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LAS BASES MARITIMAS DE LA CIVILIZACIÓN ANDINA: UNA

RECONSIDERACION DE LA EVIDENCIA1

J. Scott Raymond

El argumento de Moseley de que la civilización de la costa peruana estuvo


basada en una economía de subsistencia marítima, es desafiado, y la evidencia que él
usó para sostener su afirmación es re-examinada. Se afirma que: [1]el número de
calorías representadas por los restos de la fauna en los sitios pre-cerámicos tardíos en la
costa central son muy pocos para haber sostenido más que a una simple sociedad de
cazadores recolectores; [2] la productividad potencial de las plantaciones agrícolas
presentes en los sitios pre-cerámicos han sido ampliamente subestimados; [3] los pre-
juicios en la preservación de los sitos y restos de alimentos en los sitios no han sido
considerados lo suficiente al sacar conclusiones de los datos, y [4] cuando se considera
en relación a la hidrología de la costa peruana, la distribución de sitios pre-cerámicos
tardíos indica una dependencia en una agricultura en planicies inundables.

Es casi un tópico en la teoría antropológica que la agricultura eficiente es una pre-


condición para el levantamiento de una civilización. Esta supocisión tiene una larga y
respetable historia entre los antropólogos, retrocediendo (resumiendo) en lo que precede
hasta al menos el siglo 19. Childe (1951:59-87), por ejemplo vio la “Revolución
Neolítica” como un estado universal en los comienzos del urbanismo y de la evolución de
la civilización. Los antropólogos que estudiaron el surgimiento de la Civilización Andina
aceptaron esto como algo determinado. Teorías tempranas de desarrollo presumieron un
temprano e incipiente estado agrícola anterior al inicio de la especialización artesanal,
construcción de templos, del arte elaborado, y las otras características asociadas a las
sociedades complejas en el Perú antiguo. (cf Strong 1948; Steward 1948; Mason 1957).
Sin embargo, los datos acumulados de las investigaciones arqueológicas en la costa del
Perú en las tres últimas décadas parecen minar la credibilidad de dichas hipótesis.
Lanning fue el primero en expresar dudas. Al discutir la primera evidencia de templos,
pirámides, altares estilos formales de arte, y entierros elaborados, el dice: “de manera
remarcable estos desarrollos tomaron lugar entre gente que no era campesina en
principio, sino mas bien pescadores asentados en la costa. Para todo lo que se, este es el
único caso en que tantas características de civilización han sido encontradas sin una base
económica agrícola” (Lanning 1967:59). Otros han expresado desde entonces una
opinión similar (cf. Patterson 1971ª, 1971b; Patterson y Moseley 1968; Moseley y Willey
1973; Moseley 1968, 1972, 1975). De todos estos, Moseley es el que presento el caso
más forzoso y exigente.
Las culturas de la costa central del Perú, estuvieron sin duda, en el umbral de la
civilización para el 2000 a.C. El tamaño, complejidad, y calidad arquitectónica de El
Paraíso, Río Seco, Las Haldas, Aspero, y otros sitios pre-cerámicos tardíos revelan una
sociedad altamente organizada con un manejo colectivo de la labor. Textiles, calabazas
talladas, tallados en madera y hueso, y objetos de arcilla cocinada, presagian el desarrollo

1
American Antiquity, Vol. 46, Nº 4, 1981, pp. 806-821. Traducido por: Vera Lucía Crispín Balta,
06/03/06.

1
de las renombradas industrias artesanales de la civilización peruana. El tratamiento
diferencial a los muertos, algunos acompañados por elaborados bienes funerarios
sugieren estratificación social.
Los sitios no ofrecen evidencias de una tecnología elaborada de pesca. Las
herramientas mas sofisticadas de pesca son redes y anzuelos hechos a base de conchas.
Todavía no hay evidencia de botes, pero como Moseley señala [1975], el medioambiente
del litoral es rico en recursos marinos y tal vez, pudo haber provisto de casi toda las
necesidades dietarias a la gente que ocupo estos sitios. Solo se requiere una tecnología
simple. En realidad, la costa peruana, bañada por la fría corriente de Humboldt, es una de
las regiones de pesca mas ricas del mundo, especialmente el estrecho bordeando la costa
central [Osborn 1977]. Aves marinas, pescados, moluscos, y mamíferos marinos pueden
ser tomados de la costa sin mayor esfuerzo.
La gran cantidad de basura asociada a los sitios antiguos consiste mayormente en
productos marinos. Las conchas de moluscos constituyen la mayor parte de estos
desechos, huesos de aves marinas, mamíferos marinos (focas, lobos marinos, marsopas y
ballenas), peces, cangrejos, y tunicados aparecen en menores cantidades. Los restos
vegetales también se encuentran preservados ocasionalmente: algas marinas, tubérculos
salvajes del clima pantanoso costeño, y una variedad de plantas cultivadas. Sin embargo
los residuos de plantas constituyen una parte insignificante de los restos de alimentos
(Moseley 1968, 1975).
Estos sitios parecen estar situados casi cerca de estaciones buenas para la pesca, y
varias están distantes de tierras arables. En este aspecto, son particularmente notables Las
Haldas y Río Seco, las cuales exhiben una arquitectura monumental y parecen haber
albergado poblaciones de gran tamaño. El Paraíso o (Chuquitanta), situado un par de
kilómetros sobre la desembocadura río Chillón es una de las pocas excepciones.
La evidencia a favor de la base económica marítima es de gran peso. Tal vez eso
implica de manera “patente” como dice Moseley (1975: 4-5), que la civilización costeña
peruana nació esencialmente en el contexto de una tecnología de pesca simple sin una
dependencia significativa de la agricultura. Sin embargo creo que los datos y asunciones
en los que se basan las hipótesis marítimas, se merecen más escrutinio.
Las siguientes son a mi entender, los principales soportes de la hipótesis
marítima: (1) los contenidos de los residuos de los sitios pre-cerámicos tardíos dan fe de
la importancia básica de los alimentos marinos, principalmente de moluscos. (2) la
evidencia de dependencia en la agricultura es insignificante (esto es apoyado por
argumentos como que no habían sembríos establecidos y que la tecnología para el manejo
del agua no avanzó lo suficiente durante los tiempos del pre-cerámico tardío para permitir
el cultivo de grandes extensiones de tierra.) (3) la distribución de los sitios del pre-
cerámico tardío es indicativo de una economía basada en los productos marinos (la
proximidad de los sitios a lugares ricos en recursos marinos y por el contrario, su
distancia de la tierra arable y de otros recursos alimenticios terrestres potenciales, es
usada para apoyar estos argumentos.).
Una suposición implícita es: que los sitios y sus contenidos están razonablemente
libres de cualquier tendencia significativa de preservación.
En lo siguiente examinaré la evidencia en que estos argumentos descansan y
planteo que esto no le niega importancia a la agricultura ni tampoco implica claramente la
importancia principal de la dieta a base de productos marinos. (En un artículo publicado

2
mientras esto estaba por editarse, Wilson (1981) llega a conclusiones similares basadas
en sus cálculos de la capacidad de ¿contenido? de las aguas de la costa peruana). Yo uso
la misma designación de fases y periodos cronológicos de Moseley (1975): El periodo
pre-cerámico de Algodón se refiere al periodo entre 2500 y 1750 a.c y esta dividido en
las siguientes fases: Pampa, 2500-2300 a.C.; Playa Hermosa 2300-2100 a.C., Conchas
2100-1900 a.C.; Gaviota 1900-1750 a.C. El período inicial prosigue al pre-cerámico
Algodón. (Los fechados catedráticos están basados en edades medidas con radiocarbono,
incorrectas como se interpretó en Patterson y Moseley (1968) y Patterson (1971a).

RECURSOS DE FAUNA MARINA

Una forma de investigar los hábitos dietarios de las personas antiguas es


estudiando los residuos de comida en los sitios arqueológico. La técnica, por supuesto, no
carece de (...), y uno tiene que tomar en cuenta estos con el fin de evitar errores mayores.
La fuente más obvia de errores es que los residuos de comida están raramente, si nunca,
preservados en proporción a su relativa importancia dietaria. Los huesos y conchas, por
ejemplo tienen mayor chance de resistir la destrucción del tiempo que las semillas y
raíces. Por esta razón, un estudio cuantitativo de restos alimenticios esta más propenso a
inclinarse a favor de productos animales (carne). Los restos de plantas, están preservados
frecuentemente en la costa del Perú, donde las condiciones del medioambiente que es
seco y fresco prevalecen todo el año. Sin embargo, la preservación de las plantas es
caprichosa (ver Cohen (1972-1974); Begler y Keatinge (1979)), y es poco probable que
una tendencia se corrija hasta por medio de las estrategias más sofisticadas. Por esa razón
yo uso los residuos de alimentos sólo para estimar la contribución dietaria de la carne e
introduzco un procedimiento diferente para estimar la posible contribución calórica de los
productos agrícolas.
La tabla 1 da estimados de las calorías (técnicamente kilocalorías) representadas
por el estimado total de restos de moluscos, pescados, aves, y mamíferos contenidos en
cinco de los principales sitios pre-cerámicos de Algodón en el área de Ancón-Chillón (los
sitios El Paraíso y el Yacht Club no están incluidos debido a la falta de datos
cuantitativos). Mis cálculos están basados en valores de hueso y concha dados por
Moseley (1968; apéndices I, J). Para evitar el menosprecio de la importancia de los
alimentos marinos, he sido a veces extravagante al cuantificar la evidencia. Donde se
presentó un rango de valores a escoger, yo seleccioné el valor más alto. Así, los valores
en la tabla 1 son más inclinados a estar cercanos al máximo número de calorías las cuales
pueden posiblemente ser derivadas de los datos cuantificados.
Las pruebas tendenciosas de cada uno de los sitios son un posible origen de
errores. En el pequeño campo de proyección de Moseley, no podría haber esperado él
obtener una muestra estadísticamente representativa de los restos de cada uno de los
sitios, ni tampoco intentó que sus muestras se manipularan estadísticamente. Pero por
implicación, al deducir los patrones alimentarios en cada sitio de sus excavaciones, debe
haber considerado necesariamente cada una de sus pruebas como representativas del sitio
como un todo; de esta forma, he sido obligado a hacer lo mismo.
Al calcular las cal/m3 para el sitio del tanque, promedié los valores de los tres
cortes, pero en otros sitios para los que había más de un corte, he usado el valor para el
corte con mayor proporción de restos animales. El efecto de esto debería ser dar el mayor

3
estimado posible de restos de alimentos marinos. Al calcular el volumen de cada sitio, he
multiplicado la profundidad promedio de los basureros pre-cerámicos (Moseley 1968)
por el máximo de las dimensiones horizontales. Otra vez, esto debería dar un estimado
generoso.
Debido a que las conchas de molusco se preservan bien en casi cualquier medio
ambiente, son más propensas a dar un estimado más preciso de valores alimenticios que
los otros restos. En el área Ancón-Chillón, más de ocho especies de bivalvos y cinco
especies de gasterópodos fueron explotadas por las poblaciones del pre-cerámico.
Moseley (1968: apéndice I) lleva una cuenta de pedazos y pedazos de fragmentos para los
bivalvos y de conchas o espirales completas para los gasterópodos. De estos datos,
calculé un mínimo número de moluscos individuales por excavación, dividiendo la suma
de las conchas de bivalvo y añadiendo el cociente a la suma de las conchas de
gasterópodos. Esto es probablemente un estimado deliberado al trasladarlo al valor en
carne, ya que una porción de estas especies que se enganchan a las rocas debieron haber
estado vacías al momento de la recolección (Bailey 1975:51).
Careciendo de información sobre el tamaño, peso de la carne y valor calórico
promedio de los moluscos peruanos, he tenido que basarme en datos recolectados sobre
moluscos de otras partes del mundo (Cook 1946; COok y Treganza 1947; Munson y otros
1971; Parmalee y Klippel 1974; Bailey 1975). Ya que estos valores varían
considerablemente entre los moluscos de acuerdo a las especies y la edad relativa, esto
debe ser origen de considerable error en mis cálculos; pero otra vez, he tratado de errar
inclinado a los valores más altos. Munson y otros (1971:420) usan un peso promedio de
56g por mejillón; las ostras de Bailey (1975:50) tienen un rango de 2.5g a 7g por
espécimen; y los cálculos de Parmalee y Klippel (1974) promedian unos 40.3g con un
rango entre 99 y 7g para las 36 especies de mejillones de agua fresca. Considerando que
había un amplio rango en el tamaño de los moluscos de los sitios de Ancón-Chillón
(Moseley (1968:163) reporta que 1,000 p. válvulas purpuratus son iguales en volumen 60
M. válvulas donacium) y que había un alto porcentaje de moluscos pequeños en la
mayoría de niveles estratigráficos, el valor de 100g por espécimen, que he usado en mis
cálculos podrían dar un estimado exagerado del peso total de la carne a menos claro, que
los moluscos de Perú sean del mismo tamaño que los de Texas. Para pasar el peso de la
carne a calorías, usé 100cal/100g, un valor que excede en 30% al valor calórico más alto
que Parmalee y Klippel (1974: tabla 4) reportan para los mejillones de agua fresca.
Para estimar el peso en carne de los peces, aves y huesos de mamíferos, he
seguido el procedimiento de Cook y Treganza (1958:245-246). Usando su figura de
5:100 como la proporción del peso de los huesos secos al peso de la carcasa fresca,
multipliqué el peso de los huesos por veinte, doblé esta figura (siguiendo otra vez a Cook
y Treganza) en un intento de tomar en cuenta el desgaste de los huesos, y después usé ese
valor directamente como un estimado de la carne comestible sin sustraer peso de las
partes no comestibles. Chaplin (1971: 69-70) y Casteel (1976: 119-122) han criticado
esta técnica, pero no tengo otra alternativa ya que Moseley sólo reportó el peso de los
huesos. Yo usé el valor de 250cal/100g de carne (Cook 1975). Ese valor es alto para el
pescado y aves (ver e. g. Parmalee y Klippel 1974: tabla 4), pero la diferencia debería ser
compensada por la carne de los mamíferos marinos, que sería más rica en calorías.
Al ser convertidos a peso en carne y calorías, los datos animales no brindan las
interpretaciones de Moseley. Mientras los moluscos fueron la única y más importante

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fuente de carne durante el período pre-cerámico de algodón, como asevera Moseley
(1975: 44-45), constituían en realidad menos de la mitad de las calorías. Pero en el sitio
del Tanque la más grande y presumiblemente más populosa de estas comunidades, el
valor calórico de los mamíferos marinos (40%) era aparentemente más grande que el de
los moluscos (32%). Los peces y aves marinas, que Moseley (1975:44) propone como los
principales recursos, juntos constituyeron una proporción en la dieta (25%) menor que la
de los mamíferos marinos. Mientras es probablemente correcto que los huesos de los
grandes mamíferos son más propensos a preservarse que aquellos de las aves y pescados,
sesgando de esta manera la prueba, tal tendencia debe ser parcialmente compensada por
el hecho de que el peso de 250 cal/100g de la carne usado para estimar las calorías, es
liberal para el pescado y aves pero conservador para los mamíferos marinos.
La tabla tres convierte las calorías en estimados de población. Para arribar a estos
estimados, usé una figura de 2,000cal como el requerimiento diario de un individuo,
multiplicado por 365 días para llegar al requerimiento anual (730,000cal), y dividirlo en
el total de calorías por sitio para obtener los años-hombre. Dilatando los recursos marinos
a lo largo de los 750 años de duración del pre-cerámico Algodón, y asumiendo que
fueron la única fuente de calorías, debieron sustentar a una población promedio de 9.5
individuos por año.
Esta figura, si bien correcta, indica una contribución calórica relativamente
pequeña de los recursos marinos, sin embargo es poco probable que la población
permaneciera estable durante todo ese tiempo, así que he intentado estimar (tabla 3) la
población que podría haber sido enteramente sostenida por estos productos en la fase
final del pre-cerámico de algodón, Gaviota. Para hacer esto usé la información
proveniente de Moseley (1968,1975) que se refiere al período de ocupación en cada uno
de los sitios. He tratado de llegar a estimados que favorezcan las más grandes
poblaciones posibles durante la última parte del período. Por ejemplo, supuse que dos
tercios de los basureros del sitio Tanque y la mitad de basureros de Punta Grande fueron
depositados durante la fase Gaviota. A pesar de este esfuerzo por exagerar los residuos de
alimentos marinos durante el tiempo en que se construía por primera vez la arquitectura
monumental, se indica la insignificante figura anual de 26.3 individuos.
La tabla 4, voltea la pregunta y da estimados del probable porcentaje de la dieta
proveniente los alimentos marinos. Los estimados de la población son tomados de
Patterson (1971a), Moseley (1975), Engel (1967), y Cohen (1977a) (ver tabla 2). Los
estimados de Patterson son los más detallados y son (broken down) de acuerdo con las
fases culturales del área de Ancón- Chillón. Los estimados de Cohen toman en cuenta
poblaciones asumidas en los valles ribereños, como hace Patterson en menores
cantidades. En la tabla 4 he hecho las mismas suposiciones de requerimientos calóricos y
longitud de la ocupación que en la tabla 3.
Estas figuras son increíblemente bajas. Usando los estimados más conservadores
de Patterson (1971a), el alimento marino decae de una altura de 5.2% durante la fase
Pampa al 1% en la fase siguiente de Playa Hermosa y sube otra vez a 1.8% durante la
fase Gaviota, sin embargo se debe señalar que los estimados de Cohen y Patterson toman
en cuenta la medible población que se supone ocupó El Paraíso durante Gaviota (en
exceso de 1,000) los restos de alimentos marinos de los que no he tomado en cuenta en
mis cálculos. Pero usando el bajo final de los estimados de rango de población de

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Moseley (1975: tabla 5.1) para el sitio Tanque (750-2,000) y Punta Grande (150-450), el
alimento marino no abarcó más de 3.3% y 1.1% de la dieta en cada sitio respectivamente.
Estas figuras no revelan una civilización que dependa principalmente del mar para
su alimento diario. Más bien, ellos calzan mejor en la economía de los cazadores-
recolectores que obtuvieron sólo una parte de su sustento del mar. Cohen (1971:167)
calcula 360km2 para el área de la región Ancón-Chillón. Esto incluye una franja de 10km
al norte a lo largo de la costa, 29km de la desembocadura del Chillón (290km2), y una
sección del Valle Chillón hasta un punto a 14km del la desembocadura. Asumiendo una
población de 26 durante Gaviota (tabla 2) y usando sólo el área de la franja costera
(290km2), como calculó Cohen, la densidad poblacional fue de .09/km2, una figura baja
aún para cazadores y recolectores (cf. Lee y Devore 1968: 11).
La causa más obvia de inclinaciones en estos cálculos es la falta de información
de los sitios conocidos, pero reportados de manera incompleta. El sitio del Yacht Club y
El Paraíso. El sitio del Yacht Club es relativamente pequeño, así que si aún los restos de
alimentos marinos son más abundantes allí que en cualquier otro sitio para el que hay
muestras cuantificadas, probablemente no alteraría seriamente las figuras. Sin embargo,
El Paraíso, el más grande de estos asentamientos Tempranos en Perú, cubriendo de 50 a
60 hectáreas, podría incrementar significativamente los estimados calóricos donde parece
mostrar un amplio basural rico en restos de fauna marina. Ángel (1967), quien excavó en
el Paraíso, reportó la existencia de restos de moluscos y mamíferos marinos junto con
remanentes de LAND GAME, así como de plantas domésticas y salvajes en el resto, pero
no cuantificó estos datos. Sin embargo el sitio consiste de ocho o nueve complejos
arquitectónicos. Los montones de restos parecen estar compuestos principalmente por
piedras de las paredes desmoronadas de estas unidades. La capa de deshechos es ligera,
para nada comparable con las profundas pilas de basura en evidencia en el sitio Tanque o
en los otros sitios a lo largo de la línea costera. Moseley (1975:26) comenta sobre los
“sorprendentemente pocos” desechos a comparación del tamaño del sitio, y sugiere que
gran parte de la arquitectura sirvió para propósitos no residenciales.
Sin embargo, estimados de la población en El Paraíso varían entre 1,500 (Engel
1967:58) a 4,000 (Cohen 1971:179). Si el conservador estimado poblacional de Engel es
correcto, y los restos de alimentos son tan escasos como parecen ser, la cantidad de
productos marinos en la dieta diaria de los habitantes de El Paraíso debió ser de lejos
menor que en el sitio de El Tanque. Así, parece seguro suponer que añadiendo la cantidad
de productos marinos de los basureros de El Paraíso y el Yacht Club a la suma calculada
de los otros sitios costeros, no se inflarían significativamente las figuras en la tabla 1.
Deben haber, de hecho, otros lugares aún no descubiertos o perdidos con el desgaste del
tiempo, que no he tomado en cuenta, pero estos son más probables a encontrase en el
Valle del Chillón, donde el río y varios de cientos de años han tenido la chance de
cubrirlos o de llevárselos. En cualquier caso, es más probable que ofrezcan un testimonio
en contra de la economía basada en los productos marinos.
Sería deseable tener un estimado cuantitativo de erizos de mar, tunicados,
cangrejos y otras especies para las que no hay datos numéricos, ya que estos sin duda
engrosarían la cuenta calórica de alguna manera. Pero según Moseley (1975:44) los
pinnepeds y erizos de mar sólo fueron de menor importancia. Los tunicados fueron los
segundos en importancia después de los moluscos (Moseley 1968:162), pero en su mayor

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concentración (Camino nivel 1), su presencia fue sólo de 20/m3 comparado con los
755/m3 de los moluscos.
Se puede argumentar que los huesos de peces y aves tienen menos oportunidad de
ser preservados que las conchas marinas. Al doblar su peso, probablemente no he
compensado de manera suficiente su deficiencia en las muestras. Si peces pequeños como
la anchoveta fueron consumidos en grandes cantidades, el tamaño del error podría ser
significativo. También, como mencioné arriba, mi procedimiento puede ser cuestionado
en base una probable inclinación en el sampleo. Es verdad que una estrategia de sampleo
más sofisticada, tal vez un sampleo estratificado al azar podría cambiar de manera
significativa los datos cuantificados, dar mayor seguridad de que son representativos de
las ocupaciones como un todo, y dar al menos la sensación de una mayor precisión al
contar las calorías. Las figuras resultantes, sin embargo serían fácilmente menos que las
actuales. En cualquier caso, el error tendría que ser en mayor magnitud para cambiar
significativamente la proporción de los productos marinos en la dieta. Por ejemplo, si el
actual estimado de restos de peces fuera demasiado pequeño por un factor de 100, sólo
empujaría el porcentaje de los productos marinos en la dieta durante la fase Gaviota a
12% (usando el bajo estimado poblacional de 1,500 de Patterson).

ALIMENTOS VEGETALES

Ya que es menos probable que los restos vegetales se hayan preservado en un sitio
arqueológico como se preservan los huesos y conchas de animales, su importancia en una
dieta es más difícil de apreciar (Cohen 1971; Begler y Keatinge 1979). En este caso, si el
tamaño proyectado de las poblaciones es correcto, entonces las plantas fueron el principal
recurso de calorías, constituyendo tal vez más del 95% de la dieta durante la fase
Gaviota.
Evaluando la población pre-agrícola de la región Ancón /Chillón, Cohen (1971:
175) ha comentado sobre la extrema pobreza de la tierra en comparación a los otros
ecosistemas costeros y ribereños, donde los recursos acuáticos son complementados con
una rica fauna y flora terrestres. En la costa del Perú los alimentos vegetales son
encontrados casi exclusivamente en los valles ribereños. Ferreyra (Cohen 1971:17,
1978:25) ha estimado que la vegetación salvaje cubrió alguna vez un área igual a la
actual zona irrigada del Valle del Chillón. Como señala Cohen (1978:25), este debió
haber constituido sin duda un rico recurso base para las poblaciones pre-agrícolas pero
más que todo a una distancia considerable del mar. Con datos existentes, no estamos
capacitados para decir de manera exacta qué especies vivieron en estas comunidades
vegetales, ni tampoco especificar su relativa abundancia ni estimar su contribución a la
dieta. Pero es poco probable que el déficit de calorías se pueda haber reunido
simplemente por medio de la recolección de alimentos vegetales salvajes, aunque esa
posibilidad no se pueda dar en conjunto.
Las algas marinas son otro recurso posible de alimento vegetal salvaje
Kelp se encontró en cantidad en el sitio Camino. Sin embargo, ya que las algas marinas
son pobres en calorías (Lueng y otros 1952: Tabla 3), no pudieron haber satisfecho los
requerimientos de una materia prima.

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Sin una fuerte dependencia en la agricultura entonces, ¿qué fueron los 1,500
habitantes de más de la región Ancón-Chillón que vivieron durante los tiempos Gaviota?
Esta pregunta se vuelve de lo más confusa si se pregunta con interés particular en los 750
habitantes supuestamente sedentarios del sitio Tanque que vivieron a 10km de la sección
más cercana del valle ribereño.
La inferencia de que la agricultura fue de mínima importancia durante el pre-
cerámico Algodón está basada en parte en el argumento de que no había sembríos básicos
(Moseley 1972:32,1975:55; Cohen 1977b:260). En un estudio de restos vegetales en
varios sitios de la costa peruana, Pickersgill (1969:52) concluyó:
Las plantas esparcidas en cultivos durante la etapa del pre-cerámico no incluyeron ningún
cultivo que pareciera servir como cultivo básico. Los frejoles, calabazas, achira, ajíes y
guava constituyeron adiciones útiles, más que alimentos básicos en la dieta; y en todo el
pre-cerámico, la gente dependió de los productos marinos más que en los productos
agrícolas para su subsistencia. Sin embargo, durante el período Inicial, al menos una
planta que fue capaz de desarrollarse hasta convertirse en insumo básico, se expandió
extensivamente en la costa; este fue el maíz.
Esta conclusión descansa en dos conjeturas: (1) que ninguno de estos cultivos
pudo haber sido de consumo básico, y (2) que durante el período Inicial el maíz se
convirtió en un insumo básico entre los peruanos de la costa.
La noción de que el maíz era un insumo básico del antiguo Perú está enraizada en
la creencia común de los arqueólogos y antropólogos de que toda sociedad civilizada del
Nuevo Mundo dependía del maíz como su principal fuente de calorías. Bronson (1966)
ha mostrado que hay razón para dudar de esto por el Maya pre-hispánico, y Murra
(1960), ha señalado que fue la papa y no el maíz, la que sostuvo a las civilizaciones de la
sierra de Perú y Bolivia. El maíz fue importante para los Incas, pero principalmente como
cultivo ritual, no como alimento básico. Hay pocos registros en las crónicas acerca de las
prácticas agrícolas de los habitantes pre-hispánicos de la costa peruana, ya que los
sistemas no sobrevivieron mucho tiempo después de la conquista. Lo poco que fue
registrado no es claro con respecto a los insumos básicos. El maíz y cuatro raíces
cultivadas-manioc, camote, achira y jicama están testificadas histórica y
arqueológicamente. La jicama es demasiado pobre en calorías para haber sido un cultivo
básico. Pero la manioc y el camote pueden igualar o exceder al maíz en producción
calórica por hectárea y, como se mostrará abajo, la achira es un cultivo rico en almidón y
no puede ser desechado como posible cultivo básico.
Si el insumo básico durante el pre-cerámico fue fueron cultivos de raíces, esto
podría ayudar a explicar las bajas frecuencias de productos cultivados en los basureros.
Así como los restos de los alimentos vegetales están aptos para hacer una pobre aparición
en comparación de los huesos y conchas, así también son los cultivos de raíces propensos
a ser excedidos por los cultivos de semillas en los basureros a pesar del hecho de que
debieron ser mucho más importantes. Que los cultivos de raíces son carnosos y decaen
rápidamente, que son usualmente son consumidos completamente, y que son en general
cosechados sólo si se necesitan, los hacen pobres sobrevivientes a comparación de los
cultivos de semillas con sus duras cáscaras y cortezas. El maíz en particular, ha alcanzado
la inmortalidad ofreciendo sus frutos en gajas no comestibles que raramente eluden la
atención de los arqueólogos más conocidos arqueólogos.

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La achira, Canna edulis, es posiblemente la más subestimada de todas las raíces
cultivadas del Nuevo Mundo. A pesar del hecho de que esta aparece con más frecuencia
que cualquier otro tubérculo en los basureros pre-históricos de la costa del Perú (ver, e.g.,
Cohen 1972-1974: 53, 1978:32; Bird 1948: 24) es generalmente olvidada en las listas de
cultivos y nunca es mencionada como alimento básico. De las cuatro raíces cultivadas
anotadas arriba, sólo la achira está bien documentada para el estadío pre-cerámico,
apareciendo primero al inicio del pre-cerámico Algodón (Cohen 1978:325). Los camotes
aparecen en pequeñas cantidades durante la fase Gaviota en el sitio Tanque, y la jicama
es reportada por Engel (1967:62), pero no confirmada por un botánico en El Paraíso. La
Manioc no aparece en ningún sitio hasta el Horizonte Temprano (ca. 1000 a.c).
Dos especies de Canna, edulis y coccinea, son cultivadas hoy en día en las Indias
Occidentales, Australia, América del Sur, y las Islas del Pacífico. Mukherjee y Khoshoo
(1971:36) reportan que estas son: “fuertes, crecen fácilmente, no requieren mucho
cuidado y están más o menos libres de enfermedades y pestes”, cualidades que podrían
adaptarlas muy bien como cultigenos para cultivadores incipientes. En uno de los pocos
estudios agrícolas publicados sobre la Canna edulis, Chung y Ripperton (1924:6)
reportan que en el distrito de Waimea, Hawaii, el rendimiento promedio es de 18-20
toneladas por acre. Es tolerante a un amplio rango de suelos, crece a altitudes que van
desde el nivel del mar a los 850m, y es resistente a las sequías pero puede soportar
grandes cantidades de agua en suelos con drenajes (Chung y Ripperton 1924:3).
Mukherjee y Khoshoo (1971) distinguen una variedad diploide y triploide del Canna
edulis, y calculan que la variedad diploide rinde 3.35% de almidón y la triploide 12%.
Asumiendo que los estudios de Chung y Ripperton son correctos y dividiendo sus figuras
de producción a un nivel conservador, por ejemplo, 10 toneladas por acre, encontramos
que la variedad diploide puede producir cerca de 760kg de almidón por hectárea, lo que
se convierte en 3.3 x 10 (6) calorías por hectárea.
Engel (1967:58-59) estima que 240 hectáreas inmediatamente al costado de El
Paraíso pudieron haber sido cultivadas con técnicas muy simples de manejo de aguas.
Moseley acepta estos estimados pero duda si es suficiente terreno para mantener una
población realmente grande (Moseley 1968:255, 1972:40, 1975:26). Asumiendo que los
antiguos peruanos estuvieron cultivando un tipo de achira, comparable con los dos
nuevos tipos que contenían menos almidón, y que la tierra cercana a El Paraíso podía
producir la mitad de la producción de los campos del actual Hawai, estas 240 hectáreas
pudieron haber producido cerca de 792x 10(6) calorías. Esto es suficiente para satisfacer
las necesidades calóricas anuales de cerca de 1,085 personas y podría haber abastecido el
36% de las necesidades calóricas de la población de la fase Gaviota estimada por Cohen
para el área de Ancón-Chillón. Asumiendo más allá, que el área de cultivo se puede
extender usando zonas de torrentes simples más allá del Chillón y por medio del uso de
simples técnicas de regadío de water-table tales como las descritas por West (1976,
1979), la producción de la achira debió ser considerablemente mayor.
Por lo que sé, nadie ha hecho aún un intento sistemático de estimar la extensión
natural de los torrentes simples de ninguno de los ríos de la costa peruana. Pero si
Ferreyra (Cohen 1971: 17, 1978: 25) está en lo cierto con su especulación de que un área
más amplia del Chillón estaba forestada, hay una buena razón para sospechar que varios
cientos de hectáreas pudieron ser cultivadas por medio de una irrigación simple y a una
agricultura de water-table, y que un cultivo resistente a la sequías como la achira debió

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haberse amoldado muy bien a este tipo de agricultura. Es más, si las suposiciones de Sinh
(1970:439) resultan ser verdaderas, la achira habría sido particularmente tolerante a los
suelos salinos de los deltas de los ríos de la costa.
Patterson (1971a:320) sugiere que el maíz estaba presente en el área del Chillón
durante la última parte del pre-cerámico Algodón. Cohen (1977b:260) y Moseley 1972:
32) cuestionan esto, clamando que la evidencia más temprana de maíz no ocurre hasta el
final del período inicial. A pesar de la falta de una evidencia directa, estoy inclinado a
creer que el maíz estaba en realidad entre los cultígenos durante la fase Gaviota. Se ha
documentado en sitios de edades comparables como los valles de Supe, Huarmey, y
culebras al norte, y no parece posible que tome como 800 años para difundirse 150km.
Sin embargo, no hay evidencia de que fuera un cultivo básico. El maíz es más
temperamental que la achira, pero más vulnerable a enfermedades y pestes. Es mi
suposición que el maíz no se produjo en ningún lugar de la costa peruana hasta que los
sistemas de regadío no estuvieron bien desarrollados, lo cual, de acuerdo a Moseley
(1975:50), no fue hasta el final del período inicial de en el Valle del Chillón.
Cohen (1978:33-34) reporta que siete mazorcas del contexto de los períodos
Inicial tardío y Horizonte temprano en el sitio El Tanque promedian los 53mm de largo.
Si esas mazorcas son de las que típicamente crecían en ese tiempo, entonces el maíz no
habría sido un cultivo muy productivo. De acuerdo con el estudio de Kirby (1973:127) en
Oaxaca, que muestra que hay una correlación entre el largo de la mazorca y la
productividad, maíces con mazorcas de 53mm pueden producir 234kg/hectárea, justo
encima del rendimiento mínimo que consideran los Oaxacanos vale la pena producir. Si
estas plantas de maíz crecieron en las 240 hectáreas vecinas a El Paraíso, producirían un
total de 56 toneladas métricas, suficiente para sostener cerca de 118 personas por año.
Esto excede por mucho el número que debió haber sido sostenido por los productos
marinos, pero es menos de la décima parte de aquellos que debieron ser sustentados por
la achira.
Estas siete mazorcas el período inicial no son aparentemente atípicos de los
maíces pre-históricos del área del Chillón. Cohen (1978:33-34) reporta que 30 mazorcas
del período Intermedio temprano promedian 42mm de largo, y 25 del período Intermedio
tardío promedian sólo 46mm. Estas son muestras pequeñas y no deben considerarse como
representativas, sin embargo no prestan ayuda a la idea de que el maíz era un cultivo
principal. Así, es posible que algunos de los pobladores de la costa, al igual que sus
vecinos de la sierra, usaran el maíz principalmente como cultivo ritual y dependieran
principalmente de las raíces cultivadas para llenar sus estómagos. Si eso es así, la
ausencia de maíz en las colecciones de plantas excavadas en los sitios del pre-cerámico
Ancón-Chillón podría ser un resultado de su uso limitado y no de su ausencia en
completa. Muestras más grandes, tomadas con una estrategia de sampleo más sofisticada,
pudieron rendir entonces, mazorcas de maíz. Tal evidencia podría ser encontrada algún
día en los basureros de El Paraíso, un posible centro para actividades ceremoniales.
Si la falta de un alimento básico amoldable fue un factor principal para limitar la
dependencia en la agricultura durante la fase Gaviota, ¿qué inclinó el balance a favor de
la agricultura durante el período Inicial? El maíz y la manioc no aparecen en el registro
arqueológico hasta el final del período Inicial; aunque el cambio en los patrones de
residencia de las zonas del litoral a los valles al inicio del período Inicial han sido

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atribuidos a la ascendencia de la agricultura y el deseo de residir cerca a tierras arables
(Moseley 1975:36-37).
En la bien fundada suposición de que la gente tiende a vivir cerca s sus
principales recursos, Moseley (1972,1975) y Cohen (1977b:260), han interpretado los
patrones de asentamiento como mayor evidencia de una economía basada en productos
marinos. La mayoría de sitios tempranos están situados a pocos cientos de metros de las
orillas, y algunos, de manera más notoria los sitios EL Tanque, Río Seco y Las Haldas
están situados a varios kilómetros del valle ribereño más cercano (Figura 1). Osborn
(1977), ha tomado el argumento locacional aún más allá e intentó demostrar una
distribución isomórfica entre los asentamientos pre-cerámicos sedentarios tardíos, una
sección de la corriente de Humbolt que es particularmente rica en vida marina y la zona
periódicamente afectada por la contracorriente del Niño. Sin embargo, nadie ha intentado
tomar en cuenta las variaciones en la constitución de la tierra.
Los sitios del pre-cerámico tardío, por los que se asegura el sedentarismo se
encuentran a lo largo del estrecho de la costa entre los valles de Chicama y Omas (8º-13º
S). Otuma y otros montículos de conchas se han reportado desde la región al sur de esta,
pero estas son consideradas como asentamientos no permanentes (Engel 1957).
De igual manera, aquellos descubiertos por Richardson (1968) en la región de
Talara, no califican como comunidades sedentarias. La mayor parte de estos sitios, y
presumiblemente aquellos con las mayores poblaciones, se hallan en una sección más
restringida: al sur de Chimbote (9º S), y el norte de Lima (12º S) (Moseley1975:61, figura
1.1). De acuerdo con Osborn, la concentración de estos asentamientos en la zona es
explicada por las distribuciones combinadas de: (1) las aguas ricas en fósforo y plancton
(7º- 15º S); (2) aguas con una salinidad ideal para una alta productividad marina (6º-13º
S); (3) una amplia placa continental; (4) una zona de inestabilidad ecológica provocada
por la corriente de El Niño. El plancton, la salinidad y la placa continental se combinaron
para crear un mar único y generoso, permitiendo grandes poblaciones sedentarias. El va
aún más allá y explica que los sitios que exhiben una arquitectura compleja, fueron
construidos para el almacenaje y redistribución de los bienes vueltos necesarios debido a
los periódicos colapsos en el ecosistema que acarreaba la corriente de El Niño.
Hay varios aspectos en el modelo de Osborn que creo merecen una mayor
consideración. Primero, él no provee una evidencia directa para mostrar que estas
condiciones favorables de la costa sostuvieron realmente una fauna en la zona del litoral,
que era lo suficientemente rica para sostener las poblaciones humanas proyectadas.
Segundo, él no muestra que la productividad de esta zona era de una magnitud
suficientemente mayor a de las zonas costeras adyacentes del norte y del sur para
explicar esa diferencia tan dramática de densidad de población entre las dos zonas.
Tercer, podría parecer, por el mapa y su descripción de la zona, que el isomorfismo entre
los límites de estas condiciones propicias y la distribución de los asentamientos pre-
cerámicos tardíos es menos que perfecta: la zona de la orilla se extiende desde 2º N y1º S
de la sección de la costa donde los sitios se han encontrado. ¿Por qué esta gente no
explotó los recursos de esta zona en su máxima extensión?
Cuarto, el modelo de Osborn no parece explicar satisfactoriamente la complejidad
de la arquitectura en algunos de estos sitios. Para explicar a El Paraíso como un servicio
de almacenamiento contraído construido como un seguro contra desastres ecológicos
recurrentes, parece ser que los desastres ocurrieron frecuentemente; aún así, de acuerdo a

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Murphy (1923:71), “la extraordinaria uniformidad es, después de todo, el principal rasgo
hidrográfico del litoral peruano” y disturbios cataclísmicos tales como los causados por
El Niño, son raras, en particular tan al sur como en el Valle del Chillón. Es más; Osborn
no dice qué pudo haber sido almacenado en El Paraíso o cómo pudo haberse preservado
por tanto tiempo.
Hay una correspondencia más cercana entre las variaciones en la forma de las
tierras y la distribución de los sitios. La sección de la costa, entre los valles de Chicama y
Omas donde se han encontrado los asentamientos, coincide casi exactamente con la parte
que no tiene plano costero (figura 1). Compuesto por sedimentos aluviales que se cree
son de la era terciaria, el plano costero empieza en el límite ecuatoriano, alcaza su mayor
extensión en Punta Aguja y finaliza en el Valle de Virú. Desde el Valle de Virú hasta el
Valle de Cañete hacia el sur, los cerros al pie de los andes llegan llanos a la costa. En
Cañete el plano comienza otra vez y continúa hacia el sur, llegando a Chile, con una corta
interrupción entre los valles del Yauca y Chaparra (Robinson 1964:154-159). Desde el
punto de vista de los asentamientos humanos, el aspecto más importante del plano
costero, es su efecto en la hidrología de los diferentes valles ribereños que son la fuente
de toda el agua que se usa para la irrigación.
Más de 50 ríos cruzan el desierto peruano. Estos varían enormemente en su
tamaño, torrente estacional, y en sus patrones de drenaje. Al sur de la Península de
Paracas, el plano costero se vuelve progresivamente más alto, alcanzando una altitud
cercana a los 1,500m al sur de Ocoña. El límite costero del plano esta bordeado por una
cadena de montañas bajas que se sumergen en el mar en Paracas. Los ríos en esta región
tienen valles escalonados angostos y recortados; estos tienen planicies con torrentes
pequeños y pobremente desarrollados; y las tierras irrigadas están bien alejadas de las
desembocaduras de valle. Esta sección comprende el 41% de la línea costera del Perú,
pero contiene sólo el 15% de la tierra irrigada en toda la costa. El 47% de esto se ubica en
las secciones medias de los valles de Ica y Nazca. Si la cantidad de los planos de regadíos
auto-irrigados entre estos y el resto de la costa fuesen comparados, el contraste sería aún
más dramático. Si la agricultura con canales fue un importante aspecto económico de las
gentes del pre-cerámico tardío en la costa del Perú, es poco sorprendente que no se
hallaran sitios substanciales a lo largo de la zona sur de la costa.
El norte de Virú alberga varios valles ribereños con secciones amplias de tierra
irrigada. En esta región donde el plano costero es amplio pero relativamente bajo, las
planicies con torrentes comienzan a ampliarse a lo largo de del curso medio de los ríos, y
las partes más amplias y mejor irrigadas están generalmente a buena distancia de la costa.
Por ejemplo, el Piura, con el área más grande de tierra irrigada, tiene muy poca agua para
irrigar adecuadamente la extensa tierra de cultivo a lo largo de su curso bajo (Robinson
1964:173). La hidrología de pre-irrigación de estos valles necesita un estudio más
profundo, pero la evidencia presente sugiere que los primeros agricultores estaban más
inclinados a asentarse tierra adentro junto a los ríos y no cerca de la costa. El efecto de
este fenómeno pudo haber sido mayor al norte del valle de Chicama, donde el plano
costero se amplía.
Entonces, la única sección de la costa donde se espera que los pobladores de las
planicies con torrentes hayan vivido cerca a esta, se encuentra a lo largo de esa parte
entre Chicama y Cañete, donde las condiciones orográficas favorecen el desarrollo de
planicies con torrentes más amplios en las desembocaduras de los valles. Dentro de esta

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zona se puede esperar que el tamaño, el carácter y la ubicación de los asentamientos
hayan respondido a las variaciones hidrológicas, hidrográficas y geomórficas del mar y
los ríos, así como al las variaciones de la línea costera. La interacción de este fenómeno
es sin duda complejo, y se necesita mucha más investigación antes de que se pueda
intentar un estudio locacional. Pero, un indicativo tal vez, del potencial de tal estudio, es
el hecho de que el Valle del Santa, con excelentes recursos marinos cercanos pero con
una planicie de torrentes insignificante, no tiene ningún asentamiento del pre-cerámico
tardío significativo conocido, Mientras que El Paraíso, el más grande de los sitios, se
ubica al costado del delta más amplio.

INCLINACIONES EN LOS DATOS DE ASENTAMIENTOS

Para interpretar la distribución de los sitios, lo inadecuado de las estrategias de


investigación existentes deben tomarse en cuenta. No hay duda de que en la costa del
Perú más investigaciones exhaustivas darán evidencia adicional de los asentamientos del
pre-cerámico tardío. El reciente descubrimiento de un gran sitio pre-cerámico en el lado
sur de del Valle de Supe esto bien (Moseley 1975:81). Ya he enfatizado las amplias
diferencias en las tazas esperadas de preservación de restos animales y vegetales y de
tipos diferentes de restos de plantas. Pero pre-juicios aún mayores en los datos frenan el
flujo sobre las variaciones en la probable sobrevivencia de los mismos asentamientos pre-
históricos.
Cohen (1971:173-174,1977a:162) y Patterson (1971b: 194-197) han intentado
tomar en cuenta la probable existencia de sitios no descubiertos en el Valle del Chillón
que daten del período pre-cerámico tardío. Cohen estima que la población del Valle del
Chillón en ese tiempo habría sido igual a aquella de la costa. Tal razonamiento parece
acertado y debe ser usado para interpretar los datos de asentamiento en otros valles.
Aún bajo las mejores condiciones para la preservación, y dada la posibilidad de
que la importancia de la agricultura sobrepasara a la de la pesca, se puede esperar que los
asentamientos pesqueros descubiertos a través de investigación arqueológica excedieran
en número a los asentamientos agrícolas. Situadas cerca de los ríos y áreas
particularmente favorecidas, que posiblemente se inundarán anualmente, las villas
agrícolas serían afortunadas de haberse escapado de ser llevadas por las aguas o
enterradas. Y, como Benett (1946:74) notó hace más de 30 años, aquellas que
sobrevivieron fueron probablemente destruidas por la expansión del área cultivada a
través de la irrigación artificial o por asentamientos más substanciales construidos justo
sobre ellas. Los asentamientos acerámicos, con casas construidas de carúncula y tartajeo
dejarían pocas trazas bajo esas circunstancias. Incluso El Paraíso se habría perdido si no
se hubiera situado en una isla de tierra no irrigada en el vasto delta del Chillón-Rímac. Es
probable que otro sitio equivalente en tamaño que El Paraíso pero no tan bien protegido,
se encuentre a lo largo de las costas del bajo Rímac o en los valles de Chancay. También
la posibilidad de que tal sitio pueda permanecer bajo sitios posteriores, tales como La
Florida y Garagay, el cual aun tiene que excavarse a profundidad, no debe ser
desestimada. En los valles más pequeños como Culebras y Supe, donde los límites de los
valles están más cercanos a las planicies con torrentes y las chances de inundaciones
torrenciales son menores, los sitios construidos a lo largo de las faldas de los cerros

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tendrían una mayor oportunidad de sobrevivir. Este hecho podría tomarse en cuenta en la
sobrevivencia de Aspero, Piedra Parada y Culebras.
Por otro lado, las villas de pescadores, construidas en los promontorios rocosos o
a lo largo de las playas en esta área de levantamiento tectónico, debieron estar sujetas
sólo a la erosión del viento y al ocasional diluvio ocasionado por El Niño. Los restos de
conchas y huesos se debieron acumular rápidamente en una colina baja y oscura,
permaneciendo como un monumento al asentamiento abandonado. Sorprende poco que
se hayan identificado varios de estos.

CONCLUSIÓN

En lo siguiente, he examinado la evidencia que se usó para apoyar la hipótesis de


que la civilización andina fue construida sobre una base económica marítima. En mi
opinión, la hipótesis no salió bien parada a este escrutinio.
Los contenidos de los basureros, al analizarse cuantitativamente, no apoyan la
conclusión de que grandes poblaciones sedentarias se sostuvieron a base de alimentos
marinos. Los valores calóricos dados en las tablas son medidas claramente imprecisas de
las calorías consumidas por las poblaciones pre-históricas. Sin embargo, me he esforzado
en volver estos datos lo más precisos que pueden ser, y he ayudado a derivar estimados
calóricos exagerados. Estos exagerados estimados habrían tenido que ser incrementados
cerca de cien veces para sostener de evidencia directa, que los productos marinos
mantuvieron a más que una pequeña sociedad en el nivel de banda no sedentaria. Esto
sugiere que en la costa del Perú, como se ha demostrado en otros sitios (cf. Bailey 1975),
las conchas, debido a que se preservan bien y son voluminosos, dan una impresión
confusa de la relativa importancia dietaria de los mariscos cuando aparecen en cantidad
en un botadero.
El argumento a favor de la importancia básica podría ser aún sostenido si uno
fuera a asumir como he hecho yo con respecto a los alimentos vegetales, que gran parte
de los datos no han sido preservados. Parece una razón válida para asumir que vastas
cantidades de peces pequeños fueron consumidas.
Para evaluar la precisión de los estimados de las calorías que debieron derivar del
la recolección marina, es necesario saber más sobre la hidrología pre-irrigatoria del Valle
del Chillón y acerca de la productividad y valor calórico de las especies de achira. Aún
tomando la probabilidad de error en cuenta, los datos indican que una población mucho
más grande pudo haber sido sostenida por la agricultura que explotando los recursos
marinos. Los estimados son conservadores y uno tendría que reducirlos varias veces para
demostrar lo contrario.
Las locaciones de los asentamientos del pre-cerámico tardío parecen, en principio,
proveer una poderosa evidencia a favor de una economía basada en el mar. Pero, cuando
se estudia con referencia a toda la costa peruana y la distribución de todas las tierras de
cultivo auto-irrigadas y cuando se considera a la luz de probables pre-juicios en la
preservación de los sitios, los datos de patrones de asentamiento parecen pesar más para
el lado de la agricultura.
Aunque la pesca probablemente nunca fue el factor esencial de la subsistencia
económica peruana, en cambio fue probablemente un ingrediente crítico y sin duda
significativo al moldear el desarrollo de la civilización de la costa. Siendo arreada por

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una economía agraria, la pesca habría contribuido con un importante grupo de alimentos
marinos ricos en proteínas y otros nutrientes esenciales para complementar los vegetales
ricos en calorías.
Para especular brevemente acerca de las implicaciones de los datos, sugeriré que
mientras los sistemas agrícolas se expandían por los valles de la costa, con un
correspondiente crecimiento poblacional e intensificación de las actividades laborales, la
relativa disponibilidad de los productos y marinos y otros recursos de carne
disminuyeron, incrementando su valor económico. Esto, a cambio, estimuló la
intensificación de la pesca. Una vez establecida una red confiable para la distribución de
bienes agrícolas, las villas pesqueras crecieron en tamaño y se localizaron cerca de las
mejores áreas de pesca, aún si esto significaba que se ubicaran a varias horas de los
poblados agrícolas más cercanos. Poniendo en paralelo la evolución de la economía, una
élite emergió y adoptó gradualmente la autoridad en la redistribución de los bienes. Se
cree que la élite concretó su estatus a través de la construcción de templos, palacios y
monumentos. Las clases más bajas, campesinos y pescadores, residían en moradas menos
llamativas. Si este proceso empezó en los tempranos 2500 a.C. en la costa central del
Perú, no sorprende que los centros elitistas de la escala de El Paraíso, Aspero, Las
Haldas, Piedra Parada y Río Seco fueran construidos para el comienzo del nuevo milenio
a.C. Sitios como Huaca Prieta, Cerro Prieto y El Tanque fueron ocupados probablemente
por personas de menos estatus. Las frágiles casas de los campesinos, construidas a lo
largo de las riberas de los ríos, fueron pronto erradicadas por los destrozos del tiempo,
borrando su presencia del registro arqueológico.

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