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ACUMULATIVO DEL I PARCIAL.

Total 40%

1.Lea los 4 evangelios de la Biblia. De cada Evangelio seleccione 5


versículos que hablen sobre el valor del amor, escríbalos textualmente y
cítelos.

Ejemplo. Si se pidiera versículos que hablen de felicidad.

“Felices ustedes cuando los injurien, los persigan y los calumnien de todo por
mi causa” Mt 5, 11.

Cuando no aparezca textualmente la categoría solicitada (en este caso


felicidad), se copia el versículo textualmente, se cita y luego se interpreta. En la
interpretación debe aparecer la categoría felicidad.

Ejemplo.

“Jesús se volvió y al verla dijo: ¡Ten ánimo, hija! Tu fe te ha sanado. Al instante


la mujer quedo sana. Mt 9, 22. La mujer al verse sana de su enfermedad sintió
una felicidad inmensa.

El trabajo de los acumulativo puede hacerse en grupos de 4, en parejas o


individual si lo desean.

2. Reflexión Filosófica.

Pasos para un ejercicio de reflexión filosófica.

Filosofar es analizar, reflexionar y explicar la razón de ser de las cosas. Para


un ejercicio de reflexión filosófica se utilizan 3 pasos fundamentales.

1. Analizar. Consiste en describir las acciones y valorando la participación de


los intervinientes en el caso, con sus propias palabras. (No copiar nuevamente
el texto)

2. Explicar. Consiste en una exposición de lo que representa cada categoría,


acción o participante, en relación con lo que ocurre en la vida real. Es decir,
una interpretación actualizada del hecho.

3. Reflexionar. Consiste en definir la enseñanza moral que deja el estudio del


caso. Toda sociedad posee una moral, es decir un conjunto de valores que se
va construyendo a través de su historia, que condicionan externamente al
individuo y lo obligan para su propio beneficio y el de todos, a comprender,
practicar e interesarse por los valores éticos fundamentales: distinguir el “bien”
y el “mal” o distinguir entre lo “debido”, lo “justo” y lo “injusto”, etc.
LECTURA PARA EL EJERCICIO DE REFELXIÓN FILOSOFICA

La lección de Pasteur

Hace ya mucho tiempo en Europa, en el último cuarto del siglo XIX, un hombre
de unos 70 años, viajaba en tren y aprovechaba su tiempo leyendo un libro. A
su lado viajaba un joven universitario que también leía un voluminoso libro de
ciencia. De repente, el joven universitario percibe que el libro que va leyendo el
anciano es La Biblia. Con descortesía y con mucha soberbia le pregunta:

-¿Usted todavía cree en ese libro lleno de leyendas, cuentos y mitos?

_Si por supuesto, le respondió el anciano, pero este no es un libro de cuentos


ni de leyendas ni de mitos, es la Palabra de Dios. ¿Usted cree que estoy
equivocado?, le preguntó con mucha prudencia el anciano.

_Claro que está equivocado, le respondió de manera arrogante y prepotente el


joven universitario. Creo que usted señor, debería dedicarse a estudiar ciencias
e historia universal. Vería como la Revolución Francesa, ocurrida hace más de
100 años, demostró la miopía, la estupidez y las mentiras que pregona la
religión. Solo personas sin cultura o fanáticas todavía creen en esas tonterías
de la Biblia. Usted señor debería conocer un poco más, es decir lo que dicen
los científicos acerca de esas cosas.

_El anciano entonces le pregunto. Dígame joven, ¿es eso lo que nuestros
científicos dicen sobre la Biblia?

_Mire señor, cómo voy a bajar en la próxima estación, no tengo tiempo de


explicarle, pero déjeme su tarjeta con su dirección, para que le pueda mandar
algún material científico por correo, así se ilustrará un poco, sobre los temas
que realmente importan al mundo.

El anciano entonces, con mucha paciencia, abrió con cuidado el bolsillo de su


abrigo y le dio su tarjeta al joven universitario. Cuando el joven leyó lo que
decía la tarjeta de presentación, salió con la cabeza baja y la mirada perdida
sintiéndose menos o peor que un diminuto insecto.

En la tarjeta de presentación decía: Profesor Universitario Doctor Louis


Pasteur, director general del Instituto Nacional de Investigaciones Científicas,
Universidad Nacional de Francia. El mayor placer de una persona inteligente,
es aparentar ser idiota, delante de un idiota que aparenta ser inteligente.

¿Cuál es su reflexión filosófica? Es decir, la enseñanza moral que le deja el


caso.
3. Ejercicio de aplicación sobre los elementos del conocimiento
intelectual.

4.Control de lectura sobre la síntesis de Laudato Si

Cuestionario

1. ¿Cómo afecta el calentamiento global la vida en la tierra?

2. ¿Por qué el medio ambiente es un bien colectivo?

3. Explique ¿por qué hay una raíz humana en la crisis ecológica?

4. ¿Qué relación existe entre ecología y crisis social?

5. ¿Como influye en el ambiente las decisiones políticas de los gobiernos?

6. ¿Por qué la riqueza cultural de la tierra está en peligro?

7. ¿Qué entiende por espiritualidad ecológica?

8. Explique ¿Por qué debemos luchar por un mundo mejor?

INDICACIONES.

Todos los trabajos acumulativos se tienen que entregar completos y en un solo


expediente. Fecha de recepción: En la semana antes de los exámenes.
Después de esa fecha no se reciben trabajos acumulativos. Es importante
desarrollar los valores de puntualidad y responsabilidad.

Resumen de la encíclica Laudato sí. Papa Francisco

Síntesis. En la naturaleza todo está interrelacionado. Los seres humanos –a pesar de


nuestra especificidad- no estamos fuera de la naturaleza, sino que formamos parte de
ella. El cuidado de la naturaleza, la justicia hacia los pobres y la paz interior son
realidades inseparables. Utilizar la naturaleza como objeto de uso y dominio lleva
consigo la exclusión de los pobres y nuestro propio empobrecimiento humano y
espiritual. Por otra parte, los cristianos tenemos una ineludible obligación hacia la
creación y sabemos, además, que Cristo, por su resurrección, envuelve
misteriosamente todas las cosas y las orienta a un futuro de plenitud.

CAPÍTULO I. Lo que le está pasando a nuestra casa

Estamos convirtiendo la tierra en un basurero. La contaminación es un problema


para la salud, especialmente de los más pobres, provocando millones de muertes
prematuras. Una solución meramente tecnológica es insuficiente y muchas veces
incluso contraproducente. Estamos convirtiendo la tierra en un basurero y las medidas,
cuando se toman, llegan demasiado tarde. La raíz del problema está en la cultura del
descarte. Esta cultura no afecta sólo a las cosas, sino también a muchos seres
humanos que son excluidos.

Calentamiento global. Los científicos están de acuerdo en que el calentamiento


global es un hecho de graves consecuencias. Estas consecuencias afectan
particularmente a muchos pobres ante la indiferencia general. Obligados a migrar, la
comunidad internacional no los reconoce como refugiados.

Muchos de quienes ostentan el poder económico o político observan indiferentes,


limitándose a enmascarar los problemas, sin atajar sus causas. Indicadores de la
situación actual son el agotamiento de los recursos naturales y el deterioro de la
calidad del agua. El agua se está convirtiendo en mercancía en manos de
multinacionales.

Avaricia e inmediatismo. La forma inmediatista de entender la actividad comercial y


productiva es fuente de depredación de los recursos naturales. Por nuestra causa,
miles de especies ya no darán gloria a Dios con su existencia. No tenemos derecho.
No sólo mamíferos y aves, sino también hongos, algas, gusanos, insectos, reptiles e
innumerable variedad de microorganismos necesarios.

Cuando únicamente se busca el rédito económico rápido, no se pone ningún interés


en la preservación de los ecosistemas. A largo plazo los daños son muy superiores a
los beneficios. Ejemplo de ello son las propuestas de internacionalización de la
Amazonia, las formas selectivas de pesca que desperdician gran parte de las especies
recogidas y el daño sufrido por muchas barreras de coral.

Todas las criaturas están interconectadas y cada una de ellas debe ser valorada con
afecto y admiración. Todos los seres nos necesitamos unos a otros. El ser humano es
también una criatura de este mundo. La degradación ambiental también nos afecta.
Una forma insana de vivir. El crecimiento económico no ha supuesto un verdadero
progreso integral. Vivir rodeados de cemento y ajenos a la naturaleza no es bueno
para el ser humano Existe una ruptura de los lazos de integración y comunión social.
El exceso de información dificulta la verdadera sabiduría que es fruto de la reflexión y
el encuentro entre personas. Además, una comunicación mediada por internet soslaya
los desafíos que implican las relaciones reales con los demás.
Los pobres son excluidos. El ambiente humano y el ambiente natural se degradan
juntos. Millones de personas resultan excluidas, invisibles para los medios de
comunicación. En lugar de ponerse en el lugar de los pobres y pensar en un mundo
diferente, algunos piensan que la única solución está en reducir la natalidad. La
inequidad no afecta solo a individuos, sino a países enteros. La deuda externa de los
países pobres se ha convertido en un instrumento de control. Sin embargo, durante
siglos, el Norte ha estado depredando recursos naturales en el Sur y esa “deuda
ecológica” no es reconocida.

El gemido de la hermana tierra se une al gemido de los abandonados del mundo. Un


clamor que nos reclama otro rumbo. Hay, sin embargo, demasiados intereses
particulares. El fracaso de las cumbres mundiales sobre medio ambiente se debe al
sometimiento de la política ante la tecnología y las finanzas. Hay más sensibilidad
ecológica en las poblaciones, aunque no alcanza para modificar los hábitos dañinos de
consumo.

Perspectivas de futuro. Es previsible que, ante el agotamiento de algunos recursos,


se vaya creando un escenario favorable para nuevas guerras. Los políticos, sin
embargo, carecen de amplitud de miras. Están cediendo ante el poder financiero que
no está dispuesto a perder ocasión de lucro. Hay, no obstante, ejemplos positivos en
algunos países.

Al mismo tiempo, crece una ecología superficial o aparente que consolida un cierto
adormecimiento y una alegre irresponsabilidad. Ante esta situación, están quienes
esperan que la solución venga de los avances tecnológicos. En el otro extremo, otros
piensan que el ser humano es en todo caso destructor de la naturaleza. Entre ambos
extremos, la reflexión debería identificar posibles escenarios futuros con objeto de
encontrar respuestas integrales.

No es misión de la Iglesia proponer soluciones concretas. Pero sí hay que decir que el
actual sistema mundial es insostenible porque hemos perdido de vista la finalidad de la
acción humana.

CAPÍTULO II. El misterio del Universo

Naturaleza y creación. Para la tradición judeocristiana, decir “creación” es más que


decir “naturaleza”. La naturaleza suele entenderse como un sistema que se analiza,
comprende y gestiona. La creación, en cambio, es vista como un regalo de Dios.
Realidad iluminada por el amor que nos convoca a una comunión universal. Por otra
parte, el pensamiento judeocristiano desmitificó la naturaleza. Esto nos permite
terminar hoy, con el mito moderno del progreso sin límites.

La libertad humana puede hacer su aporte inteligente hacia una evolución positiva. Sin
embargo, puede también agregar nuevos males, nuevas causas de sufrimiento y
verdaderos retrocesos.
Los seres vivos no son cosas. El ser humano implica una novedad no plenamente
explicable por la evolución. Consideramos al ser humano como sujeto y nunca puede
ser reducido a la categoría de objeto. Pero sería erróneo pensar que los demás seres
vivos deban ser considerados como meros objetos sometidos a la arbitraria
dominación humana. El ideal de Jesús está en las antípodas de semejante modelo.
El fin último de las demás criaturas no somos nosotros. El fin de todas las criaturas es
Dios. Con nosotros y a través nuestro avanzan hacia la plenitud trascendente donde
Cristo resucitado abraza e ilumina todo.

Ver a Dios en todas las cosas. El ser humano es imagen de Dios. Eso no debería
llevarnos a olvidar que todo el universo material refleja el amor de Dios. Ese amor
inspira en nosotros el deseo de adorar al Señor en todas sus criaturas y juntamente
con ellas. Todo es hechura de Dios y, por eso, todos formamos una especie de familia
universal. Esto no significa olvidar la especificidad del ser humano. Como tampoco
puede llevarnos a una divinización de la tierra.

Dignidad de la persona humana. Nuestra responsabilidad es cuidar de la creación,


no olvidando la dignidad de la persona humana. Es evidente la incoherencia de quien
lucha contra el tráfico de animales en peligro de extinción, mientras permanece
indiferente ante la trata de personas, se desentiende de los pobres o se empeña en
destruir a otro ser humano que le desagrada.

Cuando el corazón está auténticamente abierto a una comunión universal, nada ni


nadie queda excluido de esa fraternidad. El corazón es uno solo. La misma miseria
que lleva a maltratar a un animal no tarda en manifestarse en relación con el ser
humano.

Función social de la propiedad privada. Creyentes y no creyentes estamos de


acuerdo en que la tierra es una herencia común. Por consiguiente, todo planteo
ecológico debe tener una vertiente social. La tradición cristiana nunca reconoció como
absoluto o intocable el derecho a la propiedad privada y subrayó siempre su función
social. El medio ambiente es un bien colectivo, patrimonio de toda la humanidad y
responsabilidad de todos. Nadie puede apropiárselo en beneficio exclusivamente
propio.

Para que Dios sea todo en todos. Jesús estaba lejos de las filosofías dualistas que
más tarde desfiguraron el Evangelio. Jesús trabajó con sus manos, santificando de
este modo el trabajo. Pero el Nuevo Testamento no solo nos habla del Jesús terreno y
de su relación tan concreta y amable con todo el mundo. También lo muestra como
resucitado y glorioso. Esto nos proyecta al final de los tiempos, cuando “Dios sea todo
en todos” (1 Cor 15,28). De este modo, las criaturas de este mundo ya no se nos
presentan como una realidad meramente natural, sino incorporadas a un destino de
plenitud en Cristo.

CAPÍTULO III. Raíz humana de la crisis ecológica.

Es necesario reconocer la raíz humana de la crisis ecológica. Propongo que nos


detengamos en el paradigma tecnocrático dominante y en el lugar del ser humano y de
su acción en el mundo.

La tecnociencia bien orientada puede mejorar la calidad de vida del ser humano, pero
estos conocimientos científicos y sobre todo, el poder económico para utilizarlos
está en manos de muy pocas personas que tienen, de este modo, un dominio
impresionante sobre el conjunto de la humanidad y del mundo entero. Esto supone un
riesgo tremendo.

La tecnociencia como ideología. El problema fundamental es, sin embargo, más


profundo. El ser humano ha asumido la tecnología y su desarrollo como un paradigma
homogéneo y universal. De este modo se ha considerado la naturaleza como algo
informe y totalmente disponible para su manipulación. Esto ha llevado a la idea de un
crecimiento ilimitado que supone la mentira de una disponibilidad infinita de los bienes
del planeta.
La metodología y los objetivos de la tecnociencia se han convertido así en una
cosmovisión que condiciona la vida de las personas y el funcionamiento de la
sociedad. Esto ha vuelto contracultural elegir un estilo de vida con objetivos que
puedan ser, al menos en parte, independientes de la técnica y de su poder
globalizador y masificador. Por otra parte, la economía asume todo desarrollo
tecnológico en función del rédito, sin prestar atención a eventuales consecuencias
negativas para el ser humano.

Además, la especialización propia de la tecnología dificulta grandemente una visión de


conjunto. Esto tiene como consecuencia una enorme dificultad para ofrecer soluciones
globales. Por eso tampoco pueden reconocerse verdaderos horizontes éticos de
referencia.

Necesidad de ampliar horizontes. La cultura ecológica no se puede reducir a una


serie de respuestas urgentes y parciales a los problemas que van apareciendo en
torno a la degradación del ambiente, al agotamiento de las reservas naturales y a la
contaminación. Es necesaria una mirada distinta, ampliar horizontes, aunque la gente
ha dejado de confiar en un mañana mejor.
No obstante, la humanidad tampoco se imagina renunciando a las posibilidades que
ofrece la tecnología. Vivimos, además, acelerados y resulta difícil recuperar la
profundidad de la vida. Es necesaria una valiente revolución cultural. Recoger los
avances positivos y sostenibles y, a la vez, recuperar los valores y los grandes fines
arrasados por un desenfreno megalómano.

Antropocentrismo deshumanizante. El antropocentrismo moderno ha colocado la


razón técnica sobre la realidad. Una presentación inadecuada de la antropología
cristiana ha contribuido a ello, como si el cuidado de la naturaleza fuera cosa de
débiles. Que el hombre sea “señor” del universo no puede interpretarse como dominio
despótico, sino como responsabilidad.

Si el ser humano se declara autónomo de la realidad y se constituye en dominador


absoluto, la base misma de su existencia se desmorona. Dado que todo está
relacionado, tampoco es compatible la defensa de la naturaleza con la justificación del
aborto. Cuando el ser humano se coloca a sí mismo en el centro, termina dando
prioridad absoluta a sus conveniencias circunstanciales, y todo lo demás se vuelve
relativo.

Si no hay verdades objetivas ni principios sólidos, fuera de la satisfacción de los


propios proyectos y de las necesidades inmediatas, ¿qué límites pueden tener la trata
de seres humanos, la criminalidad organizada, el narcotráfico, el comercio de
diamantes ensangrentados o de pieles de animales en vías de extinción?
El trabajo es una realidad humana, no sólo económica. Cuando se daña la
capacidad de contemplar y de respetar, se crean las condiciones para que el sentido
del trabajo se desfigure. El trabajo es una necesidad, parte del sentido de la vida en
esta tierra, camino de maduración, de desarrollo humano y de realización personal.
En este sentido, ayudar a los pobres con dinero debe ser siempre una solución pro-
visoria para resolver urgencias. El gran objetivo debería ser siempre permitirles una
vida digna a través del trabajo.

El trabajo tiene valor en sí mismo. Dar dinero a los pobres debería ser algo puntual. A
los pobres hay que facilitarles que puedan ganarse la vida por sí mismos. Para que
ello sea posible, es imperioso promover una economía que favorezca la diversidad
productiva y la creatividad empresarial. De hecho, existe una gran variedad de
sistemas alimentarios campesinos que sigue alimentando a la mayor parte de la
población mundial con un gasto mucho menor de territorio y de agua. Una libertad
económica solo proclamada deteriora el acceso al trabajo y deja fuera a la mayoría.

La investigación. El Catecismo enseña que las experimentaciones con animales sólo


son legítimas «si se mantienen en límites razonables y contribuyen a cuidar o salvar
vidas humanas». No sería legítimo frenar la investigación, pero sí poner límites éticos
a una actividad humana que es una forma de poder que tiene muchos riesgos.

Es difícil emitir un juicio general sobre el desarrollo de organismos genéticamente


modificados (OMG). De hecho, las mutaciones genéticas también se dan en la
naturaleza de forma espontánea. Pero en la naturaleza estos procesos son muy
lentos. Se debería investigar de forma libre e interdisciplinar acerca del daño que
pueden causar los cereales transgénicos a los seres humanos.

Por otra parte, es preocupante que, cuando algunos movimientos ecologistas


reclaman ciertos límites a la investigación científica, no apliquen estos mismos
principios a la vida humana. Se suele justificar que se traspasen todos los límites
cuando se experimenta con embriones humanos vivos. Se olvida que el valor
inalienable de un ser humano va más allá del grado de su desarrollo.

CAPÍTULO IV. Una ecología integral

El medio ambiente. La ecología estudia las relaciones entre los organismos vivientes
y el ambiente donde se desarrollan. Cuando se habla de “medio ambiente” nos
estamos refiriendo a la relación que existe entre la naturaleza y la sociedad que la
habita. Esto nos impide entender la naturaleza como algo ajeno a nosotros, como un
mero marco de nuestra vida. No hay una crisis ambiental y otra social, sino una sola y
compleja crisis socio-ambiental.

Las distintas criaturas se relacionan conformando unidades mayores que hoy


llamamos “ecosistemas”. Dichos ecosistemas deben ser tenidos en cuenta por su valor
intrínseco y no solo para determinar su uso racional. Todo está relacionado y, por eso,
la salud de las instituciones de una sociedad tiene consecuencias en el ambiente y en
la calidad de vida humana. Además, lo que sucede en una región repercute sobre las
demás.

Una riqueza cultural que está en peligro. La ecología supone también el cuidado de
la riqueza de las distintas culturas, no sólo del pasado, sino muy especialmente del
presente. La actual economía globalizada tiende a homogeneizar las culturas. La
inmensa variedad cultural es un tesoro del que no podemos prescindir. Muchas
culturas están en peligro de extinción y ello es preocupante.
La desaparición de una cultura puede ser tanto o más grave que la desaparición de
una especie animal o vegetal. La imposición de un estilo hegemónico de vida ligado a
un modo de producción puede ser tan dañina como la alteración de los ecosistemas.

Es indispensable prestar especial atención a las comunidades aborígenes y sus


tradiciones culturales. Para ellos, la tierra no es un bien económico, sino don de Dios y
de sus antepasados que descansan en ella. Un espacio sagrado con el que interactuar
para mantener su identidad y sus valores. Cuando permanecen en sus territorios, son
ellos quienes mejor los cuidan. Sin embargo, en diversas partes del mundo, están
siendo despojados de sus tierras para dedicarlas a grandes proyectos extractivos y
agropecuarios que no tienen en cuenta su degradación.

Crisis social. A veces es encomiable la ecología humana que pueden desarrollar los
pobres en medio de tantas limitaciones. Para los habitantes de barrios muy precarios,
el paso cotidiano del hacinamiento al anonimato social que se vive en las grandes
ciudades puede provocar una sensación de desarraigo que favorece las conductas
antisociales y la violencia. Sin embargo, quiero insistir en que el amor puede más.

Dada la interrelación entre el espacio y la conducta humana, hace falta cuidar el


diseño de las ciudades de modo que se facilite nuestra sensación de arraigo. No sólo
los pobres, sino una gran parte de la sociedad sufre serias dificultades para acceder a
una vivienda propia. La posesión de una vivienda tiene mucho que ver con la dignidad
de las personas y con el desarrollo de las familias. Por eso, si en un lugar ya se han
desarrollado conglomerados caóticos de casas precarias, se trata de urbanizar esos
barrios, no de erradicar y expulsar.

La calidad de vida en las ciudades tiene mucho que ver con el transporte, que suele
ser causa de grandes sufrimientos para los habitantes. Pero, si las ciudades son
muchas veces deshumanizantes, no podemos olvidarnos de quienes viven en zonas
rurales. Allí donde muchas veces no llegan los servicios esenciales y hay trabajadores
reducidos a situaciones de esclavitud, sin derechos ni expectativas de una vida más
digna.

El propio cuerpo. La aceptación del propio cuerpo como don de Dios es necesaria
para acoger el mundo entero como regalo de Dios. Una lógica de dominio sobre el
propio cuerpo se transforma en una lógica de dominio sobre la creación. La valoración
del propio cuerpo en su femineidad o masculinidad es necesaria para reconocerse a sí
mismo en el encuentro con el diferente.

El bien común. El bien común presupone el respeto a la persona humana. También


reclama el bienestar social de forma especial de la familia, que es la célula básica de
la sociedad. Finalmente, el bien común requiere la paz social. Esta paz no se produce
sin una atención particular a la justicia distributiva. Toda la sociedad –de manera
especial el Estado- tiene la obligación de defender y promover el bien común.

En las condiciones actuales de la sociedad mundial, donde cada vez más personas
son descartadas, el principio del bien común se convierte en un llamado a la
solidaridad y en una opción preferencial por los más pobres. La noción de bien común
incluye también a las generaciones futuras. Desarrollo sostenible equivale a
solidaridad intergeneracional. Las predicciones catastrofistas ya no pueden ser
miradas con desprecio. A las generaciones futuras podríamos dejarles demasiados
escombros, desiertos y suciedad.

La dificultad para tomar en serio este desafío tiene que ver con un deterioro ético y
cultural que acompaña al deterioro ecológico. Muchos problemas sociales se
relacionan con el inmediatismo egoísta actual. No imaginemos solamente a los pobres
del futuro, basta que recordemos a los pobres de hoy, que tienen pocos años de vida
en esta tierra y no pueden seguir esperando.

CAPÍTULO V. Algunas líneas de orientación y acción.

Para abordar los problemas de fondo es indispensable un consenso mundial.


El movimiento ecológico mundial ha hecho ya un largo recorrido gracias al esfuerzo de
muchas organizaciones de la sociedad civil. Sin embargo, por falta de decisión política,
las cumbres mundiales sobre el ambiente no alcanzaron acuerdos ambientales
globales realmente significativos y eficaces.

El cambio climático. En lo relacionado con el cambio climático, los avances son muy
escasos. Algunas estrategias de baja emisión de gases contaminantes buscan la
internacionalización de los costos ambientales. De este modo se agrega una nueva
injusticia envuelta en el ropaje del cuidado del ambiente. La estrategia de la
compraventa de “bonos de carbono” puede dar lugar a una nueva forma de
especulación y no servir para reducir la emisión global de gases contaminantes.

Los países pobres necesitan tener como prioridad la erradicación de la miseria y el


desarrollo social de sus habitantes. También es cierto que deben desarrollar formas
menos contaminantes de producción de energía, pero para ello necesitan contar con la
ayuda de los países que han crecido mucho a costa de la contaminación actual del
planeta.

Por otra parte, hacen falta marcos regulatorios globales que impidan acciones
intolerables, como es el hecho de que países poderosos exporten sus residuos e
industrias altamente contaminantes a otros países. La protección de las áreas marinas
más allá de las fronteras nacionales continúa planteando un desafío especial. Es
intolerable que los países ricos exporten su contaminación a los países pobres.

Inmediatismo y corrupción de la política. Estamos en un escenario


de debilitamiento de poder de los Estados nacionales frente a los poderes financieros
internacionales. Por ello, es necesaria la maduración de instituciones internacionales
con poder sancionador. Las autoridades de estos organismos deberían ser designadas
equitativamente entre los gobiernos nacionales. Respondiendo a intereses electorales,
los gobiernos no están dispuestos a tomar medidas que puedan afectar al nivel de
consumo o pongan en riesgo inversiones extranjeras. La grandeza política se muestra
cuando, en momentos difíciles, priman los principios éticos sobre el interés y se actúa
buscando el bien común a largo plazo.

Mientras el orden mundial elude sus responsabilidades, la instancia local está


demostrando que es posible. Por ejemplo, en algunos lugares se están desarrollando
cooperativas para la explotación de energías renovables que permiten el
autoabastecimiento e incluso la venta de excedentes.

Es indispensable la continuidad, porque no se pueden modificar las políticas


relacionadas con el cambio climático y la protección del medio ambiente cada vez que
cambia un gobierno. Por eso, frente a la corrupción, es necesaria la presión de la
población que fuerce una decisión política.

La previsión del impacto ambiental de cualquier proyecto requiere procesos políticos


transparentes y consensuados. Esta transparencia es lo contrario de la corrupción,
que esconde el verdadero impacto ambiental a cambio de favores. Además, la cultura
consumista, que da prioridad al corto plazo y al interés privado, contribuye al
acortamiento de los trámites o a la falta de transparencia.

El estudio del impacto ambiental de cualquier proyecto debería ser siempre previo a su
desarrollo. En caso de duda, debería detenerse o modificarse. Esto no implica
oponerse a cualquier innovación tecnológica que permita mejorar la calidad de vida de
una población. Pero debería quedar claro que la rentabilidad no puede ser el único
criterio.

El poder financiero. Pensando en el bien común, necesitamos que política y


economía actúen unidas a favor de la vida, especialmente la vida humana. La
salvación de los bancos a toda costa, haciendo pagar el precio a la población, sin que
estas medidas vayan acompañadas de una reforma en profundidad del sistema
bancario, muestra el dominio absoluto de las finanzas. Este dominio llevará a nuevas
crisis después una larga, dolorosa y solo aparente curación.

Hay que insistir en que la protección ambiental no puede asegurarse solo en base al
cálculo financiero. La salvación de los bancos a toda costa, sin reformas en
profundidad, muestran el dominio absoluto de las finanzas.

Redefinir el progreso. Cuando se plantean estas cuestiones, algunos reaccionan


acusando a los demás de pretender detener irracionalmente el progreso y el desarrollo
humano. Sin embargo, tenemos que convencernos de que otro modo de producción y
desarrollo es posible. La diversificación productiva da amplísimas posibilidades a la
inteligencia humana para innovar, proteger el medio y crear más fuentes de trabajo.

De todos modos, hay que pensar también en detener un poco la marcha, en poner
algunos límites racionales e incluso en volver atrás antes que sea tarde. Por eso ha
llegado la hora de aceptar cierto decrecimiento en algunas partes del mundo de modo
que se pueda crecer sanamente en otras partes.

Es necesario redefinir el progreso. Los términos medios son sólo una pequeña demora
en el derrumbe. El discurso del crecimiento sostenible no es sino marketing. El
principio de maximización de la ganancia es una distorsión conceptual de la economía.
Mientras unos sólo buscan el rédito económico y otros conservar o acrecentar el
poder, el resultado son guerras o acuerdos espurios, mientras preservar el medio
ambiente o cuidar de los más débiles se torna irrelevante.

Más allá de la ciencia. No se puede sostener que las ciencias empíricas explican
completamente la vida, el entramado de todas las criaturas y el conjunto de la realidad.
Eso sería sobrepasar indebidamente sus confines metodológicos.
Por otra parte, cualquier solución técnica que pretendan aportar las ciencias será
impotente para resolver los graves problemas del mundo si la humanidad pierde su
rumbo. En todo caso, habrá que interpelar a los creyentes a ser coherentes con su
propia fe y a no contradecirla con sus acciones.
La mayor parte de los habitantes del planeta se declaran creyentes. Por ello debería
haber un diálogo interreligioso en torno al cuidado de la naturaleza y la defensa de los
pobres. Es imperioso también un diálogo entre las ciencias mismas. Finalmente es
necesario que los propios ecologistas dejen atrás sus diferencias ideológicas.

CAPÍTULO VI. Educación y espiritualidad ecológica.

El consumismo. El consumismo obsesivo es el reflejo subjetivo del paradigma


tecnoeconómico. Tal paradigma hace creer a todos que son libres mientras tengan
una supuesta libertad para consumir. La realidad es que, quienes en realidad poseen
la libertad son los que integran la minoría que detenta el poder económico y financiero.
Mientras más vacío está el corazón de la persona, más necesita objetos para comprar,
poseer y consumir. La obsesión por un estilo de vida consumista será el origen de
violencia y destrucción recíproca. Especialmente si sólo unos pocos se la pueden
permitir.
Un estilo de vida alternativo. Sin embargo, no todo está perdido. Un cambio en los
estilos de vida podría llegar a ejercer una sana presión sobre quienes tienen poder
político, económico y social. Ello nos recuerda la responsabilidad de los consumidores.
Se puede desarrollar un estilo de vida alternativo. Estamos ante un desafío educativo.
La existencia de leyes y normas no es suficiente a largo plazo. Para que la norma
jurídica sea efectiva, es necesario que la mayor parte de los miembros de la sociedad
la haya aceptado a partir de motivaciones adecuadas.

Una buena educación escolar en edad temprana coloca semillas que pueden producir
efectos a lo largo de toda una vida. Pero hay que destacar la importancia central de la
familia. La familia es el lugar de la formación integral. A la política y a las diversas
asociaciones les compete la concientización de la población. También a la Iglesia.

Una espiritualidad ecológica. Quiero proponer a los cristianos algunas líneas de


espiritualidad ecológica que nacen de las convicciones de nuestra fe. Lo que el
Evangelio nos enseña tiene consecuencias en nuestra forma de pensar, sentir y vivir.
Pero también tenemos que reconocer que algunos cristianos comprometidos y
orantes, bajo excusa de realismo, suelen burlarse de las preocupaciones por el medio
ambiente. Otros son pasivos y se vuelven incoherentes.

Vivir la vocación de ser protectores de la obra de Dios no es algo opcional, ni un


aspecto secundario para el cristiano. Sin embargo, no basta la conversión personal. La
conversión ecológica que se requiere, tiene que ser también una conversión
comunitaria. El creyente no contempla el mundo desde fuera, sino desde dentro.

La espiritualidad cristiana propone un modo alternativo de entender la calidad de vida


y alienta un estilo de vida profético y contemplativo. Es un retorno a la simplicidad que
nos permite detenernos a valorar lo pequeño. Agradecer las posibilidades que ofrece
la vida, sin apegarnos a lo que tenemos, ni entristecernos por lo que no poseemos.

La sobriedad que se vive con libertad y conciencia es liberadora. No es menos vida,


no es una baja intensidad, sino todo lo contrario. Debemos vivir el presente y valorar lo
pequeño. No es fácil desarrollar esta sana humildad, si excluimos a Dios de nuestra
vida, si nuestro yo ocupa su lugar.

La paz interior. Muchas personas experimentan un profundo desequilibrio que las


mueve a hacer las cosas a toda velocidad para sentirse ocupadas, en una prisa
constante que a su vez las lleva a atropellar todo lo que tienen a su alrededor. La paz
interior es una actitud del corazón. Es estar plenamente presente ante alguien, sin
estar pensando en lo que viene después. Consiste en entregarse a cada momento
como don divino que debe ser plenamente vivido. Una expresión de esta actitud es
detenerse a dar gracias a Dios antes y después de las comidas. Es la misma gratitud
que nos lleva a amar y aceptar el viento, el sol o las nubes, aunque no se sometan a
nuestro control.

La lucha por un mundo mejor. Hace falta volver a sentir que nos necesitamos unos a
otros, que somos responsables por los demás y por el mundo, que vale la pena ser
buenos y honestos. Cuando alguien reconoce el llamado de Dios a intervenir junto con
los demás en estas dinámicas sociales, debe recordar que eso es parte de su
espiritualidad, que es ejercicio de caridad y que de ese modo madura y se santifica.
No todos están llamados a trabajar directamente en la política, pero en la sociedad
existen muchas asociaciones que intervienen a favor del bien común preservando el
ambiente natural y urbano.

Encontrar a Dios en todas las cosas. El ideal no es sólo pasar de lo exterior a lo


interior para descubrir la acción de Dios en el alma, sino también llegar a encontrarlo
en todas las cosas En la Eucaristía lo creado encuentra su mayor elevación. En ella
está realizada la plenitud, y es el centro vital del universo, el foco desbordante de amor
y de vida inagotable. Unido al Hijo encarnado, presente en la Eucaristía, todo el
cosmos da gracias a Dios. El domingo, la participación en la Eucaristía tiene una
importancia especial. El domingo es el día de la Resurrección, el «primer día» de la
nueva creación.

Para los cristianos, creer en un solo Dios que es comunión trinitaria lleva a pensar que
toda la realidad contiene en su seno una marca propiamente trinitaria. Las Personas
divinas son relaciones subsistentes. Esto no sólo nos invita a admirar las múltiples
conexiones que existen entre las criaturas, sino que nos lleva a descubrir una clave de
nuestra propia realización.

María, la madre que cuidó a Jesús, ahora cuida con afecto y dolor materno este
mundo herido. Junto con ella, se destaca la figura de san José. Él cuidó y defendió a
María y a Jesús con su trabajo y su presencia generosa. Por eso fue declarado
custodio de la Iglesia universal. Él también puede enseñarnos a cuidar de este mundo
que Dios nos ha confiado.

La vida eterna será un asombro compartido, donde cada criatura, luminosamente


transformada, ocupará su lugar. Junto con todas las criaturas, caminamos por esta
tierra buscando a Dios. Él no nos deja solos, porque se ha unido definitivamente a
nuestra tierra, y su amor siempre nos lleva a encontrar nuevos caminos.

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