Está en la página 1de 8

TECNICATURA SUPERIOR EN

Administración

Gestión Integral de los Recursos Humanos.

Evidencia N°1: Foro Evaluable.

1
Evidencia N°1:

Analice el siguiente CASO PRÁCTICO considerando los contenidos desarrollados


en el Eje Temático N°1 y responda las preguntas al final del mismo.

Las respuestas son individuales y deben ser un escrito de al menos 15 líneas


que refleje su análisis sobre los temas tratados.

“Un caso práctico es la descripción de un problema o de una situación


problemática que se tiene que ir resolviendo mediante la aplicación de la
teoría trabajada en un curso”.

CASO DE ESTUDIO “SURGIMIENTO DE LAS BASES DE LA EMPRESA


MODERNA”
El Reino Unido y la Revolución Industrial
Como se comentó en este capítulo, los avances en la productividad y la
administración de recursos pueden reducir costos, conservar recursos escasos y
mejorar las utilidades. A su vez, la existencia de avanzados niveles de utilidad
permite que una organización mejore sus niveles de compensación, prestaciones
y condiciones laborales. El resultado puede ser una buena calidad del entorno
laboral para los empleados, quienes a su vez se encontrarán más motivados para
lograr nuevos incrementos en su productividad.
Desde el Medioevo hasta aproximadamente fines del siglo XV, las labores
esenciales se llevaban a cabo de manera manual, y por lo general un solo
operario llevaba a cabo todos los pasos necesarios para elaborar determinado
objeto: un tonel para preservar y transportar vinos, una fina prenda; la mesa de
roble en torno de la cual se reunía la familia de un campesino, una cuerda de
cáñamo para guiar a una mula, o quizá una rueda de queso añejo, importada de
algún poblado vecino; en todos estos casos, los productos provenían del taller de
un solo maestro artesano que a lo sumo contaba con la colaboración de
aprendices y de su familia.
La economía europea evolucionó durante la Edad Moderna. La necesidad de
fabricar artículos más complicados, como barcos de mayor tonelaje y mejores

2
características náuticas, o nuevas armas de fuego más efectivas, transformaron
profundamente la economía de países como Francia, Alemania y el Reino Unido
durante los siglos XVI y XVII.
Entonces se inventaron maquinarias que multiplicaban el esfuerzo humano. El
proceso de producción se podía descomponer en diversas operaciones aisladas,
cada una realizada por un equipo de trabajadores, y no un individuo solo. A fines
del siglo XVIII, el economista escocés Adam Smith publicó La riqueza de las
naciones, obra clásica que marcó el nacimiento de una nueva mentalidad
económica.
El primer capítulo de esta obra describe el cambio experimentado: Un operario
que no se haya entrenado en la industria de producción de clavijas (que la división
del trabajo ha convertido ahora en una actividad independiente de otras) y que no
esté familiarizado con la maquinaria empleada en la industria a duras penas
podría producir una clavija al día. De ninguna manera podría producir veinte
clavijas diarias. Pero en la forma en que se opera en la industria en la actualidad,
no sólo es su labor toda parte de un oficio independiente de los otros, sino que
también se divide en una serie de ramas, de las cuales la mayoría son a su vez
también independientes. Un hombre dispone el alambre; otro lo tensa; un tercero
lo corta; un cuarto lo afila; un quinto prepara la ranura que va a acomodar la
cabeza.
La manufactura de la cabeza requiere dos o tres operaciones distintas. La
colocación es una maniobra adicional, así como la limpieza final de la clavija . Es
toda una ocupación en sí misma empacar las clavijas. De esta manera, la
importante tarea de fabricar una clavija se divide en cerca de 18 operaciones
independientes, que en algunas fábricas se llevan a cabo por personas distintas,
aunque en otras el mismo operario puede llevar a efecto dos o tres de ellas. He
visto una pequeña fábrica de este tipo, que empleaba sólo a diez hombres, en
consecuencia, obligaba a que algunos llevaran a cabo dos o tres de las
operaciones.
Pero pese a que trabajaban en condiciones muy limitadas, a duras penas
contando con el equipo necesario, podían, esforzándose, producir cerca de doce
libras (seis kilos) de clavijas al día cada uno. Una libra consta de unas 4 000
clavijas de tamaño intermedio, por lo cual entre diez personas podían producir
más de 48 000 clavijas al día.
Otro autor británico de esa época, Andrew Ure, escribió la obra Philosophy of
Manufactures (Filosofía de la manufactura), en la que se desarrollaban ideas
novedosas; por ejemplo, propuso la noción de que la experiencia tenía poca
importancia intrínseca, porque una vez que el operario lograba dominar la técnica
para operar determinado aparato, su nivel de conocimientos se hacía similar al de

3
alguien que tuviera años de operarlo. Ure llevó a cabo muchas de sus
observaciones en las industrias de hilados y tejidos de la época. Al contrario con
lo que le ocurría al artesano medieval, el operario de los nuevos telares requería
mínima experiencia, pero debía tener una excelente habilidad manual y mantener
un constante nivel de atención.
Sobresale un comentario de Ure, casi hecho como de paso, sobre la necesidad de
que todo el personal, tanto los adultos como los menores de edad, mantuvieran su
nivel de atención al máximo. Estos comentarios encubrían parcialmente dos
hechos de gran significado social: uno, que los trabajadores adultos de sexo
masculino podían ser reemplazados en cualquier momento por mujeres o por
niños. Dos, que la atención constante a la labor no era una especie de requisito
teórico o de recomendación bien intencionada para mantener alto el nivel de
calidad; por el contrario, era la única manera de tener los dedos de la mano fuera
de las piezas en movimiento del telar. Inevitablemente, muchos operarios
—incluyendo en primer lugar a los menores de diez años— no podían mantener la
necesaria atención, lo que provocaba accidentes: la pérdida parcial o total de los
dedos, o incluso de la mano.
En la Revolución Industrial se mantuvieron algunas prácticas gremiales del
Medioevo, pero en casi todos los casos en modalidades que afectaban
adversamente a los operarios. Por ejemplo, se conservó la tradición de mantener
a los menores de edad en condición de aprendices, durante siete años. Al cabo
de ese tiempo, sin embargo, no se les promovía automáticamente a operarios de
mayor pago, sino que se procedía a despedirlos.
Los autores Melvin Kranzberg y Joseph Gies, en su obra Por el sudor de la frente
(G.P. Putnam’s Sons, Nueva York, 1975), han documentado el inexorable avance
de la Revolución Industrial en Inglaterra. En 1838 existían menos de 2 800 telares
automáticos en el distrito de West Riding. Tres años más tarde, la cifra aumentó a
casi 11 500. Entre 1835 y 1850 la velocidad de los telares se había más que
duplicado, y en 1851 los nuevos telares operaban a velocidades catorce veces
superiores a los telares tradicionales.
Un niño o niña, o acaso una mujer adulta, podía atender dos telares a la vez.
Hacia 1830, cerca de 40% de la población empleada en la industria de hilados y
tejidos contaba 21 años o menos. A su vez, más de la mitad de los operarios
adultos eran mujeres. Dadas las condiciones de la época, todos estos factores
redundaban en beneficio de los empleadores.
Ahora bien, ¿qué les ocurría a los trabajadores de más de 21 años? La
expectativa de vida de este grupo de la población era de 22 años. Los efectos de
esta situación se reflejaron también en la estructura familiar de la población.
Aunque en algunas fábricas se empleaba a los miembros de varias familias,

4
integrando una especie de equipos familiares, la aparición de los telares
automáticos afectó la integridad familiar en la inmensa mayoría de las zonas
industrializadas del país. La nueva maquinaria era costosa y sólo la operación
continua del equipo permitía operarla de manera lucrativa, lo que ocasionó
innovaciones en el sistema industrial moderno, como la creación de los turnos de
trabajo.
Como no había legislación de la jornada de ocho horas, sencillamente se dividía
al personal en dos turnos, de exactamente doce horas cada uno. A su vez, la
creación de turnos generaba nuevas costumbres; por ejemplo, mientras una
familia campesina del siglo XVII solía levantarse al salir el sol y tomar los tres
alimentos en grupo en el curso del día, la familia industrial inglesa del siglo XIX
dependía de los horarios de la fábrica para levantarse, efectuar sus alimentos y
descansar, cuando ello era posible.
Levantarse a las 10 de la noche, efectuar un alimento y marcharse a la fábrica
para empezar a trabajar a las 12 de la noche se convirtió en una práctica común.
Un efecto adicional del nuevo orden fue la necesidad de crear un régimen
disciplinario que efectivamente normara las actividades dentro de la fábrica. Por
ejemplo, el absentismo del personal los días lunes era tan común que podría
llamarse endémico, porque el alcoholismo estaba muy extendido entre las clases
trabajadoras.
Por esa razón, las fábricas empezaron a aplicar determinadas normas que
intentaban suprimirlos o al menos mitigarlos; tal es, en parte, el origen de los
modernos reglamentos de trabajo. Cabe preguntarse si los efectos de la
Revolución Industrial fueron uniformemente negativos y si las masas trabajadoras
inglesas —y las de otras naciones industrializadas de la época— sólo vivieron una
larga pesadilla.
Pese a la innegable realidad de las sórdidas condiciones industriales de la época,
a la indiferencia que en muchas ocasiones caracterizó a los dueños de
establecimientos industriales, sobre la suerte que pudiera tocar a sus empleados,
y a la actitud de las autoridades, que en la mayoría de los casos favorecían los
intereses de los industriales, porque coincidían con los intereses nacionales, la
Revolución Industrial transformó a la sociedad inglesa en una sociedad moderna y
dinámica, con un nivel de vida extraordinariamente superior al de las antiguas
sociedades agrarias. En el lapso de un siglo, digamos de 1790 a 1890, la
Revolución Industrial tuvo los siguientes efectos, directos o indirectos, sobre la
sociedad inglesa:
• Mejoró la ingesta calórica de la población, llevando a la erradicación de
numerosas enfermedades provocadas por la desnutrición.

5
• Se abrieron numerosas oportunidades educativas para las clases inferiores, que
empezaron a recibir mejores niveles de compensación y a disfrutar de nuevas
oportunidades de empleo en nuevas áreas tecnológicas.
• Subió la expectativa de vida de la población en general, alcanzando hacia el año
1900 la insólita cifra de más de 60 años para los varones y aún más para las
mujeres.
• Se produjeron considerables niveles de superávit en diversas áreas de la
economía, permitiendo entre otras medidas la mejora de la vivienda obrera, el
acceso a la educación masiva, a la atención médica generalizada y a disfrutar de
derechos, como el pago de pensiones de jubilación.
La Revolución Industrial fue un proceso complicado y contradictorio; sin embargo,
el balance final fue positivo, porque las condiciones de vida de una sociedad
industrializada son en general muy superiores a las de una sociedad preindustrial.
Pese a todos los factores limitantes de la época, como la ausencia de técnicas y
conocimientos que permiten contribuir a la creación de organizaciones más
efectivas y eficaces, los administradores de la época triunfaron en la labor de
alcanzar sus objetivos.
Muchos otros factores contribuyeron a industrializar a la sociedad inglesa, pero los
administradores de personal efectuaron contribuciones de importancia central, sin
las cuales nunca se habría generado el milagro de la creación de una sociedad
tecnológicamente avanzada. La Revolución Industrial en Inglaterra proporciona un
ejemplo de los efectos de experimentar incrementos en la productividad. A medida
que se fueron logrando nuevos avances y que se identificaron maneras de utilizar
menos recursos para alcanzar mayores resultados, el nivel de vida británico fue
mejorando.
Los administradores desarrollaron formas de mejorar los niveles de
compensación, las prestaciones y las condiciones laborales en general. Poco a
poco se fue logrando suprimir el trabajo infantil y se fueron incrementando los
niveles de preparación de la población, que ya no se vio en la obligación de
aceptar oferta de trabajo a cambio de mínimas compensaciones.
Preguntas
1. ¿Considera usted que se han mejorado las condiciones laborales en su país en
el curso de los últimos cien años? ¿Cuáles son los principales avances y cuáles
los retrocesos? Documente no menos de tres efectos directos que estos cambios
tienen en la administración del capital humano.

6
2. En su opinión, ¿cuáles son las ventajas de industrializar a una sociedad y
cuáles las desventajas?
3. Escriba al menos tres maneras de adaptar el proceso de industrialización a las
necesidades humanas y comente los efectos en la administración de capital
humano.

Extraído de: WERTHER y DAVIS. “Administración de Personal y Recursos Humanos”. McGraw Hill. México 2008. Sexta
edición.

7
8

También podría gustarte