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La Trinidad

De!nición
por Rebecca Denova,
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traducido por Waldo
Reboredo Arroyo
Publicado el 03 mayo 2021

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Disponible en otros idiomas: inglés, árabe

La Trinidad
Lawrence OP (CC BY-NC-ND)

La doctrina cristiana de la Trinidad (del latín


trinus, que signi!ca «triple») profesa la
existencia de un solo Dios, en el que
distinguen tres personas o aspectos eternos y
consustanciales: el Padre, el Hijo y el Espíritu
Santo. El Padre es el Dios de Israel (el Dios
creador del Génesis), el Hijo es el Jesús de
Nazaret histórico, y el Espíritu Santo es la
presencia o espíritu de Dios que los une. La
palabra «trinidad» no aparece en la Biblia; el
concepto adoptó su forma !nal durante el
Primer Concilio de Nicea en el 325 d. C., tras
años de debate. Fue un intento de armonizar
la creencia del cristianismo en un único Dios
con sus reclamos acerca de Jesús y sus
experiencias espirituales.

El monoteísmo judío y Jesús


como ser divino
En la actualidad, el concepto de monoteísmo
se de!ne como la creencia en un solo Dios,
pero los hombres de la antigüedad no
estructuraban sus criterios en forma de
creencia; lo que hacían, sus actos rituales, eran
más importantes. Aunque a los judíos se les
ordenaba que veneraran un único poder,
reconocían la existencia de otros; el «cielo»
judío estaba poblado por diferentes jerarquías
de divinidades: arcángeles, ángeles, querubines
y sera!nes. En el mundo de la antigüedad la
adoración consistía en los sacri!cios.

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LA INNOVACIÓN CRISTIANA
ESTABLECÍA QUE EL SIERVO
SUFRIENTE ERA EL PROPIO
DIOS, QUIEN SE HABÍA
HUMILLADO EN LA
MANIFESTACIÓN FÍSICA Y
TERRENAL DE JESÚS DE
NAZARET.

No se sabe con exactitud lo que ocurrió


cuando los discípulos vivieron la resurrección
de Jesús; nadie lo registró por escrito. Sin
embargo, la mayoría de los investigadores
coinciden en que algo experimentaron, de
carácter físico o espiritual, o quizá una forma
de aparición. Los evangelios a!rman que Jesús
«ascendió a los cielos» y San Esteban, en la
visión que tuvo antes de morir, vio a Jesús «a la
diestra de Dios» (Los Hechos 7:55). Durante el
siglo I d. C. corrían muchas historias acerca de
que los patriarcas de Israel y los mártires
macabeos se hallaban en el cielo, concepto que
se conocía como «exculpación de los justos».
Puede que este haya sido el entendimiento
inicial que se tenía de Jesús, según el cual
ahora se encontraba entre los que estaban en
el cielo.

Las cartas de Pablo


Pablo, un judío fariseo que escribió entre los
años 50 y 60 d. C., también tuvo una visión de
Jesús en los cielos. Una voz le comunicó que
fuera el apóstol de los gentiles (no-judíos), y
fundó comunidades de creyentes por todo el
Imperio Romano de Oriente. Pero tal como
dijo Pablo, el sufrimiento y muerte del mesías
de Dios en la cruz era «para los judíos
ciertamente tropezadero, y para los gentiles
locura» (I Corintios 1:23). Un antiguo cristiano
desconocido escogió los versículos 53 y 54 de
Isaías acerca del «siervo sufriente» para
racionalizar lo que ocurrió. Isaías postuló la
existencia de un siervo sufriente !el a Dios que
padeció, fue torturado y ejecutado. Dios lo
levantó de entre los muertos y lo colocó en el
trono, al lado suyo. En el contexto de Isaías el
siervo sufriente era la nación de Israel. Los
primeros cristianos aseveraban que era una
profecía acerca de Jesús de Nazaret, a quien
ahora era común llamar Cristo (en griego
Christos, del término hebreo «mesías»). Uno de
los primeros himnos recitados por Pablo, que
emplea muchas frases de Isaías, se encuentra
en Filipenses 2:6-11:

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[Jesús] el cual, siendo en forma


de Dios, no estimó el ser igual a
Dios como cosa a que aferrarse,
sino que se despojó a sí mismo,
tomando forma de siervo, hecho
semejante a los hombres; y
estando en la condición de
hombre, se humilló a sí mismo,
haciéndose obediente hasta la
muerte, y muerte de cruz. Por lo
cual Dios también le exaltó hasta
lo sumo, y le dio un nombre que
es sobre todo nombre, para que
en el nombre de Jesús se doble
toda rodilla de los que están en
los cielos, y en la tierra, y debajo
de la tierra; y toda lengua
confiese que Jesucristo es el
Señor, para gloria de Dios Padre.

Cristo, «siendo en forma de Dios», dio origen


al concepto de la preexistencia de Cristo y
estuvo presente en la creación. Mas al propio
tiempo Pablo también expresó: «Pero cuando
vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a
su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley
[de Moisés]» (Gálatas 4:4). Los judíos
concebían un Dios desinteresado, que se
manifestaba en la historia para salvar a Israel.
Según los libros de los Profetas, en los días
postreros Dios se revelaría a todas las naciones.
Aquí la innovación cristiana establecía que el
siervo sufriente era el propio Dios, quien se
había humillado en manifestarse de forma
física y terrenal en Jesús de Nazaret.

La resurrección de Cristo, por Piero della Francesca


Piero della Francesca (CC BY-NC-SA)

La frase «se doble toda rodilla» re"eja la


costumbre de siglos de hacer una reverencia
ante las imágenes de los dioses. Pablo enseñó
que todos debían venerar a Jesús y hasta donde
se sabe, esto signi!caba cantar himnos y recitar
oraciones dirigidas a Jesús, hacerle peticiones a
Jesús, bautizarse en su nombre, sanar, realizar
exorcismos en su nombre, e invocar su
presencia en las cenas eucarísticas (I Cor 1:2; 2
Cor 12:8-9; I Cor 16:22; Ro 10:9-13; I Cor 6:11;
Ro 10:9-13; I Cor 6:11; Ro 6:3; I Cor 11:17-34).

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El Jesús divino y el papel del


Espíritu
En la época en que se escribieron los
evangelios, que empiezan con el de Marcos
cerca del 70 d.C., la adoración a Jesús se
re"ejaba en los epítetos y acciones que
empleaban sus seguidores. La expresión «Hijo
de Dios», que se había aplicado a los Profetas,
se entendía de forma literal. En la natividad de
Mateo, la referencia a Emanuel («Dios con
nosotros») re"eja la divinidad presente en el
hijo de María. La anunciación del ángel a
María dice «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y
el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra;
por lo cual también el Santo Ser que nacerá,
será llamado Hijo de Dios» (Lucas 1:35).
También existen referencias a la relación de
Dios con el Rey David, «Mi hijo eres tú; Yo te
engendré hoy» (Salmos 2:7, Los Hechos 13:33).

CON EL TIEMPO, SE AFIRMÓ


QUE EL ESPÍRITU ESTABA
PRESENTE DE MANERA
LITERAL EN LO QUE SE
CONVIRTIÓ EN
SACRAMENTOS
CRISTIANOS.

Después que Jesús caminó sobre el agua,


«Entonces los que estaban en la barca vinieron
y le adoraron, diciendo: Verdaderamente eres
Hijo de Dios» (Mateo 14:33). Los que se
encontraban con el Jesús resucitado «le
adoraron» (Mateo 28:17; Lucas 24:52). Cuando
Jesús se aparece ante los discípulos en Galilea,
les dijo, «Por tanto, id, y haced discípulos a
todas las naciones, bautizándolos en el nombre
del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo»
(Mateo 28:19). Aún no está presente el
concepto de Trinidad, pero se re"eja y
formaliza el ritual inicial del bautismo.

«Espíritu», «el Espíritu Santo», y «Espíritu de


Dios» aparecen 275 veces en el Nuevo
Testamento, pero no es todavía una entidad
separada de Dios. En el judaísmo el «espíritu
de Dios» equivale al «aliento de Dios» que
animó a Adán, que poseyó a los Profetas y que
constituye la presencia de Dios en el Templo.
En este sentido, el descenso de la paloma sobre
Jesús durante su bautismo simboliza la
presencia de Dios, quien reconoce a Jesús
como hijo suyo. En Los Hechos 2, los
discípulos reciben al Espíritu Santo en la !esta
de Pentecostés, oportunidad en que Pedro
dice, «Arrepentíos, y bautícese cada uno de
vosotros en el nombre de Jesucristo para
perdón de los pecados; y recibiréis el don del
Espíritu Santo». (38) En las cartas de Pablo,
estar poseído por el Espíritu Santo faculta al
creyente a «hablar en lenguas», hacer profecías,
enseñar, y sanar. Con el tiempo, se a!rmó que
el espíritu estaba presente de manera literal en
lo que se convirtió en sacramentos cristianos.

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El cristianismo en el siglo II d.C.


En el siglo II d.C. habían cambiado las
características demográ!cas de las
comunidades cristianas; los gentiles conversos
constituían la mayoría. El liderazgo (de
manera retroactiva denominado Padres de la
Iglesia) estaba formado por hombres educados
en distintas escuelas !losó!cas. Varios !lósofos,
como Celso y Galeno, criticaron las creencias
cristianas. La respuesta que dieron los Padres
de la Iglesia fue hacerlos corresponder con las
interpretaciones !losó!cas que compartían
acerca del universo. El Evangelio de Juan
llamaba logos («palabra») a Cristo, un concepto
que Platón había empleado en su principio de
racionalismo. Al relacionarlos a ambos, los
Padres de la Iglesia proclamaron que ello
constituía prueba de la preexistencia de Cristo.

Durante el reinado de Domiciano (que reinó


del 83 al 94 d.C.), el Imperio romano comenzó
a perseguir a los cristianos porque se
rehusaban a participar en los cultos imperiales
y del estado. No solo se trataba de que los
cristianos fueran culpables de ser ateos por no
creer en los dioses; se añadía además que en la
Roma conservadora siempre habían existido
prejuicios contra las religiones nuevas. Desde
los tiempos de Julio César (100-44 a. C.) se
había eximido a los judíos de participar en los
cultos del estado, pero los cristianos no eran
judíos, ni tampoco adeptos de las prácticas
religiosas autóctonas tradicionales. Los Padres
de la Iglesia les solicitaron a los emperadores
romanos que exoneraran a los cristianos de
participar en los cultos de estado, pero para los
de fuera, cristianismo no signi!caba
monoteísmo, los cristianos veneraban a dos
dioses.

La Santísima Trinidad
Fr Lawrence Lew, O.P. (CC BY-NC-ND)

Mediante el artilugio literario de la alegoría,


Justino Mártir, que vivió entre los años 100 y
160 d. C., a!rmaba que cada mención de Dios
en las escrituras era, de hecho, una forma de
preexistencia de Cristo. Por lo tanto, los
cristianos retuvieron la unicidad de Dios, cuya
palabra (el logos) emanó en Cristo. El
cristianismo no era nuevo; sus creencias se
basaban en las antiguas tradiciones de los
judíos.

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Tertuliano (155-200 d. C.) fue el primero en


utilizar el término «trinidad», que proviene del
latín. Lo describió como una «divina
economía», a la manera de familia o
monarquía de Dios. Dios Padre trazó el plan
divino, Dios Hijo materializó la voluntad del
Padre, y Dios Espíritu infundió la voluntad de
Dios en los creyentes (Adversus Praxean, 27).
Hacia el siglo IV d. C., las iglesias del Imperio
Romano de Occidente empleaban lo que se
denominaba Antiguo Credo Romano, o Credo
de los Apóstoles, que incluía creencias
trinitarias sin los conceptos !losó!cos que
pasaron a ser parte de Nicea.

La controversia arriana y el
primer Concilio de Nicea
En el 312 d.C., el emperador Constantino I
(que reinó del 306 al 337 d. C.) se convirtió al
cristianismo y simultáneamente se colocó a la
cabeza de la Iglesia cristiana. Promovió la
unidad de creencia en todo el Imperio.
Aunque el concepto de Trinidad pudo haber
quedado tan solo en un empeño intelectual, en
la ciudad de Alejandría surgió una controversia
que se derramó sobre otras ciudades (319-321
d.C.). Arrio, un presbítero de Alejandría,
explicaba que si se creía que Dios lo había
creado todo, entonces en algún momento
tendría que haber creado a Cristo. De hecho,
los propios términos de Padre e Hijo
indicaban que Cristo estaba subordinado a
Dios. El obispo de Alejandría excomulgó a
Arrio, pero los líderes de otras iglesias lo
apoyaron. En diversas ciudades estallaron
disturbios entre las distintas facciones.

En el 325 d.C., Constantino convocó a a un


concilio panimperial para resolver la cuestión.
El desafío consistía en hallar una manera de
estructurar la unicidad de Dios, para que
comprendiera tanto su trascendencia (a través
del poder del Espíritu), como su naturaleza
encarnada (la carne que su Hijo asume). La
reunión se celebró en Nicea, cerca de
Constantinopla, la nueva capital aún en
construcción. Participaron unos 217 obispos
acompañados de sus cortejos. Constantino
pagó los gastos de viaje, el alojamiento y el
sustento de todos. Durante las discusiones
realizadas en el Concilio de Nicea se
debatieron varias creencias:

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Monarquianismo: Dios como rey que


delega poderes al Hijo y al Espíritu Santo.
Subordinacionismo o Arrianismo: El Hijo
era una criatura, subordinada al Padre.
Sabelianismo: La unión perfecta entre
Padre e Hijo, por lo que el Padre fue
cruci!cado en el Hijo. A la postre, el
concepto se declaró herético.

Primer Concilio de Nicea


Jjensen (Public Domain)

Los debates acerca de la Trinidad eran


bastante esotéricos e incluían ideas !losó!cas
acerca del universo. ¿Era Cristo homo-ousios, un
ser similar al Padre, o era homoi-ousios, de
idéntica esencia que el Padre? Obsérvese que la
diferencia está en una iota, una sutil distinción
del griego. El concilio optó por la segunda
alternativa, la de que Dios y Cristo eran
idénticos en esencia y que Cristo era una
manifestación del propio Dios sobre la tierra.
Más allá de la teología esotérica, la implicación
práctica de haber elegido que Cristo era
idéntico a la esencia de Dios era, en teoría, que
el monoteísmo del judaísmo tradicional se
mantenía intacto. Hacer que Cristo fuera
idéntico a Dios con!rmaba el criterio que
Cristo era preexistente y que había ayudado a
crear el universo.

Elegir esta alternativa reforzó el estatus del


emperador cristiano. En el transcurso del
tiempo se había desvanecido la inminencia del
Reino de Dios. El reino aún llegaría, pero en el
ínterin el monarca cristiano actuaría de
sustituto de Cristo en la tierra. Por lo tanto,
durante su gobierno terrenal el emperador
tendría idéntico poder al de Dios. A partir del
Concilio de Nicea los emperadores cristianos
se representarían con una aureola y los atavíos
de un culto deí!co.

El Credo de Nicena
El concepto del credo (del latín credo, «yo
creo») fue una innovación cristiana. Al existir
múltiples cultos autóctonos, no había una
autoridad central que dictara lo que todos
debían creer. El Credo de Nicena formalizó un
sistema de creencias que se promovió a través
del poder del emperador (y de sus legiones).
Como tal, cualquier disensión del Credo ahora
se consideraba traición. A continuación
aparece la traducción del Credo de Nicena:

Sirena
Creemos en un Dios, el Padre Abrir
Sirena
todopoderoso, creador de las

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