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NEUROCIENCIAS

EL PUNTO DE VISTA SOCIAL DE LA NEUROCIENCIA

La sentencia de Protágoras: “El hombre es la medida de todas las cosas”, nos servirá
para ubicar el tema de las Neurociencias, tal como las entendemos. Desde que los
hombres empezaron a transformar la naturaleza, dos han sido los polos que han
generado su mayor deseo de saber, lógicamente sin otra alternativa posible: por un
lado, todo lo que les rodea y, por otro, todo lo que sucede dentro de ellos. En cuanto a
lo primero, todo ha resultado ser relativamente simple, desde la exploración del
macrocosmos hasta la del microcosmos; así, el estudio de la materia que dio origen a
la teoría físico-química, empezó temprano y ha avanzado hasta donde ahora sabemos
acerca de la estructura del universo y las partículas más elementales.
En cuanto a lo segundo, los problemas han resultado ser muchísimo más complejos: la
teoría de la vida y la teoría de la sociedad no han avanzado tanto como para dar un
marco apropiado al desarrollo de una teoría acera de cómo somos por dentro. Desde
que se empezó a conocer la piel, los órganos internos, hasta que se visualizó el
cerebro, ha trascurrido el mismo tiempo que se necesitó para tener la primera teoría
acerca de las leyes del universo. Ahora se sabe mucho más acerca de decenas de
partículas subatómicas, y las leyes cuánticas van a su integración con las teorías del
universo en general. Pero, al mismo tiempo, aún no sabemos qué es aquello que
llamamos la mente y, en vez de ello, hay coros de voces pregonando por internet cómo
funciona el cerebro. Y qué es lo que nos dicen: nada menos que “neuromitos”, o
ficciones, como decía hace cerca de un siglo, nada menos que el Nóbel Charles
Sherrington, acerca del arco reflejo. Por ahora, desde que así lo planteara otro premio
Nóbel, Roger Sperry, el problema más importante que tiene que resolverse, ya no es el
alma o la razón: es el de la mente y su relación con el cerebro. La cuestión es,
entonces, si no sabe todavía qué es la mente, ¿cómo podemos explicar la relación
entre un ente que sabemos que existe, pero no sabemos qué es, y un órgano acerca
del cual sólo se sabe cómo funciona?
Estos problemas, por otro lado, han generado otro todavía mayor. Desde nuestro
particular punto de vista, creemos que se ha llegado a un entrampamiento de la teoría
del cerebro, que ha mostrado su incapacidad para explicar la unidad de dos extremos
claramente contrapuestos: mientras por un lado los datos empíricos acerca del cerebro
se incrementan geométricamente, por otro, la teoría de la mente se vuelve cada vez
más confusa, hasta parecer innecesaria. Frente a esta situación, los teóricos del
cerebro siguen lucubrando y discutiendo sus puntos de vista en cuanto artículo, libro o
congreso hay, convocados por los grandes centros de poder académico y financiero del
mundo desarrollado, para defender el punto de vista de la ciencia natural, según el
cual el cerebro del hombre se explica con el modelo del cerebro del mamífero. De
acuerdo a esta perspectiva, lo que hace el chimpancé es en pequeño lo que hace el
hombre, y todo lo que es y hacen las personas, se reducen a lo que es y hace el
cerebro del animal.
Lógicamente que esta falta de objetivos mayores de la teoría del cerebro, sólo tiene
sentido para ese mundo desarrollado, el mismo que vive en la opulencia, pagando por
anticipado sus viajes de turismo interplanetario, financiando guerras genocidas,
incitando a los niños y jóvenes a cometer los crímenes más horrendos, y provocando
las crisis económicas que dejan sin sustento a millones de hombres y mujeres en todo
el mundo. Nos preguntamos, entonces, si es que puede afirmarse que toda esta
inmoralidad puede explicarse con la teoría del cerebro animal.
A diferencia de estas condiciones de opulencia e inmoralidad, los países pobres
tenemos la urgente necesidad de tener a la mano instrumentos que sirvan para
promover nuestro propio desarrollo, liberándonos de la frustrante dependencia
económica y, sobre todo, intelectual y espiritual. Instrumentos de esta naturaleza,
tienen que ser teorías que expliquen los procesos esenciales de la vida, la sociedad y
los hombres, a fin de saber qué es lo que realmente ha determinado nuestro
estancamiento, que podría terminar en un estado similar al de las especies animales
que se adaptaron a su situación y condiciones de vida por millones de años. Una teoría
de esta naturaleza debe explicar cómo, a partir de la miseria, podemos dar el paso que
nos conduzca al desarrollo pleno de nuestras potencialidades; que nos facilite la cabal
realización de nuestras actuales capacidades, para fundar así una sociedad realmente
moral.
Nuestra preocupación es, entonces, cómo se puede desarrollar una teoría del hombre
que nos permita realizar las grandes aspiraciones éticas, que no las formularon quienes
dominan y se aprovechan del mundo, e incluso están en camino de acabar con él; sino
quienes siempre han soportado el peso del egoísmo, la dominación y la injusticia, y
para ello tenernos que llevar adelante las ideas fundamentales que ellos nos legaron,
promoviendo precisamente la solidaridad, la libertad y la justicia.
Es en este contexto y con tales finalidades que hemos propuesto una teoría del
hombre que escapa de la teoría del animal; una teoría que bien podría sumarse a los
esfuerzos que se vienen haciendo para promover el desarrollo de una ciencia social
acorde con nuestras necesidades. Dicha teoría nos permite dejar en un segundo plano
la teoría vigente acerca del cerebro, a la que cuestionamos en los siguientes términos:
1. Se ha fundado en el marco dominante del mecanicismo y el positivismo de las
ciencias naturales
2. Ha impuesto la idea que el hombre es miembro de una especie animal,
ignorando la importancia de su determinación social, y dando por sentado que
el modelo del sistema nervioso de los animales sería igualmente válido para las
personas
3. No ha superado el dualismo mente-cerebro, pues no ha llegado a precisar la
naturaleza de la mente ni el carácter social de la actividad cerebral. El enfoque
bio-psico-social en ningún momento ha definido qué es lo psíquico ni qué es lo
social.
4. No se ha integrado con la diversidad de teorías psicológicas, sobre todo acerca
de la personalidad, puesto que todas las teorías del cerebro expresan la
concepción dualista del individuo y sus atributos: su mente, su personalidad, su
inteligencia, su patología
5. No tiene una explicación acerca de la estructura psíquica del hombre,
específicamente respecto a la conciencia, por lo que no explican por qué las
personas sienten, conocen y desean de modo distinto a los animales
6. No ha logrado desarrollar la idea largamente sostenida del cerebro tripartito, y
han adoptado el modelo naturalista del cerebro bipartito, que corresponde
lógicamente al cerebro del mamífero
7. No tiene una explicación consistente acerca del desarrollo formativo de la
personalidad; por eso es que no sirve para explicar los efectos de la educación
sobre el individuo
8. La preocupación por el problema de la moral se ha reducido al estudio de las
formas de comportamiento supuestamente moral de los primates
9. No ha tomado en cuenta las relaciones esenciales que existen entre la
estructura económica de la sociedad y la estructura moral de las personas
10. Su explicación de los aspectos moleculares, anatómicos y funcionales del
cerebro de los animales, no ha facilitado una adecuada aproximación al
proceso de atención de salud de las personas, separando lo mental de lo
corporal
11. Al no estar enmarcada dentro de la teoría de las relaciones sociales, la
explicación de la determinación genética de la mente no sólo es insuficiente,
sino que se opone a la explicación de la determinación social de los hombres
12. La explicación naturalista del cerebro humano ha resultado ser irrelevante para
la formación profesional, sobre todo en psicología y educación, y aunque
parezca falso, también en medicina.
Creo que estas son buenas razones como para replantear el problema de la naturaleza
de la mente e intentar una solución del problema de la relación mente-cerebro. Sin
embargo, desde muy al comienzo de emprender esta tarea, nos percatamos que la
teoría general acerca de la vida en que se había basado la explicación del cerebro de
los hombres, no era la correcta, y que esto explicaba también el entrampamiento
arriba mencionado. Nos percatamos que ni la teoría científica natural, ni la filosofía
especulativa nos proporcionaban el marco apropiado, y que, para afrontar el problema
irresuelto, había que replantearlo sobre bases diferentes. Algo habían avanzado a este
respecto investigadores como Vigostky, Rubinstein, Leontiev, Luria, Politzer, Wallon,
Lértora, Merani, entre otros. Pero ninguno de ellos había ensayado la posibilidad de
reelaborar una explicación de la evolución de los seres vivos, y sobre todo, de la
especie Homo sapiens, como para arribar a una explicación de la esencia genética y
social de los hombres sobre bases más sólidas. Esto fue lo que hicimos al introducir la
idea según la cual la información es el proceso esencial que determina la emergencia y
el desarrollo evolutivo de los sistemas vivos. Sin este concepto hubiera sido imposible
plantear cómo, en dicha evolución, a partir de la materia inerte se llega a la sociedad.
Este concepto, además, nos permitió replantear la tesis filosófica materialista según la
cual la esencia humana es el conjunto de las relaciones sociales, para concluir en una
explicación científica social del hombre y de su cerebro.

Bases para una explicación del cerebro personal


Pensamos que una explicación del cerebro de las personas debía basarse en una teoría
de las relaciones entre la materia inerte y la materia viva, entre los conglomerados de
seres vivos y la sociedad, y entre la sociedad y los hombres. Y es así cómo nuestra
explicación del cerebro personal se sustenta en las tesis siguientes:
1. El universo es materia ordenada cuyos procesos entrópicos y neguentrópicos se
reflejan en su propia estructura
2. Los seres vivos constituyen un sistema material organizado
informacionalmente, tanto a partir de procesos epigenéticos como a base de
procesos cinéticos determinados por diversas clases de información
3. La sociedad es el único sistema vivo organizado a base de una clase
extraindividual de información
4. Los hombres son los únicos seres vivos que deben incorporar esta información
social para formar su conciencia
5. La actividad consciente determina que cada individuo humano se trasforme en
un individuo social, es decir, en personalidad.
En efecto, tal como se ha planteado, los procesos biogenéticos que ocurrieron en
nuestro planeta hacen tres a dos mil millones de años, determinaron que moléculas de
cada vez mayor complejidad se ensamblaran de tal modo que dieron origen a las
células. Pero aquí destacamos la idea según la cual, entre estas moléculas, hubo una –
el ácido desoxirribonucleico, ADN– que llegó a constituirse en la primera clase de
información: la información genética que es la que organiza desde entonces a todas y
cada una de dichas células. Gradual y progresivamente emergieron las clases de
información metabólica, neural, psíquica y finalmente social. Lo distintivo de esta
última es que es la única clase de información que existe codificada en medios
externos a los individuos, de modo que estos tienen que aprenderla para codificarla en
su propia memoria, que no es sino el neocórtex del cerebro de los hombres. La
deducción siguiente es que, al acumularse esta clase de información en dicha
estructura cerebral, ésta se transforma en una estructura psíquica de esencia social:
una estructura que no es un ente inmaterial, sino el propio neocórtex humano
transformado en una conciencia. El efecto final de este proceso, es que cada hombre,
que al nacer es efectivamente un ser humano –epigenéticamente distinto de los
primates–, también se transforma a todo lo largo de su infancia, niñez y adolescencia,
y así es como llega a ser una personalidad, un individuo 100% estructurado por la
información genética de sus células y 100% reestructurado cinéticamente por la
información social que organiza al conjunto de la sociedad.
Cabe pues concluir en que, si bien nuestro cerebro es humano por su epigénesis, es
realmente personal por su sociocínesis. Este cerebro personal debe ser pues explicado
respecto de sus procesos internos en doble sentido, porque doble es su
determinación: epigenética y cinética. Las ciencias naturales han explicado al cerebro
humano, sólo en sentido epigenético, que es el único sentido que toman en cuenta las
teorías naturalistas de la evolución animal. Había que explicar, por consiguiente, cómo
el cerebro de tipo primate se transforma en un cerebro de tipo social. Hasta donde
podemos colegir, esta doble explicación, basada en nuestra teoría de la información,
diferente por cierto de las teorías vigentes en el mundo científico dominante, es la que
resuelve, lógicamente por ahora, el problema del dualismo, el de la relación mente-
cerebro.
Como se sabe, el problema de la “naturaleza humana”, planteado en términos de la
relación alma-cuerpo ya fue largamente olvidado desde que fue replanteado en
términos de la relación mente-cerebro. Pero, como ya vimos, hasta ahora no se sabe
qué es la mente o lo mental, y así el dualismo se mantiene vigente. En cambio, la
alternativa que se deduce de las tesis que acabamos de exponer, es que la esencia de
los hombres se explica mejor en términos de las relaciones entre sociedad, conciencia
y personalidad; relaciones que lógicamente se explican en términos informacionales,
en sentido tanto epigenético como sociocinético.

El desarrollo evolutivo del hombre


Para sostener esta forma de resolver el problema, ha sido importante demostrar cómo
a partir del homínido la evolución ha continuado hasta que hemos llegado a ser lo que
somos ahora. En realidad, los datos acumulados acerca de este desarrollo evolutivo
explican, ciertamente, que en este proceso el homínido tuvo que hominizarse, es decir,
transformarse en Homo sapiens; que esta especie pudo humanizarse, hasta
convertirse en especie humana. Bastante se sabe al respecto, pero es importante
recalcar que el trabajo colectivo y el uso del lenguaje fueron decisivos para que el
cerebro humano pasara la barrera de los 700 gramos, para tener el peso que ahora
tiene.
Pero, por otro lado, parece que este proceso no termina allí, en una humanidad. Desde
nuestro punto de vista, no es que la escritura marque el comienzo de la historia, sino
que los humanos llegaron a poseer una clase superior de corteza cerebral, el
neocórtex, de tal modo que su expansión ulterior fue el punto de partida determinó la
emergencia de sus capacidades creativas, y que fueron ellos quienes hace algo así
como 30 mil años, pudieron dibujar en las rocas lo que imaginaban como reflejo
subjetivo de la realidad objetiva. Es verdad que a partir de este invento, sólo falto crear
la escritura y el dinero; el hecho es que con el arte fue como surgieron los sistemas de
codificación de información social. Esta emerge pues a partir de imágenes
inconscientes de los individuos, pero al codificarse y acumularse en estos sistemas,
generación tras generación, tendrá que ser aprendida por todos los nacidos en el seno
de lo que desde entonces viene ser la sociedad. Este es el proceso de socialización que
ahora vivimos, el de la trasformación de la humanidad en sociedad; un proceso al que
le falta solamente dar el salto siguiente, el de su reestructuración moral.
Explicada de esta manera la emergencia de la sociedad, la historia de este sistema
debe explicar los procesos actuales de la formación y la estructura intrínseca de cada
personalidad, de su conciencia, de su actuación objetiva, de su rol social y, en el centro
de todo esto, explicar los procesos intrínsecos del cerebro de cada personalidad.
Debemos ser plenamente autoconscientes de que ya nada podemos avanzar sólo
copiando, imitando, dependiendo de la poca información que podemos comprar. Pero
ocurre que ya no tenemos al conquistador al lado para que nos diga cómo hacer lo que
tenemos que hacer: ahora tenemos que comprar lo él sabe que debe vender, y para él
el resultado debe ser la ganancia, no el desarrollo del consumidor. Por ello mismo, una
teoría de lo que realmente somos viene a ser una necesidad fundamental para
nosotros mismos.

Qué es, por último, una neurociencia social


En primer lugar, no es social una neurociencia basada en la teoría metafísica según la
cual los conglomerados de seres vivos de tipo multiindividual, como son los que
forman las bacterias hasta los primates, son sociedades como sostiene, por ejemplo,
Wilson (2000). Tampoco es social la neurociencia que estudia el sistema nervioso y el
comportamiento emocional de estos seres vivos considerados sociales. En segundo
lugar, una ciencia social divorciada de la ciencia natural, no puede ser el fundamento
de una neurociencia social, tal como la entendemos o debe entenderse. Se requiere,
por lo tanto, una ciencia social que no sólo tenga su punto de partida en la ciencia
natural, sino que la incluya e integre dentro de una teoría de la sociedad y de los
hombres que la constituyen.
Todas las teorías acerca de la sociedad y de los hombres, deben pues integrarse y
constituirse en una ciencia social que no separe, sino que subsuma a la ciencia natural.
Esta ciencia social debe incluir a una sociobiología dialéctica, y ésta a una psicobiología
social que debe dar cuenta de los procesos de integración individual, tanto a partir de
la actividad de sus células, como a base de su actividad consciente. Y como teoría
social del sistema nervioso de soporte de la teoría social de la conciencia cabe el
conjunto integrado de las ciencias sociales del cerebro. Es a este conjunto de ciencias
que llamamos neurociencia social (ver cuadro siguiente).

Definimos la neurociencia social como la teoría que explica en sentido tanto


epigenético como sociocinético la estructura y la actividad del cerebro personal, es
decir, del cerebro de los hombres en tanto se forman y llegan a ser personalidades
dotadas de una conciencia.
Y aunque como acabamos de decir, ya se ha introducido el concepto de una
“neurociencia social” para estudiar el sistema nervioso de supuestos “animales
sociales”, desde las colonias de bacterias hasta las manadas de mamíferos, pasando
por las hormigas y las bandadas de palomas, lo cierto es que sólo una parte de toda
esta teoría puede servir para comprender la actividad del cerebro personal, y ello sólo
como punto de partida, como explicación de la epigénesis del cerebro. El resto de la
explicación de cómo la teoría de la estructura intrínseca de la sociedad actual y de la
sociedad que debe llegar a ser, da cuenta de los procesos por los cuales la información
social que organiza las relaciones sociales determina la esencia misma de los hombres.
Es la teoría de los procesos por los cuales la información social que refleja (explica) al
universo en su conjunto, se refleja en la conciencia de cada uno de nosotros.
Precisamente tenemos que saber explicar cómo, por qué e inclusive para qué, la
sociedad transforma a nuestro cerebro en una conciencia, y cómo ésta determina que
el cuerpo se transforme en personalidad.
Si hace ya cerca de cinco décadas en que se tiende a una integración de las ciencias del
nivel funcional del sistema nervioso –neuroanatomía y neurofisiología–, por un lado
con las ciencias del metabolismo tisular y de las células nerviosas para constituirse en
una neurociencia, y por otro con la psicología, para constituirse en una psicobiología
social integrada cuyo objeto de estudio es el sistema de la personalidad, nada más
lógico que reemplazar la neurociencia natural, válida para explicar el cerebro de los
mamíferos, por una neurociencia social que explica los diversos niveles de organización
de la actividad cerebral como soporte activo de la conciencia de las personas, tanto a
partir de la información genética de las neuronas, como a base de la información social
que determina dicha conciencia. Como puede verse en el esquema siguiente, sólo los
individuos sociales –las personas– tenemos cinco niveles informacionales de
organización: somos los únicos seres vivos con un estructura neocortical que en el
curso del desarrollo formativo se convierte en una conciencia. Por esta razón, una
teoría neurocientífica social debe explicar, no solamente cómo emerge esta conciencia
a partir de los procesos que comienzan con la actividad genética de las células, sino
cómo la sociedad determina que la información social que la organiza sea la base de la
estructuración final de esta conciencia, y no sólo eso, sino cómo la información de la
conciencia reestructura al cerebro y, por medio de él, el individuo humano se
reestructura socialmente hasta constituirse en una personalidad.

Si como resultado de la comparación de los dos esquemas anteriores, restringimos la


teoría neurocientífica social a la explicación del cerebro personal, nada más
congruente que asumir esta ciencia, o conjunto integrado de ciencias, como la teoría
de la epigénesis y la sociocínesis del cerebro personal. Esta doble explicación, válida
sólo para las personas y todos sus procesos internos, incluye la teoría prestada, en lo
pertinente, de la neurociencia natural, porque, en lo esencial, una teoría de los
hombres no puede fundamentarse sino en una teoría de la sociedad.
Una neurociencia social, para qué
Si bien la fundamentación de la neurociencia social del cerebro personal debe tener
una racionalidad acorde con la estructura de los seres vivos, la sociedad y las propias
personas; también es verdad, y hasta un imperativo, que esta ciencia quede incluida
dentro de un proyecto científico cuyos objetivos primordiales deben ser especificados.
Es nuestra convicción que los objetivos de una neurociencia social deben estar
incluidos dentro del objetivo fundamental de toda psicobiología social, que no es otro
que la trasformación moral de la sociedad. Y como quiera que esta transformación
tiene que empezar por la formación de la conciencia de cada uno, nada más pertinente
que ligar la neurociencia a la educación y la atención de salud, a través de su
integración con la teoría psicológica, pedagógica y médica a desarrollar. Desde nuestro
particular punto de vista, y ojalá desde todo punto de vista, no hay otra finalidad que
esté por encima de la formación integral de los hombres, que debe comenzar y
terminar con la formación moral de la conciencia. Una teoría del desarrollo moral de la
sociedad no puede estar aislada de la teoría del desarrollo del soporte fundamental de
la conciencia, como es el cerebro. El conocimiento del cerebro no debe servir sólo para
saber qué hacen las neuronas y las sinapsis, sino sobre todo para aplicar la teoría del
cerebro de las personas con el objetivo primordial de mejorar la calidad de la atención
de las enfermedades que afectan a estas personas y, sobre todo, la calidad de la
educación de las mismas. La teoría del psiquismo, la salud y la educación que ya debe
tomar en cuenta que las limitaciones en la formación de las personas, y el consecuente
desarrollo de la sociedad, no son únicamente por alguna deficiencia de los métodos o
los contenidos de las teorías médicas, psicológicas o pedagógicas, sino derivadas del
desconocimiento de lo que realmente somos los hombres. Y este conocimiento
tampoco no puede quedar aislado de una teoría ética de la historia; porque nuestro
cerebro no tiene por qué ser ignorado siendo como es el soporte de toda forma de
actuación social de la personalidad, precisamente en el curso de esta historia.
Buscar una integración abstracta de la neurociencia natural con la psicología y la
sociología naturales, como herencia de la metafísica especulativa, queda como un
saber por saber; cuando lo que realmente necesita un país como el nuestro es una
ética abstraída de la historia y de la teoría del sujeto que debe tender un doble
sustento: la teoría de lo psíquico y la teoría de la sociedad. Es interesante que una
teoría científica social del cerebro pueda estar en mejor posición para superar toda
suerte de dualismo acerca de la mente; dualismo que ha sido, es y sigue siendo la
fuente de las todas las mayores contradicciones en que nos hemos formado y dentro
de las cuales vivimos, y si no, como plantea Wulff, consideremos los grandes
problemas de salud tratados en dos campos separados: la salud del cuerpo y la salud
de la mente. La cuestión es que una vez explicada la conciencia a base de lo que
realmente es nuestra sociedad, no quedan sino pocos pasos para explicar los procesos
esenciales de nuestra existencia individual, y los verdaderos objetivos de nuestro
propio trabajo dentro de esta sociedad.

BIBLIOGRAFÍA BÁSICA
1. Ortiz CP (1994) El Sistema de la Personalidad. Orión, Lima.
2. Ortiz CP (1998) El Nivel Consciente de la Memoria. Universidad de Lima.
3. Ortiz CP (2002) Lenguaje y Habla Personal. Fondo editorial, UNMSM, Lima.
4. Ortiz CP (2004) Cuadernos de Psicobiología Social 1. Introducción a una Psicobiología del
Hombre. Fondo Editorial, UNMSM, Lima.
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personal. Fondo Editorial, UNMSM, Lima.
6. Ortiz CP (2006) Introducción a la Medicina Clínica II: El Examen Psicológico Integral.
Fondo Editorial de la UNMSM, Lima
7. Ortiz CP (2007) Ética Social. Centro de Producción Editorial, UNMSM, Lima.
8. Ortiz CP (2008) Educación y Formación de la Personalidad. Fondo editorial de la
Universidad de Ciencias y Humanidades, Lima.
9. Wilson EO (2000) Sociobiology. The New Synthesis. Harvard University Press,
Massachusetts.
10. Wulff R (1999) The two cultures of medicine: objective facts versus subjectivity and
values. Journal of the Royal Society of Medicine; 92(11):549-552).
NEUROLOGÍA
LA NEUROLOGIA EN LA PRACTICA MEDICA GENERAL

En el presente artículo pretendemos demostrar que se hace necesario diseñar un plan,


una guía práctica, que permita al médico general, al médico no especialista en Neurología,
actuar frente a un problema clínico de ésta especialidad, frente a los desórdenes del sistema
nervioso, de tal modo que su actuación sea el comienzo de un proceso gradual de atención
médica tendiente a prevenir o resolver los problemas de salud que afectan a un paciente, a la
familia o a una comunidad.

No creo que sea demasiado ambicioso pretender que un manual de esta naturaleza,
pueda permitir al mismo neurólogo diseñar una estrategia en la educación médica de la
especialidad, que le facilite la enseñanza de la Neurología a quienes no van a ser neurólogos.

Disponer de un manual de procedimientos que facilite la “administración” de la


atención de los problemas clínicos, es una necesidad perentoria para mejorar la calidad de los
servicios médicos del país, para racionalizar la asistencia médica progresiva de los pacientes,
más aún en la situación de crisis, de subdesarrollo, de pobreza y de carencia de recursos que
nos afecta a casi todos los peruanos.

Algo de historia.- La Neurología surgió de la práctica médica de los internistas, en la


primera mitad del siglo XIX. Gracias a la importancia que ellos dieron a los trastornos y
enfermedades del sistema nervioso, se logró una práctica diferenciada que, al igual que otras
especialidades médicas, dio origen a la especialidad neurológica. Sin embargo, dado que las
afecciones del cerebro, muy frecuentemente producen alteraciones mentales y emocionales,
en poco tiempo la práctica neurológica se unió a la práctica psiquiátrica, talvez con un mayor
énfasis en la investigación clínica, que en la solución de problemas de salud mental de la
comunidad.

En el presente siglo, el surgimiento de la alta tecnología primero en la Neurocirugía y,


mucho más tarde, la instrumental del diagnóstico, determinó el aislamiento de la especialidad
y la restricción de la actividad especializada al campo de las enfermedades neurológicas raras,
crónicas y de alguna “seriedad”, con el objetivo no oculto de investigar el modo de funcionar y
la estructura del sistema nervioso. Esta tendencia, se vio reforzada por décadas, debido a la
carencia de procedimientos terapéuticos para estas enfermedades, así como la ausencia de
objetivos preventivo-promocionales en el campo de esta especialidad.

No sería de extrañar que dentro de este contexto, la enseñanza de la Neurología,


estuviese dirigida a mostrar y hacer conocer al estudiante todo un conjunto de enfermedades,
generalmente en fase terminal, que pronto le dejan con un tenue o manifiesto sabor de
insatisfacción e ineficacia, de modo que lo poco que se aprende, luego se desecha talvez con
toda razón. El exagerado anatomismo, dirigido a las localizaciones geométricas de la lesión
hizo perder el punto de que los síntomas cambian, evolucionan no sólo en días, sino en horas o
en años: desgraciadamente, como decía Sir G. Jefferson, “los tractos nerviosos en el paciente
no están pintados en rojo”, y no creo que sea un ejercicio mental útil, pensar más en la
neuroanatomía que en el alivio de los síntomas y la curación de la enfermedad.

En los últimos veinte a treinta años, una fuerte tendencia a integrar la Neurología a la
Medicina Interna, se ha visto reforzada por la creciente disponibilidad de métodos
terapéuticos, que necesariamente obligan al médico a actuar con rapidez y oportunidad, pues
en gran número de casos el aire de incurabilidad de la enfermedad neurológica es sólo
consecuencia de un diagnóstico tardío y de la aplicación de un tratamiento cuando una lesión
reversible se ha tornado definitiva. De otro lado, un mejor conocimiento de todo un conjunto
de factores de riesgo, también obliga al médico y a todo profesional de la salud a intervenir
activamente en la prevención de enfermedades neurológicas, contribuyendo así a disminuir su
efecto en la alta morbilidad y mortalidad de éstas enfermedades una vez producidas.

La atención de la salud por niveles.- Es sabido que muchas personas consideran sus
jaquecas como dolores “normales”, y nunca se sintieron obligados ni siquiera a tomar una
aspirina. También sabemos que hay pacientes que, si bien sientas que algo anda mal en su
cabeza, jamás tendrán la oportunidad de solicitar ayuda médica, o bien porque no tienen
medios para llegar al sitio indicado, o bien porque tal sitio no existe ellos se atendrán con los
medios disponibles a su alcance, y probablemente se alivien igual.

También es cierto que hay quienes por un dolor banal de cabeza, pueden acceder al
mejor especialista. No cabe duda, que estos ejemplos tienen en común un aire de
irracionalidad que debe obligarnos a recapacitar y por lo menos intuir alguna forma de superar
los desniveles.

Efectivamente, muchos administradores de la salud ya se han preocupado por esta


situación. También los economistas de la salud han visto que esta irracionalidad significa un
costo muy alto para el paciente, su familia y para las instituciones públicas de salud.

Respecto de cada especialidad, la Neurología entre ellas, se supone y a veces se repite


con insistencia, que le corresponde la atención de tercer y cuarto nivel. Esta es una sobre
simplificación que evade el problema real.

La realidad es que, dentro del proceso de atención de la salud, hay actividades propias
de cada especialidad que son de carácter promocional, otras de carácter preventivo, otras
naturalmente de recuperación y otras de rehabilitación. Ello no significa que solamente el
neurólogo tenga que realizar tales actividades; por el contrario y complementariamente
significa que todo médico debe hacer lo mismo, dentro de las limitaciones propias de su
especialidad.

Igualmente, dentro de los diferentes niveles de atención médica en los puestos,


centros o policlínicos periféricos, en los hospitales zonales, regionales o generales, en los
hospitales especializados y en los institutos, se presentan problemas de cada especialidad. En
condiciones normales, el paciente no tiene por qué saber a qué centro debe acudir en primera
instancia. Él puede acudir al más cercano o al más periférico. Lo importante es que el médico
debe saber a dónde referir el paciente, según criterios preestablecidos. En otras palabras, no
todo problema clínico neurológico requiere atención de tercer nivel o del especialista. Hay
problemas que pueden y debe resolverse en el primer o segundo nivel de los servicios
médicos. Y de hecho, estos problemas son los más frecuentes, los que más afligen a la
población, los que más disminuyen la productividad individual o colectiva. También son los
problemas que menos necesitan de exámenes o tratamientos sofisticados, Son los que más
requiere de un conocimiento cercado de los problemas de la familia y del trabajo. Solamente
requieren del médico habilidad para obtener una anamnesis integral y realizar un adecuado
examen clínico para orientar y referir al paciente donde mejor convenga. De otro lado, son los
problemas que la comunidad debe conocer y encarar mejor: por ello la labor educativa del
médico, orientada a la promoción de la salud, está más en manos del médico general que del
especialista.
-Integración de la Neurología y la Medicina Interna.- Este nivel de integración es una
de las metas educacionales que se propone alcanzar por lo que menos en algunas de nuestras
Facultades de Medicina, como parte de las modernas tendencias a revertir la excesiva y casi
innecesaria división del trabajo médico, sobre todo en los niveles primero y segundo de los
servicios médicos de salud. Sin negar la importancia de la especialidad en los niveles tercero y
cuarto, es pues preciso formar un médico con una concepción integral de los problemas de
salud, que le permitiera encararlos desde la perspectiva del bienestar de la persona, antes que
de la estrecha y unilateral visión de los cambios patológicos de la enfermedad.

Además, debe considerarse que en las salas de operaciones o de cirugía, también hay
problemas neurológicos, como los hay durante el embarazo, y que decir durante el
nacimiento, y el desarrollo del niño de un lado, y la involución de la senescencia, de otro. En
todas estas áreas de trabajo médico, las peculiaridades de los problemas neurológicos, solo
ocasionalmente requieren de la ayuda del especialista. Un conocimiento del manejo de estos
problemas por parte del médico tratante obligan a una concepción más integral de toda la
Medicina, antes que a una visión parcelar de la misma, desde las etapas más iniciales de la
formación del médico.

-Necesidad de una administración de la atención médica.- Es sabido y todos tenemos


la experiencia, que así como la enseñanza de la Medicina, los textos médicos presentan los
problemas clínicos como totalidades acabadas, como si el conocimiento y dominio de las
enfermedades fuese similar o igual para todos los médicos. Como W. B. Matthews ha
señalado, los textos sirven más para pasar los exámenes que para atender pacientes. Con ello
no queremos desmerecer la función que cumplen, pero de hecho creemos que algo falta en la
manera como presentan el conocimiento que es preciso analizar. Desde el punto de vista
práctico, por ejemplo, no se establecen diferencias respecto de qué clase de problemas deben
ser atendidos por el médico general, cuales por el especialista no-neurólogo, cuales por el
neurólogo clínico, cuales por el neurólogo (súper) especialista. Tampoco establecen, frente a
un sólo determinado problema clínico, que rol le compete al médico general, al especialista,
etc.; es decir, no establecen según el momento de la enfermedad, qué es lo que debe hacer,
hasta donde debe llegar o cual es el límite de su actuación, o cuales son los criterios de
referencia a otro nivel de atención médica.

Si se concibe, por ejemplo, que la enfermedad cerebrovascular es todo un proceso que


se inicia en cualquier momento de la vida del paciente en la forma de factores predisponentes
o de riesgo; que éstos llevan al establecimiento de un estado patológico de vasos, sangre o
corazón; que pueden presentarse después de factores desencadenantes que llevan a la
isquemia o la hemorragia; que luego se desencadena una serie de cambios tisulares que llevan
al cuadro clínico del ataque; que durante éste, la lesión original puede nuevamente desatar
una seria sucesiva de “complicaciones”; que al final puede quedar distintas formas y grados de
secuela; todo este largo proceso nos muestra claramente que la atención de cada uno de sus
estadios es claramente diferente al de los otros y que no pueden estar en manos de un solo
médico. Se requiere en consecuencia de una correcta “administración” de la asistencia médica,
entendida en su aceptación más amplia. Lo que se requiere es la adecuada separación de los
roles de cada profesional o de un mismo profesional en cada uno de los estadios del proceso
salud-enfermedad.
Aunque en gran medida la separación de roles profesionales y criterios de atención por
niveles o estadios, depende de la organización de los propios servicios de salud – públicos o
privados – mientras ella no esté disponible, tienen que ser los propios profesionales quienes
asuman responsabilidades adecuadas en cada parte del proceso y establezcan para sí los
criterios más convenientes para atender mejor cada caso individual, la familia o la comunidad.
En todo caso, es perfectamente factible una “organización de los servicios médicos” en torno a
cada problema clínico. Para ello es conveniente partir de la primera manifestación de la
enfermedad, del síntoma inicial o del cuadro de presentación original. En torno a ello, puede
diseñarse todo un proyecto con orientación tanto “retrospectiva” como “prospectiva”,
entendida aquélla como el conjunto de medidas promocionales y preventivas del problema
clínico que se trate, y la segunda, como el conjunto de medidas tendientes al tratamiento de
las condiciones curables, que a su vez prevengan las afecciones ulteriores, consecuencia de las
mismas.

Definimos pues la administración de la atención médica, como el conjunto de criterios


preestablecidos que norman el procedimiento de ayuda asistencial al paciente y la comunidad.
Estos criterios, fijan las funciones, atribuciones y actividades del médico en cada nivel de
atención; fijan las condiciones materiales, de instrumental, de insumos y medicamentos
apropiados para los centros asistenciales propios de cada nivel. Como consecuencia de lo
anterior, será más fácil prever que clase de problemas clínicos pueden ser atendidos en cada
nivel de los servicios médicos del país, teniendo en cuenta el grado de complejidad del
problema y las condiciones asistenciales del centro de salud correspondiente.

NEUROPSICOLOGÍA

VER

El problema de la personalidad en NeuropsicologÍa

EN PERSONALIDAD
NIVELES DE
ORGANIZACIÓN
NIVELES DE ORGANIZACIÓN DE LOS SISTEMAS VIVOS

Actividad Tipo de información Codificación de la información


Sistema Individuo Estructura
vivo
V Ser humano Humano Psiquismo Personal Psíquica consciente: En redes neurales
(Adulto) humano= 1.Sentimientos laminares de la
Psiquismo 2.Conocimientos corteza cerebral
social= 3. Motivaciones
Personalidad
IV Ser humano Animal Psiquismo Psíquica Psíquica inconsciente: En redes neurales
(Al nacer), superior animal 1.Sensaciones laminares de la
primates psíquicas corteza cerebral
hasta los afectivas
reptiles 2. Sensaciones
psíquicas cognitivas
III De los insectos Orgánico Organismo Funcional Neural En redes neurales
a celentéreos nucleares y ganglionares.
II Espongiarios Tisular Tejido Metabólica Metabólica En proteínas y péptidos
I Bacterias Celular Célula Reproductiva Genética En ácidos nucleicos
0 Molecular Física Química Ninguna información En ninguna estructura

Tipo de Tipo de
Nivel Individuo Estructura Actividad
Información Codificación
Psíquica En redes de
V. Personal Persona Personal
consciente tipo neocortical
En redes de
Psiquismo Psíquica Psíquica
IV. Humano tipo
humano humana inconsciente
paleocortical
En redes de
III. Orgánico Organismo Funcional Funcional
tipo nuclear
En la matriz
II. Tisular Tejidos Metabólica Metabólica
intercelular
I. Celular Células Reproductiva Genética En los genes
0. Físico Moléculas Fisicoquímica No existe No existe
NEUROPSICOLOGÍA
EL ROL DE LAS NEUROCIENCIAS EN LA EXPLICACION DE LA ACTIVIDAD
PSIQUICA (1984)

La dicotomía cuerpo-alma, o mejor, la relación cerebro-mente, es un problema filosófico que no


deja de ser fundamental en la explicación científica de los fenómenos psíquicos. Enfocado desde
el punto de vista de esta explicación, es un problema de deslinde entre el objeto de la neurología
y el de la psicología, tal como lo es entre los de la psicología y la sociología. Las soluciones
propuestas van desde una tajante separación –tal como la que separa espíritu y materia dentro
del idealismo–, hasta una total identificación –como puede verse dentro del materialismo
primitivo–.
En vista de esta aparentemente insoluble contradicción, veremos, en primer lugar, si es posible
una clara delimitación del fenómeno psíquico como diferente de los fenómenos neurales y
vitales de un lado, y de los sociales, de otro. Luego intentaremos dar una visión global del
universo en que vivimos, para finalmente señalar cuál es en realidad el rol de las ciencias
particulares en la explicación de ciertos fenómenos naturales en general, y de las Neurociencias
en particular.
A diferencia de la física, la química, la biología y aún de la neurología, la psicología y la
sociología –las dos ciencias particulares que se ocupan de los niveles más recientes, tal vez
finales o ulteriores de los sistemas naturales– aún no han precisado con la suficiente claridad el
objeto de su estudio. Sin embargo, cabe señalar desde ahora que, en general, los límites entre los
objetivos de cada ciencia particular, no son ni podrían ser claramente definibles. Por ejemplo, no
existe un límite preciso entre las moléculas orgánicas más complejas que serían el objeto de la
química, y las partículas virales que son objeto de estudio de la biología: partículas subvirales
de varios grados de complejidad se sitúan entre ellas. Los distintos grados de complejidad de
los sistemas nerviosos de los animales es otro ejemplo. Otro tanto puede decirse de los procesos
que se dan dentro de un sistema natural. ¿En qué momento, por ejemplo, podemos decir que tal
o cual reacción química han devenido en un proceso biológico? También es sabido que la
transmisión sináptica, que es un proceso definidamente neurológico, no es el único modo de
transmisión de señales en el sistema nervioso y que son posibles muchos otros mecanismos no
estrictamente neurales.
Si tomamos como objeto de estudio de la psicología la conciencia, la mente o la personalidad,
dejaríamos de lado el estudio de la actividad psíquica de los animales, así como los fenómenos
parciales de la actividad psíquica del hombre, como la discriminación del brillo en la percepción
visual. En consecuencia, podemos comprender que entre la más simple orientación de la
conducta de un animal inferior y la representación simbólica capaz de orientar
intencionalmente la conducta personal del hombre dentro de su organización social, existe toda
una escala de variaciones. Una escala que se repite intraindividualmente cuando comparamos
la simple respuesta de un músculo a su estiramiento fásico hasta los niveles más altos de la
organización del pensamiento.
En vista de estas dificultades tal vez sería mejor que al intentar precisar el objeto de estudio de
una ciencia no se trate de establecer qué clase de fenómenos son los que pertenecen a su campo
de estudio, sino más bien señalar qué aspecto de un determinado fenómeno debe ser
examinado, analizado y explicado por dicha ciencia. Así, respecto a la psicología, se ha sugerido
(Galperin, 1976) que esta ciencia no tiene como objetivo el estudio de todos los fenómenos
psíquicos, sino de aquel aspecto del fenómeno que es determinante de la orientación del sujeto
en base a una representación de la finalidad de su acción. Según este principio, el pensamiento,
por ejemplo, tiene aspectos que la psicología debe estudiar, pero también tiene otros que
pueden ser estudiados por la neurología, la lógica, la historia, etc.
En otras palabras, se tiene la impresión de que si bien es posible que cada ciencia particular sea
capaz de delimitar intuitivamente su propio objeto de estudio, no le será fácil, sin embargo,
ubicarse dentro del contexto general de la ciencia, a no ser que se tenga una visión del objeto
global o total de las ciencias naturales.
Creemos que, para entender mejor el rol de las neurociencias en la explicación de la actividad
psíquica, es necesario empezar por precisar qué clase de fenómenos son posibles de observar y
explicar en el universo en general. Con esta finalidad es conveniente partir desde “muy atrás”,
desde el mismo universo como objeto de estudio de la ciencia natural. Como objeto de ciencia,
considérase el universo como una totalidad dentro de la cual existen regiones donde la materia
se ha organizado gradual y progresivamente en moléculas, células, organismos y sociedades,
como expresión de una tendencia opuesta a la propensión destructiva de la materia hacia
estructuras cada vez más simples o menos ordenadas.
Se puede, en consecuencia, representar mentalmente el universo como un sistema aislado y,
dentro de él, sistemas abiertos, en los cuales es posible encontrar jerarquías de procesos (estados
y cambios de estado) que van desde aquellos donde el desorden es mayor, hasta aquellos donde
el orden es más; desde sistemas relativamente más elementales, hasta sistemas relativamente
más complejos; desde niveles donde el intercambio energético es más importante, hasta niveles
donde el intercambio de información es lo fundamental. En los sistemas más ulteriores o
recientes, los procesos informacionales son parte y consecuencia de una cada vez mayor
complejidad en la organización de sus elementos. Estos sistemas tienen, en consecuencia,
niveles de complejidad que pueden diferenciarse entre sí, por lo menos conceptualmente. Así,
dentro de esta jerarquía de sistemas relativamente aislados como objeto de estudio de las
Ciencias Naturales, debemos definir la naturaleza y límites de las estructuras (estados) y de los
mecanismos (procesos o cambios de estado) que caracterizan a los elementos de cada nivel.
De este modo, la estructura del universo la imaginamos como una jerarquía de sistemas, en
cada uno de los cuales las características observables de su propia estructura y de los procesos
que tienen lugar en él, tienen, por así decirlo, aspectos inherentes a su propio nivel, pero que de
ningún modo excluyen las estructuras y procesos de los niveles precedentes. De otro lado, sobre
la estructura de un determinado nivel y en la regulación de los procesos que le son propios, los
mecanismos de retroalimentación procedentes del nivel siguiente o ulterior influyen de tal
modo que se garantiza el desarrollo y estabilidad del sistema.
Dentro de este esquema, el objeto de cada ciencia particular es la descripción de las
características estructurales de un sistema de determinado nivel, así como la explicación de los
mecanismos de los procesos que ocurren dentro del mismo, como diferentes de la estructura y
de los procesos de los sistemas precedentes menos complejos, y de los sistemas siguientes más
complejos.
Así por ejemplo, al nivel de los sistemas químicos, la química debe describir la estructura de las
moléculas y debe explicar el porqué de determinada reacción química, así como las condiciones
y consecuencias de ésta en tanto proceso puramente químico.
Del mismo modo, al nivel de los sistemas psíquicos, la psicología describe la estructura de la
actividad psíquica y explica el porqué de determinados procesos psíquicos, así como las
condiciones de su desarrollo, dinámica y aún de su posible finalidad, en tanto procesos
puramente psíquicos.
La neurología, como ciencia particular, también tiene como objeto de estudio estructuras y
procesos neurales –como neuronas, transmisión sináptica– que se comportan como si los
sistemas neurales hubiesen sido extraídos del conjunto de los sistemas naturales, para constituir
un sistema relativamente aislado que existe por sí mismo, observable en sí mismo, y por lo tanto
objeto de descripción y explicación neurológicas.
Con razonamiento similares, podemos pues delimitar el objetivo de estudio de la física, la
bilogía y, por qué no, del mismo modo, de la sociología. Entendemos que sólo sobre la base de
una concepción integral del modo como se han ordenado las categorías de los fenómenos
naturales, es posible la comprensión del papel explicativo de cada ciencia particular.
En términos lógicos podríamos definir cada nivel de los sistemas naturales como una clase de
fenómenos incluida, de un lado, en una superclase más compleja, y del mismo modo, cada clase
contiene subclases de fenómenos más elementales, y así a todo nivel. En consecuencia, podemos
concluir que cada ciencia particular está específicamente interesada en la explicación de una
clase de fenómenos, de la clase de un mismo nivel. Cada ciencia tendrá que ofrecer una
descripción y una explicación de los fenómenos de clase que estudia con hipótesis, modelos o
teorías del mismo nivel, usando, en otras palabras, construcciones teóricas que impliquen
conceptos de la misma clase, y no de otra.
Pero, como ya se ha señalado, la estructura del universo no es la simple suma de los
subsistemas que son objetos particulares de cada ciencia: como en toda estructura jerárquica, la
organización de la pirámide total implica la idea de que los procesos de un determinado nivel
incluyen a los del anterior o los anteriores. Es decir, para que pueda emerger una nueva
estructura de nivel siguiente, se ha requerido se establezcan ciertas relaciones entre dos o más
procesos del nivel anterior. Pero, al parecer, un proceso emergente sólo es observable cuando el
resultado de su actividad ha retroalimentado los procesos que le dieron origen.
Como puede verse en la pirámide espaciotemporal del universo más simplificada (fig. 1),
cualquiera de los niveles, incluye a todos los precedentes. Así, por ejemplo, el nivel de los
procesos psíquicos b1p, incluye procesos de los niveles neural, vital, químico y hasta el nivel
físico: esto quiere decir que toda la estructura encuadrada en bb1p0 conforma la estructura de
los fenómenos psíquicos, o son parte de la estructura psicológica. En otras palabras, un proceso
psíquico dado no es sino el resultado de la interacción o relaciones establecidas entre varios
procesos neurales en el curso del tiempo. Solamente la convergencia o integración de la
actividad de diferentes redes neurales en un sistema nervioso dado, pueden dar origen a un
proceso psíquico. Este proceso psíquico, sin embargo, es inobservable en tanto no sea parte de
un proceso de nivel más ulterior, es decir, parte de un proceso social. A su vez, al generarse un
proceso social, la información de retroalimentación que controla el proceso psíquico, no sólo
modifica el curso de los procesos de este nivel, sino incluso los de niveles más anteriores,
especialmente los neurales, de modo que, en algún momento, la actividad social por sí sola
puede considerarse como causal de algunas modificaciones en el sistema nervioso del animal, y
por supuesto del hombre.
Es obvio, de otro lado, que al producirse ciertas relaciones entre redes neurales para conformar
los sistemas funcionales que generan un proceso psíquico, obviamente que la emergencia de un
fenómeno psíquico no determina la desaparición de la actividad neural que es su base o
fundamento. Por lo tanto, todo proceso psicológico es el resultado de la interacción neural: a
nivel neural interactúan impulsos nerviosos que constituyen los códigos neurales de la realidad
y de la actividad de orientación: el modelo de la realidad y la propia actividad orientadora
constituyen procesos ulteriores que, como datos de la realidad, constituyen los procesos del
nivel psicológico. Puesto de un modo diferente, diremos que por tratarse de sistemas
informacionales, el o los códigos que se procesan dentro de un determinado sistema funcional
neural, también reflejan la realidad: el proceso
neurológico es la codificación misma, mientras que, a nivel psicológico, la estructura psíquica
que emerge es el modelo mismo, el reflejo de la realidad codificado neuralmente.
Igualmente, cada alternativa que anticipadamente se planifica como actividad orientadora de la
acción encaminada a resolver una situación o a modificar la realidad que ha sido reflejada, está
codificada neuralmente. Pero, en todo caso, el código neural así como existe por sí mismo,
también es diferente al plan o programa que codifica.
Una vez puestos en marcha modelos y programas psíquicos, estos se estructuran y desarrollan
en el tiempo, como si fuesen procesos autónomos, influyendo retroactivamente sobre el curso
de los procesos neurales antecedentes, creándose una circularidad que, como veremos, hace
difícil o imposible que un observador casual pueda diferenciar que nivel fue antecedente o
consecuente del otro.
Ésta es pues una visión panorámica del universo que debemos observar y explicar. De este
panorama, el observador debe extraer, por así decirlo, un determinado fenómeno, es decir,
ciertas características observables que le permitan construir un modelo mental de su estructura,
seguir el curso de ciertos sucesos que aparecen dentro de esta estructura, y explicar los
mecanismos de estos procesos en base a modelos explicativos igualmente mentales, construidos
internamente y expresados luego en análogos, fórmulas o simples frases lógicas que constituyen
el cuerpo de su ciencia particular.
Las ciencias Naturales son pues conjuntos de modelos que describen y/o explican la estructura
espacial y los procesos que se suceden en el tiempo dentro de sistemas abstraídos de la realidad
total.
Psicólogos y neurólogos tienen entonces –lo mismo que químicos, biólogos y sociólogos–
modelos mentales de la realidad que ellos son capaces de abstraer. Una vez sistematizados estos
modelos, descripciones y explicaciones conforman un cuerpo de conocimientos, decimos que se
ha construido una ciencia, una ciencia particular para los fenómenos que a tales observadores le
interesan.
Ha sido y es posiblemente aún frecuente que cada científico esté sólo interesado en crear y usar
modelos científicos para explicar los fenómenos que sólo a él interesan. Si él ha clasificado
debidamente el nivel de procesos que debe estudiar, podriase decir que, en términos lógicos, su
ciencia particular sólo contendría modelos explicativos para los procesos de un solo nivel,
dígase psicológico o neurológico.
Este aislamiento del observador y de la explicación que abstrae del universo aspectos parciales
como objeto de estudio, es sin duda necesario, pero ha creado conceptos y lenguajes también
particulares que bien podrían compararse con los usados por otro observador científico. Quizás
esta posibilidad dio origen a los primeros intentos por unificar la ciencia. El papel del lenguaje
de las comunicaciones en general y de la cibernética en particular en ese intento ha sido juzgado
como fundamental.
Sin embargo, nuestro punto de partida, la estructura del universo, nos parece aún ¿más
fundamental, porque ella ofrece un esquema general de los fenómenos observables de la
naturaleza, acerca de los cuales el científico debe construir sus modelos, sus conceptos y
lenguajes.
Es aquí, sin embargo, donde volveremos al comienzo de nuestra ponencia: que, en general, los
límites entre los objetos de estudio de cada ciencia particular, infelizmente no son ni podrían ser
claramente definidos, por las razones ya expuestas.
Con todo, es posible que intuitivamente un observador particular abstraiga un fenómeno,
delimite su estructura y determine la clase de procesos que la constituyen, y que este nivel de
observación sea considerado como psicólogo, neurológico, físico, u otro cualquiera. Le será
posible entonces las otras subclases de fenómenos que forman parte del sistema
espaciotemporal al cual el proceso por él estudiado pertenece. Así, el psicológico, por ejemplo,
podrá encontrar que cada vez que emerge un proceso psíquico se dan también otros procesos
(neurológicos o biológicos, por ejemplo) como precedentes del fenómeno que observa. Al
mismo tiempo, constatará que este mismo fenómeno sólo es parte de otro más ulterior, o que da
origen a otros procesos más finales, como son los sociológicos. Si este observador particular,
tiene modelos explicativos o descriptivos de los procesos de estos otros niveles, podrá
establecer relaciones espaciales y/o temporales entre estos procesos con respecto al proceso
psíquico original: es entonces que diremos con toda propiedad, que está explicando el proceso
psíquico en términos sociológicos. Esto será más claro, si es que el observador ocasional juzga
que estas explicaciones son relevantes o son pertinentes para la explicación del fenómeno
psíquico que observa.
El mismo esquema conceptual nos permite recomponer la escala explicativa de las ciencias
particulares, partiendo de la necesidad de explicar cada proceso dentro de una estructura de
determinado nivel. Es decir, un fenómeno natural de un determinado nivel o clase, no
solamente podrá ser explicado por la ciencia de su propio nivel, sino también por las ciencias
correspondientes a los niveles precedentes y siguientes.
Los puentes interdisciplinados que las ciencias particulares se tienden entre sí con la finalidad
de explicar procesos de un nivel con modelos de otro nivel, son en consecuencia nuevas ciencias
de alto poder explicativo. La fisicoquímica, la bioquímica, la neurobiología, y las mas jóvenes, la
neuropsicología y la psicología, son dichas ciencias interdisciplinarias que deben tener una
contraparte en sentido inverso cuando se trata de explicar ciertos procesos en sentido de
“delante hacia atrás”, como la sociopsicología y la psiconeurología.
Según estos supuestos, no existe pues la posibilidad de un reduccionismo, ya que las ciencias
naturales no tratan de establecer que todos los fenómenos son de la misma naturaleza –como,
por ejemplo, que los fenómenos psíquicos son sólo fenómenos neurales–. El poder explicativo
de las Neurociencias (Neuroanatomía, Neurofisiología y Neuroquímica) respecto a los
fenómenos psíquicos, no es pues un intento de asimilar la psicología hacia el campo de la
neurología. No se trata de reducir el fenómeno psíquico a los fenómenos nerviosos, ni de
asimilar la psicología a la neurología: de lo que se trata es de explicar neurológicamente los
procesos psíquicos, y no demostrar su inexistencia.
Estas presunciones, sin duda plantean el interrogante de si un mismo proceso –psíquico, por
ejemplo–, puede tener por lo menos tres clases de explicaciones, si estas son imprescindibles,
necesarias, o son solamente importantes; si una explicación puede ser pertinente en todos los
casos o sólo en algunos de ellos. Pero quizás la pregunta más importante sea si la explicación
por una ciencia de distinto nivel respecto de los procesos que corresponden a otro nivel, es
valida para el proceso en si mismo, o lo es para explicar el modelo que explica este proceso a su
propio nivel. Por ejemplo, los procesos de atención selectiva (procesos de nivel psicológico),
¿son directamente explicados por los mecanismos de inervación eferente, o, más bien, el modelo
de filtrado de la información propuesto para explicar dichos procesos atentivos
psicológicamente es el que se aplica por tales mecanismos fisiológicos?
Parece estar claro que cuando se trata de uniformizar los lenguajes de las ciencias, es difícil
escapar a la tentación reduccionista. Pero cuando el punto de partida es –como debe ser– la
Naturaleza misma, los fenómenos naturales que son los observables dentro del Universo en que
vivimos, dicha posibilidad es nula, porque sencillamente no podemos suprimir una u otra
categoría de fenómenos por el sólo hecho de tener una ciencia perfectamente unificada. Las
Neurociencias, así como describen y explican los procesos que ocurren en las regiones que
llamamos sistemas neurales, tiene modelos explicativos que bien pueden usarse para explicar
los fenómenos psicológicos, puesto que estos son consecuencia, efecto real de la actividad de
tales sistemas. Al explicarse neurológicamente un proceso psíquico, éste no desaparece: sólo ha
sido explicado. Y así como ciertos modelos psicológicos explican la ocurrencia de ciertos
procesos neurales, así la sociología puede ofrecer modelos explicativos de la actividad psíquica,
el resultado que emerge (de un sujeto o persona) retroalimenta necesariamente el proceso
psíquico que le dio origen.
Finalmente, no podríamos sostener que una explicación sea más o menos importante que otra;
lo que se pretende es más bien establecer, respecto a los fenómenos psíquicos, qué aspecto de
este fenómeno es mejor explicado o explicable en términos de modelos psicológicos de su
propio nivel, o en términos de modelos neurológicos, biológicos o sociológicos. Lo importante
es entonces poder decidir si ésta o aquella explicación es pertinente para dar cuenta de un
determinado proceso, en tales circunstancias y momento, o de una determinada clase de
procesos bajo ciertas condiciones o ninguna. Es pues, en ciertas circunstancias, que una
explicación neurológica es más pertinente que otra para establecer el por qué y el cómo de una
cierta clase de actividad psíquica. Ello no impide que esta misma actividad tenga su propia
explicación psicológica.
Bibliografía
Amosov, NM. La Modelación del pensamiento y de la Psique. Pueblos Unidos, Uruguay, 1967.
Craik, K. The Nature of Explanation. Cambridge University Press, Cambridge, 1957.
Chomsky, N; y otros. La Explicación en las Ciencias de la Conducta. Alianza Universidad, Madrid,
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Galperin, PY. Introducción a la Psicología: un enfoque dialéctico. Pablo del Rio Editor. Madrid, 1976.
Grenievski, H. Cibernética sin Matemáticas. Fondo de Cultura Económica, Mexico, 1965.
Harre, R. An Introduction to the Logic of the Sciences. Macmillan, Londres, 1957.
Novik, IB; Kasakovsev, BV; Gnedenko; y otros. Cibernetica: Ciencia y Práctica. Editorial Latauro,
Argentina, 1974.

¿TIENE NUESTRO CEREBRO ZONAS SIN FUNCIONAR? ( 1989)

Nadie dudaría de la importancia de cada uno de estos temas, aspectos o realidades comunes a
todo ser humano. Nadie duda que existen relaciones entre ellos: que el cerebro es la base
material del pensamiento, el lenguaje y la personalidad. Que el lenguaje es el sistema de
comunicación natural más característico del hombre y que, si bien es función del cerebro, el
habla tiene su fundamento y origen en las relaciones sociales. Para completar el circulo, es
necesario adherirse a la noción básica, que la esencia humana es el conjunto de las relaciones
sociales, de modo que tanto la intencionalidad como la forma como se manifiesta la persona en
sus actos –y sus palabras– dependerán de la posición que cada individuo ocupa dentro de la
estructura social en un momento dado de su historia. Todo esto, sin embargo, no invalida el
hecho de que toda la organización interna de esos actos y palabras, dependen de la integridad
del cerebro humano.
Desafortunadamente los problemas de la ciencia no terminan con la precisión de los conceptos.
Estos son importantes como abstracciones generales, superiores, que dan sustento filosófico a la
ciencia misma. Pero se exige una explicación, y la explicación neurobiológica de la actividad
psíquica si bien ha avanzado como para sentirnos más seguros en el manejo clínico de múltiples
problemas, como el de la pérdida del habla o de los cambios en la personalidad por lesiones
cerebrales, es seguro que estamos sólo al comienzo de las investigaciones tendientes a una
explicación realmente valedera.
Es pues en el campo clínico donde algunas observaciones parecen ser muy importantes, y de
ellas podemos obtener algunas consideraciones de gran utilidad para comprender mejor el
comportamiento humano, especialmente su conducta social. Aquí nos referimos solamente a las
consecuencias que puede acarrear una lesión de los lóbulos frontales. Estos son las partes del
cerebro que se encuentran detrás de la frente y se extienden hasta cerca de la mitad del cráneo.
En lo que respecta a la actividad personal, puede suceder una de dos posibilidades: en unos
casos el sujeto se comporta como si hubiese perdido el interés por las cosas, se muestra
indiferente ante situaciones de su vida; pero en otros casos el paciente aparece como
desorganizado, incapaz de seguir las normas que son usuales en las relaciones interpersonales,
o inclusive incapaz de terminar o proseguir un trabajo productivo. En ambos casos, el paciente
parece haber perdido su capacidad intelectual; pero no es así. Si se le examina por medio de los
tests llamados de inteligencia, se podrá comprobar que las habilidades intelectuales se
mantienen. Algo así como si la persona fuera incapaz de usar su inteligencia. Recuerdo de un
joven estudiante de ingeniería que después de un traumatismo de la cabeza quedó en
condiciones tales que el mismo quería seguir estudiando y recordaba mucho de lo aprendido,
pero que una vez empezada una tarea le era imposible continuarla y menos terminarla.
Una observación sumamente importante es que muchos de estos pacientes parecen no tener
dificultades –o por lo menos éstas no son notorias– en condiciones usuales de la vida rutinaria
en la casa o con personas conocidas; pero en aquellas situaciones de carácter social, donde el
cumplimiento de las reglas sociales es obligatorio, o donde deben cumplirse con labores de tipo
productivo, que exigen fijarse un objetivo anticipado, allí es donde las deficiencias de la persona
se hacen más notorias.
Es como si faltase aquella capacidad de anticiparse a las consecuencias de su propia actividad
personal; como si faltase la capacidad para organizar el conjunto de actos que conducen al
cumplimiento de una obligación socialmente planificada.
Si bien a partir de estas observaciones se pueden sentar varias hipótesis sobre el modo cómo
funciona el sistema nervioso respecto del habla y la organización de la personalidad, todas ellas
giran alrededor de dos comprobaciones importantes: 1. Que los lóbulos frontales del cerebro
que en el hombre han alcanzado un volumen muy grande en comparación con los animales son
importantes en la organización de aquellos actos –especialmente el trabajo productivo– a través
de los cuales se manifiesta la personalidad humana. 2. Que el lenguaje desempeña un rol muy
decisivo en la organización de estas formas de conducta social.
Es interesante señalar en este contexto, que algunos investigadores con mentalidad biologista
especularon sobre el hecho que en algunas culturas la mayor parte de sus individuos se
comportan como si “no tuvieran” lóbulos frontales: algo así como los niños que no siguen con
facilidad las órdenes de sus mayores que usualmente son verbales. Señalaban como
características individuales la poca capacidad productiva, su poco respeto por las normas, no
acatar las leyes o no cumplir con la palabra empeñada. Por supuesto que si observamos la
conducta de algunas personas conduciendo su automóvil por las calles de nuestra ciudad,
cuando observamos una multitud asaltando un ómnibus para viajar; la falta de respeto por las
“colas” (que independientemente de la situación actual son necesarias) y, lo que es más
llamativo, nuestra “natural” tendencia a no planificar nada; todo ello abonaría a favor de una
teoría semejante: los seres humanos en los países subdesarrollados tendrían características
biológicas propias que explican su propia condición de subdesarrollados. Sin embargo, esta
aventura del pensamiento es sólo una verdad a medias. Lo que puede suceder es que por efecto
de las mismas condiciones sociales en que nos educamos y actuamos, aún tenemos extensas
zonas del cerebro sin funcionar: están allí a la espera que cambien las condiciones sociales tan
favorablemente que sea factible la utilización de todo nuestro potencial biológico, cerebral.
Dentro del sistema actual, parece que tal posibilidad está fuera de nuestro alcance.

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