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LA IGLESIA EN LOS TEXTOS PAULINOS

SEMINARISTAS:

JHONATHAN STIVET RAMIREZ ROSERO

WILLIAM SNEIDER ERAZO PÉREZ

MIGUEL ANDRES VALOIS SEGURA

MATERIA:

SAN PABLO I

TRABAJO PRESENTADO A:

GERMAN ROSERO ARCE

SEMINARIO MAYOR DE PASTO LOS SAGRADOS CORZAONES DE JESÚS Y


MARÍA
Primera epístola a los corintios 12, 12-30

"Pues del mismo modo que el cuerpo es uno, aunque tiene muchos miembros, y
todos los miembros del cuerpo, no obstante su pluralidad, no forman más que un
solo cuerpo, así también Cristo. Porque en un solo Espíritu hemos sido todos
bautizados, para no formar más que un cuerpo, judíos y griegos, esclavos y libres.
Y todos hemos bebido de un solo Espíritu. Así también el cuerpo no se compone
de un solo miembro, sino de muchos. Si dijera el pie: «Puesto que no soy mano,
yo no soy del cuerpo» ¿dejaría de ser parte del cuerpo por eso?" "Y si el oído
dijera: «Puesto que no soy ojo, no soy del cuerpo» ¿dejaría de ser parte del
cuerpo por eso? Si todo el cuerpo fuera ojo ¿dónde quedaría el oído? Y si fuera
todo oído ¿dónde el olfato? Ahora bien, Dios puso cada uno de los miembros en el
cuerpo según su voluntad. Si todo fuera un solo miembro ¿dónde quedaría el
cuerpo? Ahora bien, muchos son los miembros, más uno el cuerpo. Y no puede el
ojo decir a la mano: «¡No te necesito!» Ni la cabeza a los pies: «¡No os necesito!».
Más bien los miembros del cuerpo que tenemos por más débiles, son
indispensables. Y a los que nos parecen los más viles del cuerpo, los rodeamos
de mayor honor. Así a nuestras partes deshonestas las vestimos con mayor
honestidad. Pues nuestras partes honestas no lo necesitan. Dios ha formado el
cuerpo dando más honor a los miembros que carecían de él, para que no hubiera
división alguna en el cuerpo, sino que todos los miembros se preocuparan lo
mismo los unos de los otros. Si sufre un miembro, todos los demás sufren con él.
Si un miembro es honrado, todos los demás toman parte en su gozo. Ahora bien,
vosotros sois el cuerpo de Cristo, y sus miembros cada uno por su parte. Y así los
puso Dios en la Iglesia, primeramente como apóstoles; en segundo lugar como
profetas; en tercer lugar como maestros; luego, los milagros; luego, el don de las
curaciones, de asistencia, de gobierno, diversidad de lenguas. ¿Acaso todos son
apóstoles? O ¿todos profetas? ¿Todos maestros? ¿Todos con poder de milagros?
¿Todos con carisma de curaciones? ¿Hablan todos lenguas? ¿Interpretan todos?"

La Iglesia como pueblo de Dios La historia de la redención demuestra que los


propósitos de Dios no están limitados a la redención de individuos. En su lugar, la
intención divina fue formar un pueblo (Gen. 12:1-3)

Prefiguraciones veterotestamentarias de la iglesia

El AT relata que Dios fundo la nación judía, gobernada por un rey elegido por El,
regida por revelación divina y establecida en la tierra de la pro mesa. No obstante,
el AT preveía un día cuando Dios llamaría a los gentiles para que se acercaran a
El Después de Pentecostés, los apóstoles creyeron que esta promesa se cumplió
cuando Dios creó una 2 iglesia nueva multinacional y multiétnica (Hech 2:14-42;
15:6-29), Jesús era el hijo de David que dio inicio a la reunión escatológica de las
naciones (Hech. 15:15-17).

La identidad de la iglesia como pueblo de Dios se observa en términos de


creyentes tanto judíos como gentiles. Pablo señaló que los gentiles hablan sido
"injertados al pueblo de Dios junto con los creyentes de Israel (Rom. 11:11-25).
Los paganos que en un tiempo habían estado separados de Dios y excluidos de la
ciudadania de Israel, se convir theron en "conciudadanos" con los judíos en la re-
dención planificada divinamente (Ef. 2:11-22). Ya "no hay judío ni griego" en la
iglesia (Gal. 3:28). Utilizando el lenguaje que en una época estaba re- servado
únicamente para Israel, Pedro escribió acerca de la Iglesia diciendo que era un
"sacerdocio santo" y una casa de "piedras vivas" (I Ped, 2:4-101. Pedro estaba
haciendo eco de las palabras de Oseas (Os. 1:9) y les recuerda a los creyentes
gentiles que "en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sols pueblo de Dios"
(1 Ped. 2:10).

La visión del fin de los tiempos que tuvo Juan fue una vasta multitud de todas
"naciones y tribus y pueblos y lenguas", redimidos delante del trono de Dios (Apoc.
7:9.10). Jesús comi- sionó a sus discípulos para que llevaran el evan- gello "hasta
lo último de la tierra" (Hech. 1:8). El carácter multinacional y multiétnico de la
iglesia neotestamentaria no sólo da testimonio de la

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LA ECLESIOLOGÍA PAULINA

La imagen clásico de Pablo está asociada a su actividad como apóstol. Por medio
de el anuncio del Evangelio de Jesucristo, él da origen en las enormes metrópolis
del continente Asiático y de Grecia a pequeños equipos cristianos, que se reúnen
en las viviendas de individuos pudientes. El triclinium de una vivienda romana
durante el siglo I podía alojar de treinta a sesenta personas. Estas pequeñas
sociedades domésticas eran lideradas por una pareja cristiana, como es la
situación de Aquila y Priscila en Éfeso (1Co 16, 19). Las reuniones de los
cristianos en las viviendas privadas no despiertan sospechas en las autoridades,
además favorecen el mutuo y acogida entre gente de diversa sustracción social.
Las diferentes pequeñas sociedades domésticas de una misma metrópoli o zona
se reúnen en asamblea para celebrar la "cena del Mr." o hacer la frase común.
Dichos encuentros en Corinto se desarrollan cada semana, "el primer día" en re-
cuerdo de la resurrección del Mr. (1Co 16, 2). Pablo llama a esta junta de los
diversos equipos cristianos/ekklesial, "asamblea" o "convocación". La terminología
eclesial se destaca en el epistolario paulino: 46 veces de 114 a lo largo del NT. En
el ambiente griego profano, el concepto /ekklesia designa la asamblea plenaria de
los habitantes de la pólis, con capacidad jurídica para intervenir y dictaminar sobre
los inconvenientes de la vida social y pública de la metrópoli. En la versión de la
Biblia griega de los Setenta, con esta palabra se sugiere al poblado de Israel
convocado por distintas causas, tanto militares como religioso-culturales.
Especialmente significativas son las apariciones que indican la asamblea de Israel
en el Sinaí, a la escucha de los vocablos de Dios (Lv 8, 3: Dt 4, 10). Este sentido
subyace en la implementación paulina del término. Pablo, en impacto, estricta que
los cristianos reunidos conforman la "asamblea" o "Congregación de Dios" o "del
Mr.", Dios "convoca" /ek-kalein/, compuesto de /kalein/, "llamar", a los creyentes
por medio del anuncio del Evangelio del Mr. Jesucristo.

La primera carta de Pablo está dirigida a la "Congregación de los Tesalonicenses


que está en Dios Papá y en el Mr. Jesucristo" (ITS 1, 1). Conforme el sentido
profano, se debería comprender aquí la asamblea reunida, a la cual Pablo se
dirige para que ahí se lea su carta (1Ts 5, 26). El concepto "ekklesia", entonces,
sugiere la junta de los cristianos de cada sociedad local. La exclusiva explicación
es que no hablamos de una junta política, sino religiosa, ya que "está en Dios
Papá y en el Mr. Jesucristo". Todavía más extenso y explicito, en este sentido, es
el encabezado de la Primera Carta a los Corintios: "A el templo de Dios que está
en Corinto, a esos que fueron santificados en Cristo Jesús, denominados a ser
santos junto con todos esos que en todo sitio invocan el nombre de nuestro Mr.
Jesucristo" (1Co 1, 2). Los cristianos de Roma, a los cuales Pablo lidera su última
carta, son "denominados por Jesucristo", "amados de Dios", "santos por vocación"
(Rm 1, 6-7). Cada una de estas expresiones evidencian que en los principios de la
convocación de los creyentes está la idea gratuita y eficaz de Dios. La acogida del
Evangelio mediante la fe hace nacer a el templo como "convocación" de los
"santos" y de los "santificados". Esta terminología, captada de la tradición bíblica,
sugiere la condición eclesial de los creyentes bautizados. En impacto, por medio
de la inmersión bautismal, que sella su incorporación de fe al Evangelio, los
cristianos fueron liberados de su condición de pecadores y fueron insertos en la
comunión con Jesucristo con el don del Espíritu santo. Esta nueva y extremista
pertenencia a Dios, implantada sobre la fe bautismal, constituye la condición de
santidad de los cristianos y los compromete a vivir de modo coherente (1Co 6, 11).

Si comúnmente ekklesia denota a cada asamblea de los creyentes, y por


consiguiente a la sociedad local, ciertos usos indican ya un proceso de
generalización del sentido del término, que pasa a indicar más extensamente la
comunión de los creyentes. Una vez que Pablo redacta que ha "perseguido a el
santuario de Dios" (1Co 15, 9: Ga 1, 13; Flp 3, 6), no tiene relación con una sola
sociedad, que por cierto no se menciona. La recomposición histórica de las
situaciones de su llamada, ocurrida a medida que va de Jerusalén a Damasco
para buscar no solamente a los cristianos de aquella sociedad, indica que Pablo
muestra, con tal expresión, a todos los creyentes.

Para manifestar la fuerte y esencial comunión de los creyentes bautizados entre


ellos y con Dios Papá y Jesucristo, Pablo re- curre a varias metáforas originales.
Una es la de "templo de Dios", /naos Theoû/. Dirigiéndose a la sociedad corintia,
que tiende a separarse en diversos equipos, rememora que su condición original
es justamente la de ser "templo de Dios", habitación de Dios en la tierra (1Co 3,
16-17). Dios se hace presente en la unidad de los creyentes, por lo cual atentar
contra la unidad de ésta es realizarlo contra la santidad misma de Dios,
incurriendo en su juicio. En la Segunda Carta a los Corintios, Pablo con una
premiante peroración invita a los cristianos de aquella congregación a vivir la
condición eclesial como "templo santo de Dios", El Apóstol aplica a la sociedad
cristiana de una secuencia de datos veterotestamentarios donde se promete la
existencia de Dios a lo largo de su poblado: "Somos, en realidad, la iglesia del
Dios vivo, como Dios mismo lo dijo: 'Habitaré a lo largo de ellos y caminaré con
ellos, y seré su Dios, y ellos van a ser mi poblado. Por esa razón salgan de a lo
largo de ellos y fíjense en no ingerir nada impuro. Yo los acogeré, seré para
ustedes como un papá, y ustedes van a ser mis hijos, dice el Mr. omnipotente"
(2Co 6, 16-18: cf. Lv 26, 12; Jr 32, 38; Ez 37, 27; Is 52, 11; Ez 20, 34; 257, £14; Is
43, 6; Jr 31, 9).

El "cuerpo de Cristo"

Otra metáfora, absolutamente original, es "el cuerpo de Cristo" a cuerpo del


Señor", /sóma toû Christou o toù Kyriou. Pablo elabora este lenguaje eclesial en el
diálogo con los cristianos de Corinto, donde se tiende a privilegiar a los grupos que
se re- únen en las casas y son liderados por figuras carismáticas o de prestigio. Se
acentúan, de este modo, las diferencias sociales y culturales entre los distintos
grupos eclesiales en perjuicio de la comunión eclesial. Las tensiones y fracturas se
manifiestan sobre todo en el momento de la reunión común para la "cena del
Señor", que se celebra en el contexto de una cena fraterna. Los adherentes a los
distintos grupos se separan y consumen las provisiones que deberían servir para
los más pobres en la comunidad. Pablo, al conocer estos hechos, dice que aquella
no es ya la "cena del Señor" y que, al obrar así, desacreditan a la "Iglesia de Dios"
(1Co 11, 17-22).
Para obviar esta situación, Pablo se remite a la tradición de la "cena del Señor"
que les ha entregado en el primer anuncio del Evangelio en Corinto. En ella se
hace memoria de la autodona ción de Jesus, que invita a comer su "cuerpo" y a
tomar parte en el cáliz que es la nueva alianza en su "sangre". Por eso, dice
Pablo, cuando se come de "este pan" y se bebe de "este cáliz" se anuncia la
muerte del Señor hasta su venida final. Luego invita a los cristianos de Corinto a
reflexionar seriamente sobre su comportamiento "porque quien come o bebe sin
reconocer el cuerpo del Señion come y bebe la propia condena" (1Co 11, 29). En
este versiculo, la expresión "cuerpo del Señor" tiene un sentido eclesial. Sobre la
del modelo soteriológico de comunión, en efecto, Pablo puede decir que la igual
comunión de los individuos con Cristo Señor, significada por la partici- pación en
su cena, funda una relación de comunión reciproca: participando en el pan y en el
cáliz eucaristicos, los cristianos se convierten en "cuerpo del Señor". Los que
averguenzan a los pobres y no saben acogerse reciprocamente desmienten el
significado de su participación en la cena, porque no recono- cen el "cuerpo del
Señor" que, en virtud de la cena misma, se constituye como unidad. Ellos, por
tanto, arrojan el descredito sobre la "Iglesia de Dios".

Pablo tiene la firme convicción de que existe un intimo vincu- lo entre el "cuerpo
del Señor" y la "Iglesia de Dios", al punto de afirmar que aquellos que toman parte
en la cena del Señor forman su "cuerpo". Esto lo dice expresamente en el capítulo
precedente a la misma carta, donde enfrenta el caso de algu nos cristianos de
Corinto que participan en los banquetes sagrados de los templos paganos. Pablo
invita a estos cristianos a reflexionar sobre su comportamiento a la luz de la
experiencia eucarística donde, mediante el cáliz de la bendición y el pan partido y
compartido, se entra en comunión con Cristo muerto y resucitado. El que participa
en el banquete en el templo pa- gano compromete esta comunión con el Señor,
pero al mismo tiempo rompe también esta comunión con los hermanos que se
funda y alimenta en la comunión con Cristo por medio del pan. En efecto, dice
Pablo: "Siendo muchos, somos un solo cuerpo, porque todos participamos del
mismo pan" (1Co 10, 17).

Se puede considerar que la expresión paulina "cuerpo de Cris- to", referida a la


Iglesia, deriva de esta reflexión del apóstol sobre el valor eclesial de la eucaristia.
Pero el sabe también que la Iglesia nace con la fe y la inmersión bautismal, Es, en
verdad, con esta experiencia inicial que los cristianos son in sertos en Jesucristo
para hacer con él un solo ser vivo (Ga 3, 27-28, Rm 6, 4-3). El don interior del
Espiritu, comunicado a to dos los creyentes mediante el bautismo, hace de ellos
un único cuerpo de Cristo. Esto escribe Pablo a los cristianos de Corin- to para
ayudarlos superar los malentendidos y las confusio nes provocados por las
experiencias extáticas y carismáticas ent la comunidad. Algunos, presa del
entusiasmo, buscan las manifestaciones más espectaculares e impresionantes
como la "glosolalia", es decir el hablar en lenguas. Otros están en crisis porque,
ajenos a estas experiencias, están llamados a realizar los trabajos más humildes y
discretos, como la asistencia a los pobres y a los enfermos. En esta situación,
Pablo interviene para precisar cuál es el significado y valor de los carismas y
dones del Espiritu.

Ante todo se puede hablar de los dones del Espíritu sólo en un contexto de fe en
que se reconoce que Jesús es el Señor (1Co 12, 3) Ya que todos los creyentes,
en virtud del Espíritu, reconocen a Jesucristo como el Señor, las sucesivas y
diferentes manifestaciones del Espíritu se implantan sobre una base compartida y
de igual dignidad. En segundo lugar, se reconoce que en el origen de todos los
variados y múltiples dones espirituales está un solo Dios y Señor que obra por
medio de un único Espíritu. Estos hechos excluyen que haya rivalidades y contra-
posiciones en la manifestación y ejercicio de los diversos carismas y ministerios.
En este punto, Pablo introduce la imagen del cuerpo, que "siendo uno, tiene
muchos miembros y todos los miembros, siendo muchos, son un solo cuerpo",
concluyendo con la declaración: "Así también Cristo" (1Co 12, 12). El paso de la
metáfora del cuerpo a la mención de Cristo es brusco, y se puede comprender
sólo con la declaración final: "Ustedes son cuerpo de Cristo" 12, 27). En este caso
"Cristo" -1Co 12, 12-, es una metonimia, es decir está en función del "cuerpo de
Cristo". En realidad, dice Pablo, los cristianos están inmersos en un solo Espíritu
para formar un solo cuerpo (1Co 12, 13).

La metáfora del cuerpo y de los miembros, que en el ambiente grecorromano sirve


para expresar y reforzar la solidaridad social, es utilizada por Pablo de modo
original para expresar sustancialmente dos conceptos básicos. Ante todo, para
subrayar la corresponsabilidad de todos los miembros en la vida y funciones del
cuerpo, de modo que defina la correcta relación entre los diversos carismas, sobre
todo, entre aquellos más no torios y prestigiosos, y los ordinarios y sencillos. En el
cuerpo de Cristo, formado por todos los bautizados, es alterada la lógica
corporativa que justifica la subordinación de los segmentos humildes y débiles a
los poderosos y fuertes. Dios ha ordenado el cuerpo de modo tal que los
miembros débiles y necesitados sean socorridos por los demás. Esta relectura de
la metáfora clásica es sugerida por Pablo desde la perspectiva de Jesús
crucificado y resucitado, en que se revela el estilo paradójico de la acción de Dios.
Entonces, lo que cuenta no es el papel o el rango que se tenga en el "cuerpo de
Cristo", sino de hacer parte de él en virtud de la gratuita iniciativa de Dios.
Además, justamente la atención al crecimiento del cuerpo eclesial hace que Pablo
privilegie y recomiende el carisma de la profecía respecto al de la glosolalia,
porque la profecía favorece la "edificación" de la como red de relaciones y espacio
de comunicación espiritual (1Co 14, 1-5).

En segundo lugar, Pablo quiere expresar la particular relación el cuerpo y Cristo.


En la expresión "cuerpo de Cristo" se podría entender la especificación "de como
mero genitivo de pertenencia". El sentido de la expresión sería, por tanto,
simplemente corporativa: los creyentes son una compañía unida, como un cuerpo,
con la precisión de que éste pertenece a Cristo, pero se podría leer también en un
sentido más lleno". En efecto, por los pasajes anteriores, en que la expresión
aparece en contextos litúrgicos, se sugiere por lo menos la idea de que la
comunión de los individuos con Cristo está en el origen de la comunión recíproca
entre los creyentes. El cuerpo de Cristo, entonces, en su dimensión constitutiva de
unidad, es manifestación de Cristo y expresión de su presencia. Así, la expresión
podría tener un sentido de algún modo "sacramental": la compañía eclesial,
porque está animada esencialmente por Cristo y su Espíritu, es una manifestación
suya. Por otra parte, sólo con esta premisa se puede entender la metonimia de
1Co 12, 12.

b. Carismas y ministerios

En esta óptica se ubica también el discurso de Pablo sobre la "jerarquía" en la El


reconoce que algunas funciones y tareas en la Iglesia son constitutivas para su
nacimiento y crecimiento como cuerpo de Cristo. Se trata esencialmente de la
tarea del anuncio del Evangelio, de la formación e instrucción de la comunidad de
los creyentes. Pablo hace remontar a Dios el ordenamiento de los tres ministerios
fundamentales: "A algunos Dios los ha puesto en la Iglesia en primer lugar como
apóstoles, en segundo lugar como profetas, en tercer lugar como maestros" (1Co
12, 28). A esta estructura paulina de los ministerios eclesia les se refiere la
tradición sucesiva, donde se habla de "profetas, evangelistas, pastores y
maestros" (Ef 4, 11). La terminología de los ministerios se va precisando con su
progresiva estabilización en el conjunto eclesial. En todo caso, se trata siempre de
tareas que se remontan a la iniciativa del Señor resucitado y están des- tinadas al
crecimiento de todo el cuerpo eclesial. Esto tiene su expresión en el rito de
imposición de las manos por parte del representante del apóstol que invoca el don
del Espíritu sobre el candidato al ministerio eclesial (1Tm 4, 14; 2Tm 1,6)

En la comunidad de personas de igual dignidad, también las mujeres participan en


plenitud? En un plano teórico, segura mente sí, afirma Pablo en Ga 3, 28, pero sus
indicaciones prácticas en la Primera Carta a los Corintios suscitan no pocas dudas
En todo caso, en el texto de 1Co 11, 5 él afirma el derecho de la mujer de orar y
profetizar públicamente en la asamblea, igual que el varón. Si lo debe hacer con la
cabeza "cubierta", esto corresponde a la costumbre de la época, para no disimular
su diferencia sexual frente al hombre. Es de notar que Pablo no dice "con la
cabeza cubierta por un velo" sino, muy probable- mente, con un peinado
adecuado, es decir, con el cabello más largo respecto al del hombre. Las
motivaciones asumidas por Pablo son complicadas, presentan lados oscuros con
referencia a vivencias comunitarias de difícil identificación. Todo esto no cambia,
sin embargo, el sentido de estas indicaciones prácticas donde se reconoce el
papel activo de la mujer. Sorprende, en todo caso, la orden perentoria de 1Co 14,
34: "¡Que se callen las mujeres en la asamblea!". La única hipótesis posible al
respecto es que el texto se refiera a algunas situaciones particulares de las
asambleas cristianas, distintas de aquellas de 1Co 11, pero las características de
tales situaciones, y las razones de la intervención pa ulina, nos siguen ocultas.

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