No es casual que el concepto de Gramsci sobre la hegemonía
tenga acogida en América Latina: prefigura la lucha por el socialismo en una estructura neocapitalista. El concepto requiere sin embargo la definición de los rasgos correspondientes a una situación periférica donde neocapitalismo y neocolonialismo presentan un desarrollo desigual de múltiples combinaciones. Estas combinaciones plantean la lucha democrática, la lucha por la justicia social y la lucha contra las distintas formas de la cultura autoritaria y la organización dependiente de la vida, como parte de un proceso histórico de liberación en que el concurso activo de las masas adquiere un significado en parte parecido, y en parte distinto, al de los países avanzados del mundo capitalista. José Martí es tal vez el ejemplo clásico más acabado, de un líder revolucionario que luchó entre nosotros por la hegemonía. En su vida y obra se advierten varios rasgos importantes para una lectura de Gramsci, que nos acerque a la especificidad latinoamericana. Un resumen mínimo del concepto, indica que Gramsci entiende por hegemonía: 1) La articulación de grupos y facciones de clase bajo una dirección política y moral, 2) la del “príncipe” o partido revolucionario — en su caso, el Partido Comunista Italiano— , que fusione 3) a una multiplicidad de voluntades dispares con objetivos heterogéneos, dándoles 4) una “única visión del mundo” y 5) una “voluntad nacional popular”. La lucha por la hegemonía supone, además, una estrategia que permita 6) a la clase obrera “dirigir a las clases aliadas y dominar a las clases opuestas” 7) dentro de un proyecto revolucionario por el socialismo. La creación de la voluntad colectiva se da 8) cuando una ideología logra difundirse 9) entre toda la sociedad, y determinar 10) “no sólo objetivos económicos y políticos unificados sino también una unidad intelectual y moral”. En ese sentido la lucha por la hegemonía busca impedir una “revolución pasiva” o un “consenso pasivo”. Ha de fundarse 11) en un consenso “activo y directo”, “que integre en las masas la visión del mundo, y la lucha económica, política y moral”, 12) no sólo a corto plazo sino a largo plazo. Este objetivo supone, de un lado, 13) una “mística” o “religión popular” (no es casual por cierto que a Martí se le llamara el Apóstol), que vincule a los dirigentes y a los dirigidos con una ideología y una visión revolucionarias del mundo, 14) y exige además la difusión en la sociedad de una serie de “valores sociales que no tienen una única connotación de clase”. En los estudios sobre la hegemonía que invocan a Gramsci, suelen citarse sólo algunos rasgos, olvidando a menudo los principales. Es una forma de desdibujar el concepto y de estudiar un proceso irreal. Otra, consiste en limitarse a ver si se clan o no, y cómo se dan, las características señaladas por Gramsci. Si en un caso se pierden elementos de la lucha de clases que Gramsci registra, y que son esenciales, en el otro no se registran las experiencias de la clase obrera latinoamericana en las luchas por la hegemonía, algunas necesariamente distintas a las del proletariado italiano de los tiempos de Gramsci. Los errores no paran allí. Reconocida la especificidad de las luchas en estos países, suele declarárseles de tal modo distintas que se les coloca al margen o por encima del carácter universal de la lucha de clases. Con otros autores y en otras circunstancias se practican mistificaciones parecidas, lo que no es casual: la producción de errores forma parte de la lucha por la hegemonía. La búsqueda de lo específico, dentro de lo necesario y universal, es tarea desmitificadora.
ALGUNAS CARACTERÍSTICAS CONCRETAS
En primer término la lucha por la hegemonía de la clase
obrera latinoamericana ocurre en un Estado no hegemónico. No es sólo lucha por imponer el dominio de una clase que dirija a sus aliados y domine a sus opuestos en un Estado metropolitano, sino lucha que se plantea de nación a nación y de nación a Estado. En los inicios del movimiento, y conforme éste se profundiza hay enfrentamientos sucesivos contra el Estado-dependiente y contra el Estado-metropolitano, contra el Estado local, el Estado-sucursal, o el “Estado de Estados”. Con la agudización de la lucha, la “voluntad colectiva” se manifiesta como “voluntad colectiva nacional” frente al imperialismo. En cualquier contienda por la hegemonía, la clase obrera latinoamericana se ve en la necesidad de enfrentar al imperialismo como capital monopólico y como Estado. Los errores a que da pie esta situación son por lo menos de dos tipos. El imperialismo puede aparecer como único objetivo de la lucha — es el caso de los movimientos populistas, nacionalistas— , o no aparecer como elemento logístico, estratégico — como en algunos planteamientos estructuralistas e izquierdistas, en que se privilegia la lucha interna de clases y