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DE EL SANTUARIO
Para hallar las razones que den cuenta del por qué de la forma de ser de los
Santuarianos es necesario remontarnos a los albores de la colonia, para desde
allí venir rastreando diversas circunstancias que nos permitan definir el perfil
antropológico, cultural y religioso de los Santuarianos,
Hacia finales del siglo XVI aparecen los primeros propietarios de tierras en esta
zona, por ejemplo en 1573 el Capitán Don Pedro Beltrán, posee dos leguas de
tierra en el valle de la Marinilla; y en el siglo XVII, Don Diego Muñoz de Bonilla,
figura como uno de los propietarios de tierras más rico de la región.
Pero a la par que las rancherías de los blancos orlaban el verde paisaje
Marinillo y la naturaleza montaraz cedía al empuje del hacha y del fuego, en las
riberas de la quebrada Marinilla, se aglutinaba otro elemento étnico y social
distinto que empujado por el pánico que producía el hombre blanco había
hallado refugio en aquellos parajes. Era éste un pueblo aborigen fatigado de
trashumar por ríos y cañadas escapando del radio de acción de los guerreros
blancos. Estos naturales se habían retirado a aquellas partes desde el poblado
de “Quinchia”. Para sorpresa de estos aborígenes la mano que pronto se tendió
sobre ellos no fue la del látigo ni la de la espada, sino la de la concordia y el
evangelio, pues para esta época, la corona Española buscaba preservar al
máximo el elemento indígena, ya de por si diezmado por la anterior política de
exterminio v de explotación encomendera. Fue así como se agrupó a todos los
aborígenes de la región en torno a San Antonio del Peñol, surgiendo así este
lugar como pueblo de indios para efecto de su preservación y protección.
El aglutinamiento de estos naturales se debió a la obra evangelizadora de Fray
Miguel de Castro Rivadeneira, monje Franciscano Gallego. Este Franciscano,
en algunos de sus tantos itinerarios, dio en 1644 con el sitio de la Marinilla,
Una real provisión de la audiencia de Santa Fé, datada en 1665 justificó la
misión evangelizadora adelantada en aquellas tierras por Fray Miguel de
Castro. Este fraile era natural de Santiago de Galicia, tenía 32 años de edad,
era alto de cuerpo, cariaguileño, falto de un diente de la parte alta, de nariz
larga y algo colorada.
A la llegada de este fraile el sitio de la Marinilla tanto los indios como los
Españoles que poblaban dicho sitio estaban en completo abandono espiritual,
fue entonces Fray Miguel de Castro el primero que se dedicó a la obra
evangelizadora y a la organización de la población. La dedicación con que se
consagró el Padre Castro a la evangelización de aquellas gentes satisfizo el
anhelo que éstas tenían de tener un Cura doctrinero, pues sin la participación
directa de la parte religiosa, el proceso de la parte civil quedaba desprovisto de
su mejor aglutinante, supuesto que la tónica general de las colonización
Española en América fue el de la estrecha conexión entre el Estado y la
Iglesia.
Es innegable pues que desde la década de 1640 ya en el sitio de la Marinilla se
encontraba asentado un importante grupo de colonos. Un padrón efectuado en
Noviembre de 1670 arrojó para Marinilla y sus parajes un total de 19 cabezas
de familias y 144 habitantes y en cuanto a los aborígenes el número
sobrepasaba los100.
Antes de la llegada de Fray Miguel de Castro estos pobladores no estaban
organizados como congregación política ni civil ni siquiera como religiosa, pues
carecía de autoridad eclesiástica que le aplicara los sacramentos o que cuidara
de su credo. Las autoridades de Mariquita nunca se preocuparon por
proporcionarle a alguien que asistiera de su cuidado espiritual. Fue por esto
que cuando, por ordenes superiores, Fray Miguel de Castro debió abandonar
estos parejes, estas personas quedaron a merced de lo que les dictaran sus
pasiones. Mítines y rebeldías fueron cosa común en Marinilla, pues sus
habitantes sabían de antemano que las autoridades superiores no iban a
intervenir ni a presentarse y que todo quedaría impune.
Geográficamente el sitio de la Marinilla caía dentro de cinco jurisdicciones de
cabildos distintos: El de Santiago de Arma, el de Mariquita, el de Remedios, el
de Medellín y el de Santa fe de Antioquia, razón por la cual se generaba un
vacío de poder en aquel Valle.
En 1685 el gobernador Don Francisco Carrillo de Albornoz, en memorial
elevado ante la real audiencia de Santa Fe manifestaba la intención de
incorporar este valle a la jurisdicción de Antioquia para “la buena
administración y ejecución de la real justicia” con cuya atención se destruirá
aquel refugio de forajidos, reos, delincuentes y ladrones que públicamente se
amparan en ese sitio.
Y es que al parecer muchas de las personas que habitaban dentro de la
jurisdicción de la provincia de Antioquia, cuando tenían cuentas pendientes con
la justicia, cuando se enemistaban con los grandes personajes o cuando
cometían delitos graves, pasaban al sitio de la Marinilla como fugitivos, lugar
acogedor por cuanto allí no podían ser molestados ni capturados por la justicia
de Antioquia, allí a lo sumo, solo los de Mariquita o Remedios poseían la
competencia para ello, pero estos se hallaban tan lejos que los reos ausentes
podían reposar tranquilos.
Es mas, las autoridades de la provincia de Mariquita encontraban conveniente
el hecho de que nuevos colonos se establecieran dentro de su jurisdicción,
contribuyendo con su trabajo al doblamiento de tan inhóspitos territorios, por
eso cuando las autoridades de Antioquia les solicitaba su cooperación y
colaboración para atrapar y procesar a los fugitivos, los de Mariquita hacían
oídos sordos a sus misiones y antes por el contrario hacían lo posible por
favorecer a los refugiados.
Marinilla se convirtió en manzana de la discordia por el hecho de que hasta su
valle llegaban mercaderes procedentes del nuevo reino, de la gobernación de
Popayán y aún desde la provincia de Quito, en medio de su territorio realizaban
sus descargas y desde allí vendían y distribuían sus mercancías a los
pobladores de la provincia de Antioquia y de los cabildos referidos, obteniendo
como pago oro en polvo, que era la moneda usual en aquellos tiempos y
regiones. Estos comerciantes al no pasar a Rionegro o a Medellín obtenían
aun mayor beneficios económicos por el hecho de no pagar los derechos de
fundición y de quintos que le correspondían a la corona, burlando la hacienda
y el radio de acción de los oficiales de Antioquia.
Por este motivo el Valle de la Marinilla se convirtió en el sitio preferido para el
asentamiento de contrabandistas de oro y mercancías.
Era esta la principal razón esgrimida por el gobernador de la provincia de
Antioquia al solicitar a la real audiencia que aquellos territorios le fuesen
adjudicados a su jurisdicción por el descuido en que se encontraba sumida la
hacienda en aquellos parajes porque los oficiales de Remedios, Anserma,
Santiago de Arma y los de Mariquita nunca hacían acto de presencia en aquel
valle, dejando de cobrar los impuestos que se debían de cobrar por la
introducción de mercancías y permitiendo el abuso y la perdida de los tributos
que se debían percibir.
Ante estas quejas la real audiencia de Santa Fe facultó, en 1705 al gobernador
de Antioquia y a sus oficiales para que cobrasen los quintos y demás ramos de
la hacienda real. De esta manera tuvo ingerencia en los asuntos económicos,
pero no la satisfacción de ver agregado el mencionado valle a su jurisdicción,
algo que no era visto con agrado por los pobladores de este valle.
FUNDACION DE EL SANTUARIO
Desde 1720, y hasta muy corrido el siglo XIX, el nombre genérico de Marinilla
abarcaba complejos grupos de colonos en otras comarcas y su autoridad y
poder incluía territorios que hoy pertenecen a Sonsón, Abejorral, La Ceja, El
Carmen, Cocorna, Granada, San Carlos, San Luís, Guatapé y, obviamente, El
Santuario. Desde que Marinilla se convirtió en parroquia comenzó a cobrar
importancia como poblado y localidad; y a su zaga El Santuario le seguía los
pasos. Y es que para ésta época los parajes de El Santuario comenzaron a
ser aprovechados como tierras de caballería por algunos de los mas poderosos
pobladores del valle de San José de la Marinilla. Desde principios de siglo XVIII
estas tierras habían sido ocupadas por inmigrantes paupérrimos, sin título legal
que les permitiera justificar dicha ocupación, pues estas tierras pertenecían
jurídicamente a unos cuantos privilegiados que poco o nada se habían
interesado por colonizarlas o transformarlas productivamente. Fue por ello que
éstos inmigrantes se vieron luego convertidos en dependientes o aparceros de
los grandes capitanes o familias pudientes que llegaron con posterioridad,
armadas de títulos de propiedad.
Y es que desde 1714 las tierras que conforman el municipio de El Santuario le
fueron concedidas a Mansueto Giraldo, a Juan Valencia de la Cerda y a
Domingo Jiménez Fajardo.
Ya para 1745 parte de ellas figuraban a nombre de don Nicolás Ignacio de
Rivera..
Yo el capitán Don Antonio Gómez de Castro, vecino del valle de San José
de la Marinilla, ante V.S. parezco conforme al derecho y digo que en el
lugar que llaman Santuario tengo mi casa, hacienda y labranza, como
también muchos vecinos del valle viven allá, tienen sus haciendas y viven
con sus familias. Otros tienen sus rocerías; y como de esta parroquia a
dicho paraje hay mucha distancia y el camino es muy fangoso, y como es
de mucha utilidad para el beneficio espiritual de nuestras almas el que en
dicho paraje se erija una capilla, tanto por la comodidad para la
administración de los sacramentos, como para el cumplimiento de la
santa misa en los días festivos. Por tanto acudo a la piadosa benignidad
de V.S. suplicándole se sirva concederme licencia para erigir una capilla
o ayuda de de una parroquia que yo me obligo con los demás vecinos a
concurrir allí y todas las condiciones que V.S. nos pensionase
arreglados a equidad y justicia……
Durante la colonia, el siglo XIX y mucha parte de siglo XX todo era jerarquizado
y estratificado. La política y la sociedad se concebían e integraban dentro de
una modalidad segregacionista y exclusivista. Durante esta época el poder
social traía el poder político; luego el factor económico resumió los otros. La
elite manejó en grupo cerrado y durante mucho tiempo los destinos
comarcanos.
Aquí los asuntos que tenían que ver con el credo eran imperiosos.
Eran los habitantes de esta región profundamente religiosos. La fe católica
dominaba profundamente todos los ámbitos y la moral cristiana era la ley
suprema. Las prácticas religiosas primaban soberanamente sobre cualquier
otro tipo de actividad. Las solemnidades del culto católico eran las únicas
fiestas populares, las cuales atraían y reunían aquella población dispersa en
los campos y en los bosques y daban expansión y vuelo a los sentimientos de
sociabilidad, de familia y amistad inherentes a la naturaleza humana. Eran pues
estas prácticas el aglutinante molecular de aquel tipo de sociedad.
Los días festivos todos los padres o cabezas de familia tenían que bajar hasta
sus poblados, desde sus estancias o casas de campo a oír el evangelio y la
doctrina cristiana, explicadas por el párroco, quien instruía e iniciaba en los
misterios de la familia.
Con respecto a las mujeres, por ejemplo, existían disposiciones muy drásticas,
que atendían a su cuidado y preservación de su castidad. Por tal motivo las
mantenían marginadas del acceso a los forasteros o a los posibles transeúntes.
Padres y vecinos ejercían un papel vigilante con ellas. En una atmósfera tan
mojigata y religiosa, el menor descarrío era castigado severamente y se
legislaba de manera expresa para evitar cualquier posibilidad de desliz de la
carne:
Que los padres de familia no consientan que sus hijas salgan solas por
leña o a otras diligencias o diversiones so pena de ser responsables de
los excesos que ellas cometan…… que en casas de mujeres solas no se
de posada a hombre alguno, ni vecino, ni forastero.
Con cláusulas como éstas se cortaba cualquier posibilidad de llevar una vida
normal o espontánea. Siempre estaba el individuo restringido, encasillado por
una norma social que lo amarraba al deber ser moral y puritano de aquellas
épocas.
Por razones como las anteriores es lógico que los ricos Santuarianos jamás
hayan tenido planes separatistas o de independencia con respecto a aquella
Municipalidad. Ellos gozaban de mayores prebendas y reputación, siendo
acatados en una villa próspera e importante, con grandes recursos, no iban a
conformarse con actuar en un radio de acción social y político restringido, en
un naciente y pequeño poblado desconocido, pobre y rústico. Esto explica por
que el Santuario fue la última viceparroquia en segregarse de marinilla. Desde
1803, cuando alboreaba el siglo XIX, ya tenía El santuario la suficiente
población para erigirse como distrito autónomo. Para esta época, según los
datos estadísticos suministrados por el juez del partido Don José Salvador de
la Serna, existían en esta viceparroquia 1558 habitantes, lo cual demuestra que
este distrito tenía los medios suficientes para reclamar su autonomía
eclesiástica y civil, y si no lo hizo antes fue porque sus notables no lo quisieron.
Solo hasta 1835 vino a considerarse la posibilidad de independizarse política,
eclesial y administrativamente, y eso por iniciativa del gobierno provincial de
entonces y no por el interés propio de sus moradores. En Marzo de dicho año
fue cuando el gobernador de Antioquia comunicó al concejo de Marinilla el que:
Lo primero que hizo fue pedir permiso para guardar el Santísimo Sacramento
en la capilla. Este permiso fue concedido el primero de Junio de 1835, por el
Pbro. José Miguel de la Calle. Provisor de la Diócesis de Antioquia, porque el
señor Garnica había muerto.
Como dijimos atrás, la primera intentona de convertir en municipio la
viceparroquia de El Santuario fracasó por el memorial de los 90 santuarianos
que se sumaron a la aspiración de Marinilla, de que no se hiciera la creación
del municipio. Pero el padre Nicolás Giraldo Zuluaga, vicepárroco, Don José
Ignacio Botero Palacio, Don Juan Bautista Salazar y Don Domingo Gómez, no
se dieron por vencidos. Hicieron una nueva documentación y apoderaron al
señor Celedonio Trujillo, vecino de Medellín, para que hiciera las gestiones
necesarias para el poder civil y el eclesiástico. El señor Trujillo trabajó
incansablemente, los documentos fueron presentados al señor Obispo Juan de
la Cruz Gómez Plata, de la Diócesis de Santa Fe de Antioquia, el 5 de Octubre
de 1838, quien rindió el informe favorable a la creación del nuevo municipio,
porque existía un vecindario numeroso, una distancia considerable de la iglesia
matriz y tenía ya capilla, casa cural y cárcel. Es de notar que El Santuario, tenía
juzgado de corregimiento y que el último juez fue Don Jacinto Botero.
El 26 de Diciembre de 1838 dictó el decreto de erección de El municipio de El
Santuario el gobernador del Departamento de Antioquia Dr. Francisco Antonio
Obregón. El decreto fue firmado por el señor Presidente de la Republica el 18
de Enero de 1839. Tenemos pues, El Santuario convertido en parroquia y
municipio.
Como primer párroco fue nombrado el Pbro. Nicolás Giraldo Zuluaga, como
primer alcalde Don Francisco Salazar, como primer maestro Don Felipe
Ramírez Hoyos; el primer concejo municipal lo formaron: Padre Nicolás
Giraldo Zuluaga, como presidente; Don Salvador Giraldo como vice-presidente;
como vocales Juan José y Juan Gómez, Ramón de la Serna. Como primer juez
Don Lorenzo Castaño.
La posesión de los primeros empleados fue hecha por Don Pablo Zuluaga,
Santuariano, que era entonces jefe político del Cantón de Marinilla, como su
secretario Don Emeterio de la Serna; el acontecimiento fue celebrado con una
gran fiesta, cuyos actos culminantes fueron la Santa Misa, el Te Deum y una
posesión cívica. Así quedó El Santuario convertido en Municipio y Parroquia.
PARROCOS.
Atendió a los 1382 vecinos que arrojó el censo que se hizo para solicitar la
erección parroquial, que debía ser en su gran mayoría habitantes del campo.
En ese tiempo la celebración de la santa misa se hacía únicamente por la
mañana. Los domingos y días de fiesta se podían celebrar dos misas.
Bendijo, con licencia concedida el 27 de Junio de1839, el terreno para el
cementerio que fue donado por José María Zuluaga en el mismo lugar donde
hoy se encuentra. En 1853 empezó la construcción del actual templo con
planos del arquitecto Enrique Hausler y de Emigdio Rincón.
Sobre el desempeño de su ministerio sacerdotal y sobre los fieles de El
Santuario así se expreso en un informe el vicario del Cantón de Marinilla Pbro.
Valerio Antonio Jiménez el 11 de Enero de 1857, pocos meses antes de la
muerte del padre Giraldo:”el cura de El Santuario es uno de los mas piadosos
de este obispado”. Don Lino Acevedo, en transcripción que hacen el padre
Ramírez Correa, así se expresó sobre el padre Nicolás: “Se distinguió el padre
Nicolás por sus eximias virtudes, su patriotismo y su consagración a su santo
ministerio”. Los vecinos de El Santuario lo recuerdan hoy con el más alto
aprecio y la más profunda gratitud. Y en concepto del señor José M. Zuluaga
G., trascrito igualmente por el padre Ulpiano, “Una de las cualidades que mas
distinguió al padre Nicolás, después de sus virtudes, fue la labor de mantener
la unión entre sus feligreses. El era juez de paz en todos los motivos de
desavenencias que se presentaban. Querido y respetado como era, todos se
sometían a sus dediciones. Hasta hace treinta años no había pleitos en El
Santuario”.
Murió en su parroquia en Abril de 1858. El padre Ramírez Urrea transcribe la
manera como registró el periódico “El Estado”, la muerte del “padre Nicolacito”
como lo designaban cariñosamente sus feligreses. Toda su vida de sacerdote
la dedicó a servir a su tierra natal pues no trabajó en ninguna otra parroquia.
Después de la muerte del Padre Nicolás Giraldo se sucedieron varios párrocos,
propios o interinos de corta duración. Ellos fueron.
Pedro Gómez Hoyos estuvo al frente de la parroquia desde 1858 a 1859, se
distinguió por su mucha caridad, su delicadeza de conciencia y su celo
sacerdotal
Ramón María Zuluaga: fue párroco de 1865 a 1867. Y por segunda vez de
1868 a 1871, le correspondió a este párroco terminar el templo parroquial.
Emigdio Ramírez Gómez fue uno de los sacerdotes que después de la muerte
del primer párroco estuvieron como interinos hasta 1868. La construcción del
templo estaba entonces detenida. Fue maestro gratuito en la escuela de El
Santuario. Sostuvo un colegio el cual fue como una especie de seminarios dio
libros y manutención a varios jóvenes que después fueron sacerdotes. Fundo
también un taller para tejer sombreros y una sociedad literaria.
Isaías Aristizabal
Por motivo de los cambios tan reiterados en los párrocos en tan poco tiempo,
se comenzó a generar un malestar entre los feligreses, y fue por esto que el
primero de Abril de 1870, levantaron un memorial del tenor siguiente: