Bryan Ramírez Baeza - Ensayo sobre la medición de los signos vitales.
La atención médica de urgencias, ejecutada principalmente por el personal capacitado en primeros auxilios como primer respondiente o profesionalizado como técnico en urgencias médicas (TUM), es la atención primaria recibida por un paciente cuya situación obliga a ser atendido en situaciones y contextos fuera del ambiente hospitalario. En sentido estricto, dicha atención debe priorizar aquellos elementos en la sintomatología del paciente que pueden avisar los riegos a la salud que contrae al momento de solicitar o necesitar de dicha atención, los cuales pueden ser originados por la complicación de una enfermedad crónico-degenerativa, un traumatismo y diferentes mecanismos de lesión o naturaleza de dichos padecimientos. Siendo así, es necesario que el TUM y el personal capacitado para entrar en acción en una situación de emergencia o urgencia sepa reconocer los diferentes signos y síntomas que puedan poner en riesgo la salud y la vida del paciente, para ello deberá tomar en cuenta diferentes mediciones de lo que, en el argot médico, es denominado como «signos vitales». Los signos vitales son «señales de lo que ocurre en nuestro cuerpo» (Cruz Roja Mexicana, 2017). Dicho de otro modo, los signos vitales son aquellos enunciados biológicos de vida y del estado de salud del paciente y que son evaluados por el profesionista de la salud para la valoración del paciente con el fin de presentar un diagnóstico. Es necesario reconocer que son varias las formas en las que el cuerpo humano da respuesta de sí y de su estado de salud, es por ello que el TUM y el profesional de la salud debe reconocer que los signos vitales son: pulso, presión arterial, frecuencia y calidad respiratoria, estado de la piel, oximetría de pulso y pupilas. Se denomina pulso cardiaco al ritmo con el que es percibido el bombeo de sangre del corazón hacia las arterias, del cual, podemos descubrir las palpitaciones producidas por el corazón en un tiempo determinado para hacer llegar sangre con oxígeno a todo el cuerpo. El pulso cardiaco se medirá de acuerdo a la frecuencia de pulsaciones percibidas al posicionar las yemas de los dedos sobre una arteria, para lo cual se debe considerar que las frecuencias en un adulto promedio en reposo deben ser entre 60 y 100 pulsaciones por minuto. La alteración a dichas frecuencias puede ser producto de estados de salud deficientes o cuestiones situacionales y de ritmos de vida del paciente; una frecuencia cardiaca mayor a 100 pulsaciones por minuto es considerada una taquicardia mientras que aquella menor a las 60 pulsaciones por minuto es considerada bradicardia. El pulso, además de ser evaluado mediante el conteo de pulsaciones, también debe ser revisado de acuerdo a su calidad, siendo que esta debe ser siempre notable pero nunca demasiado fuerte-rápida o lenta y débil. La presión arterial es aquella fuerza que ejerce la sangre sobre los diferentes vasos sanguíneos al circular por el cuerpo y que puede ser valorada de acuerdo a la palpitación y/o sonoridad del movimiento producido. La medición debe efectuarse con la ayuda de un baumanómetro, en caso de ser solo por palpitación, y con un estetoscopio cuando es por sonoridad. La primer forma de dichas mediciones consiste en descubrir la presión sistólica, para lo cual es necesario apoyarnos con el baumanómetro para ejercer presión y, siendo sensibles a las pulsaciones ejercidas por el pulso y la presión sanguínea y la del baumanómetro, percibiremos la palpitación primera al momento de desinflar el brazalete y registraremos la presión ejercida por el baumanómetro. La segunda forma permite reconocer la presión distólica del paciente y consiste en, una vez colocado el brazalete, reconocer el sonido del ritmo y la presión cardiaca del paciente apoyándose del estetoscopio puesto sobre la arteria del brazo sobre el que se tomará la medición. Tomando en cuenta que la sonoridad de la circulación de la sangre es el elemento más importante en esta medición, se procederá a registrar la primer palpitación escuchada (presión sistólica) así como la última de las mismas (presión distólica). Tal y como sucede con la medición del pulso, la presión debe ser evaluada y comparada mediante rangos, siendo el ideal una presión de 120/80 para los adultos en promedio. La frecuencia y calidad respiratoria es, como su nombre lo indica, la medición sobre las respiraciones que lleva a cabo el paciente durante el diagnóstico, para lo cual, se debe enteder que la respiración es el proceso completo de inhalación y exhalación que produce a oxigenación del cuerpo. Deberá evaluarse por medio de la observación, principalmente, en el trabajo reflejado en el tórax al momento de respirar. Una respiración superficial, laboriosa o ruidosa son síntomas de problemas en la salud del paciente y deberán ser evaluados por el profesional de la salud. La frecuencia respiratoria puede ser evaluada para reconocer la agitación o el estado de alteración del paciente. La piel y la valoración del estado de la piel están ligado a la verificación del proceso circulatorio de la sangre por el cuerpo, el cual puede medirse y percibirse mediante la revisión de su coloración, temperatura y humedad. El color habitual de las zonas a explorar en la piel es un color rosado, siendo la palidez un síntoma de pérdida sanguínea, estado de choque o hipertensión; una piel cianótica es el resultado de la falta de oxigenación del cuerpo o las partes del cuerpo; una piel ictérica de complicaciones en el hígado; una piel moteada como síntoma de pacientes en estado de choque. La temperatura de la piel debe estar entre los 36 y hasta los 37 grados centígrados, siendo signo de alarma cualquier alteración a dichos rangos ya que la disminución de la temperatura es síntoma directo de hipotermia y una temperatura más elevada de una fiebre. La piel fría y pegajosa es el síntoma más preocupante en la evaluación médica, ya que refleja un posible estado de choque y ansiedad del paciente. La valoración de las pupilas y su reacción permite reconocer el estado neurológico y de conciencia del paciente, teniendo en cuenta que es el acto reflejo más característico del cuerpo humano. La evaluación de la respuesta mediante la exposición a la luz nos permite ver el grado de dilatación de la pupila. Un caso de riesgo al momento de valorar las pupilas es encontrar pupilas desiguales, lo cual es síntoma de un daño severo en la actividad neuronal.