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Sábado 13 de enero de 2018.

Bryan Ramírez Baeza - Ensayo sobre la medición de los signos vitales.


La atención médica de urgencias, ejecutada principalmente por el personal
capacitado en primeros auxilios como primer respondiente o profesionalizado
como técnico en urgencias médicas (TUM), es la atención primaria recibida por un
paciente cuya situación obliga a ser atendido en situaciones y contextos fuera del
ambiente hospitalario.
En sentido estricto, dicha atención debe priorizar aquellos elementos en la
sintomatología del paciente que pueden avisar los riegos a la salud que contrae al
momento de solicitar o necesitar de dicha atención, los cuales pueden ser
originados por la complicación de una enfermedad crónico-degenerativa, un
traumatismo y diferentes mecanismos de lesión o naturaleza de dichos
padecimientos.
Siendo así, es necesario que el TUM y el personal capacitado para entrar en
acción en una situación de emergencia o urgencia sepa reconocer los diferentes
signos y síntomas que puedan poner en riesgo la salud y la vida del paciente, para
ello deberá tomar en cuenta diferentes mediciones de lo que, en el argot médico,
es denominado como «signos vitales».
Los signos vitales son «señales de lo que ocurre en nuestro cuerpo» (Cruz Roja
Mexicana, 2017). Dicho de otro modo, los signos vitales son aquellos enunciados
biológicos de vida y del estado de salud del paciente y que son evaluados por el
profesionista de la salud para la valoración del paciente con el fin de presentar un
diagnóstico.
Es necesario reconocer que son varias las formas en las que el cuerpo humano da
respuesta de sí y de su estado de salud, es por ello que el TUM y el profesional de
la salud debe reconocer que los signos vitales son: pulso, presión arterial,
frecuencia y calidad respiratoria, estado de la piel, oximetría de pulso y pupilas.
Se denomina pulso cardiaco al ritmo con el que es percibido el bombeo de sangre
del corazón hacia las arterias, del cual, podemos descubrir las palpitaciones
producidas por el corazón en un tiempo determinado para hacer llegar sangre con
oxígeno a todo el cuerpo. El pulso cardiaco se medirá de acuerdo a la frecuencia
de pulsaciones percibidas al posicionar las yemas de los dedos sobre una arteria,
para lo cual se debe considerar que las frecuencias en un adulto promedio en
reposo deben ser entre 60 y 100 pulsaciones por minuto.
La alteración a dichas frecuencias puede ser producto de estados de salud
deficientes o cuestiones situacionales y de ritmos de vida del paciente; una
frecuencia cardiaca mayor a 100 pulsaciones por minuto es considerada una
taquicardia mientras que aquella menor a las 60 pulsaciones por minuto es
considerada bradicardia.
El pulso, además de ser evaluado mediante el conteo de pulsaciones, también
debe ser revisado de acuerdo a su calidad, siendo que esta debe ser siempre
notable pero nunca demasiado fuerte-rápida o lenta y débil.
La presión arterial es aquella fuerza que ejerce la sangre sobre los diferentes
vasos sanguíneos al circular por el cuerpo y que puede ser valorada de acuerdo a
la palpitación y/o sonoridad del movimiento producido. La medición debe
efectuarse con la ayuda de un baumanómetro, en caso de ser solo por palpitación,
y con un estetoscopio cuando es por sonoridad.
La primer forma de dichas mediciones consiste en descubrir la presión sistólica,
para lo cual es necesario apoyarnos con el baumanómetro para ejercer presión y,
siendo sensibles a las pulsaciones ejercidas por el pulso y la presión sanguínea y
la del baumanómetro, percibiremos la palpitación primera al momento de desinflar
el brazalete y registraremos la presión ejercida por el baumanómetro.
La segunda forma permite reconocer la presión distólica del paciente y consiste
en, una vez colocado el brazalete, reconocer el sonido del ritmo y la presión
cardiaca del paciente apoyándose del estetoscopio puesto sobre la arteria del
brazo sobre el que se tomará la medición. Tomando en cuenta que la sonoridad
de la circulación de la sangre es el elemento más importante en esta medición, se
procederá a registrar la primer palpitación escuchada (presión sistólica) así como
la última de las mismas (presión distólica).
Tal y como sucede con la medición del pulso, la presión debe ser evaluada y
comparada mediante rangos, siendo el ideal una presión de 120/80 para los
adultos en promedio.
La frecuencia y calidad respiratoria es, como su nombre lo indica, la medición
sobre las respiraciones que lleva a cabo el paciente durante el diagnóstico, para lo
cual, se debe enteder que la respiración es el proceso completo de inhalación y
exhalación que produce a oxigenación del cuerpo.
Deberá evaluarse por medio de la observación, principalmente, en el trabajo
reflejado en el tórax al momento de respirar. Una respiración superficial, laboriosa
o ruidosa son síntomas de problemas en la salud del paciente y deberán ser
evaluados por el profesional de la salud. La frecuencia respiratoria puede ser
evaluada para reconocer la agitación o el estado de alteración del paciente.
La piel y la valoración del estado de la piel están ligado a la verificación del
proceso circulatorio de la sangre por el cuerpo, el cual puede medirse y percibirse
mediante la revisión de su coloración, temperatura y humedad.
El color habitual de las zonas a explorar en la piel es un color rosado, siendo la
palidez un síntoma de pérdida sanguínea, estado de choque o hipertensión; una
piel cianótica es el resultado de la falta de oxigenación del cuerpo o las partes del
cuerpo; una piel ictérica de complicaciones en el hígado; una piel moteada como
síntoma de pacientes en estado de choque.
La temperatura de la piel debe estar entre los 36 y hasta los 37 grados
centígrados, siendo signo de alarma cualquier alteración a dichos rangos ya que la
disminución de la temperatura es síntoma directo de hipotermia y una temperatura
más elevada de una fiebre. La piel fría y pegajosa es el síntoma más preocupante
en la evaluación médica, ya que refleja un posible estado de choque y ansiedad
del paciente.
La valoración de las pupilas y su reacción permite reconocer el estado neurológico
y de conciencia del paciente, teniendo en cuenta que es el acto reflejo más
característico del cuerpo humano. La evaluación de la respuesta mediante la
exposición a la luz nos permite ver el grado de dilatación de la pupila. Un caso de
riesgo al momento de valorar las pupilas es encontrar pupilas desiguales, lo cual
es síntoma de un daño severo en la actividad neuronal.

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