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OTRA ESCENA

ISSN: 1659-4134

Revista del programa de formación en Psicoanálisis Del Grupo de los martes a las 7 p.m.
Volumen 1
Número 3
Febrero 2009
Revista Otra escena, volumen 1, número 3, febrero 2009. ISSN: 1659-4134   1
Latindex folio 18475  

Revista del programa de formación en psicoanálisis


del Grupo de los martes a las 7 p.m.

OTRA ESCENA

Patricia Morales
Artículo póstumo: Freud escritor.

Jesús Manuel Ramírez Escobar


Nudos y suplencias, una ruta posible para la psicosis

Emilce Vénere
Lo real del cuerpo y del yo en relación al fenómeno psicosomático
Víctor Javier Novoa Cota
Freud, los procesos inconscientes y la autoría en la Gradiva de Jensen

Lorena Bower; Felipa Triolo Moya


El adolescente actual: oblatividad tanática y sus vicisitudes

Priscilla Echeverría Alvarado


Lacan y Fujii: del ver al mirar. La formulación de una nueva cualidad óptica.

Re-edición

Jesús González Requena


Emergencia de lo siniestro

Traducción
Nora Garita
“À une raison” de Arthur Rimbaud

Volumen 1, número 3, febrero 2009


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OTRA ESCENA
Revista del programa de formación en psicoanálisis
del Grupo de los Martes a las 7 p.m.
San José, Costa Rica
www.psicoanalisiscr.com

Revista semestral internacional

Directora: Priscilla Echeverría Alvarado, Msc. Psicoanalista

Subdirector: Glenn Fonseca, Lic. Psicoanalista

Comité editorial:

Víctor Novoa, Msc. Psicoanalista. México.

Sonia Cruz, Msc. Psicoanalista. Costa Rica.

Francisco Rengifo, Msc. Psicoanalista, Francia.

Lucía Molina, Msc. Psicoanalista, Costa Rica

Raquel Montes, Msc. Filósofa. España.

Pares consultores:

Mariano Fernández, Lic. Psicoanalista. Costa Rica.

Beatriz Calvo, Lic. Psicoanalista. Costa Rica.

Eunice Michel, Msc. Filósofa. México.

Ma. Isabel Ortigoza, Msc. Psicoanalista. México.

Jaime Suárez, Msc.psicoanalista. México.

Laura Chacón, Dra. Psicoanalista. Costa Rica.

Virginia Hernández Ricárdez, Dra. psicoanalista. México.

Sandra Jiménez, Lic. psicoanalista. Costa Rica.


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Ronald Solano, Lic. filólogo, psicoanalista. Costa Rica.

Revisión de estilo: Hilda Echeverría, Br. Educación e Inglés.

Diseño gráfico: La Cabeza estudio. Priscilla Aguirre. D.G.

Página web: Mis chunches. Alberto Messeguer, Lic. Inf.

La Revista Otra escena se publica 2 veces al año (agosto y febrero). Es una

revista internacional de psicoanálisis, indizada en el directorio de Latindex, que circula

en la red electrónica (Internet) y no requiere de suscripción. Otra escena es una

publicación del programa de formación en psicoanálisis del Grupo de los Martes a las 7

p.m. que tiene su sede en San José, Costa Rica.

Publicamos contribuciones de psicoanálisis y crítica del psicoanálisis, de clínica

psicoanalítica, de la relación del psicoanálisis con otros saberes, con las artes, las

ciencias sociales, la filosofía, el derecho, y las ciencias políticas, estudios

interdisciplinarios, estudios de género y teoría queer. Nuestra intención es abrir un

espacio para la discusión y la interacción.

También aceptamos comentarios de textos, cine, arte y literatura siempre que

exista una relación con el psicoanálisis y las ciencias sociales, así como comentarios o

reportajes de congresos, seminarios y demás eventos. Nos preocupamos por introducir

entrevistas a autores destacados internacionalmente así como re-ediciones de textos que

inciden en la crítica contemporánea. Cada volumen contiene 3 ó 4 artículos inéditos de

fondo, 1 ó 2 conferencias o entrevistas, 1 ó 2 reediciones, y puede contener revisiones

de libros o comentarios de obras o de eventos, así como cartas de los lectores. El comité

editorial y el equipo de pares consultores provienen de diferentes partes del mundo y

son especialistas en diversas disciplinas que tienen relación o son interlocutoras del

psicoanálisis. Otra escena publica contribuciones de autores y autoras de cualquier país


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en los idiomas inglés, francés, castellano y portugués, e insertamos extractos en

castellano e inglés. Solicitamos a los escritores y escritoras de los artículos atenerse a la

normativa que nos permita mantener la revista indexada en catálogos internacionales,

con el fin de permitir una mayor difusión del pensamiento contemporáneo.

El proceso que seguimos es el siguiente:

1-Se recibe el artículo y se revisa en sus aspectos formales, esto es, el cumplimiento de

la normativa. Este trabajo es realizado por la persona que ocupa la dirección de la

revista y el subdirector o subdirectora.

2- De no cumplirse con la normativa, en términos de un máximo de 10 días, será

devuelto al autor o autora con el fin de que lo revise.

3- Si se cumple con esta normativa, se remite a revisión de pares consultores quienes

tienen un máximo de 30 días para ello.

4- Después de esta revisión, se somete a comité editorial quienes tienen 30 días para

dictaminar.

5- La dirección y subdirección acogen las evaluaciones y envían a los autores o autoras

una carta con las observaciones o con la aceptación final del artículo.

6- De existir la necesidad de revisión y reformulación de algunos aspectos en el artículo,

el autor o autora dispondrá de dos semanas para su corrección y envío a la revista.

7- Se procede por parte de la dirección y subdirección a la revisión de las correcciones y

a la organización del material en la revista.

8- Queda a criterio de la dirección y subdirección la ubicación final del artículo en la

revista en los diferentes apartados de ésta.

La revista en su totalidad y los artículos individuales pueden imprimirse para lectura

personal pero no modificarse en su contenido. Toda referencia textual debe darle

créditos al autor o autora y a la revista Otra escena. Si se desea utilizar en otras


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publicaciones, el interesado o interesada puede comunicarse con la directora de esta

revista a través del correo electrónico: priscilla.echeverria@psicoanalisiscr.com

Los derechos de esta publicación son reservados y pretenden proteger a los autores y

autoras ya que esta publicación es sin fines de lucro. Esta revista y sus artículos

individuales no pueden ser vendidos o negociados en todo o en parte.

Los contenidos u opiniones que los autores y autoras desarrollan, son de su

exclusiva responsabilidad. La revista Otra escena no asume ninguna responsabilidad

legal de los mismos.


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Columna de la directora

Saludamos la publicación del número 3 de la revista Otra escena. Quiero hacer

patente el agradecimiento por parte del equipo editorial a todos y todas aquellas que nos

aportan sus colaboraciones, ya sea en forma de artículos o con su lectura crítica y su

revisión. Esta continuidad es posible por el deseo particular, el de cada uno y cada una,

hacia el discurso analítico que confluye en la producción de un objeto material que tiene

como meta el constituir lazo social.

Otra escena es una ventana abierta por la cual exponemos la labor que

realizamos a la vez que recibimos la bocanada de aire que proviene de otros lares y nos

invita también a enfrentarnos a ese desamparo ante lo escrito del que nos habló Patricia

Morales.

La escritura nos saca de la experiencia cotidiana rutinaria de la vida y nos pone

en relación directa con la dimensión pulsional. Cada uno y cada una de nosotras escribe

el texto y a la vez se escribe en el texto a partir de la entrada en otra temporalidad.

En este número tenemos tres colaboraciones que apuntan a la dimensión de lo

literario.

Nora Garita nos ha enviado la traducción que realizara del poema de Rimbaud

“à une raison” que Lacan mencionara en la sesión del 19 de diciembre de 1972, ésto

es, en el seminario Encore. La importancia que Nora le atribuye más allá de la belleza

del poema en sí, es el comentario de Lacan de que “…en ese texto el amor es signo de

que se cambia de razón, es decir, se cambia de discurso”.

Así, Víctor Novoa quiso rendir un homenaje póstumo a su amiga Patricia

Morales, quien falleció en el año 2007 y se dedicó a establecer un texto, escrito para la

tesis de maestría que no lograra llegar a presentar, llamado Freud escritor. Agradezco
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a Víctor su gesto de buen amigo, ya que nos permite entrar en relación con el

pensamiento de una Patricia que continúa hablando. Curiosa función la de la escritura

frente a lo implacable de la muerte física.

Asímismo, Víctor Novoa, continúa en la línea de la relación entre Freud y la

literatura con su artículo “Freud, procesos inconscientes y autoría en la Gradiva de

Jensen”. Si bien Freud quería que su teoría fuera legitimada en el ámbito de las

“ciencias de la naturaleza”, no dejaba de pensar también en que se inscribía en las

“ciencias del espíritu”, por lo que se veía atraído fuertemente por la literatura. En “La

Gradiva” de Jensen encontró una similitud entre los pensamientos del escritor y sus

propios planteamientos acerca del delirio, los sueños y la cura.

Otros autores y autoras se han abocado a analizar los efectos de la

contemporaneidad.

Jesús González Requena realiza un análisis de los “reality show” en su texto

“Emergencia de lo siniestro”. Para González Requena, estos shows nos proponen un

encuentro con nuestro goce macabro al haber eliminado toda intermediación simbólica.

Este análisis le permite cuestionar los aportes de Freud y Lacan en cuanto a la angustia

de castración. Señala que lo siniestro toca no solo con la neurosis, sino con la psicosis y

la perversión.

Lorena Bower y Felipa Triolo Moya nos aportan el texto: “El adolescente

actual: oblatividad tanática y sus vicisitudes “en donde nos plantean que las a-

dicciones; los intentos de suicidio, y otros actos violentos son ofrendas sacrificiales al

Otro, “… último recurso, aún a costa de la vida, para subjetivarse.” Este recurso sería

una reacción frente al carácter que el discurso del amo toma en la sociedad actual. Las

autoras revisan “…los “modos” del padecer adolescente y sus vicisitudes en la

actualidad.”
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Emilce Vénere nos entrega el artículo: “Lo real del cuerpo y del yo en

relación al fenómeno psicosomático”. La autora plantea que a partir del texto de

“Más allá del Principio de Placer” de Freud, se abrió la posibilidad de introducir lo

real del cuerpo y del yo y pensar el fenómeno psicosomático y la clínica de esta época.

Finalmente, el trabajo que nos envía Jesús Manuel Ramírez Escobar, titulado

“nudos y suplencias, una ruta posible para la psicosis” parte de la dificultad del

psicótico para establecer un lazo social. Nos plantea la diferencia entre el concepto de

suplencia y de estabilización de la psicosis en la teoría de Lacan de los años cincuenta y

luego el trabajo topológico de los años setenta. Para Ramírez, la clínica borromeica

permite interrogar el lugar del analista en lo que a la constitución del lazo social se

refiere al final de la cura.

En este número aporto también mi colaboración en un escrito que continúa la

labor de conceptualización del registro llamado por Lacan Imaginario y que considero

nos ayuda a trabajar a su vez el concepto de identidad. Recurro a un arquitecto, Hiromi

Fujii y a los esquemas ópticos en que Lacan se apoya para explicar lo que acontece con

el yo ideal y el Ideal del yo en un análisis.

Esperamos que el esfuerzo que hemos realizado rinda sus frutos, lo que para

nosotros y nosotras significa un encore…..

Priscilla  Echeverría  Alvarado,  directora  

 
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Contenidos

Otra escena. Volumen 1, número 3, febrero 2009.

Columna de la directora……………………………………………………………….7

1. Patricia Morales (Artículo póstumo)


Freud escritor................................................................................................................10

2. Jesús Manuel Ramírez Escobar


Nudos y suplencias, una ruta posible para la psicosis ………………………………42

3. Emilce Vénere
Lo real del cuerpo y del yo en relación al fenómeno psicosomático………………...61

4. Víctor Javier Novoa Cota


Freud, los procesos inconscientes y la autoría en la Gradiva de Jensen…………... 77

5. Lorena Bower y Felipa Triolo Moya


El adolescente actual: oblatividad tanática y sus vicisitudes………………………..97

6. Priscilla Echeverría Alvarado


Lacan y Fujii. Del ver al mirar: la formulación de una nueva cualidad óptica......112

Re-edición

6. Jesús González Requena


Emergencia de lo siniestro……………………………………………………….....143

Traducción libre

7. Nora Garita
“A une raison” poema de Arthur Rimbaud ...............................................................181

Anexos

8. Resúmenes y abstracts…………………………………………………...............184.

9. Currículum vitae directora y subdirector……………………………………..…195

10. Currículum vitae comité editorial..................................................................... ..197

11. Currículum vitae pares consultores.................................................................. ..199

12. Currículum vitae autores y autoras................................................................... .203

13. Normas de publicación e instrucciones para autores y autoras...................... .208


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Patricia Morales

Artículo póstumo 1

Freud escritor.

Resumen

La literatura está prácticamente en toda la obra freudiana, en su estilo y

estructura. El análisis de casos que Freud presenta son verdaderas novelas cortas al

tiempo que casos clínicos. Para el análisis del texto literario Freud introduce un (no)

tiempo inaudito que caracteriza al inconciente y que no había sido observado por

filosofía alguna. Mientras que la existencia humana está ligada al tiempo -habitual,

familiar, cotidiano- la experiencia analítica nos reconcilia con aquel fuera-del-tiempo de

la pulsión y particularmente de la pulsión de muerte. En la escritura, campo estético,

se producen diferentes borradores de un texto literario, lo que a su vez genera distintos

lectores, cada uno de los cuales lo interpreta de diferente manera. Autor o lector, desde

cualquier lugar que adoptemos estamos desamparados ante lo escrito, somos inocentes

pero también responsables, hay una elección de por medio, y por lo mismo debemos

preguntarnos ¿si podríamos hablar de una ética?

Palabras claves: Freud, Shakespeare, literatura, clínica, tiempo, estética, inconsciente,

ética.

                                                                                                                         
1
Este artículo forma parte de un trabajo de tesis que no pudo ser presentado por el fallecimiento de su autora y que
lleva por título Psicoanálisis es(t)ética.
Este texto fue establecido por Víctor Novoa a quien agradecemos el brindarnos la posibilidad de divulgar el trabajo
de Patricia Morales.
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Freud the Writer

Abstract

Literature is present practically in all of Freud’s works as part of his style and

structure.

The analyses of cases that Freud presents are short novels as well as clinical

cases. For the analysis of the literary text Freud introduces a (no) unprecedented time

that characterizes the unconscious and that had not been observed by any other

philosophy. While human existence is related to time –regular, familiar, daily- the

analytical experience reconciles us with that out of time of the drive, particularly that of

death's drive. Within writing, the aesthetic field, several different drafts are produced of

a single literary text, deriving into different readers with a different interpretation.

Author or reader no matter which roll we decide to assume we are by ourselves before

what has been written, we are innocent but also responsible, the possibility of choosing

is there; For that we should question ourselves if we could discuss of ethics here.

Keywords: Freud, Shakespeare, literature, clinical, time, aesthetics, subconscious,

ethics.
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Patricia Morales

Universidad Nacional Autónoma de México

Freud escritor

Debemos despedirnos de un mundo

antes de su derrumbe. Muchos ya lo

saben, y un sentimiento indefinible

los convierte en poetas.

Hofmannsthal.

Freud y la literatura

Si como quería Hermann Broch la literatura es la impaciencia del conocimiento,

una pasión capaz de extenuar hasta los huesos con una meta intelectual y emocional.

Robert Musil, aseguraba que el arte es una especie de enfermedad. Si escritor es alguien

que otorga particular importancia a las palabras; que se mueve entre ellas tan a gusto, o

acaso más, que entre los seres humanos; que se entrega a ambos, aunque depositando

más confianza en las palabras; destronándolas de sus sitiales para entronizarlas luego

con mayor aplomo. Alguien que las palpa e interroga; que las acaricia, pule, lija y pinta,

y que después de todas estas libertades íntimas es incluso capaz de ocultarse por respeto

a ellas. Si escritor es, como aseguró Elías Canetti (1982, p.356), ser custodio de las

metamorfosis, entonces sin duda Freud es también un gran escritor, un Dichter, un

poeta. Y eso no sólo no le resta mérito a su obra, sino justamente se lo otorga o lo

aumenta.
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Freud seguramente hubiera firmado lo que Rilke, otro poeta de la caducidad,

escribiría a Merline sobre la voluntad del artista el 18 de noviembre de 1920:

Si la idea del sacrificio es que el momento de mayor peligro coincide con aquél

en que uno se salva, no hay ciertamente nada que se parezca más al sacrificio

que esta terrible voluntad de Arte ¡Qué tenaz es! ¡Qué insensata! Todo lo que los

demás olvidan para hacerse posible la vida, nosotros vamos siempre a

descubrirlo e incluso a aumentarlo; somos nosotros los que verdaderamente

despertamos a nuestros monstruos, a los que no estamos lo suficientemente

opuestos como para poder vencerlos; porque en cierto sentido estamos de

acuerdo con ellos (Rilke, 1987, p.122).

Recordemos lo que Jung (1989, p. 79) dijo de Freud, “era un poseído, es decir,

alguien ante quien se enciende en una ocasión una luz, produciendo un efecto

sobrecogedor que toma posesión de su alma y jamás la abandona”.

La literatura está prácticamente en toda la obra freudiana, en su estilo y

estructura, en el cuidado extremo de las formas, con citas de escritores reconocidos o

sin ellas, como alusión pertinente a sus afirmaciones o incluso como mención que

justificaría lo que dice. Los Estudios sobre la histeria, escritos en colaboración con

Breuer (1893-1895), así como el Fragmento de análisis de un caso de histeria (1905) -

el famosos caso Dora- son verdaderas novelas cortas al tiempo que casos clínicos.

Freud mismo escribe (1999, p. 57),

He de tratar ahora una nueva complicación, de la que seguramente no hablaría si

fuese escritor y tuviera que inventar un estado de ánimo para una novela corta en

vez de analizarlo como médico. El elemento al que voy a aludir puede


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desvanecer y enturbiar el bello conflicto poético que suponemos en Dora;

seguramente sería suprimido por el novelista, pues sin duda él simplifica y

abstrae cuando actúa como psicólogo.

Las historias de los casos de neurosis siempre fueron condiciones degenerativas

sin importancia y su redacción, simplemente clínica, de ninguna manera podía

hacernos pensar en novelas cortas. Y es que por más poético que nos parezca, la

incoherencia, el confuso y fragmentado discurso del paciente está ligado a su síntoma,

está en el corazón mismo de la enfermedad. Es el estilo de Freud (1999), que nos toca,

seduce y acerca a sus casos, el que crea esa impresión de afinidad entre literatura y

neurosis:

Este primer relato (que hace el paciente de su vida y su enfermedad) puede

compararse a un río no navegable, cuyo curso es desviado unas veces por masas

de rocas, y dividido otras por bancos de arena que le restan profundidad.

El tema del arte fue tratado por él en distintos trabajos; “El Delirio y los sueños”

en la Gradiva de W. Jensen (1907), El poeta y la fantasía (1907), Un recuerdo infantil

de Leonardo da Vinci (1910), El motivo de la elección del cofre (1913), Lo siniestro

(1919), , Dostoievski y el parricidio (1928).

Freud, poeta fuerte

Era un hombre sensible, y aunque la música no le gustara, tenía una importante

colección de esculturas y piezas antiguas. Sin duda fue un gran lector, educado en el

programa de estudios centroeuropeo de la alta cultura literaria, desde los clásicos latinos
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y griegos hasta los maestros modernos. Leía desde muy joven, y aprendió español para

leer El Quijote en su lengua original. Mantuvo incluso una correspondencia en nuestro

idioma con su amigo Eduard Silberstein entre los 15 y 25 años (Freud, 1992, p. 161). En

ella Freud firmaba como Cipión y su amigo era Berganza, nombres tomados de los

perros parlantes de Cervantes.

Pero sobre todo leía a Goethe y a Shakespeare, a quien consideraba el más

grande de todos los escritores, al punto que el autor inglés se convirtió en la autoridad

oculta de Freud, el padre. En más de una ocasión Freud se refirió a sus predecesores

como padres una manera muy germana, pero se trataba de un padre que no reconocería,

al menos ésta es la opinión de Harold Bloom (2005, p. 187), uno de los críticos

literarios más reconocidos de nuestro tiempo, quien llega incluso a afirmar que

Shakespeare es el inventor del psicoanálisis y Freud su codificador. Habría que

proponer, dice entonces, no una lectura freudiana de la obra de Shakespeare, sino una

lectura shakesperiana de Freud. Bloom enseña que el psicoanálisis es literatura y

Freud un gran escritor; su supervivencia canónica debe buscarse en eso: en lo que

escribió antes que en el psicoanálisis como terapia, porque ésta agoniza, si no es que ya

está muerta en opinión de este autor.

El escritor le teme a sus precursores como le temería a una inundación, toma una

parte vital de la obra de su antecesor, pero es el todo que persigue lo que constituye su

angustia creadora, la parte faltante que es el reto, ese todo por hacer se convierte en el

obstáculo que aparece como un agente espectral para todo poeta. Sin embargo, esta

metonimia que va de la parte al todo apenas tiene que ser evitada por el lector porque es

en ella donde desea ahogarse, a diferencia del poeta que no puede hacerlo porque si se

ahoga queda solamente como un lector.

Y si Freud es un poeta, un gran escritor, los poetas fuertes crean historias gracias
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a las malas interpretaciones mutuas, que es muestra de su espacio imaginativo, mientras

que los talentos más débiles idealizan las cosas, las figuras de la imaginación se

apropian de lo que encuentran, no sin pagar un alto precio; la apropiación implica las

inmensas angustias de sentirse deudor. Harold Bloom nos aclara que se trata de un tipo

particular de angustia a la que llama angustia de las influencias.

En la escritura hay un enigma en juego que es el enigma de la Esfinge, para los

poetas, no es simplemente el de la Escena Primordial que apunta a los orígenes

humanos, sino el más oscuro enigma de la prioridad imaginativa. No basta con que el

poeta resuelva el enigma; el poeta tiene que persuadirse a sí mismo (y a su idealizado

lector) de que el enigma no habría sido formulado sin él.

Freud sufrió esta angustia y lo advertimos en el no reconocimiento de sus

"padres" o precursores literarios. Cuando los menciona, o incluso los cita, no siempre

les da el merecido crédito. Y por el mismo Freud sabemos que el olvido no libera, todo

precursor olvidado se convierte en un gigante de la imaginación. Según Bloom, Freud

es esencialmente Shakespeare en prosa y su deuda con él es tan inmensa como la

ansiedad que le provocaba darse cuenta de ello. Lo cierto es que Shakespeare está en

mucho de lo escrito por Freud, mucho más presente cuando no lo menciona que cuando

lo cita. La estrategia retórica de Freud, (o mecanismo de defensa si de la vida psíquica

se trata) dice Bloom, para enfrentar la angustia que le provocaban sus grandes

precursores fue la tésera 2: completamiento y antítesis. Él mismo nos lo aclara:

Un poeta antitéticamente "completa" a su precursor al leer el poema padre

conservando sus términos, pero logrando otro significado, como si el precursor


                                                                                                                         
2
La actitud de Lacan respecto a Freud es un ejemplo de tésera, o eslabón. En el sentido de eslabón, el autor posterior

quiere convencerse y convencernos de que el mundo del precursor estaría desgastado si no fuera redimido por él, y

convertido en un mundo nuevamente llenado y ampliado.


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no hubiera ido suficientemente lejos. En los antiguos cultos secretos tésera

significaba "contraseña" para reconocer a los iniciados. De hecho pareciera que

Freud se apropia de sus antecesores en sus propios términos, haciendo ver como

si fueran ellos sus deudores por la doctrina psicoanalítica que retroactivamente le

confiere valor a sus obras. Y sin embargo, como sucede con los más grandes, al

leerlo nos sentimos bajo la influencia de un poderoso intelecto, que mientras más

se acerca a los otros, más diferente de ellos se vuelve.

La misma ambivalencia de amor, gratitud y reconocimiento por un lado y

hostilidad y agresión del otro frente al padre biológico (imaginario o edípico), que frente

al padre literario o precursor. Nietzsche, otro de los precursores freudianos no

reconocido, lo planteó de esta forma, cuando uno no tiene un buen padre, es preciso

que se lo invente.

Más tarde, en el 2004, Bloom llegó incluso a afirmar que nos guste o no, lo

aceptemos o no, todos somos freudianos, y que la influencia de Freud -maestro de

sabiduría- ha sido similar a la de Platón, Montaigne y Shakespeare. El padre del

psicoanálisis es a un tiempo el principal escritor y el principal pensador de nuestro

tiempo: “la mano de la civilización occidental (y de hecho gran parte de la oriental)

tiene cinco dedos heterogéneos: Moisés, Sócrates, Jesús, Shakespeare y Freud” (Bloom,

2004, p. 195).

Graham Frankland (2000, p.175), también opina que Freud es un gran escritor, y

afirma que el autor más citado es, no Shakespeare, sino Goethe, y que la mitad de sus

referencias lo son al Fausto. Seguido muy de cerca este autor por Shakespeare y por

Heine y Schiller. Lo que habla de la cualidad estética de su obra. Para empezar el estilo

mismo de Freud, erudito, clásico, elegante y también íntimo, propio de quien atiende a
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la forma y piensa en su lector todo el tiempo. Su metodología no es científica en el

sentido convencional del término: cita a poetas para fundamentar o justificar sus

descubrimientos, presuntamente "clínicos"; le da categoría de irrefutable prueba a

textos de Sófocles, Shakespeare, Rousseau, Goethe, Ibsen, E.T.A. Hoffmann, Balzac,

Dostoievski, Schnitzler y Strindberg, por sólo mencionar a los principales. Las

alusiones literarias son parte integral, esencial de su obra.

Freud supo conciliar su pasión por la literatura con el íntimo anhelo de

comprender el alma humana (¿no son la misma cosa?) y con sus ambiciones científicas

Freud quería reconocimiento para su obra, sin duda, pero ocurrió que el lenguaje de la

ciencia le resultó insuficiente para decir lo que tenía que decir. El alma no cabe en la

exactitud, su lenguaje es otro. Generalmente se considera al psicoanálisis una rama de la

medicina, sobre todo en los Estados Unidos, y no obstante ahí donde su obra ha tenido

más efectos y producido más comentarios es en los terrenos de la literatura. Pero

además, los textos de Freud que más han interesado a los críticos son aquéllos en los

que no habla directamente de literatura, sino que son literarios en sí mismos. La

interpretación de los sueños (1900) y El chiste y su relación con el inconciente (1905)

parecen ser los más mencionados. Bloom se interesa también por Inhibición síntoma y

angustia, como un sugerente texto de crítica literaria.

Que el lenguaje y el estilo es algo absolutamente importante en su obra, eso ya

lo han señalado muchos: entre otros, Herman Hesse, George Steiner, Stefan Zweig,

Albert Einstein, Lacan mismo. Thomas Mann dijo de Freud que era un artista del

pensamiento y sobre Tótem y tabú (1913) escribió: “Sin lugar a dudas, en términos

estrictamente artísticos, es el trabajo más sobresaliente de Freud; una obra maestra que,

en su estructura y forma literaria se relaciona con y pertenece a los grandes ejemplos del

ensayo alemán” (Frankland, 2000, p. 189).


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La prosa de Freud es lúcida, clara, cuidada en extremo; el lector está presente

en sus páginas todo el tiempo, tiene una empatía con él y es sensible a sus expectativas,

resistencias y grados de interés, se anticipa a sus posibles objeciones; no lo suelta, lo

acompaña, lo seduce, lo compromete, convence. Una de sus argucias es la utilización de

la primera persona del plural, así compromete al lector en su búsqueda. Otra, comenzar

su texto dando la palabra a sus oponentes o a la literatura existente sobre el tema que va

a tratar, como para ganarse la confianza de su lector, y luego de pronto su pensamiento

da un giro de 180 grados y nos dice algo completamente distinto o incluso contrario. Y

una más, compartir sus dudas y rodeos, como si pensara en voz alta frente a nosotros.

Como si su obra fuese un largo viaje y él nuestro guía.

Casi siempre Freud tiene en mente a un interlocutor privilegiado, a Wilhelm

Fliess en La interpretación de los sueños; a Gustav Jung en el Análisis de la fobia de un

niño de cinco años (Caso Juanito); a Oskar Pfister en El porvenir de una ilusión.

Dialoga en sus textos y si ese interlocutor no existe en la realidad, entonces se lo

inventa. La constante utilización de imágenes fluidas, dinámicas y contradictorias (la

ansiedad neurótica, escribe en Tres ensayos para una teoría sexual (1905), es a la libido

como el vinagre al vino), de hermosas metáforas es otra de sus estrategias literarias que

le permite conceptualizar, justamente, los elusivos y ambivalentes conflictos y procesos

psíquicos.

Una imagen que utiliza mucho para referirse al íntimo conflicto es la militar,

habla de batallas que se ganan, del superyó como fortaleza en una ciudad conquistada.

El yo vasallo, monarca y esclavo al mismo tiempo. Y otra, por supuesto, la

arqueológica -ruinas antiguas, fragmentos. No pocas veces alude a las distintas capas

de civilización que sostienen a la eterna ciudad de Roma para hablar de los distintos

períodos históricos y también de las distintas fases de nuestro desarrollo psicosexual, de


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nuestra vida. Por no mencionar las muchas metáforas y conceptos que toma de la

mitología clásica misma. La obra de Freud está sembrada de ríos, viajes, trenes,

ciudades imaginarias, ruinas del pasado, cargas eléctricas, demonios. Muchas veces, al

hablar del texto de una neurosis, emplea metáforas relacionadas con libros. En el caso

de Dora, cuando comparó la transferencia con la nueva edición de un texto antiguo.

Escribe “¿Qué son las transferencias? Son reediciones, recreaciones de las mociones y

fantasías (…). Son entonces, para continuar con el símil, simples reimpresiones,

reediciones sin cambios” (Freud, 1905, p. 134).

Ser escritor, ser reconocido como escritor -Dichter- fue siempre una de las más

ardientes (y secretas) fantasías de Freud. Ya el 16 de junio de 1873, apenas cumplidos

los 17 años, le escribía a su amigo Emil Fluss:

Excelente, finalmente, me lo pusieron en el trabajo en alemán (…). Mi profesor

me dijo, entre otras cosas -y él es la primera persona que se atreve a decirme

esto- que tengo lo que Herder llama tan elegantemente un estilo idiomático, esto

es, un estilo correcto y característico al mismo tiempo. Me quedé sorprendido

por este hecho increíble y no he vacilado en propagar tan feliz acontecimiento, el

primero en su especie. A usted, por ejemplo, que hasta ahora tampoco se había

dado cuenta de que se está carteando con un gran estilista alemán. Le aconsejo

como amigo, no como interesado, que conserve mis cartas, que las encuaderne,

que las cuide, pues nunca se sabe lo que pueda pasar (Freud, 1992, p. 145).

Freud ya era un novelista, un escritor. Un año antes había escrito a su amigo,


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Estaba junto a la ventana esperando a que apareciera la cabeza rubia con

los grandes ojos interrogativos. No tardé en verla y, pese al ruido

extremo, no aparté ni un momento la mirada de ella. El viento despeinó

sus cortos y espesos rizos rubios; y así pasaron dos horas como dos

minutos. Después ella retiró la cabeza y sólo la veía cuando una estación

quedaba en el lado donde nosotros dos estábamos sentados junto a la

ventana. El tiempo, sin embargo, no pasó para mí menos agradablemente

por este motivo. Seguía esperando, y mientras tanto pensaba en Friburgo.

Hasta ese momento no tuve tiempo de hacer un repaso de esas seis

semanas. Así llegué a Viena. Vi a la madre nerviosa y a la niña rubia una

vez más y me juré prestar atención por si las volvía a ver en el hormigueo

de Viena. Así termina mi pequeña novela.

No sólo el estilo mismo de Freud habla de sus cualidades literarias, ya entonces

y a lo largo de toda su obra. Algunos de sus casos más famosos están basados en el

encuentro no con una persona sino con un texto, lo que también habla de sus

ambiciones. Cuando en 1910 Freud leyó Memorias de un enfermo de nervios de Daniel

Paul Schreber, produjo sus páginas sobre la psicosis sin saber siquiera si Schreber

estaba vivo o muerto. Está también su texto sobre Leonardo da Vinci que se basó, creía

Freud, en una auténtica biografía, sin advertir que su fuente de información principal era

una novela acerca de Leonardo escrita por Merezhkovski. Más aún, no hay tal buitre en

los recuerdos infantiles de Leonardo, el traductor al alemán del texto en el que se basó

Freud mal tradujo la palabra nibio; lo que en realidad quiere decir cometa o papalote

(Frankland, 2000, p. 203). En su estudio sobre Leonardo, Freud no es sólo un crítico

literario que analiza el texto de una memoria infantil, sino que es creador de un texto
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completamente nuevo. Se le ha criticado, ya lo decíamos antes, por considerar

neuróticos a los artistas, y sin embargo ocurre lo contrario: para Freud sus pacientes son

casi artistas sin espectadores. En toda la obra freudiana la palabra retiene los poderes

mágicos que le atribuyen los hombres primitivos, los neuróticos y los niños, y que

Freud ya apuntaba en 1890 (p. 233); la palabra es el vehículo de sanación. La palabra es

bálsamo y también arma mortal, da vida y da muerte. También se ha señalado la

influencia de la exégesis talmúdica en su obra -Freud es el último de los talmudistas,

decía Kafka, otro talmudista- lo que es cierto y tan importante, que merece un ensayo

aparte; sólo un judío pudo haber inventado el psicoanálisis. Y recordemos que recibió el

Premio Goethe en 1930, un premio literario, no por sus hallazgos clínicos.

Hay quienes piensan que el psicoanálisis es una versión tardía, no de la filosofía

o la religión sino de los modos antiguos, hebraico y helénico de especulación, o que

deriva en parte del paradigma de la crítica literaria, pero es necesario aclarar que Freud

no fue psicoanalista toda su vida. En su primera juventud sus intereses eran humanistas,

luego fue médico y al psicoanálisis llegó a raíz de la muerte de su padre -una gran

crisis- hasta la cuarta década; su obra anterior versó sobre fisiología y medicina, Freud

fue neurólogo. Ya padre del psicoanálisis, se fue distanciando poco a poco de las

cuestiones clínicas para regresar a los temas culturales -de la biología al estudio del

alma, recordemos que recibió el Premio Goethe en 1930, un premio literario.

Mi interés luego de un largo détour en las ciencias naturales, la medicina y la

psicoterapia, volvió a los problemas culturales que tanto me habían fascinado

largo tiempo atrás, cuando era un joven apenas con la edad necesaria para

pensar; escribió cuatro años antes de morir en la adición que hizo a su

presentación autobiográfica de 1925 (p. 289).


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La técnica analítica es creación literaria.

No es entonces difícil de aceptar que la técnica analítica también está

determinada por el paradigma de la creación literaria. El relato inicial del analizante es

incoherente, fragmentario y confuso, cuando es ya capaz de contarse una historia y

otorgarle sentido, un sentido desde la transferencia el análisis ha comenzado.

Se trata entonces no de recordar sino de construir, crear un nuevo texto

con significado para ambos, analista y analizante. No importa si lo que se dice es

verdad o mentira en términos de la experiencia vivida, de los hechos, no importa si las

cosas ocurrieron así o no; en psicoanálisis importa lo que se dice -lo que cura es la

narración misma (la nueva creación) -la realidad psíquica (fantasma, fantasía) bajo

transferencia, la objetiva (si existiera) no cuenta de la misma forma. Y en esa narración

la escucha analítica es esencial. Freud es el autor o co-autor de las historias de sus

analizantes. Las interpretaciones y construcciones son una suerte de resultado artístico

cuyo efecto es también estético.

La participación de Freud en la narración de la historia de sus pacientes, tiene

más que ver con la soberanía de un autor que nunca dejó de serlo.

Es el caso de sus especulaciones más radicales; como su formulación sobre la

pulsión, el parricidio –al que llamó mito científico- para dar cuenta del origen del

hombre en la cultura (leyes, lenguaje, culpa) como lo propone en Tótem y tabú (1913).

O su ensayo Moisés y el monoteísmo (1939), en el que afirma que el padre de los judíos

era egipcio.
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La pulsión de muerte no es ninguna necesidad íntima para mí, representa sólo

un supuesto ineludible por motivos biológicos y psicológicos. De ello se desprende

todo lo demás. Mi pesimismo me parece, por tanto, un resultado; el optimismo de los

demás, una hipótesis -escribió Freud. (Domínguez, 200, p.167).

Mitos como el de Edipo, Narciso, Eros y Tánatos, Ananké, ejercieron una

creciente influencia en la formulación de su teoría. En El malestar en la cultura (1929),

Freud produce otros dos mitos, casi sin querer.

El hombre -escribe- apagaba el fuego orinando sobre él y sentía placer

homosexual por el poderoso simbolismo que el acto encierra. El primer hombre

que renunció a este placer pudo controlar el fuego y lograr un avance cultural de

primera importancia. Las mujeres se convirtieron en guardianas del corazón

doméstico por su incapacidad anatómica para caer en esa tentación.

Luego, en Sobre la conquista del fuego (1932), acude a los mitos de Prometeo,

el Ave Fénix y Hércules en su lucha con la Hidra de Lerna como evidencias para sus

hallazgos. Otro mito (1929), es el de la adopción de la postura erecta como origen de la

cultura; cesó entonces el periódico estímulo del olfato, y eso significó también un

avance civilizatorio.

A Freud no le preocupa que lo que dice pueda o no ser comprobable porque los

suyos no son descubrimientos sino construcciones. Y es que sobre los orígenes y sobre

los finales no tenemos sino mitos, nada que se pueda ni comprobar pero tampoco

refutar. Por no hablar de los muchos huecos, brechas imposibles de conocer, recordar o

relacionar entre sí, que se llenan vinculando con imaginación los fragmentos de
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evidencia con los que contamos, a fin de lograr un todo que tenga sentido, en 1932

escribió a Albert Einstein

Acaso tenga usted la impresión de que nuestras teorías constituyen una suerte de

mitología, y en tal caso ni siquiera una mitología alegre. Pero ¿no desemboca

toda ciencia natural en una mitología de esta índole? ¿Les va a ustedes de otro

modo en la física de hoy? (p. 183).

El (no) tiempo del Inconsciente.

En la explicación que nos da Julia Kristeva (1996, p. 205), la interpretación

analítica también aparece como una versión laica del perdón, per-dón, per-dón, en el

cual ella ve no sólo una suspensión de juicio (sin olvido), sino una donación de sentido

más allá del juicio. El perdón suspende juicio y tiempo, apuesta por un nuevo punto de

partida, un nuevo horizonte de sentido. Entre el suicidio y el asesinato (manifestaciones

extremas de Tánatos) contamos con el perdón (1996, p. 205). Lo mismo ocurre en la

literatura.

El perdón en psicoanálisis, más allá del juicio, sería una construcción entonces,

o una interpretación que restituye el sentido, sobre todo, del sufrimiento humano. Y si

proviene del amor, esta interpretación suspende el tiempo de los castigos y de las

deudas. Así, tomada desde el perdón, la culpa aparece como una incompletud, una

insuficiencia de amor. Al hacer hablar, y escuchar al inconciente, se le otorga sentido a

aquello que antes no lo tenía, pues es justo la ausencia de sentido lo que se vive como

malestar -dice Kristeva. Para esta autora el aparato psíquico es una construcción teórica

irreductible al cuerpo, si bien está sometida a exigencias biológicas su fundamento se

encuentra en las estructuras del lenguaje.


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El per-dón no me es dado por otro: el analista, soy yo quien me per-dono con la

ayuda del otro (analista) fundándome en su interpretación y en su silencio (en su amor)

para dar sentido a lo insensato que me aflige. (…) El per-dón -es decir el don de la

significancia en el interior de la transferencia- sería entonces la economía interna de la

palabra analítica. (Kristeva, 1995, p. 135).

Sólo con él fuera-del-tiempo del inconciente y el per-dón podemos explorar la

intimidad, la intimidad, lo más profundo y singular de la experiencia humana se

despliega en la experiencia imaginaria, sobre todo en la literatura. Julia Kristeva

propone, como muchos otros actualmente, la rehabilitación de lo sensible.

Antes de Freud ese (no) tiempo inaudito que caracteriza al inconciente no había

sido observado por filosofía alguna. Mientras que la existencia humana está ligada al

tiempo -habitual, familiar, cotidiano- la experiencia analítica nos reconcilia con aquel

fuera-del-tiempo de la pulsión y particularmente de la pulsión de muerte. Y sí, hemos

de reconocer e integrar a la muerte en el interior de la vida misma y sus procesos, no

como la conclusión de un recorrido lineal, el fin de la vida, sino como parte suya que es,

la parte que le da sentido. Vida y muerte no se oponen, sino que necesariamente

coexisten en inevitable tensión.

Algo de pronto fuerza a interrumpir un tempo (de vida, de historia), tiempo de la

conciencia, horizontal; ese algo que irrumpe constituye lo singular. De pronto se rompe

la habitual cadena de causas y efectos, sufre una interrupción, salta un eslabón y así, tras

la memoria voluntaria, emerge otra memoria, una memoria de otra naturaleza, extraña

memoria -me moría- (que es a un tiempo promesa), “Articular históricamente lo pasado

no significa conocerlo "tal y como ha sido". Significa adueñarse de un recuerdo tal y

como relumbra en el instante de un peligro” escribió Benjamin, haciendo eco sin querer

a lo dicho por Freud (1973, p. 195).


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Se produce entonces una iluminación, un fugitivo, evanescente relampagueo.

Queda el resplandor. Resonancia. A este tiempo que irrumpe, que asalta e interrumpe el

curso habitual de las cosas, Nietzsche lo llamó eterno retorno (de lo mismo pero a otro

lugar, un lugar distinto): y Proust memoria involuntaria. Es la repetición freudiana,

tiempo que insiste.

(No) tiempo del alma, tiempo del inconciente, tiempo presente de las cosas

pasadas, tiempo de la pulsión, pulsión de muerte. Un tiempo distinto al de la razón

clásica; un tiempo que hemos de construir. No se trata entonces de recordar el pasado,

sino de construir un contexto en el cual algún fragmento suyo, que no ha pasado, que

sigue vivo puesto que insiste y nos afecta, sea escuchado e integrado al presente. Lo

modifique. La sabiduría de Freud, un saber más allá de los escombros, de las ruinas que

ha dejado el agotamiento del saber clásico de la razón en la modernidad, es un saber de

la crisis, saber de la caducidad o precariedad, no se limita a mostrar la disolución el fin

de los fundamentos del lenguaje de la razón, ni tampoco a lamentarse por ello. Sino que

enfrenta la crisis del hombre moderno con una nueva representación y con un nuevo

lenguaje capaz de incluir lo que resultaba irrepresentable, indecible.

De otro modo dicho: la muerte de Dios formulada por Nietzsche, en la

modernidad significa que ya no existe una única Verdad, así con mayúscula, que

articule en un todo coherente y pleno de sentido la experiencia humana; que hay tantas

verdades, relativas y parciales como interpretaciones o relatos sobre lo mismo. Son

como diferentes borradores de un texto literario y también como sus distintos lectores,

cada uno de los cuales lo interpreta de distinta manera. Incluso un mismo lector de un

mismo texto halla en cada lectura algo distinto. Estamos desamparados, somos

inocentes sí, pero también responsables.


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Freud era conciente de su poderosa imaginación y de cómo ésta intervenía en la

narración que hacían los pacientes de sus casos, cómo llenaban los huecos de su

memoria; en la invención misma del psicoanálisis, teoría y práctica. En 1934 en la

correspondencia editada por Ernst Freud, advierte a Arnold Zweig contra su intento de

escribir una biografía sobre Nietzsche, “Ahí donde entre historia y biografía hay una

brecha infranqueable, el poeta puede tratar de adivinar qué sucedió. Y colonizar la tierra

despoblada con criaturas de su imaginación” (1970, p. 67).

Mundo imaginal

Pero hay más. Henry Corbin (1996, p. 154) nos recuerda que entre el mundo

inteligible y abstracto de las ideas o mente y el mundo físico de las sensaciones o

cuerpo, existe otro mundo, un continente perdido para la visión científica y positivista.

La filosofía occidental, es cierto, no admite más que dos fuentes de conocimiento: la

percepción sensible que aporta los datos llamados empíricos y los conceptos del

entendimiento, el mundo de las leyes que rigen esos datos empíricos; el vacío que

queda entre ellos lo han ocupado los poetas. Ahí habita la imaginación activa -lo irreal,

lo mítico, lo maravilloso, la ficción. Lo que no puede o podía reconocer una filosofía

racional y razonable es que esta imaginación tiene una función cognoscitiva que le es

propia, y que nos da acceso a una dimensión del ser que sin ella queda cerrada y

prohibida. Este mundo imaginal 3 -mundo del alma- un mundo creado por y a través de

la imaginación activa y del cual ésta es, a su vez, el órgano de percepción, anuda y

procesa ideas y sensaciones, les otorga sentido. Imaginal no es lo imaginario, lo irreal,

eso puede ser inofensivo; lo imaginal nunca lo es. Porque se nos ha dicho que la mente

piensa y el corazón siente, confundimos lo imaginal con lo interno y subjetivo y lo real

                                                                                                                         
3
A este mundo imaginal, mundo intermedio entre ideas y sensaciones, lo encontró Corbin en Irán.
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con lo externo y objetivo; creemos que la imaginación nos aleja de ambos. Cuando es

justamente a través de las imágenes que conocemos; cuando la inteligencia radica en el

alma, el alma imaginal a que nos refiere Corbin.

Con Freud sabemos que el alma es una estructura de sentido, que ella, la

psique, otorga significado a sensaciones (físicas) e ideas (mentales), las vincula; lo

que tiene lugar en el corazón -Sol microscópico en el pecho- no es ni cierto ni

histórico, sino puro deseo (palabras) e imaginación (imágenes). El corazón -animal

ardiente y amoroso, rebosante de formas imaginativas es el lugar de la verdadera

imaginación; su actividad característica no es el sentimiento, sino la vista. Los

sentimientos son secundarios; son influjos divinos -decía Blake- que se desplazan a

través del corazón en compañía de las imágenes. Decir esto no es ninguna novedad, ya

en el mundo antiguo percibíamos la realidad con el corazón, conectado directamente a

las cosas por medio de los sentidos. Aristóteles no pone en duda la dicotomía platónica

entre cuerpo y alma, sin embargo habla del pneuma fantástico, aparato que les sirve de

intermediario. Es tan sutil (está hecho de la misma materia que las estrellas), que se

acerca a la naturaleza inmaterial del alma, pero a un tiempo puede entrar en contacto

con el mundo sensible. Sin este pneuma astral, cuerpo y alma serían completamente

inconcientes y ciegos uno del otro, de sus respectivos reinos. El alma transmite al

cuerpo vitalidad y movilidad a través de este aparato que está ubicado justo en el

corazón. Y por su parte el cuerpo, ventana al mundo mediante los cincos sentidos, envía

sus mensajes directo al corazón, que se encarga de codificarlos para que el alma los

pueda comprender.

Bajo el nombre de fantasía, o sentido interno, el espíritu sideral transforma los

mensajes de los cinco sentidos en fantasmas perceptibles para el alma (Culiane, 1999, p.

235).
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El alma no puede comprender nada sin fantasmas.

El término griego que designa la percepción o la sensación es áisthesis o estética

que significa originalmente belleza, no como mero atributo de la apariencia, es la

apariencia misma. Es la manera que tienen los dioses de conmover nuestros sentidos,

alcanzar nuestro corazón y acercarnos a la vida. Es inspiración, quedarse sin aliento, esa

exclamación que produce el asombro ante las maravillas del mundo: una respuesta

estética ante la imagen que se nos presenta. El corazón era el órgano de la sensación y

también de la imaginación; hogar de las imágenes, del ángel necesario: teofanía,

epifanía de la verdad y lo bello; el ángel: ícono del instante. Su función era estética, y

ver al mundo, sentirlo e imaginarlo no eran cosas distintas, no estaban separadas.

Pensar con el corazón es reaccionar, responder a la voz de las cosas; y por esta

respuesta es que reconocemos la salud del alma.

La tarea cognoscitiva no consiste en comprender con la cabeza el significado de

las cosas, sino en percibir, ser sensibles a sus detalles. Para los neoplatónicos la belleza

es simplemente manifestación, apariencia, revelación de fenómenos, la aparición del

anima mundi, la voz de las cosas. Si no hubiera belleza (o apariencia o manifestación),

los dioses, las virtudes y las formas no podrían ser revelados. La áisthesis -percepción

por medio de los sentidos, el yo o la piel del alma- es nada menos que nuestra forma de

conocer el mundo; la manera que tienen los dioses de conmover nuestros sentidos y

acercarnos a la vida. Cuando el corazón deja de conmoverse, cuando el corazón está


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anestesiado -deserotizado, diría Julia Kristeva- eso es el mal y la fealdad. El corazón

quiere que lo toquen, lo provoquen, pide que el mundo lo toque con sus sabores,

sonidos, colores, formas, olores; áisthesis: tocado por la imagen.

Benjamin (1990), siguiendo a Platón en El Banquete “la verdad es contenido

esencial de la belleza, y la verdad misma es tenida por bella”, también vincula verdad

y belleza:

Su brillo (de lo bello), que seduce en la medida en que pretende ser mera

apariencia, desencadena la persecución del intelecto y sólo revela su inocencia

cuando se refugia en el altar de la verdad. Eros lo sigue en esta fuga, no como

perseguidor sino como amante, de tal modo que la belleza, en razón de su

apariencia, siempre huye doblemente: del que utiliza el intelecto, por temor; y

del amante, por angustia (p. 168).

Estética es entonces una palabra que en griego significa sensibilidad; antes que

belleza, es mera percepción, y percibimos las cosas con nuestros sentidos físicos, con el

yo, el yo freudiano, la piel del alma, y entonces las pensamos y les damos sentido en el

corazón y alma, no en la mente que apenas si es un fragmento suyo.

Conocimiento y verdad.

El arte es verdadero, el arte es vía del saber. La verdad se encuentra en el arte,

no en el pensamiento científico que es mera acumulación de datos e información.

Verdadero es lo que se cuenta de uno en uno, siempre lo singular y único. Y lo singular

es justamente aquello que nos sorprende, nos confunde y deja descolocados ahí donde

esperábamos hallar cobijo cotidiano. Creemos que cualquier dato genera de suyo
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verdadero conocimiento, o bien que la conciencia en cualquier situación puede ser

sujeto receptivo de conocimiento.

El error -dice Eugenio Trías (2006, p. 127) consiste en concebir un sujeto

abstracto, universal y necesario, que al parecer experimenta una no menos

abstracta, por universal y necesaria, experiencia. Lo que hay ahí no es ni verdad

ni real conocimiento, sino únicamente información.

De hecho sólo empieza a haber conocimiento verdadero cuando el sujeto deja de

poner atención a la información, a los datos. Dicho de otro modo, es justamente el dato

aquello que impide el conocimiento. Hay conocimiento, por lo contrario, cuando se

desprende una particularidad de eso general dado; hay conocimiento cuando algo

ocurre al sujeto receptivo, abierto, siempre pasional que no pasivo, y sufre una incisión

de la cosa: suceso singular, único e irrepetible. El problema del conocimiento es

entonces un problema estético, un problema de percepción. Algo que pasa por el alma o

por el cuerpo del sujeto pasional constituye la materia prima de la obra artística. La

pasión, entonces, lejos de ser ciega, es premisa de lucidez. El verdadero conocimiento

es siempre intersubjetivo. Nunca objetivo.

La verdad, manifestada en la danza que componen las ideas expuestas, se resiste

a ser proyectada, no importa cómo, en el dominio del conocimiento. En 1930 escribió

Freud a su amigo Oskar Pfister, filósofo, teólogo, pastor protestante:

Puedo imaginarme que hace varios millones de años, en el período triásico

todos los grandes -odontes y -terios estaban muy orgullosos del desarrollo del

género de los saurios y sólo Dios sabe el grandioso futuro que esperaban para
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ellos. Y luego se extinguieron, con excepción del infeliz cocodrilo. Usted

objetará: "Estos saurios no pensaban seguramente así, sólo pensaban en comer;

pero el hombre tiene el espíritu que le da el derecho de pensar y creer en su

futuro". Pero con el espíritu hay algo muy especial: ¡se sabe tan poco de él y de

su relación con la naturaleza (…)! Yo tengo mucho respeto por él, pero ¿se lo

tiene también la naturaleza? Es sólo un fragmento de ella, y el resto parece

podérselas arreglar muy bien sin este fragmento ¿Se dejará influir realmente en

forma notable por consideración al espíritu? ¡Digno de ser envidiado el que sepa

algo más preciso que yo! (Domínguez, 2000, p. 79).

Friedrich Nietzsche también dijo lo mismo a su manera. Con un texto suyo de

1873, pero publicado como póstumo treinta años después, concluyó esta cuestión,

En algún apartado rincón del universo centelleante, desparramado en

innumerables sistemas solares, hubo una vez un astro en el que animales

inteligentes inventaron el conocimiento. Fue el minuto más altanero y falaz de la

"Historia Universal": pero a fin de cuentas, sólo un minuto. Tras breves

respiraciones de la naturaleza el astro se heló y los animales inteligentes

hubieron de perecer.

Alguien podría inventar una fábula semejante pero, con todo, no habría

ilustrado suficientemente cuán lastimoso, cuán sombrío y caduco, cuán estéril y

arbitrario es el estado en el que se presenta el intelecto humano dentro de la

naturaleza. Hubo eternidades en las que no existía; cuando de nuevo se acabe

todo para él no habrá sucedido nada, puesto que para ese intelecto no hay

ninguna misión ulterior que conduzca más allá de la vida humana (1986, 84).
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¿Cómo podría estar la verdad en lo que percibimos mediante la razón?, si la

palabra no es sino la reproducción en sonido de un impulso nervioso, una intuición

originaria, metáfora intuitiva, única y singular. El hombre, en su afán de verdades, de

inmediato generaliza y convierte esa palabra en concepto, una abstracción que

necesariamente equipara a los no iguales. El concepto no sirve a la experiencia singular

y única a la que debe su origen, sino que debe expresar al mismo tiempo muchas

experiencias distintas; el concepto, que pertenece al recinto de la razón, volatiliza las

metáforas en un esquema. Todo concepto es entonces el residuo de una metáfora, pero

eso es preciso olvidarlo. Olvidar que la metáfora no es que más que metáfora, y no la

cosa misma.

El intelecto del hombre, el ser más infeliz, delicado y efímero, es tan sólo un

medio de conservación, un recurso de sobrevivencia en sociedad y se desarrolla

fingiendo, fingiendo, justamente, que el concepto no es sino un residuo de metáfora

sirve al hombre para designar las relaciones de las cosas con respecto a los hombres,

pero que la metáfora no es la cosa misma. Ésta, la "cosa en sí" (la verdad pura, sin

consecuencias) -insiste Nietzsche- es inalcanzable y hasta indeseable porque separa,

porque no une socialmente. El origen del lenguaje no está en la lógica entonces, sino

en la imaginación, el origen del conocimiento no está en la razón sino la capacidad

humana de crear metáforas. Ahí está la raíz del impulso a la verdad. El material de la

verdad humana no procede, en ningún caso, de la esencia de las cosas.

¿Qué es entonces la verdad?, una hueste en movimiento de metáforas,

metonimias, antropomorfismos, en resumidas cuentas, una suma de relaciones humanas

(…); las verdades son ilusiones de las que se ha olvidado que lo son.

Y es que para existir, la sociedad establece un compromiso: ser veraz, es decir,


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utilizar metáforas habituales, desgastadas de tanto uso, para que sus miembros

permanezcan vinculados. Y eso es necesario. Porque el hombre se olvida de sí mismo

como sujeto y, por cierto, como sujeto artísticamente creador, vive con cierta calma,

seguridad y consecuencia.

Así, el edificio de la ciencia se levanta sobre un olvido: la ciencia olvida que la

metáfora no es la cosa, y que los conceptos no son sino residuos de metáforas

originales, repetidas interminablemente en aras de estabilidad y cohesión social. Una

ilusión. El hombre es proclive a dejarse engañar, y está como hechizado por la mentira

porque le es cómoda. Razón, intelecto, conceptos, todo esto es necesario porque

vincula, mantiene unidos a los hombres; el problema está en que se olvida que los

logros del intelecto son una ilusión, necesaria ilusión.

Y sin embargo los conceptos no logran sujetarlo o domarlo, porque es

fundamental en el hombre, el impulso hacia la construcción de metáforas busca un

nuevo campo para su actividad y otro cauce y lo encuentra en el mito, en la creación

artística. Ahí confunde sin cesar, introduce nuevas extrapolaciones, metáforas y

metonimias, quiere configurar el mundo del hombre despierto haciéndolo irregular, tan

inconsecuente, tan inconexo, tan encantador y eternamente nuevo, como lo es el mundo

de los sueños.

La vía del conocimiento verdadero es entonces el mito, el arte, “Si cada árbol

puede hablar como una ninfa, o si un dios, bajo la apariencia de un toro, puede raptar

doncellas” dice Nietzsche (p. 103), entonces todo es posible en cada momento, como

en sueños. No el concepto entonces, sino la intuición que lleva, no a las abstracciones

sino a la claridad, animación, liberación; a lo único y singular. Lo verdadero.

Tanto la razón y ciencia cuanto intuición y arte son necesarios, sin los conceptos

no habría relaciones sociales, nada que vincule a los hombres entre sí, sin la
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inteligencia (que finge) no habría posibilidades de sobrevivir, de acuerdo; pero

también es cierto que sin la intuición y arte no hay conocimiento ni verdad. El punto

es no olvidarlo, no confundir a la metáfora con la cosa misma.

Si decimos que la verdad es aquello que tiene efectos, ya estamos en los

terrenos de la ética, mientras que el conocimiento del que hablamos en las ciencias

exactas es mera acumulación de información sustituíble de acuerdo a los nuevos

hallazgos.

La verdad es singular, cuenta de uno en uno y no admite, como la ciencia,

generalizaciones -ni Cervantes ni Shakespeare sustituyen a Homero. El arte es

verdadero y permanece, la ciencia es histórica y sustituíble por nuevos descubrimientos;

sus abstracciones, residuos de metáforas.

Una mala traducción.

De otra parte, nos aclara Bruno Bettelheim (1983, p. 255), judío vienés de clase

media como Freud, que en la cultura alemana existían entonces y siguen existiendo dos

formas de conocimiento, ambas llamadas "ciencias": Wissenschaften. Se trata de las

ciencias naturales -Naturwissenschaften- que buscan y se basan en leyes universales,

entre las que encontramos a las matemáticas por supuesto, y en eso pensamos cuando

escuchamos la palabra "ciencia". Las otras, las también llamadas ciencias exactas, lo

son del espíritu -Geisteswissenschaften- y su contenido y método son muy distintos de

aquellos de las primeras, ya que sus objetos de estudio son cada uno un acontecimiento

singular, y su método es el de la historia; en el mundo germano y en la Viena de Freud

a ellas pertenece la psicología, que de hecho es una rama de la filosofía. En 1927, en el

apéndice a Análisis profano, Freud habría de insistir en que el psicoanálisis era una

parte de la psicología, pero no de la psicología médica en el sentido convencional o


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estadounidense del término, ni tampoco de la psicología de los procesos patológicos;

es psicología a secas -afirmó.

Lamentablemente quienes no podemos leerlo en alemán nos perdemos no sólo

de los alcances de su prosa (magistral y a menudo poética, dicen quienes si pueden),

sino incluso del sentido o significado real de sus conceptos. Lo más importante se

pierde cuando el estilo de Freud se convierte en una prosa científica común. A una

mala traducción de Freud, sobre todo al inglés, le debemos mucha incomprensión

sobre lo que dijo. En los Estados Unidos, ocurrió lo que él mismo advirtió cuando se

refería a la sexualidad: “Pero no quise porque prefiero evitar concesiones a la cobardía.

Nunca se sabe adónde se irá a parar por ese camino; primero uno cede en las palabras y

después, poco a poco, en la cosa misma” (1921, p. 235).

El alma rechaza la exactitud, es ambigua (algo que el idioma alemán permite) y

se expresa en metáforas y símbolos (como la literatura).

Bettelheim nos dice que una verdadera comprensión del psicoanálisis requiere

no sólo entendimiento intelectual, sino también una respuesta emocional simultánea:

sólo una metáfora bien lograda consigue ambas cosas. Y señala muchos conceptos que

al estar mal traducidos conducen a conclusiones erróneas sobre el hombre que fue Freud

y también sobre el psicoanálisis. La peor traducción es sin duda la inglesa, que se

apega a la primera etapa de su pensamiento, más médico y científico y desatiende al

Freud maduro, un hombre mucho más humanista. Psique, alma en griego, es die Seele

en alemán, y no mente o mind, como pretenden en inglés. Tampoco es lo mismo sentir

nostalgia, o querer regresar al mutter womb, las entrañas de mamá, que al útero. Ich es

"yo" y no el abstracto y lejano ego, trieb es pulsión y jamás instinto -éstos son sólo

algunos conceptos mal traducidos con radicales consecuencias, hay muchas más. La
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versión en español de López Ballesteros, sin tampoco ser totalmente fiel a su

pensamiento, sí conserva el aliento humanista de Freud, y algo de su persuasiva prosa.

Lo que nos propone Freud -a quien le gustaba que le llamaran médico de almas-

insiste Bettelheim es un viaje espiritual de autoconocimiento.

 
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Referencias

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Jesús Manuel Ramírez Escobar


jemaraes@gmail.com
Nudos y suplencias, una ruta posible para la psicosis

Resumen

El presente trabajo versa acerca de la conformación de un lazo social en la

psicosis y de las dificultades que ello comporta. Para realizar lo anterior, el eje de

trabajo será la elaboración desplegada por Lacan al respecto de las psicosis hasta llegar

a la noción de suplencia, un concepto diferente al de estabilización, como veremos en el

inicio del trabajo estructuralista de Lacan en los años cincuenta. Posteriormente, se toca

la pertinencia de la topología desplegada por Lacan en los años setenta en lo que

podríamos llamar una clínica del nudo borromeo, la cual abre nuevas vías para una

clínica diferencial, para así llegar a preguntarnos sobre el lugar del analista en la

dirección de la cura acerca de la constitución de un lazo social al final del análisis.

Palabras Clave: Psicosis, Estabilización, Suplencia, Nudo Borromeo, Metáfora Paterna

Knots and Supplementations, one Possible Route for Psychosis

Abstract

This work focuses on the creation of a social bond in psychosis and the ensuing

difficulties. To do so, the axis of the development work will be deployed by Lacan

about the psychosis until up to the notion of “supplementation”, a different concept than

stabilization, as we shall see in the beginning of the structuralist work of Lacan in the
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fifties. Later, he touches the relevance of the topology deployed by Lacan in the

seventies in what we might call a clinic Borromean knot, which opens new avenues for

asking about the place of the analyst in the direction of the cure about the establishment

of a social bond in the final analysis.

Keywords: Psychosis, Stabilization, Supplementation, Borromean Knot, Paternal

Metaphor
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Jesús Manuel Ramírez Escobar


Estudiante maestría en Psicoanálisis
Universidad de Buenos Aires, Argentina

Nudos y suplencias, una ruta posible para la psicosis

Los tres registros: una introducción

La locura es un evento marginal, que el psicótico no hace lazo social como los

demás es algo que constatamos cada día: en su autismo, en su soledad, en su ir y venir

por el mundo, en su desinterés de lo que teóricamente debiera de funcionar más o menos

bajo el estándar de la normalidad. Reparar, intentar arreglar esa dificultad inicial siendo

respetuosos con su esfuerzo, es otra concepción del trabajo y de la dirección de la cura

con el psicótico.

Antes de dar inicio, será conveniente desplegar algunos postulados esenciales

que permitan una aproximación más clara a una clínica de la psicosis, partiendo de cada

uno de los elementos que componen la enseñanza de Lacan: los registros real, simbólico

e imaginario.

Aunque Lacan emplea los términos “real”,”simbólico” e “imaginario” desde el

principio de su obra, será en 1953 cuando comenzará a hablar de ellos como registros.

En adelante, ellos se convertirán en el sistema de clasificación fundamental en torno al

cual girará toda su enseñanza, los cuales le permitirán trazar importantes distinciones

entre conceptos que, según Lacan, habían sido previamente confundidos en la teoría

psicoanalítica.

A la altura de su primer seminario sobre Los Escritos Técnicos de Freud, Lacan

(2004), señala la importancia de nombrar tres registros en su enseñanza: “La


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tripartición de lo simbólico, lo imaginario y lo real –categorías elementales sin las

cuales nada podemos distinguir en nuestra experiencia- se sitúa en la dimensión del ser.

Sin duda, no gratuitamente, son tres” (p.395).

Primeramente, hablemos de cada registro por separado a fin de clarificarlos.

La base del orden imaginario es la formación del yo y de la imagen corporal,

derivados de la relación especular de la identificación que procede ante la falsa imagen

de completitud que el espejo devuelve. Imagen que precisa de la mirada del Otro que lo

sostiene, para certificarle que es esa imagen que le cautiva, reenviada por medio de otra

mirada, la que le devuelve algo de lo que él es, claro que a costa de pagar el precio de

una alienación esencial constitutiva: “La alienación es constituyente en el orden

imaginario. La alienación es lo imaginario en tanto tal” (Lacan, 2004, p.210). La imagen

devuelta como íntegra y completa alberga la descoordinación y fragmentación inicial

constitutiva.

Lo simbólico, por su parte, es la red de palabras que alberga y con la que se

construye el entramado social y cultural, red de palabras presente antes incluso del

nacimiento que ubica en un universo simbólico. El sujeto se une a la imagen por

nombres y palabras, esto es, por representaciones lingüísticas con un peso decisivo en

su historia: “La función simbólica constituye un universo en el interior del cual todo lo

que es humano debe ordenarse” (Lacan, 2001, p.51). Es, en definitiva, lo que permite la

comunicación pese al equívoco determinado por la estructura.

Finalmente, lo real sería lo que es imposible de ser simbolizado, es decir, lo que

no puede ser atrapado en las redes del lenguaje; es lo excluido de la realidad psíquica, el

margen que carece de sentido y que no se logra explorar o situar, eso que en la psicosis

retorna en la forma de delirios y alucinaciones: “Encontramos el caso extremo en el


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punto de desencadenamiento de la psicosis cuando lo que está verworfen, o rechazado

de lo simbólico, reaparece en lo real” (Lacan, 2003, p.491).

Lacan, a lo largo de su enseñanza, le dio predominancia a uno u otro registro,

siendo lo real lo que prima en la etapa final correspondiente al período de a su

enseñanza clínica sobre los nudos. Sin embargo, siguiendo a Laurent (2001) a partir del

Seminario XX: Aún, Lacan buscará el aislamiento de cada una de las consistencias de lo

real, lo simbólico y lo imaginario, separadas, y sus posibilidades de anudamiento.

Una vez establecido lo anterior, demos paso al tratamiento de la psicosis en los

inicios de la enseñanza de Lacan.

La Psicosis y su causa

Para Lacan la psicosis tiene un mecanismo de producción particular. Es el

resultado de una forclusión (verwerfung) que afecta a un significante específico, el

Nombre-del-Padre, lo que la sitúa de entrada en relación con la palabra como causa.

El significante Nombre-del-Padre ordena el lenguaje, y con él el mundo y las

cuestiones cruciales sobre la existencia, como son el sexo, la vida y la muerte: “El orden

que impide la colisión y el estallido de la situación en su conjunto está fundado en la

existencia de ese Nombre del padre” (Lacan, 2004, p.139). Dicho significante inscribe

al sujeto en la ley simbólica, a la vez que nombra el Deseo de la Madre, otorgándole

significación fálica. Por tanto, dicha forclusión tendrá como resultado un déficit de la

significación (por ausencia de significación fálica); al fallar la Metáfora Paterna por la

que el niño sustituye el Nombre-del-Padre por el enigma del Deseo de la Madre,

constituyéndose de esta manera el falo como la razón del deseo, y la castración como su

límite y su ley:
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Allí donde el Nombre del Padre falta, este efecto metafórico no se

produce, y no puedo hacer aflorar lo que hace designar la x como el

significante falo. Esto es lo que se produce en la psicosis –en la medida

en que el Nombre del Padre es rechazado, es objeto de una Verwerfung

primitiva, no entra en el ciclo de los significantes, y por eso también el

deseo del Otro, especialmente el de la madre, no está simbolizado

(Lacan, 2003, p.490).

Si en la neurosis el mecanismo de defensa que opera es la represión, en la

psicosis será la forclusión, siendo esto lo que no es susceptible de simbolización y que

por ello retorna en lo real en la manera de delirios y alucinaciones: “Lo que fue

rechazado de lo simbólico reaparece en lo real” (Lacan, 2004, p.71). Además, la

forclusión determinará una regresión tópica al estadio del espejo que aparece en la

clínica en forma de desestructuración imaginaria con el correlato del surgimiento, en lo

simbólico, de un significante recortado de la cadena constituyendo un fenómeno

elemental: “Es una significación que fundamentalmente no remite más que a sí misma,

que permanece irreductible” (Lacan, 2004, p.52). Lo anterior sólo da una muestra de

todos los entramados que el trabajo con psicóticos constata a diario.

Pero hay que saber que la ausencia de la Metáfora Paterna no conduce de

manera automática al desencadenamiento de la psicosis, sino que serán precisas ciertas

condiciones para que ésta surja, las cuales constituyen la coyuntura del

desencadenamiento, definida como aquella situación en la que el psicótico convoca al

Nombre del Padre y lo que le responde es un puro agujero, dado que no puede

responder lo que nunca ha estado.


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Sin embargo, Lacan a la altura del Seminario III (2004, p275) observa una

compensación imaginaria del Edipo ausente como suplencia de ese Nombre del Padre

forcluido. Este puede ser el origen de una clínica de las suplencias en la medida en que

algo de un registro llega a reemplazar el lugar de otro.

Continuando, en el origen del desencadenamiento se encontrará siempre la

presencia de un padre Real; es el momento en el que la suplencia, que hasta ese

momento había funcionado, como remedio del fallo de la Metáfora Paterna, quiebra y

da lugar a la manifestación del delirio y/o de las alucinaciones:

Es preciso que ese Un-padre venga a ese lugar adonde el sujeto no ha

podido llamarlo antes. Basta para ello que ese Un-padre se sitúe en

posición tercera en alguna relación que tenga por base la pareja

imaginaria a-a', es decir yo-objeto o ideal-realidad, interesando al sujeto

en el campo de agresión erotizado que induce. Búsquese en el comienzo

de la psicosis esta coyuntura dramática (Lacan, 1985, p.559).

Esta clínica supone condiciones de desencadenamiento y posibilidades de

estabilización por medio de una nueva creación efectuada para sostenerse tras cada

descalabro subjetivo que supone cada episodio psicótico. El delirio, al que el psicótico

ama tanto como así mismo, es el punto en donde el psicótico “hace algo” con lo que le

retorna de lo real. De ahí que, en términos de la clínica de la psicosis, Lacan plantee

como un momento posible de estabilización en ellas la constitución de una Metáfora

Delirante que supla la Metáfora Paterna fallida:


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Es la falta del Nombre-del-Padre en ese lugar la que, por el agujero que

abre en el significado, inicia la cascada de los retoques del significante

de donde procede el desastre creciente de lo imaginario, hasta que se

alcance el nivel en que significante y significado se estabilizan en la

metáfora delirante (Lacan, 1985, p.559).

Lo anterior, supone que es posible que otros elementos diferentes al significante

del Nombre del Padre puedan actuar como punto de capitón4 desestabilizando el

descalabro imaginario para conformar un nuevo y peculiar orden de significantización

tal y como Schreber, por ejemplo, hizo con su metáfora “ser la mujer de Dios” 5,

plataforma desde la que creó un nuevo orden y otro mundo diferente al anterior, pues él

tampoco era subjetivamente el mismo que antes:

Veremos desarrollarse toda la psicología del psicótico en la medida en

que un término, que sostiene la base del sistema de las palabras a cierta

distancia o dimensión relacional, puede ser rechazado –algo falta, hacia

lo cual tiende desesperadamente su verdadero esfuerzo de suplencia, de

significantización (Lacan, 2003, p.83).

De esta manera la clínica de la suplencia en el caso de la psicosis indica que es

posible compensar, suplir, los efectos de la forclusión del Nombre del Padre, aunque

bajo un mismo registro en déficit.

                                                                                                                         
4
Este hecho liga un significante y un significando con efecto de detener el desplazamiento infinito; es el punto a
través del que se organizará el discurso.

5
Cfr. Freud, S. (1911) Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia (Dementia paranoides) descrito
autobiográficamente AE: XII Amorrortu Editores, Buenos Aires, 2005.
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La pregunta clave es: ¿Se puede restaurar/inscribir lo que nunca hubo en lo

simbólico y que es responsable de la psicosis? Si la psicosis es una catástrofe subjetiva a

la que el sujeto intenta poner remedio, la actitud del clínico será la del respeto a una

creación con la que el psicótico intenta hacer del mundo un lugar habitable,

construyéndose para eso un Nombre del Padre de reemplazo, lo cual no quiere decir que

eso lo saque de la forclusión, sino que allí donde había vacío algo pueda advenir para

taponar y suavizar los efectos de dicha falla primordial, para así lograr que lo que está

suelto y a la deriva en la articulación RSI –que se manifiesta en los fenómenos

elementales, en el ámbito del goce y del cuerpo – pueda atemperarse, con efectos

clínicamente demostrables y subjetivamente apaciguadores, limitando un goce que le

perturba: “La enfermedad mental es seria cuando el sujeto tiene una certeza: es la

enfermedad del Otro no tachado” (Miller et al, 2005, p.430).

Si la psicosis es el fracaso de ese anudamiento de tres registros produciendo un

efecto de intrusión de un registro sobre otro, la suplencia es un remiendo con la firma de

su autor. Pero ya se sabe que las copias no son los originales. Para cada uno la suplencia

válida permitirá hacer algo contra el goce de otro que irrumpe, hecho que se constata en

cada una de las manifestaciones de la psicosis: cuando la cadena significante se rompe y

se desangra en un torrente de palabras sin coagular como evidencia la manía; cuando la

metáfora no existe y la palabra es la cosa como en la esquizofrenia; cuando lo real

inunda todo y hace del cuerpo un espacio de tortura paranoica que se enfrenta con un

delirio persecutorio; y cuando de los túneles por donde el Otro se manifiesta por la ruta

de la certeza de muerte, paliándose con autorreproches como da cuenta la melancolía.

La suplencia, si tiene éxito, contendrá toda esta deriva, ofreciendo una vida un tanto

más soportable.
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El término suplencia tomará en el Lacan de los setenta, una ruta hacia la clínica

de los nudos, porque es a partir de un nudo como Lacan ejemplifica la relación entre los

tres registros que conforman al parlêtre (que ya no sujeto dado que este representa sólo

un efecto del registro simbólico), de ahora en adelante cada registro tiene una

consistencia propia. Este hecho reformula el concepto mismo de estructura a partir de

cada una de las categorías: RSI.

Los tiempos de Lacan

El Lacan estructuralista de los años 50 entendía la psicosis como deficitaria, por

tanto susceptible de compensación. De manera que, suplencia y déficit eran

indisociables en la psicosis. Es el tiempo de la primacía de lo Simbólico sobre lo

Imaginario y lo Real, privilegiando también el Nombre del Padre. Al respecto, Lacan en

su texto sobre La Significación del Falo aclara lo siguiente: “En la estructuración

dinámica de los síntomas en el sentido analítico del término, queremos decir de lo que

es analizable en las neurosis, las perversiones y las psicosis” (Lacan, 1985:p.665). Por

lo que vemos, en este momento, el síntoma cumple una función de metáfora del mismo

lado que las formaciones del inconsciente, es decir que corresponde solamente con los

registros imaginario y simbólico. El esquema de trabajo del síntoma parte del modelo de

la neurosis hacia la psicosis.

Del lado de la neurosis, el síntoma con estructura de metáfora pule de algún

modo los fallos e insuficiencias de la Metáfora Paterna y del Nombre del Padre, y por

ser una salida privilegiada del Edipo no requería suplencia de ningún tipo, pues no había

nada que suplir, era algo logrado en el que el déficit no tenía cabida. Por otra parte, en

las psicosis, en opinión de Lacan, las maneras que podrían suplir la forclusión y su
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resultado (la ausencia del Edipo) estarían del lado de lo imaginario o a través de un

ordenamiento simbólico por medio de la Metáfora Delirante.

Avanzando sobre la concepción del síntoma, en la enseñanza de Lacan vemos un

acercamiento al final de ésta, hacia el síntoma como goce, operando en lo real;

entendiendo que hay un núcleo primario del síntoma cuya satisfacción opera fuera de la

articulación significante y de la significación, es decir, ajeno al saber inconsciente. Esto

llevará a Lacan a pensar la raíz del síntoma como un significante que no produce

significado sino goce; al estar suelto de la cadena no será más un significante sino una

letra de goce. Esta concepción tendrá una manifestación clara en la formulación de la

topología de nudos desde donde se desarrollará en su totalidad la clínica de las

suplencias. Como puede apreciarse, ahora será la clínica de la psicosis la que se aviene

como modelo frente a la neurosis. (Mazzuca et al, 2004)

En los años 70, ya al final de su enseñanza, Lacan usa la teoría matemática de

los nudos, llevando a cabo una reducción gradual de la referencia al padre en el

psicoanálisis, hasta reducirlo por decantaciones sucesivas a un poso mínimo. Al

respecto Miller comenta:

Para un trabajo sobre la psicosis, no es una cuestión sin importancia esta

evolución de la concepción de Lacan, que hace pasar el Nombre del Padre del

status de una piedra angular del orden simbólico al de un suplemento, incluso al

de un síntoma” (Miller, 2006, p.143).

Sabemos que el psicoanálisis surge alrededor de la pregunta sobre el padre.

Lacan aludía que el psicoanálisis nació vinculado a esa cuestión y él la reformula con el

ternario RSI, distinguiendo al padre R al S y al I; extrayendo de esta distinción, a la


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altura de su seminario XXII, la función paterna, que es una función lógica que anuda a

los otros tres registros:

¿Es indispensable esta función suplementaria del padre? Les muestro

que eso podría ser forjado. No es porque ella sería indispensable en

teoría que ella lo es siempre de hecho. Si a ese seminario lo he titulado

los, y no el, nombre del padre, es porque ya tenía algunas ideas de la

suplencia del Nombre del Padre. Pero no es porque esta suplencia no es

indispensable que ella no tiene lugar. Tal vez es porque nuestro

imaginario, nuestro simbólico y nuestro real, en cada uno de nosotros,

están todavía disociados, que es preciso para anudarlos el Nombre del

Padre. (Lacan, 1975)

A lo anterior cabe agregarse el concepto de nominación, que al final de dicho

seminario, en la clase del 13 de mayo de 1975, aparece como demostración de una

suplencia que rebasa el factor netamente simbólico. La nominación se producirá al

redoblarse un registro quedando enfrentado con el redondel que le es equivalente. En

adelante hablará de tres nominaciones que corresponderían a cada uno de los registros

emparejados a la inhibición como nominación de lo imaginario, a la angustia como

nominación de lo real y el síntoma como nominación simbólica. (Lacan, 1975)

Ns   Nr   Ni  

R   I   S   I   R   S  

S   I  
R  
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En adelante, suplencia y Nombre del Padre siempre estarán emparejados, dado

que si existe un fallo en la Metáfora Paterna estructuralmente, la suplencia hará par con

el Nombre del Padre. Sin embargo, debe tenerse en cuenta que, sin el auxilio del

Nombre del Padre como significante, un sujeto puede mantener unidos los registros

evitando un desencadenamiento, instaurándose un nuevo modo de entender la clínica.

La clínica de los nudos, estudiará entonces el modo en que cada ser hablante

anuda los tres registros que lo conforman (RSI), los cuales por estructura estarían

sueltos tanto para la neurosis como para la psicosis y cuya sutura ambos realizan, de

manera diferente, a través de un cuarto nudo siempre presente que Lacan nombrará en el

Seminario XXIII, sinthôme.

Será en dicho seminario, donde Lacan introducirá el síntoma como una de las

formas posibles de anudamiento; la suplencia deja de ser algo exclusivo de la psicosis

para pasar a ser un fenómeno general del parlêtre. Esto implica que suplencia no es ya

lo que responde al déficit del Nombre del Padre del Edipo, sino aquello que mantiene

unidos los tres registros, desanudados de entrada.

La topología del nudo tratará de los procesos de encadenamiento y

desencadenamiento entre los registros, será aquello que condense y localice el goce

como resto de un real perdido, lo que conlleva una redefinición del término síntoma.

Dicho término no será más un intento de desciframiento partiendo desde el Otro. En

adelante el síntoma tomará su referencia de lo real, lo que permite una generalización de

la forclusión incluyendo al síntoma neurótico como la particularidad de un tratamiento

de lo real por el Nombre del padre. El síntoma será una suplencia generalizada para

regular la relación del parlêtre con el goce.

Tanto el psicótico como el neurótico se confrontan a un goce irreductible, bajo

una referencia al vacío de algo que lo simbólico no puede dar cuenta, a la inexistencia
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de la relación sexual, un defecto irreductible. Esta forclusión generalizada abrirá

también una perspectiva hacia un delirio generalizado puesto que las diferentes

estructuras clínicas se articularán alrededor de un agujero. Pese a eso, la neurosis estará

protegida de la experiencia enigmática, que invade al psicótico, por la significación

fálica que le permitirá el ciframiento del goce, estabilizándolo vía el fantasma. En

cambio, el delirio o el síntoma en la psicosis comportan, por el contrario, una dimensión

de certeza que no se encuentra dentro de la evidencia del fantasma. (Skriabine, 1994)

El psicótico intentará un esfuerzo de anudamiento mediante un cuarto redondel,

un sinthôme como es el caso de Joyce. Como nos muestra Lacan en el Seminario XXIII

(2006), el éxito de Joyce consistió en que, gracias a su invención sobre el lenguaje,

logró la creación de una suplencia del Nombre del Padre a través de la escritura:

Que Joyce tiene un síntoma que parte de que su padre era carente,

radicalmente carente, él no habla más que de eso. He centrado la cosa

alrededor del nombre, del nombre propio, y he pensado (…) que es

por quererse un nombre que Joyce ha hecho la compensación de la

carencia paterna (…) está claro que el arte de Joyce es algo tan

particular que el término sinthome es precisamente lo que le conviene

(p.39).

Esta invención, para Lacan, vino a anudar allí los tres registros donde existía un

lapsus del nudo por interpenetración de los registros real y simbólico, bajo la forma de

un ego reparador que encadena el registro imaginario que se encontraba suelto. Este

hecho devela un paso de la noción de sinthome más allá del anudamiento borromeo,

puesto que en el caso de Joyce, el sinthome corrige el error en el anudamiento que por
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sus características de interpenetración entre registros soltaba uno de los tres, ocupando

el lugar de aquel donde se habría dado el error de trazado del nudo, corrigiendo una

relación faltante, En Palabras de Lacan (2006):

Esto es exactamente lo que pasa, y donde represento el ego como

corrector de la relación faltante, es decir, lo que en el caso de Joyce no

anuda de manera borromea lo imaginario con lo que encadena lo real y

el inconsciente. Por este artificio de escritura, se restituye, diré yo, el

nudo borromeo (p.149).

De esto se desprenderá una nueva clínica diferencial en la medida en que un

anudamiento borromeo caracterice a las neurosis; mientras uno no borromeo dé cuenta

de las psicosis, dado que dos de sus registros presentarán una interpenetración, es decir,

que entre ellos existirá una relación de mutua influencia que deja de lado un tercer

elemento.

Es por esto, que la generalización del par lapsus-sinthome habilita el abordaje

del cuarto nudo como reparación sinthomática del fallo estructural emanado de la no

relación sexual. Así mismo, en el caso de Joyce podemos constatar el proceso de

construcción de un nombre propio a través de la literatura, supliendo la función paterna

fallida. Joyce hizo por tanto de la escritura un cuarto nudo, un sinthôme, con el que

abrochó los otros tres y con ello logró una autonomización que aún hoy entretiene a

críticos literarios, estudiantes y joycianos, tal y como él quería: mantenerlos ocupados

unos cuantos siglos.

Alcances de la clínica de las suplencias en las psicosis


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La posibilidad de hacer lazo social, de entrada siempre está quebrada para el

psicótico: No porque haya perdido algo, sino porque por estructura nunca estuvo.

La historia de la locura y de los agentes que la rodean ha consistido en una

preocupación por el qué hacer con esta gente que está como en un mundo aparte, siendo

esa construcción de un mundo aparte, lo que la psiquiatría se empeña en eliminar

olvidando su función terapéutica.

El supuesto deterioro de lo social, manifestado en múltiples facetas, es lo que se

intenta restaurar mediante diferentes técnicas, fundamentalmente de arreglo de lo

comportamental, que presiden hoy de manera mayoritaria la clínica, queriendo así

igualar al psicótico con una norma establecida en la salud mental, como nos lo recuerda

la evaluación del estado mental que se desprende el DSM IV. Dicho déficit, según esta

concepción de la psicosis, presupone que lo que en el psicótico no funciona o falla, es

porque, o no lo ha aprendido o bien porque la locura le ha llevado a perderlo por el

camino entre los delirios y las voces que le acompañan (Castilla del Pino, 1991, p.33).

Para el modelo psiquiátrico actual, delirios y alucinaciones son algo parásito, un

ruido, un estorbo y por tanto algo a erradicar. Un ejemplo de lo anterior es la noción de

síntomas negativos en la psicosis, como mencionan Hales y Yudofsky (2003), quienes

entienden aquellos síntomas como: “Aquellas cosas que el paciente deja de hacer y que

los individuos sanos suelen hacer cotidianamente, pensar con lucidez y con lógica,

experimentar sentimientos hacia las personas o cosas, tener voluntad, emprender tareas

encomendadas” (Hales y Yudofsky, 2003, p. 326).

Como vemos esto se muestra en absoluta contradicción con el tratamiento

psicoanalítico donde el delirio es un intento de curación como ya Freud había señalado

y Lacan desarrolla sobre todo en los últimos 10 años de su enseñanza, bajo la clínica

borromea. De esta manera, el término suplencia en la clínica puede definirse como el


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modo sintomático resolutivo singular que cada uno puede encontrar para estar en el

mundo sin ser fastidiado por su goce.

Esta clínica supone la ruptura con la discontinuidad de las psicosis pero

manteniendo la separación neurosis/psicosis. Lacan intentará identificar las formas

particulares de anudamiento sistemático que puede ser el Nombre del Padre en la

neurosis, pero también cualquier otro elemento y de esta manera intentar dirigir la cura

a fin de que el zurcido se realice en el registro conveniente para permitir un nuevo

encadenamiento. Es la visión constructivista y no deficitaria de la psicosis, que deja de

ser definida exclusivamente por las formas de retorno de lo real en el cuerpo, en el caso

de la esquizofrenia, y en el Otro en el caso de la paranoia, para orientar el diagnóstico,

para pararse más en las formas particulares de anudamiento y sus incidencias sobre el

funcionamiento de los tres registros.

Esta teoría continuista de las psicosis introduce en primer término el problema

clínico de las psicosis no desencadenadas o cotidianas, con clínica de fenómenos

elementales muy sutiles que precisan gran finura clínica para ser diagnosticadas,

abriendo la cuestión de la dirección de la cura en dichos casos.

El psicoanálisis atiende tanto en la psicosis como en la neurosis, a los inventos

que el sujeto ha creado, si ha podido, para restaurar su relación con el mundo y los que

lo habitan, o en su defecto si no lo ha logrado, pero lo busca; intenta ayudarle a

encontrar la manera adecuada sobre la base de su historia particular, evitando

mantenerse en un diálogo de sordos, que impida hacer de él: un exiliado de la palabra.

De lo anterior, cabría una pregunta interna al mismo proceso analítico ¿es el

psicoanálisis un proceso de establecimiento de lazo social en la psicosis? Como nos

muestra Freda (2007) el mismo analista, entendido como un sinthome para el

analizante, quien produce un nuevo vínculo al complementarse a la estructura del


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síntoma, permitiendo la creación de un lazo social particular en el analizante (Freda,

2007: p.173). Al respecto Miller (1984) comenta: “El síntoma analítico se constituye

por su captura en el discurso del analista, gracias al cual, queda enganchado al Otro”

(Miller, 1984: p.9).

Retomando esta aclaración cabría pensarse que el mismo análisis facilitaría una

nueva ruta para confrontar el síntoma desde los elementos que lo conforman,

permitiendo un efecto de creación como mencionara Lacan: “la envoltura formal del

síntoma como límite lleva a invertir los efectos de creación” (Lacan, 2003: p.60).

De esta manera, el problema de un fin de análisis con un sujeto psicótico

consistiría en la generación de un vínculo espontáneo que constituye el sinthome para

ese sujeto, aprovechando los efectos de construcción que esto produce. El sinthome, en

este sentido estaría del lado de la elaboración de saber, desabonado de la verdad

inconsciente, como nos lo recuerda Lacan al referirse a Joyce como un desabonado del

inconsciente. De esto se desprenderá una ética al momento de abordar el tratamiento de

la psicosis, pues como menciona Miller, al tratar de ir en contracorriente de la

producción del psicótico se juega la propia figura del analista: “El desenlace, el suyo, el

llamado enfermo mental ya lo encontró, es su enfermedad. Y si nosotros buscamos la

solución por él, en su lugar, y bien, quizá sea nuestra propia forma de andar mal”

(Miller et al, 2005, p.420).

Apuntar la dirección de la cura, bajo una clínica de las suplencias conllevará

entonces a no apuntar tanto a la producción de una metáfora delirante sino a algún tipo

de enganche particular de cada sujeto que le permita hacer un lazo social, ya que el

sinthome es otra forma de anudamiento que no llama a la elucubración de saber sino a

un saber distinto, a un saber-hacer-allí-con aquello que lo abisma, con ese goce que lo

invade (Lacan, 1976).


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Emilce Vénere

emilcevenere@hotmail.com

Lo real del cuerpo y del yo en relación al fenómeno psicosomático

Resumen

Partiendo del giro de 1920 realizado por Freud, giro que abrió la posibilidad de

interrogarnos acerca de aquellos fenómenos más allá del Principio de Placer. A la luz de

un inconsciente no-reprimido, en relación a lo real del cuerpo y del yo, ubicaremos las

coordenadas desde las cuales es posible pensar el fenómeno psicosomático. También

dónde éste interroga tanto el devenir de un sujeto, como la teoría y la clínica de nuestro

tiempo.

Palabras clave: inconsciente no-reprimido, fenómeno psicosomático

The real of the body and the self in relation to psychosomatic phenomenon

Abstract

Starting off from Freud’s 1920 turn, turn that opened the possibility of

interrogating us about those phenomena beyond the Pleasure Principle, and in light of

an unconscious non-repressed, one might locate the coordinates from which it is

possible to think the psychosomatic phenomenon. Also, where this turn interrogates the

happening of a subject, and the theory and clinical of our time.

Keywords: non repressed unconscious, psychosomatic phenomenon.


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Emilce Vénere

Psicoanalista

Universidad de Buenos Aires, Argentina

Lo real del cuerpo y del yo en relación al fenómeno psicosomático

Los fenómenos psicosomáticos, que se presentan tanto para quien los padece

como para quien está llamado a intervenir para la superación del trastorno como un

extraño que invade, interpelando certezas y estabilidades, pueden ser ubicados dentro de

los llamados fenómenos de ruptura. Nos referimos con ellos a procesos que,

irrumpiendo en el aparato más allá de principio de placer, como un “fuera de medida”,

se ubican por fuera del discurso (aunque no del lenguaje) y del fantasma.

A partir del giro de 1920, en su escrito Más allá del Principio de Placer, Freud

introduce la noción de una libido no ligada que, atravesando la barrera antiestímulo,

irrumpe en el marco de una experiencia de desvalimiento y sin apronte angustiado. Esto

es, sin que el sujeto pueda anticipar, dando lugar a una experiencia que puede devenir

traumática, al no poder ser introducida en la cadena de representaciones. En la misma

línea Freud conceptualiza en la 29ª Conferencia (1933), la exigencia de una libido-

resto, que reafirma la importancia de las primeras experiencias sexuales del niño y que

“entrañan otras formas de retorno en el análisis: marcas (Eindruck) dolorosas de

angustia, de prohibición, de desengaño y de castigo que, por tal causa, se denominan

traumáticas y sitúan lo que no puede ser ligado…” (Cosentino, 2005). Marcas que

quedarán, por definición, diferenciadas de las huellas mnémicas, capaces de ser ligadas
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y entrar en la cadena de representaciones, dando lugar a la dinámica entre

representaciones reprimidas y procesos de represión. Desde la lógica del acontecimiento

ubicamos la posibilidad de pensar la noción de magnitudes no ligadas y de marcas

eindrük, en correlación lógica con lo no-presentado para Badiou. Para este autor, según

desarrollaremos más abajo, aquello que no puede ser contabilizado, podríamos decir,

que no entra en serie contable bajo cierta ley de estructura, es del orden de lo no-

presentado, pero susceptible de surgir interpelando su régimen. Encontramos afinidad

conceptual entre estas ideas y la de la existencia de un inconsciente no-reconocido, por

tanto no-todo reprimido, de cara a la posibilidad de pensar un cambio subjetivo más

allá del principio de placer.

En el presente trabajo nos proponemos interrogarnos acerca de si es posible

aplicar estas categorías a la conceptualización del fenómeno psicosomático.

Para esto es preciso establecer cierta especificidad del campo donde el fenómeno

psicosomático se despliega e interroga los anclajes conceptuales. Sabemos que el

fenómeno psicosomático irrumpe en el campo del cuerpo bajo la experiencia de lo

extraño e interpelando las nociones de representación, en tanto surge más allá de la

palabra y la significación, tal como la pensamos en la conversión histérica, por ejemplo.

Lo real del yo en Freud

Retomemos las innovaciones teóricas que introdujo Freud en torno al yo a partir

de El Yo y el Ello (1923) en relación con la noción de un Icc no-todo reprimido. En el

capítulo II, interrogando el nacimiento del yo y su diferenciación con el ello, introduce

el cuerpo. El cuerpo propio, aparece como un factor distinto al del influjo del sistema P.

En cuanto puede producir sensaciones tanto internas como externas, el cuerpo se

diferencia del sistema P, pero al hacerlo, modifica las coordenadas desde las que éste
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organiza un adentro y un afuera. Y el yo, como entidad corporal, no se define como una

superficie sino como proyección de una superficie. En este proceso surge el dolor como

la llave que abre al registro del cuerpo como propio inaugurando el borde desde donde

se organizará el yo más allá de los límites del espacio euclidiano (espacio definido por

las dimensiones que el ojo humano permite captar).

Pero a su vez, desde el dolor, el cuerpo será vivido por el yo como un objeto

ajeno. Con esta paradoja, y por intermediación del dolor, se inicia una nueva

perspectiva: al tiempo que la manera en que se adquiere noción de los órganos a través

de enfermedades dolorosas es arquetípica de la manera en que se adviene al registro del

cuerpo propio, éste es, al mismo tiempo y por lo mismo, vivido como un objeto ajeno.

Y es en ese límite del dolor que el yo-cuerpo abandona el espacio euclidiano; la

superficie que el yo proyecta es otra superficie, y en esa ajenidad del cuerpo del dolor

hay lugar para el goce. “El yo-cuerpo, un yo extraño, ocupa el lugar de ese objeto que

Freud no terminó de construir y sostiene, objetando lo universal, ese tercer Icc no-todo

reprimido.” (Cosentino, 2005) ¿Hay lugar para un cuerpo real, en correlación lógica con

un basamento real para el yo en tanto se constituiría a partir de lo no ligado del dolor?

En El problema económico del masoquismo (1926) la pregunta constitutiva del

yo: ¿qué objeto soy (para el Otro)? que ya Freud esbozara en Introducción al

narcisismo (1914), da un nuevo giro. A partir de él es posible pensar un yo que no sólo

encuentra su base en ese erigirse como una de las respuestas a esa pregunta fundante.

Hay lugar para pensar en una libido irreductible que no es trasladada a los objetos sino

que permanece en el ser propio. Se trataría de un resto autoerótico que permanece como

residuo, y que indica la existencia de una prima de placer, que anticipa la noción

lacaniana de un plus de gozar, bajo la forma de un masoquismo erógeno.


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Es en Moisés y la religión monoteísta (1939) donde establecerá uno de los

últimos fundamentos para pensar una base de constitución del yo más allá del principio

de placer. Es decir, para pensar un yo y sus vasallajes por fuera de la homeostasis. Bajo

la noción de rasgos de carácter, reingresa lo traumático, y la marca como eindruk, en

relación a acontecimientos impresionantes (eindruckvoll). Estos, en tanto imposibles de

ser ligados, quedarían en el psiquismo como impresiones -cicatrices, que, recuperados

por identificación, estarían en la base de una alteración constitutiva del yo. Freud va a

puntualizar que el avance en esta conceptualización rebasa el análisis de las neurosis

por la vía del análisis del carácter. Habrá desde aquí un factor de estabilización en la

base constitutiva del yo que no estaría respondiendo a la inercia de la homeostasis, del

Lust. Desde aquí es posible pensar otro interjuego entre el yo y el cuerpo, de cara a lo

real. Es posible preguntarnos si, en tanto no ligadas, la libido-resto y estas marcas-

cicatrices busquen un camino de inscripción psíquica en el cuerpo, en ese borde donde

es registrado por el yo como propio, y, al mismo tiempo ajeno, dando lugar a lo que

llamamos fenómenos psicosomáticos (término que desde esta perspectiva debería ser

revisado).También cabe la pregunta acerca de cuáles serían sus condiciones de

emergencia y las condiciones de posibilidad de su clínica.

Desarrollos de Lacan en torno al yo

Consideramos insoslayable la introducción de los aportes de Lacan en relación a

la conceptualización del yo para luego pensarlas en su relación con el cuerpo y al

fenómeno psicosomático específicamente.

En la interrogación por el Ser en su relación con el je, Lacan va a encontrar el

punto de partida teórico para pensar la cuestión de la alienación. Poniéndolo en

correlación lógica con el cogito cartesiano, propone un juego de doble negación para

pensar la cuestión del ser: no pienso, no soy. En el seminario de La Lógica del fantasma
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(Clase 6, 11-1-1967) encuentra en el planteo cartesiano un evitamiento, un rechazo del

ser más allá de los límites que el cogito permita pensar. Y en este punto establecerá que

lo rechazado en lo simbólico reaparecerá en lo real. Este rechazo del ser del hombre

aparecerá redoblado en la relación al Otro, estableciendo ahí la base de la alienación.

“La alienación no es que seamos captados, representados por el otro, sino que, al

contrario, está fundada en el rechazo del Otro.” Seminario de la Lógica del fantasma,

(clase 6, 11-1-1967). Cuestionando pero sin apartarse de la lógica cartesiana, establecerá

entonces que, en relación al je, “es al no pienso hacia el cual nos hace falta ir” (clase 6,

11-1-1967), al tiempo que considera al je como puro y único fundamento del Ser. Y es

sobre este estatuto del je, efecto lógico del cogito cartesiano, que ubicará luego el

estatuto del ello: “es lo que en el discurso, en tanto estructura lógica, es todo lo que no

es je, es decir todo el resto de la estructura” (clase 6, 11-1-1967). Y en cuanto a ésta

define: “Cuando digo estructura, estructura lógica entiéndalo así: gramatical…” (clase

6, 11-1-1967). Vemos que, desde esta perspectiva, el yo como je y el ello se

constituyen bajo el paradigma cartesiano y como efecto lógico de la estructura del

discurso de la ciencia.

Sin embargo, en la misma clase establece que la lógica de la repetición es previa

a la alienación en el espacio del Otro y que, pensada en la perspectiva de la cuenta N+1,

es la noción del rasgo unario la que nos introduce en la intelección de esta dimensión

donde Freud encuentra un nuevo fundamento para pensar la subjetividad, más allá del

principio del placer. Si el rasgo unario es el “significante no de una presencia, sino de

una ausencia borrada” (L´´Ídentification), se trata de una marca que al pasar por ese

punto de borramiento, subraya la diferencia en cada repetición. Habría lugar para pensar

en un real por fuera de los límites que el cogito cartesiano permitiría pensar. Esto, de la

mano del concepto de rasgo unario y previo a la alienación en el campo del Otro.
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También Lacan planteará al final de su obra, un “más allá” de lo que el discurso de la

ciencia soporta, aún como su agujero, como enigma que se recorta en el trasfondo de su

propio discurso, más allá acerca de lo que la ciencia no quiere saber (Seminario 21,

1973).

Desde otra perspectiva, el derrotero de la teorización de Lacan en torno al yo y

sus relaciones con el cuerpo siguió el camino de su construcción de la especificidad del

objeto a. En 1966, en su artículo De nuestros antecedentes, nos dice que su teoría del yo

se fundamenta en dos aspectos de la teorización freudiana: la imagen del propio cuerpo

y la teoría de las identificaciones. En un primer momento de su teorización la

organización del yo encontrará su base en la identificación con una imagen que, en el

trasfondo de la prematuración del sujeto, anticipa una unidad en la que el sujeto se

reconoce y, al mismo tiempo, se aliena, encontrando ahí la causalidad psíquica. La

alienación en esta imagen ortopédica plantea una discordancia primordial entre el yo y

lo que en ese momento considera como “el Ser del sujeto”. Una segunda identificación

fundante del narcisimo en esta época de su teorización se dará con la imagen del

semejante, denominado (a), y aún no suficientemente diferenciado del objeto designado

con la misma letra. Ambas identificaciones tienen la función de permitir al sujeto

tramitar de alguna manera la prematuración biológica, en ese momento asimilada a la

noción de hiancia, tal como lo ubicábamos más arriba, entre el ser del sujeto

(prematuro) y su imagen.

Posteriormente, esta causalidad encontrará un viraje al ubicar en la

identificación a un objeto (a), causa de deseo, la posición fundante del sujeto, ahora

enlazada a la cadena significante y como respuesta a la pregunta ¿qué objeto soy para el

Otro? El desamparo inicial se ubica ahora en relación a la presencia primitiva del deseo

del Otro. Donde el sujeto se encuentra sin recursos ante el deseo del Otro, Lacan ubicará
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la experiencia traumática que dará origen al yo como defensa ante ese desamparo. “El

sujeto se defiende del desamparo con su yo (moi)” (Rabinovich, 1983). Así, yo y

fantasma serán dos de las respuestas a la pregunta por ¿Che Vuoi?. En esta época, el

objeto como objeto (a) queda muy ligado a lo imaginario y el falo como objeto de deseo

de la madre, y por intermediación de la metáfora paterna, se instala en tanto

significación fálica, como patrón de medida de lo deseable por el Otro. El cuerpo, aún

organizado desde la imagen como alienante, y en relación a lo fálico, aparece como un

cuerpo “fuera de cuerpo”, signado por esa común medida que el falo organiza. La

acción del significante señala la hiancia entre cuerpo y goce. Y el objeto a desde esta

perspectiva, como causa de deseo, apunta a una pérdida, se presenta como resto de esa

hiancia.

Pero, en relación con el factor de estabilización del yo, e interrogando su

inercia, Lacan encuentra en los rasgos de carácter, al igual que Freud, el fundamento de

lo real del yo, como aquello que en alguien siempre retorna. Por otro lado, el objeto “a”

como real está ligado a ese desgarro fundante de la subjetividad que ya Freud ubicara en

Más allá del Principio de Placer (1920) y que supone una prima de placer, pero en

calidad de perdida. Podríamos ubicar ahí ese resto autoerótico que recogiéramos del

texto de El problema económico del masoquismo (1926). Resto no ligado, que

constituía un basamento real para el yo. El objeto a conceptualizado por Lacan como

plus de gozar, estará en el núcleo del yo, señalando en la clínica una resistencia del yo

que no es del orden de lo imaginario. La contrapartida del objeto a así concebido es el

desamparo, la soledad y la pérdida de goce, en tanto surgiría a partir de ese momento de

escisión fundante, como recuperación del plus perdido en la operación. En La tercera

(1993), conceptualizado ya el objeto a en su dimensión de real, Lacan va a establecer su

relación con el goce y el cuerpo. Ahí señala:


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“el cuerpo ha de comprenderse al natural como desanudado a ese real que, por

más que exista en él en virtud de que hace su goce, le sigue siendo opaco. Es el

abismo en el que se repara menos por ser la lengua la que civiliza este goce…lo

eleva a su efecto desarrollado, aquél por el cual el cuerpo goza de objetos,

siendo el primero de ellos, el que escribo como a, …del que no hay idea”.

Más adelante agrega: “…en lo tocante al goce del cuerpo en tanto es goce de la vida, lo

más asombroso es que ese objeto, el a, separa este goce del cuerpo del goce fálico.”

Hay aquí un anudamiento, por intermediación del objeto a como plus de gozar, entre un

yo y un cuerpo con bases en lo real. Encontramos aquí un giro y profundización de lo

que Freud esbozara en El Yo y el Ello en la relación entre el yo y el cuerpo, por

intervención del dolor. A partir de aquí es posible interrogarnos sobre la existencia de

procesos que encuentran su fundamento más allá de los límites que el cogito cartesiano

permite pensar. También en La tercera Lacan afirma: “pongo mis esperanzas en el

hecho de que, pasando por debajo de toda representación, tal vez logremos obtener

acerca de la vida algunos datos más satisfactorios”.

Badiou y la cuestión del Ser en su relación con el acontecimiento

Otra línea de análisis de la cuestión del ser en su relación con lo igual y lo

diferente es la desarrollada por Badiou. Al igual que Lacan en su tratamiento de la

cuestión del ser, según vimos más arriba, trascendiendo el cogito cartesiano en la lógica

de la repetición, previa a la alienación en el Otro, Badiou dará un estatuto distintivo a la

cuestión del uno, alejándolo del Uno unificante (e ilusorio, propio de lo imaginario).

Ambos autores introducen la noción de un uno contable, en una serie o conjunto que se
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organiza alrededor de una ley de cuenta por uno. Encontramos aquí una sintonía en el

planteo teórico de base, que dará apoyo a la introducción de la noción de

acontecimiento. Será necesario poner a dialogar ambos desarrollos a fin de establecer

puntos de partida para nuestra interrogación.

Más allá de la lógica de la presencia (o su opuesto la ausencia) Badiou introduce,

siguiendo a Cantor, la lógica de la presentación para interrogar el estatuto del ser-en

tanto-ser. Así define el ser como “aquello que se presenta no siendo ni uno ni múltiple”,

es, por tanto, “el nombre del vacío” (Define vacío como la marca que existe de lo

impresentable) (1999). En conexión con ésto, lo múltiple quedará definido como el

régimen de la presentación en relación con la cual lo uno es resultado operativo de ella.

Así, mientras lo uno sólo existe como operación, lo múltiple es la forma general de la

presentación. De ello se desprende la noción de estructura como “aquello que prescribe,

para una multiplicidad presentada, el régimen de la cuenta por uno” (1999). Por lo

tanto, ser y estructura se excluyen. Así, cuando en una situación algo es contado por uno

eso significa su pertenencia a la situación según el modo propio de los efectos de

estructura.

Encontramos en este desarrollo resonancias respecto de aquello que leíamos en

Lacan con relación a un pensamiento de repetición, que establece aquello que se

reconoce, que se cuenta por uno, en relación a una regla que establece la cópula

significante entre lo igual y lo diferente, bajo la relación N+1.

Pero al producir un viraje desde la lógica de la presencia a la lógica de la

presentación, y al radicalizar la distancia respecto del uno introduciendo la noción de

multiplicidad, de cara al infinito, Badiou abre un horizonte de pensamiento en donde la

cuestión del Ser, la verdad y el estatuto del sujeto tendrán otras perspectivas. Bajo la

regla que establece qué elementos son presentables en una situación dada, de la cual la
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operación de cuenta por uno será un resultado, podemos suponer otros elementos

impresentables, no contados. Ésto abre la puerta para suponer el estatuto de un

inconsciente no reprimido, sino no “presentado bajo la regla de cuenta por uno, regla de

estructura” (1999). Dentro de esta lógica no hay estructura del ser. La ontología en

juego es una situación distinta de las ontologías de la presencia. Y, desde esta

perspectiva, el estatuto del yo profundiza la noción de una construcción dentro de una

estructura bajo un régimen de cuenta por uno, diferente del ser. Esto es, el yo se

ubicaría en la línea de un “síntoma del ser” como construcción finita en relación a lo

infinito del ser.

En relación con las categorías definidas es posible situar el concepto de

acontecimiento como supernumerario, esto es, si bien es localizable en la presentación,

no resulta presentable o presentado dentro de su régimen. Quiere decir que resulta

imposible contarlo-por-uno dentro de una estructura ya dada. El acontecimiento, como

tal, va a depender de una construcción conceptual por fuera de la estructura.

Por otro lado, para que haya acontecimiento es necesario un sitio, definido como

una situación donde haya al menos un elemento al borde del vacío. Así, un

acontecimiento de sitio x se define como “un múltiple tal que está compuesto, por un

lado, por los elementos del sitio, y, por otro, por sí mismo”: ax={xEx,ax”}(1999). Si no

hay sitio de localización histórica con al menos un elemento al-borde-del-vacío, sólo

hay hechos. Esto indica que no hay acontecimiento natural o neutro.

Si existe un acontecimiento, es indecidible su pertenencia a la situación de su

sitio desde el punto de vista de la situación en sí. Es necesaria una intervención de

interpretación para sostener que el acontecimiento está presentado en la situación en

tanto “advenimiento a lo visible de lo invisible” (1999). Podríamos decir que el

acontecimiento, hace advenir un nuevo régimen de cuenta-por-uno, una nueva


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estructura, según haya un pensamiento de diferencia respecto del régimen anterior a

posteriori de la presentación de un elemento al borde del vacío.

Ahora bien, en tanto surge entre los múltiples presentables bajo una regla un

múltiple imposible de ser contado por uno en relación a ella, diremos que ese múltiple

resulta indiscernible bajo los términos de esa regla, y, en este sentido, queda sustraído a

la lengua.

El acontecimiento entonces encuentra sus condiciones de posibilidad entre una

situación indiscernible y una indecidible, bajo el régimen de cuenta por uno anterior.

Supone, por tanto, el surgimiento de un múltiple tal que surge ahí donde el pensamiento

está sustraído a la lengua (indiscernibilidad) y, en parte, sustraído a las Ideas

(indecidibilidad). En otros términos, podríamos decir fuera de discurso y del fantasma.

El lugar del sujeto es el de operador de “conexión fiel” de tal manera que habrá de

establecer el estatuto de esa presentación como perteneciente a una nueva situación (o

no, en cuyo caso quedará absorbida por la regla anterior de cuenta por uno). La verdad

por lo tanto, no preexiste al sujeto y su operación de conexión, en tanto es indiscernible

bajo los términos anteriores. Antes bien, se ubica en un por-venir, según las operaciones

de conexión de verdad. Luego, siguiendo a Badiou: “Los nombres que genera- o más

bien compone un sujeto dependen, en cuanto a su significación, del por-venir de una

verdad.” (1999), Badiou encuentra aquí otro punto de apoyo para concebir el estatuto

de un sujeto:

“Un sujeto se sirve de los nombres para formular hipótesis sobre la verdad. Pero

como él mismo es una configuración finita del procedimiento genérico del que

resulta una verdad, se puede decir también que se sirve de los nombres para

formular hipótesis sobre sí mismo; “sí mismo” quiere decir: el infinito del cual
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es lo finito. Esta perspectiva abre la posibilidad de concebir “el gigantesco

reservorio del que está tejida nuestra existencia” (1999).

El acto de decisión de un sujeto, de cara a un indecidible será el de construcción

de una verdad finita en el devenir infinito de la existencia. El advenimiento subjetivo,

entonces “fuerza al acontecimiento a decidir lo verdadero de una situación. He aquí, a

partir de la introducción de la lógica matemática de cuenta por uno, desde la repetición

como constitutiva del sujeto del inconsciente, y más allá del Principio de Placer las

condiciones de posibilidad para concebir la subjetividad en otra perspectiva.

Cuando el fenómeno psicosomático nos interroga

La emergencia de un fenómeno psicosomático parece irrumpir interpelando el

andamiaje teórico. El concepto de holofrase surge en un intento de dar cuenta de las

vicisitudes del objeto a en estos fenómenos, en ese momento de separación fundante.

Pero no logra agotar la particularidad de su emergencia. Tampoco la medicina ha

logrado, si bien sus investigaciones se multiplican, dar cuenta de su irrupción y sus

vicisitudes. Diríamos, siguiendo a Badiou, que se trataría de un múltiple que surge en la

situación como un impresentable dentro de las reglas que organizan los términos de la

estructura del pensamiento contemporáneo. En la experiencia de un sujeto que lo

padece, irrumpe como un extraño recortándose en el cuerpo vivido como propio. Desde

este punto de vista, surge repitiendo la paradoja que Freud señalara en torno a la

relación del yo con el cuerpo, por intermediación del dolor. También surge como un

plus, que, más allá del principio de placer, se presenta como un “sin idea”, por fuera de

toda representación. Pero, a diferencia del objeto a, no aparece desenlazado del cuerpo,

como leíamos en Lacan. Y, además, en la ajenidad de su aparición desvestida,


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paradójicamente, no suele dar lugar a la angustia, aunque sí a cierta vivencia de

desamparo. Ésta tampoco estaría en relación a la pregunta acerca del deseo del Otro. En

relación con lo real del síntoma, tal como Lacan lo perfila en La Tercera, parece

ubicarse “en cruz para evitar que las cosas anden…en el sentido de dar cuenta de sí

mismas de manera satisfactoria…al menos para el amo”. En este sentido el fenómeno

psicosomático tampoco parece ofrecerse al goce del Otro como en el masoquismo, antes

bien, parece interrumpir su goce. Por lo dicho, también parece escapar de la común

medida del goce fálico, interrogando ese cuerpo fuera de cuerpo. Y, por supuesto,

estamos lejos de poder introducir aquí la interrogación sobre la metáfora paterna. Sin

embargo, la emergencia del fenómeno psicosomático se da en sujetos que no están

necesariamente excluídos ni de lo imaginario en la constitución de su cuerpo y su yo, ni

de la simbolización, ni de la organización deseante. Y, si bien parecen quedar

suspendidas las categorías con las que solemos pensar el devenir subjetivo, la

interpelación punto a punto de cada una de ellas lo vuelve un “presentado” no

representable bajo los términos y reglas establecidos. Estaremos ante una

profundización de la noción de un inconsciente no reconocido. Cabe preguntarnos si la

aparición de un fenómeno psicosomático no supone la interpelación en acto sobre las

condiciones de emergencia de un sujeto más allá de las categorías del Otro en las que se

siente llamado a reconocerse y, recordando las palabras de Lacan, a ubicarse

cómodamente. Entre lo indecidible y lo indiscernible del fenómeno psicosomático, de

cara a un inconsciente no reconocido, según intentemos suturar aquello que abre

interpelando nuestras categorías o aceptemos lanzarnos a ese más allá que nos interpela,

diremos que estamos ante un hecho más de nuestra clínica o ante un acontecimiento

que reclama nuevas reglas para pensar el devenir de un sujeto.


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La irrupción del fenómeno psicosomático en clave de acontecimiento surgiría

como un exceso, un fuera de medida que, haciendo emerger lo no-ligado en el campo de

lo real del cuerpo, intentaría inscribir esa emergencia como un problema en acto, en

términos de la posición del sujeto respecto de la paradoja de la vida y la muerte.

Momento de suspensión de la vida del sujeto en el campo del Otro para replantear las

condiciones de su organización. Entre un indecible como exceso no-ligado a un

indecible en lo real del cuerpo, encontramos la paradoja, indecidible a priori, que

enfrenta a un sujeto al compromiso de elegir por dónde hacer pasar su vida y su muerte.

Nos preguntamos si el fenómeno psicosomático no adquiere visibilidad en nuestra

cultura como efecto inconsciente de un intento de rescate de lo singular contra las

ilusiones y certezas de un yo sobreadaptado a una realidad construida sobre la

universalidad del Concepto y de los modelos hegemónicos o hegemonizantes.


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Referencias

Freud, S. (1920). Más allá del Principio de Placer. Ed. Amorrortu.

Freud, S. (1923). El yo y el Ello . Ed. Amorrortu.

Freud, S. (1926). El Problema económico del masoquismo. Ed. Amorrortu.

Freud, S. (1933). 29a Conferencia. Revisión a la teoría de los sueños. Ed. Amorrrotu.

Freud, S. (1939). Moisés y la religión monoteísta. Ed Amorrortu.

Cosentino, J. C. (2005). El icc no todo reprimido. En: El Problema

económico. Ed Imagomundi.

Goldemberg, I. (2005). Lo real del yo. En: El problema económico. Imagomundi

Lacan, J. (1966). De nuestros antecedentes. Escritos I. Ed. Siglo XXI.

Lacan, J. (s. f.). Seminario XIV, La Lógica del Fantasma. Inédito

Lacan, J. (s. f.). : Seminario XXI, Los nombres del Padre o Los no-incautos yerran.

Inédito.

Lacan, J. (1993). La Tercera. En: Intervenciones y textos 2. Buenos Aires: Ed.

Manantial.

Rabinovich, D. (1983). La teoría del yo en la obra de Jaques Lacan. Ed. Manantial.

Badiou, A. (s. f.). El Ser y el Acontecimiento. Ed. Bordes Manantial.

 
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Víctor Javier Novoa Cota

vnovoac@hotmail.com

Freud, procesos inconscientes y autoría en la Gradiva de Jensen

Resumen

Freud en su deseo de que el psicoanálisis estuviese comprendido dentro de las

“ciencias de la naturaleza” elaboró las leyes que explican los fenómenos de la vida

inconsciente. Paralelamente, y desde el comienzo de sus desarrollos teóricos estuvo

convencido de que sus propuestas contenían también el germen característico de las

“ciencias del espíritu”, por lo que la naciente teoría psicoanalítica podía encontrar un

espacio para la aplicación de sus conceptos en disciplinas como la literatura. En el caso

del análisis de “La Gradiva” de Jensen se propuso demostrar que los fenómenos de los

que daba cuenta la ciencia eran compatibles con lo que proponía el poeta a través de su

imaginación, así la explicación científica del delirio, de los sueños y de la cura por

amor, eran compatibles con las elaboraciones que el poeta plasmaba en su relato.

Palabras clave: Procesos inconscientes, represión, delirio, sueños, autor, poeta, obra

literaria.

Freud, unconcious processes and the authorship in Jensen’s Gradiva


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Abstract

Freud in the hope that psychoanalysis was included in the "natural sciences"

produced the laws that explain the phenomena of unconscious life. At the same time, he

was convinced that his theory also contained the germ of the "human sciences" thereby

placing it in relation to such disciplines as literature.

For his analysis of "Gradiva" he intended to show how the phenomena that

science acknowledged realized that they were compatible with that proposed by the poet

through his imagination therefore the explanation of delusion, dreams and the cure for

love were shared with the working areas that the poet embodied in his story. One aspect

of particular interest was to clear out the unconscious motivations that led to Jensen to

write a masterpiece like Gradiva.

Keywords: Nature’s Science, Science of the Spirit, literature, Gradiva, delirium,

dreams, cure, human condition, poet.


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Víctor Javier Novoa Cota

Psicoanalista.

Universidad Autónoma de San Luís Potosí, México.

Freud, procesos inconscientes y autoría en la Gradiva de Jensen

Búsqueda de una autenticidad científica del psicoanálisis a través del análisis

literario de la Gradiva de Jensen6

Los poetas son unos aliados

valiosísimos

y su testimonio ha de estimarse en

mucho, pues suelen saber de una

multitud de cosas entre cielo y tierra

con cuya existencia ni sueña nuestra

sabiduría académica.

Sigmund Freud

                                                                                                                         
6
Aún cuando en la exposición se hará referencia a fragmentos del contenido del relato, es nuestro interés subrayar la
importancia del análisis que hace Freud de esta obra por lo que no ahorraremos al lector el que tome la iniciativa de
leerla.
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Las dotes literarias de Freud saltan a la vista en muchos de sus escritos, con estas

palabras comienza su ensayo.

En un círculo de hombres para quienes es un hecho que el empeño del autor de

esta obra ha resuelto los enigmas más esenciales del sueño, despertó cierto día la

curiosidad de abordar aquellos sueños que jamás fueron soñados, sino creados

por poetas y atribuidos a unos personajes de invención dentro de la trama de un

relato (Freud, 1907, p. 7).

Freud deseaba estar lo más apegado a “las ciencias de la naturaleza”,

trabajaba bajo la idea de que el psicoanálisis formaría parte de las ciencias exactas, su

propósito era el de establecer las leyes que explicasen los fenómenos de la vida

inconsciente para que la teoría psicoanalítica fuera reconocida como una “psicología de

las profundidades”. Estaba convencido que su “nueva ciencia” contenía también el

germen de las “ciencias del espíritu”, por lo que compartía el espacio habitado por las

disciplinas comprendidas bajo este rubro. Tal era el caso de la literatura que cumplía la

función de ser un eslabón entre “las ciencias de la cultura” y la “mitología” por una

parte, y la “ciencia del lenguaje” por la otra” (Assoun, 1996, p. 16).

Es sabido que desde su juventud Freud fue un lector incansable y que desde la

correspondencia que mantuvo con Fliess, tiempo en que se gestaba el nacimiento del

psicoanálisis, recurrió a los autores clásicos como Goethe, Shakespeare y Sófocles en

búsqueda de apoyo a sus ideas.

En La interpretación de los sueños elaboró el aparato psíquico e instituyó su

funcionamiento. A partir de este suelo epistemológico el inconsciente quedó establecido

como el objeto de estudio del psicoanálisis. En 1900 Freud contaba ya con la

explicación sobre la forma en que se producían los sueños.


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Las coordenadas conceptuales que el creador del psicoanálisis introdujo al inicio

del siglo veinte, han sido desde entonces el pilar en el que se fundamenta las

posibilidades de aplicación de la teoría psicoanalítica a otros campos del quehacer

humano. Una vez publicada su obra en 1901, Freud se planteó comprobar sus tesis de

los sueños en diferentes ámbitos. El primero de ellos fue el clínico, paralelamente a la

conclusión de La interpretación de los sueños aplica el método de interpretación en el

análisis de un caso clínico que originalmente llevaría como nombre “Sueños e histeria”.

Finalmente el trabajo fue publicado cuatro años después bajo el título “Análisis

fragmentario de una histeria”, el contenido del mismo es el análisis de dos sueños que

Freud llevó a cabo durante el breve periodo de tratamiento que duró el famoso caso

Dora. En 1901 publicó también la Psicopatología de la vida cotidiana, en la que

demostró que el método surgido del trabajo sobre las formaciones oníricas era válido

para explicar también fenómenos comunes en la vida del ser humano como el olvido,

los actos fallidos, los lapsus, etc.

En 1905 vio la luz El chiste y su relación con el inconsciente, en el que se

comprobó una vez más que a través del conocimiento de cómo operan

inconscientemente los mecanismos psíquicos, era posible dar cuenta de la formación de

los chistes y los efectos que producían.

Las hipótesis surgidas desde el ámbito clínico se transformaron, cobraron fuerza

y expandieron su uso en los primeros años del siglo que fue testigo del surgimiento del

psicoanálisis. Freud ávido de conquistar nuevos espacios para la joven ciencia, se enteró

gracias a su discípulo Jung de la novela Gradiva escrita por Jensen en 1903, en ella se

presentaba como parte central de la obra tres sueños que en su conjunto constituían la

trama.
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En verdad, nuestro único propósito era indagar, con el auxilio de ciertos métodos

analíticos, los dos o tres sueños esparcidos en el relato Gradiva (Freud, 1907, p. 35)

La interpretación de los sueños fue la pieza clave para que Freud quedase

convencido de que el psicoanálisis estaba instalado en el espacio de la ciencia.

El psicoanálisis se funda en el análisis de sueños; la interpretación de éstos es el

trabajo más acabado que la joven ciencia ha realizado hasta hoy. (Freud, 1912, p. 274)

El objetivo de Freud era el de introducir la razón en temas que hasta entonces

habían recibido el desdén de los científicos. Si se ponía en la balanza a la ciencia y la

poesía sobre el saber sobre el hombre, no quedaba duda de cuál de ellas llevaba la

delantera; “la ciencia era la que no había resistido el logro del poeta” (Freud, 1907, p.

43).

Como antecedente epistemológico del tipo de investigación que Freud se

proponía hacer, estaban las contribuciones realizadas por Copérnico, Newton y Darwin

en las ciencias de la naturaleza. Sin embargo, un hueco cada vez más notorio, era el no

lugar que había tenido hasta entonces la investigación sobre la vida psíquica. Fue Ernst

Mach el primer estudioso que dedicó su vida al desarrollo de una ciencia de lo humano,

sus antecesores inmediatos fueron Kant, Herbart y Fechner. Mach de origen austriaco,

fue físico y filósofo, en la segunda mitad del siglo XIX se puso como objetivo

establecer los puntos de unión entre la física y la psicología. Un hecho poco conocido es

que en 1911 Mach, formando parte de un grupo de hombres reconocidos en Viena,

redactó un manifiesto a favor de la creación de una sociedad para la difusión de la

filosofía positivista, entre los firmantes estaba el nombre de Sigmund Freud.


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La racionalidad epistémica freudiana” derivó del pensamiento positivista que

era el enfoque predominante en la segunda década del siglo veinte. Freud por su parte,

reconocía explícitamente esta herencia en su metapsicología. (Assoun, 1990, p.75).

Sin embargo, no fue simple el lugar que ocupó la filosofía en el proceso

mediante el que el psicoanálisis encontró su delimitación epistemológica. Al mismo

tiempo que era un referente ineludible para la teoría psicoanalítica, lo era también para

contrastar sus diferencias. Fue necesario que el psicoanálisis se mantuviese a la

distancia adecuada de la filosofía especialmente en el análisis de fenómenos comunes a

ambas disciplinas.

Toda vez que se afirmaba que el psicoanálisis era una forma de filosofía, Freud

respondía que en realidad pertenecía a las naturwissenchaft. En su trabajo de 1923

Psicoanálisis y teoría de la libido ofreció la siguiente definición del psicoanálisis:

1) Un procedimiento que sirve para indagar procesos anímicos difícilmente

accesibles por otras vías; 2) Un método de tratamiento de perturbaciones

neuróticas, fundado en esa indagación, y 3) Una serie de intelecciones

psicológicas, ganadas por ese camino, que poco a poco se han ido coligando

en una nueva disciplina científica (Freud, p. 231).

En este escrito se observa claramente cuál era la posición de Freud cuando

afirma que mientras la filosofía concebía la totalidad del mundo a partir de unos cuantos

conceptos como si se tratase de un sistema acabado, el psicoanálisis en su condición de

ciencia, se encontraba siempre dispuesto a modificar o a rectificar sus teorías.

Lo que Kant había realizado con la conciencia, Freud se propuso hacerlo con el

inconsciente. Tomando como objeto de estudio a los sueños se inicio la exploración de


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lo que era considerado como el mundo interno; el psicoanálisis había logrado adaptar el

método científico a la cosa en sí psíquica (Rodríguez, 2009).

En la vida anímica hay mucho menos libertad y libre albedrío de lo que nos

inclinamos a suponer; acaso ni siquiera los haya. Harto sabido es: lo que llamamos

contingencia en el mundo ahí fuera se resuelve en leyes; y también descansa en leyes -

oscuramente vislumbradas por ahora- lo que en lo anímico llamamos «libre albedrío»

(Freud, 1907, p. 9).

A pesar de los esfuerzos que hacía por lograr el reconocimiento de la ciencia

médica , Freud encontraba que el sentido de los sueños estaba más cerca de la labor de

los poetas y de las creencias populares, que aceptaban sin dificultad el hecho de que la

experiencia cotidiana del “pensar y el sentir de los hombres prosigue en su dormir”

(p.8).

Los conceptos elaborados eran a su vez brújula que indicaban como era recibida

la joven ciencia. La Gradiva le había dado la oportunidad de comprobar cómo el poeta

había logrado salvar el espacio que había entre las precondiciones hereditarias-

constitucionales y las creaciones del delirio en el héroe de la novela. El escritor con una

gran sensibilidad y sin ser experto en el tema del delirio, condujo el relato tal y como se

presenta el fenómeno ante los ojos del científico; un sueño fue el que sirvió de puente

para comprender los procesos psicológicos a los que se encontraba sujeto el personaje

principal del relato. Sin embargo, la ciencia no podía tener la misma precisión porque se

frenaba exactamente en el punto en que el poeta incursionaba; las representaciones

reprimidas, la formación de síntomas, las fantasías y las vivencias que permanecían

fuera de la conciencia se constituyeron en fenómenos inhóspitos para el saber médico y

fundamento para la imaginación del artista.

Freud se preguntaba si el poeta quedaría solo luchando contra la ciencia entera.


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No, eso no, siempre que el autor de estas líneas tenga derecho a incluir sus

propios trabajos también en la ciencia (p.45).

Análisis de la obra y procesos inconscientes. Sueño y delirio comandados por la


represión.

En el caso de la Gradiva, Freud ante el acto creador se vio capturado por dos

elementos esenciales en el tratamiento la novela; sueño y delirio. El título del trabajo es

Los sueños y el delirio en la Gradiva de W. Jensen. Uno de los puntos en el que se

centra el análisis que lleva a cabo es la fuerza que salvaguarda a un recuerdo que no se

extingue. Es bajo la presión que ejercen las ramificaciones de este recuerdo, que el

protagonista presenta un extrañamiento acompañado de angustia, provocando un tipo de

acción particular, que es inducida desde vías trazadas en su historia pero al mismo

tiempo ignoradas; un destino se le impone de forma insospechada y le atrapa en una

historia que es tan propia como ajena.

El relato de la novela nos presenta a un joven arqueólogo alemán que encuentra

un bajorrelieve descubierto en las antigüedades de Roma y que representa a una joven

caminando “con un particular encanto” (p. 10). A ella le da el nombre de Gradiva que

significa “la que avanza”. El antiguo objeto atrapa inexplicablemente al arqueólogo, la

fascinación se apodera de quien hasta entonces había sido un hombre dedicado por

completo a la arqueología.

El sentimiento exacerbado que había utilizado para la ciencia lo ponía ahora al

servicio de la fantasía. La aparición de la pieza escultórica rompió el escudo que durante

mucho tiempo lo había protegido del recuerdo: Norbert Harold vio en el bajorrelieve a

una mujer griega que vivió en Pompeya, de inmediato tuvo la certeza de que lo

fantaseado era verdad, por ello comenzó a observar a las mujeres que le rodeaban,
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buscaba entre ellas a aquella que tuviera la gracia y el encanto al caminar, tal y como lo

hacía la dama representada en el bajorrelieve.

El relato cobró vida, se animó en una especie de ejercicio mimético paralelo a la

acción del andar de la joven, subjetivándose y proyectándose en aquello que no era y en

lo que sin embargo, parecía parpadear en la posibilidad de una reconciliación última con

lo buscado: la Gradiva rediviva.

Pero ¿se puede acaso realizar una búsqueda sin incurrir en redundancias? ¿No

son estás la esencia de toda búsqueda? El poeta no teme a la tautología, nos lleva a ella

y nos transporta a través de ella. Es desde el pleno ejercicio de sus sentidos, como

transmite los matices y la naturaleza del tipo de verdades que en la experiencia del

narrar se juegan.

Hay en la historia escrita por Jensen una tendencia a la circularidad en la que en

momentos, algo promete irrumpir, ofreciendo una posibilidad de conclusión a nuestros

intentos de comprender la peculiaridad de la situación vivida de Norbert Hanold y de

todas las significaciones que desde él pueden ser ilustradas. Porque el escritor toca algo

que hay en este personaje pero también en todos nosotros, una búsqueda que

constantemente se enfrenta a la amenaza de perderse en el silencio, la confusión y el

olvido. Sin embargo, en medio de estos escollos, emergen posibilidades de intelección

que brinda el psicoanalista haciendo posible que desde la circularidad en la que se

desenvuelve, le sea posible rescatar ese algo que sería capaz de devolvernos una parte o

un resto de aquello que nos hace ser lo que somos, y que sin embargo, siempre estamos

corriendo el riesgo de perder.

La aventura de Norbert Hanold es la historia de un olvido del que los sueños y el

delirio le salvaron de pasar a formar parte de él. Porque el delirio surgido de los sueños

lo condujo por el camino roto de la memoria, dando lugar a la palabra e introduciendo


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un tiempo que el protagonista de la historia había perdido. Ese extrañamiento hacía la

mujer, presencia a la que Freud le dio el valor de ser la pieza esencial en la formación

del delirio

El desarrollo de la perturbación anímica se inicia en el momento en que una

impresión casual despierta las vivencias infantiles olvidadas, que presentan al menos los

rastros de un tinte erótico (p.55).

No se trata tan solo de lo no reconocido sino de lo que ha sido reprimido, es

decir, desalojado con esfuerzo de la conciencia.

Hanold, frente al bajo relieve, olvidó que esa posición del pie la había

observado en su infancia. Era el pie de la que ocupó un lugar especial en sus

sentimientos. La vista del pie que aparecía en el bajorrelieve produjo efectos, que a

pesar de la intensidad de las acciones y de los pensamientos que suscitaron,

permanecieron inconscientes.

Con gran maestría el poeta reunió en la mente del personaje principal un

acontecimiento individual con un episodio histórico; Pompeya y su juventud olvidada se

hicieron equivalentes pero sin dar indicios de ello.

Qué mejor recurso literario que el de utilizar como punto de comparación a la

antigua ciudad romana, que enterrada por el paso del tiempo aún se conserva, con lo que

sucede en la vida psíquica en la que lo reprimido permanece soterrado gracias al delirio

sin perder su condición original.

Lo único valorabIe {das einzig Wertbare} en la vida anímica son, más bien, los

sentimientos; las fuerzas anímicas, todas ellas, sólo son sustantivas por su aptitud para

despertar sentimientos. Las representaciones -únicamente son reprimidas por anudarse a

unos desprendimientos de sentimiento que no deben producirse; más correcto sería


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enunciar que la represión afecta a los sentimientos, pero a estos sólo podemos asirlos en

su ligazón con representaciones. (p.10).

Norbert Hanold había olvidado a la que fue su antigua amiga, debido a que lo

sustancial estaba en la fuerza que animaba este olvido; el erotismo. Aquí radica lo

esencial del análisis que hace Freud de esta obra literaria y de importancia que tiene en

ella el recuerdo

Reprimidos están pues, en Norbert Hanold, los sentimientos eróticos, y puesto

que su erotismo no conoce o no ha conocido otro objeto que a Zoe Bertgang en su

infancia, los recuerdos sobre ella se encuentran olvidados. El bajorrelieve antiguo

despierta en él el erotismo adormecido y vuelve activos los recuerdos de la niñez

(p.41).

Sueño y delirio provienen de la misma fuente: lo reprimido. En la novela de

Jensen, como ya lo hemos señalado, es como consecuencia de un sueño de angustia que

Hanold hace un delirio. “Él mismo había presenciado el sepultamiento de Pompeya dos

milenios antes… Gradiva había vivido en Pompeya y allí resultó enterrada en el año 79”

(p.12).

Proceso creador y fantasía

Si bien es cierto que Freud avanzó rápidamente en la apertura de nuevos

espacios para la comprobación de su nueva teoría, también lo es que desde el comienzo

de su investigación se topó con obstáculos infranqueables. La imaginación del poeta y

el proceso de creación, ambos meollo de la generación de la obra artística, resultaron

inaccesibles a la mirada del psicoanalista. En su trabajo sobre El creador literario y el

fantaseo escrito un año después de la Gradiva señala lo siguiente:


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No hará sino acrecentar nuestro interés la circunstancia de que el poeta mismo,

si le preguntamos, no nos dará noticia alguna, o ella no será satisfactoria; aquel

persistirá aun cuando sepamos que ni la mejor intelección sobre las condiciones

bajo las cuales él elige sus materiales, y sobre el arte con que plasma a estos, nos

ayudará en nada a convertirnos nosotros mismos en poetas. (Freud, 1908, p.127)

El punto oscuro de la creación estética lo era también para el poeta. Se

demostraba que el hecho de que si bien éste podía consolidar su arte, ello no significaba

que diera cuenta de él. El problema de lo inaccesible de la creación provocó que Freud

se enfocara a resolver fenómenos que estaban involucrados en el proceso creativo y que

pertenecían a la vida psíquica. El primero, definir los mecanismos inconscientes que

intervenían directamente en la producción de la obra de arte. El segundo, precisar qué

papel tenía la fantasía como base de la creación estética.

Respecto al primer punto, Freud estableció, bajo el modelo del funcionamiento

del aparato psíquico, que el escritor poseía la cualidad de que su hacer recaía en el nivel

en el que se efectuaban los procesos inconscientes, de tal manera que el artista al centrar

su atención en la creación de la obra fortalecía esta operación creativa, y era esa misma

voluntad creadora la que disminuía el peso que tenía la crítica que surgida desde el

plano de la conciencia podía constituir un obstáculo a su labor.

Con el estudio de la obra literaria, se hizo patente que el poeta contaba con la

facultad y la virtud de expresar estéticamente aquello que el común de los hombres

mantenía bajo la autocensura y la represión.

En lo que respecta a la fantasía, sabemos que desde 1897, cuando Freud puso en

duda la veracidad de su teoría del trauma como explicación única de la formación de

síntomas derivados de una seducción vivida en la infancia, sumó la idea de que para el
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enfermo la escena fantaseada en el presente había tomado el lugar de una vivencia real,

el deseo sexual inconsciente no reconocido como propio pasó a ser el origen de la

neurosis. Con el trabajo realizado por la represión se promovía la combinación de

olvido y recuerdo deformado.

A partir de 1906 Freud escribió tres trabajos en los que el tema de la fantasía

tuvo un lugar central; la Gradiva en 1906, El creador literario y el fantaseo 1907 y Las

fantasías histéricas y su relación con la bisexualidad 1908. En la Gradiva Freud

destacó que la fantasía constituía el fundamento de los procesos que intervenían en la

actividad creadora, presentando la particularidad de que al traspasar la censura psíquica

continuaba conservando de manera deformada los retoños de lo reprimido sin que éstos

fueran desalojados de la conciencia.

En la historia presentada por Jensen, Hanold quedó atrapado en el delirio que le

convenció que lo soñado había sido algo vivido, la verdad aparecida en el sueño pasó a

constituirse en una pieza esencial de su fantasía. Esa segregación de la fantasía

respecto de la capacidad de pensar lo destinaba a ser poeta o neurótico, lo incluía entre

aquellos cuyo reino no es de este mundo. (Freud, 1907, p.13)

En 1908 en El Creador literario y el fantaseo, Freud afirmaba que el poeta

hacía lo mismo que el niño cuando juega, se toma muy en serio el mundo que crea. En

1909 señalaba que las fantasías inconscientes son los estados previos más próximos a la

formación de síntomas.

En el caso de Norbert Hanold héroe de la novela, las fantasías que presenta

provienen de recuerdos que han sido reprimidos y posteriormente deformados. Lo

notable en el manejo que Freud hace del concepto de represión es que está implícita la

idea de que lo reprimido conserva su eficacia. Lo olvidado se manifiesta a través de una

serie de retoños que son irreconocibles pero que manifiestan el poder que tiene lo
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supuestamente olvidado. Por el sueño de una serie de temporalidades son puestas en

juego, pasado y presente se mezclan y alcanzan la forma de un delirio. El personaje

principal del relato queda atrapado en un retorno de lo reprimido en el que el pasado

cobra vida y lo introduce por completo en él.

Sin embargo, el intérprete del texto encuentra una vía de acceso para dilucidar

los procesos inconscientes que se llevan a cabo en el personaje, gracias a los resultados

conceptuales obtenidos en La interpretación de los sueños los fenómenos psíquicos que

aparecen en la novela pueden ser interpretados a partir de una premisa establecida por

Freud: “Sueño y delirio provienen de la misma fuente: lo reprimido” (p. 52)

La fantasía; un puente entre el análisis de la obra y la pregunta sobre el autor

En las conclusiones que Freud presenta de su análisis hace una pertinente

aclaración : “Debemos detenernos aquí, pues de lo contrario acaso olvidaríamos

realmente que Hanold y Gradiva no son más que criaturas de un autor.” (p.77).

Fue su discípulo Jung quien le sugirió en 1907 que leyera el libro que Jensen

había publicado en 1903, y quien lo puso en contacto con el autor. Como él lo declara

en el posfacio a la segunda edición agregado en 1912, en el lapso de cinco años se

interesó por esclarecer la relación que un autor guarda con su obra, especialmente en lo

que se refiere a los elementos que intervienen como motivo de la misma. Se parte del

supuesto de que el poeta no tiene porque saber acerca de las reglas inconscientes a las

que estuvo sometido durante la escritura. Puede incluso que le resulten completamente

ajenas las interpretaciones que se hagan de la obra, a pesar de que ha mostrado ser capaz

de poseer la comprensión exacta del funcionamiento de la vida anímica, de elaborar un

análisis digno de la psiquiatría, al punto que ha dado cuenta también del método de
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curación del delirio, mismo al que la investigación del psicoanálisis y el trabajo clínico

llegaron tras años de labor.

El campo de trabajo del poeta y el del psicoanalista es tan similar que su

encuentro es inevitable, Freud con Jensen llegó a la conclusión de que “ni el poeta

puede evitar al psiquiatra ni el psiquiatra al poeta, y el tratamiento poético de un tema

psiquiátrico puede resultar correcto sin menoscabo de la belleza” (p.74).

En lo ineludible de su encuentro está la condición humana, las posibilidades de

su entendimiento. Después de la obra la atención del psicoanalista se centro en el autor,

sobre la posibilidad de determinar las fuentes de las que brotó esta pieza de la creación

literaria.

“Como nuestro héroe Norbert Hanold es una criatura de su autor, acaso nos

gustaría preguntar tímidamente a éste si su fantasía estuvo comandada por otros poderes

que los de su propio albedrío” (p.13).

De manera excepcional, Freud mantuvo una breve correspondencia con Jensen

durante los meses de mayo a diciembre de 1907. Fueron tres cartas las que se

escribieron, las de Freud se perdieron, las de Jensen se conservan y han sido publicadas.

En la primera de ellas fechada el 13 de mayo, Jensen primero agradece a Freud el

interés que dedicó a su obra y posteriormente le reprocha haberle atribuido intenciones

que él no había experimentado o que al menos no reconocía conscientemente. No

obstante, respondió cortésmente: “Para lo esencial puedo agregar que su escrito llega al

fondo de las intenciones de mi pequeño libro y le ha hecho justicia” (Assoun, 1996,

p.76).

Freud quedó insatisfecho con la respuesta que recibió de esa primera carta, por

lo que insistió al escritor que contestara a sus preguntas para poder brindar una

explicación sobre el proceso que éste vivió al escribir la obra. El 25 de mayo tuvo como
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respuesta una segunda carta, en la que el autor se esforzaba por describir su experiencia

reconociendo que había un cierto “misterio” del que no podía dar cuenta y aludiendo al

derecho que tenía a la oscuridad. Para él no era necesario llegar a despejar el porqué de

la escritura de la obra, la motivación literaria constituía en sí misma una explicación

suficiente. Sin embargo, en esta carta reconoció una cierta solidaridad fantasiosa con el

héroe cuando éste queda fascinado ante el bajorrelieve; el punto en común era la fuerza

contenida en una vivencia antigua. Sobre la creación del personaje de Hanold declaró

que su intención había sido la de presentar en él a un individuo insatisfecho que se

engaña a sí mismo por estar sometido a una ilusión.

La respuesta tampoco satisfizo a Freud, por lo que insistió una vez más para

definir que caminos comprendidos dentro de los procesos inconscientes había recorrido

el poeta.

En esta ocasión Freud tomó como objeto de sus preguntas al personaje femenino

que aparece en la historia, la amiga de infancia de Norbert Hanold, debido a que tenía la

hipótesis de que se trataba de un personaje real que había ocupado un lugar especial en

la vida de Jensen. Por tercera y última vez el escritor respondió con un rotundo no.

Freud no se detuvo en tratar de comprobar de que podía tratarse de una

hermana, que Jensen no tenía por cierto, y ante la reticencia del autor el psicoanalista

decidió tomar otro camino; investigó el contenido de las otras tres novelas escritas por

este autor. En la primera de ellas titulada “El paraguas rojo” encontró numerosos

detalles presentes en la Gradiva pero de los que destaca uno en especial, se trata de la

mujer que habiendo sido dada por muerta aparece de pronto en el resol de un mediodía

de verano.

En la segunda novela, “En la casa gótica” percibió un punto en común con la

primera, un amor inhibido hacía una mujer conocida en la infancia y con la que el
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protagonista había tenido una convivencia fraterna. La última novela “Extraños

hombres”, Freud no la leyó directamente, tomó conocimiento de ella por medio de una

reseña aparecida en el diario. El tema de ésta es como el destino de un hombre depende

de que “ve en la amada una hermana” (p.78).

Assoun afirma que a pesar de que en la segunda carta se observa el esfuerzo que

hizo el escritor para responder a las preguntas que se le formulaba, sus argumentos no

fueron tomados en cuenta. En el agregado de 1912 Freud escribió lo siguiente:

Resultó que estas cuestiones pueden resolverse mejor en aquellos poetas que en

la ingenua alegría de crear suelen entregarse al esforzar de su fantasía, como es

el caso de nuestro Wilhelm Jensen (fallecido en 1911). Poco después de aparecer

mi apreciación analítica de Gradiva, yo había intentado interesar al anciano

poeta por estas nuevas tareas de la indagación psicoanalítica; pero denegó su

cooperación (p.78).

Al parecer Freud no tomó en cuenta la posición, ¿el derecho?, que el autor

deseaba mantener sobre su obra y su intimidad. A pesar de que en las reuniones de

psicoanálisis ya se había manifestado en contra de psicopatologizar al artista para

explicar lo que éste producía, la incursión del psicoanálisis en el campo estético le

exigía buscar en el autor lo que ya había logrado dilucidar en el personaje de la novela;

los recuerdos reprimidos y la definición de los mecanismos inconscientes que habían

formado parte en el proceso de creación. Por ello no resulta extraña la actitud que

Freud tomó con Jensen.

El psicoanálisis al no poder dar cuenta de la naturaleza del artista, se tuvo que

conformar con el estudio de la fantasía del creador.


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No le incumbe por cierto, al psicoanálisis la apreciación estética de la obra de

arte ni el esclarecimiento del genio artístico. No obstante, parece que él es capaz de

pronunciar la palabra decisiva en todas las cuestiones que atañen a la vida de fantasía de

los seres humanos (Freud, 1924, p.219).

Por la misma época Freud declaró que su contribución a este tema fue enfatizar

la importancia que tenía el cumplimiento de deseo en la actividad creadora. Su tesis

fundamental era, y sigue siendo, que la creación estética proporciona una satisfacción

sustitutiva a los deseos reprimidos en la infancia que continúan insatisfechos.

El escritor sería aquel que situado entre la fuerza de la pulsión y el vacío de

sentido inscribe la posibilidad de que en el retorno de lo reprimido haya un elemento

cuya fuerza interrumpa su sentido e imponga una nueva dirección a lo reprimido

abriendo nuevas direcciones al sentido.

En este contexto, podemos preguntarnos si la interpretación que hace el

psicoanalista de la obra no la altera, al introducir un sentido ajeno al original. Si la

visión del psicoanalista no es ajena a la obra debemos preguntarnos ¿En qué se basa la

coincidencia entre poesía y psicoanálisis?

“Lo probable es que nos nutramos de la misma fuente, elaboremos

idéntico objeto, cada uno de nosotros con diverso método; y la coincidencia en el

resultado parece demostrar que ambos hemos trabajado bien”. (Freud, 1907, p.76)
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Referencias

Assoun, P. L. (1990). Introducción a la epistemología freudiana. México: Siglo

veintiuno editores.

Assoun, P. L. (1996). Littérature et psychanalyse. Paris : Ed. Ellipses.

Freud, S. (1907). El delirio y los sueños en la «Gradiva» de W. Jensen. En: Obras

Completas. 1999, (9) Amorrortu editores.

Freud, S. (1908). El creador literario y el fantaseo. En: Obras Completas. 1999, (9)

Amorrortu editores.

Freud, S. (1912). Notas sobre el concepto de inconsciente. En: Obras Completas. 1999,

(12). Amorrortu editores.

Freud, S. (1914). Contribuciones a la historia del movimiento psicoanalítico. En:

Obras Completas, 1999 (14). Buenos Aires: Amorrortu editores.

Freud, S. (1923). Dos artículos de enciclopedia. “Psicoanálisis” y “teoría de la libido”.

En: Obras Completas, 1999 (13). Buenos Aires: Amorrortu editores.

Freud, S. (1924). Breve informe sobre psicoanálisis. En: Obras Completas, 1999 (19).

Buenos Aires: Amorrortu editores.

Rodríguez, M. (13/02/09). Conferencia Freud y la filosofía. Universidad Complutense


de Madrid.
 

 
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Lorena

Bower

nlbower@unsl.edu.ar

Felipa Triolo Moya

fmoya@unsl.edu.ar

El adolescente actual: oblatividad tanática y sus vicisitudes

Resumen

El mal-vivir resulta consustancial al transcurrir humano. En la actual «cultura

del bienestar», el igualitarismo que el discurso del amo profiere, instituye la «canallada

moderna». La irrupción de desbordes tales como: las a-dicciones; los intentos de

suicidio, y otros actos violentos constituyen ofrendas sacrificiales al Otro que se

erigen como el último recurso, aún a costa de la vida, para subjetivarse.

El adolescente, por sus constantes movimientos de transformación tendientes a

la consumación subjetiva, es más propenso a frustrarse y responder violentamente a los

embates del contexto social.

En este trabajo nos hemos propuesto revisitar algunas de las coordenadas que

orientan los diferentes y novedosos modos del padecer adolescente y sus vicisitudes en

la actualidad.

Palabras Claves: Mal-vivir. Violencia. Adolescente. Cultura Actual. Patologías

Actuales.
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The adolescent: thanatic oblativity and its vicissitudes

Abstract

The evil-living is inseparable from the human passage. In the current "culture of

comfort", the egalitarianism that the discourse of the master utters, establishes the

"modern villainy”. The irruption of overflows such as the a-dictions, suicide attempts

and other violent acts are sacrificial offerings to the Other which stands as the last

resource, even at the cost of the life, to subjectivism. The teenager, for his constant

movements aimed at transforming the subjective consummation is frustrated, and more

likely to respond violently to the ravages on the social context.

In this work we intend to revisit some of the coordinates that guide the different

and innovative ways of teenager suffering and its vicissitudes today.

Keywords: Mal - to live. Violence. Teenager. Current culture. Current Pathology.


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Lorena Bower

Psicóloga

Universidad Nacional de San Luis.

Felipa Triolo Moya

Psicoanalista y Especialista en Psiquiatría.

Universidad Nacional de San Luis.

El adolescente actual: oblatividad tanática y sus vicisitudes

El mal-vivir actual

La historia social y cultural del hombre nos muestra que la agresión, el odio y la

crueldad son inherentes a su desarrollo e instituyen una constante en la configuración de

su subjetividad. Prácticas violentas dirigidas hacia sí mismo y/ o hacia el mundo

externo (hogar, escuela, deportes etc.) han sido frecuentes en la urdimbre social de las

distintas épocas.

Lo novedoso en la época actual radica en que el malestar que la irrupción de la

violencia (Real) provoca es interpelado en tanto viene a romper la tersura

homogeneizante (Imaginaria), semblanteada por la «cultura del bienestar» efecto de la

«aldea global».

El discurso del amo, tal como lo construyó Lacan (1970), suscita el

igualitarismo, en tanto segrega el modo de satisfacción de cada uno. El autor de marras


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llamó a este igualitarismo: la «canallada moderna». Como lo recuerda Miller (2003);

fue Gustave Flaubert 7 quien planteó que la idea democrática de igualdad suscita todo lo

que alguien debe decir en sociedad para ser un hombre conveniente y amable. Este es

un movimiento que va en contra de los grandes hombres, de los hombres excepcionales.

El malestar actual, al decir de Miller (2005), no se plantearía al modo freudiano

sino del impasse; la época del impasse. Impasse que se hace notablemente evidente en

el plano ético.

La globalización socio-político-económica instaura una pseudo-universalidad

que, fundada en una aparente democratización, propugna el libre e igual acceso de los

individuos a los objetos que el mercado exhibe y propone.

La paradojal ilusión del «todo es posible» se patentiza en el plano de las

comunicaciones donde es posible asistir imaginariamente a todos los eventos del

planeta, mediante un solo golpe de zapping, o simplemente, desde la pantalla de una

computadora. En la era de las comunicaciones la palabra resulta devaluada, un «regalo

envenenado» (Baudini, 2003) en tanto produce algún efecto de Real, alguna verdad,

que quebrantaría el semblante que ofrece el espectáculo social.

Por lo precedentemente detallado, el adolescente participa de una franja etárea

que se caracteriza por constantes movimientos de transformación para la consumación

subjetiva, por tanto es más propenso a frustrarse y responder violentamente a los

embates del contexto social.

En el último tiempo hemos sido conmovidos por titulares de medios masivos de

comunicación en los cuales se advierte un substancial incremento de acontecimientos

que tienen como protagonistas a adolescentes, ya sea en calidad de victimas o

victimarios.
                                                                                                                         
7
Flaubert, G. (1821-1880). Novelista francés jefe de la escuela realista. Como Balzac y Stendhal quiso que su obra
fuera la representación más exacta de la vida. «Una novela-decía- es solo un proceso verbal anotado por el
escritor»
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Distintas disciplinas han propuesto disímiles explicaciones a estos sucesos, lo

cual permite intelegir que es una conflictiva con múltiples aristas y que de ningún modo

es posible refugiarse en una explicación unívoca o polarizar sus causas. En toda

aproximación a esta problemática ha de tenerse en cuenta tanto los aspectos subjetivos

que hacen al actor protagónico: el adolescente, como así también al marco contextual

que ofrece la cultura actual.

Lo antedicho constituye el punto de partida de este escrito.

Vicisitudes del malestar en la «cultura del bienestar»

Al menos en apariencia, puede resultar casi un despropósito hablar de malestar,

de padecimiento en una época decididamente light, «cool», en la cual el sufrimiento y la

prórroga de la satisfacción deseada, parecen no tener lugar. En el reino de la inmediatez,

«la celeridad del ritmo torna mañana caduco y olvidado lo que parecía crucial» (Eco,

1987).

Así en la sociedad del bienestar, no hay lugar (en apariencia) para el dolor

(psíquico de vivir).

El Psicoanálisis nos enseña, no obstante, que el padecimiento es un sentimiento

invariablemente ligado a la constitución subjetiva y a la vida en comunidad (con-

vivencia).

Cuando hablamos de cultura hacemos referencia a un conjunto de acciones y

normas que se instituyen con el fin de distanciar a la animalidad del hombre, y al mismo

tiempo, fomentar el establecimiento de vínculos sociales estables.

Es por ello que Freud afirma que existe en el hombre una hostilidad casi

constitucional hacia la cultura, puesto que el establecimiento del vínculo social se funda
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en una renuncia pulsional, no singularizada, que retornará bajo la forma de mal-estar,

« singular initium que…tiene un carácter problemático» (Lacan, 1970).

Este destino gregario sólo puede ser alcanzado si la comunidad renuncia a la

satisfacción pulsional, desplazándola a lo que puede llamarse el campo fantasmático,

mientras que el deseo, debe pervivir como condición para la sobrevivencia del sujeto.

Acorde a tales postulados, el mal-estar es expresión subjetiva de la tensión entre

los ideales que propone la cultura y las aspiraciones personales, libidinales y materiales

del ser humano.

Freud en 1921 nos dice:

…el individuo integrado en una multitud adquiere por el sólo

hecho del número, un sentimiento de potencia invencible, merced al cual

puede permitirse ceder a instintos que antes como individuo aislado,

hubiera frenado forzosamente. Y se abandonará tanto más gustoso a tales

instintos cuanto que por ser la multitud anónima y en consecuencia

irresponsable, desaparecerá para él, el sentimiento de la responsabilidad,

poderoso y constante freno de los impulsos sociales. (Freud, 1978, p. 176)

Por tanto, el sentimiento de mal-vivir resulta consustancial no sólo a la

experiencia humana sino también, cabe puntualizar, que la subjetividad de cada época

es acompañada por un quantum de displacer que le es inherente.

Habiendo esclarecido el carácter constitucional del mal-vivir en la naturaleza

humana, nos proponemos revisitar algunas de las coordenadas que orientan nuestra

contemporaneidad.
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El narciso actual consume y se consume

Vivimos en una época signada por el des-investimiento del futuro, la irrupción

masiva y permanente de la imagen, en detrimento de la palabra. El reino de la

inmediatez impera en el transcurrir actual como así también el vértigo que cincela las

relaciones y las expectativas del hombre hipermoderno que confía su futuro a la

tecnología (Lipovetzky, 2006). Se profesa una creencia sin límites en los poderes de la

Ciencia y en el avance tecnológico, que al modo de noveles prótesis permiten soportar

el malvivir cotidiano.

Esto nos permite repensar los dichos freudianos de 1930, cuando al referirse al

malestar en la cultura el autor señala: “... la vida, como nos es impuesta, resulta

gravosa: nos trae hartos dolores, desengaños, tareas insolubles. Para soportarla, no

podemos prescindir de calmantes. («Eso no anda sin construcciones auxiliares», nos ha

dicho Theodor Fontane)...” (Freud, 1978, p. 145).

Entonces, tanto en la Viena finisecular que Freud refleja en su escrito como en la

cultura actual, el sufrimiento (ocasionado por el mal-vivir) no se puede soportar sin

paliativos. El sujeto hoy, muestra un sentimiento de mudanza y embarazo que refleja

fielmente el paradigma epocal.

La «Era de la Industrialización» dio lugar a la llamada «Era de la

Globalización»; la aldea global se halla pletórica de innovaciones, de reformas y

vaivenes que afectan la vida del hombre, suscitando sentimientos complejos y a menudo

contradictorios.

Estas mutaciones en la estructura familiar, el sistema educativo y el ámbito

laboral se tornan particularmente evidentes en el plano de las creencias; asistimos a la


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declinación de los referentes tradicionales de ordenamiento e intervención

(socialización, normativización, legalidad, etc.) y en su lugar se erigen otros basados en

el discurso de mercado cuyos efectos se miden en términos de rentabilidad,

productividad, menor costo y accesibilidad.

Sin embargo, la inhibición y la vergüenza constituyen a menudo signos

distintivos de este hombre «light» extremadamente vulnerable que oculta detrás de una

mascarada audaz la incapacidad para con-vivir; a su vez que, el individualismo a

ultranza lo conmina a refugiarse en una soledad «compartida» no sólo con otros (chat,

líneas telefónicas, etc.) sino, y fundamentalmente, con objetos de consumo que le

garantizan el acceso al cenit de la felicidad.

Para «atrapar» al deseo del otro, en la actualidad se constriñe a los sujetos a

comprar lo último que aparece en el mercado, y así, estar a la expectativa del próximo

modelo.

El hombre actual dispone de una multiplicidad de objetos que se proponen como

artificios valederos para colmar su deseo, el que inagotable por estructura, siempre

rebasa un resto que se re-lanza repetitivamente hacia un nuevo objeto.

Sumido en esta dialéctica consumista desenfrenada e ilimitada, el «narciso

actual» consume y se consume denodadamente, sumiéndose él mismo en las reglas

del mercado proponiéndose como objeto de goce. Al decir de Lacan (1970), el hombre

ha sustituido al esclavo antiguo, resultando él mismo un producto tan consumible como

los demás.

El consumismo promovido por el capitalismo, todo lo consume, incluido al hombre.

El neoliberalismo con su trasfondo de nihilismo, ha expandido su dominio hasta

derogar toda referencia simbólica. Lo antedicho hace imposible garantizar los


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intercambios entre los hombres, al mismo tiempo que promueve un indefinido

intercambio de mercancías permutables.

Consumo y goce se imbrican suponiendo una nueva legalidad: la «ética

indolora» del mercado, según la cual, ya no hay lugar para la falta, para la pérdida.

En este discurso capitalista está permitido todo, no hay imposibles ni

prohibiciones develando el fracaso de las interdicciones estructurantes: cuando todo está

permitido, nada está permitido. Frente al axioma dostoievskiano: “Dios ha muerto, todo

está permitido”, Lacan (1970) afirma: “si Dios ha muerto, nada está permitido” 8, en

tanto es la existencia de la prohibición lo que dispara el deseo.

En la actualidad, lejos ha quedado la perspectiva moderna según la cual el deseo

era articulado a través de un Otro universal; el deseo, hoy aparece tiranizado por el

goce, extraviado, lo cual devela un panegírico de la hipermodernidad.

Precisamente, en este contexto se impone el levantamiento de las prohibiciones para

dar paso a la impetuosidad de la pulsión resignificándose el lugar del Ideal del yo. Este

operador es fundamental en la constitución de la subjetividad por ser representante de

aquellos valores admitidos socialmente con los que el individuo se identifica. Así, y a

través de estas identificaciones, el Ideal se erige como un medio capaz de encauzar las

acciones del individuo en el seno de la sociedad, siempre a costa de un renunciamiento,

de un sufrimiento.

En tal sentido el Ideal del Yo, al suponerle consistencia al Otro, se instituye

como agente de la castración y muro de contención al goce, al tiempo que, le

proporciona al sujeto un reaseguro para conjurar la angustia de castración.

                                                                                                                         
8
La frase original corresponde a los dichos nietzscheano según los cuales: « Dios ha muerto», la cual estructura la
prohibición. Retomada del discurso del anciano padre Karamazov, de la clásica novela de Dostoievski, donde se
interpreta que si «Dios ha muerto» implica que «todo está permitido». Esta interpretación es denegada por los
enunciados lacanianos.
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El Ideal del yo tutela los hilos de la trama que soportan la convivencia y el

posicionamiento del sujeto en la Cultura; obviamente, el problema se presentiza cuando

se pierden los códigos que ordenan esa trama.

La declinación del Ideal conlleva una búsqueda compulsiva de goce; el sujeto

consume/se consume compulsivamente, y aquello con lo que goza 9, le confiere un

sostén identificatorio excesivamente endeble.

La versatilidad de las identificaciones, determina una sustancial inestabilidad al

sujeto, éste se aferra «parasitariamente» a cualquier simulacro (engañoso y fascinante)

que se promocione como proveedor de ese goce buscado, con el añadido, que tal

artificio no va a estar regulado por el Ideal.

La época actual, colmada de Otros vacíos y caracterizada por la subversión del

Ideal muestra los tropiezos del sujeto al operar al borde del goce, el des-borde pulsional

(Lacan, 1973) emergente le imposibilita al mismo cumplir el cometido de encauzar su

deseo.

El individuo ya no encuentra seguridad en el Otro, éste se ve reducido a un

semblante, no hay Otro simbólico a quien dirigir demanda alguna, por el contrario, en

su lugar se alza un tirano que lanza al sujeto en una búsqueda alocada de goce.

Lo ante citado nos permite colegir que el sujeto se posiciona «como a la deriva»,

incapaz de hallar emblemas identificatorios que lo orienten, forzado a buscar

compulsivamente entre los múltiples y engañosos objetos que el mercado le ofrece -

objeto a instantáneo-. La ilusión de que éstos podrán ofrecerle algún anclaje, lo alienta a

ofrendar sacrificialmente la diferencia entre objeto de consumo y objeto de deseo.

Es allí cuando el exceso se hace presente a través de las toxicomanías, los

deportes de riesgos, los actos transgresores tales como la delincuencia juvenil,

                                                                                                                         
9
El sujeto consume goce, prefiriéndolo al Ideal y al sexo
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bullying, «picadas», intentos de suicidio, etc. es decir, diversos actings, pasajes al acto,

etc. que patentizan el actuar de un individuo dispuesto a responder a la demanda

tiránica del Otro, aún con su propia vida.

Los imperativos fanáticos y exitistas demandan esclavos

El establecimiento de comportamientos sacrificiales constituye un ardid

recurrente para mitigar la angustia del adolescente hoy. A los sentimientos de mutación

y transformación propios de su edad, se le suma la inestabilidad de un contexto que no

ofrece garantías sino que esclaviza con imperativos exitistas y tanáticos.

La adolescencia remite sin dudas a un momento de crisis donde habrá de

decidirse (una vez más) el futuro del sujeto.

En nuestra sociedad la adolescencia es el tiempo de la idolatría, la edad dorada,

pero también y paradójicamente, es una etapa de notable desamparo. Los padres se

muestran ausentes o bien han dimitido en su función de guías asumiendo el lugar de

pares. La cultura del narcisismo generalizado idealiza la satisfacción inmediata y

dificulta la postergación, la espera, el pensamiento y la palabra.

Tal como señala Stevens (2001), la adolescencia viene a patentizar aquella

solución (de compromiso y al modo del síntoma freudiano) que el individuo halla frente

a la irrupción del Real de la pubertad. Este Real no sólo da cuenta de las

transformaciones a nivel corporal (hacerse de un cuerpo) sino que es un Real marcado

por el lenguaje; el adolescente se ve urgido a construir una nueva red significante con la

cual posicionarse en relación a los otros (hacerse de un nombre).

La adolescencia es, asimismo, el tiempo de reedición de la conflictiva edípica,

coyuntura en la cual la operancia (o no) de la función paterna, tiene un rol esencial. El

adolescente necesita de un Otro que prohíba y ordene, pero también que habilite al

modo del don, permitiendo que el sujeto se introduzca en el deseo.


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El reto de la subjetivación es hacerse un lugar en el (deseo del) Otro puesto que

esto será lo que le otorgue el estatuto de sujeto deseante. El deseo, aquello que nos

instituye como sujetos nace alienado en el Otro, por tanto, no existe sujeto sin Otro.

De lo precedente se colige la necesidad de contar con un Otro capaz de «ver», de

otórgale al adolescente un lugar en su deseo, en definitiva, de un Otro garante, de esta

nueva identidad que el sujeto asume en el mundo.

Las configuraciones subjetivas actuales muestran el ocaso del Otro, la pérdida

del lugar de Ideal que, en algún momento de la historia cumplía el Padre; antaño éste

último, se erigía en el soporte sobre el cual se conjugaban las identificaciones a

determinados ideales y anhelos de la cultura. La identificación al Padre permitía otrora,

a los sujetos, identificarse entre si transversalmente reconociéndose como iguales.

El lugar del Ideal hoy es ocupado por «ídolos» que con su brillo y majestuosidad

cristalizan el éxito y conjuran el temor al vacío, la muerte y la castración.

Estos ídolos se erigen como «dioses oscuros» que intiman al goce, tributo que

puede llevar hasta la muerte, aún cuando el sujeto no crea en ellos. Al decir de Lacan

(1964), es en el sacrificio, en el objeto de nuestros deseos, que se intenta hallar

testimonio de la presencia (del deseo) del Otro, del «Dios oscuro».

Compensatoriamente, éste último, le otorgaría al sujeto un lugar y un nombre.

Nuevos «amos» se erigen, y a la pregunta: « ¿qué quieres de mi?», responden

invariablemente: «Goza, consume (cada vez más y con más prisa) ».

Para conservar el amor de este amo, el adolescente no duda en lanzarse (le

laisser tomber) una y otra vez, en una búsqueda incesante de goce (por la vía del

consumo). Persecución iconolatraria fútil (Imaginaria) puesto que al aumentar el

número de objetos que ostente, mayor será el vacío y la insatisfacción que horade su

ser.
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En un mundo ordenado por imperativos de inmediatez, el adolescente no duda

en arrojarse en acciones alocadas, perversas, con las que procura llamar la atención del

Otro y hacerse un lugar que le permita ex-sistir. Encuentra en estos des-bordes y

excesos pulsionales un modo particular de gozar, en el cual paradójicamente, se pierde

para ex–sistir.

Para concluir, entendemos que estos actos de violencia que emergen con fuerza

arrolladora en todos los estratos y estamentos sociales: las a-dicciones tanto las duras y

blandas, a comer, a no comer; los intentos de suicidio, dan cuenta de actos que

constituyen una ofrenda sacrificial del cuerpo al Otro; y se instituyen, a nuestro criterio,

como el último recurso, la última defensa (aún a costa de la vida), para preservar algún

espacio de subjetivación.
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Referencias

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Priscilla Echeverría Alvarado

pechever@ice.co.cr

Lacan y Fujii: del ver al mirar. La formulación de una nueva cualidad óptica.

Resumen

En el texto “Concatenated, Multilayered Space” , Hiromi Fujii recurre al concepto de

transparencia de Gyorgy Kepes, el cual resulta muy apropiado para revisar el trabajo que

Jacques Lacan efectúa con los esquemas ópticos y su propuesta de la transmutación del i(a)

(yo-ideal) y su relación con el Ideal del yo (I(A)) para lograr operar en el análisis un

desprendimiento y constitución del objeto a al final del análisis. En este ensayo se analiza la

crítica que realiza Lacan a las propuestas de los llamados psicoanalistas del yo a quienes

acusa de no trascender lo Imaginario y por lo tanto de obviar la condición metonímica del

deseo inconsciente, la castración y la particularidad del objeto en tanto parcial, no especular y

pulsional, el cual está allí desde el inicio de la partida en tanto elemento de la estructura y que

señala el lugar desde donde Ello habla.

Palabras clave: Yo-ideal. Ideal del yo. psicoanálisis. Arquitectura. Esquemas ópticos.
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Lacan and Fujii: from seeing to look. The formulation of a new optical quality

Abstract

In the text “ Concatenated, Multilayered Space ”, Hiromi Fujii resorts to the concept of

transparence of Gyorgy Kepes, which turns out to be very appropriate to review the work that

Jacques Lacan carries out with the optical schemes and his proposal of the transmutation of i

(a) (ideal I) and his relation with the I(a) to manage to produce in the analysis a detachment and

constitution of the object a at the end of the analysis. In this essay there is analyzed the

reviewer that realizes Lacan to the proposals of the so-called psychoanalysts of ego whom it

accuses of the Imaginary register not coming out and therefore of obviating the metonymic

condition of the unconscious desire, the castration and the peculiarity of the object meanwhile

partial, non specular and drive conditioned, which is there from the beginning of the game and

is an element of the structure and that indicates the place from where Id speaks.

Keywords: I-ideal. Psychoanaysis. Architecture. Optical schemes. Lacan.


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Priscilla Echeverría Alvarado

Psicoanalista

Universidad de Costa Rica

Lacan y Fujii: del ver al mirar. La formulación de una nueva cualidad óptica.

Recordar aquí que la persona es una máscara, no es un simple juego de la etimología;

es evocar la ambigüedad del proceso por el que su noción ha llegado a tomar el valor de

encarnar una unidad que se afirmaría en el ser. (Lacan, 1988, p.650)

INTRODUCCION

De nuevo es Hiromi Fujii, el arquitecto japonés, quien me permite incursionar en un

tema del Psicoanálisis. En un ensayo anterior titulado “Hiromi Fujii y Sigmund Freud:

Arquitectura y Psicoanálisis” (Echeverría, 2001) , intenté poner en relación el sustrato teórico

de los autores Sigmund Freud e Hiromi Fujii.


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Sorprendida por el encuentro con un arquitecto cuya propuesta de diseño incorpora la

teoría de los sueños de Freud, me vi llevada a ocuparme un poco de su pensamiento. Así, en

aquel momento, lo que encontré en Fujii fue un gran rechazo del Humanismo y el

Racionalismo y por lo tanto, de la sobrevaloración del yo que considera es uno de los

basamentos de Occidente. Por esto, su acercamiento a Freud responde a un interés por

traspasar el espejismo yoico y este tema específicamente, es el que nos va a plantear en su

artículo titulado: “Concatenated, Multilayered Space” (Fujii, 1987) 10. En este texto, Fujii

nuevamente vuelve a la distinción entre la metonimia del deseo que encuentra en Freud y el

congelamiento del sentido. Fujii continúa su esfuerzo orientado a la creación de una

arquitectura que permita al sujeto salir de su conformidad cotidiana y vuelva a sorprenderse, a

maravillarse, a dejarse impactar y con este fin, efectúa un análisis de los jardines francés y

japonés, sus diferencias en el tratamiento del objeto mirada y sus efectos en la relación del

sujeto con el Otro.

El recurso de Fujii del concepto de transparencia de Gyorgy Kepes resulta muy

apropiado para revisar el trabajo que Lacan efectúa con los esquemas ópticos y su propuesta de

la transmutación del i(a) (yo-ideal) y su relación con el Ideal del yo (I(A)) al final del análisis.

El aporte de Fujii resulta muy preciso para comprender, por una parte, el alcance de la

propuesta lacaniana en relación a aquello que sostiene el registro Imaginario en el sujeto y por

otra, el objetivo estratégico del dispositivo analítico.

En la “Observación sobre el informe de Daniel Lagache: Psicoanálisis y estructura de la

personalidad”, Lacan (1988) , quiere establecer la diferencia entre su fin de análisis y las

propuestas del psicoanálisis del yo, posición detentada por Lagache y Balint en las menciones

                                                                                                                         
10
La traducción del artículo de Fujii fue realizada por mí. El “self” se ha traducido por
“yo”. Es necesario recordar que el concepto de self lleva en sí la pretensión armónica y
totalizante, integradora y que haría posible el SABER.
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de Lacan. Critica la noción de personalidad y de estructura de Lagache (..”…la estructura no es

la forma..”) ( Lacan,1988, p. 629) , a quien acusa de no trascender lo Imaginario y por lo

tanto de obviar la condición metonímica del deseo inconsciente. “Pretendemos que la estética

trascendental tiene que rehacerse para el tiempo en que la lingüística ha introducido en la

ciencia su estatuto innegable: con la estructura definida por la articulación significante como

tal” (Lacan, 1988, p. 629)

Para Lacan, la separación y clarificación de los conceptos de yo ideal e Ideal del Yo es

fundamental para lograr operar en el análisis un desprendimiento y constitución del objeto a.

De tal manera que el final del análisis no tiene que ver con que el sujeto incorpore los ideales

del analista (Balint) : “El paciente, en el estado de elación que resulta de ello, cree, según dice

Michel Balint, haber intercambiado su yo con el del analista. Deseémosle que no haya nada de

eso.” ( Lacan, 1988, p. 661). Asímismo, Lacan le recuerda a Lagache la deuda del

psicoanálisis con el saber inconsciente y la castración, lo que de suyo implica trascender las

imágenes, los ideales, volver la atención al deseo, al objeto en tanto parcial, no especular y

pulsional que está allí desde el inicio de la partida en tanto elemento de la estructura y que

señala el lugar desde donde Ello habla.

Este ensayo lo he dividido en tres partes. En la primera, denominada “Hiromi Fujii, el

jardín francés y el jardín japonés” recurro a la literalidad del texto de Hiromi Fujii y enumero

las particularidades constructivas que atribuye al jardín francés y cómo impactan el ojo del

espectador. El papel del objeto es obviado a favor de un ideal integrador al que la visión, por su

propia fisiología (¿) debe responder. Se explica el concepto de transparencia literal de la ley de

la perspectiva, el cual será contrapuesto al concepto acuñado por Kepes al que recurre Fujii

para explicar lo que acontece con la visión en la experiencia del jardín japonés. Finalmente,

este concepto nos llevará a la conclusión de que allí nos hallamos frente a una nueva cualidad

óptica.
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La segunda parte refiere a los esquemas ópticos de Bouasse utilizados por Lacan para

establecer la relación diferenciada entre el yo ideal y el Ideal del Yo. Gracias a esta precisión,

Lacan logra demostrar que el YO es una función de desconocimiento por lo que toda

terapéutica basada en el fortalecimiento del Yo no hace más que fortalecer la ignorancia del

sujeto con respecto a su propio deseo, o sea, su pérdida en el laberinto especular. Este

hallazgo le abre a Lacan el camino para, a partir de la ubicación de los registros Imaginario y

Simbólico, encontrarse con el Real del cuerpo, la pulsión y el objeto en tanto parcial.

Finalmente, apunto al Seminario sobre la Angustia, dictado por Lacan en el año 1962-

1963, y al establecimiento del objeto @ como parcial, pulsional y no especular. La angustia

del cuerpo fragmentado es angustia de castración, por lo que en la “conclusión” se aborda

aquello que el Psicoanálisis intenta que se produzca al final del análisis para lo que es necesario

se esclarezcan las relaciones Ideal-Yo-Ideal y el papel de la angustia.

HIROMI FUJII: EL JARDIN FRANCES Y EL JARDIN JAPONES.

A-El jardín Francés.

From the top of the château of the Vaux-le-Vicomte, located in a suburb of Paris, one

can see magnificent French gardens organized around a vista beginning at the center of the

château and extending in a straight line over a large, nearly level property surrounded by

woods. To the right and left of this vista or axis, defined by a central path, are many beautifully

trimmed and evenly spaced borders, and between them intersecting channels of water….

(Fujii, 1987,p. 101)


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Fotografía 1. (Google, 2009)

El Palacio de Versalles va a ser el prototipo del jardín francés para Fujii. Reseño sus

particularidades siguiendo al autor y señalo algunas consecuencias que este espacio produce en

el sujeto:

1. Su principal característica es que conforma paisaje al ser una vista

abierta.

2. Su organización es geométrica. Los ejes son definidos por uno central y

otros que se intersectan.

3. Se funda en el balance y la proporción.


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4. Funciona para el ojo humano creando la ilusión de que la visión de uno

se extiende más allá de lo que es realmente posible. Constituye una vista sin obstrucción.

El jardín del Palacio de Versalles está diseñado para que se vea el horizonte.

5. El orden espacial se centra en un punto (el centro del castillo).

Si uno se detiene en este punto, puede ver los diversos jardines e integrarlos.

6. El espectador sabe siempre dónde está, gracias a la relación con este centro.

7. Las flores y árboles no están por sí mismos, sino que son material subordinado a un

plan total. Forma y material están claramente divorciados, siendo la forma lo que domina y los

árboles son identificados sólo como formas cúbicas o cónicas.

8. los materiales son tratados como si no cambiaran y se elimina el proceso

generativo de las plantas (se podan para darles forma cúbica o cónica). Se ordenan en

rectángulos y círculos. Se trata de formar un patrón geométrico simétrico, una superficie

estática..
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Fotografía 2. (Silversmith,2005)

9. Se busca la completa dominación de la naturaleza. Es un espacio

altamente construido.

10. El objeto no es lo importante, sino la visión en tanto integradora,

(teoría de la Gestalt) como si la fuente de luz y poder de la visión residiera dentro del self (yo)

y éste estuviera situado, como Dios, en el vértice de un mundo con forma de cono y el yo

pudiera ver dentro de las capas más largas del cono.

11. Lo que se trata de lograr es la transparencia literal, en términos de la

ley de perspectiva, que consiste en que, al continuar el ojo mirando a través del cono, en algún
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punto todo se vuelve transparente, como vidrio (sin obstáculos), permitiendo a la luz el paso y

haciendo visible el fondo y el suelo del paisaje. El mundo tiene así nada más un paisaje y una

perspectiva.; el todo queda reducido a esto que vemos completarse. No hay encuentro con

diversidades; la diversidad sencillamente, no existe. Fujii aclara que sin embargo, el mismo yo

es por su propia constitución una formación diversa y opaca, llena de “ruido”, de tal manera

que el efecto que se produce es ilusorio, sostenido por un self que desconoce su diversa

constitución. “El yo, en el fondo del cono, da la espalda a la parte del mundo que el cono ha

ignorado.” (Fujii, 1987, p.102) Es solamente desconociendo, que el yo puede sostener una

imagen. La “transparencia”, (es entonces) “…un producto azaroso nacido de las placas opacas

del yo”. (Fujii, 1987, p.102)

12. “Para que el mundo llegase a ser efectivamente transparente, el yo que

mira no podría ser opaco, sino una existencia insustancial desde el cual todo – sustancia y

extensión – han sido eliminadas.” (Fujii, 1987, p.102)

El acto de mirar y el mundo dentro del cono deben ser decididamente separados, para

garantizar la expansión que se presenta al ojo y al yo. El control es esencial para asegurar que

no entre distorsión al cono; en el momento en que haya desfiguración o distorsión, ésta debe

ser descubierta y eliminada. De tal manera que el jardinero corre a cortar la hoja nueva que se

atrevió a desafiar la forma cónica del árbol.

¿Cómo es que si el yo es en sí mismo una presencia opaca, llena de distorsiones y

“ruido” puede producir este efecto de “transparencia”, de totalidad? Explica Fujii:

“El cono transparente está envuelto por la opacidad del mundo que el cono ha ignorado”

(Fujii, 1987, p.102) O sea, que solamente desconociendo su propia constitución,

desconociendo la diversidad, y desconociendo y alejando de sí una parte que es la que

impediría la totalización, el yo puede cumplir su cometido de sostener una totalidad. Algo debe

quedar fuera del campo de la visión, algo que no logra ser subsumido por la imagen.
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13-Plantar en forma cónica o cúbica constituye un cierre que confina el sentido y

previene al significado de disolverse o descarrilarse. Un solo paisaje, un solo significado. La

diversidad o polisemia del paisaje y la visión, está completamente ignorada. Lo que queda

establecido es entonces, la capacidad integradora de la visión, que se manifiesta en esta

transparencia literal.

Recordemos que el jardín francés se crea en la época de “los Luises” y que a esas

alturas en la historia del pensamiento Occidental, aún existe la noción de centro como

fundamento. Si bien ya para Copérnico la tierra no era el centro del Universo, había un centro

del mundo. Es la época en que se debaten las ideas de centro, de finitud, infinitud, de mundo y

de universo. El telescopio, para mirar más allá de lo que la visión lograba, se diseñó tomando

como base la fisiología del ojo humano.

No en vano el centro del castillo era el sitio donde, desde su balcón, el Rey podía

observar los movimientos de los invitados a la cacería. También podía hacerlo desde su corcel,

ya que el diseño permitía que el rey admirara sus jardines desde lo alto de sus magníficos

caballos.

La posición del Rey en el tablero castillo-jardín, quedaba así establecida por el trabajo

de diseño arquitectónico. En consecuencia, habría un Otro preexistente, Otro del Otro que

dicta la posición que el ojo debe tener para deleitarse con la visión, deleite que requiere del

sostenimiento de la creencia en esa posición del Otro Absoluto.


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B. El jardín japonés.

…the absence of vista is a consequence of the multilayered quality of the landscape,

evident in the planning, the rock arrangement and the trees…Rock obstructs rock, and the

landscape is always fragmented, vision is not allowed to dominate the whole of the garden.

(Fujii, 1987, p.102)

Fotografía 3. (Wikipedia, 2005)

Por otro lado, ¿qué pasa si en vez de acrecentar la percepción, haciendo más largo el

cono de visión y buscando la integración del paisaje a través de la transparencia en una escala
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más larga, la visión viaja desde un fragmento distorsionado al otro de acuerdo a los cambios en

el punto de vista o movimientos del cuerpo? Veremos lo que acontece en el jardín japonés.

1. El jardín japonés está construido también, pero en multiestratos, con

arreglos de plantas, rocas, árboles y espejos de agua. Hay superposición de elementos; se

obstruye la línea de visión, creando sombras y eliminando vistas. Fujii menciona el jardín de

Ryoanji, el cual es muy simple, de arena con un arreglo de piedras, que sin embargo no es

abarcable en una sola mirada.

2. El paisaje no está integrado por la visión, más bien, la compele a

fragmentarse.

3. El sujeto es el que se desplaza por el jardín en busca de una vista, pero el

paisaje cambia en apariencia de momento a momento.

4. Cada planta, cada piedra, sigue su propio crecimiento y no le es

cambiada su forma original. Cada elemento está por sí mismo y se relaciona con los demás a

partir de su posición.

5. Como resultado de la superposición de elementos, hay partes ocultas. A

medida que uno cambia su punto de vista, las partes ocultas se revelan y lo que había sido

visible, ya no se ve más.

6. El TODO es imposible de estructurar, siempre hay algo que falta para

completar el paisaje.

7. Siempre hay algo a ser descubierto en la forma en que las partes están

conectadas. Así, el paisaje no conoce confinamientos. A medida que uno trata de aprehender la

significación de cada fragmento o del todo, ésta se escapa.


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8- Al pasar de fragmento en fragmento, de distorsión a distorsión, se produce un nuevo

efecto de transparencia, se trata de un nuevo concepto al que se refiere Gyorgy Kepes. Este

concepto de transparencia no es un campo cónico, sino una transparencia que junta diversos y

múltiples objetos como mosaicos, cadenas, redes o tejidos en una especie de “patchwork”:

Si uno ve dos o más figuras superpuestas unas a otras y cada una de ellas clama para sí

misma la parte superpuesta, entonces uno se ve confrontado con la contradicción de las

dimensiones espaciales. Para trascender esto, se debe asumir la presencia de una nueva

cualidad óptica. La transparencia significa, no paisaje abierto sino la percepción simultánea de

diferentes locaciones espaciales. El espacio retrocede y fluctúa en una actividad contínua. La

posición de las figuras transparentes tiene un sentido equívoco en tanto uno ve cada figura,

ahora como la más lejana, ahora como la más cercana. En este sentido, la transparencia no

quiere decir una condición que permita la penetración visual de un espacio con profundidad

desde un punto dado, sino un manojo de percepciones interpenetrantes dentro de un espacio sin

profundidad, no conforme al principio de la perspectiva. (Kepes, en Fujii, 1987, p.103 )

En este sentido, la transparencia es alcanzada, no por una posición privilegiada, sino por

la interpenetración de puntos diversos, o sea, obligando a la visión a transformarse. Es

solamente a partir de la dispersión, la distorsión y la transformación, que la transparencia

estructural se logra.

Rowe, citado por Fujii (1987) habla de la transparencia como atributo (la transparencia

real o literal), y la transparencia como un atributo perceptual de una característica particular de

una organización, la transparencia fenoménica. Sugiere que considerando el atributo físico de

los materiales, hay una transparencia que difiere de la ausencia total de opacidad. De acuerdo
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con esta definición, transparencia no es el opuesto de opacidad pero significa una condición

más ambigua. (Fujii, 1987).

En todo caso, el espacio del jardín japonés, su organización, sugieren una estructura de

lenguaje, simbólica, hecha de diferencias. Fujii lo plantea como un espacio polisémico, que

ofrece una multiplicidad de significados irreductibles. Polisemia no quiere decir simplemente

que el espacio o jardín tienen diversos aspectos que pueden ser interpretados de múltiples

formas sino que el espacio (jardín) ofrece una multiplicidad por sí mismo.

Más allá del sujeto y de su posibilidad interpretativa, está el Otro del lenguaje, la falta

del Otro. (A tachado), lo que introduce esa multiplicidad.

Lo interesante encontrado por Fujii es esta articulación entre lo Imaginario y lo

Simbólico y la posibilidad de la trascendencia del simple ver y el pasaje al mirar.

¿ Esta nueva cualidad óptica, sería un concepto similar al que Lacan pretende llegar con

su formulación de los esquemas ópticos?

Sabemos que a Lacan la relación con las artes y las letras lo enriqueció profundamente.

Su impresión con la anamorfosis, sus trabajos sobre la luz y la mirada hacen que no nos resulte

extraño que exista un ligamen entre las formulaciones lacanianas y lo que a nivel de las artes se

desarrolla.

En este caso, fue el Cubismo en pintura el que puso de manifiesto esta nueva cualidad

óptica

Al eliminar la profundidad, la perspectiva y el punto focal, no permite al ojo obtener

una acomodación para lograr una visión integradora y crear una imagen unificada. Se busca

más bien la dispersión de la percepción. La pintura cubista con sus líneas horizontales,

verticales, las figuras descompuestas y su renuncia radical a la perspectiva, crea un espacio sin
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profundidad que obliga a la dispersión de la visión. El ojo entonces, pierde su función.

Asimismo, el yo.

LACAN Y LOS ESQUEMAS OPTICOS. EL YO COMO FUNCION DE

DESCONOCIMIENTO.

El tema de la imagen, de la función de la imagen del cuerpo y la relación con el Otro,

es un tema que Lacan trabajó desde 1936, primero, en una alocución llamada “The looking-

glass phase” , que después reescribió para ser presentada al XVI Congreso Internacional de

Psicoanálisis en 1949, versión que fue dada a publicar finalmente, con los “Escritos” bajo el

nombre: “El estadio del espejo como formador de la función del yo (je) tal como se nos revela

en la experiencia psicoanalítica.” ( Lacan, 1989, p. 86)

Pero vamos a encontrar varios textos de Lacan donde toca el asunto de la imagen,

después de 1936, más orientados a la función paranoica del yo. En el Seminario dictado en

1953-54, dedicado a los escritos tècnicos de Freud, Lacan introduce el esquema óptico y

presenta aquí la relación con el otro: “El sujeto va a ser una reflexión en relación al otro, es

decir en relación al Ich-Ideal” (Lacan, 1988, p.193) y distingue ideal del yo y yo ideal. Pero me

interesa aquí abordar directamente el texto: “Observación sobre el informe de Daniel Lagache:

“Psicoanálisis y estructura de la personalidad” (Lacan, 1988, p.627),particularmente en el

momento donde Lacan trabaja con los esquemas ópticos de Bouasse tomados de su libro “

Optique et photométrie dites géometriques”. Lacan plantea que estos esquemas los retomó con

el fin de aclarar las relaciones entre el Yo Ideal y el Ideal del Yo.


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EL YO IDEAL.

En el texto mencionado sobre el Estadio del Espejo, para Lacan lo esencial es el júbilo

del niño que aparece como signo de identificación, esto es, “… la transformación producida en

el sujeto cuando asume una imagen” (Lacan, 1989, p.87.) El júbilo que manifiesta el niño por

esa imagen especular, dirá Lacan, está en relación con su dependencia de cachorro humano y su

aún incipiente desarrollo motriz, por lo que constituye una precipitación del yo (Je), de un yo

primordial. Hay ya allí una matriz simbólica antes del pasaje por el otro, de la identificación

con el otro y también antes del pasaje por el Otro del lenguaje que le permite al niño su

condición funcional de sujeto.

El yo (je) para Lacan es la “forma” que sitúa la instancia del moi , por lo que plantea

que debería hablarse entonces, de moi-idéal. El yo (je) es entonces, la matriz de las

identificaciones secundarias, pero situado en un registro irremediable e irrecuperable de

ficción. Será en cuanto yo (je) que tenga que resolver, “…su discordancia con respecto a su

propia realidad” (Lacan, 1989, p.87)

Lacan plantea también un rasgo distintivo de anticipación en el ser humano. Anticipa

la unidad (Gestalt) (para la que no tiene los medios), la cual le viene dada desde fuera, por lo

que es más bien constituyente, bien dice Lacan, que constituida; la imagen unitaria es

requerida de ser estática (que no es lo que el niño experimenta, puesto que por el contrario,

experimenta de su lado un constante movimiento, por lo que es su propio movimiento el que

“anima” a la imagen) y además, invertida.

Esta anticipación le plantea al sujeto un efecto de despedazamiento al existir la reflexión

(inversión) de la totalidad.

El yo (je) es el que detenta la unidad aportada por la imagen. Significaciones, objetos,

todo eso solo existirá bajo la forma unitaria donde el yo los percibe como se percibe a sí
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mismo. El yo se reconoce en el otro, en el objeto, en la significación, en tanto estén hechos a su

imagen y semejanza.

Lacan habla del “nudo de servidumbre imaginaria” que representa la obligatoriedad del

pasaje por el Estadío del Espejo.

El yo viene a ser una estructura formal, unidad pura, casi vacía; el moi, una formación

con rasgos distintivos.

El je es el resultado del Estadío del Espejo en tanto símbolo de unidad, que no estaba

antes que el yo y que no es la unidad de la imagen, sino un reflejo de la imagen en el cuerpo.

En la nota a pie de página de Armando Suárez, editor de los Escritos en castellano para

Ed. S.XXI, éste menciona que Lacan traduce Idealich por moi-idéal, siendo moi-yo una

construcción imaginaria y je-yo, posición simbólica del sujeto. (Lacan, 1989, p.87)

EL YO COMO FUNCION DE DESCONOCIMIENTO.

En la observación al informe de Daniel Lagache, Lacan vuelve sobre esta constitución

imaginaria y muy pronto establece la función de desconocimiento del yo, equiparándolo al ojo:

“ El Yo, tal es ese ojo…” (Lacan, 1988, p.647) ….

En el principio de las verdaderas resistencias con las que nos enfrentamos en los dédalos

de lo que florece de teoría sobre el Yo en el psicoanálisis, está el simple rechazo de admitir que

el Yo sea allí de derecho lo que manifiesta ser en la experiencia: una función de

desconocimiento ( Lacan, 1988, p. 648)


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Aquí tenemos el esquema (Fig. 1) (Lacan, 1988, p.653):

…el ramo real escondido en la caja S, “para aumentar” , como dice Bouasse “el

efecto de sorpresa”, parece surgir para el ojo acomodado sobre el florero V colocado sobre la

caja, precisamente en el cuello A´ de dicho florero, donde la imagen B´ se realiza con nitidez, a

pesar de alguna deformación que la forma no regular del objeto debe hacer bastante tolerable.

(Lacan, 1988, p.652)

Lacan se cuida de advertir que para que la ilusión se produzca, es necesario que el

ojo esté situado en el interior del cono B`-B-y. Esto porque el punto B`se encuentra

interconectado a los puntos en el espejo esférico.


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...dado que para cada uno de los puntos de la imagen, el cono de rayos convergentes

captados por el ojo es muy pequeño, resulta que la imagen será tanto más netamente situada en

su posición cuanto mayor sea la distancia al ojo, ya que esta distancia da al ojo mayor campo

para el desplazamiento lineal que, más aún que la acomodación, le permite situar esta posición

a condición de que la imagen no vacile demasiado con el desplazamiento. (Lacan, 1988, p.652)

Lacan se declara seguidor de Freud cuando plantea que en el esquema se representa la

relación con el otro en su doble incidencia Imaginaria y Simbólica la cual es necesario

puntualizar para hacer surgir al sujeto como el lugar donde “Ello” puede hablar sin que el

sujeto mismo se entere, es más, dice Lacan, en tanto habla, nada sabe de Ello. Es necesario

imaginar, dice, primero, que el florero esté dentro de la caja y que el cuello del florero de la

imagen real bordee el ramo de flores y segundo, que exista un observador situado dentro del

aparato pero fuera de la posibilidad de percibir la imagen real. Tercero, debe existir un espejo

plano donde se posará el ojo del observador. El espejo plano, denominado A, por Autre de Otro

Simbólico, se sitúa permitiendo la conformación del i´(a).

Bastará para que el sujeto vea esa imagen en el espejo A con que su propia imagen…

venga en el espacio real (al que el espacio virtual engendrado por un espejo plano corresponde

punto por punto) a situarse en el interior del cono que delimita la posibilidad de la ilusión

(campo x y` ` en la figura dos) (Lacan, 1988, p. 654)


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Fig. 2 (Lacan, 1988,p. 654)

Lacan subraya la función de desconocimiento del Yo nuevamente y la relación

imaginaria entre i(a) e i´(a), relación de constante transitivismo, Yo-Ideal-Yo.

La fórmula i´(a) es una forma del otro frente a la cual el sujeto queda enajenado en tanto

imagen y también en tanto imagen del cuerpo. El florero escondido indica para Lacan el poco

acceso que el sujeto tiene a la realidad de su cuerpo…

.
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..que pierde en su interior, en el límite en que, repliegue de folios coalescentes a su

envoltura, y que viene a coserse a ella alrededor de los anillos orificiales, la imagina como un

guante que se pidiera volver del revés. (Lacan, 1988, p. 655)

Cuerpo que el psicoanálisis acentúa en sus orificios como espacios libidinales, a partir

de los cuales, por ende y por las pérdidas que conlleva, el sujeto entabla la relación con el Otro.

Aquí se introduce la noción de objeto parcial de la pulsión. Por lo tanto, nos encontramos que

Lacan introduce también aquí lo Real.

EL IDEAL DEL YO.

El Ideal del Yo es lo que viene al lugar Simbólico, correspondiente, dice Lacan, “…a las

coordenadas inconscientes del Yo.” (Lacan, 1988, p. 657); lugar de insignia, que se distingue

a su vez del Otro como lugar de la palabra:

…es a ese lugar al que responde en nuestro modelo el espacio real al que se superponen

las imágenes virtuales “detrás del espejo” …ya sea que el sujeto tenga acceso a él por

desplazamiento libre…o porque el espejo esté sin azogue y…se transparenta su mirada, como

regulando allí su posición por alguna I ) (Lacan, 1988, p. 657)

Es ciertamente, en el esquema, como se puede observar que A toma como punto de

referencia I para obtener el espejismo del Yo Ideal.


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El yo ideal es la imagen, el I (A), no lo es. El lugar de la palabra es el Otro

A), lugar que hace del grito, llamada. Son las insignias del Otro las que el sujeto hace suyas en

el Ideal del Yo.

El Otro está allí presente en la distancia que toma el sujeto frente al otro; esto es, no es

el otro y no debe ser confundido con el otro, de allí que Lacan retome aquí el Estadio del

Espejo para especificar esa función del Otro, como Otro del lenguaje, cuando el niño se vuelve

al tercero, al adulto que lo sostiene:

Pues el Otro en el que se sitúa el discurso, siempre latente en la triangulación

que consagra esa distancia, no lo es tanto como para que no se manifieste hasta en la relación

especular en su más puro momento: en el gesto por el que el niño en el espejo, volviéndose

hacia aquel que lo lleva, apela con la mirada al testigo que decanta, por verificarlo, el

reconocimiento de la imagen del jubiloso asumir donde ciertamente estaba ya. (Lacan, 1988,

p.658)

Esta dimensión de la neurosis de transferencia es lo que Lacan menciona como una de

las maniobras identificatorias del neurótico.


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Fig. 3 (Lacan, 1988, p. 660)

En la figura 3, Lacan hace un ejercicio de lo que ocurre en análisis, con una “analogía

grosera”. El Otro es el analista, por ser él el lugar de la palabra.

Lacan da aquí una de las tantas definiciones de lo que es un análisis, esto es , en tanto el

sujeto “gana” (el entrecomillado es mío) por asumir como propio su discurso Inconsciente.

Esto implicaría entonces, por parte del sujeto un movimiento del punto de $ …a los

significantes del espacio detrás del espejo”. Aquí es necesario poner atención a lo que Lacan

plantea. Se trataría entonces del desplazamiento de la relación especular con el otro, relación

Imaginaria, a una relación Simbólica, puesto que habla de “los significantes detrás del espejo,

lo cual implicaría un pasaje del otro al Otro.

Este desplazamiento requiere también de que el analista rote (se borra) su posición de

A en la transferencia.

En ese recorrido, la búsqueda misma va haciendo desfallecer la ilusión.


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La función del modelo es entonces dar una imagen de cómo la relación con el espejo, o

sea la relación imaginaria con el otro y la captura del Yo Ideal sirven para arrastrar al sujeto al

campo donde se hipostasía en el Ideal del Yo. (Lacan, 1988, p 659)

Por eso, señala Lacan, hay efectos de despersonalización en el final del análisis, ya que,

podríamos decir, este desplazamiento introduce despedazamientos en el yo Ideal al perderse el

referente del Ideal del Yo. Estos efectos de despersonalización son considerados por Lacan

como signos de límites, no de franqueamiento.

Una vez que el ojo ($) alcanza la posición I, en el espejo, percibe la ilusión del florero

invertido pero ahora ve en el espejo horizontal (A) la imagen virtual i’(a) del mismo florero .

No es ya la imagen real, dice Lacan, la ve…”… como al árbol su reflejo en un agua, muerta

o viva, le da unas raíces de sueño.” (Lacan, 1988, p 659) . Aquí se produce una verdadera

anamorfosis, esto es, la revelación de aquello que en el efecto ilusorio ha quedado perdido. El

sujeto descubrirá, con angustia, la ilusión en su estructura misma.

LA ANGUSTIA DE CASTRACION.

Con respecto al deseo, Lacan bien advierte que el texto de las observaciones al informe

que presentara Daniel Lagache, (Lacan, 1988), corresponde a un tiempo donde requería

trabajar lo Imaginario y que aquí no se esclarece o subraya suficientemente que en un análisis

no se trata de la búsqueda o establecimiento de ideales sino que es el deseo el que regula la

repetición significante, esto es, que el deseo es metonímico. El objeto, que no debe a lo

Imaginario su estatuto, es imposible de hacerlo aparecer en un esquema como éste, de espejos.


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¿Cómo hacer aparecer un objeto que es Real (pulsional) y tiene una función Simbólica

(parcial) pero carece de imagen?

Sabemos que es lentamente como Lacan va estableciendo las propiedades del objeto.

Desde el Estadío del Espejo, Lacan trabaja con el ojo y la mirada. ¿Qué es ese ojo que mira e

integra, pero que está separado del cuerpo, que se separa del mundo, que no se mira en el

espejo? Es un ojo que Lacan desplaza de aquí allá en los esquemas ópticos, ¿qué debe este ojo

a lo Simbólico si el mayor o menor grado de aproximación a la completud se efectúa en esa

representación entre el yo ideal y el Ideal del Yo? Es aquí donde entra a operar algo más allá

del I (A) y es en el Seminario de la Angustia, donde Lacan va a desarrollar su concepto del

objeto @ en tanto pulsional, no especular y parcial.

Lacan retoma la angustia del cuerpo fragmentado del Estadío del Espejo y de la

Observación del informe de Daniel Lagache; la retoma como angustia de castración, y vuelve

al esquema óptico, a su formulación última al final del ensayo donde dice:

Por eso precisamente, reflejado en el espejo, no da solo a’ el patrón del intercambio, la

moneda por medio de la cual el deseo del otro entra en el circuito de los transitivismos del Yo

Ideal. Es restituido al campo del Otro en función de exponente del deseo en el Otro. (… )

Esto es lo que le permitirá tomar en el término verdadero del análisis su valor electivo de

figurar en el fantasma aquello delante de lo cual el sujeto se ve abolirse, realizándose como

deseo.

Para llegar a este punto más allá de la reducción de los ideales de la persona, es como

objeto a del deseo, como el sujeto está llamado a renacer para saber si quiere lo que desea

(Lacan, 1988, p. 662 ).


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Y es aquí donde el sujeto debe pagar con su persona, esto es, con su propia castración.

Como bien señala Le Gaufey (1998), al introducirse el deseo del Otro, se trata de pensar

la articulación de la imagen especular con el deseo como deseo del Otro. Ya el i (a) no está

determinada por el Ideal, sino que ahora Lacan sostiene que el i (a) es una respuesta al deseo

del Otro.

En el lugar de las flores, se verá surgir una equis, que tiene la ventaja de no ofrecer una

imagen en el espejo. En el Seminario acerca de la Transferencia (Lacan, (1960-61), 2003) el

objeto a había perdido ya la imagen especular. Allí es definido como agalma, pura cobertura y

vacío, objeto parcial y en el Seminario de la Angustia el objeto será parcial, pulsional y no

especular. Y los efectos despersonalizantes de un análisis se deben a lo Real de la separación

del objeto a .

($

<>

…..a )

El punto entonces y la consecuencia del trabajo con el yo y en la búsqueda del

reforzamiento de los ideales del sujeto, tienen que ver con el papel de la angustia.
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CONCLUSION

Volvemos aquí al jardín francés y a la idea del mundo y del cosmos de esa época. En el

Seminario dedicado a la angustia en los años 1962-1963, Lacan critica a Claude Levi-Strauss

acusándolo de epicúreo por su obra “El pensamiento salvaje”; lo acusa de detentar una

“cosmicidad del objeto”, o sea, la de ubicar el objeto en una complementariedad con la teoría

del conocimiento, lo que implica una visión tranquilizadora.

¿Por qué es tan importante que preservemos la dimensión de la angustia? Debe haber

una razón para ello. La vía segura que se dibuja para nosotros, entre un retorno a una

cosmicidad tranquilizadora y el mantenimiento de un patetismo histórico... es efectivamente el

estudio de la función de la angustia y por ella debe pasar nuestro camino. (Lacan, 1962-1963)

La no existencia de unidad, es causante de angustia. Es lo insoportable donde surge A

barrado, donde surge la falta en el Otro, el deseo del Otro. Si por una parte esta falta es

resuelta al estilo de Levi-Strauss, por el lado de los psicoanalistas del yo es rectificando el

percipiens hacia los ideales del analista, verdadera ortopedia del yo. Esto es, una forma de

resguardar la falta en el Otro.

En el Psicoanálisis no se trataría de purificar el percipiens, sino que el sujeto se

encuentre en el punto donde él en tanto objeto sirve de soporte a la falta del Otro donde

finalmente encuentra su seguridad y como dice Lacan, paga aboliéndose como sujeto.

El planteamiento de Fujii al introducir el concepto de Kepes y la propuesta del cubismo

resulta sumamente clarificadora para entender la ruptura que significó el Cubismo en las Artes

y el radicalismo del pensamiento de Lacan. Si el Cubismo implicó la creación de una nueva


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cualidad óptica que pone en evidencia la precariedad de los sentidos y de las

conceptualizaciones de “mundo”, “cosmos”, teoría del conocimiento y totalidad, el

Psicoanálisis aporta también su concepto de Inconsciente y en el caso de Lacan, su concepto de

objeto a en tanto pulsional, parcial y NO ESPECULAR; de allí la necesidad de Lacan de

recurrir a la topología de superficies, específicamente a la figura de la botella de Klein, para

lograr dar cuenta de lo Real del objeto, y así inscribir su descubrimiento sin que se convierta

en un asunto de creencia religiosa .


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Referencias

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nos revela en la experiencia psicoanalítica. Escritos, tomo 1. (pgs. 86-93), México:

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de la personalidad. Escritos, tomo 2. (pgs. 627-664), México: Siglo XXI.

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Le Gaufey, Guy. (1998) El lazo especular. Un estudio travesero de la unidad imaginaria.

Buenos Aires: Edelp.


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Revista Otra escena, volumen 1, número 3, febrero 2009. ISSN: 1659-4134   143
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Jesús González Requena

www.tramayfondo.com

Emergencia de lo siniestro 11

Resumen

En estos tiempos posmodernos, se nos ofrece la posibilidad de accesar ciertos

medios de comunicación que agilizan el intercambio de ideas y opiniones. Este artículo

muestra cómo los reality show, ese artificio de concursos televisivos sin orden o lógica,

sin formalismos, ensayos o guiones, más al tanto de lo que se va produciendo al margen

del momento, nos van conduciendo no a un intercambio de ideas, sino más bien a un

encuentro con nuestro goce macabro, en la medida que de lo que se trata en ese espacio

es de hacer explícito eso monstruoso del encuentro con lo real de la angustia, esa

experiencia sin mediación simbólica.

Se trata de brindar una otra lectura acerca de la consabida amenaza o

experiencia de castración, poniendo en tela de duda las construcciones elaboradas por

Freud y Lacan, señalando cómo ese encuentro con lo siniestro toca no solo con la

neurosis, sino además con la psicosis en tanto la ausencia de simbolización le impide al

psicótico apalabrar algo de este encuentro siniestro. Coquetea con la perversión

también, ciertamente en tanto el perverso ofrece una escena castrante al borde de la

angustia, escena que se convierte en la pimienta del espectáculo televisivo, del cual se

goza en silencio, al punto de esa identificación perversa y a la orden del día en esa

emergencia televisiva que toca lo siniestro.comunicación que agilizan el intercambio de

ideas y opiniones.

                                                                                                                         
11
Publicado en: Trama&Fondo nº 2, Madrid 1997. pp. 2-32
Revista Otra escena, volumen 1, número 3, febrero 2009. ISSN: 1659-4134   144
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Palabras clave: Lo siniestro. Lo real. Locura y psicosis. Recusación. Represión.

Amenaza y experiencia de castración. Fundación simbólica. Aparición del inconsciente.

Encuentro con la sexualidad. Textos posmodernos: porno terror y reality show. La

angustia.

Emergency of the Sinester

Abstract:

In these postmodern times, we are offered the possibility to access certain media

that speed the exchange of ideas and opinions. This article shows how the reality

shows, that artifice with no order or logic, without formalities, essays or scripts, more

aware of what is being produced on the spur of the moment, it’s leading us, not to an

exchange of ideas, but rather to a meeting of a macabre enjoyment. What it’s trying to

be discussed in this space is to make explicit the monstrous encounter with the real of

the anguish of that experience without symbolic mediation.

These provide a different reading on the usual threat or experience of castration,

putting into question the constructions developed by Freud and Lacan noting how the

encounter with the sinister touches not only neurosis, but also to psychosis as the

absence of symbolization prevents the psychotic bespeak something of this encounter

sinister. Flirt with perversion certainly, while the perverse offers a castrating scene at

the edge of anguish. Scene that becomes the pepper of the TV show, something that is

enjoyed in silence to the point that that perverse identification, and on the agenda on

that television emergency that touches the sinester. Communications that speed the

exchange of ideas and opinions.


Revista Otra escena, volumen 1, número 3, febrero 2009. ISSN: 1659-4134   145
Latindex folio 18475  

Keywords: The sinester. The real. Madness and psychosis. Rejection. Repression.

Threat and experience of castration. Symbolic Foundation. Emergence of the

unconscious. Meeting with sexuality. Postmodern texts: porno terror and reality show.

The anguish.
Revista Otra escena, volumen 1, número 3, febrero 2009. ISSN: 1659-4134   146
Latindex folio 18475  

Jesús González Requena

Filósofo

Docente catedrático Facultad de Ciencias de la Información Universidad

Complutense de Madrid

Emergencia de lo siniestro

Cuerpo Seductor / Cuerpo Siniestro

El Cuerpo Seductor o el Cuerpo Siniestro. El cuerpo como imagen fascinante o

como materia orgánica en proceso de descomposición. La imagen del Objeto pleno del

Deseo o las huellas del Cuerpo Fragmentado. En estos términos o en otros semejantes

puede formularse la quiebra que, en el ámbito de la Representación, manifiesta la

dramática en la que nuestra contemporaneidad vive la problemática del cuerpo.

A un lado, pues, esas imágenes hiperdeseables, fascinantes, construidas por el

cine, la televisión, las revistas de modas y, sobre todo, la publicidad. Imágenes, diríase,

desprendidas de toda corporalidad; cuerpos, si se prefiere, puramente imaginarios:

llenos de look y de light, sin peso, sin grasa, ni carne. Y de hecho, ¿no son así

reconocidos por todos? ¿No es acaso cierto que ya nadie duda que, "al natural", los

actores y las actrices a partir de los cuales esas imágenes han sido fabricadas nos

defraudarían? Sin duda: "decepcionan al natural", en cuanto se hace presente el cuerpo

del que han sido desprendidos en tan satinadas representaciones visuales. Pues esas
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imágenes corporales (y descorporeizadas), como el conjunto del delirante escaparate

publicitario, no tienen otro régimen de existencia que el de lo imaginario.12

Y por otra parte, en otro campo —el de la pornografía, el del cine de terror, el

del más ácido espectáculo informativo—, retorna, o más bien estalla, el cuerpo

puramente cuerpo y, en esa misma medida, percibido como masa de carne intolerable.

Ese mismo cuerpo, por cierto, que es sistemáticamente expulsado de la publicidad —

pues ésta no quiere saber nada del cuerpo que pesa, que se deteriora, del cuerpo cuyas

arrugas escriben un más allá que habla de la muerte. El cuerpo real, en suma. Pocas

expresiones permiten mejor describir hoy esta percepción del cuerpo como materia

intolerable, inmanejable, extremadamente real, que la palabra "corrupción". Si tomamos

la distancia suficiente para percibir su guadianeo por los textos de nuestra

contemporaneidad —de los que, después de todo, constituye una de sus más firmes

isotopías—, podremos comprender lo que liga al espectáculo informativo con el

espectáculo del porno-terror —el cine/TV de lo siniestro. Desde la corrupción de lo

político, de sus discursos, e instituciones, podremos desplazarnos sin solución de

continuidad a esa otra corrupción, esta vez literal, que es la de los cuerpos: cuerpos

troceados, malolientes, desmembrados, deshechos, en proceso de descomposición. Y,

entre uno y otro extremo, esos otros cuerpos opacos, resistentes, carentes de sentido, del

equívocamente llamado reality-show.

En todo caso, creemos que esta quiebra, esta escisión, esta radical esquicia, es la

manifestación de cierto sesgo psicótico característico de los textos de nuestra

contemporaneidad. Como si entre el campo de lo Imaginario y el de lo Real se hubiera

                                                                                                                         
12
Hemos tratado de justificar la aplicación de la noción lacaniana de lo imaginario al campo publicitario en
Jesús González Requena y Amaya Ortíz de Zárate: El espot publicitario. Las metamorfosis del deseo, Cátedra,
Madrid, 1995.
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abierto un foso insalvable que condujera al sujeto a la pérdida de todo anclaje simbólico

para su Deseo.

Es precisamente esa economía psicótica la que pretendemos tematizar. Pues se

manifiesta, lo anticipamos desde ahora mismo, a través de lo que falta, de lo que no se

escribe, de lo que no parece encontrar lugar en esos que son los textos dominantes de

nuestra contemporaneidad —el texto televisivo, el texto publicitario, el texto científico

y cibernético.

Y bien, lo que falta —esta es la hipótesis nuclear que guiará este trabajo—, lo

que no se escribe en esos textos es la palabra en su dimensión esencial, fundadora: la

palabra que puede ser creída y que, porque es creída, puede fundar un espacio humano.

La aparente evidencia en la que Occidente se ha acomodado, según la cual no

hay lugar para una palabra que pueda ser creída —una palabra, en suma, verdadera—, la

ausencia de todo lazo simbólico que pudiera integrar el campo imaginario del deseo y el

campo real del cuerpo, es, pensamos, uno de los rasgos definitorios de nuestro estado

cultural. O, si se prefiere, de nuestro inquietante malestar civilizatorio.

Freud, El Arenero

Que la emergencia de lo siniestro constituye un hecho estético fuerte de la

Modernidad es algo que Freud (1919) debió intuir bien cuando, para desarrollar el

análisis de esa oscura vivencia, escogió, como objeto a la vez de exploración e

ilustración de su teoría, un cuento de principios del XIX, El hombre de la arena, de

E.T.A. Hoffmann (1991). Es decir, un texto por muchos motivos ejemplar de ese

momento en la historia del arte de Occidente, el del Romanticismo, en el que se

manifestaba abiertamente la quiebra del proyecto ilustrado de un arte clásico capaz de

reconciliar la razón y la pasión en una feliz armonía. El momento, en suma, en que en el


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campo del arte emergió un desgarro de la subjetividad del que, en su alcance esencial,

no hemos salido todavía.

El punto de partida de la reflexión de Freud es una anotación de Schelling según

la cual: "Unheimlich sería todo lo que debía haber quedado oculto, secreto, pero se ha

manifestado." (Freud, p. 2487). Freud cree ver, en esta anotación, una idea que se

amoldaría plenamente a su teoría de la neurosis:

...si todo afecto de un impulso emocional, cualquiera que sea su naturaleza, es

convertido por la represión en angustia, entonces es preciso que entre las formas

de lo angustioso exista un grupo en el cual se pueda reconocer que esto, lo

angustioso, es algo reprimido que retorna. Esta forma de la angustia sería

precisamente lo siniestro... lo siniestro no sería nada realmente nuevo, sino más

bien algo que siempre fue familiar a la vida psíquica y que sólo se tornó extraño

mediante el proceso de represión. Y este vínculo con la represión nos ilumina

ahora la definición de Schelling según la cual lo siniestro sería algo que,

debiendo haber quedado oculto, se ha manifestado. (Freud, p. 2500)

Tal es, pues, el abordaje freudiano: algo, en el interior del sujeto, en su

inconsciente, habría quedado encerrado, reprimido, y al retornar a su conciencia sería

vivido como siniestro. Lo sorprendente, no obstante, es que el propio Freud es el

primero en objetar su propia explicación, intuyendo que la aplicación de la teoría de la

neurosis al fenómeno de lo siniestro no sólo no zanja la cuestión, sino que plantea más

problemas de los que permite resolver:

Puede ser verdad que lo unheimlich, lo siniestro, sea lo heimlich-heimisch, lo

"íntimo hogareño que ha sido reprimido y ha retornado de la represión, y que


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cuanto es siniestro cumple esta condición. Pero el enigma de lo siniestro no

queda resuelto con esta fórmula. Evidentemente, nuestra proposición no puede

ser invertida: no es siniestro todo lo que alude a deseos reprimidos. (Freud, p.

2500.)

Esta es la cuestión: el mismo Freud percibe que lo siniestro no termina de

amoldarse a lo que caracteriza al proceso neurótico —es decir: la existencia de algo

reprimido que, en tanto reprimido, no cesa de hablar en forma de síntoma. Pues de la

experiencia de la neurosis muestra que el síntoma, lo que retorna de lo reprimido —lo

que habla desde el inconsciente—, no es vivido como siniestro. O si se prefiere: que lo

siniestro no es el color, el tono afectivo, emocional, de la neurosis.

Schelling

Ahora bien, ¿no se ha apresurado Freud en su interpretación?, ¿no ha sesgado en

exceso su lectura, siempre orientada por la teoría de la neurosis, del sorprendente

enunciado de Schelling?. Retomémoslo al pie de la letra: "Unheimlich sería todo lo que

debía haber quedado oculto, secreto, pero se ha manifestado."

Schelling no dice que algo que estaba oculto ha llegado a manifestarse, sino que

algo que debía haber quedado oculto, secreto, se ha manifestado.

El "pero" ahí presente lo confirma: algo, que constituye una condición que debería

haberse producido, no ha tenido lugar. Y así, propiamente, nada ha llegado a estar

oculto, nada ha alcanzado la condición de lo secreto. O dicho de otra manera: el campo

de lo oculto, de lo secreto, no ha llegado a constituirse.

Algo, pues, ha faltado, ha fallado, no ha sucedido.


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Freud: mundo real / mundo fantástico

Conviene pues hacer una lectura más detenida del trabajo de Freud precisamente

allí donde éste, a su vez, se desenvuelve como la lectura de un texto, El arenero de

Hoffmann, que es oportunamente identificado como ejemplo de texto siniestro.

Dos cuestiones se nos antojan, a este propósito, decisivas en el análisis de Freud.

En primer lugar, un punto ciego: es sorprendente que el creador del psicoanálisis no

preste ninguna atención a algo que en el relato de Hoffman se dice literalmente en

múltiples ocasiones. Nos referimos a las menciones explícitas a la posible locura de

Nataniel, el protagonista del relato. Diríase que la opción de partida de Freud,

consistente, como hemos indicado, en interpretar el fenómeno de lo siniestro a partir de

la recién nacida teoría de la neurosis, invisibilizara este dato literal del texto.

En segundo lugar, un punto extraordinariamente productivo, pero

necesariamente desplazado, marginalizado, en la misma medida en que no parece

posible conectarlo con la teoría de la neurosis. Freud, en una reflexión que se anticipa

de manera fulgurante al nacimiento de la semiótica narrativa, anota, en el relato

siniestro, un dato de estructura referente, no ya a su encadenamiento narrativo, sino a lo

que lo soporta, es decir, a lo que constituye su condición de posibilidad: el universo

narrativo mismo: "el poeta provoca en nosotros al principio una especie de

incertidumbre, al no dejarnos adivinar [...] si se propone conducirnos al mundo real o a

un mundo fantástico, producto de su arbitrio." (Freud, p. 2500)

Se trata, pues, de una incertidumbre estructural que afecta al estatuto del

universo narrativo. Pero los términos en los que Freud se expresa, al hablar de una

ambigüedad entre un mundo real y uno fantástico, si no son resituados desde el interior

mismo del texto freudiano, pueden difuminar la relevancia de lo que se encuentra en

juego en esta indagación sobre lo siniestro.


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Pues lo decisivo de esta anotación no reside tanto en la interrogación cognitiva

ante una u otra respuesta — ante una u otra legalidad narrativa, la de la "realidad" o la

del "cuento maravilloso" —, sino en la posición —y, consiguientemente, en la

experiencia— de incertidumbre a la que es conducido el lector del relato siniestro.

la impresión siniestra, [...] para que nazca este sentimiento es preciso [...] que el

juicio se encuentre en duda respecto a si lo increíble, superado, no podría, a la

postre, ser posible en la realidad [...] (Freud, p. 2503)

el poeta aparenta situarse en el terreno de la realidad común. Adopta entonces

todas las condiciones que en la vida real rigen la aparición de lo siniestro [...]

nos libera entonces a nuestra superstición [...] nos engaña al prometernos la

realidad vulgar para salirse luego de ella."... "dejarnos en suspenso, durante

largo tiempo, respecto a cuáles son las convenciones que rigen el mundo por él

adoptado; o bien en esquivar hasta el fin, con arte y astucia, una explicación

decisiva al respecto. (Freud, p.2504)

Lo que está en cuestión, entonces, es la experiencia de esa inquietante

incertidumbre generada por la puesta en suspenso de las convenciones que rigen ese

extraño mundo en el que el lector se ve introducido. Experiencia de incertidumbre,

decimos, sobre las convenciones que lo rigen y, por tanto, sobre la lógica, el orden, la

legalidad que anima ese universo narrativo.

Así pues, el lector que atraviesa, de la mano del protagonista, ese insólito

universo narrativo, participa, en su lectura, de una experiencia de quiebra del juicio de

realidad. Es decir, en suma: de una experiencia de quiebra del Principio de Realidad

mismo. O en otros términos: en el relato siniestro tiene lugar una experiencia de pérdida
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de realidad, de descomposición del tejido que la sostiene y configura. Debemos advertir

que cierta oposición conceptual encuadra la interpretación del texto de Freud que

proponemos: la que enfrenta el concepto de "la realidad" al concepto de "lo real".

Definiremos la realidad como aquello del mundo que manejamos, que entendemos, que

pensamos, que se somete a cierta lógica y que, por ello mismo, nos resulta inteligible.

Lo real es lo otro: lo que queda fuera, lo que está siempre excluido del orden de los

discursos, aquello que se manifiesta, frente a ellos, como extrema resistencia. Aquello

que, en el límite, es siempre ininteligible; lo absolutamente Otro. Pero es posible una

definición más sencilla: lo real es lo que se deduce del hecho, asumido radicalmente, de

que el mundo no está hecho para nosotros. —Pero es muy difícil apearse de ese

narcisismo elemental que fantasea el mundo como hecho, de una o de otra manera, para

nosotros, para que podamos pensarlo, entenderlo, para que en él podamos satisfacer

nuestro deseo.

Pues bien: en el texto siniestro, es la realidad lo que se quiebra. Y es la

experiencia de esa quiebra lo que nos sitúa en el campo de lo siniestro.

Se trata, por lo demás, de una quiebra, Freud cuida mucho en advertirlo, que no

tiene lugar en el cuento maravilloso. De hecho, Freud explica muy oportunamente por

qué en el cuento de hadas, en el que suceden cosas no menos truculentas que en los

relatos de terror, el lector para nada se ve embargado por el aroma de lo siniestro. Una

vez más, su explicación sorprende por su extremada economía teórica —en la que, de

nuevo, subyace toda una semiótica narrativa avant la lettre —: las reglas de los

universos narrativos que caracterizan a los cuentos maravillosos, si bien son diferentes

de las que rigen nuestra realidad cotidiana, existen y están perfectamente establecidas.

De manera que todo, por decirlo así, está en su lugar, tiene una lógica —y una,

añadámoslo, simbólica. Sólo cuando esa lógica amenaza con quebrarse, cuando irrumpe
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la incertidumbre sobre la posibilidad de desaparición de toda lógica, tiene lugar la

emergencia de lo siniestro.

Entre las muchas licencias de que goza el poeta también se encuentra la de poder

elegir a su arbitrio el mundo de su evocación, de modo que coincida con nuestra

realidad familiar o se aleje en cualquier modo de ella... El mundo de los cuentos de

hadas, por ejemplo, abandona desde el principio el terreno de la realidad y toma

abiertamente el partido de las convicciones animistas. Realizaciones de deseos, fuerzas

secretas, omnipotencia del pensamiento, animación de lo inanimado, efectos todos muy

corrientes en los cuentos, no pueden provocar en ellos la impresión siniestra, pues para

que nazca este sentimiento es preciso, como vimos, que el juicio se encuentre en duda

respecto a si lo increíble, superado, no podría, a la postre, ser posible en la realidad,

cuestión ésta que desde el principio es decidida por las convenciones que rigen el

mundo de los cuentos." (Freud, p. 2503)

El cuento maravilloso no es siniestro, en suma, porque su universo narrativo

posee una legalidad, se sostiene, está sujeto, se nos presenta como un modelo

(simbólico) de realidad.

Freud: punto de vista

Señala como de pasada Freud, para mejor precisar esa diferencia, el importante papel

desempeñado por la configuración del punto de vista en el relato siniestro —todavía una

nueva prefiguración del análisis semiótico:

Nos preguntábamos [...] por qué la mano cercenada en El tesoro de Rhamsenit

no produce la impresión de lo siniestro que despierta La historia de la mano

cortada de Hauff [...] en la primera de estas narraciones no estamos tan

adaptados a las emociones de la princesa, como a la astucia soberana del

magistral ladrón. A la princesa seguramente no le habrá quedado evitada la


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sensación de lo siniestro, y aún consideramos que haya caído desvanecida; pero

por nuestra parte no sentimos nada siniestro, porque no nos colocamos en su

plaza, sino en la del ladrón." (Freud, p. 2505)

Es evidente: si contemplamos esa mano cercenada desde el punto de vista del

ladrón, de quien ha hecho el truco para conseguir robar en la casa de la princesa, nada

de lo siniestro puede manifestarse, pues todo está en su sitio: el ladrón está siempre en

la realidad; si roba es porque algo robable encuentra su lugar en cierta realidad bien

definida. Todo, en cambio, resultaría muy diferente desde el punto de vista de la

princesa: ella ve una mano para la que no hay explicación, un trozo fragmentado de un

cuerpo perdido, un siniestro muñón. Queda, así, descolgada de todo universo de

referencia: de pronto su universo cotidiano hace crack y la muchacha es conducida a

vivir una experiencia de pérdida del orden de la realidad —propiamente, un delirio.

Lamentablemente, en este aspecto, el de la exploración de la configuración del

punto de vista en el relato de lo siniestro, Freud no llega lo suficientemente lejos. Y, así,

la notable observación realizada a propósito de El tesoro de Rhamsenit no es trasladada

a El arenero, a pesar de que este cuento, como muchos otros relatos de Hoffmann, le

ofrece en bandeja de plata un texto en el que lo siniestro se halla, de manera evidente,

ligado a la adopción sistemática, diríamos que hipertrófica, de un único punto de vista:

el de su personaje, ese individuo del que los otros dicen, y él mismo llega a sospechar,

que está volviéndose loco.

Yo: enunciador-narrador-punto de vista

La Historia de la Literatura todavía no parece haber sido capaz de procesar la

radical novedad que supone la emergencia, en el comienzo del siglo XIX y en el


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contexto del movimiento romántico, del Yo narrador, enunciador, que desde entonces

no ha dejado de manifestar su continuada presencia en la historia de los textos de

Occidente.

Lo hemos advertido: El arenero se nos presenta como un relato en primera persona,

organizado casi exclusivamente a partir el punto de vista narrativo de su protagonista.

Un narrador que, por otra parte, es presentado, de manera bien explícita, como

enunciador del texto: es decir, como su escritor. Pues el relato se conforma como una

cadena epistolar, la serie de cartas escritas por Nataniel dando cuenta, de manera

notablemente sincopada, de sus experiencias en el límite de la locura.

He aquí, por lo demás, la posible causa de la chocante ausencia, en el análisis de

Freud, de capitalización alguna de su aguda anotación sobre el papel del punto de vista

en la configuración del relato siniestro. Se hallaría, precisamente, en relación directa

con ese punto ciego que conduce a Freud a ignorar toda referencia a la locura para

mantener su análisis en las coordenadas la teoría de la neurosis.

Pues si es cierto que la incertidumbre que caracteriza a la narración siniestra

manifiesta la emergente quiebra de su universo narrativo, la pérdida de realidad en

suma, no lo es menos que eso se manifiesta en El Arenero de manera especialmente

precisa en la adopción del punto de vista de un personaje, Nataniel, que sospecha estar

volviéndose loco.

Pero no desde el punto de vista de ese personaje una vez que ha logrado

regresar de una experiencia de la locura que ya habría terminado. Por el contrario: si el

relato se configura a través del encadenamiento cronológico de las cartas que Nataniel

dirige a sus seres queridos, es porque constituyen la narración fragmentaria del proceso

de su inmersión en la experiencia de la locura. Por eso será necesaria la intervención de


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un segundo narrador para permitir que el relato alcance su clausura una vez que el

Nataniel ha atravesado definitivamente cierta frontera sin retorno.

Participamos pues, de esa experiencia, de ese proceso de acceso a la locura, de la

mano del personaje que la padece; por eso seguimos, paso a paso, el proceso por el que

él mismo rectifica una y otra vez sus percepciones; constatamos así, cómo mientras unas

de las cartas parecen escritas desde el interior del brote psicótico, otras corresponden

más bien a los períodos en los que se asiste a su parcial remisión.

Freud: la psicosis

Así pues, la resolución de las contradicciones presentes en el texto de Freud

sobre lo siniestro nos conduce, así, a la temática de la psicosis, es decir, a la experiencia

de la locura. Y bien, la reflexión freudiana sobre la locura parte de una constatación tan

notable como sorprendente: " La investigación psicoanalítica de la paranoia sería

totalmente imposible si los enfermos no presentaran la peculiaridad de revelar

espontáneamente, aunque alterado por la deformación, aquello que los demás neuróticos

ocultan como su más íntimo secreto." (Freud, 1910, p. 2505)

Queremos llamar la atención sobre lo que en esta cita se nos descubre como más

notable en relación con la temática de lo siniestro tal y como ésta se articula

sintomáticamente en el texto freudiano; nos referimos a la extraordinaria rima —

seguramente nunca percibida por Freud— existente entre este presupuesto de partida

para la reflexión sobre la psicosis y el enunciado de Schelling a partir del cual el propio

Freud intentará más tarde pensar lo siniestro: Schelling: “Unheimlich sería todo lo que

debía haber quedado oculto, secreto, pero se ha manifestado." Freud: "Los enfermos [...]

revelan espontáneamente, aunque alterado por la deformación, aquello que los demás

neuróticos ocultan como su más íntimo secreto”.


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La semejanza de estructura entre estos dos enunciados constituye el punto de

partida, diríamos que la prueba latente, presente en el texto freudiano a la contra de la

orientación de su indagación, del encuentro de las temáticas de lo siniestro y de la

psicosis. Resulta por ello de nuevo justificada la lectura literal: si los psicóticos revelan

espontáneamente aquello que los demás neuróticos ocultan como su más íntimo

secreto, es porque algo ha fallado, porque algo no se ha producido y, así, lo que debería

estar oculto, inconsciente, no lo está, sino que se ha manifestado en la superficie, es

decir, en la conciencia.

Lacan: la psicosis

En su estudio sobre las psicosis, Jacques Lacan formula de una manera aún más

explícita, y paradójica, esta misma cuestión: "Es clásico decir que en la psicosis, el

inconsciente está en la superficie, es consciente”. (Lacan, (1955-56), 1984, p. 23)

Enunciado éste aún más próximo, en su estructura, a aquel de Schelling que venimos de

citar. Pues si el inconsciente está en la superficie, si es consciente, es porque algo ha

fallado, porque algo no se ha producido y, así, lo que debería estar oculto, inconsciente,

no lo está, sino que se ha manifestado en la superficie, es decir, en la conciencia.

Resulta sorprendente que Lacan no se haya ocupado específicamente de lo

siniestro, que no haya percibido lo que en su teoría de la psicosis se cruza de lleno con

esa temática. Y ello porque nos ofrece, de hecho, un auténtico puente de plata con el

que avanzar en nuestra indagación: pues en su teoría de la psicosis está presente algo,

una pieza, una estructura, en lo esencial común a la que hemos reconocido ya, tanto en

la definición de Schelling sobre lo siniestro de la que Freud partía, como en el

desconcertante enunciado freudiano a propósito de la psicosis cuyo eco acabamos de

reconocer en el propio Lacan. Nos encontramos aquí, de nuevo, con algo que falta, que

no ha tenido lugar:
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"Freud admite un fenómeno de exclusión para el cual el término de Verwerfung

[recusación] parece válido, y que se distingue de la Verneinung [represión], la

cual se produce en una etapa muy ulterior. Puede suceder que un sujeto rehúse el

acceso, a su mundo simbólico, de algo que sin embargo experimentó, y que en

esta oportunidad no es ni más ni menos que la amenaza de castración. Toda la

continuación del desarrollo del sujeto muestra que nada quiera saber de ella,

Freud lo dice textualmente, en el sentido de lo reprimido." (Lacan, p. 23)

En su detenida lectura de Freud, Lacan aísla un mecanismo psíquico que estaría

en las antípodas del de la represión-producción del síntoma que caracteriza al proceso

neurótico. Pues mientras en éste ha quedado reprimido algo que no ha podido ser

manejado, y que, inscrito en el inconsciente, no cesa de hablar, de emitir esos mensajes

cifrados que son los síntomas —en los que lo reprimido retorna cifrado—, algo muy

diferente sucede en la psicosis. El mecanismo que la caracteriza, la recusación —

Verwerfung—, opera de manera que tiene lugar, lejos de una inscripción, una ausencia

radical: algo no queda jamás escrito y, por tanto, no hace síntoma, sino que queda ahí

atravesado como un punto ciego, como algo de lo que el sujeto, el inconsciente del

sujeto, no quiere —pero sería más exacto decir: no puede— saber nada.

No debe confundirnos, por ello, el hecho de que, en el párrafo citado, Lacan

conceda un protagonismo activo al sujeto en el rehusar-recusar ese algo que sin

embargo experimentó, pues la causa de esa recusación, de ese rechazo radical, es previa:

en lo inconsciente, todo no está tan sólo reprimido, es decir desconocido por el

sujeto luego de haber sido verbalizado, sino que hay que admitir, detrás del
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proceso de verbalización, una Bejahung primordial, una admisión en el sentido

de lo simbólico, que puede a su vez faltar. (Lacan, p. 23)

Tiene lugar entonces, en el origen de la psicosis, una falla, una ausencia, que

hace imposible la actuación del mecanismo de la represión —y, consecuentemente, la

generación del síntoma, es decir, el retorno de lo reprimido. No hay lugar, por tanto,

para la puesta en marcha del proceso de simbolización que caracteriza a la neurosis. Lo

que permite deducir, por tanto, que nos encontramos, en la psicosis, ante una falla de

simbolización. Es decir: una falla de eso que Lacan, tomando el término al vuelo de un

párrafo de Freud, identifica como la Bejahung primordial.

Ahora bien, ¿no existe una latencia semejante en el trabajo de Freud sobre lo

siniestro? Cuando él mismo objetaba su argumentación, ¿no señalaba un desacuerdo,

una cierta incompatibilidad entre el síntoma, es decir, el retorno de lo reprimido, y lo

siniestro? Pero no cesan aquí las conexiones latentes entre ambos trabajos. Pues, por

otra parte, es bien notable que Lacan, allí donde se topa con la actuación de la

recusación, ese mecanismo psíquico opuesto al de la represión-síntoma, sitúa el mismo

tema sobre el que Freud centra su análisis de El Arenero: la castración y la figura

paterna.

¿por qué aparece aquí la angustia por los ojos íntimamente relacionada con la

muerte del padre? ¿por qué el arenero retorna cada vez como aguafiestas del

amor? [...] se tornan plenos de significación en cuanto, en lugar del arenero, se

coloca al temido padre, a quien se atribuye el propósito de la castración. (Freud,

p. 2492) [nota] "En los recuerdos de infancia, el padre y Coppelius

representan los dos elementos antagónicos de la imago paterna, descompuesta


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por la ambivalencia [...] " Spalanzani y Coppola son otro tanto." (Freud, op cit,

p. 2492, nota).

Lacan (1955 – 1956/1984): un sujeto rehúsa "el acceso, a su mundo simbólico,

de algo que sin embargo experimentó y que en esta oportunidad no es ni más ni menos

que la amenaza de castración." que

el Hombre de los lobos [...] haya rechazado todo acceso a la castración, aparente

sin embargo en su conducta, al registro de la función simbólica, que toda

asunción de la castración por un yo [je] se haya vuelto imposible para él, tiene

un vínculo muy estrecho con el hecho de haber tenido en la infancia una breve

alucinación [...].

Lacan: el inconsciente y la amenaza de castración

Y es aquí donde aparecen algunos de los más célebres —e inexactos, pronto

veremos por qué—, enunciados de Lacan. Por una parte: En la psicosis "el

inconsciente... aparece en lo real." Y, por otra: "lo que es rehusado en el orden

simbólico, vuelve a surgir en lo real." "todo lo rehusado en el sentido de la Verwerfung,

reaparece en lo real."

Enunciados éstos que resultan equivalentes por el simple expediente de la

permutación entre sus respectivos sujetos: el inconsciente, por una parte y, por otra, eso

que es rehusado [Verwerfung] en el orden simbólico, es decir, la amenaza de

castración.

Equivalencia que, en nuestra opinión, sólo puede ser leída de esta manera: que la

amenaza de castración se encuentra en el núcleo mismo del inconsciente, constituyendo

su pieza constitutiva, el fundamento de la Bejahung primordial.


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La Bejahung primordial : tal es, en nuestra opinión, eso que falta, eso que no ha

tenido lugar, que no ha sucedido y a resultas de lo cual lo oculto, lo que debería ser

inconsciente, pero no lo es, se ha manifestado.

Amenaza de Castración / Experiencia de Castración

Pero sustentar la hipótesis que acabamos de proponer exige desbrozar una serie

de contradicciones, de confusiones presentes en el texto lacaniano. Pues, recordémoslo,

Lacan ha afirmado que lo que es objeto de recusación, eso de lo que nada quiere saber,

en el sentido de lo reprimido, eso, en suma, a lo que el sujeto rehusa el acceso, en su

mundo simbólico, es algo que sin embargo experimentó: la amenaza de castración.

Tal es, pues, la contradicción: mientras en un lugar sostiene que eso que ha

faltado, que no ha tenido lugar, es la amenaza de castración, en otro, bien próximo,

afirma que eso mismo, la amenaza de castración, ha sido experimentada por el sujeto.

Contradicción, confusión, cuando menos ambigüedad, que jamás se resuelve y

que, por decirlo así, prolonga toda una tradición de confusión en el pensamiento

psicoanalítico a propósito de la noción de castración, sin duda una de las más difíciles.

Pero contradicción que, sin embargo, puede ser resuelta si establecemos, en el campo de

la temática de la castración, una diferencia conceptual que nos parece obligada.

Existiría, por una parte, en relación con la castración, algo que, habiendo sido

experimentado, no habría sido, sin embargo, verbalizado, es decir, simbolizado. No

podría tratarse, entonces, de una amenaza de castración, —pues una amenaza es algo

que sólo existe en tanto que es verbalizado, articulado simbólicamente—, sino de una

experiencia de castración: una experiencia vivida, precisamente, en ausencia de

amenaza, es decir, en ausencia de simbolización.


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Una experiencia de castración, en suma, vivida en ausencia de toda amenaza,

indiferente, inmune, a todo acto de lenguaje: una experiencia, entonces, ausente de toda

palabra que permitiera simbolizarla.

Pero, ¿en qué puede consistir tal experiencia de la castración? La respuesta que

proponemos a esta cuestión nos sitúa simultáneamente en el núcleo de la teoría de la

psicosis y en el de la teoría de lo siniestro, concebidas ambas como una única teoría, al

precio, sin duda, de revisar en batería toda una serie de enunciados lacanianos que,

desde este punto de vista, resultan contradictorios.

La experiencia de la castración no consistiría, entonces, en otra cosa que en el

encuentro con lo Real. Con lo Real en estado bruto, sin mediación, en ausencia de todo

aparato simbólico. El encuentro con lo Real: ese punto donde lo imaginario cesa, se

eclipsa, se deshace, se descompone: ese punto de vértigo extremo donde se quiebra todo

nuestro universo narcisista. Ese punto que es el de la emergencia de lo ininteligible —de

lo que escapa al orden semiótico—, pero también de lo indeseable, de lo que está fuera

del ámbito del deseo imaginario.

Y bien, frente a ese encuentro salvaje, letal, con lo real, frente a la experiencia de

lo real como castración bruta, asimbólica, existiría eso otro que, de manera reductora,

aparece en los textos de Freud y Lacan nombrado como la amenaza de castración, pero

para lo que conviene mejor el nombre de Bejahung primordial. Pues eso que ambos

autores nombran como "amenaza de castración" es sólo una parte de algo más amplio,

más denso, y a la vez más fundador en la experiencia del sujeto, y para lo que

proponemos el concepto de fundación simbólica: el acto simbólico que permite al sujeto

afrontar, con un cierto soporte simbólico, el encuentro con lo real.

Nos anticiparemos a la objeción: sin duda, esta definición supone la puesta en

cuestión, veremos en seguida en qué dirección, de la noción lacaniana de lo simbólico.


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Pues si en Lacan lo simbólico supone siempre una forma de ocultación, de

enmascaramiento de lo real, nosotros hablamos de algo bien diferente: de la vía, el

surco, del camino humano hacia lo real.

Efecto de dominó

Y a partir de aquí, por efecto de dominó, resulta obligada toda una serie de

correcciones del discurso lacaniano.

Pues no parece sensato afirmar, como hace Lacan, que la amenaza de castración

ha sido experimentada, que su huella permanece en el inconsciente sin generar síntoma

alguno y que, por otra parte, el inconsciente se encuentra en la superficie, se manifiesta

en lo real. Un somero examen de estos enunciados permite reconocer su carácter

contradictorio. Pero sobre todo: carece de sentido afirmar que, en la psicosis,"el

inconsciente aparece en lo real." Primero porque si algo aparece en lo real, entonces

ya no es inconsciente. Y, segundo, porque resulta evidente que, en este contexto, lo real

funciona como un término neutro, no más que un lugar donde las cosas suceden.

Lo que en la génesis de la psicosis tiene lugar es, propiamente, una ausencia de

esa Bejahung primordial que hemos optado por traducir como fundación simbólica: esa

operación simbólica que es, simultáneamente, una prohibición (la amenaza de

castración como tal, cuyo papel ha sido oportunamente descubierto por Freud y

reivindicado por Lacan: no sólo el acto de amenaza y prohibición, sino también la

instauración de la ley del incesto), y, pues sólo esto puede evitar el estallido del Yo ante

ella, un acto de nominación, la recepción por el individuo de una palabra fundadora que

le permite constituirse como sujeto.

La palabra fundadora: esa palabra que funda al sujeto en tanto sujeto. Es decir: la

palabra que lo sujeta —pero sólo puede sujetar una palabra vivida como verdadera. Y es
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así como nace de ella, de ese acceso a la palabra simbólica cuyo precio es la prohibición

del incesto, el inconsciente.

La psicosis

En ausencia de esa fundación simbólica, la emergencia de lo real golpea a un

individuo desprovisto del aparato simbólico que pudiera permitirle afrontarla. Por eso,

si nada pasa al inconsciente es sencillamente porque el inconsciente no se ha

constituido. O enunciado en términos más radicales: en la psicosis no hay inconsciente.

Porque, contra lo que se tiende ingenuamente a pensar, el inconsciente no está

garantizado: sólo existe, por el contrario, en la medida en que es construido. A pasar de

la incomodidad que esta hipótesis puede generar en los círculos psicoanalíticos, resulta,

en nuestra opinión, el resultado de una deducción lógica que es, por lo demás, en todo

coherente con el texto de Freud. Pues hablamos del inconsciente en sentido

estrictamente freudiano, es decir, concebido no como un lugar prefigurado y destinado a

llenarse, sino como el resultado de esa operación que es la de la represión.

Concebimos pues la fundación simbólica como ese acto de prohibición,

represión y nominación del que depende la constitución misma del inconsciente. Y

desde ese momento, la psicosis se nos descubre como el resultado de un fracaso en el

acceso del sujeto al orden simbólico.

Pues bien, para poder ceñir ese fracaso y la dimensión en la que se produce,

creemos necesario reconocer la existencia, en el campo del lenguaje, de dos ámbitos, de

dos órdenes diferenciados: un orden semiótico y un orden simbólico. Pues si, como

acabamos de afirmar, la psicosis puede ser entendida como un fracaso en el acceso del

sujeto al orden simbólico, ello sin embargo no supone necesariamente la imposibilidad

de manejo del lenguaje en tanto sistema semiótico. Y, de hecho, la mayor parte de los

psicóticos hablan y algunos de entre ellos lo hacen extraordinariamente bien.


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El problema del psicótico es que, aunque conoce bien nuestra realidad, aunque

es capaz de reconocer su tejido semiótico y operar con él, eso no le sirve de nada para

contener su delirio. No le sirve de nada porque, aun cuando la conoce, no puede

escribirse en ella. La entiende, la maneja, pero, cuando el brote llega de nada le sirve

porque descubre su tejido resquebrajado, lleno de agujeros por los que cae en lo real. —

El loco sabe mucho de lo real, de su brutalidad absolutamente inarticulable y por eso

inmanejable.

Resulta así posible definir lo siniestro como la irrupción de lo real desintegrando

el tejido de la realidad. O si se prefiere: lo siniestro es la cualidad psíquica de la psicosis

—o mejor aún: del brote psicótico.

Creemos pues necesario postular, en el campo del Lenguaje, la diferencia entre

un orden semiótico, lógico-comunicativo, que el psicótico puede manejar perfectamente

—ejemplos excelentes de ello se encuentran habitualmente en el campo de la

paranoia— y un orden simbólico al que, sin embargo, carece de acceso. Lo que puede

permitirnos, a su vez, resituar la relación de lo simbólico con lo real. Pues pensamos

que mientras lo semiótico se configura como un orden lógico de inteligibilidad que

excluye, por su propia lógica interna, toda inscripción de lo real, lo simbólico, en

cambio, es precisamente ese otro campo de lenguaje, ese lenguaje del inconsciente que

marca la vía, que hace surco al encuentro con lo real —a un encuentro con lo real que, a

diferencia de lo que se deduce una y otra vez del discurso lacaniano, podrá entonces no

ser vivido inevitablemente como siniestro. —Con lo que sería posible resituar la

cuestión, inquietantemente olvidada por el Occidente de la Modernidad, de lo sublime.

¿Dónde puede reaparecer, dónde puede surgir, entonces, esa experiencia de lo

real no mediada por la palabra simbólica, sino en la realidad del sujeto que, por ausencia
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de todo soporte simbólico, se descubre como extraordinariamente frágil, hasta el punto

de resquebrajarse ante el más ligero atisbo de su emergencia?

En la psicosis —en el brote— lo Real irrumpe en la realidad desintegrándola, a

modo de un agujero que perfora, desordena y quiebra su tejido. Agujero equivalente,

por lo demás, al que encontraba la princesa de El tesoro de Rhamsenit cuando veía

delante de ella un muñón —una mano convertida toda ella en un muñón— para el que

no tenía palabras y que, por eso mismo, ponía en cuestión la solidez de su universo.

Y es que, después de todo, hablar de sujeto psicótico es un contrasentido: pues al

psicótico nada lo sujeta. Su Yo está quebrado, roto, despiezado. No está sujeto, no es

sujeto, porque carece de la palabra simbólica que pudiera conectarlo a la realidad desde

lo real y, así, sujetarlo.

La aparición del inconsciente

Pues, en sentido estricto, conviene reservar la palabra de sujeto para nombrar el

efecto de constitución y sujección que la fundación simbólica hace posible.

Conviene por ello diferenciar con claridad este proceso de fundación simbólica de aquel

otro por el que se constituye la configuración imaginaria del Yo. A Lacan debemos la

comprensión de este segundo proceso por el que el individuo construye su Yo

tomándolo en espejo de la imagen del otro. Y por cierto que no de cualquier otro, sino

de ése que es el Todo para su emergente deseo.

La fundación simbólica, en tanto fundación del inconsciente mismo, es en

cambio, ese otro proceso que permite al sujeto constituirse en un plano ya no

imaginario, sino simbólico, como sujeto del inconsciente. Es necesario, para ello, que

tenga lugar la irrupción de un tercero que comparezca no como un nuevo otro —no

como un rival especular, es decir, no como una nueva imago—, sino como encarnación

misma de la palabra. Y hace falta que ese tercero encuentre su lugar. Hace falta, por
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ello, que algo lo introduzca en el espacio, todavía indiferenciado, especular, del

narcisismo, es decir, en ese espacio absolutamente imaginario que es el de la identidad

(Yo = otro; Yo-con-el-otro = Todo: tal es la fantasía de plenitud absoluta del deseo

sobre la que se construye el yo).

Y bien, ese tercero sólo puede ser eficazmente introducido por el deseo de la

madre. Es necesario que ese primer otro, la madre o quien desempeña su papel, mire

hacia ese lugar otro que no es el de Yo, para que el Yo pueda localizar la presencia de

ese tercero en tanto tercero. Conviene reparar en la inevitable angustia que acompaña

inexorablemente a ese momento: pues si Yo es todo con el otro, sólo lo es en tanto que

el otro es, todo él, para Yo —en tanto sólo a Yo mira. Así, en el momento en que el otro

aparta la mirada de Yo, esa frágil película que es el Yo amenaza con deshacerse, con

estallar en mil pedazos —tal es el precio de su constitución especular: su necesidad de

permanente realimentación —y realienación— en la mirada del otro.

No hay, por tanto, función simbólica del tercero si éste no es identificado, en

tanto tercero, por el deseo de la madre. Pues lo que hace que este tercero alcance su

densidad simbólica es que, a través de él, a través de la palabra que dona al sujeto —y

que es también la palabra con la que lo nombra—, retorna sobre éste, pero esta vez

mediado simbólicamente, el deseo de la madre.

Pensamos que es en este contexto en el que conviene situar eso que Freud

identificó como la "amenaza de castración". Pues ésta solo constituye uno de los dos

momentos, una de las dos funciones del acto de fundación simbólica. Pues la sola

prohibición del incesto, ese corte que puede leerse como paso por la castración —ella te

está prohibida, ella no es para ti —, solo conduciría al Yo a desintegrase si no fuera

porque, simultáneamente, el individuo recibe ese nombre, esa palabra que le llega del

tercero y que lo funda, en el campo simbólico, fuera ya del espejo, como sujeto.
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Irrumpe así en el individuo, en el momento de su fundación, la experiencia de una

palabra que es vivida como verdadera: verdadera porque es la palabra que llega en el

momento justo para conducir al sujeto en su encuentro con lo real.

Teoría del Texto

Después de todo, el proceso que estamos describiendo no es otro que el de la

configuración de ese texto primordial a través del cual se ha construido en Occidente el

sujeto. Y es desde una naciente Teoría del Texto desde donde lo describimos —una

Teoría del Texto de la que tanto el psicoanálisis, como la semiótica y la antropología,

han de formar parte como algunas sus regiones nucleares. Pues, insistimos en esta idea

vertebradora de nuestro discurso, nada de lo humano está garantizado. Hay sujeto —hay

deseo, hay inconsciente— sólo en la medida en que cierto texto lo construye. O si se

prefiere: sólo en la medida en que se construye en el interior de cierto texto al que nada

impide, dado su papel nuclear, que nombremos como primordial sin por ello perder de

vista su carácter eminentemente cultural, e histórico, en la medida en que, desde luego,

nada, en lo real, ha podido prefigurarlo.

El inconsciente —y con él ese sujeto del inconsciente que es, a la vez, tanto el

sujeto de la enunciación como el sujeto del deseo— nace en tanto que se construye,

incluso físicamente, esa topología textual que venimos de describir. Una topología

simbólica que se materializa en la casa en tanto ésta se configura como un texto, es

decir, como un espacio simbólico en el que han de articularse los lugares en los que se

ancla la subjetividad. Pues sólo la presencia del tercero, al interrumpir la narcisista

relación dual, construye como diferentes los lugares del sujeto y del otro de su deseo. Y

eso, sin duda, tiene un precio: la prohibición del acceso a ese espacio que es,

emblemáticamente, el espacio de la madre.


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El dormitorio, espacio de la madre, espacio, en esa misma medida, del sexo de los

padres, ha de volverse, pues, inaccesible: el sujeto, niño, conoce la angustia mientras

aporrea esa puerta que materializa la prohibición de su objeto de deseo. Y, en esa misma

medida, secreto: en él se localiza, a la vez que se sacraliza, lo real. Se configura así, en

el texto del espacio doméstico, familiar, una suerte de templo en cuyo interior vedado lo

real, junto a cierta palabra —el Nombre del Padre— es sacralizado. Y así, con la

constitución como secreto de este espacio, se construye la topología misma del

inconsciente. La puerta que cierra el dormitorio de los padres se nos descubre entonces,

literalmente, como el significante encarnado en el texto primordial —si es que se reúnen

las condiciones para que haya texto, si cierta heroica hace posible que, ahí, el

significante sea sostenido. Porque, si no es construido, no puede haberlo.

Este es, pues, el primer enunciado de la Teoría del Texto: que sólo hay

inconsciente, aparato simbólico, en tanto que es construido por los textos. Pues no hay

otra cosa que textos para los hombres.

Relato y Orden Simbólico

Y una segunda enseñanza se infiere de la Teoría del Texto: que este primer

texto, este texto primordial que configura el acceso del sujeto al universo simbólico, se

configura, necesariamente, como un relato. Pues esa estructura simbólica a la que el

sujeto accede es el resultado de un proceso diacrónico, temporalizado, de estructuración,

en el que los sujetos en él implicados deben desempeñar determinadas tareas. De ello

depende no sólo que la estructura se configure, sino también que esa estructura se

constituya en núcleo de ulteriores procesos de estructuración que puedan configurar el

deseo del sujeto. Que exista, en suma, relato para él.

Es necesario, por ello, añadir: no hay estructura simbólica sin heroica. Pues la

configuración de esa estructura exige de ciertas condiciones. En primer lugar, acabamos


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de señalarlo, que la madre sostenga con su deseo a ese tercero en tanto portador de la

palabra. Y a la vez, que ese tercero, el padre, sea propiamente un padre: que haya padre.

Pues no es suficiente —como la escuela lacaniana, demasiado constreñida por el

paradigma estructuralista, insiste en afirmar— con que comparezca ahí como mero

significante: el padre es un lugar simbólico que sólo existe en cuanto cierta heroica lo

construye y lo mantiene. Sólo es padre el que se queda, el que no se va a comprar

tabaco, el que no huye a buscar su deseo en otro lugar. Es necesario, pues, que un pacto

de fidelidad construya el espacio simbólico del sujeto. Un pacto de fidelidad entendido

como un pacto sagrado en el que el sujeto pueda cifrar su origen: pues todo lo que

importa para el sujeto es que una palabra verdadera comparezca para sostenerlo.

No debemos tener miedo a las palabras, dado que es precisamente el valor de las

palabras lo que tratamos de resituar. Hace falta, digámoslo pues sin ambages, suerte, y,

además, cierta dosis de heroísmo. Hace falta cierto estado de gracia para hacer posible

que el deseo siga vivo en el campo de la familia. Que el deseo —y hacia lo que éste

apunta más allá de los espejismos imaginarios, es decir, el goce— exista en el interior

de ese texto que conforma del espacio doméstico, es algo capital para el sujeto: pues el

niño se alimenta de esa vitalidad de sus padres que sólo es posible si éstos no están del

todo agarrotados por la neurosis. Si tienen, en suma, un cierto contacto, simbolizado,

con lo real. Es decir: que conviene que, detrás de esa puerta que cierra al niño el espacio

secreto de sus padres, haya goce.

Pues lo que está en juego es que sea posible la articulación del deseo más allá

del campo de lo imaginario. Sin embargo, los discursos que hoy reinan en Occidente

parecen incluso haber perdido toda noción de esa posibilidad: no deja de ser sintomático

que las doxas psicológicas al uso no cesen de afirmar que, pasados tres o cuatro meses,

o tres años, o, en las versiones más optimistas, siete (curiosa esta cábala de la
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desilusión), el deseo no puede sobrevivir en el espacio familiar. Incluso el propio

psicoanálisis, a partir de cierto momento, parece haber concedido en eso a su manera.

Buena expresión de ello es la promoción del papel de las perversiones en el discurso

lacaniano. Promoción directamente ligada a la crítica de la noción, nuclear el Freud, de

la genitalidad, denunciada ahora como un mito finalmente insostenible. De manera que

la perversión parece descubrirse, entonces, como la única vía pragmática hacia el goce.

Pragmática pero, por qué no añadirlo, alicorta. Pues la perversión es también,

antes que nada —y eso es lo que quedó enmascarado en la lectura de Sade que Lacan

(1988) realizara y de la que se derivarían toda una serie de irresponsables apologías

sadianas entre la inteligencia europea— una defensa contra el goce. Pues ante el

encuentro con lo real —no otra cosa es el goce, en la definición que proponemos—, el

sádico trata de proteger su Yo desviando lo real, el goce, sobre el esclavo. Se quiere, tal

es después de todo su cruel ingenuidad, amo de lo Real. Y, así, trata de escamotear lo

que, en el contacto con lo real, le amenaza.

Creemos necesario, pues, replantear la cuestión. El encuentro sexual constituye

una de las citas inexorables del ser humano con lo real. Pues en él el sujeto experimenta

como el objeto imaginario que ha conducido hasta allí su deseo se eclipsa, se deshace,

se desmorona —lo sabe, aún cuando prefiere ignorarlo, aún cuando trata de huir de ese

saber, ya sea encendiendo un cigarrillo o asomándose a la ventana, a la espera de que el

deseo renazca lo antes posible y retorne esa imago amable —e imaginaria— que hubo

de cautivarlo. Pues en el contacto sexual, allí donde se accede al goce, desaparece toda

figura. Y así, eclipsado, desaparecido lo imaginario, el sujeto, si no puede integrar su

experiencia en los parámetros de cierto relato simbólico, vive su cuerpo mezclado a otro

cuerpo que lo invade, amenazando su integridad —su diferencia como imagen— y, por

tanto, amenazando con desintegrar su propio Yo; pues, después de todo, el Yo no es


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otra cosa que imagen, esa imagen tomada en espejo de la imagen de ese otro que una

vez fuera vivido como objeto absoluto de su deseo.

Sin duda: el sexo genital es un mito. Pero precisamente por ello, sólo existe

como mito y, en esa misma medida, como mito, existe. Y se realiza. Es decir: sólo

existe en tanto es construido en el campo del lenguaje, en tanto cierto relato simbólico

configura un camino que conduce al encuentro con el goce del otro. Y bien, ¿por qué no

concebir ese como uno de los lugares donde el encuentro con lo real puede manifestarse

sublime?

Suceso nuclear

Lo hemos advertido, en ausencia de fundación simbólica, en ausencia de ese

relato primordial, lo real surge, irrumpe como siniestro.

De manera que algo, cierto suceso nuclear, ha fallado, ha faltado en cierta

cadena. Cierto eslabón básico sin el cual, y ésta es la otra cara de la psicosis, el relato

deviene imposible. La falla simbólica es también, por tanto, una falla de narratividad.

Constamos en su momento como lo siniestro emergía cuando la legalidad, la

coherencia del universo narrativo entraba en crisis. Tenía lugar entonces, una vez

quebrado el orden simbólico del relato, un resquebrajamiento, una disolución del tejido

de la realidad. Pues la incertidumbre generada por esa pérdida de legalidad afectaba al

sometimiento (a la ordenación) del mundo al orden del significante.

Es ahí, por otra parte, donde podemos situar lo que los medios de comunicación

identifican como un siniestro: algo que rompe la lógica —semiótica, narrativa— de lo

previsible, a la vez que trunca, cercena, nuestro deseo.

Una deducción se hace entonces obligada: que el relato simbólico —o, si se

prefiere, mítico—, en tanto matriz del sentido, constituye el núcleo simbólico que

soporta ese orden semiótico que es el de la realidad. Por eso, cuando ningún relato
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simbólico sostiene la realidad, cuando no hay soporte simbólico para esos significantes

que la constituyen, ésta se descubre débil y quebradiza, llena de hendiduras y oquedades

por las que lo real, como siniestro, la invade.

Definición de lo siniestro

Es posible, entonces, una definición precisa, rigurosamente semiótica, de lo

siniestro. Si esa incertidumbre de la que Freud nos hablaba afecta al sometimiento del

mundo al orden del significante —la realidad—, podemos definir lo siniestro como la

descomposición, en ausencia de soporte simbólico, de la barra significante.

Quiebra de la barra significante que, en los textos de la posmodernidad, se

manifiesta como descomposición de los ejes semánticos nucleares —antropológicos—

sobre los que se estructura toda civilización:

vida / muerte

hombre / animal

hombre / mujer

Lo que entonces aparece, en ausencia de la barra significante, en su lugar, no es

otra cosa que lo monstruoso, lo informe, es decir, lo real en tanto siniestro.

Creemos que esta misma constatación hace manifiesta la necesidad de una

Teoría del Texto que desborde el ámbito semiótico: pues si el significante puede

manifestarse descompuesto en el texto, es porque en el texto está conformado por otra

cosa además de signos y significantes.

¿Qué? En primer lugar, una materia que es real y que, por eso mismo, puede

manifestarse descompuesta; es decir, desformalizada, no sometida al orden del

significante.
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Yo enunciador romántico, lacerado, escindido, quebrado

Hemos anotado ya como, en El arenero, el horror se sitúa en el umbral mismo

de la locura. Conviene recordar de nuevo que se trata de un texto que, escrito a

comienzos del siglo XIX, constituye un mojón ejemplar de esa emergencia de lo

siniestro que ya no abandonará el paisaje estético de nuestra contemporaneidad. Y debe

ser situado, por eso, en la encrucijada histórica del nacimiento de la posmodernidad.

Pero entiéndasenos bien, escribimos Posmodernidad sin t: no entendemos a ésta,

por tanto, como lo que viene después de la Modernidad, sino, por el contrario, como su

otra cara o, si se prefiere, como su sombra, es decir, como la sombra misma de la

Modernidad.

Pues de hecho, la emergencia de lo siniestro en el espacio de los fenómenos

artísticos se produjo en Occidente en el mismo momento en que se constataba el fracaso

del proyecto estético ilustrado. Pues si éste esperaba que, en el ámbito del arte, fuera por

fin posible la feliz síntesis entre la lógica de la razón y el mundo de los sentimientos en

una solución armónica que pudiera merecer el nombre de clásica, sucedió, en cambio,

todo lo contrario: una inesperada y progresiva disociación entre los discursos de la

subjetividad (relegada ésta al ámbito del arte, una vez que la religión y la filosofía

exhibían síntomas bien evidentes de agotamiento) y los discursos de la objetividad: esos

nuevos discursos científicos, hiperracionales, funcionales, positivos, radicalmente

desimbolizados y en los que, por ello mismo, la subjetividad no lograba ya escribirse.

—Pues podría ser así definido el discurso de la ciencia: como un discurso que, a partir

de un determinado momento habla solo, uno que, por reclamarse totalmente

programado a partir de su inmanente lógica metódica, impide que en él toda inscripción

del sujeto.
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Y mientras los discursos de la objetividad (en tanto discursos de la

desubjetivización) imponían su presencia en la configuración del nuevo orden social, la

subjetividad, excluida de ese campo, dislocada, desimbolizada, rebrotaba, en el campo

del arte, como experiencia de lo siniestro. Así fue como, al filo del XIX, emergieron los

que serían los dos grandes temas del arte contemporáneo: lo siniestro y la locura. Goya,

Sade, E.T.A. Hoffmann, Poe.

Proponemos por ello fechar el nacimiento de la Posmodernidad, tal y como

acabamos de definirla, en ese momento que es el de la irrupción del Romanticismo y,

con él, el de la emergencia de un Yo enunciador lacerado, escindido, quebrado, que es

necesariamente coetáneo de una cada vez más acentuada crisis de la dimensión

simbólica de la narratividad. O en otros términos: creemos que la masiva eclosión que

en este periodo se produce —y que ya no habrá de abandonarnos— de la escritura en

primera persona, manifiesta, incluso allí donde es vivida como una irrenunciable

conquista de la subjetividad, más bien la quiebra de esa dimensión simbólica del relato

—propiamente mitológica— de la que había dependido, durante siglos, la constitución

del sujeto en Occidente.

Lo siniestro estalla así, por primera vez. Y pronto habrá de extenderse a campos

bien lejanos de lo fantástico: el la literatura naturalista, por una parte, pero también el de

la prensa, muy especialmente en el ámbito de las crónicas negras. Pues la quiebra

psicótica de la realidad que hemos detectado en el núcleo de lo siniestro permite

entender bien esa prolongación de lo siniestro mismo más allá del todavía acotado

espacio de lo fantástico, en la nueva aventura naturalista que habrá de perfilarse en

seguida, de manera nítida, como crónica siniestra de lo real. Tal es la línea,

extraordinariamente coherente, que conduce desde el romanticismo al naturalismo, que

recorre desde Poe y Zola hasta Dostoiewski, y que más tarde atravesará al
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expresionismo en su conjunto para encontrar, en Joyce y Beckett una nueva y, si cabe,

más extrema expresión.

Siniestro: porno-terror, reality-show

Y bien, en ausencia de fundación simbólica, lo real surge, irrumpe como

siniestro. Tal es lo que sucede, por lo demás, en buena parte de los textos de nuestra

posmodernidad más inmediata.

Observemos, si no, la intensa presencia de lo siniestro en los textos que nuestros

contemporáneos consumen masivamente en televisión — en esos mismos momentos,

dicho sea de paso, en que antes, aún no hace demasiado tiempo, nuestros antepasados

dedicaran a leer la Biblia, El Manifiesto Comunista o la novela decimonónica.

Hablemos, por ejemplo, del cine de porno-terror, ese que seguramente constituye

el único género cinematográfico que ha gozado, a lo largo de la última década, de una

indiscutible salud: si los films que lo conforman son notables por algo es sin duda por

su explicitud: con una u otra coartada narrativa, todos ellos devuelven, con asombrosa

literalidad, universos siniestramente desintegrados y, por eso, bien próximos, cuando no

literalmente tomados, de los delirios de los enfermos psicóticos. Así, este nuevo

espectáculo audiovisual en el que el terror y la pornografía confunden sus límites nos

devuelve cotidianamente una experiencia de lo real vacía de toda elaboración simbólica.

Al aproximarse el choque con lo real que en el sexo, en la enfermedad o en la muerte

anida, los sujetos parecen desintegrarse y los textos que dan cuenta de ello cobran la

forma de masivos brotes psicóticos: espacios arrasados por una desbordada experiencia

de lo siniestro. Lo hemos advertido: la experiencia de la castración, en ausencia de

fundación simbólica, lo invade todo en el brote psicótico.

Estalla entonces, al modo de una pesadilla incontenible, el cuerpo-cuerpo, el

cuerpo real, vivido como informe, monstruoso, ya no simbolizado y, por eso mismo, ya
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no sujeto a la diferencia sexual. Pues, conviene recordarlo, no existe diferencia sexual

en lo real: ésta sólo nace como el resultado de la operación simbólica que conduce a la

sexuación del sujeto. Lo que se manifiesta, en los textos de lo siniestro, como una

masiva descomposición de la barra significante de la que depende la sexuación humana;

de esa barra que configura, en lo simbólico, la diferencia entre el hombre y la mujer13.

Y, no muy lejos de todo ello, el reality-show, esa nueva forma de espectáculo televisivo

sucesora de la crónica negra periodística y en la que la realidad se nos descubre ya no

como un universo pensable, manejable, previsible, sino, por el contrario, como un

espacio literalmente lleno de agujeros por los que la gente se pierde, desaparece —

"¿Quién sabe dónde?": nadie sabe nada. La angustia, pues, como el motor de ese

espectáculo de lo real.

En el real(ity)-show, como en el cine de porno-terror, vía lo radical fotográfico

—es decir, a través de la promoción de lo que en la fotografía escapa al orden de los

signos, de eso que hace de ella espacio donde se impresionan huellas de lo real 14—

asistimos, literalmente, a la descomposición de orden de los significantes. Textos

arrasados, ya no ordenados como campo de significación, sino emergentes como

espacios extremadamente matéricos, sólo poblados por huellas —las más ásperas— de

lo real, tal y como la cámara, fotográfica, cinematográfica o electrónica las acusa.

Así, en el ámbito del espectáculo televisivo —ese que es el texto dominante de

nuestro fin de siglo— la textura real del texto se impone sobre el tejido de sus signos,

                                                                                                                         
13
   Encontramos su manifestación emblemática en esa que es una de las figuraciones canónicas de los textos
de lo siniestro y que por eso podríamos rastrear en infinidad de films contemporáneos: la descomposición literal de la
puerta: esa puerta que se pudre, que se descompone y que no da acceso a ningún otro sitio que al horror.

14
   Para la noción de lo radical fotográfico Cf.: El espectáculo informativo. O la amenaza de lo real, Akal,
Madrid, 1989. Y por lo que se refiere a su relación con ese trayecto del naturalismo que aboca al porno-terror y al
espectaculo televisivo, cfr.: "La fotografía, el cine, lo siniestro", en Archivos de la Filmoteca, nº 8, año II,
diciembre/febrero 1991, ps: 6-13.
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arrasando el espacio de significación que éste configura. De manera que los principales

géneros de la televisión contemporánea participan de lo que podríamos describir como

un grado cero de la representación: ni trabajo de puesta en escena, ni ensayos, ni

dirección de actores: no se trabaja la iluminación, ni se compone, ni se enfoca; hay, en

suma, una ausencia flagrante de las operaciones más elementales de discursivización

fílmica ¿Qué es, entonces, lo que se ofrece? Literalmente: la pura huella, es decir,

salvaje, primaria, refractaria a toda significación, lo real en primer grado, sin

elaboración simbólica alguna; el espectáculo de lo siniestro, en suma. Es decir: el goce

de la irrupción de lo siniestro en el campo del texto.

Una célebre imagen cinematográfica nos ayudará a visualizarlo. Recordemos la

escena de Psicosis (Alfred Hitchcock, 1960) que precede a la famosa secuencia de la

ducha. La mujer se ha retirado a su dormitorio y, mientras se desnuda, el protagonista,

que ha permanecido en el salón, se acerca a un cuadro que parece ser una representación

neoclásica —el último esfuerzo por construir una representación clásica en Occidente—

, y lo aparta. Aparece entonces, en el lugar que éste tapaba, un abultado desgarro en la

pared, un gran agujero y, dentro de éste, otro agujero más pequeño. Pues bien: por ahí

mira. Es decir, más allá de la representación, más allá del orden del signo, se abisma en

un campo de visión en el que reina lo radical fotográfico. Y, ahí —como la secuencia

del asesinato en la ducha pondrá en evidencia de inmediato— queda localizado el goce

de un encuentro con lo real que sólo puede ser vivido como siniestro 15.

                                                                                                                         
15
El trabajo que aquí concluye vio su primera publicación en Trama&Fondo nº 2, Madrid 1997.
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Referencias

Freud, S. (1919). Lo Ominoso. En: Obras completas (1976). Tomo17, pp. 216-251.

Buenos Aires: Argentina. Ediciones Amorrortu (trad) J. Etcheverry.

Freud, S., Hoffman, E.T.A. (1979). Lo siniestro / El hombre de la arena. Barcelona-

Palma de Mallorca. Pequeña Biblioteca Calamus Scroptorius.

Hitchcock, Alfred (1960). Psicosis.

Hoffmann, E.T.A.: Relatos fantásticos, Mondadori, Madrid, 1990.

Hoffmann, E.T.A.: Der Sandmann, El hombre de la arena, El Sanctus, Madrid: El sol,

1991.

Lacan, J. (1955 – 1956/1984). Seminario 3. Las psicosis. 1955 – 1956. Barcelona:

Paidós.

Lacan, Jacques (1988). El seminario 7: La Etica del Psicoanálisis. Barcelona: Paidós.

Lacan, J. (1959 – 1960/1991). Seminario 7. La ética en el psicoanálisis. 1959 – 1960.

Barcelona: Paidós.
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Nora Garita
Doctora en Sociología
Universidad de Costa Rica

A una razón
(Traducción libre)

En su seminario Encore (19-12-72), Lacan menciona un poema de Rimbaud titulado “à

une raison” y comenta que en ese texto el amor es signo de que se cambia de razón,

es decir, se cambia de discurso.

A una razón

Un dedazo tuyo en el tambor

descarga todos los sonidos e inicia la

nueva armonía.

Un paso tuyo, es el levantamiento de los

hombres nuevos

y su “en marcha”.

Un giro de tu cabeza: -¡el nuevo amor!

Un giro de tu cabeza: -¡el nuevo amor!

“Cambia nuestra suerte, acribilla las

calamidades,

empezando por el tiempo”, te cantan

estos niños.

“Eleva, no importa dónde, la sustancia

de nuestras fortunas y de nuestros

deseos”
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se te ruega.

Llegada de siempre, que de ahí te irás

por todas partes.

Arthur Rimbaud
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Referencias

Lacan, J. (1972, 19 de diciembre). Seminario 20. Encore. Paris: SFE.

 
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Resúmenes y abstracts

Patricia Morales

Artículo póstumo 16

Freud escritor.

Resumen

La literatura está prácticamente en toda la obra freudiana, en su estilo y

estructura. El análisis de casos que Freud presenta son verdaderas novelas cortas al

tiempo que casos clínicos. Para el análisis del texto literario Freud introduce un (no)

tiempo inaudito que caracteriza al inconciente y que no había sido observado por

filosofía alguna. Mientras que la existencia humana está ligada al tiempo -habitual,

familiar, cotidiano- la experiencia analítica nos reconcilia con aquel fuera-del-tiempo de

la pulsión y particularmente de la pulsión de muerte. En la escritura, campo estético,

se producen diferentes borradores de un texto literario, lo que a su vez genera distintos

lectores, cada uno de los cuales lo interpreta de diferente manera. Autor o lector, desde

cualquier lugar que adoptemos estamos desamparados ante lo escrito, somos inocentes

pero también responsables, hay una elección de por medio, y por lo mismo debemos

preguntarnos ¿si podríamos hablar de una ética?

Palabras claves: Freud, Shakespeare, literatura, clínica, tiempo, estética, inconsciente,

ética.

                                                                                                                         
16
Este artículo forma parte de un trabajo de tesis que no pudo ser presentado por el fallecimiento de su autora y que
lleva como título Psicoanálisis es (t) ética.
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Freud the Writer

Abstract

Literature is present practically in all of Freud’s works as part of his style and

structure.

The analyses of cases that Freud presents are short novels as well as clinical

cases. For the analysis of the literary text Freud introduces a (no) unprecedented time

that characterizes the unconscious and that had not been observed by any other

philosophy. While human existence is related to time –regular, familiar, daily- the

analytical experience reconciles us with that out of time of the drive, particularly that of

death's drive. Within writing, the aesthetic field, several different drafts are produced of

a single literary text, deriving into different readers with a different interpretation.

Author or reader no matter which roll we decide to assume we are by ourselves before

what has been written, we are innocent but also responsible, the possibility of choosing

is there; For that we should question ourselves if we could discuss of ethics here.

Keywords: Freud, Shakespeare, literature, clinical, time, aesthetics, subconscious,

ethics.

Jesús Manuel Ramírez Escobar


jemaraes@gmail.com  

Nudos y Suplencias, Una Ruta Posible para la Psicosis

Resumen

El presente trabajo versa acerca de la conformación de un lazo social en la

psicosis y de las dificultades que ello comporta. Para realizar lo anterior, el eje de

trabajo será la elaboración desplegada por Lacan al respecto de las psicosis hasta llegar

a la noción de suplencia, un concepto diferente al de estabilización, como veremos en el


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inicio del trabajo estructuralista de Lacan en los años cincuenta. Posteriormente, se toca

la pertinencia de la topología desplegada por Lacan en los años setenta en lo que

podríamos llamar una clínica del nudo borromeo, la cual abre nuevas vías para una

clínica diferencial, para así llegar a preguntarnos sobre el lugar del analista en la

dirección de la cura acerca de la constitución de un lazo social al final del análisis.

Palabras Clave: Psicosis, Estabilización, Suplencia, Nudo Borromeo, Metáfora Paterna

Knots and Substitutions, one Possible Route for Psychosis

Abstract

This work focuses on the creation of a social bond in psychosis and the ensuing

difficulties. To do so, the axis of the development work will be deployed by Lacan

about the psychosis until up to the notion of “supplementation”, a different concept than

stabilization, as we shall see in the beginning of the structuralist work of Lacan in the

fifties. Later, he touches the relevance of the topology deployed by Lacan in the

seventies in what we might call a clinic Borromean knot, which opens new avenues for

asking about the place of the analyst in the direction of the cure about the establishment

of a social bond in the final analysis.

Keywords: Psychosis, Stabilization, Supplementation, Borromean Knot, Paternal

Metaphor
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Emilce Vénere

emilcevenere@hotmail.com

Lo real del cuerpo y del yo en relación al fenómeno psicosomático

Resumen

Partiendo del giro de 1920 realizado por Freud, giro que abrió la posibilidad de

interrogarnos acerca de aquellos fenómenos más allá del Principio de Placer. A la luz de

un inconsciente no-reprimido, en relación a lo real del cuerpo y del yo, ubicaremos las

coordenadas desde las cuales es posible pensar el fenómeno psicosomático. También

dónde éste interroga tanto el devenir de un sujeto, como la teoría y la clínica de nuestro

tiempo.

Palabras clave: inconsciente no-reprimido, fenómeno psicosomático

The real of the body and the self in relation to psychosomatic phenomenon

Abstract

Starting off from Freud’s 1920 turn, turn that opened the possibility of

interrogating us about those phenomena beyond the Pleasure Principle, and in light of

an unconscious non-repressed, one might locate the coordinates from which it is

possible to think the psychosomatic phenomenon. Also, where this turn interrogates the

happening of a subject, and the theory and clinical of our time.

Key words: non repressed unconscious, psychosomatic phenomenon.


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Víctor Javier Novoa Cota

vnovoac@hotmail.com

Freud, los procesos inconscientes y la autoría en la Gradiva de Jensen

Resumen

Freud en su deseo de que el psicoanálisis estuviese comprendido dentro de las

“ciencias de la naturaleza” elaboró las leyes que explican los fenómenos de la vida

inconsciente. Al mismo tiempo, estaba convencido de que su teoría contenía también el

germen de las “ciencias del espíritu” lo que la ponía en relación con disciplinas como la

literatura. En el caso de su análisis de “La Gradiva” se propuso demostrar como los

fenómenos de los que daba cuenta la ciencia eran compatibles con lo que proponía el

poeta a través de su imaginación, así la explicación del delirio, de los sueños y de la

cura por amor tenían zonas compartidas con las elaboraciones que el poeta plasmaba en

su relato. Un aspecto de interés particular fue el despejar las motivaciones inconscientes

que llevaron a Jensen a escribir una obra como la Gradiva.

Palabras clave: Ciencias de la naturaleza, ciencias del espíritu, literatura, Gradiva,

delirio, sueños, cura, condición humana, poeta.

Freud, unconcious processes and the authorship in Jensen’s Gradiva

Abstract

Freud in the hope that psychoanalysis was included in the "natural sciences"

produced the laws that explain the phenomena of unconscious life. At the same time, he

was convinced that his theory also contained the germ of the "human sciences" thereby

placing it in relation to such disciplines as literature.


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For his analysis of "Gradiva" he intended to show how the phenomena that

science acknowledged realized that they were compatible with that proposed by the poet

through his imagination therefore the explanation of delusion, dreams and the cure for

love were shared with the working areas that the poet embodied in his story. One aspect

of particular interest was to clear out the unconscious motivations that led to Jensen to

write a masterpiece like Gradiva.

Keywords: Nature’s Science, Science of the Spirit, literature, Gradiva, delirium,

dreams, cure, human condition, poet.

Lorena Bower

nlbower@unsl.edu.ar

Felipa Triolo Moya

fmoya@unsl.edu.ar

El adolescente actual: oblatividad tanática y sus vicisitudes

Resumen

El mal-vivir resulta consustancial al transcurrir humano. En la actual «cultura

del bienestar», el igualitarismo que el discurso del amo profiere, instituye la «canallada

moderna». La irrupción de desbordes tales como: las a-dicciones; los intentos de

suicidio, y otros actos violentos constituyen ofrendas sacrificiales al Otro que se

erigen como el último recurso, aún a costa de la vida, para subjetivarse.

El adolescente, por sus constantes movimientos de transformación tendientes a

la consumación subjetiva, es más propenso a frustrarse y responder violentamente a los

embates del contexto social.


Revista Otra escena, volumen 1, número 3, febrero 2009. ISSN: 1659-4134   190
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En este trabajo nos hemos propuesto revisitar algunas de las coordenadas que

orientan los diferentes y novedosos modos del padecer adolescente y sus vicisitudes en

la actualidad.

Palabras Claves: Mal-vivir. Violencia. Adolescente. Cultura Actual. Patologías

Actuales.

The adolescent: thanatic oblativity and its vicissitudes

Abstract

The evil-living is inseparable from the human passage. In the current "culture of

comfort", the egalitarianism that the discourse of the master utters, establishes the

"modern villainy”. The irruption of overflows such as the a-dictions, suicide attempts

and other violent acts are sacrificial offerings to the Other which stands as the last

resource, even at the cost of the life, to subjectivism. The teenager, for his constant

movements aimed at transforming the subjective consummation is frustrated, and more

likely to respond violently to the ravages on the social context.

In this work we intend to revisit some of the coordinates that guide the different

and innovative ways of teenager suffering and its vicissitudes today.

Keywords: Mal - to live. Violence. Teenager. Current culture. Current Pathology.    

 
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Resumen

En el texto “Concatenated, Multilayered Space” , Hiromi Fujii recurre al concepto de

transparencia de Gyorgy Kepes, el cual resulta muy apropiado para revisar el trabajo que

Jacques Lacan efectúa con los esquemas ópticos y su propuesta de la transmutación del i(a)

(yo-ideal) y su relación con el Ideal del yo (I(A)) para lograr operar en el análisis un

desprendimiento y constitución del objeto a al final del análisis. En este ensayo se analiza la

crítica que realiza Lacan a las propuestas de los llamados psicoanalistas del yo a quienes

acusa de no trascender lo Imaginario y por lo tanto de obviar la condición metonímica del

deseo inconsciente, la castración y la particularidad del objeto en tanto parcial, no especular y

pulsional, el cual está allí desde el inicio de la partida en tanto elemento de la estructura y que

señala el lugar desde donde Ello habla.

Palabras clave: Yo-ideal. Ideal del yo. psicoanálisis. Arquitectura. Esquemas ópticos.

Priscilla Echeverría

pechever@ice.co.cr

Lacan y Fujii: del ver al mirar. La formulación de una nueva cualidad óptica.

Abstract

In the text “ Concatenated, Multilayered Space ”, Hiromi Fujii resorts to the concept of

transparence of Gyorgy Kepes, which turns out to be very appropriate to review the work that

Jacques Lacan carries out with the optical schemes and his proposal of the transmutation of i
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(a) (ideal I) and his relation with the I(a) to manage to produce in the analysis a detachment and

constitution of the object a at the end of the analysis. In this essay there is analyzed the

reviewer that realizes Lacan to the proposals of the so-called psychoanalysts of ego whom it

accuses of the Imaginary register not coming out and therefore of obviating the metonymic

condition of the unconscious desire, the castration and the peculiarity of the object meanwhile

partial, non specular and drive conditioned, which is there from the beginning of the game and

is an element of the structure and that indicates the place from where Id speaks.

Keywords: I-ideal. Psychoanaysis. Architecture. Optical schemes. Lacan.

Jesús González Requena

www.tramayfondo.com

Emergencia de lo siniestro 17

Resumen

En estos tiempos posmodernos, se nos ofrece la posibilidad de accesar ciertos

medios de comunicación que agilizan el intercambio de ideas y opiniones. Este artículo

muestra cómo los reality show, ese artificio de concursos televisivos sin orden o lógica,

sin formalismos, ensayos o guiones, más al tanto de lo que se va produciendo al margen

del momento, nos van conduciendo no a un intercambio de ideas, sino más bien a un

encuentro con nuestro goce macabro, en la medida que de lo que se trata en ese espacio

es de hacer explícito eso monstruoso del encuentro con lo real de la angustia, esa

experiencia sin mediación simbólica.

                                                                                                                         
17
Publicado en : Trama&Fondo nº 2, Madrid 1997. pp. 2-32
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Se trata de brindar una otra lectura acerca de la consabida amenaza o

experiencia de castración, poniendo en tela de duda las construcciones elaboradas por

Freud y Lacan, señalando cómo ese encuentro con lo siniestro toca no solo con la

neurosis, sino además con la psicosis en tanto la ausencia de simbolización le impide al

psicótico apalabrar algo de este encuentro siniestro. Coquetea con la perversión

también, ciertamente en tanto el perverso ofrece una escena castrante al borde de la

angustia, escena que se convierte en la pimienta del espectáculo televisivo, del cual se

goza en silencio, al punto de esa identificación perversa y a la orden del día en esa

emergencia televisiva que toca lo siniestro.comunicación que agilizan el intercambio de

ideas y opiniones.

Palabras clave: Lo siniestro. Lo real. Locura y psicosis. Recusación. Represión.

Amenaza y experiencia de castración. Fundación simbólica. Aparición del inconsciente.

Encuentro con la sexualidad. Textos posmodernos: porno terror y reality show. La

angustia.

Emergency of the Sinester

Abstract:

In these postmodern times, we are offered the possibility to access certain media

that speed the exchange of ideas and opinions. This article shows how the reality

shows, that artifice with no order or logic, without formalities, essays or scripts, more

aware of what is being produced on the spur of the moment, it’s leading us, not to an

exchange of ideas, but rather to a meeting of a macabre enjoyment. What it’s trying to

be discussed in this space is to make explicit the monstrous encounter with the real of

the anguish of that experience without symbolic mediation.


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These provide a different reading on the usual threat or experience of castration,

putting into question the constructions developed by Freud and Lacan noting how the

encounter with the sinister touches not only neurosis, but also to psychosis as the

absence of symbolization prevents the psychotic bespeak something of this encounter

sinister. Flirt with perversion certainly, while the perverse offers a castrating scene at

the edge of anguish. Scene that becomes the pepper of the TV show, something that is

enjoyed in silence to the point that that perverse identification, and on the agenda on

that television emergency that touches the sinester. Communications that speed the

exchange of ideas and opinions.

Keywords: The sinester. The real. Madness and psychosis. Rejection. Repression.

Threat and experience of castration. Symbolic Foundation. Emergence of the

unconscious. Meeting with sexuality. Postmodern texts: porno terror and reality show.

The anguish.
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Currículum vitae directora

Priscilla Echeverría Alvarado.

Psicoanalista. Magister Sc. en teoría psicoanalítica otorgado por el Centro de

Investigaciones y estudios psicoanalíticos de México, licenciatura en psicología,

Universidad de Costa Rica. Fundadora del Grupo de los Martes a las 7 p.m., dedicado a

la transmisión del psicoanálisis desde 1991 y del programa de formación en

Psicoanálisis. Desde esa fecha, mantiene un seminario de asistencia libre los martes a

las 7 p.m. donde se estudia la obra de Freud y Lacan y se discuten temáticas

contemporáneas relacionadas con el psicoanálisis.

Actualmente trabaja el tema de la sexualidad y la política. Es profesora asociada

en la Escuela de Psicología de la Universidad de Costa Rica, donde imparte los módulos

de clínica. Tiene a su cargo también la coordinación de los convenios con universidades

extranjeras. Diseñó y organizó el Centro de atención psicológica de la Escuela de

Psicología (clínica abierta). Ha dado a publicar varios artículos dentro de los cuales se

encuentran: “La crisis social: desintegración familiar, valores y violencia social.” En:

Revista Parlamentaria, Asamblea Legislativa, Costa Rica, 1996; Hiromi Fujii y

Sigmund Freud. Arquitectura y Psicoanálisis. En: Delapasión. Revista electrónica de la

Universidad Autónoma de San Luis, Potosí, No. 1. México, 2000; Echeverría, Priscilla.

Lacan y Fujii. Del ver al mirar: la formulación de una nueva cualidad óptica. Revista

Delapasión. No. 2. UASLP, México, 2004. Vive en Costa Rica. Correo electrónico:

priscilla.echeverria@psiconalisiscr.com
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Currículum vitae Subdirector  

Glenn Fonseca Sánchez.

Psicoanalista. Licenciado en psicología, Universidad de Costa Rica. Ha

trabajado en la elaboración y ejecución de técnicas participativas para trabajo individual

y grupal con pacientes psiquiátricos en el Hospital Nacional Psiquiátrico de Costa Rica

y en el diagnóstico e intervención psicológica en situaciones de crisis en el ámbito

individual y grupal.

En el campo de la investigación, ha trabajado con el tema de la violencia

doméstica y el suicidio en adolescentes. Ha sido asesor nacional en sexualidad para el

Ministerio de Educación Pública de Costa Rica. Ha sido profesor en la Universidad

Hispanoamericana, en la Universidad Central Costarricense, en la Universidad Católica

y en la Universidad libre de Costa Rica. Ha sido consultor para DNI-CR, y actualmente

trabaja en el Centro de Investigación y Promoción para América Central en Derechos

Humanos (CIPAC), con énfasis en derechos sexuales para BGLT y en clínica privada.

Vive en Costa Rica. Correo electrónico:glenn.fonseca@psicoanalisiscr.com

 
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Currículum vitae Comité editorial

Víctor Javier Novoa Cota. Psicoanalista. Candidato a doctor Programa Fundamentos y

desarrollos psicoanalíticos Universidad Autónoma de Madrid y Complutense de

Madrid, España y candidato a doctor en psicopatología fundamental de la universidad

de París VII, Denis Diderot. Maestría en Psicología Clínica. Universidad Nacional

Autónoma de México (UNAM). Especialidad en Psicoterapia en Instituciones. Clínica

San Rafael, México. Profesor e investigador en el Instituto de Investigación y Posgrado

de la Facultad de Psicología de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí de

México.

Co-director de la Revista de Psicoanálisis y Cultura “La Máscara Palabra-ética.

Universidad Autónoma de San Luis Potosí y la Universidad Veracruzana Poza Rica.

Más de treinta artículos especializados en revistas nacionales e internacionales.

Autor del libro “Psicoanálisis, Teoría y Clínica” editado por la Universidad Autónoma

de San Luis Potosí. Vive en San Luis Potosí, México. Dirección electrónica:

vnovoac@hotmail.com

Francisco Rengifo. Psicólogo de la Universidad Nacional de Colombia. D.E.A de

Psicoanálisis de la Universidad de Paris VIII, candidato al Doctorado de la Universidad

de Paris VII-Denis Diderot. Trabaja en el Hospital Sainte-Anne de Paris, Servicio de la

Dra. Françoise Gorog. Vive en París, Francia. Correo electrónico: frengifo@ch-sainte-

anne.fr

Lucía Molina.Psicoanalista. Maestría teoría psicoanalítica Universidad Veracruzana,

México.Licenciatura en Psicología. Universidad de Costa Rica. Profesora de la Escuela


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de Psicología de la Universidad de Costa Rica. Responsable del Centro de Atención

Psicológica (clínica abierta) de la Escuela de Psicología de la UCR. Co-responsable del

Programa de formación en Psicoanálisis del Grupo de los Martes. Costa Rica.

Presidenta de Acieps (Asociación costarricense de investigación y estudio del

psicoanálisis –Costa Rica-) Vive en San José, Costa Rica. Dirección electrónica:

lucia@correo.co.cr

Sonia Cruz Zúñiga. Psicoanalista. Maestría en Psicología. Universidad de Costa Rica.

Licenciatura en Psicología. Universidad de Costa Rica. Profesora en La maestría en

Psicopedagogía de la Universidad La Salle, Costa Rica. Co-responsable del Programa

de formación en Psicoanálisis del Grupo de los Martes, Costa Rica. Vive en San José,

Costa Rica. Dirección electrónica: soniacruzz@hotmail.com

Raquel Montes Caballed. Filósofa. Candidata a Doctora en Fundamentos y

Desarrollos Psicoanalíticos. Universidad Complutense de Madrid. Candidata a Doctora

en Filosofía Heinrich Heine Universität, Dusseldorf. Diploma de Estudios Avanzados,

DEA. Aplicaciones del psicoanálisis/ Fundamentación conceptual del psicoanálisis.

Universidad Complutense de Madrid. Magister en Germanistik, Heinrich Heine

Universität, Dusseldorf. Licenciatura en Filosofía. Especialidad en Historia de la

filosofía contemporánea y Estética. Universidad de Barcelona. Vive en Madrid, España.

Dirección electrónica: raquel_montes_callabed@hotmail.com


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Currículum vitae pares consultores

Mariano Fernández Sáenz. Psicoanalista. Licenciatura en Psicología, Universidad de

Costa Rica, estudiante de la Maestría en Literatura latinoamericana de la misma

universidad. Es profesor en la UCR en cursos del área clínica. Se ha especializado en la

adolescencia e investiga los temas de psicoanálisis y muerte, psicoanálisis y

epistemología, psicoanálisis y literatura,temas en los que cuenta con varios artículos

publicados. Vive en Costa Rica. Correo electrónico: matupropio@hotmail.com

María Isabel Ortigoza Capetillo. Psicoterapeuta psicoanalítica. Maestría en Literatura

Mexicana, Universidad Veracruzana, Maestría en Teoría Psicoanalítica, Licenciatura en

pedagogía con especialidad en orientación educativa y vocacional, Diplomado en

“teoría y técnica en el proceso terapéutico en niños y adolescentes, Instituto de Estudios

e investigaciones Gestálticas. Es profesora de educación básica egresada de la BENV.

Catedrática en la Licenciatura de Educación Artística. Universidad virtual. Catedrática

en la maestría en educación en la Universidad Central de Veracruz. Catedrática en la

maestría en docencia en el Centro Universitario Hispano Mexicano en la Cd de

Veracruz. Catedrática en la maestría de Educación Humanística en el Centro de

Estudios Gestálticos de Xalapa. Catedrática en el Diplomado de Psicoanálisis y

educación en la UCV. Catedrática en el Diplomado: “Psicoanálisis de niños:

diferenciación y síntoma. Tiene varias publicaciones de corte educativo y psicoanalítico

en diversas revistas a saber: Revista Likástin, Revista de didáctica BENV, Revista

Psiconet, Carta Psicoanalítica. Vive en Xalapa, México.

Correo electrónico: maraisa@hotmail.com


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Eunice Michel. Filósofa y Psicoanalista. Maestría en Teoría psicoanalítica, Centro de

Investigaciones y estudios psicoanalíticos de México. Es coordinadora de la Maestría en

Psicología clínica con Orientación psicoanalítica de la Universidad de Guadalajara,

México. Coordinadora del Seminario de filosofía francesa contemporánea de la Carrera

de Filosofía de la misma universidad. Investiga actualmente sobre el tema de la

sexualidad femenina, el imaginario social y psicoanálisis. Fue coordinadora nacional del

Área de Psicología de Estancias infantiles del ISSSTE. (Instituto de seguridad social de

los trabajadores de México). Vive en San Luis,Potosí, México.

eunicemichel@hotmail.com

Beatriz Calvo Samayoa. Psicoanalista. Diplomado en Clínica Psicoanalítica obtenido

en México, Licenciatura en Psicología, Universidad de Costa Rica. Ha sido profesora en

la Escuela de Psicología de esa universidad y en la Universidad Central, Costa Rica.

Fue editora de la Revista electrónica de la Fundación Psicoanalítica Costarricense

(Grupo de los martes) de Psiconet Psicomundo Costa Rica. com hasta el 2003. Ha

laborado en diversas instituciones públicas. Artículos "La escritura femenina del duelo

por la muerte del padre" y "La hacienda de la sangre en las venas" publicados en la

revista electrònica “Delapasión”, Universidad Autónoma de San Luis Potosí de México

y "Magnolia, Heredia, Antígona o en el nombre, la hija que fue" publicada en Psiconet

Psicomundo Costa Rica. Vive en Costa Rica. Correo electrónico: beacalvo@yahoo.com

Ronald Solano Jiménez. Filólogo y Psicoanalista. Licenciatura en Filología y Egresado

de la Maestría en Psicología, Universidad de Costa Rica. Profesor Asociado de la

misma universidad. Editor del prestigioso Anuario de Estudios Centroamericanos.


Revista Otra escena, volumen 1, número 3, febrero 2009. ISSN: 1659-4134   201
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Miembro de la Asociación Costarricense para la Investigación y el Estudio de

Psicoanálisis. Vive en Costa Rica. Correo electrónico: rsolanoj@gmail.com  

Jaime Arturo Suárez Viaña. Maestría en teoría psicoanalítica, Centro de

Investigaciones y Estudios Psicoanalíticos. Licenciatura en Psicología, Universidad

Autónoma Metropolitana - Xochimilco. Profesor definitivo, en la Universidad Nacional

Autónoma de México, de las asignaturas de Psicología Social, Teorías

Psicológicas Contemporáneas y Psicología de la Comunicación Colectiva. Catedrático

de las materias de Teoría General de la Neurosis y Panorama Histórico de la

Psicopatología en el Instituto Superior de Estudios para la Salud Mental. Práctica

clínica como psicoanalista desde 1988. suarezvia@hotmail.com

Laura Chacón Echeverria. Doctorado psicopatología universidad de Toulouse le

Mirail II, Francia. Maestría en Psicoanalisis, Campo Freudiano Universidad de Paris

VIII. Profesora Invitada Universidad de Toulouse. Profesora investigadora universidad

de Costa Rica. Coordinadora del programa de prevención de redes para el menor en

riesgo psicosocial Hospital Nacional Psiquiátrico. Publicaciones Maternidad y psicosis.

Virginia Hernández Ricárdez. Maestría y Doctorado en Clínica Psicoanalítica. Centro

Eleia, Actividades Psicológicas con Mención Honorífica. Doctorado en Teoría

Psicoanalítica en el Centro de investigaciones y estudios psicoanalíticos de la Fundación

Mexicana de Psicoanálisis. Licenciatura en Psicología Universidad Autónoma

Metropolitana – Xochimilco. Licenciatura en Odontología. UAM – X.

Es actualmente Directora General del Colegio de Psicoanálisis Lacaniano. Ha sido

docente en el Centro de investigaciones y Estudios Psicoanalíticos de la Fundación

Mexicana de Psicoanálisis.
Revista Otra escena, volumen 1, número 3, febrero 2009. ISSN: 1659-4134   202
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Exdirectora Académica del Centro de Investigaciones y Estudios Psicoanalíticos de la

Fundación Mexicana de Psicoanálisis.

Psicoanalista desde más de 20 años en el ámbito privado e institucional.

Artículos publicados en revistas varias.

Sandra Jiménez Tomas. Psicoanalista. Editora de la revista Inscribir el piscoanalisis.

Asociada-fundadora de la asosiación costarricense para la investigacion y el estudio del

psicoanálisis en Costa Rica. Docente de la carrera de psicología de la Universidad

Centroamericana de Ciencias Sociales (UCACIS), en el grado de licenciatura, en el eje

de clínica psicoanalítica.
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Currículum vitae autores y autoras

Patricia Morales (1946-2007). Licenciada en Relaciones internacionales en la

Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Maestría en teoría psicoanalítica.

CIEP, México. Profesora de la Facultad de Ciencias políticas de la UNAM. Periodista.

Psicoanalista.

Jesús Manuel Ramírez. Estudiante de la Maestría en Psicoanálisis de la

Universidad de Buenos Aires. Becario del Instituto de Investigaciones Psicológicas de

la Universidad Veracruzana, Veracruz, México. Cuenta con numerosas publicaciones en

revistas de Psicoanálisis. jemaraes@gmail.com

Emilce Vénere. Psicoanalista. Doctorando en psicoanálisis, Universidad de Buenos

Aires (UBA), Argentina. Licenciatura en Psicología, UBA, Argentina. Ex profesora

Maestría en psicoanálisis Colegio de Psicólogos de Chubut, en asociación con la UBA,

Argentina. Profesora de Cursos de posgrado de la Facultad de Psicología y Facultad de

Medicina de la UBA. Docente de grado, Cátedra Clínica Psicoanalítica II, Facultad de

Psicología, UBA. Docente de grado, Cátedra de Salud Mental, Facultad de Medicina,

UBA. Investigadora UBACyT. Autora de diversas publicaciones con referato en la

Universidad de Buenos Aires. Co-autora del libro: Aportes del Psicoanálisis a la

Medicina, Editorial Corpus, Bs. As, Argentina, 2009. Clínica y supervisión en el ámbito

privado. Vive en Argentina. Dirección electrónica: emilcevenere@hotmail.com

Víctor Javier Novoa Cota. Psicoanalista. Maestría en Psicología Clínica, Universidad

Nacional Autónoma de México (UNAM). Estudiante de los doctorados Fundamentos y

desarrollos psicoanalíticos impartido por las universidades Autónoma de Madrid y


Revista Otra escena, volumen 1, número 3, febrero 2009. ISSN: 1659-4134   204
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Complutense de Madrid, Madrid, España y el doctorado en Psicopatología fundamental

de la Universidad de París VII, Francia. Miembro fundador de la Red Analítica

Lacaniana A.C. Especialista en Psicoterapia en Instituciones, Clínica San Rafael de

México. Ha sido docente en la Maestría en Teoría Psicoanalítica en el Centro de

Investigaciones y Estudios sicoanalíticos de México y en la Universidad Nacional

Autónoma de México.

Es investigador y maestro de tiempo completo nivel cinco en el Instituto de

Investigación y Postgrado de la Facultad de Psicología de la Universidad Autónoma de

San Luis Potosí de México y ha sido miembro de la planta docente de la Universidad de

Guadalajara en el programa de Maestría en psicología en el área de psicoanálisis y

coordinador y docente del área de Psicoanálisis de la Maestría en Psicología impartida

en la Universidad Autónoma de San Luis Potosí y la Universidad Veracruzana Poza

Rica. Codirector de la Revista de Psicoanálisis y Cultura “La Máscara Palabra-ética.

Universidad Autónoma de San Luis Potosí y la Universidad Veracruzana Poza Rica.

Tiene más de treinta artículos publicados en revistas y libros especializados en México

y en el exterior y es autor del libro Psicoanálisis, Teoría y Clínica editado por la

Universidad Autónoma de San Luis Potosí., México. Vive en Madrid, España. Correo

electrónico: vnovoa@yahoo.com  

Lorena Bower. Licenciada en Psicología, Universidad Nacional de San Luis,

Argentina. Psicoanalista. Maestrando en Psicoanálisis, Universidad del Aconcagua,

Mendoza, Argentina. Docente en las Cátedras: Psicología del Desarrollo, Psicología

Educacional y Psicoanálisis Escuela Francesa, Facultad de Ciencias Humanas,

Universidad Nacional de San Luis. Integrante del Proyecto de Investigación PROICO

4-2007, Universidad Nacional de San Luis. Becaria en Investigación, Secretaria de


Revista Otra escena, volumen 1, número 3, febrero 2009. ISSN: 1659-4134   205
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Ciencia y Técnica, Universidad Nacional de San Luis. Actividad clínica privada como

Psicoanalista. Dirección Electrónica: nlbower@unsl.edu.ar

Felipa Triolo Moya. Psicoanalista. Especialista en Psiquiatría. Doctorando en


Psicología, Universidad Nacional de San Luis. Investigadora Categoría III. Directora
Proyecto de Investigación PROICO 4-2007, Secretaria de Ciencia y Técnica,
Universidad Nacional de San Luis. Docente responsable Cátedra Psicoanálisis Escuela
Francesa. Profesora Colaboradora Cátedra Psicoanálisis. Docente Cursos de Postgrado,
Facultad de Ciencias Humanas, Universidad Nacional de San Luis.. Actividad clínica
privada como Psicoanalista. Dirección Electrónica: fmoya@unsl.edu.ar

Priscilla Echeverría Alvarado. Psicoanalista. Magister Sc. en teoría psicoanalítica

otorgado por el Centro de Investigaciones y estudios psicoanalíticos de México,

licenciatura en psicología, Universidad de Costa Rica. Fundadora del Grupo de los

Martes a las 7 p.m., dedicado a la transmisión del psicoanálisis desde 1991 y del

programa de formación en Psicoanálisis. Desde esa fecha, mantiene un seminario de

asistencia libre los martes a las 7 p.m. donde se estudia la obra de Freud y Lacan y se

discuten temáticas contemporáneas relacionadas con el psicoanálisis.

Actualmente trabaja el tema de la sexualidad y la política. Es profesora asociada

en la Escuela de Psicología de la Universidad de Costa Rica, donde imparte los módulos

de clínica. Tiene a su cargo también la coordinación de los convenios con universidades

extranjeras. Diseñó y organizó el Centro de atención psicológica de la Escuela de

Psicología (clínica abierta). Ha dado a publicar varios artículos dentro de los cuales se

encuentran: “La crisis social: desintegración familiar, valores y violencia social.” En:

Revista Parlamentaria, Asamblea Legislativa, Costa Rica, 1996; Hiromi Fujii y

Sigmund Freud. Arquitectura y Psicoanálisis. En: Delapasión. Revista electrónica de la

Universidad Autónoma de San Luis, Potosí, No. 1. México, 2000; Echeverría, Priscilla.
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Lacan y Fujii. Del ver al mirar: la formulación de una nueva cualidad óptica. Revista

Delapasión. No. 2. UASLP, México, 2004. Vive en Costa Rica. Correo electrónico:

priscilla.echeverria@psiconalisiscr.com

Jesús González Requena. Doctor en Ciencias de la información, especialista en

imagen visual y auditiva por la Universidad Complutense de Madrid, docente

catedrático de comunicación audiovisual en la Facultad de Ciencias de la información

en esa universidad. Es presidente de la asociación cultural Trama y Fondo, en cuya

revista se encuentran muchos de sus artículos. Es también miembro del Consejo

consultivo internacional de ASSEMASS & COMGLOBAL (Asociación mundial de

semiótica mass mediática y comunicación global) Jesús González Requena ha escrito

varios libros sobre cine, entre los que destacan La metáfora del espejo, El cine de

Douglas Sirk (Hiperión, Instituto de Cine y Radio-Televisión, Valencia/Minneapolis

1986), El discurso televisivo: espectáculo de la posmodernidad (Cátedra, Madrid,1988).

Eisenstein. Lo que solicita ser escrito (Editorial Cátedra, Madrid, 1992), El análisis

cinematográfico. Modelos teóricos, metodologías, ejercicios de análisis (compilador;

Editorial Complutense, Madrid, 1995).y Los tres Reyes magos (Akal, Madrid, 2002).

Vive en Madrid,España. Correo electrónico: gonzalezrequena@telefonica.net

Nora Garita Bonilla. Doctora en sociología, Universidad de París. Catedrática

Universidad de Costa Rica. Actual miembro de la Junta Administrativa del Museo

Nacional de Costa Rica. Fue directora de la emisora Radio Universidad de Costa Rica.

Fundó y dirigió durante dieciocho años la revista Herencia, Universidad de Costa

Rica.Ha sido en múltiples ocasiones jurado de los Premios Nacionales. Columnista


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invitada de Le Monde Diplomatique, diario La Extra y suplemento Ancora del

periódico La Nación. nogabo@gmail.com


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Normas de publicación e instrucciones para autores y autoras

Del material que se publica y las condiciones legales:

1. Publicamos artículos originales e inéditos y que no hayan sido enviados a otro

medio para la consideración de publicación. Los artículos para re-edición serán

solicitados a los autores o autoras directamente por la directora, el subdirector o

el comité editorial de la Revista Otra escena. Pueden enviarse también

conferencias y comentarios de libros, seminarios, obras de arte, etc., que no

hayan sido previamente publicadas y que tampoco estén en consideración para

su publicación en otra revista o medio. Estos no requieren el uso de referencias

bibliográficas pero serán también enviados a revisión y a comité editorial. En

caso de rechazo de un artículo, este original no será devuelto aunque el autor o

autora podrán publicarlo en otro lugar si es de su gusto.

2. Los autores y autoras de los trabajos seleccionados acuerdan ceder los derechos

de publicación o copia de sus artículos. Esta cesión de derechos tiene por

finalidad la protección del interés común de los autores y autoras y la Revista

Otra escena. Si el autor o la autora quisieran posteriormente publicar sus trabajos

en otras revistas o en libros, gustosamente se les permitirá bajo la condición de

que se consigne claramente que éste es un artículo o artículos publicados en la

revista Otra escena, con su respectiva referencia.

3. Los contenidos y opiniones que se viertan en cada artículo son responsabilidad

de cada autor y autora y la revista “Otra escena” responderá ninguna demanda

verbal o escrita sobre lo publicado. Las disconformidades pueden ser tramitadas

como “cartas de los y las lectoras” o directamente al autor o autora si se prefiere.


Revista Otra escena, volumen 1, número 3, febrero 2009. ISSN: 1659-4134   209
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En caso de una demanda legal, ésta recaerá directamente sobre el autor o autora

del material.

Del trámite del material:

4. El documento deberá ser enviado a nombre de la Directora Priscilla Echeverría a

la dirección electrónica: priscilla.echeverria@psicoanalisiscr.com

5. No se recibirán artículos impresos.

6. La Directora y el subdirector revisarán los aspectos formales y devolverán el

documento que no cumpla con los requisitos de publicación.

7. En el momento en que se consigne que los requisitos formales son cumplidos, se

enviará a revisión de pares editores y luego a Comité editorial.

8. Se devolverá el material para correcciones si es del caso y luego de corregido se

iniciará el proceso de publicación.

9. La Directora de la publicación decidirá la ubicación del artículo dentro de la

revista y el número en que se publicará.

10. La Directora y el Subdirector decidirán también todo lo que implique los

aspectos formales de la Revista, esto es, portada, diseño gráfico, normas de

publicación, etc.

11. Por ser una revista de circulación gratuita que tampoco cobra derechos de

publicación a los autores y autoras, no enviamos separatas de publicación ni

ejemplares impresos a los autores y autoras. La Revista Otra escena enviará una

carta de aviso de publicación en el momento en que la misma se encuentre en

línea.
Revista Otra escena, volumen 1, número 3, febrero 2009. ISSN: 1659-4134   210
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12. Si el escritor o escritora de un artículo tienen dudas acerca de las normas de

publicación o requiere una referencia de un profesional en Filología para la

revisión del artículo, puede contactar a Directora de la revista en el correo

electrónico: priscilla.echeverria@psicoanalisiscr.com

De las normas de publicación:

13. Las normas de publicación a seguir serán en su mayor parte las de APA.

(American Psychologycal Association). Los casos no consignados en esta lista,

deben seguir esa referencia.

14. Se recomienda la utilización del software de Microsoft office 2007, cuya barra

de herramientas contempla las normas de publicación de APA, de tal modo que

al ir escribiendo se facilita la conformación de notas a pie, tabulaciones,

traducciones, referencias, etc.

15. Recomendamos también visitar el sitio: de The Owl at Purdue -APA formatting

and style guide, el cual contiene un resumen muy puntual y ejemplos de las

normas de APA.

http://owl.english.purdue.ed/workshops/hypertext/apa/sources/reference.html

16. Se recomienda cuidar mucho la redacción y hacer revisar el artículo por un

profesional en Filología.

De la presentación formal de los artículos:

17. El artículo se presentará en formato Word para Windows , a doble espacio, (todo

el texto se escribirá a doble espacio, incluso las citas y las referencias.) en letra

Times New Roman, tamaño 12, con márgenes uniformes de 2.50 cm., esto es

arriba y abajo y 3 cm. derecha e izquierda, con alineación en margen izquierdo y


Revista Otra escena, volumen 1, número 3, febrero 2009. ISSN: 1659-4134   211
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libre en el margen derecho, con tamaño de hoja de 8” x 11”. Excepto el resumen

y abstract, los párrafos serán tabulados (indentados 5 espacios). Estos no

excederán las 120 palabras. Toda abreviatura a utilizar en el texto, será definida

en el resumen y abstract.

18. La estructura mínima debe contar con introducción, desarrollo, conclusión y

referencias.

19. Cada artículo debe contar con un título general y subtítulos dentro del texto.

20. Los títulos y subtítulos deben presentarse sin numeración ni letras.

21. Cuando el artículo contenga fotos, cuadros, gráficos, mapas e ilustraciones

deberán estar incluidos en el documento general.

22. La redacción de los artículos deberá contemplar:

a. Presentación ordenada de las ideas

b. Fluidez de la expresión

c. Evitar el uso de discriminaciones en el lenguaje.

23. En la primera página se ubicará centrado: el nombre del autor o autora en negrita

pero sin itálicas, en minúsculas, excepto la primera letra del nombre y el

apellido, en la siguiente línea el correo electrónico y en la siguiente el nombre de

la publicación en negrita e itálicas en minúsculas, como se observa en el

siguiente ejemplo:

Michel Tort

michel.tort@wanadoo.fr

Sexualité violente dans la psychanalyse

Seguido del resumen en castellano, palabras claves en castellano, abstract

(resumen en inglés) y palabras clave en inglés.


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24. Al inicio de otra página, centrado, el nombre del autor o autora en negrita y

minúsculas, la profesión u oficio en negrita y minúsculas y el nombre de la

publicación en negrita e itálicas:

Francisco Rengifo

Psicoanalista

Hospital de Sainte Anne, París, Francia.

La responsabilidad del sujeto

                        A lo que sigue el texto completo., y al final, las referencias bibliográficas.

25. El artículo debe ir acompañado de otro archivo a doble espacio, letra Times

New Roman, tamaño 12, en que se consigne un currículum ejecutivo de no más

de 10 líneas, con su correo electrónico, de la siguiente manera:

Lucía Molina. Psicoanalista. Maestría teoría psicoanalítica

Universidad Veracruzana, México. Licenciatura en Psicología.

Universidad de Costa Rica. Profesora de la Escuela de Psicología de la

Universidad de Costa Rica. Responsable del Centro de Atención

Psicológica (clínica abierta) de la Escuela de Psicología de la UCR. Co-

responsable del Programa de formación en Psicoanálisis del Grupo de los

Martes. Costa Rica. Presidenta de Acieps (Asociación costarricense de

investigación y estudio del psicoanálisis,Costa Rica) San José, Costa

Rica. Vive en Costa Rica. Dirección electrónica: lucia@correo.co.cr


Revista Otra escena, volumen 1, número 3, febrero 2009. ISSN: 1659-4134   213
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26. Para efectos de facilidades de comunicación durante el proceso de edición

especialmente, se solicita a los autores y autoras enviarnos sus números

telefónicos en el momento en que envíen el texto.

De las citas en el texto y las referencias bibliográficas:

27. Las notas a pie se consignan en pto. 9, Times New Roman. Se evitarán las citas

bibliográficas pie de página. Las notas son comentarios, las que tampoco serán

excesivas ni en número ni en tamaño.

28. Las citas textuales cortas (menores de 40 palabras) deben ser incluidas en el

texto y se deben encerrar entre comillas. La cita conlleva: Apellido, (año de

publicación o en caso de obras completas del autor(a), de la primera

publicación). Las citas textuales largas (mayores de 40 palabras) deben

desplegarse en un bloque aparte del texto, a dos espacios, se omiten las comillas,

y la cita debe iniciar en una nueva línea, indentada o tabulada desde el margen

izquierdo. Se recomienda utilizar la opción de “hanging” en el parágrafo.

(paragraph). En caso de que haya párrafos adicionales dentro de la cita, se debe

sangrar la primera línea de cada uno.

29. Un autor o autora: Apellido, y año: (Johnson, 2001).

30. Dos autores o más hasta seis se consignan con sus apellidos la primera vez que

se citan en la frase introductoria y subsecuentemente se utiliza et al. (et sin

punto). Ejemplo:

(Kernis, et al., 1993)

31. Más de 6 autores se utiliza: apellido del primero y et al. o y cols.

32. Dos autores distintos con el mismo apellido se ordenan alfabéticamente por la

inicial del nombre del autor:


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E. Johnson, (2001); L. Johnson, (1998)

De las Referencias Bibliográficas.

33. Todo trabajo debe incluir la bibliografía utilizada, consignada al final con el

título de Referencias. Se ordena por orden alfabético del autor o autora,

respetando las normas de publicación de la APA (Asociación Psicológica

Americana):

34. Todo trabajo debe incluir, únicamente, la bibliografía utilizada. Si se desea hacer

referencia a algún otro artículo o autor (a), esto debe quedar consignado en nota

al pie de página, como comentario.

35. Las referencias se colocan al margen izquierdo sin indentar o tabular. Se tabulan

las segundas o terceras líneas.

36. Dos o más trabajos del mismo autor o autora se ordenan por año, empezando

con el más antiguo.

37. Dos o más trabajos del mismo autor o autora en el mismo año, se ordenan

alfabéticamente por título. Se añaden letras minúsculas del alfabeto entre

paréntesis al lado del año (2002 a) y se consigna de esta manera en la cita dentro

del texto.

38. Un trabajo que no sea un “journal”, tales como libros, artículos, página

web, se pone con mayúscula sólo la primera letra del título o subtítulo, la

primera letra después de un punto o un guión en un título y los nombres propios.

No ponga mayúscula en la palabra que sigue a un guión en una palabra

compuesta.
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39. Un texto traducido y/o un trabajo reeditado debe citar el traductor o el autor

original sin invertir el apellido ni las iniciales del nombre como en el siguiente

ejemplo:

Laplace, P. S. (1951). A philosophical essay on probabilities (F.C.

Truscott & F. L. Emory, Trans.). New York: Dover. (Original work

published 1814)

De ¿Cómo citar?:

40. Un autor: Apellido, Inicial con punto. Año entre paréntesis. Nombre del libro en

itálicas. Vol. Ciudad: Editorial. Páginas.

41. Dos autores: Nombre seguido de una coma, iniciales del nombre seguido de

punto. Año entre paréntesis. En inglés se usa el ampersand (&) entre los dos

autores. Ejemplo:

Wegener, D.T., & Petty, R.E. (1994)

42. Tres a seis autores. Se nombran todos, el último se precede del ampersand

cuando la cita es en inglés.

43. Más de 6 autores: Se citan los primeros seis y luego et al. Ejemplo:

a. Harris, M., Karper, E., Stacks, G., Hoffman, D., DeNiro, R., Cruz, P., et

al. (2001). Writing labs and the Hollywood connection. Journal of Film

and Writing, 44 (3), 213-245.

44. Capítulo de libro: Apellido, Inicial del nombre. (año). Nombre del artículo.

Nombre del editor (Ed.) Nombre del libro (pp. 22-27), ciudad: Editorial.

45. Artículo dentro de un libro (puede ser también la recopilación de artículos de

un autor en un libro por un editor o las Obras completas de un autor):


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Autor. (año) Título del artículo. En: Nombre del editor (Ed); Título del libro;

(páginas del artículo). Continúa la información de publicación del libro.

46. En el caso de las Obras de Freud, hemos optado por:

a. Freud, S. (año de publicación del artículo o libro de Freud). En: Obras

completas, año de publicación, (número del tomo), páginas del artículo.

Ciudad: Editorial

47. Cita en otro libro: Apellido, Nombre. (año). Nombre del libro. En: Nombre

del libro donde aparece citado (citado por Apellido, Editorial, año).Dentro del

texto, se cita la fuente original.

48. Cita de libro con editor: Apellido del editor o editora. (Ed). (año). Nombre del

libro. Ciudad: Editorial.

49. Cita de una revista científica: Apellido, N. (año). Nombre de la Revista,

(número), páginas del artículo.

50. Cita de carta al editor: Inserte “Cartas al editor” antes del nombre de la

Revista. Ejemplo: Bush, R.( 2008,febrero) De verdad caminamos?.”Carta de los

lectores”. Revista Otra escena, 204 (1), 2.

51. Cita de una reseña de un libro, revista o artículo: Igual que el anterior y

seguido del título de la reseña, las palabras “Reseña de l libro…título del

libro…o revista..” Ejemplo: Stevens, Q. (2008, enero 24) La nueva psiquiatría.

“Reseña del libro Clínica Psiquiátrica”, Paidós, 171.

52. Cita de una revista semanal o mensual: Además del año de publicación, mes y

para revistas semanales, el día. Vol #.

53. Por ejemplo: White, R. (2008, Enero 15). La terapia infantil. Curiosidades

contemporáneas, 15,236.
Revista Otra escena, volumen 1, número 3, febrero 2009. ISSN: 1659-4134   217
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54. Cita de un artículo en un periódico: Apellido, N. (datos de la fecha de

publicación del periódico). Nombre del artículo. Nombre del periódico, páginas.

Ejemplo: Loría, A. (2007, febrero 14) .La salud hoy. El país, p.54.

55. Cita de un diccionario: Nombre del Diccionario (número de edición) (año)

Ciudad, Editor.

56. Publicación de una institución: Nombre de la institución. (año). Nombre del

estudio. (Nombre de la publicación, Editor,Número, páginas).Ciudad: Oficina

que imprime.

57. Artículo sin autor: Nombre de la organización…etc.

58. Artículo sin fecha de edición: Se consigna como s.f.e.

59. Artículo sin numeración de páginas: Se utiliza la abreviación “para.” Seguida

del número de párrafo (Hall, 2001, para. 5)

60. Comunicaciones personales, cartas, entrevistas, correos electrónicos: No se

incluyen en la lista de referencias. Se consignan dentro del texto de la

siguiente forma: ( J. Lacan, comunicación personal, 4 enero, 1968)

61. Publicaciones en internet:

a. Revista en Internet: Apellido, Siglas del nombre. (año). Nombre del

artículo. Nombre de la revista., número de vol.(número). Recuperado el

día, mes, año, de: dirección electrónica.

b. Para todos los casos se sigue el formato general de las referencias

materiales mencionado en estas páginas, excepto que se consigna del

sitio web del que ha sido recuperado.

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