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La lengua común de España

Miércoles, 08/Ago/2007 Francisco Rodríguez Adrados ABC

Sobre el español como lengua común de España y no solo de España, también de gran parte de

América y de otros países, hablé en el Congreso de Academias de la Lengua Española en

Cartagena de Indias, el marzo pasado. Lo repetí en alguna conferencia. ¿Por qué no insistir aquí?

Vean lo que dice el Diccionario de la Academia, en el lema «español», en su uso masculino y

substantivo: «lengua común de España y de muchas naciones de América, hablado también

como propia en otras partes del mundo». Si es oficial, como dice la Constitución, es porque es

común, no al revés; y si el Estatuto de Cataluña lo admite como oficial porque es oficial en el

Estado (se entiende que español), esto es un sofisma. Es lengua común, simplemente, porque es

común. Y es propia de todos. Son hechos. No en el sentido de «común» como vulgar o popular

(hay el francés, el alemán común), sino en el sentido de que es communis, propio de todos. Una

traducción del término griego que usamos los lingüistas: koiné. Había múltiples lenguas o

dialectos griegos y había múltiples lenguas en los territorios que conquistó Alejandro: en Egipto,

Persia, India, etc. Pero todos aceptaron una lengua común: el griego evolucionado, descendiente

del ático, que llevaron consigo los macedonios. El que valía para entenderse. También lo

escribían los búlgaros, los nubios, los romanos. Como luego hablaban en latín (otra lengua

común) los sirios y britanos, los iberos y los númidas. Entre otros.

Una lengua común no suprime a las otras, vive junto a ellas para que todos se entiendan. Pero en

España campañas interesadas tratan de ocultar los hechos: según ellas (llegaron a la Constitución,

contra Dámaso Alonso, que dirigía la Academia Española) el español es castellano, es decir, una

lengua regional (lo fue en el origen, ciertamente) invasora de las «lenguas propias». Como mucho,

es «oficial», algo que impone el Boletín. Pues no: el español, nacido del castellano, fue buscado,

aceptado en toda España como lengua de convivencia: no impuesto, buscado. En Cataluña y en

toda España desde el siglo XIV y aún antes. En América desde el XVI: los frailes beneméritos

que predicaban en las lenguas indígenas, fracasaron. Colón, en su segundo viaje, encontró indios
que hablaban español. Luego creció, se fue imponiéndose. La rebelión de Tupac Amaru, en el

XVIII, hacía su propaganda en español. Los independentistas lo aceptaron. ¿Por qué? Hubo sin

duda algunos intentos de imposición, bien publicitados. Pero lo esencial es que la gente buscaba

el español, vehículo de cultura, de ascenso social, de unión. Aquí y allí. Que hubiera un reflejo del

poder político no se duda, pero era, sobre todo, un hecho cultural y social. Las otras literaturas

desaparecieron, prácticamente, desde el XIV y el XV. No se difundían, no interesaban.

Pero no había guerra de lenguas: la común y las minoritarias convivían. Así sigue, en realidad.

Pero hay pequeños grupos que han puesto la lengua al servicio de sus ambiciones políticas, la

han hecho un arma nacionalista. Nacionalista de naciones que nunca existieron como tales. Hay

varios libros sobre el tema de las lenguas de España, la común y las otras. No voy a citarlos.

Explican con datos y estadísticas las ofensivas nacionalistas contra el español, su búsqueda del

monolingüismo.

(...)

Hoy el español es la segunda lengua internacional (el hindi y el chino, con más hablantes, no son

internacionales). Une no solo a los pueblos de España sino a muchos otros más. Crece. Eso sí,

tiene un problema en España, todos lo saben. Creo que ya sería el momento de poner una

solución racional a un problema nada racional, un problema en realidad inexistente, fomentado

artificialmente. Pero nadie se atreve, ni Gobiernos ni instituciones, temen agravar las cosas. Pero

las cosas, no atendidas, se agravan solas. Se está viendo. Con una lengua común, cierto que

obligatoria, es suficiente, para eso se inventaron. Y la lengua común, en Cataluña, en España y en

veinte naciones y para mucha gente más, es el español. Hay en América y España, aquí y allá,

además, lenguas entrañables. Pero minoritarias: con una obligatoria, que entiendan todos, es

suficiente. No hay que forzar las cosas. Sin agravio para nadie. Con respeto para todos.

Francisco Rodríguez Adrados

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