Está en la página 1de 3

Habíamos salido a la terraza, faltaba poco para que el sol terminara de caer.

Nos
sentamos en el suelo. Me tomaste de las manos y me pediste que cerrara los ojos. Yo
obedecí.

Imagina que tu cuerpo se desintegra poco a poco, me dijiste. Imagina que te vas
volviendo de aire, que te vas haciendo partículas de un polvo luminoso, imagina que
tu alma sale de ti y vuela. Detrás, deja una estela brillante. Ahora, desde arriba,
te fundes con los colores y caes sobre la ciudad en forma de luz azul. Esta luz es
un consuelo para los que sufren.

De pronto, en el sueño, me vi a mí misma sentada en la ventana de un bus. Me


sorprendió ver cómo podía caber en una pequeña ventana. Al parecer, tenía el mismo
cuerpo, sin embargo, era como de aire, como un espíritu. Sí, era un espíritu,
porque los demás pasajeros no podían verme. Tú estabas sentada a mi lado, en el
primer asiento del bus, y mirabas para adelante, como si esperaras a que algo
ocurriera de un momento a otro. Por lo visto, te parecía muy normal que yo
estuviera sentada en una ventana y con casi todo el cuerpo afuera.

Como una niña pequeña, muy divertida, yo metía y sacaba el cuerpo. Y cuando lo
sacaba, a veces, sentía cómo todo tipo de buses e incluso camiones grandes me
atravesaban, como si yo fuera puro éter. No me dolía ni nada, pero era una
sensación que me hacía apretar muy fuerte los ojos. Tú estabas demasiado
concentrada en ver al frente. Así que yo seguía jugando a sacar y meter el cuerpo.

El bus iba realmente muy rápido, tanto que los pasajeros empezaron a protestar. Era
inusual la velocidad que llevaba, parecía un carro de carreras. Se armó una bulla
intensa dentro por las voces de los pasajeros que exigían al chofer que saque el
pie del acelerador. Pero ninguno se atrevía a levantarse del asiento. Una energía
de miedo empezó a inundar el bus, algunas personas empezaron a gritar.

De pronto, tú me dijiste: ¡Ahora! ¡Suéltate ahora!

Y cuando tú dijiste esto, yo inmediatamente supe qué hacer, como si lo hubiésemos


planeado en algún momento pasado que yo no recordaba. Fue cuando me lancé hacia
atrás. Simplemente me dejé caer, como cuando uno está en un mar tranquilo y se echa
hacia atrás para flotar. Caí en el suelo, di algunas vueltas, y muchos autos me
pasaron por encima. Pero me levanté sin ningún dolor. Me sacudí el polvo. Y tú,
desde adentro del bus, me gritaste ¡Ahora vuela!

Entonces, instintivamente yo empecé a flotar por encima de toda la carretera, y


pude ver lo que había ocurrido. El bus había provocado un choque múltiple, y todo
era demasiado terrible para quererlo ver. Tú estabas ahí, fuera del bus,
indicándome con la mano que me aleje. Así que, en medio de la confusión, me fui
flotando, ascendiendo. Cuando regresé la mirada para buscarte entre lo diminuto,
pude ver una estela de luz azul que yo misma estaba desprendiendo. Era como un
polvo que me caía del cuerpo, y se difundía sobre la ciudad.

Después de esto, me vi sentada frente a ti. Y me pregustaste ¿Ahora lo recuerdas?

Yo recordé claramente que desde niña tuve visiones, siempre supe que el lugar donde
estaba, de alguna manera, no era real, sino que estaba representando una especie de
teatro, en el que todos actuaban de una manera contraria a lo que realmente eran,
sentían y querían.

Entonces, fui a otro sueño en el que veía cómo los hombres usaban corbata cuando
realmente querían usar camisetas. Las mujeres usaban tacones, cuando en realidad
querían ir descalzas. Los niños usaban camisas cuando en realidad querían ir en
pijama o desnudos. Y te preguntaba: ¿Por qué las personas se visten como no se
quieren vestir? ¿Por qué las personas se esconden detrás de esos personajes que
crean? ¿Por qué no quieren ser ellos mismos? ¿Ellos saben lo que son?

Entonces, mirándome a los ojos, me respondiste: Sabía que este día llegaría. El día
del recuerdo y la palpitación. Fue cuando desperté, con sus palabras repitiéndose,
como un mantra, en mi mente.

Publicado el 15 de octubre de 2019 por marcelanoriega


Publicado en Marcela Noriega, pensamientos random, relatos cortos, relatos
oníricos, Sin categoría
Etiquetado sueños, sueños y visiones.
2 comentarios
El pez dormido
13 Votes
Invención colectiva, 1934

En otro sueño, abrí los registros de mi consciencia y en ellos encontré un pez. Un


pez diamantino, que parecía un ligero guiño, un ser procedente del mundo de lo
pequeño. Este pez estaba encorvado, en la posición de un feto dormido. Intenté
despertarlo, primero imitando una corriente de energía similar a la que provocaría
la cercanía de una parvada de gaviotas sobre la superficie. Las gaviotas asustan a
los peces pequeños, pero este pez no reaccionó. Al parecer, estaba desconectado del
miedo.

Entonces, intenté emocionarlo sentándome a su lado. Empecé a contarle la increíble


historia de dos amigos que habían descubierto el significado de los símbolos que se
encuentran en la explanada cerca de la playa Murciélago. Ahora no puedo detenerme a
contar esta historia, porque debo despertar al pez.

Sus oídos estaban cerrados herméticamente como la puerta de la casa de un cangrejo.


Probé ahora haciendo ondas a su alrededor simulando la llegada de muchos peces de
su misma especie, pero él no reaccionó.

No podía tocarlo, porque elegí convertirme en espíritu para llegar a este lugar.
Aclaro que todavía no sé a qué lugar he llegado. Se trata de una especie de caverna
oscura en la que hay muchos objetos raros como lianas azules y rosas que cuelgan de
los espacios, sin que ninguna estructura los sostenga. De pronto, una correntada de
aire llega desde afuera y se percibe una luz a lo lejos. Lo único parecido a algo
conocido por mí en esta cueva es este pez que está dormido. Al parecer, estamos
atrapados, pero no sé dónde. Estas no son horas de ponerse a dormir. ¡Pez, pez,
despierta! dime dónde es que estamos.

Mi voz retumba en las paredes de la cueva, realmente no sé si es una cueva, podría


ser cualquier lugar oscuro. Tampoco sé cuál es mi tamaño, porque soy incorpórea, y
de esta manera no tengo peso ni masa, soy como una circunferencia de luz, tan
pequeña como este pez dormido, o tan grande como el océano en el que él no está.

El pez podría no estar dormido, podría estar muerto, lo sé. Ya lo había pensado,
pero me he resistido a creerlo, pues eso significaría que yo podría también
estarlo, debido a que estoy en la misma circunstancia que él y que, por ahora, no
tengo peso ni masa, por lo tanto soy un espíritu. Pero si es así, si yo también
estoy muerta como el pez, ¿dónde quedó mi cuerpo? Sin evidencia, no hay muerte.
Prefiero pensar que el pez está dormido y que es mi misión despertarlo. Vaya
misión.

De pronto, siento cómo descendemos, el pez dormido y yo, a la velocidad de un rayo.


Escucho un ruido exterior y también un aleteo. La cueva se inunda de agua y entra
en ella un pez más. Éste se mueve y abre mucho la boca, se revuelve dentro de la
caverna como si pudiera evitar la muerte. Pasa un tiempo interminable, y el nuevo
pez también se echa a dormir. Ahora confirmo que ambos están muertos. No tiene caso
despertarlos. Estoy despierta al lado de dos peces inertes. Mi voz retumba dentro
de la cueva.

Publicado el 22 de febrero de 2016 por marcelanoriega


Publicado en ciencia ficción, Consciencia, relatos cortos, relatos oníricos,
relatos random
Etiquetado cuarta dimensión, Marcela Noriega, pez dormido, relatos creativos,
sueños lúcidos.
Deja un comentario
Tres sueños
26 Votes
significado-de-los-sueños-eroticos

En el sueño de anoche llegabas a la casa de mi madre, conversabas con ella mientras


yo me alistaba para salir. Entraste un momento al baño y nos besamos profundamente,
mi corazón latía en tonos de piano ascendentes. Vestías una elegante camisa. Yo
revisé lo que tenía para ponerme en los ganchitos. Me sentía hermosa. Bastó tu
mirada para recordármelo. De pronto, desperté, y me vi al lado de un fantasma.

El sol está ahí todos los días pero pocos lo vemos. Nosotros también estamos y no
nos miramos, no nos prestamos atención. Estamos y somos en un desierto, ojos
vaciados de sentido nos rodean como sospechas, como avisos de que no estamos vivos.
Solemos dejar de recordarlo. Qué fácil es morir día tras día. Nos resulta
redundante la risa, también los besos, los halagos no sirven de nada cuando uno se
sabe solo, cuando se sabe muerto.

Pero en mi sueño me miraste y regresé a la vida, volví a ser el nenúfar en el sucio


lago. El silencio me envuelve como la gracia y me lleva a ti en estas noches de
cansancio, de soledad. La mente femenina es arena movediza. A veces, la arena
contiene partículas de un veneno que las mujeres tragamos. Me he vuelto un
envoltorio que esconde al ser que siente, el pergamino que lleva un mensaje que
nadie lee, la mujer al lado de un hombre que no la ama, un errante acostumbrado al
olvido.

También podría gustarte