropológicos y literarios, con los que buscaba conectar los dos mundos, no
fueron producto de una simple idea de Arguedas de poder tratar el tema de la explotación en la
sierra, sino significó un proceso que él padeció y que inicia con su primer contacto con el
quechua, la servidumbre. “Voy a hacerles una confesión un poco curiosa: yo soy hechura de mi
madrastra. Mi madre murió cuando yo tenía dos años y medio. Mi padre se casó en segundas
nupcias con una mujer que tenía tres hijos; yo era el menor y como era muy pequeño me dejó en
la casa de mi madrastra, que era dueña de la mitad del pueblo; tenía mucha servidumbre
indígena y el tradicional menosprecio e ignorancia de lo que era un indio, y como a mí me tenía
tanto desprecio y tanto rencor como a los indios, decidió que yo había de vivir con ellos en la
cocina, comer y dormir allí.”: afirma José María Arguedas en el Primer Encuentro de Narradores
en Arequipa. Esta etapa de su vida provocó que su identificación con los indios se consolidara y
aprendiera el quechua antes que el español. Además, para él no fue una humillación convivir con
la servidumbre, sin embargo, los maltratos psicológicos de Agrimanesa, su madrastra,
deprimieron mucho al pobre infante que ya mostraba interés por los comportamientos y
costumbres de sus amigos, los quechua hablantes, él desarrolla a muy temprana edad una idea
de lo que significa la antropología y a medida que crecía iba interiorizando el quechua e
identificándose con ello. “Pese a las marginaciones que sufría de pequeño, logró altas
calificaciones. Quería demostrar que el serrano podía ser igual o superior que el costeño
talentoso”: señala el magíster Gladys Flores Heredia en su libro Hablan los duendes.
En respuesta a la primera interrogante, José María Arguedas escribe acerca de la problemática
del indio como resultado de los antagonismos de su niñez pero la razón por la que se valora su
labor literario más que el de antropología es porque, implícitamente, da a conocer una imagen
más real del indio y desecha la imagen oscura del mestizo e indígena rural; sus trabajos como
recopilador y difusor del folclore, en sus propias obras literarias; y su trabajo en el cuento
folclórico y la tradición oral quechua son muy reconocidas. El reconocido antropólogo Carlos
Degregori asevera: “Refiriéndome al Arguedas antropólogo, quisiera presentar una visión desde
el Perú, más optimista que la de Fermín del Pino. Porque el Arguedas antropólogo, sí ha sido
también reivindicado. Tal vez no con el énfasis con que se debiera, pero por lo menos en el
gremio Arguedas está considerado como uno de los dos antropólogos más importantes de su
generación, junto a Efraín Morote Best. Arguedas es reivindicado, además, por estar entre los
primeros que van más allá de las monografías de comunidades, que fueron lo central de la
primera etapa de la antropología en el Perú, y comienza a estudiar los cambios y ubicarse en una
perspectiva comparada.”
Sus trabajos fueron respuesta de un voraz deseo que no saciaba con los clásicos literarios ni con
los inconmensurables huaynos de su pueblo natal. Lo que tenía en mente sólo podía escribirlo y
con sus visitas a la psiquiatra Lola Hoffmann, en Chile, buscó ayuda profesional; desde entonces
describe sus síntomas depresivos y deseos de suicidio en sus solemnes cartas, sin embargo, la
psiquiatra chilena le había recomendado alejarse de sus trabajos como traductor. La influencia de
Hoffmann en Arguedas fue muy evidente, ella le recomendó divorciarse y él adopto una relación
de madre-hijo con ella. Según los testimonios de la psiquiatra él padecía de cuadros de angustia
porque creía que moría. Esta idea da a suponer que el Arguedas de sus últimos años de vida fue
uno cargado de trabajo, a pesar de lo que le recomendó Hoffmann, por sus cuentos y su
ocupación como difusor quechua. Pero José María afirmaba que “es un trabajo agotador pero
gratificante”.

Entonces para poder comprender la compleja mente del escritor andahuaylino, hay que tener en
cuenta ese proceso de búsqueda a una salida, que encontraría en un revólver, y la desesperación
que experimentaba su mente por no poder “extirpar” todos sus recuerdos funestos. Encontramos
a un Arguedas que aprendió a querer al Ande a pesar de que no era parte de él y a un
extraordinario proyecto como unir a dos mundos, aún no se consolida este proyecto, que quedó
inconcluso.
En respuesta a la segunda pregunta planteo que la manera más idónea para comprender los dos
mundos a los que hace referencia Arguedas es viéndolo como un escritor y antropólogo que
estaba obsesionado, propia de su angustia, con la utopía de unir a ambos mundos. Un peruano
que criticaba al sistema abusivo y explotador, que ejercía toda su brutalidad sobre el indígena y
no sabe valorar su cultura; Arguedas era comunista, quizá esta condición lo haya motivado
también ha vituperar a quienes obstruían su “puente cultural”, que desarrolló. “El Perú esta pues
en manos de unos millonarios, que amontonan su plata hundiendo en la miseria, en la
perversidad, en un excusado, a más de la mitad de los peruanos, ¡recuerda el mundo de afuera!,
¿por qué encierran a comunistas y apristas en esta cárcel asquerosa?... Porque luchamos para
que los peruanos seamos verdaderamente iguales. Ahora unos viven temblando siempre por el
día de mañana, mientras que otros dominan provincias enteras. Para mantener eso tienen que
mandar asesinar a muchos, encarcelar a cientos y miles, y a los que tienen más hambre y
necesidades los obligan a vivir en la mugre, por el terror, ¡hermano Gabriel esa es la pelea grande
…!”: es lo que expresa Arguedas en El Sexto.

En conclusión, señalo que el Perú que vivió Arguedas fue uno mestizo, de variadas tradiciones
culturales, creencias y etnias; un país en formación y que buscaba consolidar su propia identidad.
Por eso él siempre se sintió como un puente, un vínculo entre dos mundos; el andino y el
occidental.
El mayor legado que nos pudo dejar fueron sus libros y trabajos en el folclore quechua, para
formar un nuevo tipo de peruanos que ame a su país, que se identifique y no olvide a sus
antepasados. Para ser un país de todas las sangres.

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