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de la
Filosofía
9. Kant
IES Séneca
Departamento de Filosofía
Historia de la Filosofía
Índice de contenidos
4. El proceso de conocimiento
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1. Semblanza de Immanuel Kant
C. JUICIOS SINTÉTICOS A PRIORI: estos, al mismo tiempo que se basan en la experiencia y que
amplían nuestro conocimiento del mundo, son universalmente válidos y no admiten
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excepción alguna. Por ejemplo, la afirmación: "La recta es la distancia más corta entre dos
puntos", no es un juicio analítico, pues el predicado ("la distancia más corta entre dos
puntos") no está incluido en el sujeto (“La recta"), sino un juicio sintético, que amplía nuestro
conocimiento. Pero, además, su verdad no depende de la experiencia, pues no necesitamos ir
midiendo distancias entre dos puntos cualesquiera para saber que es verdadero. Por tanto, es
un juicio universal y necesario, que afirma una verdad necesariamente verdadera y que no
admite excepciones.
Pues bien, según Kant, los juicios sintéticos a priori son los juicios propios de la ciencia. Todas las
disciplinas científicas se han constituido como tales precisamente porque disponen de este tipo de
juicios, porque hacen afirmaciones sobre la realidad que son juicios sintéticos a priori.
A partir de ahí, la pregunta sería:¿es igualmente posible formular juicios sintéticos a priori, cuando
abordamos las cuestiones típicas de la Metafísica?
4. El proceso de conocimiento
Para responder a esta pregunta, Kant lleva a cabo antes un análisis de la
manera en que tiene lugar el proceso de conocimiento en el ser humano,
esto es, del modo en que el ser humano construye su conocimiento del
mundo. Una vez haya realizado este análisis, podrá responder a la pregunta
de si puede la Metafísica llegar a ser una ciencia.
Kant mantiene que nuestro conocimiento del mundo es el resultado de un
proceso en el que intervienen sucesivamente tres facultades: la
sensibilidad, el entendimiento y la razón. Para que cada una de esas tres
facultades realice su función en el proceso de conocimiento, se necesita
algo sobre lo que operar, y ese algo es la información que nos suministran
nuestros sentidos.
Según esto, hay dos componentes en nuestro conocimiento:
a) La información procedente del exterior, que nos llega a través de los sentidos
b) Unas estructuras lógicas, que posee previamente nuestra mente
Para que haya propiamente conocimiento, han de darse necesariamente esos dos ingredientes.
La información que nos suministran los sentidos sería algo así como la materia prima del
conocimiento. Esa materia prima llega a nosotros fragmentada, desorganizada. A partir de ahí,
nuestra mente, utilizando para ello unas estructuras lógicas que encuentra en sí misma, organiza toda
esa información sensorial, haciéndola inteligible y produciendo de esa manera conocimiento. Esas
estructuras lógicas son a priori, es decir, las posee la mente por sí misma y no las ha obtenido a
partir de la experiencia sensible, por lo que son anteriores a esta.
A. Estética trascendental
B. Analítica trascendental
C. Dialéctica trascendental.
En cada parte, estudia una de las tres facultades de conocimiento que posee el ser humano, tratando
de identificar cuál es su función y cuáles son las estructuras a priori que dicha facultad aporta en el
proceso de conocimiento.
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A. ESTÉTICA TRASCENDENTAL
B. ANALÍTICA TRASCENDENTAL
En esta parte de la Crítica, Kant identifica las estructuras a priori del entendimiento, que es la
facultad que nos permite pensar, no simplemente tener sensaciones de las cosas.
El entendimiento unifica y ordena el caos de impresiones sensibles que constantemente estamos
recibiendo del medio que nos rodea, aplicando conceptos a esas impresiones sensibles. A su vez,
relaciona unos conceptos con otros para formular juicios, mediante los cuales nosotros pensamos.
Si no tuviésemos es capacidad, es decir, si estuviésemos ante cualquier realidad, por ejemplo, una
manzana, y no unificáramos todas las impresiones sensibles procedentes de esa realidad bajo un
mismo concepto -el concepto de manzana-, esa realidad sería algo incomprensible para nosotros.
Sería algo así como si percibiésemos el color, olor, textura, sabor y forma de la manzana, pero como
sensaciones independientes entre sí, inconexas, y no formando parte de una misma cosa: la manzana.
Pero, de hecho, nosotros percibimos la manzana, no como un simple agregado de sensaciones
inconexas entre sí, sino que percibimos éstas como formando parte de una misma cosa; percibimos la
manzana como un todo. Pues bien, esto es resultado de la labor del entendimiento.
El entendimiento realiza su labor de comprensión, refiriendo los fenómenos a conceptos, siempre a
través de juicios. Por tanto, es la facultad que nos permite hacer afirmaciones acerca de la realidad,
y, al hacerlo, nos permite pensar.Es importante tener en cuenta que, cuando Kant habla aquí de
conceptos, se refiere, no a conceptos empíricos, sino a conceptos puros. Los primeros son aquellos
conceptos que hemos elaborado a partir de la experiencia, por lo que son a posteriori (por ejemplo, los
conceptos de árbol y de casa); los segundos son aquellos otros conceptos que la mente posee en sí
misma, que no ha obtenido a partir de la experiencia, por lo que son a priori. A estos segundos, Kant
los llama categorías.
Esas categorías son las estructuras a priori del entendimiento, sin las cuales nada puede ser
entendido o pensado por nosotros. Sin la aplicación de esas categorías, sólo tendríamos un conjunto
de impresiones sensibles inconexas entre sí. En este sentido, si la mente fuera, como decían los
empiristas, una página en blanco, sería imposible conocer nada.
Así, por ejemplo, si tras realizar un largo paseo por las calles de Pozoblanco, afirmásemos que “todas
las casas de Pozoblanco son blancas", estaríamos formulando un juicio. Y, para elaborar este juicio,
nuestro entendimiento habría tenido que unificar las diversas impresiones sensibles que hemos ido
recibiendo a lo largo de nuestro paseo. ¿Cómo? Refiriendo esas impresiones a una serie de categorías,
esto es, ordenando todo ese caos de impresiones sensibles en base a unas categorías; en este caso, las
categorías de totalidad (=afecta a todas las casas), realidad (=les pertenece una determinada
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cualidad), sustancia (=cada casa es considerada como una sustancia), accidente (=el color blanco de las
fachadas de las casas) y existencia (=las casas están en la existencia).
Las categorías no poseen contenido por sí mismas. Son como moldes vacíos de contenido y han de
llenarse con los datos que suministran los sentidos. Pretender aplicar esas categorías más allá de la
experiencia, esto es, pretender pensar sobre una supuesta realidad de la que previamente no
hayamos tenido ninguna impresión sensible, es hacer un uso incorrecto de las mismas. Las categorías
únicamente tienen sentido cuando se aplican a los datos que aportan los sentidos.
Por tanto, el límite del conocimiento humano se encuentra en el fenómeno, pues sólo tenemos
conocimiento de aquellos objetos que han sido ordenados por medio de las categorías, y las
categorías sólo pueden aplicarse a lo que se percibe en el espacio y el tiempo. El límite del
conocimiento se encuentra, pues, en la experiencia.
Ahora bien, eso no significa que la realidad de las cosas que nos rodean se reduzca a lo que nosotros
podemos percibir de ellas. Hay una zona de la realidad que está más allá de lo fenoménico y que
resulta, por tanto, incognoscible para el ser humano, por estar más allá de lo que éste puede tener
experiencia. Kant llama noúmeno a esa realidad que escapa al conocimiento humano y que jamás
podrá ser conocida. En este punto, Kant se opone a la pretensión del Racionalismo de conocer la
realidad entera a través de la razón humana.
C. DIALÉCTICA TRASCENDENTAL
- La Razón teórica: centrada en el conocimiento de hechos (cómo son las cosas, el conocimiento de la
Naturaleza).
- La Razón práctica: centrada en el conocimiento moral (cómo debe ser la conducta humana). No cómo es
de hecho, no los motivos que impulsan a obrar a los seres humanos (esto lo estudiarían las ciencias), sino
los principios que deben regir la acción moral.
En la Crítica a la Razón Práctica, Kant pretende dar respuesta a la segunda gran pregunta que preocupa
al hombre: ¿Qué debo hacer? Así, el objetivo fundamental de la obra será fundamentar la moral, es
decir, establecer las condiciones de posibilidad de la moral (esto de hablar siempre de condiciones de
posibilidad es el rasgo característico de la forma de pensar de Kant): ¿Qué condiciones debe tener un
principio o ley moral para ser considerado válido o legítimo? ¿Qué nos obliga a acatar tales principios o
normas? Al igual que a nivel de conocimiento, Kant considera que para que un principio moral sea
legítimo, válido, debe ser universal y necesario, es decir, que todo el mundo lo acepte y se sienta
vinculado a respetarlo.
Kant dedica su obra “Crítica de la razón práctica” a desarrollar una reflexión crítica sobre las teorías
morales precedentes, y a elaborar una teoría moral absolutamente distinta: formal o sin contenido.
Todas las teorías filosóficas anteriores han propuesto Éticas Materiales, es decir, una teoría ética en la
que se propone un fin último para la acción humana, y una serie de mandamientos o imperativos que
nos aleccionan acerca de lo que debemos hacer para alcanzar este fin o bien último.
(Algunos ejemplos: Aristóteles declara que el máximo bien para el ser humano es el desarrollo de la
racionalidad, su cualidad esencial, que la virtud máxima es el “mesostés” o moderación, definida como
“hábito de elegir el término medio”. En su “Ética a Nicómaco”, nos ofrece toda una amplia gama de
consejos para que sepamos distinguir la actitud más moderada y actuar en consecuencia. Epicuro, por
su parte, nos dice que el máximo bien es el placer y que, para obtenerlo, debemos realizar unas
actividades concretas como cultivar la amistad y evitar otras como meterse en política…).
Para Kant, son dos propuestas morales totalmente distintas, basadas en dos experiencias vitales
absolutamente dispares, y ése es precisamente su inconveniente, que fundamentan sus mandamientos
en la experiencia (son a posteriori), y, claro, las experiencias vitales pueden ser muy diferentes.
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Kant se propone, en la “Crítica de la razón práctica” elaborar una ética formal, es decir, una ética
que nos diga, no lo que debemos hacer, sino qué forma o características ha de tener nuestra actuación,
para poder ser considerada, verdaderamente, una acción moral. Esta ética, que es completamente
distinta a todas las anteriores:
Por deber. Considera que ese es su deber: su acción no es un medio para conseguir un fin, sino
que es un fin en sí misma, algo que debe hacerse por sí. Esto es obrar de buena voluntad: creer
y aceptar la ley sin otro interés que su cumplimiento.
¿Cuándo actuamos por deber? ¿Cuál es la forma que debe determinar toda ley moral o imperativo?
Cuando actuamos como seres racionales. La buena voluntad actúa por deber cuando actúa de un modo
universal, o sea, de acuerdo con una máxima universalizable (válida no sólo para mí, sino también para
los demás). La buena voluntad de actuar por deber adopta la FORMA de mandato o de un imperativo
cuya fórmula suprema es aquella que expresa la universalidad más absoluta: el imperativo
categórico.
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Autonomía moral: si el que obra por puro respeto al deber y no obedece a otra ley que la que le dicta
su conciencia moral, él es -como ser racional puro o persona moral- su propio legislador (si no, sería
esclavo del fin que persigue). Se determina a sí mismo sin ningún principio o fin externo.
Para Kant el respeto al deber, a las normas o leyes que mi propia razón me impone, es la base de la vida
moral: hacer lo que se debe, y no lo que se desea o quiere (voluntad). Es más, el “ideal” de la vida moral
o “santidad”, la máxima virtud, para Kant, es el “ajuste perfecto entre voluntad y razón”.
Pero este ideal de virtud es muy difícil de conseguir, por no decir imposible, por lo menos en nuestra
vida mortal, pero ¿y si partiésemos de la base de que la vida es ilimitada?, ¿y si presuponemos que hay
otra vida infinita en la que realizar este ideal? Aceptar la inmortalidad del alma es imprescindible para
que la ética tenga sentido. Piensa Kant que hay más ideas que aceptar para encontrar un
fundamento a la moral.
También debemos creer que la voluntad es libre, ya que si no lo fuese, no podríamos desear libremente
ajustar nuestra acción a nuestras propias leyes, ni determinar qué leyes van a ser nuestras leyes. Por
tanto, si admitimos que la acción humana se ajusta a una ética debemos admitir que es posible la
libertad en el mundo, la de nuestra voluntad que desea y la de nuestra razón que propone.
Por último, si queremos que nuestra vida moral tenga sentido, hemos de estar seguros de que el ideal
de unión entre voluntad y razón se puede alcanzar, que no es una mera ilusión, así que debemos
aceptar la existencia de Dios, ya que Dios, para Kant, es la expresión de la “santidad” que
perseguimos, en él se da el ajuste perfecto entre voluntad y razón, y la fe en Dios, así concebido, es la
que debe guiar nuestra vida y nuestra conducta.
Vemos cómo finalmente las ideas de la razón pura se han convertido en “ideales” o
“postulados de la razón práctica”, es decir en fundamentos de la vida moral, sin los cuales ésta última,
sería imposible. Por lo tanto, Kant ha encontrado una misión para la metafísica, aunque las reflexiones
de los filósofos se centran en cuestiones sobre las que es imposible el conocimiento, estas cuestiones
son vitales en el sentido de que es el pensar sobre ellas lo que orienta, dirige y da sentido a la vida
humana.
10 | P á g i n a