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Adecuación

Es la propiedad del texto que tiene que ver con el sentido comunicativo que quiere dársele al
mensaje específico de que se trate. Para ello, es recomendable que el enunciador tenga claro a
qué enunciatario se dirige. Además, debe tener bien definido el propósito del mensaje que quiere
producir: explicar, conmover, persuadir, demostrar. Por último, quien produce el texto debe utilizar
el registro* apropiado al ontexto en el que se produce el mensaje. Esto último significa considerar
el lenguaje y el vocabulario apropiado a los fines comunicativos.

De esta manera, habrá textos que pueden considerarse como adecuados para el ámbito
académico y otros que se utilizan en espacios específicos como redes sociales (por ejemplo). La
diferencia entre uno y otro está en los fines que se persiguen y, desde luego, en los matices: el tipo
de lenguaje que se utilice y el sentido que se dé al mensaje en su conjunto.

¿Cómo adecuar un texto?

Lo importante, cuando se trata de adecuación, es entender que es a partir de un contexto


determinado que el enunciador define el rumbo de su acción y, por ejemplo, las palabras que
utilizará para hablar o, incluso, el tono en que lo hará. Así, cuando se produce un texto oral o
escrito hay que tener bien claro “en donde se está parado”, quién es el enunciatario o enunciatarios
y, desde luego, cuáles son los propósitos comunicativos que se persiguen.

Ejemplo texto académico


Veamos un ejemplo de texto adecuado al ámbito académico (fragmento):

La ciudad en la que vivo


E. Rosales

En muy pocos años ha crecido


mi ciudad. Se estira con violencia
rumbo a todos lados; derriba, ocupa,
se acomoda en todos los vacíos.
Rubén Bonifaz Nuño

Casi es un lugar común decir que la ciudad es un


caos, un monstruo de mil cabezas. Sin embargo, yo
la veo más bien como un laberinto, como el espacio
en el que una y otra vez resurge Teseo para
enfrentar al Minotauro y vencerlo, para recuperar a
Ariadna y para encontrar el hilo dorado que lo
conduzca a un destino o a un puerto seguro.

Vista así, como laberinto, la ciudad tendrá, desde


luego, el caos agobiante que desespera, pero
también el remanso o la paz del oasis y la cascada.
Lo que me queda claro es que a la ciudad, para
amarla, hay que recorrerla y hay que desnudarla,
porque sólo la desnudez nos muestra quiénes somos. A esa hora, cuando la ciudad despierta, cuando se
desembaraza de sí misma y de sus habitantes
Me gusta recorrer la ciudad cuando despierta. No nocturnos —aquellos que llegaron al infierno y
importa si el piso está mojado o si el pavimento volvieron y se ocultan en sus criptas de tres por
refleja, con destellos suaves, el sol de la mañana. No cuatro—, me gusta ver a la gente que sale sin
importa si el lugar es la Alameda Central (todavía demasiada prisa y que, como yo, se da cuenta de
vacía de comerciantes) o es simplemente la calle de que la ciudad se desempolva de la noche lentamente
mi casa, el parque cercano, el mercado que, poco a y parece querer sacudir su pereza, dándonos tiempo
poco, se impregna con el olor de los tamales. a todos de disfrutar el cambio, el amanecer, la
esperanza. (...)

Observa que…
Se trata de un texto en el que el lenguaje va dirigido a un lector riguroso. Se trata de un lenguaje
sobrio, con un vocabulario en el que prevalecen cierto tipo de palabras que podrían considerarse
“serias”. Además, hay referentes y contextos que deben conocerse para que el sentido del texto
sea entendido a cabalidad (Mito de Teseo).

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