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La revolución francesa Compilador Arostegui autor Luciano de Privitello

Un tratamiento de las revoluciones burguesas requiere partir indefectiblemente de las


dos grandes revoluciones del siglo XVIII, la Revolución norteamericana y la
Revolución francesa que, se encuentran en la base del mundo contemporáneo en general
e inician (junto a la Revolución Industrial) el proceso de transición hacia los cambios
sociopolíticos que marcarán las grandes corrientes del siglo XIX.

La independencia Norteamérica (apartado para comprender la rev francesa, solo


tomar si pregunta)

Probablemente la trascendencia y los alcances indiscutibles que tuvo la Revolución


francesa para la historia contemporánea impidieron valorar en su justa dimensión la
importancia de la Revolución norteamericana. Podemos decir que políticamente tuvo
la primacía de construir un Estado-nación enfrentando a un país colonialista
hegemónico en el siglo XVIII y con ello demostrar el poder de revertir la soberanía en
un doble proceso: ante un poder arbitrario y colonial.

No obstante, una de las razones de la emigración inglesa obedeció a la búsqueda de


tolerancia y libertad religiosa, fisura sustancial por donde penetran las libertades
políticas; entre los primeros cuestionamientos al poder absoluto se encuentran los que
provienen de pensadores protestantes. El siglo XVII, fue escenario de importantes
corrientes de pensamiento, tales como la que representa Thomas Hobbes, en el proceso
de laicización del poder, y más aún John Locke con su concepción de los derechos
naturales, individuales e inalienables y las ideas de contrato y de soberanía popular.
Conceptos que no quedaron en el nivel de la teoría sino que se comprometieron en la
lucha política entre Corona y Parlamento de la segunda mitad del siglo, así,
concepciones como limitación del poder e importancia de la representatividad estaban
maduras en estos colonos, entre los que predominaba la clase media.

Inglaterra les había impuesto un consejo y un gobernador, cuyas relaciones con los
colonos variaban generando las diferentes reivindicaciones, pero ninguna estaba
dispuesta a ceder su derecho a participar en la elaboración de las leyes, acción jurídica o
sentimiento difuso de la legitimidad del poder, asimilado a lo largo de siglo y medio, lo
que las guiará, oportunamente, a resistir cuando Inglaterra pretenda desconocer ese
grado de autonomía. Si bien el Parlamento efectivamente tenía el derecho de hacer las
leyes, en las colonias, como vemos, esta práctica se había unido con el concepto jurídico
de representatividad, es decir, con el ejercicio de la soberanía.

El enfrentamiento anglo-francés de la Guerra de los Siete Años (1756-1763) resulto


desencadenante de la revolución norteamericana, Inglaterra salió como la primera
potencia colonial y marítima del mundo pero las consecuencias económicas de esta
guerra generan el proceso hacia la independencia, porque tanto el grado de
endeudamiento como el crecimiento del imperio llevarán a Inglaterra a tomar medidas
tendentes a paliar ese gasto, a reorganizar y centralizar sus dominios. El fin del Imperio
francés en América dio lugar a que la ayuda inglesa se volviera mucho menos necesaria
y, en cambio, las exigencias de la metrópoli mucho más insoportables.

La guerra de los siete años dejo así dos consecuencias importantes: por una parte, la
convicción de los colonos de su autosuficiencia; por otra, la necesidad inglesa de ajustar
la política fiscal. Del choque de ambos factores saldría el conflicto político, la
Revolución americana no fue, pues, el último acto desesperado de resistencia de los
colonos explotados, sino el primer acto de defensa de las posibilidades de desarrollo de
una nueva economía nacional.

Con los principios que nutren la Constitución de 1787 se inicia por primera vez en la
historia la marcha hacia el constitucionalismo. El derecho consuetudinario británico es
superado por la elaboración de un código de derecho positivo que representa más
claramente el contrato lockeano, pues el gobierno reviste sólo el carácter de
usufructuario. Con un texto escrito, los derechos individuales se vuelven más tangibles e
intransferibles: el derecho a la vida, a la libertad y a la felicidad ocupan el mismo lugar
que la propiedad.

La revolución Francesa

El investigador Gilbert Shapiro demostró que este fue un acontecimiento


primordialmente político, observó que el tema dominante en las quejas se refería al
gobierno y a la Constitución, seguido por la cuestión económica de los impuestos
indirectos. Lejos de desconocer que la Revolución francesa es una revolución social,
confirma la idea de que de lo social emana el problema político1.

La Revolución significa un cambio fundamental en la legitimidad (que las prácticas y


las concepciones norteamericanas ya habían consagrado antes de 1776) cuya
reversibilidad se plasma entre el 17 y el 20 de junio de 1789, momento de reasunción de
la soberanía por parte de una asamblea nacional.

A partir de la reunión de los Estados Generales, en mayo de 1789, el Tercer Estado


propone objetivos no meramente formales, según Sieyes2:

 La duplicación del número de sus diputados


 El voto por cabeza
 La desaparición de la división estamental de la sociedad.

Así el tema de la representatividad introducido por Sieyés cuestiona el problema


numérico y cualitativo del peso político de los Estados Generales representantes de la
nación. La organización estamental, que marcaba los límites entre los privilegiados
(clero y nobleza) y los no privilegiados (estado llano), entre los que se consideran parte
de una “nación” y los excluidos, se transforma en una asamblea nacional soberana y

1
La brusca transición de una sociedad pre moderna a una moderna que corrobora el concepto de
ruptura y de revolución es acompañada por la necesidad de construir el espacio político-jurídico.
2
Político eclesiástico, abate.
marca uno de los momentos más importantes en la historia de la filosofía política: la
reversión del poder de un monarca absoluto al “pueblo”.

La Revolución señala el comienzo de una década de movilización y aprendizaje de lo


político a través del ejercicio de la soberanía por medio del voto, con la Revolución
abordamos el eje político esencial: la construcción del Estado, objetivo o medio para
lograr un determinado tipo de sociedad, de economía y de vida política.

Causas económicas: Alrededor de 1774-1776 se produce una inflexión en la economía


francesa pues, aunque el siglo XVIII es un siglo de crecimiento demográfico, un ciclo
de crisis agraria va a provocar una crisis urbana. La aristocracia señorial, afectada en sus
beneficios, en vez de buscar una salida racional, opta por gravar aún más la de por sí
frágil vida económica del campesino, agudizando al extremo la tensión social. La crisis
además es agravada por el tratado de libre comercio con Gran Bretaña, por la
intervención de Francia en la guerra de la independencia norteamericana y por los
excesivos gastos de la corte. Frente a esta situación el Estado responde con el
expediente más común e irritante: la apelación a nuevos impuestos, lo que confirma el
malestar político.

De este modo la Revolución nace de la miseria de un campesinado agobiado por la


reacción feudal, de un artesanado empobrecido y desclasado por una economía
protoindustrial y por la crisis general. Conceptualizada como revolución burguesa y
liberal tanto por sus objetivos como por sus efectos, indudablemente pretendía la
libertad frente al poder despótico de una monarquía autocrática, lo cual se conseguiría
con la creación de una monarquía constitucional y una declaración de las garantías
individuales; pero también hay una aspiración a la igualdad, a la igualdad ante la ley,
ante el impuesto, es decir, a la igualdad civil.

La revolución social

El pueblo apunta en general al cambio gubernamental y constitucional del que espera la


solución a sus problemas reales, de su vida cotidiana: el hambre, las privaciones, la
carestía, el agobio fiscal y la falta de tierras. Para las clases populares esto es la
libertad y la igualdad enmarcadas, este abanico de aspiraciones que se encierran bajo los
términos ‘libertad’ e ‘igualdad’ se reflejará y abrirá entre 1789 y 1794 hasta que el
abanico se repliegue en Termidor, en la reacción termidoriana, con el retorno de la alta
y la media burguesía al poder.3

Desde la simbólica toma de La Bastilla, en julio de 1789, cuando el pueblo guiado por
el miedo busca las armas para evitar la represión real y pretende destruir
“materialmente” el despotismo, el movimiento popular irrumpe con una fuerza inusitada
imprimiéndole así una tendencia a la revolución. Con una clara conciencia de las
injusticias sufridas, aunque sin lograr precisar en un lenguaje jurídico sus objetivos, las
masas vislumbran que el causante de su situación es el sistema imperante de las
3
Dato que nos dice el autor: un artesanado que pronto se convertirá en los sans-culotte, adherido a un
sistema proteccionista y opuesto
exacciones señoriales. Ello provoca la ola de furor que arrasa los campos y quema los
castillos, los graneros y los títulos de los derechos señoriales.

El primer período estaría representado por la destrucción del Antiguo Régimen y la


construcción del Estado liberal a través de la obra de la Asamblea Constituyente, cuya
máxima expresión es la Constitución de 1791, a partir de 1789 los súbditos se
convierten en ciudadanos, Francia se abre a la vida política, la Revolución se
nacionaliza y se construye no sólo el Estado sino el Estado-nación como creación
voluntaria originada en la soberanía popular, que dejará una impronta indeleble en el
futuro hasta su crisis actual. En esta etapa se produce la supresión de la servidumbre
personal, de los privilegios formares y reales, se establece la igualdad ante la ley pero
también la consagración de la propiedad individual.

En cuanto al poder político, la constitución de 1791 establece una monarquía limitada


y la división de poderes: el Poder Ejecutivo con derecho al veto suspensivo, el
Legislativo constituido por una cámara de carácter censitario y el poder judicial
independiente. La constitución es encabezada por una declaración de derechos y
consagra una serie de derechos individuales esenciales para la vida política, además
abarca una mayor racionalidad administrativa que emana de lo político y la libertad
religiosa.

(Apartado) agitación política: Contribuye a la agitación política la existencia de


partidos, (no en el sentido moderno del término) de tendencias y agrupaciones que
serán decisivas en la radicalización del proceso revolucionario: fúldenses, girondinos,
jacobinos, hebertistas salidos de las filas de los sans-culotte, se despliegan en cada
período de la Revolución y asumen un liderazgo según la presión de las masas, de las
ideologías y de los intereses de los grupos sociales de los que surgen.

Hacia 1791 El hambre que moviliza a las masas populares, la traición del rey y la
guerra, profundizan el proceso y conducen a la etapa democrática, a la República, al
terror y a la dictadura jacobina. Entre 1789 y 1792 se observa una importante evolución
política de las masas, sobre todo de las urbanas, la Comuna del 10 de agosto de 1792 es
la expresión política de la madurez de los sans-culotte lograda a través de la
democratización de los clubes y de los dirigentes más radicalizados, cuyos objetivos
señalan ahora una ruptura con la alta burguesía liberal, adheridos a la República y al
sufragio universal, recelosos de los sistemas representativos y más temerosos aún del
sistema económico liberal, se volcarán a la acción directa y al establecimiento del
control estatal de la economía

El rey y la corte, convencidos del verdadero sentido de la Revolución (la destrucción de


la sociedad en sus cimientos), traicionan y alientan la guerra apoyados por la
burguesía acomodada de los girondinos; cuando ésta se desata en abril de 1792 la
suerte de la Revolución está echada, y con ella las aspiraciones de la burguesía liberal.
El movimiento jacobino nacido de aquel espectro de fuerzas que al compás del
desarrollo revolucionario se abre y se radicaliza, se perfila cada vez más como un
movimiento democrático no menos ambiguo: sus objetivos de sufragio universal y de
democracia social conducen al interrogante de los alcances de la propiedad4

Por fin, entre 1793 y 1794 se establece la dictadura jacobina en la Convención, cuya
expresión es la Constitución de 1793, que no llegó a aplicarse (aunque algunos autores
opinan que se instauro en la práctica política). Con esta convención se instala la
primera República Francesa con una asamblea surgida del sufragio universal, un
derecho de propiedad limitado por el derecho social y, aparte de las garantías propias de
la Constitución de 1791, una serie de conquistas jurídicas y sociales como la educación
pública, gratuita y laica, derechos de la vejez, a la salud, y un derecho al trabajo inédito
en un cuerpo constitucional “Era la igualdad en la libertad”, en cuanto a la vida
partidaria de la Convención girondina y la jacobina, el golpe de Estado de junio de 1793
elimina al grupo girondino y luego, a la derecha del partido, a Georges Danton y a la
izquierda extrema de Jacques Roux y Jacques-René Hébert. Entonces el silencio de una
oposición mutilada y resentida explica la reacción durante el Termidor y la ejecución de
Maximilien de Robes Pierre y su facción en julio de 1794.

El sistema Político Napoleónico

La época del Directorio (1795-1799) estuvo caracterizada por la inestabilidad política,


salpicada por los golpes de Estado productos de la debilidad de un Ejecutivo carente de
poder frente al Legislativo (tal como estaba planteada la división de poderes en la
Constitución del año 1795). La amenaza contrarrevolucionaria y el ascenso de una
burguesía nueva enriquecida por la guerra (sector mucho más cercano a la corrupción)
fueron estos elementos los que llevaron al gobierno a Napoleón Bonaparte luego del
golpe de Estado del Brumario (Noviembre de 1799).

La obra napoleónica reservo a la revolución los siguientes aspectos: conservó la


anulación de los privilegios y de las instituciones del Antiguo Régimen, la supresión del
feudalismo, el reconocimiento de la propiedad individual, la laicización del Estado, la
consagración de las constituciones y (a través del Código civil) las garantías
individuales. Es decir que no pudo borrar la marca indeleble de su poder ni la filiación
de su régimen, Napoleón resulta el fundador del estado liberal al brindarle su sostén
institucional.

El sufragio deja de ser censitario y desaparece cualquier tipo de restricción al voto. No


por ello significa que exista una democracia directa. Ante el equívoco de la Constitución
censitaria de 1791 (soberanía nacional sin sufragio universal), Napoleón depura en
cierto modo el sistema: el pueblo elige pero no decide, “el pueblo es la fuente
sagrada de todos los poderes pero no ejerce ninguno”, Se introduce así una
distinción entre la legitimación política y las fuentes de la decisión, así como una
disociación entre democracia y ciudadanía.

4
La democracia social exige (como lo plantea Robes Pierre) el límite impuesto por el bien común a la
propiedad individual. Para el jacobinismo la propiedad “dignifica” al fin y crea las condiciones morales
para la vida política.
Napoleón logro al extender sus concepciones de un estado moderno, nacional, liberal y
racional que fuera el legado mayor para Europa y para Francia.

La restauración

El eje que atraviesa el período de 1815 a 1870, dominado por el carácter de la


Restauración, se caracteriza en el plano político por el antagonismo de dos fuerzas:

 Una identificada con la idea de legitimidad, de poder político concentrado de


origen teocrático, sostenida por una burocracia, una nobleza cortesana y la
Iglesia, en la que el conflicto social se manifiesta por un extremo temor al
desorden y a lo diverso.
 La otra se identifica con la idea de libertad, de un poder político limitado y está
sostenida por élites más modernas cuya legitimidad es la de la soberanía popular
en sentido amplio, y una creciente aceptación del conflicto normado.

Un enfrentamiento entre las fuerzas de la reacción y las de la libertad, guiadas éstas por
los objetivos de constitucionalismo, representatividad y sufragio más o menos amplio,
en un proceso cada vez mayor de individuación del sujeto, pero también de un
contenido social emanado de las grandes transformaciones socioeconómicas de estas
décadas. Por ello éste es el período del “burgués conquistador”.

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