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Análisis de “La maquinaria escolar”

Agustina Belén Arnaiz

Formación Superior, Instituto Nuestra Señora del Sagrado Corazón

Pedagogía

Ana Monteleone

1 de septiembre de 2023
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En su libro “La Máquina Cultural”, Beatriz Sarlo recopila y analiza las memorias de

diferentes educadores. Una de ellos es Rosa Del Río, quien, una vez finalizado el relato, Sarlo

describe como:

Exageradamente, entusiastamente, Rosa del Río es un producto del normalismo y de

la escuela pública: un robot estatal, podría decirse, identificado poco críticamente con

los objetivos de la institución de la que formaba parte y que le había permitido a ella

misma recorrer un camino exitoso. (Sarlo, 1998, pág. 29)

Varela y Alvarez-Uria (1991) también hacen referencia a una “Maquinaria escolar”, y

plantean:

Será en los colegios donde se ensayen formas concretas de transmisión de

conocimientos y de moldeamiento de comportamientos que mediante ajustes,

transformaciones y modificaciones a lo largo de por lo menos dos siglos, supondrán la

adquisición de todo un cúmulo de saberes codificados acerca de cómo puede resultar

más eficaz la acción educativa. (pág. 32)

¿Quién maneja esta maquinaria de la escuela y la cultura de la que hablan los autores?

¿Por qué se crean estos robots de transmisión de conocimientos? ¿Con qué objetivo son

transmitidos?

En lo que se refiere al objetivo de la educación, Marta Degl’ Innocenti (2001) habla

del nivel de propósito de la práctica educativa como un intento de hacer más eficaz y

organizada la educación, vinculándolas con las estructuras político ideológicas de la

formación social. Con esto quiere decir que el acto de educar tiene como finalidad transmitir

a una sociedad, estándares de comportamiento que sean compatibles con la ideología y la

política de quienes determinan estos modelos.


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Rosa Del Río le describe a Beatriz Sarlo, vivencias de cuando ya era una niña en la

Argentina de 1890, dos años después de que Sarmiento falleciera. En este contexto, podemos

afirmar que los estándares político-ideológicos escolares de la época fueron determinados por

la sanción de la Ley de Educación Común, Gratuita y Obligatoria 1420, y el entonces director

general del Consejo Nacional de Educación, el mismo Sarmiento.

Podemos ver cómo la higiene autoritaria y el nacionalismo propagandístico de la ley,

se reflejan tanto en la educación primaria de Rosa, como en sus años ejerciendo de maestra y

directora en la década de los 20’. Estas medidas, son características de los años en los que

trabajó Del Río.

Con el avance cada vez más rápido de la constitución de la sociedad de masas, que

dio lugar a la recomposición regresiva y autoritaria de las décadas del 20 y del 30 y

con la recomposición progresiva después de la Segunda Guerra Mundial en los países

occidentales bajo la forma de Estado de Bienestar, se lleva a cabo una reformulación

del derecho a la educación, de un derecho individual a un derecho social, que es

reflejada en muchas constituciones europeas y en las cartas internacionales que se

firman inmediatamente después de la finalización de la guerra. (Paviglianiti y

Echenique, 1993)

Empezando por el caso de la higiene, Sarlo analiza el relato de Del Río sobre cuando

siendo directora en una escuelita de Olaya, juntó a niños en el patio para raparles la cabeza

por motivos de higiene.

Desde afuera, la acción podía ser considerada audaz (su protagonista recuerda que el

hermano abogado le indica que esas cosas no debían hacerse) pero su sentido hay que

buscarlo también en el marco de una escuela que enseñaba los principios de higiene

como exteriorización física de las cualidades morales. (Sarlo, 1998, pág. 27)
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Estar prolijo y limpio era entonces una manera de separase de esa imagen descuidada,

con pelo largo, en las niñas trenzado, que recuerda bastante a la apariencia de pueblos nativos

“salvajes”, que Sarmiento creía estar “limpiando” de nuestra cultura por medio de las

escuelas públicas.

¿Qué porvenir aguarda a México, a Perú, Bolivia y otros estados sudamericanos que

tienen aún vivas en sus entrañas, como no digerido alimento, las razas salvajes o

bárbaras indígenas que absorbió la colonización y que conservan obstinadamente sus

tradiciones de los bosques, su odio a la civilización, sus idiomas primitivos y sus

hábitos de indolencia y de repugnancia desdeñosa contra el vestido, el aseo, las

comodidades y los usos de la vida civilizada? ¿Cuántos años, sino siglos, para

levantar aquellos espíritus degradados a la altura de hombre cultos y dotados del

sentimiento de la propia dignidad? (Sarmiento, 2011, pág. 2)

La misma Ley 1420 de Educación Común, Gratuita y Obligatoria (1884) explica que

la instrucción primaria debe ser dada conforme a los preceptos de la higiene (Cap. 1, Art. 2°),

preceptos definidos por los gobernantes en el poder.

Pero no podemos reducir a Rosa Del Río a una persona autoritaria cuyo objetivo era

forzar la neutralización en los niños sin razón alguna. Ella también fue una niña criada con

los conceptos de higiene y dignidad que ofrecía la formación escolar, valores internalizados

como sinónimo de avanzar en la vida. En sus propias palabras, “Antes de ingresar a la

Escuela Normal, yo, era una salvaje.” (Sarlo, 1998, pág. 5)

De igual forma, Beatriz Sarlo registra la vez que Rosa, aún siendo directora de la

escuela de Olaya, confeccionó cintas argentinas para que usen a modo de celebración sus

alumnos en un acto escolar, y lo orgullosa que estaba de regalarles este lujo a los niños.
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Sobre este extremo valor por lo nacional, Oszlak (1997) describe uno de los atributos

que define la conformación del Estado Nación como la difusión de símbolos, valores y

sentimientos de pertenencia a una comunidad diferenciada por tradiciones, etnias y lenguajes

que configuran una identidad colectiva (pág. 3). En un país como Argentina, que luego de

cortar lazos con sus conquistadores debía unir en una sola nación a nativos, criollos e

inmigrantes, la escuela era una herramienta esencial para transmitir el patriotismo. La misma

Rosa Del Río era hija de inmigrantes italianos y españoles que no les inculcaban a sus hijos

esas culturas de origen.

No había en la ideología de esos inmigrantes, que por otra parte formaban un

matrimonio mixto en el cual se neutralizaban el origen italiano y el español, los

elementos de firme orgullo de origen que permitiera a sus hijos instalarse en una

identidad menos fabricada que la que imponía la educación pública. (Sarlo, 1998, pág

24)

La escuela era la única fuente del que tomar ese sentido de pertenencia que la niña, y

la maestra y directora después, tanto anhelaba.

Frente a la pobreza simbólica de su hogar, donde los padres se resistían sordamente a

hablar de sus orígenes extranjeros y, más aún, se empeñaban en disimularlos, ella

encontró en la escuela un mundo de relativa abundancia simbólica. (Sarlo, 1998, pág.

24)

Retomando el foco en estos valores de higiene como reflejo de buena moral, y

patriotismo extremado, es el Estado con la escuela pública, quien define estos ideales a

cumplir. Dice al respecto Andrea Alliaud (2007) “El Estado actúa directamente como

productor y difusor de sistemas simbólicos, esto es representaciones del mundo que


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adquieren formas ideológicas cuando son movilizados para favorecer la realización de los

intereses sectoriales de los estratos dominantes” (pág. 3)

Y para poder propagar estos principios, se recurre a la Escuela Normal. Para formar

alumnos, primero hay que formar maestros, y un buen modelo de maestro. “Cuando empecé a

trabajar como maestra, me empecé a vestir bien, elegante y sobria, como debía ser, pero a

vestir a la altura del cargo que tenía.” (Sarlo, 1998, pág. 13)

A pesar de esa rigidez que se les inculcaba a los maestros, en el relato es posible

apreciar la mente innovadora y proactiva, aunque para nada flexible, de Rosa Del Río. Su

método de enseñanza se distingue por la dualidad de influencias modernas en algunos casos,

y tradicional en otros. Similar a lo que hoy conocemos como Escuela Nueva, también

denominada Activa, Beatriz Sarlo redacta actividades donde Rosa Del Río moviliza y facilita

la actividad física e intelectual de los alumnos.

Iba preparando el material para enseñar el movimiento de los planetas: pelotas de

madera de distinto tamaño que usaba en el aula haciendo que cada chico sostuviera

una y todos fueran dando vueltas alrededor del chico que hacía del Sol. Arrimábamos

los bancos a las paredes, hacíamos un gran espacio central u representábamos el

sistema solar. (Sarlo,1998, pág. 14)

En contraste, también consideraba que era productivo agrupar a los chicos según las

dificultades que tuvieran con alumnos más avanzados, para que todos estuvieran siempre

haciendo algo (Sarlo, 1998, pág. 12). Lo que recuerda un poco al sistema de monitores

implementado por Lancaster, donde los alumnos que aprendían más rápido se repartían para

enseñarles a alumnos con mayores dificultades (Pineau, 2017, pág. 10)

En definitiva, las crónicas docentes registradas por Beatriz Sarlo nos ofrecen un

ejemplo concreto de la enseñanza a principios del siglo XX.


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Rosa Del Río, hija de inmigrantes, maestra, directora. Una mujer que reflejaba los

ideales que el Estado Nación promovía, de higiene y patriotismo para llegar al ideal de

progreso. Una maestra dedicada y comprometida con sus alumnos y con la escuela pública,

fiel creyente de que la educación era un privilegio del que ningún niño o niña debía ser

privado. No obstante, también era un robot estatal, una pieza clave con la que las políticas

dominantes de la época pretendían imponer su ideología.

No debemos perder de vista el papel que las maestras llevaremos a cabo ejerciendo

nuestra profesión, tenemos que indagar constantemente sobre cuál es el rol que se nos asigna

dentro de la sociedad, debemos cuestionarlo y tener una mirada crítica sobre el mismo.

Somos parte de esta gran maquinaria escolar y cultural, es nuestra responsabilidad conocer

cómo funciona y quién la maneja para lograr un cambio realmente significativo.


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Referencias

Alliaud, A. (2007). Los maestros y su historia. Editorial Granica, Capítulo 2.

Degl’ Innocenti, M. (2008). Educación, escuela y pedagogía. Facultad de Ciencias

Sociales UNLZ. Revista académica Hologramática.

Ley de Educación Común, Gratuita y Obligatoria 1420. (8 de julio de 1884).

Oszlak, O. (1997). La formación del Estado argentino: Orden, progreso y

organización nacional. Editorial Planeta.

Paviglianiti, N. y Echenique, M. (1993). Ley General de Educación. Buenos Aires.

Publicaciones FUBA

Pineau, P. y Baredes, C. (2017). La escuela no fue siempre así. Argentina. Ediciones

Iamiqué.

Sarlo, B. (1998). La maquinaria cultural: Maestras, traductores y vanguardistas.

Sarmiento, D.F. (2011). Educación Popular. La Plata. UNIPE. Editorial Universitaria.

Varela, J. y Alvarez-Uria, F. (1991). Arqueología de la Escuela. Madrid. Ediciones La

Piqueta.

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