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Las adicciones, ya sea al alcohol o drogas, plantean varios desafíos en el ámbito laboral

que van más allá de la mera conducta del empleado. Al explorar la complejidad de este
tema, se revela la necesidad de una perspectiva más comprensiva y proactiva por parte de
las empresas y la legislación.

La ambigüedad en la legislación que equipara la toxicomanía con el consumo reiterado


merece una revisión a fondo. La falta de distinción entre hábito patológico y consumo
reiterado podría ser una fuente de contradicción. Si bien se castiga el hábito patológico, que
no es voluntario, se exige voluntariedad para justificar el despido. Se plantea la necesidad
de una redacción más precisa que considere la naturaleza compleja de las adicciones.

La consideración de las adicciones como enfermedades plantea un cambio de paradigma


importante. La jurisprudencia que reconoce que las adicciones pueden excluir la
voluntariedad de la conducta subraya la importancia de entender estos comportamientos
como síntomas de una enfermedad. La equiparación de la drogodependencia a una
discapacidad,destaca la necesidad de proteger a los trabajadores afectados en lugar de
penalizarlos.

Las propuestas para la prevención y tratamiento de las adicciones en el entorno laboral


deben abordar no sólo la sanción; sino también la rehabilitación y la integración. La
implementación de medidas preventivas en las empresas, la suspensión de sanciones
disciplinarias para aquellos que buscan tratamiento, el apoyo en la rehabilitación mediante
permisos y excedencias, y la garantía del puesto de trabajo para fomentar la recuperación,
son estrategias que buscan equilibrar la responsabilidad social y la eficiencia empresarial.

La legislación actual puede ser inadecuada al castigar la única situación en la que el


despido no sería procedente, es decir, el caso del trabajador adicto. Se propone la
eliminación del término toxicomanía para evitar confusiones. La perspectiva empresarial
debe evolucionar más allá de la mera represión. Las empresas no solo deben ajustarse a
las normativas legales, sino asumir un papel activo en la prevención y tratamiento de las
adicciones. Esto implica una inversión en programas de concienciación, recursos para el
tratamiento y una cultura organizacional que fomente la empatía y el apoyo.

Para concluir; la resistencia a modificar la legislación refleja no solo una falta de valoración
del problema sino también una oportunidad perdida para que las empresas desempeñen un
papel más significativo en la sociedad. Eliminar disposiciones que permitan el despido por
adicciones y adoptar enfoques preventivos y recuperadores no solo sería económicamente
beneficioso sino también coherente con la responsabilidad social que las empresas deben
asumir en la actualidad.

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