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Marcos Singer
06 de agosto de 2023
1 Hambre de Sustento y Sentido
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Código civil y religioso que recoge las discusiones rabínicas sobre leyes judías, tradiciones, costumbres,
narraciones y dichos, parábolas, historias y leyendas.
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La respuesta al dilema puede intuirse a partir de una segunda historia (Telushkin, 1992):
Un rabino que debe dirimir el litigio de una pareja que está a punto de divorciarse
(Telushkin, 1992). Primero le da la palabra al esposo, que relata desde su punto de
vista todos los méritos que él hizo y las faltas de su esposa. Al final del relato el rabino
dice:
— Tú tienes toda la razón…
A continuación, le da la palabra a la esposa, quién relata desde su punto de vista todos
los méritos que ella hizo y las faltas de su esposo. Al final del relato el rabino dice:
— Tienes toda la razón…
Lamentablemente para el rabino, su esposa Sara lo estaba escuchando desde otra
pieza, y muy contrariada lo llama y le dice:
— Pero qué mal rabino eres tú Moishe. Primero escuchas al esposo, te cuenta una
historia, y le das toda la razón. A continuación, le das la palabra a la esposa, que te
cuenta otra historia totalmente contradictoria con la primera, y tú le das a ella toda la
razón. ¿Cómo es posible que ambos tengan la razón si están totalmente en
desacuerdo?
El rabino la escucha atentamente, y le responde a su esposa:
— Tienes toda la razón…
El hecho de que dos planteamientos contrarios puedan ser igualmente verdaderas va en contra
de la lógica de Aristóteles para el cálculo abstracto. Pero en la compleja realidad del mundo
social sí pueden darse lo que Isaiah Berlin (1909-1997) denomina “verdades contradictorias”.
En el caso de la situación del oso y los dos amigos, el valor de la libertad de correr para salvar
la propia vida es contradictorio con el principio de equidad de que ambas vidas son
invaluables y por ende hay que preservarlas ambas, o ninguna. Esto ya lo había intuido
Platón, explicando que si la sociedad es justa el pastor más esforzado ganará más dinero. Si
es libre —si el pastor quiere— podrá heredarle a su hijo la riqueza acumulada. Ello conducirá
a que la sociedad deje de ser equitativa, pues habrá quienes nacerán ricos y quienes nacerán
pobres. Es decir, los principios igualmente verdaderos de justicia, libertad y equidad son, en
la práctica, incompatibles.
Como veremos, la visión individualista y la colectivista son simultáneamente verdaderas y
contradictorias. La tesis de este texto es que la política y el management se basan en manejar
ambas visiones de manera traslapada.
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Por ello, la única manera de vivir en sociedad es que los individuos sacrifiquen un número
de libertades y se sometan a un gobierno central o Leviatán, capaz de castigar a los
ciudadanos que reniegan de éste (Hobbes, 1668).
Esta línea “hobbesiana” tiene un origen muy anterior, y se ha preservado —con matices—
hasta nuestros días. En el Viejo Testamento de la Biblia, el leviatán es Dios, quien debe
civilizar a un pueblo. Si algunos de los diez mandamientos ordenan “No matarás”, “No
robarás” y “No cometerás adulterio” es porque seguramente la gente mataba, robaba y
cometía adulterio. Además de prohibir la acción, había que prohibir la sola voluntad, por lo
cual el último mandamiento es “No codiciarás los bienes ajenos. No codiciarás la casa de tu
prójimo; no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su sierva, ni su buey, ni su
asno, ni nada que sea de tu prójimo”.
El liberalismo supone que las personas respetan la ley; es decir no matan ni roban. Pero no
exige mucho más que eso. El propio interés, y el de la familia más cercana, es el centro de la
motivación de acuerdo con Milton Friedman y la Escuela de Chicago, que le ha dado forma
al capitalismo moderno. Desde el punto de vista político, se relacionan más con los partidos
de derecha, que en general promueven la privatización de la educación, la salud y la seguridad
social. En las empresas, esta filosofía se identifica con el progreso personal, la carrera
profesional, los incentivos por desempeño y otras formas de retribución individuales.
La crítica más común a esta visión es su falta de épica. Ver a la persona como un ser aislado
lo empequeñece. En una entrevista, Margaret Thatcher dijo: “There is no such thing as
society”, es decir, “No existe la sociedad”. Ella agrega: “Hay individuos hombres y mujeres
y hay familias, y ningún gobierno puede hacer nada excepto a través de las personas, y las
personas se cuidan primeramente a sí mismas”. Fue así como racionalizó el sistema de
seguridad social británico y redujo los subsidios que sostenían a la industria del carbón. Esto
la enfrentó violentamente a los sindicatos y otras organizaciones.
Según Mario Vargas Llosa (2018), sus ideas finalmente prevalecieron en el Reino Unido.
Pero son contrarias a muchos de los “movimientos sociales” actuales. Al menos en Chile, el
respaldo que gozan las consignas de “educación gratuita” o “pensiones dignas garantizadas”
subrayan la responsabilidad que tiene la sociedad en asistir a los más vulnerables. Las ideas
contrarias de privatización de la educación y de ahorro previsional individual casi no tienen
defensores manifiestos en la arena política. Quienes comparten las ideas “políticamente
incorrectas” de Margaret Thatcher están en general callados; más bien se dedican a darle
viabilidad al cumplimiento de tales demandas sociales, con el objeto de que no terminen
haciendo quebrar al Estado.
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Esta imagen se repite en múltiples películas, tales como Pocahontas, Spirit y Moana, y
recientemente en Avatar. En todas se muestra cómo se defiende, y de alguna manera triunfa,
una forma de vida primitiva y cercana a la naturaleza, frente a un invasor más desarrollado,
codicioso y destructivo. En Chile, el académico Gastón Soublette explica que la grandeza del
pueblo Mapuche radicó en que “defendían el paraíso”, con un tipo de hombre especial, con
una sabiduría especial. “La obra más valiosa creada por ellos, es que ellos pusieron el énfasis
en el hombre y no en las cosas”.
Para Rousseau las personas tienen hambre de sentido. En la situación del oso, defendería a
su amigo, movido por una ética que no responde a conveniencia, sino a la manera en que ha
sido educado. En vez de supervivencia, lo que le importa es la trascendencia del colectivo.
La persona es idealista; cree en un futuro mejor para todos, que se construye entre todos. Por
eso esta visión tiene una épica, un relato que invita a contribuir al bien de la sociedad.
Al igual que en las películas mencionadas, el gobierno se le entrega por consenso al
ciudadano más sabio, sin necesidad de coerción. Karl Marx denomina a este sistema de vida
como comunismo primitivo, donde no existe propiedad privada.
El Nuevo Testamento de la Biblia muestra una visión más “rousseauana” de la persona: sin
agresividad (“si te golpean en una mejilla ofrece la otra”), sin codicia (“den al César lo que
es del César”) y con amor (“amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento
mayor…”). Es el amor, no el temor a Dios, lo que hace a las personas respetar la ley.
Una encarnación moderna de este paradigma es el socialismo y otras posturas de izquierda.
Todas ellas promueven una visión colectiva; a nivel político, la sociabilización de la
educación, la salud y la seguridad social. Es decir, que sean derechos garantizados por el
estado. A nivel de las empresas, los beneficios deben ser para todos los trabajadores; no
solamente para unos pocos como lo promueven los sistemas de incentivos. De ahí que esta
visión se identifique con el movimiento sindical, cuyo fin explícito es defender al trabajador
de la codicia del empresario.
La tesis de que toda bondad humana proviene de nuestra naturaleza fue criticada desde un
principio. Por ejemplo, Voltaire (1694 - 1778) le escribió a Rousseau: “He recibido, señor,
vuestro nuevo libro contra el género humano; os lo agradezco. Nunca se ha utilizado tanto
ingenio en querer convertirnos en animales; dan ganas de andar a cuatro patas”. Si la gente
fuera tan noble, entonces merecería todos los derechos (comida gratis y vivienda gratis, entre
otros), pues espontáneamente haría buen uso de ellos. No se requeriría ningún control, porque
todas las personas responderían a la altura de sus responsabilidades. Funcionaría como lo
hace un panal de abejas: todas ellas contribuyen y se benefician del producto de su trabajo,
todo de manera espontánea.
Es muy debatible que un grupo social humano pueda sostenerse basado en la buena fe.
Recordando el egoísmo genético (Trivers, 1971), el caso de las abejas y otros insectos de
colonia es de extremos nepotismo: todas las abejas son clones unas de las otras, así es que al
trabajar o dar la vida defendiendo el panal se beneficia a sí misma. Pero los humanos tienen
su propia identidad, y por lo mismo intereses diversos. El mismo Lenin, que adscribía a la
visión utópica de Marx, declaraba: “es bueno confiar, es mejor controlar”. Muy pocas
empresas han logrado operar en base a la confianza; con notables excepciones tales como el
Grupo Semco de Brasil (Wherrett, 2009). También los Kibutz fueron una excepción (Ben-
Rafael & Topel, 2011). Nacieron en Israel a principios del Siglo XX; hoy son algo más de
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270. Eran comunidades de unos pocos cientos de personas, en que la propiedad era colectiva
y las autoridades se elegían democráticamente. En un principio se dedicaron a la producción
agrícola, pero con los años se industrializaron y diversificaron a otras industrias, llegando en
algunos casos a tener una cierta prosperidad económica. En la década de los ochenta
enfrentaron una profunda crisis, la cual los llevó a abandonar paulatinamente el modelo
colectivista hacia uno de propiedad privada. En la actualidad menos del 10% son
comunitarios; el resto se manejan de manera muy similar a cualquier empresa privada.
Mientras para Hobbes nuestra naturaleza es animal, para Rousseau es celestial. Para Hobbes
somos lobos amaestrados, para Rousseau somos ángeles caídos. Harari (2014) plantea que
se trataría de un viaje lineal, desde animales a dioses. En cualquier caso, siempre estamos en
un punto intermedio.
La primera escena de la película Disobedience, del director chileno Sebastián Lelio, muestra
una reflexión al respecto. En su homilía, el rabino de una comunidad ultraortodoxa explica
que los ángeles han sido creados perfectos y en su perfección siempre obedecen a Dios. Los
animales fueron creados con instintos ineludibles, así es que también obedecen a Dios.
Solamente las personas podemos desobedecer, porque podemos decidir apartarnos de la
bondad angelical y de los instintos animales. Esto se relaciona con lo que decía Oscar Wilde,
“la desobediencia es nuestra virtud original; es a través de la desobediencia que se ha
realizado todo el progreso de la humanidad”.
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Recordando el contexto histórico de Hobbes y Rousseau, podríamos concluir que la visión
más luminosa o sombría de la humanidad emerge de las circunstancias políticas que les tocó
vivir; el primero una sangrienta guerra, el segundo la relativa armonía política. También
emerge de la personalidad, que en gran parte se hereda genéticamente. La personalidad puede
representarse mediante un vector de cinco factores o dimensiones (Matthews et al., 2003).
Uno de estos factores es el de “Cordialidad, Amabilidad o Afabilidad”, que en un polo
corresponde a un individuo altruista, considerado, confiado y solidario, mientras que en el
polo opuesto corresponde a alguien egocéntrico, escéptico y competitivo. Si bien éste y los
otros factores de la personalidad pueden matizarse mediante la educación y la influencia
social, en su síntesis de la literatura científica Pinker (2003) señala que más o menos el 50%
de la influencia es hereditaria. El contexto social interactúa con la herencia genética. Por
ejemplo, en una situación de guerra caracteres más confiados y solidarios serán más
susceptibles de ser eliminados que caracteres escépticos y egoístas. Esta interacción hace
muy difícil distinguir entre la influencia externa y el componente hereditario del carácter, por
lo cual no está claro si se nace hobbesiano o rousseauano, o si más bien se construye, y en
qué medida.
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Por el contrario, la psiquis podría pensarse como un parlamento de varias personalidades.
Según Platón, el alma está compuesta por tres elementos: el deseo, el espíritu (o la ira) y la
razón. Sigmund Freud identifica tres actores: el ello (impulsos) el superyo (normas sociales)
y el yo (control consiente). Una versión más reciente de esta teoría se muestra en la película
Intensamente (Inside Out, 2015), en que la alegría, la tristeza, la rabia, el asco y el miedo se
disputan el control de las acciones de una niña de 11 años. Está basada en un modelo que
identifica un número de emociones básicas que, al igual que en la película, se disputan el
control del comportamiento (Ekman, 1999). Acá se cumple lo que prescribe David Hume:
“la razón es y debe ser solamente esclava de las pasiones [emociones]”. Como señala
Sigmund Freud (1856-1939), las emociones son los verdaderos motores del comportamiento;
la razón sólo actúa como una máscara.
La neurociencia está revelando que ciertas partes del “yo” están radicadas en diferentes
módulos del cerebro. Por ejemplo, McClure et al. (2004) muestran que mientras las
decisiones de largo plazo las evalúa la corteza, las de corto plazo las toma el sistema límbico.
Investigaciones tempranas sugirieron que el hemisferio izquierdo del cerebro funciona de
manera muy diferente al derecho. Mientras el izquierdo procesa metódica y secuencialmente
la información, el derecho lo hace de manera paralela y holística. El hemisferio izquierdo,
que controla el lado derecho del cuerpo, sería el ingeniero individualista; el hemisferio
derecho sería el hippie colectivista. El hemisferio izquierdo sería Hobbes; el derecho
Rousseau. Hace mucho que esta categorización ha sido desmentida; hoy sabemos que ambos
hemisferios funcionan de manera similar. Sin embargo, este mito ha sobrevivido (Taylor,
2009). Descartando su validez científica, podría servir como una metáfora de cómo estamos
divididos en dos personalidades; el peso de cada una de ellas depende de cada persona.
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instrumento de amenaza o détente en caso de que el rival no actúe como se espera (Schelling,
1960).
El actor-halcón razona como Karl von Clausewitz (1780-1831): “Muchas almas filantrópicas
imaginan [...] desarmar o derrotar al adversario sin excesivo derramamiento de sangre [...]
Ésta es una concepción falsa [...]”. Aunque al político-halcón le gustaría atacar de inmediato,
esto no es legítimo. Primero un “tonto útil” debe hacer un esfuerzo pacífico, que a ojos del
político-halcón no será tomado en serio por el rival. Con este pretexto la estrategia agresiva
tiene vía libre. En resumen, el halcón y la paloma se necesitan mutuamente. Interactúan
simultáneamente con el rival en canales paralelos, y la efectividad de uno se apuntala en la
del otro.
Nicolás Maquiavelo (1469-1527) conjuga en su obra la dualidad hobbesiana-rousseauana en
sus dos obras más importantes: El Príncipe y Discursos sobre la Primera Década de Tito
Livio. En la primera explica:
… el príncipe prudente […] no puede ni debe estar al cumplimiento de sus promesas
[…] me guardaría yo bien de dar tal precepto a los príncipes, si todos los hombres
fuesen buenos; pero, como son malos y están siempre dispuestos a quebrantar su
palabra, no debe el príncipe sólo ser exacto y celoso en el cumplimiento de la suya.
Esto lo enfatiza más adelante de la siguiente manera:
… si una persona desea fundar un estado y crear sus leyes, debe comenzar por asumir
que todos los hombres son perversos y que están preparados para mostrar su naturaleza,
siempre y cuando encuentren la ocasión para ello.
En cambio, en su obra Discursos sobre la Primera Década de Tito Livio presenta una postura
contraria, que el mismo Rousseau considera ser la que genuinamente identifica a Maquiavelo.
Y en cuanto a la prudencia y la estabilidad, afirmo que un pueblo es más prudente,
más estable y tiene mejor juicio que un príncipe. Y no sin razón se compara la voz
del pueblo a la de Dios […]
Acá él defiende la República como el mejor sistema de gobierno, donde existe la
participación y el respeto por los derechos de los ciudadanos. Sólo concibe la concentración
del poder en un dictador en casos de crisis y de manera temporal, luego de lo cual dicho
dictador debe rendir cuentas ante el pueblo.
En Ricardo Lagos, Presidente de Chile entre el año 2000 y el 2006, se observa esta dualidad.
Por una parte, se mostró como un líder americanista. En 2004 dijo respecto de Bolivia: “Y si
de diálogo se trata, ofrezco relaciones diplomáticas aquí y ahora”. Por otro lado, realizó una
de las inversiones militares más importantes de la historia del País. Adquirió diez aviones F-
16, dos submarinos, cuatro fragatas y 200 tanques Leopard, entre otro arsenal.
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La perspectiva dual hobbesiana-rousseauana puede observarse en el desarrollo de la teoría y
la práctica de la negociación. En la línea hobbesiana destacan algunos de los autores más
importantes de la Teoría de Juegos. De acuerdo al modelo que desarrolló John Nash (1928 –
2015), el acuerdo negociado resulta ser más conveniente para un jugador en tanto más riesgo
esté dispuesto a correr de que fracase la negociación (medido por su función de utilidad) y
mientras más conveniente sea su situación en tal caso. En otras palabras, mientras menos
necesite del otro, más conveniente es su posición. Este resultado es generalizado por Luce &
Raiffa (1957, pp. 129-132) mediante el concepto de fuerza negociadora o poder de
negociación, que es la capacidad de un negociador de obtener, a costa de los otros, una mayor
porción del bien en disputa. Esta capacidad depende de la fortaleza relativa de los
negociadores, de lo cual se desprende que la negociación es desecualizadora. En las
negociaciones entre países fuertes y países débiles, entre empresas grandes y empresas
pequeñas, entre personas pudientes y personas modestas, por lo general se da el llamado
efecto de San Mateo, inspirado en un pasaje de la Biblia (San Mateo, capítulo 13, versículo
12):
Pues al que tiene se le dará y andará sobrado; pero al que no tiene, aun lo que tiene se
le quitará.
La cita bíblica es correcta, pero está descontextualizada. Aparece como epílogo de la parábola
del sembrador, haciendo referencia a la fe, no a bienes materiales: a quien tiene fe se le dará
más fe, pero a quien no tiene fe aun ésta se le quitará. En la negociación, quien tiene más
termina mejor y quien tiene menos termina peor. Como decía Hobbes, el hombre es el lobo
del hombre.
La línea rousseauana de la negociación promulga exactamente lo contrario. Fisher, Ury &
Patton (2011) entienden la negociación en el contexto de una relación, y por ello no debe
conllevar a resultados destructivos. Se alejan de la visión ganar-perder y proponen la de
ganar-ganar, en la cual todas las partes deben quedar satisfechas.
Múltiples experimentos de negociación han mostrado una demanda innata de las personas
por justicia (Zwick & Chen, 1999), que limita el efecto de San Mateo. En un experimento
relacionado, llamado el Juego del Ultimátum, Henrich et al. (2001) reportan resultados en 15
sociedades primitivas de cuatro continentes. En todos los casos, si bien con diferente
intensidad, se da una predisposición a un resultado de ganar-ganar y un rechazo a escenarios
ganar-perder.
Panksepp & Beatty (1980) muestran algo similar para el caso de pares de ratas que juegan
repetidamente a la lucha cuerpo a cuerpo. Cuando una de ellas es 10% más grande que la
otra, gracias a lo cual vencería en todas las repeticiones, la proporción de victorias para la
más débil es de al menos 30%, o en caso contrario esta última deja de tener interés en jugar.
Al perecer, esta disposición a la ecuanimidad está de alguna manera preprogramada en
nuestra psiquis animal, por lo cual incluso en interacciones puntuales las personas limitan el
abuso de poder (Tompkinson & Bethwaite, 1995).
Tal como hemos visto, el hecho de que sean perspectivas casi contrarias no significa que una
y no la otra sea válida. Por el contrario; deben convivir en el mismo individuo pues se
necesitan mutuamente. El negociador rousseauiano necesita del hobbesiano para que la
contraparte no se aproveche de su candidez. El negociador hobbesiano necesita al
rousseauano para darle legitimidad y no exacerbar la inequidad.
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16
Índice
liberalismo económico, 2
Aristóteles, 3, 10
Maquiavelo, Nicolás, 12
Becker, Gary, 10 Marx, Karl, 8
Bentham, Jeremy, 2
Berlin, Isaiah, 3 Nash, John, 14
Biblia, 7, 8 negociación, 13
contractualistas, 6 Platón, 3, 11
probabilidad, 10
destrucción creativa, 2
Rousseau, Jean-Jacques, 6
economía social, 2
estoicos, 10 San Mateo
efecto de, 14
Freud, Sigmund, 11 Smith, Adam, 12
sociedad primitiva, 14
Hobbes, Thomas, 6 Sun Tzu, 11
Hume, David, 5, 11
Teoría
lenguaje, 3 de Juegos, 14
Leviatán, 7
ley natural, 6 von Clausewitz, Karl, 12
17