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El enfriamiento y decadencia espiritual parte 1.

Proverbios 4:23.
Introducción:
Puede que dentro de nuestra membresía tengamos personas que profesan la fe de
Jesucristo, pero no son realmente creyentes. La Escritura nos enseña que continuamente debemos
examinarnos para saber si estamos en la fe. Puede pasar, ya que no conocemos los corazones, aun
los apóstoles bautizaron no cristianos, sin saberlo. Estos no creyentes puedan apostatar de su fe,
apartarse del Señor y no tener ningún remordimiento al respecto. De hecho, muchos lo hacer;
aparentar ser creyentes por un tiempo, pero luego se van como si nada.
Pero debemos saber también, que un cristiano verdadero puede enfriarse espiritualmente. Un
creyente verdadero puede apartarse de Dios temporalmente, pero siempre estará sufriendo en esa
condición. El creyente durante la decadencia espiritual no puede estar bien ni experimentar la
seguridad de salvación. Este creyente está mal, porque está lejos de su Señor.
Por eso Pedro dice: vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe
virtud; a la virtud, conocimiento; 6 al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la
paciencia, piedad; 7 a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor.
Todo verdadero creyente debe esforzarse por crecer, por experimentar seguridad de salvación, por
su santificación. Un creyente puede pasar momentos de dudas, de desánimo, pero la gracia del
Señor le sostendrá. Esto le puede pasar incluso al más maduro de la iglesia. Ahora, si no vuelve,
entonces nunca fue un creyente.
El Señor dijo que las ovejas oyen su voz y le siguen, y a las ovejas nadie las puede arrebatar de la
mano del Padre. El Señor nos toma de la mano, no Le tomamos la mano nosotros; Él nos la toma
con fuerza y seguridad. No preservamos nuestra salvación nosotros, Él nos salvó por la fe en Cristo,
no por las obras. No nos podemos perder.
Antes de hablar de la decadencia, debemos saber que la gracia salvadora es indestructible. Si
vamos a hablar de cuidar nuestra vida espiritual es por la gracia salvadora. Octavio Wislow dice que:
“Nosotros tenemos una tendencia a apartarnos de Dios.” Pero es por la gracia de Dios que
perseveramos.
El desánimo no te permite deleitarte en Dios, te deterioras, no te deja vencer el pecado, el mundo y
la carne. Comienza de una manera sutil e imperceptible. Vienes todas las semanas al culto, pero en
tu corazón sabes que estás lejos de Dios. ¿Por qué lo sabes? Porque no vives amparado en la
esperanza de la vida eterna, no te gozas en Dios, no sirves con gozo, tu corazón no se deleita en lo
que Dios se deleita. Y tú comunión con Dios se ha vuelto un ritual, se ha vuelto externa y rígida.
¿Puede ser posible que un verdadero cristiano caiga en una condición así? Sí. El problema es que
cuando nos analizamos, le echamos la culpa a otras personas u otras cosas y no asumimos que la
condición en que estamos es por nuestra dejadez espiritual. Ninguna causa externa a ti es
responsable de tu decadencia espiritual; nadie puede obligarte a meter cosas en tu corazón. Si
quieres encontrar culpables, siempre los vas a encontrar para hacerte sentir bien.
Si le echas la culpa a lo equivocado, tendrás resultados equivocados. Los matrimonios prefieren
divorciarse, los miembros prefieren cambiarse de iglesia, otros, irse de la casa, etc. NO. Debemos
solucionar los problemas.
Hermanos, estamos en Cristo. Colosenses 1:25-27.
Tenemos de Cristo todo lo que necesitamos para la vida espiritual. Separados de Él nada podemos
hacer. Cristo es nuestra esperanza y sin Él no somos nada. Él es el verdadero Dios y la vida eterna.
Todo lo que tenemos es EN CRISTO.
¿Cómo está tu relación con Cristo? ¿Cómo está tú corazón y comunión con Él? Es importante que
a través de estos estudios nos analicemos.
Primero veremos:
I.- Los síntomas de la declinación espiritual.
A.- Ausencia de gozo en las verdades divinas.
El creyente conoce las verdades de la Palabra, sabe cuáles son las promesas de Dios; pero no
tiene gozo ni dicha, no hay reacción ante estas gloriosas Verdades. No está el deleite que produce
las preciosas doctrinas de la Escritura.
Está en el culto, cantando el evangelio, cantando letras bíblicas pero su corazón no reacciona con
gozo. La religión que no encuentra deleite en Dios, no es religión verdadera. Ya no quiere
evangelizar, no le motiva la obra misionera, las actividades de la iglesia, etc.
A algunas personas les es tan difícil mantenerse conectados con el sermón. No se gozan con la
Palabra de Dios. Cualquier actividad extra no asisten porque no los motiva.
B.- Su corazón no se conforma activamente a la norma de santidad.
Todo creyente experimenta una lucha en el corazón. Y todo cristiano que se está santificando, que
está creciendo, tiene una lucha fuerte contra el pecado. Cuando tú dices voy a ver televisión no hay
una lucha, pero cuando dices voy a apagar el televisor y voy a leer la Biblia, nos baja el sueño, la
pereza, etc. El pecado te demanda obedecerlo, es por eso que el creyente debe trabajar en su
santidad para vencer al pecado, pero porque Cristo ya venció por nosotros.
Algunos creyentes no tienen un corazón activo trabajando en su santidad. Cuando este creyente
escucha un sermón no se está examinando para ver qué área de su vida deben ser cambiados, qué
no se ajusta al estándar bíblico.
Deberíamos venir hambrientos de la Palabra de Dios. Necesito oír la Palabra, es mi necesidad. ¿Es
tú necesidad? Hambre y sed de justicia; anhelo por ser más como Cristo. Si tú no tienes esa hambre
y sed, es porque has empezado la decadencia.
El decadente, escucha la Palabra, asiente, pero no hace cambios, porque no ama la Palabra, no la
desea. Hermanos, para ser sanados debemos primero ser heridos por la predicación.
C.- Por una pérdida de vigor por las gracias espirituales que Cristo ya nos dio.
2 Pedro 1:3-8.
Nos dice que somos participantes de la naturaleza divina. Es decir, de virtudes que nos dio Cristo
para nuestro crecimiento y ser más como Él. Cuando estamos bien, todo eso está activo y podemos
ver el fruto del Espíritu en nuestra vida. Pero cuando entramos en decadencia, ya no se ven esas
virtudes. Y en medio de los problemas, nos ofendemos, reaccionamos con amargura, no hay dominio
propio, etc.
D.- No lee la biblia con un sincero deseo de conocer a Dios.
La lectura de Biblia es un termómetro. Si no lees o lees poco, está comenzando la decadencia
espiritual.
Si tu lectura no te lleva a obedecer a Dios, a apartarte del pecado, a admirar a Dios, es síntoma de
decadencia.
1 Pedro 2:1-3.
Un creyente que ama a Dios, deseará la Palabra como un niño la leche de su madre.
¿Lees la Biblia? ¿cuánto tiempo apartas? ¿Por qué lo haces?
Es posible leer la Biblia pero con un corazón frío, sin que nos lleve a obedecer la ley de Dios.
E.- Descuidamos la oración.
No oramos más de 5 minutos y nos aburrimos. No tenemos tema de conversación con Dios. No le
especificamos nuestras luchas, nuestras necesidades, no nos sentimos dependientes de Su gracia.
Eso nos lleva a una decadencia en nuestra vida de oración.
F.- Descuidamos la confesión de pecados.
El creyente que no confiesa regularmente sus pecados, está en peligro. Ora solamente de manera
general y no pide por esas luchas internas que conoce, no solicita gracia en lo que le falta.
Debemos acudir diariamente a confesar nuestros pecados, y debemos conocer en qué hemos
ofendido a Dios.
A veces en nuestro orgullo, no vemos nuestros pecados.
Salmos 32:1-5.
David entró en decadencia hasta que confesó su pecado.
G.- No mostramos amor a los demás creyentes.
Un creyente fervoroso ama a sus hermanos. Cuando has dejado de amar a tus hermanos, es
porque tu amor por Cristo está débil.
El desinterés es aborrecimiento. Y el que no ama a sus hermanos no ha visto a Dios. Si tú dices, mi
problema no es con Dios, es con la iglesia. Eso es señal de decadencia.
A veces estamos ensimismados. Todas las conversaciones las llevamos a nosotros. No llegan a la
oración para orar por otros. No les importa el dolor de otros.
Conclusión:
Si tú dices, yo estoy en declinación espiritual, la buena noticia es que, la misma gracia
que te salvó, te puede levantar y volver al Señor. Pero debemos examinarnos para ver cómo
realmente estamos.
Isaías 40:30-31.

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