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Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua-León

Centro Universitario Regional-Jinotega


“Marlon Zelaya Cruz”
Derecho

Componente

Derecho Romano.

Tema del trabajo

 El derecho de familia.

Elaborado por:

 Adriana del Socorro Johnson Rodríguez.


 Gema Jackarelis López.
 Gloria María Hernández Herrera.
 Alder Alonso González Palacios.
 Marlon Efrén Méndez Gadea.

Docente

José Adrián Moody Talavera

Fecha: 18/ 04/ 2024

2024: 45/19 ¡La Patria, La Revolución!


Derecho de familia.

La familia era realmente la célula básica de la sociedad romana. El pater familias


era el hombre romano que no dependía de nadie (sui iuris) y de quien dependían
los demás (alieni iuris). No importaba que estuviese soltero o casado, ni su edad.
La mujer nunca podía ser cabeza de familia.

La familia romana, a diferencia de la familia actual estaba constituida no sólo por


los padres, hijos y parientes, sino que también formaban parte de ella todos los
que estaban bajo la autoridad del paterfamilias, incluyendo los esclavos. No en
vano, la palabra familia está emparentada con famulus, “esclavo”.

En Roma el parentesco procedía únicamente del pater familia que era la cabeza
de la familia, por lo que las relaciones que se derivaban solo él las controlaba, así
como la esposa y los hijos pertenecían a él podía tomar decisiones sobre ellos o
sus actos.

El antiguo pater familias, es la única persona que en la antigua Roma tiene una
plena capacidad de goce y ejercicio, y una plena capacidad procesal, en los
aspectos activo y pasivo. Todos los demás miembros de la domus dependen de él
y participan de la vida jurídica de Roma a través de él. Las relaciones entre los
pater familias y los diversos miembros de sus domus son las siguientes:

 Sobre los clientes el pater familias tiene un poder patronal que se acerca
mucho al ya descrito poder del antiguo señor sobre sus libertos.
 Sobre los esclavos el pater familias tiene un poder comparable al que tiene
sobre la propiedad privada.
 Sobre los libertos el pater familias ejerce los iura patronatus.
 Sobre su esposa y sus nueras puede tener la manus.
 Sobre los hijos y nietos tiene la patria potestad.

a) Requisitos del matrimonio.

El matrimonio romano puede ser definido como la unión de dos personas de


distinto sexo con la intención de ser marido y mujer. Por otra parte, el matrimonio
en Roma era un mero hecho social, carente de relevancia jurídica, falta que es
justificada, por la ausencia de jurisprudencia romana existente al respecto.

La naturaleza jurídica, tenia con dos posturas diferentes, el matrimonio como


contrato o el matrimonio como acto consensual. Por un lado, los defensores de la
primera postura defendían que el matrimonio requería el mismo acto de voluntad
que en cualquier otro vínculo jurídico. Por otro lado, la segunda postura, algo
mayoritaria, apostaba por el matrimonio como situación de hecho, existente
siempre y cuando perdure el consentimiento mutuo, la affectio maritalis.

Requisitos para contraer matrimonio

 En el derecho romano clásico, para contraer matrimonio era necesario que


ambos contrayentes ostentaran la ciudadanía romana. Esto es, que
gozaran no sólo del status libertatis sino también del status civitatis (que
fueran libres y además, ciudadanos), es decir el IVS CONUBIUM. Cualquier
otra unión (p.ej. ciudadano-extranjera) era considerado un concubinato.
 Debían tener la madurez sexual suficiente (por haber alcanzado una edad o
porque biológicamente mostraban signos de haberla alcanzado).
 Los hijos nacidos de este matrimonium iustum serían sometidos a la patria
potestas (sí, con derecho sobre la vida y la muerte de los hijos).

Cumpliendo ambos contrayentes los requisitos necesarios debían celebrar el


contrato. Esta celebración del contrato ha encontrado diversas variantes a lo largo
de la Historia, pero lo principal era que en un momento determinado formaban un
núcleo familiar independiente, ya fuera cum manu o sine manu.

b) Impedimentos del matrimonio.

Vínculo: la vigencia de un matrimonio anterior impide uno posterior. Impide el


matrimonio, pero no las relaciones extra matrimonium.

El parentesco: se permitía el matrimonio entre primos hermanos.

Se prohibió el matrimonio de adúltera con el cómplice de tal.

Se prohibió que la viuda contrajera matrimonio antes de pasados diez meses


desde la muerte de su marido. Por una razón: por si estaba embarazada, no tener
dudas de quién era el padre.

c) Efectos patrimoniales del matrimonio.

En Roma el régimen económico era el sistema dotal. Denominado también res


uxoria, la dote es un sistema llevado a cabo por la costumbre, ya que no hay
constancia de que existiera una obligación legal.

Este sistema se basaba en la entrega de bienes por parte de la mujer a su marido


porque aparte de la aportación de su persona debía realizar una aportación
económica al matrimonio. Por tanto, el marido con todo su patrimonio individual
asumía las cargas económicas de la casa y de la familia, y recibía a cambio una
aportación patrimonial por parte de la mujer o del padre de esta, con la finalidad de
hacer frente a las cargas familiares más fácil y mejorar la situación económica de
la comunidad conyugal. Por tanto, era considerada como una contraprestación a la
actividad protectora del marido.

Los efectos que sobre los cónyuges traía la celebración del matrimonio, se refieren
a los diversos aspectos del mismo; por un lado la mujer participa de la condición
social del marido y pasa a formar parte de la familia de él en calidad de hija y
como hermana de sus hijos, siempre y cuando el matrimonio se hubiese celebrado
cum manu circunstancia que cuando menos en los primeros siglos de Roma
siempre se daba rompiéndose en este momento toda relación agnática con su
antigua familia. Si era sui iuris al celebrarse el matrimonio, los bienes que
poseyera eran adquiridos por el marido, lo mismo que aquellos que ella pudiese
llegar a adquirir.

A la muerte del marido, concurría a la sucesión en calidad de heredes sui en


igualdad de condiciones con sus hijos.

Si el matrimonio se había celebrado sine manu, no se creaba por parte del marido
la potestas maritalis y la mujer no entraba como agnada a la familia del marido,
conservando por tanto esta situación con su anterior familia. Y seguirá siendo sui
iuris si así era el caso o alieni iuris si ésta era su situación.

En el matrimonio libre, los bienes de la mujer seguían siendo de su propiedad, el


marido no tenía sobre ellos ningún derecho, pero podía administrarlos si ella se lo
encargaba.

A la muerte del marido la mujer no tenía ningún derecho a la sucesión salvo aquel
concerniente a la recuperación de su dote, con posterioridad se le concedió a
cualquiera de los cónyuges el derecho recíproco a la sucesión sobre los bienes del
cónyuge premuerto.

Entre los cónyuges no se podían efectuar donaciones; esta prohibición, se decía,


era “para que no se priven recíprocamente de sus bienes por mutuo amor”, y a
partir de la época de Augusto se prohíbe que la esposa sea fiadora de su marido.

En lo que concierne a los hijos nacidos de matrimonio, ya sabemos que éstos


siguen la condición del padre, estarán bajo su potestad y son, por tanto, agnados
de él y únicamente cognados de su madre.

d) Causas de disolución.

En primer lugar, en época clásica se refiere a la cesación y no disolución del


matrimonio. En esta etapa eran necesarios los tres requisitos (consentimiento
duradero, Capacidad física y capacidad jurídica). Consecuentemente, cuando
finalizaba uno de los Requisitos que daba pie al matrimonio de forma continua, el
mismo cesaba. En segundo lugar, llegada la época posclásica, llama la atención la
desvinculación del momento inicial del final, el cual era la disolución del
matrimonio.

La regulación más antigua permitía el divorcio cuando la esposa había cometido


una falta, como el adulterio. También se dice que beber vino fue un delito grave
durante el período arcaico.

Fallecimiento de uno de los cónyuges

Se trata un hecho físico que comporta consecuencias jurídicas, además de la


cesación de los requisitos constitutivos del matrimonio. En este caso, una vez que
fallecía uno de los cónyuges, se disolvía el vínculo matrimonial y el cónyuge
sobreviviente podía volver a contraer matrimonio. Si bien el hombre podía casarse
inmediatamente, la mujer debía esperar un plazo mínimo de diez meses.

Cautividad:

El matrimonio entre romanos se disolvía por la cautividad de uno o de ambos


cónyuges, aun cuando pudiesen durante la misma seguir cohabitando. En este
caso, la disolución del matrimonio era definitiva. Si al recobrar la libertad, tales los
cónyuges quisieren continuar en matrimonio, debían hacerlo nuevo, es decir,
como si nunca lo hubiesen estado, porque al ser una situación de hecho, se
extinguía el matrimonio. Así, en efecto.

Non ut pater filium, ita uxorem maritus iure postliminiii recipit: sed consensu
redintegratur matrimonium.

Ausencia y divortium bona gratia

Cuando desaparece uno de los cónyuges y no se conoce su paradero, no se


impide a la otra parte contraer nuevo matrimonio durante dicha ausencia, sino que
su matrimonio no se disuelve, porque la otra parte se encuentra ausente y no
cautiva. No obstante, si se permitía esta posibilidad si pasados cinco años no se
tuvieran noticias del ausente, porque se encuentra ausente y no cautivo. En este
caso, la otra parte podía contraer nuevo matrimonio, el cual era denominado per
divortium bona gratia, y no así por cautividad. De hecho, en época de Justiniano,
con la expresión divortium bona gratia existe un tipo de divorcio unilateral lícito que
surgía en diferentes casos como:

- Ingreso de uno de los cónyuges en la vida monástica.


- La impotencia del marido durante tres años a contar desde la fecha
en que se contrajo el matrimonio.
- La esclavitud sobrevenida en uno de los cónyuges.
- En favor de la mujer, en ausencia del marido militae causa,
transcurridos diez años ignorando su voluntad sobre la permanencia
del matrimonio.
- Y en este caso concreto, la cautividad de un cónyuge, cuando
después de cinco años se desconoce su paradero.

Bonfante opina que el divortium bona gratia comprendía tanto el que se realizaba
amistosamente por iniciativa de ambos cónyuges como el iniciado unilateralmente,
es decir, divorcio por causa no imputable a ningún cónyuge.

Otras causas: pérdida de la capacidad:

a. Esclavitud o capitis deminutio maxima: Se refiere a la pérdida de la libertad.


Son casos en los que uno de los cónyuges se convierte en prisionero del
enemigo, convirtiéndose en esclavo, y a consecuencia el matrimonio se
disuelve. No obstante, si el prisionero logra escapar del cautiverio,
recuperaría todos sus derechos en virtud del denominado ius postliminii,
aunque serían excepciones la posesión y el matrimonio al ser situaciones
de hecho.
b. Pérdida de la ciudadanía o Capitis deminutio media: el caso más
significativo es la denominada deportatio, que conlleva la pérdida de la
ciudadanía romana. Por tanto, al desaparecer el conubium, se disolvía el
legítimo matrimonio. Sin embargo, subsistía como matrimonio iuris
Gentium. Si cesaba la causa que había provocado la pérdida de la
ciudadanía de alguno de los contrayentes, el matrimonio podría volver a
contraer matrimonio. Sin embargo, y a pesar de lo anterior, en derecho
Justinianeo se estableció que la deportatio, que daba causa a la capitis
deminutio media no disolvía el matrimonio. Tampoco se disolvía el
matrimonio en esta época si el cónyuge cuyo status no hubiera sufrido
modificación conservaba la affectio maritalis.
c. Sobrevivencia de un impedimento o Capitis deminutio minima: a
consecuencia de la adopción del yerno o la nuera, en principio se disuelve
el matrimonio, ya que ambos se convertían en hermanos. Sin embargo,
Justiniano impuso la excepción de la emancipación del hijo.

Divorcio:

El divorcio surge cuando una de las partes o ambas desean poner fin al
matrimonio y suprimen la affectio maritalis.

En este sentido, el divorcio ostenta algunas diferencias si es iniciado por la mujer o


por el hombre. Por un lado, de tratarse de una mujer se aplica el término divertere,
ya que una de las consecuencias del divorcio era que la esposa salía del domicilio
conyugal (divertebat e domicilio mariti). Por otro lado, si la iniciativa era por parte
del hombre, el término utilizado era el repudio (repudium).

e) Clases de divorcios unilaterales.

Con la llegada de la época post clásica surgen innovaciones con respecto al


divorcio unilateral. En primer lugar, es destacable que el consentimiento en esta
época podía darse por uno o ambos cónyuges, diferenciando así de entre todas
las clases dos de ellas:

a. Divorcio ex iusta causa o sistema de justas causas: cuando es otorgado por


uno de los cónyuges.
b. Communi consensu: cuando el consentimiento es otorgado por ambos
cónyuges.
c. Divortium bona gratia: no es culpa de nadie: impotencia, esterilidad, etc.

En segundo lugar, por parte del Emperador Constantino se imponen una serie de
causas según que el divorcio unilateral haya sido promovido por el hombre o la
mujer:

Por parte del marido, cuando la mujer hubiere cometido:

 Adulterio
 Envenenamiento
 Alcahuetismo.

Por parte de la mujer, cuando el marido hubiere cometido:

 Homicidio
 Envenenamiento
 Violación de sepulcros.

Si se tratase de un divorcio por cualquier otro motivo o causa, entre los castigos
que se imponían a uno u otro.

Con el paso del tiempo, de la mano de los Emperadores Honorio, Theodosio II y


Constantino II se produjo un cambio en cuanto a las causas para poder llegar al
divorcio. De hecho, un divorcio se podía producir por cualquier causa grave, y
además, se le concedía el derecho a la mujer también si el marido fuese ebriosus,
aleatorius aut muliercularius.

f) La adopción en el derecho Justiniano.

Adopción
Es el procedimiento mediante el cual el paterfamilias adquiere la patria potestad
sobre el filiusfamilias de otro pater, el cual tenía que dar su consentimiento para
que este acto se llevara a cabo

 Era un acto de menor repercusión que la adrogación, motivo por el cual no


intervenían los pontífices ni los comicios por curias, aunque no dejaba de
entrañar riesgos para el adoptado, sobre todo en materia sucesoria
originalmente, la adopción se llevaba a cabo mediante tres ventas ficticias
de la persona que se daba en adopción, ya que debemos tener presente
que el paterfamilias que vendía tres veces a su hijo perdía la patria potestad
sobre él, regla establecida desde la Ley de las XII Tablas.

Una vez realizadas estas ventas ficticias, el adoptante reclamaba ante el pretor el
derecho de ejercer la patria potestad sobre aquella persona que iba a adoptar

En este procedimiento que implica en sí un simulacro de emancipación, el


paterfamilias que cedía la patria potestad figuraba como demandado bajo
Justiniano se simplificó todo este procedimiento ficticio de venta y fue suficiente
con una simple manifestación de voluntad de los dos paterfamilias, expresada
ante un magistrado .

La adopción entrañaba riesgos para el adoptado, puesto que desde el momento


en que desaparecía la relación agnática con su familia, perdía todos los derechos
a la sucesión cuando el paterfamilias muriese; y si tenemos en cuenta que el
padre adoptivo lo podía emancipar, perdía también los derechos sucesorios que
se habían establecido como consecuencia de la adopción en la época de
Justiniano se reforma la ley y se presentan dos situaciones diferentes para que el
adoptado no quede desprotegido: por un lado, en aquellos casos en que el
adoptante es extraño a la familia, el adoptado adquiere derechos a la sucesión
pero no pierde sus derechos a la sucesión de su anterior familia, en caso de que
existiese una emancipación

Por otra parte, si el adoptante es un ascendiente, los peligros son menores, pues
aun existiendo una emancipación, subsiste el lazo de consanguinidad, lazo que se
tendrá en cuenta en el momento de abrirse la sucesión.

En un principio no era necesario el consentimiento del adoptado para llevar a cabo


la adopción, pero también con Justiniano cambió esta situación, y si bien no era
necesario su consentimiento expreso, cuando menos era menester que estuviese
de acuerdo.

g) la tutela y la curatela.
Una persona sui iuris que, como sabemos, no está sujeta a ninguna autoridad
pero que, en virtud de alguna incapacidad, estuviera sometida a la institución de la
tutela o bien de la curatela.

La incapacidad de una persona sui iuris puede obedecer a cualquiera de las


siguientes cuatro causas:

 Por falta de edad.


 Por razón del sexo.
 Por alteración de las facultades mentales.
 Por prodigalidad.

En los dos primeros casos nos encontramos con la tutela; en los otros dos, con la
figura de la curatela.

1. Tutela

En el Digesto, en un fragmento de Paulo, este autor afirma que Servio Sulpicio


define la tutela como “el poder dado y permitido por el derecho civil, sobre una
cabeza libre a afecto de protegerlo en virtud de que a causa de su edad no puede
defenderse por sí mismo” (vis ac potestas in capite libero ad tuendum eum, qui
propter aetatem sua sponte se defendere nequit, iure civili data ac permissa).

A. Tutela de los impúberes

La función primordial del tutor era el buen manejo de la fortuna del pupilo y no la
de ocuparse de forma directa de su guarda y educación. Por tal razón, debía
efectuarse un inventario de los bienes pertenecientes al pupilo para que, con base
en el mismo, le fueran restituidos.

De no hacerse tal inventario se consideraría al tutor culpable de fraude; no cabía


excusa de ninguna naturaleza para no haberlo efectuado y, en consecuencia,
estaba obligado a indemnizar al pupilo de los posibles daños ocasionados.

El deber fundamental del tutor era conservar intacto el patrimonio del pupilo.

B. Tutela perpetua de las mujeres la mujer, en principio, estará siempre bajo la


tutela de una persona, puesto que su capacidad estaba limitada para llevar
a cabo determinados actos que pudieran comprometer su patrimonio. La
tutela perpetua de las mujeres podía pertenecer a cualquiera de los tres
tipos que ya conocemos: tutela testamentaria, legítima o dativa.
La tutela de las mujeres caerá en desuso en el periodo imperial. En la
época de Augusto se le concede lo que conocemos con el nombre de ius
liberorum; es decir, la circunstancia de que la mujer sui iuris quede liberada
de tener que ser representada por alguien, aunque con una serie de
limitaciones; por ejemplo, se concedía a las ingenuas que tuviesen tres
hijos y a las manumitidas que tuviesen cuatro.
En el siglo V de nuestra era, esta institución desaparece de forma definitiva,
pues hacía muchísimas décadas que de hecho no se llevaba a cabo.
2. Curatela

Según la Ley de las XII Tablas caían bajo el régimen de curatela los locos (furiosi)
y los pródigos; con posterioridad también se nombraron curadores para
sordomudos y enfermos mentales.

Además, se les nombraba un curador, en todos los casos, a aquellas personas sui
iuris menores de veinticinco años pero mayores de 14; es decir, a aquellos
individuos que por razón de la pubertad ya no estuvieran bajo el régimen de tutela.

En algunos casos especiales se nombraba un curador para el pupilo bajo tutela


cuando éste tenía que recibir las cuentas del tutor.

El curador estaba encargado de administrar los bienes del pupilo, o bien de dar su
consentimiento a aquellos actos celebrados por el menor de veinticinco años.

A. Curatela de los furiosi

Los furiosi sui iuris y púberes estarán siempre sometidos a la institución de la


curatela. Ésta podía ser de tres tipos: testamentaria, legítima o dativa, rigiendo en
ella las mismas características que para la tutela.

Cabe señalar que en caso de existir épocas de lucidez en el furiosi, la curatela se


interrumpiría tantas veces como éste recuperase dicha lucidez.

B. Curatela de los pródigos

Se entiende por pródigo a aquella persona que sin causa justificada dilapida el
patrimonio de la familia heredado de sus ancestros y que, como ya es sabido,
según la estructura de la familia romana correspondía a todo el núcleo familiar,
aunque él fuese el único que estuviese en posibilidad de administrarlo. Cuando se
presentaba esta circunstancia, los afectados podían solicitar al magistrado que se
le declarara en estado de interdicción y quedaba automáticamente bajo la curatela
de sus agnados.

La curatela se inicia en el momento en que por medio de un decreto del


magistrado se declara el estado de interdicción, ya que la prodigalidad no es un
hecho natural de incapacidad.
La curatela cesaba también por un decreto del magistrado en el que se
manifestase la enmienda del pródigo.

C. Curatela de los menores de veinticinco años

Como consecuencia de que las facultades intelectuales del individuo son más
lentas en su desarrollo que las facultades físicas, se consideró que aquel individuo
varón mayor de 14 años pero menor de 25 se encontraba en situación de
desventaja intelectual frente a individuos que rebasaran esta edad. Para evitar
esta desventaja es que la Ley Plaetoria señala la circunstancia de que tales
individuos, debido a su inexperiencia, estén bajo el régimen de curatela. Así que
en un principio a estos individuos se les nombraba un curador cada vez que
celebraban un acto en particular, pero a partir del emperador Marco Aurelio se les
nombra un curador permanente.

El que todo individuo menor de veinticinco años tuviese que estar sometido a este
régimen de curatela podía variar si se le concedía la liberación de ella por un
decreto especial; una vez que hubiera cumplido los veinte, esta institución se
llamaba venia aetatis.

D. Curatela de los pupilos

El pupilo impúber, por excepción puede estar también sujeto al régimen de


curatela junto con el de tutela y esto lo vemos exclusivamente en los siguientes
tres casos:

Si existe un proceso entre el pupilo y el tutor

Si el tutor interrumpía temporalmente su tutela

Si el tutor no era capaz de administrar los bienes del pupilo, y mientras se


nombraba a otro tutor.

Bibliografía

URL

https://www.google.com/url?sa=t&source=web&rct=j&opi=89978449&url=https://
gc.scalahed.com/recursos/files/r161r/w24128w/Clase
%25203.pdf&ved=2ahUKEwieteWbicyFAxXrRzABHbrODTEQFnoECA4QBg&usg=
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https://www.boe.es/biblioteca_juridica/anuarios_derecho/abrir_pdf.php?id=ANU-R-
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%20la,intenci%C3%B3n%20es%20llamada%20affectio%20maritalis%E2%80%9D

Libro

DERECHO ROMANO

Textos Jurídicos Universitarios

Cuarta edición: 2008

Vigesimoctava reimpresión: marzo de 2016

ISBN 978-970-613-277-2

Autores: Marta Morineau Iduarte y Román Iglesias González

Dirección académica: Leonel Pereznieto Castro

Sponsor editor: María del Carmen del Río Yelmi

Edición: Sara Giambruno Roca

Producción: Antonio Figueredo Hurtado

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