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HISTÓRICA
EN EL SIGLO
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NUEVA SERIE
EN EL SIGLO X
Las tendencias actuales
Una visión panorámica y crítica
del debate internacional
Georg G
Presentación, adaptación y revisión científica
de Fernando Sánchez Marcos
Traducción
de Clemens Bieg
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hacia los esfuerzos por establecer una relación más estrecha entre la
historiografía y las ciencias sociales. Mientras en Alemania la historia
social se veía obligada a pasar a la defensiva, en Francia fue la
sociología la que conducía el combate contra la investigación histó-
rica universitaria tradicional. En su Cours de science sociale [ “Curso de
ciencia social”|, Emile Durkheim negó en 1888 a la historia el rango
de ciencia, precisamente porque se ocupaba de lo especial y, por ello,
no podía llegar a las afirmaciones generales, empíricamente
comprobables, que constituían el núcleo de un modo de pensar
científico. A lo sumo, la historia podría ser una ciencia auxiliar que
proporcionara información a la sociología. Como opinaba el econo-
mista Francois Simiand, fuertemente influenciado por Durkheinn, la
unión de historia y ciencias sociales era posible a lo sumo en la
historia económica**. Esta subordinación de la historia a la sociología
fue aceptada por muy pocos historiadores incluso en Francia, pero la
ampliación del objeto de la historia a la sociedad, la economía y la
cultura, y el acercamiento de la historia a las ciencias sociales
empíricas sí fueron tomadas más en serio que en Alemania. En 1900
el filósofo Henri Berr fundó en París, precisamente con este propó-
sito, la revista Revue de synthese historique, la cual debía servir como
un foro internacional para la discusión crítica y en el que también
intervinieron los participantes en la discusión teórica alemana, entre
ellos Heinrich Rickert y Karl Lamprecht. En América se inició una
discusión parecida entre los historiadores que no compartían ni las
ambiciones histórico-filosóficas de Lamprecht ni las concepciones
cientificistas de Durkheim, pero que, sin embargo, estaban conven-
cidos de que una ciencia histórica moderna debía ocuparse más de
la sociedad y, al mismo tiempo, empezar a intimar más con los
métodos sociocientíficos.
Si en la campaña contra Lamprecht en Alemania la defensa
contra la temida democratización fue una idea dominante, en Amé-
rica el interés por una “Nueva historia” (New History) iba unido al
esfuerzo por escribir la historia para una sociedad democrática
moderna. De esta unión eran conscientes los historiadores que se
autodenominaban progressive historians [“historiadores progresis-
tas” ] y seidentificaban con los objetivos de la “era progresista” de los
primeros años del siglo xxen América*. El carácter universal de esta
nueva postura ante la historia se puso de manifiesto en 1904, en la
exposición universal de St. Louis, donde historiadores de
Norteamérica y Europa, entre ellos los futuros representantes de la
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gran área, en este caso las del mundo europeo en la época del
capitalismo temprano, en comparación con el mundo extraeuropeo,
siempre destacando los modos de vida y de comportamiento. La
última gran obra de Braudel, su historia nacional francesa%, vuelve
a ser, en cambio, historiografía nacional, que, sin embargo, persigue
el objetivo de destacar la variedad de las regiones francesas y la
capacidad de supervivencia de los modos de vida premodernos,
especialmente de los de la cultura campesina, en la Francia moderna.
Estas observaciones sobre la concepción de la historia y la
práctica historiográfica de los Annales no pretenden dar a entender
que se trata de una ciencia que no hubiera cambiado en el transcurso
de ochenta años. Existe una continuidad entre las concepciones de
historia y los métodos de Febvr y Bloch y de los historiadores
posteriores de los Annales; con todo, los Annales reflejan los cambios
más relevantes en el pensamiento histórico del siglo xx, pero habién-
doles conferido su propio carácter. Las estructuras figuran en primer
plano, pero esas estructuras tienen siempre una dimensión mental,
sin la cual no existirían. Cuando Bloch se ocupa de la técnica, ya sea
del molino de agua o del arado”, entonces las herramientas con las
que trabajan los hombres en una sociedad determinada, son para él
siempre la clave de acceso a su modo de pensar y de vivir. A ello se
añade que, especialmente en los trabajos posteriores a la II Guerra
Mundial, se percibe una relación de tensón entre un concepto de
ciencia fuertemente empírico, en algunos aspectos positivista, y otro
estructuralista que pone en duda ese positivismo. Sobre todo Braudel
subraya una y otra vez los fundamentos materiales de la historia. Por
materiales él entiende los factores geográficos, climáticos, biológi-
cos, tecnológicos y los condicionados por el mercado, los cuales,
naturalmente, no tienen nunca una causa puramente mecánica, sino
que son configurados por los hombres; de ahí su interés en la cocina,
la ropa, la moda. Por geografía entiende una géographie humaine, la
cual, en la tradición de Paul Vidal de la Blache, resalta el elemento
humano. A menudo señala los límites que esos factores materiales
imponen a la libertad humana. En la historia económica de Francia,
que escribió conjuntamente con el historiador de la economía Ernest
Labrousse”, le interesan las grandes coyunturas cíclicas que son
importantes para poder comprender la estabilidad histórica y el
cambio histórico. El siguiente paso, que no dio el propio Braudel,
pero sí sus discípulos, es la historia económica y social cuantitativa.
En los años sesenta se impone en Francia, de modo parecido a
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