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**Tercer libro de la saga: Wolfrahan**

Se dice que la venganza te consume el alma, pero...


¿Qué te puede consumir cuando ya no tienes una?
¿Cuándo has sufrido lo suficiente como para que la luz
en tu interior de desvanezca, cuando te han pisoteado
tanto, que ya no sientes dolor...?
El rencor impulsó a Katrina, a su padre y a sus amigos
a ir tras de aquellos que les han hecho tanto daño... a ir,
tras aquellos los cuáles han hecho su vida miserable.

Pero, lo que estos no saben es que, hay algo mucho más


grande tras de todo esto. Algo, más temible y poderoso
de lo que ellos se imaginan... algo, que puede acabar con
sus vidas con tan solo un chasquido de dedos.

El problema en que se han metido no tienen ni idea,


pero, el cómo saldrán de él... no suena a algo posible.
Katrina y su pandilla no descansarán hasta vengar la
muerte de Emily... aunque esto, les cueste la vida.

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Estados Unidos. Cualquier copia, divulgación, o uso
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Introducción

Nunca pensé en que se podía odiar y despreciar tanto a


alguien cómo lo hago yo ahora.
Nunca pensé, en que la venganza se iba a convertir en
la parte principal de mi vida... en mi sustento... en mi
motivación.
El dolor que siente mi alma no se puede describir, solo,
se puede sentir...
quemando, devorando cada órgano... cada parte de mi
ser.
El encontrar a los Victorian se había convertido en mi
misión de vida; al igual que la de mi padre, Dexter
Mcfan.
Segados por el odio y motivados por el rencor; todos,
nos dirigimos
hacia Vontrom, hogar de los Victorian y de todos sus
secuaces. Hogar de todos los que merecían morir en
nuestras manos.
Encontrar ésa ciudad no sería tarea sencilla, ya que,
ésta, era una ciudad única de hombres lobos, por lo
que, se encontraba bien escondida en los más
lejanos confines de la Tierra.
Nosotros, no nos daríamos por vencido... eso jamás.
No creerán todo lo que pasamos con la búsqueda de los
Victorian; todos los problemas y adversidades... todo
lo que perdimos y todo lo que ganamos.
Al final, el deseo de venganza era tan fuerte, que en
realidad, no nos dimos cuenta de que algo más grande
y peligroso acechaba bajo nuestras propias narices.
Del peligro que corríamos por tan solo ir a buscar a los
Victorian, de que nuestras vidas... cambiarían para
siempre y darían un giro el cuál nunca esperamos
venir.
Ése día, supe que el mundo no solo gira a tu alrededor,
y que, si mueves mal una de tus fichas en éste juego de
la vida... puede que eso, te cueste más que la misma
vida.
Capítulo 1
El viento pega en mi rostro; mi cabello suelto, ondula
en el aire mientras corro. Mis piernas, corriendo muy
rápido sobre la tierra; el espeso bosque a mi alrededor,
callado y tranquilo.
El cielo está nublado, algunos escasos rayos de sol que
logran atravesar las
copas de los árboles, llegan a pegarme en el rostro
mientras corro con todas mis fuerzas.
Solo deseo con todo mi ser, llegar a aquel lugar el cuál
me llama con tanto anhelo. Ése lugar, en el cuál
pertenezco... en el cuál, puedo ser yo misma.
Veo un rio a mi izquierda, por lo que, me desvío un
poco y comienzo a correr a sus orillas; siguiendo el
curso de su cause.
El sonido del agua me tranquiliza, me hace sentirme
segura, me hace olvidar todos los problemas, junto con
el dolor y el sufrimiento que llevo
constantemente en el corazón.
Llego al lago, es gigante a la par que hermoso. Plantas
silvestres le rodean,
creando un ambiente de paz y serenidad.
Tenso mi cuerpo en tanto acelero mi paso al escuchar
el sonido del agua caer. Corro con todas las fuerzas de
mi cuerpo, con todo lo que tengo.
Al llegar a aquella cascada, doy un salto y siento, cómo
mi cuerpo cae en picada por el risco hacia dónde
continúa el rio en la parte baja. Las pequeñas gotas de
agua que salpican de la cascada a mis espaldas, mojan
mi rostro, en tanto cierro los ojos, para luego, caer de
golpe al agua del rio y quedar
inconsciente.
***
—¡Mierda! —Digo despertándome repentinamente y
sentándome en la cama
con la respiración muy acelerada; mi pulso cardíaco,
elevado; mi cuerpo y rostro... sudados.
Nerviosa, comienzo a mirar hacia todos lados,
dándome cuenta, que estoy en la habitación... estoy en
la casa.
—Katrina... —Jaxon, quién está acostado en la misma
cama que yo, se sienta a mi lado y posa su mano
delicadamente sobre mi espalda; con su otra mano, lo

veo frotarse los ojos; estando más dormido que


despierto. —¿Otra vez tuviste ése sueño? —Pregunta
mirándome con los ojos casi cerrados.
—Si. —Contesto en voz baja; logrando calmarme un
poco al saber que solo había sido aquel sueño
nuevamente.
—No entiendo por qué siempre sueñas lo mismo. —
Bosteza y cierra los ojos
con mucho cansancio.
—No lo sé, Jaxon. —Digo y me quedo callada por
algunos segundos...
pensando. —No entiendo por qué siempre sueño con
esto. ¿Qué significa? ¿Qué me quiere decir? —Suspiro,
pasando mi mano por mi rostro; cansada y confundida.
—No lo sé, puede que solo sea un sueño, Katrina. —
Pasa su mano
delicadamente por mi espalda, de arriba a abajo. Yo,
miro por encima de mi hombro y lo veo con los ojos
cerrados.
Una sonrisa se dibuja en mis labios al ver al chico de
los ojos verdes así. Estaba que se moría de sueño, pero
aún así, no se acostaba por qué sabía que había tenido
aquella pesadilla nuevamente.
—Intenta dormir, Jaxon. —Digo observándole.1
—¡No, no quiero que te sientas sola! Yo me quedaré
contigo hasta que te duermas. —Dice con los ojos
cerrados aún.1
—Está, bien. —Asiento con una sonrisa en los labios y
me recuesto en la cama. Jaxon, se acuesta junto a mí,
colocándose de un lado para poderme mirar y poner su
mano delicadamente sobre mi cintura.
Miro a Jaxon detenidamente, éste abre sus lindos ojos
verdes y me regala una sonrisa. El saber que estaba a
mi lado me tranquilizaba demasiado; me hacía sentir
segura; me hacía sentir, contenta.

El chico de ojos verdes, sube su mano hasta mi rostro, y


con delicadeza, pasa la parte trasera de sus dedos por
mi mejilla.
—¡Al menos no es un sueño en el que te come un
hipopótamo! —Ríe
débilmente. —Por lo menos, solo vas corriendo por
aquel bosque. —Me regala una sonrisa y yo asiento.
—Sí, al menos es solo eso. —Contesto, pensando en
aquel sueño, el cuál me hacía despertar casi todas las
noches. Siempre, lo mismo; sin cambiar ni tan solo un
detalle.
—Vuelve a dormir, Katrina; mañana será un día largo.
—Dice, alejando su
mano de mi rostro para halar la sábana hasta su pecho.
—Trataré de dormir, pero, tú también duerme. —
Murmuro, viendo, cómo Jaxon cierra los ojos
lentamente. —Gracias por levantarte cuando tengo
pesadillas. —Digo en voz baja, mirando las largas y
lindas pestañas del chico a mi lado.
—Está bien, yo siempre te apoyaré no impor... —
Detiene su hablar al quedarse profundamente
dormido. Yo, no puedo evitar sonreír al verle tan
tierno.
Sin hacer demasiado ruido, me volteo en la cama, salgo
de debajo de mis sábanas y me paro del colchón muy
despacio. Camino a paso lento hacia el armario de la
habitación, tomo un suéter de Jaxon y me lo coloco
sobre mis pijamas, para luego, salir del cuarto y bajar
las escaleras hacia el primer piso. Al llegar al piso
inferior, halo el suéter hacia mi pecho, comenzando a
sentir lo fría que estaba la noche. El silencio,
predominaba sobre el ruido de aquellos grillos que
cantaban en la lejanía.

Me dirijo hacia la puerta principal de la casa, y cuando


la abro, me sorprendo
al ver a mi padre sentado en las escaleras del balcón con
una sábana rodeándole los hombros y el cuerpo.
Siendo muy silenciosa para no despertar a los demás,
me siento a su lado en
el mismo escalón y me inclino hacia él hasta que mi
hombro y el suyo hacen contacto.
Ambos, nos quedamos callados, solo, mirando la lejanía
y el bosque que rodeaba la granja. El cielo azulado de
un tono muy oscuro, hacía que las estrellas y la luna se
vieran cómo enormes faroles incandescentes en lo alto.
—¿No puedes dormir, papá? —Digo sin voltear el
rostro; solo, observando la luna. Tan redonda y
brillante, tan sola, pero siempre, presente.
—No, parece que tú tampoco. —Mi padre voltea el
rostro y me mira. —¿Otra
vez con ésa pesadilla?
—Si. —Asiento; bajando mi mirada al suelo.
—¿Qué vas a hacer, Katrina? —Pasa su brazo por detrás
de mí y me abraza sujetándome de la cintura. —No
puedes seguir levantándote a mitad de noche por ese
sueño que te lleva atormentando por un año y medio.
—Coloco mi cabeza sobre su hombro y éste, coloca la
suya sobre la mía gentilmente.
—Lo sé. —Suelto un suspiro lento. —Pero, es que no
entiendo qué significa o lo que quiere de mí. —
Murmuro, viendo, cómo el viento mueve las copas de
los árboles de la lejanía.
—Siempre ves lo mismo, ¿no? —Pregunta; sé que me
está mirando. Yo asiento. —Sí. —Hago una pausa. —
Siempre es exactamente lo mismo, sin ningún tipo de
alteración. Comienza igual y termina igual que de
costumbre. —Levanto mi rostro y le miro; sus lindos
ojos me observan.

—¿Y porqué no tratas de hacerlo diferente? —Dice con


una leve sonrisa en los labios.
—¿Diferente? —Frunzo mi ceño ante la confusión.
—¡Sí! —Asiente. —¿Porqué no tratas de ver más allá?
—Se aleja un poco de mí para poderme mirar frente a
frente. —Siempre dices que corres rápido en una
dirección hasta que saltas por aquella cascada y
despiertas.
—Así es.
—Pues entonces, ¿porqué no tratas, con tu
inconsciente, de ver más allá? ¿De voltear el rostro y
mirar a tus alrededores, cosas que no has visto...?
¡Intenta, tener el control de ese sueño, no que el, te
controle a ti! —Con el dedo índice, me da dos
golpecitos en la frente y yo sonrío.
—¡Cómo si fuera tan fácil! —Bufo y mi padre ríe.
—No sé si es posible, pero, creo que vale la pena
intentarlo. —Cambia su
mirada hacia el cielo nocturno nuevamente. —Y más,
cuando ése sueño te a estado molestando por un año.
Ambos, nos quedamos callados nuevamente, y sé, que
aunque él no me haya dicho el por qué estaba aquí en
las escaleras sentando a estas horas de la noche... sé la
respuesta.
—¿Porqué no intentas dormir, papá? —Digo, pasando
mi mano suavemente por sus cabellos color dorados.
—Por lo mismo que tú no puedes dormir, Katrina. Por
qué no concilio el
sueño. —Dice, y escucho cómo su pulso se acelera; éste,
suelta un suspiro.
—Es por mamá, ¿no es cierto? —Bajo mi mirada a mis
manos; el solo hecho de mencionarla, hace que mi
corazón se rompa nuevamente en mil pedazos.
—Sí, es por tu mamá. —Murmura con una voz muy
débil. —No paro de
pensarla... —Suspira. —¡La extraño tanto!
En ése momento, extiendo mi mano y tomo la mano de
mi padre, la cuál, se posa sobre sus rodillas. Entrelazo
mis dedos con los suyos, en tanto mi dedo pulgar
acaricia suavemente la parte de arriba de su mano.
—Yo también la extraño, pero sabes... sé que ella nos
está mirando desde allá arriba. —Señaló la luna que
está frente a nosotros con mi mano libre. Mi papá,
mira hacia dónde yo señalo.
—Si hija, no me cabe duda, de que tu mamá, nos tiene
siempre bien vigilados. —Suspira.
***
La luna se había ya marchado, y le había dado el lugar a
nuestro amigo el sol
para que brillara y diera comienzo a un nuevo día.
Escucho la puerta principal de la casa abrirse, por lo
que volteo mi rostro y veo, a Julia salir con dos tazas
de café en las manos.
—¡Sabía que ustedes dos estarían en estas escaleras! —
Se acerca a nosotros y nos da las tazas de café recién
hecho. —¿Es que acaso ustedes nunca duermen? —
Pregunta con una sonrisa en los labios.
—Gracias, Julia. No tenías por qué hacernos el café. —
Dice mi padre,
levantándose de las escaleras con la sábana sobre sus
hombros y la taza de café humeante sobre sus manos.
—¡No hay de qué muchachos, ustedes trabajan y me
ayudan mucho en la granja, se lo merecen! —Sonríe. —
¡Pero ya les tengo dicho, que tienen que
dormir más, por qué sino, se van a poner viejos cómo
yo antes de tiempo y le saldrán arrugas! —Comienza a
caminar de regreso a la puerta principal.

Yo, me levanto de las escaleras y miro cómo mi padre


le abre a puerta muy caballerosamente.
—Las arrugas son un signo de sabiduría. —Dice mi
padre dejando pasar a la anciana.
—Si eso fuera así, yo fuera Albert Einstein. —Ríe Julia,
cerrando la puerta tras de sí al entrar. Mi padre, menea
la cabeza en negación con una sonrisa en los labios.
—Es muy linda, ¿no? —Me siento en una de las sillas
mecedoras del balcón
mientras soplo la taza de café para enfriarla.
—Sí, es la mejor. —Mi padre se arrincona de las
columnas de concreto que sostienen el techo del balcón
y lo veo, soplar aquella taza de café también.
—Ya me estoy acostumbrando a encontrarlos aquí
todas las mañanas. — Justin abre la puerta y nos mira a
ambos.
—Buenos días, Justin. —Mi padre le mira y le saluda
meneando la cabeza.
—Buenos días Dexter... buenos días, Katrina. —Dice
cerrando la puerta tras de sí al salir.
—Hola. —Digo, mirándolo por un segundo, para luego,
tomar el primer sorbo de mi taza de café y notar que
aún seguía muy caliente.
—Hoy es día de mercado, así qué, más vale que se den
prisa y se tomen ése cafecito para que se vayan a
vestir. —Lo veo tomar la visera de su gorra roja y
colocarla hacia atrás en su cabeza. Yo, suelto una risita
al verlo así.
—¿Y qué mosca te pico a ti? ¿Te crees que tienes veinte
años? —Ríe mi papá y Justin le mira con mala cara.

—¡La edad se lleva en el alma Dexter, no en los años! —


Le mira de arriba a abajo. —Tú, por cómo veo tu alma
aborrecida y aburrida, debes tener unos ciento
cincuenta. —Ríe burlonamente.
—Cuando termine mi café y te ponga las manos
encima... —Justin le interrumpe en tanto comienza a
alejarse hacia dónde está el ganado.
—¡Si es que puedes atraparme... anciano! —Ríe ,y mi
padre, coloca la taza de café sobre la madera del balcón
para luego, comenzar a correr tras éste a toda
velocidad. La sábana que estaba en sus hombros, sale
volando y cae al suelo. Ambos, se pierden en la lejanía
mientras mi padre le persigue.
Yo, continúo soplando mi taza de café, hasta que está
en la temperatura
perfecta y logro beber.
***
—¡Ya está el desayuno! —Escucho la voz de Julia gritar
desde el primer piso. El olor de los huevos revueltos y
el tocino; hacía que me diera más hambre de la que ya
tenía.
Mirándome en el espejo del baño, termino de peinarme
mi cabello y asearme; notando, cómo unas ojeras
negras se hacían cada vez más presentes bajo mis ojos
por la falta de sueño por culpa de aquella pesadilla que
me atormentaba cada noche.
—¡Vamos Katrina, sal del baño! ¡Llevo una vida aquí
esperando por ti!. —Grita Wesley desde el otro lado de
la puerta, dando unos golpes.
—¡Ya voy! —Digo, comenzando a caminar hacia la
puerta del baño, y
abriéndola para encontrarme con la cara amargada de
Wesley en frente mío. —¡Llevas ahí una eternidad,
Katrina! —Me mira y alza una ceja; su toalla, en
sus manos junto con la ropa que se pondría luego de
darse una ducha.

—¡Solo llevo quince minutos... exagerado! —Paso por


su lado y le empujo con mi hombro para hacerlo
enojar.
—¡Quince multiplicado por cinco! —Dice, entrando al
baño y tomando la
perilla de la puerta para cerrarla.
Yo, rápidamente me volteo y le miro antes de que éste
pueda encerrarse en la habitación.
—¿Cuánto es quince multiplicado por cinco? —Cruzo
mis brazos sobre mi
pecho y le miro con una ceja levantada y una sonrisa en
los labios; por qué sé, que es muy malo en las
matemáticas.
Wesley, se queda callado y veo, cómo comienza a
contar con sus dedos.
—Veinte, treinta... —Suelta la perilla de la puerta, para
usar la otra mano y seguir contando con sus dedos.
En ése instante, veo a Carlos salir de su habitación con
una toalla en manos y su ropa.
—¡Quítense que tengo apuro! —Dice, metiéndose al
baño, empujando a
Wesley fuera de este y cerrando la puerta rápidamente
con cerrojo.
—¡Oye! ¡Yo me iba a bañar primero! —Grita Wesley
dándole tres puñetazos a la puerta de madera.
—Estabas hablando con Katrina, no te vi con muchas
intensiones. —Dice encerrado en el baño y escucho,
cómo Carlos pone a correr le agua. Wesley, tensa su
mandíbula y su cuerpo mirando fijamente aquella
puerta.
—¡Te mataré cuando salgas, Carlitos de mierda! —
Grita Wesley arrojando su toalla al suelo con mucho
coraje.
Yo, comienzo a alejarme lentamente de aquella escena
y a bajar las escaleras.

—¡Y tú! —Wesley voltea a verme y me mira con muy


mala cara; señalándome con el dedo índice. —¡Todo
esto es tú culpa y de las malditas matemáticas! — Grita
con furia y yo, bajo las escaleras rápidamente entre
risas.
Al bajar y llegar al primer piso, veo, cómo Justin, Lian
y Austin; están
ayudando a poner la mesa. Sam y mi papá, sirviendo
los platos en la cocina. —Hola Katrina. —Dice Austin
colocando los vasos de cristal vacíos en la mesa
redonda del comedor de la señora Julia.
—Hola chicos. —Saludo con la mano, caminando hacia
Julia quién está en la cocina sacando el bote de jugo de
la nevera.
La señora Julia era my buena con nosotros, nos había
acogido en su casa luego haberle pedido trabajo
después de haber visto en el periódico que ella buscaba
ayudantes para labores en la granja.
Ya habían pasado dos años desde la muerte de mi
mamá, y siendo sincera, parecía cómo si hubiera sido
ayer.
Todos, habíamos ido en busca de Victorian y de
Vontrom, pero, parecía cómo si se los hubiera tragado
la tierra... literalmente. No habíamos encontrado ni un
solo rastro de los encapuchados, mucho menos de los
Victorian.
El tiempo pasó, y nuestros ahorros se vinieron abajo,
por lo que, mi papá sugirió buscarnos un trabajo y
volver a ahorrar dinero para seguir con la busqueda de
los Victorian, los cuáles odiábamos tanto. Es aquí,
dónde
conocimos a ésta hermosa señora, que por cosas de la
vida, enviudó y ahora, no podía sola con las cosas de la
granja.
Cuando vimos su propuesta de trabajo en el periódico,
hace un año,
decidimos intentar y hablar con ella para ver si nos
daba el trabajo; y más que eso... nos dio un hogar.

La señora Julia, nos asignaba tareas en la granja, desde


cuidar a sus animales
y su huerto, hasta ir días en semana a vender lo que
producimos en el
mercado del pueblo.
Los chicos, ya se habían acostumbrado bastante a
levantarse temprano y trabajar en el campo; además,
que Julia también nos pagaba semanalmente por las
ventas que hiciéramos de las cosechas y de los
animales.
—¡Buenos días mi amor!—El chico de los ojos verde
oliva, baja del segundo
piso y me da un beso corto.
—¡Es muy temprano para eso, venga... a ayudar acá! —
Grita mi padre
mirándonos con la esquina del ojo y llamando a Jaxon
para darle los platos para que los llevara a la mesa. Yo,
suelto una risita al verlo así... siendo tan sobre
protector.
Jaxon, me mira aguantando una carcajada mientras
lleva los platos a dónde Austin, Lian y su padre.
Tras algunos minutos de hacer la mesa y de esperar a
que Wesley saliera del baño; una vez todos ya
sentados, pudimos comenzar a comer.
—Julia, esta vez recogimos muchos frutos y huevos;
nos llevaremos la dos
camionetas al mercado. —Dice Austin mientras toma
un pedazo de tocino y le da un mordisco.
—Eso es bueno, harán mucho dinero. —Julia le señala
con el tenedor que tiene en la mano. —Además, hoy
hay un festival en el pueblo, eso atraerá más clientela.
—Sonríe contenta, tomando un poco de su jugo de
naranja.
—¡Perfecto, hoy nos forraremos! —Grita Wesley; y
Sam, le mete con el codo en las costillas. —¡Oye! —
Wesley frunce el entrecejo y le mira con mala cara.

—¡Compórtate. —Sam no quita su mirada de su plato,


cómo pretendiendo ignorar al chico que tiene a su lado.
—Yo me quedaré en la casa hoy, he notado que Zeus
está muy nervioso el día de hoy, no lo quiero dejar
solo. —Dice Julia, mirando hacia el suelo y viendo a su
perrito, el cuál, ya estaba muy viejito; acostado en
aquella camita de algodón en una esquina.
—No se preocupe por nada, nosotros lo tendremos todo
bajo control. —Dice Austin y Julia asiente.
***
Luego de aquel rico desayuno, y de haber cargado todo
a las camionetas; los
chicos, comienzan a subirse en ellas. Wesley, Carlos,
Sam y Austin, en la primera; y Jaxon, Justin, Lian, mi
papá y yo, en la segunda.
Austin, pone en marcha su camioneta y el polvo del
suelo hace una nube al las llantas de esta patinar un
poco sobre la tierra. Mi papá, enciende la segunda
camioneta, y todos se acomodan en la parte trasera,
para que así, yo pueda irme en el lado del pasajero
junto a mi padre.
Cuando estoy por cerrar la puerta, escucho el latir de
un corazón en la lejanía; por lo que, no me entro a la
camioneta y miro atentamente para ver de dónde
proviene aquel latido desconocido.
El haber pasado estos últimos años con los chicos y con
Julia, me había hecho aprenderme el sonido en
particular de cada uno de los latidos del corazón de
todos; pero este, no era familiar, no era de uno de
nosotros... y provenía del bosque.
—¡Vamos Katrina, ya Austin y los demás se nos
adelantaron! —Dice Lian desde la parte trasera de la
camioneta. Los miro, y noto cómo todos estaban un
poco pinchados allí atrás.
—Es que... —Me quedo callada, notando, cómo aquel
latido ya no estaba... no se escuchaba. —Creí escuchar
algo en el bosque.
—Puede que sea un animal o un aventurero, ya
escuchaste a Julia, hay un festival en el pueblo, puede
ser un turista perdido. —Dice Lian y yo asiento.
—Sí, puede que solo sea eso. —Miro el bosque
fijamente con el ceño fruncido, sin lograr volver a
escuchar aquel latido; por lo que, me siento dentro del
auto, cierro la puerta y Dexter, pone el auto en
marcha.

Capítulo 2

Durante todo el camino hacia el mercado, me quedé


pensando en aquellas palpitaciones que escuché en el
bosque. Estoy segura de lo que oí, estoy segura, de qué
había alguien en el bosque observándonos.
—Katrina, ayúdame a bajar estas cajas y colocarlas en
la tienda. Ya las personas están llegando al mercado.
—Mi papá está sobre el área de carga de la camioneta;
bajando las cajas de verduras, frutas y los huevos que
trajimos de la granja para vender.
Camino hacia dónde está mi padre y los chicos, tomo
una caja de tomates y la cargo hasta el puesto de
ventas que teníamos en el mercado, dónde, Austin
Lian y Sam; acomodaban las cosas sobre la mesa.

—¡Hoy venderemos muchísimo! —Dice Wesley,


colocando el letrero que dice las cosas que tenemos en
venta y sus respectivos precios. —El que haya una
feria en el pueblo, eso nos hará hacer mucho dinero. —
Celebra, moviendo sus manos hacia los lados como si
estuviera bailando.
—Sí... venderemos. —Digo, dandole la caja a Lian para
que acomodara las cosas en la mesa.
—¿Que tienes Katrina, aún estás pensando en aquel
ruido que escuchaste en el bosque? —Pregunta Lian,
comenzando a acomodar todo.
—Si. —Asiento, tomando una caja que Justin me trae y
acomodándola al lado de la mesa. —Es que, no se
sintió cómo si fuera alguna persona del pueblo o algún
turista; era algo más... —Tomo un suspiro, viendo,
cómo la gente
comenzaba a llegar en tumultos desde el pueblo.
—¡Tranquila, ya te dije, no es nada malo! —Lian me
coloca su mano sobre mi hombro y me da una
palmadita. —No pueden ser los Victorian ni los
encapuchados, ya han pasado dos años desde el
incidente en casa de Dexter; y no los hemos visto a
pesar de haberlos buscando tanto. —Un cliente llega y
Carlos comienza a atenderle. —Todo va a estar bien,
¿si? —Me mira con una sonrisa en los labios, yo
asiento.
***
Personas comienzan a llegar a nuestro puesto de
ventas, y las frutas y
verduras, desaparecen rápidamente mientras los
clientes las van comprando. —Gracias por su compra,
que tenga un buen día. —Le digo a una anciana ,
entregándole el cambio de su dinero.
—De nada mi niña, gracias a ustedes por siempre traer
frutas y verduras frescas. —Me regala una sonrisa y
comienza a alejarse con su compra.

Me quedo mirando a la anciana con una sonrisa en los


labios, ella siempre nos compra productos todos los
fines de semana, es muy linda.
De pronto, mientras observo a la anciana en la lejanía,
me percato de un hombre el cuál me mira
directamente a los ojos al final del pasillo entre toda
la gente. Éste, lleva puesto un traje muy elegante negro,
gafas de sol oscuras sobre sus ojos, su piel es muy
pálida; su cabello, rojo carmesí.3
Lo miro fijamente y frunzo mi entrecejo; la multitud
de gente, hace que lo
pierda de vista por un segundo, por lo que me muevo
un poco, tratando de verle, pero cuando logro mirar
entre la gente... éste ya no estaba.
—¿Estás bien amor? —Jaxon se para frente a mí,
pasando su mano
delicadamente por mi brazo.
—Sí... Creí ver a alguien que me estaba mirando. —
Digo, mirando todavía
entre las personas por si lograba ver a aquel hombre
misterioso.
—¡No le hagas caso, hoy está un poco paranoica! —Ríe
Lian, pasando por nuestro lado, cargando una caja de
pimientos verdes y acomodándolos en la mesa; ya que,
habíamos vendido todos los que anteriormente
habíamos
sacado de la camioneta.
Yo, le miro de reojo con mala cara.
—Está bien. Cuéntame, ¿qué pasó? —Jaxon me da una
sonrisa y yo le regalo una débil devuelta.
—Solo vi un hombre que me miraba desde el final del
pasillo. —Miro hacia dónde estaba el hombre hace
unos minutos y Jaxon, voltea su rostro hacia allá. —
Pero está bien, puede que Lian tenga razón, puede que
esté algo paranoica por la falta de sueño de anoche. —
Me acerco al chico y le doy un beso corto en los labios;
Jaxon sonríe.

—Bueno, si no te sientes segura o cómoda, me dejas


saber y yo me quedo contigo. —Pasa su mano
suavemente por mi cabello y yo asiento.
—Gracias. —Sonrío, y Jaxon, camina hacia dónde está
mi padre en la
camioneta; bajando algunas cajas de huevos frescos.
—Buenas tardes, ¿sería tan amable de darme una
docena de huevos? —
Escucho a un hombre hablar a mis espaldas, por lo que
me volteo
rápidamente para atenderle.
—Sí, ahora mismo se los doy. —Le miro con una
sonrisa, pero, esta se disipa al ver, que es el hombre
que me estaba mirando en la lejanía hace un rato.
El hombre, me mira muy serio y lo veo hacer una
mueca de asco con la boca mientras me observa. Éste,
saca un pañuelo blanco de su bolsillo y se lo
coloca sobre su nariz y boca con fuerza.
—Toma Katrina, aquí tienes los huevos para el senor.
—Carlos me pasa una docena de huevos, y yo los tomo
sin tan siquiera voltear a verle, sin quitar mi vista de
aquel hombre misterioso.
—Serian tres dólares. —Coloco los huevos en una
funda de papel, mirándole fijamente.
¿Porqué se tapa la nariz y la boca con el pañuelo?
¿Quién es?
¿Porqué actúa tan raro?
—¿Está bien? ¿Le pasa algo? —Le pregunto, en tanto
coloco la docena de huevos dentro de la funda sobre la
mesa.

—Si, son las alergias. —Mete su mano en el bolsillo


trasero de su pantalón,
saca un billete de cinco dólares y me lo entrega. —Soy
muy alérgico a las flores de esta epoca.
Tomo los cinco dólares y extiendo mi mano para darle
el cambio, pero éste, mira los billetes en mi mano con
asco.
—¡No! ¡No los quiero, quédate con el cambio! —Menea
su cabeza en negación
y toma los huevos de sobre la mesa. —Gracias. —Dice,
para luego, comenzar a alejarse rápidamente.
Me quedo observándolo caminar entre las personas,
hasta que, en un parpadear, vuelve a desaparecer
nuevamente.
***
Algunas horas pasaron desde que llegamos al mercado
en la mañana; ahora,
con todo ya vendido y con el dinero recolectado
guardado en un sobre que tenía mi papá; los chicos,
estaban subiendo las cajas vacías en las que
trajimos las verduras y las frutas, a las camionetas.
—Que bueno que no tuvimos que estar todo el día aquí
para lograr vender las cosas. —Dice Sam muy
contento, quitando el letrero de enfrente.
—Ahora podremos descansar o dormir un poco. —Le
contesta Wesley,
tomando las últimas cojas que quedaban en el suelo.
—¡Entrenar es lo que debemos hacer; no estrenan hace
un mes! —Carlos los mira serio a los dos. —Se creen
que por qué ya los encapuchados no nos siguen, ya
pueden dejar el entrenamiento y hacerse unos
debiluchos. —Cruza las manos sobre su pecho y les
mira de reojo.
—¿Debilucho yo? —Sam se señala el pecho, mirando a
Carlos con una ceja arqueada.
—¡Sí, tú y Wesley están hechos unos debiluchos de
mierda! —Grita Carlos, y Sam, abre la boca
asombrado. Wesley, a penas llega de llevar aquellas
cajas a la camioneta.
—¿De qué me perdí? —Nos mira a los tres y yo encojo
mis hombros haciéndole entender, que no me metieran
en sus asuntos.
—¡El enano éste nos llamo debiluchos! —Sam señala a
Carlos.
—¿Perdón? —Wesley mira a Carlos de arriba a abajo.
—¡Sí, es lo que son! Hace meses que no hacen nada más
que tirarse en el sillón de la sala o en la cama a ver
televisión y comer. —Carlos los mira con los ojos
entrecerrados.
—¡Verás quién es el debilucho, enano de mierda! —
Wesley se le tira encima a Carlos, y ambos, caen al
suelo. Wesley, está sobre Carlos dándole unos
cuantos punetazos no muy fuertes en los brazos y
hombros.
—¡Pégale con fuerza al enano engreído ése! —Grita
Sam moviendo su mano en el aire mientras da saltitos.
Yo, solo puedo reír viendo a estos idiotas que tanto
cariño les tengo.
En ése momento, veo con la esquina del ojo, al hombre
misterioso mirándome disimuladamente desde unos
tres puestos más abajo.
—Vuelvo ahora chicos. —Digo, comenzando a caminar
hacia allá.
Tengo que averiguar quién es éste hombre.
¿Porqué se está comportando tan raro?
Acaso, ¿habrá sido él a quién escuché en el bosque
frente a la casa de Julia
esta mañana?

¿Me estará espiando?


¿Qué es lo que quiere?
Comienzo a caminar entre las personas, viéndolo,
cómo voltea el rostro y me mira mientras está en aquel
puesto de barras de jabones de la señora Matilda. Al
estar ya solo a unos cuantos metros de él, veo, cómo
suelta aquellas barras de jabón y comienza a alejarse,
acelerando su paso entre las personas que transitaban
por aquel pasillo.
Tratando de avanzar para que no se me fuera a perder,
comienzo a rebasar personas, chocando con ellas y
metiéndome entre el tumulto sin quitar la
vista de él.
—¡Disculpen! ¡Permiso! —Digo, pasando entre la gente.
Noto, cómo el hombre misterioso, da un giro a la
derecha al final del pasillo y lo veo tirar algo a la
basura.
Una vez llego al final del pasillo, miro hacia todos
lados y no logro verle; una vez más... se había perdido.
Volviendo hacia el basurero dónde éste había tirado
algo; me acerco a el y veo la funda de papel en la cuál,
yo le había colocado los huevos que éste había
comprado.
Tomo la funda con mucho cuidado, hay algo pesado
dentro de ella.
Al sacarla del basurero, la abro con suma precaución y
veo, el cartón de la
docena de huevos que le vendí. Tomo aquel cartón, tiro
la funda al basurero y procedo a abrirlo. Habían
algunos huevos rotos en su interior, otros, totalmente
intactos.
¿Para qué compró los huevos si no los quería?1

¿Para qué tomarse la molestia en ir pedir una docena, si


luego los iba a tirar a la basura?
Cuando voy a tirar aquellos huevos de vuelta al
basurero, algo en uno de ellos llama mi atención, por lo
qué, lo tomo con cuidado para ver, lo que mis ojos
jamás pensaron encontrarse.
El huevo, tenía una escritura, la cuál parecía haber sido
hecha con un rotulador negro el cuál ponía: "LOBOS".
Tiro los demás huevos al bote de basura frente a mí,
mientras, me quedo
mirando fijamente aquellas letras en negro; aquella
escritura, la cuál ponía lo que somos... nuestra
naturaleza... nuestro secreto.
Ése hombre, no había llegado a nuestro puesto de
ventas por casualidad; y definitivamente, no había
venido hoy al mercado a comprar huevos para su casa.
Éste hombre, sabía de nosotros, sabía que no éramos
humanos... sabía, nuestra verdadera identidad.
Pero, la pregunta más importante es...
¿Quién es?
¿Qué es?
¿Cómo sabe lo que somos?
No es un Victorian, no es un encapuchado... entonces,
¿qué mierdas es?
Camino hacia el puesto de ventas de la señora Julia con
aquel huevo en la mano; mirándolo mientras camino...
pensando.
—¿Dónde estabas, Katrina? —Dice Carlos limpiándose
una gota de sudor de la frente. —Te estábamos
buscando para irnos.
—¿Estás bien? —Pregunta mi papá y se me acerca. —¿A
dónde fuiste? ¡Me asustaste, hija! —Subo la mirada y
lo veo mirar aquel huevo que tengo en la mano.
Sin decir nada, les muestro el huevo a todos; y veo,
cómo sus ojos se iluminan como dos farolas en medio
de la oscuridad.
—¿De dónde sacaste eso? —Justin camina hacia mí y
toma el huevo de mis manos.
—Un hombre que vino a comprar al puesto hace unas
horas. —Contesto seria. —¿El mismo que te estaba
mirando? —Pregunta Jaxon y se para a mi lado.
—Si. —Asiento. —No sé quién es o que es lo que
quiere, pero, por eso... —
Señaló el huevo que pasa ahora a las manos de Austin.
—Por eso... ya sabemos que conoce nuestra verdadera
identidad.
—¿A dónde fue? —Pregunta Austin muy serio.
—Lo perdí de vista.
—¿Era un Victorian? —Dice, y su pecho se agita con
tan solo mencionar aquel nombre.
—No. —Niego. —No era un Victorian o un
encapuchado, era... algo más.
—¿Algo más? —Dice Lian, frunciendo el entrecejo y
mirándome con confusión. —Si, no estoy segura; pero
sé, que volverá... —Digo, mirándolos a todos
mientras estos, se quedan fríos.
***
Yendo de regreso a casa de doña Julia, los chicos
estaban muy callados
durante todo el transcurso; creo, que se sentían un poco
apenados por haber

creído que yo estaba paranoica en la mañana, y por


aquello, ya se habían
disculpado.
Lian, quién estaba en la parte trasera de la camioneta
junto con Jaxon y Justin; mi papá conduciendo y yo en
el asiento del pasajero; miraba aquel huevo con la
inscripción "LOBOS" sin parpadear.
—¡No entiendo cómo supieron que somos lobos! —
Justin tira hacia atrás su cabeza y la recuesta del
espaldar del sillón de la camioneta. —¡Si estábamos
haciendo todo tan bien, sin levantar sospechas! —
Suspira y se lleva las manos al rostro.1
—No hacemos nada que la gente pueda sospechar que
tenemos demasiada fuerza; no corremos rápido... nos
estábamos comportando como humanos. — Dice Lian
y se rasca la cabeza. —¡Ni la misma Julia, que vive con
nosotros, se a dado cuenta!
—Algo tuvo que haber sido lo que levantó las sospechas
de ésa persona, o tal vez, es enviado por alguien y ya
sabe de nosotros. —Dice mi papá mientras
conduce.
—¡No lo puedo creer!—Justin parece estar muy
consternado por esto. —Si fueran los Victorian, pues
que mas da, ya que los estamos buscando para
arrancarles la cabeza; nos harían un favor en
encontrarnos ellos a nosotros. — Levanta la cabeza y
me mira, yo, volteada en el sillón, para así poder
mirarlos. —Si, pero si no son los Victorian, son un
problema más que nos sumará al estos saber de nuestra
identidad. —Habla el chico de los ojos verdes y yo
asiento. —De ahora en adelante, tenemos que andarnos
con mas cuidado, estar atentos. —Todos asentimos.
Cuando mi papá estaciona la camioneta tras la de
Austin, quién había llegado solo un minuto antes de
nosotros, vemos, cómo la señora Julia sale corriendo

despavorida de la casa. Lágrimas caen por sus ojos y


escucho su corazón muy acelerado.
Rápidamente, todos, nos bajamos del auto.
—¡Ayuda! —Dice, y la veo resbalar sobre sus propios
pies y caer al suelo. Inmediatamente, corro hacia ella,
me agacho y comienzo a ayudarla a pararse del suelo.
—¿Está bien? ¿Qué sucede? —Digo, tomándola de la
mano y sosteniéndola a mi lado.
—¿Que pasa doña Julia? —Dice Austin mirándola
fijamente.
—¡Es Zeus, algo le pasó! —Señala con su mano
temblorosa la casa. —¡Está sangrando! —Solloza.
Los chicos, se miran entre ellos confundidos, en tanto
Justin y Lian, corren hacia dentro de la casa a toda
prisa.
—Vamos Julia, la ayudaré a que se siente en el balcón,
nosotros nos
encargaremos de Zeus. —Dice Carlos, tomando a la
anciana de una brazo, y llevándola hacia el balcón.
Los demás chicos y yo, corremos hacia la casa a toda
prisa. Al entrar, vemos, a Justin y Lian con el perro en
los brazos.
—¿Qué le pasó? ¿Está bien? —Pregunta Wesley
mirándole.
—Está bien, perdió poca sangre, sobrevivirá. —Lian
pasa su mano por la
cabeza del perrito, acariciándolo suavemente. —Trabajé
un tiempo en un hospital de animales, y créeme, estará
bien. —Asiente.
—¿Porqué perdió sangre? ¿Se cortó? —Sam se acerca y
se coloca en cuclillas, mirando a Zeus de cerca.

—Parece que tiene una herida aquí. —Justin señala una


de sus patas
delanteras. —Pero, es una herida muy rara... —Dice y
todos, comenzamos a acercarnos al perrito. —Parece,
cómo una mordida.
Mi corazón se acelera al ver aquella mordedura en la
pata delantera del perro de doña Julia. Esta mordida,
tenía solo dos dientes marcados, dos colmillos los
cuáles le habían hecho un pequeño agujero en la piel.3
—¿Sería un coyote? —Pregunta Sam, mirándonos
confundido.
—¡No parece la mordida de un coyote! —Murmuro.
En ése momento, Carlos, entra a la casa, cerrando la
puerta tras de sí.
—¿Cómo está el perro? ¿Estará bien? La señora Julia
está muy nerviosa. —
Dice, acercándose a nosotros.
—Dile que estará bien, no fue nada grave. —Lian coloca
al perrito en la camita y éste, le lame la mano con
alegría. —Ya está contento. —Sonríe revolcando
los cabellitos de la cabeza y el perrito, mueve su colita
hacia ambos lados. — Solo le desinfectaré un poco el
área y quedará como nuevo.
Carlos, se acerca a Zeus y le mira la patita herida. Veo,
cómo su rostro se torna pálido y sus piernas se
debilitan, haciendo, que éste casi caiga al suelo.
—¡Carlos! ¿Estás bien? —Me paro rápidamente y le
sujeto por un brazo; los
ojos del chico, fijos en la herida de Zeus.
—¡Ésas marcas! —Señala, diciendo entre un
tartamudeo. —¡Ésas marcas, Katrina! —Sus ojos se
cristalizan y escucho, cómo su corazón se acelera a una
velocidad muy rápida.
—¿Qué pasa, Carlos? —Pregunto; todos, se le quedan
mirando.

—¡Esas marcas ya las había visto antes! —Voltea su


rostro y me mira fijamente. —¡Ésas, son las marcas
que dejó el chupa sangre, en el cuello de mi hermanito
cuando lo mató aquella noche! —Solloza.2
Un escalofrío recorre mi cuerpo en un segundo; y veo,
cómo una lágrima salta de los ojos de Carlos y
comienza a rodar por su mejilla.
Rápidamente, le abrazo con todas mis fuerzas en tanto
éste, se quebranta en llanto.
Mi mente, comienza a correr a niveles muy rápidos,
pensando, en la relación que hay entre todo esto; en
qué si lo que le pasó a Zeus, tenía que ver con lo que
pasó hoy en el mercado.+
Acaso, ¿esto había sido algún tipo de advertencia?
¿Algún tipo de señal, para que sepamos, que nos están
vigilando?
No lo sé, pero de lo que sí estoy segura, es de qué... lo
averiguaré.

Capítulo 3

El bosque, los rayos de sol pegándome en la cara... mis


piernas corriendo
velozmente entre los árboles. Llego al enorme lago,
comienzo a correr por su orilla, pasando de el y viendo
cómo el rio continúa. Escucho el sonido del agua caer,
sé, que la cascada está al final del rio, por lo que, me
acerco a gran
velocidad hacia ella... Al ver el risco y la cascada, salto,
mientras siento, cómo voy cayendo, hasta que, caigo al
agua y todo se vuelve oscuro nuevamente.
***
Me siento en la cama con la respiración agitada; mi
cuerpo sudando, mi
corazón palpitando muy rápido.
¡No puede ser, otra vez había tenido aquella pesadilla;
otra vez, había soñado con lo mismo!
Tenso mi cuerpo en tanto sujeto con fuerza y coraje, las
sábanas que me rodean. Me desconcierta tanto el saber
que sueño siempre lo mismo y no
puedo hacer nada para evitarlo.
Miro a mi derecha, Jaxon está dormido, no lo he
despertado y doy gracias por ello. Levantándome de la
cama con mucho cuidado de no despertarle; camino
hacia el armario y en vez de tomar aquel abrigo cómo
de costumbre, tomo mi ropa y me cambio de mi
pijama, para luego, colocarme unos zapatos.
Salgo de la habitación, todo el pasillo está muy oscuro,
todos están
durmiendo. Caminando muy despacio, bajo las
escaleras y me dirijo hacia la puerta principal de la
casa.
Antes de salir, miro a Zeus, quién duerme en su camita
a un costado de la entrada; ya se encuentra bien, ya se
a recuperado gracias a los cuidados que Lian a tenido
con él y a las medicinas que éste fue a buscar al pueblo
para ayudarle. Tenemos mucha suerte de que Lian
haya trabajado en un hospital
de animales, sino, no sé qué hubiera pasado con Zeus
aquel día que fue atacado.
Aún no comprendo qué fue lo que pasó; y qué o quién,
le pudo haber hecho eso a éste animal tan pequeño e
indefenso. Pero, de lo que sí estaba segura era, de que
fuera lo que fuese; pudo haber matado al perro si
quería, pero en
cambio, no lo hizo.
Definitivamente, había sido algún tipo de advertencia,
algún tipo de señal
para que nosotros supiéramos que lo que fuera eso,
estaba ahí fuera; pero,

aún no entiendo a ciencia cierta qué significa o qué


quieren decir con ése
mensaje.
Abriendo la puerta principal de la casa, me sorprendo al
no ver a mi padre sentado en las escaleras de la
entrada; tal vez, esta noche, había podido
conciliar el sueño, y me alegro mucho por él.
Desde que mamá murió por salvar mi vida aquella
trágica noche, mi papá no había sido el mismo desde
entonces. Sé, que se la pasa llorando cuando se encierra
por horas en su habitación, sé que sufre... se que la
extraña.3
Pero, juré que me vengaría de los Victorian por haberle
echo esto a mi mamá,
a mi papá y a todos los que amo. Nos han hecho pasar
un infierno desde antes de que yo naciera, y de eso, me
vengaría.
Salgo al balcón y comienzo a bajar los escalones de las
escaleras,
dirigiéndome hacia la parte trasera del granero, en
dónde; cuando en noches cómo éstas; solía practicar a
solas con un saco de arena el cuál teníamos
colgado de una rama de un árbol para golpearle.
Llegando a detrás de aquel granero, me paro bajo del
árbol de roble y
comienzo a golpear aquel saco de arena mientras
pienso.
Pienso, en aquel hombre de pelo carmesí que se tapaba
la nariz al estar frente a mí, que me miraba con asco y
desprecio, que me dejó aquel huevo con la inscripción
de "LOBOS" en el. Pienso, en el pobre de Zeus, y en lo
que le
hicieron, en el corazón que escuché en el bosque en la
mañana.
Sigo golpeando aquel saco de arena, haciéndolo oscilar
de un lado a otro con cada puño y patada que le
pegaba.
Pienso, en todo lo que hemos sufrido; en mis padres
teniéndome que
abandonar, en crecer en un lugar dónde nadie me
comprendía y me llamaban

fenómeno, en tener que sufrir el que me persiguieran y


me atormentaran... en la muerte de mi madre cuando a
penas estaba disfrutando de conocerla.
Doy un fuerte puño al saco de arena, y mi mano hace
un hueco en el saco y lo penetra. Arena, comienza a
fluir de entre el hueco y mi mano, cayendo al suelo
mientras yo solo lo observo.
Mi corazón está agitado, mi respiración también, mi
cuerpo sudado por todo
lo que le he pegado al saco, sin tan siquiera haberme
dado cuenta. Me había segado, me había dejado llevar
por la ira y el coraje...
—Eres buena, pero tu odio te hace ser débil. —Escucho
la voz de mi padre, por lo que me volteo. Él, está
arrinconado de un árbol cercano , solo observándome.
—Papa, ¿qué haces despierto? —Saco mi mano del saco
de arena y comienzo a sacudirlas mientras camino
hacia él.
—Lo de siempre, pero creo que hoy te me adelantaste.
—Sonríe con las manos cruzadas sobre su pecho.
—Creo que ya tú y yo, no tenemos remedio. —Río,
acercándome a él.
—¿Qué crees si ambos practicamos un rato? —Despega
su espalda del árbol y
camina hacia mí, para luego, colocar su mano sobre mi
hombro.
—Ya arruiné el saco de arena. —Señaló el saco que está
colgando desinflado
de la rama del árbol.
—No necesitamos un saco de arena, practicaremos
como lo hacía yo en
el Colegio Wolfrahan... de lobo a lobo. —Se cuadra,
colocando sus puños
frente a sí y doblando las rodillas en posición
defensiva.

—No, pelearé contigo, papá. —Le digo, frunciendo el


ceño y mirándole de arriba a abajo.
—¿A no? —Sonríe de medio lado y un escalofrío sube
por mi espalda.
—¡No! —Digo seria, pero mi padre, me mira con una
expresión el rostro de "No me interesa lo que digas".
—¡Pues te tendrás que defender de un lobo clase C,
cariño! —Dice, para luego, correr hacia mí y comenzar
a lanzarme puños y patadas, las cuáles, tengo que
esquivar con mucha velocidad al ver lo muy rápido que
éste era.
Mi padre, se acerca y lo veo saltar en el aire con su
puño directo hacia mí. Yo, me agacho, esquivando así
su ataque, y cuando sus pies tocan el suelo, le doy una
patada en una de sus piernas que lo hace perder el
balance y caer de espaldas al suelo.
—¡No pelearé contigo, no te quiero lastimar! —Le digo
a mi padre en voz alta mientras, lo observo mirarme
muy serio desde el suelo.
Rápidamente, éste, se levanta del suelo de un brinco, y
hace un movimiento tan rápido, que no logro ver, solo,
siento un fuerte dolor en mi costilla y caigo al suelo de
rodillas.
—No me interesa que me lastimes, Katrina. Lo que no
quiero es que te
lastimen a ti cuando te enfrentes a las adversidades que
estén por venir. — Dice, extendiendo su mano hacia mí
para ayudarme a poner en pie.
Yo, tomo su mano y me levanto con un poco de dolor
aún en mis costillas.
—No estás lista para enfrentarte a los Victorian;
ninguno de nosotros lo está; y desde lo que pasó ayer,
no puedo sacarme de la cabeza que puede que todos
estemos en peligro. —Me mira con seriedad.

—Yo puedo con ellos, tengo la fuerza suficiente para...


—Me interrumpe.
—¡No, no la tienes! —Sus ojos se clavan en los míos y
yo, siento una presión en mi pecho. —Eres muy joven
todavía, no tuviste el entrenamiento que necesitabas
en el Colegio Wolfrahan, aún no entiendes ni sabes
usar
completamente tus habilidades... no puedes con ellos.
—Soy la loba clase X, yo... —Me interrumpe
nuevamente y coloca ambas
manos sobre mis hombros.
—No dejaré que mueras a manos de ellos, no dejaré...
que ellos me quiten más de lo que me han quitado en
mi vida. —Sus ojos se cristalizan y noto, cómo su
entrecejo se frunce con fuerza. —¡Me quitaron a mis
padres, a mi hermana, a
mi esposa... y no permitiré que me quiten lo único que
tengo en esta vida.... a ti!—Una lágrima rueda por la
mejilla de mi padre y yo siento, cómo mi corazón se
rompe en mil pedazos.2
—Yo... —Bajo mi mirada al suelo; un nudo se forma en
mi garganta y olvido cómo hablar. —Yo no sabía que
los Victorian te habían quitado tanto. —Digo, y mi
voz se entrecorta.
—Nadie tiene más deseo de arrancarles la cabeza como
lo tengo yo, Katrina. Pero, necesito que me prometas
que no te enfrentarás sola a ellos si algo sucede,
necesito, que te entrenes y que pongas lo mejor de ti
para ser fuerte y manejar tus habilidades. —Dice,
mientras sus lindos ojos me miran fijamente los míos.
Veo, cómo su pecho sube y baja rápidamente, y
escucho, cómo su corazón se acelera a la misma vez
que palpita muy fuertemente.
—Está bien, papá. —Le soy una leve sonrisa en tanto
asiento. —Tampoco creas que dejaré que me alejen de
ti, eso jamás lo permitiría. —Sonrío y mi padre,
me devuelve débilmente aquella sonrisa.

—Lo sé hija, lo sé. —Mi padre, se abalanza sobre mí y


me da un fuerte abrazo; yo, rodeo mis brazos alrededor
de su cintura en tanto meto mi rostro entre su cuello;
oliendo, su típico olor y tomando una gran bocanada de
aire para así, jamás olvidar cómo se siente, estar entre
sus brazos.
Mi padre, me aleja un poco de si, y me mira directo a
los ojos de aquella manera que me hace sentir tan
segura frente a su presencia.
—¿Qué tal, si vamos adentro y hacemos el café antes de
que doña Julia nos sorprenda con las tazas de café
recién hechas por ella?
—Sí, creo que es una buena idea. —Asiento, y mi papá
y yo, comenzamos a dirigirnos nuevamente hacia
dentro de la casa.
***
Luego de preparar un café muy malo y aguado con mi
papá, lo dejo en la
cocina para subir a asearme, cambiarme y lavarme los
dientes.
En silencio, por si Jaxon aún seguía durmiendo, abro
muy despacio la puerta de la habitación, para ver,
cómo éste seguía dormido en la cama.
Sin hacer demasiado ruido, me acerco al armario, abro
sus puertas y tomo la ropa que me pondría luego de
darme una buena ducha caliente.
Siendo muy sigilosa, y viendo lo muy tierno que el
chico de los ojos verdes se veía durmiendo, camino
hacia la puerta de la habitación, la abro y salgo de ella
cerrándola tras de mí con sumo cuidado.
Al llegar al cuarto de baño, coloco mi ropa sobre la tapa
cerrada del inodoro, en tanto, enciendo la ducha para
que el agua caliente comenzara a correr.
Comienzo a quitarme la camisa, y siento un pequeño
dolor en mis costillas. Al la camisa caer al suelo, miro
mi vientre y veo, cómo un pequeño moretón

amoratado se había formado en la parte dónde mi padre


me había dado aquel golpe cuando practicábamos.
Mi papá tenía razón, en solo una práctica, él pudo
hacerme esto, no imagino,
lo que los Victorian podían hacer conmigo si me
enfrentara a ellos, quienes obviamente, eran mucho
más fuertes que mi papá; y por lo tanto, más que yo en
estos momentos.
Quitándome lo que me restaba de ropa y quedándome
completamente desnuda; camino hacia la ducha,
metiendo la mano el agua y comenzando a gradual la
temperatura de esta hasta que estuviera al punto en el
cuál me agradara.
Sin pensarlo demasiado, me meto de pies a cabeza bajo
el agua, mojando mi cabello y mi cuerpo, sintiendo,
cómo el agua baja por mi espalda y mis
piernas.
Paso mis manos suavemente por mi cabeza y cabello,
disfrutando, de aquella corriente de agua fresca que
baja por mi rostro y mi ser.
Dejo salir todo aquello que me atormentaba, toda la
ansiedad y el estrés que estaba dentro de mí... todo
aquello, que rodeaba mi cabeza día y noche sin cesar.
En ése momento, escucho, cómo la cortina de la ducha
se abre, por lo que, abro mis ojos y veo, al chico de los
ojos color oliva adentrarse a la ducha
conmigo estando completamente desnudo.
—¡Buenos días! —Dice, dándome una sonrisa pícara y
acercándose.
Yo, me quedo completamente perpleja al verlo en la
ducha junto a mí. Mi
corazón se acelera a niveles extravagantes en tanto bajo
la mirada al suelo sintiendo pena.

—¿Qué haces aquí? —Murmuro con voz baja y


temblorosa.
—Vine a darme una ducha. —Sonríe y se acerca.
Colocando sus manos en mis brazos con delicadeza y
acariciando mi piel suavemente.1
—¡No puedes estar aquí, Jaxon! —Murmuro sacando
sus manos de mis brazos. El agua, cayendo tanto en mi
cuerpo cómo en el de él.
—¿A no? —Bufa con una risita burlona en los labios.
—¡Si papá te ve en la ducha conmigo...! —Digo, pero el
chico de ojos verdes me interrumpe.
—Dexter no se enterará de nada si no gimes con fuerza.
—Muerde su labio inferior, me toma de la cintura y
me pega a su cuerpo.3
Yo, trago profundo al sentir su piel junto a la mía; al
sentir, el calor de su
cuerpo ser transferido al mío.
Una corriente eléctrica sube por mi espalda, y siento,
cómo me quedo sin
aliento por un segundo.
Jaxon, comienza a acercar su rostro al mío, y yo se lo
permito. Sus labios,
hacen contacto con la piel de mi cuello, en tanto yo
inclino mi cabeza hacia un lado, permitiéndole hacer
más.
Su boca, sube desde mi cuello hasta mi rostro,
buscando la mía para así,
comenzar a besarme. Sus labios y los míos, se mezclan
en perfecta armonía;
en tanto siento, cómo los dientes del chico de ojos
verdes, halan
delicadamente de mi labio inferior.
Yo, suelto un suspiro al las manos de Jaxon, comenzar
a acariciar mi cuerpo desnudo. Sus manos, viajan
lentamente por mi espalda, provocándome un
escalofrío que hace que suelte un leve gemido.
Siento, cómo Jaxon sonríe sobre mis labios por aquello,
mordiendo su labio inferior mientras lo hace.
Inmediatamente, el chico de ojos verdes, baja sus
manos hacia mis muslos y me sube sobre su regazo a la
vez que me pega a la pared que está a mi
derecha.
Mis espalda, pegada a la fría cerámica de la ducha; mis
piernas, rodeando la cintura del chico y mis manos
entrelazadas tras su cuello.
—¡Te amo, Katrina! —Murmuran sus labios sobre los
míos mientras siento, cómo su miembro, comienza a
entrar en mi intimidad.
Me quedo sin respirar por algunos segundos, al sentir,
cómo el chico
comenzaba a moverse; provocándome aquella ola de
sensaciones que me hacían enloquecer.
Jaxon, intensifica sus movimientos y yo, suelto otro
gemido.
—Nos van a descubrir, Katrina. —Murmura con una
sonrisa descarada en los labios; yo muerdo mi labio
para evitar jadear.
En ése momento, escucho, cómo alguien golpea la
puerta del baño, y mi cuerpo se tensa con tan solo
saber que Jaxon y yo estábamos aquí dentro haciendo
el amor.1
El chico de los ojos verde oliva, me mira, y me hace
una mueca para que guardara silencio; éste, continúa
moviéndose increíblemente dentro de mí, haciendo
caso omiso a quién sea que estuviera tocando la puerta.
—¿Quién está ahí? ¡Avanza que hay cola para ir al
baño! —Escucho la voz de Justin al otro lado de la
puerta y me tenso. Jaxon, suelta una risita al percatarse
que es su papá.

—Tendremos que acelerar esto. —Susurra, en tanto


muerde su labio inferior; aumentando su velocidad y
haciendo que mi espalda se curve
involuntariamente por aquello que me hacía sentir.
Me sostengo de sus hombros, clavando mis uñas en un
espalda y éste, suelta un pequeño gemido de placer.
—¿Quién está ahí? —Mi papá, toca la puerta con dos
golpes fuerte y yo, siento que quiero morir.
—¡Contéstale! —Murmura el chico de los ojos verdes y
yo niego con mi cabeza soltando un suspiro. —
Tumbarán la puerta si no le dices que eres tú. —
Susurra.
En ése momento, tomo una gran bocanada de aire, y
trato de hablar.
—Soy yo, papá... —Digo, con la voz temblorosa, al
Jaxon, comenzar a besar mi pecho y mis senos
haciéndome extasiar.
—¡Apúrate Katrina! ¿Qué mierdas haces que has
tardado tanto? —Dice con un tono de voz serio.
Jaxon, lame mis senos con una risita en los labios,
sabiendo, que eso me impedía hablar bien.
—Ya voy... —Digo entre un tartamudeo, mientras pego
mi espalada y mi
cabeza a la pared, sintiendo, cómo un orgasmo inunda
mi cuerpo, en tanto Jaxon, termina dentro de mí a la
misma vez.2
El chico, abre su boca mientras extiende su cabeza
hacia atrás, cerrando los ojos y apretando con fuerza
mi cintura. Sintiendo placer...
Escucho, cómo su corazón palpita más lento, pero
fuerte, si es que esto hace algún sentido.

Nuestras miradas se cruzan, y ambos, nos quedamos


mirándonos fijamente por algunos segundos.
Jaxon, acerca su rostro al mío y me da un beso corto en
la frente mientras una sonrisa inunda sus labios.
Éste, me baja con cuidado y yo, me siento feliz al
tenerlo a mi lado.
—¡Mierda Katrina! ¡Ya está toda la casa aquí, hay cola,
apresúrate! —Dice mi papá desde el otro lado de la
puerta y lo noto molesto.
—¡Vete, Jaxon! —Murmuro, empujando al chico fuera
de la ducha.
—¡Pero aún no me he duchado! —Dice y hace una
mueca con su rostro.
—¡No importa! —Lo saco de la ducha y lo miro parado
frente al lavabo, en
tanto sujeto la cortina de baño tapando mi cuerpo.
—¿Cómo voy a salir? ¡Están todos ahí! —Habla en voz
muy baja y lo veo señalar la puerta. Su cuerpo,
completamente desnudo y goteando agua... se ve tan
jodidamente sexy.
—¡Por la ventana, Jaxon! —Señalo la ventada a sus
espaldas y éste voltea
mirarla.
—¡No! —Me mira fijamente a los ojos y menea su
cabeza en negación. —¡No saltaré por una ventana! —
Frunce su entrecejo y me señala con el dedo índice. —
¡Katrina! —Grita mi papá y yo miro a Jaxon
apurándole con la mirada.
—¡Salta! —Frunzo mis labios y le miro seria; éste, se
me queda mirando por unos segundos con una
expresión fría en el rostro, para después, hacer una
mueca y tomar una toalla de la pared.
Veo, cómo el chico de los ojos verdes, se coloca aquella
toalla alrededor de la cintura de mala gana y comienza
a caminar hacia la ventana.

Jaxon, abre la ventada de cristal y lo veo mirar hacia


abajo.
Su cuerpo se voltea un poco para mirarme y sus ojos se
clavan en los míos.
—¡Me las pagarás, Katrina! —Dice, aparentando estar
molesto, pero
escondiendo aquella sonrisa que quiere brotar de sus
labios.
—¡Te amo! —Murmuro entre una sonrisa, y veo, cómo
Jaxon salta por aquella ventana; llevándose su ropa
usada en manos y desapareciendo del cuarto de baño.
Yo, suelto un suspiro al saber que ya no estaba aquí.
Por lo que, rápidamente, salgo de la ducha luego de
apagarla, tomo una toalla la cuál coloco alrededor de
mi pecho y cuerpo y mi ropa en manos.
Con el corazón en la garganta, me paro frente a la
puerta del baño, tomo el pomo, lo giro y la abro.
Lo primero que veo, es el rostro de mi padre quién me
mira de mala gana, y el de Justin, quién me observa
con los brazos cruzados sobre su pecho.
—¡Hola! —Digo con una sonrisa nerviosa en los labios
y veo, cómo Sam, Lian, Carlos y Wesley se asoman
con miradas matadoras hacia mi persona.
Yo, doy el primer paso hacia fuera del cuarto de baño y
siento, cómo las
miradas de todos me juzgan.
—¿Sabes que hay gente que se está cagando aquí? —
Dice Wesley mirándome con el ceño fruncido.3
—Lo siento. —Murmuro, comenzando a caminar hacia
mi habitación.
En ése momento, veo a Jaxon subir por las escaleras
con la toalla enrollada en la cintura; su cabello mojado,
y su torso desnudo, aún goteando agua.

Todos, voltean sus miradas hacia el chico de ojos


verdes y éste, solo les brinda una sonrisa.1
—¡Buenos días! —Dice, caminando en dirección hacia
la habitación.
—¿Buenos días? —Dice Justin, mirándolo de arriba a
abajo.
—¿Disculpa? —Mi padre habla entre dientes y veo,
cómo Lian, Sam y Wesley, aguantan una risita
juguetona que quiere salir de sus bocas.1
—¡Creo que ya sabemos por qué Katrina se tardó tanto
en el baño! —Dice
Carlos con una sonrisa en los labios; cruzando sus
manos sobre su pecho y
mirándome con una ceja arqueada.1
Yo, siento, cómo mi rostro arde al ver a todos mirar a
Jaxon y a mí de aquella manera.
—¡No! Yo me bañé primero que Katrina. —Contesta
Jaxon, tomando el pomo de la puerta de la habitación.
Todos, se quedan en silencio y veo, cómo Justin y
Dexter lo miran con mala cara.
—¿A sí? ¿Y porqué tienes los pies sucios de tierra?
¿Porqué tienes en tus manos la ropa sucia... y porqué
mierdas... vienes del primer piso en toalla? —Grita mi
papá y escucho las risitas de los chicos a mi lado.
Jaxon, abre los ojos cómo dos farolas; en tanto suelta la
ropa al suelo y
comienza a correr en dirección a las escaleras.
Mi papá y Justin, sueltan sus toallas al suelo y se le van
detrás corriendo,
mientras yo, muero de la pena en aquel pasillo.

Capítulo 4
Vergüenza, bochorno y pena...
Eso era lo que sentía yo ahora mismo.
Mi papá y Justin, habían atrapado a Jaxon luego de que
éste, saliera corriendo del segundo piso en toalla.
Puedo decir, que tuvo que pasar un buen rato para que
estos dos lograsen atraparlo, no sabía que Jaxon era tan
atlético y veloz hasta ahora. En ése tiempo, en que
estos tres estuvieron correteando por el patio delantero
de la casa, yo tuve tiempo de cambiarme de ropa,
pensar en lo muy avergonzada que estaba y bajar al
primer piso a presenciar aquello.
Luego de atraparlo y traerlo a la casa, nuestros padres;
nos habían sentado en el balcón y estaban dándonos
algunos sermones sobre la sexualidad, respeto
y más aún, lo que tener una vida sexual activa...
conllevaba.
¡Lo sé... incómodo!
¿Alguna vez han sentido ésa sensación de que quieren
que la tierra se los trague y los escupa en otro lugar?
Pues así mismo estaba yo ahora mismo.
Juro, que quería que la tierra me tragase y me escupiera
en el inframundo dónde Hades de una buena vez...5
—Sé que son adultos ya y que tienen que hacer sus
cosas cómo pareja; pero Jaxon... ¿en el baño? —Justin
mira al chico que está sentado a mi lado en una banca
en el balcón; aún, con su toalla enrollada en la cintura y
sus pies descalzos a la par que sucios por el correr en la
tierra. —Sabes que ése es el único baño de la casa,
además del que la señora Julia tiene en su habitación,

el cuál, no usamos por respeto a ella. —Justin tiene sus


brazos cruzados sobre su pecho; mi papá, a su lado
mirando con ganas de matar a Jaxon.
—Lo siento, fue mi culpa. —Dice Jaxon mirando serio
a su padre. —La próxima vez, trataré de terminar más
rápido. —Sonríe, y veo, cómo mi padre corre
hacia él para partirle la cara, pero Justin, lo detiene.3
—¡Te quedarás sin hijo, Justin! ¡Y tú...! —Me señala. —
¡Te quedarás sin novio! —Grita con coraje.
—¡Tranquilo, que es el único hijo que tengo! ¡No me lo
mates por favor! — Justin empuja a Dexter lejos; y mi
padre, gruñe mientras mira con mala cara a Jaxon.
Yo, paso mi mano por mi rostro, sintiendo, como toda
la sangre de mi cuerpo se acumulaba en mis mejillas,
en tanto, me deslizo por aquella banca tratando de
pasar desapercibida; aunque sé, que eso no sería posible
en estos momentos.
—Les permitimos dormir juntos, y aquí, todos sabemos
que hacen sus cosas, pero, sabes que Dexter es un
poco... celoso con Katrina... —Justin mira a
Jaxon y le hace una mueca de "Juro que te mataré". —
Así que, evitemos que nosotros nos enteremos de
cuando hacen sus cosas... ¿está bien? —Justin nos mira
con una sonrisa forzada en los labios a ambos y veo,
cómo mi papá se arrincona en una esquina con la
espalda pegada a la pared y sus ojos, fijos en Jaxon.
—Sí... —Dice el chico de los ojos verdes asintiendo.
—¡Bueno, asunto solucionado! —Justin choca sus
propias manos entre sí, y
camina hacia Dexter.
—¿Ya me puedo ir? —Pregunta Jaxon, y Justin asiente.

Jaxon, se para de la banca, me mira con una sonrisa


pícara en los labios y
comienza a caminar hacia la puerta principal de la casa.
Al pasar por el lado de mi papá, ambos, intercambian
miradas y veo, cómo mi padre despega la espalda de la
pared con ganas de írsele detrás, pero Justin,
le coloca su mano en el pecho y le dice que no,
meneando la cabeza.
Mi papá, me mira con mala cara, para luego, bajar las
escaleras y comenzar a alejarse de la casa, subiendo las
manos a su cabeza.
—Déjalo, ya se le pasará. —Justin le mira alejarse, para
luego, mirarme a mí
con una sonrisa. —Dexter fue criado a la antigua, no
entiende nada de esto de los jóvenes de hoy día.
Además, eres su niña, aunque crezcas y seas toda una
mujer, siempre serás su bebé y te protegerá. —Sonríe.
Yo, me paro de aquella banca y camino hacia las
escaleras, viendo, cómo mi padre comenzaba a correr y
se adentraba al bosque de enfrente de la casa.
—Gracias Justin, si no fuera por ti, mi papá le hubiera
dado una paliza a Jaxon. —Volteo mi rostro y me
miro.
—¡Y bien merecida que la tiene! —Ríe. —Debí dejarlo
que probara los puños de Dexter; tu papá tiene una
buena derecha. —Se hecha una risita. —¡Créeme, lo sé
por experiencia propia! —Ríe nuevamente.
En ése momento, veo, como la señora Julia sale de
dentro de la casa con un gorro de paja muy grande
sobre la cabeza y con botas de hule negras hasta
casi la rodilla.
—¡Vamos niños, que se nos hace tarde y esos animales
no se van a alimentar solos! —La señora Julia, pasa por
nuestro lado y comienza a bajar las
escaleras para luego, dirigirse hacia el granero. Justin y
yo nos miramos, y ambos, comenzamos a caminar tras
de ella.
Al llegar al granero, vemos que, Wesley, Carlos y Sam,
están ya en el,
alimentando a los caballos.
Justin y Julia, continúan su camino hacia la parte
trasera del granero en
dónde están los corrales de las cabras, oveja, pollos y
cerdos, en tanto yo, me detengo dónde están los chicos
para ayudarles con los caballos.
—¿Cómo estuvo ésa ducha esta mañana? —Wesley me
mira subiendo y bajando su cejas mientras rellena los
comederos de los caballos con un cubo lleno de heno y
otros nutrientes. Yo, inmediatamente le miro con mala
cara.
—¡Cállate, Wesley! —Volteo mis ojos, y le doy la
espalda al chico; comenzando a ayudar a Carlos a
limpiar las jaulas de los caballos.
Carlos y Sam, se quedan callados, enfocados en lo que
cada uno estaba haciendo, sin meterse a esta
conversación que parece, que solo Wesley estaba
teniendo.
—Sabes, no es justo que tú seas la única que puede cojer
aquí. Yo quiero una novia, a alguien, ya me cansé de
yo solito tenerme que... —Sam le interrumpe. —¡No
tienes novia por que nadie te soporta! —Sam mira de
reojo al chico, y veo, cómo Wesley, deja de hacer lo
que estaba haciendo solo para darle una mirada
matadora a Sam.
Un silencio momentáneo se produce entre ambos,
mientras, que sus miradas se cruzan la una a la otra.
—¡Mira quién habla! —Wesley, toma nuevamente el
cubo dónde tenía la
comida del caballo y camina hacia fuera del granero a
buscar más heno para rellenar los otros comederos. —
El que salió con... ¿cómo era que se llamaba? —Piensa
y detiene su andar justo frente al corral de los cerdos; a
las afueras
del granero.

—Ana. —Dice Carlos, sin meterse demasiado en


aquello, pero a la vez,
aportando un poco a ésta discusión que estaba por
formarse.
—¡Gracias! Ana. —Señala a Carlos; para luego, volver
su mirada hacia Sam. — Pues, te recuerdo, que hace un
año, Ana, te dejó cuando a penas llevaban una semana;
y me imagino que será, por que cojes muy mal. —Hace
movimientos sexuales con el balde que tiene en la
mano. Tal cómo, si le estuviera haciendo el amor a
aquella cubeta, mientras, muerde su labio y voltea los
ojos hacia arriba.
Inmediatamente, Sam reacciona.
—¡Te mataré! —Grita Sam, comenzando a correr
dónde está Wesley, para luego, brincar sobre él y
ambos, caer sobre en el corral de los cerdos.
Al estos caer sobre el corral, la madera de uno de los
extremos de la valla,
cayó, y los cerdos comenzaron a correr hacia todas
partes despavoridos por aquel alboroto.
Sam y Wesley, dándose de puños y paradas en el suelo;
rodando hacia todas partes mientras los cerdos,
comenzaban a escaparse por el agujero en la valla. —
Ya se formo... —Dice Carlos, con una voz suave y baja,
sin parar de hacer lo que estaba haciendo ni importarle
nada de lo que estaba ocurriendo.
—¡Los cerdos! —Grito, comenzando a correr en aquella
dirección, viendo,
cómo unos cinco cerdos se había escapado.
Justin y Julia, quienes estaban en el corral de las ovejas
a un lado del de los cerditos, se percatan de aquello, y
Justin, salta por sobre la valla del corral de ovejas para
comenzar a tratar de cazarlos.
Justin y yo, comenzamos a corretear los cerdos por
todo el lugar tratando de
capturarlos, pero los muy atléticos, eran demasiado
rápidos y corrían hacia todas partes y direcciones.
Además, el hecho de que no pudiéramos usar nuestra
súper velocidad ni habilidades que no fueran humanas
frente a Julia, nos hacía ver cómo unos tontos tratando
de atrapar aquellos cinco cerditos.
—¡Me los comeré cuando los atrape! —Grita Justin
muy molesto al no poder atraparlos; las venas de su
frente, ya sobresalidas por el coraje y la
desesperación. En ése momento, un cerdo le pasa a toda
prisa por entre las
piernas, éste, trata de atraparlo con ambas manos, pero
se le escapa.
Yo, suelto una risita por lo bajo, logrando atrapar a uno
de ellos.
Austin, quién había llegado al lugar por aquel alboroto,
ayudó a separar a
estos dos tontos de pelear, para luego, ayudar a reparar
la valla del corral de los cerdos, para evitar que más de
ellos escaparan. Mientras tanto, Sam y
Wesley, se daban miradas matadoras en tanto
ayudaban a Austin a reparar el corral que ellos
mismos, habían destruido.
Mi papá, quién también había llegado de su corrida anti
estrés por el bosque, comenzó a darle una mano a
Austin. Jaxon, con doña Julia ayudándola con las
ovejas.
En ése momento, Justin, logra atrapar a dos cerdos, y lo
veo comenzar a
caminar con ellos en sus brazos hacia el corral. Noto,
cómo dos de los cerdos restantes, comienzan a correr
hacia dentro del bosque, adentrándose a el y
desapareciendo entre los árboles.
—¿Es enserio? —Refunfuña Justin al ver, cómo
aquellos dos cerdos entraron al bosque.

—¡Hay que ir por ellos! —Comienzo a correr hacia allá,


y Justin, corre tras de
ni.
Prestando mucha atención a los sonidos, escucho a los
cerdos correr dentro del bosque, pisando las hojas secas
del suelo y así, dejándome saber la
dirección que habían tomado.
—¡Hay uno por la derecha, otro, siguió derecho hacia
allá! —Digo, señalando en la dirección en la que
escucho los pasos de los cerditos. Justin, me mira y
asiente.
—¡Voy por el de la derecha! —Justin dice y comienza a
correr a gran velocidad, utilizando su fuerza de
hombre lobo, ya que, aquí nadie nos podía ver;
incluyendo, a la señora Julia, quién cabe mencionar,
nunca se acercaba al bosque.
Yo, hago lo mismo, utilizo mi fuerza y velocidad de
mujer loba y comienzo a correr en la dirección en la
que escuchaba los pasos de aquel cerdo que había ido
hacia el norte.
El cerdo, me había tomado un poco de ventaja, estos,
corrían muy rápido a pesar de ser tan chiquitos y
gorditos; lo escuchaba muy a la lejanía.
De pronto, mientras voy corriendo a toda velocidad,
dejo de escuchar los pasos del cerdo contra las hojas
secas que hay en el suelo; por lo que, me detengo
inmediatamente.
Me quedo quieta, escuchando todo lo que hay a mi
alrededor, prestando
atención a aquello que me rodea. Escucho las hojas de
las copas de los
árboles moverse, el ruido que hace el viento al pasar
por el bosque, el cantar de algunas aves que estaban
posadas en las ramas... y escucho, el palpitar de un
corazón que no era conocido; mucho menos, el de
Justin.
Rápidamente, me pongo alerta, y miro hacia todas las
direcciones, pero no logro ver de dónde viene el
sonido, ya que, lo que sea que fuese, se estaba
moviendo muy rápido en muchas direcciones, haciendo
que yo, me
confundiera.
De repente, el cerdo que había dejado de escuchar, cae
desde lo alto de un árbol, con una mordedura en el
cuello, sangrante y sin vida. Yo, pego un salto, al ver al
animal a mi lado pálido y sin ritmo cardíaco.
Miro hacia arriba rápidamente, y veo, a una persona
comenzar a brincar de rama en rama por los árboles,
alejándose de mí a una velocidad impresionante.
Inmediatamente, me acerco al árbol y comienzo a
escalarlo a toda prisa hasta llegar a la misma altura que
estaba ésa persona desconocida.
Viéndolo alejarse saltando de rama en rama
rápidamente; comienzo a seguirle, notando lo muy ágil
que era. La forma en la que se movía, el cómo se
desplazaba por aquellos árboles como si no estuviera
utilizando esfuerzo alguno... era literalmente,
impresionante.
Veo que éste se dirige hacia el área del bosque que da al
pie de la montaña, por lo que tendrá que girar a la
izquierda obligatoriamente si quiere seguir huyendo; a
menos, que pueda escalar aquella rocosa montaña muy
alta, la cuál, ninguno de los chicos y yo, a podido
escalar aún.
Me conocía este bosque ya casi como la palma de mi
mano, ya que, en las noches que no podía dormir; solía
venir a correr por este y a ejercitarme sola, sino, me
sentaba en una rama a observar la luna hasta que esta
fuera
desplazada por el sol.
Me desvío hacia la izquierda rápidamente mientras
veo, cómo aquel hombre continúa derecho sin saber
que iba hacia un callejón sin salida.

Aprovechándome de la situación, comienzo a brincar


de rama en rama, pero ahora, dirigiéndome hacia la
derecha para así, poder emboscar a aquel hombre en el
camino.
De pronto, lo veo venir tal cuál lo había planeado; lo
iba a emboscar.
Dando un gran salto, brinco sobre él, cayendo sobre su
cuerpo, agarrándole por los hombros y, haciendo, que
ambos perdamos el equilibrio y
comencemos a caer.
Los dos, caemos de lo alto de aquellos árboles y al
estamparnos contra el suelo, noto, cómo éste quiere
salir huyendo; como si nada le hubiera sucedido, como
si no hubiera recibido ningún tipo de golpe o sintiera
algún dolor por la caída.
Inmediatamente, le agarro de su pierna y le halo con
fuerza, haciendo, que el hombre caiga repentinamente
de pecho al suelo.
Sin pensarlo dos veces, me tiro sobre él y le volteo boca
arriba, provocando, que éste quede mirándome; yo,
sentada sobre su vientre, mis manos, sujetando con
fuerza sus brazos por encima de su cabeza. Éste, me
mira con aquellos ojos rojos oscuros y un escalofrío
recorre mi cuerpo entero.
Noto, un collar muy extraño en su cuello, pero, antes
de que pudiera mirar más a detalle, el hombre,
comienza a forcejear conmigo, logrando zafar sus
brazos de mis manos y dándome un empujón por el
pecho, que hace, que yo caiga al suelo y le libere.
Rápidamente, doy un brinco y me paro de el suelo, el
hombre, me mira fijamente en tanto lo veo cuadrarse
en forma defensiva. Sus puños, cerrados con fuerza
frente a su cuerpo, sus piernas, posicionadas de tal
forma que podía o huir o atacar si así éste lo deseaba...
Definitivamente, por la posición que éste había
adaptado; podía deducir que el hombre, sabía pelear.
Yo, me coloco en posición defensiva, y miro aquel
collar el cuál éste tiene en
su cuello; asomándose un poco de entre su esmoquin
negro desabotonado.
El collar, tenía un dije en forma de chapa bastante
grande, con un diámetro aproximado de cinco
centímetros. En su interior, un diseño el cuál, no
lograba apreciar desde la distancia y posición en la que
me encontraba.
—¿Qué es lo que quieres? —Digo, mirándole
directamente a sus ojos rojos. Atenta a cualquier
movimiento que éste pueda hacer.—¿Porqué nos
sigues?
—Eres un lobo. —Contesta entre dientes. Mirándome
de arriba a abajo con desprecio y rencor.
—¿Quién eres? —Murmuro, grabando en mi mente su
rostro, el palpitar de su corazón y su forma de respirar.
—Aquí la pregunta es... ¿quién eres tú... loba X? —Sus
labios murmuran
aquello y yo, siento un escalofrío.
¿Cómo sabe lo que soy?
No muchos saben de las lobas clase X.
¿Quién es éste hombre?
¿De dónde a salido?
En ése momento, veo, como éste, da un salto para
regresar a las ramas de los árboles y huir. Me quedo
asombrada, al ver, que de solo un salto, había
llegado a aquella rama tan alta.
Yo, corro hacia el tronco del árbol y comienzo a subirlo
rápidamente, ya que, aunque me cueste aceptarlo, yo
no podía hacer aquel salto. Noto, cómo el

hombre misterioso, da un salto sobre una rama fina, y


esta, se parte
repentinamente; haciendo que él perdiera el equilibrio
y tuviera que
detenerse por unos segundos en tanto lo recuperaba.
Esto, me dio tiempo a
mí, para lograr alcanzarle y conseguir arrancarle aquel
collar que llevaba en el cuello.
Al halarle tan fuerte, el hombre, pierde el control y cae
al suelo; yo, caigo a de pie a solo unos metros de él con
su collar en mi mano.
Al alzar mi vista y verle, veo, como éste, corre hacia la
sombra de un árbol
cercano y pega su espalda a el, colocando sus manos a
ambos lados de su cuerpo como si lo estuviera
abrazando. Miro el collar en mis manos, y vuelvo
la vista hacia el hombre; su pecho, subiendo y bajando
muy rápido en tanto
sus ojos rojos miran aquel collar con desespero y
ansiedad.
Parece, que el que le haya quitado aquel collar, le había
afectado más de lo que pensaba.
—¡Dime quién eres y te lo devolveré! —Digo, pero éste,
frunce su entrecejo
para luego, comenzar a correr de forma zigzagueante
por el bosque. Alejándose a una velocidad
impresionante frente a mis ojos.
—¡Katrina! —Escucho la voz de Justin a mis espaldas,
por lo que me giro y lo veo venir corriendo con el
cerdo que éste estaba cazando, en brazos.
Volteo mi rostro hacia la dirección en la cuál el hombre
había salido corriendo, pero, ya había desaparecido.
—¿Encontraste el cerdo? —Justin me mira de arriba a
abajo y yo, solo puedo enfocarme en mirar aquel collar
que le había arrancado del cuello a ése hombre
misterioso.

—El cerdo... —Murmuro. —Está muerto. —Subo mi


vista y miro a Justin quién me mira confundido.
—Pero... ¿qué pasó? —Veo, que éste, mira mis manos y
nota el collar que llevo en ellas.
—El hombre del mercado... —Hago una pausa. —Él lo
mató, le mordió el
cuello. —Digo, y Justin, frunce su entrecejo mientras
hace una mueca.
—¿Le mordió el cuello? —Dice, aún cargando sin
problema alguno al cerdo en sus brazos.
—Sí, luche con él; pero se me escapó. Solo pude robarle
esto... —Extiendo mi mano hacia Justin y le muestro el
collar. Justin, se acerca un poco a mí y mira fijamente
el dije.
—¿Qué es eso? —Pregunta, sin quitarle la vista.
—No lo sé, él se marchó antes de que tú llegaras. —
Acerco el collar a mí y lo miro.
El collar, tiene unas obras y un grabado muy raro. En la
parte exterior, hay
unas letras las cuáles, no logro comprender, cómo si
estuvieran en otro
idioma. Luego de ése grabado; la imagen de una
serpiente en forma circular,
llamaba muchísimo la atención, ya que, ésta, se mordía
la cola; tal cómo, si se estuviera comiendo ella misma.
Tras la serpiente, a ambos lados de ésta, unas espadas
cruzadas una sobre otra, y finalmente, un espacio
hueco en forma de gota en el centro.
—¿Dónde esta el cerdo? Quiero ver la mordida. —
Pregunta Justin haciéndome salir de mi trace mientras
miraba aquel dije del collar.
—Está por acá. —Comienzo a caminar con Justin hacia
dónde estaba el cuerpo sin vida de aquel animal.

Al llegar, Justin, me da el cerdito que éste cargaba, y


comienza a mirar el cuerpo frío del pobre animalito.
—Dos agujeros justo en la yugular. —Señala el cuello
del cerdo y me mira agachado desde el suelo.
—El hombre tiró el cerdo desde arriba. —Miro la gruesa
rama del árbol que estábamos parados bajo el. —Yo vi
cuando lo tiró.
—No lo entiendo, ¿quiénes son y porqué nos asechan
así? —Justin, toma el cuerpo del cerdo muerto y se lo
hecha en brazos.1
—No lo sé, pero con el collar, podremos ahora,
averiguar... —Digo, mirando fijamente a Justin frente
a mí.

Capítulo 5

Luego de aquel encuentro con el hombre misterioso en


el bosque frente a la casa de la señora Julia; Justin y yo,
llevamos el cerdo que estaba con vida
hasta el corral, mientras, que el otro, lo colocamos en el
suelo frente al balcón. Los chicos, a vernos llegar,
todos, salieron al balcón para ver si habíamos logrado
atrapar a aquellos animalitos escurridizos que se habían
escapado, pero, se llevaron un gran disgusto al ver, a
aquel cerdo muerto en el suelo.
La señora Julia, había salido al balcón junto con los
chicos, pero, Justin y yo, mientras caminábamos de
regreso a la casa desde el bosque; habíamos
quedado que le diríamos que había sido todo obra de un
coyote. La señora

Julia, ya era muy anciana para estar con disgustos y


preocupaciones, por lo que, nosotros, usualmente,
decidíamos ocultarle algunas cosas y decirle una que
otra mentirilla piadosa para que así, ésta estuviera más
en tranquila.
Al ésta ver el cerdo muerto y con una mordedura en el
cuello, doña Julia, se disgustó muchísimo y se puso
nerviosa. Justin, le dijo que nosotros mismos vimos al
coyote cuando lo hizo, y que logramos espantarlo y
ahuyentarlo
hacia dentro del bosque.
La señora Julia, insistió en llamar a la policía para que
así se hicieran cargo de aquel animal el cuál ya había
mordido a su perro y matado ahora, a su cerdo, pero,
nosotros la convencimos de que todo estaría bien ya
que, nos habíamos encargado de que aquel coyote
saliera corriendo despavorido hacia el
bosque; y que seguramente, no volvería jamás... o eso
esperábamos.
La señora Julia, se quedó un poco más tranquila al oír
nuestras palabras, luego, se fue a dentro de la casa para
preparar la comida. Justin y yo,
aprovechamos la ausencia de la anciana, para explicarle
a los chicos lo que en realidad había ocurrido.
—Entonces, el hombre huyó por el bosque y justo
después, fue cuando Justin me encontró. —Digo,
terminando de haberle contado todo lo que pasó a los
chicos.
—¿Pero quién mierdas son esos animales chupasangre?
—Dice Wesley
notándose un tanto nervioso. —¡Hoy no podré dormir
así! —Pasa sus manos por su cabeza.
—¿Te asustan los chupasangre? —Sam le mira de reojo
con una ceja
levantada. —¿Y no te asustaba cuando los
encapuchados casi nos matan, pendejo? —Le mira con
los ojos entrecerrados.
Wesley, le mira mal, frunciendo los labios y cruzando
sus brazos sobre su pecho. Austin, comienza a caminar
hacia las escaleras, bajándolas y
acercándose al cerdo que estaba en el suelo.
—Bueno, los encapuchados te podían matar
rápidamente, pero los
chupasangres... ellos pueden venir sigilosamente en la
noche y chuparte el cuello hasta drenarte toda la
sangre... eso me da más miedo. —Contesta serio;
todos, nos quedamos mirando ésa insólita
conversación.
—¡Serás pendejo, Wesley! —Ríe Sam de forma
burlona. —¡Si los chupasangre
te muerden, también te matan, imbécil! ¿Qué crees que
fue lo que le pasó a ése pobre animal? —Señala el cerdo
sin vida; Austin, mirando a detalle el cuerpo del
cerdito.
—¡Lo sé, pero creo que es peor que te maten siendo
chupado por uno de ellos, que morir por un puñal
clavado en el corazón! —Dice, y veo, cómo a Carlos se
le cristalizan los ojos.
—Wesley... —Digo, mirándolo seria; dejándole saber
con la expresión en mi rostro, de que se callara de un
buena vez. Éste, me mira entendiendo lo que quería
decirle, y sus ojos van a Carlos; quién antes de que
aquella lágrima bajara por su rostro, da media vuelta y
entra a la casa con mucha prisa.
—¡La cagaste, Wesley...! —Murmura Sam, mirando la
puerta de la entrada principal por la que Carlos se
esfumó.
—No sabía... no lo pensé. —Dice con una voz suave; la
expresión en su rostro, de remordimiento mezclado
con tristeza.
—¡Ya basta chicos! —Habla Lian, parándose del sillón
en el balcón y
caminando hacia las escaleras. —Todos estamos un
poco nerviosos por todo esto. Hace tiempo nadie nos
seguía ni habíamos tenidos algún tipo de

problemas, es normal que estemos un tanto exaltados y


preocupados. —Nos mira a todos muy serio, nosotros
asentimos.
—De hoy en adelante, volveremos a como hacíamos
antes; ser más precavidos y estar bien atentos en todo
momento. —Dice mi papá mirándome. —No
quiero que nadie ande solo en ningún momento,
siempre en parejas o en grupo, ¿entendido? —Mira a
Wesley y a Sam, para luego, sus ojos ir a los míos y a
los de Jaxon.
—Está bien. —Digo, asintiendo con mi cabeza, todos,
me copian.
En ése momento, Austin, quién estaba examinando al
cerdo bien de cerca, nos mira con cara de
preocupación.
—Son las mismas marcas que tenía Zeus. —Suspira. —
Definitivamente, cómo sospechábamos, lo que lo
atacó, es la misma persona, o al menos, el mismo ser.
—Se levanta del suelo y mira al cerdo acostado en el
piso sin vida. —No le dejó ni una gota de sangre al
animal.
Todos, nos quedamos mirando a Austin en silencio por
algunos segundos. Mi cuerpo, se estremece al escuchar
aquello; al saber, que efectivamente, lo que sea que
fuese aquel hombre misterioso, succionaba la sangre de
sus víctimas hasta tomarse la última gota de su cuerpo.
No sé por qué , pero eso, me provocaba escalofríos.
¿Cómo era posible que existiera un ser con tal
habilidad?
¿Porqué no habíamos visto uno de ellos hasta ahora?
¿Dónde habían estado todo este tiempo?
¿Ocultos? ¿En las sombras?
¿Puede que simplemente, no nos habíamos dado cuenta
de su presencia?
Todo esto, solo lo había visto en películas de terror...
los relatos de hombres chupasangre que bebían la
sangre de sus víctimas haciéndole una mordedura en el
cuerpo; pero, nunca pensé verlo con mis propios ojos.
Carlos, hace unos años atrás me había contado la
historia de lo que le pasó a su hermano; y era
terrorífico saber, que estos seres nos merodeaban ahora
mismo. Sabiendo, que si fueron capaz de matar a un
niño indefenso a sangre fría... serían capaz de hacer
cualquier cosa.
—¡Deberíamos cazarlos! —Dice Lian, caminando hacia
a un lado del cerdo frente a las escaleras del balcón. —
Ya sabemos que están merodeando y por sus
advertencias, podemos intuir, que no son amigables.
—Son muy ágiles; diría que son, igual o más que
nosotros. —Digo, y todos se me quedan viendo
perplejos; mirándome fijamente, observándome, sin
decir una sola palabra.
—¿Lo estás diciendo de verdad? —Dice Sam con su
rostro serio.
—No estoy segura de ello, pero por lo poco que vi, sí
son demasiado ágiles. — Meto mi mano en el bolsillo
de mi pantalón y saco el collar que le había
quitado a aquel hombre. —Logré quitarle este collar
cuando luchábamos. — Extiendo mi mano hacia mi
padre y éste, toma el collar de entre mis dedos. —
Puede que esto nos de alguna pista de ellos. —Digo,
viendo, cómo mi padre
comienza a mirar el objeto con detenimiento.
Todos, se le acercan, formando un pequeño grupo
alrededor de mi papá, y observando aquel collar.
—Nunca había visto nada parecido. —Murmura mi
padre, dándole el collar a Austin quién estaba a su lado
observándolo. Austin, toma el collar y lo mira
con detenimiento por algunos minutos. Todos los
demás, en silencio;
esperando lo que éste dijera.

—Parece ser algo importante. —Dice Wesley,


volviendo su mirada hacia mí. Yo asiento.
—El chupasangres se conmocionó demasiado cuando se
lo quité; pero no luchó conmigo para tomarlo... solo,
huyó. —Explico; Jaxon, se acerca a mí y
me toma de la mano.
—No puedo creer que todo eso haya pasado mientras
buscaban a los cerdos; ¿qué tal si te hubiera pasado
algo? —Murmura mirándome fijamente a los
ojos.
—No pasó nada. Estamos bien. —Le doy una sonrisa
leve y éste asiente.
—Tenemos que estar al pendiente por si regresan o nos
siguen espiando. — Austin me devuelve el collar
mientras habla. —Y definitivamente, hay que
averiguar lo más que se pueda de ése collar. —Señala
mis manos; todos
asienten. —Eso puede tener la clave para averiguar
quienes son.
—Podemos ir a la biblioteca del pueblo para ver si
encontramos algo que nos pueda ayudar a identificar
qué es o de quién es. —Sugiere Justin.
—Es buena idea, mañana Katrina y algunos de
nosotros; pueden ir en busca de información. —
Asiente Austin. —Los demás, iremos al mercado a
vender las frutas y los huevos cómo de costumbre; no
quiero levantar sospechas con
doña Julia.
Austin, toma el cerdo sin vida sobre sus hombros y nos
mira fijamente a todos. —Iré a enterrarlo tras el
granero; necesito que alguien hable con la señora
Julia y le diga que trataremos de ahuyentar a los
coyotes, no quiero que se ponga nerviosa, su edad y la
alta presión no ayudan. —Dice, y todos
asentimos.
—Yo voy con la señora Julia. —Dice Sam. —También
quiero ver cómo está Carlos. —Dice con un tono de
voz triste, comenzando a caminar hacia la
puerta principal, para abrirla y entrar a la casa.
Me sentía muy mal por Carlos, sé, que toda esta
situación, le recordaba a su hermano menor... le
recordaba, el cómo murió y a manos de quién o de...
qué; y eso lo tenía destrozado. Deseaba con toda mi
alma, poder hacer algo para ayudarle, pero sé, que
Carlos encontraría su paz interior, cuando
descubramos quienes son y cómo... acabar con ellos.
***
Ya era casi media noche, por lo que, todos, cansados de
un día largo y laborioso, nos dimos una buena ducha
caliente y ya estábamos listos para ir a la cama.
Jaxon, se estaba secando el cabello con la toalla frente
al armario; yo, ya sentada en la cama, pensando en
todo lo que había pasado hoy.
Miro a mi derecha, el collar que le había quitado a
aquella criatura, puesto sobre la mesita de noche a un
lado de la cama.
—Tranquila, todo va a estar bien. —Jaxon se acuesta en
la cama. Tiene unos pantalones pijama largos de color
azul y está sin camiseta. —Estaremos atentos a esos
chupasangres. —Me da un beso en la mejilla y se arropa
con la sábana.
—Sí, solo espero, que no hayan sido enviados por los
Victorian. —Suspiro, acostándome y colocando la
cabeza sobre mi almohada, girándome, hacia Jaxon
quién también se estaba recostando.
—¡Puedes ser, nunca hay que descartar la posibilidad!
Pero ya verás, nos encargaremos de ellos. —Me da una
linda sonrisa y yo asiento. —Trata de

dormir y descansar, hoy a sido un día duro para todos.


—Pasa su mano por mi mejilla suavemente.
—Creo que intentaré lo que papá me dijo, eso de tratar
de manipular el sueño. —Jaxon aleja su mano de mi
rostro y me mira fijamente.
—¿No es peligroso? —Frunce el ceño un poco,
mirándome con dudas.
—No lo sé, no creo. —Respondo un poco dudosa. —
Solo, intentaré ver que
más hay, trataré de forzarme a ver más allá.
—Bueno, es solo un sueño, no creo que pase nada; no
soy muy creyente de
que los sueños sean algo más o signifiquen algo
importante. —Me regala una sonrisa. —¡Descansa,
mocosa! —Ríe, pasando su mano por mi cabello y
revolcándolo todo.
—¡Descansa... idiota! —Río, abofeteándole la mano y
haciendo que me dejara en paz.
Luego de algunos minutos, veo, cómo el chico de los
ojos verdes se queda
completamente dormido, por lo que, yo intento hacer
lo mismo.
***
El viento me pega en la cara, voy corriendo por el
bosque, debo... debo mirar hacia los lados... debo, ver
más allá.
Intento mirar a mi alrededor, pero no puedo, no logro
controlarlo.
Llego a las orillas del rio rápidamente, e intento con
todas mis fuerzas girar mi cuello, pero no lo logro
conseguir. Siento, cómo lucho internamente con esto,
y noto, cómo invierto todas mis fuerzas en aquello,
hasta que, finalmente logro mirar hacia mi derecha.

El paisaje con flores silvestres color morado adornan


un pequeño santuario; es, una fuente de la cuál emana
un agua cristaliza; tan transparente, cómo el aire
mismo, solo los reflejos de aquellos rayos del sol que
logran pegarle,
hacen que esta sea visible por un momento.
Enfoco mi vista en aquella fuente mientras corro, es
muy extraño que esté ahí... solo... ahí.
Trato de frenar mi cuerpo para no correr, pero, al
voltear mi rostro, veo, cómo me acerco a aquel
acantilado dónde está la cascada.
No quiero llegar a saltar, no quiero solo brincar por
aquella cascada y
despertar, para en la próxima noche, volver a empezar.
Tenso mis puños con mucha fuerza, en tanto ejerzo
mucha presión en mi cuerpo para así dejar de correr,
por un instante, pensé que no lo lograría, pero
gradualmente... me detuve.
Miro a mis alrededores; mi vista, volviendo a aquella
fuente extraña la cuál estaba rodeada de éstas flores
moradas a su alrededor.
A paso lento, camino hacia la fuente y noto, cómo esta,
tiene una vasija de
piedra sobre una columna que se apoya en el suelo;
sobre esta vasija, la
imagen de un lobo, del cuál, salía agua por su boca...
aquella agua cristaliza y pura.
Miro la fuente de arriba a abajo, sin saber claramente lo
que significaba.
De pronto, siento la impulsividad de tomar de aquella
agua, siento mucha sed... Algo en mi interior me dice
que beba, pero, mi razón me dice que no lo haga.
Es un sueño... ¿qué puede salir mal?

Acercándome a a la fuente, extiendo mis manos con


suavidad y las sumerjo en la vasija, tomando un poco
de agua entre ellas. Lentamente, acerco mis
manos con aquella agua cristalina a mis labios, y sin
pensarlo demasiado... la bebo.
Inmediatamente, siento, cómo una energía muy grande
comienza a correr por mis venas. Mi cuerpo, comienza
a retorcerse al sentir cómo esta sensación desconocida,
viaja por mi alma, subiendo por mi pecho y finalmente,
llegando a mi cabeza.
Unas voces suenan en mi mente, repitiendo aquello
una y otra vez. Repitiendo la misma oración sin cesar,
hasta el punto, en el que caigo de rodillas al piso, con
mis manos tapando mis oídos.
Las voces cada vez son más fuerte, con cada segundo,
aumentan, cómo si estuvieran a mi alrededor; gritando
siempre lo mismo... gritando tan fuerte, que las puedo
sentir en mi alma.
***
—¡Katrina! —Escucho la voz de Jaxon gritando mi
nombre, por lo que, abro
mis ojos y lo primero que veo, es una pared frente a mí.
Doy dos pasos hacia atrás y miro sobre mi hombro;
Jaxon, a mi lado con una expresión de pánico en el
rostro; todo su pecho sudado, su pulso cardíaco y
respiración... demasiado elevadas.
—¿Que demonios, Katrina? —Dice, y escucho su voz
temblorosa. —¿Porqué hiciste eso? —Señala la pared
que está frente a mí, por lo qué, volteo mi rostro
lentamente y veo, cómo con la navaja de Jaxon, la cuál
tenía en mis manos, había escrito por toda la pared de
madera de la habitación, aquello que las voces repetían
tanto... aquello que no salía de mi cabeza.
"Morton Liz... Ciento Cincuenta Norte... Trescientos
Cincuenta y Seis Oeste"2

De pronto, siento, cómo algo tibio y líquido comienza a


bajar desde mi nariz. Subo mi mano hasta mi rostro,
pasando mis dedos por aquel líquido, para luego, mirar
de qué se trataba.
Noto, cómo mis dedos están cubiertos de aquel líquido
rojo que gotea desde mis fosas nasales sin parar, veo,
cómo baja sangre perfectamente roja por mi nariz y
ahí, todo se vuelve oscuro... y pierdo el conocimiento.

Capítulo 6

Me siento cansada y un poco débil...


—¡Dexter, está despertando! —Escucho la voz de Jaxon
a mi lado.
¿Qué pasó?
Abro mis ojos poco a poco y comienzo a ver la luz del
día. Todo está muy borroso, pero aún así, alcanzo a ver
aquellos pequeños rayos de sol que
entran por la ventana de la habitación.
Siento, cómo unas manos me toman de las manos en
tanto me halan, otras, se posan en mi espalda y me
ayudan a tener ése pequeño empujón que necesito para
así poderme sentar en la cama.
Una vez mis ojos se aclaran, veo, a mi padre y a Jaxon
a mi lado; ambos,
ayudándome a mantenerme sentada.
—¡Bienvenida nuevamente! —Dice Jaxon con una
sonrisa en los labios; sus ojos, un tanto cristalizados.
—¡Que mierda de susto me diste, Katrina! —Mi papá,
se me lanza encima y me abraza con fuerza; mi rostro,
pegado en su cuello.
—¿Qué fue lo que pasó? —Pregunto un poco
confundida. Mi padre, se aleja de mí y veo, cómo hay
lágrimas en sus ojos, pero éstas, aún no caen.
—Llevas algunas horas inconsciente... ya es medio día.
—Murmura Jaxon y yo le observo.
—¿Qué sucedió? —Pregunta mi padre. —¿Cómo es que
Jaxon dice que hiciste eso en la pared mientras estabas
dormida? —Señala la pared, yo, la miro y recuerdo el
sueño a perfección.
Las voces que repetían una y otra vez aquello "Morton
Liz... Ciento Cincuenta Norte... Trescientos
Cincuenta y Seis Oeste"...
Lentamente, comienzo a deslizarme sobre el colchón;
intentando levantarme. Jaxon, me da la mano y me
ayuda a ponerme en pie muy amablemente. Una vez
sobre mis piernas, le regalo una sonrisa al chico de los
ojos verdes, y
comienzo a caminar hacia la pared.
Observo aquellas palabras talladas en la madera de la
pared de la
habitación...
¿Cómo es que hice eso sin estar consciente?
¿Estaba dormida en realidad o estaba en algún tipo de
trance por beber el agua?
Pero, es que es un sueño, no puede efectuar ningún
efecto en mí... ¿o sí?
—¿Sabes qué es eso, Katrina? —Mi padre se para a mi
lado, con sus brazos cruzados sobre su pecho en tanto
mira con detenimiento la pared.
—No estoy segura, ésas palabras... unas voces las
repetían en mi cabeza una y otra vez; haciéndose más
fuertes en cada momento. —Digo y volteo el rostro
para mirar a mi papá, quién frunce el ceño mientras
mira aquello.

—¿Ciento cincuenta Norte? —Sube su mano y se toca


la barbilla con
delicadeza. —¿Eso no les suena a que sea una dirección
o algún tipo de
coordenadas? —Nos mira a mí y a Jaxon, quién
comenzó a acercarse a la
pared, parándose a mi lado izquierdo.
—Creo que tienes razón, Dexter. —Jaxon da un paso
hacia adelante y señala una de las oraciones escritas. —
Mira aquí, trescientos cincuenta y seis oeste... —Se
voltea y nos mira. —Tienen que ser coordenadas. —
Asiente.
—Morton Liz, ¿qué de eso? —Pregunto mirando a los
chicos.
—No lo sé. —Mi papá, da unos pasos hacia atrás y se
sienta en la cama. — Puede que sea el nombre de
alguna calle, de un pueblo o ciudad. Abría que
averiguar.
—Creo que la señora Julia tiene un mapa. —Dice Jaxon
caminando deprisa hacia la puerta de la habitación. —
¡Iré a buscarlo! —Toma el pomo de la puerta, la gira y
la abre.
—Busca a los demás, más mentes piensan mejor que
una. —Habla mi padre y Jaxon asiente; saliendo de la
habitación y cerrando la puerta tras de sí.
Yo, comienzo a caminar hacia mi padre quién aún se
encuentra sentado en el colchón. Llegando donde él,
me siento a su lado y éste, me toma de la mano. —Me
alegro que estés bien, cariño. —Pasa su dedo pulgar
suavemente por sobre la piel de mi mano. —No sé que
haría si te llegase a pasar algo. — Suspira.
—Estoy bien, papá. —Sonrío mientras le observo. —
Solo hay que averiguar
qué es ése sueño y qué es lo que significa.
—Todo esto es tan extraño. —Baja su mirada al suelo y
toma una pequeña bocanada de aire. —Digo, ¿porqué
pasa esto? ¿Qué es lo que ése sueño quiere
de mi hija? ¿Porqué ella? —Habla para sí mismo, su
mirada perdida en el suelo de la habitación.
—Lo averiguaremos juntos, papá. —Coloco mi mano
libre sola la suya, que a
su vez, está sujetando mi mano izquierda. —No creo
que sea nada malo. Solo, hay que tener la mente
abierta y estar positivos. —Le miro fijamente; éste,
sube su rostro y nuestras miradas se cruzan.
—Está bien. —Asiente y me regala una bonita sonrisa;
mostrando aquellos
dientes blancos y perfectos que iluminaban sus labios.
En ése momento, la puerta de la habitación se abre y
Austin, Lian, Justin y Jaxon entran por ella.
—¿Ya estás bien? —Austin me mira y yo asiento.
—Sí, eso creo. —Sonrío tímidamente.
—¡Aquí traje el mapa! —El chico de los ojos verdes,
desenrolla un pequeño
rollo de papel que tiene en las manos, para luego,
colocarlo sobre la mesa
tocador que estaba a un lado en la habitación. Los
chicos, incluyendo a mi papá y a mí, caminamos hacia
la mesa para mirar el mapa.
—Busca algo que tenga que ver con Morton Liz. —Dice
mi padre observando el mapa; Jaxon, coloca algunos
objetos en las esquinas de este para que se
mantuviera abierto.
—Pero, ¿qué es lo que buscamos? —Pregunta Lian. —
¿Una ciudad, una pueblo, una calle? —Mira a los
chicos.
—Lo que sea. —Contesta mi papá. —Estos son
coordenadas. —Señala la pared a sus espaldas. —Solo
nos queda saber dónde está el Morton Liz que
menciona.

—Bueno, Morton Liz no me hace mucho sentido. —


Habla Austin. —Pero sí Morton por si solo... miren. —
Se para frente al mapa y comienza a buscar algo con su
vista. Luego de algunos segundos, éste, coloca su dedo
índice sobre el papel; señalando una parte específica
del mapa. —Aquí hay un pueblo que se llama Morton.
—Sube su mirada y nos observa, todos le miramos
atentos. — No está muy lejos, fui algunas veces ahí por
qué tienen un restaurante que sirve unas alitas
increíbles.
—Entonces, si Morton en un pueblo... —Piensa Justin
mientras se rasca la
parte trasera de su cabeza. —Liz puede que sea...
¿alguna calle o algo
relacionado con ése lugar? —Dice y Austin
rápidamente mira el mapa.
—Vamos a verificar... —Dice, pasando su dedo por la
superficie del papel. Observando cada calle, cada
rincón; hasta que finalmente, su dedo para en un punto
en específico. —¡Aquí está...! —Hace una pausa. —
¡Calle Liz! —Dice y un frío recorre mi pecho.
—Pueblo Morton, calle Liz, ciento cincuenta Norte...
trescientos cincuenta y seis Oeste... —Murmuran los
labios de Jaxon, quién nos mira con sus dos
lindos ojos verdes oliva que parecen faroles, por lo bien
redondos y abiertos que los tenía. —¡Tenemos una
dirección! —Murmura.
—¡Hay que ir a ese lugar ahora! —Dice Lian dando dos
pasos hacia atrás.
—¡No podemos ir hoy! —Dice mi papá. —Hoy
tenemos mercado y no quiero que nos dividamos. —
Nos mira serio a todos. —Si vamos a ir a ése lugar,
vamos todos juntos.
—¿No podemos solo faltar hoy al mercado? —Pregunta
Lian un tanto
desilusionado.
—¡No! —Mi papá menea la cabeza en negación. —El
mercado es lo que nos da dinero, es nuestra
responsabilidad con la señora Julia, no vamos a
quedarle
mal en ello. —Lian suelta un suspiro y hace una mueca
con la boca. —Iremos mañana temprano. —Dice y yo
asiento.
—Está bien. —Digo mirando a los chicos quienes
parecen estar impacientes. — Papá tiene razón, no nos
deberíamos separar para ir a ése lugar, no sabemos
lo que nos podamos encontrar. —Camino hacia la
mesita de noche que está a un lado de la cama. —
Además, no sabemos si todo sea una trampa o algo por
el estilo. —Tomo el collar que le quité al hombre
misterioso y se los muestro.
—Recuerden, aún tenemos éste problema. —Digo,
mirando cómo el collar da vueltas sobre su propio eje
mientras lo sostengo colgado de una de mis
manos.
—Eso es otro misterio el cuál debemos resolver. —
Señala Justin el collar; alejándose de la mesa dónde
está el mapa. —Aún no sabemos quienes son
esas cosas o qué es lo que quieren. —Hace una pausa. —
Deberíamos
investigar el collar, y así, llegaremos a los dueños.
Todos asienten.
—¿Porqué, en vez de ir todos hoy a vender en el
mercado, alguno de nosotros va con Katrina a indagar
más sobre ese collar? —Dice Lian arrinconándose de
la pared de madera en la cuál, estaban aquellas palabras
escritas.
—Es que no me gustaría que se separen... —Mi papá
intenta hablar, pero
Austin interrumpe.
—Eso es un buena idea. —Asiente. —Y Dexter... —
Austin se para a un lado de mi papá y le coloca su
mano sobre su hombro. —No te preocupes, podemos ir
a la biblioteca del pueblo... nada peligroso. Si quieres,
yo voy con ella. —Dice con una sonrisa en los labios;
mi padre asiente.
—Está bien. —Dice y lo escucho que no está muy
convencido. —Ir a la
biblioteca suena cómo una buena idea. —Asiente.

—Prometo que no la dejaré que se aleje de mi vista. —


Austin le da una
palmada sobre su hombro y ambos sonríen. —¡Vamos
Katrina, vístete que nos vamos en quince minutos! —
Dice y comienza a caminar hacia la puerta de salida. —
Los demás, a mover esos traseros y a empezar a llenar
las camionetas con mercancía. —Abre la puerta de la
habitación y sale por ella dejándola abierta.
Lian, Justin y mi padre, caminan hacia la puerta; mi
padre, se me queda
viendo con el pomo en sus manos, me da una sonrisa
para luego, cerrar la puerta tras de sí al salir.
Jaxon, quién es el único que queda en la habitación,
camina hacia mí y me toma las manos entre las suyas.
—¡Qué envidia que Austin pueda ir contigo a la
biblioteca y yo no! —Hace una mueca con la boca que
a mí me da risa.
—Creo que a papá no le gustaría la idea de que fueras
tú el que fuese conmigo; recuerda, está todavía un poco
molesto contigo. —Le digo con una risita en los labios
y éste sonríe; mostrando su bonita dentadura.
—No es justo. — Suelta mis manos, y posa las suyas
sobre mi cintura para halarme luego hacia él. Mi
cuerpo y el suyo, chocan el uno con el otro. Yo, le miro
al rostro con una sonrisa en mis labios.
—Solo será ir por información y regresar. —Murmuro
mirándole fijamente. — Espero que encontremos algo.
—Yo también. —Dice, para luego, acercarse a mí
lentamente y comenzar a besarme muy delicadamente.
—Tengo que estar lista en quince minutos. —Le digo,
hablando sobre sus
labios ya que el chico de los ojos verdes, no para de
besarme.
—No me interesa... —Continúa con su beso, pero
ahora, intensificándolo aún más. —Quince minutos
son suficientes. —Sonríe sobre mis labios, para luego,
tomarme en sus brazos y lanzarme a la cama.
Jaxon, se sube sobre mí y comienza a besarme el cuello
delicadamente; yo, suelto un suspiro al sentir sus
labios tibios sobre mi piel, al sentir, lo mojado
de sus besos en mi cuerpo.
El chico de los ojos color oliva, mete sus manos bajo mi
traje pijama y
comienza a subirlo, hasta que, sus dedos hacen contacto
con el borde
superior de mi ropa interior. Los dedos de Jaxon,
comienzan a halar suavemente de mi prenda íntima,
hasta lograr quitarla y deslizarla lentamente por mis
piernas.
Escucho, cómo mi ropa interior cae al suelo, y veo,
cómo Jaxon, se aleja de mí para así poderse parar
frente al colchón de la cama.
Sus manos, van a su pantalón pijama, y éste, tira de
ellos rápidamente y observo, cómo estos caen al suelo.
Desvelado así, el cuerpo desnudo y bien tonificado del
chico de los ojos verdes.
Me quedo sin respirar por algunos segundos, viendo,
cómo Jaxon, abre la
gaveta de la mesa de noche y toma unos preservativos
para luego ponérselos. Jaxon, comienza a subirse a la
cama, a la par, que se sube sobre mi cuerpo abriendo
poco a poco mis piernas en tanto su cuerpo se acerca al
mío.
—¿Estás lista? —Pregunta y siento su miembro rozar
mi intimidad. Yo, asiento
y el chico me da una sonrisa pícara de medio lado.
Inmediatamente, Jaxon, introduce su intimidad dentro
de la mía y yo suelto
un gemido. El chico, comienza a moverse lentamente
en tanto yo, agarro las sábanas que están bajo mi
espalda con fuerza.

El chico de los ojos color oliva, suelta un jadeo que me


produce escalofríos. Mi ojos van a los suyo y noto,
cómo éste me mira con aquella mirada, la cuál,
sinceramente, no podría describir.
Jaxon, muerde su labio inferior con fuerza y yo solo
puedo... disfrutar de aquel momento con él chico
dueño... de mi corazón.
***
Definitivamente, pasaron más de quince minutos, y
cuando Jaxon y yo
bajamos a la planta inferior; Austin, quién me esperaba
arrinconado a un lado de la puerta principal; nos mira
de arriba a abajo con una mirada acusadora. Yo, bajo
mi mirada al suelo, terminando de bajar aquellas
escaleras, mientras siento, cómo todo mi rostro se
sonroja, pensando, que estos sabían el por qué nos
habíamos tardado un poco en bajar.
—Ya llegaron los que faltaban. —Dice Wesley con una
risita en los labios; parándose del sillón y comenzando
a caminar hacia la puerta de la entrada.
—¡No, falta Carlos que está en el baño cagando! —Dice
Sam, levantándose del sillón, ya que estaba acostado, y
frotándose el cabello despeinado.
—¡Ya estoy aquí! —Escucho la voz de Carlos a mis
espaldas y lo veo bajar las escaleras a toda prisa.
—Ahora sí estamos todos. —Dice Justin, abriendo la
puerta principal de la
casa, y todos, comenzando a salir.
—¡Nos vemos luego, señora Julia! —Dice Carlos,
despidiéndose con la mano
de Julia quién estaba en la cocina.
—¡Que vendan muchos hijos míos! —Sonríe. Jaxon y
yo, atravesamos las puertas últimos y la cerramos tras
nosotros.
Todos, comenzamos a caminar hacia las camionetas,
las cuáles, ya estaban
llenas de todas las frutas y vegetales que estos irían a
vender.
—Yo dejaré a Austin y a Katrina en la biblioteca del
pueblo, luego, regresaré a la mercado para vender las
cosas. —Dice mi papá, sentándose en el lado del
conductor de la camioneta; Wesley y Jaxon, se van en
la parte trasera
conmigo; Austin, en frente con mi papá; y los demás,
en la otra camioneta
conducida por Justin.
Una vez todos con los cinturones de seguridad
abrochados, mi padre, pone en marcha la camioneta y
sube el volumen de la radio un poco.
—¡Apuesto a que Dexter hoy te coloca haciendo lo
peor, Jaxon! —Dice Wesley mirando al chico de los
ojos verdes con una sonrisa burlona en los labios.
—¿Qué te pasa?— Contesta Jaxon con el ceño fruncido,
mirando de mala gana al chico.
—Bueno, que cómo ya todos sabemos que estaban
cojiendo... y que por eso
no ayudaste una mierda en subir las cosas a la
camioneta; sé, que de seguro, Dexter te joderá en el
mercado. —Ríe.
—¡Cállate, Wesley! —Jaxon, voltea sus ojos y mira
hacia en frente;
ignorándolo.
—Oye, ¿ustedes no son de esas parejas que aceptan a
otros en sus
intimidades? Por qué si lo son, yo estaría muy abierto
a... —Jaxon le interrumpe y toma a Wesley por el
cuello de la camisa con fuerza.
—¡No! ¡No somos de esas parejas, Wesley! —Dice
entre dientes; mirando al chico con muy mala cara.

—¡Ya basta! —Digo, dándole unos golpes a Jaxon en el


hombro. —¡Suéltalo, es un imbécil! —Digo, y Jaxon le
suelta dándole un empujón mientras le mira fijamente
a los ojos.
—¡Tranquilo, solo lo decía por preguntar! —Wesley se
acomoda la camisa con una sonrisa en los labios y yo...
suelto un suspiro, cambiando mi vista hacia la ventana
del auto.
***
Luego de un viaje un tanto incómodo y silencioso, a
pesar de la música que
sonaba en la radio; llegamos al pueblo y mi papá, nos
de frente a la biblioteca pública.
—Los vengo a buscar cuando terminemos de vender
todo en el mercado,
serán unas cuantas horas. —Dice mi padre desde el lado
del conductor,
mirándonos por entre la ventanilla del lado del
pasajero.
—Tranquilo, estaremos aquí. —Sonríe Asutin.
—Nos vemos luego, Katrina. —Dice el chico de los ojos
verdes, quién estaba en la parte trasera del auto;
Wesley, se había cambiado a la parte delantera del
pasajero.
—Nos vemos luego. —Sonrío, y mi padre, coloca la
camioneta en marcha. Los miro alejarse en la carretera,
hasta que estos, toman una izquierda y salen de mi
punto de vista.
—¡Bueno, vamos por esa información! —Dice Austin,
caminando hacia las puertas grandes de cristal de la
biblioteca pública del pueblo. —¿Trajiste el
collar verdad? ¡Dime que lo tienes! —Me mira y yo
asiento.
—Sí, está en mi bolsillo. —Toco el bolsillo de mi
pantalón para asegurarme de que estuviera ahí, y sí lo
estaba. Austin, abre una de las puertas de cristal y me
deja pasar muy caballerosamente, para luego, pasar él y
cerrar la puerta tras
de sí.
Una vez adentro, miro lo muy grande que era la
biblioteca pública del pueblo. Nunca había estado en
ella, y puedo admitir, que me encantaba lo que veía.
Estanterías llenas de libros de todos los colores y
tamaños que subían desde el suelo hasta lo más alto del
edificio. Unas escaleras de mano de madera, a los
extremos de éstas estanterías que estaba en las paredes,
para que así,
pudieras subir y tomas aquellos libros que se
encontraban en la parte de
arriba.
Muchas personas jovenes, mayores y de todas las
edades, caminando por la bibliotaca con libros entre
sus brazos; otros, leyendo en silencio sentados frente a
las mesas en el área designada de lectura.
El olor que tenía la biblioteca, era único y rico; era un
olor a libro antiguo, mezclado con algo que no podría
descifrar... me encantaba.
—Nos tomará bastante tiempo averiguar algo de ése
collar. —Dice Austin
mirándome de medio lado.
—Sí, de seguro nos tomará algunas horas. —Asiento.
—Pero, para eso vinimos. —Sonríe. —¿Lista para leer
unos cuántos libros? — Dice y una sonrisa se dibuja en
mis labios.
—¡Estoy más que lista! —Digo, y comienzo a caminar
junto a Austin; ambos, adestrándonos entre las
estanterías de la biblioteca.

Capítulo 7

Austin y yo estábamos en la biblioteca pública del


pueblo; buscando algo que nos indicase qué era el
collar que le había robado a aquel hombre misterioso;
buscando, lo que sea, que nos diera una pista de lo que
éste en realidad era.
Ambos, habíamos pasado algunas horas leyendo entre
las páginas de los
libros en busca de alguna pista; pero, hasta ahora, no
habíamos encontrado nada.
Mis ojos ya se cerraban por el cansancio de leer tanto,
sentía que me ardían tal cuál le hubiera caído una gota
de limón en ellos. Austin, con su codo sobre la mesa y
su mano, sujetando su cabeza, para que éste, no cayera
dormido de golpe sobre la superficie de esta.
—¡Esto es inútil! —Murmura Austin, cerrando el libro
que tenía frente de él y colocándolo en la pila de diez
libros que ya había verificado.
—Hay de todo aquí... menos de lo que estamos
buscando. —Cierro el libro de mitos del siglo anterior
que estaba leyendo.
—Es como si no existiera nada de este collar. —Austin
sujeta el collar en sus manos y lo observa con detalle.
—¿Qué eres? ¿De quién eres? —Le habla al
collar mientras lo mira fijamente.
En ése momento, veo a un hombre mirándonos
disimuladamente desde una estantería en la lejanía; en
sus manos, tiene un libro el cuál, aparenta estar
leyendo, pero en realidad, nos está observando.
—Pretende que te metes el collar al bolsillo y dámelo...
actúa normal. —Le
digo a Austin y éste me mira con el ceño fruncido;
haciendo lo que le dije y pasándome el collar por
debajo de la mesa.

—¿Qué sucede, Katrina? —Pregunta, poniéndose un


tanto tenso y mirándome fijamente.
—Hay un hombre muy extraño que nos está
observando desde unas cinco estanterías tras nosotros.
—Digo en voz baja, murmurando. —Está vestido todo
de negro, cómo el chupa sangre que nos merodea en
casa de la señora Julia. Tiene la piel igual de pálida que
aquel, pero definitivamente, no es el
mismo. —Digo y Austin asiente.
—Debemos marcharnos entonces. Esto nos deja saber
algo... que son más de uno y que están buscando el
collar. —Dice y se levanta de la silla. Extendiendo su
mano hacia mí para que yo la tomara, y lo hago.
Me paro de mi silla, y Austin sujeta mi mano con
fuerza mientras ambos,
caminamos hacia fuera de la biblioteca
disimuladamente.
—No me sueltes, Katrina. —Murmura con su vista en
la puerta de salida de la biblioteca.
—No. —Digo en voz baja, escuchando todo a mi
alrededor... los pasos de la gente, sus palpitaciones, la
forma de su respirar.
De pronto, escucho, el corazón acelerado de alguien en
la lejanía; no debe ser de nadie en la biblioteca, ya que,
era el sonido de palpitaciones aceleradas debido a un
choque de adrenalina en el cuerpo... eran, las
palpitaciones de aquel hombre que se proponía
seguirnos.
—Cuando salgamos de la biblioteca, vamos a dar una
izquierda y nos
meteremos por el pasillo que está a un lado del edificio.
—Murmura, ya muy cerca de la puerta principal.
—¿Cómo sabes que hay un pasillo ahí? —Pregunto,
volteando el rostro y
mirándole.

Austin, se torna rojo inmediatamente y me mira serio.


—¡No preguntes, por favor! —Dice, para luego, abrir la
puerta de cristal y pasar junto a mí; aún tomados de la
mano.
Rápidamente, ambos, aceleramos el paso y caminamos
a paso rápido hacia aquel pasillo. Mientras
caminábamos, escucho cómo el corazón de aquel
hombre viene tras nosotros acelerando su paso
también.
—¡Nos sigue! —Susurro al llegar al pasillo desolado;
Austin, mira hacia todos lados y se queda mirando
arriba por unos segundos.
—¡Salta! —Dice, y yo subo mi mirada hacia dónde éste
mira.
Había un pequeño balcón el cuál, tenía unas escaleras,
de esas que se suben y se bajan para que las personas
no puedan escalar cuando están arriba, que
parecía ser, una emergencia de salida de la biblioteca o
tal vez, un lugar para los que daban servicios técnicos
al edificio.
Inmediatamente, siguiendo las indicaciones de Austin,
pego un gran salto y caigo sobre aquella escalera;
Austin, hace lo mismo y llega a mi lado. Ambos,
pegamos nuestras espaldas hacia la pared y nos
quedamos en silencio.
Yo, escucho el sonido de aquel corazón acercarse y
llegar hasta dónde estábamos nosotros. Escucho sus
respiraciones aceleradas... sé, que está justo bajo
nosotros.
—¿A dónde se fueron? —Dice el hombre entre dientes
y se queda callado por algunos segundos.
Austin, me mira de reojo; nuestras espaldas y cabezas,
pegadas a la pared lo más que se podía.

—¡Mierda! —Grita el hombre misterioso y lo escucho


marcharse corriendo del pasillo. Austin y yo, nos
quedamos en silencio en la misma posición por
algunos minutos más, hasta que yo, dejo de escuchar el
corazón de aquel hombre que nos seguía.
—Se fue. —Digo, despegando mi espalda de la pared y
asomándome por aquel pequeño balcón, mirando hacia
abajo. El pasillo, vacío.
—Definitivamente están buscando el collar. —Austin
pasa su mano por su
cabello y me mira angustiado. —No es lo más seguro ni
lo más inteligente quedarnos con ese collar... ellos
volverán hasta tenerlo.
—Aún así volverán; con collar o sin collar. Recuerda
que nos seguían desde antes, y no pienso entregarles
este collar así como así. Tengo que descubrir quienes
son y qué es lo que quieren de mí. —Miro a Austin
seria y decidida. Éste, suelta un suspiro de angustia.
—¿Cómo vamos a averiguar que es el collar si ningún
libro habla de ello? — Pasa sus manos por su rostro,
desesperado. —No es como si tuviéramos un amigo
super inteligente y conocedor de historia o esas cosas...
—Dice,
colocando sus manos en la baranda del balcón y
mirando hacia abajo.
Yo, me quedo en silencio por algunos segundos,
pensando...
—Sí conozco a alguien que es muy inteligente... —
Sonrío mirando a Austin y éste, voltea su rostro y me
mira frunciendo levemente su entrecejo.
—¿A quién? —Murmura mirándome a los ojos.
—A Antonio, lo conocí en el Colegio Wolfrahan. Él
me estaba ayudando a
desvelar el misterio de por qué mis ojos se vuelven
ahora morados cuando me convierto; pero
lamentablemente no encontró nada. Pero, eso no quiere
decir

que no sepa nada del collar. —Toco el bolsllo delantero


de mi pantalón,
sintiendo el collar dentro de el.
—¿Y dónde está tu amigo en estos momentos? —
Austin se endereza y cruza
sus brazos sobre su pecho.
—Él era de primer año, aún le debe quedar un año o dos
en el colegio; debe estar ahí. —Asiento con una sonrisa
en los labios.
—¡No, no! ¡Yo no vuelvo al colegio ese de mala muerte!
—Niega con la cabeza y con la mano. —¡Me costó
mucho salir de allí y ayudar a tu madre y a tu padre a
escapar! —Menea la cabeza de lado a lado. —¡No voy a
ir! —Dice serio y muy firme.
—¡Vamos Austin, es por algo importante; necesitamos
saber quiénes son estos seres!—Le miro con una
expresión en el rostro que dice "por favor".
—No es seguro que él sepa algo, Katrina. —Suspira. —
Es capaz que vamos hasta allá para nada... y eso sí que
no lo voy a hacer. —Salta por el balcón
hacia el piso inferior; yo, hago lo mismo y caigo de pie
a un lado de este. —
¡Qué vaya tu papá contigo o Jaxon! —Ambos,
comenzamos a caminar hacia fuera de aquel pasillo
tenebroso y salimos a las orillas de la carretera.
—Está bien, lo hablaremos con papá cuando nos venga
a buscar. Ya debe estar por llegar, no creo que todavía
les quede mucho para vender en el mercado. — Digo,
parándome con Austin frente a la entrada de la
biblioteca. Mirando hacia todos lados y asegurándome,
de no escuchar las palpitaciones de aquel hombre
nuevamente.
***

Luego de que Austin y yo estuviéramos un rato


esperando a papá y hablando de cómo posiblemente
iríamos nuevamente al Colegio Wolfrahan; vemos la
camionera de mi padre acercarse en la lejanía.
Una vez éste se estaciona frente a la biblioteca pública,
Austin y yo nos subimos en ella. Austin en el asiento
del pasajero delantero, Wesley, Jaxon y yo, en los
asientos de atrás.
—Hola amor, ¿cómo estuvo? —Jaxon se acerca y me da
un beso corto en los labios.
—¿Por dónde empiezo? —Digo y veo, cómo mi padre
me mira atentamente a
lo que voy a decir, por el espejo retrovisor de en medio.
—¿Encontraron algo? —Pregunta mi papá con
curiosidad.
—No, no encontramos nada. —Contesta Austin.
—Pero si fuimos perseguidos por uno de esos hombres
chupa sangres. —Digo
y veo por el espejo retrovisor, como mi papá frunce el
ceño.
—¿Qué mierdas? —Dice Wesley mirándome
asombrado. —¿Cómo supieron
que estaban ahí? —Pregunta.
—No lo sé, tal vez, nos siguieron desde casa de la
señora Julia. La verdad es que, no estoy segura. —Digo
y todos me miran sorprendidos.
—Creemos que buscaban el collar. —Habla Austin.
—No podemos quedarnos más tiempo con eso. —Dice
mi papá meneando la cabeza hacia los lados en
negación. —Es mejor dárselo y que nos dejen en paz.
—Papá, cómo le dije a Austin, ellos nos siguen desde
antes que yo le quitara el collar. Este objeto, es el único
que tenemos para poder saber quienes son y
así, conocer cómo combatirlos. —Digo y todos se
quedan en silencio por algunos segundos.
—¿Cómo vamos a averiguar qué es, si no se encuentra
nada? —Pregunta el chico de los ojos verde oliva
mientras me mira.
—Creo que se quien nos puede ayudar... —Sonrío. —
Pero, ésa persona está en el Colegio Wolfrahan. —
Digo y mi todos me miran rápidamente.
—¿No me digas que estás pensando regresar a ése
lugar, con todo el trabajo que nos dios escapar de ahí?
—Dice Wesley mirándome con mala cara.
—Sí, él es el único que nos puede ayudar a descifrar qué
es este collar. No
conozco otra manera. —Suspiro.
—¡Ya yo le dije que yo no iré a ese lugar otra vez! —
Dice Austin levantando su dedo índice al aire. —No
volveré ahí ni aunque sea lo último que haga...
tratando de cuidar a Dexter y a Emily, recibí un tiro de
un dardo tranquilizante; y no fue divertido. —
Murmura.
Todos, se quedan callados nuevamente por algunos
minutos; sé, que están pensando.
—¡Si esa es la única manera de averiguar quienes son
esos pendejos, yo iré contigo! —Dice mi papá y lo veo
mirarme por el espejo retrovisor.
—¡Yo también puedo ir! —Dice Jaxon tomándome de
la mano mientras me regala y sonrisa.
—¡Conmigo no cuenten! —Habla Wesley y todos le
miramos. —Amo mi libertad y no quiero que me
vuelvan a encerrar en el Colegio; no gracias. —Cruza
los brazos sobre su pecho y yo no pudo evitar soltar
una risita por lo muy idiota que éste chico era, pero
aún así, lo quería mucho.

—Tendremos que ver quién más nos quiere acompañar


al Colegio Wolfrahan, por que creo que si vamos
cuatro, sería lo mejor. —Dice mi papá y todos
asentimos.
***
Una vez en casa de la señora Julia; mi padre, aparca la
camioneta a un lado de
la casa cómo de costumbre; a un lado de la que Justin
estaba conduciendo hace un rato.
Todos, nos bajamos del auto y entramos a la casa;
viendo, a los chicos
sentados en la sala, otros, en la mesa del comedor de la
cocina, ayudando a la señora Julia a contar el dinero
que se había recaudado hoy con las ventas.
—¡Ya volvieron! —Dice doña Julia con una sonrisa en
los labios.
—Hola, señora Julia. —Contesta mi papá, colocando las
llaves de la camioneta en un clavo en la pared, cerca de
la puerta principal de la casa.
—Hoy les daré su parte del dinero de esta semana. —
Dice la señora Julia, dividiendo en porciones el dinero
sobre la mesa.
Yo, me siento en el sillón de la sala, junto a Carlos
quién está leyendo un libro. Austin y mi papá, se van a
la mesa a ayudar con las cuentas; Jaxon, se sienta a un
lado de Sam en otro sillón y estos, comienzan a hablar
entre ellos.
—¿Qué lees ahora, Carlos? —Pregunto, mirando con
curiosidad el libro que éste sostiene.
—Hades, El Rey Del Inframundo de K.J. Padilla. —
Sonríe, mostrándome la portada del libro. —Es muy
bueno. —Asiente.6
—¿De qué trata? —Pregunto, viendo lo muy
interesante que se veía.

—Es de una chica la cuál muere y va al inframundo por


error en vez de al cielo como debía ir. —Sonríe. —
Cuando termine con el, te lo puedo pasar si quieres. —
Pregunta y yo asiento.
—Me encantaría. —Sonrío.
En ése momento, veo, cómo la señora Julia termina de
agrupar por personas
el dinero que le tocaba a cada uno de nosotros, para
luego, despedirse y subir
a su habitación a descansar un poco cómo ésta siempre
hacia a esta hora. Austin, comienza a repartir el dinero
a cada uno. Cabe decir, que todos se
veían muy contentos de recibir el sueldo por el cuál
trabajaban tan duro.
—¡Sí! —Grita Wesley besando el dinero que tiene en
sus manos. —¡Ahora podré ir a las tiendas del pueblo a
comprarme aquellos zapatos por los que he ahorrado
tanto! —Hace un pequeño bailecito con el dinero en
mano. —¡Ahora sí me veré todo sexy con esos tenis
nuevos! —Sube y baja las cejas, mirando a Lian quién
está a su lado y lo mira serio.
—Cómo quieras te verás como lo que eres.... —Habla
Sam y todos lo miramos. —¿Qué soy, pendejo? —
Responde Wesley con una ceja arqueada.
—¡Un imbécil! —Ríe Sam y todos, comenzamos a reír
con él. Wesley, cruza sus brazos sobre su pecho y le
mira con mala cara.
—¡Hay que gracioso eres! —Dice Wesley con un tono
de voz burlón. —¡Por lo menos, yo intento verme bien
para las chicas, no como tú, que las busca para
ir al cine con peste en las axilas! —Le saca la lengua y
todos no podemos evitar reír de las peleas estúpidas de
estos dos.
—¡A mí no me huelen las axilas, pendejo! —Sam se le
acerca a Wesley de forma muy amenazante.

—¡Ya basta! —Dice Lian parándose frente a Sam. —


¡Ustedes dos parecen perros y gatos! —Suelta una
risita; Sam, mira a Wesley con una mirada
matadora, para luego, pasar por el lado de Lian, subir
las escaleras y
marcharse a su habitación.
—¡Él siempre me provoca! —Dice Wesley haciendo
una mueca con la boca y sentándose en el sillón;
metiendo su dinero en el bolsillo delantero de su
pantalón.
—Ahora hay algo más importante en qué pensar que en
peleas e ir de
compras. —Dice mi papá y todos le miran con
curiosidad.
—¿Qué sucede? —Dice Lian mirándole con el ceño
fruncido; confundido.
—Necesitamos a una persona que nos acompañe a
Katrina, Jaxon y a mí... al Colegio Wolfrahan. —
Habla, y veo, cómo los ojos de todos se brotan en sus
rostros.
—¿Al Colegio Wolfrahan? —Repite Carlos, cerrando
su libro y colocándolo a un lado en el sillón.
—Sí, hoy Austin y Katrina fueron emboscados en la
biblioteca pública del pueblo por uno de los chupa
sangres. Necesitamos ir al colegio para hablar
con un amigo que Katrina que tiene ahí, para ver si nos
puede ayudar a averiguar más sobre ellos. —Mi papá se
arrincona de la mesa del comedor y cruza sus brazos
sobre su pecho.
—¡Ya yo dije que no voy para allá! —Dice Wesley
recostándose en el sofá;
colocando sus manos tras su cuello mientras se inclina
hacia atrás.
—Yo tampoco iré. —Añade Austin. —No quiero volver
a ése lugar, lo lamento. —Hala una silla de la mesa del
comedor y se sienta.

—¡Mierda! No esperaba esto. —Lian se rasca la parte


trasera de su cabeza. —
De todos los lugares que podía pensar que iríamos, el
Colegio Wolfrahan no
era uno.
—¡Yo voy! —Dice Justin mirándonos a todos. —¡Mi
hijo va, así que yo también! —Miro a Jaxon y éste le
sonríe. —Hay que hacer lo que hay que hacer. —
Suspira. —Tenemos que encontrar quienes son esos
seres, y si yendo al
colegio lo sabremos... pues que mierdas... de vuelta a
Wolfrahan. —Sonríe.
—Saldremos mañana temprano. —Dice mi papá y
todos los que van asienten. —Los demás nos
quedaremos con la señora Julia para ayudarla y seguir
con
los trabajos de la granja. —Dice Austin y mi papá
asiente.
—¡Perfecto! —Mi padre se separa de la mesa y nos da
un último vistazo. —
Descansen entonces, por qué mañana nos iremos a la
media noche. El colegio está lejos de aquí y tendremos
que manejar mucho, además, de que queremos entrar
aún cuando todo esté oscuro para que se nos haga un
poco más fácil evadir a los guardias. —Comienza a
caminar hacia las escaleras y sube un
escalón. —Nos vemos mañana. —Nos regala una
sonrisa nerviosa y sube las escaleras hacia a su
habitación.
Los demás, nos quedamos en silencio por algunos
minutos... pensando.
—¡Mierda, necesito un trago! —Dice Lian, comenzando
a caminar hacia la cocina.
—¡Yo necesito dos! —Justin le sigue a la cocina y Lian,
saca una botella de Whisky junto con unos vasos del
gabinete.
—¡Yo también quiero uno!—Dice Austin uniéndoseles.
—¿Y nosotros? —Refunfuña Carlos mirándolos
servirse los tragos en aquellos vasos de cristal.

—Ustedes no, esto es un trago de hombres mayores. —


Se burla Lian y cada
uno de ellos toma un vaso.
—¡Pero si ya somos mayores de edad; vegetes! —Dice
Wesley mirándolos con mala cara.
—Aún así no tendrán nada; compren su propio alcohol.
—Ríe Lian, alzando su vaso para brindar con los
chicos.
—¡Brindo por que volveré a Colegio Wolfrahan...! —
Justin habla y hace una pausa. —Lugar dónde me
enamoré por primera vez, dónde fui feliz y miserable a
la misma vez... y lugar dónde quedaron ocultos tantos
recuerdos. —Dice y todos nos quedamos en silencio
viéndole.3
—¡Eso fue intenso, cabrón! —Dice Austin mirándole
fijamente. — No me esperaba eso. —Sonríe.
—¡Bueno pues, salud por eso! —Lian habla y choca su
vaso con el de los
chicos.
—¡Ahí vamos Colegio Wolfrahan! —Dice Justin y
todos, toman del vaso.

Capítulo 8

El saber que volveríamos al Colegio Wolfrahan, no me


había dejado dormir muy bien que digamos. Había
logrado conciliar el sueño solo un poco, pero, la
tensión por volver a aquel lugar, me había mantenido
la mayor parte de la noche despierta.

Aquel lugar en dónde había conocido a más personas


cómo yo cuando sentía que estaba sola en el mundo. El
lugar, dónde conocí a Jaxon, a mi tío Alejandro...
dónde hice buenos amigos; como también, grandes
enemigos. Acostada en mi cama, observo el abanico de
techo dar vueltas sin cesar;
mientras, pienso en todo lo que he pasado. Bajo mi
vista y miro la pared de madera que está frente a la
cama; llena de aquellas palabras las cuáles había escrito
mientras dormía.
Me resulta fascinante y escalofriante a la misma vez,
saber que, a travez de aquel sueño, había echo aquello.
Aún, por mi cabeza, pasa la pregunta de qué habrá en
el lugar de las coordenadas.
Mi mente, no puede dejar de darle vueltas a la idea, de
que puede ser una trampa de los Victorian. Tal vez,
encontraron algún método para entrar en mi mente de
alguna forma, y me estaban controlando para
convencerme de que fuera a aquel lugar y
embocarme... no lo sé, pero tampoco lo descarto por
muy loca que suene ésa idea.
Escucho pasos en el pasillo fuera de mi habitación;
creo, que mi papá se había despertado ya para
prepararse e irnos al colegio, ya que, él quería que
fuéramos antes de que el sol saliese para que así, se nos
hiciera un poco más fácil la entrada... o eso creemos.
Miro a mi izquierda, Jaxon está completamente
dormido; acostado de un lado dándome la espalda. Su
torso desnudo como siempre solía dormir, aquellas
pijamas grises con ilustraciones de unos rayos color
amarillos, lo hacían ver muy tierno.
—Katrina... —Escucho la voz suave de mi papá frente a
la puerta de madera de mi habitación; por lo que, me
levanto con delicadeza de la cama y camino hacia allá.
Abriendo la puerta con lentitud; asomo mi cabeza por
el espacio entre el
marco y la puerta; mi papá, parado sin camisa, con su
cabello mojado y con una toalla humedad en la mano.
—Hola, papá. —Murmuro para no despertar al chico de
los ojos verde oliva.
—Buenos días, hija. —Me sonríe levemente. —Ya
deben irse preparando. Justin está ahora en el baño
dándose una ducha. —Susurra; yo asiento.
—Levantaré a Jaxon ahora. Todavía está dormido. —
Digo en voz baja y éste asiente con su cabeza.
—Los esperamos abajo; iré a prepararnos café. —
Comienza a caminar hacia
las escaleras.
—Gracias. —Digo, y mi papá se voltea y me regala una
linda sonrisa; para
luego, colocarse la toalla sobre su hombro y bajar las
escaleras rápidamente.
Al mi padre desaparecer, yo, cierro la puerta
lentamente y comienzo a caminar hacia la cama dónde
está el chico de los ojos verdes.
Despacio y sin asustarle, me acerco lentamente a él y le
beso la frente
delicadamente. Veo, cómo sus ojos se mueve un poco,
para luego, abrirlos y mirarme con un poco de
confusión. Yo, le regalo una sonrisa y éste, me la
devuelve con una expresión de sueño y cansancio en el
rostro.
—Buenos días, princesa. —Sonríe y procede a frotarse
uno de sus ojos con la parte trasera de su mano.
—¡Buenos días su alteza! —Digo, y me siento frente a
él, en el pequeño espacio que hay entre el borde de la
cama y su cuerpo.
Jaxon, me hala por la cintura, y yo, caigo de espaldas
sobre la cama entre risitas; él, se tira sobre mí y me
tomas las manos, para luego, colocarlas más

arriba de mi cabeza, pegadas al colchón. Su rostro, con


aquella sonrisa pícara que me conozco tan bien.
—¡Te ves tan hermosa en las mañanas! —Sonríe,
observándome con una
mirada muy tierna.
—¡No mientas! —Saco mis manos de su agarre y le
abofeteo su pecho; justo, sobre dónde tiene el tatuaje
de aquella rosa marchita que simbolizaba a su mamá.
—¡Todo el mundo se ve horrible en las mañanas! —Río.
—Bueno, entonces... —Se me acerca al rostro, lo
suficiente, como para que sienta su respiración cálida
sobre mi barbilla. —¡Entonces... tú eres la única que se
ve hermosa! —Ríe y comienza a hacerme cosquillas; yo,
río y me muevo entre risas en la cama, tratando de
librarme de sus cosquillas.
—¡Ya basta! —Digo, dándole un pequeño empujón y
sentándome en la cama; Jaxon, me mira con una
sonrisa en los labios la cuál, yo le devuelvo. —
Tenemos que irnos al colegio. —Le miro fijamente y
suspiro.
—Sí, debemos irnos ya. —Asiente; tomando una
bocanada de aire, para luego, acercarse a mí y darme
un beso en la frente.
Jaxon, se baja de la cama y camina hacia el armario;
abriendo sus puertas y tomando su ropa y una toalla.
Yo, me quedo viéndolo dirigirse hacia la puerta de la
habitación, tomar el pomo y abrirla, para luego, darse
media vuelta y mirarme antes de salir.
—Te amo, mocosa. —Dice con una sonrisa en los
labios.
—Yo más... —Contesto, aún sentada en la cama;
viéndole, darme una última mirada antes de cerrar la
puerta y salir de la habitación.
***
Luego de que todos nos diéramos un baño refrescante
para poder despertar bien; mi papá, Jaxon, Justin y yo,
salimos de la casa en silencio para no
despertar a los demás y nos subimos a la camioneta.
Ya de camino al colegio, la carretera estaba muy
solitaria y callada; escasos autos transitaban la vía a
estas horas de la noche, por lo que, todo estaba muy
tranquilo.
Los chicos, no hablan mucho, creo, que todos estaban
más dormidos que despiertos a este punto.
—¿Entraremos por el mismo lugar que salimos la
última vez? —Pregunta Justin, quién está en el asiento
delantero del pasajero; mi papá, conduciendo; Jaxon y
yo, en los asientos traseros.
—No, ya hemos entrado mucho y salido por allí; ya
deben haber aumentado la seguridad en ésa parte;
deberíamos intentar irnos por la parte de atrás del
colegio. —Dice mi papá y veo cómo Justin asiente.
Luego de algún tiempo conduciendo, llegamos a las
cercanías del colegio, específicamente, a una estación
de gasolina. Desde ahí, ya se podía ver el
edificio del Colegio Wolfrahan.
Tan imponente cómo siempre, con ese aire de misterio
e intriga... me provocó escalofríos solo de observarlo
en la lejanía.
—Dejaremos en auto aquí. —Mi papá, estaciona la
camioneta bajo la luz de
una farola, apaga el motor y todos procedemos a
bajarnos de ella. —
Caminaremos al colegio con cautela y sigilo, sin hacer
nada de ruido. —Dice, cerrando con llave la puerta del
auto. Todos asentimos.
—¿Sabes cuál es la habitación de Antonio? —Me
pregunta el chico de los ojos verdes.

—Sí, fui a su habitación varias veces para que me


ayudara a buscar la
información de mis ojos morados; sé en qué piso está.
—Confirmo.
—Perfecto, así que, el plan es; entrar y buscar a
Antonio, preguntarle del collar que Katrina tiene en el
bolsillo... —Justin me señala mientras habla. —Para
luego, salir de ése lugar y volver a casa con los demás.
—Habla muy rápido, creo, que está un poco nervioso.
Todos asentimos.
Luego de ponernos de acuerdo con el plan, el cuál no
era muy sofisticado; Justin, mi papá, Jaxon y yo,
comenzamos a adentrarnos al bosque que rodea el
colegio con mucho cuidado.
Moviéndonos con precaución entre los grandes árboles
del bosque; escucho, como un guardia que patrulla los
alrededores, se acerca a nosotros, pero, éste aún no se
había dado cuanta de nuestra presencia.
Yo, quién iba adelante por tener la audición un poco
mejor que la de los demás; extiendo mis brazos y les
hago una señal para que se escondan y detengan su
paso.
Veo, como mi papá, pega un salto y sube a una de las
ramas de los árboles; Justin, se esconde detrás del
tronco de un árbol, mientras Jaxon, escala a
toda prisa un árbol y se sube en el.
Yo, me quedo quieta escuchando los pasos de aquel
guardia de seguridad, analizando hacia dónde iba, y si
había posibilidad de que nos viera.
Luego de algunos segundos, el guardia cambia de
rumbo hacia la izquierda y comienza a alejarse.

Rápidamente, les hago una señal a los chicos para que


sepan que ya pueden seguir, y todos, comenzamos a
correr con mucha precaución por el bosque.
Avanzando y agilizando nuestro paso por aquel lugar.
Ya cuando estábamos lo suficientemente cerca del
colegio, yo, pego una salto y subo a una de las ramas de
un árbol; mientras, brinco de rama en rama con los
chicos, acercándonos aún más al edificio.
—Es el tercer piso. —Murmuro, señalando una ventana
que sé que da al
pasillo.
—Tendremos que escalar. —Justin, mira hacia arriba,
viendo, que por lo menos, había que subir un piso más,
ya que, los árboles a los que estábamos subidos, eran
tan altos cómo el segundo piso.
Mi papá, sin pensarlo dos veces, se convierte para
luego, pegar un gran salto y aferrarse al concreto de la
pared exterior del colegio.
Lo veo, clavar sus garras a la pared, mientras sube
despacio hasta el tercer piso. Una vez ahí, éste, se
sujeta del saliente de la ventana, para con una
mano, proceder a abrirla y saltar por ella.
Justin, es el siguiente, quién comienza a convertirse,
pero, por no ser una lobo clase C; lo veo retorcerse del
dolor mientras muerde su labio inferior evitando soltar
un quejido.
Luego de algunos segundos de dolor, éste, logra
convertirse y salta a la pared; repitiendo lo que mi
papá hizo y entrando por aquella ventana.
Yo, me convierto en menos de un segundo y Jaxon me
mira de arriba a abajo. —Que envidia contigo y con
Dexter que no sienten dolor. —Me regala una sonrisa,
para luego, caer de rodillas en la gruesa rama, y
sujetarse de ella
mientras se convierte.1

Veo, cómo los músculos de sus brazos se comienzan a


hacer más grandes, en tanto de sus manos, salen
garran muy afiladas. Jaxon, aprieta sus puños con
fuerza, y noto, cómo unos colmillos se comienzan a
formar en su boca.
Tras algunos segundos, Jaxon, se recompone y me mira
con aquellos ojos
amarillos fijamente. Yo, le regalo un sonrisa y éste, con
su respiración aún
agitada, me la devuelve.
—Me gustan tus ojos cuando están morados...
deberíamos tener sexo
convertidos.—Murmura pícaramente, para luego, pegar
un salto y escalar aquella pared de concreto y llegar
hasta la ventana.2
Yo, inmediatamente siento mi rostro arder, pero me
apresuro y hago lo mismo que Jaxon.
Una vez todos dentro del pasillo; miro a mi alrededor y
veo las habitaciones
con sus respectivos números frente a las puertas. La
nostalgia me invade un poco mientras recuerdo lo
vivido en este lugar.
—Sigue igual... —Murmura mi papá y noto, cómo una
expresión de melancolía, mezclada con tristeza, invade
su rostro.
—Cómo si no hubiera pasado el tiempo. —Susurra
Justin con una sonrisa en
los labios.
Yo, los observo, sé, que aquí fue dónde papá conoció a
mamá por primera vez; sé, que en este lugar, fue dónde
todos se hicieron amigos hace tiempo; mi papá,
Austin, Lian y Justin. Aquí, fue dónde todo comenzó, y
dónde terminó. Pero, puede que la parte de su historia
haya culminado en este lugar para
ellos, pero. para mí... a penas, estaba comenzando.

Caminando entre los chicos, comienzo a mirar las


puertas en busca del
número de habitación de Antonio, sé que es una de
estas; sé que está en este piso.
—¿La encontraste? —Murmura Jaxon al verme parada
frente a una puerta,
viendo el número que está en ella fijamente.
—Creo que es esta. —Suspiro con un aire de
inseguridad en el pecho.
—Pues, entremos entonces; pero con sigilo, es de
madrugada y debe estar
dormido; no queremos provocarle un ataque al corazón.
—Dice mi padre y yo sonrío de medio lado; llevando
mis manos hacia la perilla de la puerta, girándola y
empujando de ésta lentamente.
Al abrir la puerta, escucho unos ruidos extraños, por lo
que, asomo mi cabeza entre el marco y la puerta; y veo,
lo que mis ojos no pensaban ver jamás. Antonio, está
en la cama desnudo; sus rodillas y sus manos sobre el
colchón, su rostro en dirección a la pared; y un chico,
quién también está desnudo, tras de él penetrándole.1
Mis ojos se me quieren salir de las cuencas al ver, el
trasero de aquel chico desconocido, moviéndose hacia
adelante y hacia atrás mientras sus manos sujetan las
caderas de Antonio.
Jaxon, quién parece estar muy impaciente, empuja la
puerta y la abre por
completo; mi papá y Justin, se paran a mi lado y
quedan perplejos al ver
aquella escena.
—¿Uno de esos es Antonio? —Pregunta Justin con sus
ojos clavados en los chicos y su mano estirada
señalándoles; yo, solo asiento con mi cabeza al haber
olvidado cómo se hablaba.
En esos momentos, el chico que está con Antonio; gira
el rostro al escuchar la voz de Justin y nos ve.
Éste, pega un grito y salta de la cama desnudo. Mis
ojos, se me quieren salir aún más de las cuencas, al
verlo así parado, mostrando todo lo que tiene.
Antonio, toma una sábana y rápidamente se la enrolla
en su cintura.
—¡Katrina! —Grita Antonio nervioso.
El chico, rápidamente toma la lámpara que está detrás
de él, sobre la mesa de noche, y la usa para taparse sus
partes privadas.
—Hola Antonio... —Digo, con una sonrisa falsa en el
rostro y moviendo mi mano lentamente en forma de
saludo.
—¿Quién mierdas son? ¿Porqué hay una chica aquí? —
Grita el chico; con la lámpara aún tapándole su
intimidad.
—Les daremos unos minutos... —Jaxon, me toma del
brazo y me hala hacia fuera de aquella habitación para
luego, cerrar la puerta lentamente tras de mí. Los
cuatro, nos quedamos sin palabras y en silencio,
mirando el suelo bajo nuestros pies. Yo, comienzo a
jugar con los dedos de mis manos, mientras aquella
imagen vuelve a mi cabeza una y otra vez.
—Hemos empezado bien... —Justin dice, rompiendo el
incómodo silencio que se había formado entre
nosotros.
—Si... —Asiente Jaxon. —No pensé ver esta noche un
culo y un paquete... — Asiente haciendo una mueca con
la boca. —Suena a que definitivamente, será una noche
interesante. —Pasa su mano por su rostro y yo no
puedo evitar soltar una risita.

Luego de algunos minutos, la puerta de la habitación de


Antonio se abre y éste, sale ya vestido y con mirada en
el suelo.
—Ya pueden pasar. —Dice, con un tono de voz bajo, y
sé, que está
avergonzado.
Todos, despegamos nuestras espaldas de las paredes del
pasillo; y sin decir ni una sola palabra, comenzamos a
caminar y a adentrarnos en su habitación. Una vez
dentro, veo, al chico que hace unos minutos había visto
desnudo; ya con ropa y sentado en la otra cama. Su
espalda, en el espaldar de la cama; sus pies, cruzados
uno sobre otro en sus talones; y sus brazos, cruzadas
sobre su pecho.
Justin, quién es el último en entrar, cierra la puerta tras
de sí y todos, nos quedamos parados mirando a
Antonio frente a nosotros.
—Hace mucho no te veía, Katrina. —Dice Antonio,
regalándome una pequeña sonrisa.
—Sí, lo sé. —Hago una pausa, comenzando a mover mi
pierna derecha,
nerviosa. —Discúlpennos por haberles... interrumpido.
—Digo; aquellas
palabras costaron salir de mi garganta más de lo que
pensaba.
—Está bien, no se preocupen. —Sonríe Antonio. —Él
es Juan, es mi novio y mi compañero de cuarto. —Le
señala; Juan, nos saluda haciendo un movimiento con
la cabeza, sus manos, aún sobre su pecho, y la
expresión en su rostro, es fría.
—Hola, un gusto. —Digo en voz baja. —Antonio, él es
mí papá, Dexter; él, es Justin y él es su hijo y mi
novio, Jaxon. —Los tres, saludan con la mano y noto,
cómo a Antonio se le quieren caer las cuencas de los
ojos de su cara.

—¡Son...! —Tartamudea. —¿Son... las leyendas de


Colegio Wolfrahan? —Dice, señalándoles con el dedo
índice; su mano, temblorosa.
—¿Leyendas? —Pregunta mi papá y mira a Justin,
quién se encoge de
hombros como queriéndole decir que no sabía de que
hablaban.
—Son famosos por haberse escapado y haber hecho
todo el desmadre que hicieron. —Jaxon les mira y les
habla muy rápido; estos, fruncen su entrecejo y nos
miran raros.
—¿Famosos? —A Justin, se le dibuja una sonrisa en el
rostro y lo veo arquear una ceja.
—¡Son una leyenda... son mis ídolos! —Dice Antonio,
rebasándome y
parándoseles en frente. —¡Es un placer conocerlos,
mucho gusto! —Antonio, toma la mano de mi papá y
le saluda vigorosamente. —¡Igual a usted señor Woski!
—Suelta la mano de mi padre, toma la de Justin y le
saluda.
—Sí... —Justin hace una pausa. —Igualmente...
Yo, me quedo viéndolos con los ojos entrecerrados y
veo, cómo Jaxon me mira y niega con la cabeza.
—¿Para qué volvieron al colegio? —Pregunta Antonio,
mirándonos
emocionado; su novio, solo nos observaba desde la
cama sin importarle
mucho lo que pasaba.
—Es que queremos pedirte un favor. —Digo, y Antonio
voltea a verme. Yo,
meto mi mano en el bolsillo delantero de mi pantalón,
saco el collar y lo alzo para que éste pueda verlo.
Antes de que pudiera decir algo, Antonio, se me
abalanza encima y mira el
collar que tengo colgando entre los dedos; sus ojos,
cómo dos lunas enormes con un brillo especial.

Éste, sin quitarle la vista al collar, extiende su mano


temblorosa y la acerca al dije de este; pero no lo toca.
Sus ojos van a los míos y todos, nos quedamos
mirándole fijamente,
esperando a que algo saliese de sus labios.
—¿De dónde sacaste ése collar? —Dice, con voz
temblorosa.

Capítulo 9
Todos nos quedamos en silencio mirando a Antonio,
quién se queda perplejo observando el collar en mis
manos.
Sus ojos, como dos farolas enormes que penetran los
míos en espera de una respuesta de mi parte.
—¿De dónde lo sacaste, Katrina? —Vuelve y pregunta.
—¿Qué es lo que sabes de el? —Pregunto observándole;
mi corazón,
palpitando muy rápidamente y mis nervios, muy
presentes.
—¿Qué, qué sé de el? —Acerca sus manos y lo toma
con sumo cuidado. Sus ojos, clavados sobre el. —¡Claro
que sé que es! —Dice con un tono de voz alto; una
sonrisa se dibuja en sus labios mientras lo observa
sobre las palmas de
sus manos.
Rápidamente, el chico de los anteojos rojos, corre hacia
la mesa de noche entre las dos camas, abre la última
gaveta de abajo y saca unos libros con muchas páginas.
Antonio, coloca el collar sobre su cama a la vez que
abre aquel libro, el cuál, se veía muy antiguo y
maltratado. Éste, ojea las páginas del libro con mucha

prisa y emoción, para luego de algunos segundos, parar


repentinamente en una página en específico y
apuntarla con el dedo índice.
—¡Aquí está! —Habla, sin sacar los ojos de las páginas
del libro, pero,
comenzando a caminar hacia nosotros.
Antonio, se me acerca y los chicos rápidamente hacen
un círculo alrededor de mí para ver lo que había en
aquel libro que nos tenía tan intrigados.
—Mira aquí. —Me muestra la página del libro que tiene
en sus manos, la cuál contiene, diferentes dibujos de
algunos artefactos muy antiguos. —¿Qué es lo que ves
en común con cada uno de estos objetos? —Me
pregunta y sube su
mirada para verme a los ojos.
Yo, miro aquel libro y analizo los dibujos; y luego de
algunos segundos, noto el parecido... todos los
artefactos que estaban plasmados en el libro, tenían la
serpiente que se muerde la cola, junto con las espadas
cruzadas entre sí tras el reptil.
—La serpiente y las espadas. —Murmuro mirando al
chico de los espejuelos rojos, a quién se le dibuja una
sonrisa en el rostro.
—¡Exacto! —Me señala con su dedo índice luego de
chasquearlos. —Todos estos son amuletos, Katrina.
—¿Amuletos? —Pregunto confundida.
—Cada uno de estos objetos, tiene una peculiaridad en
especial... —Pasa unas cuantas páginas del libro y se
detiene bruscamente en una. —Mira este. — Señala. —
Este amuleto, se dice, que si lo portabas contigo, justo
cerca de tu cuerpo, no te enfermabas. —Vuelve a pasar
varias páginas del libro muy
rápido, deteniéndose nuevamente en otra. —Y este de
acá, se dice, que si lo

portabas contigo, jamás perderías una batalla. —Dice,


con un tono de voz de emoción.
Todos, nos quedamos viéndolo impresionados; con
nuestras bocas abiertas y nuestros ojos sin parpadear.
Acaso, ¿era posible que algo así existiera?
¿Un objeto, capaz de provocar tal efecto en una persona
solo por portarlo sobre sí?
La verdad es que, le creía al chico de los espejuelos
rojos; ya que, yo misma, vi con mis propios ojos, como
mi tío Alejandro salvó a Jaxon con aquella piedra
mágica aquel día.
—¿Qué es lo que hace este? —Pregunta Justin, y
Antonio, se da media vuelta con el libro en las manos
y le observa.
—No lo sé, ése no está en el libro. —Comienza a ojear
las páginas en busca de algo. —He leído este libro ya
varias veces, pero, jamás he visto Ése amuleto en
particular. —Sigue mirando las páginas del libro.
—Tenemos que averiguar qué es lo que les otorga a
estos hombres chupa sangre. —Dice Jaxon, y Antonio
le mira con los ojos bien abiertos;
consternado.
—¿Chupa sangres? —Pregunta algo alterado.
—Sí, son uno hombres muy ágiles que te muerden y
succionan tu sangre. — Explica mi papá y veo, como
Antonio suelta aquel libro que tenía en las manos y
corre hacia la mesita de noche nuevamente.
Abriendo una de las gavetas de la mesa, el chico,
empieza a sacar libro tras libro, aventándolos a la cama
con mucha prisa y desesperación.

—¡Aquí está! —Grita, tomando un libro color morado


en sus manos, para
luego, abrirlo rápidamente.
—¿Qué sucede? —Pregunta Justin nervioso al ver al
chico comportarse de aquella manera. Antonio, ojea las
páginas de aquel libro muy rápido.
—Los chupa sangres cómo ustedes les llaman... son
vampiros en realidad. — Coloca el libro sobre la cama y
apunta con su dedo índice un texto que hay en el.
Todos, nos acercamos a su cama y miramos el libro; el
novio de Antonio,
nos mira con una ceja alzada sin que nada le importase
en realidad.
—¡Lo vampiros no existen! —Bufa Justin. —Estos seres
solo son hombres que chupan la sangre de sus
víctimas. Pero vampiros... —Sonríe nervioso. —No,
eso solo en las películas.
—¿Y cuál crees que es la diferencia entre un chupa
sangre y un vampiro? — Antonio, le mira serio por
encima de sus espejuelos rojos. Justin, se queda
callado. —¡Ninguna! Es lo mismo. —Sus ojos vuelven
al libro que está frente a él. —Los vampiros han
existido desde siempre, no hay una fecha en especifico,
no se sabe de dónde salieron o cómo fueron creados,
solo se sabe que están ahí... —Murmura mirándonos, y
a mí, se me erizan los cabellos de todo mi cuerpo.
—¿Qué más sabes de ellos? —Pregunto, un tanto
asustada por lo que saliera
de sus labios.
—No se sabe demasiado de ellos, todo es un misterio.
Los vampiros son sigilosos, cuidadosos y muy
discretos. Usualmente no se dejan ver ni aparecen en
público, no hay muchos testimonios de avistamientos,
porqué usualmente, ellos no dejan testigos.
—¿Entonces por qué nos siguen? —Murmuro en voz
alta, bajando la mirada al suelo en tanto pienso.

—¿Cómo fue que conseguiste ése collar


específicamente, Katrina? —Pregunta Antonio,
cerrando el libro y volteando a mirarme. Yo, suelto un
suspiro y paso mi mano suavemente por mi rostro.
—Los vampiros nos han estando merodeando,
espiándonos y hace unos días, luché con uno de ellos,
logrando quitarle el collar. —Digo y Justin asiente.
—¡Es insólito! —Antonio se lleva las manos a la cabeza
y me mira sorprendido. —¿Luchaste con uno de ellos?
—Dice, y menea su cabeza en negación
mientras camina por la habitación de un lado a otro con
sus manos, aún entre su cabello. —¿Por qué les
seguirán? ¿Qué es lo que quieren de ustedes? —Baja
sus manos de su cabeza y me mira con el ceño fruncido.
—No lo sé... —Suspiro. —Eso es lo que intentamos
averiguar, y pensé, que por medio de este collar,
podríamos saber algo más. —Me acerco a la cama de
Antonio, y tomo el collar que estaba sobre el colchón
en mis manos.
—Sabemos que ése collar es importante para ellos, y
que de seguro, tiene
algún efecto en ellos que aún, desconocemos. —Se
queda callado por un segundo. —Katrina... estoy
seguro de que los vampiros volverán por este collar
cómo de lugar. —Lo dice, con un tono de voz nervioso,
mirando, el collar sobre mis manos.
Todos, se quedan callados por algunos segundos, el
silencio en la habitación
se hace presente, pero, el silencio en general dentro del
colegio... es
demasiado para mi gusto.
Frunciendo mis ojos y quedándome muy quieta,
comienzo a escuchar todo lo que está pasando... y no
escucho nada.
—Entonces, ¿qué es lo que se supo...? —Justin habla, y
yo, extiendo mi mano hacia él, haciéndole una seña
para que no hablase, y éste, guarda silencio.

—No hablen... —Murmuro, metiendo el collar al


bolsillo delantero de mi
pantalón y mirando la ventana de la habitación. —
Antonio, tú y tu novio vayan al baño y quédense ahí.
—Digo, sin quitar los ojos de la ventana, prestando
atención a lo que escucho por la puerta de la habitación
que da al pasillo.
—Está bien, Katrina. —Dice Antonio caminando hacia
el baño. Justin, mi papá
y Jaxon, se notan tensos y los veo estar muy atentos.
—¡Yo no voy para ningun lado! —Dice Juan, el novio
de Antonio, mirándonos con mala cara aún sentado en
la cama. Sus brazos, cruzados sobre su pecho con
firmeza.
—Vamos Juan, confío en Katrina. Solo, vamos a
meternos en el baño... ella presiente algo. —Dice
Antonio, parado bajo el marco de la puerta del baño, su
mano, en el pomo de la puerta.
—¿Quién es ella para saber que va a pasar algo? —
Refunfuña mirándome con mala cara. —¡Yo me quedo
aquí! —Hace una mueca de desprecio con el rostro. —
¡Ya es hora que se vayan yendo de aquí, sino, llamaré a
seguridad! —Se
levanta de la cama y se para frente a frente a mí,
mirándome con una expresión de muy pocos amigos.
—Hay mucho silencio aquí, y siento, que no es
correcto... —Murmuro
mirándole directamente a los ojos. —Puede que me
equivoque, pero...
también puede, que ustedes estén en peligro. —Digo
con voz firme; Juan,
mirándome con una mirada fría.
—¡No me importa, los quiero fuera de mi habitación
ahora mismo! —Dice, y acerca su rostro al mío con
muy mala cara.
Jaxon y mi papá, se acercan al chico; Jaxon, le da un
empujón por el hombro y lo aleja de mí. Ambos, se
dan miradas amenazantes mientras siento, cómo la
tensión sube entre todos en la habitación.
—¡A ella no le hables así, pendejo! —El chico de los
ojos verde oliva grita y lo escucho respirar acelerado.
—¡Tú no me toques, cabrón! —Juan, le empuja a Jaxon
por el pecho y éste, da dos pasos hacia atrás por el
empujón. Mi papá, se mete entre ambos y
extiende sus brazos, colocando cada una de sus manos
sobre los pechos de estos dos chicos, quienes si no
fuera porque mi padre les estaba separando, ya se
hubieran dado de golpes.
—¡Juan, por favor! —Grita Antonio desde el baño,
asomando su cabeza por el marco de la puerta. —Solo
ven al baño conmigo. —Dice nervioso.
—¡No haré lo que estos pendejos me digan que haga! —
Grita Juan mirando a Antonio molesto.
En esos momentos, la ventana de la habitación se hace
trizas y todos nos cubrimos los rostros por los vidrios
que saltaban hacia todas partes. Rápidamente, miro
hacia la ventana, y veo, cómo un encapuchado entra de
un salto por esta.
El encapuchado, en menos de un segundo, saca un
cuchillo del bolsillo de su pantalón y toma a Juan de
rehén.
Todos, nos quedamos observando y yo, doy dos pasos
hacia atrás.
—Por fin nos encontramos nuevamente. —Dice el
encapuchado, y veo cómo una sonrisa macabra se le
dibuja en los labios. Su rostro, no se logra a ver por
la capucha que lleva puesta sobre la cabeza y la sombra
que le cobija. El cuchillo, justo en el cuello de Juan y el
encapuchado, tras de él sosteniéndole con fuerza.
—¡Suéltalo! —Demando mirándole fijamente. Juan,
con su pulso acelerado y nervioso. Antonio, escondido
en el baño justo como le había ordenado.

—¿Así me recibes luego de tantos años sin vernos? —


Ríe. —Les voy a admitir que se escondieron muy bien,
no pudimos encontrar rastro de ustedes por mucho
tiempo, hasta, que salieron de dónde quiera que estaban
y volvieron al colegio. —Dice con un tono de voz
burlón.
—¡Suéltame pedazo de mierda! —Dice Juan, con un
tono de voz nervioso pero firme.
—La situación es con nosotros... —Murmuro nerviosa
por aquel chico
inocente. —¡Déjalo ir! —Digo, y trago hondo.
En ése momento, la puerta de la habitación se abre, y
escucho, cómo dos personas más entran por ella.
Yo, volteo un poco mi rostro y veo, a dos encapuchados
rodear a mi papá, a Justin y a Jaxon. Quienes, se
colocan en posición defensiva, protegiéndose unos con
otros.
—¡Sabes que... tienes razón, éste chico no me sirve para
nada! —Sonríe, para luego, cortar la garganta de Juan
con el cuchillo y tirarlo de un empujón al suelo.1
—¡No! —Grito, viendo, cómo mucha sangre comienza
a salir de su cuerpo en tanto éste, se coloca sus manos
sobre su garganta desesperadamente desde
el suelo. —¡Juan! —Grito, arrodillándome dónde el
chico quién me mira con una expresión de tristeza en
los ojos mientras se desangra.
—Lo... siento... —Dice, y escucho, cómo su corazón se
detiene y éste, deja de respirar para luego caer al suelo
sin vida.
Mi corazón se arruga al ver al chico muerto en el suelo
de la habitación, a la par, que una lágrima baja por mi
mejilla. Siento, cómo la furia comienza a
acumularse en mi cuerpo, y instantáneamente, me
convierto.

—¿Qué has hecho? —Murmuro, con lágrimas en los


ojos, parándome del suelo
y mirando al encapuchado que está frente de la ventana
con una sonrisa en
los labios. En una de sus manos, el cuchillo
ensangrentado que había utilizado para acabar con la
vida de ése chico inocente.
—Me estorbaba un poco, y lo que en realidad quiero...
es a ti. —Me señala con
el cuchillo y yo, tenso mi cuerpo en tanto cierro con
fuerza los puños a ambos lados de mi cuerpo.
De pronto, los encapuchados que habían entrado por la
puerta, comienzan a dar pasos hacia adelante,
acorralando a mi papá, a Justin y a Jaxon, quienes no
tienen otra opción mas acercarse a mí y quedar en el
centro de la
habitación mientras los encapuchados nos rodean.
—Ven con nosotros niña, y prometo, que mas nadie
morirá hoy. —Dice el encapuchado que tiene el
cuchillo en la mano, acercándose a mí mientras juega
con el cuchillo en su manos.
—¡No iré contigo! —Digo entre dientes, recordando
todo lo que estos nos habían hecho y la muerte... de mi
mamá. —¡Tendrás que matarme para llevarme a dónde
sea que quieras que vaya contigo! —Digo, con mi
respiración agitada, mirándole fijamente con mucho
odio y rencor.
—Qué lástima, pero, te necesito viva. No me sirves de
nada si estás muerta, pero, de tus amigos no puedo
decir lo mismo. —Ríe y éste, rápidamente se me acerca
y trata de atacarme.
En ése momento, yo, esquivo su golpe agachándome,
para luego, lograr darle un puñetazo en el estómago
que lo hace caer al suelo de rodillas para tomar una
bocanada de aire.
Los otros dos encapuchados, comienzan a atacar a mi
papá y a los demás, y estos, comienzan a defenderse.

El encapuchado que tiene el cuchillo, se levanta del


suelo con una sonrisa en los labios. Lo veo, doblar su
cuchilla y cerrarla, para luego, colocársela en el bolsillo
trasero de su pantalón.
—Me dijeron que te llevara con vida, pero, nunca
dijeron en qué condición... — Me da una sonrisa
macabra, y comienza a tronarse los nudillos de sus
manos. —¡Inténtalo...! —Digo, mirándole seria.
Adoptando una posición defensiva. Rápidamente, el
encapuchado, salta hacia mí y ambos, comenzamos a
pelear. Éste, me lanza varios puños, los cuáles yo logro
esquivar, para luego, lograr darle una patada a éste, y
hacer, que el encapuchado, se tropezase con el cuerpo
sin vida de Juan y cayera de espaldas al suelo.
Ahí, volteo rápidamente y miro a los chicos, quienes, lo
estaban haciendo muy bien, ya que, estos eran tres
contra dos encapuchados.
Al voltear el rostro nuevamente hacia mi enemigo, lo
primero que veo, es su puño el cuál, se estrella con mi
rostro provocándome un fuerte dolor en el pómulo
derecho. Siento, cómo un líquido comienza a bajar por
el área que
éste me había pegado, y sé, que estoy sangrando.
El encapuchado, me mira con una sonrisa de victoria en
los labios y yo, paso la parte trasera de mi mano por
mi pómulo, limpiando la sangre que cae por mi rostro.
—No la desperdicies, linda. Qué he escuchado que vale
mucho. —Ríe, mirando la parte trasera de mi mano
ensangrentada.
En ése momento, pego un grito y corro hacia él con
mucho coraje,
recordando, todo lo que habíamos pasado gracias a
ellos, y todos los que habían muerto a sus manos...
incluyendo a mi querida mamá.

El encapuchado, intenta agarrarme por los hombros,


pero yo, logro pegarle un puño en la cara, notando,
cómo sangre comienza a salir de su labio inferior.
Inmediatamente, aprovechando que éste a quedado un
poco confundido por mi golpe, le doy una serie de
patadas en el estómago que lo dejan sin aire,
para luego, empujarlo y tirarlo por la ventana.
Inmediatamente, me acerco a la ventana y veo, el
cuerpo del encapuchado en el suelo... inmóvil.
Rápidamente, me volteo y veo, como los chicos ya
habían dejado inconsciente a un encapuchado, y justo,
Jaxon, le da un gran puñetazo al restante y éste, cae al
suelo desplomado.
Todos, nos quedamos unos segundos en silencio
observando los cuerpos inconscientes de aquellos
hombres encapuchados. Todos, sangrando de una
manera u otra mientras nuestras respiraciones
comenzaban a controlarse con el paso del tiempo.
—Volvieron... —Dice mi papa, con una ceja sangrante.
—Nos encontraron. —Suspira Justin tragando hondo
con su mirada en el encapuchado que tiene frente a sus
pies.
—Ahora, tenemos dos problemas. —Murmura el chico
de los ojos verdes, subiendo su mirada hacia la mía.
—Vampiros y encapuchados contra nosotros. —Digo y
un escalofrío recorre mi cuerpo entero.

Capítulo 10
Los chicos y yo estábamos en la habitación de Antonio.
Los cuerpo de los dos encapuchados, los cuáles los
chicos habían logrado
dejar inconscientes, están en el suelo.
Detrás de mí, el cuerpo de Juan...
Mi papá, Justin y Jaxon, me miran con una expresión
de preocupación en el rostro. Yo, solo puedo pensar en
aquella alma inocente que había muerto a manos de
esos infelices.
—Antonio está todavía ahí. —Dice Justin con pena en
los ojos, yo, asiento y me encamino hacia el baño.
Con el corazón en la mano, me paro frente a la puerta
del baño, bajando mi mirada al suelo y mordiendo mi
labio inferior mientras sostengo aquel sollozo que
quiere salir de mi pecho.
Con el alma partida en dos, giro la perilla de la puerta
para luego, entrar al baño. En un principio, no veo al
chico de los anteojos rojos, pero sí, escucho su corazón
palpitando muy rápido... nervioso.
Camino lentamente hacia la ducha, y agarrando la
cortina de baño con mi mano, la halo, moviéndola para
un lado. Mi ojos, se van rápidamente hacia Antonio,
quién está agachado en el suelo, con sus manos
rodeando sus
rodillas, su cabeza metida entre sus piernas y
temblando.
—Antonio. —Murmuro mirándole, éste, voltea el
rostro rápidamente al
escuchar mi voz y sus ojos se abren cómo dos lunas
gigantes.
—¡Katrina! —Dice con emoción en tanto se levanta, al
verme. —¿Qué pasó?
Escuché muchos ruidos. —Dice, saliendo del área de la
ducha.
—Eran los encapuchados, pero... —Hago una pausa,
viendo, cómo Antonio
camina hacia la puerta y sale por ella. —¡Antonio,
espera! —Digo, pero éste, sale del cuarto de baño y lo
veo quedarse inmóvil con su mirada hacia el suelo.

—¡Juan! —Grita, comenzando a correr, yo, corro tras de


él.
Al salir del baño, veo a Antonio tirado sobre el cuerpo
sin vida de su novio. Gruesas lágrimas bajando por su
rostro en tanto lo tomaba en brazos y lo abrazaba.
—¡No Juan! —Murmura, mientras toca con delicadeza
el cabello azabache de su novio. Su mano, temblorosa.
—Lo siento, Antonio. —Murmuran mis labios en tanto
bajo la mirada al suelo. Una lágrima, comienza a rodar
por mi mejilla mientras siento, cómo mi
corazón se arruga por aquello.
—¿Quién le hizo esto a Juan? —Voltea su rostro,
mojado por sus lágrimas y me mira fijamente.
—Fueron ellos. —Señalo con la mirada a los
encapuchados que aún están inconscientes tras de mí.
—Yo intenté, pero... —Antonio me interrumpe.
—¡Los mataré! —Grita, levantándose del suelo y
corriendo hacia la dirección dónde estaban los
encapuchados. Yo, me interpongo con él y le sujeto de
los hombros.
—¡No lo hagas! —Meneo mi cabeza en negación,
luchando con Antonio quién trata de zafarse a toda
costa de mi agarre. —¡No vale la pena que te ensucies
las manos por ellos! —Sollozo, viendo, cómo éste, deja
de luchar y cierra sus ojos con fuerza, inclinando su
cabeza hacia abajo.
—Tienen que pagar por lo que hicieron... —Dice entre
llantos, su nariz, tapada por el tanto llorar. Yo,
rápidamente, le halo hacia mí y le abrazo con mucha
fuerza.
Mi rostro, pegado a su cuello mientras éste, rodea sus
brazos alrededor de mi cuerpo.
—Yo lo vengaré por ti... —Murmuro, y el chico de los
anteojos rojos, se echa un poco hacia atrás y me mira
fijamente.
—¿Te vas a ensuciar tú las manos? —Pregunta con
lágrimas en los ojos.
—Mis manos ya tienen su sangre, Antonio. —Digo, y
siento, cómo aquellas palabras queman mi garganta al
salir de mi boca. —Y no pararé, hasta vengar
cada una de las muertes que estos hombres nos han
causado. —Digo y éste asiente débilmente.
Escucho, cómo uno de los encapuchados comienza a
despertar; Antonio y yo
le miramos. El hombre, sube su mano hacia su cabeza,
tocándose la frente con dolor mientras se queja. De
pronto, veo, cómo Antonio se le acerca, y sin
pensarlo dos veces, le da un puñetazo en la cara que
deja inconsciente al hombre nuevamente.
—¡Te llevas ésta porqué tienes suerte de que Katrina no
me dejó acabar
contigo! —Dice el chico de los espejuelos rojos,
mirándole con muy mala cara
y señalándole con el dedo índice.
—Tenemos que sacarlos del colegio lo antes posible. —
Dice mi papá y todos asentimos.
—También está el que tiré abajo, por la ventana. —
Señalo la ventana y Justin asiente.
—Yo me encargo de ése. —Dice, caminando hacia la
ventana para mirar por ella.
—Antonio, ¿qué quieres hacer con el cuerpo de Juan? —
Pregunto temerosa,
sin querer haber preguntado aquello, pero en realidad,
era necesario.
—Me gustaría enterrarlo en nuestro lugar favorito. —
Sonríe, acercándose
nuevamente al cuerpo sin vida de su novio. —Quisiera
que lo enterráramos en

el bosque, cerca de aquel árbol torcido dónde nos


conocimos. —Una lágrima baja por su rostro mientras
éste, pasa la parte trasera de su mano
delicadamente por su rostro.
—Así será. —Digo y asiento, Antonio me mira con una
sonrisa enmarcada con tristeza y asiente con lágrimas
en los ojos.
—Creo que tenemos un problema. —Dice Justin, en
tanto mira por la ventana. Todos, nos quedamos
mirándole y éste, voltea a vernos.
—El encapuchado que Katrina tiró por la ventana... no
está. —Dice y yo automáticamente frunzo el ceño.
—¡Imposible! —Digo, comenzando a correr hacia la
donde Justin, pasando con cuidado por el lado de
Antonio y Juan, para luego, asomarme por aquella
ventana.
Al mirar hacia el primer piso, veo, cómo en realidad el
hombre no estaba. No había rastros de él, ni uno solo.
—¡No puede ser! ¿A dónde se a ido? ¿Sobrevivió a ésa
caída? —Murmuro para mí misma, observando todo el
suelo en busca de alguna pista que me indicase hacia
dónde se fue, pero, no había nada.
—Llevemos estos dos fuera del colegio, y enterremos el
cuerpo de Juan, luego, nos vamos de aquí. —Dice
Justin y todos asentimos.
Con mucha precaución, entre Justin y mi papá,
envolvieron el cuerpo de Juan en una sábana, para
luego, comenzar a bajar las escaleras del pasillo,
observando que nadie viniese y les viese. Antonio,
asegurando el camino. Jaxon y yo, nos quedamos en la
habitación pensando en cómo bajar a estos
encapuchados sin que nadie nos viera ni pasar mucho
trabajo.

—¿Por qué no los arrojamos simplemente por la


ventana y ya? —Pregunta el chico de los ojos verdes y
yo me quedo mirándole seria. —Así nos evitamos
bajarlos por las escaleras y cargarlos. —Me mira
esperando una respuesta de mi parte.
—Es una estupenda idea, Jaxon. —Asiento.
—Perfecto, pues yo brincaré al primer piso y tú me los
lanzas. —Dice Jaxon, dándome la espalda y
comenzando a caminar hacia la ventana.
—¡Espera! —Me acerco a él y le sujeto por un brazo. —
¡Está muy alto para que saltes, yo saltaré!—Digo, y
éste frunce el ceño.
—Yo puedo hacerlo, Katrina. —Me mira y una sonrisa
sarcástica se dibuja en
sus labios. —¿Acaso piensas que eres la única que puede
brincar desde tan alto? —Bufa para luego, soltar el
agarre de mi mano y saltar por la ventana.
Mi corazón se torna frío al ver al chico de los ojos
verde oliva, saltar desde tan alto. Rápidamente, me
acerco a la ventana y saco mi cabeza por ella para ver,
cómo Jaxon hace una pirueta en el aire y cae con un
aterrizaje perfecto al suelo.
—¿Cómo hiciste eso? —Le digo, mirándole asombrada.
El chico de los ojos oliva, me mira con una sonrisa de
victoria en los labios.
—¡Tu novio tiene sus cualidades, querida!—Me guiña
el ojo y me regala una sonrisa.
—¡Creído! —Meneo mi cabeza de lado a lado, con el
corazón en la garganta por culpa de éste chico necio el
cuál tengo por novio.
Caminando hacia dónde están los cuerpos
inconscientes de los
encapuchados, me acerco a ellos y los tomo de los
brazos, comenzando a halarlos por la habitación hasta
cerca de la ventana.

Levantando y metiendo al hombre por la ventana, lo


empujo poco a poco
hasta lograr arrojarlo. Miro hacia abajo y veo, cómo
Jaxon da un paso hacia atrás y coloca sus manos tras
su espalda, dejando caer el encapuchado al
suelo de golpe a propósito.
—¡Jaxon! —Digo, mirándole impresionada.
—¿Qué? —Se encoge de hombros. —Cómo quiera
tendremos que matarlos o
no sé, hacerlos desaparecer. No los vamos a dejar libres
para que vuelvan a jodernos la vida. —Dice y yo
asiento.
El chico de los ojos color verde oliva tenía razón, no
podíamos dejar a los encapuchados libres así como así.
No podíamos liberarles cómo si no fueran personas
malvadas capaces de matar a personas inocentes y de
joderte la vida en un segundo. Todo lo que les pasase,
se lo tenían bien merecido, así que, tal cuál Jaxon, no
debía tenerles ningún tipo de lástima o bondad.
Luego, de tirar por aquella ventana el último cuerpo
inconsciente del
encapuchado que quedaba en la habitación, procedí a
saltar por ella y caer de pie justo a un lado de Jaxon.
En ése momento, vemos a Antonio salir por las puertas
de cristal de la parte trasera del colegio, sujetando de
estas para que mi papá y Justin pasaran con el cuerpo
de Juan.
—Yo me llevo a Juan a dónde lo vamos a enterrar. —
Dice mi papá.
—¿Puedes cargarlo tú solo? —Pregunta Justin,
bajándolo cuidadosamente junto con mi padre, al
suelo.
—Sí, tú ayuda a Jaxon y a Katrina con los
encapuchados antes de que se despierten otra vez. —
Dice, terminando de colocar el cuerpo de Juan en el

suelo. La sábana azul de la cama del


chico, cubriéndole de pies a cabeza. Antonio, a un lado
de mi padre.
—¿Qué haremos con ellos? —Pregunta Justin mirando
a los encapuchados
que están tirados en el suelo.
—Yo los mataré. —Habla mi padre y un escalofrío
recorre mi cuerpo.1
—Papá , ¿estás seguro? —Digo, mirándole con el
corazón en la garganta. Una presión constante, inunda
mi pecho repentinamente.1
—Sí, ellos me han jodido la vida. No les dejaré libres
por ahí para que sigan haciendo de las suyas y
lastimando a más personas... cómo a tu mamá y a
Juan. —Suspira.
—Está bien. —Asiente Justin. —Yo voy contigo cuando
lo vayas a hacer. —Hace una pausa. —Ellos son
enviados por los Victorian, y estos, me deben la muerte
de mi esposa. —Toma una bocanada de aire luego de
decir aquello.
Miro a Jaxon quién está a mi lado, y veo, cómo la
expresión en su rostro
cambia de una seria, a una de tristeza y aflicción al
escuchar esas palabras.
—Bueno, entonces vamos a enterrar a Juan en aquel
lugar cómo se merece, luego, nos encargaremos de
ellos. —Dice mi papá mientras se agacha y toma
delicadamente el cuerpo sin vida de Juan entre sus
brazos, como si estuviera dormido y comienza a
caminar al bosque junto a Antonio, quién no le pierde
ni la sombra.
—Yo me llevo a uno de estos infelices. —Justin, se
acerca a uno de los
encapuchados y le mira al rostro bb por algunos
segundos. De pronto, éste, le da un fuerte puñetazo en
la cara al encapuchado, dejándonos, al chico de los ojos
verde oliva y a mí, atónitos.
—¿Y eso qué fue? —Pregunta Jaxon mirando a su padre
de arriba a abajo.

—Bueno, para que no se vaya a despertar mientras lo


cargo. —Justin, se
agacha nuevamente y toma a uno de los encapuchados.
Echándoselo sobre uno de sus hombros y colgándolo
tal cuál saco de patatas.
—Yo me llevo al otro, Katrina. —Jaxon, se acerca al
encapuchado y en vez de darle un puñetazo como su
padre, éste, le da una patada en la cara, para
luego, montárselo también sobre su hombro. —Eso es
para que no se vaya a despertar. —Ríe, comenzando a
caminar hacia el bosque, siguiéndole el paso
a Justin.
Ya llevábamos caminando varios minutos por la zona
segura del colegio, en esta zona, los guardias de
seguridad no patrullan, ya que, está permitido
caminar por ella libremente. Pero, si llegases a
traspasar a la zona prohibida, que es la que está más
cerca de los límites del colegio, pues en ése caso, te
pegaban una paliza o un dardo tranquilizante en el
trasero y te castigaban.
—Ya estamos llegando. —Dice Antonio, quién nos guía
por el bosque hacia aquel lugar especial dónde quería
enterrar a su novio. —Está dentro de la zona segura,
por lo que no tendremos problemas. —Dice, y todos
asentimos.
Yo, voy a un lado del chico de los ojos verdes,
caminando junto a él mientras me aseguro de que ni su
encapuchado, ni el de Justin, se fueran a despertar.
Mi papá, detrás de Antonio aún con el cuerpo de Juan.
Luego de algunos minutos más, Antonio se detiene y
creo, que llegamos al sitio. El lugar, era una explanada
en la cuál, no habían muchos árboles.
Bonitas flores silvestres adornaban el suelo bajo
nuestros pies; rojas,
amarillas, naranjas...
Un árbol muy curioso me llamó mucho la atención.
Este, estaba un tanto torcido, de una forma muy
diferente y peculiar. En su corteza, algunos símbolos y
escrituras tallados en la madera.
Mi papá, dejó el cuerpo de Juan dónde Antonio le dijo;
justo en frente de aquel árbol.
Antonio, inmediatamente, se acercó al cuerpo sin vida
de su novio y comenzó
a peinarle el cabello, suavemente con sus dedos.
Lágrimas comenzaron a
bajar nuevamente por sus mejillas.
—Tranquilo mi amor, algún día, volveremos a estar
juntos. —Su voz es temblorosa. —¡Volveremos a
vernos Juan, lo prometo! —Llora.1
Mi papá, lentamente, se aleja de aquel lugar con la
cabeza inclinada. Sé, que esto, le recuerda a cuando
mamá murió; sé, que esto de le duele.
—Voy a deshacerme de los encapuchados. —Dice mi
padre al estar cerca de nosotros. Agachándose al suelo
y tomando un encapuchado para colocarlo sobre su
hombro.
—Yo iré contigo. —Le responde Justin y éste asiente.
—Cuando volvamos, enterramos a Juan. —Murmura
mi papá, girando su vista hacia Antonio, quién aún
lloraba al lado del cuerpo de su amado novio.
—Está bien, aquí los esperaremos. —Digo y mi padre,
da media vuelta y
comienza a caminar hacia el bosque juntos a Justin.
Desaparecido entre los árboles y la oscuridad de la
noche.
Luego de algunos quince minutos, vemos, cómo mi
papá y Justin regresan. Jaxon y yo, sentados bajo un
árbol, dándole su espacio a Antonio para que pudiera
pasar aquellos últimos momentos con su novio. Jaxon,
había ido de regreso al colegio y buscado una pala en
los almacenes, asegurándose de ser muy sigiloso y de
qué nadie le viera.
Antonio, ya había dejado de llorar, pero, al ver a mi
papá y a Justin venir, éste, se aferró al cuerpo sin vida
de Juan y se quebró en llanto.

Mi corazón se parte en dos al ver al chico de aquella


manera, al sentir su dolor
y revivir el mío que sentí cuando mi madre murió. Ése
dolor que te quema el pecho, que te hace despedazarte
por dentro poco a poco mientras sientes, cómo tu alma
se apaga lenta y dolorosamente.
Jaxon, se para del suelo y toma la pala en sus manos.
Justin, se acerca al chico quién abraza con fuerza el
cuerpo de Juan, y se agacha a su lado.
—No quiero dejar de verlo... —Solloza el chico entre
lágrimas. —No quiero no verlo nunca más. —Llora.
—Sabes Antonio, ahora mismo es imposible no dejarlo
de ver, pero sabes qué, aquí... —Se toca su pecho. —
Aquí, siempre va estar presente. Nunca te va a
abandonar, créeme, lo sé por experiencia propia. —
Justin, le regala una bonita sonrisa, para luego, darle
una palmada sobre el hombro y pararse de su lado.
Antonio, asiente con sus ojos cristalizados.
Veo, cómo Antonio, delicadamente, arropa
nuevamente el cuerpo de Juan, para luego, pararse del
suelo y tomar una gran bocanada de aire.
—Ya pueden enterrarlo. —Escucho, cómo aquellas
palabras queman todo a su paso al salir de sus labios.
Jaxon, quién es el que tiene la pala en manos, se acerca
al chico de los espejuelos rojos.
—¿Dónde quieres que sea? —Pregunta con un tono de
voz suave y triste.
—Aquí estaría bien. —Señala frente a aquel árbol, el
cuál, al estar más cerca de el, puedo notar, cómo este
decía por todas partes en su tronco, el nombre de
Antonio y de Juan.
Jaxon, comienza a palear en aquel lugar, y todos, nos
quedamos observando con mucha tristeza en el
corazón.
Tras algunos minutos, el chico de los ojos verde oliva,
logra cavar un agujero
lo suficientemente grande como para que el cuerpo de
Juan entrase en el.
Con mucho cuidado, entre mi papá y Justin, toman el
cuerpo de Juan, el cuál aún está envuelto en aquella
sábana azul.
Estos, lo colocan con delicadeza en el agujero que hizo
Jaxon, y se alejan lentamente con la mirada abajo.
Veo, cómo Antonio, tomó algunas de esas flores
silvestres que adornaban el suelo de la explanada, y las
coloca suavemente sobre el pecho del chico.
—¡Te amo amor mío, y siempre lo haré! —Una lágrima
rueda por su mejilla, en tanto veo, cómo la gota cae
sobre aquella sábana azul.
Antonio, se levanta del suelo y sale corriendo hacia el
colegio quebrantado en llanto, yo, doy media vuelta
con la intensión de ir tras de él, pero, mi papá me
agarra por un brazo y me dice, meneando su cabeza
hacia los lados, que no lo haga.
Jaxon, comienza a colocar tierra con la pala, sobre el
cuerpo de Juan, y yo, no puedo evitar sentir una gran
tristeza en mi corazón.
Cuando al fin el cuerpo de Juan está cubierto por
completo, abrazo a mi papá, quién está justo a mi lado,
y lo sujeto con fuerza.
—¿Cuando va a terminar todo esto papá? —Digo con
mi voz temblorosa. Aguantando aquellas lágrimas que
quieren salir de mis ojos a cómo de lugar. —Cuando
acabemos con todos ellos. —Suspira. —¡Cuando
matemos, a los Victorian!

Capítulo 11
Los chicos y yo, volvimos al colegio para despedirnos
de Antonio luego de
dejarle solo por un rato.
Ya, estaba por amanecer, por lo que, nos teníamos que
dar prisa si queríamos salir de este lugar antes, de que
los primeros rayos del sol aparecieran en el cielo.
Antonio, quién estaba encerrado en su habitación, se
había despedido de mí muy amablemente, y me había
regalado aquel libro que tenía toda la
información de los amuletos.
—Siento mucho lo que pasó, Antonio. —Digo muy
triste, aún en su habitación. Los chicos, esperando por
mí en el pasillo.
—¡Por favor Katrina, júrame que vengarás la muerte de
Juan! —Dice,
colocando su mano derecha sobre mi hombro. —
¡Júrame, que acabarás con todos ellos! —Me mira
directamente a los ojos.
Un frío, recorre por mi pecho al pensar en aquel
juramento que Antonio quería que le hiciera. Aquel
juramento, que no sabia si podía cumplir, pero, que
deseaba realizar con toda mi alma.
—¡Lo juro, Antonio! —Digo, y siento, cómo mi corazón
acelera al decir aquello. —¡Acabaré con todos! —
Asiento.
—Gracias Katrina. —Sonríe débilmente. —Yo sé que tú
eres la única que
puedes hacerlo. —Al aquellas últimas palabras salir de
su boca, Antonio, se me abalanza encima y me abraza
con mucha fuerza. —¡Eres increíble, nunca lo olvides!
—Murmura cerca de mi oído, para luego, alejarse un
poco de mí y
mirarme con una expresión de esperanza en su rostro.

—Nos vemos Antonio. —Digo, dando un paso hacia


atrás, para después, darme media vuelta y abrir la
puerta de la habitación. Antes de cerrar la puerta tras
de mí, doy un último vistazo al chico de los anteojos
rojos y le brindo una leve sonrisa, la cuál, éste me
devuelve.
Cerrando la puerta lentamente detrás de mí, veo a los
chicos parados en el pasillo esperándome. Una vez
cerca de ellos, todos, comenzamos a caminar hacia las
escaleras para marcharnos.
Todos estaban muy callados, nadie decía nada, ni
aunque fuera, una sola palabra. Creo, que a todos, de
una forma u otra, nos había afectado todo aquello que
había pasado.
Al llegar al primer piso, y bajar ése último escalón de la
escalera, vemos, la sombra de un hombre esperándonos
frente a la escalera.
—¿Qué hacen aquí? —Dice el hombre con un tono de
voz bajo. Mi papá, me
hala del brazo y me coloca tras de él en forma
defensiva.
Me quedo mirando la sombra de aquel sujeto que
camina hacia nosotros. Justin y Jaxon, listos para
atacar; mi papá, defendiéndome de aquel extraño.
Cuando aquel hombre se acerca lo suficiente como para
que la luz de una farola en la pared le pegara, veo, que
se trata de mi tío Alejandro.
—¡Tío Alejandro! —Digo con emoción, saliendo de
detrás de mi padre y
corriendo hacia él. Al llegar dónde éste, me estampo
contra su cuerpo y le abrazo, él, también lo hace
conmigo.
—¡Katrina, no sabía que eras tú! —Dice, mientras me
abraza.
Luego de algunos segundos, yo, doy dos pasos hacia
atrás, mirándole al rostro y viendo aquella sonrisa
dibujada en sus labios.

—¿Qué estás haciendo aquí? —Pregunta con una linda


sonrisa.
Yo, me quedo en silencio observándole. Pensando, en
cómo le podía decir todo lo que había pasado desde que
salí del colegio. Mi corazón se hace trizas al saber, que
mi tío Alejandro no sabía de la muerte de mi mamá,
que éste, desconocía lo que había pasado hace dos
años... Era imposible buscar en mi cabeza las palabras
correctas para informarle aquella noticia que sé, lo
destrozaría vivo.
—Es una larga historia. —Murmuro, con el palpitar de
mi corazón en la
garganta.
—¿Y quiénes son ellos? —Mira por encima de mi
hombro, observando a los chicos tras de mí.
Yo, me volteo para poder presentarles.
—Él es mi papá... —Señalo a mi padre quién da unos
pasos y se acerca a nosotros.
—¡Mucho gusto, soy Dexter! —Mi padre, extiende su
mano hacia mi tío y éste se la toma sin pensarlo.
—¡El gusto es mío! —Ambos, se dan un apretón de
manos. —Es un placer
conocer al amor de la vida de mi hermana. —Sonríe.
Miro a mi padre, aquella sonrisa débil que tenía en los
labios, se había esfumado por completo al escuchar a
Alejandro hablar de ella.
Mi tío y mi padre, sueltan el agarre a sus manos y veo,
cómo mi papá, baja la mirada al suelo y suspira.
—Ella ya no está con nosotros. —Murmura y mira a
Alejandro, quién se queda frío y sin palabras. —Lo
lamento...

Un incómodo silencio nos abarca a todos, mientras,


veo cómo los ojos de mi tío se cristalizan. Escucho su
corazón acelerarse y siento, cómo su respiración se
agudiza.
—Ella... —Murmura con voz temblorosa. Éste, detiene
su hablar y siento, cómo las palabras se le quedan
atoradas en su garganta.
—Tío... fue hace dos años. —Digo, con lágrimas en los
ojos; las que me niego a soltar; y coloco mi mano
delicadamente sobre su hombro.
—Yo... —Hace una pausa. —No logré despedirme. —
Habla, y una lágrima
comienza a rodar por su mejilla.2
—Lo lamento tanto. —Dice mi papá en voz baja. —Te
podemos decir dónde está descansando. Es en un
pueblo cercano. —Le dice con lástima y veo, como
Alejandro asiente.
—¿Cómo murió? —Dice, y noto el nudo en su
garganta.
Mi papá, toma un suspiro y lo veo mirar al suelo. Yo, le
hago a mi papá una señal para que me dejase a mí
contestar y éste asiente.
Lentamente, me acerco a mi tío Alejandro y tomo sus
manos entre las mías. Noto, cómo sus manos están
frías y sudadas, sé, que está más afectado por esto de lo
que en realidad quiere aparentar.
Mis ojos van a los suyos y nuestras miradas se cruzan.
Noto, cómo su labio inferior y quijada tiemblan, y yo
solo, puedo soltar un suspiro.
¿Cómo encontrar las palabras adecuadas para decirle al
hombre que tengo frente a mí, que su hermana fue
asesinada?
¿Cómo decirle, que la sangre de su sangre, había
perdido la vida... intentando salvar la mía?
De solo pensar en aquellas palabras salir de mi boca, el
corazón se me
pulveriza en un instante.
—Alejandro... —Murmuro con un nudo en la garganta.
Aquellas lágrimas que sostenía en mis ojos, finalmente
brotan de ellos y ruedan por mi rostro.
Mi tío, se me queda viendo fijamente, y yo, no puedo
hacerle esperar más.
—Ella murió salvando mi vida. —Digo, y una lágrima
baja rápidamente por mi mejilla y se estanca sobre mi
labio superior. —¡Yo intenté salvarla pero todo fue tan
rápi...! —Me interrumpe, para luego, subir la mano
hasta mi rostro y limpiar con su dedo pulgar aquellas
lágrimas que bajaban sin cesar.
—Seguramente, yo hubiera hecho lo mismo si tuviera
hijos. —Me regala una sonrisa débil y asiente.
Lágrimas, bajando por su lindo rostro. —Si así fue
cómo murió mi hermana, puedo decir, que estoy
orgulloso de ella. —Asiente entre un suspiro.
Yo, le doy una sonrisa de medio lado y éste me mira
con ternura.
En ése momento, escuchamos un ruido cerca de las
puertas que dan hacia el patio trasero. Todos, nos
alertamos inmediatamente y nos quedamos callados.
Escucho pasos a las afueras del colegio, según las
pisadas, son bastantes personas.
—Sea lo que sea, se están acercando. —Murmuro en
voz muy baja. —¡Son aproximadamente diez! —Digo
y mi papá se queda muy atento a todo.
De pronto, vemos, cómo unos encapuchados entran por
la puerta a nuestro lado, mientras, que otros bajan
rápidamente por las escaleras a nuestras espaldas.

En un parpadeo, los encapuchados nos rodean a todos,


así que, los chicos y
yo, nos protegemos colocándonos espalda contra
espalda, mientras, hacemos un círculo entre todos.
—¡Tienen que salir de aquí! —Dice mi tío Alejandro,
mirando hacia los lados, pendiente de los
encapuchados que nos rodean. —¡Me voy a hacer paso
hacia la oficina del director para abrirles remotamente
el portón principal del
colegio! Por ahí, podrán salir sin tener que lidear con
los guardias del bosque. —Murmura Alejandro,
volteando su rostro hacia todos y mirándonos.
Nosotros asentimos.
En ése momento, mi tío, rompe el hielo y corre hacia
los encapuchados. Veo, cómo éste se enfrasca en una
pelea con dos de ellos mientras los demás
chicos, también comienzan a pelear.
Yo, ayudo a mi tío Alejandro, para que así éste pueda
lograr escapar hacia la oficina del director cómo
habíamos acordado. Noto, cómo Alejandro es muy
bueno peleando; en el tiempo que llevábamos luchando
con los
encapuchados, ya había derrotado a los dos con los
cuáles comenzó a pelear. Alejandro era el instructor de
defensa personal y boxeo en el colegio, por lo que, no
me sorprende que pelee increíble.
De pronto, un encapuchado me sostiene del hombro y
me hala hacia él. Yo, rápidamente, me volteo y le pego
un puñetazo en el rostro que lo hace dar unos cuantos
pasos hacia atrás, cayendo en los brazos de mi papá,
quién le toma de la cabeza y le tuerce el cuello en un
instante. Haciendo, que el
encapuchado cayera muerto al suelo repentinamente.
—¡Ve ahora! —Grita mi papá a Alejandro y éste
asiente.

Veo, cómo mi tío comienza a correr por el pasillo en


dirección a la oficina del director del colegio. Los
encapuchados, concentrados en nosotros, por lo que no
se dan cuenta que Alejandro se les a escapado.
Todos, continuamos con la lucha contra los
encapuchados, de los diez que habían llegado, algunos
tres o cuatro solo habían sido derribados.
—¡Pendejo! —Grita Jaxon, dándole un puñetazo a un
encapuchado. El
hombre, le devuelve otro golpe, que hace que sangre
comience a bajar del pómulo del chico de los ojos
verdes.1
Inmediatamente, veo, cómo Justin se acerca por la
espalda del encapuchado que pelea contra su hijo, lo
toma de la capucha y lo hala; mandándolo a volar por
los aires y asiendo que éste se estrellase contra las
escaleras.
—¿Estás bien? —Pregunta Justin a su hijo.
—Sí. —Asiente Jaxon. —Gracias papá. —Sonríe.
Sangre, bajando por su lindo rostro.
—¡Debemos ir marchando! —Grita mi papá mientras
pelea con un
encapuchado, el cuál, le amenaza con clavarle un
cuchillo, pero mi padre, le sujeta de los brazos.
—¡Si, vamos corriendo a los portones principales! —
Dice Justin, quién se
acerca junto con Jaxon a mi papá, y le ayudan a
deshacerse del encapuchado que le amenazaba con el
cuchillo; pegándole un puño en la nuca y dejándole
inconsciente.
Mientras tanto, yo, estaba dándome de golpes con un
encapuchado, el cuál, logro dejar inconsciente tras
darle una patada en el estómago, seguido por un puño
en la quijada que lo hizo perder el conocimiento.

—¡Ya está abierto! —Escucho la voz de mi tío


Alejandro, por lo que volteo rápidamente y le veo
corriendo rápidamente hacia las puertas principales del
colegio. —¡Váyanse! —Grita, haciendo una señal con la
mano; entre sus dedos, las llaves de las cerraduras de
las puertas.
Inmediatamente, los chicos y yo, comenzamos a correr
hacia las puertas principales del colegio. Mi tío,
abriéndolas y sujetándolas para nosotros. Miro hacia
atrás por encima de mi hombro, viendo, cómo los pocos
encapuchados que quedaban, corrían escaleras arriba
en dirección contraria a nosotros. Acaso, ¿estaban
escapando?
Justin y Jaxon, son los primeros que salen por entre
aquellas dos puertas, yo y mi papá, corriendo hacia allá
aún. Al yo pasar por la puerta y encontrarme fuera,
veo, como mi papá le da un "gracias" a mi tío al salir
fuera del colegio, Alejandro, le sonríe, para luego,
cerrar las puertas inmediatamente.
Los chicos y yo, sin pensarlo dos veces, comenzamos a
correr por el camino de tierra hacia el portón principal.
En el horizonte, ya se podían ver los primeros rayos de
sol saliendo y atravesando las nubes del cielo,
diciéndonos, que ya nos quedaba muy poco tiempo
para lograr salir de este lugar sin ser vistos por algún
personal del colegio.
Tras algunos minutos corriendo, finalmente llegamos
al gran portón principal del Colegio Wolfrahan.
Justin, sin pensarlo dos veces, pega un salto y se agarra
de los barrotes de metal del portón y comienza a
escalarlo. Mientras los chicos le imitan, miro hacia
atrás y veo, cómo más encapuchados venían por aquel
camino de tierra hacia nosotros.
Papá, voltea el rostro y los ve, sus ojos van
rápidamente a los míos y puedo ver su preocupación
reflejada en ellos.

Rápidamente, mi papá y yo, escalamos aquellas frías


barras de metal del portón principal, y en cuestión de
algunos segundos, ambos, logramos brincar hacia fuera
de la propiedad.
Sin mucho tiempo que perder, todos, comenzamos a
correr en dirección hacia la estación de gasolina en la
cuál habíamos dejado la camioneta estacionada. No
estaba demasiado lejos, pero, debíamos ser muy rápidos
si queríamos
dejar atrás a los encapuchados que nos seguían.
Después de algunos minutos, el sol, ya iluminaba por
completo el cielo, y nosotros, ya casi llegando a la
estación de gasolina.
—¡Ahí está la camioneta! —Grita mi papá, señalando
hacia en frente, la
camioneta en la lejanía.
De pronto, veo, cómo del bosque que rodea al colegio,
en todas las
direcciones, comienzan a salir encapuchados de este.
Miro a mi papá, quién corre a mi lado, y siento, cómo
su corazón se acelera al ver aquello.
Eran demasiados hombres, podría calcular, que unos
veinte encapuchados ahora nos seguían.
Llegando a la camioneta, mi papá, la abre los cerrojos
de forma remota y todos, sin pensarlo dos veces,
entramos en ellas.
—¡Agárrense chicos, porqué este viaje... será difícil! —
Grita, colocando la
camioneta en marcha a toda prisa.
Mientras corremos por la carretera a alta velocidad,
vemos, cómo unos
encapuchados más fuertes que los que usualmente
luchábamos, nos seguían
a casi la misma velocidad que iba la camioneta.
—¡Nos siguen papá! —Digo con el corazón en la
garganta. Observando, cómo no lográbamos dejar atrás
a aquellos lobos.

—¿Qué estás diciendo? —Dice mi papá y lo veo fruncir


el ceño mirándole por el espejo retrovisor. —¿Cómo
nos siguen? —Dice con la voz temblorosa.
—Estos encapuchados son diferentes. —Dice Jaxon sin
quitarles los ojos de encima. —¡Son... más fuertes y
rápidos! —Murmura.
Mi papa, acelera aún más la camioneta y veo, cómo le
adelantamos solo unos cuantos metros a los
encapuchados, pero no demasiado. De pronto, vemos a
un encapuchado, salir del bosque a nuestra derecha y
saltar sobre la
camioneta, específicamente, la parte trasera de carga.
—¡Hijo de puta...! —Murmura Justin quitándose el
cinturón de seguridad rápidamente. —¡Iré a partirle la
cara a ése pendejo! —Dice, bajando el vidrio
de la puerta del pasajero y comenzando a salir por ella.1
—¿Pero que mierdas haces, papá? —Pregunta el chico
de lo ojos verde oliva, viendo, cómo su padre subía al
techo de la camioneta.
—¡Mantén esta mierda firme, Dexter! —Escuchamos la
voz de Justin desde sobre el vehículo.
—¡Lo haré! —Dice mi papá, tomando con fuerza el
volante.1
Vemos, cómo Justin, brinca a la caja de la camioneta;
justo dónde está el encapuchado; mientras, nos
movemos a muy alta velocidad por la carretera. —
¡Tenemos que ayudarle! —Digo, bajando el cristal de la
puerta trasera de la
camioneta. En el momento en que aquellas palabras
abandonan mis labios, veo, cómo otro encapuchado,
salta a la camioneta y se aferra a la puerta, la cuál, yo
había bajado el vidrio.
Inmediatamente, comienzo a pegarle puñetazos en la
cara, para que se soltase, pero éste, logra entrar a la
camioneta dónde estamos Jaxon y yo.

El encapuchado, se le tira encima a Jaxon y ambos


comienzan a pelear. Veo, cómo mi papá mira nervioso
hacia atrás por un segundo, sujetando con fuerza aquel
volante mientras Justin, todavía pelea contra aquel
hombre lobo en la zona de carga.
—¡Pendiente a la carretera, nosotros nos encargamos de
éste! —Digo,
pegándole al encapuchado, mientras Jaxon, se
encuentra arrinconado contra el sillón de la camioneta.
De pronto, el encapuchado, toma a Jaxon del cuello y
comienza a ahorcarle. Yo, inmediatamente, me subo
sobre su espalda y comienzo a hacer lo mismo con él.
—¡Suéltalo, maldito! —Grito, halando con todas mis
fuerzas la cabeza del encapuchado. Mis manos,
apretando con todo lo que tengo su cuello.
Veo, cómo Jaxon le pega en el rostro tratando de
zafarse, pero éste, a pesar de los golpes que estaba
recibiendo y de mi agarre, no suelta el cuello de Jaxon.
Noto, como el chico de los ojos verdes comienza a
debilitarse por la falta de oxigeno y sé, que si no logra
tomar aunque sea una bocanada de aire en tan solo
unos segundos... morirá asfixiado.
Intento con todas mis fuerzas seguir ahorcando a éste
hombre, pero, parece
no estar funcionando. El rostro de Jaxon, ya se tornaba
amoratado y sus ojos, con unas venas rojas muy
prominentes.
—¡Maldito! —Grito con mucha rabia y dolor al ver que
probablemente,
perdería, al amor de mi vida.1
¡Pero no, no más... ya no permitiría que éstas bestias
salvajes me arrebatasen más de lo que me han logrado
arrebatar en mi vida! ¡Ya no permitiría, que le
volviesen a hacer daño... a los que quiero!

Sin pensarlo demasiado, inmediatamente, me convierto


en lobo y halo de su cabeza hasta que esta... abandona
su cuerpo.1
Mucha sangre, comienza a salir y a caer por todas
partes, pero yo, solo miro al chico de los ojos verde
oliva, tomar aquella bocanada de aire que tanto le
hacía falta.
Me quedo observando al chico, mi respiración agitada...
en mi mano, la cabeza de aquel encapuchado... y sobre
Jaxon, el cuerpo sin vida de aquel hombre lobo.
—¿Estás bien? —Murmuro, soltando la cabeza de aquel
encapuchado, y
empujando su cuerpo hacia un costado; lejos, de Jaxon.
—Sí... —Suspira, colocando su mano en su cuello. —
Estoy bien, gracias. —Dice, y se acomoda en el sillón.
En ése momento, escucho un grito en la parte trasera
de la camioneta, y veo, cómo Justin, tira fuera del área
de carga al encapuchado con el cuál peleaba. Lo
escucho respirar aceleradamente, mientras su corazón,
palpita muy
rápido.1
Justin, se sienta en el área de carga de la camioneta, y
lo veo tomar una gran bocanada de aire mientras nos
observa.
—Estoy bien... —Dice agitado. —¡Era muy fuerte y
duro el cabrón! —Dice, con
la voz entrecortada.
Jaxon, abre la puerta que está a su lado, y empujando
con una de sus piernas, tira el cuerpo sin vida del
encapuchado, junto con su cabeza para luego, cerrar a
puerta y recostarse del sillón.

Todos, nos recomponemos de aquello mientras vemos,


cómo mi papá, continúa a toda prisa, hacia casa de
doña Julia para encontraros con los demás.

Capítulo 12
Durante el transcurso a casa de doña Julia, los chicos y
yo, habíamos estado muy atentos a que los
encapuchados no nos siguieran. No había señales de los
encapuchados en lo que fue todo el camino, lo que se
nos hizo muy extraño.
Mi padre, aunque ya no hubiera señales de aquellos
hombres logo, continuó conduciendo a toda prisa por
aquellas carreteras.
Al adentrarnos al camino de tierra que conducía a la
granja de doña Julia, pudimos ver la casa en la lejanía.
Todo se veía normal y en orden, por lo que eso, nos
dio un gran alivio.
Llegando frente a la casa de doña Julia, mi papá, aparcó
la camioneta frente al balcón, y sin apagar el motor,
todos, saltamos de ella y corrimos hacia dentro de la
casa.
Una vez dentro, vemos a todos los chicos y a la señora
Julia en la cocina.
Wesley, Carlos y Sam, ayudándola a colocar los platos
del desayuno sobre la mesa; Lian y Austin, ayudando a
la señora Julia a preparar el desayuno en la estufa.
—¡Miren, llegaron los chicos justo a tiempo para el
desayuno! —Dice la señora Julia con una sonrisa en el
rostro.

—Señora, Julia. —Dice mi papá un tanto agitado por el


correr; llegando al área de la cocina a toda prisa. —
¿Nos podría dejar solos un momento?—Habla con
pena. —Disculpe mi falta de respeto, pero... es muy
importante. —Suspira.
Veo, cómo la señora Julia asiente. Colocando sobre la
encimera de la cocina, aquellos utensilios que estaba
usando para freír los huevos que estaba haciendo en el
sartén. Sin decir mucho más, doña Julia, con una
sonrisa en los labios, se encamina hacia fuera de la
cocina. Cuando está pasando por al lado de mi padre,
se detiene y le mira con ternura.
—No es una falta de respeto querido. —Sonríe,
colocando su mano sobre le hombro de mi padre. —
Espero que todo esté bien. —Dice, para luego, alejarse
y comenzar a subir las escaleras en dirección a su
habitación.
Noto, cómo todos los chicos, nos miran espantados;
asustados por nuestra entrada tan repentina...
—¿Qué está pasando? —Austin, nos mira con una
expresión de temor en el rostro.
—Debemos irnos... —Dice mi padre con un tono de voz
firme. —¡Y es ahora! —
Demanda.
—¿Pero qué mierdas? —Dice Wesley observándolos. —
¿Qué les a pasado? ¿Por qué están todos machacados?
—Nos mira las heridas que todos tenemos en el
cuerpo.
—Los encapuchados nos han encontrado... —Digo,
sintiendo una presión en el pecho. —Y puede que nos
hayan seguido. —Al aquellas palabras salir de mis
labios, veo, cómo los rostros de todos los chicos, se
tornan pálidos. Sus
corazones se aceleran, en tanto, su respiración, se torna
irregular.
—¿Los... encapuchados? —Tartamudea Carlos sin
quitarme la vista de encima.

—Nos han atacado en el colegio, son muchos...


demasiados, y más fuertes. — Habla el chico de los ojos
verdes. Lian, se lleva las manos a la cabeza mientras
comienza a caminar en círculos por la cocina.
—¡Esto es un puta locura! —Dice Lian. —¡Después de
dos años sin un solo
rastro de ellos, ahora nos encuentran...! —Murmura
entre dientes. —¡Tenemos que irnos antes de que
vengan hasta acá y sea peligroso para la señora Julia!
—Dice y todos asentimos.
Inmediatamente, los chicos, suben las escaleras a toda
prisa para comenzar a empacar lo que podamos. Mi
padre, sube a buscar a la señora Julia.
Una vez en mi habitación, Jaxon y yo, comenzamos a
llevarnos algunas mudas de ropa junto con algunas de
las cosas más importantes para nosotros. Todo,
metiéndolo en aquellos bultos de espaldas con los
cuáles habíamos llegado a este lugar hace unos años.
—Asegúrate de llevarte el collar. —Dice el chico de los
ojos verdes, en tanto toma algunas comisas y ropa del
armario y lo mete bruscamente en su
mochila.
—Lo tengo conmigo. —Digo, guardando la caja que
contiene las cartas y los recuerdos de mi mamá en la
mochila. —Está en el bolsillo delantero de mi
pantalón.
—¿Y el libro que te dio Antonio? —Pregunta, cerrando
las puertas del armario y yendo hacia mí.
—Está en la camioneta. —Digo, cerrando la cremallera
de mi mochila y
colocándomela en la espalda.
—Está bien. —Asiente, mirándome nervioso a los ojos.
—Creo que ya tenemos todo. —Dice y yo asiento.

—Sí.
Inmediatamente, Jaxon y yo, salimos de la habitación
para ver a los chicos corriendo por el pasillo con sus
respectivas mochilas y bajando las escaleras.
El chico de los ojos verdes y yo, bajamos también al
primer piso.
Al bajar, veo a mi padre hablando con la señora Julia,
ambos, sentados en el sillón de la sala... doña Julia,
llorando.
—¿De verdad se tienen que ir? —Solloza. —¿Me tendré
que quedar sola
nuevamente? —Llora, y algunas lágrimas bajan por su
rostro. Todos, nos
quedamos en silencio mientras siento, cómo nuestros
corazones se rompen al verla por primera vez así.
—Si, lo lamento tanto. Pero es por su seguridad. Ya no
podemos estar más
aquí con usted... —Le explica mi papá mientras éste,
coloca su mano
delicadamente sobre el hombro de la anciana. —Un
problema del pasado nos a encontrado, y... —Suspira.
—Debemos irnos lo más lejos que podamos de aquí. Lo
siento. —Escucho, cómo la voz de mi padre se
quebranta, pero éste,
se mantiene firme para no demostrarle a la señora
Julia, que a él, también le duele.
—Está bien mis niños, creo, que me acostumbré mucho
a su compañía. — Limpia sus lágrimas con la parte
trasera de su mano y nos mira a todos con
una sonrisa débil en los labios. —Solo les deseo, que
puedan encontrar la paz que tanto buscan y que, les
vaya bien en su nueva aventura. —Suspira.
—Gracias Julia. Nosotros, no podemos estar más que
agradecidos con usted por habernos acogidos y hecho
parte de su familia. —Mi papá, le regala una sonrisa
triste y veo, cómo la señora Julia se abalanza sobre él y
le da un fuerte abrazo.

Mi pecho, se arruga al ver aquella escena. Al saber, que


luego de estar tanto tiempo con esta linda señora,
ahora, la tendríamos que abandonar y dejar sola.
¡Todo, por culpa de esos idiotas encapuchados... juro,
que cada día, los odio más y más!
—Pueden llevarse las camionetas con ustedes, sé, que
no tienen como moverse, así que, llévenselas. —
Asiente. —Yo aún tengo ese viejo auto que me dejó mi
esposo.
—No podría hacer eso, es demasiado. —Dice mi papá.
La señora Julia, se
levanta del sillón y camina hacia la puerta principal.
Tomando las llaves de la segunda camioneta, de un
clavo que hay en la pared, ésta, camina hacia mi padre
y le coloca las llaves en sus manos.
—¡Llévenselas! —Dice lenta y pausadamente, mirando
a los ojos a mi padre. — Es mi regalo de mi para
ustedes. —Sonríe, y mi papá asiente.
—No se cómo podría pagarle todo esto. —Los ojos de
mi papá se cristalizan, pero éste, se niega a derramar
aquellas lágrimas que amenazan con saltar de ellos.
—No me tienes que pagar nada, querido. Ya ustedes
me lo pagaron. —Sonríe. —Me hicieron feliz con su
energía y su presencia. Me ayudaron a superar la
muerte de mi marido con su amor y cariño... no pido
nada más. —Pasa su mano delicadamente por el rostro
de mi padre, y veo, cómo aquellas lágrimas que
amenazaban con saltar, salen y ruedan por su rostro
finalmente.
—Gracias. —Suspira mi papá, levantándose del sillón.
—¡Que dios me los proteja! —Nos mira a todos con una
expresión de tristeza en su rostro y con una sonrisa
débil en los labios.

Sin pensarlo demasiado, veo, cómo mi papá avanza


hacia la puerta y sale de la casa sin mirar atrás, todos,
hacemos lo mismo y le seguimos.
Una vez fuera de la casa, los chicos y yo comenzamos a
correr hacia las
camionetas; mi padre, le lanza las llaves de la segunda
camioneta a Austin y éste, las toma en el aire.
—¿Que mierdas le pasó a esa camioneta? —Dice Sam,
mirando la camioneta deshecha y con los vidrios rotos
por la lucha que tuvimos contra los
encapuchados.
—Una larga historia. —Dice Justin, subiéndose a la
misma camioneta en la
cuál veníamos. Jaxon, mi papá, Carlos y yo, le
seguimos. Los demás, en la otra camioneta junto con
Austin.
Una vez todos dentro de la camioneta, mi papá, la pone
en marcha y comienza a conducir a toda prisa por
aquel camino de tierra. Yo, miro hacia atrás, y veo,
cómo Austin nos sigue con los demás a toda prisa.
—¿A dónde vamos papá? —Pregunto un tanto nerviosa.
—No lo sé. —Contesta. —Muy lejos de aquí. —Dice,
saliendo a la carretera principal y tomando una
izquierda.
Todos, nos quedamos callados por algunos minutos.
¿Qué haremos ahora?
¿A dónde iremos?
No tenemos a dónde ir, ni tampoco un lugar seguro...
estamos solos en todo esto...
¿Qué nos deparará el destino?

Mientras mi cabeza piensa en mil cosas, veo, cómo


Carlos encuentra aquel libro de los amuletos que me
había dado Antonio.
—¿Que es esto? —Pregunta Carlos con el libro entre
sus dedos.
—Nos los dio mi amigo del colegio. Es un libro que
explica los diferentes tipos de amuletos que hay y para
qué sirven cada uno de ellos. —Veo a Carlos,
comenzar a ojear las páginas del libro. Yo, saco de mi
bolsillo el collar que le había quitado al vampiro y se lo
muestro a Carlos. —Mira aquí. —Señaló las serpientes
y las espadas que están en el collar. —Si te fijas, todos
esos amuletos tienen lo mismo...
—Las serpientes y las espadas... —Murmura el chico,
sin quitarle los ojos a las páginas del libro.
—Sí. —Asiento. —Pero, este amuleto en especifico, no
está en el libro, por lo que... —Carlos me interrumpe.
—No podemos saber lo que hace. —Murmura y me
mira directamente a los ojos.
—¡Exacto! —Asiento.
Carlos, se queda callado por algunos segundos y veo,
cómo sus ojos van a mis manos, las cuáles, sostienen el
collar entre mis dedos.
—Son vampiros, ¿no es cierto? —Dice, con un taco en
la garganta. Yo, suelto
un suspiro y asiento.
—Sí, lo son. —Digo en voz baja, bajando mi mirada al
collar mientras paso mi dedo pulgar, suavemente por
sobre este.
—¿Qué te dijo de ellos? —Pregunta. —¡Quiero saberlo
todo! —Suelta un suspiro.

—Me dijo que, son criaturas muy extrañas, que no se


sabe demasiado de ellos. Pero, por lo poco que se
conoce, se dice, que estos han estado por el mundo
desde hace demasiado tiempo... tanto, que es imposible
saber de dónde salieron o cómo es que existen. —
Carlos, me escucha atento. Sus ojos,
mirándome fijamente.
—¿Qué más? —Pregunta.
—Dijo, que los vampiros casi nunca se dejan ver, hay
muy pocas historias de avistamientos, ya que, suelen
ser muy cautelosos cuando salen o cuando se
alimentan. —Digo y veo, cómo el labio inferior de
Carlos, comienza a temblar. —Entonces, ¿soy muy
afortunado de haber visto a mi hermano morir? —
Pregunta, con la voz quebrantada.
—Eso no fue lo que quise deci... —Me interrumpe.
—¡No, tranquila! —Cierra el libro y lo pone hacia un
lado. —No es tu culpa, es que... —Se queda callado por
unos segundos. —Aún no puedo superar cómo mi
hermanito murió. —Sollosa.
Yo, me quedo en silencio mirándole, observando, cómo
la pena y la tristeza le consumían por dentro. Cómo, el
haber perdido de aquella manera a su
pequeño hermanito, le había traído tanto dolor por
parte, de estos vampiros. —Encontraremos la verdad.
—Coloco mi mano sobre su rodilla; Carlos, me
mira con los ojos aguados. —Tendrás tu momento de
venganza. —Le miro fijamente y éste asiente.
—Espero que así sea. —Murmura, bajando su mirada a
mi mano.
—Yo también lo espero. —Susurro.
***

"¡Ven a nosotros Katrina!"


Esas voces, ¿de dónde vienen?
"¡Ven a nosotros ya!"
¿Qué está pasando? Acaso, ¿están en mi mente?
"Morton Liz... Ciento Cincuenta Norte... Trescientos
Cincuenta y Seis Oeste"

"¡Ven!"
***
Me despierto de un salto agitada por aquellas voces que
había escuchado
dentro de mi cabeza. Mi corazón esta a punto de un
ataque cardíaco; mi
respiración, hiperventilando.
Miro a mi alrededor, Jaxon, esta dormido a mi
izquierda. Con su cabeza
posada contra el vidrio de la puerta trasera. A mi
derecha, también dormido, Carlos; quién tiene su
cabeza inclinada hacia atrás en el sillón de la
camioneta, mientras algunas babas salen de su boca y
ruedan hasta su cuello.
El auto está detenido... ¿dónde estamos?
Froto mis ojos contra la parte trasera de mis manos,
para ver, si aquel efecto nublado sale de mi vista y así
poder bien en la lejanía. Mi papá y Justin, no están en
la camioneta, por lo que, comienzo a ponerme un tanto
nerviosa.
Miro hacia atrás, veo la camioneta que conducía
Austin, los chicos, dentro de ella. Volteo la mirada
hacia arriba por el vidrio trasero, veo, unos grandes
faroles que iluminan el lugar, escucho voces de otras
personas a nuestro alrededor... motores de autos.

De pronto, la puerta del conductor que se abre y Justin


salta dentro de la
camioneta.
—¡Despertaste dormilona! —Habla Justin mientras
mastica algo en la boca.
—¿Y mi papá? —Digo nerviosa al no verle.
—Está pagando por la gasolina y los chuches que
compramos. —Se voltea y
me ofrece tomar una funda de supermercado que tiene
en la mano. —Toma, escoge lo que quieras. Como
estaban dormidos, pues, decidí comprar lo que creí que
les podía gustar. —Tomo la funda de supermercado y la
abro,
mirando lo que hay en su interior. Algunas papitas y
dulces decoraban el
fondo de esta.
—¿Cuánto tiempo estuve dormida? —Pregunto,
colocando los dulces y las papitas entre Carlos y yo.
—¡Bastante! —Se endereza y enciende el motor de la
camioneta. En ése momento, mi papá entra al asiento
del pasajero y cierra la puerta tras de si.
—Katrina, ¿cómo dormiste? —Dice, y lo noto estar
muy cansado.
—No muy bien. —Digo, recordando aquello que había
soñado. Justin, pone en marcha el vehículo. Carlos y
Jaxon, se despiertan con el ruido del motor.
—¿A dónde vamos? —Dice el chico de los ojos verdes,
frotándose los ojos con su dedos.
—Vamos al norte. Aún no sabemos hacia donde, pero,
lo importante es perder a los encapuchados de una vez
y por todas. Luego de perderlos, trataremos de
nosotros ser lo que los siguen, y así, averiguar dónde
está su escondite... averiguar, dónde está Vontrom. —
Dice Justin, saliendo de la estación de gasolina y
comenzando su rumbo por la carretera. La camioneta
con Austin y los demás, nos sigue.

—¡No! —Digo exaltada. Mi papá, voltea el rostro y me


mira con el ceño fruncido. —¡No podemos ir al norte!
—Digo, y todos me miran como si
estuviera demente. —¡Debemos ir a las coordenadas!
Un silencio se apodera de la camioneta y veo, cómo
Justin me mira por el reflejo del espejo retrovisor.
—No sabemos lo que hay ahí, y aún así, ¿quieres ir? —
Dice Carlos mirándome raro.
—¡Sí! —Asiento. —Tuve un sueño y... las voces
volvieron. —Suspiro. —Me
dijeron que tengo que ir a ellos, y me volvieron a
repetir las coordenadas. — Siento las miradas de todos
los chicos sobre mí.
—Katrina, pero no sabemos lo que pueda haber allí. —
Dice mi padre, observándome. —Puede que sea una
trampa de los Victorian y de los
encapuchados.
—Papá, solo... confía en mí. —Le miro fijamente. —
Algo dentro de mí... —
Coloco la mano sobre mi pecho. —Algo me dice que
debo ir a ese lugar... que necesito estar ahí. —Digo y
mi padre se me queda mirando serio.
—¡Maldición, Katrina! —Se endereza en el sillón y
sube las manos sobre su cabeza. Haciendo una pausa
en su hablar y quedándose en silencio por
algunos segundos. —¡Está bien, iremos allá! —Toma
una bocanada de aire al aquellas palabras salir de su
boca.
—¿Estás seguro, Dexter? —Pregunta Justin mirándole
por un segundo.
—Sí, confío en mi hija. Y, si ella dice que algo en su
interior la llama hacia allá... le creo. —Dice, abriendo
la guantera del auto y sacando un mapa de papel
muy grande.

—¡Ya nos vamos a morir! —Dice Carlos pasando sus


manos por su rostro y yo le miro con mala cara.
—¡No vamos a morir, Carlos! —Le pego con el codo y
éste me mira arqueando una ceja.
—¡Bueno, eso ya lo veremos! —Cruza sus brazos sobre
su pecho y me voltea el rostro. Yo, muevo mi cabeza
en negación hacia ambos lados.
—¿Cuáles eran esas coordenadas? —Pregunta mi papá,
observando y
abriendo el mapa, el cuál, casi tomaba todo el espacio
del área del pasajero.
—Morton Liz... Ciento cincuenta norte... trescientos
cincuenta y seis oeste. — Dice el chico de los ojos
verdes y yo asiento. —Morton, según Austin, quién lo
buscó aquella vez en casa de doña Julia, era un pueblo,
y Liz, era una calle. — Explica Jaxon y yo veo, cómo
mi padre comienza a buscar aquello en el mapa. Luego
de algún minuto o dos, mi padre, parece encontrar algo.
—¡Aquí está! —Dice señalando una parte del mapa. —
Pueblo Morton. No está muy lejos de aquí, tal vez,
unas dos horas, si no nos detenemos en ningún
momento, podemos llegar antes de que anochezca. —
Mira a Justin quién
conduce.
—Está bien, tú dime hacía dónde conducir y yo
conduzco. —Asiente el padre
de Jaxon.
Mi papá, voltea y me mira fijamente a los ojos. Su
mirada, es de emoción y
confianza, mezclada con algo de miedo y temor.
—¿Estás segura de que quieres ir a ése lugar, Katrina?
—Pregunta con el mapa en sus manos, yo le miro y
asiento.

—Estoy más que segura, papá. —Digo, y mi padre,


comienza a darle las indicaciones a Justin, quién
conduce a toda prisa a aquel lugar; Austin y los demás,
detrás de nosotros.

Capítulo 13
Habíamos conducido por más de una hora. El sol, ya
estaba en camino hacia el horizonte y nosotros, aún no
llegábamos a aquel pueblo llamado Morton.
No habíamos hecho ni una sola parada en el transcurso
recorrido. Justin, decidió continuar manejando hasta
las coordenadas, para que así, la noche no nos fuera a
tomar por sorpresa.
Puedo decir, que todos los chicos estaban algo
nerviosos por ir a las
coordenadas. Ellos, pensaban que podía ser algún tipo
de trampa provocada por los Victorian, ya que,
nosotros, no conocíamos hasta dónde llegaba su
poder.1
Luego de alguna media hora más en la carretera, veo, lo
que parece ser un letrero muy viejo de madera a las
orillas. Este, anunciaba la llegada al pueblo Morton
junto con una frase la cuál ponía:
"Bienvenidos a Morton, el hogar de todo lo místico"
Definitivamente, aquel letrero me había dejando
pensativa.
¿Místico?
¿A qué se refieren?
—Creo que es mejor que nos quedemos en algún lugar
en el pueblo hoy. Ya está atardeciendo y
definitivamente no quiero que vayamos a esas

coordenadas de noche. —Dice Justin, conduciendo por


la carretera que lleva a lo que parece, el corazón del
pueblo.
—Sí, pienso lo mismo. Mañana, nos levantaremos
temprano e iremos hacia allá. —Añade mi papá
asintiendo.
—Buscaremos alguna posada o algún motel en el cuál
nos podamos quedar a pasar la noche. Luego de ahí, ya
veremos. —Dice Justin, bajando la velocidad al entrar
al corazón del pueblo, y mirando todo a su alrededor en
busca de un lugar para quedarnos.
El lugar, se veía muy antiguo. Los edificios, parecían
sacados de una
mismísima película de terror; de esos edificios y casas
que salen en las típicas películas de Dracula, pues sí, de
esos.
Habían bastantes personas caminando por las aceras,
pero todos, parecían
ser locales. Me llamó mucho la atención ver, que no
habían casi autos en este lugar, solo, uno que otro que
transitaba por la calle de vez en cuando.
—Mira, eso parece ser un hospedaje. —Dice el chico de
los ojos verdes,
mientras señala un edificio viejo en una esquina en la
calle.
Justin, rápidamente, gira hacia el aparcamiento y
estaciona la camioneta.
Miro hacia atrás y veo, cómo Austin se aparca a
nuestro lado.
Tomando las mochilas y todas nuestras pertenencias,
los chicos y yo, bajamos de la camioneta.
—¡Menudo viaje nos hemos pegado! —Dice Austin,
con las llaves del auto en
las manos mientras estira sus brazos hacia arriba
contorsionándo, todo su cuerpo.
—¡Por poco y llegamos al fin del mundo! —Dice
Wesley, bostezando y
estirándose él también.
—Nos quedaremos aquí a pasar la noche. Mañana
temprano, vamos y
seguimos esas coordenadas. —Justin, cierra la
camioneta y comienza a
dirigirse hacia la recepción del lugar junto con su
mochila colgando de un solo hombro. Todos,
comenzamos a seguirle.
Al entrar al lugar y pararnos frente a la recepción, el
olor a incienso llenó mis fosas nasales. Miro a mi
alrededor, habían muchas figuras religiosas, no sé si
eran japonesas o de algún lugar del occidente, pero lo
que sí sé, es que las había visto en películas y en una
que otra clase en la escuela.
—Buenas tardes, ¿en qué les puedo servir? —Una
joven, tal vez, cómo de unos veinte y tantos años de
edad, llega al mostrador y nos atiende con una sonrisa
en los labios.
—Quisiéramos dos habitaciones por una noche. Sería,
para un total de nueve personas, pero, podemos
dividirnos cinco y cuatro. —Dice Austin y la chica
asiente.
—Tengo dos habitaciones disponibles que funcionarán
perfectas para
ustedes. —Se agacha en el mostrador y comienza a
buscar, lo que creo que
son las llaves, en una gaveta.
Al ésta agacharse, el escote de su camisa se abre por la
presión que sus senos ejercen sobre la camisa, y sin
mentir, puedo decir que la chica, dejaba muy poco a la
imaginación.1
Los chicos, por supuesto, babeados y con las hormonas
hasta el cielo.
La chica era muy bonita, tenía un cabello color negro
azabache el cuál le
llagaba hasta casi la cintura. Su figura y curvas de
modelo, la hacían verse
como toda una modelo. Aquella camisa hasta mitad del
abdomen con el escote pronunciado, le daba un aire
sensual, sin mencionar, los pequeños
pantalones mahón, casi inexistentes que llevaba
puestos.

—¡Juro que las llaves estaban por aquí! —Dice,


continuando rebuscando en aquella gaveta.
Wesley, Lian y Sam, mirando sin disimulo alguno.
Justin, Austin, Jaxon y mi papá, mirando con la
esquina del ojo; y pues Carlos, a mi lado mirando a este
par de idiota con una ceja levantada.
—No te preocupes, podemos esperar. —Dice Wesley y
yo, trato de aguantar aquella carcajada que quiere salir
de mi pecho al verles tan idiotisados.
—¿Necesita ayuda? —Pregunta Austin con voz
temblorosa; tratando de no
caer en la tentación y mirar los pechos que tiene justo
al frente a solo medio metro.1
La chica, al escuchar las palabras de Austin,, alza la
mirada y le regala una sonrisa.
—Es muy lindo de tu parte. —Le mira sonriente. —Me
vendría de maravilla tu ayuda.
Austin, se queda perplejo al escuchar aquella respuesta
por parte de la chica. Creo, que en su mente, no
procesaba que ella le respondiera con un sí, a su
propuesta de ayudarla.
Luego, de algunos segundos, Austin, entra en razón y
comienza caminar a la entrada que te llevaba hacia
detrás del recibidor. Todos, nos quedamos
mirándole en silencio, viendo, cómo éste, se notaba
muy nervioso.
—¿En qué la puedo ayudar? —Dice muy
caballerosamente, con una voz dulce y temblorosa.
—¿Puedes ver si encuentras las llaves de las
habitaciones treinta y treinta y dos? —Dice la chica,
parándose derecha y señalándole la gaveta bajo el
recibidor. —Es que olvidé mis lentes. —Sonríe.
—¡Sí, claro! —Asiente Austin, poniéndose en cuclillas
y buscando aquello que
le dijo la joven.
Luego de algún minuto, Austin, se coloca de pie con las
dos llaves en su mano. —Aquí, tiene. —Se las ofrece a
la chica, quién lo mira fijamente al rostro con una
sonrisa de oreja a oreja. —Estaban al fondo de la caja,
por eso no las
encontraba. —Ríe nervioso.
—Muchas gracias. —La chica, toma las llaves en la
mano con una expresión de felicidad, en tanto anota
en una libreta los números de las habitaciones.
Austin, da media vuelta y sale de detrás del recibidor,
parándose a mi lado. — ¿A nombre de quién sería la
reservación? —Pregunta, mirando a Austin con la
esquina del ojo.
—A mi nombre. —Dice mi Austin, sacando su billetera
del bolsillo trasero de su pantalón.
—¿Y, cuál es tu nombre...? —Le pregunta la chica con
un bolígrafo en mano, dándole miradas y risitas
juguetonas.
—Austin... —Dice el chico, y lo escucho tragar hondo.
—Austin Wisteland.
La chica, comienza a escribir sobre las hojas de aquella
libreta con una sonrisa en el rostro. Luego de algunos
segundos, la joven, termina con la libreta y le da una
mirada a Austin.
—¿Pagará con tarjeta o en efectivo? —Pregunta,
mirándole fijamente.
—En efectivo. —Habla, abriendo su billetera y mirando
dentro de ella.
—Perfecto, serían cien dólares por dos habitaciones con
dos camas dobles por una noche. —Suelta el lápiz
sobre la libreta y ésta, toma el dinero que Austin le
ofrece.1

Al la chica cobrar y darle el cambio de vuelta, ésta, le


entrega las dos llaves.
—Las habitaciones están al salir de la recepción a su
izquierda. —Señala.
—Muchas gracias, es muy amable. —Dice Austin con
una sonrisa en los labios, para luego, dar media vuelta
y comenzar a caminar hacia la salida.
Una vez todos estábamos fuera, Justin, se le para al
lado a Austin y le mira con una sonrisa burlona en los
labios.
—Creo que alguien no duerme hoy apretándose el
paquete pensando en ya sabemos quién. —Justin se ríe.
El rostro de Austin, se torna rojo como un tomate.1
—¡Cállate la boca Justin! —Le empuja por el hombro y
comienza a caminar hacia dónde la chica le dijo que
estaban las habitaciones; nosotros, le seguimos.
—¿Cómo es que no le preguntaste cómo se llama? —
Lian le dice mientras
camina tras de él.
—¡Exacto! ¡Es un idiota, lleva años solo, y ahora que
una chica linda aparece y le coquetea, ni se digna en
preguntarle cómo se llama! —Justin habla con
Lian, pero Austin, los ignora.
—¡Morirá solo el pendejo éste! —Ríe Lian. —¡Y lo peor
de todo, es que, te apuesto que ya tiene telas de arañas
en el paquete! —Lian y Justin ríen.1
De repente, Austin se para frente de una puerta y se
voltea bruscamente.
—¡Aquí estan las habitaciones, idiotas! —Le pega la
mano en el pecho a Justin, dándole así las llaves de la
habitación, para luego, seguir caminando hacia la otra
puerta vecina.

—¿Qué pasa? ¿No dormiremos todos juntitos en la


misma habitación? —Justin le mira meter la llave en la
perilla del otro cuarto, y abrir la puerta.
—¡No!
—¡Vamos, no seas así! Estamos relajando, Austin. No
te enojes hermano. —Le dice Lian, pero éste, entra a la
habitación y cierra la puerta tras de él.
—Creo que lo hicieron enojar. —Dice Wesley,
entrando a la habitación donde entró Austin.
—¡Yo iré con él, ustedes dos...! —Dice mi papá
señalando a Justin y a Lian. — ¡Ustedes, al otro cuarto!
—Dice, y comienza a caminar hacia la habitación,
entrando en ella y cerrando también la puerta tras de sí.
—Pero... —Dice Justin mirando a Lian. —¿Qué fue lo
que hicimos? —Se encoge de hombros.
—No lo sé, yo me voy a dormir. —Lian, abre la puerta
y entra a la habitación, Justin, le sigue.
—Yo voy con ellos. —Dice Carlos con una expresión
de "no me importa nada" en el rostro. —Alguien tiene
que cuidar de esos dos imbéciles. —Se adentra a
la habitación arrastrando los pies.
Jaxon, yo y Sam, nos quedamos mirándonos entre sí en
silencio.
—A mí no me miren, yo me voy con Carlos. —Dice
Sam, entrando a la habitación y cerrando la puerta tras
de él.
—Bueno, ¿con quienes quieres que nos vayamos? —El
chico de los ojos verdes me regala una sonrisa y yo se
la devuelvo.
—Vamos con mi papá, no me gusta dejarle solo. —
Contesto, y Jaxon asiente.

Una vez dentro de la habitación, veo, cómo mi papá


está acostado en una de las camas, reservándome la
otra mitad para mí, mientras Wesley y Austin, están
en la otra.
—¡Así que a mí me tocó el sillón! —Refunfuña Jaxon,
tirando su mochila sobre aquel mueble, de esos, que se
convierten en una cama no muy cómoda.
—Yo iré a darme un baño. —Dice mi papá, parándose
de la cama y
comenzando a buscar entre sus cosas la ropa que se
pondría.
—Oye Austin, no es por joderte ni nada por el estilo,
pero, eres muy tímido, ¿no? —Dice Wesley, acostado a
su lado con las manos subidas entre la
almohada y su cabeza.
—No me gusta ser imprudente ni atrevido con las
mujeres. —Austin se sienta
en el borde de la cama y lo veo comenzar a quitarse la
camisa.
Yo, quitándome los zapatos sentada en la cama
mientras escuchaba aquella conversación de fondo, sin
en realidad, querer escucharla. Jaxon, ya casi
quedándose dormido en el sillón.
—Pero, si se notaba que le gustaste a esa chica. —Dice
Wesley mirándole. —No lo sé, ¿no te gusto? —
Pregunta.
—Sí, pero es que yo no soy así. —Se voltea y mira a
Wesley. —Yo... —Se queda callado por unos instantes.
—Yo no le voy a dar ilusiones si sé que no puedo tener
nada más con ella que solo una noche. —Coloca la
camisa que se quitó sobre la mesa de noche a su lado.
—Yo no soy de esos chicos que solo están contigo por
el sexo y luego desaparecen. —Dice, y se recuesta en la
cama junto a Wesley.1

—Eres todo lo contrario a mí, hermano. —Wesley le da


un codazo. —Yo no soy de compromisos ni nada de
eso, no me gustan. —Menea su cabeza en
negación.
—Cada cuál vive su vida cómo quiere, no te juzgo. —
Dice Austin, para luego, quedarse callado mirando el
techo de la habitación.
Todos, se quedan en silencio por unos instantes y solo,
se puede escuchar el sonido de la regadera de mi papá
bañándose.
***
Ya habían pasado algunas horas desde que los chicos y
yo habíamos tomado
una rica ducha y nos habíamos acostado a dormir. Yo,
por otro lado, no había podido pegar el ojo ni un solo
segundo.
Me siento en la cama con mucha cautela de no
despertar a mi padre, quién milagrosamente, estaba
profundamente dormido. No me sorprende mucho, ya
que, el día que tuvimos fue muy pesado con todo esto
de los
encapuchados, además, de que condujo por un buen
rato, hasta que Justin le relevó.
—¿Tampoco puedes dormir? —Escucho la voz de
Austin, murmurando muy bajo.
Inmediatamente, me volteo y le veo mirando por la
ventana de la habitación. La luz de la luna,
adentrándose por aquel pequeño espacio que había por
la cortina.
—No. —Contesto en voz baja, bajándome
completamente de la cama y
caminando lentamente hacia el chico. —Fue un día
agitado, creo, que todavía tengo en el cuerpo todo ese
estrés que pasamos en el colegio. —Llego a su
lado y me paro de frente a la ventana, viendo lo que
éste veía... nada.

Desde aquella ventana, se podía apreciar parte del


aparcadero junto con un espacio vacío en el cuál
habían algunos botes de basura. La luz tenue de una
farola, alumbraba débilmente el área.
—No puedo creer que esto esté sucediendo. —Suspira
con la mirada perdida por aquella ventana. —Lo de los
encapuchados, lo de tus sueños tan
extraños... —Se queda callado por unos segundos. —
Pensé que ya todo había quedado atrás, incluyendo...
—Voltea el rostro y me mira. —Incluyendo lo de la
venganza. —Suspira al decir aquello.
Yo, me le quedo viendo fijamente. Mis ojos, clavados
en los de él.
—Tengo que vengarme, Austin. —Murmuro entre un
suspiro. —Tengo... que vengar la muerte de mi madre,
junto con la de Juan. —Volteo mi rostro hacia
la ventana y me quedo observando aquel farol en la
lejanía. —Ellos, nunca van a parar de buscarme, nunca,
terminará éste ciclo vicioso de muerte y dolor. —
Tomo una bocanada de aire, para luego, volver a mirar
a Austin quién me mira y escucha atentamente. —
Tengo que acabar con los Victorian y con todo
aquel, que se interponga en mi camino. —Me quedo
mirándole seria y veo, cómo Austin asiente.
—Si eso es lo que deseas hacer, cuenta entonces
siempre conmigo. —Coloca
su mano sobre mi hombro. —Aquí, somos familia,
Katrina, y quiero que sepas, que jamás, los dejaré solos.
—Me regala una tierna sonrisa y yo le devuelvo
una.
En ése momento, escuchamos a dos personas hablar en
la lejanía.
Rápidamente, Austin y yo nos alertamos y miramos
por la ventana que estaba frente a nosotros.

—Es la chica de la recepción. —Murmura Austin,


viendo, cómo aquella joven que nos había atendido,
hablaba de manera no muy tranquila, con un hombre
el cuál, no se lograba ver muy bien por la capucha gris
que llevaba puesta. Austin y yo, nos quedamos
observando aquella situación en silencio desde la
habitación. La joven y el chico, parecen que estaban
discutiendo, pero hasta ahora, solo eran palabras, por
lo que no había necesidad de discutir.
—Estan discutiendo. —Hablo en voz baja, mirando
como los dos, de una discusión, comenzaban a gritar.
—Si. Me pregunto qué pasara? —Dijo Austin, mirando
fijamente aquello; su ceno, fruncido.
De pronto, vemos, cómo aquel chico, toma del cuello a
la joven y la estampa contra un basurero de metal; de
esos grandes que usualmente hay en los hoteles y
restaurantes.
—¡No se lo voy a permitir! —Dijo Asutin, comenzando
a caminar a toda prisa hacia la puerta de la habitación.
—¡Espera Austin! —Digo, siguiéndole y viendo, como
éste salía a toda prisa hacia aquel lugar.
Austin, comienza q correr hacia aquella escena. El
chico, le da una bofetada a la joven y ésta suelta un
chillido de dolor.
Inmediatamente, al Austin llegar hasta ellos, éste, toma
al chico por el suéter y lo hala hacia atrás. Yo,
rápidamente me acerco a la chica y veo, cómo su labio
superior le sangra un poco.
—¿Estás bien? —Pregunto, mirándole sollozar.

—Si, estoy bien. Pero... —Mira hacia dónde está Austin


enfrentando al chico. — Que tenga cuidado con él... —
Murmura nerviosa. —Él es, muy malo... —Llora.
Rápidamente, abrazo a la chica y la protejo. Volteo mi
rostro y vigilo a Austin quién suelta la chico y le
enfrenta.
—Cómo te atreves a pegarle a una mujer? —Dice
Austin, mirándole fijamente. —¿Y qué mierdas te
importa a ti lo que haga o yo con ésa perra? —Dice el
chico, quitándose la capucha gris, dejando a la vista,
una melena rubia casi dorada y despeinada.
—¡Tú no eres un hombre...! —Dice Austin mirándole
con desprecio. —¡Eres un patán!
—¡Sabes, tienes razón, no soy un hombre...! —Sonríe
de forma macabra. — ¡Soy un monstruo! —Dice, y
noto, cómo sus ojos se tornan de color rojo oscuro.
Austin, se le queda mirando atónito y yo, me quedo
perpleja.
—¡No, Esteban! ¡Déjalo tranquilo! —Grita la chica,
tratando de zafarse de mi agarre para correr hacia él.
Yo, la sujeto con fuerza.
—¡Cállate Cristal! —Grita, mostrando unos colmillos
muy afilados y largos, que salen de su boca. —¡Le voy
a dar su merecido a éste entrometido debilucho! — Ríe.
—¡No sabe con quién se a metido!
—¡Tú tampoco sabes con quién te metes amigo! —Dice
Austin, cayendo de rodillas al suelo y comenzando a
retorcerse de dolor. Yo, me quedó observándole y veo,
cómo sus ojos, se tornan amarillos. —¡Vamos a ver,
quién es el debilucho ahora! —Dice con un sonrisa, ya
convertido en hombre lobo.
Capítulo 14

Austin está frente a aquel chico raro y misterioso.


Ambos, en posición defensiva, listos para pelear.
Los ojos rojos oscuros de aquel chico, juro me daban
escalofríos. Aquellos
colmillos tan afilados y puntiagudos, me hacía pensar
en qué podría ser, ya que, definitivamente, no era
humano.
Cristal, a mi lado nerviosa, abrazándome fuerte con sus
ojos clavados en aquella escena.
—Así que eres un lobo. —Ríe Esteban, mirando a
Austin de arriba a abajo.
Noto, cómo Austin se queda perplejo al escuchar ésas
palabras salir de la boca del chico... lobo.
—¿Cómo es que sabes lo que soy? —Pregunta con el
ceño fruncido. —¿Quién eres? —Dice Austin,
observándolo a detalle.
—¿Tienes miedo? —Se burla. —El que yo sé lo que eres
pero tú... —Ríe. —No tienes ni idea de lo que soy. —Le
mira fijamente a los ojos y siento, como todos los
vellos de mi cuerpo se erizan.
—¡Me importa una mierda lo que eres! —Grita Austin
enfadado. —¡Seas lo que seas, te partiré la cara
igualmente!
En ése momento, ambos chicos, comienzan a correr
uno hacia el otro. Una vez están cerca, ambos,
comienzan a pelear de forma increíble.
Esteban, empieza a lanzarle puños a Austin hacia la
cara, pero éste, se los esquiva al moverse de lado a lado
y no dejando que el chico le tocase.

En un movimiento de esos, Austin, se agacha de


manera repentina y lo veo, subir su puño con rapidez y
lograr pegarle bajo la quijada al tal Esteban.
El muchacho, da dos pasos hacia atrás y menea la
cabeza rápidamente hacia ambos lados confundido.
—¡Mierda! —Sonríe, colocando su mano sobre la
quijada y acariciándose dónde había recibido el golpe.
—¡Tienes una buena derecha! —Ríe de forma burlona.
—¡Deja que veas mi izquierda...! —Austin le mira
fijamente. —¡Que esa, es mi mano dominante! —
Habla, para luego, correr hacia Estaban nuevamente.
Ambos chicos, se siguen enfrentando de forma muy
agresiva por varios minutos, ninguno, logrando
pegarle un puñetazo al otro en ése tiempo.
Cristal, se abraza fuertemente de mí, nerviosa;
clavando su rostro en mi cuello mientras solloza.
Austin, le lanza un puñetazo a Esteban, el cuál éste
esquiva. El chico, pega un gran salto en el aire,
esquivando aquel golpe, y lo veo, mirar a Austin con
una sonrisa macabra. Éste, cae sobre el tejado del
motel, y Austin comienza a correr hacia allá, al estar lo
suficientemente cerca, salta y queda parado frente a
Esteban.
—Eres ágil. —Dice Austin, mirándole serio.
—¡Y tú muy lento! —Sonríe de forma burlona. —Eso es
lo malo que tienen los lobos, son muy fuertes y toda la
cosa, pero lentos por su gran musculatura, también. —
Ríe.
—A ver señor veloz, ¿y qué mierdas eres tú? —
Pregunta Austin, mirándole con una ceja arqueada.

Yo, me quedo viéndole fijamente. Esos colmillos tan


alargados y puntiagudos que sobresalían de sus labios.
Esa piel pálida junto con aquellos ojos rojos oscuros.
Su cuerpo tonificado, pero no musculoso... esa agilidad.
—¡Es un vampiro...! —Digo en voz alta y noto, cómo
Austin me mira desde le tejado.
—¡Al fin alguien que usa el cerebro! —Ríe, burlón. —
Pensé que me los comería y que nunca sabrían, antes
de morir, quién les había atacado. —Sonríe de labios
cerrados.
—¡Eres un completo idiota! —Grita Austin y éste, se le
laza encima y ambos,
caen sobre le tejado dando vueltas hasta caer al suelo.
Austin, sobre él. Inmediatamente, Austin, comienza a
darle puños en la cara una y otra vez, de forma muy
rápida. En esos momentos, escucho unas puestas
abrirse y veo, cómo Justin, mi papá y Sam, salen de las
habitaciones frotándose los ojos. Rápidamente, al los
chicos ver aquella escena, corren hacia Austin, quién
no para de pegarle en el rostro a Esteban, y le toman de
los brazos; halándolo fuera de sobre el cuerpo de éste, y
sujetándole con fuerza.
—¡Suéltenme! —Grita Austin desesperado. Viendo,
cómo Esteban, se limpiaba la sangre que salía de su
boca, con la parte posterior de su mano, y escupía una
buena cantidad de sangre al suelo.
Austin, logra zafarse de su agarre y se coloca en
posición defensiva
nuevamente, mirando a aquel joven quién se paraba del
suelo con la boca y nariz sangrante.
—Son muy fuertes ustedes. —Ríe. —Son unas bestias si
logran pillar a uno así. —Vuelve y escupe un buche de
sangre hacia un lado. —¡Te mataré algún día, pendejo!
—Suspira profundo, mirando fijamente a los ojos a
Austin. —Hoy no,

porqué ya veo que tus amigos lobos han llegado


también, pero, un día,
cuando estés solo... —Se queda callado por unos
segundos. —Estaré tras de ti
y te mataré. —Al aquellas palabras salir de su boca,
Esteban, sale corriendo a una gran velocidad y
desaparece rápidamente en la lejanía.
Todos, nos quedamos fríos, mirándonos entre sí en
silencio.
—¿Qué carajo fue eso? —Pregunta Lian, muy
confundido.
—Era un vampiro. —Responde Austin, y sus ojos,
vuelven a su color natural.
—¿Vampiro? —Dice mi papá, y noto, cómo la
expresión en su rostro se torna a una nerviosa.
—Estaba atacando a Cristal. —Señala a la chica, la cuál,
aún sigue pegada a mi brazo sin querer soltarme. —
Katrina y yo lo vimos, y tuve que ayudarla. —Dice,
subiendo las manos a su cabeza, y pasando sus dedos
entre su cabello,
mientras, un suspiro abandona su pecho.
—¿Estás bien? —Pregunta Justin a la chica que está a
mi lado, y ella asiente.
Yo, la alejo un poco de mí y la miro fijamente a los
ojos. Ésta, aún temblaba del miedo, sus manos estaban
frías cómo un témpano de hielo; su mirada, de
angustia y preocupación.
—¿Te hizo daño? —La miro y ésta, baja su mirada al
suelo y niega con la
cabeza.
—No. —Murmura temblorosa. —Gracias a ustedes. —
Solloza, alzando tímidamente su cabeza y volteando a
ver a Austin, quién le mira serio. Su pecho, aún
subiendo y bajando rápidamente por aquella pelea. Su
corazón, bombeando sangre velozmente por su cuerpo.

—¿Qué hacías con ése hombre aquí fuera a éstas horas?


—Le pregunto, y veo con la esquina del ojo, cómo
todos los chicos se acercan lentamente hacia nosotras.
—Es que él... —Solloza temerosa, quedándose en
silencio por algunos segundos. Como si, no encontrara
las palabras adecuadas para explicar lo que quiere
decirnos. —Es que... —Tartamudea. —El me obliga a
alimentarle de mi sangre. —Llora, y veo, cómo ésta,
hecha hacia un lado su larga cabellera
negra, revelándonos unas marcas de mordidas frescas
en su cuello, otras,
parecían ser ya cicatrices.
Mi pecho se aprieta y mi corazón se me arruga al ver
aquello. Al observar,
todas esas marcas de mordidas que ésta chica tenía en
su cuello.
¿Cómo era posible que un vampiro obligara a alguien a
alimentarle con su sangre?
¿Cómo puede existir alguien tan cruel y despiadado
para hacer esto?
¿Cuantas veces lo había hecho?
Todos, nos quedamos observando a Cristal con el
corazón en la mano. La chica, toma un mechón de su
cabello y lo coloca sobre aquellas marcas y cicatrices,
ocultándolas nuevamente.
—¿Por qué te hace esto? —Digo, con un nudo en la
garganta. —¿Cuantas veces te a obligado a que lo
alimentes? —La miro con pena.
—Ya perdí la cuenta. —Murmura, bajando su mirada al
suelo.
—¿Por qué no huyes? —Pregunta Sam, viéndola
fijamente.
—Ya lo he intentado, pero.... —Se queda callada por
unos instantes, subiendo su mirada hacia los chicos y
mirándoles, con lo que pienso yo, es vergüenza. —
Siempre que huyo, termina encontrándome y
trayéndome aquí nuevamente. —Una lágrima rueda
por su mejilla y la escucho suspirar. —Ellos, siguen a
sus presas por el olor... —Suspira. —Una vez te huelen,
jamás te les perderás de
vista. —Llora.
Mis ojos, van a los de Austin quién suelta un suspiro al
saber que pasará. Al saber, que Esteban ahora había
tenido su olor, y que cómo había dicho, lo buscaría
para matarle. Mi corazón se acelera con el simple hecho
de saber que un vampiro seguiría a Austin por el resto
de su vida, que viviría, sin saber si Esteban se le
aparecería en cualquier momento, para así, acabar con
su vida. Tal vez, eso mismo es lo que estaba pasando
conmigo. A lo mejor, por eso es que aquel vampiro,
dueño del collar, me siguió en el mercado, y luego, en
casa de la señora Julia... porqué... ya tiene mi olor.
Mi piel se eriza con solo saber, que un ser así pueda
existir. Los lobos, no
tenemos ese don que los vampiros tienen, y esto, es
solo una de las primeras cosas que sabemos de ellos, no
imagino, todo lo que se vendrá.
Pero, de una cosa si estoy segura, y es de que, ahora
más que nunca sé que, el vampiro del collar, me
seguirá a mí también, hasta que le devuelva, aquello
que le robé.
—¡Esto es ridículo! —Dice mi papá, llevándose las
manos a la cabeza. —¡Es lo que nos faltaba! ¡Los
encapuchados, y ahora un vampiro que nos va a seguir
la sombra por siempre! —Suspira profundo,
comenzando a caminar de lado a
lado nervioso.
—No es el único vampiro que nos sigue, papá. —Digo,
y mi padre, se voltea y me mira, esperando por mi
respuesta. —El del collar... —Murmuro. —Él, nos lleva
siguiendo desde el inicio, pero no nos habíamos dado
cuenta de ello.

Pensamos, que solo era casualidad, pero en realidad, él,


ya tiene mi olor. — Digo, y noto, cómo todos se quedan
fríos. Pensando en aquello.
El silencio se apodera de nosotros y de la noche que nos
rodea. Todos, nos quedamos callados, mirándonos los
unos a los otros, Cristal, aún sollozando y temblando
de miedo.
—¿Por qué no vamos todos adentro? —Dice Justin,
señalando las puertas de las habitaciones.
—¿Dónde vives?— Austin, se acerca a Cristal y la mira
con ternura.
—Vivo aquí mismo. —Señala, unas cuantas puertas
más abajo.
—Quédate con nosotros. —Le ofrece Austin. —No
quiero que estes sola en tu habitación si ese cretino
aparece nuevamente. —La chica, le mira a los ojos
con una sonrisa débil y asiente tímidamente.
—No sé cómo pagarte el que me ayudases con ése
monstruo. —Murmura la chica, comenzando a
caminar a un lado de Austin, hacia nuestra habitación.
—No me tienes que pagar nada. —Sonríe Austin. —
Con que estes bien, eso es todo lo que necesito saber.
—Le mira con una linda sonrisa en los labios y noto,
cómo la chica se sonroja.
Mi papá, entra a la habitación y le sujeta la puerta a
Cristal para que pase. Una vez mi papá y ella entran al
cuarto, Austin, le sigue. Justin y Sam, caminan hacia
su habitación que está al lado de la de nosotros, y abren
la puerta. Justin, quién es el último que falta por
entrar, se me queda mirando fijamente mientras sujeta
la perilla de la puerta.
—Mantenla vigilada... —Murmura. —No confíes en
ella todavía. —Dice, y yo asiento.
—Está bien. —Asiento nuevamente. —La mantendré
vigilada. —Digo, y Justin, suelta un suspiro, para
luego, adentrarse a la habitación y cerrar la puerta tras
de sí. Yo, hago lo mismo.
Una vez dentro de la habitación, veo, como Austin le
ofrece su cama a la chica. —Puedes dormir allí, yo
dormiré en otra parte, Wesley también. —Dice,
tomando una de las almohadas junto con una sábana, y
la tira en el suelo
junto al sillón donde el chico de los ojos verdes,
continúa durmiendo sin enterarse de nada.
Creo, que si le pasaba una caravana de un circo por el
lado a Jaxon mientras duerme, éste, no se daría cuenta.
—Pero, ¿dónde mierdas voy a dormir yo? —Pregunta
Wesley, quién está
notablemente enojado por el que lo levantaran
repentinamente para sacarlo de la cama y en su lugar,
poner a Cristal en ella.
—Aquí, a mi lado. —Señala Austin el suelo a su
derecha; Wesley le mira mal.
—¡No dormiré en el suelo! —Niega con la cabeza.
—Duerme con mi papá. —Digo, y mi padre,
rápidamente me mira serio.
—Pero, ¿dónde dormirás tú? —Pregunta mi papá
mientras acomoda las
almohadas de su cama.
—Yo me sentaré en el sillón a un lado de Jaxon, no
tengo sueno. —Digo,
comenzando a caminar hacia dónde estaba Jaxon
dormido. Al llegar dónde el chico de los ojos verdes,
lentamente, subo su cabeza y me siento en el sillón,
reposando su cabeza sobre mis piernas con cuidado de
no despertarle.

—¿Me dejas subirte la pierna sobre tu cintura, Dexter?


—Pregunta Wesley con una sonrisa pícara en el rostro,
en tanto se muerde su labio inferior mientras mira a
mi papá.2
—¡No! —Mi padre, le mira con mala cara. —¡Si te
atreves a tocarme aunque sea un cabello de mi
cuerpo...! —Le señala con el dedo. —¡Te corto una
oreja!
—Ufff... Por lo menos, pensé que me cortarías otra
cosa. —Ríe, sentándose en
la cama junto con mi padre.
—¡Idiota! —Mi padre, se acuesta en la cama y se arropa
con la sábana,
tratando de ocultar aquella sonrisa que Wesley le sacó.
Veo, cómo la chica se acuesta en la cama y se arropa
tímidamente. Yo, cruzo
los brazos sobre mi pecho mientras me pongo cómoda
en aquel sillón. Wesley, apaga la luz de aquella
lámpara que se posaba sobre la mesa de noche y todo el
cuarto, se queda en tinieblas.
Me quedo observando a la chica desde el sillón dónde
estoy con Jaxon
acostado sobre mi regazo; viéndola, cómo da vueltas en
la cama, tratando de conciliar el sueño.
Luego de algunos minutos, Wesley ya se encontraba
dormido nuevamente; Austin, mirando el techo en
silencio recostado en el duro suelo, y en tanto a mi
papá, también mirando hacia un lado sin poder en
realidad quedarse
dormido.
***
Algunas horas habían pasado, y yo, había tratado a toda
costa de no
quedarme dormida ni aunque fuera por un solo
segundo. Ya, los rayos del sol comenzaban a entrar por
la tela de aquellas finas cortinas que colgaban frente a
las ventanas de la habitación. Todos, estaban dormidos,
incluyendo a mi

papá y a Austin, quién pensé, que no se dormiría


nunca. Cristal, dormida como un tronco sobre la cama.
Yo, hecho hacia un lado la cabeza del chico de los ojos
color verde oliva, y me paro de aquel sillón con mucha
cautela de no despertarle. Al estar de pie
frente al sillón, paso por encima del cuerpo dormido de
Austin y me dirijo al baño para asearme antes de que
todos despertasen.
Luego de darme una buena ducha y lavarme los dientes
y la cara, salgo del cuarto de baño ya vestida y
secándome el cabello con una toalla. Veo, que los
chicos se han despertado, incluyendo, a Cristal quién
habla cerca de la puerta con Austin.
—¿Segura de que estarás bien tu sola? —Pregunta
Austin, abriéndole la puerta de la habitación a la chica.
—Sí, estaré bien. Ya he sobrevivido de esta manera por
unos cinco años. — Suspira, dando un paso hacia fuera
de la habitación. —Ya me resigné a que
esta será mi forma de vivir hasta que muera... o hasta,
que Esteban me mate. —Le regala una sonrisa triste a
Austin y éste, se queda callado viéndola.
—¿Por qué no vienes con nosotros? Yo... yo te puedo
proteger. —Dice el chico muy caballerosamente y veo,
cómo a Cristal, se le aguan los ojos.
—Me encantaría, Austin, pero me temo que, te causaría
muchos problemas. — Da un paso hacia atrás, bajando
la mirada al suelo por algunos segundo, para luego,
volverla nuevamente hacia Austin quién la mira con
tristeza. —Gracias por ser todo un caballero... —Sonríe
y una lágrima comienza a rodar por su mejilla. —Ya
no existen hombres como tú. —Se da media vuelta y
sale
corriendo; Austin, hace como para ir tras de ella, pero
Justin, quién estuvo fuera, sin que nos diéramos
cuenta todo este tiempo, se le atraviesa en medio.

—¡Déjala ir! —Le dice Justin, colocándole una mano


sobre el pecho de Austin, evitando que éste se fuera
tras la chica.
—La puede matar... —Dice Austin con la voz
temblorosa. —Ése monstruo la va a lastimar de nuevo.
—Murmura, quitando la mano de Justin de su pecho de
un abofeteo.
—¿Y qué vas a hacer tú? —Justin, le mira arqueando
una ceja. —¿Vas a irte tras de ella y estar toda tu vida
protegiéndola de un vampiro que ya tiene
impregnado su olor? ¿Vas a luchar con él cada noche
hasta que el logre asesinarte y seguir alimentándose de
ella? —Le mira fijamente a los ojos muy serio. —Ya le
ofreciste que viniera con nosotros y no quiso... —Hace
una pausa y le mira a los ojos. —Ya no hay nada que
puedas hacer.
—¿Dime cuál es la diferencia de irme con ella y de
quedarme con ustedes? — Dice, y veo, cómo Justin
frunce el ceño. —Aquí, siempre están queriendo
matarnos los encapuchados, siempre, hay un peligro
que nos pone a todos en riesgo... —Suspira. —Aquí,
enfrento la muerte casi a diario también. —Dice, y
su corazón, junto con su respiración se agitan.
—Sí, tienes razón. —Justin mira hacia el suelo muy
tranquilo, para luego,
volver a subir su mirada hacia el chico que tiene en
frente. —Pero, sí que hay una diferencia aquí mi
querido Austin. —Le dice. —Aquí, si un encapuchado
te quiere matar, me tendrá que matar a mí primero...
aqui, si alguien te quiere hacer daño, se tendrá que
enfrentar con todos nosotros... —Su voz, comienza
a tornársele temblorosa. —Aquí, somos todos una
familia, que nos cuidamos y protegemos siempre...
allá... —Señala fuera de la habitación. —¡Nadie, va a
arriesgar su vida, por la tuya! —Dice, para luego,
quedarse callado por unos segundos.

Todos, nos quedamos en silencio mirando aquella


escena. Justin, con sus ojos cristalizados mirando a
Austin fijamente al rostro; Austin, con su corazón y
respiraciones aceleradas; sus puños, tensos a ambos
lados de su cuerpo.
—¡Vete, si eso es lo que quieres! —Justin, se mueve de
enfrente de Austin y le abre paso para que éste pudiera
marcharse si así era que lo quería. Austin, se queda
quieto mirando a Justin seriamente.
Algunos segundos pasan desde que Justin le dijo a
Austin que se fuera. Todos nosotros, estábamos tensos
y un tanto nerviosos.
¿Es que acaso Austin nos abandonaría por aquella
chica?
¿Se iría para siempre por ir a protegerla de aquel
vampiro llamado Esteban? Acaso, ¿rompería aquella
promesa que me hizo de nunca dejarme sola?
No tengo la respuesta para todas éstas preguntas, pero
sí sé quién las tiene ahora mismo... solamente, Austin.

Capítulo 15

Todos, nos quedamos mirando a Austin con el corazón


en la mano.
Expectantes, de que si éste se iría tras Cristal para
mantenerla a salvo, o si se quedaría con nosotros.
Justin, mirando a Austin fijamente, esperando una
respuesta de su parte.
—¡No iré a ningún lado! —Dice, y puedo admitir, que
sentí, cómo un peso abandonó mis hombros al
escuchar aquellas palabras. —Este es mi lugar, aquí
pertenezco... —Sonríe de medio lado. —Lamento lo que
dije, Justin. Creo, que

actué con miedo y desesperación al ver a alguien


indefenso siendo abusado. —Suspira. —Nunca me iría
y los dejaría. —Se voltea y nos mira a todos. — Somos
una familia, y siempre lo seguiremos siendo. —Dice, y
Justin, le da una palmada el hombro, abriéndose paso
hacia la habitación.
Yo, le regalo una sonrisa en tanto de mi pecho, sale un
suspiro largo al saber, que Austin se quedaría con
nosotros. Al sacarme, aquel peso de encima y el temor
que me invadía al no saber si éste, rompería aquella
promesa que me hizo de ayudarme y no abandonarme
nunca.
—Tuve miedo por un momento de que abandonaras
por un chica. —Sonríe Justin, adentrándose a la
habitación. Austin, cierra la puerta y le sigue.
—¡Algún día pasará! —Ríe.
—¡Espero que no! —Sonríe Justin y todos, reímos con
ellos.
Luego de aquello, los chicos, comenzaron a asearse y a
vestirse para así,
podernos ir de este extraño lugar tan pronto como fuera
posible. Yo, me senté en el sillón, observándoles ir de
un lugar para otro en tanto recogían sus cosas y se
preparan para ir... a aquellas misteriosas coordenadas.
***
Luego de que los chicos se asearan y se prepararan,
todos, salimos de las
habitaciones y nos dirigimos hacia las camionetas en el
aparcadero. Austin, insistió que le acompañáramos a la
recepción para ver si la chica estaba bien antes de
marcharnos y dejarla atrás.
Lian, Jaxon y yo, nos ofrecimos a ir con él para
chequearla, mientras, los demás nos esperarían ya
listos en las camionetas para irnos y marcharnos a las
coordenadas.

Al llegar a la recepción, me quedo un tanto confundida


al ver, una mujer de unos treinta años
aproximadamente, detrás del mostrador.
—Buenos días chicos, ¿en qué les puedo ayudar? —
Dice, con una sonrisa en el rostro.
Austin y Lian, se miran entre ellos con los ceños
fruncidos y una expresión en
el rostro de confusión.
—Buenos días, estoy buscando a Cristal¿. Sabe dónde
está hoy? —Pregunta Austin y la mujer, se queda
callada por unos instantes.
—No sé de qué me hablas, muchacho. —Dice, y su
sonrisa desaparece lentamente de sus labios. —No
conozco ninguna Cristal.
Al momento en que aquellas palabras salieron de la
boca de la mujer, un
escalofrío recorrió mi cuerpo entero en tan solo unos
segundos.
—¿Cómo que no sabe quién es Cristal? —Dice Austin,
con un tono de voz sarcástico. —Si ella trabaja aquí,
fue la que nos atendió anoche.
—No, me temo que estás confundido, aquí no trabaja
nadie con ése nombre. En éste lugar, solo trabajamos
mi esposo Nestor y yo. —Dice, mirando a Austin
fijamente.
Yo, volteo el rostro y observo al chico, quién está
visiblemente confundido.
—¿Qué me está diciendo? —Dice, haciendo una mueca
con la boca.
Miro a aquella mujer que está detrás del mostrador. Mi
ceño está fruncido por la confusión de lo que estaba
pasando.
¿Cómo es posible que ésta señora no conozca a Cristal?
No tan solo eso, sino qué, ¿nunca la haya visto...?
¿Es que, acaso, fue todo una ilusión?

Me quedo observando a la mujer mientras Austin,


continúa hablando con ella
e insistiendo que quería hablar con Cristal.
De pronto, noto, cómo un rayo de sol que se cuela por
la ventana, comienza a pegarle a aquella mujer en una
de sus manos que reposa sobre el mostrador.
Repentinamente, su mano empieza a humear, e
inmediatamente, la mujer, hala su brazo hacia atrás y
esconde su mano bajo el mostrador.
Rápidamente, siento, cómo mi corazón se acelera al ver
aquello. Ésa mujer no era humana, y mucho menos, un
lobo como nosotros. El sol, le había hecho daño sobre
la piel de su mano. Y de lo que sí estoy segura... es de
que, algo, escondía ésa misteriosa mujer.
—¡Creo que bebimos mucho anoche y por eso estamos
algo confundidos!— Improviso, con una sonrisa en los
labios, tomando a Austin de un brazo y halándole
hacia la puerta que llevaba hacia las afueras del lugar.
—¿De qué hablas Katrina? —Austin, me mira con mala
cara y yo solo le sonrío a la mujer.
—¡Puede que sea otro inquilino el cuál se llame Cristal,
no lo sé, ya no nos
acordamos de nada por lo muy borrachos que
estábamos! —Halo a Austin del brazo, haciendo, que
éste, caminara conmigo hacia la puerta. Lian, se da
cuenta de mi actuación mal hecha y me sigue la
corriente.
—Sí, ella tiene razón. Discúlpenos, estuvimos muy
borrachos anoche y ya no sabemos ni nuestro propio
nombre. —Lian le sonríe a la mujer y ésta asiente.
—Bueno, pues que tengan un buen día. Regresen
cuando quieran. —Nos despide con una sonrisa con los
labios, moviendo, la mano que no se le
quemó, de lado a lado en forma de despedida.

Nosotros, atravesamos la puerta del lugar a toda prisa


junto con Austin, a quién llevamos a rastras y lo
soltamos cuando ya, la puerta había cerrado tras
nosotros.
—¿Qué demonios les pasa a ustedes? —Austin, nos
mira con mala cara. — ¿Acaso se volvieron locos los
dos? —Grita muy molesto.
—¡A mí no me mires! —Lian, alza las manos sobre su
cabeza en señal de
inocencia. —Yo solo le seguí la corriente a Katrina
porqué vi que algo se
planeaba. —Dice, y yo asiento.
—Esa mujer en la recepción... —Murmuro. —No era
humana, ni mucho menos, un lobo. —Digo, y los
chicos, fruncen el entrecejo.
—¿Qué estás diciendo, Katrina? —Pregunta Austin
entre un suspiro. —¿Cómo llegaste a esa conclusión?
—Me mira sin mucho ánimo.
—Cuando estabas hablando con ella, un rayo de sol
entró por la ventana y le pegó en la mano, luego, su
piel comenzó a humear justo dónde aquel rayo de sol le
tocaba. Ella, rápidamente, escondió la mano bajo el
mostrador
disimulando. —Digo, y los chicos, se me quedan
viendo con los ojos muy
grandes cómo dos lunas en una noche de luna llena.
—¿Qué mierdas?— Dice Lian, mirándome fijamente.
—¡Yo no me di cuenta! Acaso, ¿ella te vio que la viste?
—No, ella estaba prestando toda su atención en Austin.
—Niego con la cabeza. —Ella no me vio.
—¡Yo me largo de aquí! —Dice Lian, comenzando a
caminar hacia dónde estaban las camionetas, nosotros,
le seguimos. —¡Esa mujer definitivamente es un
vampiro, y yo, no quiero que nadie me chupe hoy! —
Dice, volteando su

rostro sobre su hombro y mirándonos mientras camina


sin cesar hacia las
camionetas en el aparcadero.
—¿Por qué dices eso? —Pregunta Austin, mirando
constantemente hacia
atrás. Sé, que tiene ganas de volver hacia la recepción y
hacer algo.
—¿Tú no has visto las películas de vampiros? —
Contesta Lian, ya con la puerta de la camioneta abierta
para subirse. Los demás chicos que nos esperan, nos
miran raro, cómo preguntándose, de qué estábamos
hablando. —Siempre los vampiros se queman por el
sol.
—¿De qué carajos hablan? —Pregunta Justin, sacando
la cabeza por la
ventana de la puerta del conductor. La camioneta, ya
encendida.
—¡Hay un puto vampiro en la recepción y Austin
quiere seguirle preguntando de Cristal, quién
aparentemente, no existe y nunca existió!—Lian, se
sube en los asientos traseros de la camioneta, junto con
Wesley y Sam quienes están
ya sentados esperando para marcharnos.
Mi papá, pone en marcha la camioneta y la estaciona a
un lado de nosotros; bajando la ventana de la puerta
del pasajero, para escuchar de lo que hablábamos.
—¿Qué esperan? —Grita desde el lado del conductor. —
¡Se nos hace tarde y no sabemos qué encontraremos en
aquellas coordenadas! —Dice, y todos, nos quedamos
callados.
Yo, miro a Austin quién tiene la mirada hacia el suelo.
Posiblemente, éste, no sepa qué hacer en estos
momentos, y lo entiendo.
Austin, siempre había sido un chico muy caballeroso y
firme en las cosas que hacía y decía. Puedo decir, que
de todos nos nosotros, él era el más sensato y el que
tenía los pies sobre el suelo, cómo se suele decir.

—Está bien, vámonos. —Dice Austin repentinamente,


montándose en el
asiento del pasajero de la camioneta que es conducida
por mi papá. —Vinimos por las coordenadas y estamos
huyendo de los encapuchados. —Hace una pausa
mientras cierra la puerta tras de sí. —No necesitamos
más problemas.
—Suspira y cierra sus ojos por un momento, luego de
aquel suspiro.
Todos, nos quedamos en silencio por unos instantes.
Yo, procedo a abrir la puerta trasera y a subirme a un
lado de Jaxon, quién está sentado junto a Carlos.
Carlos, leyendo el libro de los amuletos que me había
entregado
Antonio en el colegio.
Sin pensarlo dos veces, al yo cerrar la puerta de la
camioneta, mi papá, pone
en marcha el auto y vemos, cómo Justin nos sigue.
—No sé qué pasó allá, pero, te agradezco que nos
ayudes con esto de las
coordenadas y de los encapuchados. —Mi papá, le mira
y ambos,
intercambian miradas por algunos segundos. —
Agradezco intensamente tu ayuda. —Dice y Austin
asiente.
—Ustedes son mi prioridad ante todo. —Sonríe
levemente de medio lado. Mi papá, le devuelve aquella
sonrisa, siguiendo su camino.1
Luego de alguno tiempo en la carretera, mi papá, baja la
velocidad y comienza a mirar los alrededores.
—El camino a las coordenadas es por aquí, pero, voy a
necesitar que saques el mapa de la guantera para estar
seguros. —Dice, y Austin asiente; abriendo la guantera
en silencio, y sacando aquel mapa viejo y grande que
estaba guardado allí.
Durante el camino por el pueblo de Morton, Austin y
mi papá, estuvieron muy callados. Austin, solo
hablaba para decirle a mi padre hacia dónde girar y en
qué carretera, pero además de eso, nada. Creo, que
Austin estaba muy

pensativo por lo de aquella chica, Cristal. Sé, que se


debe sentir cruzado de manos y tal vez, sentir que no
está haciendo nada por ayudarla, pero, la realidad era,
que ya teníamos muchos problemas como para meter
nuestras narices en otro, que no sabíamos, a que nos
llevaría.
También, con los encapuchados pisándonos los
tobillos, no era muy
recomendable que nos quedáramos mucho tiempo en
un solo lugar. Sin mencionar, que ahora,
probablemente, tendríamos a Esteban siguiéndonos la
sombra, o más bien... siguiendo el olor de Austin.
***
Luego de alguna media hora conduciendo, noto, cómo
mi padre se detiene al
final de un camino sin salida.
—Morton, calle Liz... —Murmura, con las dos manos
todavía en el volante y el motor encendido. Su vista,
hacia un bosque que había al final de aquella calle sin
salida. —Hasta aquí llega el camino. —Dice mi papá, y
apaga el motor de la camioneta.
—Tal vez, haya algo más aquí que no estamos viendo.
—Dice Carlos, abriendo la puerta y comenzando a
bajarse de la camioneta.
Todos, comenzamos a bajarnos del auto, dejando
nuestras mochilas en su interior y comenzando a mirar
todo a nuestro alrededor.
Rodeando la calle, lo único que se podía ver desde
dónde estábamos, era un espeso bosque con árboles
muy altos. El silencio que había en este lugar, era
increíble, tanto, que hacía que pudieras escuchar un
leve chillido proveniente de tus oídos.

—No hay nada aquí. —Murmura el chico de los ojos


verdes, mirando todo a su alrededor. —¿Qué es lo que
se supone que busquemos? —Pregunta, y sus ojos, van
a los míos.
—No lo sé. —Contesto, tratando de tomarle la lógica a
todo esto.
Los demás chicos, se bajan de la otra camioneta y
comienzan a dirigirse hacia nosotros.
—¿Ahora qué, Katrina? —Pregunta Sam, parándose a
mi lado, esperando una respuesta de mi parte. Noto,
cómo todos me observan en espera de alguna pista
proveniente de mi.
—Es que no se qué se supone que haga ahora. —Suspiro
profundo, un tanto nerviosa.
Veo, cómo Carlos se me acerca y me coloca su mano
sobre mi hombro.
—Piensa en aquel sueño. —Dice, con una voz suave. —
Recuerda lo que hacías, dónde estabas... a dónde te
dirigías. —Asiento.
Yo, cierro los ojos y comienzo a pensar en aquel sueño
que me atormentó por tanto tiempo. Aquel sueño, que
me persiguió y me robó tantas noches de mi vida.
—Recuerdo, que... corría por un bosque espeso.
Atravesando árboles y arbustos a toda prisa. Luego de
un tiempo, llegaba a las orillas de un río, el
cuál seguía hasta encontrarme con una lago. —
Murmuro, todos, mirándome atentos.
—Entonces, ¿será este el mismo bosque que el de tus
sueños? —Dice Carlos, volteando a ver el bosque a sus
espaldas.
—No lo sé, puede que sí. —Asiento, un tanto insegura.
—Debe serlo. —Contesta Wesley, rascándose la cabeza.
—Sino, estamos un poco jodidos.
—Dejemos las camionetas aquí y adentrémonos en el
bosque. —Dice mi papá, caminando hacia la
camioneta, abriendo la puerta del conductor y tomando
su mochila. —Es la única manera de saber si estamos
en el lugar correcto. —Se voltea y nos mira. —Tomen
sus cosas, ya que, no sabemos cuánto tiempo nos
tomará estar ahí dentro. —Dice, y todos asentimos.
Inmediatamente, todos, comenzamos a tomar nuestras
mochilas de espaldas, para así, como dijo mi papá, ir
preparados para lo que sea que se viniese.
No sabíamos que nos íbamos a encontrar en el bosque,
mucho menos, lo que resultara ser toda esta
experiencia de mi sueño raro y este pueblo misterioso.
En realidad, puedo admitir que me siento un poco
nerviosa por esta expedición. Este pueblo, Morton,
resultó ser más intrigante de lo que yo pensaba. Nunca
me imaginé, que hubieran vampiros en este lugar, y
mucho menos, que estuvieran alimentándose a la
fuerza de la sangre de los
pueblerinos.
Espero que Cristal se encuentre bien, pero, cómo ella
dijo, ya llevaba mucho tiempo en esa situación, y si
venía con nosotros, todo, se le iba a complicar; tanto a
ella, como a todos aquí.
Luego de que mi papá y Justin cerraran y aseguraran
las camionetas, todos,
comenzamos a caminar hacia el bosque, adentrándonos
entre los árboles y la maleza alta.
Mi corazón, palpitaba muy rápido ante lo desconocido.
Al no saber, a dónde estaba llevando a mis amigos... a
mi familia.

Mi mente, no dejaba de crearse escenarios, tanto


buenos, como malos.
Escenarios, en los cuáles, podía que todo esto fuera una
trampa de los
Victorian, o tal vez, de los mismos vampiros de este
místico pueblo. Pero, también, puede que solo esté
siendo muy escéptica, y que en realidad, todo fuera
algo bueno que nos beneficiase, o tal vez, puede que no
haya nada. No
lo sé.
—Probablemente debemos buscar algún tipo de río
como en el sueño de Katrina. —Dice Justin, sujetando
las agarraderas de su mochila mientras
caminaba y miraba los alrededores.
—Podemos subirnos a uno de estos árboles grandes y
fijarnos por si vemos algo en la lejanía. —Dice Lian y
yo asiento.
—Es muy buena idea. —Habla mi papá. —Que algunos
suban y echen un vistazo.
El chico de los ojos verdes, se acerca a mí y me da su
mochila. Yo, se la sujeto mientras lo veo, comenzar a
correr hacia uno de los árboles y subir por el a toda
prisa; Wesley, subiendo por otro árbol cercano
también.
Los demás, nos quedamos observándoles, viendo, cómo
estos subían muy
alto hasta la copa de aquellos árboles.
Tras algunos minutos, vemos, cómo Wesley y Jaxon,
bajan hasta la mitad del árbol, para luego, pegar un
salto y caer frente a nosotros con una posición
perfecta.
—¿Qué vieron? —Pregunta Sam con mucha curiosidad,
viendo a Wesley y al chico de los ojos verdes, caminar
hacia nosotros.
—No se ve nada. El bosque es muy espeso y los árboles
muy altos. Si hay un
río, lago o algo, no lo veremos desde aquí. —Dice
Jaxon, llegando a dónde mí y

tomando su mochila de mis manos, para luego,


volvérsela a colocar en la espalda.
—¿Cómo mierdas ahora vamos a saber hacia dónde ir?
—Pregunta Carlos con sus ojos clavados en los míos.
—Este bosque se ve enorme, no hay forma de que
encontremos ese lugar, el cuál, que no sabemos qué es,
cómo es, o dónde coño está. —Carlos cruza las manos
sobre su pecho y lo noto un tanto frustrado.
—Es cierto. —Asiente Austin. —Si buscamos a ciegas,
fácil, podríamos
tardarnos días o quién sabe si semanas.
—¡Y para entonces, los encapuchados nos habrán
encontrado y matado! —
Dice Wesley y yo le miro con los ojos entrecerrados y
el ceño un tanto fruncido. —¡Eres tan exagerado! —
Murmuro, camimando hacia un árbol y recostando mi
espalda de el. Mis brazos, cruzados sobre mi pecho en
tanto pienso.
¿Dónde será ese lugar que me llama tanto?
Estoy tan cerca... lo siento dentro de mí, lo presiento,
pero, no sé a dónde ir. ¡Piensa Katrina, piensa!
Morton, resultó ser el pueblo místico, que para nuestra
sorpresa, está lleno de vampiros.
Liz, es la calle sin salida en la cuál dejamos las
camionetas estacionadas para así, adentrarnos a este
bosque.
Ahora, solo falta....
—¡Eso es! —Digo en voz alta, pegando un salto y
despegando mi espalda de la corteza del árbol.
Todos los chicos, me miran confundidos por aquel
grito inesperado.

—Ciento cincuenta norte, trescientos cincuenta y seis


oeste... —Murmuro, recordando aquellas voces en mi
sueño que me repetían aquello. —¡Las
coordenadas! ¡Tenemos que seguir esas coordenadas! —
Digo exaltada y veo, cómo los ojos de mi padre se
abren cómo dos farolas.
—¡Es cierto! ¡Se nos olvidaron las coordenadas!—Dice
mi papá, para luego, tomar aquella mochila que
colgaba sobre sus hombros, colocarla en el suelo,
y comenzar a buscar algo dentro de ella.
—¿Qué haces, papá? —Lo observo, viéndolo rebuscar
dentro de aquella
mochila, algo, que no encontraba en un principio.
Éste, no me contesta y continúa su búsqueda entre la
ropa y los artículos de aseo personal que tenía dentro
del bulto de espaldas. Luego de algunos segundos más,
saca un objeto redondo y plateado.
—Aquí esta! —Cierra la cremallera de su mochila y se
la vuelve a colocar sobre sus hombros, tras su espalda.
—¡Una brújula! —Dice Justin, mirando lo que mi padre
tenía en las manos. — ¡Eso nos llevará a las
coordenadas! —Sonríe.
Yo, me acerco a mi papá y miro aquella brújula que
tiene entre sus dedos.
—¿Es esta la brújula que apunta a...? —Meto la mano
en el bolsillo de mi
pantalón, y saco la brújula que había buscado hace unos
años en la casa que vivieron mis padres. Aquella, que
me llevó a encontrarles.—¿Es esa la brújula que apunta
a la mía? —Pregunto, mirando cómo la brújula que yo
tenía en mis manos, apuntaba hacia mi padre.
—No, esta sí apunta al norte. —Sonríe, y lo veo, meter
su mano al bolsillo de su pantalón y sacar, la brújula la
cuál, estaba atada a una cadena de lo que
parecía ser oro. —Ésta, es la que apunta siempre a la
tuya. —Suspira con una

leve sonrisa en los labios. —Y siempre, la traigo


conmigo. —Dice, y se cuelga la brújula en su cuello,
metiéndola por dentro de su camisa.
—Yo también siempre la tengo junto a mí papá. Así, si
nos separamos algún día, tú puedas encontrarme,
como yo a ti. —Le regalo una sonrisa y éste, se acerca a
mí y me besa la frente.
—Espero jamás perderte mi niña. —Me mira con una
mirada dulce, y yo asiento.
En ése mismo momento, escucho un sonido que se
acerca. Inmediatamente, me volteo, y veo, algo
brillante que viene a mucha velocidad hacia nosotros.
Para el momento en el cuál mis ojos logran ver de qué
se trataba, el objeto ya estaba sobre nosotros... era, una
daga.
Antes de que pudiese mover cualquier músculo, veo,
cómo aquella daga se le clava en el estómago a Wesley.

Capítulo 16
Siento las pulsaciones de mi corazón palpitar en mi
garganta. Mi respiración, se anula por algunos
segundos al ver aquello... al mi mente procesar, que
alguien había apuñalado a Wesley.
Mis ojos, clavados en aquella daga, la cuál, estaba
incrustada en el estómago del chico. Sangre,
comenzando a salir y empapando su camisa de color
vainilla.
El tiempo se ralentiza por unos momentos, viéndolo,
bajar su mirada lentamente y observar aquel cuchillo
clavado en su cuerpo. Sus manos,
comienzan a viajar temblorosas hacia el objeto, y lo
veo, tocar con la yema de sus dedos la daga... temeroso.
Noto, cómo sus piernas, se debilitan y comienza a caer,
pero, antes de que éste pudiera tocar el suelo, yo,
inmediatamente reacciono, corro hacia él y le sujeto
por debajo de sus brazos.
—¡Wesley! —Digo, sujetándolo con fuerza, viendo,
cómo estaba a punto de perder el conocimiento.
Wesley, estaba a punto de desmayarse, lo podía sentir
en el peso de su cuerpo, el cuál, estaba haciendo que
mis piernas comenzaran a perder el
equilibrio, por lo que, el chico de los ojos verdes, corre
hacia nosotros y lo toma de entre mis brazos;
cargándolo él y ayudándome a mantenerlo en pie. —
¿Qué mierdas pasó? —Dice Sam, con un tono de voz
nervioso; llegando hasta nosotros y tomando uno de
los brazos de Wesley y colorándoselo por sobre sus
hombros, detrás de su cuello. Jaxon, hace lo mismo y
entre los dos, lo mantienen en pie. Uno a cada lado.
—Alguien nos a atacado... —Dice mi papá, colocándose
en posición defensiva junto con los demás. Mirando el
horizonte en busca de algo, o más bien... de alguien.
Los demás chicos, se acercan a nosotros y nos rodean
en forma defensiva.
Creando un círculo a nuestro alrededor, en el cuál, solo
Wesley, Jaxon, Sam y yo, estábamos en el centro.
—La daga... —Murmura Wesley entre un tartamudeo.
—Saca... —Habla casi inconsciente y sin fuerzas. Su
mirada perdida en el suelo y su cuerpo, sin
poder sostener el peso de el mismo.

—No, no te podemos sacar la daga. —Le responde el


chico de los ojos color verde oliva. —Si te la sacamos,
te podrías desangrar.
En ése momento, escucho unos pasos acercarse a toda
prisa. El sonido de las pisadas sobre las hojas secas que
yacían en el suelo, me dejaba saber, que
eran muchos... y que estaban bastante cerca.
—Son demasiados. —Murmuro con mi vista perdida
hacia el bosque, pero aún, no pidiendo ver nada. —
¡Nos acorralan! —Digo, mirando hacia todos lados, y
escuchando, cómo las pisadas corrían en todas las
direcciones, formando un círculo a nuestro alrededor.
—¡Llevémoslo a las camionetas! —Dice Sam, luchando
con el peso del cuerpo de Wesley, quien creo, ya no
sabía bien ni lo que sucedía.
—¡No! ¡No debemos llevarlo a las camionetas! —Digo,
viendo, cómo Jaxon y Sam me miran con el ceño
fruncido; confundidos.
—¿Qué dices? —Justin me mira por encima de su
hombro y hace una mueca
de preocupación con el rostro. —¡Morirá desangrado si
no lo llevamos a un hospital!
—Lo que sea que nos está acorralando, vinieron desde
allá, probablemente, hayan más de ellos en las
camionetas esperándonos. —Suspiro, escuchando,
cómo ya casi llegaba lo que fuera que viniese, a
nosotros. —¡Debemos seguir las coordenadas!
Al momento en el que aquellas palabras abandonan mis
labios, noto, cómo una expresión de total confusión y
desesperación, se dibujan en el rostro de Jaxon.
—¡No sabes tan siquiera lo que hay allí! —Me grita
Carlos. —¿Cómo quieres llevar a alguien que está
convaleciendo a un lugar dónde puede que no haya

nada? —Me mira fijamente a los ojos mientras su


pecho sube y baja
rápidamente con cada inhalación y exhalación suya. —
¡Lo matarás! — Murmura, quedándoseme viendo
directamente.
—No sé cómo explicarles esto pero... —Tomo una
bocanada de aire en tanto bajo por un momento mi
mirada al suelo, para luego, volver a mirar aquellos
ojos que me observaban con tanta duda e
incertidumbre. —Sé, que no lo debo llevar ahí. Algo en
mí, que me dice, que debo seguir las coordenadas. —
Mis
ojos se cristalizan en tanto los ojos de todos, me
penetran el alma.
Todos, nos quedamos en silencio mirándonos los uno
al otros por algunos segundos.
—¡Mierda, Katrina! ¡Esta bien! —Dice Austin entre un
suspiro. —¡Confío en ti! ¡Llévatelo a las coordenadas
junto con Jaxon y Sam; nosotros, nos
quedaremos luchando! —Me mira por encima del
hombro y yo asiento con un nudo en la garganta.
Jaxon y Sam, comenzando a caminar hacia dentro del
bosque mientras cargaban a Wesley.
De pronto, en ése mismo momento, vemos, cómo unos
hombres vestidos
completamente de negro, salen de detrás de los
árboles... eran, los
encapuchados.
Rápidamente, los encapuchados nos rodean. Jaxon,
Sam y yo, protegemos a Wesley quién convalece en
sus brazos. Los demás chicos, haciendo un círculo
alrededor de nosotros en forma de defensa.
—¿Pensaron que lograrían escapar de nosotros
viniendo a un bosque y
escondiéndose en el? —Ríe uno de los encapuchados. —
No son muy difíciles
de encontrar. —Hace una pausa mientras bufa. —Son
muy predecibles. —Ríe nuevamente.

—¡Déjenos en paz ya! —Grita Justin, apretando con


fuerza sus puños frente a él.
Yo, los miro con el ceño fruncido y con desprecio,
tensando mi mandíbula
mientras les observo con rencor.
—Ya les dijimos, solo queremos a la chica. Los jefes la
quieren y nosotros se la obtenemos. Todos los que se
interpongan en nuestro camino, tenemos
autorización para aniquilarlos. —Sonríe, mostrando su
blanca dentadura bajo aquella capucha negra que le
tapaba más de la mitad de su rostro.
—¡Bueno, pues te tendrán que empezar a matarnos uno
a uno para que se la lleven! —Dice mi papá entre
dientes; molesto.
—¡Entonces así será! —Ríe el encapuchado, para luego,
todos, comenzar a correr hacia nosotros.
Inmediatamente, los chicos, comienzan a pelear con
estos, en tanto Jaxon y Sam, tratan de moverse junto
con Wesley, quién está a punto de perder el
conocimiento, hacia un lugar más seguro.
—¡Les abriré camino! —Digo, transformándome y
corriendo hacia los
encapuchados que se dirigen hacia nosotros.
En ése momento, pego un salto y con mi pierna, le doy
una patada en el pecho a uno de los encapuchados, que
lo hace volar unos metros hacia atrás,
cayendo de espaldas al suelo de forma muy brusca.
Al estar ya parada en mis dos piernas, me coloco en
posición de ataque, con mis dos puños cerrados y bien
tensos frente a mi, esperando al siguiente encapuchado
que me enfrentase.
Sam y Jaxon, a mis espaldas avanzando junto conmigo,
tratando de salir del acorralamiento de los
encapuchados con Wesley herido y sangrante.

De repente, otro encapuchado se me atraviesa, yo,


corro hacia él a toda prisa y ambos, comenzamos a
pelear. Mientras peleo, veo, como Lian aparece a mi
lado, y me ayuda.
—¡Ya no quedan muchos, éste es el momento justo
para salir de aquí y
escapar! —Dice, mientras se agacha a rápidamente y
esquiva una patada
proveniente del encapuchado que nos atacaba. —Tú
papá y yo nos
quedaremos atrás para distraer a los que queden, los
demás, sigan adelante, nosotros los alcanzaremos... —
Hace una pausa en tanto le logra dar un puño
en el rostro al encapuchado y dejarlo inconsciente en el
suelo. —¡Dexter te manda esta brújula, él dice que
tiene la que apunta a ti... que te encontrará! — Dice, y
yo asiento temerosa.
Luego de decir aquellas palabras, Lian, corre
nuevamente hacia dónde está mi papá, y lo veo
comenzar a ayudarle a pelear; Justin, Austin y Carlos,
corriendo
a toda prisa hacia nosotros.
—¡Vamos, corran, que no hay mucho tiempo! —Grita
Austin, al llegar a nuestro lado y pasarnos por la
derecha a toda prisa; defendiéndonos, de aquellos
encapuchados, que se levantaban del suelo e intentaban
pelear con nosotros
a toda costa.
Rápidamente, todos, comenzamos a correr hacia dentro
del bosque. Jaxon y Sam, haciendo todo lo que pueden
con Wesley quién aún estaba consciente, pero muy
mal herido. La daga, aún en su estómago, su camisa y
pantalón, cubiertos de su sangre.
Mientras corro, miro la brújula de mi papá que me dio
Lian, y pienso en aquellas coordenadas... "Ciento
Cincuenta Norte, Trescientos Cincuenta y Seis
Oeste".

La brújula comienza a apuntar hacia el norte y yo, a


seguir su curso; los chicos, tras de mí siguiéndome el
paso a toda prisa.
Escucho quejos de parte de Wesley a mis espaldas,
escucho a los chicos
peleando con los encapuchados que nos siguen a toda
costa... escucho mi corazón, palpitar muy rápido
mientras pienso, hacia dónde me estoy
dirigiendo.
—Katrina, ¿sabes hacia dónde vas? —Grita Carlos,
llegando a mi lado mientras corremos a toda prisa. Yo,
le miro con una expresión de preocupación en el rostro
y niego con mi cabeza.
—No sé si voy en la dirección correcta, Carlos. —
Hablo agitada por el correr. — ¿Qué crees que son los
ciento cincuenta norte? —Le miro por un segundo,
para luego, bajar mi vista rápidamente a la brújula en
tanto me fijo por donde voy corriendo.
—Son coordenadas. —Dice jadeante. —Necesitamos un
mapa. No podemos solo seguir la brújula. —Dice y yo
siento, cómo mi corazón se arruga al saber, que
probablemente, nos perderíamos.
Me quedo en silencio con la brújula en la mano,
sintiendo, cómo el viento mueve mi cabello y acaricia
mi rostro. Doy un suspiro profundo, y me
concentro en mí misma... en el bosque; dejando de
escuchar todo lo que me rodea... los encapuchados, las
peleas, las personas... solo, prestándole
atención a mi corazón y mis instintos.
Sin pensarlo dos veces, meto la brújula en el bolsillo
delantero de mi
pantalón, y miro a mis alrededores. Tengo que confiar
en mí, en mis
presentimientos, en aquello que me dice en mi interior
y en mi corazón, hacia dónde ir.
¡Tengo que salvar a mi amigo... VOY a salvar a mi
amigo!

—Katrina... ¿y la brújula? —Dice Carlos, mirándome


de arriba a abajo con una expresión de temor y
preocupación en el rostro.
—No la necesito. —Digo firme y confiada mientras
corro. —¡Sé, a donde ir! —Al aquellas palabras salir de
mi boca, giro a la derecha y continúo corriendo en
línea recta. Carlos y los demás, detrás de mí.
Siento, cómo todo mi cuerpo se estremece, a la vez, que
un escalofrío me recorre completamente desde los pies
hasta la cabeza.
No sé cómo explicar esto que siento ahora mismo,
pero, algo muy dentro de mí, me dice, que estoy cerca.
De pronto, siento, cómo el aire del bosque se torna frío,
cómo la humedad del lugar aumenta cómo si
estuvieras en un amanecer, en dónde el rocío de la
mañana, crea esa sensación de humedad y frialdad tan
característica.
—¡El río! —Dice Austin, a mis espaldas. Yo, volteo el
rostro por sobre mi hombro, y le veo apuntar hacia la
derecha... por lo que miro hacia donde
señala y veo efectivamente... el rio.
Ahí estaba, se veía igual que en mis sueños. Los árboles
en el mismo lugar, la misma sensación que me daba al
correr por su orilla... era, cómo si estuviera en mi
sueño, pero esta vez, era real.
Todos, continúanos corriendo por las orillas del río,
mientras aquella
sensación indescriptible, seguía aumentando cada vez
más en mi pecho. Luego de algunos minutos, mis ojos
se deslumbran, al ver un llano en la
lejanía y divisar... el lago.
Mis ojos se cristalizan rápidamente al ver aquello. Era
hermoso, increíble...
magnífico. Mi corazón se paraliza por algunos
segundos al ver, cada detalle

igual que en mi sueño, cada flor y árbol en el mismo


lugar, cada arbusto y roca, exactamente dónde las
había visto anteriormente.
Acaso, ¿aquello había sido solo un sueño?... ¡no lo creo!
¿Cómo es esto posible?
¿Cómo puede esto estar pasando... y porqué?
Ralentizo mi paso al llegar a aquel lugar, los chicos,
todos se detienen a mi lado.
Rápidamente, me volteo para ver a Wesley quién aún
era cargado por Jaxon y Sam, éste, con los ojos
cerrados y ya completamente inconsciente.
—¿Está bien? —Pregunto nerviosa, mirando a Jaxon
quién me observa fijamente.
—Se desmayó hace un rato. —Suspira Sam. —Tenemos
que llegar a un hospital cuanto antes, ya a perdido
mucha sangre. —Dice nervioso.
—Ya estamos cerca... —Digo un tanto nerviosa al ver a
mi amigo en aquel estado. —Lo presiento...
En ése momento, veo, cómo mi papá llega a toda prisa,
sujetando a Lian por debajo de un brazo y casi
arrastrándolo. De un hombro de Lian, sale mucha
sangre.
—¡Papá! —Grito, viendo cómo Justin corre
inmediatamente hacia ellos y
ayuda a Dexter a sostenerlo.
—Lo hirieron los encapuchados mientras tratábamos de
huir. —Jadea
cansado, posiblemente, por cargar el peso de Lian por sí
solo toda esa
distancia, más, por la pelea que estos tuvieron.

—Lo siento muchachos... —Murmura Lian subiendo su


mirada hacia nosotros. —Les estoy haciendo las cosas
más difíciles. —Bufa, para luego, quejarse de dolor
mientras cierra los ojos con fuerza y tensa su
mandíbula.
—¡Ya pronto llegaremos, lo prometo! —Digo, con el
corazón en la mano al ver, a mis dos amigos así. —
Solo será un poco más.
Rápidamente, comienzo a mirar hacia todos lados,
recordando aquel sueño y viendo, qué era lo que tenía
que hacer ahora... hacía dónde, me tenía que
dirigir.
Recuerdo, que pasaba por el lado de este lado corriendo,
y luego... estaba la cascada.
—¡Tenemos que acercarnos a la cascada! —Digo,
comenzando a caminar en la dirección en la cuál corría
el agua. Todos, me siguen en silencio.
Luego de algunos dos minutos o tres de caminar junto
al río, escucho el
sonido de agua cayendo. Inmediatamente, acelero mi
paso y comienzo a correr hacia de donde proviene el
sonido. De pronto, paro mi andar y me
quedo mirando el horizonte; viento, soplando en mi
rostro en tanto un rocío fino, me moja la cara.
Mi corazón, salta de alegría al ver aquella cascada
frente a mis ojos, al verla, igual que en mis sueños...
—¡Es impresionante! —Dice Austin, parándose a mi
lado y observando, la majestuosidad de la cascada.
—¿Cómo mierdas vamos a bajar? —Pregunta Carlos,
observando la gran caída que había entre nosotros y el
suelo de abajo.
—Tendremos que rodear la cascada. —Respondo. —
Buscar alguna manera de bajar por un costado. —
Comienzo a mirar alguna posibilidad de encontrar un

sendero adecuado para poder bajar junto con Wesley y


Lian, quienes estaban heridos.
—¡Encapuchados! —Grita mi papá, corriendo hacia
nosotros junto con Justin, quién le ayudaba a cargar a
Lian.
Veo, cómo los encapuchados comienzan a rodearnos, la
cascada a nuestras espaldas. Todos, mirábamos a los
encapuchados, estando muy alerta y defendiendo a los
heridos. Uno de los encapuchados encabeza el grupo,
en tanto unos veinte hombres tras de él, le siguen y
nos encierran en un
semicírculo.
—No van a llegar muy lejos con esos dos heridos. —
Dice con una risita
macabra en el tono de su voz. —Es mejor que vengas
conmigo querida, así, evitarás que más de tus amigos
mueran por ser tan insensata.
—¡Aquí los únicos que van a encontrar la muerte... van
a ser ustedes! —Digo, mirándolos con odio y rencor.
—Te has causado mucha desgracia a ti misma, lobita.
—Dice con una sonrisa en los labios, el resto de su
rostro, cubierto por su capucha negra. —Si tan solo
hubieras venido con nosotros desde el primer
momento, nadie de tu familia y amigos hubieran sido
heridos... ni hubieran muerto.
Aquellas palabras resonaron en mi cabeza una y otra
vez.
Era cierto lo que ése hombre decía, si yo solo... me
hubiera entregado, nadie hubiera tenido que sufrir las
consecuencias de estas persecuciones. Si tan
solo, yo me hubiera ido con ellos desde un principio, tal
vez, mi mamá... aún estaría viva.
Me quedo observando aquel encapuchado que se
encuentra a tan solo unos cuantos metros de mí, y doy
un paso hacia adelante.

—Katrina, ¿que carajos haces? —Me grita mi papá y yo,


volteo mi cabeza hacia él con lágrimas en los ojos. Mi
padre, observándome con una expresión de
preocupación en su rostro.
—Tranquilo. —Digo, y le regalo un leve sonrisa, la
cuál, éste, obviamente no
me devuelve.
Yo, vuelvo y doy unos pasos más hacia adelante, hasta
quedar, frente a frente
a aquel encapuchado, quién se queda firme ante mi
presencia.
—Sabes, no les permitiré que vuelvan a lastimar a más
de los míos. —
Murmuro, con un nudo en la garganta. Mis puños,
tensos y listos para atacar a ambos lados de mi cuerpo.
—¡No te voy a permitir, que toques a nadie mas de mi
familia...! ¿Y sabes por qué? —Me quedo en silencio
por unos segundos. Mi respiración, agitada pero
profunda.
—¡A ver, dígame lobita! —Habla con un tono de voz
sarcástico. —¿Cómo vas a hacer que yo no lastime a...
por ejemplo, tú papá? —Mira por encima de mi
hombro a mi padre que está a mis espaldas, cerca del
acantilado de la
cascada.
—¡Porque al menos, tú, no vivirás para verlo! —En el
momento en que aquellas palabras salen de mi boca,
yo, tomo su cabeza y la tuerzo antes de que éste
pudiera reaccionar.
El crujir de los huesos de su columna al romperse,
hacen, que un escalofrío recorra mi espalda
instantáneamente.
Mis manos, aún sosteniendo su cabeza, pero, al
momento en que mis dedos abandonan su rostro, el
cuerpo del encapuchado, cae al suelo sin vida.
Un silencio sepulcral llena el lugar, solo, el sonido del
agua caer resonaba en el aire.

Subo mi mirada desde el suelo, y veo, cómo todos los


encapuchados que estaban tras de aquel hombre, me
miran fijamente.
—¡Mataste al jefe, infeliz! —Murmura uno de los
encapuchados entre dientes, tensando su cuerpo. —¡Te
mataré aunque eso me cueste la vida con los
Victorian! —Grita, comenzando a correr hacia mí, los
demás encapuchados, le siguen.
Inmediatamente, doy media vuelta y corro hacia los
chicos.
—¡Salten! —Grito, mientras me dirijo hacia la cascada
a toda prisa.
—¿Te volviste loca? —Dice mi papá, viéndome con sus
ojos cómo dos lunas enormes.
—¡Salten o nos matarán a todos! —Digo, llegando casi
a dónde estos están y dirigiéndome velozmente hacia
la cascada.
—¡Que se joda, yo saltaré, no moriré aquí! —Dice
Austin, tomando impulso, saltando por el precipicio de
la cascada y desapareciendo rápidamente entre el cause
del agua.
Yo, paso velozmente por entre los chicos, pego un gran
salto y veo, cómo mi cuerpo comienza a caer en picada
por la cascada.

Capítulo 17
El agua me salpica el rostro, el viento por la presión de
mi caída, pegándome en la cara.
Miro hacia abajo y veo, que ya estoy a punto de llegar
al fondo, por lo que, cierro mis ojos y aguanto la
respiración.

El golpe del agua contra mi cuerpo me hace soltar una


bocanada de aire. Siento, cómo mi cuerpo se hunde por
aquella caída, por lo que, rápidamente, comienzo a
nadar hacia la superficie.
Una vez mi cabeza sale del agua, miro hacia todos
lados y veo, cómo los
demás chicos van cayendo al agua uno por uno. Austin,
ya saliendo del río y
caminando hacia la orilla mientras jadea.
Inmediatamente, nado hacia los chicos que habían
recién caído al agua. Doy gracias por aquellas clases de
natación en el colegio que me ayudaron a aprender a
nadar.
De debajo del agua, veo, cómo sale mi papá, halando a
Lian. Tras de él, Jaxon con Wesley en brazos
llevándolo hacia la orilla.
—¡Yo te ayudo! —Digo, ayudando a Jaxon a sacar del
agua a Wesley, quién aún estaba inconsciente. La
daga, todavía espetada en su estómago.
Mientras Jaxon y yo halamos a Wesley fuera del agua
y lo recostamos en el suelo. Veo, cómo mi papá sale
con Lian, quién se queja de dolor en el brazo; Sam les
sigue, y Justin, es el último que sale sujetando a Carlos
de la cintura. —¡Se rompió el brazo! —Grita Justin
ayudando a Carlos a salir del agua. Lágrimas, bajando
por el rostro de Carlos.
—¿Qué pasó? —Pregunta Austin, caminando hacia allá.
—¡Al caer, chocó con una roca en el fondo y se rompió
el brazo derecho! — Explica Justin, ayudando a sentar a
Carlos a los pies de un árbol. Éste, sujetándose el brazo
con una expresión de dolor en su rostro; por sus
mejillas, bajando gruesas lágrimas mientras sollozaba.

Tomo una gran bocanada de aire al ver a mis amigos


así, pero, al mirar hacia arriba de la cascada y ver a los
encapuchados mirándonos con coraje desde allí, sentí,
que hicimos lo correcto.
Mi papá, se acerca a mí y me coloca su mano sobre mi
hombro.
—No te angusties. —Murmura, mirando a los
encapuchados. —¡Hiciste lo
correcto! —Asiente y yo, volteo el rostro y le miro con
mis ojos cristalizados. — Esos hombres, estaban
dispuestos a matarnos, si no hubiéramos saltado,
puede que, ahora mismo, estuviéramos todos muertos.
—Me regala una sonrisa y yo asiento débilmente.
En ése momento, vemos, cómo los encapuchados
comienzan a alejarse de la orilla de la cascada, y
desaparecen uno por uno de nuestro rango de visión.
Yo, volteo hacia dónde están todos los chicos, y los veo
quitarse la camisa y retorcerlas para quitarles el exceso
de agua; otros, cómo Carlos y Lian, heridos y con
dolor; Wesley, convaleciente e inconsciente.
—Debemos seguir caminando, estamos cerca. —Digo, y
todos me miran.
—Katrina, ¿estás segura de esto? —Pregunta Austin
mientras revisa a Wesley que esté bien. —Wesley no
aguantará mucho más. Ya a perdido mucha sangre, su
respiración ya está disminuyendo. —Dice y yo asiento.
—¡Sé que estamos cerca, ya lo puedo sentir! —Suspiro
y Austin, se me queda viendo fijamente y asiente.
—¡Creo en ti, Katrina! —Me regala una sonrisa, para
luego, entre él y mi Sam, tomar a Wesley y levantarlo
del suelo. Mi papá y Justin, ayudando a Lian,
mientras que Jaxon y yo, procedimos a ayudar a Carlos
quién estaba también muy adolorido.
Todos, comenzamos a caminar siguiendo la orilla de
aquel río. Aquí, el bosque no era tan espeso como el
que estaba en la parte alta de la cascada. El cielo azul se
podía ver al fin, el viento soplaba más fuerte y el
horizonte, poco a
poco se hacía evidente.
Luego de algunos minutos de caminar a pasos cortos
junto con los chicos, mis ojos van a una estructura en
la cima de una montaña. Mi corazón se agita al
ver aquello, al sentir en lo más profundo de mi ser, que
aquel, era el lugar que tanto había buscado.
—¡Es ahí! —Digo, con mis ojos plasmados en aquella
enorme estructura. No estaba muy lejos de aquí, por lo
que, si nos apresurábamos, podíamos llegar
en unos cuantos minutos.
—¿Qué es eso? —Pregunta Sam, observando la
estructura en la lejanía.
—No lo sé, pero de lo que sí estoy segura, es de que,
ahí... es donde debo estar. —Digo, y comienzo a
caminar hacia allá junto a Jaxon, quien me ayuda con
Carlos.
Con cada paso que daba, puedo admitir, que mi
corazón se aceleraba a
niveles insospechados; no solo por la alegría de estar
ante la posibilidad de
que alguien allí dentro ayudase a mis amigos heridos,
sino, porque sabía, que ése era el lugar que mis sueños
quería que encontrara.
Al estar más cerca, ya casi llegando a la estructura,
pude verla en todo su
esplendor. La estructura tenía varios pisos, los cuáles,
sus techos, en cada esquina, se levantaban de una
forma muy elegante hacia arriba, así, cómo si tuvieran
un pequeño pico en las extremidades. Las paredes del
lugar, eran de color ladrillo, mientras, que el techo era
de color marrón oscuro. Varias
columnas muy largas, sostenían la estructura del techo.
Este, estaba

localizado en una montaña bastante alta, la cuál,


contaba con una escalera muy empinada que hasta
donde puedo ver, creo, te llevaba hasta arriba.
Al estar frente a aquellas escaleras y mirar hacia el
edificio, un escalofrío recorrió mi cuerpo entero en un
segundo. Todo estaba muy silencioso; el ambiente, se
sentía muy tranquilo y en armonía. No había sentido
una sensación así, desde que... estuve con mi mamá y
mi papá aquella noche que la estábamos pasando tan
bien, antes de su muerte.
—¡Subamos a los heridos rápido! —Dice mi papá con
un tono de voz alto. —
¡Necesitamos saber si ahí hay personas que los puedan
ayudar, sino, debemos irnos de aquí lo antes posible y
encontrar un hospital! —Dice y yo asiento.
Inmediatamente, todos, comenzamos a subir aquellas
largas e empinadas escaleras que conducía al pico de
esta montaña. Carlos, aún llorando de
dolor; lágrimas, bajando por su rostro a cada segundo.
Lian, quejándose de dolor en su brazo, en tanto
Wesley... inconsciente y dejando un rastro de
sangre por allá dónde los chicos le cargaban.
—Espero que alguien pueda ayudarnos en este lugar. —
Dice Jason entre
Carlos y yo.
—Sé que sí, sé que alguien nos ayudará. —Suspiro,
mirando hacia arriba y observando aquella estructura
cada vez más cerca. —Sé, que todos estaremos bien. —
Trago hondo, mientras miro hacia mi lado y veo al
chico de los ojos verdes, quién me mira con una
expresión de preocupación en el rostro, mezclada con
una confianza y un toque de esperanza.
Luego de algunos minutos, todos, logramos llegar a la
cima de la montaña. Unas grandes puertas de madera
color marrón oscuro, impedían el paso hacia dentro de
la estructura.
—¡Está cerrado! —Dice Justin entre dientes. —¡Cómo
me lo sospechaba, no
hay nadie en este lugar! Probablemente, fue
abandonado hace años. — Refunfuña, con tristeza en el
rostro.
—No está abandonado. —Niego, viendo los alrededores
del lugar y notando, cómo dl césped estaba podado, e
incluso, las flores rosas y blancas del jardín, estaban
florecientes y bien cuidadas.
En ése momento, vemos, cómo aquellas puertas
grandes de madera oscura, comienzan a abrirse las dos
a la vez. Todos, nos quedamos observando
atentamente, para luego de algunos segundos, ver,
cómo unos cinco hombres se asomaban desde el
interior del lugar.
Estos hombres, estaban vestidos con batas largas de
color naranja que
llegaban casi al suelo, usaban sandalias de lo que
parecían ser un tipo de
cuero de color marrón. Sus cabezas, completamente
rapadas, y sus manos, metidas dentro de las mangas
largas de sus batas naranjas.
Los hombres, nos observaron en silencio por algunos
segundos, hasta que Austin, rompió el hielo.
—¡Por favor, ayúdenos! —Dijo, con un nudo en la
garganta. —¡Tenemos unos amigos heridos, necesitan
atención médica!
—Claro, los estábamos esperando. —Dice el hombre
que estaba en frente, extendiendo su mano y
haciéndole una señal a los otros cinco que estaban a
sus espaldas, para que fueran a ayudar.
Inmediatamente, aquellos cinco hombres, con la ayuda
de los chicos,
comenzaron a adentrar a los heridos al lugar; el primer
hombre y el que
parecía ser el encargado, se echó hacia un lado y nos
invitó a pasar tras de ellos. Todos, rápidamente y sin
pensarlo dos veces, nos adentramos al
edificio.

—¿A dónde los llevan? —Pregunta Jaxon, al ver, cómo


aquellos hombres se llevaban a Carlos, Lian y a
Wesley rápidamente a una habitación.
—No pueden pasar hacia acá, nosotros los ayudaremos,
pero ustedes, deben quedarse aquí. —Dice uno de los
hombres, sujetando la puerta y extendiendo su mano
hacia Jaxon quién le miraba fijamente a solo unos pasos
de la
entrada a la habitación.
—Pero, ¿cómo sabemos que podemos confiar en
ustedes? —Dice Sam,
mirando con el ceño fruncido a los hombres.
—Porque si no hacemos algo rápido por ellos,
específicamente el herido en el estómago, no
sobrevivirá. —Dice, y veo, como Jaxon y Sam, bajan la
mirada al suelo y asienten.
El hombre, procedió a cerrar aquella puerta de madera,
y todos, nos
quedamos en silencio observándola. Nuestros
corazones palpitaban muy de prisa, en tanto nuestros
nervios, se apoderaban del grupo.
Veo, cómo mi papá sube las manos a su cabeza en tanto
comienza a caminar por el lugar de lado a lado. Justin,
se sienta en el suelo, subiendo sus rodillas y
descansando la frente sobre ellas. Austin, parado y
arrinconado de una
columna que había en una esquina del lugar. Sam y
Jaxon, recostados de una pared con los brazos
cruzados; en tanto el hombre que nos había atendido en
la puerta principal, caminaba muy tranquilamente en
dirección hacia nosotros.
—Sus amigos estarán bien, llegaron justo a tiempo. —
Dice, con los brazos cruzados sobre su estómago y las
manos, aún metidas dentro de las mangas de su traje.
—Iré a ayudar. —Dice, comenzando a caminar hacia la
habitación, para luego, abrir la puerta y cerrarla al
pasar.

Todos, nos quedamos en silencio por algunos minutos,


en tanto esperábamos que todo fuera bien con los
chicos.
—Espero que puedan ayudarlos, sino, estará todo
perdido. —Dice Justin, con su rostro aún metido entre
sus rodillas.
—Espero que sepan lo que hacen. —Murmura Sam, con
una expresión de tristeza en el rostro.
—Yo también. —Dice el chico de los ojos verdes, con
un tono de preocupación en su voz.
—Estemos positivos. —Digo, mirándolos a todos, y los
veo asentir levemente.
***
Algunas horas habían pasado, y nadie... absolutamente
nadie, había salido de
aquella habitación. Los nervios, se hacían sentir entre
nosotros, en tanto los chicos, ya se encontraban muy
desesperados por saber noticias de los demás. —¿Qué
mierdas está pasando en esa habitación? —Dice Justin,
mordiendo las uñas de sus manos, pero me temo, que
ya no le quedaban más uñas para morder luego de
aquellas horas de espera.
—No hemos tenido noticias ni escuchado nada desde
hace demasiado tiempo. —Refunfuña mi papá, con los
brazos cruzados sobre su pecho y su mirada, fija en
aquella puerta.
—¿Y si nos engañaron y en realidad son personas
malvadas que comen carne u órganos humanos y lo
que hacen es destripando a nuestros amigos en esa
habitación? —Dice Sam; Austin, le mira con los ojos
entrecerrados.
—Tranquilos, puede que algo se haya complicado.
Además, son tres heridos, sin contar, que Wesley tenía
una herida profunda en el estómago, no creo que

sea algo que se soluciona solo con unas puntadas. —


Dice Austin y todos, bajan la mirada al suelo y
asienten.
—Puedo escuchar las palpitaciones de Carlos, Wesley y
Lian, están vivos... están bien. —Digo y todos me
miran en silencio. —Solo, hay que esperar un poco
más. —Murmuro, sentándome en el suelo a un lado de
mi papá.
Mi padre, al estar sentada junto a él, me mira y me
regala una linda sonrisa de medio lado, para luego,
posar su mano suavemente sobre mi rodilla en tanto
me observa fijamente a los ojos.
—No sé como supiste que este lugar estaba aquí...
tampoco sé cómo es que nos condujiste hasta aquí,
pero, de lo que si estoy seguro, es de que, eres
grandiosa... —Dice, con una sonrisa en los labios la cuál
yo se la devuelvo; mis ojos, se cristalizan
inmediatamente.
—No se qué es lo que me trajo aquí ni el porqué de
esto, pero, sé, que estoy en dónde debo estar, papá. —
Sonrío levemente. —Sé, que aquí es dónde mis sueños
me querían traer.
En ése momento, vemos, cómo la puerta de madera de
aquella habitación, la que habíamos estado observando
durante las últimas horas, se abre lentamente. Los
hombres de los vestidos color naranja, salen de la
habitación
y solo aquel hombre que parecía ser el jefe, camina
hacia nosotros, mientras, que los demás, se alejan,
adentrándose hacia el interior de este lugar.
Todos, rápidamente, nos ponemos en pie y corremos
hacia él.
—Cuéntenos, ¿cómo están los chicos? —Pregunto,
mirando a aquel hombre a los ojos, éste, con una
sonrisa en los labios.
—Están bien. —Asiente. —Al del brazo roto, pudimos
enyesárselo y colocarle el hueso en su lugar, sanará en
unas cuantas semanas. El del hombro lastimado,

le desinfectamos la herida y le tomamos algunos


puntos en la piel para luego vendarle, se recuperará en
unos cuantos días. En tanto al chico de la herida en el
estómago, ése fue el más complicado, tuvimos que
hacer que éste dejara de desangrarse, para luego,
desinfectar todo y comenzar a coserle. También, le
colocamos algunas transfusiones de sangre, y con eso,
estamos seguros de
que mejorará.
—¡Que alivio! —Dice Justin, subiendo las manos hacia
su cabeza y pasando sus dedo entre su cabello en tanto
suelta un suspiro profundo.
—¿Podemos ir a verlos? —Pregunta Jaxon con un tono
de voz de
preocupación.
—Sí, pero quiero advertirles que su amigo aún está
inconsciente. No sabemos cuando despertará. —Dice,
haciéndose hacia un lado y extendiendo su mano hacia
la habitación, dejándonos a entender, que podíamos
pasar.
Inmediatamente, todos, comenzamos a caminar a paso
ligero hacia la habitación. Jaxon, es el primero en
llegar y es quién abre la puerta, para luego, adentrarse
al cuarto en tanto los demás le seguimos.
Al entrar a la habitación, vemos a Wesley acostado
sobre una cama, cubierto
de pies hasta el cuello con una manta blanca. Sus ojos
estaban cerrados, su respiración se escuchaba serena y
tranquila, al igual que su ritmo cardíaco. Carlos, estaba
sentado en una silla cercana a una ventana, él, mirando
a través de ella hasta que escucho nuestros pasos y
volteo el rostro. Lian, acostado en otra cama junto a la
de Wesley, pero éste, estaba sentado con sus piernas
cruzada en posición de meditación; unas vendas
blancas, cubrían su hombro y parte de su pecho.

—Chicos, ¿cómo están? —Murmura Sam, acercándose


a Carlos; quién tiene el brazo en una especie de
envoltura la cuál, va sujeta por una cinta de tela
colocada tras su cuello.
—Creo que mejor de lo que estaba hace unas horas. —
Dice Carlos, y una leve sonrisa se dibuja en sus labios.
—¿Y qué saben de Wesley? —Pregunta Justin
desviando su vista a la cama en la cuál se encuentra
Wesley.
—Hay que esperar a que recupere el conocimiento. No
se sabe cuándo será, solo, hay que tener paciencia. —
Explica Lian y todos asentimos.
—¿Cómo estas tú, Lian? —Pregunta Austin, sentándose
en una esquina de la
cama en la que Lian se encuentra.
—Estoy bien, los monjes fueron muy amables con
nosotros. Nos ayudaron y nos cuidaron bien. —Dice,
pasando su mano sana, suavemente por sobre las
vendas de su hombro herido.
—¿Monjes? —Pregunta Austin con el ceño levemente
fruncido. —¿De dónde has sacado eso?
—Ellos mismos nos contaron que son monjes. —Dice
Lian y todos nos
quedamoa viéndole. —¡Verdad que sí, Carlos! —Voltea
el rostro y le mira, Carlos asiente.
—Sí, ellos nos contaron que prepararon todo para
nuestra llegada. Por eso tenían ya las bolsas de sangre
con el tipo específico de Wesley, y las cosas necesarias
para curarnos. —Habla Carlos, y todos nos quedamos
en silencio mirándonos entre sí. Un escalofrío,
subiendo por mi espalda hasta llegar a mi nuca.
—¿Ellos... ellos sabían que vendríamos con heridos? —
Pregunta mi papá entre un tartamudeo.
—¡Lo sé, es cómo medio loco todo eso! ¡Claro está, que
yo no les creí! —Dice, y hace una expresión de
incredulidad con su rostro.
En ése momento, la puerta de la habitación se abre y
todos volteamos a mirar de quién se trataba. Uno de
los monjes, aquel que parecía ser el jefe, se adentra a la
habitación muy tranquilo y sereno.
—Gracias por ayudarnos. —Digo, acercándome a él un
poco. —No sé como le podríamos pagar todo esto que
han hecho por ellos. —Miro por encima de mi hombro,
viendo, cómo los chicos hablaban con los heridos y le
ayudaban.
—No hay nada que pagar aquí señorita Mcfan. Con el
simple hecho de que nos haya encontrado y que haya
venido a nosotros, con solo eso, ya es suficiente. —
Habla, con una sonrisa de labios cerrados.
Yo, me quedo observándole seria con el ceño
levemente fruncido.
—Nunca le dije mi apellido... —Murmuro. Mi corazón,
comienza a palpitar de forma acelerada.
—No es necesario. —Me mira fijamente a los ojos. —
Nosotros, sabemos todo de usted... señorita Katrina
Mcfan.
Capítulo 18

Me quedo perpleja mirando a aquel hombre que tengo


parado frente a mí, preguntándome, cómo era posible
que supiera mi nombre y mi apellido.

¿Cómo es que me conoce?


¿Será cierto lo que dijo carlos de que ya ellos sabían de
nuestra llegada?
Tenía demasiadas preguntas en este momento, tantas,
que podría decir que
mi cabeza me está dando vueltas con todos aquellos
pensamientos y dudas que llevo en mi ser.
—¿Quién es usted? —Pregunto, dando un paso hacia
atrás y mirando a aquel hombre de arriba abajo, quién
me observa con suma tranquilidad y serenidad. —No
hemos tenido el momento de presentarnos. —Inclina
un poco su cabeza, bajando la mirada al suelo, para
luego, sus ojos, volver a los míos. —Mi
nombres es Dawa Lui, soy el monje encargado de este
monasterio. —Me regala una sonrisa, la cuál, yo no le
devuelvo.
—¿Cómo es que sabe mi nombre? —Digo seria,
mirándole fijamente a los ojos en tanto un sentimiento
de desconfianza me abruma momentáneamente.
—Mis sueños, señorita Mcfan. —Dice, para luego
quedarse unos segundos en silencio. Todos los chicos,
se quedan callados y comienzan a prestarle
atención a nuestra conversación en tanto nos observan
atentamente. —Usted, a aparecido en mis sueños desde
hace unos años.
—¿En sus sueños? —Digo, y siento, cómo mi pecho se
aprieta al escuchar aquello.
¿A qué se refiere con sus sueños?
Acaso, ¿éste hombre soñó lo mismo que he soñado yo
durante tanto tiempo? —Usted lleva apareciendo en
mis sueños por un largo tiempo señorita Mcfan.
El mismo sueño, cada noche... siempre. —Dice, y lo
veo tragar hondo. —Al principio, pensé que no
significaba nada, que solo, era un sueño como

cualquier otro en el cuál, tal vez, estaba un poco


atorado y no podía salir de el. Pero, con el paso del
tiempo, entendí, que usted era real y que llegaría aquí
en este día junto con sus amigos, los cuáles estaban
mal heridos.
Volteo mi rostro hacia mi padre lentamente, quién
mira seriamente al hombre que está parado frente a
mí. Siento, como todo mi cuerpo se estremece al
escuchar aquellas palabras... al no saber, que pensar.
—Yo también tuve un sueño... —Murmuro, y el monje,
se me queda mirando muy atento.
—¿Qué sonó usted, señorita Mcfan? —Pregunta, con
una voz suave. En su rostro, un toque de curiosidad el
cuál éste, intentaba a toda costa disimular.
—Soñé con las coordenadas de éste lugar... —Bajo mi
mirada al suelo, en tanto recuerdo todo lo que pasamos
por estar aquí... por llegar, a este templo. — Soñé cada
noche, con cómo me caía de aquella cascada. —Vuelvo
y subo mi mirada hasta que la de Dawa y la mía, se
vuelven a cruzar. —Unas voces, me repetían una y
otra vez las coordenadas. En un principio, pensé como
usted, que solo era un sueño cualquiera, debido tal vez,
al cansancio o a la
frustración que sentía por la muerte de mi madre,
pero... con el paso del tiempo, también entendí que no
era solo un simple sueño como cualquier
otro, sino... que era real. —Hablo en voz baja y veo,
como Dawa se me queda mirando fijamente mientras,
un suspiro abandona su pecho.
—Impresionante. —Murmura, colocando
delicadamente su mano sobre una de sus cejas en tanto
baja su mirada al suelo. —El destino nos unió de una
forma peculiar. Ya que, yo soñé con su llegada; sabía el
día en especifico que
llegaría... la hora. —Murmura observándome. —Sabía,
que vendrías con tres heridos, pero no sabía cuantos
más te acompañarían. —Mira a su derecha y observa a
los demás chicos con una sonrisa en los labios. —Sabía
tu nombre y

apellido, el tipo de sangre de tu amigo... e incluso, las


heridas que tendrían. Es por eso, que me preparé para
su llegada. A pesar de que todos pensaban que había
enloquecido; seguí mis instintos... y aquí estás ahora. —
Dice, y siento, cómo mis ojos se cristalizan,
comenzando a formar lágrimas en ellos, las
cuáles me rehuso a toda costa a soltar.
—Pero... —Suelto un suspiro repentino en tanto tomo
un respiro. —¿Para que tenía yo que llegar a este lugar?
—Pregunto, y me quedo en silencio por
algunos momentos. —¿Por qué, yo tengo que estar
aquí? —Digo, y veo, cómo todos los chicos se quedan
muy callados y atentos, todos... en espera de una
respuesta.
—No lo sé señorita Mcfan, pero, aquí es bienvenida y
lo seguirá siendo. El destino nos unió con un propósito
y sé, que no dentro de mucho, el mismo destino, se
encargará de decirnos cuál es nuestro propósito. —
Sonríe de labios cerrados y yo asiento. —Se que han
tenido un viaje largo, por lo que, les voy a mostrar
dónde están sus habitaciones. Los heridos, descansarán
aquí dónde podamos monitorearles de manera más
fácil; a los demás, los estaré
esperando aquí afuera cuando estén listos. —Dice, y da
media vuelta,
comenzando a caminar hacia la puerta de la habitación,
abriéndola, saliendo por ella y cerrándola tras de sí.
Yo, volteo mi cuerpo y veo a los chicos, quienes no
mueven ni un solo
músculo. Todos, callados y pensativos.
—¿No me digas que le creíste algo de lo que dijo? —
Dice Carlos, mirándome
con una ceja arqueada.
—Le creo. —Afirmo. Carlos, abre los ojos muy grandes
cómo dos bolas de baloncesto.
—¡Pero si eso son mas que patrañas! —Hace una mueca
con la boca.

—Yo también tuve aquel sueño que me trajo aquí. ¿Por


qué él no lo podría tenerlo también? —Suspiro,
comenzando a caminar lentamente hacia la cama
donde está Lian y Austin sentados.
Al llegar allí, me siento al otro lado de la cama, frente a
Carlos.
—Escucha Carlos, ahora mismo, no entiendo muchas
cosas, todos, tenemos nuestras dudas sobre esto, pero,
solo hay que dejarse llevar. No se porqué estamos aquí
ni cómo es que fui traída a este lugar a través de un
sueño, pero, habrá que darle tiempo al tiempo y
esperar. —Digo, mirando a aquel chico que tengo al
frente, justo a los ojos, éste, se me queda viendo
fijamente en silencio por algunos segundos.
—Bueno, creo que hay muchas cosas raras pasando
últimamente. —Murmura. —Además, ellos nos
curaron las heridas y nos están dejando quedar en su
templo, creo, que eso no lo haría una persona que
tuviera malas intenciones. —Asiente, regalándome
una mínima sonrisa de medio lado.
—Hay que advertirles de los encapuchados. —Habla mi
padre y todos
volteamos a mirarle. —No sabemos si nos han seguido.
—No creo. —Dice Austin, parándose de la cama. —La
caída de la cascada era muy grande, no creo que ellos
hayan saltado. —Niega con la cabeza, cruzando sus
brazos sobre su pecho.
—No lo sé, pero, debemos estar atentos por si regresan.
Ellos... son muy persistentes. —Contesta Justin y
todos asentimos.
Luego de aquella charla con los chicos, todos,
procedimos a despedirnos de Carlos y Lian, mientras,
que esperábamos con todas nuestras esperanzas a
que Wesley despertara pronto.

Todos, salimos de aquella habitación, para


encontrarnos, al monje hablando con otros dos en una
sala anexa a la que estábamos.
Miro a mi alrededor y veo todo a detalle, el templo era
en realidad hermoso. Los techos eran muy altos,
columnas de madera tallada con obras en espiral,
decoraban los espacios del centro. El olor a incienso
inundaba mis fosas nasales; un rico aroma a vainilla
mezclado con lavanda, adornaba el aire del lugar.
Varias velas encendidas en la lejanía, llamaron mi
atención, junto con algunos cojines en el suelo frente a
estas; creo, que ahí los monjes meditaban. Los chicos y
yo, comenzamos a caminar hacia Dawa, quién se da
media vuelta y nos observa acercarnos.
—¿Están listos para ir a sus habitaciones? —Pregunta
con una sonrisa en los labios al nosotros llegar a su
lado.
—Sí, le agradecemos inmensamente su ayuda. —
Responde mi papá, y Dawa asiente.
Rápidamente, éste, da media vuelta y comienza a
caminar hacia un pasillo en el lado izquierdo del
templo. Nosotros, le seguimos en silencio. Mientras
caminábamos por aquel pasillo, pasábamos por varias
puertas de maderas cerradas, las cuáles, tenían una
pequeña ventanilla con una puertilla que
aparentaba poder abrirse y cerrarse desde el interior.
Dawa, nos continuó caminando por aquel pasillo
estrecho y sin casi
iluminación, solo, la luz de algunas velas que se
posaban sobre unos candeleros en la pared, eran las
únicas que alumbraban el camino.
Luego de un minuto o tal vez dos, el monje, se para
frente a una puerta y se voltea hacia nosotros.

—Aquí estan sus habitaciones, pueden usar estas tres.


—Señala las puertas de las habitaciones y nosotros
asentimos. —La cena es a las cinco de la tarde, la hora
del baño a las siete, y la hora de dormir a las nueve.
—¿Hay una hora de dormir específica? —Pregunta
Carlos con una ceja
arqueada.
—Sí, aquí tenemos unas rutinas, las cuáles, me gustaría
que pudieran seguir
en lo mejor de su disposición. —Nos mira a todos.
—Estamos en su casa, en su templo... seguiremos sus
reglas y sus rutinas al pie de la letra mientras estemos
aquí, no se preocupe. —Contesta Austin muy
cordialmente.
—Gracias, se los agradezco. —El monje nos brinda una
sonrisa. —Que
descansen. —Dice, haciéndonos una reverencia con su
cabeza doblando un poco su rodillas, para luego, pasar
por nuestro lado y desaparecer por el pasillo.
—Bueno, yo iré a dormir un rato. —Dice Austin,
abriendo una de las puertas de la habitación y
comenzando a adentrarse.
—¿Cuantas camas tiene la habitación, Austin? —
Pregunta Justin antes de que éste pueda cerrar la
puerta.
—Hay dos, ¿quieres ser mi compañero, papasito? —Le
mira con una sonrisa en los labios, en tanto sube y baja
sus cejas en forma sensual.
—¡Claro que me voy a dormir contigo mi amor!—
Justin, se acerca riendo hacia Austin y le toma de la
cintura; Austin, le pega un puño en los brazos.
—¡Pendejo! —Grita Austin, y Justin, se le abalanza
encima, para luego, cerrar
la puerta tras de sí.

Todos, comenzamos a reír.


—Par de locos. —Ríe mi papá, meneando la cabeza
hacia ambos lados y
comenzando a caminar hacia la habitación anexa. —
Vamos a descansar un poco, luego, nos levantamos
para ir a cenar a la hora propuesta. —Dice
abriendo la puerta y sujetando la perilla, todos
asentimos a aquello.
—Nos vemos en un rato. —Jaxon, me toma de la mano
y comienza a caminar conmigo hacia otra habitación.
—¡Espera, espera! —Habla mi papá en voz alta. El
chico de los ojos verdes y yo, paramos nuestro andar
en tanto volteamos. —¿A dónde creen que van? —
Cruza los brazos sobre su pecho. —¡Katrina duerme
conmigo, Jaxon!
—Pero... —El chico de los ojos verdes intenta hablar
pero mi padre le interrumpe.
—Nada de peros, a sido un viaje largo y peligroso y la
quiero tener a mi lado. Además, quiero tenerla cerca
por si los monjes no resultan ser quienes dicen. —
Extiende su brazo y comienza a llamarme usando su
dedo índice.
—Yo la puedo proteger. —Responde Jaxon, con una
ceja arqueada.
—No más que yo. —Le da una mirada con los ojos
entreabiertos.
—Ya basta. —Murmuro avergonzada. —Iré con mi
papá. —Suelto un suspiro, poniéndome de frente al
chico de los ojos verdes mirándole con ternura. —
Puede que solo se sienta solo. —Le susurro a Jaxon y
éste asiente débilmente. —Sí, ya se está poniendo viejo
y mal humorado. —Ríe levemente tomando mis
manos con delicadeza. Yo, no puedo evitar reírme.
—¡Te escuché Jaxon, más vale que veles tus sueños,
porqué éste viejo, te va a dar una paliza uno de estos
días! —Ríe mi papá, en tanto yo camino y llego a

dónde él. Éste, me abre la puerta y me deja pasar


mientras sostiene la perilla
de la misma.
—¡Ni en tus mejores sueños me puedes dar una paliza,
Dexter! —Escucho a Jaxon burlarse.
—¿Clase C contra un clase A? —Dice mi papá para
luego, quedarse en silencio por unos segundos. —¡Creo
que sí te partiría la cara! —Bufa.
—¡Sueña, Dexter... sueña! —Grita Jaxon en la lejanía.
Mi papá, con una sonrisa en el rostro, cerrando la
puerta tras de él y le colocando un pequeño pasador
oxidado que asegura la cerradura.
Yo, coloco mi mochila a un lado de la cama y me siento
en ella mientras me quito los zapatos.
—Vaya novio que te has conseguido. —Dice, tirando su
mochila al suelo para luego, quitarse la camisa y
colocarla sobre la cama.
—Es un buen chico, solo que, un poco obstinado. —Río,
tirándome de espaldas a la cama y relajándome. Mi
papá, hace lo mismo en la otra cama mientras se me
queda mirando atentamente.
—Mas vale que sí lo sea y que lo siga siendo... —Sonríe,
en tanto un bostezo se le escapa. —Sino, le partiré la
cara como le dije. —Ríe, cerrando los ojos por el
cansancio.
—Sí, lo seguirá siendo. —Asiento viéndole quedarse
dormido. —Estoy segura
de ello. —Murmuro con una sonrisa en mis labios, para
luego, apagar la luz de la habitación.
***

El sonido de unas campanillas sonando me despertó.


Abro los ojos
lentamente para encontrarme con mi padre aún
dormido sobre la cama.
Lentamente, me volteo sobre el colchón, girando hacia
la mesa de noche a un lado de la cama, la cuál, tenía un
reloj que marcaba las cinco de la tarde.
Volví a pegar mi espalda al colchón, en tanto mi
mirada borrosa se mezclaba con las vigas de madera
del techo de la habitación. Estaba muy cansada, todo el
día de hoy había sido un poco caótico con todo lo de lo
encapuchados y lo de que mis amigos salieran heridos,
pero, el encontrar este lugar, me dio un gran alivio y
nuevas esperanzas.
Recordando lo que el monje Dawa había mencionado
acerca de los horarios, me acordé de que a las cinco de
la tarde era la hora de la cena. La verdad era que no
habíamos comido desde hace mucho, suerte, que los
lobos podemos aguantar sin comer por mucho más que
un humano, sino, ya estuviéramos en muy mal estado.
Levantándome de la cama y estirándome un poco luego
de aquella pequeña siesta, procedí a caminar hacia la
cama dónde se encontraba mi papá.
—Papá, ya es hora de la cena. —Murmuro,
acercándome un poco hacia él. — Debemos irnos ahora
para no llegar tarde. Ya sonaron las campanadas. —
Susurro, sentándome en la cama a su lado.
—No quiero comer... quiero dormir. —Murmura,
moviendo su mano de lado a lado tratando de alejarme
de él.
—No papá, tenemos que ir, le prometimos al monje
Dawa que seguiríamos sus reglas. ¡Vamos! —Coloco
mi mano sobre su hombro y le muevo efusivamente.
—¡Levanta papá!
Éste, se voltea hacia mí y me mira con mala cara.

—Y eso que tu novio es el obstinado. —Me regala una


leve sonrisa y yo le pego en el hombro.
—Vamos. —Digo, parándome de la cama y
comenzando a caminar hacia la puerta. Mi papá,
tomando aquella camisa que había puesto sobre el
colchón hace un tiempo, y colocándosela para salir
conmigo del cuarto.
Al salir al pasillo, vemos, cómo hay varios monjes
caminando por este y
dirigiéndose hacia lo que parecía ser la parte trasera del
templo.
—¿Dónde están los demás? —Pregunta mi papá,
mirando hacia todos lados por si veía a los chicos en
este mar de monjes jóvenes con túnicas naranjas.
—Conociéndoles, deben estar en sus habitaciones... —
Hago una pausa
mirando a mi papá. —Deben de estar durmiendo aún.
—Hago una mueca juguetona y mi padre asiente.
—Definitivamente están durmiendo. —Sonríe. —Ven,
vamos a levantarles.
***
Luego de despertar a los chicos, todos, nos dirigimos
hacia la parte trasera del
templo en la cual, los monjes se estaban reuniendo para
la cena.
Al llegar, pude ver, cómo la mesa en la cuál
comeríamos, era muy larga. Esta, llegaba casi de un
extremo de la habitación hasta el otro, sin contar, que
era muy baja, tanto, que los monjes tenían que
sentarse sobre una especie de
colchón con los pies cruzados en posición de
meditación, para así, estar mas o menos a nivel de la
mesa.
—¡Estos tipos sí que son raros! —Dice Sam mirando
todo a su alrededor.
—Son sus costumbres, solo, que no estamos
acostumbrados a ellas. — Murmura Justin,
acercándonos hacia el área de la mesa.
Dawa, quién estaba cerca, aún sin tomar asiento, nos ve
y camina hacia nosotros.
—Pueden tomar asiento dónde deseen. —Extiende su
mano señalando la mesa. —Sírvanse lo que quieran. —
Sonríe.
—¿Y nuestros amigos? ¿Están bien? —Pregunta
Austin.
—Están muy bien, su amigo Carlos ya podrá regresar
con ustedes esta tarde; Lian todavía se tendrá que
quedar unos días más hasta que su herida cierre un
poco; en cuanto a Wesley, está en buen estado de salud,
pero aún no
despierta. —Responde Dawa y Austin asiente.
—Espero que se recuperen pronto, y que Wesley, pueda
recuperar el
conocimiento dentro de poco. —Habla Austin y Dawa
le sonríe.
—No se preocupen, así será. —Hace una pequeña
pausa. —¿Por qué ahora no van y comen algo? —Mira
la mesa, en la cuál, ya los monjes estan sentados sobre
sus pequeños colchones, comiendo.
—Gracias, eso haremos. —Contesta Austin.
Todos, nos dirigimos hacia la mesa, encontrando un
lugar donde sentarnos y viendo, cómo funcionaba todo
esto.
En el centro de la mesa, a lo largo, habían varios
envases de comida. Lechuga, pollo, pan, entre otras
cosas; frente a cada asiento, un plato vacío con
cubierto en el y un pañuelo para usarse como servilleta.
Los monjes, tomaban la comida de aquellos envases en
el centro de la mesa, usando unas pequeñas pinzas, y
colocando lo que querían comer en sus respectivos
platos. Una taza con lo que parecía ser té, frente a cada
plato del lugar.

Yo, me senté a la derecha de un monje de nuestra edad,


Jaxon a mi derecha.
La verdad era, que todos aquí eran muy jóvenes, solo, el
monje principal Dawa y algunos cinco monjes más,
parecían ser mayores.
Luego de acomodarme bien sobre aquel pequeño
colchón redondo que servía de asiento, tomé unas
pinzas que habían frente a mí y comencé a servirme
algo de ensalada en mi plato.
Cuando me disponía a tomar las pinzas para coger un
poco de pollo, choco
con las manos del monje a mi lado quién también, se
proponía a tomar el
mismo alimento que yo.
Su mano, sobre la mía, mientras que yo, sostenía
aquella pinza. Ambos, nos quedamos helados por unos
segundos, hasta que éste, realizó lo que sucedía y retiró
su mano de la mía rápidamente.
—Lo siento. —Dije en voz baja, retirando mi mano de
la pinza para que él pudiese tomar el alimento primero.
El monje, se me queda mirando fijamente por algunos
segundos, nuestras
miradas cruzándose la una a la otra, para luego, bajar su
mirada al suelo.
—Adelante, yo tomo el mío después de ti. —Me hace
reverencia con su cabeza
y yo sonrío. Ése, aún mirando el suelo.
—Gracias. Eres muy amable. —Extiendo mi mano
tímidamente, tomo el
pedazo de pollo y lo coloco en mi plato. El monje, sube
su mirada
nuevamente, cruzándola con la mía por algunos
segundos, para luego, volver
a su comida.
***
Luego de aquella cena, y de quedar completamente
satisfechos, los chicos y
yo, ayudamos a los monjes a recoger todo el reguero
que quedó en la mesa y a
fregar los trastes sucios. Cabe mencionar, que Sam, no
disfrutó nada de fregar los platos, se quejó cada minuto
por ello mientras los demás, limpiábamos y dejábamos
la mesa cómo si nada hubiera pasado.
Al finalizar los quehaceres, las campanadas volvieron a
sonar, anunciando,
que ya era hora de irse a dar un baño, para luego,
regresar a las habitaciones a descansar.
Después de tomar mi ropa de la mochila, para irme a
dar una buena ducha y dormir hasta mañana, me
encontré con los chicos en el pasillo.
—Se me hace super raro esto de tener horarios. —Dice
Justin con su ropa en manos y una toalla. —Me siento
que ingresé a un campamento militar o algo así.
—Sí, es un fastidio tener que hacer las cosas justo
cuando todos lo están haciendo también. —Contesta
Austin. —Pero, creo que tendremos que soportarlo
hasta que los chicos se curen de sus heridas y podamos
irnos de aquí. —Suspira, también, con su muda de ropa
en manos y la toalla puesta sobre su hombro.
—Según Dawa, las duchas están por allá. —Señala mi
papá, un pasillo a la
derecha al final de las habitaciones.
Los chicos y yo, nos dirigimos hacia las duchas, viendo,
como muchos monjes también se dirigían a aquel
lugar. Era muy raro ver a tantos monjes juntos, por lo
menos a mi se me hacia raro, ya que, nunca había visto
uno en persona, sino, solo en películas.
—Mierda, mira todos los que hay. —Dice Justin,
rascándose la cabeza. —Así
nos bañaremos por la noche. —Refunfuña.
—Sí, son muchos. —Añado, viendo, cómo los monjes
entran y salen.

—¿Tú cómo te vas a bañar Katrina, por lo que veo, solo


hay duchas para chicos? —Pregunta Austin y yo me
quedo fría.
—¡No! —Grita Jaxon moviendo el dedo índice de su
mano derecha de lado a lado. —¡No se bañará con
chicos! —Cruza los brazos sobre su pecho
mirándome serio con una ceja arqueada.
—¡No me bañaré con chicos, Jaxon! —Suelto un
suspiro meneando mi cabeza en negación. —Yo
esperaré a que terminen todos. —Me siento en una
pequeña banca de madera, colocando mi toalla sobre
mis piernas y mirando a los chicos.
—¿Esperarás a que estos veinte monjes se bañen? —
Señala Sam con el dedo, a la cola de monjes que hay
esperando a bañarse.
—Sí. —Asiento con mi cabeza. —No tengo opción.
—Bueno, está bien. —Dice mi papá, colocándose la
toalla alrededor del cuello
y avanzando en la cola. —Te avisamos cuando ya no
quede nadie. —Habla y yo asiento.
***
Ya había pasado alrededor de una hora cuando la cola,
al fin se había
deshecho. Los chicos, ya se habían duchado, solo,
faltaba que el último
monje, el cuál me aseguré fuera el último en entrar a
las duchas.
Mientras esperaba, les dije a los chicos que se fueran a
descansar. Todos estábamos muy cansados por todo lo
que había pasado, por lo que, estos
aceptaron y se marcharon a la cama.
Luego de algunos minutos más, veo, como aquel monje
sale de las duchas con su toalla mojada en manos y la
ropa que se había cambiado en la otra.

—Por fin es mi turno de ducharme. —Digo, parándome


de aquella banca con
mi toalla y ropa, dirigiéndome hacia las duchas.
Al entrar al lugar, asomo mi cabeza por la puerta,
asegurándome de que no fuera a quedar ningún monje
duchándose, pero no, no había nadie, yo me había
asegurado de que aquel chico era el último.
Entro al cuarto, coloco mi ropa y toalla sobre unas
bancas de maderas que habían bastante retiradas del
área de las duchas, para que estas no se fueran a mojar.
Las duchas eran bastante similares a las del colegio.
Bancas retiradas del área de bañarse en dónde te podías
cambiar, y las duchas en sí, al final de la habitación.
Todas abiertas, lo que significaba, que te tenías que
bañar viendo al de al lado y él viéndote a ti.
Tratando de apresurarme, ya que el sueño me estaba
ganando, comienzo a quitarme mi camisa y mis
pantalones, colocándolos bien doblados sobre la banca.
Cuando me dispongo a quitarme mi sostén, veo con la
esquina del ojo,
a un monje de mi edad, salir de las duchas solo con una
toalla envuelta en su cintura.

Capítulo 19
Me quedo fría mirando al monje parado a solo unos
metros de mí. Mis piernas temblando y mi corazón,
palpitando muy fuerte. Mi mundo se va de cabeza al
realizar, que es el monje con el cuál tuve aquel
momento incómodo en la
cena, es el mismo que tomó las pinzas cuando yo me
disponía a hacerlo.

—¡Ruego me disculpe señorita! —El monje,


inmediatamente se coloca de espaldas a mí mientras
sube sus manos nervioso a su cabeza. —No sabía que
estaba aquí. —Habla con la voz temblorosa.
—Yo tampoco sabía que había alguien aquí. —Digo,
aprovechando que el monje estaba de espaldas, para
así, poderme colocar la camisa y los
pantalones nuevamente.
—Yo soy el encargado de cerrar las duchas y
asegurarme de que nadie haya dejado alguna goteando
o media abierta. —Suspira. —No fue mi intención
faltarle el respeto. —Habla, aún estando de espaldas.
Yo, terminando de abrocharme el botón de mi
pantalón.
—Ya puedes voltearte, ya me vestí. —Digo y siento,
como mi rostro arde.
El monje, se da la vuelta lentamente con su mirada en
el suelo. Veo, cómo
éste, va subiendo poco a poco su mirar, hasta que sus
ojos y los míos se
cruzan.
En ése preciso momento, escucho como alguien se
acerca.
—¡Katrina! ¿Estás ahí? —Escucho la voz de Jaxon y mi
corazón baja a mis pies para luego subir a mi pecho
nuevamente en tan solo un segundo.
—¡Tienes que irte! —Le digo al monje, escuchando
cómo los pasos de Jaxon se acercaban cada vez más por
el pasillo. —Si Jaxon te ve aquí, de seguro se va a
formar una situación incómoda. —Digo nerviosa y éste
asiente.
—Hay un problema... —Murmura mirándome
fijamente. —Solo hay una salida de aquí. Si yo salgo,
él me verá.
En el momento en que aquellas palabras salen de su
boca, un escalofrío recorre mi cuerpo entero, subiendo
por mi espalda y llegando hasta mi nuca.

—Puedo esconderme en las duchas de por allá. —Señala


a su derecha. —Ahí él no me verá. —Dice y yo asiento
eufóricamente.
—¡Bien, ve y escóndete por favor! Jaxon ya no tarda en
llegar. —Digo y éste, se va corriendo hacia dónde
había dicho.
—¡Katrina! —Escucho a Jaxon gritar, por lo que, me
voy media vuelta y en un par de segundos más, éste,
aparece por la entrada de las duchas. —¡Ahí estás! —
Sonríe, adentrándose al lugar.
—Hola Jaxon. —Digo con una sonrisa nerviosa en los
labios.
—¿Ya te duchaste? —Pregunta. —Me quedé un poco
angustiado por dejarte aquí sola con estos monjes que
apenas conocemos. Además, con todo el rollo de los
encapuchados, me dio miedo por ti y quise saber si
estabas bien. — Llega a mi lado y me toma las manos
delicadamente.
—Estoy bien, aún no me ducho. Estaba a punto de
hacerlo cuando llegaste. — Hablo, tratando de ocultar
mis nervios.
—Bueno, date una ducha entonces. —Se sienta en la
banca de madera dónde tengo mi ropa y mi toalla. —
Yo me quedo aquí esperándote y vigilando que nadie
venga. —Inclina su esplada hacia atrás, pegándola a la
pared y cruzando sus brazos sobre su pecho.
—No, está bien, no te preocupes, yo no me tardo. —
Sonrío de medio lado.
—No hay problema, yo te espero. Además, así podré
disfrutar de las vistas. — Muerde su labio inferior en
tanto arquea una ceja.
—¡Jaxon por favor! —Digo, sintiendo, cómo mi rostro
se torna rojo, al saber, que el monje estaba escuchando
toda esta conversación.

—Vamos Katrina. —El chico de los ojos verdes, se


levanta de la banca y camina hacia mí. —Hace días
que no tenemos nada, ahora, podemos aprovechar que
tu papá no está rondando y darnos un poco de cariño.
—Me mira de una forma muy sensual, colocando sus
manos en mi cintura y hablándome fuertemente hacia
él. Mi cuerpo, choca con el suyo y yo miro hacia arriba
para poder
mirarle a la cara.
—No es el momento Jaxon. —Suspiro. —Solo, me daré
bañar y me acostaré a dormir. —Digo nerviosa por la
presencia del monje que está a solo unos
metros de nosotros.
—¿Qué, estás en tus días? —Pregunta y yo siento que
muero de la vergüenza. —¡No! —Digo apenada. —
Jaxon... ¿por qué no me esperas en tu habitación?
Puedo pasar cuando termine de asearme. —Le miro,
con la esperanza de que éste diga que sí y se marche,
para que así, el monje pueda escapar sin que el chico de
los ojos verdes le vea.
—¿Qué te pasa Katrina? —Frunce el ceño un poco y me
mira raro. —¿Estás bien? Te noto tensa. ¿Sucede algo?
—Sube sus manos por mis brazos y los
acaricia suavemente. —¿Algo te molesta? —Dice y
siento, cómo mi corazón se detiene por unos segundos.
Me quedo en silencio mirando al chico de los ojos color
oliva, su mirada es intensa e intimidante. Jaxon me
conoce a la perfección, éste, sabe cuando estoy
molesta, triste o cuando algo me sucede. Él, es ése tipo
de chicos, los cuáles sienten en su ser cuando algo no
anda bien, y es por esto, que ahora
mismo, sospecha algo.
—Jaxon... —Digo, soltando un suspiro. —Solo estoy
cansada, me quiero dar una ducha para luego irme a la
cama. —Hago una pequeña pausa. —A sido un

día difícil, tanto físicamente como mentalmente, y la


realidad es que, quiero irme a descansar. —Le miro a
los ojos.
—Bueno, está bien. —Asiente. —Respetaré tu decisión
Katrina. —Me regala una sonrisa, para luego, acercarse
a mí y darme un beso tierno en la frente. —Te esperaré
en mi habitación para que por lo menos, me des el beso
de las
buenas noches. —Bufa juguetonamente. —¡Te quiero
mi mocosa! —Sonríe, pasando su mano delicadamente
por mi rostro, colocando unos pequeños cabellitos tras
mi oreja. Yo, le miro tiernamente con una sonrisa de
medio lado en los labios. Mi corazón, palpitando
locamente por éste chico.
—Te amo, idiota. —Río, y éste sonríe abiertamente,
mostrando aquella hermosa dentadura que le
distinguía tanto.
—Yo más. —Acerca su rostro al mío y me besa
suavemente los labios. Al sus labios y los míos hacer
contacto, siento, cómo una electricidad corre mi
cuerpo entero, provocándome escalofríos.
Jaxon, se aleja lentamente y ambos, nos quedamos
observándonos el uno al otro con una sonrisa en el
rostro, para luego éste, dar dos pasos hacia atrás y
comenzar a caminar hacia la salida de las duchas.
Al escuchar, cómo sus pasos se alejaban por el pasillo,
sentí un gran alivio. Jaxon era muy tierno y lindo
conmigo, pero si tenía muy mal humor.
Cuando se trataba de otros chicos, el chico de los ojos
verdes, solía ponerse celoso con facilidad, es por esto,
que preferí que no viera al monje conmigo en las
duchas, sino, sé, que pensaría mal.
Una vez ya escucho el palpitar del corazón de Jaxon en
la lejanía, camino
hacia dónde el monje se había escondido y lo veo
recostado de una pared con los brazos sobre su pecho y
sus ojos cerrados. Todavía, aquella toalla
rodeando su cintura.

El monje, era un chico aproximadamente de mi edad.


Su piel era blanca como la leche, pero con un toque
como si esta fuera sido levemente bronceada por
el sol. Su cabeza estaba rapada completamente, pero sus
cejas y pestañas, me daban a entender que sus cabellos
son de un color miel. El torso de su cuerpo estaba
definido, no como lo de los chicos o el de Jaxon, menos
que ellos, pero sí se veía que hacia ejercicios por sus
abdominales, bíceps y pectorales bien marcados.
—Ya se fue. —Murmuro, desde una distancia
razonable. El monje, abre sus ojos lentamente y voltea
el rostro hacia mí, asintiendo levemente.
—Me alegra que se haya ido sin lograr verme. —Sonríe
de medio lado. —Son buenas noticias el saber que no te
ocasioné ningún problema con tu pareja. — Inclina un
poco su cabeza en forma de reverencia. —Que tenga
una excelente noche. —Me mira y hace una pausa. —Y
disculpe los inconvenientes que le
pude causar. —Sonríe, haciendo una mueca de pena,
para luego, pasar por mi lado y marcharse después de
tomar su ropa, la cuál, estaba doblada en una esquina
de una banca cercana.
Me quedo fría luego de todo aquello, después, de que
pasará esta situación incómoda con ese monje y con
Jaxon quién vino así tan repentinamente.
Pero, doy gracias por que todo salió bien, y porqué por
fin... me podré bañar.
***
Ya había amanecido, los chicos y yo nos levantamos
temprano con las
primeras campanadas del templo, al igual, que todos los
monjes de este lugar. Ya nos habíamos aseado y lavado
los dientes, ahora, nos dirigíamos al cuarto donde
estaban los chicos heridos para visitarles y ver cómo
seguían.
Al llegar a la habitación, Austin es quién va adelante y
es el que hace girar la perilla de la puerta para luego
abrirla.

—¡Buenos días chicos! —Dice Lian, ya parado de la


cama con una taza de té caliente en las manos.
—Buenos días Lian. —Sonríe Justin, cerrando la puerta
tras de sí, al ser el último que entró a la habitación.
—¿Cómo te sientes? —Pregunto, mirando que su brazo
ya no tenía tantas vendas cómo antes.
—Me siento mejor. Ya la herida curó pero no a cerrado
por completo en el interior. Los monjes, dijeron que en
un par de días, ya estaría casi recuperado. —Mira su
hombro con una sonrisa en los labios.
—Me alegro mucho oír eso. —Dice mi papá,
sentándose en una silla de
madera; de esas que se mueven hacia adelante y hacia
atrás; que estaba a un lado de la cama de Wesley. —
¿Cómo sigues tú, Carlos? —Mira al chico, quién está
leyendo un libro en una silla cerca de la ventana.
—Estoy mejor. —Cierra su libro y lo coloca sobre su
regazo. Su mirada viaja hacia mi papá. —Por lo menos
el brazo ya no duele tanto. Ya se puede decir, que
puedo dormir mejor, por eso Dawa me dijo que puedo
volver esta noche a la habitación con alguno de
ustedes. —Sonríe.
—Que bueno, para que así te podamos joder el otro
brazo. —Ríe Justin, Carlos le mira con mala cara.
—¿Qué sabes de Wesley? —Pregunta Austin
arrinconado en una pared con los brazo cruzados sobre
su pecho. Éste, balanceándose solo sobre uno de sus
pies, el otro, pegado a la pared.
—Aún nada, los monjes dicen que ya está muchísimo
mejor de salud, que su sistema inmunológico está muy
bien, por lo que, eso le a ayudado a curarse
con más velocidad. —Dice, observando al chico
acostado en aquella cama con

sábanas blancas arropando la mitad de su cuerpo. —


Aunque todos en realidad sabemos, que nosotros nos
curamos más rápido porqué somos lobos. — Murmura
mirándonos. —Pero, ellos no saben eso, ¿o si?
—No creo que lo sepan. —Mi papá menea la cabeza
hacia ambos lados en negación. —No han mencionado
nada. —Voltea su rostro hacia mí. —¿Te han dicho
algo, Katrina? —Pregunta.
—No. —Muevo mi cabeza levemente hacia los lados. —
Dawa ni ningún otro monje a dicho nada, creo que no
saben. —Hago una pausa. —Y es mejor así, que no
sepan quienes somos en realidad. —Digo y todos
asienten.
—Sí, concuerdo contigo. —Añade Jaxon. —Los
humanos no deben saber de nosotros, ellos no saben
procesar bien nuestra existencia. Siempre se crean
muchos problemas y caos cuando un humano sabe de
nuestra raza.
—Es cierto. Tratemos de ocultar nuestras habilidades
no humanas a toda
costa. —Habla Justin. —Tal y como hicimos con doña
Julia. —Todos
asentimos.
En ése momento, escuchamos cómo alguien toca la
puerta de la habitación, para luego, ésta, comenzar a
abrirse.
Al la puerta abrirse por completo, vemos, como Dawa
aparece en nuestro
rango de visión, en sus manos, unas telas de color
naranja.
—Buenos días jóvenes. —Inclina un poco su cabeza en
forma de saludo
mientras cierra la puerta de la habitación tras de él.
—Buenos días señor Dawa. —Responde Sam con una
sonrisa en los labios.
—Les traje algunas de las túnicas que utilizamos aquí
en el templo. Nos gustaría mucho que las usaran por el
tiempo en el que piensen quedarse con nosotros. —Se
acerca al grupo y comienza a repartir aquellas túnicas
junto

con unos pantalones sueltos, nada pegados al cuerpo.


Todos, tomamos uno de cada uno.
Al tener la túnica en mis manos, la extiendo frente a
mí y veo que sí es de las misma que los monjes de este
lugar usaban. Con sus mangas largas y amplias, aquel
color naranja tan característico y la tela... de muy
buena calidad. Los pantalones, eran de color crema, un
elástico fuerte tanto en el final de cada pierna como
también, en la cintura.
—La túnica y el pantalón se deben llevar siempre que
se esté en presencia de otros monjes, ósea, durante
todo el día. En las noches, pueden dormir sin ella. —
Dice, entregándole a Carlos las últimas ropas.
—Gracias señor Dawa, nos las pondremos
inmediatamente. —Dice Austin,
Dawa le mira y asiente.
—Se los agradecería. —Hace una pausa, dirigiéndose
hacia la puerta de la habitación. Sus manos,
entrelazadas tras su espalda. —También quería
decirles que, en el templo, usualmente no se aceptan
chicas. —Sus ojos van a los míos y yo me quedo
inmóvil. —Pero, al ser este un caso especial, en el que
la señorita Katrina fue enviada a nosotros por obra del
destino, haremos esa excepción. —Me regala una
sonrisa y yo se la devuelvo. —Pero, sí vamos a
necesitar que la señorita Katrina duerma en una
habitación sola. —Veo, cómo mi papá inmediatamente
frunce el ceño.
—Pero ella duerme conmigo, yo soy su padre. —Dice
mi papá, con una expresión en el rostro de no muy
buenos amigos.
—Lo sé señor Mcfan, pero, para que no haya
dificultades y problemas con rebeldía hacia los otros
monjes, lo mejor es que ella duerma aislada. —Se
mantiene firme; su mirada, fija en mi papá.
—Pero es que... —Mi padre intenta hablar pero Austin
le interrumpe.

—Dexter... —Austin, mira a mi padre con una


expresión en el rostro de "no causes problemas"
mientras se le queda viendo serio directamente a los
ojos. Mi papá, le mira con mala cara.
—Está bien. —Refunfuña entre dientes. —Dormirá
aislada. —Dice, cruzando
sus brazos sobre su pecho.
—¡Magnífico! —Responde Dawa con una gran sonrisa
en el rostro. —Hoy
mismo, después de la cena, le mostraremos dónde
estará su nueva
habitación. —Dice y yo asiento. —También, quería
decirles de nuestro horario de por las mañanas. Aquí,
no desayunamos, es lo primero. —Veo, como Carlos
y Lian hacen una mueca de horror.
—¡Pero, si un plato de huevos fritos con tocineta y una
rebanada de pan con mantequilla es lo mejor que hay!
—Dice Lian, con una mano en la cabeza, la otra,
inmóvil por la herida.
—Nosotros vemos el ayuno como una manera de
enfocar nuestras mentes y deseos en algo más
profundo, como la meditación. —Explica Dawa. —Por
esto, al levantarnos, lo primero que solemos hacer es
meditar en silencio todos juntos, o también, lo puedes
hacer tú solo en la habitación, como te sea mas
cómodo. Luego de eso, solemos ir al patio exterior a
practicar Tai Chi. —Se queda callado por unos
segundos, todos, mirándole atentamente. —Dentro de
unos minutos, comenzarán las prácticas de Tai Chi, así
que, les invito a que se unan a nosotros. —Dice,
caminando hacia la puerta principal. —Eso sí,
después que se coloquen sus túnicas. —Mira por
encima de su hombro y
sonríe.
—Nos colocaremos la ropa inmediatamente señor
Dawa, no tiene que
preocuparse. —Asiente Austin con la túnica y los
pantalones colgados en su antebrazo.

—Se los agradezco. —Dawa, nos da una última sonrisa,


para luego, abrir la puerta y marcharse.
Los chicos, se miran entre ellos por algunos segundos.
—¡Odio esta ropa y aún no me la he puesto! —Dice
Carlos, tirando la túnica y los pantalones sobre su
cama.
—No hay nada que podamos hacer. —Dice Austin,
quitándose la camisa,
colocándola sobre la cama de Lian y comenzando a
ponerse la túnica. —Cómo ya había dicho, este es su
templo... sus reglas, hay que seguirlas. Más, por
nuestro amigo Wesley del quién ellos están cuidando
muy bien. —Termina de colocarse la túnica y escucho
varias risitas disimuladas en la habitación.
Carlos, era uno de los que se reía.
—¡Te ves bien pendejo con esa ropa!—Bufa Justin,
mirando a Austin de pies a cabeza.
—¿A ver si tú te vas a ver mejor, imbécil? —Austin le
mira mal, quitándose los pantalones por debajo de la
túnica, asegurando de no mostrarnos su ropa interior.
—Puede que sí... —Ríe Justin. —¿Quieres averiguarlo?
—Muerde su labio
inferior con una mirada pícara hacia Austin, quién le
saca el dedo de en medio con una sonrisa en los labios,
para luego, salir fuera de la habitación.
***
Después de que los chicos y yo nos cambiáramos de
ropa en nuestras
respectivas habitaciones, todos, incluyendo a Carlos y a
Lian, quienes estaban locos por salir de aquellas cuatro
paredes, nos dirigimos hacia el patio exterior como
Dawa nos había mencionado... a practicar Tai Chi.

—Es muy suave esta ropa. —Dice Jaxon, moviendo su


cintura hacia todos
lados en tanto salimos del templo. —Creo que me
podría acostumbrar a ella.
—Sonríe mirándome, yo, suelto una risita moviendo
mi cabeza hacia ambos lados.
—Está cómoda, pero, no creo que sea lo que mejor se
nos ve. —Río, viendo, lo gracioso que se veía mi padre
en ésa túnica. Cómo los chicos tenían unas espaldas
muy anchas y unos cuerpos muy musculosos, se veían
un tanto graciosos con ellas.
—Pues a mi me dieron una talla incorrecta. —
Refunfuña Carlos, halándose la parte trasera de su
pantalón con su mano buena. —¡Juro que esto se me
mete en el trasero! —Habla entre dientes.1
—¡Así se te ven las nalgas más apretaditas! —Ríe Lian,
dándole con su codo en el brazo bueno. —¡A ver si te
ganas a un monjecito de estos! —Ríe mientras le guiña
un ojo.
—No creo que me gane a un monje, Lian. —Carlos, le
abofetea la mano y éste
la aleja de él. —Por si no lo sabías, los monjes tienen
voto de castidad, lo que significa, que no pueden tener
sexo ni alguna relación amorosa. —Le mira con mala
cara, en tanto todos, llegamos al patio exterior y vemos
a todos los monjes ya reunidos a punto de empezar con
su práctica.
—¿Qué no pueden tener sexo? —A Lian, casi se le salen
los ojos de sus cuencas. —Es cierto lo que Carlos dice.
—Afirma Sam. —Tuve un amigo que quería ser
monje, pero, cuando supo lo de una vida sin sexo,
nunca lo ejerció, mucho menos, cuando supo que
tampoco te puedes apretar el ganso. —Una
carcajada trata de salir del pecho de Sam, pero éste, lo
evita a toda costa.
—¿Qué me estás contando? —Lian, menea su cabeza
hacia todos lados en tanto su mirada se va a los monjes
que están reunidos en el patio. —Pobres

diablos. —Suspira, haciendo una pequeña pausa. —Lo


siento tanto por ellos... me dan lástima ahora. —
Frunce sus labios respirando profundamente.
—¡Bueno, ya déjense de hablar estupideces y vamos a
practicar! —Dice Austin, dándole un golpe a Lian por
la parte trasera del cuello que lo hace dar un paso hacia
adelante. Éste, se soba rápidamente el área dónde
Austin le dio. — Olvídense de que si los monjes no
pueden o de que si no pueden tener relaciones
amorosas... eso a ustedes no les importa. —Murmura,
al todos estar cerca de Dawa. En ése momento, Dawa
nos ve y nos saluda.
—Qué bien les quedan esas túnicas. —Sonríe,
observándonos a todos. Nosotros, le sonreímos
cordialmente. —Ya veo que los heridos se sienten
mejor. —Dice, dirigiéndose a Lian y a Carlos. —
Aunque me temo, que no
podrán participar de la práctica.
—Está bien, nosotros solo queríamos salir un rato de la
habitación y tomar aire fresco. —Contesta Lian. —
Carlos y yo nos quedaremos en una esquina
mirando lo que hacen, para así, cuando nos
recuperemos, saber lo que hacer cuando practiquemos.
—Sonríe.
—Me parece fantástico. —Asiente Dawa. —Así que,
mientras los dos chicos nos observan, ¿por qué no
vienen hacia acá con el grupo para explicarles de qué se
trata? —Pregunta y nosotros asentimos.
Todos, comenzamos a seguir a Dawa hacia los
aproximadamente, veinte monjes que habían en el
patio dispersos hablando entre sí. La mayoría, eran
chicos de nuestra edad, solo unos cinco monjes más o
menos, parecían ser adultos, y Dawa, quién era el
mayor del templo.
Al llegar dónde están los monjes, Dawa, se aclara la
garganta y todos, se
voltean a vernos. Un enorme silencio se forma en aquel
lugar y yo quedo totalmente impresionada ante tanta
disciplina.

—Amigos, hoy tendremos a los chicos y la chica. —Me


mira por un segundo y sonríe. —Ellos, nos
acompañarán en la práctica de hoy. Estos nunca han
practicado el Tai Chi, por lo que les ruego, que
compartan sus conocimientos y les enseñen de qué se
trata. También, quiero que no sean muy duros con ellos
por el momento, hasta que estos aprendan. —Dice, y
todos los monjes, juntan sus manos cómo si estuvieran
rezando, para luego, inclinar un poco sus
cabezas hacia Dawa, sin tan siquiera decir una sola
palabra. —Ahora, los pondré en parejas a todos, así
que... —Se queda en silencio por algunos segundos. —
Mao y Sam. —Señala a uno de los monjes y a Sam,
quién asiente, parándose a un lado del chico. —Chang
y Justin. —Señala. —Jian y Dexter; Quian y Austin;
Huang y Jaxon... —Dice, y el chico de los ojos verdes,
me da
una sonrisa pícara de medio lado, para luego, caminar
hacia el monje y parársele a su lado. —Y finalmente...
Amaru y Katrina. —Dice, señalando a un monje que
estaba hasta atrás del todo, al final del grupo.
Mientras me voy acercando con una sonrisa en los
labios. esta, se desaparece al ver que el monje Amaru,
quién sería mi pareja para la práctica de Tai Chi,
era en realidad... el monje de las duchas.

Capítulo 20
Observo al chico que tengo parado frente a mí; mis
pupilas, fijas en él mientras éste, me observa
fijamente.
—Buenos días señorita. —Inclina la cabeza un poco y
me regala una sonrisa.
—Buenos días. —Le respondo, parándome fría a su
lado.
En ése momento, Dawa habla.

—Pueden comenzar con la práctica, y ya saben monjes,


no sean muy duros
con ellos. —Sonríe Dawa; sus dos manos, detrás de su
espalda. Todos los monjes, dicen "sí" a la misma vez,
en tanto éste, se da media vuelta y se
marcha.
Inmediatamente, los monjes, incluyendo a Amaru, se
ponen frente a frente de su pareja.
Veo, cómo el chico, coloca su puño cerrado derecho en
la palma de su mano izquierda, inclinándose y
haciendo una leve reverencia.
—Nunca he peleado con una chica. —Dice, subiendo su
mirada lentamente hasta que esta choca con la mía. —
Espero no faltarle el respeto, señorita. —Se endereza.
—Puedes llamarme por mi nombre, Katrina. —Le digo,
al escuchar que éste siempre me dice señorita.
—¿Está segura? No quiero ser irrespetuoso hacia su
persona. —Veo, cómo la expresión de su rostro cambia
a una de preocupación.1
—No me faltas el respeto por llamarme por mi primer
nombre. —Río
levemente. —Mira, para hacerlo más oficial, me voy a
presentar adecuadamente. —Sonrío y le extiendo mi
mano hacia él. —Mi nombre es Katrina Mcfan, mucho
gusto. —Le miro con una sonrisa en los labios, éste, me
observa perplejo. Sus ojos, clavados en mi mano
fijamente.
—Lo siento, pero, no puedo aceptarle el darle un saludo
de mano, señori... digo, Katrina. —Me mira serio, los
demás chicos y monjes, ya practicando el Tai Chi.
—¿Por qué? —Pregunto con el entrecejo fruncido por la
confusión.

—No tenemos permitido tocar a las chicas. —Dice,


bajando su mirada al suelo por algunos segundos. —
Solo, nos dieron permiso de hacer contacto contigo
cuando peleemos o en caso de emergencia. —Dice, y yo
me quedo perpleja.
En ése momento, veo, como Dawa se acerca a nosotros
y se para a nuestro lado.
—¿Sucede algo? —Pregunta Dawa con las manos tras
su espalda.
—No maestro. —Amaru, inmediatamente inclina su
cabeza en reverencia. — Ahora mismo comenzaremos.
—Mira a Dawa con su rostro aún inclinado.
—¡Perfecto! —Asiente Dawa levemente, para luego
darse la vuelta y
marcharse.
—¿Estás lista? —Pregunta Amaru y yo asiento.
—¡Sí, hagámoslo! —Sonrío.
Veo, cómo Amaru se coloca en una posición defensiva,
pero, muy diferente a
la que los chicos y yo solíamos adoptar cuando
peleábamos.
Yo, me coloco en posición defensiva, pero, aquella que
ya sé por defecto. De pronto, Amaru, da un paso hacia
adelante, se agacha en tan solo un segundo, logrando
tumbarme al suelo con tan solo pegarme con su pierna
en las mías y lograr desbalancearme.
Desde el suelo, miro a Amaru, quién permanece muy
tranquilo y aún en
aquella misma posición... como si no se hubiera
movido nunca.
Inmediatamente, me paro de un salto y vuelvo a hacer
mi posición de defensa, mirando a éste chico
escurridizo atentamente.
—Volverás a caer. —Dice, mientras me mira fijamente.
—¡No lo haré! —Le digo segura.

—¡Sí, si lo harás! —Asiente. —Tu posición de defensa


está errónea. —Habla y
yo me quedo callada, mirándole seria.
—¿Vamos a pelear o a hablar todo el día? —Digo, con
una sonrisa de medio
lado en el rostro, viendo, cómo una leve sonrisa se le
comienza a dibujar en los labios a Amaru.
En ése preciso momento, yo, tomo la delantera y ataco
primero. Le lanzo un puñetazo a Amaru al rostro, el
cuál éste, esquiva con gran facilidad. Mientras mi
brazo, aún está estirado y el monje esquivando mi
ataque, veo cómo éste, utilizando solo su antebrazo,
logra empujarme fuerte y hacer que yo cayera al suelo
nuevamente.
Al caer al suelo, cierro los ojos un segundo por el
pequeño dolor que me
provocó la caída.
—¿Estás bien? —Escucho la voz de Amaru, por lo que,
abro mis ojos y lo veo parado frente a mí. Sus manos,
metidas dentro de las mangas de su túnica como si no
hubiera hecho ningún tipo de esfuerzo.
—Si, lo estoy. —Asiento, poniéndome en pie y
sacudiendo la tierra que se me había pegado en la
túnica al caer.
—Le dije que caería al suelo de nuevo. —Dice, con una
leve sonrisa en los labios. Yo, le miro con una ceja
arqueada. Mis labios, tratando de disimular aquella
sonrisa que quería brotar de ellos.
—Eres muy bueno, tengo que admitirlo. —Le digo,
viendo con la esquina del ojo, como Justin, cae al suelo
a mi lado mientras pelea con el monje que le habían
puesto como compañero hoy.
—Gracias, pero, la realidad no es que yo sea bueno o
no, lo que importa aquí
es su postura de defensa. —Me mira serio. —Y con
todo respeto señorita, es incorrecta. —Suspira y lo
noto estar un poco nervioso.
—Entonces, muéstrame cómo la mejoro. —Digo y éste
asiente levemente.
—Sería un placer. —Sonríe de labios cerrados, para
luego, ambos, quedarnos callados por algunos
segundos. De pronto, Amaru, da un paso hacia
adelante. —¿Puedes colocarte en la posición defensiva
que hiciste mientras
practicábamos? —Pregunta y yo asiento.
—Sí. —Digo, colocándome en aquella posición que
había utilizado desde siempre para mis peleas o
batallas.
Amaru, se acerca a mí lentamente y lo veo, observar mi
postura a detalle;
caminando a mi alrededor en silencio. Una vez éste
vuelve a estar frente a frente a mí, lo veo sacar sus
manos de dentro de las mangas de su túnica.
—Esta mano... —Señala mi brazo derecho. —Si la
colocas más abajo, cómo por aquí... —Señala. —
Tendrás más cobertura y defensa. —Mira mi otro
brazo. —Y este... —Señala con el dedo índice. —
Puedes subirlo un poco más para que protejas tanto tu
pecho como tu rostro. —Yo asiento.
Comienzo a cambiar mis manos como me dijo Amaru,
en la posición, que éste pensaba era la correcta y me
ayudaría a tener una mejor defensa.
—¿Así está bien? —Le pregunto, sosteniendo mi
postura y esperando su
aprobación.
—Bueno... —Me mira y comienza a rascarse la cabeza.
—En realidad no, señorita... digo, Katrina.
—¿Dónde tengo que poner las manos? —Vuelvo a
mover mis brazos un poco, con la esperanza, de que
ahora sí estuvieran en la posición correcta.

—Que pena, pero tampoco es así. —Me mira fijamente


a los ojos. —Todavía tienes las manos en la posición
incorrecta. —Dice y yo, me paro derecha, dejando ir
aquella postura de defensa que Amaru me estaba
intentando enseñar.
Miro a mi derecha, Justin está con el monje que le
asignaron, éste,
mostrándole cómo hacer las posiciones tanto de
defensa como de ataque. Estos, tomándole los brazos y
fijándoselos en la posición correcta, cosa, que Amaru
no estaba haciendo conmigo, ya que éste, solo me
señalaba hacia dónde tenía que poner mis manos.
—¿Por qué ellos le enseñan a mis amigos de una
manera diferente? —Le miro, mientras señalo a los
chicos, quienes practican mientras yo, solo me tropiezo
y caigo al suelo una y otra vez.
—Tu eres mujer, ellos, son chicos... —Murmura,
tragando hondo en tanto me mira a los ojos.
—¿Qué? —Digo inmediatamente al escuchar su
respuesta. —¿Qué es lo que esto tiene que ver? —
Exclamo, un poco irritada.
—No puedo tocarla. —Suspira. —No puedo hacer
contacto físico con ninguna mujer. —Dice y yo me
quedo mirándole seria.
—Pero si me dijiste hace un rato que podías tocarme
mientras estuviéramos practicando. —Digo
confundida.
—Sí, eso dijo Dawa, pero la verdad es que... —Baja la
mirada al suelo y lo escucho tragar profundo. Luego de
algunos segundos en silencio, au mirada vuelve y sube
y se cruza con la mía. —La verdad es que yo no me
atrevo
tocarla. —Suspira.
Yo, me quedo perpleja por un tiempo.
—¿Pero, cómo piensas ayudarme a aprender Tai Chi si
no me quieres tocar? — Le miro fijamente en tanto mi
respiración comienza a agitarse un poco. —
¿Cómo vas a atacarme si no puedes hacer contacto
físico con una mujer...
conmigo? —Le miro con una sonrisa sarcástica y éste,
se me queda viendo en silencio.
—Lo sé, pero es que es complicado. —Asiente, bajando
su mirada hacia el suelo por algunos segundos. —
Sabes... —Sube su cabeza y nuestras miradas
se encuentran. —Creo que tienes razón, no va a
funcionar este entrenamiento. —Se queda callado y
suspira. —Hablaré con Dawa y le diré que me es
imposible entrenarte. —Comienza a caminar con la
intensión de pasarme por el lado, pero yo me le cruzo
en frente, mirándole seria. Mi pulso, acelerado. Quería
entrenar cómo todos los demás lo estaban haciendo,
quería aprender Tai Chi para así mejorar tanto mi
defensa como mi ataque. Los Victorian no se iban a
detener hasta tenerme, por lo que sé, que los
encapuchados no
pararían de llegar y encontrarnos a dónde quiera que
vayamos. Muy en el
fondo de mi corazón, entendía, que de alguna manera u
otra, el destino me había traído hasta aquí con algún
motivo, y si de algo estoy segura, es de que,
aprovecharía cada segundo.
—¿No me vas a entrenar? —Digo, con los labios tensos
y el entrecejo fruncido. —Lo lamento, pero es
imposible que le entrene. —Niega con la cabeza,
intentando rebasarme, pero yo no se lo permito.
—Entréname. —Digo, lanzándole un puño al rostro el
cuál éste esquiva rápidamente.
—No. —Dice firme.
—Alguien me tiene que entrenar. —Le lanzo una
patada, y este también la esquiva. —¡No puede que por
que yo sea una chica, no reciba el mismo

entrenamiento que los chicos! —Digo entre dientes,


comenzando a lanzarle muchas patadas y puños a toda
velocidad. Amaru, esquivando algunas, en tanto otras,
colocaba sus brazos en medio para recibir el impacto en
ellos y no en su rostro u otras partes.
Yo, comienzo a pelear con él con todas mis fuerzas,
tratando a toda costa de pegarle, pero, parecía ser
imposible, pero yo, no me daría por vencido.
Deslizándome por el suelo y consiguiendo patear las
piernas de Amaru, logro que éste pierda el balance y
caiga al suelo de espaldas. Inmediatamente, salto sobre
él, cierro mi puño con fuerza, me dispongo a golpearle,
pero, detengo
mi puño a solo unos centímetros de su rostro.2
Amaru, me mira sorprendido desde el suelo. Sus ojos,
fijamente sobre los
míos, mientras que su respiración, se encontraba
agitada. Le miro seria, mi puño tembloroso, a los unos
cuantos centímetros de su rostro, mi corazón...
palpitando muy fuerte.
—¿Katrina? —Escucho la voz del chico de los ojos
verdes, por lo que, bajo mi puño inmediatamente, y
salto de sobre aquel monje quedando de pies. Veo
con la esquina del ojo, cómo Jaxon llega a mi lado, yo,
comienzo a sacudirme
la tierra que se me había pegado a mi túnica; Amaru, se
para del suelo y se sacude también. —¿Estás bien? —
Jaxon, se para frente a mí y me mira serio, su entrecejo
un poco fruncido.
—Estábamos practicando. —Digo, bajando mi mirada
al suelo por unos segundos, para luego, mirarlo al
rostro.
—Parece que lo derrotaste. —Dice, cambiando su
mirada al monje. Amaru, le mira serio.
—Es buena peleadora, no sabía que podía llegar a ser
tan fuerte. —Responde Amaru observándonos a ambos
con una leve sonrisa en los labios. —Con un

poco más de práctica que hagamos, de seguro, será casi


invencible. —Me sonríe, para luego, inclinar hacia
adelante un poco su rostro en tanto junta las palmas de
sus manos y nos hace un pequeña reverencia. —Los veo
luego. — Suspira, comenzando a caminar mientras pasa
por mi lado y se aleja.
Jaxon, se me acerca y coloca sus manos sobre mis
brazos, yo, le miro al rostro. Sus manos, comienzan a
deslizarse por mi piel en tanto sus dos ojos color
oliva penetran los míos.
—Estás fría... —Murmura, continuando pasando sus
manos por mi brazos. Yo, suelto un suspiro.
—No es nada. —Digo entre una respiración. —Es que...
—Hago una pausa. —El monje no me quería enseñar
Tai Chi por ser chica.
—¿Por ser chica?
—Si, porqué los monjes no pueden tener contacto físico
con las mujeres, y pues... el pelear creo que tiene algún
tipo de contacto. —Le digo, viendo como éste, detiene
el roce de sus manos contra mi piel.
—Bueno... —Me da una sonrisa pícara. —Si hay algún
tipo de contacto físico...
a mi me gustaría entonces entrenarte. —Muerde si
labio inferior, hablándome hacia él, mi cuerpo, choca
con el suyo y yo suelto un suspiro.
—Es en serio Jaxon. —Tomo una bocanada de aire. —
Yo quiero entrenar... yo quiero ser más fuerte para
pelear contra los encapuchados y contra los
Victorian.
—Entiendo. —Asiente. —Hablaremos con Dawa para
ver que se puede hacer. Tal vez, él haga una excepción.
—Dice y yo asiento con una sonrisa en los labios. —
Pero, si te comienza a tocar demasiado... le tendré que
tumbar unos cuantos dientes de un puñetazo. —Ríe y
yo sonrío de vuelta.

—Espero no tener que llegar a eso. —Rió


juguetonamente.
—Yo más. —Sonríe.
En ése momento, escuchamos cómo Dawa comienza a
hablar. Todos los monjes a nuestro alrededor, se paran
mirándole; Jaxon y yo también.
—A sido una buena práctica para todos, pero ahora,
comenzaremos con las secciones de meditación
conjunta, así que, si todos puedes ponerse en posición,
se lo agradecería. —Al terminar de hablar, veo, como
todos los monjes, comienzan a sentarse en el suelo en
posición de loto.
Los chicos y yo, nos miramos entre nosotros y nos
quedamos parados, fijos en el lugar dónde estábamos.
—Pueden unírsenos. —Extiende su mano, señalando el
área dónde están los monjes sentados y acomodados.
Austin, es el primero en sentarse en el suelo, Justin, le
mira inseguro por algunos segundos pero luego, éste,
sentársele a su derecha.
Luego de que todos estuviéramos sentados y
acomodados en el área, Dawa,
se sienta en el lugar que estaba frente a nosotros.
—¿Qué se supone que hagamos? —Murmura el chico
de los ojos verdes,
acercándose a mi oído. Sus ojos, clavados en Dawa
quién se sentaba en posición de loto frente a todos los
monjes.
—No lo sé. —Susurro. —Nunca he meditado en mi
vida. No sé cómo se hace. — Digo, y Jaxon me mira
subiendo sus hombros y haciendo una mueca con su
boca.

En ése momento, Dawa, comienza a hablar y nos


ordena a todos que
coloquemos nuestras manos sobre nuestros regazos,
entrelazándolas la una con la otra con los dedos.
—Ahora, cierren sus ojos y abran sus mentes. Respiren
profundo y dejen que toda la tensión que les rodea se
vaya por completo. —Habla Dawa con una voz suave
y refrescante.
Cierro los ojos y trato de concentrarme tal y como dijo
Dawa. Tomo un suspiro y me quedo quita en aquella
posición. Mi mente, no parece ponerse en blanco como
dijo el monje, mis pensamientos, aún siguen presentes
en mí.
¿Cómo hago para que mi mente no piense en todas las
cosas que a pesar de todo el esfuerzo que hago, siguen
clavadas en mi alma y no me abandonan?
¿Cómo logro hacer que mis pensamientos de todo lo
malo que he vivido, junto con los recuerdos de todo
aquello que me a pasado, me dejen de atormentar de
una vez y por todas?
Abriendo un poco mi ojo izquierdo, miro a mi
alrededor. Mi papá está con sus ojos cerrados y en
aquella posición; Justin, Austin, y los demás... igual.
¿Será, que a ellos le a funcionado?
De pronto, mientras mi mirada recorre el área dónde
están los monjes
meditando, veo, como Dawa me estaba mirando
fijamente. Un pequeño susto invade mi corazón al
percatarme de su mirada inesperada.
Cerrando los ojos nuevamente, intento concentrarme
con todas mis fuerzas, tratando de olvidar... de no
pensar, pero, luego de algunos minutos, me di cuenta,
que no funcionaba.

Abriendo mis ojos nuevamente, me paro del suelo y me


dispongo a
marcharme. No tiene ningún sentido que yo esté aquí
intentando hacer algo que claramente no puedo llevar
a cabo a pesar de mis insensibles intentos. Pasando
entre todos los monjes que se encontraban sentados y
entre los chicos, llego cerca de dónde está Dawa. Éste,
con sus ojos cerrados, se veía muy relajado, de seguro,
él si lograba dejar su mente en blanco.
Cuando estoy pasando por su lado, repentinamente,
éste, extiende su brazo y me agarra el mío. Yo, suelto
un chillido por el susto y le miro un poco nerviosa. —
¿A dónde vas Katrina? —Murmura, viéndome a los
ojos desde el suelo,
conservando su posición de loto.
—No logro concentrarme, estoy perdiendo mi tiempo
aquí. Iré a entrenar sola en el otro patio. —Digo,
mientras éste, me suelta de su agarre y comienza a
ponerse en pie.
—¿No logras aclarar tu mente? —Se para frente a mí,
metiendo sus manos dentro de las mangas de su
túnica.
—No. —Niego con la cabeza. —Creo que la meditación
no es algo para mí. Así que, si me disculpa, iré a hacer
lo que sí se que soy buena. —Le sonrío de medio lado,
pero, cuando me dispongo a caminar y rebasarle, éste,
se para frente a mí y me detiene.
—Ven conmigo, yo te mostraré como hacerlo. —Dice,
y comienza a caminar en dirección a la parte trasera
del templo.
Yo, me quedo viéndole alejarse por algunos segundos,
preguntándome, si debía seguirle o si solo me escaparía
hacia el otro extremo del templo para
practicar mis habilidades de pelea.

Soltando un gran suspiro y sabiendo que estaba en el


templo de éste monje y que debía ser amable y
agradecida con él, comienzo a caminar en su
dirección.
Al llegar a la parte trasera del templo, veo, que aquí
había otro jardín, pero este, era mucho más bonito que
los demás. La grama era muy verde y corta, flores de
colores naranja, blancas y azules, adornaban el área. De
una
pequeña fuente echa de piedras, brotaba un diminuto
chorro de agua que daba a un estanque en la esquina.
Dawa, se para bajo la sombra de un árbol junto a un
jardín de flores; se voltea y me observa con una sonrisa
de labios cerrados en el rostro.
—Ven Katrina, siéntate aquí. —Mira el suelo a su lado,
para luego, comenzar a sentarse en posición de loto en
aquel lugar, yo, me le acerco despacio.
Una vez sentada en posición de loto codo con codo con
Dawa, éste, me mira y me sonríe.
—Tienes que dejar toda esa energía negativa, tienes que
soltarla. —Dice, con una voz ligera y dócil.
—Es que... no se cómo hacerlo. —Le miro indignada.
—Yo te voy a explicar. —Sonríe, colocando sus manos
en aquella posición que nos explicó anteriormente. Yo,
le imito. —Solo, concéntrate en las cosas buenas que
tienes, en lo que le agradeces al universo por tener, y
olvida, todo aquello que no tienes, que careces de ello,
que deseas. —Dice y yo asiento. Soltando un suspiro,
cierro mis ojos y trato de concentrarme siguiendo
aquellos consejos que me dio Dawa.
Siento, cómo aquellos pensamientos de dolor y odio,
comienzan a llegar a mi mente... a invadirme, pero
esta vez, no se lo permito. Intento a toda costa
dejar mi mente en blanco, alejando todo aquello que me
atormenta.
Un escalofrío comienza a subir por mi cuerpo,
trepando por mis brazos y espalda, hasta llegar a mi
pecho y mi nuca. Percibo, cómo una paz empieza a
llenar mi cuerpo y mi alma, cómo, comienzo a
olvidarme en dónde estaba,
que hacía y el porqué, solo, encofrandome en aquel
sentimiento tan lindo y puro que me llenaba ahora
mismo.
De pronto, siento, cómo aquella paz bonita e
inofensiva, comienza a alejarse
de mí, abriéndole paso a algo más grande. Algo pesado
y maligno, algo tenebroso y perturbador...
Trato de luchar contra aquello, de sacarlo de mi mente
y alejarlo como me dijo Dawa, pero, mientras lo hago,
me doy cuenta de que aquello que sentía no era mío...
no era esos sentimientos de odio y venganza que tenía
en mi alma, sino, que era algo más... algo peor.
Mi corazón se acelera al sentir tan inmenso odio y
dolor; al presenciar,
aquellos sentimientos tan fuertes y desagradables que
no encontraría
palabras para explicar. Tanto rencor y aflicción, tanta
pena y desprecio... pero, ¿qué es?
De repente, siento unas ganas inmensas de llorar, pero
estas son aplacadas al escuchar aquella voz que sonó
repentinamente en mi cabeza diciendo:1
"Te mataré, lobita"

Capítulo 21

Al oír aquellas palabras dentro de mi cabeza... "Te


mataré, lobita", un
escalofrío comenzó a recorrer mi cuerpo entero en tan
solo algunos segundos. Sentí, cómo mi corazón
comenzaba a palpitar muy fuerte y aceleradamente,
por lo que, me forcé en abrir los ojos.
Al mis ojos abrir y ver que había salido de aquel tipo de
trance extraño, sentí cómo aquellas sensaciones de
maldad, odio y dolor que no eran mías, se habían
esfumado por completo de mi pecho.
Una vez mis ojos enfocan con claridad el presente de lo
que tengo a mi alrededor, veo a mi papá, Dawa, Justin,
Austin y Jaxon, parados frente a mí mirándome
fijamente.
—Katrina, ¿estás bien? —Pregunta mi padre,
arrodillándose precipitadamente frente a mí y posando
sus manos en mis hombros. Su mirar, es de
preocupación y angustia.
—Yo... —Murmuro, mirando a mi alrededor, viendo,
que todo estaba muy oscuro... como si, hubiera
anochecido en tan solo unos minutos. —Creo que
estoy bien. —Volteo el rostro nuevamente hacia mi
padre y asiento.
Mi papá, se queda mirándome por algunos segundos,
para luego, halarme hacia él y abrazarme tan fuerte
que juro, no me dejaba respirar. Luego de algunos
segundos, éste, me aleja de su cuerpo lentamente, y sus
ojos
cristalizados penetran los míos una vez más.
—Nos diste un tremendo susto. —Su voz es
temblorosa.
—Pero, si solo estuve meditando unos minutos. —
Sonrío de medio lado un tanto nerviosa. Mi padre,
voltea el rostro por encima de su hombro y lo veo
dirigir su mirada de preocupación hacia Dawa, quién a
su vez, suelta un leve suspiro.
Mi papá, se levanta del suelo sin decir una sola palabra.
Su mano, se extiende hacia mí y yo la tomo para que
éste, luego, me halara y me ayudase a
levantarme de aquel lugar. Veo, como todos se me
quedan observando en
silencio y eso, hace que un mal presentimiento me
invada el corazón.
—¿Por qué está oscuro? —Pregunto, mirando el cielo
totalmente negro, el cuál hace tan solo unos minutos
atrás, cuando comencé a meditar, estaba azul y
brillante en todo su esplendor.
—Déjamelo a mi Dexter. —Dawa, se acerca a mi papá
y le coloca su mano
sobre su hombro, mi padre asiente y procede a dar un
paso hacia atrás,
abriéndole camino a aquel monje quién a paso lento, se
dirige hacia mí.
Mi respiración comienza a agitarse al ver tanto
misterio alrededor de todo
esto. Al no saber qué fue lo que pasó conmigo mientras
meditaba.
Dawa, vuelve a meter sus manos dentro de aquellas
mangas largas de su túnica color naranja. Lo veo
pararse frente a mí a solo unos pasos, y mirarme con
su rostro frío y sin expresión alguna como casi siempre,
pero, un pequeño brillo en sus ojos y el palpitar de su
corazón, me decía... que algo no andaba bien aquí.
—Katrina... —Dice, quedándose callado por algunos
segundos. —Haz estado meditando por varias horas,
tantas, que ya a anochecido. —Lo veo aguantar
un suspiro en su pecho.
—¿Qué? —Contesto. —Pero si solo han sido unos
minutos. —Le miro
confundida; mi ceño, fruncido.
—No querida. —Menea su cabeza en negación. —Han
sido horas, ya pasan más de la media noche. —Dice y
yo me estremezco.

Me quedo callada mirándole fijamente a aquellos ojos


negros cómo la misma noche.
¿Cómo puede ser posible que estuve meditando por
tanto tiempo, si, en mi cabeza había sido solo unos
cuantos minutos?
¿Qué fue lo que pasó?
No entiendo nada.
Dando dos pasos hacia atrás y sin quitar la vista de
aquel monje, siento, cómo todo mi cuerpo se estremece
a la par que mis nervios comienzan a
atormentarme.
—No es posible. —Murmuro, continuando dando
pequeños pasos hacia atrás. —Solo fueron algunos
minutos en mi mente. —Mi voz es temblorosa.
—La meditación puede ser así, Katrina. —Dice Dawa,
quedándose en el mismo lugar, solo, siguiéndome con
su mirada. —Hay veces, que si una persona logra
adentrarse demasiado en la meditación, puede pasar
días meditando y no darse cuenta.
—No. —Respondo, deteniendo mis pasos y pasando mi
mano por sobre mi rostro. Veo, cómo mi papá se
acerca a mí y me abraza.
—Todo está bien querida. —Dice, pegando su rostro a
mi cuello. —Lo importante es que ya saliste de ése
trance y que estás bien. —Se aleja un poco de mí y me
mira con una sonrisa forzada en los labios. —Tienes
que contarle qué fue lo que pasó en tu meditación al
señor Dawa, así, él podrá ayudarnos... —Guarda
silencio por unos momentos. —Él es el experto querida,
él sabe de todo esto de la meditación. —Me mira
fijamente, con aquella sonrisa falsa en los labios y yo
asiento débilmente.

—Está bien. —Suspiro mientras asiento. —Les diré. —


Miro a mi papá a los ojos y éste, sonríe más
abiertamente.
Luego de entrar al templo con los chicos y con el monje
Dawa, todos, nos habíamos sentado en aquella área
dónde los monjes meditaban a veces,
aquel lugar lleno de velas encendidas y con cojines en
el suelo, y les había contado todo lo que había sentido
y escuchado durante mi meditación. Claro está, no le
había dicho que la voz me había llamado "lobita".
—Interesante. —Dawa sube su mano hacia su barbilla y
comienza a acariciarla lentamente mientras su mirada
se va hacia la nada. —Según lo que me cuentas,
Katrina... —Su ojos van a los míos y ambos
intercambiamos miradas. —Creo, que lograste hacer
conexión con alguien. Esos sentimientos que lograste
percibir en tu meditación que claramente no eran
tuyos, eran de esa persona. Pudiste meterte en su
mente y corazón, pudiste experimentar lo que ésta
persona siente en carne y hueso. Cosa, que es
extremadamente rara, ya que, solo los monjes más
experimentados pueden hacerlo, incluso... —Se señala
él mismo. —Yo aún no puedo hacerlo.
Todos, nos quedamos en silencio por algunos segundos,
solamente,
mirándonos los unos a los otros.
—¿Y cómo es que ella lo consiguió siendo esta su
primera vez meditando? — Pregunta Austin con el
ceño levemente fruncido por la confusión.
—No lo sé señor Austin. —Contesta Dawa. —Creo,
que todos aquí en esta sala, estamos igual de
confundidos que usted.
—¿Con quién cree que ella se pudo haber conectado? —
Pregunta Justin con un tono de curiosidad. —¿Quién
es ésa persona que le mostró esos
sentimientos?

—Y la pregunta más importante que nadie está


haciendo... —Añade Jaxon. — ¿Por qué mierdas ésa
persona le dijo a Katrina que la mataría? ¿Cómo hizo
eso? —Dice con un tono de voz elevado.
Veo, cómo las miradas de los chicos van hacia Dawa,
quién parece estar muy sereno y tranquilo a pesar de
todo lo que estaba ocurriendo.
—Lamentablemente, no tengo una contestación para
eso. —Dice con un tono de voz suave. —La meditación
es muy compleja, no es solo sentarse y cerrar
los ojos... —Hace una pequeña pausa. —Sino que, hay
mucho más involucrado detrás de ella. Me gustaría,
que Katrina volviera a meditar cuando ella se
sienta preparada para ello, que perfeccione la técnica,
para así, poder
descifrar lo que pasó hoy.
—¡De ninguna manera permitiré que mi hija vuelva a
intentarlo! —Mi padre, se levanta del suelo y camina
hacia mí. —¿No vio lo que pasó? —Mira a Dawa con
mala cara. —¿No vio que alguien la amenazó a través
de una... meditación?
—Lo se señor Dexter. —Dawa se levanta del suelo, los
demás chicos hacen lo mismo. —Pero, si no indagamos
más en ello, si no intentamos que Katrina domine un
poco más la técnica... jamás podrá saber quién la
amenazó. —
Coloca sus manos tras su cintura y nos mira
seriamente. Mi padre, me toma de la mano con fuerza
y lo mira fijamente.
Volteando mi rostro hacia mi padre, le miro a los ojos
con una sonrisa de medio lado.
—Papá, creo que el señor Dawa tiene razón. —Suspiro.
—Créeme, estoy
aterrada del miedo con solo saber que puedo
conectarme con la mente de
otra persona... una persona, con esos sentimientos tan
terribles, pero sé, que
si no lo hago, nunca sabremos de quién vino aquella
amenaza. —Mi papá, se me queda viendo en silencio,
sé, que no le agrada para nada la idea.
—¡Katrina, si algo te sucediese hay dentro...! —Le
dentengo.
—No me pasará nada, lo prometo. —Sujeto ambas
manos suyas y le miro
directamente a los ojos, notando, cómo estos
comienzan a cristalizarse.
—No quiero perderte a ti también, hija. —Solloza.
—No lo harás, lo juro papá. —Me abalanzo sobre él y le
abrazo, éste, me
aprieta fuertemente contra su cuerpo y yo suelto un
suspiro.
El calor del cuerpo de mi padre me daba mucha
tranquilidad, me hacía sentir segura... a salvo. Me daba
aquella pizca de valor que me impulsaba a seguir
adelante, a seguir luchando... a seguir en esta batalla
por él... por los chicos, por mi mamá y todos aquellos
que habían perdidos la batalla.
Retirándome del caluroso abrazo de mi papá, le miro a
los ojos y murmuro un tierno "te amo" el cuál éste
responde con una sonrisa y con un hermoso
"yo también".
—Está bien, inténtalo cariño, pero, ten mucho cuidado.
—Pasa su mano
delicadamente por mi cabello y yo asiento.
—Lo tendré, papá. —Sonrío.
***
Luego de aquella reunión, todos, se habían marchado a
sus respectivas
habitaciones. Ya pasaban las tres de la madrugada, y
creo, que todos estábamos bastantes cansados y
agotados. Dawa, caminando conmigo hacia lo que
sería mi nueva habitación personal, ya que, éste
prefería que yo durmiera en un cuarto por mi cuenta y
no con ninguna figura masculina bajo el techo de su
templo.

La verdad era que no entendía muy bien porqué no


podía dormir con mi
padre, pero, si Dawa decía que no se podía, o que, todos
se sentirían mejor si dormía aparte, bueno, pues lo
haría.
—Aquí está su nueva habitación señorita Katrina. —
Señala la puerta a su izquierda. —Los monjes la
prepararon para que usted se pueda sentir lo más
cómoda posible en ella. —Sonríe. —Y cómo ya lo
habíamos hablado esta mañana, quiero recordarle que
no esta permitido que una chica y un chico estén solos
en las habitaciones, ya sea, con alguno de sus amigos o
incluso su padre. Solo son normas. —Me observa y yo
asiento.
—No tiene de qué preocuparse señor Dawa. Es su
templo y nosotros lo
respetamos. Estamos muy contentos y agradecidos por
su hospitalidad. Sin mencionar, lo satisfechos que
estamos con sus cuidados hacia nuestros amigos
heridos.
—Es un placer poderla ayudar a usted y a su familia. —
Inclina un poco la
cabeza en forma de reverencia. —Que pase una bonita
noche, Katrina.
—Gracias, igualmente. —Digo y veo, cómo Dawa
comienza a caminar por el pasillo, alejándose cada vez
más y más hasta que lo pierdo de mi vista.
Girando el pomo de la puerta de lo que sería mi nueva
habitación, me adentro dentro de ella para luego
cerrarla al pasar. La habitación no era muy diferente a
las demás, solo que, en vez de tener dos camas como la
de los chicos, esta tenía solo una en el centro a la
izquierda. Dos mesitas de noche de madera se posaban
a ambos lados de la cama, una de ellas, con una lampará
de gas
encendida sobre ella, dándole la iluminación necesaria
a la habitación para que pudiera ver un poco. Un
armario que parecía ser muy viejo, adornaba una
solitaria pared a mi derecha. La habitación se veía muy
simple, pero, muy
acojedora a la misma vez.

Llegando a la cama y tirándome en ella de espaldas, me


quedo mirando el techo de la habitación fijamente
mientras pienso en todo lo que pasó hoy. ¿Quién es ésa
persona que me habló a través de mi mente?
¿Cómo es que me pude conectar así solo por haber
meditado?
Además... ¿cómo ésa persona sabía que yo era un lobo?
"Te mataré, lobita" ... esas palabras aún retumban por
mi mente una y otra
vez, trayendo con ellas, un mar de escalofríos que me
recorre el cuerpo.
De pronto, el ruido de alguien golpeando a mi puerta,
me hizo levantarme de
la cama de un solo salto; mi corazón, palpitando muy
rápido.
Lentamente, comienzo a caminar en dirección a la
puerta, preguntándome, quién será a estas horas...
Miles de pensamientos pasando por mi mente en
tan solo algunos segundos.
¿Y si... es la persona de mi mente?
¿Y si, vino a realizar su amenaza... a matarme?
Con la mano temblorosa, acerco mis dedos al pomo de
la puerta, comenzando a girarlo lentamente hasta
escuchar el sonido del seguro haciendo "click". Una
vez la puerta comenzó a alejarse de su marco, veo unos
ojos color verde oliva que conozco muy bien, asomarse
por entre aquel espacio.
—¿Jaxon? —Murmuro abriendo la puerta por completo.
—¿Qué estás haciendo aquí? —Digo en voz baja,
viendo, cómo el chico de los ojos color verde, se
adentra a mi habitación y cierra la puerta tras de sí.
—Bueno, ¿a qué crees? Viene a verte. —Murmura,
tomándome de la mano y halándome fuertemente
hacia él. Nuestros cuerpos, chocando fuertemente el
uno con el otro.

—Sabes que no podemos estar solos en la misma


habitación, Jaxon. —Rodeo mis manos alrededor de su
cintura y le abrazo. Mi rostro, levemente inclinado
hacia arriba para poderle ver bien.
—Me importa una mierda eso Katrina. —Sonríe,
mordiéndose su labio inferior de una manera muy
sensual. —Sabes que ya no aguanto mas el no tenerte.
— Siento, como sus manos comienzan a bajar por mi
cintura, pasando mis
muslos y metiéndose bajo aquella túnica color naranja.
Yo, cierro los ojos dejándome llevar por sus caricias,
por el calor de su
cuerpo... por su olor. Siento, cómo la respiración de
Jaxon, comienza a rebotar sobre la piel de mi cuello y
eso, me provoca un fuerte escalofrío.
—Si nos descubren Jaxon... —Jadeo, pero el chico de los
ojos verdes me interrumpe.
—Solo nos descubrirán si gritas. —Siento, cómo una
sonrisa se forma en sus labios mientras estos me besan
el cuello suavemente.
En ése instante, Jaxon, sujeta con fuerza mis muslos
para luego, halarme
hacia arriba y posarme sobre su cintura. Yo, rodeo mis
piernas alrededor de su regazo con fuerza, mis manos,
entrelazadas tras su cuello.
Veo, como los ojos color verde oliva del chico me
observan de aquella manera que tanto me gusta. Un
suspiro, abandona mi pecho en tanto le miro, tan
lindo y atractivo... tan sensual y a la vez tan tierno.
Jaxon, comienza a caminar junto conmigo en sus
brazos hacia mi cama, para luego, soltarme y hacer que
mi cuerpo rebotase sobre el colchón. Mi
respiración, se agita al ver aquellos dientes blancos
sobresalir de sus lindos y carnosos labios rosados. Mi
corazón se detiene, al ver, cómo sus manos, van hasta
su túnica y éste, comienza a subirla por su sobre su
cabeza, mostrando, aquel cuerpo esbelto y musculoso.

—Jaxon, ¿estás seguro de esto? —Murmuro, con un


nudo en la garganta el cuál me impide casi hablar.
—Si no lo quieres, me puedo ir. —Sonríe, dejando caer
la túnica naranja al suelo. Mirándome, con aquella
mirada pícara que tanto me hacía derretir.
Sin decir comentario alguno, yo, solo le doy una
sonrisa al chico de los ojos verdes, la cuál éste,
inmediatamente toma como un "quédate" y se sube a la
cama sensualmente sobre mí.
Jaxon, comienza a besarme el cuello apasionadamente
mientras sus manos,
se posan a ambos lados de mi cabeza, sosteniendo el
peso de cuerpo. Siento, como éste, empieza a bajar
lentamente por mi cuello con la intensión de llegar a
mi pecho, pero, la túnica se pone en su camino.
Soltando un suspiro, observo al chico de los ojos verde
oliva, comenzar a deslizarse lentamente por mi
vientre, sobre mi túnica. Sus dos lindos ojos, me
observan fijamente mientras una sonrisa perversa se
dibuja en sus labios. Una vez éste llega a mi cintura,
veo, cómo sus manos viajan por debajo de mis ropas,
rozando levemente mi piel en tanto la túnica
comienzan a subir por mi pecho hasta abandonarme
por encima de mi cabeza.
Un escalofrío se apodera de mi ser, al sentir el frío de la
noche sobre mi pecho, el cuál solo era cubierto por mi
sostén. Los labios de Jaxon, se estampan
contra la piel de mi pecho, justo, entre mis dos senos.
Yo, cierro los ojos y arqueo un poco mi espalda al
sentir aquello, al sentir esa sensación que me hace
querer más... que me hace, querer sentirlo todo.
Los dedos de Jaxon, comienzan a jugar sobre la piel de
mi pecho, haciendo pequeños círculos sobre el borde de
mi sostén, justo, dónde este comenzaba. Yo, muerdo
mi labio inferior sintiendo aquello, sintiendo su tacto,
su
presencia. Una corriente eléctrica recorre mi espalda, al
sentir, cómo los

dedos del chico de los ojos verdes, comienzan a halar


mi sostén con
delicadeza, hasta lograr, que mis senos estuvieran
completamente al aire... a su merced.
Sin pensarlo dos veces, Jaxon, estampa sus labios
contra mis pechos y
comienza a besarlos apasionadamente, en tanto yo,
suelto un leve gemido el cuál opaco rápidamente, al
recordar, que esto que estabamos haciendo era
completamente inapropiado en este lugar.
Siento, cómo la mano del chico de los ojos verdes,
comienza a deslizarse por mi vientre, bajando por mi
ombligo y llegando hasta el borde de mi pantalón. Su
lengua, jugando con mis pechos en tanto su mano, se
cuela entre mi ropa interior y mi piel, bajando a mi
intimidad lentamente y comenzando a jugar
con ella.
Un mar de emociones y sensaciones me invade al
sentir aquello. Al sentir,
cómo los dedos de Jaxon, comienzan a moverse dentro
de mi en tanto su lengua, juega tan apasionadamente
con mis senos.
—Quiero que recuerdes lo bien que se siente... —
Murmura con sus labios, aún pegados sobre mis senos.
—Quiero, que la próxima vez que te toque a la puerta...
—Sonríe de forma sensual, jugando con su lengua con
mi pezón. —No dudes en abrirla y dejarme pasar. —
Muerde su labio inferior para luego, sacar su mano de
mi intimidad, pararse de la cama y halar con fuerza mis
pantalones. Quitándolos de una sola halada y
tirándolos al suelo con todo y
mi ropa interior.
Miro al chico de los ojos verdes, viendo, cómo éste,
llevaba sus manos lentamente hacia su pantalón, para
luego, meterlas a sus bolsillos y sacar un preservativo.
Le observo fijamente, viendo, cómo sus dedos llegan al
borde de

sus pantalones comenzando a quitarselos mientras su


mirada me penetraba
el alma.
Siento cómo mi ser se tensa al ver el cuerpo desnudo
del chico, al ver, cómo aquellos pantalones que iban en
conjunto con la túnica que nos dio Dawa, caían al
suelo y Jaxon, solo los pateaba añejándolos de él.
Mi respiración se acorta al observarle ponerse el
preservativo, al saber, lo que pasaría entre nosotros a
pesar de las muchas advertencias que nos había
dicho Dawa acerca de todo esto... a cerca, de un chico
estar cerca o en
contacto con una chica en las premisas del templo.
Una sonrisa pícara se dibuja nuevamente en los labios
del chico, y yo me estremezco al verlo subirse a la
cama... sobre mi cuerpo. Colocando sus
brazos sobre mis muslos, Jaxon, comienza a separar mi
piernas en tanto dobla mis rodillas hacia mí para que la
planta de mis pies quedasen pegadas al
colchen. Luego, éste, comienza a acercare cada vez más
a mí, hasta que
siento, cómo su miembro choca con mi intimidad,
provocándome soltar un
leve gemido.
—Harás que nos descubran. —Ríe en voz baja,
mordiendo su labio inferior.
—Trataré de que eso no suceda. —Sonrío, sintiendo,
cómo la intimidad de Jaxon entra dentro de mí,
provocando que mi espalda se arquee y que mis
manos, se aferraran fuertemente a las sábanas de la
cama.
Jaxon, comienza a moverse aún más rápido, metiendo
su rostro en mi cuello mientras respira agitadamente.
Su respiración tibia calienta la piel de mi
cuello y eso me hace sentir unas sensaciones
placenteras... unas sensaciones, que quisiera, jamás
terminaran.
***

El sonido de un objeto cayéndose al suelo en la lejanía


me despertó. Abro los ojos, mi vista está nublada; solo
el brillo de aquella lámpara de gas a un lado de la
cama, alumbraba la habitación. Miro a mi alrededor,
subiendo las manos
a mi rostro y limpiando mis ojos borrosos con ella,
cuando me percato, que Jaxon aún sigue en mi
habitación.
Al parecer, luego de que Jaxon y yo hiciéramos el
amor, ambos, nos
recostamos un momento en la cama y para nuestra
sorpresa, nos habíamos quedado profundamente
dormidos.
Sabiendo que ya debía estar cerca la hora de levantarse
de los monjes,
comencé a empujar suavemente al chico de los ojos
verdes por el hombro.
—¡Jaxon, despierta! ¡Tienes que irte a tu habitación, ya
pronto será hora de
levantarnos, sonará la campana y todos se levantarán!
¡Jaxon! —Murmuro, intensificando mis movimientos
para que el chico de los ojos verdes se
levantara.
Finalmente, éste, abre los ojos.
—Katrina, ¿qué hora es? —Pregunta, estirando los
brazos y bostezando.
—No lo sé, pero ya debe ser cerca de las cinco de la
madrugada. Tienes que
irte a tu habitación antes de que alguien nos descubra.
—Murmuro, casi
empujándole fuera de la cama. Jaxon, se sienta en el
borde del colchón y suspira.
—¡Sí, sí! Ya voy. —Se para, aún desnudo y comienza a
tomar la ropa del suelo. —Avanza por favor, no quiero
que alguien nos vea. —Murmuro, viéndole
colocarse los calzoncillos y los pantalones. Yo, tomo
una camisa tres tallas
mas grande que la mía de mi mochila y me la coloco
junto con mi ropa interior inferior.

—Bueno, te veo en un rato. —Comienza a caminar


hacia la puerta con la túnica colgando en su antebrazo.
—Sí, nos vemos en el desayuno. Te amo. —Digo,
abriéndole la puerta para que éste se fuera. Jaxon, pasa
la puerta y me mira con una sonrisa desde el pasillo. —
También te amo mocosa. Espero que se repita pronto.
—Sonríe, mordiendo su labio interior, para luego,
comenzar a caminar.
Mientras Jaxon se da la vuelva, veo, cómo éste, choca
con alguien abruptamente.
—Lo siento amigo, no te vi. —Dice Jaxon dando unos
pasos hacia atrás.
Una vez mis pupilas se acostumbran a la oscuridad del
pasillo, mi corazón se congela al ver, que Jaxon había
chocado nada más y nada menos que
con... Amaru.

Capítulo 22

Mis ojos se quedan clavados sobre Amaru como dos


orbes gigantescas; mi corazón, palpitando cerca de mi
garganta, en tanto mis nervios, comienzan a tornarse a
mil.
—Disculpa, no vi por donde iba. Creo... que estoy un
poco distraído. —Dice Jaxon, con una sonrisa en los
labios, rodeando a Amaru y siguiendo su camino hacia
su habitación.
Veo, cómo los ojos del monje, van a los míos y nuestras
miradas se cruzan de aquella manera.

—Pero... —Tartamudea Amaru, viendo, cómo Jaxon se


esfumó en la lejanía del pasillo, prestándole nada de
importancia a que éste lo había descubierto
saliendo semidesnudo de mi habitación a altas horas de
la madrugada.
—¡Amaru... yo lo puedo explicar! —Digo, en un intento
de convencer al monje, que lo que estaba pensando, en
realidad no había sucedido, aunque todos sabemos que
sí pasó.
—No necesito saber nada, con lo que vi es suficiente. —
Extiende la mano hacia mí, volteando su rostro lejos
de mi mirada y comenzando a caminar por el pasillo,
alejándose de mi habitación. Yo, comienzo a caminar
en su dirección, cerrando la puerta tras de mí al salir.
—No es lo que piensas. —Digo mientras le sigo por el
pasillo, llegando a su
lado y caminando junto a él. Éste, sin detenerse en
ningún momento o voltear a mirarme.
—¿No es lo que pienso? —Veo, que éste se voltea
abruptamente y me mira
directamente a los ojos con una sonrisa sarcástica en los
labios. —Vi a Jaxon salir semidesnudo de tu
habitación mientras que tú, también estás en fachas
menores. —Bufa. —¿Qué es lo que vas a negar? —Se da
media vuelta, tomando el pomo de la habitación que
está frente a él y lo gira.
—¿Qué vas a hacer? —Le miro empujar la puerta de lo
que parece ser su habitación, y comenzar a adentrarse
en ella. —¿Le vas a decir a Dawa? —Digo, viendo,
cómo éste se detiene y me mira sobre su hombro, su
mano, aún sobre aquella perilla.
—Lo siento Katrina, pero, es mi deber decirle a Dawa
lo que mis ojos han visto. —Suspira. —En cuanto la
campana suene, iré a hablar con él. —Me da la espalda
y comienza a caminar hacia dentro de la habitación.
¡No permitiré que le diga a Dawa!

¿Por qué tiene que decirle?


¿Por qué no solo, guarda éste pequeño secreto entre
nosotros y hacemos
como si todo esto nunca hubiera pasado?
Antes de que Amaru cerrara la puerta por completo,
yo, corro hacia ella la detengo y me cuelo a su
habitación.
—¿Qué estás haciendo? —Pregunta Amaru al verme
adentrarme a su cuarto y cerrar la puerta tras de mí.
—No puedo quedarme de brazos cruzados sabiendo que
le dirás a Dawa. — Arrincono mi espalda de la puerta
de madera, mis manos, tras mi cintura.
—¡Me meterás en problemas si alguien te ve aquí
conmigo! —Respira
agitadamente. —¡Me podrían echar del templo para
siempre! —Dice nervioso. —Bueno, pues es tu culpa
por ser tan chismoso y querer decirle a Dawa que
Jaxon estaba en mi habitación. —Cruzo los brazos
sobre mi pecho y le miro
con los ojos entreabiertos.
—¿Ahora es mi culpa que tú metas a tu noviecito en tu
habitación y alguien te descubra? —Lo noto un poco
irritado. —¿Qué crees que hubiera pasado si alguien
más te descubriera? —Se queda callado por algunos
segundos. —
¡Exactamente, los mimo! Le hubieran dicho a Dawa. —
Frunce los labios y
suelta un quejido de coraje.
—Y es por eso que estoy aquí... —Separo mi espalda de
la puerta y doy un paso hacia él, éste, da dos pasos para
atrás. —Porqué, fuiste tú el que me viste, y como eres
quién me entrenas, pues, pienso yo que puedes
ayudarme en eso y no decir nada. —Le miro fijamente.
—Solo será un pequeño secreto, no es que vas a ir al
infierno por ello. —Bufo.

—Ya te dije que no puedo hacer eso. —Sube sus manos


a su cabeza. —Si Dawa se entera que yo te vi con un
chico en tu habitación y no le dije nada... me quedaría
en la calle. —Suspira.
—¿Y qué crees que es lo que me va a pasar a mí cuando
Dawa se entere de lo de Jaxon? —Le miro con el ceño
levemente fruncido, viendo, como Amaru se sienta en
aquella cama solitaria en el medio de la habitación. Sus
manos, van
a sus rodillas y éste baja la cabeza mirando al suelo.
Unos segundos de silencio se apoderan de nosotros
hasta que Amaru sube su mirada hasta la mía.
—Te echarían a ti y a tus amigos. —Dice en voz baja.
—Eso es lo que pasaría. — Suspira.
—¡Ves, Amaru! ¡No puedo permitir que Dawa me eche
a la calle ahora! ¡Ahora cuando tengo a mis amigos
heridos y a uno que ni a penas a despertado! — Siento,
cómo mi respiración se agita con el siempre hecho de
pensar que nos podrían sacar del templo con Wesley
en tan delicado estado de salud.
Amaru, se me queda viendo por unos segundos serio,
su mirada fría en mis ojos.
—Lo siento Katrina, pero... —Toma un suspiro
profundo. —Tengo que decirle a Dawa. Es mi deber.
Inmediatamente, siento cómo un calor sube por mi
espalda en tanto mis puños se aprietan a ambos lados
de mi cuerpo. Miro a Amaru con el entrecejo
fruncido... mi respiración, comenzando a agitarse.
Comienzo a caminar hacia aquel monje, quién levanta
la vista y me ve ir en su dirección. La expresión de su
rostro cambia a una de confusión y temor en tanto me
ve acercarme molesta.
—Katrina, no hagas esto más difícil. —Se para de la
cama, pasando su mano por su rostro. —Créeme, yo no
quiero decirle a Dawa, pero es mi responsabilidad
como monje de este templo sagrado. —Comienza a
caminar hacia la mesita de noche y mira una
estructura de lo que parece ser, un dios o algo por el
estilo, no estoy segura. —Tú no sabes todos los
sacrificios que implica ser un monje, y más, que te
aceptaran en un templo como el del señor Dawa. —Me
da la espalda, tomando un poco de fuego de la lámpara
de gas
con un palito, y usándolo para encender un incienso
que tenía frente a aquella escultura.
—Tú tampoco sabes lo que yo luché para encontrar este
lugar... —Suspiro. — No sabes, todo el sufrimiento y el
dolor que tuvimos que pasar para llegar
aquí. —Me quedo callada por unos segundos. —Ver a
mis amigos ser heridos, verlos sufrir y llorar de dolor.
Seguir caminando por este bosque que rodea el templo,
sin saber, si encontraría algún lugar que pudiera
ayudarlos, algún lugar, que pudiera salvarles la vida. —
Doy un paso hacia adelante, mis ojos cristalizados.
Amaru, en silencio y con la cabeza inclinada mirando
aquella estatua. —El no saber si mis amigos y
familiares morirían por mi culpa, eso...
es algo que no le deseo a nadie.
Veo, cómo Amaru se voltea hacia mí lentamente.
Escucho su corazón
comenzar a acelerarse, al igual que su respiración.
—Lo siento... —Murmura, pero, antes de que éste
pueda terminar de hablar,
yo, me lanzo sobre él y lo estampo contra la pared a sus
espaldas. Mis manos, sobre sus hombros y sus ojos,
clavados en los míos.
—¿Cómo te sintieras tú si le pidieras a alguien que te
guarde un secreto y ésa persona se negara? ¿Cómo te
sintieras si sabes, que por el simple hecho de
una persona abrir su boca, tu familia y tú se quedarán
en la calle a pesar de

estar muy enfermos? —Le miro fijamente, viendo,


cómo su pecho sube y baja nervioso.
—Yo no tengo secretos, ¿y sabes por qué? —Su mirada
me penetra el alma y yo le miró directamente a los
ojos. —Porqué yo sigo las reglas... yo, yo no hago cosas
indebidas. —Dice e inmediatamente siento cómo la
presión de mi
sangre aumenta... cómo hierve.
—¡Pues ahora, tendrás uno! —Digo, e inmediatamente,
estampo mis labios contra los de Amaru y le besó
vigorosamente.4
Comienzo a besar a Amaru con mucha energía,
moviendo mis labios sobre los suyos, los cuáles
permanecen totalmente inmóviles. Mis manos, viajan
hasta detrás de su cuello y le halo más hacia mí,
intensificando aquel beso.1
De pronto, siento, cómo los labios de Amaru
comienzan a moverse junto a los míos, en tanto su
respiración se agita y se vuelve irregular. Sus manos,
viajan a mi cintura y siento cómo éste me hala hacia
él, pegando mi cuerpo del suyo y aumentando la
intensidad de aquel beso.1
Luego de algunos segundos más, doy un paso hacia
atrás y le miro. Sus ojos, clavados sobre los míos en
tanto nuestras respiraciones continuaban agitadas y
nuestros corazones parecían que saltarían de nuestro
pecho en cualquier momento.
Ambos, nos quedamos callados por unos momentos,
solo, mirándonos el uno al otro fijamente.
—¿Por qué hiciste eso? —Murmura el monje,
recorriéndome de arriba a abajo con su mirada.
—Ahora ya tienes un secreto... —Suspiro agitada. —
Ahora, tú también has
echo algo indebido bajo el techo del templo. —Éste se
me queda mirando. Sus labios, rojos por aquel beso. —
¿Le vas a decir a Dawa también de esto?1
Amaru, se me quedo viendo, y una sonrisa sarcástica y
nerviosa se le dibuja en los labios.
—Eres muy lista. —Asiente, pasando su mano por su
rostro. —No de como caí en esta trampa. —Mueve su
mano hacia su cabeza y suelta un suspiro.
—Si le dices a Dawa de lo mío, yo, le diré que nos
hemos besado en tu habitación. —Doy media vuelta y
comienzo a caminar hacia la puerta.
—¡Yo... yo me confundí! —Tartamudea. —¡Fue un
error corresponderte ese beso! —Dice, y yo volteo el
rostro mirándole sobre mi hombro. Mi mano, ya
sujetando la perilla de la puerta.
—Aún así me has besado, y creo, que Dawa no
aprobaría eso. —Giro el pomo
de la puerta y la abro lentamente. —Así que, si le dices
una sola palabra a
Dawa de lo que pasó con Jaxon, yo le diré lo de
nosotros, y así... —Hago una leve pausa. —Todos, nos
iremos a la calle juntos. —Abro por completo aquella
puerta y salgo de la habitación.
En el momento en el que la puerta se cierra, yo,
arrincono mi espalda de esta y suelto un suspiro.
Pensando, en lo que había pasado dentro de esa
habitación. En que, había tenido que recurrir a
medidas extremas, para así, poder
defender a los míos... a mis amigos, a mi familia... a
Wesley.
***
Las campanadas no se demoraron demasiado en sonar
luego de que me
acostara en la cama de mi habitación. Estaba agotada,
tanto físicamente

como mentalmente, toda esta situación de la


meditación, de conectarme a la mente de otra persona,
más ahora lo del monje... me tenía un poco estresada.
Solo deseo que mis amigos se recuperen pronto y que
Wesley vuelva a estar consciente. Esa es mi mayor
prioridad.
Levantándome de la cama, tomo la túnica, los
pantalones y me los coloco. Había que salir vestidos de
las habitaciones para así poder ir a las duchas, que era,
lo primero que se hacía en el día.
Saliendo de mi habitación, veo cómo los monjes hacen
fila en el pasillo para entrar a ducharse. Los chicos,
como siempre, al final de la cola.
Comienzo a caminar hacia los demás, viendo a mi papá
hablar con Justin,
mientras que, Jaxon, Austin y los demás, incluyendo a
Lian y a Carlos; hablan y ríen todos juntos.
—Hola hija. —Dice mi papá, colocándome su mano
sobre mi hombro. Éste, con una sonrisa en los labios.
—Buenos días chicos. —Digo, mirando a todos quienes
me dan una sonrisa calurosa.
—Tienes una cara de espantapájaros, Katrina. —Ríe
Carlos señalándome. — ¿Qué pasó, acaso algún muerto
te haló las patas en la noche?—Ríe él, Lian y Sam.
Jaxon, se acerca a mí y me mira con una mirada
sensual.
—Se puede decir que si le halaron las piernas en la
noche. —Murmura con una sonrisa pícara en el rostro.
Yo, le miro con los ojos entrecerrados por el
comentario.1
—Tuve una mala noche. —Digo, viendo cómo la cola
avanzaba. —Eso es todo.

—Bueno, al menos a mí ya me quitaron las vendas del


brazo. —Dice Carlos, mostrándome su brazo ya sin
nada puesto en el. Éste, moviéndolo mejor.
—A mí ya solo me queda una venda en el hombro. —
Señala Lian con una sonrisa en su rostro.
—Que bueno que ya estén mejor. —Suspiro sonriente.
—¿Y Wesley?
—Aún nada, sigue inconsciente. Pero, ya sus heridas
están casi sanas, se supone que vuelva recobrar el
conocimiento ya pronto. —Responde Carlos.
—Eso espero, me tiene un poco preocupada. —Le miro
con el corazón en la mano. Sintiendo, cómo mi pecho
se aprieta con la idea de que éste no volviera a
despertar nunca más.
—Tranquila. —Bufa Lian. —Wesley es como la yerba
mala, es difícil de matar.
De seguro, un día de estos lo verás caminando por los
pasillos. —Dice y yo asiento.
—Espero que así sea. —Tomo una bocanada de aire.
—Así será. —Sonríe Carlos.
***
Luego de que todos los chicos se fueran, y de que me
asegurara que nadie
seguía en el baño, me di una buena ducha refrescante y
salí hacia el patio exterior para las prácticas de Tai Chi
matutinas.
Los chicos, me estaban esperando en un grupito cerca
de una árbol. Todos los monjes ya estaban reunidos, al
parecer, solo faltaba Dawa y... Amaru.1
Mi corazón comienza a agitarse con el simple echo de
saber que Amaru y Dawa no se encontraban.
¿Será que Amaru le está contando todo a Dawa?

Acaso, ¿no le importa que yo pueda decirle al monje de


nuestro beso y que toda su vida en el templo se vaya a
la mierda?
No lo sé, pero tampoco lo dudo. Amaru era muy cabeza
dura y muy recto en lo que a las normas de este lugar
respectase. No pongo en duda que éste le hubiera
contado todo a Dawa, incluyendo el beso, y que todos,
quedáramos en la calle.
De pronto, miro a mi izquierda y veo a Dawa y a
Amaru llegar al patio exterior. Los dos, caminando
lado a lado en silencio. Mis nervios aumentan al verlos
llegar juntos, al saber, que éste podía ser nuestro último
día en el templo.
Dawa, comienza a caminar por su cuenta hacia el
frente del grupo de monjes, mientras que Amaru, pasa
frente a mí, me da una mirada matadora, para luego,
pararse al otro lado del jardín, lo más lejos posible de
mí.
—Buenos días, disculpen el retraso. Ya pueden
comenzar con sus lecciones de Tai Chi. Las parejas se
quedan las mismas, así que, a practicar. —Sonríe, para
luego dar media vuelta y comenzar a marcharse hacia
la sombra de un árbol cercano.
Miro a mi derecha, veo a Amaru en el otro lado del
jardín.
¿De verdad tenía que entrenar con Amaru?
¿No podía cambiar de compañero?
Cruzando los brazos sobre mi pecho, me niego a la
decisión de tener que
entrenar con él. No quiero estar cerca de alguien quién
posiblemente, me
haya delatado ante Dawa y dejado a mis amigos y a mí
en la calle. Sabiendo, que estos estaban heridos.
Miro al monje en la lejanía, mis ojos enfurecidos
clavados en él; mi ceño, fruncido.

De pronto, los ojos de Amaru encuentran los míos y


siento un escalofrío en mi estómago, por lo que, giro
rápidamente mi cabeza en la otra dirección.
—Vamos, tenemos que practicar. —Dice Austin,
comenzando a caminar hacia
el monje que le había dado la práctica el día anterior.
Los demás chicos, le siguen.
—Ve y práctica. —Dice mi papá notando mi molestia.
—El Tai Chi te ayudará a hacerte más fuerte. A
hacerte más veloz para que así puedas combatir a los
encapuchados y a los Victorian, que no se te olvide. —
Dice y yo asiento.
Soltando mis brazos entrelazados de sobre mi pecho,
comienzo a caminar hacia Amaru.
Mi papá tenía razón, tenía que hacer esto por mis
amigos, mi familia y por aquellos que habían perdido
la vida en toda esta situación. Tenía que pensar en
ellos... tenía que ser fuerte por ellos y por mí.
Llegando a dónde Amaru, veo, cómo éste me mira con
la esquina del ojo. Sus manos, cruzadas sobre su pecho
en tanto éste pretendía que no me veía.
—Buenos días, estoy lista para mis clases de Tai Chi.
—Digo, y el chico voltea a verme.
—Buenos días. —Habla en voz baja, dándose media
vuelta y mirándome frente a frente.
Ambos, nos quedamos en silencio por un momento,
solo, mirándonos el uno
al otro, hasta que Amaru se aclara la garganta y se
coloca en posición de defensa.
—Entonces, comencemos. —Amaru, ya en en posición
de defensa. Yo,
colocándome en aquella posición fallida que éste había
intentado enseñarme la vez pasada.
En un parpadeo de mis ojos, el monje comienza la
pelea, y en tan solo unos segundos, una lluvia de
patadas y puños estaba cayendo sobre mí, las cuáles,
yo lograba esquivar débilmente.
—¿Qué te pasa? —Murmuro mientras esquivo sus
golpes. —¿Te levantaste con el píe izquierdo? —Bufo
burlonamente.
—¿Para que te voy a decir que me levanté?, si nunca
pude pegar un ojo —Dice Amaru, yo, le lanzo una
patada, la cuál éste, rápidamente bloquea sujetando mi
pierna con las dos manos.
—Apuesto que el remordimiento de hacer que todos
mis amigos y yo
quedemos en la calle, eso te provocó pesadillas. —Me
agacho, esquivando un puño del monje.
—¿De qué hablas? —Lo veo mirarme con el ceño
fruncido y yo, aprovecho para darle una patada en una
pierna que lo hace tambalearse.
—Sé que le dijiste todo a Dawa y que éste nos echará
probablemente al final
de día. —Trato de pegarle un puño, pero éste, lo detiene
con sus manos, sujetándolo fuertemente entre sus
dedos.
—¿Pero qué estás diciendo? ¿Te volviste loca? —
Esquiva una patada mía.
—Te vi llegando con Dawa esta mañana, seguro le
soltaste toda la sopa
tempranito. —Frunzo mis labios en tanto le miro con
mala cara.
—Yo... — Mira hacia todos lados y se me acerca. — Yo
no le dije nada. — Murmura cerca de mí mirándome
fijamente a los ojos.1
Yo, me quedo perpleja ante aquellas palabras.
Pensando, si éste decía la verdad o tan solo me estaba
mintiendo para salir del paso.

—Eres un mentiroso. —Le empujo por los hombros y


Amaru da dos pasos
hacia atrás. Su rostro con una expresión de
aturdimiento mezclada con asombro.
—Yo no miento. —Dice, mirándome con el ceño
fruncido.
—Lo estás haciendo ahora.
—Mira Katrina... —Se me acerca señalándome con el
dedo índice. —Si le hubiera dicho a Dawa de todo... —
Murmura haciendo una pequeña pausa. —
Ya tú, tus amigos y yo, estuviéramos fuera del templo
hace tiempo. —Continúa señalándome con su dedo.
Yo, me quedo callada mirándole. Viendo, que a juzgar
por su mirada, creo, que Amaru, en realidad decía la
verdad.
En ése momento, la presencia de Dawa a nuestro lado,
nos hace pegar un
salto.
—¡Señor Dawa! —Amaru se gira hacia el monje y le
hace reverencia inclinando su cabeza como su cuerpo.
Sus manos, ambas palmas, juntas al nivel de su pecho.
—Los he estado observando. — Dice Dawa,
mirándonos a ambos, yo, con la cabeza agachada pero
mirándole al rostro. — Es claro que aquí pasa algo entre
ustedes... y yo sé muy bien lo que es. —Habla con voz
firme y un tono de voz fuerte e intimidante.
Amaru y yo, nos miramos el uno al otro con las bolas
de nuestros ojos casi
cayéndose al suelo. Nuestros corazones, acelerados a
máximo nivel en tanto nuestros nervios comenzaban a
traicionarnos.

Capítulo 23
Amaru y yo nos quedamos helados mirándonos el uno
al otro mientras nuestros corazones palpitaban a una
velocidad increíble.
Siento, cómo cada vello de mi cuerpo comienza a
erizarse en tanto un sudor frío empieza a bajarme por
mi espalda.
Dawa estaba parado justo frente a nosotros luego de
habernos dicho que
sabía exactamente lo que ocurría entre nosotros... lo
que ocurría, entre Amaru y yo...
Pero, ¿qué quiso decir con eso?
Una sensación de miedo y desesperación comenzaron a
invadirme. Miedo de que se haya enterado de todo;
miedo, a que sepa nuestros secretos y nos eche a todos
a la calle.
¿Sabrá que Jaxon entró a mi habitación?
Acaso, ¿se enteró de que Amaru y yo nos besamos
anoche en su recamara?
Demasiadas cosas pasaban por mi mente en estos
instantes. Demasiados
miedos acumulándose dentro de mí con la expectativa
de no saber lo que pasará.
—¡Se exactamente lo que sucede con ustedes dos! —
Dawa se nos queda
viendo fijamente, sus manos, dentro de las mangas de
su túnica color naranja. —Ustedes dos no se llevan
bien. —Dice con una leve sonrisa en los labios.
Mi corazón bajó hacia mis piernas y subió a mi pecho
nuevamente en tan solo unos instantes. Un suspiro de
alivio abandona mis entrañas en tanto escucho cómo
Amaru suelta una gran bocanada de aire a mi lado.

—Amaru, sabes bien que aquí en el templo, siempre


tenemos como regla el llevarnos bien entre todos y
siempre intentar mantener la paz y la armonía. —
Dawa dirige su mirada directamente a Amaru, quién
baja su mirada al suelo y cierra los ojos por unos
instantes. Su respiración y pulso cardíaco, acelerados;
pero éste, trata de ocultarlo a toda costa.
—Lo lamento señor Dawa. —Su voz es temblorosa...
nerviosa.
Amaru sube su mirada lentamente hacia el monje y le
mira con pena y
respeto. En sus ojos, se puede notar la gran devoción
que éste le tiene a su superior. La obediencia y
deferencia que siente hacia él, la gran admiración que
le posee.
—La señorita Katrina y yo estamos concientes de ello,
y le aseguro que actualmente nos encontramos
trabajando muy duro en mejorar nuestra relación
tutor-aprendiz. —Inclina la cabeza en forma de
reverencia en tanto une las palmas de sus manos y las
coloca frente a su rostro, tal como si estuviera rezando.
—No dudo de ello. —Dawa sonríe mientras sus mirada
va a la mía. —Amaru es uno de nuestros monjes más
devotos y confiables. —Murmura mirando con la
esquina del ojo a sus alrededores, como asegurándose
de que otro monje no le escuchase.
Amaru se endereza y le mira fijamente a los ojos por
algunos segundos. La expresión en su rostro es de
asombro al escuchar aquellas palabras salir de la boca
del monje.
—Yo... —Amaru tartamudea y parece quedarse sin
palabras. —Es un honor para mí que usted piense de
esta manera mi señor. —El chico vuelve a hacer
reverencia.

—Te lo mereces. —Dawa, saca una de sus manos de


entre las largas mangas de su túnica naranja y la posa
sobre el hombro del chico, quién alza su mirada
nuevamente hacia el monje. —Siempre has sido un
ejemplo a seguir para tus compañeros. Siempre tan
servicial y atento a todo lo que conlleva ser un
monje ejemplar. —Dawa le da una palmada en el
hombro, seguida por una sonrisa. Unos incómodos
segundos de silencio se apoderan de nosotros.
Segundos, que para mí, parecieron ser toda una
eternidad.
—Bueno señorita Katrina... —Dice Dawa, dando dos
pasos hacia atrás y volviendo a colocar sus manos
dentro de las mangas de su túnica, frente a su pecho.
—La dejo seguir con la práctica de Tai Chi. Está en
buenas manos. —
Comienza a caminar y a alejarse de nosotros, para
luego, voltear un poco el rostro y darnos una última
mirada sobre su hombro derecho. —Dele una
oportunidad a Amaru, él tiene muchos conocimientos
que le vendrían bien. Él puede ser la razón por la que
el destino la trajo a este lugar... quién sabe. — Sonríe de
labios cerrados, para luego, continuar su camino entre
los demás monjes que practicaban y perderse de
nuestro rango de visión al salir del patio y dar una
vuelta en dirección hacia el templo.1
Mi corazón aún no procesa lo sucedido. Aún, mi mente
no procesa el hecho de que Amaru y yo hayamos
salido victoriosos de esta... de este susto de muerte que
acabamos de pasar.
Además, ¿será eso cierto que el destino no me trajo
aquí por... Amaru?
Pero si es así, ¿por qué?
¿Qué tiene que ver este monje conmigo y con mi vida?
¿Por qué sería importante para mí conocerle?
No lo sé, tal vez, Dawa solo se está inventando cosas
para que el chico y yo nos llevemos bien.
Lentamente, giro mi cabeza hacia Amaru, quién para
mi sorpresa, ya me
estaba mirando con sus ojos que parecían dos faroles en
medio de una noche oscura.
—Pensé que... —Trato de hablar pero el monje me
interrumpe.
—¡No! —Levanta su mano derecha y me señala con el
dedo índice. —Con todo el respeto Katrina, no quiero
oír ni una sola palabra de lo que fue esta
conversación. — Suspira, cerrando sus ojos por unos
instantes.
—Está bien. —Asiento, tomando una bocanada de aire
y alejándome un poco del chico; dándole su espacio.
Miro a Amaru en silencio desde una pequeña distancia
razonable, éste,
pasando su mano por su cabeza rapada en tanto suelta
un suspiro. Puedo oír
el acelerado palpitar de su corazón,; lo exasperada de su
respiración y puedo sentir, lo nervioso que éste se
encuentra en estos momentos.
Luego de algún minuto o dos de respiraciones
controladas y de lo que parecía ser un poco de
meditación improvisada, veo, cómo Amaru está más
calmado, por lo que éste, se gira y se dirige a mí.
—Disculpa mi reacción de hace un rato. — Baja su
mirada por unos instantes al suelo, para luego, cruzar
su mirada con la mía. —El señor Dawa nunca se había
dirigido hacia mi persona de ésa manera. —Suspira. —
En el tiempo que llevo aquí, nunca me había dicho lo
que pensaba de mí, y mucho menos, que soy un
ejemplo a seguir. —Pasa su manos por su rostro
volviéndose a notar un tanto consternado.

Yo, solo me quedo en silencio observándole sin saber


qué exactamente decir
en esta situación.
—¡Esto es tan insólito! —Sonríe de medio lado de
forma un tanto sarcástica.
En su rostro, se puede observar una expresión de
remordimiento y angustia. — ¿Por qué justo ahora? —
Pasa sus manos por su cabeza. —Justo cuando por
primera vez en el tiempo que llevo en este templo hago
algo indebido. Algo... prohibido de lo cuál no estoy
orgulloso. —Suspira. —¿Justo hora es cuando éste se
decide en mostrarme abiertamente lo que piensa de mí
y de mi
desempeño como monje? —Menea su cabeza de lado a
lado mientras su
mirada se pierde en el horizonte por algunos segundos.
—Tranquilo Amaru. —Digo con un tono de voz suave.
—Todos en algún momento cometemos errores.
Somos... humanos y dicen que eso es lo que
hacemos por naturaleza. —Frunzo mis labios al sentir
remordimiento por haberlo besado, por ser yo, la
culpable de que éste chico ahora estuviera en este
enredo emocional por el cuál estaba pasando. —Sé que
te debo una
disculpa. —Digo, e inmediatamente, Amaru desvía su
mirada hacia la mía. —Yo no debí... —Trato de hablar,
pero éste me interrumpe momentáneamente.
—¡No, está bien! —Sus ojos clavados en los míos. —
Acepto tus disculpas, Katrina. No tienes que decir
más. —Me brinda una leve sonrisa de medio lado. —
Entiendo el porqué lo hiciste. —Asiente levemente con
todavía aquella sonrisa en los labios. —La familia
siempre va a ser primero que nada en el
mundo. —Voltea su cabeza y lo veo observar a los
chicos practicar Tai Chi con los demás monjes. —
Hiciste lo que era correcto para ti y los tuyos. — Su
mirada vuelve a la mía y yo le regalo una sonrisa. —Te
perdono, Katrina. — Sonríe.
Una ola de felicidad llena mi pecho al escuchar esas
palabras salir de la boca
de Amaru. Un frío comienza a recorrer mi corazón al
oír aquello, al saber, que

ya no habría ningun tipo de rencor entre nosotros... al


saber, que Amaru me había perdonado por aquello.
—Gracias. —Digo, con una sonrisa de labios cerrados.
Amaru, asiente con su cabeza mientras me devuelve
muy lindamente aquella sonrisa.
—Cambiando de tema y situación... ¿Qué te parece si
comenzamos a practicar aquella pose de defensa que
tan mal te sale? —Se aleja dos pasos hacia atrás, en
tanto lo veo reír por lo bajo y colocarse en posición
defensiva.
—¡Oye! ¡Más respeto, que estoy al menos intentándolo!
—Río, tratando de
colocarme en aquella posición que tanto se me
dificultaba. Tratando de
recordar el cómo posicionaba mis piernas y brazos tal y
como el monje me había explicado en la práctica
anterior. —¡Estoy lista! —Digo, mirando al chico que
tengo frente a mí en posición defensiva y éste asiente.
En ése momento, Amaru, cambia completamente de
una posición de defensa
a una de ataque. Yo, me mantengo firme con mi
posición en tanto lo veo venir hacia mí con a la
intensión de atacarme.
El monje, rápidamente se agacha y con tan solo una
patada por lo bajo, éste, logra derribarme al pegarme
en una de mis piernas y hacer que perdiera el
equilibrio. Todo esto, pasando en tan solo unos
segundos, los cuáles, fueron suficientes como para
hacerme estampar contra el suelo y terminar como
siempre... derrotada por ese monje "karateka".
—Aún tienes débil ésa pose de defensa, Katrina. —
Dice, extendiendo su mano hacia mí.
—Bueno, si tengo mal mi posición defensiva, es porqué
mi tutor no me enseña bien cómo se hace. ¿No lo
crees? —Sonrío, mientras extiendo mi mano y tomo la
de Amaru quién ejerce fuerza y me ayuda a ponerme
en pie.

—Ven, te voy a mostrar cómo se hace. — Me sonríe


abiertamente, mostrando por primera vez en este
tiempo, su bonita dentadura. —Vamos, muéstrame
cómo es que haces esa posición defensiva. — Se me
queda viendo expectante. Yo, me quedo inmóvil por
unos segundos, para luego, dar dos pasos hacia atrás y
comenzar a adoptar aquella posición.
Una vez ya tengo la pose defensiva, Amaru, comienza
a acercarse a mí de forma pausada. Sus ojos,
recorriendo mi cuerpo entero a detalle...
observando, analizando. Lo veo caminar a mi
alrededor, tan silencioso, con su mirada solo plasmada
en mí.
—Tienes que subir un poco más este brazo. —Lo
escucho hablar pero no lo
veo, ya que éste se encuentra justo a mis espaldas.
—¿Cuál? —Pregunto, tratando de girar el cuello por
sobre uno de mis hombros para observarle, cuando de
pronto, siento el tacto de sus manos sobre mi brazo
derecho y eso me provoca un escalofrío que me sube
directamente por la espalda.
—Este... —Dice, mientras comienza a ejercer un poco
de presión en mi brazo; posicionándolo en la postura
correcta que él quería que tuviera.
Yo, asiento levemente dejando que el monje posicione
mi brazo a su manera. —Ahora, tienes que arquear un
poco más la espalda, Katrina. —Dice y siento, cómo su
mano va a mi espalda, ejerciendo un poco de presión en
ella y haciendo que esta se arqueé hacia adelante.
Una sensación de incomodidad y nerviosismo me
invaden. Amaru, había
pasado de su regla personal de "no tocar a una chica" a
ahora, tener contacto físico conmigo.

¡Tranquila Katrina, él solo te está ayudando a


perfeccionar tu posición defensiva! ¡Es tú tutor, y eso
es lo que todos los tutores han hecho con los demás
chicos, tú lo has visto!
Tal vez, la cuestión del beso que nos dimos anoche en
su habitación, no ayude mucho al tema de sentirme
incómoda con éste chico.
—¿Así está bien? —Pregunto, mi voz notablemente
entrecortada.
—Bueno... —Amaru aparece en mi rango de visión con
una sonrisa en el rostro. —Eso lo vamos a saber ahora.
—Dice, para luego, colocarse frente a mí en posición
de ataque.
Inmediatamente, Amaru comienza a acercarse para
comenzar la práctica, yo, permanezco en aquella
posición, pero esta vez, estando muy alerta a sus
movimientos. De pronto, veo, cómo el monje se inclina
un poco y trata de patearme las piernas para que
nuevamente pierda el control y caiga al suelo. Pero,
esta vez no será igual. Rápidamente, esquivo su ataque
y logro no ser derribada. En ése mismo instante, noto,
cómo Amaru tiene un punto débil ahora que está
agachado en el suelo, por lo que, cambio de mi posición
defensiva a una ofensiva y le doy una patada en el
pecho que lo hace caer de espaldas al suelo.
Una sonrisa se dibuja en mis labios al ver que lo he
derrotado esta vez. Amaru, me observa con una
expresión de asombro mientras se sienta en el suelo y
me observa.
—Definitivamente los ajustes que hicimos sí hacen
diferencia. —Ríe por lo
bajo.
—Creo que sí. —Digo, acercándome al chico y está vez,
yo siendo la que le ofrece la mano para ayudarle a
levantar del suelo.

Una vez Amaru parado frente a mí, éste, se me queda


viendo con una sonrisa en los labios la cuál yo le
devuelvo.
—¡Katrina! —Escucho la voz del chico de los ojos color
oliva en la lejanía. Inmediatamente, volteo mi rostro a
mi izquierda y veo a Jaxon venir
caminando hacia nosotros.
—¿Cómo? ¿Cómo les va en la práctica? —Pregunta,
acercándose a mí y
colocando su mano sobre mi hombro, acariciando mi
brazo mientras sus ojos se van directamente hacia
Amaru.
—Amaru me está enseñando bien. —Contesto,
observando con detenimiento
la actitud de Jaxon hacia el monje. —Solo estamos
tratando de perfeccionar mis posiciones de defensa. —
Digo, y veo cómo Amaru baja su mirada al suelo. —
Bien. —Jaxon me mira serio, pero, me regala una
sonrisa falsa de esas que le conoszco tan bien. —Ya mi
tutor y yo terminamos la práctica. Yo voy a ir adentro
a ver como sigue Wesley y quería saber si tú también
estabas
interesada en venir.
—No sé si aún hemos terminado la... —Amaru me
interrumpe abruptamente. —¡Sí! Ya me has hecho caer
al suelo. —Sus ojos van a los míos para luego
dirigir su vista a la de Jaxon. —Creo que a tenido un
buen desempeño hoy, por lo que, podemos dar por
concluida la práctica de Tai Chi de hoy. —Sonríe de
forma nerviosa.
—¡Perfecto! —El chico de los ojos verdes, sonríe de
forma abierta mientras
coloca su brazo tras mi cuello y me hala
estrepitosamente hacia él. —¡Gracias por ser tan
caritativo y servicial! —Dice, y ambos comenzamos a
caminar hacia el templo. Yo, volteo mi rostro sobre mi
hombro y observo a Amaru soltar un suspiro.

Miro al chico de los ojos verde oliva a mi lado. Su


brazo, aún tras mi cuello
mientras ambos caminamos a paso lento hacia la
entrada del templo.
—¿Por qué tiene unas de tus rabietas de celos? —
Pregunto, mirándole la expresión seria en su rostro.
—No son celos. —Dice sin tan siquiera voltear. —Solo
es que, no me gustó la forma en la que te tocó. —Habla
firmemente mientras pasamos la entrada del templo,
yo, me alejo delicadamente de éste, soltando su agarre
de su brazo sobre mis hombros.
—Jaxon, él solo me enseña Tai Chi. —Digo, tratando
de no recordar aquel beso que el monje y yo nos dimos
en su habitación.
—Bueno, sí... pero es que... —Para su andar y lo veo
pasar su mano derecha
tras su cabeza mientras se rasca suavemente. Su mirada
en el suelo. —¡Es que no soporto ver como otro chico
te toca! —Dice, levantando su rostro y cruzando su
mirada con la mía. Yo, no puedo evitar soltar una risita
al verlo
así, éste , me mira con una ceja arqueada al ver mi
reacción ante su
comentario. —¿Qué? ¿Te parece gracioso? —Arquea
una ceja y me mira serio. —Es que te ves tan tierno
cuando te pones celoso. —Río acercándome a Jaxon y
pasando mi mano suave y juguetonamente por su
cabello. Éste, me mira serio por algunos segundos, para
luego, brindarme una sonrisa.
—Ven, vamos a ver a Wesley, que para eso veníamos.
—Dice, tratando de verse serio cuando en realidad, sé
que trata a toda costa de ocultar aquella sonrisa que
quiere formársele en los labios. Yo asiento.
Jaxon y yo, nos dirigimos a la habitación en la que
Wesley todavía se
encontraba. Aquella habitación en dónde había pasado
todo este tiempo en recuperación.

Todos, estábamos muy esperanzados en que éste


despertase. Ya había
pasado bastante tiempo y aún no había señales de que
despertaría en algún momento cercano.
Los monjes, decían que Wesley había erdido mucha
sangre y que por eso, tal vez, aún no se recuperaba por
completo.
Llegando frente a la habitación, Jaxon, toma la perilla
de la puerta, la gira y nos abre paso al interior del
cuarto.
Al entrar, vemos a mi papá y a Justin en la habitación.
Mi padre, sentando en una silla cerca de la ventana,
mientras que Jsutin estaba sentado en una de
las camas vacías de la habitación. Wesley, dormido
como siempre sobre aquel colchón con una sábana
blanca que le cubría hasta los hombros.
—¿Cómo está Wesley? —Pregunto adentrándome a la
habitación mientras escucho como el chico de los ojos
verde oliva cierra la puerta tras de sí al pasar.
—Todo está bien, está estable. —Contesta Justin
volteando su rostro y
mirándole con una expresión de pena en el rostro.
—Eso me alegra, pero, me preocupa que aún no
despierta. —Contesto,
caminando hacia otra cama vacía para sentarme en ella.
Jaxon, se sienta en el suelo cerca de la puerta de salida.
—Tranquila, Wesley es un tipo duro. —Dice Justin
recostándose en la cama. Sus manos entre la cabeza y
la almohada, sus pies, cruzados uno sobre el otro en los
tobillos.
En ése momento, escuchamos como la puerta de la
habitación se abre y todos volteamos a ver. Sam entra
por la puerta.
—¡Pendejos! —Dice Sam con un tono de voz elevando,
entrando a la habitación con sus manos al aire como
queriendo hacer una entrada
espectacular.
—¡Cállate Sam, estamos en el cuarto de un enfermo! —
Refunfuña mi papá entre dientes desde cerca de la
ventana.
—¡Pero si el imbécil no escucha! —Sam se acerca a la
cama en la que Wesley está acostado y le mira
atentamente. —No sé que espera el idiota para
despertarse. —Dice, y noto como un suspiro abandona
su pecho. En su voz, un tono de aflicción que éste trata
de disimular. —Extraño pelear y joder con él. — Bufa.
—Es un pendejo, pero se le quiere. —Sonríe de medio
lado observando a Wesley sobre aquella cama.
—Nunca pensé escuchar esas palabras de ti. —Wesley
habla y todos pegamos un salto.

Capítulo 24

Todos nos quedamos perplejos observando a Wesley


fruncir sus ojos y
comenzar a moverse sobre aquella cama.
Unos pequeños segundos de silencio inundaron la
habitación por completo. —¡Wesley! —Grita Sam
rompiendo con aquel momento en el que todos
estábamos simplemente helados y viendo cómo
Wesley abría lentamente los ojos. Yo, salto de la cama
y corro hacia dónde está el chico, los demás, hacen lo
mismo.

—¿Qué mierdas pasó? —Wesley habla con un poco de


dificultad en tanto pasa su mano lentamente por su
rostro.
—¡Saliste de las garras de la muerte! —Habla Sam con
un nudo en la garganta. —¡Eso fue lo que pasó! —Dice,
en tanto ayuda al chico a sentarse en la cama.
—¡Jaxon, llama a los monjes para que vengan a
verificarlo! —Dice Justin,
Jaxon asiente parándose inmediatamente del suelo y
saliendo del cuarto a toda prisa.
—Has estado inconsciente por... —Sam mira hacia el
techo de la habitación
mientras sube su mano y comienza a frotarse la
barbilla, pensando. —No sé cuanto pero, has estado ahí
tirado como un saco de patatas por un buen tiempo. —
Sonríe de medio lado observando a Wesley pasarse las
manos por
su cabello en tanto mira a sus alrededores.
—¿Y dónde mierdas estamos? —Pregunta el chico un
tanto perdido y
confundido.
—Es una larga historia, pero tranquilo... —Sam posa su
mano sobre el hombro del chico con una sonrisa cálida
en el rostro. —Te la contaré toda. —Suspira, sus ojos,
cristalizados.
En ése momento, la puerta de la habitación se abre
estrepitosamente y vemos a Dawa junto con otros dos
monjes pasar por ella.
—¡Despertó! —Dice Dawa con mucha emoción.
—¿Y quién es éste? —Murmura Wesley sin quitarle los
ojos al monje. Su
mirada, recorriéndole entero de arriba a abajo.
—Hola, un gusto soy Dawa, el monje encargado de este
templo. —Dawa, da un paso hacia adelante en tanto
saca sus manos de entre las mangas de su túnica
naranja y las extiende hacia el chico.

—Hola... —Dice Wesley con un tono de duda en su


voz, extendiendo su mano y correspondiéndole el
saludo a Dawa. Mientras, los otros dos monjes
comienzan a verificar a Wesley con una serie de
instrumentos médicos.
Luego de algunos minutos, los monjes terminaron de
analizar la salud de
Wesley, y aparentemente, éste estaba totalmente
saludable.
Los chicos y yo, comenzamos a explicarle a Wesley
todo lo que había ocurrido desde que éste quedó
inconsciente. Todos los eventos que se había perdido,
como también, en dónde estábamos y quiénes eran
estos hombrecitos de túnicas naranjas.
Wesley, no podía creer cómo fue que de todos los
lugares posibles, vinimos a terminar en un templo de
monjes, pero, la verdad era que yo tampoco.
Todos, incluyendo a Austin, Lian y los demás,
vinieron a ver a Wesley y a saludarle, eso sí, hasta que
Dawa nos echó de la habitación para dejarle descansar
y no abrumar al chico con tanta información repentina.
—Me alegra mucho que Wesley haya regresado. —
Digo a los chicos que están conmigo fuera de la
habitación, con una sonrisa en los labios.
—Sí, era la pieza faltante en nuestro grupo. —Sonríe
Lian con una expresión de alivio en el rostro. —Ahora,
ya todos estamos completos. —Suspira.
En ése mismo momento, las campanadas del templo
comienzan a sonar, indicando que la hora para la
meditación iba a empezar.
Un pequeño escalofrío recorrió mi espalda al saber, que
probablemente tendría que volver a meditar. Con la
experiencia que tuve la última vez, no es que me
queden muchas ganas de intentarlo de nuevo.

El saber que posiblemente podría conectar mi mente


con la de otra persona
ahí afuera, me ponía los nervios de punta. Mas aún,
sabiendo, que dicha persona tenía unos sentimientos
tan malignos y deplorables en su corazón.
Sin mencionar, que me había amenazado
telepáticamente a través de la
meditación... eso también cuenta.
Los chicos y yo, comenzamos a dirigirnos hacia el patio
exterior. Yo,
sinceramente, arrastrando mis pies por allá dónde
caminaba, tratando de evitar llegar al lugar.
Una vez ahí, todos, nos sentamos en el suelo en
posición de loto como la
última vez, esperando a que todos los monjes llegasen y
pudiéramos dar
comienzo a la sección.
Cabe mencionar, que Carlos ya se nos había unido a
nuestro grupo de
meditación. Dawa, ya le había dado luz verde para que
éste pudiera realizar
las actividades normales de lo que sería un monje, ya
que, su brazo se había recuperado un casi cien
porciento. Cosa, de lo que Carlos estaba muy
contento. Lian, por otra parte, a pesar de que Dawa
también le concediera su
"libertad", éste, había decidido quedarse cerca por si
Wesley le necesitaba. Todos los monjes ya se
encontraban en el patio exterior, solo faltaba Dawa y
Amaru como era de costumbre.
Luego de algunos minutos, los veo venir caminando
uno junto al otro mientras hablaban y sonreían. Dawa,
se posa frente al grupo en tanto Amaru, busca su lugar
y me regala una cálida sonrisa al su mirada cruzar con
la mía.
Dawa, como de costumbre, dio las indicaciones para
luego darnos el permiso de comenzar con la
meditación.

—Katrina, ¿puedes hacerme el favor y acompañarme?


—Dice Dawa mientras me mira fijamente. Yo, asiento
un tanto confundida mientras procedo a
ponerme en pie y comenzar a caminar hacia el monje.
Miro a mi derecha y veo, como mi papá y Jaxon me
observan disimuladamente con un ojo
entreabierto. —Tú también Amaru, por favor,
acompáñenos. —Extiende su mano llamando al monje
delicadamente.
—¡Sí señor! —Asiente Amaru, poniéndose en pie
rápidamente y comenzando a caminar hacia nosotros.
—¿Yo también puedo ir? —Escucho la voz del chico de
los ojos verdes. Éste,
nos observa fijamente en tanto se para del suelo
esperando una respuesta por parte de Dawa.
—Gracias por su ofrecimiento señor Jaxon, pero
estaremos bien, no se
preocupe. Usted y los demás pueden continuar con su
sección de meditación aquí. —Dawa le regala una
sonrisa de medio lado. Jaxon, con una expresión de no
muy buenos amigos en el rostro. Mi papá, le hala del
pantalón y le hace señas para que se sentase, cosa que
éste hace mientras nos mira alejarnos lentamente
desde su lugar.
Dawa, nos dirigió a mí y a Amaru hacia aquel patio
muy bonito que tenía la fuente de agua que tanto me
había gustado. Aquel patio lleno de flores de colores y
árboles frondosos en el cuál, tuve aquella mala
experiencia con mi primera meditación.
—Katrina, quiero que practiques aquí tu meditación.
No quería que lo hicieras frente a los demás monjes o
tu familia y amigos, ya que, en realidad no sabremos
que es lo que pasará. —Dawa me mira fijamente y yo
asiento. — Amaru te ayudará con todo esto de la
meditación. —Gira su mirada hacia el chico y éste le
asiente con respeto. —Él se encargará de velar por ti
mientras

meditas, además de explicarte todo en lo que tengas


dudas. Yo, iré a vigilar al grupo. —Dice y comienza a
caminar en dirección hacia donde se encontraban los
demás.
—Pero, ¿y si me conecto otra vez con aquella persona?
—Digo, antes de que éste pudiera marcharse.
—Si eso pasa, trata de ver que hay más allá. No te dejes
intimidar, mira más profundo... investiga de qué se
trata todo esto... de quién. —Me mira serio y
eso me provoca escalofríos. Yo asiento.
Unos segundos de silencio se apoderan de nosotros en
tanto nuestras miradas se cruzan. Mi corazón, latiendo
muy fuerte y rápido ante lo desconocido, ante la
incertidumbre de no saber qué pasará.
—Tranquila, todo estará bien. —Sonríe de labios
cerrados, sus manos, como siempre, dentro de aquellas
mangas largas en su túnica naranja. —Te dejo en
buenas manos. —Dirige su mirada hacia Amaru para
luego, dar media vuelta y seguir su camino.
Mis ojos van a Amaru quién me observa en silencio.
Un suspiro profundo abandona mi pecho en tanto
procedo a sentarme en posición del loto en el suelo.
—Tranquila, sé que todo saldrá bien. —El monje se
acerca y se sienta a mi
lado. —Puede que esta vez no te comuniques con esa
persona, quién sabe. — Dice y yo asiento un tanto
desanimada.
—No lo sé Amaru. —Digo entre un suspiro. —Te
puedo confesar que estoy un tanto confundida. —Éste
me mira con el entrecejo levemente fruncido. —Parte
de mí no quiere volver a vivir aquello. No quiere
volver a sentir esos
sentimientos tan deplorables que sentí cuando estuve
conectada con esa persona, pero, a la vez, la curiosidad
de saber por qué y quién es éste ser... me

consume por dentro. —Bajo mi mirada hacia mis


manos y comienzo a jugar
con mis dedos nerviosamente.
—Sea lo que sea que pase... —Amaru me observa con
una leve sonrisa de medio lado que me hace sentir
segura. —Yo estaré justo aquí a tu lado para apoyarte.
—Me muestra su bonita dentadura y yo solo solo puedo
asentir al sentirme mucho mejor con sus palabras.
En ése momento, y sin pensarlo demasiado, me coloco
en posición y procedo
a cerrar mis ojos. Comienzo a tratar de relajar mi
respiración en tanto aclaro
mi mente. Sacando aquellos sentimientos y
pensamientos negativos que invaden mi corazón.
Liberando toda tensión y problemas que quisieran
invadirme.
Luego de lo que pienso yo fueron algunos minutos,
logro relajarme por
completo.
Una sensación de felicidad y armonía regocijan dentro
de mi pecho. Siento, como una alegría inmensa
comienza a emanar dentro de mi, dentro de mi
corazón... de mi alma.
Acaso, ¿es así que se debe sentir una persona cuando
medita?
¿Es este el efecto que se supone que deba causar y no lo
contrario a lo que yo viví aquel día?
De pronto, todo aquello bonito que sentía y que
comenzaba a disfrutar,
comienza a ser aplacados por sentimientos de dolor... y
es ahí dónde supe que la conexión con aquel ser
maligno, estaba por comenzar.
Rápidamente, recuerdo las palabras que me dijo Dawa.
Que intentase ir más allá, que tratase de investigar qué
y quién era esa persona. El por qué de su aparición en
mi mente, en mis pensamientos... en mi vida.

Unas ganas inmensas de llorar comenzaron a invadir


mi pecho y mi corazón, Una tristeza mezclada con
agonía y dolor se hicieron muy presentes en mi ser.
Intento soportar, intento aguantar todo este dolor y
sufrimiento que siento reflejados en mí, pero que sé,
que en el fondo, no eran míos.
—¿Quién eres? —Me atrevo a preguntar dentro de mi
mente, sin en realidad saber si esto funcionaría.
Me quedo expectante, en silencio y muy concentrada,
pero nada sucede.
¿Por qué pensé que esto funcionaría? No es como que
esto en una llamada telefónica o algo parecido, aunque
en realidad, no tengo idea de cómo todo esto funciona
al fin y al cabo.
—¡Ayuda! — Escucho una voz femenina dentro de mi
mente.
¿Es acaso esta la misma persona que me amenazó la
otra vez? No lo puedo recordad, no puedo precisar.
—¡Ayúdame por favor! — Vuelve y repite aquella voz.
—No tengo mucho tiempo, la conexión no perdurará
mucho. —Su tono de voz es nervioso, temeroso.
—¿Cómo... cómo te puedo ayudar? —Pregunto entre un
tartamudeo, sin saber bien qué hacer o decir en esta
extraña situación.
—¡Me tienen atrapada, soy prisionera y no puedo
escapar! —Solloza. —
¡Necesito que me ayudes por favor!
Un sentimiento de temor y miedo comienzan a
invadirme.
¿Cómo podría yo ayudar a esta persona?
¿Quién es? ¿Y por qué aún sigo sintiendo aquellos
sentimientos despreciables provenientes de ella?

—¿Cómo puedo ayudarte? —Vuelvo y repito. —¿Cómo


te consigo? —Pregunto impaciente.
—Tienes que venir a... —Dice, pero, en ése momento,
comienzo a sentirme mareada... aturdida y un tanto
cansada, dejando así de escuchar a la mujer.
—¡Katrina! —Escucho la voz de Amaru en la lejanía. —
¡Responde, Katrina! —Su tono de voz es fuerte, parece
preocupado, por lo que, trato con todas mis fuerzas de
abrir mis ojos, pero no lo consigo.
Los sentimientos de dolor y pena que irradiaba aquella
mujer desconocida
comienzan a esfumarse... a disiparse.
Luego de algunos segundos de constantes intentos de
salir de esta
meditación, de este trance, consigo abrir levemente mis
ojos y lo primero que veo es el rostro de Amaru
observándome con una expresión de terror en el
rostro.
—Katrina, ¿estás bien? —Su voz temblorosa me
pregunta, en tanto siento,
cómo sus manos cargan mi cabeza delicadamente
mientras mi cuerpo se
encuentra extendido en lo que parece ser el suelo del
patio donde nos
encontrábamos.
—Creo... —Murmuro con algo de dificultad. —Creo
que sí. —Asiento
débilmente.
Comienzo a sentir la sensación de un líquido cálido y
espeso bajando por mi nariz, resbalando por mi labio
superior, hasta llegar a la comisura de mi boca. El
sabor a metal... a hierro, me hicieron saber que en
realidad estaba
sangrando.
—¡Te voy a sacar de aquí! —Dice Amaru, mientras
siento, cómo sus brazos
comienza a elevarme del suelo y cargarme.

Mi visión estaba muy borrosa, y en realidad, la


sensación de mareo y
aturdimiento no estaban mejorando.
—¿Qué le pasó? —Escucho la voz de mi padre, pero no
le veo.
—La meditación, algo salió mal. —Amaru contesta.
Todo comienza a dar vueltas dentro de mi cabeza. Más
líquido cálido saliendo de mis fosas nasales. Mi visión
no mejora, creo... que en realidad empeora. Todo se
vuelve oscuro y parece... que perdí el conocimiento.
***
—¡Usted dijo que la mantendría a salvo!—¿Es esa la
voz de mi padre? —¡Y mire
lo que le pasó!
—No sabemos que pudo haber sido, ella parece ser una
chica especial, tal vez, con algún tipo de don que no
sabemos.
¿Es la voz de Dawa?
¿Por qué están discutiendo?
Intento abrir mis ojos lentamente, la claridad del día
pega en mis ojos y me hace fruncirlos levemente.
—¡Miren, está despertando! —Escucho la voz de
Amaru a mi lado.
—¡Quítate bueno para nada!
¿Es ése Jaxon?
Al abrir mis ojos veo al chico de los ojos verdes oliva
parado a mi izquierda; mi papá, a mi derecha. Parece
que estoy acostada en una cama. Dawa y Amaru a
unos metros de mi observándome.
—Hola. —Es lo primero que se me ocurre y lo primero
que digo.

—¡Katrina cariño! —Mi padre se abalanza sobre mí y


me abraza con fuerza. —
Tremendo susto nos diste. —Dice con su voz
entrecortada y temblorosa.
Miro a mi izquierda, Wesley está acostado en la cama
de al lado, su mirada sobre mí.
—¿Qué fue lo que sucedió? —Pregunto un tanto
confundida. Mi padre, cesa su abrazo y se incorpora;
sus ojos un tanto cristalizados.
—Amaru dice que comenzaste a actuar extraño. —
Habla mi padre. —Y que de
la nada, tu nariz comenzó a sangrar y tu cuerpo a
temblar, hasta que caíste desplomada al suelo, no
inconsciente, pero sí muy débil. —Dice mientras yo
me siento en la cama con un poco de dificultad.
Un fuerte dolor de cabeza se hace presente en el
momento en el que logro sentarme en aquella cama.
Coloco mi mano sobre mi frente en tanto frunzo un
poco mis ojos y labios por el dolor.
—Tráiganle algunos analgésicos por favor. —Escucho
la voz de Dawa y veo, como unos monjes salen de la
habitación rápidamente, me imagino, a buscarme
aquellos analgésicos para el dolor. —Si me permiten...
—Veo a Dawa pasar por entre mi padre y Jaxon que
están a un costado de mi cama. — ¿Quisiera saber que
fue lo que le pasó señorita Katrina? —Me mira
expectante de mi respuesta.
Yo, me quedo observándole. Miro tras suyo, Amaru
me observa con una expresión de preocupación
mezclada con curiosidad, al igual que todos en
esta habitación.
De pronto, los monjes, entran con los analgésicos y un
vaso de agua. Estos,
con mucho cuidado, pasan por un lado de Dawa y me
entregan el vaso de
agua junto con unas pastillas envueltas en una
servilleta, yo, procedo a
tomarme los analgésicos los cuáles en realidad
necesitaba.

Comienzo a intentar recordar aquello que había


sucedido durante la
meditación, pero todo parece estar muy nublado.
—No logro recordar bien. —Digo, mientras le entrego
el vaso con el restante de agua a Jaxon. —Todo... todo
está muy confuso en mi mente ahora mismo. —
Suspiro, intentando rebuscar en mi memoria aquello
que había vivido durante la sección de meditación.
—Intenta recordar querida. —Dawa me mira
pacientemente. —Eso va a ser
pieza clave para saber que es lo que ocurrió, o más
bien... qué es lo que ocurre contigo. —Su mirada es
penetrante.
Paso mi mano por mi rostro, tratando de calmarme un
poco y pensar.
Todos en la habitación estaban muy callados; sé, que
estos esperan impacientemente una respuesta de mi
parte... algo, cualquier cosa que les de una pista o les
diga que fue lo que sucedió o pasó conmigo hoy
durante esa meditación.
Cierro mis ojos y comienzo a tratar de recordar.
Intento darle hacia atrás al tiempo en mi memoria y
comenzar desde dónde están mis últimos recuerdos. —
Recuerdo... recuerdo haber comenzado con la
meditación, aclarando mi mente y sacando mis
problemas. —Digo y escucho a Dawa decirme un suave
"continúa". —Recuerdo sentirme contenta, bien... en
paz. —Abro mis ojos y suelto un suspiro. Todos los
chicos observándome atentamente.
—¿Qué pasó después, Katrina? —Pregunta el chico de
los ojos verde oliva. La expresión en sus ojos es de
preocupación.
—Luego... luego comencé a sentir una maldad increíble,
un dolor en mi alma, un pesar muy grande... —Digo,
pero Dawa me interrumpe abruptamente.

—Disculpa mi interrupción pero, ¿aquellos


sentimientos los creaste tú? Quiero decir, ¿eran tuyos?
—El monje me observa atentamente.
Yo, muevo mi cabeza lentamente en negación, bajando
mi mirada por un segundo hacia mis manos, las cuáles
no paraban de jugar eufóricamente con mis dedos, para
luego, subir nuevamente mi mirada hacia Dawa.
—Entonces... ¿lograste averiguar de quién eran? —
Pregunta Dawa muy tranquilo, pero con aquella pizca
de curiosidad en su voz.
Me quedo callada por un instante, pensando...
recordando. Cuando de pronto, todo vuelve a mi
mente como un tsunami golpeando fuertemente mis
recuerdos.
¡La mujer... la chica que pedía ayuda!
Tras recordar, inmediatamente, saco las sábanas que
cubrían mi cuerpo e intento bajarme de la cama. Dawa,
al ver mi intensión, da un paso hacia atrás
intuitivamente, su mirada clavada en mí.
Rápidamente, procedo a bajarme de la cama
velozmente, pero, en el
momento en el cuál mis pies tocan el suelo y el peso de
mi cuerpo ejerce sobre ellos, pierdo el equilibrio y
comienzo a caer. Pero, antes de que mi cuerpo tocase el
suelo, los brazos de Dawa me sostienen y me evitan
caer.
—¿A dónde crees que vas Katrina? —Refunfuña mi
padre procediendo a
ayudar a Dawa para devolverme a la cama.
—Estás débil, aún no puedes salir de la cama. Necesitas
descansar. —Me
explica Dawa en tanto me acomoda junto con la ayuda
de mi padre sobre el
colchón.
—La chica... —Digo nerviosa. —¡Tengo que ayudarla!—
Mi respiración es
agitada.

—¿Qué chica? ¿De qué hablas? —Mi padre me mira con


el entrecejo fruncido. Noto cierta molestia en la
expresión de su rostro.
—¡Papá, la chica con la que me comunico en mis
meditaciones necesita ayuda, está atrapada y yo la voy
a salvar! —Digo firme, los ojos de todos están sobre
mí.
—Pero, ¿quién demonios es ésta chica y por qué hay
que salir despavoridos a salvarla? —Mi padre sube las
manos a su cabeza en tanto comienza a dar vueltas por
la habitación, de lado al otro, desesperado.
—No lo sé.
—Además, ¿dónde mierdas está? —Se gira hacia mí,
colocando las dos manos estrepitosamente sobre el
colchón en tanto sus ojos se clavan en los míos. — No
sabemos dónde es que la tienen, ¿o sí? —Se queda
callado esperando una respuesta de mi parte.
Yo, me quedo en silencio por unos instantes.
—Sí, sé dónde está... antes de que me desmayase, logré
escuchar el lugar que ésta me decía a gritos... su
ubicación. —Suspiro en tanto trago ondo.
—A ver... ¿y dónde es que se encuentra ésta damisela
en problemas? ¿Hacia dónde es que tienes que ir
ahora? —Refunfuña molesto.
—Iré... a Vontrom, papá. —Digo y un escalofrío recorre
mi cuerpo.

Capítulo 25

Todos se me quedan viendo como si hubieran visto un


mismísimo fantasma frente a ellos. Sus ojos, cómo si
quisieran saltarle de sus cuencas.
Veo, cómo mi papá sube las manos a su cabeza,
metiendo sus dedos entre sus cabellos rubios y halando
de ellos con fuerza, en tanto se aleja de cerca de la
cama y comienza a caminar hacia la ventana de la
habitación.
Los demás, callados y con sus quijadas amenazantes de
saltar de sus rostros y salir corriendo del templo.
—¿Enloqueciste Katrina? —Pregunta Justin mientras
me mira fijamente. — ¿Vontrom? —Repite, alzando
ambas cejas al observarme.
—Sí, eso escuché que dijo antes de que la conexión se
interrumpiera por
completo. —Asiento sintiéndome algo intimidada por
su actitud.
—¿Vontrom? ¿Ciudad donde están los Victorian... los
seres que nos quieren aniquilar y que han pasado los
últimos años de tu vida persiguiéndote y
tratando de atraparte? —Austin me mira con muy mala
cara, una de las perores que creo que a mirado de él en
estos últimos años.
—No es que me quiera entrometer ni nada por el estilo,
pero... —Wesley habla desde su cama. Yo, volteo el
rostro para observarle. —¿No íbamos a ir tras los
Victorian para ya saben? —Comienza a lanzar leves
puñetazos al aire. — ¿Matarlos y darles su merecido
por todo lo que nos han hecho? ¿Ése no era el plan
desde un inicio? ¿Ir a Vontrom? —Hace una mueca con
la boca mientras nos brinda una sonrisa falsa y muy
sarcástica.
Unos segundos de silencio se apoderan de nosotros en
aquella habitación. Todos, ahora, con sus miradas
puestas en el chico de la cama de al lado...
Wesley.
—Bueno... sí ese era el plan en un inicio, pero, yo
personalmente... —Habla
Lian desde el fondo de la habitación. Su espalda está
contra un armario viejo de madera, sus brazos,
cruzados sobre su pecho. —Creo que luego de haber
vivido tranquilos esos dos años en casa de doña Julia,
eso nos hizo cambiar de opinión al respecto de seguir
queriendo ir a Vontrom, no lo creen? —Se encoge de
hombros.
—Yo no lo creo así. —Digo, meneando mi cabeza de
lado a lado. —Yo vengare
la muerte de mi madre, además de la de Juan, la cuál le
prometí a Antonio que vengaría. —Hablo con una
expresión seria en el rostro. Un nudo se forma en mi
garganta.
—¿Katrina, tú viste a aquellos encapuchados que nos
atacaron cuando
salimos del colegio? —Jaxon me mira arrinconado de la
puerta de la habitación. —¡Eran enormes, más fuertes
y más veloces! —Arquea una ceja
mientras me observa.
—Yo pienso que todo esto es una locura. —Sam menea
su cabeza de lado a
lado en negación.
Miro a mi derecha, mi papá está en la ventana de la
habitación. Sus manos, posadas sobre las hojas de esta
mientras que su mirada se encontraba
perdida en el horizonte. Estaba totalmente callado, sin
opinar ni aunque fuera una sola palabra.
Me quedo observándole, haciendo caso omiso a todo lo
que los chicos
estaban hablando y refunfuñando a mi alrededor.
Enfocándome en qué
podría estar pasando por la mente de mi padre en estos
momentos, en qué... podría estar sintiendo o cuál era
su opinión en todo esto.
—Yo haré lo que mi padre quiera que haga. —Digo, y
de pronto, todos en la habitación guardan silencio.

El bullicio y ruido del hablar de todos al mismo tiempo,


se disipa
repentinamente.
Veo, como mi padre voltea el rostro lentamente hacia
mi en tanto sus manos abandonan suavemente la
ventana. Éste, gira su cuerpo y se arrincona sobre el
marco de aquel viejo ventanal, posando sus manos
sobre un pequeño saliente de madera. Sus ojos
cristalizados, clavados en los míos.
—Katrina... —Murmuran sus labios. —Sabes que mi
deseo de mantenerte siempre a salvo, es lo que me hace
despertarme cada día, pero, yo no me interpondré en
tus metas... —Suspira, bajando su mirada al suelo por
algunos segundos. —Yo, yo no me interpondré entre
las promesas que hiciste y la
venganza hacia la muerte de tu madre. —Lo veo tragar
hondo.
Todos nos quedamos viéndole; impactados, callados...
atónitos.
Un nudo comienza a formarse en mi garganta
nuevamente al escuchar a mi papá hablar de aquella
manera. Sé que aquellas palabras le habían quemado
todo a su paso al salir por su garganta. Sé, que el tomar
esta decisión, y
dejarme tomar mis propias riendas en esto, le era más
difícil de lo que cualquiera de nosotros pensáramos.
Una pequeña lágrima comienza a rodar por mi mejilla
en tanto le brindo una débil sonrisa a mi padre. Éste,
me devuelve una sonrisa falsa de medio lado mientras
se aleja de aquel ventanal y comienza a caminar en mi
dirección.
—Sabes que siempre te apoyaré en lo que decidas hacer
con tu vida, Katrina. —Dice, posando su mano sobre
mi cabeza, acariciando levemente mi cabello con sus
dedos. —Pero también sabes, que siempre estaré a tu
lado para defenderte y protegerte. Siempre, voy a estar
contigo, hija. —Suspira con aquella sonrisa
desanimada en el rostro.

—Gracias papá. —Asiento, sintiendo como se me


escapa otra lágrima y rueda por mi mejila.—Significa
mucho para mí. —Sonrío de labios cerrados.
—¡Mierda, yo también me apunto para ir a Vontrom!
¡No dejaré a estos pendejos irse a morir ellos solos! —
Dice Sam mientras se rasca la cabeza y suelta una
risita nerviosa.
—¡Que más da... yo también iré! La familia no se deja
ni se abandona, ¿o si? — Bufa Justin en tanto me guiña
un ojo con una sonrisa en los labios. Yo asiento
contenta.
—Bueno, pues a este paso ya digan que todos iremos a
Vontrom, aunque probablemente... se los advierto, lo
más seguro es que nos pateen el trasero allí. —Ríe
Wesley pasando su mano derecha por su cabello.
—Lo más seguro. —Asiento mientras sonrío.
***
Algunos días habían pasado, y puedo decir, que ya me
sentía mucho mejor.
Wesley, también ya estaba bastante bien, ya se había
levantado de la cama, recorrido el templo y hecho
algunos chistes malos como era de esperarse.
En tanto a la meditación y mi conexión rara con
aquella extraña mujer, hasta ahora, no había logrado
comunicarme a pesar de haberlo intentado varias
ocasiones. Creo, que de una forma u otra, aveces, me
alegraba un poco el poder meditar sin sentir aquellos
sentimientos o tener otra persona dentro de mi mente.
Aunque puedo admitir, que pensaba en ella a diario y
en el posible calvario que ésta podía estar pasando al
estar secuestrada en aquella lugar.
Mi padre, por otra parte, me había prohibido que
fuéramos a Vontrom hasta que Wesley y yo,
estuviéramos completamente curados; cosa que sí hacía

sentido, porque, ¿quién quiere a dos heridos en lo que


podría ser la batalla a muerte más épica que a existido
en la historia de los hombres lobos?
Ya era la hora de la cena, y los chicos y yo estábamos
todos sentados
alrededor de la mesa de comedor, comiendo algo de
pavo y bebiendo té como era de costumbre.
—¿Te acuerdas Katrina, cuando en aquella práctica
aprovechaste mi
momento de descuido y me lograste tirar al suelo con
gran facilidad? —Ríe Amaru sentado a mi lado
izquierdo mientras hablamos de las prácticas de Tai
Chi.
—No fue tan fácil como tú lo pintas. —Le miro,
moviendo mi dedo índice de
lado a lado en negación. —Tú eres muy bueno en las
artes marciales, no eres fácil de derrotar. —Meto un
gran pedazo de pavo, demasiado grande diría yo, a mi
boca y comienzo a masticar.
Amaru, comienza a reír por lo bajo, creo que mi
comentario lo había echo sonrojar.
—No es para tanto. —Murmura con un tono de voz
suave.
—Sí, apuesto a que yo puedo derrotarle fácilmente. —
Interrumpe
repentinamente Jaxon, quién está sentado a mi lado
derecho. Yo,
inmediatamente, con la boca aún llena por aquel
pedazo de pavo y con mis
cachetes inflados, volteo el rostro y le miro asombrada
por lo que a dicho.
Los tres, nos quedamos callados por unos instantes.
Amaru, ignora las
palabras del chico de los ojos verdes y continúa su cena
en silencio.
Yo, procedo a tragarme aquel pedazo de pavo para
luego, comenzar a hablar. —Jaxon, eso no fue muy
amable de tu parte. —Digo en voz baja, viendo como
el chico de los ojos verdes oliva toma un sorbo de su
taza de té.

—Solo digo la verdad, me encantaría tener una batalla


con él. —Voltea el rostro y me observa. — Apuesto
que no es tan feroz y hábil como todos lo
pintan. —Lo veo mirar a Amaru por sobre mi hombro.
—Ya basta, él no tiene que probarte nada, Jaxon. —
Susurro mientras le frunzo los ojos y le hago señales
para que parase ya lo que sea que fuera todo esto.
—Tranquila Katrina. —Escucho la voz de Amaru. —Si
el quiere un duelo de
práctica conmigo... —Giro mi rostro hacia él y le miro
con los ojos bien
abiertos ante la expectativa de lo que iba a decir. —
Podemos tenerlo si él desea.
Me quedo observándole perpleja. ¿Cómo se le ocurre
seguirle el juego a
Jaxon? ¿Por qué a aceptado tan ridículo reto?
—¡Perfecto! —Dice Jaxon en voz alta, pegándole con la
mano a la mesa. Yo, volteo hacia él rápidamente y le
miro. —¿Cuando tendremos ése duelo? ¡Me muero por
empezar! —Una sonrisa macabra y sarcástica se le
dibuja en el rostro.
—Podemos hacerlo luego de cenar, en el patio trasero si
te parece bien,
conmigo no hay problema. —Responde Amaru, yo giro
hacia él y le miró sorprendida. Si sigo así, terminaré
con dolor de cuello esta noche. Amaru, con una
sonrisa de medio lado no muy convencedora en el
rostro.
—Me parece perfecto, Amaru. —Dice el chico de los
ojos verdes con un tono de emoción en su voz.
—¡Ya basta! —Digo, volteando a ver a ambos chicos
por algunos segundos
cada uno. —¡Esto es una estupidez! No tienen que
hacer ningún tipo de duelo
o enfrentamiento entre ustedes. —Les miro seria.

—Tranquila Katrina. —Amaru me coloca su mano


sobre mi antebrazo. —Esto lo hacemos en algunas
ocasiones entre los monjes. No es nada de lo que te
tengas que preocupar. —Me sonríe de labios cerrados
para luego darme una palmada en el antebrazo y
retirar su mano.
Yo, veo con la esquina del ojo, como Jaxon se le queda
viendo con mala cara. Sé, que el que éste me tocara el
brazo, al chico de los ojos verdes no le había gustado.
***
Luego de tener la cena más incómoda que pueda
recordar, los monjes, los
chicos y yo, recogimos la mesa, lavamos los trastes y
limpiamos el comedor. Cabe mencionar, que Jaxon
había sido uno de los más productivos y veloces del día
en cuanto a limpieza respecte. Éste, había hecho todo
super veloz y
muy eficaz; algo me dice que tiene un tanto de prisa
por terminar de recoger para luego irse a cierto duelo
de Tai Chi con Amaru.
—¡Está todo listo! —Dice Jaxon colocando la escoba
que tenía en las manos, recostada de la pared en una
esquina.
—Entonces ya podemos irnos. —Responde Amaru
acomodando la última silla del comedor, para luego,
comenzar a caminar hacia la puerta principal del
templo.
—Amaru, Jaxon, ¿a dónde van? —Se escucha la voz de
Dawa aparecer
repentinamente en el área del comedor. Los chicos,
voltean rápidamente.
—Señor. —Amaru hace reverencia inclinándose un
poco y colocando sus manos como si estuviera
rezando, para luego, incorporarse nuevamente. —
Jaxon y yo tendremos un duelo de Tai Chi en el patio
exterior, si no es mucha molestia. —Amaru le mira en
silencio.

—Entonces, iré a verlo. —Asiente Dawa comenzando a


caminar hacia ellos. Estos, le abren paso y permiten
que el monje les rebase y salga por las puertas del
templo primero, para luego, ellos seguirle. Yo, quién
estaba inmóvil y
completamente perpleja por todo esto del duelo,
reaccioné y les seguí rápidamente.
Una vez en el patio exterior, los chicos se acomodaron
en el centro de este, en tanto yo y Dawa les
observábamos desde la sombra de un árbol cercano.
Jaxon, se veía muy confiado a juzgar por la sonrisa
pícara que traía en el rostro. Amaru, por otra parte, se
notaba calmado, al igual que Dawa a mi lado. —
Pueden comenzar cuando estén listos. —Dice Dawa y
los chicos asienten.
En ése momento, los chicos toman sus posiciones y
puedo decir, que el duelo había comenzado.
Jaxon, comienza a merodear a Amaru, sus ojos
clavados fijamente en él, el monje, sin mover ni un
solo músculo, solo, siguiendo con su vista los
movimientos del chico de los ojos verdes.
De pronto, Jaxon le lanza un puño a Amaru el cual éste
esquiva con gran facilidad, para luego, toparse con una
patada repentina del chico de los ojos verdes oliva la
cuál lo impacta y le hace retroceder unos dos pasos.
Jaxon, le mira con una sonrisa de satisfacción en los
labios mientras Amaru se reincorpora.
—Sabía que esto sería fácil. —Alardea Jaxon volviendo
a colocarse en
posición.1
—Aún estamos comenzando. —Responde Amaru ya en
posición de defensa.
En ése mismo instante, Jaxon, vuelve e intenta atacar a
Amaru, pero esta vez, el monje hace un movimiento
veloz, logrando esquivar la patada del chico,

consiguiendo agarrarle de la pierna y haciéndole caer al


suelo de espaldas. Inmediatamente, Amaru se le sube
arriba y antes de que su puño lograse
pegarle en el rostro a Jaxon, éste lo detiene a solo unos
centímetros de su nariz.
—Haz perdido. —Dice el monje mirándole fijamente a
los ojos, su puño, aún en el aire cerca del rostro de
Jaxon.
Miro al chico de los ojos verdes, su respiración es
agitada, su mirada intensa.
Sé que tiene mucha rabia, sé que está herido a la par
que furioso. Escucho el bombear de su corazón,
acelerado y fuerte, con un toque de adrenalina
corriendo por sus venas.
—En algo te has equivocado... —Ríe sarcásticamente
Jaxon. El monje, frunce
su entrecejo mientras mira al chico, confundido. —Esto
no se acaba hasta que me dejes inconsciente. —Dice el
chico de los ojos verdes oliva, para luego,
darle una patada por el estómago a Amaru que lo hace
volar y salir de sobre él. Jaxon, aprovecha la
oportunidad, se levanta del suelo a toda prisa, agarra
por la túnica a Amaru y le levanta del piso. El monje,
débil e intentando recuperar
el aire luego de aquella patada en el estómago. El chico
de los ojos verdes, le
da un puñetazo a Amaru en el rostro que lo hace
tambalear dos pasos hacia atrás.
—¡Chicos, no se salgan de las reglas del Tai Chi, esto
no es una pelea callejera! —Grita Dawa a mi lado,
viendo, cómo este duelo estaba tornándose algo oscuro.
—¡No me importan las reglas del Tai Chi, lo que
quiero es darle una paliza a éste imbécil por ponerle el
ojo mi novia! —Le señala Jaxon mientras Amaru se
limpia un poco de sangre que comenzaba a salir de su
labio inferior levemente partido.

—¿De qué estás hablando? —Murmura el monje


mirando a Jaxon con mala cara. Sus cejas fruncidas, su
respiración acelerada.
—Veo como la miras todo el tiempo. Regalándole
sonrisas cada vez que puedes. Veo como la tratas. —
Espeta Jaxon con un tono de furia en su voz.
—¡Solo soy amable con ella! ¿Qué tiene de malo
sonreírle y tratarla bien? —
Veo a Amaru fruncir el ceño con una pizca de coraje en
sus ojos.
—¡Porque sé que tienes otras intenciones! —Grita
Jaxon en tanto se acerca a Amaru y le empuja por el
pecho haciéndole retroceder. El monje, le mira con
mala cara por algunos segundos, luego, éste,
repentinamente camina hacia el chico de los ojos
verdes y sin pensarlo dos veces, le pega un puñetazo en
la
cara que deja a Jaxon algo aturdido.
Jaxon, coloca su mano sobre su mejilla quedándose
completamente inmóvil. Amaru, mirándole muy serio,
sus puños cerrados con fuerza a ambos costados de su
cuerpo. Su respiración, muy agitada.
—¡Estás comportándote como un idiota! Katrina no me
interesa de la manera en la que piensas, solo aprecio su
amistad. —El monje le habla pero Jaxon, sigue
inmóvil, como si no estuviera escuchando nada de lo
que Amaru le
habla. —Definitivamente, ella es mucho para ti. —Dijo
Amaru, y en el momento en el cuál aquellas palabras
salieron de su boca, Jaxon, voltea el rostro y le
mira con una mirada de rencor, para acto seguido,
brincar sobre el monje y
caer ambos al suelo.
Jaxon, cae sobre Amaru y ambos comienzan a
forcejear. Yo, al ver que este duelo ya había pasado de
ser un simple enfrentamiento de Tai Chi a una pelea,
corrí hacia los chicos para separarlos.
Jaxon, intentando pegarle a Amaru algunos puñetazos,
quién se defendía y también intentaba pegarle al chico
de los ojos verdes.

Al llegar dónde estos, agarré a Jaxon por un brazo y


comencé a halarle fuera
de sobre Amaru. Mientras forcejeaba con Jaxon, quién
se resistía a dejar al monje y terminar con todo este sin
sentido, Dawa llega, se para a mi lado y se les queda
mirando muy tranquilamente. Sus manos, como
siempre, dentro de aquellas mangas anchas de su
túnica color naranja.
—Esto es una vergüenza tanto para los monjes y el
templo, como también
para ustedes. —Habla Dawa con una voz tranquila pero
seria, suave pero segura. Su mirada, clavada en los
chicos quienes detienen su forcejeo al escuchar la voz
del monje.
Amaru, mira a Dawa directamente a los ojos y puedo
decir, que pude ver la vergüenza y la pena reflejada en
la mirada de aquel chico al escuchar tan
duras palabras de su maestro.
Inmediatamente, Amaru, empuja con fuerza a Jaxon de
sobre él y procede a levantarse del suelo rápidamente.
Jaxon, quién cae sentado en la grama por aquel
empujón, no desaprovecha la oportunidad para darle
una mirada
asesina al chico.
—Éste tipo de comportamiento no es aceptable en el
templo. —Dawa habla mirando hacia el horizonte. La
expresión en su rostro es seria.
—Lo lamento señor Dawa, no sé que fue lo que me... —
Dice Amaru, pero, es interrumpido por el monje.
—Es claro que no se llevan bien. —Dice, viendo como
Jaxon se paraba del suelo y caminaba hacia mi lado. —
Toda esta situación es... —Suspira mientras cierra sus
ojos por unos segundos para luego, abrirlos y mirarnos
a los tres. — Es muy inadecuada para el templo y sus
compañeros. —Se queda callado por unos instantes.

—No volverá a suceder señor, yo mismo me encargaré


de entablar... —Dice Amaru claramente nervioso.
Dawa vuelve y le interrumpe.
—Estás en lo cierto Amaru, esto no volverá a pasar. —
Menea su cabeza en negación. —Yo mismo me
encargaré de ello. —Suelta un suspiro mientras sus
ojos nos recorren a los tres, uno por uno.
—Pero señor... —Amaru intenta hablar pero Dawa
vuelve a interrumpirle extendiendo su mano hacia el
monje, indicándole que mantuviera silencio. Cosa, que
Amaru hace inmediatamente cesando sus palabras.
—Quiero que los tres, se embarquen en un viaje a
través del bosque hacia pueblo Marcial. —Dice y veo,
como a Amaru se le quieren salir los ojos de sus
cuencas. Jaxon y yo, nos miramos el uno al otro sin
saber muy bien lo que significaba. —Saldrán hoy
mismo. —Añade el monje.
—¿Que tiene ése pueblo Marcial? —Bufa Jaxon en
forma burlona.
—¡No es solo el pueblo idiota, es también el camino
para llegar a el! —Dice Amaru mirando con el
entrecejo fruncido y sus ojos entrecerrados a Jaxon.
—¡Basta! —Interrumpe Dawa. —Empaquen una
mochila con sus respectivas pertenencias cada uno. El
viaje le tomará unas semana como mínimo, así que si
yo fuera ustedes, me apresuraría. —Dice, dando media
vuelta y comenzando a alejarse de nosotros.
—¡Yo no pienso pasar una semana con éste imbécil! —
Grita Jaxon molesto señalando a Amaru.
—¡Oh... Sí que lo harás! —Responde Dawa antes de
girar a la izquierda y desaparecer en la distancia.

Capítulo 26

Estaba en mi habitación empacando algo de ropa y


artículos de primera necesidad en mi mochila para
salir con Amaru y Jaxon hacia aquel pueblo que Dawa
nos había dicho que teníamos que ir.
Cabe mencionar, que Jaxon estaba muy molesto por
todo esto. Decía, que era una estupidez y que no le
agradaba para nada la idea de salir de "excursión" junto
con Amaru.1
A Amaru, por otra parte, se le notaba algo molesto,
pero creo, que estaba más disgustado y desilusionado
que otra cosa. El que Dawa le haya enviado con
nosotros cómo un tipo de "castigo" por la pelea con
Jaxon, eso no le había sentado muy bien.
En cuanto a mi papá, creo que estaba un poco molesto
por el saber que tendría que irme a un lugar
completamente desconocido sin él...
—Pero Katrina, ¿cómo sucedió esto? —Dice mi papá
desde el marco de la puerta de mi habitación. Hay que
recordar, que mi padre ni ningún hombre tiene
permitido entrar a mi cuarto, por lo que, Dexter no
pisaba más allá del marco de la puerta para evitarnos
problemas... problemas, los cuáles al
parecer, no importa lo que hiciéramos, siempre nos
seguían.
—¡Ya te lo conte todo papá, y dos veces! —Digo,
cerrando las puertas del viejo armario de madera y
caminando hacia la mochila que está sobre la cama con
lo último que me quedaba por empacar.
—Pero, ¿cómo a Dawa se le ocurre enviarlos solos a un
pueblo que está a una semana caminando? —Lo veo
con la esquina del ojo, llevarse las manos a la cabeza
desesperadamente.
—Todo va a estar bien papá. Voy con Jaxon y con
Amaru. —Cierro con
dificultad el cierre de mi mochila por lo llena que
estaba, la tomo y me la
cuelgo de un hombro.
—Puedo intentar hacer razonar a Dawa. —Se aparta a
un lado y me deja salir de la habitación. Yo, procedo a
cerrar la puerta tras de mí. —Tal vez les asigne algo
que puedan hacer aquí. —Camina a mi lado por el
pasillo, la expresión en sus ojos es de desesperación. —
¿Y si le ofrezco que trapeen todo el templo de rodillas
y con un paño? —Me da una sonrisa de medio lado y se
encoge de hombros.
En ése instante, ambos, llegamos a la entrada del
templo donde Jaxon, Amaru y Dawa esperaban.
—Disculpen la demora. —Digo, viendo que ya todos
estaban listos y solo esperaban por mí.
—¡Señor Dawa! —Exclama mi padre al verle. —Con
usted quería hablar. —Mi papá se le para en frente y le
sonríe. El jugueteo de sus manos con sus dedos, me
daba a demostrar lo nervioso que estaba.
—Si señor Mcfan, ¿en que le puedo ayudar? —Dawa le
mira con una sonrisa en los labios, pero, con una ceja
arqueada. Me temo, que ya éste sabe
exactamente de lo que se trata.
—Lo niños en realidad tienen... —Dawa le interrumpe.
—¡Sí, si tienen! Han demostrado un muy mal ejemplo
para este templo y sus compañeros. Se han
comportado con rivalidad, mostrando ira y
sentimientos no adecuados para entre ellos, y eso aquí
no es aceptable. —Mi padre abre la boca para hablar,
pero Dawa no se detiene. —Además, estos chicos no
son niños, ya son casi adultos. —Nos señala. —
Mírelos, los músculos de ése chico son más grandes
que los músculos que yo podría tener aunque
entrenarse

toda una vida. —Habla refiriéndose a Jaxon. Mi padre


nos mira preocupado. — Todo estará bien Dexter, ellos
solo irán hacia el pueblo, comprarán lo que les escribí
en la lista de recados...1
—¿Llevamos una lista de compras? —Espeta Jaxon en
voz alta. Amaru saca un papel del bolsillo de su túnica
y se lo muestra a Jaxon mientras hace una mueca con
la boca y se encoge de hombros.
—Yo no sabía nada, me la dio hace poco. —Responde
Amaru.
—Como iba diciendo... —Dawa suspira con una
expresión seria en el rostro. — Irán todos juntos por el
camino del bosque, aprenderán a llevarse bien,
llegarán al pueblo, comprarán los recados y volverán al
templo. —Sonríe abiertamente mientras asiente
mirándonos a todos. Todos nosotros, callados, solo
observándole en silencio por algunos segundos.
—Entonces, ¿no hay nada que se pueda hacer para que
no vayan? —Pregunta mi padre con mucha pena.
—Si quieren continuar bajo el techo y los cuidados de
este templo, me temo que sí. Sino, puedo echar a estos
tres chicos de aquí por conducta
inapropiada.
—¡No! —Exclama mi papá en casi un grito. —¡Ellos
irán! Con cuidado pero irán. —Asiente.
—¡Perfecto! —Dice Dawa con una sonrisa de
satisfacción en el rostro.
—Si... perfecto. —Habla mi papá entre dientes con la
sonrisa más falsa que le visto hasta ahora.
Luego de que mi papá se despidiera unas mil veces de
mi y me explicara que me mantuviera siempre alerta y
a salvo, los chicos y yo comenzamos nuestra
caminata hacia el pueblo Marcial.

Comenzamos caminando por un pequeño camino que


te adentraba a lo que era un bosque, no muy espeso, el
cuál rodeaba el templo. El sendero era de tierra, nada
especial, solo la marca de la grama desgastada por el
paso de las personas por el mismo lugar, te indicaba el
camino.
—¿Me imagino que al menos sabes cómo llegar al
pueblo? —Pregunta Jaxon
en tanto nos adentramos más al bosque.
—En realidad sí. —Contesta Amaru quien camina en
frente de nosotros a paso ligero. Sus manos, sujetando
las hombreras de su mochila.
—Eso quiere decir... que te has metido en problemas
antes y que te han
enviado como castigo al pueblo en más de una ocasión.
—Bufa Jaxon
mirándome con una sonrisa sarcástica. Yo, le miro
seria.
—No. —Amaru se voltea y mira al chico de los ojos
verde oliva. —Eso quiere decir, que me han enviado a
comprar los mandados en más de una ocasión, todos
los monjes, ya sea un día u otro, lo tenemos que hacer.
¿O cómo crees que llegan los alimentos que te comes a
diario? —Voltea sus ojos y continua su camino,
nosotros le seguimos.
Ya habían pasado algunas horas desde que salimos del
templo. Amaru, se detiene en un claro y nosotros
hacemos lo mismo.
—Descansaremos aquí. —Coloca su mochila en el suelo
cerca del tronco de un árbol. —Ya está oscureciendo y
no veremos nada, es mejor asentarnos y hacer una
fogata para ahuyentar a los lobos...
—¡A los lobos! —Bufa Jaxon mirándome con uns risa
burlona.
—Sí, y a otras criaturas salvajes. —Amaru mira a Jaxon
con los ojos entreabiertos por el comentario, en tanto,
saca una linterna de su mochila y se la coloca en el
bolsillo de su pantalón.

—Bueno, iré a buscar leña para la fogata entonces. —


Digo, colocando mi
mochila en el suelo.
—No debes vagar sola por el bosque Katrina. —Dice el
monje antes de que pueda dar un paso. —Hay
animales salvajes ahí dentro. —Se me queda viendo
serio. —Puede ser peligroso.
—Yo la acompañaré. —Jaxon camina hacia donde mi y
se para a mi lado.
—Está bien, yo iré preparando el lugar para pasar la
noche. —Dice y nosotros asentimos, para luego,
comenzar a adentrarnos al bosque.
Mientras Jaxon y yo caminábamos y recogíamos
algunos troncos secos para la lena, ambos, estábamos
muy callados. Casi sin soltar palabra alguna desde que
habíamos dejado el claro donde estaba Amaru.
—Sabes, entiendo si estas molesta comigo por todo
esto, pero, en mi
defensa... —Le interrumpo bruscamente.1
—En tu defensa, tienes que parar de comportarte así, o
nos seguirás metiendo en más problemas. —Agarro
una rama grande y seca del suelo para comenzar
a dirigirme de vuelta al campamento.
—¡Pero es que no lo soporto! —Refunfuña caminando
tras de mi. —El simple echo de verle esa cara de niño
creído me dan náuseas. —Hace un sonido como si
estuviera vomitado. —Con esa actitud de ser el monje
perfecto, el que no se equivoca, el más servicial y el
más correcto. —Hace una mueca al decir la palabra
"correcto".
Yo, detengo mi andar y le observo con una sonrisa de
labios cerrados en el rostro. Jaxon podía ser un poco
intenso en algunas ocasiones, pero, la
mayoría del tiempo era un chico lindo y amigable con
todos, bueno... con casi todos.

Recuerdo cuando lo conocí, lo terco y obstinado que era


conmigo. Lo mucho que me hacía enojar y me
fastidiaba su presencia.
Como cuando reclamaba aquel árbol donde me quería
sentar y decía que era de su pertenencia. Eso sí me
sacaba de mis casillas, pero, con el paso del tiempo, y
cuando tuvimos la oportunidad de conocerlos el uno al
otro, descubrí, que en realidad bajo esa coraza de chico
rudo que Jaxon aparenta tener frente a todos, en
realidad, hay un joven dulce, tierno y amoroso.
—¿Sabes que te amo aunque seas un cabeza de chorlito
aveces? —Le sonrío de medio lado. Éste, se queda
callado por unos instantes hasta que sus labios me
devuelven aquella sonrisa.1
—Yo también te amo, Katrina. —Se acerca lentamente
a mi y me da un suave beso en la frente.
Los rayos naranjas que anunciaban el atardecer,
comenzaron a hacerse presentes en el cielo. Colándose
entre las hojas de las copas de los arboles y
alumbrando todo a su paso mientras lentamente se
esfumaban en el horizonte.
—Tenemos que llegar al campamento antes de que
anochezca. —Digo y
comienzo a caminar. —No traemos linternas ni nada
con lo que alumbrarnos, y no quiero que le levantemos
sospechas a Amaru de lo que somos. —Miro a Jaxon
seria y éste asiente.
Al llegar al campamento, vemos, como Amaru a
limpiado el área y la a
acondicionado para que pudiéramos dormir. Éste, había
quitado las hojas secas, ramitas y piedras que nos
pudieran molestar del suelo.
—¡Encontraron leña! — Se acerca a mi y toma la
madera seca que traigo en brazos. —Con esto y lo que
trae Jaxon, será suficiente para que la fogata

permanezca encendida toda la noche. —Comienza a


armar la fogata justo en
el centro de aquel campamento improvisado que había
armado.
—Hasta ahora no hemos visto lobos ni ningún tipo de
animal salvaje. —Le digo para ver si le puedo calmar
un poco y que no esté tan obcecado con esa idea
de que nos atacarían en la noche si no teníamos la
fogata encendida.
—No es solo eso Katrina. —Murmura mientras
acomoda los maderos. —No
solo son aimales salvajes, sino, hay criaturas raras en
este bosque.
—¡Ya comenzamos con las historias baratas de miedo
justo al anochecer! —Se burla el chico de los ojos
verdes, sentándose en el suelo y recostando su espalda
del tronco de un árbol cercano, sus manos, tras su
cabeza y la corteza. —Tómalo como tú quieras, pero,
hay muchas historias de avistamientos de seres que no
son... humanos. —Amaru termina de acomodar la leña,
se para y comienza a caminar hacia su mochila.
—¿No humanos? —Pregunto con curiosidad.
Acaso, ¿sabrá de los hombres lobos?
¿Serán esas historias basadas en seres como... nosotros?
—Sí. —Abre su mochila y saca un encendedor, para
luego, comenzar a caminar de regreso a la fogata. —Se
dice, que cualquier viajero que trate de cruzar
estos bosques solo, nunca llegará al otro lado. —
Enciende la fogata y todo a nuestro alrededor se
ilumina por las llamas producidas por aquel fuego.
Todos nos quedamos callados por unos momentos,
pensando en aquello que acababa de decir el monje.
No pueden ser hombres lobos. Nosotros no nos
alimentamos de humanos, bueno, la mayoría por lo
que tengo entendido. Nosotros solo solemos comer

animales que cazamos y no esperamos a que nuestra


presa este totalmente sola para atacar, no lo sé, no me
hacía ningún sentido. Pero, tal vez, solo son cuentos
callejeros, historias de esas que se cuentan una y otra
vez hasta que las mezclan y ya no se parece nada al
relato original.
—Lo bueno es que somos tres. —Trato de alivianar la
tensión en el aire con uno de mis chistes malos. Me
siento a un lado de Jaxon y me acurruco de él. Amaru,
coloca su mochila en una posición concreta, se acuesta
en el suelo de espaldas y recuesta su cabeza sobre ella
mientras mira las copas de los arboles.
—Sí, al menos eso está de nuestra parte. —Susurra
tomando un gran suspiro.
***
Algunos días habían pasado desde que comenzamos
nuestra travesía por el
bosque, y puedo admitir, que las cosas entre estos dos
no habían mejorado en lo absoluto.
—¿Cómo se te ocurre haber dejado la mitad de nuestras
provisiones? ¡Ahora tendremos que racionar todo más
de lo que lo estábamos haciendo!—Amaru
le grita a Jaxon mientras caminamos.
—¡Ya te dije que no fue mi intensión! ¡Tenía que ir a
orinar, las coloqué en el suelo por un momento y
cuando terminé... solo las olvidé! —Refunfuña el
chico de los ojos verdes manoteando en el aire mientras
ambos le seguimos el paso acelerado a Amaru. —Ya te
dije que puedo volverme por ellas.
—Es una perdida de tiempo. —El monje se voltea y
mira a Jaxon con una ceja levantada. —¿Sabes cuánto
te tomara ir y venir, para luego tener que
alcanzarnos? —Le mira con mala cara para luego seguir
caminando.
—Al memos tendríamos la comida.

—Y pasaríamos más tiempo en este estúpido bosque...


—Dice entre dientes. — Más tiempo... —Se vuelve a
voltear repentinamente. —¡Más tiempo contigo! — Le
mira mal mientras hace una mueca con la boca.
—¡Te pasaste idiota!—Jaxon, suelta inmediatamente su
mochila y la deja caer al suelo, para acto seguido, saltar
sobre Amaru y ambos caer al suelo.
Jaxon y Amaru, comienzan a golpearse el uno al otro
mientras ruedan por el suelo dando vueltas.
—¡Eres un idiota! —Grita el monje, logrando darle un
puñetazo al chico de los ojos verdes en el rostro.
—¡Y tú un imbécil! —Responde Jaxon golpeándole la
nariz a Amaru.
—¡Ya basta! —Grito, comenzando a darle patadas a
estos dos idiotas que
tengo por compañeros de viaje. —Así nunca
llegaremos. Ya nos falta poco, solo... pretendan
llevarse bien por lo que nos queda de viaje, por favor.
— Suspiro, viendo como estos dos dejan de pelear y me
observan. Yo, continúo
caminando y les dejo atrás. Escucho como se levantan
del suelo y me siguen el paso apresuradamente.
Los chicos permanecieron callados durante la mayoría
del trayecto. Algunas miradas matadoras y refunfuños
se hacían sentir, pero nada de otro mundo.
De pronto, un aroma inundó mis fosas nasales, algo
rico... apetecible, un aroma que conozco muy bien... el
olor a pan recién horneado.
—¿Huelen eso? —Digo con una sonrisa en los labios.
—No. —Contesta Amaru.
—¡Si! ¡Huele a pan! —Dice Jaxon, acelerando su paso
hasta el punto en el cuál comienza a correr.

—¡El pueblo! —Grita Amaru comenzando a correr tras


Jaxon a toda prisa, yo, trato de seguirles el paso.
Y efectivamente, tras luego de una buena corrida, lo
vimos en la lejanía. Los tejados de madera de las
chozas, cada uno con sus respectivas chimeneas
humeantes. El sonido de personas hablando y el ruido
del bullicio alimentaba mis oídos.
Al acercarnos a la entrada, un gran letrero oxidado
anunciaba la bienvenida al pueblo.
"Pueblo Marcial en donde tus mejores sueños se harán
realidad"
Bueno, hasta ahora no se ve tan mal como lo pintaban,
o al menos eso creo. Los chicos y yo, rápidamente nos
adentramos a las calles sin pavimentar del pueblo.
Personas vestidas como en la época pasada transitaban
las calles a pie, otras, en carretas haldas por caballos.
—¿Estas personas saben que ya no es el siglo anterior?
—Murmura Jaxon
mirando todo a sus alrededores, en tanto caminamos
por la carretera
siguiendo al monje el cuál al parecer, sabía hacia donde
iba.
—Esta es la forma en la que el pueblo a elegido vivir.
Ellos han sido así desde siempre, son sus costumbres y
tradiciones, y hay que respetárselas. —Gira su mirada
hacia Jaxon y le mira con una ceja arqueada. Es ahí,
que noto como su labio inferior está lastimado por la
pelea que tuvo con el chico de los ojos verdes hace un
rato.
Continúo mirando a mi alrededor. Las casas por las
cuales pasábamos, eran muy humildes, pero muy
bonitas. Estas, eran de colores muy llamativos,
morado, naranja, algunas de color rosa.
En las calles, se podían ver niños correteando y
jugando con sus cochecitos rojos tallados de madera.
Otros, girando un aparato, también de madera, que
tenía una especie de hilo que lo hacía bailar... me
pregunto, ¿qué será?
Tras algunos minutos caminando entre calles de tierra,
Amaru se detiene frente a una tienda.
—Aquí compraremos todo lo que está en esta lista, más
provisiones y luego, buscamos posada. Mañana en la
mañana partimos temprano hacia el bosque. —Yo
asiento.
Al entrar a la tienda, estanterías repletas de comida
enlatada y otros, llenaron mis ojos de alegría. El que
racionáramos las pocas latas de atún que Amaru traía
consigo, no había ayudado mucho a que el viaje fuera
más fácil.
Jaxon y yo, le sugerimos a Amaru que cazáramos algún
conejo o algún animal salvaje en el bosque, pero éste,
inmediatamente se opuso y nos miró como si el chico
de los ojos verdes y yo, fuéramos algún tipo de salvajes.
Fue ahí, dónde sacó de su mochila, sus famosas latas
de atún.
—¡Amaru, que bueno verte por aquí! — Habla el
hombre que está tras el mostrador.
—Sí, nuevamente haciendo las compras para el templo.
—Dice el monje,
sacando aquel papel que le había dado Dawa con la lista
de las cosas que necesitabas comprar.
—Veo que has traído nuevos amigos, ¿quienes son? —
El hombre nos mira con una sonrisa de lado a lado, la
cuál me parece un poco escalofriante a la vez que...
¿simpática?

—Son Katrina y Jaxon. Son bastante nuevos en el


templo. Es su primera vez atravesando el bosque. —
Dice Amaru sin quitar los ojos de la lista,
comenzando a recorrer las góndolas en busca de la
comida.
—¡Excelente! Es bueno tener rostros nuevos por aquí de
vez en cuando, no siempre tenemos visitas. ¡Ya saben,
por eso de que estamos en el medio de la nada! —Ríe
estrepitosamente. Jaxon y yo nos miramos el uno al
otro
espantados. —Pero, esta semana a sido diferente.
Hemos tenido más visita de lo habitual. Creo que los
jóvenes al fin se están interesando en este
pueblecito. —Toma un trapo y comienza a limpiar el
mostrador.
—Eso es bueno, diría yo. —Contesta Amaru tomando
cosas de las estanterías y colándolas en una pequeña
cesta que había tomado al entrar justo a un lado de la
puerta.
—Definitivamente. —Contesta el hombre.
Luego de que Amaru tomara todo lo que estaba anotado
en aquel papel, más las provisiones de regreso... y sí,
tomó más atún; todos, salimos de la tienda y nos
dirigimos hacia la carretera.
—¡Compras realizadas con éxito, hora de buscar posad!
—Dice el monje con una sonrisa de satisfacción en los
labios. —Yo sé de una en dónde... —Dice, pero yo le
interrumpo mandándole a callar.
—¡Jaxon! —Murmuro, pegándole en el hombro al chico
de los ojos verdes para obtener su atención. Éste,
voltea a verme rápidamente. —¿No es ése Esteban y
Cristal? —Señalo con mi dedo índice el final de la
carretera, Jaxon voltea a ver. —Sí... —Traga hondo. —
Son ellos. —Suspira.

Ambos, nos quedamos mirándonos fijamente. Esteban,


el vampiro que había jurado matar a Austin cuando lo
encontrase nuevamente, estaba en el pueblo... y
también, estaba consigo Cristal.
Capítulo 27

Estábamos viendo a Esteban a solo unos cuantos


metros de nosotros. Éste, estaba junto a Cristal, a
quién empujaba y halaba de un lado para el otro como
si fuera un objeto.
Esteban no estaba solo, unos dos amigos le
acompañaban. Imagino que
también deben ser chupa sangres al igual que él.
Inmediatamente, agarro a Jaxon por un brazo y corro
con él tras de una carretera que se encontraba
estacionada a las orillas de la carretera.
—¡Esteban no nos puede ver! —Susurro, aún sujetando
fuertemente el brazo del chico de los ojos verdes. —Si
nos ve, sabrá que Austin está cerca. —Le miro seria.
—¿Qué les pasa a ustedes? —Dice Amaru en voz alta
desde el medio de la carretera; mirándonos con el
entrecejo fruncido y con una mirada de
confusión.
—¡Cállate y ven aquí, Amaru! —Murmuro, haciéndole
señas para que se
acercase.
Éste, hace una mueca con la boca demostrando lo muy
confundido que
estaba, y no mueve ni un solo músculo. Yo, miro por
sobre la carreta y veo
como Esteban, sus amigos y Cristal, comienzan a
caminar en ésta dirección. Inmediatamente, me
abalanzo hacia en frente y agarro al monje por la túnica
y le jalo con fuerza hacia nosotros. Rápidamente, me
agacho y pego mi
espalda a la carreta, en tanto jalo a los chicos también
para que se agachasen. Una vez todos agachados y
ocultos de Esteban, me propuse a escuchar con
detenimiento por dónde éste venía. Si a éste chupa
sangre se le ocurría seguir derecho en la carretera, nos
descubriría.
—¿Qué está sucediendo? —Murmura Amaru
mirándonos a Jaxon y a mí como
si hubiéramos enloquecido.
—¡No es el momento monjesito! —Susurra Jaxon,
asomando su cabeza un
poco por la carreta y mirando a Esteban.
—¿Me llamaste "monjecito"? —Amaru sube su tono de
voz y yo le mando a callar.
—Ya viene. —Dice Jaxon con cara de susto
volviéndose a esconder.
—¿Quién viene? —Pregunta Amaru insistente.
En ése momento, escucho cómo Esteban se acerca, por
lo que, agarro a Amaru y le tapo efusivamente la boca
con mi mano.
Oigo, como los pasos de Esteban y los demás, giran a la
derecha. El monje, intentado zafarse de mi mano a
cómo de lugar.
Una vez escucho que Esteban y su escuadrón se habían
alejado lo suficiente, suelto mi mano de sobre la boca
de Amaru y le dejo libre.

—¿Pero qué es lo que sucede con ustedes? —Amaru me


mira raro, parándose inmediatamente del suelo y
tomando las fundas que contenían los mandados. —
Creo que ya se fue. —Murmuro, parándome del suelo y
saliendo de detrás de aquella carreta. Jaxon me sigue.
—¿Pero quién se fue? Necesito que alguien me explique
qué es lo que está pasando. —Insiste Amaru ya un
tanto desconcertado.
—Es un... —Comienzo a hablar pero me detengo a
pensar por un momento. ¿Qué le digo?
No es cómo que le pueda explicar que un vampiro
celoso, malvado y
peligroso, seguía a mi amigo Austin para cumplir con
su promesa de matarlo cuando lo viera de nuevo.
—Es un chico con el cuál tuvimos problemas una vez.
—Respondo un poco nerviosa. Pero, no es cómo que le
haya mentido del todo. —No queríamos que nos viera.
No queremos más problemas. —Suspiro mirándole.
Esperando, que se crea lo que le dije.
Amaru, se queda callado. Su mirada está puesta en mí,
y lo veo arquear una ceja.
—Ustedes sí que son raros... —Menea su cabeza en
negación. —Y
problemáticos... —Da media vuelta y comienza a
caminar carretera abajo.
***
Amaru, luego de aquella escena de pánico en la
carretera, nos llevó a un
hospedaje no muy lejos de dónde estábamos. La
estructura del hospedaje no se veía en muy buen
estado. Algunas de las hojas de las ventanas se veían
rotas, la pintura del hospedaje en sí se estaba cayendo
en pedazos, y las

paredes de madera... bueno, creo que por alguno de esos


agujeros podía ver el recibidor desde la carretera.
—¿Esta es la pocilga en la que dormiremos? —Señala
Jaxon el hospedaje.
—Es para lo que nos alcanza. A menos, que tú o
Katrina hayan traído dinero. — El monje se queda
observándonos, esperando una respuesta de nuestra
parte. Yo, miro a Jaxon y muevo mi cabeza de lado a
lado queriéndole decir que yo
no traía nada, él, también la mueve. —Bueno, si
ninguno de los dos trajo dinero, esto es lo que podemos
comprar, a menos que quieran pasar la noche en el
bosque como pasaremos las próximas en lo que
llegamos al templo.
—Yo quiero pasar aunque sea una noche en un colchón
y tomar buen un baño caliente. —Digo, comenzando a
caminar hacia dentro del hospedaje, pasando por el
lado de Amaru y dejando atrás a Jaxon.
Al entrar, pude confirmar lo que me temía, el lugar
estaba mucho peor en su interior de lo que se veía en
su exterior.
El recibidor tenía una vitrina con algunos cigarros y
encendedores a la venta, vitrina, la cual estaba un
tanto destrozada. Las mesas que "decoraban" la
entrada, tenían sobre ellas pilas de periódicos que se
veían muy viejos y desordenados. No creo que estos
sean muy recientes que digamos.
Un hombre con sombrero fumaba un cigarro muy
grande detrás de
mostrador. El olor del humo rápidamente me hizo los
ojos llorar.
—Habitación para tres, por favor. —Dice Amaru,
acercándose al mostrador.
El hombre, inclina un poco su rostro y nos mira sobre
sus espejuelos, tomando una halada de su cigarro.
—La juventud de hoy día es muy... —Nos mira de
arriba a abajo. —Atrevida. — Dice, botando el humo de
sus pulmones por la nariz, colocando el cigarro

sobre un cenicero que reposaba sbre el mostrador y


caminando hacia una
pared de la cual colgaban algunas llaves sujetadas por
un clavo.
Yo, inmediatamente miro a Jaxon mientras siento
como mi rostro comienza a arder.
—¡Oh no, no es lo que piensa!—Contesta Amaru
rápidamente. —Ellos dos... — Nos señala. —Ellos son
los novios, yo solo soy... —Hace una pausa. —Su
amigo... —Dice esa última palabra a rastras.
—Bueno, eso a mí no me importa. —Responde el
hombre girándose y
entregándole al monje las llaves en la mano. —Después
que me paguen,
pueden hacer en esa habitación lo que les plazca. —
Extiende su mano,
esperando el dinero que le debíamos. —Son cincuenta
dolares por noche.
—Solo estaremos una noche. —Amaru, mete la mano a
su bolsillo y saca dinero en efectivo, el cual cuenta y le
entrega al hombre del sombrero.
—La habitación está a la derecha cuando suban las
escaleras. Habitación número dos. —El hombre, abre
la caja registradora y mete el dinero dentro, para luego,
volver a tomar su cigarro del cenicero y seguir
fumando.
Los chicos y yo, comenzamos a subir las escaleras hacia
el segundo piso. Puedo admitir, que el crujir de la
madera cuando subíamos los escalones, me daba un
poco de escalofríos.
—Juro que este lugar se nos caerá en la cabeza mientras
dormimos. —Dice Jaxon, asegurando cada paso que
daba en la escalera.
—Ya me he quedado aquí antes y he sobrevivido. —
Contesta Amaru con un tono de voz no muy
convincente.
Al llegar al segundo piso, no fue difícil encontrar la
habitación, era una de las primeras en el corredor, tal y
como había dicho el hombre del sombrero.
Amaru, mete la llave en la cerradura y abre la puerta, la
cuál, hace un chirrido mientras oscila.
Dentro de la habitación, tres camas diminutas
reposaban sobre un suelo de madera cubierto por dos
alfombras grandes de color rojo. El olor a cigarro me
seguía a donde quiera que fuera en este lugar. Creo, que
aquí estaba
permitido fumar dentro de las habitaciones, cosa, que
puedo admitir, no me agradaba del todo.
Del techo, colgaba un candelabro muy antiguo cubierto
de telas de arañas. Jaxon, enciende el interruptor de la
electricidad y solo una de las luces del candelabro toma
vida. Un pequeño brillo alumbra la habitación, pero
aún así, la visibilidad era muy poca y escasa.
—Bueno, esta es la mía. —Dice Amaru, colocando su
mochila sobre el colchón de la cama más cercana a la
ventana. Ventana, la cual vestía con unas cortinas de
color rojo muy largas que arrastraban al suelo.
Jaxon y yo, tomamos una de las camas restantes. Yo,
coloqué mi mochila en el suelo cerca de esta, y procedí
a sentarme sobre el colchón. Al mi cuerpo
ejercer fuerza sobre la cama, el chirrido de los esprines
del colchón se hizo presente, al igual, que mi cuerpo
hundiéndose lentamente en un hueco que al parecer se
le había formado con el uso y el tiempo.
—Es mejor que el suelo, ¿no? —Dice Amaru al escuchar
el sonido que provino de mi cama. Yo, le miro con una
sonrisa de medio lado y asiento débilmente.
Ya era pasadas las seis de la tarde, por lo que darme un
buen baño e irme
temprano a la cama no me vendría mal. No quería
pensar en el hecho de que pasaríamos una semana en el
bosque para poder regresar al templo.
—¿Hay algo de comer aquí que no sea atún? —
Pregunta Jaxon, acostándose
en su cama con las manos entre su cabeza y la
almohada.

—No nos queda mucho dinero, pero creo que podemos


comprar algo de
comer con esto. —Mete la mano en su bolsillo y saca
algunos billetes.
—Suena bien para mí. —Jaxon asiente en tanto se
levanta de un brinco de la
cama.
Los chicos, habían ido por comida mientras yo decidí
quedarme en la habitación para tomar un baño y
recostarme un rato. Estos, habían traído sopa de pollo
y vegetales junto con pan de una cafetería cercana.
Jaxon me había dicho que él y Amaru habían ido con
cuidado de no
encontrarse con Estaban y su pandilla, y al parecer, no
vieron rastros de ellos en las calles cercanas.
Tras cenar aquellas sopas, las cuáles puedo admitir que
estaban muy buenas, y comer una tajada de pan, todos
procedimos a acostarnos y dormir un rato.
***
Unos gritos en la lejanía me despertaron. Me siento en
la cama y me quedo
quieta, escuchado atentamente. Los gritos habían
cesado, acaso... ¿lo había soñado?
Miro a mi alrededor, los chicos están completamente
dormidos, tal vez, si fue solo una sueño... una
pesadilla.
Vuelvo y recuesto mi espalda al colchón de la cama y
me quedo mirando el techo. El oscilar de las telas de
arañas que colgaban del candelabro me relajaba. La
brisa que entraba por la ventana que Amaru había
dejado
levemente abierta las hacía bailar.
Comienzo a cerrar mis ojos, cuando de repente, el
grito de una mujer en la lejanía hace que brinque de la
cama de inmediato.
Lentamente, me acerco a la ventana que estaba cerca de
la cama de Amaru, procurando de ser silenciosa para
no levantar a los chicos.
Miro por aquella ventana, la calle estaba alumbrada
débilmente por unos faroles viejos y oxidados. Me
quedo observando el paisaje, pero, no logro ver nada ni
a nadie fuera. Todo, parecía estar en orden.
Quedándome un rato cerca de aquella ventana,
expectante de escuchar algo o ver a alguien, continuo
observando hasta que decido volver a la cama. Tal vez,
no sea nada malo, puede que alguien se haya asustado
por alguna rata o
araña, las cuáles no dudo que hayan muchas en estos
lugares.
Cuando me decido volver a la cama, escucho un leve
quejido muy débil en la lejanía, por lo que vuelvo a la
ventana, miro y nuevamente, no veo nada.
Alejándome lentamente de la ventana, una idea muy
estúpida pasa por mi mente... ir a averiguar que es lo
que está pasando.
Caminando hacia mi cama, tomo mis zapatos y me los
coloco en silencio,
tratando de no despertar a los chicos. Solo iría a mirar
en la lejanía, volvería antes de que estos se enteraran
de que me había ido por un momento.
Luego de ponerme mis zapatos, procedo a salir de la
habitación, tratando de abrir la puerta con cuidado,
pero, como era de esperarse, esta, hizo aquel
chirrido agudo al abrirse.
—¿A dónde vas Katrina? —Escucho la voz del chico de
los ojos verdes.
Me asomo nuevamente por la puerta y le miro frotarse
los ojos estando semi sentado en la cama. Su codo
derecho, sujetando el peso de su cuerpo contra
el colchón.
—Escuche un ruido y quería ir a ver que es lo que está
pasando. —Murmuro para no despertar a Amaru. —
Parecía ser un grito de mujer, pero no estoy

segura. —Digo, viendo como el chico de los ojos verde


se sienta en a cama, pasando su mano por su cabello
con los ojos casi cerrados por el sueño.
—¿Por qué tienes que ir? Ya tenemos nuestros propios
problema Katrina, no necesitamos meter nuestras
narices en más cosas. —Dijo mirándome con una ceja
levantada.
Si, Jaxon tenía toda la razón, ya teníamos muchas
cosas encima y no necesitábamos más, pero, ¿y si
alguien necesita ayuda?
—Solo iré a mirar. No haré nada. —Digo, tratando de
irme, comenzando a cerrar la puerta con cuidado
mientras observo al chico de los ojos verdes verme con
mala cara.
—Espera, yo te acompaño. —Suspira, levantándose de
la cama sin mucho animo. —Sé que no te convenceré
de no ir, eres terca como una roca. —Toma la camisa
que había dejado sobre una mesita de noche y se la
coloca luego de ponerse sus zapatos.
—¿Y de cuándo acá las rocas son tercas? —Bufo
viéndole venir.
—Desde que yo lo digo. —Sonríe, cerrando suavemente
la puerta tras de sí al salir.
Una vez fuera del hospedaje, Jaxon y yo caminamos
por las calles del pueblo. El frío viento de la noche me
pegaba en las mejillas. Las luces tenues de aquellos
viejos faroles nos iluminaba levemente nuestro camino.
—¿Dónde fue exactamente que se escuchó aquel ruido?
—Pregunta Jaxon con las manos metidas dentro de los
bolsillos de su pantalón para ocultarlas del frío.
—No estoy segura, pero creo que fue en esta dirección.
—Sigo caminando, observando todo a nuestro
alrededor, cuando de pronto, escucho un leve
quejido, por lo que, avanzo hasta una vieja cabina de
teléfono y me escondo tras de ella, llevándome a Jaxon
de una mano conmigo.
Ambos, nos quedamos mirando y escuchando
atentamente de dónde provino aquel sonido.
—¿Lo escuchaste? —Murmuro, comenzando a
moverme de detrás de aquella cabina telefónica y
siguiendo hacia dónde yo pensaba había prevenido
aquel grito. Jaxon tras de mí.
—Lo escuché. —Responde el chico de los ojos verdes
entre un susurro.
De pronto, comienzo a escuchar risas y murmullos
bastante cerca, así que,
camino pegada a los edificios y las casas, cuando me
topo con la entrada de
un pasillo, por lo que me detengo y me asomo
cautelosamente.
Al mirar aquel pasillo, la piel se me erizó al ver a
Esteban y a su pandilla reunidos al final de aquel
callejón oscuro.
Me quedo observando, cuando veo lo que en realidad
sucede. Uno de los amigos de Esteban, estaba
alimentándose de Cristal en aquel callejón. Éste, la
tenía acorralada tras la pared mientras le succionaba la
sangre de su cuello.
Me quedo helada observando aquella horrible escena,
viendo, como aquella chica sufre y hace muecas
indicando el dolor que estaba sintiendo.
De pronto, veo, como aquel vampiro, se aleja de su
cuello, y ésta toma un suspiro de alivio, para que luego,
el otro chico que estaba con Esteban, se
acercara a ella y procediera a alimentarse ahora él de la
sangre de su cuello. Veo, como una lágrima comienza
a bajar por la mejilla de la chica, en tanto sus pies se
debilitan y ésta hace por caer, pero el vampiro la sujeta
con fuerza por los hombros, pegándola aún más a la
pared y no dejándola caer.

—¿Qué es lo que está...? —Jaxon se asoma y observa la


escena, quedándose sin palabras al ver aquello.
Mi mente comienza a correr a niveles increíbles; miles
de pensamientos y
escenas de lo que podría hacer por aquella chica, pero,
las consecuencias serían en nuestra contra.
Si la ayudo, Esteban descubrirá que estamos aquí, por
lo que, sabrá que
Austin está cerca, y eso lo condenaría.
Pero, ¿y si lo derroto y salvo a la chica? Ademas, ellos
son tres, Jaxon y yo solo somos dos.
Mi corazón se acelera y siento cómo la adrenalina
comienza a fluir por mis venas. Aprieto mis puños y
dientes viendo aquella desagradable escena,
sintiendo, cómo esa chica sufre por culpa de esos
vampiros despreciables y
sin sentimientos.
¿Qué hago? ¿Arriesgo la vida de mi amigo por salvar a
una desconocida? ¿Arriesgo la ubicación de mi familia
por rescatar a alguien la cuál no estoy tan segura de
que quiera ser rescatada? Juzgando por cómo
Cristal salió corriendo aquella vez en el motel cuando
Austin le propuso irse con nosotros.
—Ni lo pienses Katrina, no podemos ayudarla. —
Murmura Jaxon en mi oido. —No podemos solo no
hacer nada, no lo sé, Jaxon. —Susurro observando
aquello.
—Ella no quiso venir con nosotros cuando le
propusimos hacerlo. Ella misma se buscó todo esto.

—Pero nadie merece ser tratado así. —Digo, viendo,


como Esteban se acerca a aquel chico que se estaba
alimentando de Cristal y lo hala por la camisa,
haciendo que éste se aleje de la chica.
—Es mi turno, me dejarás sin nada. —Dice Esteban
mirando con mala cara al chico, quien pasa la parte
trasera de su mano por su boca secándose las gotas de
sangre que bajaban por sus labios. Cristal, viéndose
muy débil y fatigada. Esteban, se acerca a Cristal
suavemente, colocando su mano en su mejilla y la
acaricia delicadamente mientras la mira. Cristal, gira
su rostro y cierra los ojos para no verle, éste, la agarra
fuertemente por la quijada y la obliga a mirarle.
—¡Eres mía Cristal, que no se te olvide! ¡Tú, tu cuerpo,
tu sangre... y tu alma
me pertenecen! —Sonríe Esteban, lamiendo lentamente
sus labios mientras mira a la chica como si fuera un
trozo de carne lista para comer.
Cristal, se queda callada, su respiración es agitada, su
pulso cardiaco lento y débil.
De pronto, veo, como Esteban saca sus colmillos entre
una sonrisa y comienza a acercarse al cuello de la chica
lentamente para alimentarse de ella. La
sangre en mis venas comienza a arder al saber lo que
pasará, por lo que, inmediatamente salto al centro de
aquel pasillo con mis puños bien apretados a ambos
lados de mi cuerpo.
—¡Suéltala Esteban! —Grito, en tanto veo, como todos
los vampiros y Cristal voltean a verme.
Capítulo 28

Me quedo mirando fijamente a los vampiros que están


al fondo del callejón, observándome con sus grandes
ojos rojos y sus miradas de confusión.
Veo, cómo Esteban me mira fijamente mientras
detiene su acercamiento hacia el cuello de Cristal.
Ésta, observándome con sus ojos, los cuáles, parecen
dos faroles en medio de una noche oscura.
Escucho cómo Jaxon corre tras de mí y me agarra por
un brazo.
Esteban, se aleja despacio de Cristal con su mirada
clavada en la mía. Sus labios, lentamente dibujan una
sonrisa macabra, la que puedo admitir, me
hizo correr un frío por la espalda.
—¡Pero miren lo que tenemos aquí! —Dice Esteban,
caminando lentamente hacia mí mientras se lame sus
dos grandes colmillos, pasando suavemente su lengua
por sobre sus labios. —Mis amigos los lobitos. —Ríe.
Sus amigos, bien alerta tras de él. Cristal, congelada
con su mirada clavada en mí.
—¡Aléjate de ella, asqueroso! —Le miro seria y éste
detiene su andar. Jaxon, se para a mi lado; su mano,
aún sujetando mi brazo.
Esteban, se queda callado por unos instantes, su sonrisa
burlona, a la par que siniestra, aún bien presente en su
rostro.
—¡Katrina, debemos irnos!—Murmura Jaxon
comenzando a halarme por el brazo. Yo, halo mi brazo
con fuerza y suelto su agarre. Éste, me mira
sorprendido.
—¡No la dejaré aquí con estos chupa sangres para que la
maten! —Digo entre dientes, mirando al chico de los
ojos verdes seria.

—¿Chupa sangres? —Ríe Esteban volteándose


levemente hacia sus amigos
que están tras de él y viendo sus reacciones ante aquel
comentario. Todos,
comienzan a reír también en tanto Esteban voltea y
vuelve a observarnos.
—Solo... —Digo en tanto suelto un suspiro. —Solo,
déjala ir. —Miro a Cristal,
quién es agarrada bruscamente por uno de los secuaces
de Esteban.
—¿De verdad te quieres meter en tantos líos por ella?
—La señala. —Ella no
vale tanto como tu vida y la de amigo. —Mira a Jaxon.
—Así que, ¿por qué
mejor no das la vuelta...? —Comienza a dar pequeños
pasos hacia nosotros. — ¿Te vas, y hacemos como si
nada de esto hubiera pasado? Como... si yo nunca te
hubiera visto hoy en estos rumbos. —Continúa dando
pequeños pasos
hacia nosotros.
—¡No te acerques más o lo lamentarás! —Digo entre
dientes. Apretando mis puños a ambos lados de mi
cuerpo. Esteban se detiene bruscamente y alza sus
brazos al aire con una sonrisa burlona en los labios.
—Claro, sí, lo entiendo. —Ríe.
—¡Katrina, corre! ¡Sálvate! —Grita Cristal, pero uno de
los vampiros le tapa la boca y la agarra fuertemente
contra su cuerpo.
—¡Calla a ésa maldita, por favor! —Grita Esteban con
coraje a sus secuaces. Para luego, mirarme nuevamente
con aquella sonrisa que me seguía
produciendo escalofríos. —¿Y cómo está tu amigo
Austin? —Levanta las cejas, apoyando un brazo de la
pared del callejón. —He venido siguiendo su olor
poco a poco, y mira que sí a ido lejos el cabrón. —Hace
una pausa y bufa. — Pero no tengo mucho apuro por
encontrarlo, voy a mi paso, sabes.
Disfrutando lo que me encuentro en el camino
mientras le cazo. —Comienza a mirarse las uñas de su
mano libre, como restándole importancia a todo esto.

—Deja a Austin fuera de esto. Esto es entre tú y yo


ahora. Solo, dame a la chica. —Digo, llamando su
atención nuevamente.
—Bueno, Austin siempre va ser de mi incumbencia.
Prometí matarlo y eso es
lo que haré aunque tenga que cazarlo por el resto de
mis días. —Se incorpora de nuevo. —Pero, en cuanto a
ti... —Se queda callado por unos momentos. — No
dejaré que te lleves a mi bolsa de alimento personal. —
Ríe.
—¡Eres un maldito! —Digo con coraje, frunciendo mi
entrecejo y apretando
con fuerza mi quijada.
—Lo sé, ya me lo han dicho antes. —Pasa su mano por
su cabello.
—Jefe, ¿vamos a seguir aquí con estos tontos o nos
vamos a alimentarnos de algunos vagabundos en la
próxima carretera? —Pregunta uno de los amigos
de Esteban y éste asiente.
—Bueno lobita, ¿todavía sigues con la estúpida idea de
salvar a ésta don
nadie? —Esteban se me queda viendo, esperando una
respuesta. Jaxon,
coloca su mano en mi hombro como queriéndome decir
que me marchara y dejara todo esto atrás.
—Claramente... —Hago un momento de silencio y
todos se me quedan viendo atentamente. Esperando
una respuesta de mi parte. —¡Claramente les partiré la
cara y me la llevaré conmigo! —Digo, convirtiéndome
inmediatamente para luego, comenzar a correr hacia
los vampiros.
Esteban, rápidamente pega un salto muy alto y cae
justo al lado de sus
amigos.
—¡Ataquen bola de idiotas! —Grita Esteban,
señalándome mientras yo corro
en dirección hacia ellos rápidamente.

El que tenía agarrada a Cristal, la suelta y la empuja


contra Esteban, el cuál la toma con fuerza contra su
cuerpo. Ésta suelta un grito.
Inmediatamente, al estar lo suficientemente cerca de
del vampiro, me deslizo por el suelo, le agarro por las
piernas y tiro de él haciendo que caiga al suelo
de pecho. Una vez en el suelo, me volteó rápidamente
hacia él y le agarro por su sueter de cuero negro para
levantarlo en el aire y estamparlo con fuerza contra la
pared del callejón.
Éste, hace un quejido al su cuerpo caer nuevamente al
suelo. Yo, me levanto
de un brinco en tanto me coloco en posición de defensa.
Jaxon, llega a mi
lado.
Esteban, se nos queda viendo con el entrecejo fruncido
mientras sujeta con fuerza a Cristal, quién lucha por
zafarse de su agarre.
El otro vampiro, al ver a su amigo adolorido en el
suelo, comienza a correr hacia nosotros a toda prisa.
Inmediatamente, al éste llegar lo suficientemente
cerca, el vampiro, me lanza una patada alta, la cual
trato de esquivar, pero éste, logra darme en el pecho
haciéndome caer al suelo y perder el aire por algunos
segundos.
La velocidad con la que éste chupa sangre se había
movido era impresionante; definitivamente, era más
fuerte y veloz que el primero.
Mientras recupero el aliento en el suelo, veo, como
aquel vampiro de la
chaqueta de cuero negra, se levanta y arremete contra
Jaxon, quien se
convierte y comienza a pelear contra él.
Yo, me levanto del suelo en tanto puedo, me posiciono
nuevamente en forma de defensa y me quedo
esperando el proximo movimiento del vampiro que
tengo frente de mí.

Ambos, nos quedamos mirándonos por algunos


segundos. Éste, tenía una
marca en su rostro, una cicatriz cerca del ojo derecho.
Sus colmillos brotaban de sus labios, y su piel era
blanca como la nieve; hacía contraste con su
cabello negro azabache.
—¡Acábenlos, no sean idiotas! —Grita Esteban, dando
pequeños pasos hacia atrás mientras arrastraba a
Cristal consigo por el callejón.
—Créeme, eso haré. —Dice el vampiro de la cicatriz
con su mirada clavada en mis ojos.
En ése momento, veo, como el vampiro comienza a
correr hacia mi, por lo
que, cambio mi estrategia de una de defensa, a una de
ataque, y comienzo a correr hacia él también.
El chupa sangre, da un salto hacia la pared del callejón
y comienza a correr por ella como si nada. Para luego,
llegar donde mí y desde la pared, lanzarme un puño
mientras aún éste sigue su camino por ella.
¡Juraría que esto iba en contra de todas la leyes de la
gravedad!
Yo, inmediatamente, tuerzo mi espalda y la doblo lo
más que puedo hacia atrás, haciendo que aquel
puñetazo me pasase muy cerca de la barbilla, pero sin
en realidad llegar a tocarme.
El vampiro, aterriza tras de mí y yo me volteo
rápidamente, lanzado a su vez una patada que logra
pegarle en el rostro y hacer que éste diera una voltereta
y cayera al suelo.
Inmediatamente, doy un salto y caigo sobre él. Éste,
comienza a tratar de
pegarme, pero yo, agarro su cabeza con fuerza y se la
tuerzo hasta que los huesos de su cuello se desmoronan
y el brillo de sus ojos se apaga
lentamente.

Veo, como Jaxon está peleando aún con aquel vampiro


de la chaqueta de cuero color negro, ambos, dándose la
paliza de la vida.
Los ojos de aquel vampiro, llegan a los míos en ése
instante, y observo como su mirada va a la de su amigo
sin vida en el suelo.
—¡Esteban, suelta a la estúpida de Cristal y ven a
ayudarme!—Dice el vampiro mientras esquiva un
puño de Jaxon.
—¡No les daré lo que quieren, primero muerto antes de
que ésta perra se
libere de mí! —Habla entre dientes, agarrando con
fuerza a Cristal mientras coloca su mano en su cuello
y la sostiene contra su cuerpo. Cristal llora.
En ése momento, me levanto del suelo de sobre el
cadaver de aquel vampiro,
y comienzo a caminar a paso lento hacia Esteban, quien
con nada paso que yo daba hacia él, éste, retrocedía dos
junto con Cristal.
—Eres buena, lo voy a admitir. —Sonríe mientras
habla. —Pero no tanto como un vampiro, querida. —
Ríe.
—¿Por qué no le preguntas eso a tu amigo muerto? —
Digo, continuando mi andar hacia él. Esperando, que
Esteban cometiera algún tipo de error, que bajara la
guardia aunque sea un poco, para así, arrebatarle a
Cristal de las manos y poder acabar con él de una
buena vez.
Esteban, se ríe de forma sarcástica por mi comentario.
Su mirada, clavada en la mía.
—¡Hay pequeña lobita, aún te falta aprender tanto de la
vida, de ti misma... y de los vampiros! —Me da una
sonrisa sarcástica a la vez que macabra.
—¡Cuidado Katrina! —Grita Cristal, mirando hacia
tras mío, por lo que me volteo rápidamente, pero, lo
primero que siento es un dolor punzante en mi
estómago.

Mis ojos, bajan lentamente hacia mi barriga, para ver,


una daga clavada
completamente en ella.
Subo despacio mi mirada hacia la persona que tengo
frente a mi. Mis pupilas
se dilatan al ver que se trata del vampiro de la cicatriz.
Pero, ¿yo no le había quebrado el cuello?
Acaso, ¿yo no había visto su vida pasar ante sus ojos?
¿Su último aliento salir de su pecho?
Me quedo mirando sus ojos rojos, tan imponentes tan
oscuros y con tanta maldad en ellos.
Un leve quejido abandona mis labios, en tanto veo,
como una sonrisa de
labios cerrados se le dibuja en el rostro.
En ése momento, siento, cómo éste presiona con más
fuerza aquella daga contra mi piel, haciendo, que un
fuerte dolor me invadiera y debilitara aún más.
Coloco mis manos alrededor de la daga, sintiendo que
voy a caer.
La voz de Jaxon en la lejanía gritando mi nombre, cada
vez se escuchaba más
y más lejos. Mi audición fallándome.
—¡Te lo dije Esteban, que la lobita caería! —Ríe
burlonamente. —En ése momento, siento como un
calor comienza a recorrer mis venas. Un
sentimiento de coraje, de ira; me invaden al escuchar
aquellas palabras
provenientes de éste ser tan malvado.
¡No voy a dejar que éste vampiro me derrote tan
fácilmente y dé por ganada la batalla!

¡No dejaré que un par de chupa sangres me lastimen a


mí y a los que quiero...
a personas inocentes!
En ese instante, con mis manos bien sujetas a la daga,
comienzo a halar de ella. Siento, cómo su filo va
cortando mi carne mientras esta va abandonando mi
cuerpo poco a poco.
El vampiro, me mira asombrado y trata de luchar
contra mí para que no me saque la daga, pero, yo
continúo ejerciendo presión hasta que el último
centímetro de esta sale de mi cuerpo.
Inmediatamente, empuño la daga en mis manos
mientras veo como sangre... mi sangre, gotea de ella.
Su filo color plateado, bañado ahora en un color rojo
rubí.
El vampiro, se queda perplejo observándome por
algunos segundos; sus ojos, recorriéndome de arriba a
abajo.
Yo, me quedo viéndole seria, mi respiración agitada...
mi pulso, acelerado. Siento un dolor punzante en el
estómago, pero eso, no me impediría partirle
la cara a éste estúpido vampiro quién parece no querer
quedarse muerto.
—Eres dura. —Ríe el vampiro de la cicatriz, mostrando
sus dos grandes y
afilados colmillos.
—Tú pareces haber regresado de la muerte. —Le digo,
hablando con dificultad por la herida.
—No es fácil matar a alguien quién en teoría... ya está
muerto. —Arquea una ceja y me mira con una sonrisa
en los labios.
¿Está muerto? Pero.. ¿cómo?

¿Es que acaso estos vampiros ya murieron en alguna


ocasión y de alguna manera están... medios vivos?
No comprendo nada, pero lo que sí entiendo, es que
encontraré la manera de matarlo, y esta vez... para
siempre.
Empuñando con fuerza la daga que tengo entre mis
dedos, comienzo a avanzar hacia él con un poco de
dificultad por el dolor. Avanzo, y le lanzo una cortada
con la daga, la cuál fallo al éste moverse mucho más
rápido que yo. Éste vampiro había sido muy rápido
desde el principio, y ahora que estoy herida, él, tenía
totalmente la delantera en esta batalla.
Con la esquina del ojo, aún veo a Jaxon luchando con el
chupa sangre de la chacheta negra de cuero.
—Con ése sangrado no llegarás muy lejos, lobita. —El
vampiro me mira el estómago, por lo que, yo bajo mi
vista y noto como bastante sangre sale de la herida y
empapa mi camisa color naranja. —Si sigues peleando
y moviéndote así, terminarás desangrada en unos
minutos, y eso amiga... es un desperdicio de buena
comida. —Sonríe de forma sarcástica, a lo que yo,
vuelvo e intento cortarle con la daga, pero mi intento
falla nuevamente.
En ese instante, siento, como mis piernas comienzan a
fallarme y caigo de rodillas al suelo. Mis manos,
pegadas a la tierra del suelo del callejón mientras
empuño aún la daga entre mis dedos.
El mareo y la fatiga comienzan a apoderarse de mí.
Siento, cómo mi cuerpo se va debilitando poco a poco
mientras más sangre voy perdiendo.
Bajo mi rostro y comienzo a tratar de recuperar el
aliento. El vampiro, se
coloca en cuclillas frente a mí, tomando mi barbilla con
fuerza y obligándome a mirarle a los ojos.

—Estás convaleciendo, lobita. —Sonríe. Su mano aún


apretando con fuerza mi barbilla. El tacto de sus dedos
contra mi piel es frío como un tempano de
hielo.
Yo, me quedo callada, viéndole fijamente a los ojos por
algunos segundos; ambos guardamos silencio.
—¡El que convalecerás serás tú! —Digo, para acto
seguido, clavarle la daga justo en el corazón. Éste, abre
sus ojos como dos bolas de baloncesto en tanto sus
manos van a la daga clavada en su pecho. El vampiro,
cae sentado al suelo con la mirada perdida en aquella
daga; la expresión de su rostro es de asombro.
En ése momento, veo, cómo Jaxon logra dejar
inconsciente al vampiro de la chaqueta de cuero color
negra y éste corre hacia mí.
Ayudándome a parar del suelo, Jaxon me carga y veo
como aquel vampiro de la cicatriz cae de espaldas al
suelo. No estaba muerto, pero sí mal herido.
Creo que una daga en el corazón tampoco sería rival
para éste chupa sangre
ya muerto pero vivo a la vez; si es que eso hace algún
sentido.
—Nos vamos, ya tuvimos suficiente. —Dice Jaxon
comenzando a alejarse. Miro por sobre su hombro y
veo a Esteban correr por el pasillo, en contra de
nosotros, halando a Cristal y llevándosela lejos.
Mi corazón se parte en dos al la mirada de Cristal
cruzarse por última vez antes de que ésta desapareciera
en la oscuridad de la lejanía con junto con aquel ser
despiadado.
Jaxon, comienza a correr conmigo en brazos y sé que
va en dirección al hospedaje. Miro hacia arriba y veo
como la luz tenue de las farolas nos va iluminando con
cada una de estas que pasamos.

La brisa fría de la noche me pega en el rostro


nuevamente, el viento que
produce Jaxon al correr, hace que mi cabello ondee
suavemente en sus brazos.
Veo, como esos ojos verdes oliva me miran de vez en
cuando con una mirada de tristeza reflejada en ellos.
Esos mismos ojos, cristalizados, pero, negándose a
derramar aquel líquido preciado.
Escucho la pequeña campanilla de la puerta principal
del hospedaje, el crujir de los escalones de madera de
las escaleras, y el chirrido de la puerta de la habitación
cuando se abre.
—¡Amaru, ayúdame! —Grita Jaxon mientras me coloca
delicadamente sobre la cama.
—¿Pero qué pasó? —Escucho la voz somnolienta del
monje, en tanto se para confundido de la cama.
—¡La atacaron, está sangrando! ¡Necesita ayuda! —
Jaxon, procede a levantar con cuidado mi camisa hasta
debajo de mis senos. —¿Hay un hospital cerca?
—Rompe un pedazo de su camisa, lo hace una pequeña
bola y lo presiona contra mi herida para parar el
sangrado. Yo, suelto un grito al sentir el dolor por el
contacto.
—No hay hospitales en este puedo. —Responde el
monje, cayendo en sí y
acercándose a mi cama.
Un silencio abarca la habitación al Amaru ver lo serio
de la situación.
—La única clínica que hay está cerrada, solo abren
durante el día. —Dice nervioso. —Pero, si me
consigues hilo, una aguja, el encendedor que tengo en
mi mochila y algo de alcohol; puedo tratar de hacer
algo por ella. —Habla y Jaxon se le queda viendo con
el entrecejo fruncido.

—¿No estás pensando en cocerla tú, o sí? —Le mira


consternado. —¿Qué sabes tú de esto?
—Los monjes nos tenemos que cuidar entre nosotros
porqué no contamos con un hospital o una clínica
cercana. —Amaru camina rápidamente hasta su
mochila y busca el encendedor. —¿O quienes crees que
fueron los que
salvaron a tu amigo Wesley de una situación muy
similar? —Vuelve a la cama con el encendedor en las
manos. —Pero, si me sigues mirando con cara de tonto
y no haces nada, probablemente muera desangrada
antes de que pueda intentar hacer algo por ella. —Dice
y Jaxon asiente rápidamente.
—¡Aguja, alcohol... hilo! —Tararea el chico de los ojos
verdes, saliendo por la puerta de la habitación a toda
prisa, dejándonos a Amaru y a mí solos en el cuarto.
—¿Cómo fue que esto sucedió? —Amaru ejerce presión
sobre la herida con aquel pedazo de camiseta que Jaxon
se había arrancado.
—Creo que pasear por las calles de este pueblo de
madrugada no es la mejor opción. —Miento, tratando
de regalarle una sonrisa, la cual me sale a medias por el
dolor.
—Solo a ti se te ocurre salir de madrugada, Katrina. —
Menea su cabeza en negación. —Pero no te preocupes,
estarás bien. —Asiente con una sonrisa calmada en el
rostro. Eso, me hizo sentir un poco más segura.
Luego de algunos escasos minutos, Jaxon abre la puerta
de la habitación estrepitosamente con las manos llenas
de... cosas.
—Encontré el hilo y la aguja en una tienda de costura
cercana a la cuál tuve
que romper la puerta para entrar. —Le entrega las cosas
a Amaru, quién rápidamente comienza a organizarlas
sobre la cama. —En cuanto al alcohol, lo

único que encontré fue este Whisky... ¿funcionará?—


Hace un mueca y el
monje se lo arrebata de las manos.
—¡Con esto bastará! —Dice el monje, comenzando a
desinfectar la aguja con el alcochol. Éste, toma las
sábanas que estaban a mi lado y me las acerca. —
¡Muerde Katrina, porque esto va a doler! —Dice,
acercando las sábanas a mi boca en tanto yo procedo a
morderlas con fuerza.
En ese momento, éste, acerca sus manos a mi
estómago, mientras yo, solo cierro los ojos y muerdo
con fuerza la tela que tengo entre mis labios.

Capítulo 29

Luego de algún tiempo, el cuál no estoy muy segura de


cuánto fue, Amaru
finalmente logra cerrar mi herida y cocerla con aquel
hilo y aguja.
Cabe mencionar, que la agonía y el dolor que sufrí en
ése tiempo que pareció una eternidad, nadie se lo
puede imaginar.
Recostada en mi cama, escucho cómo Amaru y Jaxon
hablan al otro lado de la habitación. El monje, insistía
en que teníamos que llamar al alguacil del
pueblo para reportar este ataque de robo; Jaxon,
tratando de convencerle que no lo hiciera.
Me quedo muy quieta sobre la cama, pensando y
analizando todo lo que había ocurrido. El como aquel
vampiro luego de haberle escuchado los huesos de su
nuca crujir y verle morir ante mis ojos, éste, solo se
había levantado como si nada para apuñalarme.
¿Qué es en realidad un vampiro?
¿Cómo funcionan? ¿A qué nos estamos enfrentando en
realidad? Ahora tenía más dudas de las que tenía antes.
¿Por qué los chupa sangres habían dicho que ya estaban
muertos? No lo sé, pero de lo que sí estoy segura es de
que lo averiguaré.
—A sido una noche larga para todos. —Dice Amaru
acercándose a mi cama. — ¿Por qué mejor no nos
acostamos a dormir, las pocas horas que nos quedan
antes de que salga el sol, y mañana veremos que hacer?
—Dice y yo asiento desde mi cama. Jaxon, comienza a
caminar hacia la de él.
—Descansa Katrina. —Dice el monje, comenzando a
recostarse sobre su
colchón. —Trata, trata de no moverte mucho, ¿sí? —Se
me queda viendo y yo asiento. Jaxon, procede a apagar
las luces de la habitación y todo se torna oscuro.
***
Algunos días habían pasado, y puedo decir que mi
herida ya había sanado casi
del todo. Amaru estaba muy impresionado por mi
velocidad de sanación,
cosa, que le tuvimos que decir que era algo genético que
venía por parte de la familia de mi papá. Creo, que se
lo creyó.
Cabe mencionar, que tuvimos que tomarle prestado
dinero a un amigo de
Dawa que vive en el pueblo para así poder padar las
noches extras que nos tuvimos que quedar. Éste, había
dicho que le cobraría a Dawa tres veces lo
que nos prestó, pero, de eso se encargará Amaru, de
entenderse las finanzas con Dawa cuando lleguemos.
—Entiendo que te sientas bien y que ya estés casi
curada... —Amaru me observa caminar por las calles
junto a Jaxon. —Pero eso no quiere decir que ya

puedas andar por el pueblo como si nada. —Me mira,


estando a mi izquierda, con una ceja levantada. —
Deberíamos quedarnos unos días más para asegurar
que esa herida haya cerrado bien.
—No es necesario. No tenemos el dinero ni el tiempo
para esto. —Camino por las calles mirando todo a mi
alrededor. Buscando alguna pista, algo, que me indique
dónde está Esteban. —Si nos atrasamos demasiado, de
seguro a mi padre le da un ataque al corazón. —Digo y
Jaxon asiente en aprobación.
—Si, de seguro sale del templo y viaja hasta acá a
buscarte por sí mismo. —Ríe el chico de los ojos
verdes.
—Si hace eso moriría. Ya sabes, por eso de que no se
puede cruzar el bosque sí solo. —Responde Amaru y
Jaxon le mira con una ceja arqueada.
—¿Todavía sigues con eso? —Suspira el chico de los
ojos verdes oliva, meneando la cabeza de lado a lado.
—Ya te dije que no hay nada en ése bosque. —Dice, y
Amaru le mira mal, pero éste se queda en silencio para
así no seguir con esta estúpida pelea.
¿Por qué pelean por si hay algo en el bosque o no?
¿No ven que estoy buscando a unos vampiros
escurridizos que no sé dónde se esconden?
Si solo tuviera una pista de dónde podrían estar o hacia
dónde pudieron haber ido anoche.
—No se lo que hay en el bosque idiota, pero lo que es te
mata, o te come;
quién sabe. Pero lo que si se sabe es que, el que entra
solo.. jamás regresa. — Dice Amaru continuando
discutiendo con Jaxon.
Y fue ahí, que supe dónde se escondía Esteban, su
pandilla y puede que otros vampiros... ¡en el bosque!

El que las personas desaparecieran misteriosamente en


ese bosque, no podía ser cosa de lobos salvajes, de
hombres lobos y mucho menos... algún animal del
bosque.
Si las personas desaparecían, eso tenía que ser obra de
los chupa sangres.
Ellos son los únicos seres tan despreciables como para
alimentarse de humanos. Y si lo piensas, todo hace
sentido... al viajar una sola persona sola, es presa
sencilla, pero, si andan más de uno, ya ahí los vampiros
tendrían que cazar juntos, y juzgando con lo que vi
ayer, estos eran muy celosos con sus presas.
Ese bosque debe estar repleto de vampiros, o al menos
eso creo. Por lo que si mi teoría no me fallaba, Esteban
debe estar ahí con su pandilla y con Cristal.
—¡Debemos irnos del pueblo, ya! —Doy media vuelta y
comienzo a caminar de regreso al hospedaje.
—¿Qué? ¿Enloqueciste? —Amaru gira sobre su propio
eje y me sigue. Jaxon hace lo mismo.
—No quiero correr el chance de llegar tarde y que mi
padre cometa una locura y entre al bosque solo. —
Digo, mintiendo por lo de mi padre, ya que, si éste
entra al bosque, yo sé que un vampiro cualquiera no
sería pelea contra un
lobo clase C.
—Bueno, ahí tienes un punto. —Amaru se queda
callado por algunos
segundos.
—Voy a estar bien, Amaru. Ya estoy mejor. Si necesito
parar durante el camino para descansar, yo te lo diré.
—Digo, abriendo las puertas del hospedaje y
mirando a los chicos tras de mi. Éstos asienten y yo les
brindo una sonrisa.

Todos, subimos a la habitación y comenzamos a


empacar nuestras
pertenencias. Al cabo de un rato, ya todos estábamos de
vuelta en la
carretera.
El camino por el bosque se hizo lento, no solo por la
herida, la cuál puedo admitir ya no me dolía casi nada,
sino, por mi constante escaneo visual y auditivo que
hacía en busca de Esteban y Cristal con cada paso que
daba.
Los chicos, en especial Amaru; quien obviamente se
preocupaba mucho por mí al no saber que soy una
loba, me pedía mucho que me sentara y descansara.
Esto, me ayudaba a escuchar mis alrededores y
verificar si podía detectar algún sonido o algo que me
diera una pista de algún vampiro en este lugar.
Sé que estaba arriesgando mucho al tratar de salvar a
Cristal, pero, mi alma y mi corazón no podían hacerse
a la idea de dejar a una persona ser abusada por estos
chupa sangres y tan solo, no hacer nada. Sé, que mi
madre hubiera hecho lo mismo y estado muy orgullosa
de mi decisión.
—Detengámonos aquí y comamos algo. —Dice Amaru,
parándose bajo la sombra de un árbol y quitándose la
mochila de su espalda. Jaxon y yo
hacemos lo mismo.
—¿Cómo estás Katrina? —Pregunta el chico de los ojos
verdes, colocándome su brazo sobre mi hombro.
—Estoy bien. Ya no me duele. —Miro mi vientre. —
Hasta creo que ya curó del todo. —Le murmuro,
vigilando a Amaru sacar comida de su mochila.
—Sabía que te curarías rápido. —Sonríe.
—Beneficios de ser una loba clase X. —Río por lo bajo
y Jaxon me da un lindo abrazo delicado.

—¡Tortolitos, la cena está lista; vengan a comer! —Dice


Amaru, volteándose y mostrándonos las latas de atún
que recién había abierto. Jaxon, me mira con cara de
asco y yo solo puedo reír.
***
Algunos días habían pasado, y ni un solo rastro de
Esteban, Cristal u otro
vampiro. La verdad es que estaba un poco
decepcionada, no quería llegar al templo sin saber nada
de la chica; no quería regresar sin... salvarla.
—Ya queda poco para llegar, tal vez unas cuantas horas
más; reconozco ese árbol doblado de allá. —Señala
Amaru un árbol torcido que hay a la orilla del
camino.
—Espero que sea cierto, porque mis pies me están
matando. —Refunfuña Jaxon, arrastrando casi los pies.
—Tú siempre estás cansado, Jaxon. —Responde Amaru
con un tono juguetón en su voz.
—No es que esté cansado todo el tiempo, es que me
gusta ahorrar mis
energías. —Contesta el chico de los ojos verdes,
levantando su dedo índice al aire.
—¡Sí, ahorrar energía para dormir! —Ríe el monje y
Jaxon le mira mal.
—¡Idiota! —Murmura Jaxon y Amaru sonríe.
Estos dos se estaban llevando mejor desde que me
hirieron. Creo, que el que me hayan apuñalado y estos
hayan tenido que hacer equipo para cuidar de mí en
estos últimos días, les había unido un poco.

Ya no peleaban como antes, incluso, hasta risas he


escuchado salir de algunas de sus conversaciones.
Creo, que esto a Dawa le dará mucho placer cuando lo
sepa; no sé cuanto a mi papá cuando se entere que fui
apuñalada.
En ése momento, escucho un sonido. El crujir de una
rama en la lejanía llamó mucho mi atención, por lo que
me detuve momentáneamente.
—¿Qué sucede? —Pregunta el chico de los ojos verdes
oliva al verme detener. Amaru se detiene también.
—Escuché algo. —Digo, prestando atención hacia de
dónde provino el sonido. —Yo no escucho nada. —
Responde Amaru mirando los alrededores. Sus
manos, en las agarraderas de su mochila.
Comienzo a escuchar con detenimiento los sonidos que
nos rodean. Pájaros volando por el bosque, el sonido de
las hojas cuando la suave brisa les pega, el crujir de las
ramas con el viento... y pasos acelerados corriendo por
las ramas sobre nuestras cabezas.
—¡Cuidado! —Grito, corriendo hacia Jaxon y Amaru; y
abrazándoles para quitarlos del medio. Los tres,
caemos al suelo por mi impacto y una cuchilla se clava
en la madera del árbol que estaba tras Amaru.
Desde el suelo con los chicos, volteo mi rostro y miro
por encima de mi hombro. Mis ojos van directamente
hacia Esteban quién salta de una rama
alta, y cae sobre sus pies, al suelo con una sonrisa
macabra en los labios.
Los chicos y yo, nos levantamos del suelo rápidamente.
Amaru, con una expresión de confusión, a la vez que
de terror en el rostro.
—Buenos reflejos, linda. —Dice Esteban con sus manos
metidas en los bolsillos de su pantalón y con aún
aquella sonrisa en los labios.

—¿Qué está pasando aquí? —Pregunta Amaru con la


voz entrecortada al ver el cuchillo clavado en la
corteza del árbol tras de él.
—¡Mira, un monje humano! —Señala Esteban a
Amaru. —¡Traes el postre! — Ríe, lamiéndose los labios
suavemente mientras le observa. Amaru, con una
expresión de confusión ante aquel comentario.
—¡Déjalo en paz, Esteban! —Digo entre dientes
molesta.
—Bueno, eso lo veremos. —Bufa. —¿Creíste que te irías
tan fácilmente después de retarnos y maltratarnos? —
Da unos pasos hacia adelante mirando el suelo. —
¿Crees que te dejaría ir así como si nada luego de
amenazarnos y jodernos la noche? —Menea la cabeza
en negación mientras hace un "ruidito" con la boca.
Sus ojos rojos, suben a los míos y yo suelto un leve
suspiro. —He ido siguiendo tu olor querida... bueno,
hemos. —Sonríe abiertamente, mostrando su blanca
y perfecta dentadura; sus colmillos afilados en todo su
explendor.
Inmediatamente, tras Esteban decir aquellas últimas
palabras, unos cinco vampiros saltan de las ramas de
los árboles y se paran tras de él.
Un escalofrío recorre mi cuerpo al ver al vampiro de la
cicatriz en el rostro. Al mismo, el cuál le había roto el
cuello y clavado una daga en el corazón. Junto
a él, el vampiro que Jaxon había dejado inconsciente
también.
¿Es qué estos no se mueren?
¿Acaso son inmortales o cuál es el truco para poder
matarles?
Eran demasiados vampiros para enfrentarles. Jaxon y
yo no podríamos contra ellos, mucho menos Amaru,
quién no era hombre lobo.
—¿Pero qué mierdas pasa? —Dice Amaru dando dos
pasos hacia atrás al ver la escena. Sus ojos, abiertos
como dos luceros enormes, mientras que su pulso,
aumentaba exponencialmente.

—¡Amaru, vete de aquí! ¡Corre al templo y pide ayuda


a los chicos! ¡Ve y dile a mi papá! —Digo, al ver que la
situación no pintaba del todo bien para los tres aquí.
Al menos, si Amaru lograba escapar, con eso, mi alma
estaría más
tranquila.
Éste, se me queda viendo fijamente con una expresión
de temor en el rostro; paralizado.
—¡No, no, no linda! —Esteban menea su cabeza de lado
a lado mientras agita su dedo índice en negación. —De
aquí nadie sale con un corazón latiente. — Bufa. —¡De
aquí, salen todos... muertos! —Dice, y los cinco
vampiros
comienzan a correr hacia nosotros, incluyendo a
Esteban quien viene
directamente por mí.
Éste, me embosca y ambos caemos al suelo. Esteban,
inmediatamente me toma de los brazos y los pega a la
tierra bajo mi espalda, inmovilizándome. Veo, cómo
éste comienza a abrir su boca en tanto acerca sus largos
y afilados colmillos a mi rostro.
Yo, rápidamente, me convierto; logrando darle una
patada y aventarlo tras de mí, para así, ponerme en pie
en un instante. Rápidamente me volteo y veo como
éste a caído de pies y manos tal cual cualquier felino.
Miro tras de mí, los cinco vampiros rodeando a Jaxon y
a Amaru en un círculo perfecto. Tengo que ayudarles o
esto terminará mal.
Comienzo a correr hacia ellos antes de que estos
pudieran atacarles, pero, siento, como mi cuerpo se
detiene repentinamente al mi cabello se halado
estrepitosamente. Volteo mi rostro y miro sobre mi
hombro derecho, viendo a Esteban sujetándome del
cabello. En ése momento, termino de voltearme, me
abalanzo sobre él y le pego un puño en el rostro que lo
hace retroceder dos pasos, pero éste, se niega a soltar
mi cabello.

Recuperándose rápidamente de aquel golpe, Esteban,


me hala hacia él por mi cabello y mi cuerpo se pega al
suyo de un golpe. Éste, me voltea
estrepitosamente hacia él, quedando mi pecho junto al
suyo; su mirada, clavada en mis ojos.
Su agarre hacia mi cabello aumenta, y éste, me mira
con desprecio.
—No eres mejor que yo, linda. —Sus ojos recorren mi
rostro a detalle. Un
escalofrío recorre mi piel al ver sus oscuros ojos rojos a
tan cerca. —Los lobos no son mas que criaturas
salvajes y sin gracia... —Hace una pausa mordiendo su
labio inferior levemente. —Pero, nunca había conocido
a una loba en carne
y hueso. —Continúa mordiendo su labio inferior; sus
colmillos, presionando la piel de sus boca, pero sin
llegar a lastimarle.
—¡Pues observarme bien, porqué será la última que me
verás! —Digo,
tratando de zafarme, pero éste no me lo permite. Su
mano, bien sujeta a mi cabello en tanto la otra me hala
de la cintura con fuerza.
—Sabes, si fueras humana como Cristal, tal vez, te
cambiaría por ella y no sé... puede que te hiciera mi
favorita. —Acerca su rostro al mío y yo me estremezco.
Siento, como su respiración comienza a rebotar sobre la
piel de mis mejillas para luego, sentir lo húmedo de su
lengua subir desde mi quijada hasta mi pómulo
derecho.
Una sensación de asco y repugnancia me invaden, en
tanto un escalofrío se apodera de mi espina dorsal. En
ése momento, aprovecho que está cerca de
mi y le muerdo el hombro con mucha fuerza. Éste,
pega un grito y me suelta inconsciente, por lo que yo,
aprovecho y le pego una patada que lo hace volar
y estamparse contra un árbol cercano.
Esteban, coloca su mano sobre su hombro y ve como
este comienza a
sangrarle bajo sus ropas. Su rostro se gira hacia mí y
una sonrisa sarcástica y
malévola se pinta en sus labios. Yo, paso la parte
trasera de mi mano por mi rostro, limpiándome las
babas que éste dejo en el.
—¡Así me gustan, rudas y peligrosas! —Ríe, pasando su
lengua por su labio inferior en tanto se pone pie.
—¿A sí? ¿Pues que esperas para venir por mí? ¡Idiota!
—Digo, llamándole con mi mano. Éste, sonríe
abiertamente de oreja a oreja.
—¡Es todo un placer!—Contesta y comienza a correr
hacia mí. Yo, me preparo en posición de defensa y le
espero pacientemente; pero, antes de que éste llegase a
mí; lo veo pegar un gran salto, y caer a mis espaldas sin
ningún esfuerzo.
Al voltearme, veo con la esquina del ojo como los
vampiros habían
comenzado a atacar a los chicos. Amaru y Jaxon,
peleando contras los cinco, pero la situación no pintaba
bien. Se puede decir, que los chupa sangres estaban
jugando con ellos. Dándoles golpes y tirándoselos de
uno hacia otros tal pelota de pimpón. Ambos chicos de
veían ya en mal estado.
—¿Qué miras? ¿A los chicos? —Esteban gira su rostro
un poco y mira el círculo de vampiros con mis amigos
en el centro. —No te preocupes, a ellos siempre les
gusta jugar con su comida antes de almorzar. —Ríe. —
Pero, lo malo es que el sabor de los lobos
lamentablemente no nos gusta del todo... —Hace una
pausa mientras voltea los ojos y mueve las manos. —Su
sangre sabe... ¿cómo lo podría explicar? Un tanto...
amarga. —Frunce los labios y me mira. —No son
nuestro platillo favorito. Lo siento... —Se encoge de
hombros y sonríe. Yo, le miro con mal cara.
Tengo que ayudar a los chicos. Amaru ya no se ve muy
bien que digamos. Jaxon es un hombre lobo, puede
resistir muchos más los golpes, pero Amaru,

no tanto. Sé que es fuerte y está bien entrenado, pero


no para enfrentarse con cinco vampiros.
Si logro rebasar a Esteban, tal vez tenga la oportunidad
de llegar a los chicos, y ayudarles.
Me quedo mirando a Esteban fijamente, analizando
cómo hacer para
despistarle.
—¿Por qué mejor no terminamos lo que tú y yo
empezamos? —Dice Esteban y yo asiento.
—Sí, eso mismo haremos. —Digo, con una sonrisa en
el rostro, para luego,
comenzar a correr hacia él a todo prisa. Éste, se prepara
y veo como se
muerde el labio inferior al verme venir.
Al estar lo suficientemente cerca de él, me deslizo por
el suelo y logro
exactamente lo que quería; que éste me esquivase con
un brinco y cayera tras de mí tal como lo hizo hace un
rato. Rápidamente, aprovechando que estoy frente a
frente al círculo de vampiros que están haciendo papilla
a mis amigos, me levanto, corro hacia ellos y estampo
por detrás a uno de los vampiros, logrando hacerlo caer
al suelo, yo junto con él.
Subo mi mirada y veo cómo Amaru y Jaxon me
observan sorprendidos. Sus rostros, llenos de sangre
por todas artes, los nudillos de sus manos... ya
destrozados.
—¡Corre Amaru! ¡Busca ayuda! —Le grito al monje
mientras éste me mira atónito, confundido y
sobresaltado. —¡Vete! —Grito nuevamente, sujetando
al vampiro que tengo bajo de mí, quién forcejea
conmigo para poder escaparse.

Amaru, luego de algunos segundos, reacciona y


comienza a correr. Yendo muy de prisa, el monje, nos
rebasa, sale del círculo y continúa corriendo en
dirección al templo.
Veo, como Esteban mira a Amaru escapar, y sé que lo
querrá detener, por lo que, me levanto del suelo, corro
hacia Esteban y me le lanzo encima;
rodeando mis brazos alrededor de los suyos y
sujetándole con fuerza.
Amaru, desaparece en la distancia y yo me siento
aliviada.

Capítulo 30

Ya había pasado algún tiempo desde que Amaru se fue


corriendo bosque adentro a buscar la ayuda de los
chicos y de mi padre. Aquí, la situación no había
mejorado en lo absoluto. Esteban y yo continuábamos
peleando,
mientras que, Jaxon se enfrentaba uno por uno a los
vampiros de la pandilla, los cuáles estaban haciendo
apuestas para ver quién lograba que el chico de los ojos
verdes quedara inconsciente primero.
Mi corazón se partía al ver la condición en la que se
encontraba Jaxon. Éste, tenía el rostro destrozado.
Sangre salía de sus pómulos, labios y nariz.
Escupiendo de vez en cuando, pequeñas cantidades de
sangre al suelo. Su rostro, hinchado y ya algo
amoratado. Sus ropas rotas y rasgadas, sus nudillos
hechos sangre de tanto pegarles a esos malditos.
Yo, con mi labio inferior lastimado y sangrante, al
igual que mi nariz.
Pasando la parte posterior de mi mano izquierda por
debajo de mi nariz,
limpio las gotas de sangre que bajan por ella. Esteban,
observándome con una

sonrisa en los labios. Su pómulo derecho y ceja


izquierda, sangrando por los golpes que le había
propiciado.
—Lobita, ya no te ves muy bien. —Ríe Esteban,
escupiendo sangre hacia un
lado al suelo.
—Tú tampoco. —Bufo, viéndole. Éste, suelta una
carcajada, colocándose en posición de ataque.
—Sí, pero ya yo estoy muerto querida, tú... aún puedes
morir. —Ríe, cerrando sus puños con fuerza frente a él.
—Eso lo veremos. —Digo, e inmediatamente salto
sobre él, pero éste, me atrapa en el aire. Yo, comienzo
a golpearle el rostro en tanto éste clava sus uñas en mi
cintura y me aprieta con fuerza tratando de alejarme.
Inmediatamente, me agarro de su cintura, rodeando
mis pies alrededor de su cuerpo y continúo con una
lluvia de puñetazos hacia su cabeza. Esteban,
comienza a dar vueltas y a caminar en direcciones sin
sentido, hasta que logra estampar mi espalda contra un
árbol cercano.
Me estremezco ante el dolor, y arqueo mi espalda hacia
el vampiro mientras suelto un quejido. Esteban,
comienza a golpearme repetidamente contra la corteza
del árbol, una y otra... y otra vez.
Yo, suelto mi agarre hacia Esteban, quién aprovecha la
situación y me toma por el cuello con fuerza. Mi
espalda contra el árbol, mis pies, comenzando a
levantarse del suelo.
—Eres ruda... —Dice entre dientes, mirándome
fijamente. —¡Y eso me gusta! — Sonríe, y sus colmillos
afilados se hacen más notorios al asomarse bajo sus
labios.

—¡Eres un asqueroso! —Digo, y le escupo el rostro.


Éste, cierra los ojos por un instante. Las puntas de mis
pies, tocando a penas el suelo, luchando por
mantenerme en pie para que así, Esteban no me
ahorcase.
Veo, cómo el vampiro, con su mano libre, seca mi
saliva, la cuál va bajando lentamente por su mejilla. La
expresión en su rostro es seria. Éste, limpia la parte
trasera de su mano contra su pantalón.
—Eso no es sexy. —Bufa con una sonrisa de medio
lado. —Así que lo pagarás... —Frunce sus labios en
tanto aumenta la presión conta mi cuello;
levantándome aún más en el aire, haciendo, que mis
piernas abandonaran el suelo y el aire comenzara a
faltarme.
Coloco mis manos en mi cuello, tratando de liberar los
dedos de Esteban de
mi piel pero su agarre es fuerte. Abro mi boca
desesperadamente en busca de un poco de aire, pero
nada entra a mis pulmones.
Comienzo a agitar mis piernas desesperadamente en
busca de algo de aire, pero es imposible... Esteban me
mataría.
Mis manos comienzan a debilitarse, abandonando la
lucha contra los dedos del vampiro que me ahoga poco
a poco mientras aumenta gradualmente la presión
contra mi cuello.
Finalmente, mis brazos caen y mi cuerpo entero se
debilita. Mis ojos,
comenzando a cerrarse; y mi visión, ya borrosa.
—¡Déjala maldito! —Escucho una voz y veo, como
Esteban cae al suelo
inconsciente de repente, yo caigo junto a él.
Desde el suelo, subo la vista y veo borrosamente a
Cristal parada con una
piedra muy grande en sus manos; la piedra, cubierta de
sangre.
Veo, como ésta suelta la piedra a un lado y corre hacia
mí.

—Katrina, ¿estás bien? —Pregunta, acercándose y


ayudándome a ponerme a pie. Yo, aún recuperando el
aliento y tosiendo mientras me sujeto el cuello
tratando de buscar algunas bocanadas de aire.
Asintiéndole a la chica que acaba de salvar mi vida, me
apoyo de ella mientras ésta me ayuda a mantenerme
en pie en lo que recupero la compostura.
—Gracias. —Digo con un poco de dificultad, ella
asiente y me sonríe.
—Gracias a ti, por enfrentar a los vampiros para poder
rescatarme. —Suspira y yo solo asiento.
Miro sobre mi hombro y veo a Esteban inconsciente en
el suelo, por lo que, tomo aquella piedra ensangrentada
que Cristal había usado para pegarle, y corro hacia el
chico de los ojos verdes para ayudarle.
Molesta por toda esta situación, mientras corro, suelto
un grito de frustración en tanto levanto la piedra en el
aire y miro fijamente a los malditos que le están dando
la paliza del siglo a mi novio.
Al llegar al círculo de vampiros, agarro la piedra con
ambas manos y le pego con todas mis fuerzas en la
nuca a uno de ellos; para ver, cómo éste cae
inconsciente al suelo inmediatamente.
Me quedo respirando rápidamente, sujetando aquella
piedra entre mis dedos, viendo, como los demás
vampiros voltean rápidamente al ver el cuerpo de su
compañero caer al suelo de repente. Jaxon, me mira con
uno ojo amoratado pero sonriente.
En ése momento, escucho cómo Cristal grita, por lo
que volteo mi vista por sobre mi hombro y veo a
Esteban agarrarla por un brazo; sangre bajando por su
cuello desde la parte trasera de su cabeza.

—¡Ya me tienen harto! —Grita furioso, halando de lado


a lado a la chica, quién llora desconsoladamente.
Esteban, en pie pero con dificultad, parecía estar
mareado. Posiblemente por aquel golpe que le había
dado Cristal en la
cabeza. —¡Juro que la mataré ahora mismo y así no
tendrás a quién salvar, perra! —Me grita con coraje. Su
mirada, perdida y escalofriante.
—¡Aquí el único que sufrirás serás tú, idiota! —Escucho
la voz de Austin y mi corazón se acelera de emoción.
Mis ojos se cristalizan al mirar a mi izquierda y ver a
todos los chicos llegar corriendo desde el bosque. Mi
papá, Justin, Lian, Austin, Sam, Carlos, y hasta
Wesley. Algunos monjes les seguían, incluyendo a
Dawa y a Amaru.
Veo, como Esteban voltea el rostro y observa a todos
los chicos venir. La expresión en su rostro cambia
totalmente de una de venganza y coraje, a una de
confusión mezclada con una pizca de temor.
—Estás perdido Esteban. —Dice Austin, encabezando
el grupo de chicos que se acercan. Los vampiros que
rodeaban a Jaxon, rápidamente se colocan tras de
Esteban en señal de apoyo. Jaxon, cae al suelo de
rodillas con una sonrisa de satisfacción en el rostro al
ver a los chicos llegar.
Justin, rápidamente corre hacia su hijo y le ayuda a
levantarse, para luego, llevárselo bajo la sombra de un
árbol cercano y verificar su estado de salud. Mi papá,
corre hacia mí y me ayuda también.
—¡Mira quién apareció! —Dice Esteban acercando a
Cristal a su cuerpo. La espalda de la chica, pegada al
pecho del vampiro. —Te he estado buscando, querido.
—Ríe maléficamente.
—Esto es entre tú y yo, deja a los demás tranquilos. —
Le contesta Austin,
acercándose lentamente hacia él.

—¡Te equivocas! ¡Mi problema es con todos ustedes,


perros asqueroso! —
Escupe sangre hacia un lado. —¡Son tan despreciables y
tan... nefastos! —Hace una mueca de asco con la boca.
—¡Los detesto! —Dice, aumentando el tono de su voz.
—Suelta a Cristal y arreglaremos esto entre los dos. —
Austin continúa
acercándose lentamente hacia Esteban, quién lo
observa detenidamente.
—No entiendo por qué tanto alboroto por una simple
humana sin gracia. — Bufa. —Si yo no soy el único que
tiene una mascotita como ella, casi todos nosotros
tenemos una. —Sonríe, lamiéndose el labio superior. —
¡Nuestro postrecito personal! —Ríe, tomando por el
rostro a Cristal y forzándola a besarle. La chica, mueve
su rostro con fuerza y se libera de aquel beso.
Esteban sonríe mientras observa fijamente a Austin.
Desde la sombra del árbol donde estaba recostada,
mientras mi papá y Dawa me curaban mis heridas;
Amaru y Justin ayudando Jaxon; veo, como Lian y
Sam se suben disimuladamente a un árbol y comienzan
a deslizarse por las ramas de este hasta llegar sobre
Esteban. Quién estaba tan distraído con
Austin y Cristal, que no se había dado cuenta de lo que
sucedía; tampoco, los tontos secuaces que estaban tras
de él. Sé, que probablemente Austin sí esté
al tanto de todo.
Observo, como Lian y Sam comienzan a hacerse señas
desde las ramas; yo, expectante de lo que pasaría,
mientras, me quejo al sentir el ardor de cuando Dawa
pasa una gaza por mi pómulo izquierdo con algo de
alcohol en ella.
—Si te gusta tanto mi juguete, ¿por qué no vienes por
ella? —Ríe Esteban,
mirando a Austin con aquella sonrisa sarcástica que
tanto me hacía hervir la sangre. Austin sonríe de
medio lado.

—¡No sabes cuánto quería que dijeras es! —Sonríe, para


luego, comenzar a correr en dirección a Esteban.
En ése momento, Lian y Sam saltan de los árboles y
caen tras el vampiro. Éste, al escucharlos, voltea
rápidamente para encontrarse con el puño de Lian en
su rostro. Esteban, tambalea hacia atrás, soltando a
Cristal inconscientemente por unos segundos,
segundos, los cuáles fueron suficientes como para que
Sam la tomara de una mano, la agarrara, brincara con
ella a las ramas del
árbol sobre sus cabezas y se la llevara lejos de él.
Los amigos de Esteban, rápidamente al ver la escena,
comienzan a correr
hacia Lian para atraparle. Éste, se voltea y se coloca en
posición de pelea; los demás chicos; Carlos, y Wesley,
corren también a ayudar.
Austin, llega donde Esteban y le hala por un hombro,
haciéndole voltearse hacia él. Una vez Esteban está
frente a frente a Austin, éste, le pega un
puñetazo en la cara que lo hace caer al suelo sentado y
mareado.
Esteban, agita su cabeza mientras su cuerpo oscila de
lado a lado. Su mano derecha, van a su frente en tanto
coloca la izquierda sobre la tierra buscando apoyo.
Austin, se le acerca lentamente y se coloca en cuclillas
frente a él. Éste, le
toma por el cuello de la camisa y le acerca a su rostro.
El vampiro, muy
mareado y confundido como para mover un músculo
en contra del chico.
—Vas a dejar a la chica en paz, Esteban. No te quiero
ver a ti, ni a ninguno de tus amigos de colmillos cerca
de mi familia, amigos, ni de Cristal, ni de mí. — Dice
Austin entre dientes mirándole serio.
—Tengo su olor, puedo seguirlos. —Balbucea Esteban.

—Sí, pero no lo harás. Porqué la próxima vez que te


vea, no seré tan generoso como hoy. La próxima vez,
acabaré contigo de una buena vez. —Austin le mira
directamente el alma. Esteban, se queda callado por
unos segundos
mirándole con el entrecejo fruncido. La expresión en su
rostro es de coraje.
—¡Vámonos muchachos! —Grita Esteban y todos los
vampiros que estaban
peleando con Lian, Wesley y Carlos; se detienen
inmediatamente.
Austin, suelta el agarre a la camisa de Esteban, dándole
un empujón que lo hace caer al suelo de espaldas.
Esteban, mira al chico con ojos de furia y rencor.
Austin, da tres pasos hacia atrás y Esteban comienza a
levantarse del suelo. Estos, siempre manteniendo
contacto visual.
—Esto no se quedará así. —Dice Esteban, retrocediendo
hacia dónde están sus amigos. Carlos, Lian y Wesley
caminan hacia Austin.
—Más vale que sí se quede así. Por el bien de tu salud.
—Contesta Austin,
mirándole serio. Esteban sonríe.
En ése momento, Esteban y los vampiros comienzan a
correr bosque adentro, desapareciendo entre los árboles
en tan solo algunos segundos.
***
Luego de aquella pelea en el bosque, los chicos y yo nos
dirigimos al templo,
pero esta vez con un invitado nuevo... Cristal.
Al llegar al templo, los monjes la recibieron
amablemente y le ofrecieron algo de comer junto con
ropas limpias y una habitación.
Luego de que todos recibiéramos atención médica y de
que nuestras heridas fueran curadas y desinfectadas;
Dawa nos enfrentó.

—Tengo muchas preguntas. —Dice, parado en el centro


de una de las habitaciones interiores del templo en la
cual éstos rezaban. Todos nosotros, incluyendo a
Amaru, sentados sobre pequeños cojines de tela en el
suelo. Todos, nos quedamos callados mirándonos los
unos a los otros, sin saber bien qué diríamos o qué
contestaríamos.
¿Cómo le explicaríamos a estos monjes lo que había
pasado dentro de aquel bosque?
¿Cómo explicarle lo que sus ojos habían visto, pero sus
cerebros no eran
capaces de procesar?
—Yo también tengo algunas preguntas... —Dice
Amaru a un lado de mi papá, mirándonos a todos con
los ojos entrecerrados.
—Hay muchas explicaciones que me gustaría escuchar
de ustedes. —Dice
Dawa, con sus manos metidas en las mangas de su
túnica color naranja.
Austin se levanta del suelo lentamente y se aclara la
garganta.
—Bueno señor Dawa, ¿cómo le digo?—Tartamudea, y
se queda callado
pensando por algunos segundos.
—Quiero la verdad. —Dawa le mira levantando una
ceja. —Austin suelta un suspiro.
—Es que, en el pasado yo había tenido problemas con
ése chico. —Pasa su mano por su cabello, nervioso. —
Y bueno, tuvimos una pelea la cual no terminó bien...
—Hace una mueca con su boca mientras mira a Dawa.
—Ajá... ¿qué más? —Pregunta Dawa. Todos nos
quedamos callados mirando a Austin, quién puedo
decir, que desde aquí veo cómo éste estaba sudando.
—Bueno, él me había amenazado y dicho que me
mataría cuando me viera nuevamente... y resulta que
se encontró con Katrina en el bosque y bueno... pues
ya usted sabe el resto, ¿no? —Sonríe de labios cerrados,
observando a
Dawa.
Dawa, se queda sumamente callado... demasiado para
mí gusto. Sus ojos, clavados en Austin y nosotros, con
nuestros pulsos acelerados y expectantes. Carlos a mi
lado, comiéndose las uñas de sus manos.
—Muy agresivos, ¿no? —Mira a Austin con una ceja
arqueada. —Toda esa pelea y los saltos, mordeduras,
patadas.
Austin se ve nervioso. Éste, pasa su mano por su nuca
y suspira.
—Es que... todos aquí estuvimos en un colegio militar.
—Dice y Dawa solo le ve fijamente. —Ahí fue que nos
conocimos. Fue un entrenamiento fuerte por
años, por eso es que somos... —Hace silencio por
algunos segundos. —¿Así? — Se encoge de hombros y
mira a Dawa con una expresión de "por favor
créeme porque ya no sé que más decir".
Dawa se le queda viendo por unos instantes y nosotros,
solo podemos especular lo que pasa por su mente. Los
segundos parecen ser horas, y mi impaciencia,
volviéndome loca.
—Tiene sentido con esos músculos que se llevan. Una
persona común no podría tener la musculatura y
condición física que ustedes tienen. —Dice, y un peso
enorme cae de mis hombros. —Pero, ¿por qué no lo
dijeron antes? — Pregunta el monje.
—Bueno, no creímos que fue tan... —Austin habla pero
Dawa le interrumpe.
—Si lo hubieran dicho antes, tal vez hubiéramos sido
más duros con ustedes
en el entrenamiento de Tai Chi. —Le da una leve
sonrisa a Austin y éste le

responde con una de vuelta; una forzada y llena de


aquel nerviosismo que
éste todavía tenía en su ser.
Luego de aquella reunión que nos dejó a todos sin uñas
y sin cabello; los
chicos y yo nos fuimos a nuestros respectivos cuartos.
Había sido un día largo, y en realidad lo que todos
queríamos era descansar.
Caminando con Amaru y con Carlos por el pasillo
hacia nuestras habitaciones, Carlos se detiene frente a
la puerta de su cuarto y se despide.
—Que descansen. —Dice, abriendo la puerta, entrando
a la habitación y
cerrándola tras de sí.
Amaru y yo, continuamos caminando por el pasillo, en
silencio, hacia nuestros respectivos cuartos. Éste, desde
que terminó la reunión, había estado muy callado y
pensativo. No había dicho palabra alguna desde
entonces; y eso, me preocupaba.
Temía si preguntarle o no lo qué le pasaba, porque algo
en mí me decía, que éste no se había creído ni una sola
palabra de lo que Austin le había dicho a
Dawa.
—Gracias por lo de hoy. Lo hiciste bien. —Digo,
tratando de romper el hielo, pero, sin forzar mucho
aquella conversación que no quiero, pero debo tener.
Ya estábamos casi llegando a lo que sería la puerta de
su habitación; la mía, estaba a unos cuantos pasos más
hacia el fondo del pasillo.
—Katrina, todo es muy confuso. —Dice, volteando el
rostro hacia mi y
haciendo contacto visual. Yo asiento. —Esos chicos
eran demasiado fuertes y... —Llegamos a la puerta de
su cuarto y éste se detiene frente a ella, yo también. —
No entiendo como era que saltaban así, aquellas
piruetas, esos dientes... — Su mirada baja al suelo y se
pierde entre pensamientos dentro de su cabeza.

—Son de la escuela militar contraria. —Miento un


tanto nerviosa. —Por eso es que nos llevamos mal. Son
riñas de colegios. —Le doy una risa nerviosa que éste
no me responde; ignorando completamente las
preocupaciones que éste había dicho.
—No lo sé, es que todos ustedes estuvieron
impresionantes también. —Sube
su mirada y se me queda viendo fijamente. —Además,
puedo jurar que vi tus ojos cambiar de color... —Dice
con el entrecejo fruncido. Mirándome como si quisiera
atravesar mi alma y ver dentro de ella. —Eran...
¿morados? —Habla
con un tono de voz bajo e inseguro.
A mí, me recorre un frío por la espalda al saber que
Amaru había notado mi transformación. Me había
visto convertida en lobo en el bosque; ¿cómo le podía
explicar esto?
¡Vamos Katrina, invéntate algo!
¡Amaru no puede saber que somos lobos, eso siempre
trae problemas... demasiados problemas!
—¿Morados? —Río, haciendo una mueca y un ruido
con mi boca como
restándole importancia. —¿A quién se le ocurre,
Amaru? Tal vez fue la luz del sol cuando me pegó. —
Bufo nerviosa; Amaru me mira callado.
Unos incómodos segundos de silencio se interpusieron
entre nuestra ya
incómoda conversación.
—Si... —Asiente el monje frunciendo su entrecejo. —
Debió ser la luz del sol, tienes razón. —Me regala una
sonrisa de medio lado para luego, abrir la puerta de su
habitación y comenzar a entrar en ella.
—Bueno, entonces, ¿nos vemos mañana? —Me despido
y éste asiente.
—Si, hasta mañana. —Dice, cerrando la puerta tras de
sí al entrar.

Yo, comienzo a caminar hacia mi habitación


nuevamente. Mi mente, llena de dudas y preguntas; de
preocupaciones y temores.
No estoy muy convencida de que Amaru se haya
tragado mi excusa de los rayos del sol. Pero, ¿qué más
podía haberle dicho?
Espero que esto solo se olvide en unos cuantos días, y
que pase a ser solo un mal recuerdo que quedó en el
pasado.
Espero, que estos monjes, no descubran, que somos
lobos en realidad.

Capítulo 31

Unas semanas habían pasado, y puedo decir, que todo


iba de maravilla en el templo.
Cristal, se había acoplado muy bien a las normas y
rutinas diarias de los monjes. Ésta, era muy inteligente
y cariñosa; todos se estaban llevando bien con ella.
Incluso, creo que Cristal pasó a ser la favorita de Dawa,
los exquisitos platillos que nos preparaba en la cocina,
habían robado el corazón de todos
en el templo.
Y, hablando de corazones robados; Austin había estado
más alegre y contento desde que Cristal estaba con
nosotros.
Ahora, lo veías salir de su habitación bien arreglado,
con su ropa bien limpia, y todo peinado. Los chicos le
molestaban por ello. Inclusive, ahora mismo lo estaban
haciendo.

—¡Hueles más que una panadería cuando se les quema


el pan! —Dice Wesley, sentado a la mesa del comedor
mientras toma un pedazo de carne del plato. Austin, a
penas llegando junto con mi papá y sentándose.
—¡Cállate idiota! Solo me di un baño, es todo. —Austin
se sienta junto a Justin, quién no dice nada, pero le
mira con una sonrisa pícara en el rostro.
—Un baño de los buenos. De esos que te aseguras de
limpiar bien aquello que crees que van a oler luego. —
Wesley sube y baja sus cejas rápidamente,
mirando a Austin con una sonrisa muy graciosa en los
labios.
Austin, le da una mirada matadora que hace que
Wesley levante sus manos al aire en son de paz.
—Vamos, dejen al chico quieto. —Dice Justin con algo
de risa en su voz. —Ya lo han molestado lo suficiente.
—Habla mientras corta con un cuchillo la carne sobre
su plato.
—Hasta que no acepte que le gusta Cristal, éste pendejo
no dejará de joder. — Sam señala a Wesley con su
tenedor mientras habla con la boca llena. Wesley le
saca el dedo de en medio.
—No lo aceptaré porque no me gusta. —Austin
contesta muy tranquilo; sin quitar su vista ni un
segundo de su plato de comida.
Todos se quedan callados, pero se escuchan unas
cuantas risitas incrédulas por lo bajo. La mía es una de
ellas.
—¡Mira, ahí viene Cristal! —Dice Carlos y todos
vemos cómo Austin
rápidamente levanta su mirada.
Sus ojos, abiertos como dos lunas llenas, buscando a la
chica en los alrededores, pero, ésta no estaba. Carlos
comienza a reír.

—¡Y eso que no le gusta! ¡Casi se le sale un ojo! —


Carlos ríe más fuerte.
—No es gracioso, Carlos. —Austin le mira con los ojos
entreabiertos. Éste, da un pequeño golpe a la mesa con
los utensilios que tenía en sus manos. Todos miramos.
—¡Ya, ya! Lo siento, ¿sí? No pude evitarlo. —Responde
Carlos con una sonrisa juguetona en el rostro. Éste,
continúa con su comida.
—Hacen que pierda el apetito. —Dice, levantándose de
la mesa molesto listo para irse.
—¿Ya te vas? Pero si a penas estamos aún colocando la
mesa. —Se escucha la voz de Cristal y todos volteamos
a ver.
—Bueno, yo... —Tartamudea Austin al tenerla frente a
frente a él. La chica, con un cuenco repleto de ensalada
en sus manos.
—Vamos, siéntate que aquí les traigo la ensalada. —Le
rebasa, para colocar aquel cuenco de verduras, lechuga
y otras cosas mezcladas; sobre la mesa.
Los monjes de al lado rápidamente comenzaron a
servirse.
—Sí, está bien. —Asiente Austin volviendo a su lugar.
Cristal, se sienta frente a mi, a un lado de Wesley y un
monje del templo.
—¿Y cómo está la comida? —Sonríe la chica, tomando
un plato vacío y
comenzando a servirse.
—Exquisita como siempre, Cristal. —Responde Lian
tomando su taza de té y dándole un sorbo. Cristal
sonríe y asiente.
—Me alegra que les guste. —Dice contenta.
En ése momento, todos los chicos se quedan callados.
Sus bocas cerradas como tumbas, solo las abrían para
atragantarse de comida y masticar.

Cristal, comienza a servir su comida mientras mira con


la esquina del ojo a los chicos. Creo, que el incómodo
silencio repentino en la mesa, era muy obvio para que
ella no se diera cuenta que algo pasaba.
—Y Cristal, ¿cómo te va con eso de las prácticas de Tai
Chi? —Pregunta Carlos rompiendo el incómodo
momento de esta cena. —Escuché que tienes algunos
problemas con las patadas. —Sonríe, metiéndose una
patata frita a la boca.
—Sí, es muy difícil eso del Tai Chi. —Sonríe la chica.
—No se como es que ustedes y los monjes lo hacen ver
tan fácil. —Toma un sorbo de su taza de té. —Pero,
ahora que Austin se a ofrecido a darme clases
personales en las tardes, se que mejoraré mucho con su
ayuda. —Mira a Austin con una sonrisa en el rostro.
Todos, volteamos inmediatamente hacia Austin, cuyo
rostro estaba
totalmente sonrojado; su mirada fija en su comida.
Escucho, como Wesley y los chicos comienzan a reír
por lo bajo y veo como Austin se tensa.
—¿Te dará clases personales? —Pregunta Justin con
una sonrisa pícara en los labios mientras mira a
Austin, quien se dedica a comer muy rápido... creo, que
tiene apuro de terminar, me pregunto por qué...
—Lo que sucede es que en realidad quiero mejorar. —
Ríe por lo bajo Cristal. — No quiero ser la única aquí
que no se sabe defender. Y después de lo que pasó en el
bosque... —Suspira. —No quiero ya ser más la chica
que tienen que
salvar, la débil que no se sabe defender de los vam... —
Hace una pausa y mira al monje que tiene a su lado.
Quien no sabe nada de los vampiros, o lobos; por lo
que no podíamos hablar de ello frente a estos. —De los
abusivos como Esteban. Además, quiero estar
preparada por si regresa. —Se hecha a la boca una
bocanada de arroz.

—No regresará. —Responde Austin soltando su


tenedor sobre su plato ya vacío. Su mirada va a Cristal
quién asiente con pena. —Si sabe lo que le
conviene; no regresará. —Suspira serio. Todos nos
quedamos callados.
Luego de aquella extraña cena con los chicos y Cristal,
todos nos dirigimos a nuestras respectivas
habitaciones. Cabe mencionar, que Cristal estaba
durmiendo conmigo en el mismo cuarto, ya que, como
éramos chicas, Dawa había decidido que lo mejor era
que ambas nos quedáramos juntas y nos cuidáramos
entre las dos. Decisión, que Jaxon no había tomado
muy bien, ya que ahora no podría darse las escapadas
nocturnas que solía hacer a mi habitación.
—Katrina, ¿te puedo preguntar una cosa? —Dice
Cristal, doblando la túnica que se había quitado luego
de darse una ducha, y guardándola en el armario. Yo,
que ya estoy en mi cama, recostada leyendo un libro
que Carlos me había prestado; volteo mi vista hacia
ella y asiento.
—Sí, dime, ¿qué sucede? —Cierro el libro y lo coloco
sobre la mesita de noche que separa mi cama de la de
Cristal.
—Es que... —Camina con la mirada en el suelo hacia su
cama para luego, sentarse en ella viéndose algo tímida.
—¿Sabes si Austin a dicho algo de mí? — Yo frunzo el
ceño inmediatamente ante la sorpresa de aquel
comentario. Ella, comienza a jugar con los dedos de
sus manos sobre su regazo.
Me quedo en silencio observándola; Cristal, levanta su
vista y su mirada choca tímidamente con la mía. Yo,
trato de esconder aquella sonrisa pícara que
desea salir de mis labios, pero, mis intentos fallan y
termino sonriendo de medio lado.

—¿Te gusta Austin? —Pregunto, mirándola fijamente.


Veo, como un rubor rojo se apodera de las mejillas de
la chica. Sus manos, van rápidamente a jugar con su
cabello.
—Bueno, es que yo... —Dice entre un tartamudeo.
—Está bien, no pasa nada si te gusta. —Me siento en el
borde de mi cama en
dirección hacia ella; mis manos, sobre el colchón
apoyando mi cuerpo. —Tú estás soltera, él está soltero.
—Sonrío y ésta asiente débilmente. —Y para contestar
a tu pregunta; no a dicho nada en específico de ti, pero,
sí habla de
la gran persona que eres y de lo contento que está
porqué estés aquí a salvo
con nosotros.
Al la chica escuchar aquellas palabras salir de mi boca,
una sonrisa de oreja a oreja iluminó su rostro, haciendo
que mostrara su dentadura.
—Él es muy lindo conmigo. —Se acuesta en su cama y
comienza a mirar el techo de la habitación. —Nunca
nadie me había tratado como él me trata. —La oigo
suspirar. —Pero, no me quiero hacerme falsas ilusiones,
¿sabes? —Voltea el rostro y me observa.
—Te entiendo. —Asiento. —Solo, dale tiempo al
tiempo. —Hago una pausa observándola; la chica
asiente.
Cristal y yo, luego de aquella conversación, ambas, nos
recostamos en
nuestras camas y en cuestión de algunos minutos, me
quedé dormida.
***
Hace días que llevo intentando poder comunicarme
con aquella mujer en mis
meditaciones, pero, parece no estar funcionando.
Me pregunto, ¿qué es lo que provoca que en algunas
ocasiones pueda
comunicarme con ella y en otras no?

Acaso, ¿será ella quién controla cuando quiere hablar


conmigo, o solo será cosa del azar?
Todavía tengo muchas dudas y preguntas de todo esto,
las cuáles nadie
parece tener algún tipo de respuesta lógica.
En varias de mis secciones de meditación con Amaru o
Dawa, estos me habían explicado como canalizar mis
energías internas, o como ellos le llaman;
los chakras, para así ver si lograba encontrar a aquella
mujer... para ver, si lograba encontrar Vontrom, pero,
nada parecía estar funcionando.
Si no encontraba la ubicación de Vontrom, tampoco
podría encontrar a la chica a la cual tenía que salvar.
¿Cómo encontraría una ciudad que estaba hecha para
no ser encontrada?
¿Cómo encontraría la ubicación de un lugar hecho para
que la humanidad no se topase con el, solo los hombres
lobos?
Espera, solo los hombres lobos...
Si encontramos algunos otros hombres lobos, tal vez, y
solo tal vez; estos sepan la ubicación de Vontrom.
Al fin y al cabo, Vontrom es la gran cuidad de los
hombres lobos. La gran metrópolis donde viven los de
nuestra clase y donde se esconden los Victorian en sus
tiempos libres cuando no están buscándome o
intentando asesinar a
los míos.
Pero, el gran dilema aquí sería; ¿en dónde puedo
encontrar otros hombres lobos y, cómo saber si son
confiables?
Demasiadas preguntas y pocas respuestas. Demasiados
problemas y pocas soluciones.

—Katrina, ¿en realidad estás meditando o solo estás


pensando en mil cosas otra vez? —Escucho la voz de
Amaru, por lo que abro un ojo y le observo parado
frente a mi. Ambos, en la habitación interna de
meditación del templo. —En realidad terminé de
meditar hace rato. —Me paro del suelo y acomodo mi
túnica arrugada. —Estaba solo pensando en mil cosas
que no debería pensar. —Camino hacia la puerta de
salida, Amaru tras de mi.
—¿Pensando otra vez en aquella mujer? —Pregunta,
mientras ambos salimos de la habitación de mediación.
—Si, y en cómo es que voy a llegar a ella. —Suspiro. —
Cada día que pasa,
pienso que es mi culpa que siga encerrada. No quiero
pensar en lo que está sufriendo. —Meneo mi cabeza en
negación caminando por el pasillo junto al monje.
—Pero es que nada me hace sentido. —Me mira con los
ojos entrecerrados. — Piénsalo Katrina, en un
principio, esa chica te amenazó con matarte, ¿y ahora,
dice que necesita ayuda? —Hace una mueca con la
boca. —¿No crees que tal vez te esté engañando? ¿No
crees que pueda ser algún tipo de trampa? Ademas,
¿qué con esos sentimientos malvados y despreciables
que sientes cuando estás en conexión con ella? —
Levanta una ceja. —No es por sea buena... o ¿sí? —
Cruza los brazos sobre su pecho mientras me mira
fijamente esperando una respuesta de mi parte. Yo, me
quedo sin palabras al no saber qué decir.
Amaru en cierta parte tenía razón. La mujer me llegó a
amenazar en un principio, para ahora, ¿pedirme
ayuda? Eso aún no lo entiendo, y admito que me llega
a asustar, pero, ¿cómo saber lo que en realidad sucede si
no lo enfrento? ¿Cómo llegar a las respuestas, si no
voy en busca de ellas?
Llegando a donde está mi padre, los chicos y Cristal
reunidos frente al templo; Amaru y yo nos integramos
al grupo.
—¿Cómo les fue en ésa meditación? —Pregunta mi
padre al vernos llegar. — ¿Tuvieron éxito esta vez? —
Dice con una sonrisa en los labios.
—No, Katrina no logró una conexión con la mujer... —
Dice Amaru, cuando repentinamente comienzo a
sentirme mareada, por lo que, coloco mi mano sobre
mi frente en tanto me sujeto de Justin quien está
parado a mi derecha. —¿Qué te pasa Katrina? —
Pregunta mi papá corriendo rápidamente hacia mí. —
No me siento muy bien. —Contesto entre un
tartamudeo, sintiendo como el mundo me daba
vueltas. Mi vista comienza a nublarse y de momento,
todo se volvió negro.
***
Escucho el cantar de unos pájaros en la lejanía. Abro
mis ojos lentamente y me veo recostada sobre los
brazos de mi padres mientras Lian me abanica con sus
manos; los chicos, haciendo un círculo alrededor mío;
todos observándome.
—¡Despertó! —Dice Jaxon con una expresión de
felicidad en el rostro.
—¿Cómo te sientes cariño? —Mi papá, pasa su mano
suavemente por mi
cabello. Su mirada fija en mi.
—Estoy un poco mareada aún, pero, ¿qué fue lo que
sucedió? —Me siento, pasando mis manos por mi
cabeza.
—Te desmayaste. —Contesta mi padre levantándose y
ayudándome a
ponerme en pie.
—¿Me desmayé? —Pregunto un tanto confundida. ¿Por
qué me desmayaría?

—Si linda, se te pusieron los ojos en blanco y te


estampaste contra el suelo como mango maduro que
cae de un árbol. —Dice Carlos alzando una ceja.
—Si, se veía muy rara con los ojos blancos. En realidad
dabas mucho miedo. —
Dice Wesley con su mirada de temor mezclado con
confusión sobre mi.
—Y después empezaste a balbucear aquello... —Sam me
mira raro.
—¿Balbucear? —Hago una pausa en mi hablar.
Mirando a Sam quién asiente. ¿Qué es lo que decía? —
Pregunto, viendo como todos me miran con aquella
mirada que no sabría descifrar.
—No lo sé, muchas cosas raras. —Responde Sam
moviendo la cabeza en negación. —Estaba pasando
demasiado como para poder prestar atención.
—Pero.. —Digo, pero Justin me interrumpe.
—Te desmayaste repentinamente y tus ojos se fueron
en blanco, te caíste al suelo y bueno... comenzaste a
balbucear aquello. —Hace una mueca con la boca. —
Nos asustamos, no sabíamos qué hacer.
Yo, meneo mi cabeza en negación, subiendo mis manos
a mi cabeza mientras suelto un suspiro.
¿Cómo es posible que nadie le prestó atención a lo que
balbuceaba?
¿Qué pudo haber sido? ¿Qué es lo que dije?
—No puedo creer que nadie le prestara atención a lo
que dije. —Digo,
sintiéndome un poco decepcionada.
—¡Lamentaos haberte prestado más atención a ti y tu
salud que a lo que balbuceabas querida!—Carlos me
mira con una ceja levantada mientras cruza los brazos
sobre su pecho.
Yo, me quedo callada. Carlos tenía razón, estaba siendo
egoísta y grosera.

—Bueno, yo me acuerdo de lo que ella dijo. —Cristal,


desde fuera del círculo
de chicos que me rodean, ésta, levanta la mano y habla
con una voz suave y de pena.
Todos, voltean rápidamente hacia la chica y la
observan fijamente.
—¿Y por qué no lo dijiste antes? —Carlos la mira con
sus ojos los cuáles
parecen dos pelotas de baloncesto.
—¿Cómo es que sabes lo que dijo? ¿Te acuerdas de
todo? —Justin la mira con una expresión de
incredulidad en el rostro.
—Es que tengo memoria fotográfica. —Hace una
mueca con la boca mientras
se encoge de hombros. Los chicos la miran con una
expresión en el rostro de
"no entendí nada". —Eso quiere decir que me acuerdo
muy bien de las cosas. —¿Y qué fue lo que dije? —Me
acerco a Cristal, expectante por su respuesta. Ésta, se
toma un minuto de silencio y suelta un suspiro.
—Treinta grados Norte... —Comienza a hablar chica y
a decir una serie de números; yo solo puedo quedarme
callada, escuchándola hablar; mirándola sorprendida.
—¿Coordenadas? —Grita Justin detrás de mí, yo volteo
a verle.
—¿Otra vez? —Pregunta Austin.
—¡No coordenadas nuevamente! —Wesley coloca sus
manos sobre la cabeza y comienza a caminar de lado a
lado. —La última vez que nos fuimos tras unas
coordenadas, terminé apuñalado e inconsciente por
sabe solo dios y los monjes cuanto. —Suspira. —¡Yo
no voy! —Menea su cabeza en negación
mientras agita su dedo índice de lado a lado
efusivamente.

—¿Coordenadas a dónde? —Pregunto a la chica que


tengo en frente;
confundida.
—Mencionaste algo, pero no estoy segura de haber
escuchado bien. —Dice un poco nerviosa, comenzando
a jugar con los dedos de sus manos.
—¿Qué era? —Siento cómo mi pulso se acelera al igual
que mi respiración. Mis ojos, clavados en los de la
chica que tengo parada frente a mí.
—Vontrom. —Murmura. —Luego de repetir las
coordenadas, decías la
palabra... Vontrom.
Mi corazón da un salto dentro de mi pecho al escuchar
aquellas palabras salir de la boca de Cristal.
Acaso, ¿tenía las coordenadas de Vontrom?
Acaso, ¿ése desmayo no había sido solo un desmayo
normal, y en realidad, de alguna manera, alguien había
logrado comunicarme la ubicación de Vontrom? ¿Sería
la mujer de las meditaciones? ¿Sería ella que logro
meterse en mi
mente de alguna manera u otra para decirme dónde
está?
Miro a mi derecha, y veo como mi papá sube las manos
a su cabeza y
comienza a alejarse de nosotros mientras toma una
bocanada de aire.
—¡Aquí vamos de nuevo! —Ríe sarcásticamente Justin.
—Creo que comenzaré a empacar. —Carlos dice con un
tono de sarcasmo en
su voz mientras da media vuelta y comienza a alejarse
lentamente. Yo le miro con los ojos entrecerrados en
tanto éste se aleja y entra al templo.
—No nos iremos. —Digo mirando a los chicos, quienes
parecen estar un poco consternados por lo que
escucharon venir de Cristal. —Bueno, sí iremos... pero

no inmediatamente. —Frunzo mis labios


encogiéndome de hombros y haciendo una mueca con
mi rostro.
—¡Hay vamos, todos sabemos que te mueres por ir a
ése lugar! —Sonríe Lian mirándome con una ceja
arqueada. —Todos sabemos que quieres averiguar
quién es aquella mujer, además, de ir a cortarle la
cabeza a los Victorian... y a unos cuantos
encapuchados. —Ríe. Yo asiento.
—Bueno, ¿por qué mierdas vamos a alargar la espera?
—Dice Jaxon. Todos voltean a verle. —¿Qué
esperamos? ¡Vamos a Vontrom! —Sonríe y yo le regalo
una sonrisa de vuelta.

Capítulo 32

Luego de una buena conversación con mi padre y los


chicos, todos, decidimos que nos marcharíamos del
templo para ir en busca de Vontrom; pero no
ahora. Esperaríamos al menos una semana para así
prepararnos bien para el viaje; tanto mentalmente,
como con alimentos y artículos de primera necesidad.
Austin, quería que Cristal se quedase en el templo para
que así, ésta estuviera a salvo; pero la chica se negaba
rotundamente. Lo mismo pasó con Amaru, el monje,
le rogó a Dawa que lo dejara acompañarnos, pero éste
no se lo permitió.
Los siguientes días fueron tranquilos. Austin le estaba
dando las clases
"privadas" de Tai Chi a Cristal en las tardes. Según
Austin, la chica había

mejorado bastante su técnica, aunque decía, que su


derecha un poco... bueno, bastante mala. Me río solo
de recordarlo.
Parece que estos estaban más unidos últimamente. En
ocasiones, se les veía hablando solos en medio de los
pasillos; como también, luego de la cena, Austin la
solía ayudar a lavar los platos y demás, pero después de
ello, rara vez sabíamos dónde estos se metían. Muy
extraño la verdad.
En cuanto a los chicos, pudimos convencer a Wesley
de ir a nuestra aventura hacia Vontrom y no quedarse
aquí en el templo. Eso sí, Carlos tuvo que
prometerle que si apuñalaban a alguien en la esta
travesía, sería a él y no a
mismo Wesley; lo sé, es ridículo, pero, estamos
hablando de Wesley, nada más se puede esperar.
—No puedo creer que Dawa te negara ir con nosotros.
—Dice Wesley mientras mira a Amaru, quien está
sentado a su lado en el suelo sobre un pequeño
colchón de meditación. Los demás, haciendo un círculo
también sentados a su alrededor en la sala de
meditación interna del templo.
—Lo sé. —Suspira Amaru, colocando una expresión de
tristeza en su rostro. — Dice que está no es mi pelea. —
Hace una mueca de desaprobación con la
boca.
—En eso tiene razón. —Responde Justin. —Con
nosotros solo vas a encontrar problemas. Es mejor que
te quedes aquí en el templo y continúes con tus
estudios de Tai Chi. —Amaru mira el suelo sin decir
una sola palabra.
—Nos harás mucha falta, Amaru. —Le miro con una
sonrisa de medio lado en mi rostro. Frunciendo un
tanto mis labios al mi corazón sentirse triste por el
monje a quién sin saberlo, le había tomado mucho
cariño.
—Pero, ¿por qué simplemente no hace lo que él quiera?
—Pregunta Sam
mirando a Amaru, quién sube su mirada hacia el chico.
—Si el quiere ir... ¡que

venga! ¿Por qué tiene que escuchar a un viejo monje?


¿Por qué no solo
levantarse, tomar sus cosas y salir con nosotros con la
frente en alto por la puerta principal? —Dice, y todos
nos quedamos en silencio sin saber en realidad qué
decir o qué contestar.
Amaru era un chico muy cultural y chapado a la
antigua. Él no desobedecería las órdenes de Dawa;
estoy segura de que él no dejaría de acatar las reglas del
templo por solo ir tras una aventura con nosotros.
Amaru le era muy fiel a su gente, a sus culturas y
tradiciones... a Dawa.
Un incómodo silencio se apoderó de la habitación
inmediatamente tras aquellas palabras salir de la boca
de Sam. Amaru, con su mirada en el suelo
mientras jugaba con el ruedo de su túnica.
—Amaru cuidará de Cristal aquí en el templo. —Habla
Austin repentinamente. Cristal, le mira con el
entrecejo fruncido.
—¡Ya te dije que yo no me quedaré en el templo! —
Refunfuña Cristal, cruzando sus brazos sobre su
pecho.
—¡Sí, sí lo harás! —Dice Austin, mirándola de reojo. —
Es muy peligroso todo esto para ti. No quiero ponerte
en riesgo, no quiero que estés en peligro. — Murmura
aquellas últimas palabras.
—¡No me importa si es más peligroso allá afuera,
Austin! —Cristal se para del suelo y mira a Austin
fijamente. El chico, evitando la mirada de Cristal a
toda costa. —Yo quiero estar con ustedes porque me
siento segura estando en su
compañía; porque... ya los considero a todos cómo mi
familia... como, ésa familia que nunca tuve. —Baja su
mirada al suelo y suelta un suspiro. Sus manos se
juntan frente a su regazo y ésta comienza a jugar con
sus dedos. Austin, sube su mirada y observa a Cristal.
La chica, comienza a sollozar y Austin se para del
suelo rápidamente.

El chico, comienza a caminar hacia Cristal quién desde


dónde estoy, puedo ver cómo una lágrima comienza a
bajar por su rostro.
Austin, al llegar dónde ella, éste, toma sus manos entre
las de él y la observa. Cristal, sube su rostro
suavemente y sus miradas se cruzan; los ojos de la
chica, cristalizados.
—Está bien, puedes ir con nosotros. —Dice Austin con
una voz suave y tranquila. —Si eso es lo que quieres,
nos acompañarás. Yo... —Hace una pausa y escucho
cómo su corazón se acelera repentinamente. —Yo te
protegeré con mi vida. —Aquella última palabra casi
inaudible.
Cristal, se queda observando fijamente al chico que
tiene frente a sí. Ésta, en total silencio, solo...
mirándole. Una linda sonrisa comienza a dibujarse en
el rostro de Cristal, en tanto noto, cómo sus mejillas se
sonrojan.
De pronto, veo, cómo Cristal se inclina hacia adelante
y le besa la mejilla a Austin rápidamente.
—Gracias. —Cristal sonríe mientras una última
lágrima baja por su mejilla. — Sabía que entenderías. —
Asiente, mirando al chico, para luego, dar media
vuelta y salir de la habitación.
Austin, se queda callado y paralizado en aquel lugar.
Éste, sin mover ni un solo músculo.
—¡Austin a la Tierra! —Dice Wesley, llevándose las
manos a su boca y
pretendiendo hacer un megáfono con ellas. —¡La chica
se te está yendo y tú sigues aquí parado como un
imbécil! —Continúa con la mímica del megáfono. —
¡Es cierto pendejo, ve corre tras ella! —Grita Justin
manoteando en el aire.

De repente, Austin reacciona, comienza a correr y sale


a toda prisa tras Cristal. Al éste desaparecer en la
esquina de la puerta, todos nos miramos entre sí en
silencio, para luego, explotar de risa y reír a carcajadas.
***
Ya en mi habitación, saliendo del baño y secándome el
cabello con una toalla;
veo a Cristal recostada boca abajo en su cama,
escribiendo muy contenta en
su libreta.
Ésta, todas las noches, solía recostarse a escribir en esa
pequeña libreta que Dawa le había regalado. La chica,
pasaba alrededor de una hora escribiendo notas y
riendo por lo bajo ella sola. Era muy divertido verla
balbucear y reírse mientras escribía; pero hoy en
particular era distinto, se le notaba... diferente. Cristal
estaba escribiendo sobre las hojas de aquella libreta con
un brillo
raro... más alegre, más viva.
—¿Estamos extra contentos hoy? —Digo, secándome el
cabello con la toalla y caminando en dirección a mi
cama. Cristal, cierra la libreta de una y se voltea para
mirarme con una sonrisa.
—¡En realidad sí!—Asiente, sonriendo de oreja a oreja.
—Eso es bueno. —Coloco la toalla mojada, tendida, a
los pies de la cama; luego, me siento sobre mi cama y
tomo el libro que estaba leyendo de sobre la mesita de
noche.
Cristal, se me queda viendo con ganas de contarme lo
que sea que está
provocando esta explosión de felicidad emanar por sus
poros, pero creo que no se atreve. Yo, tampoco le
quería preguntar, sé que tiene que ver con Austin,
estoy casi cien porciento segura.

Acomodándome en la cama, abro el libro y continúo


leyendo por la página en dónde lo había dejado. La luz
de la lámpara que está sobre la mesita de noche,
alumbrándome sus letras.
—¡Austin me dijo que le gusto! —Explota Cristal y la
veo con la esquina del ojo, taparse la cara con la
sábana.
Yo, bajo mi libro y la miro con una sonrisa pícara en el
rostro.
—¿Y qué pasó luego? —Pregunto, viendo como la chica
sale de poco a poco de detrás de las sábanas que tapan
su rostro sonrojado.
—Yo le dije que a mi también me gustaba mucho él. —
Ríe con una risita infantil pero muy tierna a la vez.
—Me alegra mucho que al fin se hayan dicho lo que
sienten. —Suspiro,
sintiéndome muy feliz por ellos.
—¡Lo sé! —Se avienta hacia atrás con los brazos
extendidos y cae sobre la almohada de espaldas; su
mirada, en las viejas vigas de madera del techo de
la habitación.
—¿Y no pasó nada más luego de eso? —La miro con la
esquina del ojo mientras abro nuevamente mi libro.
—¡No! —Voltea el rostro hacia mi. —Si hubiera pasado
lo que creo que estás pensando; estuviera aún
desmayada en el suelo. —Ríe. Yo, río también.
***
Cerrando mi libro y colocándolo sobre la mesa de
noche; froto mis ojos por el
cansancio de leer por tantas horas. El tiempo se me
había pasado volando, y más cuando se lee un buen
libro.

Cristal ya estaba durmiendo hace tiempo, por lo que,


ya ahora era mi turno. Extendiendo mi mano, alcanzo
la lámpara de sobre la mesita de noche y la apago. El
cuarto queda en tinieblas, a salvo por aquel pequeño
rayo de luz de luna que entraba por una diminuta
ventana en la pared.
Rápidamente, me arropo hasta el cuello y me volteo de
un lado, lista para
dormir. Al momento en el cuál me disponía a cerrar los
ojos, veo, como aquel rayo de luna fue interrumpido
por fracciones de segundos; como si algo hubiera
pasado por frente de este y hubiera cesado su paso por
mi ventana.
Me quedo quieta en la misma posición, pero, muy
pendiente a los sonidos y en especial, a aquella
ventanilla; la cuál mis ojos no se le iban de encima.
Todo parecía normal, no escuchaba nada fuera de lo
común o veía nada fuera de lugar por lo que podía ver
por aquella pequeña abertura, la cuál, no se si merece
la pena ser llamada "ventana".
Tal vez, solo fue un pájaro que sobrevoló cerca de la
ventana, tapando así por un momento la luz de la luna.
Creo que estoy muy frenética últimamente. Puedo
admitir que todo esto de ir
a Vontrom me pone algo nerviosa. No se si es por el
hecho de encontrar a aquella mujer misteriosa, o el
hecho de enfrentarme a los Victorian de una vez y por
todas.
Cerrando mis ojos y poniéndome cómoda en la cama,
me dispongo a dormir; cuando de pronto, un estruendo
hace que Cristal y yo quedemos paradas
sobre nuestros pies.
—¿Qué fue eso? —Dice la chica asustada corriendo
hacia mí y agarrándome de un brazo.
—No lo sé, pero, no te alejes de mi. —Digo, sujetando a
Cristal y comenzando a caminar junto a ella hacia la
puerta de la habitación.
Un silencio repentino se escucha por todo el templo y
eso no me trae buena espina.
Tomando la perilla de la puerta, la giro y abro
lentamente; tratando de ser
muy sigilosa y silenciosa. Asomando mi cabeza con
precaución, miro el pasillo a ambos lados, pero, no veo
nada; solo oscuridad. Las antorchas de la pared,
alumbrando un poco algunas secciones de este viejo
corredor.
—¿Qué ves? —Pregunta la chica, aún alambrada a mi
brazo.
—Nada. —Murmuro. —No hay nada. —Repito,
saliendo de la habitación hacia
el pasillo con Cristal a mi lado. Cuando de pronto, otro
estruendo; proveniente de la entrada, nos estremece.
Rápidamente, avanzo con precaución por el pasillo,
cuando veo a los chicos
ya en camino hacia la entrada.
—Chicos, ¿está todo bien? —Pregunto, avanzando tras
de Justin quieren es el que va en frente a mí. Éste, se
gira y me observa.
—No lo sabemos aún. El sonido provino de la puerta
principal. —Dice,
mientras camina descamisado y solo con un su pijama
larga puesta; sus pies descalzos.
Todos, incluida Cristal; caminamos en sigilo hacia la
entrada del templo. Al llegar ella, todo parecía estar
normal.
Carlos, con una lámpara de gas en las manos iluminaba
el lugar; alzando su brazo y ayudando a la luz a
extenderse en la lejanía.
—No hay nada. —Dice mi papá, mirando atentamente
todo a su alrededor.

En ése momento, escuchamos cómo algo golpea la


puerta principal con
fuerza, por lo que, inmediatamente todos retrocedemos.
Nuestros ojos se clavaron en aquella puerta, nuestros
latidos del corazón... palpitando velozmente.
¿Qué podría ser, y a estas horas?
¿Quién o qué golpea a la puerta de esa manera?
De pronto, otro estruendo azotó la puerta y esta se
abrió en un santiamén. Todos nos quedamos helados
mirando aquella puerta vacía; la lluvia golpeaba fuerte
las escaleras exteriores, el sonido de los truenos hacia
eco en el salón, mientras que los relámpagos al caer,
iluminaban el cielo nocturno por algunos segundos.
La figura de una persona apareció en nuestro campo de
visión. Me quedo
viendo con el corazón palpitado en la garganta,
expectante de quién será. Cristal, alambrada aún a mi
brazo como si su vida dependiera de ello.
Todos, nos quedamos quietos y observando sin saber
bien que hacer. No podíamos atacar o hacer algún
movimiento sin saber de qué o quién se trataba.
Aquella figura, comienza a moverse y da un paso
adelante; mi pecho se
aprieta al percatarme que se trataba de... Esteban.
Un relámpago ilumina el cielo nocturno
repentinamente, haciendo que por unos segundos,
pudiéramos ver la gran cantidad de vampiros que
seguían al chico.
—¡No puede ser! —Murmura Cristal y siento, como su
agarre a mi brazo aumenta.

—¡Hola, hola! —Dice el vampiro, adentrándose al


templo mientras alza sus brazos al aire como si
estuviera haciendo la mejor entrada del siglo. Una
sonrisa malévola adorna su rostro mojado por la lluvia.
Su cabello y ropas, goteando agua al suelo. —¿Me
extrañaron? —Pregunta, deteniéndose en medio del
salón, los demás vampiros, entran por la puerta
principal tras de él. —¿Qué mierdas haces aquí
Esteban? —Dice Austin, quién comienza a caminar
hacia el vampiro rápidamente, pero Justin, coloca su
mano sobre el pecho del chico y lo detiene.
—¿No está claro aún? —Esteban le mira con aquella
sonrisa que odiaba tanto. —¿Crees que me iba a quedar
de brazos cruzados luego de que me humillaras frente
a mi gente y te llevaras a mi bolsa de sangre? —Voltea
el rostro y mira a Cristal tras de mí; para luego,
lanzarle un beso y guiñarle un ojo. Cristal hace
un sonido de temor mientras mete su cabeza tras mi
espalda.
—Te dije que cuando te volviera a ver... —Austin
habla, pero Esteban le interrumpe.
—¡Sí, si! Ya todos sabemos lo que dijiste. —Voltea los
ojos y hace un sonido
con su boca. —Pero, el que lo hayas dicho, a que lo
puedas cumplir... son dos cosas muy diferentes. —
Sonríe.1
—¡Juro que cuando te ponga mis manos encima! —
Austin habla entre dientes. Justin, sujetándole para
evitar que éste se le lanzara encima.
En ése momento, Dawa y otros monjes llegan al salón
principal.
—¿Qué está sucediendo aquí? —Dice Dawa,
observando a Esteban y los demás vampiros parados
en medio del salón del templo. Claro está, sin saber que
eran... vampiros.

—Hola. Disculpe la interrupción tan abrupta hacia su


templo, anciano; pero, es que resulta que tengo unas
cuantas cosas que resolver con sus inquilinos. — Dice
entre una risita burlona.
—¡Largo de aquí! —Dawa mueve su mano queriéndole
decir que se fueran. — No son bienvenidos en este
templo. —Le mira serio.
—Lo siento, pero me temo que me importa una mierda
si soy o no bienvenido en este lugar. —Sonríe. —¡Lo
único que me interesa es arrancarle la cabeza a ése
imbécil de ahí! —Dice entre dientes, y puedo jurar, que
sus ojos se
tornaron más rojos; color sangre...
—¡Pues qué esperas pendejo! —Grita Austin, zafándose
del agarre de Justin y corriendo hacia Esteban.
Al Austin llegar a Esteban en cuestión de segundos,
éste, da un salto y le cae encima. Ambos, dan vueltas
por el suelo y noto como Austin se convierte. Esteban
y Austin se enfrascan en una pelea en el suelo,
mientras que los otros vampiros comienzan a correr
hacia nosotros para atacarnos.
—¡Ve y escóndete! —Tomo a Cristal por los hombros y
la miro directamente a los ojos; ésta, muerta del miedo.
—Escóndete y no salgas hasta que yo o uno
de los chicos vaya por ti. —Le digo y ella asiente con su
cabeza. Lágrimas formándose en sus ojos.
Rápidamente, la chica comienza a correr hacia los
corredores que daban a las habitaciones y desaparece
en la lejanía.
Yo, al ver que la chica ya no estaba, doy media vuelta y
veo el desastre frente a mis ojos. Los chicos peleando
con los vampiros, Austin y Esteban en una pelea
intensa, mientras que los monjes, también se
enfrentaban a los vampiros sin saber exactamente a lo
que exponían.

Rápidamente, corro hacia aquella escena, ayudando a


los monjes y pateando algunos traseros mientras
avanzaba.
Veo a Lian luchando con una de los vampiros, el
vampiro sobre él tratando de morderle el cuello; éste,
empujándole con todas sus fuerzas por los hombros.
Inmediatamente, me dirijo hacia el chico, me paro tras
del vampiro, y en menos de un segundo, tomo su
cabeza, se la tuerzo y éste cae al suelo; Lian se me
queda viendo fijamente.
—Yo podía con él, no tenías que matármelo. —Sonríe.
—No te preocupes, no está muerto. Mantente
pendiente, porqué en unos minutos se pondrá en pie
nuevamente. —Digo, viendo, como la expresión en
el rostro del chico cambia a una de confusión, mezclada
con algo que no lograba entender.
En ése momento, dejando al chico totalmente
confundido, comienzo a observar a mis alrededores,
viendo como todos peleaban con estos seres los cuales
no sabemos aún como matar.
¡Esto iba a ser imposible!
¿Cómo podríamos ganar una pelea la cuál no sabemos
como luchar?
¿Cómo derrotaremos a todos estos vampiros y a
Esteban si no conocemos como matarles?
Pero, la pregunta más importante era... ¿cómo matar, a
algo que ya está muerto?

Capítulo 33
La pelea entre vampiros, monjes y lobos, aún
continuaba en todo su
esplendor dentro del templo.
Cuerpos de monjes inconscientes y algunos sin vida en
el suelo; los chicos
peleando contra los vampiros; Austin y Esteban... aún
dándose de golpes en el centro del salón.
Transformada, como todos los chicos, en lobo; peleo
contra los vampiros que tratan de hacerle daño a los
monjes. Los monjes no están preparados para esto.
Ellos desconocen a lo que se enfrentan, a lo que atenta
contra su vida.
No son solo simples "humanos" como se ven por fuera,
sino que, son armas destructoras incapaces de sentir
algún tipo de afección o sentimientos; incapaces de
tener remordimiento o algo parecido a un corazón...
incapaces de morir; hasta donde yo sé.
Miro con la esquina del ojo, Amaru está peleando con
un vampiro en el extremo sur del salón del templo;
pero no le va nada bien. El vampiro al cuál
se enfrenta, es tres veces, al menos, más grande que el
pobre de Amaru.
Debo ayudarlo, debo ir a salvarle antes de que éste
quede como monje
aplastado por ese vampiro gigante.
Desplazándome entre las patadas y los puños que
volaban por doquier, me abro paso entre el mar de
monjes, vampiros y lobos; y logro llegar donde está
Amaru.
Inmediatamente, me coloco a su lado en posición de
ataque, tal y como él
mismo me enseñó. El monje me mira con la esquina
del ojo y me da una sonrisa de medio lado. Noto, cómo
su labio superior tenía una cortadura, al igual que su
ceja derecha.
—No necesito ayuda. —Dice entre una sonrisa.

—Eso no es lo que yo veo. —Bufo mirándole de reojo.


Amaru sonríe. Rápidamente, ambos, comenzamos a
atacar al vampiro de dos metros que teníamos en
frente. Amaru, comenzó a pegarle en el rostro; un golpe
tras otro, pero parecía que no esto no le hacia ni
cosquillas. Yo, por otra parte,
intentando rodearle, para así, poder atacarle por la
espalda.
Luego de una lluvia de golpes por parte de Amaru, el
monje termina exhausto mientras que el vampiro,
parece como si nada hubiera pasado. El monje le
observa fijamente, su respiración agitada, su pulso
cardíaco acelerado. El vampiro le brinda una sonrisa de
medio lado que sinceramente, da
escalofríos.
—¿Terminaste? —Dice el vampiro con aún aquella
sonrisa escalofriante en los labios.
Amaru, se queda callado; observando a aquel hombre
de arriba a abajo con una expresión de confusión en el
rostro.
—¿Qué eres? —Pregunta el monje con su entrecejo
fruncido. El vampiro
comienza a reír.
—¿Qué, qué soy? —Suelta una carcajada. Yo,
aprovechando que éste está distraído con Amaru,
comienzo a voltearle para así poder hacerme camino
hasta su espalda. —¿Me preguntas qué soy? —Vuelve a
reír.
—¿Cómo es que aguantas tanto? —Amaru vuelve a
colocarse en posición de defensa. Su respiración ya
más tranquila. Yo, llegando tras el vampiro
sigilosamente.
—Eres muy gracioso enano. —El vampiro comienza a
caminar hacia el monje para atacarle; Amaru
preparado, mirándole atentamente; listo para aguantar

lo que sea que se viniese. Pero, en el momento en el que


aquel vampiro da ese primer paso, yo, salto sobre él y
me agarro de su cuerpo.
Rodeando mis pies alrededor de su cintura, y
agarrándome fuertemente de su cuello, comienzo a
apretarle con todas mis fuerzas, tratando de
estrangularle. Amaru, al ver lo que sucedía; veo con la
esquina del ojo, como éste corre hacia nosotros, se
desliza en el suelo y con una patada, el monje; logra
golpear las piernas del vampiro, haciendo que éste
perdiera el control y cayera de rodillas al suelo.
Sus manos, van hacia su cuello al éste comenzar a
sentir que se quedaba sin aliento; yo, apretando con
todas mis fuezas mis brazos contra su cuello,
ayudándome del peso de mi cuerpo, el cuál reclinaba
hacia atrás lo más que podía.
El vampiro, entre su desespero por zafarse de mi
agarre, clava sus afiladas uñas en la piel de mis brazos.
Un gemido de dolor sale de mis labios, al igual que
veo, como sangre comienza a brotar de las heridas que
éste me está
ocasionando.
Amaru, corre hacia mí y me ayuda a ejercer fuerza al
cuello del vampiro. Éste era tan grande y fuerte, que
probablemente se necesitarían a tres de nosotros para
dejarle inconsciente.
El vampiro, logra clavar sus dedos entre mis brazos y
su cuello, comenzando a deshacer mi agarre. Yo, tenso
mis músculos en tanto aprieto con fuerza mis brazos,
utilizando todo lo que tengo, tratando a toda costa que
éste no se zafase.
De pronto, el sonido de un crujir inunda mis oídos y
caigo de espaldas al suelo junto con el monje.

Abro mis ojos y miro a mi izquierda; Amaru voltea y


me observa. Sus ojos se abren como dos farolas en
medio de una noche oscura y veo, cómo su pecho se
llena de aire, para luego, soltar un grito de terror. La
expresión en su rostro es inexplicable.
Lentamente, sigo con mi vista lo que los ojos de Amaru
miran con tanto
horror, para encontrarme, con la cabeza decapitada del
vampiro entre mis manos.
Inmediatamente, suelto aquella cabeza y la tiro hacia
un lado, mientras, mi rostro adopta una expresión de
disgusto con un toque de asco. Mis ojos van hacia los
del monje quien parece estar paralizado; su boca abierta
y sus ojos aún gigantes.
—Está todo bien Amaru. —Me deslizo hacia el monje y
coloco mis manos sobre sus hombros. —Se lo merecía.
—Digo, agitándole un poco, pero éste parece estar en
estado de shock.
—Le arrancamos la cabeza... —Balbucea, apuntando la
cabeza en el suelo con su dedo índice.
—Sí, pero, es mejor si no lo continúas viendo. —Coloco
mi mano en su barbilla y volteo suavemente su rostro
hacia un lado. Lentamente, comienzo a
levantarme del suelo, agarrando a Amaru por un brazo
y halándolo para
ponerlo en pie también.
Una vez ambos estamos en pie, me paro frente al chico
y le miro directamente a los ojos. Su mirada aún
perdida, su cuerpo temblando y su corazón...
palpitando muy fuere y rápido.
—Amaru, debemos ayudar a los demás. —Digo con una
voz suave, colocando delicadamente mis manos sobre
sus hombros. Éste, callado. —Nos necesitan. —
Murmuro.

Amaru, voltea lentamente su rostro y me observa. Su


cabeza asiente un tanto automática y noto, como el
monje suelta un largo suspiro; cerrando sus ojos por
unos instantes para luego, volver a los míos.
Yo le sonrío.
Viendo como Amaru comienza a caminar a paso lento
hacia donde están los chicos y demás monjes luchando
con los vampiros, yo, volteo mi rostro y miro sobre mi
hombro. Mi vista, directamente en el cuerpo de aquel
vampiro que acabábamos de decapitar.
¿Acaso se levantará al igual que aquel vampiro al cuál
le rompí el cuello en el pueblo?
Pero no es posible, no tiene cabeza. A menos que de
alguna extraña manera,
la cabeza se le pegara al cuerpo y éste volviera a la vida.
Vamos Katrina, no seas ridícula, algo así no puede
suceder... ¿o sí?
Me quedo observando la cabeza... ahí tirada en en el
suelo; el cuerpo a solo unos cuantos metros. Miro a mi
derecha, Amaru ya peleando lado a lado con Dawa.
Rápidamente, corro hacia la cabeza, la tomo en mis
manos y la aviento con todas mis fuerzas hacia el otro
extremo de la habitación.
Solo por si acaso...
Regresando a donde estaban todos los chicos y el
desmadre, veo la pelea de Esteban y Austin.
Ambos estaban ya destrozados a este punto. Sus ropas
rasgadas, sus cuerpos mutilados, llenos de mordeduras,
cortaduras y golpes. Sangre brotando de
casi todas partes de sus rostros, pero estos, aún dándose
de a golpes en todo momento.
Veo a Austin, está exhausto; su respiración está muy
agitada, su corazón
palpitando muy fuerte y a toda prisa. Esteban estaba
igual, respirando a travez de su boca; llenando sus
pulmones de aire tomando grandes bocanadas,
mientras, le veía tratar de componerse para continuar
con esta pelea.
—¿No te das por vencido, verdad? —Escucho a Esteban
decirle a Austin con
una sonrisa en el rostro.
—¡Contigo... jamás! —Contesta Austin, haciendo una
mueca de coraje, para luego, volver y saltar sobre él.
Ambos, comienzan a pelear nuevamente. Esteban,
toma a Austin por un
brazo, lo hala y lo logra arrojar; haciendo que éste se
estampase contra una de las grandes columnas de
concreto que sostenían las vigas del techo del
templo.
Austin, cae al suelo y lo escucho hacer una queja de
dolor. Éste, se levanta
poco a poco, clavando sus ojos en Esteban quién lo mira
burlonamente desde el centro del salón.
—Disfrutaré tanto cuando te mate. —Dice Austin entre
dientes; levantándose y corriendo hacia el vampiro.
Al llegar donde éste, Austin lo enviste y ambos ruedan
por el suelo. Veo, como Austin cae sobre él y comienza
a pegarle en el rostro con fuerza en repetidas
ocasiones.
Miro a mi izquierda, observando el cuerpo del vampiro
que había decapitado... aún seguía en el suelo; aún no
despertaba.

Quizás, ¿ésa era la respuesta de cómo matar a un


vampiro... o a cualquier otra cosa?
¿Ésa sería la clave para dejar muerto a los... muertos?
Al menos eso parecía.
Volteo mi vista hacia la cabeza, solo por si acaso... y sí,
ahí estaba. Inmóvil y en el mismo lugar donde la había
arrojado.
Mis ojos van a Austin quién aún golpea a Esteban con
todas sus fuerzas. Tengo que advertirle, tengo que
decirle cómo matar a un vampiro.
—¡Tienes que arrancarle la cabeza! —Grito con todas
mis fuerzas. —¡Sino, no
lo vas a matar nunca! —Digo y veo, como Austin me
observa con la esquina del ojo, deteniendo su golpear
por tan solo un segundo al distraerse; tiempo
suficiente como para que el vampiro le empujara por el
pecho y lo sacara de sobre suyo.
Austin, cae sentado al suelo, mientras Esteban se pone
de pie de un salto en tan solo un segundo.
Esteban, voltea su rostro hacia mí y me da una mirada
asesina al escuchar aquellas palabras salir de mi boca.
Creo, que el hecho de que haya
descubierto cómo matarles de una vez y por todas, no
le había sentado muy bien que digamos.
—¡Eres como una espina en el trasero, niña! —Me grita
Esteban, comenzando a correr en mi dirección.
Yo, me quedo fría al ver al vampiro correr hacia mí.
Todo, pasado en cuestión de segundos.

Veo, como si fuera en cámara lenta, cómo Austin se


levanta del suelo, pega un gran salto hacia Esteban,
quién aún corre hacia mí; y le cae encima, justo en la
espalda.
Esteban, frena su correr por el peso, perdiendo el
equilibrio, comenzando a zigzaguear y dar vueltas
hacia todas direcciones; tratando de sacarse de encima
a Austin.
—¡No te metas con mi familia, maldito! —Le grita
Austin con coraje.
—¡A tu familia me la voy a comer frente a tus ojos,
pendejo! ¡Y mira que lo voy
a disfrutar! —Responde Esteban aún con Austin
aferrado sobre su espalda.
En ése momento, veo, cómo un brillo inunda la mirada
de Austin.
Coraje, odio... miedo.
Los colmillos de hombre lobo de Austin comienzan a
sobresalir de sus labios y noto, como éste frunce su
entrecejo a la par que su boca comienza a abrirse
tal animal salvaje listo para atacar. En cuestión de
segundos, Austin, clava sus dientes en el cuello de
Esteban, cierra sus mandíbulas y hala de sus carnes con
fuerza.
Sangre comienza a salir del cuello del vampiro a por
montones, mientras que de la boca de Austin, gotea de
aquel líquido rojo espeso.
Esteban, abre sus ojos muy grandes a la par que su
mano va a su cuello
sangrante. Austin, escupe un trozo de las carnes del
vampiro hacia un lado, para luego, volver a atacarle y
morderle nuevamente.
Volteando mi rostro hacia otro lado, cierro mis ojos
con fuerza para no ver aquella escena. Siento, como
unos brazos me abrazan, por lo que abro uno de mis
ojos lentamente, para encontrarme con el rostro de
Justin.
Su sonrisa falsa me llena un poco el alma, por lo que,
extiendo mis brazos
hacia éste y le rodeo en un abrazo; metiendo mi rostro
en su pecho y tratando de no imaginarme aquella
escena que posiblemente estaba sucediedo a mis
espaldas. Luego de algunos segundos, Justin habla.
—Ya todo terminó. —Dice, acariciando mi cabello
suavemente. Yo, despego mi rostro de su pecho y le
miro a los ojos. Éste, con una sonrisa cálida en sus
labios.
Me despego del cuerpo de Justin y volteo lentamente.
Mi corazón acelerado, nervioso... expectante por lo que
mis ojos fueran a presenciar en aquella
escena.
Al voltearme, veo la cabeza de Esteban en el suelo; su
cuerpo a un metro de esta. Austin, sin camisa,
limpiándose los labios llenos de sangre con ella.
La mirada de Austin y la mía se cruzan, y siento un
escalofrío recorrer mi
espina dorsal.
Nunca había visto algo parecido. Nunca había visto a
un hombre lobo actuar así... tan salvaje, tan... hombre
lobo.
Miro a mi alrededor, todos los vampiros que estaban
luchando con los monjes
y los demás chicos; fríos, mirando el cuerpo sin vida de
Esteban en el suelo. Todo se detuvo
momentáneamente al Esteban morir. Como dijo Justin,
todo había acabado al éste caer.
Los vampiros, rápidamente comenzaron a retirarse,
mientras, corrían hacia la puerta principal y se
esfumaban bajo la lluvia y la oscuridad de la noche.
Al el último vampiro salir por aquella puerta, un peso
se liberó de mis hombros y un gran suspiro abandonó
mis pulmones.

Varios monjes cayeron al suelo arrodillados del


cansancio, recuperando el
aliento.
Miro la escena a mi alrededor; muchos monjes heridos,
algunos inconscientes
y unos dos... sin vida. Algunos cuerpos de vampiros
inconscientes, permanecían en el suelo del templo; sin
mencionar el cuerpo sin vida del vampiro decapitado y
el de Esteban.
Sangre se podía ver y oler por todo el lugar. Varias
vasijas y adornos,
destrozados y hechos trizas por doquier.
Veo a mi papá y a Jaxon hablando entre ellos mientras
se ayudan el uno al
otro; razón para salir corriendo hacia ellos a toda prisa.
—¡Papá! —Digo, llegando a su lado y abrazándole con
fuerza.
—¿Te encuentras bien? —Me aleja rápidamente de su
cuerpo y me escanea de arriba a abajo, empujándole
lejos de él con sus manos sobre mis hombros.
—Sí, si. —Asiento viéndole. Su pómulo derecho
sangrante, al igual que su ceja
y barbilla. El cuello de su camisa, lleno de sangre que
bajaba por su piel. —Tú
sí que estás un poco golpeado. —Río sarcásticamente;
mis ojos cristalizándose al verle así.
—Voy a estar bien. —Sonríe de labios cerrados. —Se
necesita más que un
grupo de vampiros para acabar conmigo. —Ríe y se
queja de dolor en la
costilla derecha; inclinándose un poco de ese lado y
colocando una de sus manos en ella. Yo le sujeto y le
ayudo a mantenerse en pie.
—Siéntate papá. Estás herido. —Le digo, pero éste
niega con la cabeza.
—Estoy bien. —Dice, re-incorporándose y
sonriéndome. Yo asiento.
Uno por uno, voy a dónde cada uno de los chicos para
asegurarme que estos estaban bien; la mayoría, en
buen estado para lo que habían pasado.
Dawa, rápidamente llevó los heridos a la habitación de
recuperación en la cuál estuvimos Wesley y yo por un
tiempo. Los chicos, ayudando a trasladarlos hacia el
cuarto.
Luego de que los monjes tuvieran que utilizar otra
habitación extra para resguardar a los enfermos; los
chicos se encargaron de los dos o tres vampiros
inconscientes que quedaron por el lugar.
Lamentablemente para ellos, los chicos tuvieron que
"encargarse" de ellos de una vez y por todas. En cuanto
a los cuerpos sin vida del vampiro decapitado por
Amaru y por mi, junto con el cuero sin vida de
Esteban, fueron llevados fuera del templo y apilados
con los demás en el patio trasero.
La lluvia continuaba, al igual que los truenos y
relámpagos que iluminaban el interior del templo
cuando su luz se colaba por la puerta principal abierta y
las pequeñas ventanas del salón.
Los chicos le dijeron a Dawa que ellos podían esperar a
ser atendidos, a lo que el monje estuvo de acuerdo y
continúo con el cuidado de los suyos.
En cuanto a Cristal, la chica se había escondido en
nuestra habitación, específicamente dentro del baño;
en el área de ducha.
Horrorizada y muy asustada, ésta, comenzó a gritar y
sollozar al yo abrir la puerta del baño; pero al la chica
percatarse que se trataba de mí, saltó a mis brazos y
me abrazó con fuerza.
—¿Terminó todo? —Dijo, metiendo su rostro mojado
de lágrimas en mi cuello.

—Sí. —Asiento. —Ya todo terminó. —Suspiro, y la


chica se aleja de mí y me observa a los ojos. Un
silencio se apodera de nosotras y sé exactamente lo que
está pasando por su mente. —Sí, Esteban está muerto.
—Digo y trago saliva.
Un suspiro de alivio abandona el pecho de la chica, en
tanto una sonrisa de satisfacción y libertad inunda sus
labios. De sus ojos, lágrimas comienzan a emerger;
ésta asiente.
—Me alegro. —Solloza y yo sonrío de medio lado.
***
Todos, estamos sentados en el suelo, exhaustos y
demasiados agotados; tanto
mentalmente, como físicamente.
—Mierda, estoy contento de no haber muerto ahí. —
Dice Wesley, hechando su cuerpo hacia atrás y
dejando que sus manos sujetaran el peso de éste.
—¡Esto fue un puta locura! —Dice Sam, pasando su
mano por su cabello
despeinado.
—El que estuvo de locos fue Austin. —Habla Justin,
mirando impresionado a Austin, quien está sentado
junto a Cristal.
Todos miran al chico y éste se queda con una expresión
seria en el rostro.
—Sacó su lado feroz y le arrancó la cabeza de una
mordida. —Sonríe Justin
mientras asiente. —¡Tal y como cazaban nuestros
abuelos; que recuerdos! — Sonríe el chico, pero nadie le
responde a aquella sonrisa. Creo que a este punto, ya
todos estábamos muy cansados y agotados de todo esto
como para sonreír o estar de humor para chistes malos.
— Tenemos que irnos de aquí. No podemos arriesgar a
los monjes de esta manera. —Mira pausadamente todo
a nuestro alrededor. Tan destruido... con

tanto caos y sangre. —Ya hicimos bastante daño. —


Suspira, regresando su
mirada a nosotros.
—Tienes razón. —Responde mi padre asintiendo. —
¡Nos iremos hoy mismo! — Se pone en pie y todos le
observamos asombrados. —Hoy mismo...
comenzaremos nuestra travesía hacia Vontrom. —Dice
y un escalofrío recorre mi cuerpo entero.

Capítulo 34

Nuevamente, me encontraba en mi habitación


empacando, pero esta vez, no para ir a un simple
pueblito; sino, para ir a... Vontrom.
Aún no podía creer que finalmente iríamos a ese lugar.
Todavía mi mente no procesaba el que existiera la
posibilidad de finalmente llevar a cabo mi
venganza... la venganza de la muerte de Juan... de la
muerte de mi madre; y el sufrimiento de todos
aquellos que de alguna forma u otra, habían sido
afectados por estos encapuchados y por los Victorian.
El simple hecho de pensar que vengaría la muerte de
mi mamá, que miraría a los Victorian a los ojos y les
diría lo mucho que los odio y detesto... que los mataría
de una vez y por todas... de alguna forma, me llenaba el
alma de paz. Sé que el odio no es un sentimiento del
cuál deba estar orgullosa. No es algo de lo que se esté
muy feliz de tener en el corazón, pero en este caso; en
mí caso, creo que era muy necesario.
Colocando mis ropas y artículos que pienso son
importantes llevar conmigo
en esta travesía; observo a Cristal junto a mi,
empacando sus pertenencias en

una mochila que Dawa le había proporcionado muy


gentilmente, ya que, ésta no traía una.
La chica, desde que se enteró de la muerte de Esteban,
puedo decir, que se
veía mucho mas tranquila y segura. Creo que eso le
quitó un peso de encima. Le rompió las ataduras que la
amarraban desde hace sabe dios cuando.
No me imagino lo que ésta tuvo que haber pasado; el
infierno que tuvo que haber vivido junto a ése
miserable vampiro. Obligándola a alimentarle, no solo
a él, sino a sus demás miembros de la pandilla también.
Siendo maltratada y abusada por esos horribles seres
sin piedad ni corazón, siendo humillada y pisoteada.
En realidad, me alegraba que ésta pudiera haber
encontrado
refugio con nosotros, que se haya hecho parte de
nuestra pequeña e inusual familia.
Terminando de empacar todo y recoger la habitación;
Cristal y yo nos
dirigimos hacia la entrada principal del templo en
donde nos encontraríamos con los demás chicos para
luego marcharnos.
La lluvia había cesado, solo unas pequeñas lloviznas
caían del cielo aún estrellado. Austin, mi papá y Justin,
habían dicho que irían a quemar los cuerpos de los
vampiros en el patio trasero, pero no sin antes, darle
unas
cuantas explicaciones a Dawa y a los monjes.
Dawa, quién ahora no se creía ni una sola palabra que
le dijéramos; había exigido que le explicáramos lo que
sucedía en realidad.
—Quisiera la verdad ante todo. —Dawa nos mira
fijamente, sus manos metidas dentro de las mangas de
su túnica naranja. —Creo que es lo menos que
merecemos luego de todo este caos y perdición. —
Suspira afligido.
Austin y mi papá intercambian miradas, y sé,
exactamente lo que están
pensando; estábamos atrapados...
Los monjes habían visto demasiado, habían
presenciado cosas que eran imposibles de explicar.
¿Cómo explicarle a alguien que le tuvieras que arrancar
la cabeza a otro ser para así poderle matar, de lo
contrario, éste resucitaba una y otra vez a pesar de las
innumerables veces que intentabas quitarle la vida?
Era una situación difícil.
No se cómo saldremos de esta sin tenerles que contar la
verdad... o al menos, algo cercano a la verdad; algo
creíble, algo que les convenciera.
—Bueno señor Dawa. —Habla Austin, pero el monje
rápidamente le interrumpe.
—Lo que vieron mis ojos... —Hace una pausa, su
mirada recorre a todos en la habitación. —
Simplemente no tiene explicación. —Dice, y veo como
Amaru me observa desde el otro lado de la habitación;
parado junto a sus demás
compañeros monjes, quienes también exigen saber lo
que pasó.
Mi papá, mira a Austin, y asintiendo su cabeza, éste le
da permiso de decirle, lo que creo yo, será la verdad.
—Es que todo es muy complicado, señor. —Austin se
lleva una de sus manos a la cabeza y pasa sus dedos por
su cabello; nervioso. Dawa se le queda viendo en
silencio, en tanto yo, siento las constantes miradas de
Amaru desde el otro lado de la habitación.
—Lo sé. —Asiente. —Y me lo imagino. —Se queda
callado por algunos segundos. Veo, como el monje saca
una de sus manos de dentro de las
mangas de su túnica y la pasa suavemente por su rostro
mientras un suspiro abandona su pecho. —Es difícil
imaginarse una excusa por la cuál una persona... —
Interrumpe su propio hablar y nos mira de arriba a
abajo. —O al

menos eso es lo que parecen... —Suspira. —Peleen de


aquella manera; con esa fuerza y habilidades. —Mueve
la cabeza hacia ambos lados en negación. — Además...
—Su mirada se clava en Austin, como si éste quisiera
decirle tantas cosa, pero a su vez no. —Tú... tú le... —
Tartamudea, para luego soltar un suspiro y negar con
la cabeza.
—Señor Dawa, si me lo permite, yo le puedo explicar
todo; pero, tiene que tener una mente abierta para
poder procesar todo lo que le diré. —Austin dice y
todos nos quedamos expectantes.
Quería escuchar como éste se lo diría.
Como le explicaría a una persona humana que todos
éramos hombres lobos y que aquellos que atacaron
repentinamente el templo, eran vampiros chupa
sangre.
Dawa se le queda viendo al chico, imagino que
pensando en ése pequeño detalle que Austin había
mencionado... mente abierta; creo que con solo
escuchar eso, ya se podía imaginar demasiadas cosas.
—Mire señor Dawa, lo que sucede es que nosotros. —
Austin voltea y nos observa. —A excepción de Cristal,
claro está. —Señala a la chica a mi lado. — Todos aquí
somos... —Hace una mueca con su rostro y boca;
frunciendo sus labios en tanto se encoge de hombros.
—Somos un tanto diferentes, no somos... personas
normales y comunes. —Explica el chico y puedo
escuchar, como el corazón de tanto Dawa, como el de
Amaru, comienzan a acelerarse más de lo que ya se
encontraba. —Nosotros en realidad somos... —Dawa le
interrumpe estrepitosamente.
—Sabes qué... —Suelta un suspiro; observando a
Austin fijamente. —¡No lo quiero saber!
—¡Pero maestro! —Reprocha inmediatamente Amaru a
su lado.

—¡No! —Dawa le señala con el dedo índice; la


expresión en su rostro es seria. —Katrina fue enviada
aquí con un propósito. Ésta fue guiada a nuestro templo
y a nosotros a través de aquellos sueños por alguna
razón del destino, y no esta en mi; ni en ninguno de
nosotros, juzgar eso. —Todos nos quedamos en
silencio, solo observándole. Austin, mirándole con sus
ojos como dos farolas. —Desde que ella llegó y
atravesó esa puerta. —Señala la puerta de entrada,
estirando su brazo; su mirada fija en nosotros. —Desde
que ella llegó, supe
que era especial, supe que era diferente; más aun,
cuando me contó que llegó a este lugar gracias a sus
sueños; sueños que yo también tuve con ella. —Su
mirada va a la mía y un escalofrío recorre mi cuerpo
entero. —Más aún, lo
pude confirmar, cuando ésta logró conectarse con
alguien a través de una meditación; y no solo una vez,
sino, varias. —Me sonríe de labios cerrados. Su sonrisa
me da la impresión de que esta en paz consigo mismo.
—Se que son diferentes, no se que es pero, prefiero no
saber y solo dejárselo al destino. — Asiente; yo, le
devuelvo aquella sonrisa asintiendo debilmente
mientras le observo.
Todos, nos quedamos en silencio, nuestras miradas
clavadas en el monje que tenemos en frente. Creo, que
todos estábamos algo fríos por aquellas
palabras que acababamos de escuchar.
Dawa se había arrepentido de saber el porqué de
nuestra fuerza y habilidades, el porqué éramos
diferentes, el porqué... peleábamos así. Pero, creo que el
monje tenía algo de razón y cordura en sus palabras; el
destino me había
traído hasta aquí por alguna razón, y eso había que
respetarlo.
El que yo llegara aquí a través de un sueño, el que
conociera a Amaru y a estos increíbles monjes que nos
acogieron como si fueramos parte de ellos; el que
aprendiera las técnicas de Tai Chi y de meditación... el
que pudiera
comunicarme con aquella mujer... y más aún, el que
haya conseguido las

coordenadas de Vontrom; definitivamente, nada de eso


había sido solo obra del azar.
Pienso como Dawa, pienso que el destino me trajo
hasta aquí con un
propósito bien establecido, con un propósito, el cuál
respetaré y seguiré...
encontraré mi destino, encontraré mi camino y me
aferraré a el aunque me cueste mucho... aunque me
cueste todo.
Me quedo observado a Dawa; una sonrisa se dibuja en
mi rostro, éste me la devuelve. Asiento con mi cabeza
débilmente, mostrándole que estoy de
acuerdo con su pensar, que estoy de acuerdo con su
decisión.
Miro a Amaru, éste, observando a Dawa con el ceño
levemente fruncido, la expresión en su rostro es de
asombro mezclado con una pizca de enojo. Se
que la sangre le debe estar hirviendo por dentro por la
decisión de Dawa de no querer conocer la verdad, se
que debe estar molesto por ello... yo sé, que él deseaba
saber.
Pero Amaru era muy recto y leal hacia Dawa, se que no
se atrevería a
reprochar la decisión de no saber, que no le llevaría la
contraria.
—Si esa es su decisión, yo la respeto. —Dice Austin,
subiendo su mano a su cabeza y rascándose con sus
dedos entre su cabello. La expresión en su rostro es de
confusión.
—Sí, tranquilos. —Asiente el monje, volviendo a meter
sus manos dentro de las mangas de su túnica color
naranja. —Hagan lo que tengan que hacer con
esos... cuerpos. —Inhala una buena cantidad de aire y la
mantiene en sus
pulmones por algunos segundos luego de decir aquellas
últimas palabras.
—Nos encargaremos de todo antes de irnos, no se tiene
que preocupar por
eso. —Dice mi padre, agachándose al suelo y tomando
su mochila.

—Se los agradezco. —Responde Dawa. —Espero que


tengan un buen viaje. — Su mirada nos recorre a todos.
—Espero que... —Sus ojos van a los míos. —
Encuentren de alguna forma u otra su destino en este
mundo tan complejo. — Me brinda una sonrisa de
labios cerrados, para luego, hacer reverencia
inclinando su cabeza, dar media vuelta y comenzar a
marcharse.
Los demás monjes hacen reverencia también y le
siguen, a excepción de Amaru, quien se me queda
viendo fijamente desde el otro lado de la habitación.
Un frío recorre mi pecho al ver como sus ojos me
observan. Esa mirada... esa mirada tan fuerte y
penetrante. Una mirada que juzga, que hiere.
Se que él no está contento con todo esto. Amaru ya
sospechaba que algo raro sucedía con nosotros, y el
ahora confirmarlo y no poder saber la verdad; creo que
eso le estaba consumiendo por dentro.
Los chicos comienzan a salir por la puerta principal,
dirigiéndose al patio exterior para quemar los cuerpos
de los vampiros como le habían prometido a Dawa.
Justin era quien había decidido quemar los cuerpos.
Éste, decía que quería asegurarse de que
permanecieran muertos y que por ninguna razón
extraña del destino, se fueran a levantar. Todos
estuvieron de acuerdo en hacerlos
cenizas.
Viendo como casi todos se marchan hacia el patio
trasero, comienzo a
caminar hacia Amaru. Cristal, Carlos, Sam y Jaxon;
hablando en una esquina mientras esperan a mi papá y
a los demás en el salón principal.
Mi corazón palpita muy rápido con cada paso que doy
hacia el monje. En este tiempo que llevo en el templo,
puedo decir que Amaru se a convertido en un

amigo para mi; a pesar del estrellado comienzo que


tuvo nuestra extraña amistad.
Apreciaba mucho su confianza, por lo que me dolía
mucho verle así; tan
confundido y enojado.
—Hola Amaru. —Digo, bajando mi mirada al suelo y
comenzando a jugar con mis pies. Moviéndolos en su
propio eje mientras coloco mis manos tras mi cintura.
—Hola Katrina. —Suspira el monje.
—Creo que este es un adiós, o puede que un hasta
luego, quién sabe. — Levanto mi vista y le observo. Lo
escucho tragar profundamente.
—Creo que sí. Espero sea un hasta luego. —Me observa
y noto, como la expresión en su rostro cambia de una
seca y frívola; a una cálida y un tanto tierna.
—Fue muy divertido entrenar contigo; gracias por todo.
—Le sonrío de medio lado, frunciendo mis labios.
—Definitivamente fue divertido e interesante su
compañía. —Bufa. —Nunca había vivido tantas
aventuras ni tenido tanta acción en mi vida. —Sonríe
levemente, desviando su mirada hacia los chicos del
salón, quienes hablan y ríen entre ellos.
—Sí, creo que los problemas siempre nos siguen. —Río
por lo bajo. Un tono de ironía se refleja en mi voz. —
Bueno, creo que nosotros somos el problema sobre
ruedas.—Bufo y noto como a éste mi comentario le
causa risa.
—Yo también lo creo. —Su mirada vuelve a la mía y
ambos sonreírnos. Amaru, se queda observándome
fijamente por algunos segundos; yo, muevo mis brazos
de detrás de mi espalda y comienzo a jugar con mis
dedos frente a mi
regazo, sintiéndome un tanto incómoda por su mirar.
—Sabes, cuando
peleábamos contra aquel hombre alto el cual
decapitaste. —Traga hondo al decir aquellas últimas
palabras. —Tus ojos eran morados. —Trato de abrir la
boca para hablar, pero éste no me lo permite. —Es la
segunda vez que te veo con los ojos morados; ya... ya
no me lo puedes negar. —Me señala con el dedo índice
mientras mueve su cabeza hacia ambos lados en
negación.
—Amaru es que... —Digo, pero el monje me
interrumpe.
—No se que eres Katrina, pero humana no es la
palabra. —Suspira, pasado su mano por su cabeza. El
ritmo de su corazón comienza a acelerarse. —No sabes
lo mucho que me cuesta decir eso... que no eres
humana. —Bufa. —¿Pero que otra explicación tendría?
—Me mira fijamente.
—¿En realidad quieres saber? —Mi respiración se
acelera; mi ritmo cardíaco también. Yo, expectante
ante su respuesta.
Amaru se queda callado mirándome fijamente. Sé que
miles de pensamientos están pasando por su mente en
estos momentos; sé que lo está pensando.
—Si quiero saber... —Dicen sus labios y siento, como
una electricidad recorre mi cuerpo entero en tan solo
unos segundos.
Trago hondo.
—Pero no quiero que me digas. —Contesta. —Sea lo
que seas... —Suspira. — Eso no cambiará nada entre
nosotros. Seguirás teniendo mis respetos y mi amistad,
Katrina. Con o sin tus ojos morados. —Sonríe, y noto
como sus ojos
se cristalizan levemente. —Pero, si eres de otro planeta,
al menos, cuéntame cómo es por allá. —Sonríe y eso
me hace reír levemente.
—No soy de otro planeta, Amaru. —Río y éste hace un
ruidito con la boca.

—¡Que alivio! —Ríe y se me queda viendo con una


expresión de alegría y satisfacción en el rostro.
De pronto, el monje, se me abalanza encima y me
abraza con fuerza.
—Cuídate mucho, ¿si? No quiero que te suceda nada,
eres la única amiga que he tenido y te quiero. —
Murmura mientras me abraza y siento como un calor
inunda mi pecho al escuchar aquellas palabras del
monje.
Mis brazos le rodean con fuerza y ambos nos
abrazamos tiernamente. Una lágrima comienza a rodar
por mi mejilla, no por tristeza, sino por la felicidad y
satisfacción de saber que he encontrado un amigo en
Amaru.
Amaru se aleja lentamente de mi abrazo y sus brazos
van a mis hombros. Éste, se queda callado
observándome por algunos segundos; una sonrisa
plasmada en sus labios, sus ojos aún cristalizados;
reusándose a soltar aquellas lágrimas las cuáles éste
contenía a toda costa.
Escucho como mi papá y los demás llegan al salón
principal.
—¡Ya está, nos vamos Katrina! — Grita mi papá desde
la puerta principal. Yo, volteo el rostro y le veo ya con
su mochila puesta en sus hombros; los demás,
tomando las suyas del suelo, listos para irnos hacia esta
aventura.
Volteo mi rostro hacia el monje; éste recibe mi mirada
con una sonrisa en los labios.
—Ve, vive tu aventura Katrina. Cumple tus sueños. —
Suspira, retirando sus manos de mis hombros y dando
un paso hacia atrás. —¡Ve y mata a esos
infelices! —Sonríe de labios cerrados; yo le devuelvo la
sonrisa y asiento. Otra lágrima baja por mi mejilla
rápidamente.
Sin pensarlo demasiado, tomo mi mochila del suelo y
la cuelgo sobre mi hombro derecho, para luego, salir
corriendo hacia la puerta principal.

Pasando a los chicos y a mi papá, atravieso la puerta


principal rápidamente. No quería mirar hacia atrás, no
quería ver la expresión en el rostro de Amaru cuando
me fuera; no quería ver, como dejaba a un amigo
atrás... a alguien que
se había convertido en parte de mi familia.
Para mí, el dejar a alguien atrás era muy doloroso, me
recordaba tanto a cuando dejé a mi madre adoptiva y a
mi hermano en la villa. Me recuerda tanto a ese dolor
que sentí en mi corazón cuando fui obligada a
abandonarlos y seguir sin ellos... cuánto los extraño.
Pero, estos están mucho mejor sin mí; sé, que deben
estar a salvo.
Bajando las escaleras del templo a toda prisa; siento
como la brisa que ejerce la velocidad en mi cuerpo,
desplaza las lágrimas que bajan por mis mejillas.
Escucho los pasos acelerados de los chicos tras de mí,
pero yo solo sigo
corriendo; bajando aquellas largas y empinadas
escaleras rápidamente.
En mi mente y en corazón, mientras más rápido me
aleje de aquí, mientras más lejos pueda estar de este
lugar ; menos me dolerá, menos recordaré y menos,
sufriré.

Capítulo 35

Algunos meses habían transcurrido desde que nos


fuimos del templo de los monjes aquella noche.
Hemos estado siguiendo las coordenadas desde
entonces, pero aún no llegábamos. Varios
contratiempos hicieron que todo se retrasara, como por
ejemplo, Wesley comiéndose un puñado de chiles
picantes y ganando una

apuesta contra Carlos, pero, terminando en cama con


vomito y diarrea por algunos cuatro días; o como
cuando Lian se desapareció por una semana entera, y
resultó ser que se había ido a encontrar con una ex-
novia de la
infancia que se encontraba cerca de donde nos
estábamos quedando.
Todo eso, y muchas cosas más, habían colaborado a que
nuestra "expedición" hacia Vontrom fuera retrasada.
En cuanto a vampiros y encapuchados; no habíamos
visto a ninguno aún cruzarse en nuestro camino;
aunque no voy a mentir, que a veces siento como si
alguien nos siguiese o nos observase en la distancia,
pero siempre resulta
ser nada.
Los chicos y yo estabamos viviendo, se puede decir,
que de motel en motel. Cruzábamos ciudades enteras
en las camionetas que doña Julia nos había regalado;
hasta que estuviéramos lo suficientemente cansados
como para ya no poder conducir más.
Si me preguntan por la relación entre Cristal y Austin;
diría yo que va viento en popa. A estos se les suele ve
muy acaramelados, con risitas y tiempos a solas; pero
todavía nada es oficial, o al menos eso ellos dicen. No
sé qué espera Austin para preguntarle a Cristal que sea
su novia; puede que solo sea timidez, no lo sé.
Llegando a un restaurante de comida rápida en un
cuidad ya cercana a las coordenadas; todos nos
bajamos de las camionetas y nos dirigimos hacia el
interior del establecimiento.
—Yo quiero la combinación de pollo frito con patatas y
refresco. —Señala
Wesley el pizarrón del menú.
—Yo quiero lo mismo. —Dice Carlos, sin quitarle los
ojos al libro que lleva en
las manos leyendo, y dirigiéndose hacia una mesa en el
centro del establecimiento.
—¡Bueno, esperen; somos muchos y se me va a olvidar
si todos me dicen al
mismo tiempo! —Dice Justin mirándonos a todos.
—?Porqué no hacemos esto?... Todo el mundo, como
personas normales y nada peresosas que son, van a
venir aquí al mostrador y cada uno va a pedir lo que
quiere. —Dice Lian con una ceja arqueada; mirándonos
a todos.
—¡Pero si Carlos ya hasta sentado está! —Señala
Wesley mirando a Carlos con los ojos entrecerrados.
Carlos, levanta la vista por sobre el libro que tiene en
las manos, y mira a Wesley con mala cara.
— ¡Ya te dije que quiero lo mismo que tú! ¿Tan difícil
es pedir dos iguales? — Arquea una ceja; su mirada
hacia el chico es intensa.
Wesley, se le queda viendo en silencio por algunos
segundos, yo, comenzando a hacer la cola mientras
observo la escena.
—¡Bueno, está bien! ¡Pero que sepas que me debes una!
—Le señala con el
dedo índice y Carlos hace una mueca con la boca, para
luego, esconderse
nuevamente tras su libro.
Una vez con la comida en mano y ya todos sentados en
diferentes mesas,
pero, lo bastante cercanos para poder hablar entre
nosotros; los chico y yo procedimos a comer.
—Ya estamos cerca de las coordenadas. —Dice Justin
mientras habla con la boca llena. En sus manos, un
muslo grasiento de pollo frito.
—Sí, eso me tiene un poco nerviosa. —Digo frunciendo
mis labios.

—¿Que mierdas encontraremos allá? —Habla Wesley


tomando su vaso de refresco de la mesa.
—¿Cómo creen que será? —Pregunta Sam,
señalándonos con una patata frita. —Digo, ¿será un
pueblo normal, tal vez una cuidad o puede que esté
dentro de un bosque o selva y sean chozas que cuelgan
de las ramas de los arboles y los Victorian estén en
taparrabos? —Habla muy rápido al final y todos nos
quedamos viéndole con la boca abierta.
—¿Acaso esa patata tenía algo más? —Carlos le mira
haciendo una mueca con la boca.
—No, solo es una patata. —Ríe Sam, hechando la
patata frita con la que nos señalaba a su boca.
—Yo creo que será un pueblo todo de ricachones. —
Dice Lian dándole un bocado a su alita de pollo. —Así
como los que presentan en las películas
donde solo hay coches caros y tiendas de departamento.
—Traga su comida y se limpia con la manga de su
camisa la grasa del pollo frito en sus labios.
—¡Sí, yo creo que me lo imagino así también! —
Asiente Cristal con una sonrisa en los labios.
—Bueno, creo que hoy sabremos como se ve. —Dice mi
papá y mis ojos se
llenan de felicidad.
—¿Hoy? —Pregunto con entusiasmo.
—Sí, eso creo. —Mira el reloj en su muñeca. —Las
coordenadas estaban a una hora aproximadamente de
aquí, y como todavía es temprano... no lo sé,
podríamos ir a echar solo un vistazo. —Se encoge de
hombros.
—¡Sí! Eso sería genial, me encantaría... —Digo
emocionada observando a mi padre, cuando de repente
Austin me interrumpe.

—No iremos a "echar un vistazo". —Hace comillas con


sus dedos; haciendo énfasis en esas últimas palabras.
Todos nos quedamos viéndole en silencio. La sonrisa
en mi rostro desaparece lentamente.
—¿Pero por qué dices eso? —Pregunta Justin,
mirándole con el ceño fruncido. —No podemos ir solo
así porque sí; no vamos de vacaciones a ese lugar. —
Suspira. —Tenemos que ir como lo que somos,
hombres lobos que tienen una misión... matar a los
Victorian. —Mira a su alrededor, asegurándose que
nadie escuche nuestra conversación. —Tenemos que ir
con perfil bajo,
escondiéndonos y siendo muy sigilosos con nuestras
acciones y movimientos. —Creo que Austin tiene
razón. —Asiente Justin terminando su comida y
limpiándose las manos con una servilleta. —
Deberíamos quedarnos en un motel cercano e ir hasta
Vontrom con sigilo.
Me quedo callada, soltando un pequeño suspiro. Austin
y Justin tenían toda la razón. Teníamos que tener
mucho cuidado si no queriamos que los Victorian
supieran que estábamos aquí y así poder tomarles por
sorpresa.
No sabíamos cómo era el pueblo, o si alguien me
reconocería, por lo que era mejor, mantener un perfil
bajo.
—Es cierto. —Asiento débilmente. —No debemos ser
vistos. No podemos arriesgarnos a que los Victorian
sepan que vamos por ellos. —Digo, y veo cómo mi
papá asiente mientras me observa.
—¿Y cómo vamos a hacerlo? —Pregunta el chico de los
ojos verdes,
terminando de comer. —Me explico, Katrina no puede
ser vista, así que
técnicamente... ¿tendría que estar escondida todo el
tiempo? Eso va a

complicar mucho las cosas. —Hace una mueca con el


rostro; yo le observo en silencio. Éste sentado a mi
lado.
—Ya buscaremos una forma de cómo hacer para que
Katrina pase desapercibida, o al menos no sea vista. —
Contesta Austin. —Pero eso lo
pensaremos después, cuando veamos a lo que nos
enfrentamos. —Se levanta de la silla con su bandeja de
comida y se dirige al basurero. Todos los que
terminamos de comer le seguimos.
***
Justin había conseguido habitaciones en un motel
cercano a lo que serían las
coordenadas.
Todos, luego de aquella cena y desempacar; estábamos
muertos del
cansancio, por lo que una buena siesta antes de partir a
Vontrom no nos fue mal.
Ya estaba anocheciendo; Austin había sugerido salir
alrededor de esta hora hacia las coordenadas para así
tener más probabilidades de no ser vistos. Éste, le
había dicho a Cristal que se quedase, ya que solo
íbamos a recorrer el perímetro para saber lo que nos
esperaba y según viéramos las cosas, entraríamos de
lleno esta noche o mañana en la mañana. Carlos
accedió a quedarse con Cristal; ésta y Austin
estuvieron de acuerdo.
Llegando en auto muy cerca de dónde estaban las
coordenadas; mi papá y Justin aparcaron las
camionetas en una tienda de refrigerios cercana.
—Podemos irnos caminando desde aquí. —Dice
Austin, cerrando la puerta de la camioneta al él ser el
último en salir.
—Según esto... —Lian señala la brújula mientras mira
el mapa que sostiene Sam cerca de él. —Está por allá.
—Señala hacia la derecha un campo en la

lejanía; pero yo no lograba ver nada desde dónde


estábamos. Si ahí estaba Vontrom, definitivamente no
se veía.
—Yo no veo nada, pero si dicen que está ahí, pues lo
está. — Wesley se encoge de hombros. —¿A menos
que todo esto de las coordenadas haya sido una locura
de Katrina para traernos al otro lado del mundo? —
Bufa y me mira con una expresión en el rostro
juguetona. Yo le miro mal.
—¿Tal vez no será porque está escondido? —Sam le
mira con una ceja
arqueada mientras enrolla el mapa entre sus manos.
—Supuestamente es una ciudad de solo hombres lobos;
debe estar oculta de los humanos de cierta forma, no lo
sé. Pero lo averiguaremos. —Dice mi padre y Justin
asiente.
Comenzando a caminar carretera abajo entre las
pequeñas sombras de los árboles que creaban los
últimos rayos de sol en el horizonte; los chicos y yo
nos empezamos a adentrar a un área bastante desolada
y despejada de
civilización a comprar con dónde estaba ubicado el
motel.
La carretera parecía que solo era usada por algunos
autos al día, a juzgar por las marcas de llantas en la
tierra de este caminó sin pavimentar.
Luego de algunos minutos, el sol ya se había retirado
del cielo por completo. Solo el reflejo de la luna
iluminaba un poco el camino, de lo contrario, todo
estaría en puras tinieblas; no había ni una sola farola,
ninguna forma de iluminación en esta carretera.
En la lejanía, se comenzaron a ver una serie de
estructuras. Parecían ser algún tipo de chozas o
viviendas.
—Pendientes, puede que ya estemos llegado. —
Murmura Justin, señalando aquellas estructuras en el
horizonte.

—Salgamonos del camino y comencemos a rodear. —


Dice Austin, alejándose de la carretera y saltando una
cerca de madera que bordeaba el camino. Todos,
hacemos lo mismo.
Moviéndonos con cautela por entre las altas yerbas del
otro lado de la cerca, los chicos y yo avanzamos
rápidamente hacia aquellas estructuras en la
lejanía.
De pronto, se escucha un ruido proveniente de entre
unas yerbas altas frente a nosotros; inmediatamente,
todos detenemos nuestro andar y nos agachamos. Miro
a los chicos a mi lado, estos me observan. Mi papá me
mira y coloca su dedo índice frente a sus labios,
queriéndome decir que guardara silencio; yo asiento.
Nos quedamos muy atentos a cada sonido... a cada
ruido. Se escuchan unos pasos pisando las yerbas y las
hojas secas que cayeron de los árboles
cercanos. Definitivamente había alguien aquí.
Escuchamos cómo los pasos comienzan a acercarse;
caminando en nuestra
dirección.
Miro a mi padre con los ojos bien abiertos;
necesitábamos hacer algo ahora si no queríamos que
nos descubrieran. Teníamos que movernos de aquí
ahora mismo; era ahora o nunca.
Saliendo disparados de un salto hacia todas las
direcciones; los chicos y yo logramos alejarnos de la
dirección a la cual los pasos se dirigen.
Miro a mi alrededor, solo logro ver yerba alta, pero no
a los muchachos.
—¿Quién está ahí? —Se escucha una voz cercana, y a
su vez, el sonar de un arma al cargarse.

Me quedo muy quieta y en silencio; el hombre estaba


armado.
¿Porqué habría un hombre armado y merodeando en un
campo abierto?
¡Definitivamente porque protege algo... quizás, la
entrada a Vontrom!
Además, ¿quién está en un campo de yerbas altas con
una oscuridad como esta? No un humano, porque no
podría ver sin una linterna... sino, un hombre lobo.
Según mis teorías rápidas, estábamos ante lo que yo
pensaba podría ser, un guardia de seguridad de algún
tipo; y que definitivamente, bueno... casi
definitivamente; era un hombre lobo.
—¿Hay alguien aquí? —Dice el hombre y lo escucho
aún más cerca de mí. Inmediatamente, miró a mi
alrededor y veo una pequeña roca en el suelo a mi lado.
Extendiendo mi mano derecha, tomo la roca
rápidamente y procedo a aventarla lejos a mi
izquierda.
Al la roca caer, veo, como el ruido que hicieron las
yerbas al chocar con esta,
llaman la atención del hombre del arma.
—¡Te escuché infeliz! —Grita, girando su rumbo y
comenzando a caminar con mayor velocidad hacia
donde provino el ruido ocasionado por la roca que
lacé.
Rápidamente, avanzo en dirección hacia donde estaban
aquellas estructuras las cuales pensamos se trata de la
ciudad de Vontrom. Imagino que los chicos irán en
aquella dirección; ya que hacía allá era que nos
dirigíamos antes del encuentro con el hombre del
arma.

Las yerbas parecen estar más altas cada vez, era raro
ver este tipo de plantas así como así, en un campo
abierto. La maleza está muy alta, como si nunca
podaran.
¿Por qué habrán plantado este específico tipo de yerba
alta aquí?... tal vez; ¿ocultar algo?
Después de algún minuto o dos de caminar casi en
cuclillas para mantenerme escondida entre las yerbas,
escucho el sonido de un disparo.
Mi corazón da un salto dentro de mi pecho, a la vez
que un escalofrío me penetra el alma. Sudor frío
comienza a bajar por mi frente al imaginarme
todas las cosas que están pasando por mi mente.
¿Le habrá disparado a los chicos? ¿Estarán bien?
Inmediatamente, comienzo a correr a toda prisa hacia
donde provino el sonido. El ruido de los latidos de mi
corazón, aplacaba el crujir de las yerbas al ser
pisoteadas y partidas por mi cuerpo al pasar sobre ellas.
¿Y si fue a mi papá? ¿Y si ese disparo hirió de gravedad
a uno de los chicos... a Jaxon?
Mi mente no procesa nada, solo las imágenes
desagradables de lo que pudo haber pasado... de lo que
deseo con todas mis fuerzas, no haya pasado.
De pronto, siento como una mano me agarra
repentinamente y me hala hacia un lado; provocando,
que por la velocidad en la que iba corriendo, me
tropezara y cayera de un costado al suelo.
Confundida, me volteo rápidamente, para ver, los ojos
de Wesley quién me mira atónito.

—¿Estás loca? ¿Cómo se te ocurre ir corriendo a esa


velocidad por ahí y sin estar agachada? —Murmura
viéndome fijamente. —Te puede escuchar el maniaco
ése que anda por ahí armando. —Le escucho mientras
me levanto un poco del suelo, manteniéndome en
cuclillas frente a Wesley.
—¡Es que escuché un disparo! —Digo nerviosa,
recordándolo.
—Él disparó a una roca que alguien tiró. Que por cierto;
casi me pega con ella en la cabeza. ¡Imbécil el que fue!
—Refunfuña por lo bajo. Yo, muerdo mi
lengua para no decirle que fui yo.
—¿Dónde están los demás? —Pregunto, ya sintiéndome
mucho más aliviada al saber que nadie estaba herido; a
excepción de aquella pobre roca que
sacrificó su existencia por mí.
—No lo sé, los perdí cuando nos separamos. Tú eres la
primera que encuentro; y fue porque andabas como
una loca por ahí. —Murmura.
—Tenemos que encontrarlos y salir de aquí. —Digo,
comenzando a caminar nuevamente hacia la dirección
donde estaban las chozas en la lejanía.
—¡No puedo estar más de acuerdo! —Le escucho
sonreír tras de mi;
siguiéndome.
Wesley y yo comenzamos a sumergirnos en el mar de
yerba alta con la
esperanza de encontrarnos a los chicos y no a al
hombre del arma. Teniendo mucho cuidado y
precaución, el chico y yo continuamos avanzando.
Al llegar al final de la valla, Wesley y yo nos
aseguramos de que no hubiese nadie al otro lado, para
luego, dar un salto por sobre los maderos y salir de
aquella zona.

Al saltar la valla, Wesley y yo llegamos a un costado


de lo que parecía ser un viejo granero de color rojo. Se
podían escuchar animales dentro; ovejas y creo que
algunos cerdos.
Wesley, con cautela; su espalda pegada a la vieja
madera de la estructura, se acercó lentamente hacia el
área de la entrada y echó un vistazo por la cornisa. —
No veo a nadie. —Murmura, sacando un poco su
cabeza y observando los alrededores. Yo, tras de él
viéndole.
—¿Y qué más hay? —Pregunto curiosa, tratando de ver.
—¿Cómo es? —Coloco mi mano sobre su hombro,
halándole un poco para que éste notase que deseo
observar también.
—No se ve mucho. Solo estamos dentro de lo que
parece ser una granja. — Murmura, aún viendo hacia
en frente. —Tendríamos que salir de la granja para
llegar al pueblo en sí; o al menos eso creo. —Voltea el
rostro y me observa. Yo, sin poder contenerme más, le
agarro por el cuello de la camisa y le halo,
sacándolo de la cornisa y colocándome en su posición.
Inmediatamente, luego de intercambiar lugares con
Wesley; asomo mi cabeza por la cornisa con mucha
curiosidad. Al observar, veo a lo que el chico se refería.
Frente al granero, había otra estructura bastante vieja y
maltratada; parecía ser algún tipo de cobertizo para
almacenaje o algo parecido. Balas de heno decoraban
las esquinas de algunas estructuras. Había un pozo de
agua en el suelo, como de esos de las películas; en el
centro de la propiedad. Una estructura de rocas le
rodeaba.
Esta granja está dentro de Vontrom, ahora solo hay que
averiguar dónde se esconden los encapuchados y los
Victorian; para así, también poder encontrar a la chica
de las meditaciones.

—Debemos regresar al motel; no creo que papá y los


demás hayan entrado sin nosotros. —Murmuro,
volteando mi rostro hacia Wesley quién asiente ante lo
que dije.
—Sí, es lo más sensato. Puede que ellos ya estén de
vuelta con Carlos y Cristal. —Dice mientras asiente.
—Pero primero, antes de irnos, quiero ver algo. —Digo
mientras sonrío; Wesley me mira y frunce el
entrecejo.
—¿Qué vas a hacer Katrina? —Me mira curioso. Yo
solo le sonrío nuevamente. Inmediatamente, me volteo
y transformo en lobo. Clavando mis garras a la
vieja madera del granero, comienzo a escalar la pared.
El crujir de la madera al yo clavar mis uñas en la
estructura, inunda el aire.
Subo hasta lo más alto del granero, llegando así hasta el
techo. Al llegar ahí, se pongo en cuclillas mientras
miro a mis alrededores en busca de alguna persona... o
mejor dicho, de algún hombre lobo, pero no había
nadie.
Levanto más mi cabeza y observo más allá del tejado;
más allá del granero...
de la granja.
Pequeñas luces, las cuáles parecían cucuyos en la
lejanía; adornaban las calles color negro reluciente del
pueblo. Estructuras de todos los colores y tamaños
a ambos lados de aquellas carreteras de concreto. El
silencio de la noche y la calma se hacían sentir en el
aire.
Escucho a Wesley subir y sentarse a mi lado. Volteo
mi rostro y le observo.
—¡Vaya que vistas! —Dice, acomodándose en el tejado.

—Sí, no pensaba que Vontrom fuera a ser así. —Digo,


volteando mi rostro
hacia el pueblo nuevamente. Viendo las pocas personas
que se desplazaban en las aceras lejanas.
Algunos segundos en silencio se apoderaron entre el
chico y yo; solo, observando la inmensidad del pueblo;
y por lo menos, yo, pensando lo mucho que nos
tomaría recorrerlo entero.
—Oye Katrina, ¿que es eso de allá? —Pregunta el chico
mientras señala con el dedo índice hacia en frente. Yo,
miro en la dirección a la cual apunta su dedo y veo
algo increíble.
Un castillo enorme se posaba sobre una montaña al
final de lo que parecía ser el pueblo; no sé cómo no lo
había a notado antes.
—¡Es enorme! —Dice el chico con los ojos plasmados
en el. —De seguro ahí
vive el gobernador o algún hombre lobo muy rico. —
Bufa mientras sonríe.
Yo, me quedo callada por unos instantes.
—¿O tal vez, ahí vivan los Victorian? —Murmuro,
volteando lentamente mi rostro hacia Wesley, quién
hace lo mismo y ambos, nos observamos con los ojos
queriéndoselos salir de las cuencas.

Capítulo 36

De camino al motel, Wesley y yo hablábamos de la


idea de que aquel castillo en la lejanía, se tratase del
lugar en dónde se encontraban los Victorian.

No era una mala suposición, pero tampoco la idea más


brillante. No lo sé, solo nos quedaba averiguarlo.
Aquel castillo se veía imponente a la par que
majestuoso. Desde el granero en dónde el chico y yo lo
vimos por primera vez, la estructura se notaba enorme.
Y a juzgar por lo lejos que se veía, de seguro, nos
tomaría un buen rato cruzar el pueblo para así poder
llegar a el.
Llegando a lo que sería el motel, Wesley y yo nos
adentramos a la habitación donde vemos a Cristal y a
Carlos recostados en el sofá leyendo un libro juntos. —
¿Dónde están los demás? —Pregunta Wesley,
quitándose los zapatos en la entrada y colocándolos
cerca de la puerta de la habitación.
—No lo sé, pensé que estaban todos juntos. —Carlos
baja el libro a su regazo y se nos queda viendo. Yo,
frunzo mi entrecejo al no ver a ninguno de los chicos
aquí.
—Nos separamos por culpa de un maniaco con un
arma. —Wesley camina hacia una de las camas y se
avienta de espaldas a ella. Sus manos, entre su cuello y
la almohada.
—Tenemos que ir a buscarlos, Wesley. —Le digo al
chico al verlo tan
"tranquilo".
—Ya llegarán. —Responde aún en aquella posición.
—No. —Meneo mi cabeza en negación. —Voy a ir a
buscarles. No me puedo solo quedar aquí de brazos
cruzados sin saber dónde están o si les pasó algo. —
Doy media vuelta y comienzo a dirigirme hacia la
puerta de la habitación.
—Ni modo, te acompañaré a buscarlos. —Lo escucho
pararse de la cama. Mi mano, ya sujetando la perilla de
la puerta. —Aunque el que debe ir es Carlos,

que solo a estado allí sentado con su librito. —Wesley


llega a mi lado y
comienza a colocarse los zapatos nuevamente; yo le
espero.
—¡Tú fuiste quien se fue con ellos, ahora, llega con
ellos también! —Dice
Carlos, mirando al chico de medio lado; Wesley le saca
la lengua al terminar de colocarse aquel último zapato.
Cuando me dispongo a girar la manilla de la puerta,
siento, cómo esta se gira en mi mano y la puerta de la
habitación se abre. Yo, doy dos pasos hacia atrás para
que esta no me pegase.
Al la puerta abrirse, mis ojos van rápidamente al
líquido rojo que baja por la frente de Justin.
—¡Permiso Katrina, déjanos pasar! —Dice Austin
mientras ayuda, junto con mi papá, a Justin a entrar a
la habitación.
—¿Qué pasó? —Digo con el corazón palpitando en la
garganta al ver al chico
en aquel estado. Los demás, entran rápidamente a la
habitación y cierran la puerta tras de ellos al pasar.
—Un hombre lobo armado nos atacó. Le pegó a Justin
con el arma en un enfrentamiento cara a cara que
tuvimos con él. —Explica Lian. Austin y mi
padre acuestan a Justin en una de las camas.
—¡El hombre del arma! —Murmura Wesley mientras
me observa, yo asiento.
—Ve y busca a ver si en el baño hay algún tipo de
botiquín de primeros auxilios o algo para curarle la
herida. —Señala mi papá la puerta del baño. Veo, cómo
Cristal se levanta rápidamente y corre hacia allá antes
de que yo pudiese
mover un solo músculo.
—Estoy bien, ya les dije que solo es un rasguño. —
Justin trata de sentarse
sobre el colchón pero Austin le empuja por el pecho y
le mantiene recostado.

—Si, un rasguño que dejará probablemente una cicatriz.


—Responde Austin, moviendo su cabeza de lado a lado
en negación.
En ése momento, Cristal sale del baño con algunos
artículos de primeros auxilios.
—Esto fue lo que pude encontrar. —La chica se acerca a
la cama y coloca los artículos sobre el colchón, cerca de
mi papá.
Inmediatamente, Lian, toma una gazas y comienza a
desinfectar el área de la frente de Justin con unas
toallitas empapadas en alcohol. Justin hace un mueca
de dolor al éste hacer contacto con la herida.
—¡Mierda, eso duele! —Bufa Justin, cerrando los ojos
mientras los frunce con fuerza.
—Pero, ¿cómo es que pasó esto? Digo, ¿cómo
terminaron en un encuentro
cara a cara con el hombre? —Pregunta Wesley
rascándose la cabeza. — Nosotros logramos
escapárnosle.
—Todo fue por culpa de Sam. —Dice Lian mirando con
la esquina del ojo al chico, quien por cierto, estaba de
brazos cruzados y con muy mala cara al otro lado de la
habitación. —Cuando ya el hombre se iba a ir y alejarse
de nosotros, Sam, comenzó a correr hacia la dirección
contraria, porque ya se quería largar de ahí; y el
maniaco nos escuchó y volteó hacia nosotros
nuevamente. —Lian termina de limpiar el área herida
de la frente de Justin y comienza a aplicarle un tipo de
ungüento.
—No sabía que era un hombre lobo. —Murmura serio
Sam, aún desde el otro lado de la habitación. —Si
hubiera sabido que era un lobo, no lo hubiera hecho
porque sé que me iba a escuchar; pero, cómo pensé que
era humano, pues, no había manera de que me
escuchase escapar. —Sam despega su espalda de la
pared y camina hacia el sofá.

—Nunca supongas hermano. —Dice Lian, terminando


de curar a Justin y
comenzando a recoger las cosas que utilizó.
—Y menos cuando estamos buscando una ciudad de
"lobos"; ¿no lo crees? — Bufa Jaxon y Sam le mira con
mala cara.
—¡Bueno, ya! —Dice Justin sentándose en la cama. —
Lo importante es que no pasó nada grave y que
estamos bien. —Sonríe de labios cerrados. La sangre
que bajaba por su frente hace un rato, ya contenida
gracias a Lian.
—¿Y qué pasó después? ¿Dónde está el hombre del
arma? —Pregunta Carlos, sentado en el sillón junto
con Cristal, quien escucha todo sin decir una
palabra.
—Peleamos con él y logramos noquearle. —Responde
mi padre.
—Terminamos tirándole en un pozo de agua de una
granja cercana que
encontramos. —Dice el chico de los ojos verdes e
inmediatamente, Wesley y yo nos miramos.
—Nosotros estuvimos ahí. —Digo y mi papá me mira.
—Y hay algo que
descubrimos que nos gustaría contarles. —Hablo y
todos voltean a verme. Luego de contarle a los chicos
acerca del castillo que Wesley y yo habíamos
descubierto en las lejanías del pueblo de Vontrom;
todos, decidimos que
había sido un día y un inicio de noche largo, por lo que,
una buena siesta
reparadora no nos vendría mal, así que todos, nos
recostamos a descansar.
A la mañana siguiente, todos, menos Sam y Wesley;
como siempre, nos
levantamos temprano para ir a desayunar.
Los huevos revueltos del bufete del motel no eran de lo
mejor que había
comido esta semana, pero funcionaban para matarme el
hambre.
—Entonces, según tú, crees que los Victorian están
escondidos en ése castillo. —Dice Justin mientras
habla con la boca llena; su tenedor con pedazo de
huevo revuelto me apunta entre sus dedos.
—No lo sé, puede que sí. Es solo una suposición ;
tendremos que averiguar. — Asiento, devorando la
última rebanada de pan sobre mi plato.
—¡Es una locura! ¡Un castillo! Quién se lo imaginaria;
son finos los hijos de puta. —Ríe Lian, balanceado su
cuerpo sobre solo dos patas de la silla de madera en la
cuál está sentado.
Juro que creo se caerá en una de estas.
—¿Ya saben cómo haremos para entrar al pueblo sin
ser vistos... o mejor dicho, sin ser reconocidos? —
Pregunta Carlos terminando de comer y
levantándose de la mesa para llevar su plato.
—De hecho sí. —Contesta Austin con una sonrisa en
los labios; yo, frunzo el ceño al ver la expresión en su
rostro.
***
Y como era de esperarme, mis instintos tenían razón
cuando vi aquella
expresión malévola en el rostro de Austin; algo no
andaba bien.
Luego de aquel desayuno, Austin, nos llevó a una
tienda cercana que dice vio anoche cuando salió a
caminar un poco al no poder conciliar el sueño.
—De verdad Austin... ¿una tienda de disfraces? —Digo,
viendo la gran variedad de disfraces que estos tenían
disponible. Los chicos, mirando todo con
emoción.
—Es lo mejor que se me ocurrió. —Ríe. —Además,
puede ser divertido. —Me mira con una sonrisa, yo
frunzo mis ojos al observarle.

—¡Yo quiero este!—Señala Wesley un disfraz de


policía.
—¡No serás un policía, Wesley! —Sam le da un golpe
con la palma de su mano tras la cabeza del chico. —Eso
es muy obvio. —Wesley se soba rápidamente la cabeza
y le mira mal.
—Tenemos que encontrar disfraces que no parezcan
que estamos disfrazados; ¿me entienden? —Dice
Austin y yo asiento. —Miren, como por ejemplo esto.
— Austin se acerca a una vitrina y toma un bigote, el
cuál parecía muy real, y se lo coloca rápidamente a
Justin quién está a su lado.
Todos, soltamos una carcajada al ver al chico con
semejante mostacho.
—¡Que puta mierda! —Ríe a carcajadas Lian mientras
observa a Justin. —¡Se
ve bien pendejo! —Comienza a llorar de la risa.
Lágrimas bajando por sus mejillas.
—Lo que pasa es que tienes envidia de mi bigote. —
Dice Justin, cambiando la voz a una más gruesa
mientras enrolla con sus dedos una esquina del bigote
falso.
Todos nos reímos.
Los chicos, comenzaron a buscar qué disfraces serían
los mejores para nosotros y cuáles serían los que
pasarían desapercibidos o al menos, nos harían menos
notorios en un pueblo lleno de hombres lobos que
probablemente nos buscaban cómo aguja en un pajar.
Al final, todos terminamos con un disfraz en manos;
pero yo, no estaba muy
convencida de que el mío me gustase.
—Vamos Katrina, sal de ahí; eres la única que falta. —
Dice mi papá desde fuera del vestidor; yo, encerrada
ahí sin querer salir con este estúpido disfraz.

—Vamos mi amor, tú siempre te ves linda no importa


lo que lleves. —Escucho la voz del chico de los ojos
verdes al otro lado de la cortina. Yo, hago una mueca
con mi boca al poner en duda aquellas palabras.
Extendiendo mi mano, halo de la cortina que divide el
vestidor del resto de la tienda y doy un paso adelante.
Veo, como todas las miradas están sobre mí, por lo que,
bajo mi vista al suelo sintiéndome algo apenada.
—¡Mírate, te ves bien! —Dice Sam; yo subo lo vista y
le veo sonreírme.
—Esto es ridículo chicos. —Digo, bajando la mirada y
viendo mi disfraz. —¿Por qué tengo que ir de monja?
—Les observo y veo, como Wesley y Jaxon se
parten de la risa. Yo les miro con mala cara.
—¡Todos quieren a las monjas, Katrina! Nadie
sospecharía de una inocente monjita. —Ríe Lian
mirándome de arriba a abajo. A mí, no me causaba
nada de gracia.
Miro a Cristal, su disfraz de monja va a juego con el
mío. Según los chicos, dos monjas era mejor que una
sola; ya que éstas nunca solían andar solas, casi
siempre iban acompañadas a dónde sea que fuesen.
—Esto funcionará. —Dice Austin con su disfraz de...
viéndolo bien, no lo
entiendo. Tal vez, ¿hombre con un gorro y lentes
oscuros de sol?
¿Qué disfraz de porquería era ese?
Justin, llevaba aquel bigote que Austin le había pegado,
todavía en la cara; a eso, se le añadió una gorra color
verde y un chaleco de esos con estampado militar.
Sam, se había comprado unos lentes y solo eso. En
cuanto a Carlos, éste había insistido en llevar un gorro
de esos que usan los pintores
profesionales en las películas, junto con una bufanda
roja alrededor del

cuello. Wesley y Lian, por otra parte, solo se habían


comprado unas gorras, unos lentes de sol oscuros y
unas cadenas grandes de color oro, de esas que usan los
raperos hoy día. Mi papá, iba de plomero, o al menos
eso era lo que él decía con ese overol verde puesto.
Finalmente, Austin y Jaxon iban de
campesinos; con sus camisas de mangas largas con
estampados de cuadros y sus botas de hule negras.
—Parecemos más un circo que otra cosa. —Digo,
viéndonos a todos juntos en el vestíbulo de la tienda.
—Creo que llamamos más la atención así, que cómo
íbamos antes. —Cruzo mis brazos por sobre mi pecho y
les miro mal a todos. —Nos vemos bien Katrina.
Cálmate. —Sonríe Wesley.
—¿Dime cómo vamos a pasar desapercibidos cuando
dos monjas, dos
campesinos, un artista de pacotilla, un fontanero, dos
raperos malos, un hombre "normal" ? —Señalo a Lian.
—¿Y un hombre con bigote, andan todos juntos por la
calle? —Miro a Justin quien se encoge de hombros. —
¡No hace sentido! —Paso mis manos por mi rostro.
—Nadie se fijará en eso. —Lian le resta importancia.
—Si alguien pregunta, le podemos decir que vamos
acompañado a las monjas para confesarnos con ellas.
—Dice Wesley, y Carlos le pega un puño en el
hombro.
—Uno no se confiesa con una monja. —Carlos le mira
con el ceño fruncido.
—¡Oye! —Wesley se soba el hombro en el cuál el chico
le pegó. —¿Y por qué
no?
—¡Porque no! —Carlos le mira asombrado. —Porque
ese no es su trabajo.
—Bueno, yo me voy a confesar con una monja y te diré
como me va. —Ríe
Wesley, y Carlos voltea los ojos, alejándose del chico
mientras le ignora.

—¡Bueno, ya! ¡Nadie se confesará hoy! Todos tenemos


una misión, y es
encontrar a los Victorian sin ser descubiertos, así que,
manos a la obra. —Dice Justin, tocándose aún el bigote
que lleva en la cara, para luego, comenzar a
caminar hacia la puerta de salida de la tienda. Todos le
seguimos.
Una vez con nuestras pertenencias y ya en las
camionetas, los chicos y yo
comenzamos a dirigirnos camino adentro hacia el
pueblo de Vontrom.
Nuestro plan era llegar al lugar y pasar como personas
"normales". Los chicos, pasarían como hombres lobos
comunes, mientras que Cristal y yo, como humanas
(monjas) que están de visita en el pueblo. Eso era lo
poco que habíamos planeado por si alguien nos
preguntase de nuestra inesperada visita a este
misterioso pueblo.
Al llegar al pueblo, puedo admitir que un escalofrío
recorrió mi cuerpo entero bajo estas telas negras y
blancas que me cubrían. El ver un lugar, el cuál sé que
está repleto de hombres lobos, por alguna razón, me
erizaba la piel.
Mi padre y Austin, aparcaron las camionetas en un
hotel que encontramos bastante retirado de lo que era
la granja que habíamos visto anoche. El lugar
se veía lo suficientemente nuevo a comparar con el área
donde estaba el granero, la cual se notaba un poco más
vieja y deteriorada.
Al bajarnos, algunas miradas aquí y allá se hicieron
presentes; pero nada fuera de lo común. Creo, que un
pueblo de solo hombres lobos no debía tener muchas
visitas que digamos; por lo que me imagino que a la
gente de aquí se les hará raro ver a "turistas", si era que
estaba permitido que llegasen hasta aquí.
Todos, comenzamos a bajarnos de las camionetas.
Nuestra idea, era
separarnos en grupos y comenzar a buscar alguna pista
o algo que nos
indicase dónde estaban ubicados los Victorian. Cabe
mencionar, que dicha

idea no le gustó para nada a mi papá, quién no dudo al


decir que obviamente iría conmigo.
—Nos vemos aquí en dos horas. —Dice Justin mirando
el reloj en su muñeca. Todos asentimos.
—Ni un minuto más ni un minuto menos. —Remarca
Austin.
—Y ya saben, si encuentran dónde están los Victorian
o los encapuchados... no entren ni hagan ninguna
estupidez, por el amor de dios. —Justin habla y me
mira a mí fijamente a los ojos. Yo hago una mueca con
la boca. —¿Quedó
claro, Katrina? —Continúa viéndome y yo asiento
llevando mis brazos a mi pecho y cruzándolos.
—También recuerda que eres un linda e inocente
monjita y que te tienes que comportar como una de
ellas. —Ríe por lo bajo Jaxon y yo le miro mal para
luego, sacarle la lengua.
Luego de que los grupos fueran divididos... Austin con
Jaxon, quienes iban ambos de campesinos; Sam,
Wesley y Lian irían juntos por sus exquisitos
disfraces de persona "normal"; Carlos sería
acompañado por Justin y su bigote; mientras que,
Cristal, mi papá y yo, iríamos juntos.
Lo sé, ¿qué hace un plomero junto con dos monjas? En
realidad no lo sé, pero mi papá insistió en no dejarme
sola por las calles de Vontrom; lo cuál veo
entendible para lo mucho que éste me protege.
—¿Qué le dirás si alguien pregunta el por qué
acompaña un plomero a dos
inocentes e indefensas monjitas? —Pregunto a mi padre
mientras nos
dirigimos a la parte norte del pueblo; los demás grupos,
dirigiéndose a las otras latitudes.

—Bueno, pues les diré que las acompaño de camino a la


iglesia para
repararles las tuberías del baño. —Ríe, levantando una
ceja en tanto me observa y camina a mi lado; Cristal a
su derecha. Yo le sonrío de vuelta.
—Eso sería una muy buena excusa. —Dice Cristal y mi
padre asiente.
—Es que a Katrina a veces le hace falta un poco de
imaginación. —Bufa mi papá; yo le veo con la esquina
del ojo.
Los tres, continuamos caminando por las aceras de las
carreteras del pueblo de Vontrom. El pueblo en sí se
veía muy limpio y ordenado. Habían tiendas de todo
tipo a ambos lados del camino; desde tiendas de
comida, hasta establecimientos de venta de ropa,
zapatos y demás.
Puedo decir, que la mayoría de las personas que se
veían caminando por las aceras eran hombres; y no me
extraña el porqué; los hombres lobos (a excepción de
mí, claro está) eran hombres y las pocas mujeres que se
veían en el pueblo, me imagino, serían sus esposas.
Solo espero que alguien en éste lugar tenga la
información que necesito;
tenga la ubicación de los Victorian.
—Necesitamos hablar con alguien. —Digo, deteniendo
mi andar y mirando a los chicos seriamente. —¡No
podemos solo ir caminando por el pueblo
esperando que la información nos caiga desde el cielo!
—Frunzo mi entrecejo en tanto cruzo mis brazos sobre
mi pecho. Mi padre y Cristal me miran en
silencio.
En ése momento, un grito se escucha y veo, como un
chico cae literalmente desde lo alto frente a mis pies.

Frunzo aún más mi entrecejo mientras mis ojos se van


a aquel muchacho que literalmente, a caído del cielo...
o de aquel balcón que está justo sobre mi cabeza.
—¿Estás bien? —Pregunto, extendiendo mi mano y
ayudando al chico a
ponerse en pie. Éste, la sujeta, me mira con una
expresión de pena en el rostro y vuelve a sus pies.
—Si señora, estoy bien. —Asiente mientras se sacude
las ropas.
El chico no podía tener más de diecisiete o dieciocho
años de edad. Sus ropas parecían sucias y desgastadas;
su pelo despeinado y revuelto.
—Espero no haberlas asustado. —Baja su mirada al
suelo y se encoge de hombros. —Es que tenía un poco
de... apuro. —Mira hacia atrás y lo noto ansioso. Éste,
comienza a jugar con sus manos inquietamente.
De pronto, veo, como unos encapuchados; los
encapuchados, salen de dentro de una vivienda
cercana, estos, mirando efusivamente hacia todas las
direcciones, cómo si buscaran algo... o a alguien.
—Así que si me disculpan hermanas, me tengo que ir.
—Dice el chico al percatarse de que los encapuchados
están cerca. Éste, trata de rebasarme, pero yo me
pongo en su camino.
—¡Espera, iremos contigo! —Digo y éste abre los ojos
como dos luceros.
—¡No lo entiende hermana! —El chico mira hacia atrás
nervioso; los
encapuchados acercándose aún más, pero sin aún ver al
muchacho.
—Entiendo que te siguen esos de allá. —Señalo
moviendo mi cabeza. —Y que
si no me dejas ir contigo, les llamaré. —Le miro
directamente a sus ojos color azules. Éste, se queda en
silencio observándome por algunos segundos.

—Está bien, pero, quiero que sepa que no la pasará bien.


—Suspira. —¡Dios, perdóname por esto! —Dice, para
luego, tomarme de una mano y salir
corriendo junto a mí. Mi papá y Cristal nos siguen.
Capítulo 37

Luego de que aquel chico me cayera del cielo,


literalmente; mi papá, Cristal y yo, corríamos de
callejón en callejón mientras el muchacho me halaba
aún del brazo.
Parece, que éste chico se conocía muy bien el pueblo, a
juzgar por lo bien que se desplazaba por estos
callejones baldíos.
El chico me llevaba del brazo casi a rastras. Estas batas
de monjas no eran lo mejor para correr, menos, para ir
huyendo de los encapuchados.
Luego de algunos minutos y varios giros por diferentes
callejones, el chico se detiene tras un edificio viejo, y lo
que parece ser, abandonado.
—¿A dónde vamos? —Pregunto recuperando el aire. Mi
papá, cargando a
Cristal quien obviamente, no corre a la misma
velocidad que nosotros, por lo que ésta necesita un
poco de ayuda en ése aspecto.
—Espere un momento por favor... —Camina hacia la
cornisa del edificio y asoma su cabeza por ella;
observando. El muchacho, se queda callado por unos
segundos, para luego, re-incorporarse y comenzar a
caminar hacia mi y los chicos. —¡Los perdimos! —
Sonríe.

—¿Por qué te perseguían en primer lugar? —Pregunto,


viendo, como el chico salta sobre un bote de basura,
para luego, brincar hacia el balcón de aquel
edificio viejo y bajar una escalera de mano oxidada; de
esas que son las salidas de emergencia traseras de los
lugares.
—Eso no tiene importancia hermana. —Nos invita a
subir haciendo una señal con su mano desde el balcón.
Yo, volteo el rostro y miro a mi padre, quién me dice
que no suba negando con su cabeza. Yo, frunzo mis
labios ante la indecisión de no saber qué hacer.
A éste chico lo estaban siguiendo los encapuchados; era
la pista más cercana que tenía de los Victorian.
Si lograba averiguar dónde se escondían los
encapuchados, por ende,
localizaría a los Victorian. No podía dejar pasar esta
oportunidad, y no lo haría. —Lo siento. —Murmuro,
mirando a mi padre en tanto me encojo de hombros,
para luego, dar media vuelta y caminar hacia aquellas
escaleras.
Al llegar arriba, el chico, extiende su mano y me ayuda
a dar ése último paso
en el escalón; yo me le quedo viendo seria. Éste, ayuda
a Cristal quién sube
tras de mí, luego mi padre.
Al estar todos juntos en aquel balcón, el chico, procede
a subir nuevamente la escalera oxidada y a guardarla
en su lugar.
—Disculpas anticipadas; no esperaba visitas. —Dice,
quitando una tabla de madera de sobre una ventana en
la pared. La ventana estaba rota, sin vidrios
ni divisiones; solo el marco desgastado era lo único que
quedaba de esta. Vemos, cómo el muchacho se adentra
por aquella ventana hacia el interior del edificio. Éste,
una vez dentro, me ofrece su mano para ayudarme a
pasar por aquel agujero en la pared, yo se la acepto.
Cristal y mi papá entran tras de mí.

—De verdad hermanas, disculpen este desorden. No


sabía que tendría visitas hoy, bueno, nunca las había
tenido antes. —Dice el chico, comenzando a recoger
latas de refresco vacías del suelo, al igual que algunas
envolturas de dulces y comida.
El lugar se veía bastante sucio y polvoriento. Parecía
ser un antiguo piso de oficinas abandonadas en las que
de alguna forma, éste chico vivía.
En una esquina, pude ver un colchón muy delgado y
maltratado en el suelo. Una sábana con agujeros en ella
se posaba sobre aquel colchón viejo. Al otro lado del
piso, una pequeña silla de madera y una mesa chueca
que parecía
sacada del vertedero, decoraban el otro extremo del
salón.
—¿Vives aqui? —Pregunto, mirando todo a mi
alrededor. Mi papá, se para justo a mi lado y lo noto
estar en estado de defensa; de protección.
—Sí, esta es mi humilde morada. —Tira las latas de
refresco y lo que a
recogido, en una esquina. Lo veo sacudirse las manos y
comenzar a caminar hacia nosotros.
—Necesito saber por qué te perseguían esos hombres.
—Le miro seria por
unos instantes, el chico, se me queda viendo fijamente,
para luego, soltar un suspiro.
—Hermana, no quiere meterse en estos líos. —Sube las
manos a su cabeza, pasando sus dedos entre su cabello.
—No me tienes que llamar hermana. —Volteo mis
ojos, conteniéndome y
tratando de permanecer dentro del papel de monja lo
más que pueda.
—Pero eres una monja. —Frunce el ceño. —¿Cómo más
le podría llamar a una monja? Llamarlas monjas no
está bien, ¿o si? —La expresión en su rostro es de
confusión.

—Solo... solo llámame Katrina. —Digo, y éste hace una


mueca con los labios, mostrándome que no estaba muy
convencido.
—¿Me quiere hacer pecar? Porqué si todo esto es para
hacerme pecar para que vaya a la iglesia, déjeme
decirle que... —Le interrumpo.
—¡No es para que vayas a la iglesia! —Hablo entre
dientes ya un poco molesta. El chico se queda callado y
me mira atentamente. —¿Cómo te llamas? — Pregunto,
soltando un leve suspiro.
—Soy Thomas. —Dice en voz baja, bajando su mirada
al suelo en ocasiones.
—Comencemos de nuevo Thomas. —Me incorporo en
tanto le brindo una sonrisa de labios cerrados al chico.
—Mi nombre es Katrina, un gusto. —
Extiendo mi mano hacia él y éste se queda
observándola por algunos
segundos; se que no sabe si tomarla o no. Al final, la
toma y me saluda con una linda sonrisa.
—¡Soy Thomas señora... digo, Katrina! Thomas
Anderson. —Sonríe, soltando
mi mano.
—Entonces Thomas Anderson, ¿vives aquí solo? —
Pregunto, comenzando a
caminar por el lugar mirándolo todo. Mi papá y Cristal
quietos y callados observando todo; dejándome a mi
llevar la situación.
—Sí, vivo solo; pero no me molesta, me las sé arreglar
sin ayuda. —Se sienta sobre aquel colchón viejo
mientras me observa mirar el lugar. —¿Y por qué
insistieron en venir conmigo unas monjas y un...
plomero? ¿O eres un
agricultor? —Mira a mi padre de arriba a abajo,
confundido.
—¡Plomero... soy un plomero¡ —Dice mi papá,
meneando la cabeza en
negación. Yo sabía que ese disfraz no era muy bueno.
—Un plomero... sí... —Le da una sonrisa falsa la cuál
mi padre le devuelve.

—Vi que estabas en aprietos y quise, no lo sé, ayudar


y... hacer mi obra
comunitaria del día. —Volteo hacia el chico y le sonrío
nerviosa. Éste se me queda viendo serio por unos
instantes.
—Si, tiene sentido por lo de que son monjas. —Asiente.
Mi corazón, pendiendo de un hilo.
—Entonces Thomas. —Me acerco al chico y me siento
a su lado sobre el
colchón. —¿Me contarás por qué te seguían esos
hombres? —Me le quedo
viendo fijamente; el chico, baja su mirada al suelo y
suspira.
—No estoy muy orgulloso del porqué me perseguían.
—Comienza a jugar con sus dedos frente a su regazo;
nervioso. —Y menos contarle a unas monjas. — Alza
su vista y mira a Cristal, quién está parada a un lado de
mi padre a solo unos metros de nosotros.
—Está bien, puedes estar tranquilo; nosotras no te
juzgaremos. —Dice la chica con una voz suave y
tranquila. Una bonita sonrisa se dibuja en sus labios.
Thomas, suelta un suspiro profundo.
—¿Qué les hiciste para enojarlos tanto como para que
te persigan? —Coloco
mi mano sobre su hombro y le observo. Éste, voltea su
rostro y me mira frunciendo los labios.
—Puede... puede que me haya robado algunas cosas
aquí y allá. —Se encoge de hombros mientras hace una
mueca con la boca. —Y no sé, puede que esta última
vez, se me haya pasado un poco la mano al robarme
aquel carísimo jarrón del castillo.
Al escuchar aquellas últimas palabras, un frío recorrió
mi pecho en tan solo un instante.

—¿Has estado dentro del castillo? —Digo emocionada;


apretando mi agarre
levemente a su hombro.
—Sí, varias veces. —Asiente con la cabeza; mirándome
un poco raro por el agarre que le estoy haciendo a su
hombro. Sus ojos, sobre mi mano.
Inmediatamente, retiro mi agarre suavemente del chico
al notar que lo estaba incomodando.
Miro a mi padre, quién a su vez me observa con una
expresión de asombro mezclada con algo de temor en
sus ojos.
El chico, de alguna manera u otra, había estado dentro
de aquel castillo; sabía lo que había dentro de el.
—¡Pero hermanas, les juro que solo robo para comer! —
Exclama el chico nervioso; observando a Cristal y a
mí, mientras continúa con el jugar de los dedos de sus
manos frente a sus rodillas.
—Está bien Thomas. —Volteo el rostro hacia él y le
sonrío. —Lo haces por una buena acción. —Trato de
meterme lo más posible en mi papel de monja que
tanto me cuesta realizar.
—¿Qué haces con las cosas que robas, Thomas? Digo,
sé que dijiste que lo haces para comer, pero, ¿cómo
funciona eso? ¿Acaso, alguien te envía a robar para
luego entregarles la mercancía o lo haces por tu cuenta?
—Pregunta Cristal y yo la miro con los ojos bien
abiertos; subiendo mis cejas y frunciendo el ceño.
¡Esa no era la pregunta que había que hacerle... sino,
había que preguntarle quién demonios vivía en ése
castillo! Eso era lo que nos interesaba. No éramos
monjas de verdad para estar preguntando por los
"pecados" de éste niño.

—Lo hago por mi cuenta. —Baja la vista; creo que se


siente avergonzado. — Robo y lo vendo en el mercado.
—Hace una mueca con su boca. Yo, comienzo
a impacientarme.
—Bueno, ya el chico dijo que lo hace para comer; así
que hermanas, creo que
él merece el perdón, ¿no es cierto? —Mi papá nos mira
con una expresión en el rostro de "solo digan que sí
para salir de ésta incómoda situación". Yo asiento. —
Sí, tiene el perdón. —Digo y miro a Cristal, ésta
asiente.
—Sí, lo tiene. —Sonríe la chica.
—¿No iré al infierno? —La mirada del chico va a la mía
rápidamente. Sus ojos clavados en los míos. Una
expresión de emoción mezclada con esperanza
irradiaba de sus pupilas.
—Creo que no... —Digo insegura. Mi papá, se carraspea
la garganta al escuchar mi respuesta. Yo, miro a mi
padre con la esquina del ojo, y éste, me hace una seña
carraspeando su garganta nuevamente. —No, no irás.
—Miro al chico nuevamente y éste me brinda una
enorme sonrisa, para luego, lanzarse sobre mí y darme
un fuerte abrazo. Yo, me quedo petrificada. Luego de
unos cortos segundos, el chico se aleja repentinamente.
—¡Lo siento, lo siento! No sé si está permitido abrazar
a una monja. —Me mira nervioso.
Yo tampoco lo se...
—Está bien. —Sonrío de medio lado. —Pero Thomas...
hay algo que te quisiera preguntar. —Le observo
fijamente, el chico asiente. —¿Quién vive...? —En ese
momento, un ruido nos alerta; yo y Thomas quedamos
parados del colchón en un santiamén.

Todos, comenzamos a mirar hacia todas partes;


buscando de dónde provino aquel sonido.
—¡Deben ser los Gorhan! —Dice el chico nervioso.
—¿Los qué? —Murmuro confundida.
—¡Los que me siguen! —Habla por lo bajo; mientras,
más ruidos escuchándose con más frecuencia... más
cerca. —Tenemos que escondernos; ya vienen. — Dice,
para luego, agarrarme de un brazo y comenzar a correr
nuevamente
conmigo mientras casi me lleva a rastras por el salón.
Mi papá y Cristal nos siguen.
Thomas, comenzó a dirigirse hacia la parte contraria
del piso a la cuál estábamos hace un rato.
Ésta área no se veía muy diferente a la otra; llena de
polvo, muebles viejos y abandonados con sábanas
sucias y polvorientas sobre ellos, y no mucho más.
Veo, cómo el chico corre hacia una chimenea que hay
al fondo de lo que
parece fue la sala principal en su momento. Éste, se
detiene frente a ella.
—Entren ahí, a la derecha. —Señala dentro de la
chimenea. Yo frunzo el ceño confundida.
—¿En la chimenea? —Murmuro observándole; el chico
asiente efusivamente.
De pronto, un estruendo llena nuestros oídos; el crujir
de los vidrios de una ventana, llena el aire de la
habitación anexa. Thomas, voltea el rostro hacia la
dirección del sonido, para luego, volver a los míos en
tan solo un instante.
—¡Tienen que entrar ahora! —Dice con voz baja pero
firme; colocando sus manos sobre mis hombros y
comenzando a empujarme hacia dentro de la
chimenea.

Al estar dentro, veo, como la chimenea constaba con


una abertura en un costado. No era muy amplia, pero
sí lo suficiente como para que una persona pudiera
pasar por ella. Apretándome entre la pared y los
ladrillos de la
chimenea, logro entrar a una especie espacio entre dos
habitaciones, no era muy espacioso que digamos, pero
sí creo que lograríamos entrar todos aquí. Veo, como
mi padre y Cristal entran por la ranura de la chimenea;
Thomas tras ellos. Rápidamente, el chico voltea y
coloca su dedo índice sobre sus labios, indicándonos
que guardáramos silencio.
Todos, nos quedamos muy callados, expectantes. De
pronto, unos pasos se
comienzan a escuchar en la lejanía; mi padre se acerca a
mí y coloca la mano sobre mi hombro en forma
protectora.
—¿Estás seguro de que vino hacia esta dirección? —Se
escucha una voz
acercándose.
—Creo que sí, pero no pienso que esté aquí. —Los
pasos llegan hasta la habitación en la que estamos.
Todos, muy quietos y en total silencio. —Este lugar
aparenta estar abandonado.
—Larguemonos de aquí; se a escapado otra vez el
desgraciado. —Refunfuña uno de ellos. —¡Cuando
ponga mis manos sobre esa pequeña rata, juro le
arrancaré la cabeza! —Dice, para luego salir corriendo
junto con su
compañero. Escucho, como estos salen nuevamente por
aquella ventana que rompieron, más vidrios cayendo
al suelo.
Todos nos miramos los unos a los otros con los ojos
bien abiertos, nerviosos y un tanto paralizados.
—Creo que ya se fueron. —Murmura el chico,
asomando su cabeza lentamente por la cornisa. —Sí,
ya no están. —Dice, comenzando a salir del espacio

limitado en el cual estábamos. Al estar fuera, yo le sigo;


tras de mí, mi padre y Cristal.
Todos, comenzamos a sacudirnos el polvo y las telas de
araña pegadas a nuestras ropas. El chico, sacudiendo su
cabello con ambas manos.
—Thomas, ¿a quién le robaste en el castillo? —Trato de
que mis preguntas no sean tan obvias y directas. —
Debe ser alguien muy importante como para que esos
hombres te sigan de esta manera. —Digo, terminando
de quitar la última tela de araña de la manga de mi
disfraz de monja.
—Si, bueno... creo que metí un poco a pata al robarle a
ellos. —Pasa su mano por detrás de su cuello.
—¿Y quienes son ellos? —Pregunta mi padre, viéndole
con los ojos entrecerrados.
—Bueno, a los Victorian. —Dice y frunce los labios en
tanto se encoge de hombros.
Mi corazón salta de mi pecho y cae directamente a mis
pies en tan solo un segundo. El escuchar aquel nombre
salir de la boca de aquel chico; me erizo toda la piel.
Tenía razón, los Victorian sí estaban en aquel castillo...
finalmente, había
encontrado su ubicación. Finalmente, sabía donde se
escondían.
El que éste chico sepa donde están los Victorian, y
ademas de eso, haya entrado al castillo anteriormente,
me sería de gran ayuda en el futuro.
Thomas, podría ser mi llave directa hacia esos
malditos; él, podría guiarme fácilmente hacia mi
venganza.
—Thomas, ¿puedo hacerte una pregunta? —Digo, y
una presión invade mi pecho. El chico asiente ante mi
pregunta. —¿Si te pidieran que entraras al

castillo nuevamente, sabías como entrar? —Mi corazón


se acelera dentro mi pecho. Mi respiración agitada.
El chico se me queda viendo por algunos segundos en
silencio; su mirada fija en la mía. Mi pecho, subiendo
y bajando rápidamente.
—No se porque una monja querría entrar al castillo,
pero, respondiendo a su pregunta... sí, si sabría entrar
nuevamente. —Asiente.
—¡Es para llevarle la palabra de dios, claro está! —Digo,
tratando de salvar la situación. Éste, me mira serio,
pero luego de algunos segundos; sonríe.
—Claro, creo que todos somos dignos de recibir la
palabra. —Se rasca la barbilla. —Si quieren ir, yo las
puedo llevar pero... —Nos señala con el dedo índice a
todos. —Que sepan que no será 2. Esa gente me odia, y
si me ven... — Hace una mueca con la boca mientras
agita las manos. —Tendría que pasarlas pasando yo
desapercibido. Sino, no podré hacerlo.
Creo que él no es el único que tiene que pasar
desaparecido.
—Sí, nos encantaría que nos llevases. —Asiento
emocionada, viendo, con la esquina del ojo; como mi
papá pasa su mano por su rostro; desesperado.
—¡Y que sepan que nos les cobraré nada por que son
monjas, pero, si él va; a él si le cobraré!—Señala a mi
padre y éste le frunce el ceño.
—En realidad, somos más... muchos más. —Digo, y el
chico me mira con los ojos entrecerrados. Yo, le regalo
una sonrisa forzada.
—¿Más? ¿De cuántos "más" estamos hablando? —
Pregunta aún con sus ojos entrecerrados. Cruzando sus
brazos sobre su pecho mientras me observa.
—Unos pocos... bastantes más. —Sonrío nerviosa y
éste se me queda viendo serio.

Capítulo 38

Thomas había aceptado ir junto a nosotros a conocer a


aquellas personas a las cuáles ayudaría a entrar al
castillo de los Victorian; a los chicos.1
Éste, no estaba muy convencido de que lo lográramos,
ya que, según el chico, éramos demasiadas personas
como para entrar siendo desapercibidos. En sus propias
palabras, Thomas había dicho, que sería imposible,
pero, que aún así lo intentaríamos.
Según el chico, la cantidad de encapuchados, o Gorhan;
como él les decía; que merodeaban el lugar, eran
muchos. Thomas, nos explicó, que los
encapuchados vigilaban el castillo a sus afueras, e
incluso en el interior.
Cabe mencionar, que tuvimos que decirle a Thomas,
que la razón por la que queríamos entrar todos al
castillo (además de la excusa que ya le habíamos dado
por nosotras las monjas) era porque los chicos querían
ver cómo era el bendito castillo en su interior... ya que,
según nuestras mentiras piadosas, Wesley era un
amante de los castillos de la época victoriana.
—Entonces, repíteme nuevamente; ¿cómo es que
piensas entrar?—Pregunta Austin, rascándose la
cabeza; sentado en el sofá de la habitación del motel.
—Entraremos por las catacumbas. —Dice Thomas,
sentado en el suelo de la habitación con sus piernas
cruzadas una sobre la otra, tal cuál pose de
meditación. —Ahí no hay Gorhans; nadie en realidad
quiere estar ahí... ya saben, por los muertos, fantasmas
y esas cosas. Además de que ahí están los prisioneros.
—¿Prisioneros? —Pregunta Cristal mostrándose un
poco consternada. Ésta, sentada en el sofá a un lado de
Austin.
—Sí, los Victorian no se comen cuentos cuando tiene
que llevarse prisioneros, torturar o matar a alguien. —
Lo dice tan tranquilo, como si no fuera nada de otro
mundo. Pero, la realidad es que todos sabíamos cómo
los Victorian
eran... de lo que eran capaces. —Allí es que me
llevarían si me atrapasen los Gorhans. —Hace una
mueca con la boca. —Pero, eso no sucederá. —Sonríe
con un aire de confianza en el pecho.
Veo, como los ojos de Cristal se abren como dos
luceros en medio de una
noche oscura al escuchar aquello. Ésta, voltea el rostro
y observa a Austin con una expresión de preocuparon;
éste, suelta un suspiro.
—No tienes que venir con nosotros si no quieres. —Le
dice Austin en voz baja, pero lo suficiente como para
que todos en la habitación aún así le
escuchemos.
Cristal, se queda callada y baja la mirada al suelo.
—En realidad no creo que les sea de mucha ayuda. —
Murmura
disimuladamente al oído de Austin para que Thomas
no le fuera a escuchar. Thomas, entretenido hablando
con Justin quién le busca tema de
conversación.
—Está bien, te quedas en el motel; nosotros iremos,
haremos lo que tengamos que hacer y espero...
regresaremos. —Dice Austin asintiendo.
—¿Cómo es que voy a saber que están bien? —
Responde la chica, preocupada. —¿Cómo es que podré
esperarles sin saber nada de ustedes? Será un
tormento. —Sus ojos se cristalizan inmediatamente.

—Estaremos bien. —Le sonríe Austin de labios


cerrados. —Regresaremos. —Lo veo pasar su mano por
la mejilla de la chica, para luego, meter un mechón de
su cabello tras la oreja. Ésta, le sonríe y asiente; una
pequeña lágrima salta de sus ojos y rueda por su
rostro.1
—Yo me puedo ofrecer a cuidarla. —Levanta la mano
Carlos, quién está
sentado en una de las camas al fondo de la habitación.
—Sí, es buena idea. —Asiente Austin. Cristal le
murmura un "gracias" a Carlos y éste asiente con una
sonrisa de labios cerrados en su rostro.
Luego de una buena charla, y de planificar bien cómo
era que íbamos a entrar, los chicos decidieron que el
mejor momento para entrar al castillo sería esta noche.
Estos no querían esperar demasiado tiempo para llegar
a los Victorian.
Mientras más tiempo pasáramos en Vontrom, más
probabilidad de que fuéramos descubiertos corríamos.
Y nuestras posibilidades aumentaban con estos malos
disfraces que llevábamos.
Todos, estaban haciendo un buen trabajo tratando de
quedarse dentro de los limites de sus personajes frente
al chico, pero creo que Thomas no se estaba comiendo
ni una sola palabra de la historia de que Wesley quería
ver la
arquitectura del castillo en todo su esplendor, ni de que
yo iba a darle la
palabra de dios a los Victorian.
Pienso que solo nos seguía la corriente. Tal vez, solo
quería llevarnos al
castillo, cobrar la cantidad de dinero acordada y
largarse de ahí.
El chico parecía ser un joven bueno y muy listo; así que
confiando en sus dotes de robo y escapadas, ponía mi
sed de venganza en sus manos para que nos llevase
victoriosamente dentro del castillo y con los Victorian.
Preparando todo ya para irnos hacia el castillo, los
chicos, incluyendo a
Thomas, comienzan a salir de la habitación del motel.
Yo, colocándome los zapatos de monja que había
dejado junto a la puerta.
—¿Estás seguro de que estarán bien? —Pregunta Cristal
a Austin a solo unos pasos de la puerta de la
habitación. Yo, escuchando sin en realidad querer.
—Sí, lo estaremos. —Asiente. La chica le mira afligida.
—Por favor, vuelvan con bien. —Habla y escucho
cómo su corazón se acelera. —Volveremos. Estaremos
aquí en menos tiempo del que te imaginas. —Sonríe el
chico; pero su sonrisa no es convincente.
Cristal se le queda viendo por algunos segundos, y
noto, cómo sus ojos
comienzan a cristalizarse.
—¿Lo prometes? —Pregunta la chica y un escalofrío
recorre mi cuerpo entero. Yo, terminando de
colocarme aquel último zapato.
—¡Lo prometo! —Dice Austin, colocando su mano
sobre la mejilla de Cristal; ésta cierra los ojos
suavemente mientras suelta un suspiro. La expresión
en su rostro es de preocupación.
Rápidamente, para no molestar y dejarlos solos; a
excepción de Carlos quién estaba en la cama leyendo
un libro como siempre; salgo de la habitación y me
integro al grupo que está afuera.
—Con todo respeto hermana... digo, Katrina; las
catacumbas no son lugar para una... monja. —Dice
Thomas, mirándome de arriba a abajo.
—Voy a estar bien. —Le sonrío. —Estoy en forma. —
Río y éste me devuelve una sonrisa juguetona.

—De verdad que tiene empeño en llevarle la palabra a


esos pobres infelices. — Mueve su cabeza en negación
con una risita burlona en los labios. —En
realidad sí quiere salvarle sus pobres almas. —Bufa.
—¿Y por qué no solo entrar la monja por la entrada
principal? —Pregunta Sam, cruzando los brazos sobre
su pecho.
—No la dejarían pasar. —Niega Thomas moviendo su
cabeza de lado a lado.
—¡Pero si es una monja por el amor de dios! —Me
señala. —¿Quién no dejaría pasar a una monja a su
casa? —Sam mira al chico fijamente, esperando una
respuesta de su parte.
—Los Victorian. —Responde. —Ellos no dejan pasar a
nadie que no sea un Gorhan, miembros de la realeza o
personas capturadas para encarcelar o
sacrificar.
—¡Eso es ridículo! —Sam mueve su cabeza de lado a
lado; indignado.
—Por eso es que entraremos por las catacumbas. Es la
única forma de entrar que conozco hasta el día de hoy.
—Dice Thomas. Veo, cómo mi padre se le
acerca.
—Dijiste que teníamos que darte la mitad del dinero
ahora y la otra en las
catacumbas, ¿no es cierto? —Mi papá, mete su mano en
el bolsillo de su
pantalón y saca un mazo de dinero.
—Sí, cuando pasemos a las catacumbas y les indique
dónde están los Victorian en el castillo; ahí me
deberán dar la otra mitad acordada. —Asiente el chico.
—¿Pero eso significa que nos entrarás al castillo pero
no nos ayudarás a salir? —Pregunta Wesley con el
ceño fruncido.

—No, solo les mostraré el camino de entrada; el de


salida es el mismo... si es que los Victorian les
perdonan la vida por haber entrado sin su permiso
cuando vean a la monja... digo, a Katrina. —Frunce los
labios. —No creo que
les caiga muy bien ver que una monja se les coló en el
castillo. —Me mira con pena en los ojos. —Lo siento
hermana, pero creo que es la verdad. Aún está a
tiempo para no ir y quedarse con la otra chica. —Se
encoge de hombros y yo niego con mi cabeza.
—Estaremos bien; todos. —Miro a Wesley a los ojos,
haciéndole una señal para que no se preocupase. —
Haremos lo que teníamos planeado, Thomas nos
llevará hasta las catacumbas, cobrará y se irá. —Miro a
todos los chicos y estos asienten.
—Aquí tienes, la mitad. —Dice mi papá, entregándole
el dinero al chico. Éste,
se lo arrebata de las manos y comienza a contarlo
rápidamente. Luego de
unos segundos, asiente con una sonrisa en el rostro y se
coloca el dinero en el bolsillo delantero de su pantalón.
—Bueno, ya nos podemos ir. Es una buena caminata la
que tenemos que hacer hasta las cercanías del castillo.
—Comienza a caminar.
—¿No podemos acercarnos en las camionetas? —
Pregunta Austin y el chico se gira sobre su propio eje,
volteándole a ver.
—No, eso llamaría mucho la atención. —Niega. —Aquí
en Vontrom, las noches suelen ser muy tranquilas. El
ir en coche por las calles levantaría sospechas.
—Está bien, iremos caminando. —Asiente Austin y el
chico sonríe, para luego, continuar su andar.
***

Habíamos caminado por alrededor de una hora, y


puedo admitir, que los pies me estaban matando. Estos
zapatos del disfraz de monja era horribles y me
estaban sacando algunas ampollas.
Por suerte, la túnica del disfraz era bastante amplia, por
lo que me permitía tener mis propias ropas cómodas
bajo ella por si en algún momento,
necesitaba correr o escalar, poder quitarme esta túnica
estorbosa.
Desde donde estábamos, ya se podía ver el castillo en
todo su esplendor sobre aquella colina. Una cerca de
piedras enormes le rodeaba; antorchas
encendidas decoraban la muralla, una antorcha por
cada cierta cantidad de metros. Tras la muralla de
piedra y aquel portón imponente de metal, se podía
apreciar un camino de grava oscura que llevaba a lo que
sería el castillo en sí; árboles secos y bastante
espeluznantes a ambos lados de aquel camino.
Ya estábamos a solo unos cuantos metros de llegar a las
inmediaciones del lugar, por lo que desde ahora,
teníamos que andarnos con más precaución.
—Ahí están los Gorhan. —Señala Thomas con su dedo
índice a los
encapuchados que vigilan el portón principal. —
Tenemos que rodear el
castillo por la derecha para poder llegar a las
catacumbas. —Señala la
dirección de la que habla.
Todos asentimos; el chico, comienza a caminar en
frente, nosotros le
seguimos con cautela.
Comenzamos a adentrarnos a un pequeño bosque que
rodeaba los costados de la muralla del castillo hasta
llegar a un lago.
Thomas, camina hasta las orillas del lago y veo como
éste comienza a quitarse su camisa.

—¿Listos para mojarse un poco? —Sonríe, sacando su


camisa por sobre su cabeza, para luego, doblarla y
colocarla en el suelo.
—¿De verdad me tendré que meter a un lago asqueroso
a mitad de la noche?
—Refunfuña Wesley, mirando el lago mientras hace
una mueca de asco con su rostro.
—No pasa nada. —Bufa Thomas. —Te prometo que no
hay cocodrilos en Vontrom... solo sanguijuelas. —Ríe;
Wesley da un pequeño salto al escuchar aquello.
—¡No! ¡Yo hasta aquí llego! —Dice Wesley meneando
su cabeza hacia ambos lados en negación en tanto agita
sus manos en el aire.1
—Está bien, te puedes quedar aquí solo esperándonos.
—Responde Lian
acercándose junto con los demás chicos al lago. —Me
dejas saber si algún espectro espeluznante viene a
hablar contigo cuando el reloj marque las tres de la
mañana. —Veo, cómo Lian trata de disimular aquella
risa que quiere salir de su pecho.
Todos sabíamos que Wesley era muy miedoso cuando
se trataba de fantasmas y cosas paranormales; por lo
que, Lian le estaba dando por dónde más le dolía...
—¿Espectros? —Pregunta el chico llevándose una mano
a la cabeza y
rascándose.
—Sí, en realidad aquí hay muchos. —Asiente Thomas
ya metido en el lago
hasta el cuello. Mi papá y los demás chicos,
adentrándose al agua. Yo,
caminando hacia la orilla, pasando por el lado de
Wesley quién aún sigue observando la oscura agua del
lago en silencio.
—Creo... creo que mejor voy con ustedes. —
Tartamudea el chico y todos
comenzamos a reír por lo bajo. —Claro está, solo por
protegerles de los
Victorian. —Dice, para luego comenzar a caminar
hacia el lago.
Me quedo frente a la orilla, pensando en cómo haría
para nadar con esta
túnica de monja en el lago; definitivamente no llevaba
el mejor vestuario para esta misión, y el no podermela
quitar aún para no levantar sospechas; no ayudaba
nada a la situación.
Wesley se para a mi lado y me observa.
—Vamos monjita, que tenemos que nadar. —Suspira
Wesley; yo hago una mueca con mi boca para luego,
comenzar a adentrarme al lago.
Al mis pies hacer contacto con el agua, pude notar lo
fría que esta estaba.
La realidad es que no culpaba a Wesley de no quererse
adentrar en esta agua. El reflejo de la oscuridad de la
noche hacía que el agua se viera de color negro,
provocando que no pudieras ver nada más allá de la
superficie.
—Nunca había visto a una monja nadar. —Dice
Thomas con una sonrisa en los labios al yo llegar a
donde todos estaban.
—Yo tampoco... —Respondo seria; éste bufa, para
luego, comenzar a nadar lago adentro.
Todos comenzamos a nadar siguiendo a Thomas. Éste,
dirigiéndose hacia una parte del castillo, una pared, a la
cuál; desde donde nos encontrábamos, no se veía algún
tipo de entrada por ninguna parte.
Al llegar a aquella pared del castillo en la cual el lago
tocaba, Thomas, se sumerge sin previo aviso; todos
nos quedamos helados... y muy confundidos. —¿A
dónde fue? —Pregunta el chico de los ojos verde oliva.

—No lo sé... —Responde su padre observando todo a su


alrededor en busca de alguna señal del chico.
—¿Qué se supone que hagamos ahora? —Dice Sam,
notándose un tanto nervioso.
—Esperemos, sé que regresará. —Digo, teniendo fe en
que aquel chico no nos abandonaría aquí, ¿o sí?
—¡Si éste chico nos vendió y nos engaño, juro que...!—
Refunfuña mi papá; yo
le interrumpo.
—Tengamos paciencia; volverá. —Murmuro, tratando
de calmar a los chicos, cuando en realidad, yo estaba
muriendo por dentro.
¿Y si en realidad Thomas nos había engañado?
¿Y si solo quería ganar dinero y dejarnos aquí tirados?
¿Y si les avisó a los Victorian de nosotros y todo esto
es una trampa?
La realidad es que no conocíamos a éste chico, y
juzgando por su estilo de vida; lo creía capaz de
cualquier cosa.
—¡Mierda, sabía que no debíamos confiar en él!—El
chico de los ojos verde da una palmada, molesto; sobre
la superficie de agua. Algunas gotas salpican y caen
sobre mi rostro.
En ése momento, veo como Thomas sale
repentinamente de bajo el agua, tomando una gran
bocanada de aire. Todos nos quedamos observándole.
—Ya está todo listo. —Habla mientras trata de
recuperar el aliento.
—¿Dónde mierdas te metiste? ¿Qué hacías? —Le
pregunta Justin mirándole
con el entrecejo fruncido.

—Disculpen que no les avisé. —Thomas pasa su mano


por su rostro, secando las gotas de agua que bajaban
por su piel. —Estaba abriéndonos paso por la escotilla
que lleva a las catacumbas. —Toma una bocanada de
aire.
—Tendremos que... —Wesley señala el agua con sus
ojos abiertos como dos pelotas de baloncesto.
—Sí, hay que sumergirse y aguantar la respiración por
un rato. —Asiente
Thomas; todos, nos quedamos mirándole fijamente. —
¿Alguno de ustedes
tiene poco aguante? —Pregunta, haciendo una mueca
con la boca expresando preocupación.
Los chicos y yo nos miramos entre sí en silencio.
—¿Por cuánto tiempo hay que aguantar la respiración?
—Pregunta Austin,
mirando al chico con sus ojos entrecerrados.
—Tal vez... —Se rasca la barbilla. —Algún minuto o
dos. —Responde.
Austin nos observa a todos.
—¿Pueden hacerlo? —Pregunta Austin; la expresión en
su rostro es de
preocupación.
Yo asiento insegura y veo, cómo los demás también lo
hacen.
—Creo que sí podemos hacerlo. —Dice Jaxon; su
mirada va a la mía y éste me regala una sonrisa de
labios cerrados, la cuál, me da un poco de seguridad en
estos momentos.
—Bien, porque entraremos por una rejilla; la cual ya
abrí, seguiremos nadando por un tunel estrecho que
nos llevará hasta un pozo de agua que hay en las
catacumbas. Ahí, escalaremos y llegaremos dentro de
las catacumbas en sí. — Explica Thomas, todos le
escuchamos atentamente.

—¿Un tunel estrecho? —Pregunta Wesley con una voz


suave.
—Sí, deben tener cuidado en el túnel; hay varias
entradas y giros, me deben seguir bien de cerca... todos
en fila y sin alejarse. —Nos mira seriamente el chico.
—Si alguien llegase a perderse en esas tuberías... —Para
su hablar y
hace una mueca. —Ya no saldría con vida de ahí. —
Nos mira a todos.
Un frío recorre mi cuerpo entero al escuchar aquello.
No sabía que era tan
complicada la entrada hasta las catacumbas. No sabía
que era tan peligrosa esta misión de entrar al castillo.1
Miro a todos los chicos, hablando y planificando todo
con Thomas antes de sumergirnos a lo que sería
nuestro destino.
Estamos arriesgando tanto... estoy arriesgando tanto.
Esta venganza me estaba consumiendo por dentro; me
estaba haciendo arriesgar todo lo que tengo, todo lo
que amo, pero, tenía que realizarla... tenía que vengar
la muerte de todos esos que ya no están por su culpa;
tengo que vengar la muerte de todos aquellos que amé
y ahora no puedo verles por
culpa de los Victorian.
¿Qué pasaría si no me vengase? Eso nunca se me había
pasado por la mente antes.
¿Qué pasaría si dejase todo así y solo... y solo me
apegase al recuerdo de aquellos que ya no están?
Pero, ¿cómo podría pensar tranquila en ellos sabiendo,
que los causantes de que ya no estén a mi lado siguen
libres, sin justicia y... respirando?
Simplemente no podría, no podría vivir con ello... me
quemaría el alma... me mataría lentamente por dentro.

—Katrina, ¿estás lista? —Pregunta Jaxon; todos se me


quedan viendo. Yo, me quedo callada por un instantes,
pensando...
—¡Más que nunca! —Digo, nadando y acercándome a
los chico quienes se preparan para sumergirse a esta
misión, de la cuál, no sabríamos si saldríamos ilesos.
Capítulo 39
Todos nos encontrábamos en el lago, hasta el cuello de
agua como también de preocupaciones.
Los chicos y yo estábamos listos para sumergirnos bajo
las aguas de este lago y adentrarnos a los túneles que
nos dirigirían a las catacumbas en el interior del
castillo donde se encontraban los Victorian.
—Bueno, si todos estamos listos, entonces
comenzaremos a sumergirnos. — Dice Thomas y todos
asienten. La expresión en el rostro de algunos; como en
en a de Wesley y Sam, es de inseguridad.
En ése momento, veo, como el chico se sumerge en un
santiamén. Yo, tomo una gran bocanada de aire, lo
aguanto dentro de mis pulmones y procedo a
sumergirme bajo las aguas del lago.
Abro mis ojos, la visibilidad no era grandiosa, pero
tampoco imposible de no ver lo que había a tu
alrededor cercano.
Veo como los demás se sumergen; Justin tras Thomas,
seguido por Wesley, Sam, Lian y Austin; tras de
Austin yo, y tras de mí, mi papá.

Todos, comenzamos a nadar uno tras del otro, tal y


como Thomas nos había indicado.
Veo, como los chicos comienzan a adentrarse hacia las
tuberías. Mi corazón se acelera al ver como estos
desaparecen en la oscuridad de aquellos túneles, uno
por uno.
Al llegar mi turno, comienzo a nadar tras de Austin; la
oscuridad se apodera de todo a mi alrededor, y me
toma algunos segundos en lo que mis ojos se
acostumbran a aquella oscuridad.
Si no fuéramos hombres lobos, no habría manera de
ver aquí dentro, no sin algun tipo de iluminación o
lámpara a prueba de agua que te ayudase.
Las tuberías sí eran muy angostas, tal y como había
dicho Thomas. A penas podías dar brazadas para
nadar, y cabe mencionar, que no creo que podrías darte
la vuelta; así que, este era un camino de una solo
dirección... hacia adelante, sin oportunidad de
arrepentimientos o dar marcha atrás.
El ritmo con el que iban los chicos era bastante bueno.
Teníamos que ser rápidos si queríamos llegar al pozo
antes de que el aire se nos acabase. Mientras nado tras
de Austin, comienzo a ver las diferentes entradas y
desvíos de los cuáles el chico nos había advertido. En
realidad, el lugar sí era un laberinto... un laberinto
mortal.
Comienzo a sentir cómo la presión en mis pulmones
aumenta, pero todavía, podía aguantar un poco más.
Volteo mi rostro hacia atrás, mi padre era el último de
la fila, y quería saber cómo éste se encontraba.
Al mirar levemente sobre mi hombro, noto, como mi
papá no estaba... ¿dónde mierdas se había metido?

Acaso, ¿no lo veo por lo angosto del túnel?


¿Quizás, toda esta oscuridad no me deja verle y si está
tras de mí?
No puedo voltearme, no tengo el espacio suficiente
como para hacerlo...
¿cómo sabré si está ahí, cómo sabré si está bien?
No tengo otra opción más que seguir nadando hacia
adelante; continuando siguiendo a Austin con el
corazón palpitando en la garganta. Con la angustia de
no saber si mi papá en realidad estaba tras de mí, o lo
había perdido en éste maldito laberinto.
Siento, como un nudo comienza a hacerse en mi
garganta, no por la falta de aire inminente, sino, por la
angustia.
Siento como mi pecho se aprieta, y por instinto, mis
pulmones sueltan un a bocanada de aire. Burbujas
provenientes de mi boca, comienzan a subir hacia la
superficie del túnel. Un pequeño dolor en el pecho
comienza a apoderarse de mí.
Comienzo a nadar aún más rápido, casi rozando mi
cabeza con las piernas de Austin quien está frente a
mí.
Ve, como los chicos toman una derecha en una de las
intersecciones de los túneles, yo, aprovecho y trato de
mirar para ver si veo a mi papa, pero, no logro ver
nada.
Continúo nadando tras de Austin por algunos
segundos más, cuando veo, como éste comienza a subir
y es ahí, que observo la superficie.
Una sensación de alivio me llena el alma, y al mi
cabeza salir del agua, una
gran bocanada inunda mis pulmones ya oprimidos por
la falta de aire.

Por instinto, comienzo a toser efusivamente mientras


tomo varias bocanadas de aire; los demás en a misma
situación.
Miro hacia todos lados, comenzando a buscar a mi
padre, pero no le veo por ningún lado.
—¡Papá! —Digo, mirando la superficie del agua,
expectante de verle salir en cualquier momento. —
¡Papá! —Digo, con un nudo en la garganta. Los chicos
voltean y me observan, la expresión en sus rostros es
de confusión. —Papá, ¿dónde mierdas estás? —Digo
un tanto histérica, comenzando a
desesperarme; recorriendo cada centímetro de la
superficie del agua con mi vista.
—Dexter no está. —Dice Justin. Su mirada fijamente
en mis ojos. Puedo ver el temor en sus pupilas... en su
alma.1
—¡Yo iré por él! —Dice Thomas, sumergiéndose en el
agua rápidamente y desapareciendo bajo la superficie.
Yo, paso mi mano por mi rostro; angustiada. Lágrimas
comienzan a bajar por mis mejillas.
—Tranquila, todo estará bien. —Nada hacia mi el chico
de loso ojos verdes y me abraza con fuerza. —Él lo
encontrará y estará bien. —Dice, con su rostro pegado
a mi cuello. Yo asiento débilmente mientras me
quebranto en llanto; mis brazos, rodeando con fuerza a
Jaxon.
—Si lo llego a perder... —Sollozo, pero el chico de los
ojos verdes me interrumpe.
—Eso no sucederá. —Se aleja un poco de mí, coloca sus
manos sobre mis hombros y me observa fijamente a
los ojos. —No lo perderás. Ni lo pienses. —

Hace una pausa y yo bajo mi mirada, sintiendo, como


una lágrima rueda por
mi nariz hasta llegar a la punta y saltar al agua.1
Jaxon, coloca su mano en mi barbilla, y gentilmente,
ejerce presión y sube mi rostro hasta que mi mirada y
la de él se cruzan.
—Estamos hablando de Dexter. —Sonríe de labios
cerrados. —Él no se dejará derrotar así de fácil. —Dice,
aún con aquella sonrisa en los labios; pero, la expresión
en su rostro es de consternación... de preocupación.
Todos los chicos están muy callados; expectantes de lo
que sucederá.
La espera y la incertidumbre de lo que está ocurriendo
bajo la superficie del agua, me están consumiendo. No
soporto la idea de no saber qué pasa, qué está
sucediendo... qué le sucedió a mi papá.
De pronto, noto como las aguas se alteran, y veo a
Thomas salir de bajo la superficie; junto con él... mi
papá.
En el momento en el que sus rostros salen del agua, el
sonido de sus pulmones tomando aquella gran
bocanada de aire, llena el lugar de esperanza y
felicidad.
Veo, como mi papá comienza a toser eufóricamente en
tanto agua comienza a salir de su boca.
—¡Papá! —Digo, nadando hacia mi padre rápidamente
y acercándome a él. Éste, aún tosiendo y tratando de
recuperar el aliento.
—¿Pero qué fue lo que pasó? —Pregunta Austin; el tono
de su voz es de angustia.

—Lo encontré casi ahogándose en el túnel. —Dice


Thomas agitado,
recuperando el aliento. —Su pantalón se había quedado
atorado en un
saliente del metal de las tuberías. —Suspira profundo.
—¡Mierda Dexter! ¿Estás bien? —Pregunta Lian,
observando como mi papá se recompone; éste asiente
con su cabeza.
—La muerte me agarró por el pantalón. —Dice entre
una risita nerviosa. La tos le invade y yo le coloco mi
mano sobre su hombro; éste se recompone
rápidamente.
—Bueno, si ya todos estamos aquí, ahora lo que
procede es escalar el pozo. — Dice Thomas, señalando
hacia arriba.
Todos, subimos nuestras miradas, observando lo alto
que estaba la entrada
del pozo y lo mucho que habría que escalar para llegara
ella.
—Katrina, tú... —Me mira Thomas con ambas cejas
levantadas.
Sé lo que saldrá por su boca, sé que se está preguntando
cómo una monja indefensa... y humana, subirá este
pozo.
—¿Cómo es que piensas subir el pozo? Digo, es que
aquí todos somos... —Hace una pausa y lo veo
morderse el labio inferior, nervioso. —Pero tú... —Me
señala, para luego, rascarse la cabeza.
—Yo la llevaré en mi espalda. —Dice mi papá, yo le
miro seria; no estando muy contenta con su
contestación.
A este punto, ¿por qué mentirle al chico? Ya estábamos
dentro del castillo, ya solo faltaba subir este pozo,
cruzar las catacumbas y encontrar a los Victorian.
Podríamos solo decirle la verdad... que soy una mujer
loba y ya; no creo que algo malo pueda surgir de eso.

No es como él nos fuera a traicionar y le fuera a decir a


los Victorian que estoy aquí antes de que yo los
encuentre a ellos, ¿o sí?
¿A menos que estén pidiendo una buena recompensa
por mi cabeza y al chico le parezca más jugoso el
dinero que mi confianza y mi vida?
¡Vamos Katrina, que estas pensando... tienes que
confiar en Thomas, él acaba de salvar la vida de tu
padre!
—Papá... —Murmuro, mirando a mi padre fijamente a
los ojos. Unos segundos de silencio se apoderan de
nosotros y sé, que mi padre sabe a donde quiero llegar.
—No Katrina. —Niega con la cabeza. —Irás agarrada a
mi espalda —Dice mi papá entre dientes, dándome a
entender, de que mi idea de contarle al chico acerca de
mi verdadera identidad, no le gustaba ni un poco.
Yo, me quedo callada, observándole por algunos
segundos.
—Está bien. —Asiento. —Me llevarás en tu espalda. —
Suelto un suspiro y éste, asiente débilmente.
—Bueno gente, a escalar se a dicho. —Dice Thomas y
lo veo transformarse en un hombre lobo en un
santiamén. Nada de dolor, ni solo un poco; eso solo
quiere decir una cosa... que era un lobo clase C. Eso
explicaba muchas cosas, incluyendo sus grandes
habilidades físicas y de escape.
Comenzando a escalar, veo, como todos los chicos
empiezan a transformarse uno por uno, para luego,
clavar sus garras afiladas en la dura piedra del muro
del pozo y comenzar a subir.
Mi padre, se acerca y se pone de espaldas a mí; yo,
envuelvo mis brazos
delicadamente alrededor de su cuello, en tanto cruzo
mis piernas por su
cintura.

—¿Lista? —Pregunta, observándome sobre su hombro


mientras se convierte; veo, como el color de sus ojos
cambia a ese tono amarillo tan distintivo de los
hombres lobos. Yo asiento.
Mi papá, comienza a subir aquella pared conmigo en su
espalda. Me
sorprendía muchísimo lo fuerte que era mi padre; éste
subía como si no
tuviera ningún tipo de peso sobre él, como si no me
estuviese cargando.
Subo mi mirada hacia arriba, viendo, como los chicos
escalaban aquella pared de rocas; como, nos
acercábamos más y más hacia la entrada del pozo.
Luego de algún tiempo, ya todos estábamos arriba.
Bajando de la espalda de mi padre, miro todo a mi
alrededor. Estaba oscuro, pero, unas antorchas en las
paredes lejanas a donde estábamos, hacían iluminar
aunque fuera un poco el lugar.
Había demasiado silencio, tanto, que podía escuchar las
goteras cayendo del techo sobre nuestras cabezas. A
nuestro alrededor, solo un cuarto vacío
macizo de piedra; una entrada con un pasillo, el cuál no
se veía su fin, a
nuestra derecha.
—La entrada a las catacumbas está por ese pasillo. —
Señala Thomas con el rostro mientras pasa su mano
por su cabello, sacando el exceso de agua que le
goteaba de el. —Los llevaré hasta las catacumbas, luego,
tendrán que seguir por su cuenta. —Dice y veo como
Austin asiente.
—Nos queda claro. —Responde Austin, quitándose la
camisa y apretándola entre sus manos; agua comienza
a salir de ella.
Inmediatamente, el chico, comienza a adentrarse por
aquel ancho y oscuro pasillo. El olor a humedad
abarcaba el lugar; los baches de agua empozada en el
suelo y el limo en las paredes eran la sensación del
momento.

Los chicos estuvieron totalmente callados durante toda


la caminata por aquel pasillo el cual parecía ser
interminable. Solo las diferentes intersecciones que
pasabamos, nos daban una sensación de que estábamos
avanzando.
Luego de algunos minutos, llegamos a una sala bastante
amplia. Algunas
celdas con barrotes de metal gruesos, decoraban el
lugar.
Trato de mirar hacia el interior de las celdas, pero estas
parecían estar todas vacias.
—¡Aquí estamos, la parte trasera de las catacumbas! —
Abre los brazos y da
una vuelta sobre su propio eje. —Aquí no es muy
concurrido. Creo que los Victorian aún no han
atrapado a tanta gente como para llenar la sección
principal y esta. —Suelta una risita que nadie le
responde; su sonrisa rápidamente se desvanece de sus
labios y éste adopta una expresión seria, pero a la vez,
de pena.
—¿Hacia dónde debemos ir ahora? —Pregunta Austin
mirándole seriamente.
—Deben seguir por aquel pasillo hasta el final. —
Señala un pasillo que está a la izquierda de la
habitación. —Llegarán a un salón donde encontrarán
más
celdas, pero esas sí tendrán algunos prisioneros. Deben
tener cuidado con ellos, no se acerquen a las celdas ni
pasen cerca de ellos si quieren conservar sus
extremidades. —Dice, y mi cuerpo se tensa al escuchar
aquello. —Cuando estén en esa sala, verán una puerta
color dorado, esa es la que lleva al castillo,
específicamente al sótano. Luego de ahí, solo será subir
las escaleras y llegar hasta el piso principal; los
Victorian suelen estar ahí casi todo el tiempo
ayudando y sirviendo.
—Gracias. —Responde Austin.
—Aquí tienes la otra parte de lo que acordamos. —Mi
papá le entrega una paca de billetes mojados que se
sacó del bolsillo posterior de su pantalón. El chico,

a pesar de que los billetes estaban empapados de agua y


pegados unos con
los otros, éste, se tomó su tiempo para contarlos todos.
—¡Perfecto, fue un placer hacer negocios con ustedes; y
conocerles, claro está! —Sonríe, metiendo los billetes
en el bolsillo delantero de su pantalón. —Fue divertido
ver cómo una monja hacía todas las cosas que hiciste,
Katrina. Eso definitivamente no lo olvidaré. —Ríe. —
Bueno, cuídense y que no los maten. — Coloca su
mano sobre su frente y se despide tal cual hacen los
militares, para luego, salir corriendo por aquel pasillo
del cuál habíamos venido y
desaparecer en la lejanía.
—Bueno, de aquí en adelante estamos solos. —Dice
Sam, mirando el pasillo
por el cuál se supone que debemos ir.
—Sigamos. Mientras más avancemos, más rápido
terminaremos con esto. — Dice Austin, comenzando a
caminar en dirección al pasillo. Yo, miro a mi padre y
éste se encoge de hombros y me hace una mueca con la
boca, cómo queriéndome decir que no tenía idea de la
actitud de Austin.
Austin no estaba muy de acuerdo con todo esto de la
venganza hacia los
Victorian. Él creía que debíamos dejarlo así, seguir con
nuestra vida y solo olvidar. Cosa, la cuál yo opino todo
lo contrario.
Así que, el que éste tenga una actitud defensiva era de
esperarse, y lo
entiendo; pero mas aún, lo respeto.
—Si alguno de ustedes quiere detenerse aquí y dar la
vuelta, pueden hacerlo
en confianza. — Digo y veo con la esquina del ojo
cómo Austin detiene su
andar y se voltea hacia nosotros. —No tienen que
enfrentarse a los Victorian si no quieren. —Explico, y
trago hondo. Sé que esto es un tema polémico entre
nosotros.
Todos, se quedan callados, observándome atentamente.
Veo a Austin, serio, solo... mirándome.
—No vinimos hasta aquí para dar marcha atrás. —Dice
Austin, dando dos pasos hacia en frente. —Todos
estamos aquí porqué te queremos, Katrina. — Señala a
todos los chicos; un nudo comienza a formarse en mi
garganta. — Todos queremos que se haga justicia con lo
que le pasó a tu mamá... a tu amigo.. a la esposa de
Justin... madre de Jaxon. —Mira a Justin y al chico de
los ojos verdes; Justin asiente y noto, como sus ojos se
cristalizan. —Todos aquí... queremos arrancarle la
cabeza a esos malditos. —Frunce el entrecejo mientras
una sonrisa de medio lado se forma en sus labios. Yo,
sonrío.
—¡Vamos a matar a esos cabrones! —Grita Lian,
alzando sus manos al aire
mientras cierra sus puños con fuerza.
Una lágrima rueda por mi mejilla al ver el apoyo que
estos chicos me estaban brincando; al ver, lo mucho
que ponían en juego no solo por mí, sino por la
familia... por nosotros como familia.
—Bueno, ¿nos vamos o no? ¡Esos Victorian no se van a
morir solos! —Dice Justin con una sonrisa en los
labios, limpiándose una lágrima que rueda por su
mejilla. Yo, le sonrío y asiento.
—¡Vamos a partirle la madre! —Dice Jaxon, apartando
a su padre de en medio y comenzando a caminar hacia
aquel pasillo donde Austin se encontraba. Al pasar por
mi lado, noto, como sus lindos ojos color verde oliva,
estaban un tanto rojos y cristalizados.
Todos, comenzamos a marchar hacia aquel corredizo,
hacia las catacumbas... todos, comenzamos a marchar,
hacia los Victorian.

Capítulo 40
Los chicos y yo estábamos dentro del castillo de los
Victorian. Thomas nos había traído hasta la parte
posterior de las catacumbas a través de aquellas
tuberías en las cuáles casi pierdo a mi papá, donde casi
muere ahogado.
Todos estamos caminando tras de Austin por el pasillo
el cual según Thomas, nos llevaría hasta la parte
frontal de las catacumbas, donde los Victorian
tenían a sus prisioneros.
Austin encabezaba el grupo junto a Justin. Quienes
estaban muy atentos de
no encontrarse a ningún encapuchado en el camino,
pero todo hasta ahora, se vía muy despejado...
demasiado para mi gusto.
Me quedo atenta observando todo a mi alrededor, la luz
que producían las antorchas de las paredes, me
proporcionaba la iluminación necesaria como para
poder ver los detalles en estas. Ladrillos de color cenizo
formaban la estructura; el hongo y el musgo que
habían en estos, le daba una apariencia vieja y un tanto
tenebrosa. Algunas cucarachas yendo y viniendo de
arriba a abajo.
Escucho el sonido de las goteras cuando caen al suelo;
el sonido de nuestras pisadas contra los pequeños
baches de agua empozados. Escucho, el sonido de la
quietud... de la serenidad.
¿Cómo puede haber tanto silencio en un lugar como
este?
Estábamos en unas catacumbas, al menos, el gritar de
los prisioneros o algún tipo de ruido colmo en las
películas de terror se debía escuchar, ¿o no?
—¿No te parece que está todo muy callado? —Pregunto
a Jaxon quien está
caminando a mi lado. Mi voz, con un tono muy bajo;
un murmullo. El chico, voltea el rostro, me mira y se
encoge de hombros.

—No lo sé, creo que así deben ser unas catacumbas. —


Se me queda viendo mientras camina.
—¿No crees que es todo lo contrario? Gritos, llantos,
quejos... —Le veo soltar una risita por lo bajo.
—Creo que eso sería una cámara de tortura. —Ríe en
voz baja. —Me temo que estás un poco confundida
Katrina. —Me sonríe; yo niego con la cabeza.
—¡Silencio, creo que estamos llegando a algún lugar;
miren! —Murmura Austin, señalando hacia adelante.
Una zona con más luz se podía divisar en la lejanía.
—Creo que estamos llegando a la parte delantera de las
catacumbas; tal y como dijo el chico. —Dice Justin y
mi papá, frunce el ceño .
—O al menos eso creemos o nos hizo pensar. —Hace
una mueca con la boca; cruzando sus brazos sobre su
pecho. Mi papá no confiaba mucho en Thomas, a
pesar, de que éste le había salvado la vida.
—Procedamos con cautela; no sabemos lo que nos
encontremos ahí. —Dice Austin y todos asentimos.
Caminando a paso lento, los chicos y yo comenzamos a
acercarnos a aquella zona iluminada al final del pasillo.
Puedo admitir que mi corazón se aceleraba con el
simple hecho de saber que estábamos más cerca de
ellos, de los Victorian; que existía la posibilidad de que
esta noche, llevara a cabo mi venganza.
Acelero mi paso y me poso a un lado de Austin,
queriendo ser una de las primeras que vea lo que hay
más allá de este largo y oscuro pasillo.
Al llegar, y estar a solo unos pasos de dar ese giro a la
izquierda y ver; corro el las puntillas de mis pies y me
posiciono rápidamente en la cornisa de la pared.
Escucho a los chicos llegar tras de mí en total silencio.
Asomando mi cabeza lentamente por la cornisa de la
pared, hecho ese primer vistazo a lo que sería la parte
delantera de las catacumbas. Al mirar, pude ver las
celdas de las que Thomas nos había hablado. Habían
alrededor de unas diez; barrotes gruesos de metal junto
con un gran candado que colgaba del pasador de una
puertecita angosta, pero muy tosca; llamaban la
atención.
Todas las celdas estaban una al lado de la otra,
formando un tipo de "L" alrededor de lo que sería la
habitación o la sala. Volteo mi vista hacia la
derecha y mis ojos van directamente a la puerta de
color dorado de la que nos había hablado Thomas
antes de irse. Pero, mi corazón cae de mi pecho hacia
mis pies en tan solo un segundo, al ver, como dos
encapuchados la protegían. Veo a Austin asomar su
cabeza por la cornisa just sobre la mía.
—¡Mierda! —Lo escucho murmurar, para luego,
retirarse de la ceniza. Yo, hago lo mismo, giro mi
cuerpo y observo a los demás. —Hay compañía —
Murmura Austin a los chicos, señalando la sala a sus
espaldas.
Veo a Lian preguntar "cuantos" moviendo solo sus
labios; ningún sonido sale de su boca.
—Dos. —Dice Austin por lo bajo; Sam, hace una
mueca como si no fuera nada; restándole importancia.
Austin se queda callado por unos segundos, y lo veo
cerrar sus ojos y suspirar profundamente. Sé que está
estresado.
—Vamos a ir todos, les atacamos, los eliminamos y
salimos por la bendita puerta dorada esa. —Explica en
un murmuro y todos asentimos. Veo, como

éste se asoma nuevamente por la cornisa; extiende su


mano hacia nosotros en forma de "alto" y todos
esperamos.
Todos nos quedamos observando la mano del chico;
expectantes, listos para atacar. Escucho, como el
corazón me palpita fuerte en la garganta; como, mi
respiración pasa de ser una serena, a una profunda y
agitada.
Trato de controlar mis nervios, mi respiración; tal y
como Amaru me había enseñado; tal y como había
aprendido con los monjes del templo.
De pronto, veo, como Austin nos a una señal para que
avancemos; éste, aún asomado por aquella cornisa.
Comienzo a caminar a paso rápido, pero con cautela
hacia aquella habitación; escucho como los chicos me
siguen, mi papá justo a mi lado.
Al entrar de lleno en aquella sala, veo, como los
encapuchados están
justamente de espaldas a nosotros; razón por la cual,
Austin nos había dado aquella señal. Acercándome
lentamente hacia ellos para tomarles
desprevenidos, camino en las puntillas de mis pies
mientras corto distancia cautelosamente.
Una vez lo suficientemente cerca de uno de ellos, mi
papá yendo por el otro; doy un salto y me sujeto
fuertemente de los hombros del encapuchado en tanto
rodeo mis piernas alrededor de su cintura. Comienzo a
pegarle en la cabeza con mis puños; uno tras otro, éste,
comienza a dar vueltas y a tratar de sacarme de sobre
él agarrándome por los brazos.
De pronto, los prisioneros que estaban dentro de las
celdas comienzan a grita
y a hacer abucheos desde el interior. Un gran alboroto
se forma en la sala en
un santiamén.
Mientras trato de seguir pegándole al encauchado, éste,
logra agarrarme con fuerza por unos de mis brazos,
halarme, sacarme de sobre él y aventarme al suelo con
fuerza.
Mi cuerpo se desliza por el suelo y mi cabeza le pega a
los duros barrotes de una de las celdas.
Estando un poco aturdida y confundida por aquel
golpe, paso mi mano por mi cabello; justo en donde me
había pegado, y noto como un líquido tibio moja mis
dedos.
Suavemente, retiro mi mano de mi cabello y procedo a
observarla; el color
rojo de la sangre en mis dedos me hace tomar una
bocanada de aire.
De repente, siento, como unas manos rodean mi cuello
y me aprietan con fuerza; pegando mi cabeza aún más
a los barrotes de la celda... era el
prisionero.
Comienzo a tratar de liberarme del agarre de éste
prisionero contra mi cuello, pero es muy fuerte. Noto,
como el aire comienza a faltarme, por lo que
empiezo a patalear y a tratar de romper el agarre
utilizando mis manos, halando de sus dedos para
soltarle de mi cuello, pero me es imposible. Retuerzo
mi cuerpo con todas mis fuerzas de lado a lado,
intentando zafarme, pero me es inútil; me tiene bien
agarrada.
Un dolor en el pecho comienza a hacerse presente y
siento, como el poco aire que quedaba en mis
pulmones, desaparece poco a poco en tanto estos
colapsan más y más con cada segundo que pasa.
Siento, como mis brazos pierden la fuerza para luchar y
noto, como estos sueltan el agarre hacia las manos del
prisionero y caen a los costados de mi cuerpo.

De pronto, veo, con la vista ya borrosa; como, lo que


creo es el chico de los
ojos verdes, llega, rompe el agarre hacia mi cuello y me
hala lejos de los barrotes.
En el momento en el cual los dedos de aquel prisionero
abandonan mi
garganta; una gran bocanada de aire llena mis
pulmones vacíos en tan solo un instante. Una tos
intensa se apodera de mí.

—Mierda Katrina, ¿estás bien? —El chico de los ojos


verdes me ayuda a
ponerme en pie; yo, continúo tosiendo y recuperando el
aliento. Luego de algunos segundos comienzo a
sentirme mejor.
—Estoy bien. —Asiento con mi cabeza, tosiendo solo
un poco. —Ya veo el por que Thomas nos dijo que nos
mantuviéramos alejados de las celdas. —Digo,
colocándome la mano en el cuello, sintiendo un
pequeño dolor en donde el prisionero me había
apretado.
Miro hacia dentro de la celda; un hombre muy delgado
y alto me mira con odio y rencor desde el interior. Sus
ojos amarillos me demuestran que es un
hombre lobo, por eso la fuerza que tenía.
Me quedo viéndole seria, fijamente... éste, mirándome
directamente, como si pudiera ver mi alma desde
donde estaba. Luego, lo veo dar unos pasos hacia atrás
sin quitar sus ojos de los míos, hasta que éste
desaparece en las sombras de aquella celda.
Un escalofrío recorre mi cuerpo inmediatamente.
Aquella mirada... esa forma en la que me veía; como...
como si me odiase sin tan siquiera conocerme.
—¡Chicos, tenemos problemas! —Escucho la voz de
Justin a mis espaldas, por lo que el chico de los ojos
verdes oliva y yo volteamos.
Al voltear, un frío recorre mi pecho al ver lo que tengo
frente a mis ojos... al
ver, que sí en realidad estábamos en problemas. Unos
veinte encapuchados nos rodeaban; creo, estos habían
salido de la puerta color dorada, que ahora
se encontraba abierta, a las espaldas de mi papá.
Rápidamente, volteo hacia el pasillo por el cual
vinimos; aquel que nos trajo
de las tuberías, pero cuando observo, veo a más
encapuchados venir de aquella dirección.
Sin tener por donde escapar, me coloco en posición de
defensa; aquella que había aprendido con Amaru en las
prácticas de Tai Chi en el templo; Jaxon a
mi lado.
Los chicos y yo nos acomodamos en el centro de
aquella sala; espaldas contra espaldas; todos, esperando
y listos para atacar.
—¿De dónde han salido tantos encapuchados? —Dice
Sam en posición de ataque observando todo a su
alrededor con atención.
—El alboroto que hicieron los prisioneros hace un rato
debió haberlos
alertado. —Explica Lian. Los encapuchados,
rodeándonos aún más.
—¿Qué vamos a hacer? Son demasiados; no podemos
contra todos. —Habla Wesley con un tono de voz un
poco nervioso.
—¡Haremos lo que siempre hacemos... pelear! —
Murmura mi papá, para luego, salir corriendo hacia los
encapuchados mientras ejerce un grito de furia.
Rápidamente, todos, corremos tras mi papá y
comenzamos a pelear contra los encapuchados. Un
mar de puños y patadas se esparce por la habitación en
tanto escucho de fondo como los prisioneros vuelven y
comienzan a gritar y decir palabras las cuáles no estoy
muy segura que eran ya que no les presto

atención. El sonido de los prisioneros pegándole a los


barrotes de sus celdas hace eco por todo el lugar.
Mi corazón palpita muy rápido ante el hecho de no
saber que pasaría en estos momentos; al no saber, si
seríamos capaces de ganar esta batalla.
Los encapuchados eran muchos, y siendo sincera, creo,
que por cada uno que lográbamos dejar inconsciente,
aparecían dos más.
Los chicos estaban peleando con todas sus fuerzas, pero
creo que eso no sería suficiente. Por alguna razón,
estos encapuchados eran más fuerte; como aquellos
que nos atacaron en la biblioteca aquella vez. Ya no
eran aquellos hombres lobos débiles y a veces un poco
torpes que nos seguían en un principio... no, algo había
cambiado; ellos, habían cambiado.
Logrando romperle el cuello a uno de los encapuchados
que luchaba contra mí; volteo mi rostro y miro el
panorama a mi alrededor, y vaya que este no se veía
alentador.
Jaxon estaba peleando contra dos encapuchados, los
cuales, al ser sincera; le estaban golpeando
fuertemente. Wesley en el suelo siendo pateado
incansablemente por uno de ellos; Justin contra una
pared siendo golpeado en las costillas.
Mi alma se parte en dos al ver aquello, al ver, lo que los
chicos estaban sufriendo... el peligro en el cual los
había sumergido.
Ese sentimiento de culpa y remordimiento vuelven a
mi pecho una vez más. Ese sentimiento, de saber que
estos se estaban poniendo en riesgo por mi culpa... no
lograba deshacerme de el.
Corro hacia Wesley quién está tirado en el suelo siendo
pateado y golpeado; veo, como sangre sale de su boca;
la expresión en su rostro es de dolor.

Rápidamente, al llegar donde éste, empujo al


encapuchado lejos del chico con todas mis fuerzas.
Éste, sale disparado y cae de espaldas al suelo no muy
lejos de mí.
Veo, como aquel encapuchado me observa con odio y
rencor por algunos segundos mientras continúa en el
suelo, para luego, ponerse en pie de un
salto y colocarse en posición listo para atacarme.
Poniéndome en cuclillas cerca de Wesley, y con los
ojos siempre sobre aquel encapuchado; ayudo al chico a
ponerse en pie, éste, ya sin muchas fuerzas
que le quedasen.
—¿Estás bien? —Murmuro, empujando al chico tras mi
espalda;
defendiéndole.
—No mucho Katrina. —Tose por los golpes recibidos
en su estómago.
Mirándole con la esquina del ojo, lo noto tambalear.
—Quédate tras de mí. —Le protejo; el encapuchado,
acercándose poco a poco mientras nos mira fijamente a
ambos.
En ése momento, veo, como aquel encapuchado
comienza a correr hacia mí, por lo que, yo empiezo a
correr hacia él también. Ambos, nos enfrentamos
mano a mano en una lluvia de golpes y patadas.
Comienzo a golpear al encapuchado en el estómago
dándole rodillazos; uno tras otro. Éste, me agarra por
el cabello y me pega un puño en el rostro que me hace
quedar aturdida por unos segundos; segundos, los
cuales fueron suficientes como para que me tomara del
cuello, me alzara en el aire y me aventase contra una
de las paredes del salón de las catacumbas.
Al mi cuerpo estrellarse contra la dura roca, siento,
como todo el aire que
tenía en mis pulmones, sale de un solo golpe
dejándome sin poder respirar.

Abro mi boca y trato en varias ocasiones de tomar una


bocanada de aire; hasta que en unos de estos intentos,
el aire vuelve y llena mis pulmones
haciéndome respirar nuevamente.
Confundida y aún aturdida, subo mi mirada y observo
nuevamente el
panorama.
Wesley había caído al suelo inconsciente; Lian con sus
ropas bañadas en aquel líquido rojo que bajaba de su
nariz y labios rotos; Austin, peleando contra tres
encapuchados quienes le pegaban como si no hubiese
un mañana.
Mis ojos comienzan a cristalizarse al ver aquella
escena; al ver, como uno por uno, íbamos cayendo.
Volteo mi rostro hacia la puerta color dorada que
estaba en el fondo de la habitación; más encapuchados
llegando a través de ella.
¿Cómo es que íbamos a salir de esta si los
encapuchados parecían no
acabarse?
¿Cómo es que sobreviviríamos a esta situación estando
ya en tan mal estado? Comienzo a ponerme en pie
utilizando la ayuda de aquella pared a mis espaldas.
Mis manos, usando de apoyo los ladrillos que
sobresalían,
ayudándome a impulsarme. Un dolor en la espalda
hace que frunza mis ojos; aquel golpe me había
lastimado fuertemente.
Tratando de re-incorporarme, me pongo en pie por
completo y tomo una gran bocanada de aire.
Comienzo a caminar hacia Sam, quien está siendo casi
estrangulado por uno de los encapuchados.
—Sam! —Grito, caminando a paso lento hacia él; el
dolor de espalda me impedía caminar, me impedía...
poder llegar a él más rápido.

Veo, como el rostro del chico comienza a tornarse


amoratado, y sé, que si no llego pronto éste se
ahogaría.
Mientras paso por el mar de encapuchados que están a
mi alrededor, siento, como uno de ellos me toma por la
parte trasera de mi cuello con fuerzas y me hala hacia
él. Mi espalda pegada a su cuerpo, mi cabeza... pegada a
su pecho. De pronto, siento como un metal frío se posa
sobre la piel de mi garganta, provocándome
escalofríos. El filo de aquel objeto sobre mi cuello me
obligaba a no moverme, a quedarme muy quieta.
—Así no eres tan ruda lobita. —Murmura aquel
encapuchado en m oído. El
calor de su aliento contra mi oreja provoca que la piel
se me erice.
—¡Ya basta! —Una voz gruesa inunda los aires de las
catacumbas y todo se paraliza momentáneamente.
Un inmenso silencio se apodera de todo el salon. Los
prisioneros detienen su gritar y el pegar a los barrotes
de las celdas; los encapuchados, cesan su
luchar contra los chicos y todo se vuelve tranquilo.
Trato de observar qué es lo que sucede, quién a llegado
al salón , quién es
capaz de provocar tal reacción; pero, el encapuchado
que me aprisionaba,
aún sujetaba firme aquel cuchillo contra mi cuello.
Los pasos de varias personas comenzaron a resonar
contra la piedra del suelo de las catacumbas; el sonido
de alguien acercándose... de varios de ellos los cuales
no puedo precisar a ciencia cierta la cantidad.
Mi respiración se agita al no saber lo que sucede, al
estar expectante de lo que pasa... de lo que pasará.
—Por fin cara a cara, lobita. —Un hombre alto, esbelto,
de cabello negro y ojos dorados aparece en mi rango de
visión; un segundo hombre tras de él. Las

ropas que éste traía se veían muy finas, tal cual esas de
diseñador que se ven tanto en la televisión. Su sonrisa
con aquella dentadura blanca, perfecta y siniestra
decoraban su rostro. Su cabello perfectamente peinado
y nada alborotado.
Me quedo seria mirándole fijamente; mi pecho
subiendo y bajando rápidamente, mi corazón alterado.
Veo, como el hombre extiende su mano hacia mi rostro
para tocarme, pero en ése momento, mi papá le
interrumpe.
—¡No te atrevas a tocarla maldito imbécil! —Por sobre
el hombro del hombre, veo como mi papá intenta
llegar hasta él, pero, varios encapuchados le sostienen
con fuerza mientras trata de zafarse a toda costa; pero
le es inútil. Los demás chicos, también son acorralados.
—Dexter, no te preocupes, no le haré daño. —Sonríe el
hombre con sus ojos fijos en los míos. —Como te dije
hace varios años atrás... la necesitamos. — Éste, toma
un mechón de mi cabello que está frente a mi rostro y
lo coloca lenta y delicadamente tras mi oreja. Yo,
incapaz de moverme por aquel cuchillo que amenaza
con cortarme la garganta.
—¿Quiénes son? —Murmuro entre dientes, mirándole
fijamente.
—¿Qué quiénes somos? —Ríe, volteando hacia su
compañero y mirándole por unos segundos, para luego,
volver a mí. —Somos lo que tú quieras que seamos...
—Sonríe con un aire tétrico en sus labios. —Podemos
ser tu peor pesadilla o tu futuro, eso está en ti. Pero...
—Pasa su mano por su cabello bien peinado. —Para
contestar a tu pregunta... —Sonríe abiertamente. —El
mundo nos conoce como... Los Victorian.

Capítulo 41

Me quedo observando a aquel hombre que tengo parado


frente a mí...
mirándole justo a sus ojos, queriendo atravesar su alma
y ver dentro de ella.
No podía creer lo que mis oídos habían escuchado hace
unos segundos. Tenía
a los Victorian justo frente a mí, tenía a aquellos que
tanto he buscado tanto, a solo dos pasos de mi rostro.
Cierro mis puños con fuerza a ambos lados de mi
cuerpo. Frunciendo mis labios en tanto aprieto mis
dientes fuertemente.
El coraje y el odio que siento ahora mismo recorrer mis
venas, no tiene
explicación... no tiene comparación.
Nunca había sentido algo así, jamás me había sentido
como lo hago ahora. Ese sentimiento que abarca mi
corazón en estos instantes, es deprorable; no
puedo dejar de mirarles a los ojos y no sentir la
necesidad de matarles.. de hacerles pagar por todo el
sufrimiento y el dolor que estos han causado en
mí.. en mi familia, en mis amigos.
Al escuchar el nombre de los Victorian, por intuición,
me muevo para intentar partirles la madre a estos dos
seres despreciables que tengo frente a mí, pero, el filo
de aquella navaja cortando un poco la piel de mi cuello,
me hace
recordar que estoy acorralada.
Un pequeño dolor punzante se refleja en mi garganta y
siento, como un poco de líquido tibió baja por mi
cuello.
—Tranquila linda, no queremos que te lastimes. —Dice
el encapuchado que está tras de mí sujetando el arma
contra mi garganta.

Yo, hago un rugido en tanto frunzo mi entrecejo con


fuerza.
—Katrina querida, nos complace enormemente que
estés aquí... —El Victorian que tengo en frente,
extiende sus manos y señala todo a su alrededor. —
Aquí, en el castillo. —Sonríe observándome.
—¡Suéltala infeliz! —Escucho la voz de Jaxon. El
Victorian, se da la vuelta y lo observa; al éste echarse a
un lado, Jaxon queda en mi rango de visión; tres
encapuchados sujetándole con fuerza.
—No puedo hacer eso caballero. —Dice el Victorian
acercándose al chico lentamente. Mi pecho se aprieta
al verlo caminar hacia el chico de los ojos verde oliva,
al no saber, de lo que estos malnacidos serían capaces
de hacerle a los chicos.
Veo, como aquel Victorian se acerca a Jaxon y se para
frente a él, para luego, extender su mano y tomarle el
rostro por la quijada con fuerza; obligándole a mirarle
a los ojos.
Apretándole con fuerza el rostro, el Victorian mira al
chico de los ojos verdes fijamente por algunos
segundos, cuando de repente; Jaxon, escupe en el
rostro al hombre.
Un inmenso silencio se apodera de la habitación al
todos ver aquello, y es en ese momento, en el que sé,
que Jaxon se había metido en verdaderos
problemas.
—¡Pendejo! —Dice Jaxon, mirando de arriba a abajo,
con mala cara al
Victorian.
El Victorian, con mucha paciencia y delicadeza, saca
un pañuelo blanco de sus ropas, lo estira y procede a
limpiarse el rostro sin decir una sola palabra.

Todos, nos quedamos callados observando aquella


escena; nerviosos...
expectantes de lo que iba a pasar ahora.
Vemos, como luego de que el Victorian se limpiase el
rostro, éste procede a doblar aquel pañuelo blanco y
colocarlo dentro de sus ropas nuevamente. Subiendo
su mano a su cabeza, pasa sus dedos por entre su
cabello y se
voltea, dándole la espalda al chico de los ojos verdes,
para luego, cerrar sus ojos y soltar un suspiro.
—¡Mátenlos! —Dice, levantando su mano al aire y
moviéndola haciendo una señal hacia los
encapuchados para que se los llevasen.
Inmediatamente, los encapuchados comienzan a halar a
los chicos para llevárselos.
—¡No! —Grito. —¡No les hagan daño! —Hablo con un
taco en la garganta; mis ojos, ya cristalizados y listos
para brotar aquellas lágrimas que
instantáneamente querían saltar de ellos al escuchar
aquellas palabras.
El Victorian, hace una señal con su mano y los
encapuchados detienen su
halar contra los chicos. Éste, se me queda viendo
fijamente, la expresión en su rostro no es como la de
hace un rato, sino, es una seria y fría. Jaxon en
realidad le había hecho enojar.
Me quedo observando al Victorian; mi pecho subiendo
y bajando rápidamente con cada respiración, con cada
aliento. Veo, como éste comienza a acercarse
lentamente y un escalofrío recorre mi espalda.
—¿No quieres que lastime a tus amigos? —Dice con un
tono de voz suave pero firme. El otro Victorian,
observando todo con una sonrisa en los labios.

—Déjalos ir. —Digo con firmeza. Los latidos de mi


corazón en mi garganta. —Al final a quien quieren es a
mí. —Una lágrima rueda por mi mejilla al decir
aquellas palabras.
—¡No Katrina! —Grita mi papá.
—Pero, es que ya te tenemos a ti querida. —Pasa la
parte trasera de su mano delicadamente por mi mejilla,
secando aquella lágrima que rodaba lentamente por
ella. —No tienes mucho con que negociar por sus vidas.
— Aleja su mano de mi rostro y me mira con una
sonrisa pícara en los labios.
—¡Katrina, no hagas una locura por el amor de Dios! —
Grita mi padre. El
Victorian, se voltea hacia la dirección donde está mi
padre y le mira con mala cara.
—Hay Dexter, siempre has sido como una piedra en el
zapato. —Suspira el Victorian. —Siempre tan recto y
poniendo la familia primero. —Hace una mueca con la
boca. —Pero, sí hay que agradecerte que hayas
procreado a este ejemplar. —Me señala y sonríe. —No
siempre se ve una loba tipo X; gracias por eso. —Le da
una sonrisa de labios cerrados a mi padre. Éste,
agarrado por ambos brazos por dos encapuchados; un
tercero, agarrándole por la parte posterior de su cabeza.
—Si le tocas un solo cabello... —Dice mi papá entre
dientes; el Victorian le interrumpe.
—¡No, no, no! —Mueve su dedo índice de lado a lado
en negación mientras hace un ruidito con la boca. —
No estás en posición de amenazas Dexter. — Bufa. —
Yo ahora mismo puedo hacer lo que se me plazca con
ella. Como por ejemplo, decirle a mi Gorhan que le
corte toda la garganta en un segundo, pero... —Sonríe.
—Afortunadamente no voy a hacer eso. La necesito
viva mi

amigo Dexter. —Se voltea nuevamente hacia mí y me


mira. —Necesito... necesito su sangre... —Sus ojos me
recorren de arriba a abajo.
—¡Te mataré malnacido! —Grita mi papá, moviéndose
de un lado al otro;
forcejeando con los encapuchados que le sostienen,
pero no sirve de nada. Todos estábamos muy agotados,
heridos y con muy pocas energías como para luchar
contra todos estos encapuchados... contra los Victorian.
Estábamos acorralados.
—Ya me cansé de él; noquéenle. —El Victorian mueve
su mano en el aire haciéndole una señal a los
encapuchados. Estos, rápidamente golpean a mi padre
por la parte posterior de la cabeza y éste cae
inmediatamente
inconsciente al suelo.
—¡Papá! —Grito al verle caer al suelo de boca. Más
lágrimas bajando por mis mejillas.
Miro a los chicos que están frente a mí al otro lado de
la habitación. La expresión en sus rostros es de temor,
de miedo... de inseguridad.
Todo esto es mi culpa, todo esto, es mi responsabilidad.
Ellos vinieron aquí
por mí, por la familia, por la venganza; y yo no
permitía que algo malo les pasase; eso jamás.
Preferiría, dar mi vida, antes de que los Victorian se
llevasen la de alguno de ellos.
—¿Qué hacemos con los demás? —Pregunta uno de los
encapuchados; específicamente el que sostiene a Justin
de un brazo; otros dos sujetándole
con fuerza el otro brazo.
—Pueden matarlos; pero a Dexter... a ése déjenlo vivo
en una celda. —Señala las celdas a nuestro alrededor.
—A ése lo quiero vivo para que vea cuando le
saquemos la sangre a su hija. —Ríe.

—¡No, por favor! ¡No les hagan daño! —Sollozo. Mis


piernas debilitándose, mi visión volviéndose un tanto
borrosa; creo que todo esto era demasiado, creo, que mi
cuerpo y mente ya no aguantaban más.
—Lo siento querida, pero me temo que este es su final.
—El Victorian, frunce
los labios colocándolos de medio lado.
—Si los dejas ir... —Levanto la vista lentamente y le
miro a los ojos. —Yo iré contigo libremente. No
lucharé ni me opondré a nada de lo que digan. —Mi
voz se quebranta al decir esto; al admitir mi derrota
ante aquellos los cuáles había venido a buscar.
Aquellos, los cuáles según yo, venía a vengar... a
matarles.
El Victorian, se queda callado observándome por
algunos segundos; lo veo llevar su mano a su barbilla y
rascársela suavemente.
—Interesante oferta amiga, pero hay un ligero
problemita. —Con sus dedos, hace la mímica como si
estuviera sujetando algo muy pequeño entre ellos. —
¿Cómo voy a saber que luego no vas a romper tu trato
y me vas a clavar un cuchillo por la espalda? —
Pregunta, cruzando sus brazos sobre su pecho.
—No lo haré. —Suspiro. El filo de aquella navaja, aún
en mi cuello. —Si lo hago, los matas. A ellos, y a mí.
—La piel se me torna de gallina al decir aquellas
palabras. Un frío se aloja en mi pecho y siento la
necesidad de llorar.
—Está bien. Me parece aceptable. —Asiente. —
Enciérrenlos en las celdas. — Hace aquellas señales con
las manos; los encapuchados rápidamente obedecen.
En ese momento, los encapuchados comienzan a
empujar a los chicos hacia
las celdas vacías que habían en este salón; mi papá,
siendo arrastrado por los brazos hasta una de ellas.
Cada uno chico, colocado en una celda diferente,
separados.

Los observo ahí encerrados, tirados como perros en una


perrera... sin saber que es lo que les depararía ahora.
El Victorian se me queda viendo serio por algunos
segundos; mis nervios a millón.
—Quítale el cuchillo de la garganta, vamos a ver si su
palabra vale algo. —Dice el Victorian y el
encapuchado saca aquella navaja filosa de mi cuello.
Inmediatamente, subo la mano a mi cuello y toco la
piel de mi garganta; mis ojos, clavados en aquel
hombre que tenía frente a mí.
Volteo mi rostro hacia las celdas, veo a Jaxon
observándonos; sus manos sujetando aquellos barrotes
con fuerza, lágrimas cayendo de sus lindos ojos verdes
oliva, la expresión en su rostro... de dolor y
sufrimiento.
Se me parte le alma y el corazón verles así.
—Cuando todo esto culmine, ¿los liberarán? —
Pregunto, volteando el rostro hacia los Victorian.
—Eso depende de tu cooperación en todo este asunto.
—Sonríe, pasando su mano delicadamente por su
cabello.
—Cooperaré.
—Si es así, saldrán ilesos de aquí. —Alza una de sus
cejas; yo asiento.
—Entonces, terminemos de una vez y por todas con lo
que sea que es todo esto. —Digo, y un frío recorre mi
pecho.
—Entonces, ¿qué estamos esperando? —Habla de
forma jocosa. —¡Vámonos! —Da media vuelta y
comienza a dirigirse hacia la puerta dorada; el otro
Victorian le sigue.

En ese momento, uno de los encapuchados me toma del


brazo y me empuja hacia la dirección en la cual los
Victorian se dirigían; yo, volteo el rostro y le miro con
mala cara.
—¡No se la lleven! —Escucho la voz de Jaxon. —
¡Déjenla ir, malditos! —Llora, mientras le pega puños a
los barrotes de su celda eufóricamente.
—¡Cálmate Jaxon! —Grita Justin.
—¡Los mataré a todos si le hacen daño... lo juro! —
Escucho su voz por última vez antes de que aquella
puerta dorada se cerrase tras mis espaldas. Mi pecho se
arruga al escuchar aquellas palabras provenientes del
chico de los ojos verdes oliva; al no saber, si estas...
serían en realidad las últimas palabras que escucharía
de él.
Camino mirando por encima de mi hombro; sin quitar
mis ojos cristalizados
de aquella puerta color dorado; el encapuchado que me
escolta, tras de mí dándome empujones para que
avanzaré, para que le siguiera el paso a los Victorian
que marchan frente a mí.
Volteando el rostro y mirando hacia en frente; observo
todo a mi alrededor. Estábamos dentro del castillo y no
puedo negar, que era en verdad muy hermoso.
Grandes candelabros de color ceniza colgaban del
techo, cada uno, con sus respectivas velas encendidas;
demasiadas para ser contadas a simple vista. Estatuas
de hombres lobos de piedra caliza, decoraban los
salones; suelos muy brillosos que parecían ser de pura
obsidiana.
Caminamos en linea recta desde que salimos de aquella
puerta dorada; me pregunto, ¿a dónde nos dirigíamos.
Un sentimiento de inseguridad me abarca; creo, que
jamás me había llegado a sentir así... tan débil, tan
frágil... tan indefensa.
El no poder defenderme de estos malnacidos me daba
mucha rabia, me hacia sentir inútil... fracasada. Pero,
la vida de mis amigos, de mi familia; valía
mucho más e iba mucho más allá que mi orgullo... que
mi propia vida.
—Vamos lobita, entra ahí. —Dice el encapuchado que
está tras de mí
escoltándome mientras me da un empujón para que
entrase a través de unas grandes puertas. Yo, le miro
con mala cara volteando el rostro y observándole por
encima de mi hombro.
Las puertas por las que estábamos pasando, eran
enormes. Dos hojas con enmarcados y diseños tallados
en ellas, te daban la impresión que estás
debían ser muy antiguas y valiosas. Su color dorado y
sus acentos en oro le daban un aire de la realeza; como
esos castillos que presentan en esas revistas de
famosos. Algunos de los detalles parecían estar un
lenguaje muy antiguo, o al menos, que yo no
conociera. Imágenes de lobos salvajes en relieve
decoraban el centro de estas.
Al pasar aquellas puertas y seguir a los Victorian a paso
lento, pude ver, como llegábamos a una sala muy
amplia y poco iluminada. Unos platos de carbón
gigantes, que actuaban como antorchas, sostenidos en
pilares que llegaban casi al techo, le daban la
iluminación necesaria al lugar; desde donde estaba,
podía sentir el calor que estos emitían... su calidez.
Continúo siguiendo al los Victorian y veo, como éstos
pasan por entre los
pilares de dos antorchas y llegan a lo que sería una
especie de pasillo largo cubierto por una alfombra de
color negro. Sinceramente, el tamaño de esta
alfombra; y del pasillo; eran tan grande, que no se podía
ver donde
comenzaban o donde terminaban.

Veo, como los Victorian comienzan a subir unas


escaleras anchas, de un extremo de la habitación al
otro, que llevaban a una especie de altar o
plataforma; en dicha plataforma, una silla muy
sofisticada en el centro; como de esas que hay en los
castillos de los reyes.
El encapuchado, al los Victorian subir por aquellas
escaleras; me toma de un brazo y detiene mi andar
bruscamente.
—Tú esperas aquí. —Dice, sosteniéndome por mi brazo
derecho con fuerza.
Sus ojos, sobre los Victorian quienes se acercan a aquel
trono vacío. Veo,
como éstos se posan a un lado de la silla, colocan sus
manos tras su espalda y se quedan ahí inmóviles, como
si estuvieran esperando algo; su mirada, hacia el
horizonte tras de mí.
Me quedo en silencio, mirando todo a mi alrededor...
confundida.
¿Qué es lo que estábamos haciendo aquí?
¿Qué es este lugar?
¿De quién es ese trono?
Mi corazón se acelera ante lo desconocido, ante la duda
de qué es lo que
pasaría ahora.
¿Por qué los Victorian se han quedado inmóviles como
si esperaran algo... o
a alguien a un lado de esa silla o trono?
¿Qué es lo que está sucediendo... qué es lo que va a
suceder?
De pronto, escucho como unas puertas se abren a mis
espaldas, y una claridad ilumina la habitación y aquel
pasillo. Me volteo, y veo como unos hombres con
grandes espadas y escudos, comienzan a entrar
mientras marchan. El sonido de sus pies pegando
fuertemente contra el suelo hace eco por todo el lugar.
Frunzo mi ceño y me quedo viendo aquella escena.
Unos veinte hombres armados y en perfecta
colocación en fila india, entran por completo a la
habitación; dirigiéndose en dirección hacia donde está
el trono... hacia donde están los Victorian.
Al estos pasar por mi lado, les miro de arriba a abajo;
los hombres, con su
mirada fija en aquella silla, sin mirar tan siquiera ni por
un solo segundo lejos de aquel lugar.
Al llegar frente al altar, noto, como estos se forman en
línea recta frente a las escaleras; dejando el espacio
suficiente como para que se pudiera pasar. Sus armas
frente a ellos, posadas en el suelo, como también sus
escudos.
El sonido de las puertas cerrándose a mis espaldas
volvió a llamar mi
atención, por lo que, volteo mi rostro y dirijo mi
mirada hacia ellas. Al observarlas, pude ver como una
figura masculina se posaba frente a estas.
Me quedo viéndole seria, desde dónde estaba, no podía
verle a detalle por la poca iluminación que había y la
distancia, pero sí podía darme cuenta que se trataba de
un hombre.
Veo, como éste hombre comienza a caminar en
dirección hacia nosotros; en dirección al altar.
Inmediatamente, al éste comenzar a caminar hacia
nosotros, los lobos armados se arrodillan; una rodilla en
el suelo, la otra doblada frente a éstos; su rostros
inclinados en reverencia.
Asombrada, miro a mi alrededor; los encapuchados que
me custodiaban, se arrodillan en reverencia también.
De pronto, el encapuchado que me sostiene el brazo,
procede a arrodillarse, halándome junto con él.

—Haz reverencia al señor. —Murmura apretándome el


brazo con fuerza y halándome hacia él; mi cuello cerca
de su rostro.
—¡No le tengo que hacer reverencia a nadie! —Digo
entre dientes, tratando de levantarme, pero éste me
sostenía con fuerza.
—!Vas a querer si deseas que tus amiguitos sigan con
vida! —Murmura cerca de mi oído; yo, me quedo
callada ante aquello.
Tragando hondo me como mi orgullo y me quedo en
aquella posición de
"reverencia". Miro a mi derecha, el hombre, ya pasando
casi por en frente a
mí.
Subo mi rostro para observarle, pero cuando estoy a
punto de verle, el
encapuchado, empuja mi cabeza hacia abajo y la
sostiene con fuerza.
—Al señor no se le mira si éste no te lo permite. —Lo
escucho refunfuñar
mientras me da una palmada en la cabeza que me
despeina el cabello al el hombre ya haber pasado por
frente de mí.
Yo, frunzo mi ceño en tanto muerdo mi lengua para no
contestarle; al igual, que para aguantar las ganas de
levantarme y partirle la cabeza en estos
instantes.
Con la esquina del ojo, aún en aquella posición, veo
como el hombre sube por las escaleras hacia el altar.
De pronto, los ojos se me quieren salir de las cuencas al
ver, como los
Victorian procedieron a arrodillarse ante él al éste subir
las escaleras
completamente.
¿Los Victorian arrodillándose y haciéndole reverencia a
alguien?
¿Quién puede ser tan importante como para que estos
se rebajen a tal extremo?
¿Quién puede ser tan importante... como para que estos
le respeten a tal extremo?
Me quedo observando de reojo aquella escena; viendo,
como aquel hombre procede a sentarse en la silla o
trono que se encontraba en medio del altar. Todo se
queda en silencio por un segundo... todos arrodillados y
en
reverencia, ahí esperando algo de lo que no estoy
segura... solo, esperando.
—Pueden ponerse en píe. —Dice el hombre con una
voz ronca y seca. Todos nos ponemos en píe,
incluyendo a los Victorian.
—Mi señor, la tenemos. —Escucho la voz de uno de los
Victorian. —Está justo ahí. —Dice y me señala. Yo,
disimuladamente, trato de mirar a aquel hombre, pero,
justo por el ángulo en el que me encontraba, no lograba
verle.
—Tráiganla ante mí. —Dice el hombre, con un tono de
voz firme. Mi corazón se acelera al escuchar aquello.
En ése momento, el encapuchado que me sostiene, me
empuja hacia adelante para que avance.
—Yo puedo sola. —Le digo, mirándole por encima del
hombro con mala cara; éste, bufa para luego volver a
empujarme. En serio estaba disfrutando todo esto el
muy desgraciado; si pudiera partirle la cara, de seguro
ya lo hubiera hecho hace tiempo... pero, la vida de mi
familia iba primero... su libertad... su bienestar.
El encapuchado comienza a llevarme por el brazo, casi
a rastras, por aquella alfombra negra que cubre el
pasillo principal de la habitación. Cuando
estamos a solo unos pasos de la escalera, éste me
empuja con tanta fuerza,

que me hace tropezar; yo, caigo de rodillas al suelo


frente al primer escalón
del altar. Mis manos en la alfombra, mis rodillas
también; mi vista hacia el suelo.
Cerrando mis ojos, me quedo en aquella posición por
algunos segundos; controlando mi respiración...
controlando la furia que llevo dentro... el odio hace
estos seres tan despreciables.
—¡De pie! —Dice el hombre, yo, subo mi vista
lentamente y le miro por primera vez desde el suelo.
Era un hombre mayor, de unos sesenta años
aproximadamente. Tenía una barba blanca y larga que
llegaba a su pecho; su cabello largo del mismo color
el cuál creo le llegaba cerca de la cintura. Varias joyas
como pulseras de oro, anillos del mismo material con
piedras rojas y verdes; decoraban sus manos. Un
bastón de madera oscura con una piedra de color azul
en su mano
derecha.
—¡Dije de pie! —Repite, y siento, como el encapuchado
rápidamente me toma del brazo, pero es interrumpido.
—¡No! —Grita el hombre, pegándole al suelo con su
bastón. El encapuchado suelta su agarre hacia mí en un
santiamén. —Quiero que lo haga ella por su propia
cuenta. —Me mira fijamente a los ojos.
Sin quitar mi vista de aquel hombre de ropas elegantes
y joyas caras; procedo
a levantarme del suelo poco a poco, manteniendo aquel
contacto visual.
Una vez en pie, suelto un suspiro profundo,
quedándome quieta en aquella posición. Los Victorian,
parados al lado derecho de aquel trono junto al
hombre, con sus manos tras la espalda; solo...
observándome atentamente.

No sabía lo que pasaba, o quién era éste hombre para


tener el respeto de
estos hombres lobos; pero, de lo que sí estaba segura,
era de que era importante.
—Acércate niña. —Extiende su mano hacia mí y me
llama. —Ven, no te haré daño. —Dice, haciendo una
señal con la mano; yo, lo dudo por un momento, pero
no tengo otra opción, tengo que hacerlo.
Dando ese primer paso, coloco mi pie en aquellas
escaleras. Mi corazón se agita al subir esos pocos
escalones y llegar a lo alto del altar... al estar frente a
su trono.
Me quedo viéndole fijamente, sus ojos color amarillos,
pero, un amarillo profundo; diferente. Había algo en
sus ojos que te hipnotizaba, algo especial que no podías
dejar de ver. Sus ojos eran como un profundo abismo,
como un pozo sin fondo del cual caes y ya no puedes
salir.
—No se mira al señor fijamente Katrina. —Uno de los
Victorian dice con un tono de voz fuerte; pero éste es
interrumpido por el hombre.
—¡Déjala! Que se acerque más. —El hombre vuelve y
extiende su mano y me
llama asintiendo. Yo me quedo quieta.
—Pero señor, no es lo más segu... —Habla el otro
Victorian; el hombre le interrumpe también.
—¡Quiero que se acerque, maldita sea! —Grita, y puedo
jugar, que cada célula de mi cuerpo vibró al escuchar
aquello.
—Sí mi señor. —Responde el Victorian, bajando su
mirada al suelo y
quedándose en absoluto silencio.
—Ven linda. Ven. —Dice, con una sonrisa leve en el
rostro.

Tomando una gran bocanada de aire, doy algunos pasos


hacia adelante y me acerco al trono... al hombre. Ya a
solo unos metros de distancia, detengo mi a andar.
Mi respiración se altera al estar ante él, por alguna
razón, me sentía muy nerviosa... ansiosa. Trato de
mirarle a los ojos nuevamente, pero,
automáticamente mi rostro se inclina y mi mirada baja
al suelo.
—Está bien, me puedes mirar. —Dice, y lo veo con la
esquina del ojo, echarse hacia adelante en su trono.
Subo mi vista lentamente y le observo; una electricidad
recorre mi cuerpo inmediatamente... unos nervios, una
ansiedad se aloja en mi pecho. Éste, se me queda
viendo sería y fijamente.
—En realidad eres tú. —Me mira de arriba a abajo
detenidamente. —No puedo creer que al fin estés aquí.
—Dice, con una sonrisa en los labios.
—¿Quién es usted? —Pregunto, mirándole con el ceño
fruncido; confundida. — ¿Por qué me conoce, y... por
qué me trajo aquí? —Digo, manteniendo mi
distancia y estando muy pendiente a mis alrededores;
muy pendiente... a él.
El hombre se me queda viendo en silencio, para luego,
inclinarse hacia atrás y colocar sus brazos sobre los
posa manos de su trono.
—Es cierto, aún no nos han presentado. —Hace una
pequeña pausa. —Mi nombre es Ronwer, soy el lobo
mayor, o como a la gente le gusta llamarme; el lobo
alpha. —Me mira serio, pero una diminuta sonrisa de
medio lado, se forma en sus labios.

Capítulo 42

***Capítulo Final***

Me quedo fría ante aquello.


¿Un lobo alpha? ¿Acaso eso existía?
Había escuchado historias y relatos antiguos de la
existencia de un lobo alpha, pero jamás pensé que
fuera real. Pensaba que era solo un cuento de los
adultos inventado para asustar a los niños, una historia
que solo nos las
contaban los abuelos para que nos comiéramos toda la
sopa antes de que viniera el lobo alpha y nos llevara.
Por intuición, doy un paso hacia atrás al escuchar esto;
mis ojos, clavados en aquel hombre.
—Tranquila, no te haré daño, ya te lo dije. —Mueve su
cabeza en negación. — No tienes porque temerme.
—¿Qué... qué es usted? —Le observo de arriba a abajo;
mi ceño fruncido.
Tenía demasiadas dudas; demasiadas preguntas...
¿Qué era un hombre lobo alpha y qué lo hacía ser... eso?
¿Cómo no temerle a algo que no sabes lo que es?
¿Cómo no tenerle miedo... a algo que no sabes de lo que
es capaz?
¿Qué significa ser un lobo alpha?
¿Qué implicaba serlo?

—La pregunta aquí no es quién yo soy, sino, quién eres


tú... —Se levanta lentamente de su trono, yo, vuelvo a
retroceder unos cuantos pasos; el filo de la escalera tras
mis talones.
Veo, como éste comienza a acercarse a mí lenta y
pausadamente. Mi
respiración cominza a agitarse nuevamente en tanto un
escalofrío recorre mi espina dorsal.
Éste, comienza a extender su mano hacia mi rostro; yo,
inclino mi cuerpo
hacia atrás en tanto muevo mi cabeza hacia un lado. La
mano de Ronwer hace contacto con mi rostro,
sujetando mi quijada delicadamente en tanto ejerce
una leve presión y mueve mi cara de lado a lado con
suavidad; observándome en silencio por algunos
segundos.
—He esperado tanto para esto... —Suelta un suspiro;
sus ojos clavados en mí. —Un siglo entero esperando a
que nacieras niña... cien años de ser paciente,
de tener calma... cien años... de extrañarla. —Su mano
abandona mi rostro y lo veo girar su mirar hacia una
esquina en la habitación; yo, trato de mirar con la
esquina del ojo, pero, no logro ver nada.
Despacio, Ronwer se aleja de mí, me da la espalda y
empieza a caminar hacia aquel lugar de la habitación.
Yo me quedo atenta, expectante.
—Katrina... —Habla mientras se aleja. —¿Alguna vez
has tenido algo que se te sido arrebatado de la peor
manera? —Detiene su andar frente a unas puertas de
dos hojas de color azul. Éste, coloca su mano sobre la
superficie de ellas, a
la vez, que su frente hace contacto también; sus ojos
cerrados.
Me quedo callada sin responder a aquello; claro que
había perdido algo, o mas bien... a alguien. Mi madre
me había sido arrebatada por los encapuchados... por
los Victorian, por aquellos seres, de los que he jurado
vengarme y no me había sido posible.

—A mí se me arrebató lo más presiado que tenía en la


vida. —Hace un movimiento con sus manos, y uno de
los encapuchados que está cercano se acerca
rápidamente. —Aquello por lo que el respirar cobraba
sentido... aquello, por lo cual mis días tenían luz. —
Habla, mientras el encapuchado
comienza a abrir esas puertas azules. —Me arrebataron
mi razón de vivir...
Al el encapuchado abrir aquellas dos puertas, un humo
blanco comienza a
salir de dentro de la habitación; a los pocos segundos,
un aire frío se apodera del altar y es ahí que sé, que no
se trataba solo de un simple humo.
—Pero, tú me querida amiga... —Se voltea con una
sonrisa en el rostro; observándome. —Tú eres la única
que me puede devolver aquello que perdí... aquello que
anhelo recuperar.
Veo, como el encapuchado entra a la habitación y
desaparece por un
momento dentro de esa neblina fría.
—Tú Katrina, me devolverás... a mi hija.1
En el momento en el que esas palabras abandonan sus
labios, un ataúd de cristal sobre una hermosa mesa que
parecía ser hecha de hielo, comienza a salir de aquella
habitación; el encapuchado empujando de este. Yo, me
quedo inmóvil a ver la escena.
Me quedo perpleja viendo como el encapuchado trae
aquel ataúd hasta frente de las escaleras; el lobo alpha,
justo a su lado.
El ataúd era en realidad hermoso. Estaba hecho
completamente de cristal,
cada centímetro; cada parte. Bajo el, una mesa hecha de
un cristal azulado le sostenía. Obras delicadas que
representaban las olas del mar, decoraban
tanto las patas de aquella mesa, como también, sus
lados y esquinas.

Intento mirar hacia el interior del ataúd, pero, al estar


tan congelado, estaba cubierto por una fina capa de
escarcha la cuál dificultaba mucho la visibilidad. —
Ven querida, acércate. —Me llama, extendiendo su
brazo y haciéndome señales con su mano para que
vaya. Mi pecho, subiendo y bajando
rápidamente; mi corazón, a punto de estallar.
Comienzo a caminar hacia aquel ataúd, mis ojos
clavados en el. Al estar lo suficientemente cerca,
comienzo a ver como aquella escarcha que dificultaba
la visibilidad, comienza a derretirse rápidamente,
mostrando la presencia de una persona en su interior;
pero, aún sin hacerla lo suficientemente visible.
—Aquí está... mi querida e inocente hija. —Ronwer,
coloca su mano sobre el cristal del ataúd en tanto
suelta un suspiro profundo. —Asesinada por un vil y
asqueroso vampiro hace un siglo atrás. —Cierra los
ojos; cerrando su mano en un puño firme sobre aquel
cristal. —Asesinada por Heron... —Abre los ojos y se
me queda viendo. —Pero, ahora que ya tú estás aquí,
ahora podrás ayudarme. —Me brinda una sonrisa,
mostrándome su dentadura. La expresión en su rostro
es de emoción... de felicidad.
—No entiendo como yo entro en toda esta ecuación. —
Frunzo el ceño;
confundida. —No se como le puedo ayudar. —Muevo
mi cabeza de lado a lado en negación.
—Es muy fácil querida Katrina. —Se acerca un poco a
mí; yo, me le quedo
viendo seria, intrigada por que lo que éste fuera a decir.
—Solo necesito de
tú... sangre. —Me toma de la mano, hala delicadamente
de mi brazo y observa fijamente las venas de este.
La piel se me torna de gallina instantáneamente, a la
vez, que halo mi brazo y libero mi mano del agarre del
lobo.

Dando un paso hacia atrás, sin quitar la vista de


Ronwer; comienzo a alejarme
a paso lento.
—Tranquila, no pasa nada. —Da un paso hacia
adelante; yo doy dos hacia
atrás. —Solo necesitamos que le transfundas parte de tu
sangre. No te matará. —Me regala una sonrisa; yo,
continúo negando con la cabeza en tanto
retrocedo sin apartar mi vista de él.
De pronto, mi espalda choca contra algo, al voltearme,
puedo ver a un
encapuchado tras de mí bloqueando mi paso.
—¿A dónde crees que vas lobita? —Ríe el encapuchado,
mirándome con una expresión burlona en el rostro.
Éste, me voltea y me empuja en dirección hacia el
ataúd; hacia el lobo alpha.
Me quedo mirando aquel féretro, ya casi descongelado;
la escarcha, ya casi inexistente. Ronwer, se me acerca
y extiende su mano hacia la mía, para que
yo se la tomase. Yo; solo me le quedo viendo, sin
mover músculo alguno.
—Mira Katrina, mi hija tuvo un percance con éste
vampiro... Heron, el cuál succionó su sangre hasta
matarla; o al menos, eso fue lo que él pensó. —
Comienza a caminar alrededor del ataúd; su cetro, en
su mano derecha; la izquierda, sobre el ataúd. —Mi
hija quedó sin sangre, solo unas cuantas gotas, las
cuáles tiene alojadas en su corazón, son lo que le resta
de su sangre... las que la mantienen, "con vida". —
Detiene su andar y comienza a admirar a la persona
que está dentro del ataúd... a su hija. —Intentamos
transferirle mi sangre, la de los Gorhan, la de mis
fieles amigos los Victorian. —Sube su
mirada y les mira; los Victorian asienten y sonríen
desde el altar. —Pero nada funcionó; fue ahí, que
comprendimos, que una loba clase X, solo puede recibir
sangre... de otra loba clase X. —Sus ojos abandonan el
ataúd y se clavan fijamente en los míos. Un escalofrío
recorre mi cuerpo entero en tanto mis

nervios se alteran por completo. —Fue ahí, que


decidimos congelarla; decidimos preservarla por un
siglo... esperando tú nacimiento Katrina. — Sonríe,
caminando hacia mí. —Y por fin, aquí estás, aquí
frente a nosotros; luego de toda esta espera, al fin
podré tener a mi niña de vuelta... al fin, podré tener a
Aramis conmigo. —Suspira profundamente con una
sonrisa en los labios.
—No te daré mi sangre. —Le digo con un tono de voz
firme. —No dejaré que
me vacíes a tú gusto. —Trago hondo al decir aquello.
Éste, se me queda viendo fijamente, callado y sin algún
tipo de expresión en el rostro. La mirada que me dan
sus ojos es intensa, penetrante... intimidante.
Lo veo dar la vuelta alrededor del ataúd hasta llegar a
mí a paso lento. Éste, estando cara a cara; sus dos ojos
amarillos... clavados en mis pupilas.
—Sabía que dirías eso. —Sonríe. —Los encapuchados y
los Victorian me advirtieron lo testaruda que eras. —
Pasa su mano por mi cabello, tomando un mechón y
jugando con el entre sus dedos. —Es por ello, que
dediqué algún tiempo en averiguar tú debilidad, o mas
bien... tus debilidades. —Ríe por lo bajo.
—¡Katrina! —Escucho la voz de mi padre, por lo que
me volteo rápidamente.
Mi corazón se arruga al ver a todos los chicos
arrodillados y atados de manos en fila, uno al lado del
otro, en el pasillo principal. Encapuchados rodeándole
para que éstos no se fueran a escapar.
—¿Qué les hacen? —Corro hacia los chicos, pero,
cuando estoy a solo unos pasos de mi padre, un
encapuchado me toma del brazo y me hala; frenando
así mi andar.

—No te les acerques. —Dice el encapuchado mientras


me hala nuevamente hacia donde estaba el ataúd.
—Querida Katrina, he esperado demasiado tiempo para
reunirme con mi
hija Aramis; y créeme, no quiero esperar más. —El lobo
alpha, comienza a masajearse la sien con los dedos de
su mano derecha en tanto cierra los ojos. —Voy a
ponerte esto sencillo niña; o me das tu sangre para mi
hija Aramis por las buenas, o les corto la garganta a
todos tus amigos y aún así... terminaré sacándote la
sangre; tú decides. —Me mira fijamente mientras juega
con el cabello de su barba; pasando su mano de arriba
hacia abajo.
Yo, volteo mi rostro hacia los chicos, viéndole por
encima de mi hombro
mientras aquel encapuchado aún me tiene sostenida
cerca del ataúd.
—¡No lo hagas Katrina! —Grita mi padre a mis
espaldas; veo, como una lágrima baja por su mejilla,
mis ojos se cristalizan inmediatamente.
Me quedo pesando en las palabras del lobo alpha;
mataría los chicos si yo me rehusase a darle de mi
sangre a ésta loba clase X del siglo pasado. A ésta loba
que por alguna razón, había peleado con éste vampiro...
Heron, y había terminado casi muerta y sin sangre.
Es increíble como pudieron preservarla todo este
tiempo congelada en ese ataúd. Ahí... solo esperando
por cien años a mi nacimiento, a que yo llegara a este
mundo para así, poder tomar mi sangre y
transfundírsela a ella... a otra loba clase X.
Se me hace difícil pensar que todo esto esté pasando.
Yo solo vine
hasta Vontrom para buscar a los Victorian y cobrar la
venganza de la muerte de mi madre, pero resulta, que
todo esto iba más allá de mí, de nosotros; de todos.

Esto era un problema familiar que venía corriendo


desde hace mucho antes de mi nacimiento, del de mis
padres... iba mucho más allá del tiempo.
Un lobo alpha intentando salvar la vida de su hija a
través del tiempo, de un siglo... un padre intentando
reunirse con su hija a toda costa... digo, ¿qué no harías
tú por un hijo? ¿Qué no harías tú, si tuvieras la
oportunidad de salvar la vida de esa persona que tanto
amas?
Miro a mi padre; lágrimas corriendo por su rostro como
dos ríos fuera de su cause. La expresión en su rostro es
de dolor, de pena y sufrimiento.
—Dijiste que... que la transfusión no me mataría,
¿cierto? —Murmuro al lobo alpha quien está a mi lado.
Yo, comienzo a jugar con los dedos de mis manos;
nerviosa. Éste, me mira para luego, comenzar a reír por
lo bajo.
—Puede que no te mate; intentaré que no. Al fin y al
cabo, te necesito con
vida, no esperaré cien años más para revivir a mi niña.
—Continúa riendo. — Además, no creo que yo dure
otros doscientos años. —Bufa. Los Victorian,
comienzan a reír disimuladamente ante aquel
comentario.
Volteo mi rostro hacia mi padre; una lágrima comienza
a rodar por mi mejilla
al saber que le decepcionaré, al saber, que me rendiré
ante todo esto, pero,
¿cómo no hacerlo si ya todo esto me queda tan grande?
¿Cómo no rendirme ante algo que ya no es solo una
venganza, sino, algo que vas más allá de mi
entendimiento... más allá de mis límites... de mí.
—Lo siento papá. —Sollozo observándole. —Él dijo que
no me mataría. —Una lágrima baja por mi nariz,
rebotando en mi labio superior y deslizándose por
mi boca hasta llegar a mi barbilla.

—¿Y tú le crees Katrina? —Me mira con aquella mirada


que tanto le gusta hacer cuando está enojado y
decepcionado al mismo tiempo. Yo, asiento
débilmente.
Volteo mi rostro hacia le lobo alpha; éste, admirando a
su hija desde fuera de
la caja de cristal... observándola mientras pasa
delicadamente su mano por el ataúd.
—Lo haré. —Digo firme, pero, la realidad era, que
aquellas palabras me habían costado más de lo que
parecía, salir de mi garganta; estas, habían quemando
todo a su paso al atravesar mis labios.
Escucho, como el lobo alpha suelta un suspiro.
—Dime que no les harás daño a ninguno de ellos; ese
sería el trato... es la única forma y el porque lo hago. —
Le observo; pero éste, no saca sus ojos de la
chica.
Unos segundos de silencio se hacen presentes;
segundos, los cuáles para mí
en esta situación, pareció ser una eternidad.
Si yo aceptaba hacer esto, lo hacía por los chicos, solo
por ellos. Quería que estos estuvieran bien y que de
alguna forma u otra, lograran, aunque fuera sin mí;
salir de este lugar, escapar del castillo... de Vontrom.
El simple hecho de pensar que estos podrían salir
heridos o hasta morir por mi culpa... por haberlos
arrastrado hacia toda esta situación; me rompía el alma
en pedazos... sinceramente, no lo soportaría.
—Está bien... —El lobo alpha voltea el rostro y me
mira; quedándose callado por unos instantes; sus ojos
fijos en los míos. —No les haré daño. —Ronwer se
aleja del ataúd y comienza a cominar hacia mí. Yo,
tomo una bocanada de
aire; al escuchar aquello. Al saber, que por lo menos,
aunque mi vida corriera

peligro, la de mi familia... no lo haría. —Pero primero


necesito que hagamos una prueba. —Dice, extendiendo
su brazo hacia mí y ofreciéndome su mano para que yo
se la tomase.
Observo su mano por algunos segundos, sabiendo que a
la vez la sostuviese; a la vez la tomara... ya no habría
vuelta atrás.
Sin pensarlo demasiado, coloco mi mano sobre la suya.
Un éxtasis de miedo mezclado con temor recorre mis
venas al mi piel hacer contacto con la suya; al saber,
que de una forma u otra, me había condenado.
Ronwer, comienza a caminar lenta y pausadamente
conmigo tomado de la mano hacia aquel ataúd; mi
mano sobre la suya, la cuál, está en el aire tal y como
lo hacían en la época antigua. Éste, detiene su andar al
llegar justo al
lado del féretro.
Al estar frente a frente al ataúd, observo a la chica en
su interior. Era un chica de mi edad aproximadamente,
quizás, unos dos o tres años mayor que yo, no mucho
más. Una gran y larga cabellera roja y ondulada,
contrastaba mucho
con el tono pálido de su piel. Sus labios, estaban entre
azulados y
amoratados, imagino, que el frío de estar congelada
atribuía a aquello.
Me llamó mucho la atención que una corona negra de
espinas decoraba su cabeza; dicha corona, haciendo la
combinación perfecta con aquel traje negro azabache
que ésta vestía. La chica era muy bonita en verdad,
estaba muy bien conservada, o mejor dicho,
perfectamente conservada. Parecía, cómo si solo...
estuviera durmiendo.
—Acércate querida. —Ronwer me hala delicadamente
más cerca del ataúd. — Solo necesitamos una gota de tu
sangre para saber si esto funcionará. —Veo, como uno
de los encapuchados que estaban alrededor, se acerca y
comienza

a quitar la tapa de cristal superior del féretro; un


escalofrío recorre mi cuerpo al presenciar aquella
escena.
Me quedo observando al encapuchado remover la pieza
de arriba del ataúd, llevándosela consigo y dejando al
descubierto a la chica, a la hija del lobo alpha... a
Aramis. Siento, como la piel se me torna de gallina al
sentir el frío proveniente del interior del ataúd, al
sentir en mi piel, lo que aquella chica estaba sintiendo
en la suya.
—Ven cariño, vamos a ver si cien años de espera
valieron la espera. —El lobo alpha me observa; escucho
como su corazón se acelera en tan solo un
instante. Éste, procede a halar de mi brazo con
delicadeza y posicionarlo justo sobre el ataúd; justo...
sobre Aramis.
Comienzo a sentir como las palpitaciones de mi
corazón se reflejan en mi
garganta; estaba nerviosa... por primera vez en mucho
tiempo, puedo al fin admitir que lo estaba.
No sabía que pasaría cuando una gota de mi sangre le
fuera ofrecida a esta loba clase X del siglo pasado. No
sabía, que pasaría conmigo si funcionaba o... si no.
¿Qué pasará con los chicos, en realidad éste rey lobo
alpha cumpliría su
palabra? No lose, pero, solo me queda una opción, y es
averiguarlo.
Me quedo viendo como Ronwer hala la manga de mi
túnica de monja;
desvelando así mi brazo hasta el doblez del codo. Mi
respiración se agita al verle acercar lenta y
pausadamente, la garra de su dedo índice hacia la palma
de mi mano.
Tomo una pequeña bocanada de aire al sentir el dolor
de du garra clavándose en mi piel; al sentir, como su
uña afilada, cortaba mis carnes muy despacio.

Comienzo a ver, como sangre empieza a emerger de


aquella herida que Ronwer me había propiciado en mi
mano; los ojos del lobo, brillantes como dos luceros.
En silencio y sin decir palabra alguna, el lobo alpha,
toma mi mano y la aprieta en un puño fuertemente
dentro de la suya. Halando de mi nano con cautela,
éste, procede a acercar mi mano a al rostro de la chica...
a su boca. Pequeñas gotas de sangre comienza a gotear
desde mi puño, cayendo así, en los labios azulados de
Aramis.
Mis ojos se quedan clavados en la chica, viendo, como
aquel líquido rojo manchaba sus labios...
—Vamos mi niña, despierta. —Dice Ronwer sujetando
aún mi mano con fuerza sobre el ataúd. Sangre, aún
goteando de mi herida.
De pronto, veo, como los ojos de la chica se abren
momentáneamente. Unos ojos morados me miran
fijamente y mi alma abandona mi cuerpo por un
segundo. Sus pestañas estaban congeladas, escarcha
pegada en ellas; las venas de sus ojos... rojas e irritadas.
Halando mi mano estrepitosamente hacia atrás; rompo
el agarre del lobo
alpha y logro zafarme, logrando así, dar dos pasos hacia
atrás.
Comienzo a apretar mi mano con fuerza para detener
el sangrando, mientras mis ojos aún siguen clavados
sobre aquella chica.
Me quedo viendo perpleja la situación. El lobo alpha,
con lágrimas en los ojos; viendo fijamente a Aramis...
sin tan siquiera parpadear.
—Necesitamos mas sangre! —Grita, volteando a ver a
los encapuchados que estaban alrededor; todos,
perplejos por la situación. —Solo pudo abrir los ojo,
necesitamos transfundirle más cantidad ahora mismo.
—Continúa

gripándoles, pero estos están inmóviles. —¡Muévanse!


—Grita con tanta
fuerza, que puedo jurar, que el candelabro que estaba
sobre nuestras cabezas, se estremeció y lo hizo vibrar.
Los encapuchados, comienzan a moverse con rapidez
luego de aquel grito, estos, viniendo hacia mi con
mucha prisa. Al estos llegar a mí; me toman de
los brazos y comienzan a halarme rápidamente hacia
una habitación cercana. —No se la lleven! —Escucho a
li papá gritar desdeel pasillo y veo, como un
encapuchado le pega un puñetazo en el rostro que lo
deja inconsciente; éste, cayendo al suelo
inmediatamente.
—No le hagan daño malditos! —Grito, comenzando a
patalear mientras los encapuchados me llevan a rastras
hacia aquella habitación anexa a la del trono.
Al entrar a aquella habitación, los encapuchados, me
lanzan con fuerza y me atan de piernas y brazos a una
silla de lo que parece ser metal, que se
encontraba en el centro del lugar. Cansada, herida
físicamente, mentalmente; y agotada, dejo de pelear
esta pelea que se, no podría ganar.
Mirando todo a mi alrededor, y tranquilizándome un
poco df todo lo que estaba ocurriendo; comienzo a
fijarme en el tipo de habitación que estaba... y no me
gustaba. Había todo tipo de herramientas médicas,
camillas, armarios de metal; y muchos, demasiados
frigoríficos.
Mi respiración comienza a agitarse nuevamente, al
saber, que todos esos frigoríficos tenían una sola
funcion... ser llenados con sangre para Aramis...
con mi sangre.
Un escalofrío comienza a recorrerme el cuerpo entero,
en tanto un pequeño dolor de cabeza en el area de la
frente empieza a apoderarse de mi.

De pronto, siento, como una voz comienza a hablar


dentro dd mi cabeza... dentro de mi.
—Gracias por salvarme lobita... —Bufa la voz. Gracias
por... esa sangre. —Dice aquella voz femenina dentro
de mi cabeza, dentro de mi mente. —Sabía que me
encontrarías, sabía que vendrías "panquesito". —Ríe
burlonamente. Inmediatamente, un sentimiento de
odio y rencor me abruman. Sentimientos fríos y
nefastos comienzan a alojarse en mi corazón.
¿Qué me estaba pasando? ¿Por qué me sentía así?
No me había sentido así desde... desde las meditaciones
en el templo; desde que aquella voz se alojó en mi
mente... desde, que aquella mujer se metió a mi cabeza.
Rápidamente supe qué era lo que pasaba... supe de
quien se trataba.
La chica de mi mente, de las meditaciones; la que me
facilitó las coordenadas
a Vontrom; siempre fue la misma persona, siempre fue
ella... siempre
fue... Aramis.

FIN *Continuará*

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