Está en la página 1de 6

Universidad Veracruzana

Facultad de Psicología

Psicología del consumidor


Hazael Sotelo Navarro

Trabajo, consumismo y nuevos pobres: Capítulo 2


De la ética del trabajo a la estética del consumo

Bryan G. Sánchez
S20017258
Descripción
Leer y reportar un capítulo de alguno de los libros del autor, que se encuentan en la
carpeta de Consumo, dentro de la carpeta de textos.

Textos sugeridos:

-Modernidad líquida: Capítulo 2 Individualidad.

- Vida de Consumo: Capítulo 1 Consumismo VS Consumo.

- Trabajo, consumismo y nuevos pobres: Capítulo 2 De la ética del trabajo a la estética del
consumo (énfasis en cómo se genera un consumidor y en ser pobre en una sociedad de
consumo)
2. De la estética del trabajo a la estética del consumo.
Consumir significa: usar las cosas, comerlas, vestirlas, utilizarlas y, en general para satisfacer.
También es sinónimo de destruir, en el sentido eventualmente dejar de existir, literal o
espiritualmente.

Las sociedades que vieron nacer las industrias merecen ser llamadas “sociedades
productoras”, la razón se basa en el hecho de que sus miembros se dedicaron principalmente
a la producción; el modo en como la sociedad formaba a sus integrantes estaba determinado
por la necesidad de desempeñar el papel de productores, por lo tanto, las normas impuestas
sobre sus miembros era la de adquirir la capacidad y voluntad de producir.

Lo anterior se contrapone a la etapa continua, la modernidad tardía, también llamada


segunda modernidad o postmodernidad, en ella la sociedad humana impone a sus
miembros adoptar la obligación de ser consumidores.

Ambas formas en las cuales se moldean sus integrantes esta regida por la necesidad de
desempeñar un papel; la norma que les impone, la de tener capacidad y voluntad de
consumir. Resulta importante señalar que el paso de una sociedad a otra no necesariamente
implica abandonar un papel para asumir otro. La diferencia reside en el énfasis que se ponga
en cada sociedad; ese cambio de énfasis marca diferencias en casi toda sociedad, en la
cultura y por su puesto en cada persona.

El paso de una sociedad de producción a una de consumo significo múltiples y profundos


cambios; el primero es, el modo en el que se prepara y educa a las personas para satisfacer
las condiciones impuestas por su identidad social, es decir, la forma en la que se integran
los hombre y mujeres a un nuevo orden para adjudicarles un lugar en él. El segundo cambio,
se estableció en el tipo de entrenamiento que recibían las personas; se tendía a moldear a
las personas para adoptar un comportamiento rutinario y monótono, logrando la limitación
y eliminación por completo de toda posibilidad de elección.

Como se genera un consumidor


La modernidad cargo sobre el individuo la tarea de su autoconstrucción, es decir, elaborar
una propia identidad social, si no desde cero, al menos desde sus cimientos. La
responsabilidad del individuo se amplia hasta llegar a la elección misma de una posición
social, y el derecho de que esa posición fuera reconocida y aprobada por la sociedad.
El trabajo como principal herramienta para encarar la construcción del propio destino, tuvo
determinantes en la identificación social buscada; la capacidad para el trabajo, el lugar que
se ocupara en el proceso social de la producción y el proyecto elaborado a partir del anterior.
Elegida la identidad social se podría construirse de una vez y para siempre, la construcción
de la identidad debía ser regular y coherente, pasando por etapas claramente definidas. Tal
perspectiva de construir una identidad sobre la base del trabajo ha sido desplazada por la
mayoría de las personas.
George Steiner menciona que actualmente todo producto cultural es concebido para generar
un impacto máximo y caer en desuso de inmediato, de igual manera menciona que la
construcción de una identidad personal planeada a priori trae consecuencias. Ricardo
Petrella contribuye a esta idea planteando que las tendencias actuales dirigen una economía
de producción efímera, volátil y en lo precario. Es preciso mencionar que las modas
culturales se vuelven obsoletas y anticuadas en menos tiempo del que le lleva ganar la
atención del público, ante ello conviene que la identidad pueda ser cambiada a corto plazo,
sin aviso previo, y estar regida por el principio de mantener abiertas la mayor cantidad de
opciones posibles. Seria entonces mas adecuado hablar de identidades, es posible que cada
nueva identidad permanezca incompleta y condicionada, la dificultad quizas se encuentra
en hacer que se mantenga actualizada. Se tiene también que la aspiración de alcanzar una
identidad, el horror que produce la satisfacción, la mezcla de atracción y repulsión que la
idea de identidad genera, produce un compuesto de ambivalencia y confusión. Las
identidades, como los bienes de consumo, deben pertenecer a alguien; peros solo para ser
consumidas y desaparecer nuevamente.
El efecto colateral producto de la supresión de la elección equivaldría a matar al consumidor
que hay en todo ser humano, esto seria un desastre terrible para una sociedad basada en el
mercado. A una sociedad de consumo le molesta cualquier restricción legal impuesta a la
libertad de elección, le perturba la puesta fuera de la ley de los posibles objetos de consumo,
expresándose en desagrado y con un amplio apoyo a la mayoría de las medidas
“regulatorias”.
En la práctica, lo que importa es el medio, no el fin. La vocación del consumidor se satisface
ofreciéndole mas para elegir, sin que esto signifique necesariamente mas consumo. Adoptar
la actitud del consumidor es, ante todo, decidirse por la “libertad” de elegir.

Ser pobre en una sociedad de consumo


Una de las condiciones a las que se aspiraba era el empleo pleno, es decir, una sociedad
integrada únicamente por gente de trabajo, esto ocupaba un lugar hasta cierto punto
ambiguo, ya que era al mismo tiempo un derecho y una obligación. El empleo pleno como
característica indispensable de una “sociedad normal” implicaba tanto un deber aceptado
universal y voluntariamente, como un deseo compartido por toda la comunidad y elevado
al rango de derecho universal. Definir esto como una norma significa también, establecer
cuando es que se queda fuera de ella. La ética del trabajo denotaba, por ejemplo, el
fenómeno del desempleo como algo “anormal”. Bajo esta perspectiva insiste la presencia de
los pobres, explicada a través de la falta de trabajo o por la falta de disposición hacia él.
La pobreza no se reduce solo a la falta de comodidades y al sufrimiento físico, es también
una condición social y psicológica. Ser pobre significa estar excluido de lo que se considera
una “vida normal”, es “no estar a la altura de los demás”. Esto produce sentimientos de
vergüenza o culpa, que generan una reducción en la autoestima. En una vida de consumo,
la “vida normal” es la de los consumidores, siempre preocupada por elegir entre la gran
variedad de oportunidades, sensaciones placenteras y ricas experiencias que el mundo les
ofrece. Como en cualquier sociedad, los pobres de la sociedad del consumo no tienen
acceso a una vida normal; menos aun, a una existencia feliz. Esta condición los coloca en
una posición de consumidores manqués, es decir, consumidores frustrados, deficientes,
expulsados del mercado incapaces de adaptarse al mundo. Esta incapacidad es causa
determinante de la degradación social y el “exilio interno”.
En la vida del consumidor no hay lugar para el aburrimiento; la cultura del consumo se
propuso radicarlo. Una vida “feliz”, según la definición de esta cultura, es una vida asegurada
en la que siempre “pasa algo”; algo nuevo, excitante por ser nuevo. El mercado de consumo
garantiza que nadie, en ningún momento llegue a sentirse aburrido o inquieto por “haberlo
probado todo”. Como señalo Freud antes del consumo la felicidad no existía como estado;
solo somos felices por momentos, al satisfacer una necesidad. Sin embargo, el mercado del
consumo logró lo que Freud creía improbable, crear un estado de felicidad, lo hizo
encargándose de que los deseos surgieran más rápidamente que el tiempo que llevaba
saciarlos, y que los objetos del deseo fueran reemplazados con mas velocidad de la que se
tarda en acostumbrarse y aburrirse de ellos. El aburrimiento es, asi, la consecuencia
psicológica de otros factores estratificadores, que son específicos de la sociedad de
consumo: la libertad y la amplitud de la elección, la libertad de movimientos, la capacidad
de borrar el espacio y disponer del propio tiempo.
Jeremy Seabrook nos recuerda que “el secreto de nuestra sociedad reside en el desarrollo
de un sentido subjetivo de insuficiencia creado en forma artificial”, ya que “nada puede ser
más amenazantes” para los principios funcionales de la sociedad que la “gente se declare
satisfecha con lo que tiene”.
Referencias
Bauman, Z. (2000). Capítulo 2 De la ética del trabajo a la estética del consumo. En

Trabajo, consumismo y nuevos pobres (1.a ed., pp. 43-62). Open university Press,

Buckingham.

También podría gustarte