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Como se comentó en este capítulo, los avances en la productividad y la administración de recursos pueden reducir costos,
conservar recursos escasos y mejorar las utilidades. A su vez, la existencia de avanzados niveles de utilidad permite que
una organización mejore sus niveles de compensación, prestaciones y condiciones
c ondiciones laborales.
El resultado puede ser una buena calidad del entorno laboral para los empleados, quienes a su vez se encontrarán más
motivados para lograr nuevos incrementos en su productividad.
Desde el Medioevo hasta aproximadamente fines del siglo XV,
X V, las labores esenciales se llevaban a cabo de manera manual,
y por lo general un solo operario llevaba a cabo todos los pasos necesarios para elaborar determinado objeto: un tonel
para preservar y transportar vinos, una fina prenda; la mesa de roble en torno de la cual se reunía la familia de un
campesino, una cuerda de cáñamo para guiar a una mula, o quizá una rueda de queso añejo, importada de algún poblado
vecino; en todos estos casos, los productos provenían del taller de un solo maestro artesano que a lo sumo contaba con
la colaboración de aprendices y de su familia.
La economía europea evolucionó durante la Edad Moderna. La necesidad de fabricar artículos más complicados, como
barcos de mayor tonelaje y mejores características náuticas, o nuevas armas de fuego más efectivas, transformaron
profundamente la economía de países como Francia, Alemania y el
e l Reino Unido durante los siglos XVI y XVII.
Entonces se inventaron maquinarias que multiplicaban el esfuerzo humano. El proceso de producción se podía
descomponer en diversas operaciones aisladas, cada una realizada por un equipo de trabajadores, y no un individuo solo.
A fines del siglo XVIII, el economista escocés Adam Smith publicó La riqueza de las naciones,
naciones, obra clásica que marcó el
nacimiento de una nueva mentalidad económica.
Un operario que no se haya entrenado en la industria de producción de clavijas (que la división del trabajo ha convertido
ahora en una actividad independiente de otras) y que no esté familiarizado con la maquinaria empleada en la industria a
duras penas podría producir una clavija al día. De ninguna manera podría producir veinte clavijas diarias. Pero en la forma
en que se opera en la industria en la actualidad, no sólo es su labor toda parte de un oficio independiente de los otros, sino
que también se divide en una serie de ramas, de las cuales la mayoría son a su vez también independientes. Un hombre
dispone el alambre; otro lo tensa; un tercero lo corta; un cuarto lo afila; un quinto prepara la ranura que va a acomodar la
cabeza. La manufactura de la cabeza requiere dos o tres operaciones distintas. La colocación es una maniobra adicional,
así como la limpieza final de la clavija. Es toda una ocupación en sí misma empacar las clavijas. De esta manera, la
importante tarea de fabricar una clavija se divide en cerca de 18 operaciones independientes, que en algunas fábricas se
llevan a cabo por personas distintas, aunque en otras el mismo operario puede llevar a efecto dos o tres de ellas. He visto
una pequeña fábrica de este tipo, que empleaba sólo a diez hombres, en consecuencia obligaba a que algunos llevaran a
cabo dos o tres de las operaciones. Pero pese a que trabajaban en condiciones muy limitadas, a duras penas contando con
el equipo necesario, podían, esforzándose, producir cerca de doce libras (seis kilos) de clavijas al día cada uno. Una libra
consta de unas 4 000 clavijas de tamaño intermedio, por lo cual entre diez personas podían producir más de 48 000 clavijas
al día.
intrínseca, porque una vez que el operario lograba dominar la técnica para operar determinado aparato, su nivel de
conocimientos se hacía similar al de alguien que tuviera años de operarlo. Ure llevó a cabo muchas de sus observaciones
en las industrias de hilados y tejidos de la época.
époc a.
Al contrario con lo que le ocurría al artesano medieval, el operario de los nuevos telares requería mínima experiencia,
pero debía tener una excelente
exce lente habilidad manual y mantener un constante nivel de atención.
Sobresale un comentario de Ure, casi hecho como de paso, sobre la necesidad de que todo el personal, tanto
tanto los adultos
como los menores de edad , mantuvieran su nivel de atención al máximo. Estos comentarios encubrían parcialmente dos
hechos de gran significado social: uno, que los trabajadores adultos de sexo masculino podían ser reemplazados en
cualquier momento por mujeres o por niños. Dos, que la atención constante a la labor no era una especie de requisito
teórico o de recomendación bien intencionada para mantener alto el nivel de calidad; por el contrario, era la única manera
de tener los dedos de la mano fuera de las piezas en movimiento del telar. Inevitablemente, muchos operarios —
incluyendo en primer lugar a los menores de diez años—
años— no podían mantener la necesaria atención, lo que provocaba
accidentes: la pérdida parcial o total de los dedos, o incluso de la mano.
veces superiores a los telares tradicionales. Un niño o niña, o acaso una mujer adulta, podía atender dos telares a la vez.
Hacia 1830, cerca de 40% de la población empleada en la industria de hilados y tejidos contaba 21 años o menos.
A su vez, más de la mitad de los operarios adultos eran mujeres. Dadas las condiciones de la época, todos estos factores
redundaban en beneficio de los empleadores.
Ahora bien, ¿qué les ocurría a los trabajadores
t rabajadores de más de 21 años? La expectativa de vida de este gr
grupo
upo de la población
era de 22 años. Los efectos de esta situación se rreflejaron
eflejaron también en la estructura familiar de la población.
Aunque en algunas fábricas se empleaba a los miembros de varias familias, integrando una especie de equipos
familiares, la aparición de los telares automáticos afectó la integridad
integr idad familiar en la inmensa mayoría de las zonas
industrializadas del país.
La nueva maquinaria era costosa y sólo la operación continua del equipo permitía operarla de manera lucrativa, lo que
ocasionó innovaciones en el sistema industrial moderno, como la creación de los turnos de trabajo.
Como no había legislación de la jornada de ocho horas,
hor as, sencillamente se dividía al personal en dos turnos, de
exactamente doce horas cada uno.
A su vez, la creación de turnos generaba nuevas costumbres; por ejem
ejemplo,
plo, mientras una familia campesina del siglo XVII
solía levantarse al salir el sol y tomar los tres alimentos en grupo en el curso del día, la familia industrial inglesa del siglo
XIX dependía de los horarios de la fábrica para levantarse, efectuar sus alimentos y desc
descansar,
ansar, cuando ello era posible.
Levantarse a las 10 de la noche, efectuar un alimento y marcharse a la fábrica para empezar a trabajar a las 12 de la
noche se convirtió en una práctica común. Un efecto adicional del nuevo orden fue la nece
necesidad
sidad de crear un régimen
disciplinario que efectivamente normara las actividades dentro de la fábrica. Por ejemplo,
e jemplo, el absentismo del personal los
días lunes era tan común que podría llamarse endémico,
e ndémico, porque el alcoholismo estaba muy extendido entre las clases
trabajadoras. Por esa razón, las fábricas empezaron a aplicar determinadas normas que intentaban suprimirlos o al
menos mitigarlos; tal es, en parte, el origen de los modernos reglamentos de trabajo.
Cabe preguntarse si los efectos de la Revolución Industrial fueron uniformemente negativos y si las masas trabajadoras
coincidían con los intereses nacionales, la Revolución Industrial transformó a la sociedad inglesa en una sociedad
moderna y dinámica, con un nivel de vida extraordinariamente
extr aordinariamente superior al de las antiguas sociedades agrarias. En el
lapso de un siglo, digamos de 1790 a
1890, la Revolución Industrial tuvo los siguientes efectos, directos o indirectos, sobre la sociedad inglesa:
• Mejoró la ingesta calórica
calórica de la población, llevando a la erradicación de numerosas enfermedades provocadas por la
desnutrición.
• Se abrieron numerosas
numerosas oportunidades educativas para las clases inferiores, que empezaron a recibir mejores
me jores niveles
de compensación y a disfrutar de nuevas oportunidades de empleo
e mpleo en nuevas áreas tecnológicas.
• Subió la expectativa
expectativa de vida de la población en general, alcanzando hacia el año 1900 la insólita cifra de m
más
ás de 60
años para los varones y aún más para las mujeres.
• Se produjeron considerables
considerables niveles de superávit en diversas áreas de la economía, permitiendo entre otras medidas
la mejora de la vivienda obrera, el acceso a la educación masiva, a la atención médica generalizada y a disfrutar de
derechos, como el pago de pensiones de jubilación.
Preguntas
7.- ¿Qué relación existe entre las necesidades globales de la sociedad y la contribución que hace la
administración de capital humano?
10.- Desde el punto de vista del director de un departamento de recursos humanos de una compañía
automovilística,