Está en la página 1de 9

Estimados:

El tratamiento del tema de las abducciones y las visitas de dormitorio requiere cada
vez más una exhaustiva investigación. Actualmente son muy notorias las enormes
fallas en el abordaje investigativo que solemos presenciar en cada día más casos que
se presentan como auténticos, sin la más mínima evidencia de peso, solo contando
como evidencia el testimonio del supuesto abducido o visitado.

Abundan en muchos casos los testimonios fraudulentos, algunos acompañados de


algún resarcimiento económico de parte del protagonista. Otros, personajes cuya
necesidad no pasa (y hay que decirlo) por un interés pecuniario sino con una
compulsiva necesidad de estar presente en la boca de todos exponiendo un escenario
dramático para llamar la atención y lograr así su minuto de fama y reconocimiento,
Estos tampoco presentan (también hay que decirlo) ningún tipo de evidencias, salvo la
expresión de un relato tendiente a centrar desesperadamente la atención en su
persona. Algunos de estos individuos, con severos trastornos facticios de personalidad
(El trastorno facticio corresponde a una patología psiquiátrica caracterizada por un
comportamiento, en el cual el individuo busca atención de todo tipo, incluso médica
ejecutando de forma consciente, múltiples conductas clínicas y no clínicas que van
desde la exageración de síntomas hasta la falsificación deliberada de éstos.)

En estos casos y muchos otros, la penetrante y persistente evaluación de las


evidencias por parte de un buen investigador, o la inclusión de un profesional de la
salud mental (psicólogo o psiquiatra) en el protocolo investigativo, suele generar
suspicacias. Me pregunto porque dicha suspicacia, siendo el testimonio algo
supuestamente real y estando el testigo o experienciante seguro de su propia cordura
y salud. También levanta suspicacias en algunos investigadores, que tienen en sus
manos un testimonio jugoso para presentar como “investigación”; el cual sin un
análisis sistemático de las evidencias, es simplemente la validación de un “mero
relato”.

Inicialmente, además de participar en el proceso inicial, (y en algunos casos, el


proceso completo) en algunos casos célebres, a veces invitado por algún investigador
del fenómeno OVNI, a veces, a través de la propia investigación de algunos casos que
me llegan, y otras, como parte del motivo de consulta en mi práctica profesional
(créanme, son bastante escasos), suelo establecer un protocolo clínico para descartar
fraude, en la medida de lo posible, también algún tipo de patología o trastorno
psíquico, o alguna condición médica específica.

En todos los casos, en que se me permite, incluyo orientación psicoterapéutica y


acompañamiento, ya que sea un caso donde el nivel de extrañeza sea muy alto, o muy
bajo, y, exceptuando la fabulación, me encuentro con personas con alto nivel de
sufrimiento psíquico, que más que buscar reconocimiento, piden ayuda.
Los verdaderos procesos de abducción tienen en general esa característica: personas
normales en circunstancias extraordinarias, que han atravesado una experiencia difícil
de explicar y compartir, que se preguntan si se están volviendo locos (indicador en
general de que no es así en realidad). Personas que sufren de trastorno de estrés
postraumático (con episodios de flashback o repetición de los eventos, con enormes
dificultades de elaboración), marcas significativas en ciertos lugares de su cuerpo,
presencia de marcadores EM y sus efectos en el ambiente. Sujetos que recuerdan
parcialmente la experiencia o en algunos casos totalmente (sin necesidad de hipnosis
la mayoría de las veces).

Cabe aclarar que el TEPT (Trastorno de Estrés Postraumático) no es necesariamente


un indicador psicológico de abducción, aunque la gran mayoría lo sufren. Este
trastorno está presente en ex combatientes, personas que han estado en condición de
rehén por parte de criminales y/o violadores, personas presentes en escenarios de
violencia urbana, en presencia de disparos, personas que han estado en incidentes de
derrumbes (AMIA/Embajada de Israel) y en fenómenos naturales devastadores
(terremotos, tornados, huracanes, etc.) y han sobrevivido a un alto costo para su
psiquis; y en última instancia, en personas que han sufrido abuso sexual en la infancia
y en la adultez; acontecimiento traumático por excelencia.

Es por eso y no necesariamente para descartar la experiencia abductiva, que los


protocolos deben incluir exploraciones y preguntas acercas de acontecimientos
traumáticos de este tipo, hayan existido o no.

En los casos excepcionales en los que algún grupo determinado, o en varios de ellos
me han presentado posibles casos, me manejo siempre con ciertas normas de base,
como por ejemplo trabajar con la exclusiva autorización tanto del testigo, como del
representante del grupo que me convoca.

Ha habido casos, en los que de manera legítima luego de un par de entrevistas, tanto
en el caso de que el testigo, y/o el representante del grupo que descubrió el caso que,
por diversas razones, no quisieron que se continúe con el proceso (recuerdo un caso
con importantes marcadores de posible abducción, en el que luego de un par de
entrevistas, se le solicito exámenes médicos previos, y sin ninguna resistencia a
aportarlo por parte del mismo) y sumando razones por parte del presentador del caso
de conflictos familiares que se agravarían por continuar por ese derrotero, hemos
decidido de manera conjunta, aplazar o terminar la intervención.

Claro es que, en esos casos, por más que los signos de una posible abducción
puedan llegar a ser significativos, sin un informe completo considerando todas las
posibilidades del caso, no es posible, e incluso sería desaconsejable confirmar o negar
la experiencia por mi parte. El caso es entonces olvidado y no mencionado nunca y el
contacto con el grupo y el individuo cesa.
Aclaro esto porque ciertos individuos que se han visto tocados en su fibra íntima por
mi forma de trabajo, acusan de intentos de apropiarse de casos (como si el proceso de
abducción fuera moneda de cambio para popularidad o trueque de influencias).

Otra afirmación infundada y absolutamente desinformada, es que cuando un


profesional pregunta acerca de acontecimientos traumáticos (de carácter de abuso
sexual o físico) eso supone una afirmación, no pudiendo diferenciar un sondeo
protocolar de una afirmación, porque no conoce los protocolos de la entrevista
psicodiagnóstica.

He escuchado a ciertos personajes, ávidos de protagonismo y sin ninguna preparación


en lo que se refiere al trabajo de psicodiagnóstico y psicoterapéutico criticar a un
profesional de la salud mental (en un programa en el cual fue invitado, por el simple
hecho de haber sido sondeado por parte de un psicólogo) si existieron o no posibles
episodios traumáticos en la infancia. Personalidades patológicas que han rechazado
cualquier tipo de ayuda no solo de una persona en particular, sino de profesionales de
la salud reconocidos en el ambiente ufológico que se acercaron a ofrecerle ayuda y
luego, livianamente, opinando sobre como dichos profesionales no entienden el
problema de la abducción.

He dado ejemplos de estos casos en un programa: Historias Reales 2 del amigo Javier
Abeijase del AIFOP, que me invitó personalmente a hablar del tema. Nunca se
mencionaron nombres propios, pero ciertas personas desequilibradas emocionalmente
se ponen solas en evidencia.

Las acusaciones acerca de supuestos abandonos, porque algunos de estos sujetos


han sido llevados a la consulta, por indicaciones de alguien cercano preocupado por
sus conductas, tuvo varios objetivos:

1- 1- Evaluar el nivel de ansiedad persecutorio en relación a supuestas entidades que


le hablaban.

2- 2- Intentar reducir el impacto atribuido por el sujeto a las motivaciones de estas


entidades, es decir, reducir la carga de supuesta amenaza de las mismas,
“resignificando” la interacción de una manera menos negativa

3- 3- Ante el fracaso (disfrazado al comienzo de éxito y virtual agradecimiento por


parte del sujeto) de esta resignificación (sospechando ahora que todo esto era parte
de la escena que le permitiría al sujeto “llamar la atención”), se decidió como medida
preventiva, algo usual en la práctica, derivarlo a un psiquiatra para una evaluación más
profunda (lo que no implica la mayoría de las veces que el paciente sea sometido a
medicación psiquiátrica, ya que eso debe decidirlo el profesional psiquiatra).

4- 4- Al derivarlo, generalmente (no siempre) se termina la interacción con la persona.

5- 5- Como era de esperarse, la persona no acudió al profesional derivado.

6- Otro tema no menor es que en este caso y en muchos otros se ha encontrado que
los individuos han estado sujetos a “hipnólogos” no profesionales que luego de
sesiones de hasta 3 y 4 horas, además de producir la abreacción al trauma, no
pudieron contener al individuo. Luego se consulta al profesional médico o psicólogo,
ya ejecutado de manera imprudente por decir poco, el desastre, para que dicho
profesional se encargue del “control de daños”

Una vez aclarado el modo de intervención en el que se trabajan casos no derivados


para investigación específica en el tema abducción, pasamos al tema central que es
importante hacer conocer.

Cuando hablamos de abducciones o visitas de dormitorio nos encontramos con un


testigo y un testimonio. Es entonces lógico establecer que además del acercamiento
del investigador en estos casos, el lugar natural para evaluar la extrañeza del caso y
las facultades del testigo es la evaluación clínica psicológica.

Las intervenciones no se limitan a la práctica de una de las vertientes de la psicología,


en el caso específico hablo del psicoanálisis. Sin quitarle mérito a este acercamiento
psicoterapéutico, también existen otros como la psicología conductual cognitiva, que
desde hace mucho es uno de los pilares de la neurociencia. Algunos califican, sin
mucho tino y menos conocimiento, a la psicología como pseudociencia, sin tomar en
cuenta los aportes que la neurociencia ha hecho no solo a la psicología sino a la
medicina en su conjunto, a la neurocirugía, la neuropsiquiatría, la neuroquímica y al
desarrollo de la inteligencia artificial. Craso error sobre todo, por que muchos de estos
ufólogos, han caído en su propia trampa “racionalista” al tratar el capítulo de abducción
o participar indirectamente en él.

Para muestra basta un botón. Recuerdo el caso de una testigo (me reservo el nombre
por protección de la misma) de cierto lugar en La Pampa, con un trasfondo familiar
complejo, visitada por una supuesta entidad, que había interactuado con ella.
Las huellas dejadas por esa supuesta entidad eran, por decir poco, impresentables. Se
sumó un audio en casette, de la testigo incorporando la entidad, escuchando
claramente la impostación de voz, con el asombro y credulidad de ciertos personajes
de la ufología allí presentes, que hoy critican a la psicología como seudociencia,
confirmar la “alta extrañeza del caso”. Cabe decir que las evaluaciones mostraron un a
histeria de conversión de base, y un trastorno facticio de personalidad, todo ello
apuntado, no tanto a la comunidad de investigadores ufológicos, sino a un miembro de
la familia, destinatario de ese “acting”. Hoy el caso está en mis archivos y en mi blog
(con seudónimo por supuesto).

Es esencial que se entienda que en caso clínico se puede exponer sin nombrar a la
persona, o con un nombre de fantasía, lo cual es una práctica usual que no viola la
confidencialidad medico-paciente, y que es común en los congresos de psicología.

Para terminar, no solo cabe considerar el impacto del abuso sexual en el contenido
traumático de las experiencias de abducción, las reales y las no tanto, sino también
conocer que, a la población adulta hay que agregarle la infantil (en ciertos casos la
experiencia se transmite de padres a hijos). La importante cantidad de evidencias de
intrusiones, tanto en el caso de entidades con alto nivel de extrañeza (abducción
“alien” posible”), como en el caso de abusos sexuales infantiles, por “entidades
muchos menos alien y mucho más humanas”.

La psicología infantil posee frondosa casuística de niños con marcadores significativos


de abuso sexual, que en la hora de juego diagnóstica, incorporan sobre las figuras de
muñecos humanos que los representan; juguetes con forma de bichos, (insectos y
reptiles) fantasmas, vampiros y “monstruos” que se colocan sobre el cuerpo de los
pequeños maniquíes humanos, o incluso sobre el/la terapeuta, cuando ella se acuesta
en el piso, para que el niño interactúe con un cuerpo físico real. Estos niños incluyen
en su relato “intrusiones” de bichos en vagina, ano, boca. También relatan que lo
hacen por la noche, con sigilo, colocándose encima de ellos. Algunas veces los
representa con máscaras de vampiros, diablos con cuernos y si… a veces como
marcianitos de ojos grandes.

Recomiendo la lectura del libro de la Lic. María Cecilia López, experta en abuso infantil
“Los Juegos en la Detección del abuso sexual infantil”, entre tantas obras, a nivel
nacional e internacional. En el próximo artículo de Fenomalías incluiré un paper de
MacNally y Clancy, ambos académicos de la Universidad de Oxford tratando el
problema de la parálisis del sueño y los marcadores de abuso sexual infantil, en su
muestra de casos clínicos.
“Los Juegos en la Detección del abuso sexual
infantil”,
Imagen del juguete fantasma indicando fuente del abuso
Muñeca estilo "Barbie" que simboliza el cuerpo del niño o niña. Nótese encima de la muñeca,
juguetes "insectos" (araña, otros) "lagartija" (reptil), simbolizando las representaciones
simbólicas del niño de la fuente de agresión

Para terminar quiero dejar esto bien en claro: es mi posición, conocidas por todos, la
de seguir sosteniendo, la realidad de las experiencias de abducción y las de las visitas
de dormitorio, pero marcando claramente los siguientes puntos:

· 1- La reducción de casos o la presencia de un porcentaje muy bajo de alta extrañeza


(casos que se podrían considerar candidatos de una abducción o visita de dormitorio)

· 2- La necesidad de una exhaustiva investigación del caso por parte de los


investigadores en ufología. Hace poco en Facebook hubo una discusión acerca de la
mala investigación que hay de estos casos por parte del colectivo ufológico. En esa
discusión opinaron personalidades como Eduardo Grosso y Gustavo Valverdi, ambos
de mi mejor consideración en este campo.

· 3- La necesidad de un diagnóstico diferencial de esos casos, para determinar que


es y que no es posiblemente un caso de abducción, considerando las posibilidades de
fraude, psicopatologías o confusiones con otro tipo de fenómenos. La psiquiatría la
psicología, y la neurociencia como campo englobante de estas disciplinas, así como
un abordaje interdisciplinario con otras ciencias para comprender realmente en algún
grado razonable la arquitectura y motivación del fenómeno, y sus posibles
consecuencias. Pero hay que descartar el ruido de los falsos casos o casos con
explicaciones médicas, psicológicas, físicas y químicas como ejemplos de algunas
otras disciplinas de las ciencias fácticas y de lo que puede aportar el conjunto.

· 4- Una metodología responsable teniendo en cuenta a los testigos y su sufrimiento


psíquico. Tanto en los casos de alta extrañeza como en los otros que no lo son tanto,
el testigo merece respeto, excluyendo los fraudes premeditados con interés
pecuniario. El engaño deliberado no es excusable.

· 5- Finalmente, el fenómeno real deja marcas biológicas, psicológicas y físicas y


debe ser abordado teniendo en cuenta su conjunto de manera multidisciplinaria,
incluyendo evidentemente a los investigadores.

Hay muchos excelentes difusores del tema, que acercan detalles históricos y
entrevistas duramente conseguidas. Aunque no coincido siempre con sus visiones,
tienen todo mi respeto,

También podría gustarte