Está en la página 1de 9

ISFD N° 21 “Ricardo Rojas”

Profesorado de educación secundaria en Lengua y Literatura


Materia: Historia de la Lengua Española
Curso: 1º 1º
Profesora: Florencia Jimena Meardi

Concepciones y valoraciones sobre el lenguaje

He aquí una sistematización de algunos conceptos que estuvimos trabajando en las clases. El
objetivo es ofrecer una visión de conjunto.

Castellano o español. En primer lugar, quiero hacer una observación: recuerden que la
pregunta que les planteé la primera clase es cómo se llama nuestro idioma. Yo no pregunté si
el castellano es un idioma y el español es otro idioma distinto. Yo pregunté cómo se llama el
idioma que hablamos. Esto es relevante, porque el tema que quería instalar tiene que ver con
la importancia de reconocer que algunos nombres transmiten ciertas connotaciones, es decir:
reflejan determinadas actitudes y conllevan ciertos significados. La cuestión que yo planteé
no apuntaba a determinar si en España hablan un idioma y acá usamos otro. La cuestión es:
¿cómo se llama el idioma que hablamos? Pensar eso, tratar de darle respuesta, nos llevará a
pensar: ¿por qué lo llamamos así? ¿Cómo es que llegó a tener ese nombre? ¿Qué implica? ¿Qué
me deja ver ese nombre? ¿Qué me oculta?

Es probable que para la RAE la discusión entre castellano y español esté saldada, pero el
discurso de Andruetto en el discurso de cierre del Congreso Internacional nos permite pensar
lo contrario. En relación a ese discurso, no deberíamos olvidar que las políticas del lenguaje
muchas veces tienen que ver con cuestiones económicas. Quizá suceda que, visto desde el
mundo anglosajón, no hay diferencias ni particularidades regionales dentro de todos los
países de habla hispana. Para ellos, simplemente hablamos "Spanish". Listo. Fin de la cuestión.
Se pone "Spanish" y se vende Netflix, por ejemplo, a TODOS los países de habla hispana. Para
qué gastar tiempo y dinero viendo si lo que hablamos al sur del Río Bravo es español, o
castellano, o algún dialecto caribeño, o rioplatense, o castellano andino, o vaya a saberse...

Más allá de las preguntas anteriores, es importante que veamos precisamente que algunas
denominaciones tienden a invisibilizar las diferencias o regionalismos, mientras que otras
denominaciones se afirman a sí mismas como singulares. En este sentido, es que tiene
circulación el así llamado “español neutro”: viene bien para que ciertos productos culturales
se muevan sin dificultad, salteándose las diferencias locales. Pero son las diferencias las que
generan distintos modos de identificación. ¿Cómo nos construimos a nosotros mismos? ¿Con
qué identidad lingüística? ¿Cuál es nuestra tradición y cuáles son nuestros modelos? Aquí
viene bien recordar las tensiones entre dialecto y lengua estándar.

En relación a todo lo anterior, es ilustrativo el texto de la escritora argentina María Teresa


Andruetto que ya hemos trabajado en esta materia: su discurso en el cierre del VIII Congreso

1
Internacional de las Lengua Española, celebrado en Córdoba en marzo de 2019. Cito un
fragmento ahora, para que lo recuerden. Dice Andruetto:

La primera cuestión tiene que ver con el nombre mismo del Congreso, llamado aquí –y es
al menos curioso que con la contraparte nacional se haya llegado a esa denominación–
Congreso de la Lengua Española, porque para nosotros, para nuestro sistema educativo, la
academia, la alta cultura y la cultura popular, esta lengua en la que aquí hablo siempre ha
sido la lengua castellana.
Así llegó a América, con la conquista y con la iglesia, la lengua de Castilla y fue esa lengua,
y no otras, que se hablaban o se hablan en España, la que se impuso –no sin dolor, no sin
lucha, no sin resistencia– sobre las lenguas originarias.
Esto nos lleva a preguntarnos de quién es la lengua, quién le da el nombre y quiénes
reconocen su lengua en ese nombre. Aunque en las previas a este Congreso se ha insistido
en la idea de que la lengua es de todos sus hablantes, en la amplia procedencia geográfica
de los ponentes y en la alta presencia de mujeres en las mesas, me pregunto si esa que se
dice de todos es la misma lengua; en caso de serlo, quiénes son sus dueños y atendiendo a
que una lengua con tantos hablantes, además de un capital simbólico es un capital
económico, quiénes hacen usufructo de ella.
Desde Madrid, el ministro de Educación de la Provincia, a la pregunta de un periodista
acerca de ciertos contenidos, reconoció que ni la parte argentina ni la cordobesa
intervienen en la elección del temario.
“Es la Real Academia”, dice, “nosotros actuamos en la parte logística del Congreso”. A su
vez, el director de la Real Academia remarcó la importancia de estos congresos con la
frase: “Durante unos días, se tratará de ponerle voz española a los asuntos que nos
ocupan a todos”, tal vez sin tener dimensión de lo que la frase “voz española” significa
aquí, entre nosotros.
Entonces, no debiéramos desentendernos de ciertas preguntas, aunque incomoden.
Preguntas como: ¿Para qué un congreso en estas pampas sin intervención local sobre sus
contenidos? ¿Es la lengua de España la misma que se habla en América? ¿El muy diverso
castellano de cada uno de nuestros países es la misma lengua española de la que el
Congreso habla? Y finalmente, porque estamos en Argentina, ¿se trata de la misma lengua
que aquí se habla?
Sí y no. La misma y otra. Para los hablantes de mi país se trata de una cuestión que lleva
más de un centenario, cuestión desestimada o minimizada por las instituciones españolas
de la lengua, sus espacios de formación, sus editores, como lo expresa blanco sobre negro
el reciente planteo del director mexicano Alfonso Cuarón, quien declaró en la clausura de
un ciclo de cine en Nueva York, que le resultaba ofensivo para el público (e imagino sin
dudas que para sí mismo) que su película Roma se haya subtitulado en España.
“Me parece muy, muy ridículo. A mí me encanta ver, como mexicano, el cine de
Almodóvar y yo no necesito subtítulos al mexicano para entender a Almodóvar". Le
parece ridículo, dice, que un español necesite que le digan “No os acerquéis al borde" en
lugar de "Nomás no se vayan hasta la orilla". Entiendo muy bien lo que dice Cuarón, me
2
ha pasado que una editora española haya pretendido cambiar ‘durazneros’ por
‘melocotoneros’ con la extraña fundamentación de que en España nadie entendería la
palabra ‘duraznero’, pero sucede que ‘melocotonero’ es una palabra tan artificial para un
argentino que nunca jamás podría usarla.
En fin, cierta pretensión de uniformidad, la homogeneización que destruye lo singular o
lo invisibiliza, el modo en que se ilumina la propia lengua al ver cómo toma caminos
diversos. Todo eso borrado, dice la cordobesa Eugenia Almeida, porque el castellano de
esta América es un conjunto de variables mestizadas por pueblos originarios, aportes
árabes, africanos, europeos y asiáticos que –esclavizados, sometidos, aceptados o
bienvenidos- impregnaron nuestros modos de decir y de pensar.
Me parece que las palabras anteriores se conectan directamente con muchos de los
interrogantes que hemos trabajado, y les dan amplia respuesta. Me interesa subrayar el tono
argumentativo de Andruetto, es decir: el tema que ella desarrolla se construye reconociendo su
lugar en una discusión. Esto no quiere decir que todo sea relativo, sino que el conocimiento o
saber que ella transmite no es algo “dado”, sino algo que debe justificarse, debe argumentarse.
También encuentro importante reconocer la oposición entre homogeneidad y diversidad
lingüística. Justamente, Andruetto apunta a esto: hay nombres que tratan de homogeneizar la
experiencia del lenguaje, hay otros que la ponen en evidencia como algo diferente y singular. Por
otra parte, hay que reconocer que ella habla desde una doble comunidad: como argentina, pero
también como escritora. Esto último le permite desarrollar una serie de representaciones sobre
el lenguaje, muy poéticas, muy sugerentes: “el lenguaje es un río”, “el lenguaje es energía”. ¿Qué
implicancias tienen estas representaciones?, ¿qué concepciones y valoraciones reconocen?
¿Encuentran otras en su discurso?

La RAE (Real Academia Española): fue creada en España en 1713 y, ya que fue mencionada
por Andruetto, me viene bien para retomar el concepto de "políticas del lenguaje". Ya
hablamos de concepciones y valoraciones del lenguaje, pero nos movíamos en el plano de lo
personal o subjetivo (por ejemplo, cuando dije que todos tenemos "ideas" acerca del
lenguaje"). Ahora bien, si hablamos de "políticas del lenguaje", ya pasamos a un nivel más
bien institucional y, justamente, político. A nivel institucional, además de la escuela, cada país
puede llegar a tener sus organismos que regulan, dictaminan, crean normas y llevan a cabo
determinadas acciones con determinados intereses en relación a la lengua o lenguas que hablen
sus habitantes, en el caso de Argentina, tenemos la Academia Argentina de Letras que, a su vez,
trabaja colaborativamente con la RAE.

La RAE fue fundada con el siguiente lema: "LIMPIA, FIJA Y DA ESPLENDOR". Me resulta
interesante ver qué valoraciones y concepciones del lenguaje se pueden encontrar como base
de esas políticas sobre el lenguaje. Es decir, qué se sobreentiende a partir de esas "metáforas".
Vamos a interpretarlas: si la función de la RAE es "limpiar", se da por sentado que el lenguaje
que hablamos es sucio o corre el riesgo de ensuciarse y, por lo tanto, a nivel institucional se
decide conservarlo limpio y puro. ¿Les parece que esto es algo obvio? Si la RAE tiene el
objetivo de "fijar", es porque ha observado que nuestra lengua es algo variable, que cambia
3
constantemente según la situación o con el paso del tiempo. ¿Y por qué sería esto algo a
evitar? Por último: la RAE se propone "dar esplendor". ¿Qué implica esto? ¿Que sin la
intervención de la RAE no habría belleza en el lenguaje cotidiano, en la lengua viva, en las
producciones discursivas populares o que se generan por fuera de la RAE? Por otra parte, la
RAE es un organismo creado en España en el siglo XVIII, cuando la situación de América era
aún colonial. ¿Cómo se justifica o legitima que después de poco más de tres siglos la RAE sea
una institución que pueda legislar sobre lo que hablamos en América Latina? Es decir: el
¿español? es una lengua hablada por más de 500 millones de personas en el mundo y
claramente la mayoría de esos hablantes no es española. ¿Entonces? ¿Hay independencia
política pero no hay independencia lingüística? No lo pregunto desde un "patrioterismo"
inconsistente, sino que propongo esta cuestión para que examinemos las relaciones y los
conflictos que se dan alrededor de la lengua y ampliemos nuestra mirada desnaturalizando lo
habitual. Además porque este fue un conflicto para los hombres del s. XIX y tuvieron que tomar
varias decisiones, y fundamentarlas, para pensar en qué lengua se iba a hablar en Argentina y
por qué.

La escuela. Antes la materia en la escuela se llamaba "Castellano". Si hacen memoria o siguen


preguntando, verán que el nombre de esa materia en las escuelas fue cambiando con el
tiempo: Castellano, Lengua, Lengua y literatura, Prácticas del lenguaje... ¿Qué se desprende de
cada una de esas denominaciones? Es interesante ver cómo se "silenció" el nombre del idioma
(Castellano), pasando a una denominación más bien abstracta (Lengua). Y luego, podríamos
pensar que se pasó de una denominación centrada en las normas o sistemas (Lengua y
literatura) a otra que focaliza el uso material y social del lenguaje (Prácticas del lenguaje).

Por otra parte, siempre es fuerte el peso de lo que se aprende en la escuela, y muchas veces
esa institucionalización entra en conflicto con otros modos de aprender y emplear el leng uaje:
la familia, la comunidad. Pareciera que el "uso" de la lengua siempre queda “en desventaja”
con el peso de la "norma". Pareciera que la realización efectiva del lenguaje por los hablantes
siempre es deficitaria (o defectuosa), y no se ajusta a las "reglas". Pero atención: esto es una
manera de entender el lenguaje, no algo "natural" y universal. La realidad es una
construcción, y así pasa que muchas veces terminamos construyéndonos una imagen
deficitaria de nosotros mismos: "hablamos mal". Ahora bien, habría que ver ejemplos
particulares para saber qué tipo de "reglas" se estarían transgrediendo cada vez que se dice
"hablamos mal". No es lo que pretendo ahora. Me interesa más bien subrayar que cada
concepción sobre el lenguaje puede llevar a una actitud sobre la manera en que uno mismo o
los demás usan el lenguaje. Si tenemos una concepción "normativista" sobre el lenguaje,
seguramente nuestra actitud sobre el uso "incorrecto" sea condenatorio, y todo lo que se
aparte de las reglas va a estar "mal". Si tenemos una concepción "variacionista" sobre el
lenguaje (es decir, si creemos que el lenguaje cambia según el tiempo, los contextos, etc.)
seguramente nuestra actitud sobre el uso sea distinta. En relación a lo anterior: ¿con qué
palabras o metáforas nos referimos al cambio lingüístico? No es lo mismo decir “cambio”,
4
“evolución” o “deformación”. Son palabras que, como dije antes, tienen connotaciones
distintas.

Retomando un tema de interés docente, aquí dejo planteado un problema pedagógico: como
profesores, ¿cómo enseñar lo correcto sin negar o invisibilizar lo distinto, la diferencia del
otro, de los usos que no se ajustan a las reglas que se intenta sistematizar y transmitir?
Obviamente, y como dije antes, no es mi intención preguntar esto para que sea respondido,
sino para que vean de qué manera puede relacionarse nuestra materia con los objetivos de
cualquier docente.

Entonces, volviendo a los textos: cuando Roberto Arlt dice que hay señores "que esgrimen la
gramática como un bastón, y su erudición como un escudo"... ¿Qué actitud sobre el lenguaje está
dejando ver que tienen, a partir de esas metáforas? Cuando M. Teresa Andruetto dice que "la
uniformidad no es el camino para que la lengua que compartimos se mantenga viva"... ¿Qué
concepción del lenguaje sostiene? ¿Con qué otras metáforas o imágenes o argumentos sostiene
cada autor sus posiciones? ¿Qué otras actitudes aparecen en los textos?

Les dejo más citas, de otros autores, donde pueden entreverse distintas concepciones del
lenguaje:

“La lengua es el tejido constitutivo de la sociedad, es la vía por donde los hombres se comunican,
buscan consensos y se asocian; dialogan y discuten sus ideas y proyectos. Por ello la lengua es un
pilar en una verdadera democracia.” (Pedro Luis Barcia, expresidente de la Academia
Argentina de letras. Extraído de: Lengua y Literatura. Editorial SM, 2014)

“Las lenguas no solo se emplean, no son solo valores de comunicación, expresión personal o uso
colectivo: contienen la experiencia de los pueblos y nos la transmiten, pero solo en la medida en
que estemos dispuestos a reconocer su capacidad de poder hablarnos. La expresión usar la
lengua reduce la lengua a un instrumento, cuando en realidad la lengua es un proceso que
vastamente nos trasciende.” (Ivonne Bordelois, escritora. Extraído de: La palabra amenazada.
Editorial Libros del Zorzal, 2016)

“El lenguaje es un amenazante peligro para la civilización mercantilista, por su estructura única
e indestructible, que ningún mercado puede poner en jaque. Por eso, para los sectores de poder
es perentorio, dada la resistencia del lenguaje, volverlo invisible e inaudible, cortarnos de esa
fuente inconsciente y solidaria de placer que brilla en el habla popular, en los chistes que brotan
como salpicaduras en las conversaciones entre amigos, en las nuevas canciones hermosas, en las
creaciones auténticas que surgen todos los días en el patio de un colegio, en la mesa familiar, en
la charla de un grupo de adolescentes.” (Ivonne Bordelois. Del mismo libro mencionado antes.)

“Las palabras nacen, evolucionan, luchan por su supervivencia. (…) Su origen puede ser fruto de
un sentimiento, una idea, una necesidad y, por qué no, de un impulso o un descuido. De una u
otra manera, es a partir de esa génesis que cada una de ellas comenzará su viaje a través del
espacio y el tiempo, lo que, como no puede ser de otra manera, implicará cambios de todo tipo.
5
Algunas variarán su fonética, otras su forma, otras su significado y otras absolutamente todo.
Esto de penderá del momento de la historia que les toque vivir, de la evolución que sufran sus
usuarios, de los aportes de la ciencia y la técnica, de las guerras, las migraciones, la corrupción y
de muchos otros factores imposibles de enumerar y, aún menos, de imaginar.” (Charlie López,
profesor y especialista en lenguas castellana e inglesa. Cita extraída de: ¿Por qué decimos?
Editorial Edelvives, 2019.)

¿Qué concepciones sobre el lenguaje se desprenden de cada cita?

***

Civilización y barbarie. Esta antigua “grieta” da cuenta de lo que dijimos antes sobre el
lenguaje como territorio en disputa. Etimológicamente, para los griegos antiguos, “bárbaros”
eran precisamente todos los pueblos que no hablaban griego, es decir: el “otro” ocupaba siempre
el espacio de la exclusión, el del “no lenguaje”, o del que no tiene cultura… Pero, ¿qué cultura? La
propia, por supuesto. En esta como en otras cuestiones, la medida del prestigio siempre empieza
por casa. ¿Cómo se construye el prestigio de determinadas formas lingüísticas? Y paralelamente,
¿cómo se construye la “barbarie” del habla de los otros? En ambos casos, este prestigio resulta
de cómo se dan las relaciones de poder dentro de una sociedad y nunca se deriva de razones
puramente lingüísticas. Más allá de lo gramatical o agramatical de cualquier discurso, su
realización estará atada a determinadas variedades que pueden “sonar bien” o “caer mal”… Un
ejemplo concreto: ¿por qué los locutores “del interior” pronuncian la “ll” no como su comunidad
sino como se habla en Bs. As.? ¿Qué pasa con la “r” en Santiago del Estero? ¿Qué pasa con el “vos”
y el tú” en otras provincias?

Y además: ¿no resulta sintomático que los grupos “acusados” de “hablar mal” sean: jóvenes,
(in)migrantes, trabajadores precarizados, marginales, disidentes…? El año pasado, al hablar de
estos temas, trabajamos la hipótesis de que lo que llamamos “incorrecto” suele ser una
divergencia social que se juzga (castiga) como una desobediencia individual y se estigmatiza
como estereotipo social. Otro ejemplo concreto:

https://www.eldestapeweb.com/nota/jorge-lanata-discrimino-a-una-panelista-tucumana-por-
su-tonada-habla-como-un-distribuidor-de-rappi--202042512570

Los dialectos son variedades de un mismo idioma que se dan en las distintas regiones
geográficas donde se habla ese idioma. Un dialecto no es un idioma distinto, sino la
manifestación de que un mismo idioma cambia según el espacio en que se hable, de la misma
manera en que el idioma varía según la edad del hablante (cronolecto) o la situación en que esté
(registro). Ahora bien, sucede que entre los dialectos y demás formas en que el lenguaje varía,
seguramente podemos reconocer que, en cada época, hay determinados elementos valorados
como “prestigiosos” y otros cuyo uso se “condena”. Es decir: no solo hay valoraciones frente a
empleos “incorrectos” del lenguaje, sino también frente a modos particulares de su uso, que no
dependen de la corrección o incorrección sino del origen, edad o situación. (Pensemos si la
oposición entre civilización y barbarie no tiene su correlato en el antagonismo
6
“capital/interior”.) Las valoraciones también cambian con el tiempo; pensemos en este ejemplo:
seguramente antes estaría “mal visto” en una escuela referirse a los estudiantes como “changos”
o “pibes”. Quizá ahora no. Pero ¿qué pasa hoy con la palabra “guachín”? ¿Podemos determinar
que las valoraciones que despierte esta palabra constituyen un valor absoluto que no cambiará
nunca? Más que convertirnos en máquinas detectoras del “hablar mal”, quizá convenga
reconocer si lo que producimos, leemos o escuchamos se corresponde con la situación en que
nos movemos, y tratar de ver si es efectivo en ella. Y si se producen “transgresiones”…
detenernos a indagar por qué será eso así o qué finalidades tienen quienes “hablan mal”.

Entonces… ¿Qué es hablar mal?

El lenguaje inclusivo. Roberto Arlt, dice que hay señores "que esgrimen la gramática como un
bastón, y su erudición como un escudo"... ¿Qué actitud sobre el lenguaje está dejando ver que
tienen, a partir de esas metáforas? El lenguaje inclusivo sería un cross a la mandíbula de la
gramática, con fines expresivos e ideológicos. Roberto Arlt argumenta desde su posición de
escritor. También sucede que la literatura se mueve (como el lenguaje inclusivo) en un lugar
ambiguo: es un discurso social que tiene otras reglas que las sociales. (Roland Barthes diría que
la literatura es una manera de hacerle trampas al lenguaje…) Por otro lado, la cuestión del
lenguaje inclusivo nos viene bien para pensar cómo funciona el lenguaje, más allá de los
posicionamientos individuales “a favor o en contra”. Me refiero a esto: ¿en qué niveles de la
lengua se producen qué variaciones? Y ¿por qué algunas variaciones resultan más
“provocadoras” que otras? Me explico, en base a ejemplos concretos:

El lunfardo es un ejemplo de variedad en el plano de las palabras. El lunfardo es, básicamente, un


vocabulario. Un repertorio de términos provenientes de determinado grupo social en
determinada época. Nos puede gustar o no (eso no importa ahora), podemos usarlo o no, o
podemos decidir cuándo usarlo o no... Pero sí podemos reconocer que el lunfardo se da en el
plano léxico. “Bondi”, “laburar”, “engrupir”, “cafiolo”… etc., son palabras.

Ahora bien: el lenguaje inclusivo no se da en el plano léxico, sino en el morfológico: apunta a


nuestra percepción de las desinencias y marcas de género en adjetivos y pronombres
incorporando una variante no normativizada (la letra “e”) como alternativa no binaria a las
reglas establecidas por el lenguaje que hablamos de manera heredada, donde todo es masculino
o femenino. (Y en el que el masculino abarca también la generalidad.) El lenguaje inclusivo viene
a decir que hay sujetos que escapan a esa lógica; en otras palabras, el lenguaje inclusivo no
intenta solamente abarcar a la vez “hombres y mujeres” sino también otras subjetividades que
no se identifiquen ni con lo masculino ni con lo femenino. En otras palabras: el debate por el uso
del lenguaje inclusivo nos muestra, entre otras cosas, que hay experiencias que el lenguaje no
dice, o no puede decir, o nos obliga a decir dentro de unas reglas que debemos acatar. El lenguaje
inclusivo parece ser la manifestación de un sentimiento contemporáneo: el lenguaje heredado
no me alcanza; el lenguaje heredado no “dice” lo que percibo como real. El lenguaje inclusivo es
un fenómeno retórico, es decir: es un gesto argumentativo. Está en el plano de la acción, no
simplemente de la gramática. Que podamos analizar su uso, repito, va más allá de si estamos a
7
favor o en contra. Es interesante ver que este tipo de variación, que se da en lo morfológico,
resulte mucho más provocadora que otras variaciones a las que nos acostumbramos, como el
lunfardo, o algunos extranjerismos, o como “comerse las eses” (variación en el plano de lo
fonético -o sea: en los sonidos- que, por otra parte, es muy común en Rosario). En este sentido, al
revés de lo que decía Arlt, la “forma” en que hablamos sí dice mucho más que el “contenido”. (En
realidad no se pueden separar.)

Variedades de la lengua: Abordamos en el curso de ingreso, el tema de las variedades de la


lengua. Entender las variedades, plantear este concepto nos permite percibir la multiplicidad de
lenguas que habitan una lengua, la multiplicidad de miradas y concepciones que pueden residir
en una lengua y que pueden ser compartidas por todos los hablantes de esa lengua. La
imposición de una variedad estándar es un proceso de homogeneización e invisibilización que
muchas veces está ligado a cuestiones ideológicas y políticas (piensen, por ejemplo, que en
España, durante la época de Franco, se prohibió el uso de todos los dialectos porque se buscaba,
cuando no, la pureza del idioma, de la mano de la pureza del ser español. Se silenció el catalán, el
gallego y también el vasco –que es un idioma completamente distinto- en nombre de la
uniformidad española).
¿Qué pasa cuando escuchamos a alguien que usa una variedad dialectal deslegitimada de nuestra
lengua? ¿Si alguien que no manejara una variedad estándar estuviera parado frente a ustedes
dando clase, qué impresión les provocaría? ¿Qué pasaría si su profe se comiera las ‘eses’ o
utilizara un léxico coloquial? ¿Qué valoraciones sobre su desempeño o saber surgirían? ¿qué
valoraciones surgieron del anterior Presidente por sus “dificultades” a la hora de emplear el
lenguaje? Estas preguntas permiten que nos cuestionemos al momento de pensar en las
variedades del lenguaje y el tipo de valoraciones y representaciones que se construyen sobre
ellas.

***

Para sintetizar (y a modo de conclusión provisoria) va este párrafo. La pregunta por el nombre
de nuestro idioma nos llevó a identificar distintas concepciones que tenemos sobre el lenguaje.
En esta “ficha de cátedra” y a través de las intervenciones en las clases, fuimos abordando un
tema central en nuestra materia: la diversidad de ideas o consideraciones que existen sobre el
lenguaje. Como consecuencia, vimos que existen distintas valoraciones sobre el lenguaje y
distintas valoraciones sobre los modos de hablar que se diferencian del propio. Esas
valoraciones no son naturales sino culturales: se construyen históricamente, socialmente. Los
discursos (ya sean originados en la vida cotidiana o propios de la “vida académica”) conllevan
posicionamientos que conviene identificar. Como dije antes, no es lo mismo considerar que la
lengua es un medio de comunicación o una forma de expresión o subjetivación; no es lo mismo
pensar que la lengua es un tesoro que hay que conservar y darle esplendor, que pensarla como
un organismo vivo que se desarrolla y modifica de acuerdo a muchas variables espaciales y
temporales; no es lo mismo pensar que la lengua es una sola y la misma para todos, que pensar

8
que no hay un único modo legítimo de hablar, sino que dentro de un mismo idioma conviven la
diferencia y la variación… Dependiendo del paradigma en que nos movamos, seguramente
valoraremos de manera distinta el lenguaje y los modos en que el habla del otro se diferencia del
mío.

En otras palabras: abordar la definición del nombre de nuestro idioma nos permitió
aproximarnos a los conceptos de representaciones y concepciones del lenguaje, valoración,
norma, uso, variedad y cambio lingüístico.

Teniendo en cuenta todo eso, agrego aquí una serie de formulaciones hipotéticas sobre el
lenguaje como construcción social:

1-Todo discurso que intenta construir una definición sobre la lengua manifiesta valoraciones y
concepciones sobre el lenguaje (opiniones sobre qué es lo correcto, actitudes frente a la
variación, posicionamientos sobre la utilidad del lenguaje, ideas sobre cómo se adquiere, etc.)

2-Hay denominaciones que tienden a invisibilizar la variedad (lo diferente, lo múltiple) y otras
que la subrayan.

3-La norma lingüística se incorpora socialmente.

4- En realidad, en toda sociedad existen varias normas: la del uso, las de las instituciones, la de
casa…

5-El lenguaje es territorio de disputa (por el sentido, por el poder).

6-Toda materialización discursiva refleja la tensión entre norma y uso.

7-Lo que llamamos “correcto” es la adecuación (coincidencia) de alguna manifestación


discursiva específica (concreta) a la norma considerada prestigiosa, es decir, oficial.

8-Ese prestigio es una construcción social (extralingüística) y lo oficial se impone por motivos
ideológicos.

9-Lo que llamamos “incorrecto” suele ser una divergencia social que se juzga (castiga) como una
desobediencia individual y se estigmatiza como estereotipo social.

10-Gran parte de la responsabilidad docente consiste en ser consciente de la complejidad de


planos de la lengua para didactizar la norma en función de los intereses comunitarios
específicos, en el marco de una situación social (la clase) que es heterogénea (en valoraciones) y
conflictiva (en intereses).

Eso es todo.

Que estén bien, Florencia.

También podría gustarte