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4- HISTORIA DE LA PARROQUIA NUESTRA SEÑORA DE CHIQUINQUIRA

DE EL SANTUARIO

Ingrato parece este trabajo para quien no se le endosa y no lo ama, y de


difícil lectura para quien no desee identificarse, conocer de donde
proviene y en qué tumba caerá o dónde llora o exalta su cuna. Me atraen
los esculcadotes: ¡Manos arriba! Dicen a un documento y al dato veraz
se les entrega, de por medio esa hermosa violencia de los inteligentes y
los pacíficos. Los preguntadores, los escrupulosos en la investigación,
los compradores de archivos, los que en un retrato pueden adivinar una
época, los exaltados, los desengañados. Los descubridores.
(Manuel Mejía Vallejo)

A Antioquia llegaron gentes de mucha empresa porque el aislarse en


tales desfiladeros, secuestrados del mundo por selvas y lomas abruptas,
no era aperitivo de pusilánimes
(Luis López de Mesa)

El pueblo Santuariano, bravío y luchador, posee características inconfundibles


que lo han convertido en orgullo de propios y envidia de extraños. Estos viejos
progenitores nuestros: religiosos, aventureros, tahúres en sus negocios,
amigos de enredos mujeriegos, socarrones, mañosos para ganarse el aprecio
de los demás, comprensivos en las desgracias y necesidades ajenas, pero
crueles y vengativos en ocasiones, constantes y metódicos en el trabajo,
capaces de planear las empresas mas audaces y al mismo tiempo de
realizarlas, son el producto de una amalgamación de circunstancias y factores
que han forjado y acrisolado su temperamento y carácter.

Para hallar las razones que den cuenta del por qué de la forma de ser de los
Santuarianos es necesario remontarnos a los albores de la colonia, para desde
allí venir rastreando diversas circunstancias que nos permitan definir el perfil
antropológico, cultural y religioso de los Santuarianos,

La historia de El Santuario es, por mucho tiempo, la misma de Marinilla. Libros


parroquiales, partidas de bautismo, de matrimonio y defunciones; movimientos
de tierras, la educación, la política y, por supuesto, la religión, son elementos
comunes a nuestra historia, que solo es concebible inseparadamente. Marinilla
fue, pues, el foco que nos irradió hasta bien entrado el siglo XX.
Es por esto, y por que es en el Santuario donde mas se han conservado la raza
y el carácter Marinillo, por lo que ahondaremos en el presente estudio sobre la
conformación histórica de Marinilla, pues sólo de ésta forma podremos
entender a cabalidad la historia de El Santuario.

Para logra este cometido partimos de las investigaciones realizadas por el


acucioso historiador Luís Ociel castaño z, publicadas en diversos números de
la revista “Perfiles Históricos, lo mismo que en mis propias incursiones por
infolios de memorias documentadas condensadas en los archivos parroquiales
de Rionegro Marinilla y El Santuario
PRIMERAS INCURSIONES

Estos pueblos no gozaron del privilegio de fundación por conquistador cubierto de


armadura herrada, espada a la diestra y recorrido de perímetro para arrancar los
puños de hierba que marcaran las cuatro esquinas de la futura plaza mayor, y
cabalgar luego al centro del polígono para proclamar, arrimado al pendón del león y
las dos Castillas la fundación de la ciudad; sino que su fundación empezó con una
casa de mayordomía de hacienda, seguida de un galpón para campamento de la
cuadrilla de esclavos que talan el bosque y descuajan la selva todo ello dependencias
de curatos ricos de la villa capital. Un inmigrante que llegaba, un colono que
cambiaba de domicilio, un peón cesante de otra lejana hacienda, así fue hilándose el
rancherío que dejó marcada la plaza del pueblo dejando abierto del lado del sur el
callejón de las sementeras y pegujales; al oeste la tranquera del corral de los
recentales; al norte los prados y pastizales para el ganado mayor y al este el sendero
que saltando sobre barrancas y pedrejones llevaba al puente de paja que cruzaba el
río y lavadero común.(1)
El territorio del oriente Antioqueño era ya conocido por los conquistadores
Españoles desde las primeras décadas del siglo XVI cuando Francisco Núñez
pedroso y francisco Cepeda, emisarios de Jorge robledo, remontaron las
riberas del Rió Negro y cruzaron éstos valles en expediciones de
reconocimiento y en infructuosa búsqueda de oro.

Con posterioridad, en la segunda mitad del siglo XVI, nuevas expediciones


recorrieron estos territorios, como las de Bernardo de Loyola, Diego Carvajal y
Francisco Martínez de Ospina, sin que dejasen mas huella de su paso que una
vieja senda que durante mucho tiempo fue la vía de comunicación con la
ciudad de Mariquita.

Hacia finales del siglo XVI aparecen los primeros propietarios de tierras en esta
zona, por ejemplo en 1573 el Capitán Don Pedro Beltrán, posee dos leguas de
tierra en el valle de la Marinilla; y en el siglo XVII, Don Diego Muñoz de Bonilla,
figura como uno de los propietarios de tierras más rico de la región.

Es precisamente en el siglo XVII cuando la región se empezará a transformar


verdaderamente, dejando a un lado su aire de selva virgen, cuando poco a
poco aparecen los primeros colonos y se establecen en su suelo, dispersos por
entre el boscoso y suave paisaje en busca de oro o con miras de plantar sus
propias haciendas. En torno al sitio denominado San José de la Marinilla, se va
aglutinando el elemento blanco dispuesto a, desde ahí, penetrar los terrenos
aledaños.

Pero a la par que las rancherías de los blancos orlaban el verde paisaje
Marinillo y la naturaleza montaraz cedía al empuje del hacha y del fuego, en las
riberas de la quebrada Marinilla, se aglutinaba otro elemento étnico y social
distinto que empujado por el pánico que producía el hombre blanco había
hallado refugio en aquellos parajes. Era éste un pueblo aborigen fatigado de
trashumar por ríos y cañadas escapando del radio de acción de los guerreros
blancos. Estos naturales se habían retirado a aquellas partes desde el poblado
de “Quinchia”. Para sorpresa de estos aborígenes la mano que pronto se tendió
sobre ellos no fue la del látigo ni la de la espada, sino la de la concordia y el
evangelio, pues para esta época, la corona Española buscaba preservar al
máximo el elemento indígena, ya de por si diezmado por la anterior política de
exterminio v de explotación encomendera. Fue así como se agrupó a todos los
aborígenes de la región en torno a San Antonio del Peñol, surgiendo así este
lugar como pueblo de indios para efecto de su preservación y protección.
El aglutinamiento de estos naturales se debió a la obra evangelizadora de Fray
Miguel de Castro Rivadeneira, monje Franciscano Gallego. Este Franciscano,
en algunos de sus tantos itinerarios, dio en 1644 con el sitio de la Marinilla,
Una real provisión de la audiencia de Santa Fé, datada en 1665 justificó la
misión evangelizadora adelantada en aquellas tierras por Fray Miguel de
Castro. Este fraile era natural de Santiago de Galicia, tenía 32 años de edad,
era alto de cuerpo, cariaguileño, falto de un diente de la parte alta, de nariz
larga y algo colorada.
A la llegada de este fraile el sitio de la Marinilla tanto los indios como los
Españoles que poblaban dicho sitio estaban en completo abandono espiritual,
fue entonces Fray Miguel de Castro el primero que se dedicó a la obra
evangelizadora y a la organización de la población. La dedicación con que se
consagró el Padre Castro a la evangelización de aquellas gentes satisfizo el
anhelo que éstas tenían de tener un Cura doctrinero, pues sin la participación
directa de la parte religiosa, el proceso de la parte civil quedaba desprovisto de
su mejor aglutinante, supuesto que la tónica general de las colonización
Española en América fue el de la estrecha conexión entre el Estado y la
Iglesia.
Es innegable pues que desde la década de 1640 ya en el sitio de la Marinilla se
encontraba asentado un importante grupo de colonos. Un padrón efectuado en
Noviembre de 1670 arrojó para Marinilla y sus parajes un total de 19 cabezas
de familias y 144 habitantes y en cuanto a los aborígenes el número
sobrepasaba los100.
Antes de la llegada de Fray Miguel de Castro estos pobladores no estaban
organizados como congregación política ni civil ni siquiera como religiosa, pues
carecía de autoridad eclesiástica que le aplicara los sacramentos o que cuidara
de su credo. Las autoridades de Mariquita nunca se preocuparon por
proporcionarle a alguien que asistiera de su cuidado espiritual. Fue por esto
que cuando, por ordenes superiores, Fray Miguel de Castro debió abandonar
estos parejes, estas personas quedaron a merced de lo que les dictaran sus
pasiones. Mítines y rebeldías fueron cosa común en Marinilla, pues sus
habitantes sabían de antemano que las autoridades superiores no iban a
intervenir ni a presentarse y que todo quedaría impune.
Geográficamente el sitio de la Marinilla caía dentro de cinco jurisdicciones de
cabildos distintos: El de Santiago de Arma, el de Mariquita, el de Remedios, el
de Medellín y el de Santa fe de Antioquia, razón por la cual se generaba un
vacío de poder en aquel Valle.
En 1685 el gobernador Don Francisco Carrillo de Albornoz, en memorial
elevado ante la real audiencia de Santa Fe manifestaba la intención de
incorporar este valle a la jurisdicción de Antioquia para “la buena
administración y ejecución de la real justicia” con cuya atención se destruirá
aquel refugio de forajidos, reos, delincuentes y ladrones que públicamente se
amparan en ese sitio.
Y es que al parecer muchas de las personas que habitaban dentro de la
jurisdicción de la provincia de Antioquia, cuando tenían cuentas pendientes con
la justicia, cuando se enemistaban con los grandes personajes o cuando
cometían delitos graves, pasaban al sitio de la Marinilla como fugitivos, lugar
acogedor por cuanto allí no podían ser molestados ni capturados por la justicia
de Antioquia, allí a lo sumo, solo los de Mariquita o Remedios poseían la
competencia para ello, pero estos se hallaban tan lejos que los reos ausentes
podían reposar tranquilos.
Es mas, las autoridades de la provincia de Mariquita encontraban conveniente
el hecho de que nuevos colonos se establecieran dentro de su jurisdicción,
contribuyendo con su trabajo al doblamiento de tan inhóspitos territorios, por
eso cuando las autoridades de Antioquia les solicitaba su cooperación y
colaboración para atrapar y procesar a los fugitivos, los de Mariquita hacían
oídos sordos a sus misiones y antes por el contrario hacían lo posible por
favorecer a los refugiados.
Marinilla se convirtió en manzana de la discordia por el hecho de que hasta su
valle llegaban mercaderes procedentes del nuevo reino, de la gobernación de
Popayán y aún desde la provincia de Quito, en medio de su territorio realizaban
sus descargas y desde allí vendían y distribuían sus mercancías a los
pobladores de la provincia de Antioquia y de los cabildos referidos, obteniendo
como pago oro en polvo, que era la moneda usual en aquellos tiempos y
regiones. Estos comerciantes al no pasar a Rionegro o a Medellín obtenían
aun mayor beneficios económicos por el hecho de no pagar los derechos de
fundición y de quintos que le correspondían a la corona, burlando la hacienda
y el radio de acción de los oficiales de Antioquia.
Por este motivo el Valle de la Marinilla se convirtió en el sitio preferido para el
asentamiento de contrabandistas de oro y mercancías.
Era esta la principal razón esgrimida por el gobernador de la provincia de
Antioquia al solicitar a la real audiencia que aquellos territorios le fuesen
adjudicados a su jurisdicción por el descuido en que se encontraba sumida la
hacienda en aquellos parajes porque los oficiales de Remedios, Anserma,
Santiago de Arma y los de Mariquita nunca hacían acto de presencia en aquel
valle, dejando de cobrar los impuestos que se debían de cobrar por la
introducción de mercancías y permitiendo el abuso y la perdida de los tributos
que se debían percibir.
Ante estas quejas la real audiencia de Santa Fe facultó, en 1705 al gobernador
de Antioquia y a sus oficiales para que cobrasen los quintos y demás ramos de
la hacienda real. De esta manera tuvo ingerencia en los asuntos económicos,
pero no la satisfacción de ver agregado el mencionado valle a su jurisdicción,
algo que no era visto con agrado por los pobladores de este valle.

Para ésta época la agrupación de vecinos de Marinilla había cobrado


significativa importancia hasta el punto tal que el obispo de Popayán, Pedro
Díaz Cien fuegos, se apersonó en visita pastoral y autorizó al Cura de Rionegro
para celebrar misa en Marinilla.

Desde entonces Marinilla fue durante algunos años viceparroquia de Rionegro,


pero a partir de 1720 empieza a separarse de Rionegro, dejando de contribuir
al desarrollo de aquel sitio para atender a su propio destino regional, a su
propia historia. Al convertirse en viceparroquia en 1720, comenzó a figurar con
libro de bautismos. Pero fue solo hasta el 31 de Enero de 1752 que alcanzó la
categoría de parroquia, cuando fue ascendida a dicha categoría por el obispo
de Popayán Francisco José de Figueredo y Victoria. Poco tiempo después, el 4
de Junio de 1756, el Virrey don José Solís Folch de Cardona, segregó a
Marinilla de la provincia de Mariquita y la incorporó a la de Antioquia.

El primer Cura propio fue el Doctor Sebastián Jiménez Fajardo. Lo sucedió el


doctor Jorge Ramón de Posada Y Mauris en 1785, párroco por mas de medio
siglo, es decir hasta su muerte ocurrida el 15 de Enero de 1836. Bajo la
administración del doctor Posada se hicieron grandes progresos en la
jurisdicción de Marinilla. A costa suya fueron desmontadas una parte de
Cocorná, El Carmen y El Santuario. Construyó los puentes que consideró más
urgentes sobre los ríos Guatape, Marinilla, Caldera y Cocorna. Con una
videncia excepcional calculó que las tierras que hoy son de Cocorna, eran
aptas para el cultivo de la caña, y entonces trajo semillas de esta desde
Envigado y las hizo sembrar en sus laderas, convirtiéndola en el primer articulo
comercial de este distrito. El mismo enseñó a preparar la miel y a fabricar la
panela. Cocorna producía panela y dulce en abundancia para los mercados de
Rionegro y Marinilla y como en la región escaseaba la sal emprendió el laboreo
de las salinas de Cruces. Además trajo de Bogotá y el Socorro a los maestros
Pedro Rivera y a Nepomuceno Sanabria para que vinieran a enseñar a hacer
mantas, lienzos y telas burdas, según las capacidades del momento, para que
su pueblo cada día se sintiera mejor y fuera recibiendo los escasos avances
de la civilización. Posada y Mauris logró incrementar el afán por la educación,
convirtiendo a Marinilla en núcleo de intelectuales y profesionales que fueron
los que conformaron la estirpe Marinilla.

FUNDACION DE EL SANTUARIO

Desde 1720, y hasta muy corrido el siglo XIX, el nombre genérico de Marinilla
abarcaba complejos grupos de colonos en otras comarcas y su autoridad y
poder incluía territorios que hoy pertenecen a Sonsón, Abejorral, La Ceja, El
Carmen, Cocorna, Granada, San Carlos, San Luís, Guatapé y, obviamente, El
Santuario. Desde que Marinilla se convirtió en parroquia comenzó a cobrar
importancia como poblado y localidad; y a su zaga El Santuario le seguía los
pasos. Y es que para ésta época los parajes de El Santuario comenzaron a
ser aprovechados como tierras de caballería por algunos de los mas poderosos
pobladores del valle de San José de la Marinilla. Desde principios de siglo XVIII
estas tierras habían sido ocupadas por inmigrantes paupérrimos, sin título legal
que les permitiera justificar dicha ocupación, pues estas tierras pertenecían
jurídicamente a unos cuantos privilegiados que poco o nada se habían
interesado por colonizarlas o transformarlas productivamente. Fue por ello que
éstos inmigrantes se vieron luego convertidos en dependientes o aparceros de
los grandes capitanes o familias pudientes que llegaron con posterioridad,
armadas de títulos de propiedad.
Y es que desde 1714 las tierras que conforman el municipio de El Santuario le
fueron concedidas a Mansueto Giraldo, a Juan Valencia de la Cerda y a
Domingo Jiménez Fajardo.
Ya para 1745 parte de ellas figuraban a nombre de don Nicolás Ignacio de
Rivera..

El interés que comenzó a surgir por poblar estos lugares lo constituyó el


crecimiento demográfico, pues a medida que fue avanzando el siglo XVIII, el
valle de la Marinilla se fue saturando de población, por un crecimiento
vertiginoso en sus familias, pues por lo general cada matrimonio constaba de
13 a 18 hijos, que una vez llegados a cierta edad, a los 14 años las mujeres y a
los 18 los hombres, formaban a su vez su propio hogar. Esta creciente
explosión demográfica requería de nuevas tierras cultivables, ya que la usanza
de la época era la de efectuar rozas salteadas, dejando descansar la tierra que
se sembraba y cosechaba, de ocho a nueve años antes de volver a plantar
sementeras en ellas.
Fue por esto que en 1761, cuando las autoridades coloniales adjudicaron e
hicieron concesión de baldíos en el paraje de El Santuario a los hermanos José
y Antonio Gómez de Castro, Don Antonio se estableció en ellas con su familia
organizando su hacienda agrícola y ganadera siendo pues el primer propietario
de estas tierras que se radicó en ellas, sin embargo, como ya habíamos visto
existía un crecido número de habitantes, solo que no poseían títulos de
propiedad.

Cuando la colonia alcanzó un suficiente número de habitantes, Don Antonio


Gómez de Castro pensó en la construcción de una capilla en donde los vecinos
pudieran cumplir más fácilmente con sus obligaciones religiosas. Con este fin
se dirigió al gobernador eclesiástico
En los siguientes términos:

Yo el capitán Don Antonio Gómez de Castro, vecino del valle de San José
de la Marinilla, ante V.S. parezco conforme al derecho y digo que en el
lugar que llaman Santuario tengo mi casa, hacienda y labranza, como
también muchos vecinos del valle viven allá, tienen sus haciendas y viven
con sus familias. Otros tienen sus rocerías; y como de esta parroquia a
dicho paraje hay mucha distancia y el camino es muy fangoso, y como es
de mucha utilidad para el beneficio espiritual de nuestras almas el que en
dicho paraje se erija una capilla, tanto por la comodidad para la
administración de los sacramentos, como para el cumplimiento de la
santa misa en los días festivos. Por tanto acudo a la piadosa benignidad
de V.S. suplicándole se sirva concederme licencia para erigir una capilla
o ayuda de de una parroquia que yo me obligo con los demás vecinos a
concurrir allí y todas las condiciones que V.S. nos pensionase
arreglados a equidad y justicia……

El permiso a esta solicitud le fue concedido por el obispo de Popayán Don


Salvador Villa y Castañeda, el 11 de Mayo de 1765.

Concedido el permiso por la autoridad eclesiástica, los vecinos de El santuario,


encabezados por Don Antonio Gómez de Castro, emprendieron con
entusiasmo la construcción de la capilla y en la mañana del 13 de Diciembre de
1765 se ofreció en ella el santo sacrificio de la eucaristía. Este acontecimiento
pasó a la historia como la fecha de fundación de El Santuario.
La capilla obtuvo pila bautismal y demás derechos viceparroquiales. Con la
erección de la capilla el Santuario quedo constituido en partido, denominación
que entonces se le daba a lo que actualmente se llama corregimiento y así
permaneció hasta 1838, cuando fue elevada a la categoría de parroquia, como
veremos mas adelante.

COSTUMBRES Y VIDA COTIDIANA:

Por la existencia de bandos o edictos publicados, se sabe más o menos como


era la vida y las costumbres de los habitantes de esta región. Por ejemplo, la
relación de mando efectuada en 1776 por el visitador Don Francisco Silvestre
se desprende que los habitantes de éste paraje guardaban entre si grande
unión, especialmente los de calidad, que son bastantes y es necesaria
cautela para hacerles obedecer lo que les desagrada, pues alguna vez
han resistido a la renta del aguardiente y sus rondas, con publicidad
escandalosa, que ha dejado impune, o disimulada sin duda, por evitar
mas perjudiciales consecuencias. Es gente aplicada al trabajo y de agudo
ingenio y admirables talentos, pero por varias causas que piden una larga
explicación se opacan y esterilizan. La inclinación a litigar les es casi
genial, parece originada esta inclinación de una larga costumbre de oír
cláusulas de peticiones, y de una cavilosa imaginativa que los hace
abundar de reservadas mañas y astutas malicias…..Aunque no falta en
todo algunas excepciones, son por lo común notados de guardosos y
demasiado económicos. Tienen por lo general un gran entusiasmo de
nobleza, y con él tan engreído orgullo que aunque todos se tratan de
primos y sacan su relación de los primeros conquistadores y pobladores,
ordinariamente contraen matrimonios en la propia familia y con muy
inmediato parentesco porque cada uno se reputa ante sí por mejor que la
del otro primo…… gastan muchos prolijos y ceremoniosos
cumplimientos en los actos políticos, sosteniendo con tenacidad los
estilos del tiempo de la conquista y pegándose mucho de oropeles y
títulos colorados y pomposos. El lujo y la moda tienen un imperio muy
limitado, porque toda la vanidad está reducida a querer ser gentes de
suposición y calidad, aunque el traje sea el más antiguo y extraño. Viven
en general con demasiada sobriedad y sencillez, acostumbrados a
viandas agrestes y groseras. Sin embargo de que lo atribuyen algunos a
su cicatero genio y a la crianza, lo cierto es que son de ordinario de
complexión robusta y varonil, aunque viciosos en extremo en el
chocolate y el tabaco de humo, que beben y fuman en demasía.
Manejados con arte, tienen sobrada docilidad para ser bien gobernados, y
como son puntillosos se conducen mejor con suavidad y buen término;
pero al mismo tiempo es necesario manifestarles constancia en el
sostener el respeto de la superioridad, pues esto los hace luego
contenidos.

Durante la colonia, el siglo XIX y mucha parte de siglo XX todo era jerarquizado
y estratificado. La política y la sociedad se concebían e integraban dentro de
una modalidad segregacionista y exclusivista. Durante esta época el poder
social traía el poder político; luego el factor económico resumió los otros. La
elite manejó en grupo cerrado y durante mucho tiempo los destinos
comarcanos.

Socialmente había diferenciaciones clasistas y aun racistas, bastante


arraigadas en la mentalidad de aquellos hombres y aun en la iglesia misma.
Cuando se asistía a las celebraciones religiosas no solo se distinguían unas
clases de las otras por los atuendos que vestían, sino también por el lugar que
ocupaban durante las ceremonias. Los pretendidos blancos o quienes se
jactaban de un cierto grado de hidalguía, tenían reservados para sí y para sus
familias sus propios bancos en las primeras filas del templo.

Aquí los asuntos que tenían que ver con el credo eran imperiosos.
Eran los habitantes de esta región profundamente religiosos. La fe católica
dominaba profundamente todos los ámbitos y la moral cristiana era la ley
suprema. Las prácticas religiosas primaban soberanamente sobre cualquier
otro tipo de actividad. Las solemnidades del culto católico eran las únicas
fiestas populares, las cuales atraían y reunían aquella población dispersa en
los campos y en los bosques y daban expansión y vuelo a los sentimientos de
sociabilidad, de familia y amistad inherentes a la naturaleza humana. Eran pues
estas prácticas el aglutinante molecular de aquel tipo de sociedad.

Los días festivos todos los padres o cabezas de familia tenían que bajar hasta
sus poblados, desde sus estancias o casas de campo a oír el evangelio y la
doctrina cristiana, explicadas por el párroco, quien instruía e iniciaba en los
misterios de la familia.

Esta instrucción religiosa no pasaba los lindes de lo más elemental del


catecismo de la doctrina cristiana. Sin embargo ésta elemental instrucción
bastaba para formar una generación sinceramente piadosa.

El acatamiento profundo a la autoridad paterna y a las directrices de la Iglesia,


constituían el fondo moral de aquella iliterata y sencilla población. Por lo tanto
las formas de vida social eran profundamente rígidas y ceñidas a pesados
protocolos. En la vida íntima de las personas era tremenda la intromisión del
clero, cancerberos muy celosos, de lo que ellos llamaban “las buenas
costumbres”.

Con respecto a las mujeres, por ejemplo, existían disposiciones muy drásticas,
que atendían a su cuidado y preservación de su castidad. Por tal motivo las
mantenían marginadas del acceso a los forasteros o a los posibles transeúntes.
Padres y vecinos ejercían un papel vigilante con ellas. En una atmósfera tan
mojigata y religiosa, el menor descarrío era castigado severamente y se
legislaba de manera expresa para evitar cualquier posibilidad de desliz de la
carne:
Que los padres de familia no consientan que sus hijas salgan solas por
leña o a otras diligencias o diversiones so pena de ser responsables de
los excesos que ellas cometan…… que en casas de mujeres solas no se
de posada a hombre alguno, ni vecino, ni forastero.

Con cláusulas como éstas se cortaba cualquier posibilidad de llevar una vida
normal o espontánea. Siempre estaba el individuo restringido, encasillado por
una norma social que lo amarraba al deber ser moral y puritano de aquellas
épocas.

Cualquier intento de mediana sociabilidad era mirado como pecaminoso, pues


las reuniones de tipo social tampoco eran gratas a las autoridades y
abundaban las prohibiciones contra el baile.

Que no se baile, a no ser en celebración de casamiento y que esto sea


con permiso y licencia de la justicia, quedando al arbitrio de ella el
concederla o no, para presenciar el baile y evitar de ese modo los
desordenes que se pueden originar..

Cuando de procesiones se trataba se llegó al extremo de la coacción policiva.

Que en días de renovación desde que se descubre el santísimo


sacramento se suspendan las ventas y conversaciones en la plaza de
mercado, manteniéndose en silencio y en pie y que al tiempo de la
procesión se arrodillaran hasta que se reserve su majestad
sacramentado.

Los habitantes de estos parajes eran supremamente trashumantes y su


sociedad se caracterizaba por su movilidad; los jóvenes de las principales
familias acostumbraban emprender largos viajes en calidad de pequeños
mercaderes. El valle de san José de la Marinilla, no hay que olvidarlo, fue un
sitio de paso obligado de los comerciantes coloniales; no solo de la provincia
de Antioquia sino también del virreinato Granadino. Habíamos visto como en el
siglo XVII este valle se había constituido como refugio y sede de
contrabandistas y de evasores de impuestos: EL siglo XVII vera transformados
a sus moradores en comerciantes y mercaderes. En sus inmediaciones
quedaban ubicadas las bodegas del Nare, puerto sobre el río Magdalena, vía
única y normal del comercio colonial. Por los confines del valle de la Marinilla
cruzaba el camino de las juntas, la vía de Islitas, sendas por las cuales
transitaban las mercancías introducidas desde el norte o desde el sur del
virreinato. Muchas de estas familias alternaron su oficio de mercaderes con las
faenas del agro.
ERECCION DE LA PARROQUIA:

En 1786 la viceparroquia de el Santuario tenía una población cercana al millar,


sin embargo en los padrones de la época figuraba con menos de la mitad de su
población real puesto que una buena parte de las mas distinguidas y ricas
familias se hacían empadronar en Marinilla por razones de prestigio, aunque
poseían sus haciendas en los territorios de El Santuario. Y es que los notables
de El Santuario siempre mantuvieron un sentimiento de arraigada fidelidad con
marinilla, explicable por la inmediata vecindad y por la gran acogida, respaldo y
popularidad con que allí eran recibidos. Eran tenidos en cuenta y respetados
socialmente. Aunque habitaran en una viceparroquia desempeñaban puestos y
cargos importantes en la cabecera municipal de marinilla. Estos notables eran
admitidos en la vida social y aun admirados por la élite. Siempre tuvieron
representación en el cabildo.

Por razones como las anteriores es lógico que los ricos Santuarianos jamás
hayan tenido planes separatistas o de independencia con respecto a aquella
Municipalidad. Ellos gozaban de mayores prebendas y reputación, siendo
acatados en una villa próspera e importante, con grandes recursos, no iban a
conformarse con actuar en un radio de acción social y político restringido, en
un naciente y pequeño poblado desconocido, pobre y rústico. Esto explica por
que el Santuario fue la última viceparroquia en segregarse de marinilla. Desde
1803, cuando alboreaba el siglo XIX, ya tenía El santuario la suficiente
población para erigirse como distrito autónomo. Para esta época, según los
datos estadísticos suministrados por el juez del partido Don José Salvador de
la Serna, existían en esta viceparroquia 1558 habitantes, lo cual demuestra que
este distrito tenía los medios suficientes para reclamar su autonomía
eclesiástica y civil, y si no lo hizo antes fue porque sus notables no lo quisieron.
Solo hasta 1835 vino a considerarse la posibilidad de independizarse política,
eclesial y administrativamente, y eso por iniciativa del gobierno provincial de
entonces y no por el interés propio de sus moradores. En Marzo de dicho año
fue cuando el gobernador de Antioquia comunicó al concejo de Marinilla el que:

Se nombrara una comisión para que informara sobre la posibilidad y


conveniencia de una nueva parroquia en el partido del Santuario. El mismo
Gobernador nombró comisionados imparciales a los señores Sinforoso García
y José María Echeverri de Rionegro; estos no aceptaron y fueron nombrados
después Salvador Serna y Matías Giraldo, vecinos de San Vicente.

Los habitantes de El Santuario sintieron el deseo de tener vida independiente;


pues como hemos visto, ya se había constituido un importante núcleo humano
en su territorio. Sus hombres ocupaban los mejores puestos de responsabilidad
en Marinilla, a la cual pertenecía como una simple vereda. Elevaron peticiones
para que fuera erigido en parroquia y municipio, pero no fueron oídos. Los
habitantes de Marinilla se opusieron porque la fracción de El Santuario era de
las mas productivas y porque sus vecinos estaban comprometidos a ayudar en
la construcción del templo de aquella parroquia. Lograron que 90 Santuarianos
los apoyaran porque tenían interese creados en su vinculación con Marinilla,
pues desempeñaban los cargos mas importantes en aquella municipalidad. El
gobernador Juan de Dios Aranzazu archivó el expediente obedeciendo las
intrigas de los opositores.
En el año de 1830 lograron los vecinos de El Santuario tener consigo un
sacerdote permanente con el carácter de vicepárroco.
El señor Garnica, obispo titular de la Diócesis de Antioquia, nombró al padre
Nicolás Giraldo Zuluaga, Santuariano, como vicepárroco.

Lo primero que hizo fue pedir permiso para guardar el Santísimo Sacramento
en la capilla. Este permiso fue concedido el primero de Junio de 1835, por el
Pbro. José Miguel de la Calle. Provisor de la Diócesis de Antioquia, porque el
señor Garnica había muerto.
Como dijimos atrás, la primera intentona de convertir en municipio la
viceparroquia de El Santuario fracasó por el memorial de los 90 santuarianos
que se sumaron a la aspiración de Marinilla, de que no se hiciera la creación
del municipio. Pero el padre Nicolás Giraldo Zuluaga, vicepárroco, Don José
Ignacio Botero Palacio, Don Juan Bautista Salazar y Don Domingo Gómez, no
se dieron por vencidos. Hicieron una nueva documentación y apoderaron al
señor Celedonio Trujillo, vecino de Medellín, para que hiciera las gestiones
necesarias para el poder civil y el eclesiástico. El señor Trujillo trabajó
incansablemente, los documentos fueron presentados al señor Obispo Juan de
la Cruz Gómez Plata, de la Diócesis de Santa Fe de Antioquia, el 5 de Octubre
de 1838, quien rindió el informe favorable a la creación del nuevo municipio,
porque existía un vecindario numeroso, una distancia considerable de la iglesia
matriz y tenía ya capilla, casa cural y cárcel. Es de notar que El Santuario, tenía
juzgado de corregimiento y que el último juez fue Don Jacinto Botero.
El 26 de Diciembre de 1838 dictó el decreto de erección de El municipio de El
Santuario el gobernador del Departamento de Antioquia Dr. Francisco Antonio
Obregón. El decreto fue firmado por el señor Presidente de la Republica el 18
de Enero de 1839. Tenemos pues, El Santuario convertido en parroquia y
municipio.
Como primer párroco fue nombrado el Pbro. Nicolás Giraldo Zuluaga, como
primer alcalde Don Francisco Salazar, como primer maestro Don Felipe
Ramírez Hoyos; el primer concejo municipal lo formaron: Padre Nicolás
Giraldo Zuluaga, como presidente; Don Salvador Giraldo como vice-presidente;
como vocales Juan José y Juan Gómez, Ramón de la Serna. Como primer juez
Don Lorenzo Castaño.
La posesión de los primeros empleados fue hecha por Don Pablo Zuluaga,
Santuariano, que era entonces jefe político del Cantón de Marinilla, como su
secretario Don Emeterio de la Serna; el acontecimiento fue celebrado con una
gran fiesta, cuyos actos culminantes fueron la Santa Misa, el Te Deum y una
posesión cívica. Así quedó El Santuario convertido en Municipio y Parroquia.

PARROCOS.

Pbro. Nicolás Giraldo.

Consta en documento de archivo parroquial, que en 1830 fue designado por el


Señor Obispo Garnica el padre Nicolás para atender esta viceparroquia. En el
mismo archivo están las actas de visita que a esta viceparroquia hicieron los
obispos de Antioquia Mariano Garnica el 20 de Febrero de 1830 y Juan de la
Cruz Gómez Plata el 20 de Enero de 1837.
El padre Nicolás colaboró con los vecinos para lograr la erección de la
parroquia y el distrito parroquial. Según la ley de patronato en 1824 la erección
de las parroquias y distritos parroquiales correspondía al gobierno civil de la
provincia con la aprobación del obispo y luego la ratificación del gobierno
nacional. El jefe del gobierno civil de Antioquia dictó el decreto el 26 de
Noviembre de 1838 con el beneplácito del señor Obispo Gómez Plata dado el 5
de Octubre del mismo año, el que fue confirmado por el gobierno nacional el 2
de Enero de 1839.
Estaba permitido que el primer párroco fuera por elección de los vecinos y
luego con nombramiento del obispo aprobado por el poder civil. Así debió ser la
designación del padre Nicolás. Abrió el libro de bautismos el primero de Mayo
de 1839. Recibió las visitas pastorales del señor Obispo Gómez Plata en Enero
de 1843 y de 1847. En la primera de las visitas dejó orden el señor obispo para
que la fiesta patronal de Chiquinquirá no se celebrara el 6 de Enero sino el 26
de Noviembre. El 3 de Agosto de 1844 el padre Nicolás, con la firma de los
vecinos, dirigió memorial solicitando que se les permitiera seguir la celebración
el 6 de Enero pues era costumbre que tenía ya más de 60 años.

Atendió a los 1382 vecinos que arrojó el censo que se hizo para solicitar la
erección parroquial, que debía ser en su gran mayoría habitantes del campo.
En ese tiempo la celebración de la santa misa se hacía únicamente por la
mañana. Los domingos y días de fiesta se podían celebrar dos misas.
Bendijo, con licencia concedida el 27 de Junio de1839, el terreno para el
cementerio que fue donado por José María Zuluaga en el mismo lugar donde
hoy se encuentra. En 1853 empezó la construcción del actual templo con
planos del arquitecto Enrique Hausler y de Emigdio Rincón.
Sobre el desempeño de su ministerio sacerdotal y sobre los fieles de El
Santuario así se expreso en un informe el vicario del Cantón de Marinilla Pbro.
Valerio Antonio Jiménez el 11 de Enero de 1857, pocos meses antes de la
muerte del padre Giraldo:”el cura de El Santuario es uno de los mas piadosos
de este obispado”. Don Lino Acevedo, en transcripción que hacen el padre
Ramírez Correa, así se expresó sobre el padre Nicolás: “Se distinguió el padre
Nicolás por sus eximias virtudes, su patriotismo y su consagración a su santo
ministerio”. Los vecinos de El Santuario lo recuerdan hoy con el más alto
aprecio y la más profunda gratitud. Y en concepto del señor José M. Zuluaga
G., trascrito igualmente por el padre Ulpiano, “Una de las cualidades que mas
distinguió al padre Nicolás, después de sus virtudes, fue la labor de mantener
la unión entre sus feligreses. El era juez de paz en todos los motivos de
desavenencias que se presentaban. Querido y respetado como era, todos se
sometían a sus dediciones. Hasta hace treinta años no había pleitos en El
Santuario”.
Murió en su parroquia en Abril de 1858. El padre Ramírez Urrea transcribe la
manera como registró el periódico “El Estado”, la muerte del “padre Nicolacito”
como lo designaban cariñosamente sus feligreses. Toda su vida de sacerdote
la dedicó a servir a su tierra natal pues no trabajó en ninguna otra parroquia.
Después de la muerte del Padre Nicolás Giraldo se sucedieron varios párrocos,
propios o interinos de corta duración. Ellos fueron.
Pedro Gómez Hoyos estuvo al frente de la parroquia desde 1858 a 1859, se
distinguió por su mucha caridad, su delicadeza de conciencia y su celo
sacerdotal

Joaquín Guillermo González: estuvo al frente de la parroquia desde 1859 a


1861. A él le correspondió la obra de la armazón del templo iniciado por el
padre Nicolás iniciado en 1855

José Dolores Gómez Alzate: Fue párroco desde 1861 a 1862.

Francisco Naranjo Ramírez: Fue cura de El Santuario de 1862 a 1865.

Ramón María Zuluaga: fue párroco de 1865 a 1867. Y por segunda vez de
1868 a 1871, le correspondió a este párroco terminar el templo parroquial.

Emigdio Ramírez Gómez fue uno de los sacerdotes que después de la muerte
del primer párroco estuvieron como interinos hasta 1868. La construcción del
templo estaba entonces detenida. Fue maestro gratuito en la escuela de El
Santuario. Sostuvo un colegio el cual fue como una especie de seminarios dio
libros y manutención a varios jóvenes que después fueron sacerdotes. Fundo
también un taller para tejer sombreros y una sociedad literaria.

Isaías Aristizabal

Por motivo de los cambios tan reiterados en los párrocos en tan poco tiempo,
se comenzó a generar un malestar entre los feligreses, y fue por esto que el
primero de Abril de 1870, levantaron un memorial del tenor siguiente:

“La adquisición de un buen cura en una parroquia es la base fundamental


de la suerte de sus habitantes y el primer elemento de su prosperidad en
todo sentido, pero especialmente en lo espiritual. El Padre Isaías
Aristizabal se ha hecho tan estimable de sus feligreses en este pueblo
que podemos asegurar a su señoría ilustrísima que no tiene en nuestro
concepto un solo contrarío, debido a sus excelentes cualidades y al
exacto cumplimiento de sus deberes y porque no hay quien no reconozca
en él su distinguida probidad y sus merito como ministro de nuestra
religión sagrada; y que si la muerte de nuestro ilustre párroco Pbro.
Nicolás Giraldo fue una de las mayores desgracias para este pueblo, la
separación de nuestro actual cura excusador, sería un acontecimiento
que lo llevaría a un conflicto inexplicable, tanto mas cuanto que es el
único cura que ha conservado buena salud en este clima, que se ha
considerado malsano por la situación del lugar”.

El 4 de Enero de 1871 los vecinos de la parroquia mediante un memorial


pidieron expresamente el nombramiento del padre Isaías Aristizabal como
párroco:
“Este pueblo desde que perdió a su dignísimo cura Pbro. Nicolás Giraldo,
ha venido sufriendo contratiempos con las mudanzas de los señores
curas. Hoy que tenemos un cura que simpatiza plenamente con el pueblo
y éste con él, tenemos una mudanza que nos vuelve a los días de
ansiedad, en los que un sacerdote tenga que conocernos y nosotros a él
y que este aprendizaje dé por resultado un nuevo cambio y somos
nosotros victimas de tales cambios”

En virtud de esta solicitud el padre Isaías Aristizabal fue nombrado párroco


desde ese mismo año y hasta 1903, año de su muerte. Durante los 32 años
que estuvo al frente de la parroquia realizó una admirable obra tanto en lo
material como en lo espiritual, como lo atestiguan documentos escritos por él
mismo para informar a sus superiores jerárquicos.
Su testimonio es de gran valor para comprender el proceso de conformación de
la comunidad creyente y practicante.
Varias obras emprendió y llevo a buen término para beneficio de la iglesia y sus
feligreses. Promovió varias asociaciones con las cuales logró darle vitalidad a
la vida espiritual y el fomento de la piedad. Estas asociaciones, hermandades
y cofradías fueron:
La de la virgen de los dolores, con la cual fomentó la devoción y culto a la
virgen de los dolores.
La de San José, compuesta por hombres casados quienes se comprometían a
cumplir un reglamento que incluía el fomento de la devoción a San José,
celebrar y contribuir con los gastos de su festividad; la práctica de los
sacramentos y comunión; procurarían la paz y la unión entre los vecino,
conciliando a los enemistados practicarían la caridad colectando limosnas para
los mas necesitados.
Asociación de San Luís Gonzaga, conformada por niños y jóvenes que se
obligaban a observar buena conducta moral y religiosa, a trabajar en la
moralización de la juventud a promover y fomentar la devoción a San Luís
Gonzaga, a celebrar su fiesta el 21 de Junio de cada año con confesión y
comunión.
Asociación del Sagrado Corazón de María, tenía 200 niñas y jóvenes de la
parroquia. Los compromisos de las asociadas eran: Observar buena conducta
moral y religiosa, enseñar o asistir a las clases de doctrina cristiana, promover
y fomentar el culto y la devoción al sagrado corazón de María y contribuir a
solemnizar su fiesta el 8 de Diciembre de cada año.
Asociación de las Ánimas, señoras y señoritas se reunían y se comprometían
a proporcionar alivio a las ánimas del purgatorio con la celebración de un
funeral cada tres meses, con comuniones, oración y limosnas. Todos los
domingos hacían en comunidad la novena de las ánimas. Contó con más de
600 socias y el padre Isaías la calificaba como la más bien establecida de su
parroquia.
Estas prácticas calaron tan profundamente entre los fieles que muchas de ellas
perviven hasta nuestros días.

Lubin Gómez Hoyos


El 8 de Agosto de 1903 recibió el nombramiento de párroco de El Santuario,
cargo que desempeño hasta 1907, cuando fue nombrado rector del seminario
conciliar de Medellín.
Durante los cuatro años que duró en El Santuario se distinguió por su espíritu
de concejo, por su prudencia y por el amor a la educación. Fue fundador del
colegio San Luís Gonzaga, pues como hombre inteligente que era, vio la
necesidad de un establecimiento para la formación intelectual de los hijos de El
Santuario y se dio a esta tarea que es una de sus mas preclaras obras.
Monseñor Lubin trabajo por la educación sin descanso y aconsejo a los jóvenes
de que no solo entraran al seminario, sino que también se matricularan en las
universidades, abriendo paso así a muchos profesionales. Poseía el padre
Lubín el don del consejo, a él acudían las gentes de todas las condiciones y de
muchos lugares a consultarle, pues tenía el don de discernimiento, y esta era la
causa para que intelectuales, políticos, campesinos, sacerdotes, acudieran a él
en busca de consejos en circunstancias difíciles.

Policarpo María Gómez


Asumió las riendas espirituales de la parroquia en 1907 y su primera
preocupación fue el colegio de San Luís, que acababa de fundar el padre
Lubín. De manera personal asumió los gastos de mantenimiento del primer
rector a quien sostuvo, de manera gratuita en la casa cural, mientras el podía
financiarse, también ayudo a varios jóvenes en sus estudios, ayudó en la
fundación de la escuela rural de Guadualito; se comprometió decididamente
con la construcción del templo a San Judas Tadeo, él personalmente asistía
con sus fieles a los convites para traer madera desde distintas veredas;
organizó la casa hospital, organizo las asociaciones piadosas en especial las
hijas de María, fue amante como pocos de la Virgen Santísima y un apóstol de
esta devoción.

Daniel Florencio Sánchez


Fue eficaz y progresista desde el Departamento de Caldas trajo personas para
enseñar a fabricar sombreros de paja, lo cual se convirtió después en una
importante industria en El Santuario

Guillermo Gómez Restrepo


Su estadía en El Santuario estuvo caracterizada por el cultivo de las
vocaciones de los niños, con quienes dialogaba con candor infantil; el
despacho parroquial era el mas apetecido por estos, para conversar con el
santo sacerdote.

Monseñor José Ignacio Botero Aristizabal


Asumió las funciones de párroco de este municipio en 1917, cargo que
desempeño sin interrupción por espacio de 45 años y tres meses hasta el día
de su muerte acaecida el 28 de Abril de 1962.
Solamente dejaba su parroquia una semana en el año para asistir a los
Ejercicios Espirituales del Clero. Jamás se tomó unas vacaciones ni realizó
viaje alguno ni al interior ni al exterior del país.
Al cumplir los 80 años de edad, el papa Pio XII lo elevó a la dignidad de
Prelado domestico de su santidad, investidura que fue impuesta por
monseñor Buenaventura Jáuregui, obispo auxiliar de Medellín, en Mayo de
1954.
Correspondió le a Monseñor Botero ser cura de una parroquia eminentemente
religiosa, cultivada solícitamente por trece párrocos que lo antecedieron en el
cargo, y habitada por familias cristianas. En consecuencia, gran parte de la
actividad de párroco había de estar dedicada a la administración de los santos
sacramento, en especial al sacramento de la confesión ya que dedicaba largas
horas de su tiempo a este ministerio sin dar muestras de fatiga por el enorme
trabajo. Monseñor Botero pasará a la historia como el Sacerdote del
confesionario, pues tenía el don de consejo y un carisma especial para atraer a
los más alejados. Estaba siempre disponible, de día y de noche para atender a
los enfermos de su parroquia llevándoles el santo viático y administrándoles la
Unción de los enfermos.
Todas las actividades de Monseñor Botero estaban orientadas hacia el servicio
de sus hermanos, de sus feligreses.
Monseñor Botero iniciaba sus días en el templo a las cuatro y media de la
mañana donde se encontraba con sus fieles para rezar el Ángelus y hacer una
meditación muy devota. A las cinco celebraba la Santa Misa y luego confesaba
hasta las seis. Desde las siete y media hasta las ocho y media de la mañana
estaba en sus habitaciones privadas meditando la Sagrada Escritura, pasaba
luego al despacho parroquial y luego visitaba los establecimientos educativos,
especialmente el colegio de San Luís Gonzaga en donde dictaba,
gratuitamente, la cátedra de religión. Bajo su dirección se organizaron
diferentes frentes de trabajo en la parroquia tales como: el cementerio, el
templo de San Judas Tadeo, el colegio de las Hermanas Salesianas, El
Hospital, El monasterio de las monjas concepcionistas, la casa de la
inmaculada, el Asilo, fue también el principal promotor para el establecimiento
en El Santuario de una agencia de la Caja de ahorros de la caja Agraria, fue
fundador y director del “Mutuo de San José” éste prestaba servicios funerarios;
Se interesó grandemente por el asfalto de las calles y plazas de su pueblo y
trabajó con gran empeño en mejoramiento de los caminos veredales de los
locales escolares. Puede decirse que no hubo actividad, empresa u obra
alguna en El Santuario que no tuviera su iniciativa o su apoyo.

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