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El constitucionalismo liberal derivado de la Constitución Francesa

La Revolución Francesa fue un movimiento no sólo político sino, social y económico,


que tuvo lugar a finales del siglo XVIII, cambió al sistema de gobierno que era
monárquico, por el republicano, al mismo tiempo difundió los ideales de Libertad,
Igualdad y Confraternidad. A esta revolución no solo se le toma importante por su
singular significado de “revolución”, sino también es grata su amplitud pues se le
subraya con característica de revolución ideológica, se le considera una etapa histórica
importante. Muchas veces es escuchada como la “revolución burguesa-liberal”, porque
fue tal clase social la que impulsó adelante el movimiento, desarrollando un conjunto de
libertades de la persona como individuo y del individuo en sociedad.

A esta gran revolución la anteceden grandes figuras de la esencia histórica que toman
postura como fuentes de inspiración a este movimiento, estos antecedentes son:

a) La Carta Magna impuesta por los ingleses a Juan Sin Tierra en el año 1215.

b) La petición de Derechos impuestos a Carlos I de Inglaterra en 1628.

c) La Independencia de los Estados Unidos de América en el año 1776, cuyos


principios encontraron gran eco en los filósofos de entonces, a lo cual debemos
agregar la participación de algunos franceses, como el Marqués de Lafayette en
las guerras de norteamérica y cuyas experiencias más tarde, las pusieron al
servicio de la Revolución Francesa.

d) El movimiento cultural conocido como la Ilustración.

La Revolución Francesa, (1789) debe reconocerse como el inicio de la edad


contemporánea. Los hechos económicos, políticos, sociales y filosóficos de Francia en
el siglo XVIII motivaron un rompimiento radical, abrupto y violento de las estructuras
previas mediante un movimiento armado que modificó la manera de vivir, de pensar y
de organizarse socialmente en Europa y América.

La monarquía absoluta tuvo sustento en la deificación del poder terrenal y concentró en


una sola persona todo el poder, generando incluso despotismo; sin embargo, en
contrapartida surgió un movimiento escéptico religioso y de anhelo de libertad en el
ámbito intelectual.
La revolución ocurrió en medio de una profunda y prolongada crisis económica y social,
cuando el país se encontraba convulsionado y arruinado; sus postulados básicos
fueron la fraternidad, la igualdad y la libertad, los cuales corresponden al movimiento
filosófico denominado Enciclopedia, parte de la ilustración, que dio la argumentación y
sustento y que pretendía resolver con la razón los problemas del hombre al mismo
tiempo proclamaba eliminar los vicios de la sociedad con los éxitos de la ciencia
natural, en un esfuerzo que buscaba modificar las costumbres y la política, divulgando
ideas del bien y de la justicia.

En la ilustración destacaron Voltaire (François Marie Arouet,) Rousseau (Jean-Jacques


Rousseau),Montesquieu (Charles Louis de Secondat, Señor de la Brède y Barón de
Montesquieu) y otros.

En este sentido cabe destacar la labor de Montesquieu y Rousseau. El primero, en El


espíritu de las leyes, sostiene, por influencia intelectual de Locke, la necesidad de
dividir el poder para que prevalezca la libertad, y convierte en clásica la teoría de la
división de poderes, que al difundirse se acepta y justifica la existencia del Poder
Ejecutivo, Legislativo y Judicial; por su parte Rousseau, en su obra El contrato social,
rompe el paradigma al sostener que la soberanía de los Estados debe ser popular.

En Francia existían los denominados Estados Generales, que eran la reunión de los
tres grandes sectores que conformaban la sociedad francesa: el primer Estado se
hallaba compuesto por el clero, el segundo por la nobleza y el tercero por el Estado
llano.

El Estado llano fue liderado por la burguesía y dominaba los sectores comerciales,
industriales, financieros y de servicios, además de la más alta formación intelectual.

El 17 de junio de 1789 se constituye la Asamblea Nacional, con la característica


esencial de ser integrada por el pueblo; así se desencadena la rebeldía, que trae como
consecuencia distintos eventos, entre ellos la toma de La Bastilla.

El 26 de agosto de 1789 se vota la Constitución con anuencia de la nobleza y del clero;


además, como expresión de la ideología liberal en que se sustentaba el movimiento, se
suscribe la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, cuyo contenido
principal es la soberanía del pueblo, el derecho de todo ciudadano a detentar cargos
públicos independientemente de su nacimiento o credo, la libertad de culto y de trabajo,
la libre manifestación de las ideas, la igualdad ante la ley, el pago equitativo de
contribuciones, la responsabilidad de funcionarios públicos, las garantías personales en
material penal y el principio de división de poderes.

Constitucionalismo liberal derivado de la Constitución francesa

Por las condiciones geográficas de Francia, la importancia económica, política y militar


que había detentado, aunado a la permeabilidad referida de la ideología libertaria del
enciclopedismo, tuvo como consecuencia la rápida expansión del constitucionalismo
francés hacia otros puntos de Europa y de América. Así se iniciaron no sólo los
procesos de independencia de las colonias españolas y portuguesas, sino también la
idea de una Ley Fundamental escrita como garantía para el ejercicio de la libertad y
como instrumento que asegura la limitación del poder del Estado, tiene un atractivo
especial en todo el orbe.

La primera Constitución francesa junto con la elaborada por la Convención en 1793, la


del Directorio de 1795, la de la época Consular de 1799 y la de los Estados Unidos de
América de 1787 han servido de modelo a las demás que reconocen los principios
demo-liberales. Éstas recibieron su contenido de la lucha del liberalismo en contra del
absolutismo monárquico y éste se caracteriza por constituir una limitación del poder
absoluto del Estado.

Después de la segunda guerra mundial la organización democrática y constitucional da


una vuelta al incorporar a sus textos legislativos los principios correspondientes a la
nueva concepción económico-social del Estado. Francia, en su Constitución aprobada
por referéndum popular el 13 de octubre de 1946, vuelve a afirmar los derechos y
libertades del hombre y del ciudadano consagrados por la Declaración de derechos de
1789 y además agrega derechos sociales que derivan de la protección de la dignidad
humana que tiene el nuevo Estado, dando una prueba de que a la larga los pueblos no
pueden vivir sino dentro de un régimen de legalidad y seguridad jurídica.

Karl Loewestein dice que la Constitución como un documento escrito de las normas
fundamentales de un Estado adquirió su forma definitiva en el ambiente racionalista de
la Ilustración. Pero organizaciones políticas anteriores han vivido bajo un gobierno
constitucional sin sentir la necesidad de articular los límites establecidos al ejercicio del
poder político.
Se puede concluir que los aportes de Francia al constitucionalismo y al derecho público
moderno, se proyectan sobre todo en el campo intelectual e ideológico. Los más
importantes fueron:

El esfuerzo por racionalizar y sistematizar el ordenamiento político del Estado,


plasmado en la obra del barón de Montesquieu, particularmente con su formulación de
la teoría de la tridivisión de los poderes públicos en Del espíritu de las leyes.

La influencia del pensamiento político de los filósofos del enciclopedismo en la


propagación de los ideales liberales en Europa y América.

La revaluación y formulación de Rousseau y la posterior proclamación de la soberanía


nacional en la Revolución Francesa, con el fin de darle a la democracia su fundamento
lógico y su base de legitimidad.

La Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, proclamada formalmente


el 26 de agosto de 1789, al comienzo de la Revolución Francesa, afirmación doctrinal
solemne de los derechos y libertades individuales, hasta entonces jamás formulada con
un alcance universal, en la cual se inspirarían fundamentalmente las demás
declaraciones de derechos proclamadas en el mundo moderno.

Lo expuesto confirma que el derecho constitucional moderno es una contribución


definitiva de Occidente a la instauración del Estado de Derecho en el mundo.

Los últimos veinticinco años del siglo XVIII tienen en su historia dos grandes
acontecimientos que transformaron por completo el orden político que imperaba pero
radicalmente y sobre todo el orden constitucional, tienen entre uno y otro muy poca
diferencia de tiempo, pues son solamente 13 años los que separan a la Revolución
Americana de 1776 de la Revolución Francesa de 1789, estas dos revoluciones
influenciaron profundamente la transformación del constitucionalismo de la época,
acompañadas de la Revolución Hispanoamericana (1810-1930). Estas tres vertientes
históricas, se tiene que mencionar, que tuvieron una gran importancia para todo
América Hispana pues fue en el siglo XIX cuando estas consecuencias constitucionales
llegaron a provincias de Venezuela, consecuencias que llegaron justo cuando
Hispanoamérica se daba a la tarea de encontrar su nuevo sistema jurídico
Independiente
Estados Unidos de América, su independencia y sus documentos jurídicos
básicos.

El 4 de julio de 1776, el Congreso de Estados Unidos aprobó la Declaración de

Independencia. Su autor principal, Thomas Jefferson, escribió la Declaración como una

explicación formal de por qué el Congreso había votado el 2 de julio para declarar la

Independencia respecto a Gran Bretaña, más de un año después del estallido de la

Guerra de la Revolución de Estados Unidos, y cómo la declaración anunciaba que las

trece Colonias Americanas ya no eran parte del Imperio Británico. El Congreso publicó

la Declaración de Independencia de varias formas. Inicialmente se publicó como un

impreso en gran formato que fue distribuido ampliamente y leído al público.

Filosóficamente, la declaración hace énfasis en dos temas: derechos individuales y el

derecho de revolución. Estas ideas llegaron a ser ampliamente aceptadas por los

estadounidenses y también influenció en particular a la Revolución Francesa.

Los ingleses habían mantenido tradicionalmente buenas relaciones con las trece
colonias que habían formado en la costa atlántica de América del Norte. Unas fueron
fundadas directamente por la Corona o explotadas por empresas que comerciaban con
productos tropicales; otras nacieron tras el establecimiento de colonos exiliados de la
metrópoli por motivos políticos o religiosos. Todas gozaban de un grado aceptable de
libertad; regidas por gobernadores de la metrópoli, pero con asambleas o parlamentos
que les aseguraban su autonomía.

Pero en 1765, el gobierno inglés de Jorge III aumentó los impuestos, estableciendo
primero un impuesto del timbre, sello que tenían que llevar los documentos jurídicos y
que fue suprimido; y después un impuesto sobre el té, que acabaría desencadenando
la revolución. Ambos impuestos habían sido promulgados sin consultar a las colonias e
Inglaterra trató de mantenerlos haciendo uso de la fuerza. En el puerto de Boston, un
buque cargado de té fue saqueado por colonos disfrazados de pieles rojas. Los
colonos, considerando que ambos impuestos eran abusivos, se reunieron en el
Congreso de Filadelfia y, tras proclamar la Declaración de derechos (1774), se
declararon independientes (1776). Habían nacido los Estados Unidos de América.
La Declaración de independencia, leída solemnemente en Filadelfia, constituye todavía
hoy uno de los textos más innovadores y trascendentes de la historia contemporánea.
En él quedaron proclamados los tres principios básicos que constituirían el lema de la
Revolución francesa: «Libertad, igualdad y fraternidad».

De acuerdo con ello, los nuevos estados formaron una república, regida por un
presidente y una asamblea o congreso, elegido ambos por todos los habitantes
mayores de edad. Se había instituido, pues, un régimen democrático, fijándose los
derechos y deberes de gobernantes y gobernados en una ley fundamental o
Constitución.

El destino de la nueva nación se libró en una guerra con Inglaterra que fue difícil para
los estadounidenses durante los tres primeros años. Después, con la ayuda de
franceses y españoles y conducidos por George Washington, lograron derrotar a su
antigua metrópoli en Saratoga (1777) y Yorktown (1781). Dos años después se firmaba
la Paz de Versalles por la que Gran Bretaña reconocía la independencia de los Estados
Unidos.

“Nosotros los representantes de los Estados Unidos de América, reunidos en Congreso


general, acudimos al juez supremo del mundo para hacerle testigo de la rectitud de
nuestras intenciones. En el nombre y con el poder pleno del buen pueblo de estas
colonias damos a conocer solemnemente y declaramos que estas colonias unidas son
y por derecho han de ser Estados libres e independientes; que están exentas de todo
deber de súbditos para con la Corona británica y que queda completamente rota toda
conexión política entre ellas y el Estado de la Gran Bretaña, y que, como Estados libres
e independientes, poseen pleno poder para hacer la guerra, concertar la paz, anudar
relaciones comerciales y todos los demás actos y cosas que los Estados
independientes pueden hacer por derecho. Y para robustecimiento de esta declaración,
confiados a la protección de la Providencia divina, empeñamos unos a otros nuestra
vida, nuestra fortuna y nuestro sagrado honor.”

Cuando las relaciones entre Gran Bretaña y sus colonias en Norteamérica se volvieron
más tensas, los colonos crearon un gabinete en la sombra en cada colonia, con un
congreso continental y «comités de correspondencia». Cuando había combates en abril
de 1775, estos gabinetes en la sombra se encargaron de cada colonia y expulsaron a
todos los funcionarios reales. El deseo de independencia aumentó rápidamente en
respuesta a las acciones de Gran Bretaña y un panfleto denominado Common sense
(‘sentido común’) publicado por Thomas Paine tuvo una gran resonancia, invitando a
los colonos a conquistar la independencia total.
El 15 de mayo, la Convención de Virginia, reunida en Williamsburg, aprobó una moción
con instrucciones para la delegación de Virginia en el Congreso "para proponer a ese
respetable estamento a declarar a la Colonias Unidas, estados libres e independientes,
exentos de toda lealtad o dependencia hacia la Corona o el Parlamento de Gran
Bretaña ". De acuerdo con las instrucciones, el 7 de junio, Richard Henry Lee
—representante de Virginia— presentó una resolución de la independencia al
Congreso. La resolución, secundada por John Adams, dice en parte:

Resulta que estas Colonias Unidas son, y de derecho deben ser, Estados libres e
independientes, que son absueltos de toda lealtad a la Corona británica y que todas las
conexiones políticas entre ellos y el Estado de Gran Bretaña es y debe ser totalmente
disuelta.

La resolución se encontró con resistencias en el consiguiente debate. Los delegados


moderados, si bien reconocían que la reconciliación con Gran Bretaña ya no era
posible, sostenían que una resolución de la independencia era prematura. Los
delegados de la mayoría de las colonias de la zona central (Pensilvania, Delaware,
Nueva Jersey, Maryland y Nueva York) todavía no habían sido autorizados por sus
gobiernos a votar a favor de la independencia. De esta manera, la continuación del
debate sobre la resolución de Lee fue aplazada durante tres semanas. Hasta entonces,
mientras que el apoyo a la independencia se consolidaba en las colonias, el Congreso
decidió que un comité debía preparar un documento anunciando y explicando la
independencia en el caso de que se aprobase la resolución de independencia.

El 11 de junio de 1776, el Congreso nombró un "Comité de los Cinco", formado por


John Adams de Massachusetts, Benjamin Franklin de Pennsylvania, Thomas Jefferson
de Virginia, Robert R. Livingston de Nueva York y Roger Sherman de Connecticut, para
redactar una declaración. La comisión, después de debatir las líneas generales que el
documento debería seguir, decidió que Jefferson escribiría el primer borrador.

Teniendo en cuenta la apretada agenda del Congreso, Jefferson contó con tan solo 17
días para su redacción. Una vez elaborado el borrador por Jefferson y consultados los
demás miembros, se hicieron algunos cambios y se presentó otra copia incorporando
estas alteraciones. El comité presentó esta copia al Congreso el 28 de junio de 1776. El
título del documento era "A Declaration by the Representatives of the United States of
America, in General Congress assembled. ("Una declaración de los representantes de
los Estados Unidos de América reunido en Congreso General").
El cuadro de John Trumbull La Declaración de Independencia recoge el momento de la
presentación del trabajo del Comité de los Cinco al Congreso.Mientras se producía el
trabajo del comité del proyecto el Congreso reanudaba el debate sobre la resolución de
Lee sobre la independencia. John Dickinson hizo un último esfuerzo para retrasar la
decisión, pero tras un discurso de John Adams, el Congreso aprobó la misma el 2 de
julio. Doce de las trece delegaciones votaron a favor; la delegación de Nueva York se
abstuvo, ya que no habían sido autorizados a votar por la independencia, aunque
serían autorizados por el Congreso Provincial de Nueva York una semana después.
Con la aprobación de la resolución de la independencia, las colonias habían roto
oficialmente los vínculos políticos con Gran Bretaña.

Después de votar a favor de la resolución de independencia, el Congreso centró su


atención en la comisión del proyecto de la declaración. Durante varios días de debate,
el Congreso hizo algunas modificaciones en la redacción y suprimió casi una cuarta
parte del texto remitido, en concreto se eliminó todo un pasaje crítico al comercio de
esclavos. El 4 de julio de 1776 se aprobó la redacción de la Declaración de
Independencia y se envió a la imprenta para su publicación.

En la firma, Benjamín Franklin es citado como habiendo respondido a un comentario de


John Hancock que deben permanecer todos unidos: «Sí, tenemos que, de hecho, todos
permanecer juntos, o casi con total certeza, todos vamos a colgar por separado», un
juego de palabras que indica el hecho que de no permanecer unidos y tener éxito,
serían juzgados y ejecutados, de manera individual, por traición.

La Constitución de Estados Unidos de América (1787) y la Carta de Derechos (1791)


escrita en el verano de 1787 en Filadelfia, la Constitución de Estados Unidos de
América es la ley fundamental del sistema federal estadounidense y es el documento
histórico del mundo occidental. Es la constitución nacional escrita más antigua en uso y
define los organismos principales del gobierno y sus jurisdicciones, y los derechos
básicos de los ciudadanos.
Las primeras diez enmiendas a la Constitución (la Carta de Derechos), entraron en

vigor el 15 de diciembre de 1791, limitando los poderes del gobierno federal de Estados

Unidos y protegiendo los derechos de todos los ciudadanos, residentes y visitantes en

territorio estadounidense.
La Carta de Derechos protege la libertad de expresión, la libertad religiosa, el derecho

de tener y portar armas, el derecho de reunirse y la libertad de petición. También

prohíbe la búsqueda e incautación irrazonable, el castigo cruel e inusual y la

autoincriminación obligada. Entre las protecciones legales que brinda, la Declaración

de Derechos le prohíbe al Congreso pasar ninguna ley respecto al establecimiento de

religión y le prohíbe al gobierno federal privar a cualquier persona de la vida, libertad o

propiedad sin el debido proceso legal. En casos criminales federales se requiere de

una acusación por un gran jurado, por cualquier delito capital, o crimen reprobable,

garantiza un juicio público rápido con un jurado imparcial en el distrito en el cual ocurrió

el crimen y prohíbe el doble enjuiciamiento.

Constitucionalismo social: aportación de México

Constitucionalismo social

Las cartas magnas de 1814, 1824 y 1857 son el antecedente del constitucionalismo

social mexicano, declarado formalmente en 1917. Cada una de ellas hace aportaciones

de gran importancia; cada una contiene aciertos para su momento histórico, por lo cual,

de cierta manera, las tres forman una serie del liberal-socialismo.

La ley de 1814, plataforma del constitucionalismo mexicano, encuentra su fundamento

en “Los Sentimientos de la Nación”, documento redactado por el insurgente José Ma.

Morelos y Pavón, cuya proyección social trascendió hasta el Congreso Constituyente

de 1917, particularmente el punto número 12, del primero, cuando se refiere al "jornal

del pobre".
Esta Constitución, la de Apatzingán, cuyas ideas democráticas provienen de la doctrina

de la Revolución francesa y de los modelos de las constituciones también francesas, de

1793 y 1795, estatuye la libertad de trabajo. La Constitución de 1824, la primera del

México independiente, consignó en el artículo 50, fracción XXIII, disposiciones

interpretadas como otro de los antecedentes de la libertad de trabajo.

Con el presidente Benito Juárez, en 1857 se redacta una Constitución liberal por

excelencia, la cual proclama los derechos del hombre con preponderancia del

pensamiento individualista, no obstante la expresión del pensamiento social en el

congreso que la precede. Con razón expresa Trueba Urbina que ésta pudo haber sido

la primera Constitución político-social (de México y del mundo). Elocuentes discursos

de pensadores de gran valía, entre ellos Ignacio Ramírez, Ponciano Arriaga, José

María del Castillo Velasco, reflejan la extraordinaria visión social convertida en el

inductor de lo social en la Constitución, limitada en esta magna carta al mero

planteamiento "del derecho de los trabajadores a la participación de las utilidades y al

salario de subsistencia".

El corte individual y liberal de la carta magna se matiza con el primer artículo, sobre el

reconocimiento a los derechos del hombre como la base y el objeto de las instituciones

sociales. Incluso, al consagrarse la libertad, se empieza, junto con la independencia

nacional, a moldear el sistema social para estructurarse formalmente en 1917. Deben

recordarse las distintas leyes estatales, sustantivas y adjetivas, relacionadas con el

trabajo y su influencia legislativa posterior.

Esta Constitución, a pesar de no consignar expresamente los derechos sociales, sí

garantiza la libertad de trabajo, se refiere a los contratos de trabajo, de obras y de

aprendizaje y a la de libertad de reunión y de asociación. La omisión de normas


expresas sobre las garantías sociales es atribuible a la influencia liberal citada y a la

sumisión de la sociedad a las costumbres heredadas de la Colonia y de las cuales no

lograba zafarse en definitiva.

Así se vislumbra el pensamiento de los liberales en México; un pensamiento humanista

con rasgos del socialismo en su expresión más pura. Se le conoce como la corriente

que libera, opuesta a la conservadora de la época, refugiada y aferrada a sistemas

extranjeros por intereses individuales, y compuesta por grupos elitistas sin escrúpulos,

carentes de interés por salvaguardar la soberanía de la nueva nación; plutócratas y

aristócratas con deseos de conservar el poder aferrados a la política, también

interesada, del extranjero.

Las etapas constitucionales señaladas corresponden a momentos de convulsión de


una nación en defensa de su independencia y de su soberanía, la cual pretendía ser
arrebatada y dominada tanto por coronas europeas como por Estados Unidos de
América. La mera referencia a estas consideraciones -que merecen, sin duda, análisis
exhaustivos, como muchos ya hechos por historiadores y constitucionalistas-- por su
señalada profundidad e importancia explican la confusión política, la lucha y la mezcla
de intereses para imponer ideologías, establecer privilegios y ocupar el poder.
Las reformas hechas a la Constitución de 1857 fueron desafortunadas; y más tarde
favorecieron la dictadura porfirista. El combate revolucionario en los primeros años del
siglo XX se nutrió de un movimiento social alentado principalmente por el Manifiesto del
Partido Liberal (1906) y la Ley Agraria del 6 de enero de 1915, esenciales en la
Constitución social mexicana de 1917.

Aportación de México

La Constitución política se redactó en el seno de acalorados y profundos debates en


voz de ilustres luchadores sociales, guiados por el anhelo auténtico de justicia social.
Recoge los principios liberales de la Constitución de 1857 y suma aquellos que
responden a la preocupación social del pueblo mexicano: principalmente los derechos
agrarios y laborales vertidos en sus artículos 27 y 123, respectivamente, con una
prolífica derrama de beneficios sociales.
La carta magna, con innumerables reformas pero vigente aún, representa el acta de
nacimiento del constitucionalismo social mexicano y universal por su trascendencia, al
influir en otros textos constitucionales, directamente o a través del Tratado de Paz de
Versalles, en cuestiones laborales y de seguridad social, como lo destaca Sayeg.
Algunos de esos textos, como ya se dijo, corresponden a países hermanos de América
Latina, lo cual justifica que el maestro brasileño, Russomano, diga que"el artículo 123
de la Constitución de 1917, es la raíz más honda del derecho del trabajo
latinoamericano".

El constitucionalismo social mexicano se funda con la Constitución Política de 1917, y


es el resultado de acontecimientos políticos internos a partir de la Independencia.
Consecuencia de los imperios, la reforma, la dictadura y la revolución armada: sus
reformas, afortunadas unas y desafortunadas otras, son efectos de transiciones, crisis,
tecnología, comercio, globalización. Asimismo contribuyen relevantes eventos sociales
y políticos mundiales, como acontece señaladamente con la cuestión social de Europa
y su ascendencia sobre los liberales mexicanos de la época, redactores del Manifiesto
del Partido Liberal, en el cual se precisan las normas sociales en torno al trabajo,
presentadas y defendidas por el grupo obrerista y el núcleo liberal del Congreso
Constituyente.

Esas normas, junto con las del artículo 27 -referido a la cuestión del campo, de la tierra
y sus entrañas-, son la esencia socialista de esta Constitución. En realidad, responden
a la adecuación del derecho a las circunstancias reales, como parte de la evolución,
incluida la social, cuya razón, en los términos de Spencer, descansa en los procesos de
integración, fusión y refusión de masas.

El derecho del trabajo nace formalmente en el siglo XX tras una prolongada y


convulsionada gestación, la cual culmina con lo que puede denominarse un
gloriosoalumbramiento.El trabajo, reconocido como un valor universal de tiempo atrás,
curiosamente no había provocado los intensos debates sobre la condición individualista
del mismo, como ocurre hasta el siglo XIX con el surgimiento de la cuestión social.La
condición colectiva, por otra parte, se debate propiamente en el siglo actual, escenario
de su nacimiento, evolución y fortalecimiento; y en las últimas décadas, de su lucha
contra el debilitamiento y de los esfuerzos por su resurgimiento. Estos desafíos, de
acuerdo con el panorama actual, se extenderán a los primeros años del próximo siglo
(y milenio), en que tal vez se defina un derecho laboral distinto, se cancelen los
pronósticos de su desaparición y limite la dualidad para encaminarse a una auténtica
armonía laboral exigida por la sociedad.
La cuestión social, incluidos el socialismo utópico, la concepción materialista de la
historia y la dialéctica, el concepto de lucha de clases, la socialdemocracia y el
socialismo de las encíclicas papales, es el componente de un socialismo listo para regir
los cánones constitucionales de naciones como las latinoamericanas, amantes de la
libertad, por la que luchan al igual que por la igualdad y la justicia, con la certidumbre
de alcanzar la paz.

Fuentes:

http://joelgarcia69.blogspot.mx/2011/03/derecho-constitucional-temas-1-y-2.html

http://www.ubo.cl/icsyc/wp-content/uploads/2011/09/ART.3-BREWER.pdf

http://halconesenlahistoria.blogspot.mx/2010/07/4-de-julio-de-1776-declaracion-d
e.html

http://www.juridicas.unam.mx/publica/rev/boletin/cont/92/art/art5.htm

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