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Del Perejil al Misoprostol,


historia de los métodos
abortivos
A tres días de la votación por la media sanción de la Ley de
Interrupción Legal del Embarazo en la Cámara de Diputados, Marina
Do Pico historiza una práctica milenaria. "El aborto es tan antiguo
como la palabra escrita y sin embargo hoy, desde los sectores
conservadores, se busca instalar la idea de que las feministas
‘inventaron el aborto’ o que el deseo de libertad reproductiva es un
fenómeno moderno."

por Marina Do Pico

10/06/201829/01/2019
En septiembre de 1699, la ilustradora y naturalista alemana María
Sibylla Merian llegó a la Guayana Neerlandesa con una misión: pasar
allí cinco años documentando e ilustrando nuevas especies de insectos
y plantas. Divorciada y con dos hijas, María había vendido 255 de sus
pinturas para costear el viaje, convirtiéndose en una de las primeras
mujeres en realizar una expedición científica independiente. En el
libro que resultó de aquella expedición, María documentó cómo las
esclavas africanas e indias de la colonia usaban las semillas de una
planta (que ella identificó como flos pavonis) como abortivo. Escribió:
“Los indios, quienes son maltratados por sus amos holandeses, usan
las semillas [de esta planta] para abortar su descendencia y que no se
conviertan en esclavos como ellos. Los esclavos negros de Guinea y
Angola reclaman ser bien tratados, amenazando con rehusarse a
tener hijos… Ellos mismos me lo dijeron”.

María no fue la primera en describir las cualidades abortivas de


la flos pavonis, aunque tal vez haya sido la única en atribuirle
racionalidad al aborto y caracterizarlo como un acto político de
resistencia. Los dos naturalistas que la precedieron, en cambio, se
refirieron a las “malas intenciones de los negros que abortan su
descendencia” y a “la práctica culposa de evitar el embarazo por
hierbas”. A pesar de desaprobar su uso, los naturalistas notaron con
sorpresa que las mujeres esclavas usaban las hierbas con efectividad
y los brebajes “no destruían su salud”. Como hombres europeos de su
época, asumían que el aborto resultaba en la muerte. Pero, vale
preguntarse, ¿por qué asumían esto? ¿acaso en Europa las mujeres no
conocían métodos seguros para abortar?

En el relato de María se cristalizan una serie de problemáticas que


suelen ignorarse en el debate sobre el aborto: este es tan antiguo
como la palabra escrita y sin embargo hoy, desde los sectores
conservadores, se busca instalar la idea de que las feministas
“inventaron el aborto” o que el deseo de libertad reproductiva es un
fenómeno moderno. Muy por lo contrario, lo reciente no es la
existencia del aborto sino su criminalización: se trata de un proceso
que se desencadenó en forma paralela a los comienzos del
colonialismo y el capitalismo, cuando en Europa la libertad
reproductiva de las mujeres comenzó a ser vista como una amenaza
para los proyectos de expansión capitalista que requerían de una
población floreciente.

En su libro Eve’s Herbs: A History of Contraception and Abortion in the


West(Las hierbas de Eva: Una Historia de la Contracepción y el Aborto
en Occidente), John M. Riddle, un estudioso de la contracepción en la
Antigüedad, se hace la siguiente pregunta: “Si las mujeres solían
tener acceso a métodos efectivos de anticoncepción, ¿por qué este
conocimiento se les perdió con el comienzo de la
modernidad?”Efectivamente, hoy la capacidad reproductiva de las
mujeres está regulada por entes ajenos a ellas. Existe un
desconocimiento profundo del cuerpo femenino, en un contexto en el
que la mayoría de las mujeres no saben lo que son los emenagogos
(hierbas para provocar la menstruación) y se encuentran con una
serie de trabas para acceder a los servicios reproductivos más básicos.
Esto no siempre fue así. Previo a la modernidad, la anticoncepción
supo ser un arte femenino que combinaba hierbas, recetas pasadas de
generación en generación, prácticas y conocimientos ancestrales.
Algunos de los métodos más antiguos (de las que tengamos registro)
datan del 500BC. Los abortivos son parte de una cultura de medicina
herbal mantenida por mujeres por miles de años. En la medicina
popular germana se utilizaban orégano, tomillo, perejil y lavanda en
forma de infusión o supositorio; en Persia, canela, alhelí y ruda. La
raíz del helecho dentabrón era muy usado por mujeres francesas y
alemanas. Por gran parte de la historia, las mujeres realizaban estas
prácticas con la ayuda de curanderas, parteras del pueblo, o las
llamadas “mujeres sabias”. En 369 BC, Platón describía el poder de las
parteras en uno de sus diálogos: “Con las drogas y encantaciones que
administran, las parteras pueden traer los dolores de la labor de parto
o atrasarlas a su voluntad, hacer fácil un parto difícil y en una
instancia temprana, causar un aborto si así lo deciden”. El uso y
conocimiento de estos métodos era dominio casi exclusivo de mujeres.

Sin embargo, con los comienzos de la modernidad, las mujeres


empezaron a perder su autonomía y poder de decisión en estos
campos. La revolución científica y médica significó que las mujeres
fueran crecientemente excluidas de la medicina por requerimientos
de títulos universitarios a los que ellas no accedían. La posición de los
hombres de la ciencia fue reforzada por la Iglesia que, en un decreto
papal, afirmó: “Si una mujer se atreve a curar sin haber estudiado, es
una bruja y debe morir.” De esta manera, las parteras dejaron de
aprender y de prescribir. La caza de brujas fue efectiva en romper con
una cadena de conocimiento que se había enriquecido en su
transcurso milenario.

Riddle argumenta que la desvalorización de medicinas antiguas no se


trató tanto del desarrollo de una cosmovisión racional y científica sino
del desprecio de la elite por los conocimientos y saberes populares. En
1649, Nicolas Cullpeper escribía: “El Colegio de Médicos ha mantenido
a la gente en tal ignorancia que ya no deberían ser capaces de saber
para qué sirven las hierbas en sus jardines”. Esto resultó ser
escalofriantemente cierto. En Europa las mujeres de la realeza
ignoraban las propiedades abortivas de aquella hermosa planta
americana que adornaba sus jardines: la flos pavonis. La bajada de
línea de las instituciones de la época derivó en una especie de
amnesia colectiva que borró del corpus médico todo el campo de los
conocimientos anticonceptivos.

La restricción cada vez más fuerte empujó a las mujeres a recurrir a


drogas de efectividad y seguridad inciertas. Durante la era victoriana,
aquellas que buscaban un remedio a sus “problemas femeninos”
podían abrir el diario y elegir de una serie de píldoras y polvos.
Muchos venían con una advertencia, a modo de guiño: “No deben
usarse durante el embarazo”. En esta época hubo altas tasas de
envenenamiento y cuando la ley se percató de esta situación, en vez
de garantizar el acceso a abortivos más seguros, los restringió aún
más, volviéndolos cada vez más peligrosos. Entrado el siglo XX, las
mujeres habían perdido prácticamente toda la libertad reproductiva
de la que habían gozado desde al menos los comienzos del Imperio
Romano. La clandestinidad tuvo un efecto alienante: en vez de
abortar en red y con el apoyo y asesoramiento de otras mujeres, ahora
las mujeres abortaban solas, avergonzadas y de manera insegura.
Hoy en día el 40% de la población mundial vive en países en donde el
aborto es ilegal o está severamente restringido. La Organización
Mundial de la Salud estimó en 2008 que en el mundo ocurren cerca de
21.6 millones de abortos inseguros cada año, causando un
aproximado de 47.000 muertes. Para reducir ese número, la OMS puso
al misoprostol en su lista de Medicinas Esenciales. Existen cientos de
grupos y redes de mujeres que se organizan para brindar misoprostol
y asesoramiento en países donde el aborto aún es ilegal. Uno de esos
grupos, llamado Women on Waves, se vale de un barco para brindar
estos servicios reproductivos. El misoprostol representa una amenaza
tan grande que incluso se han llegado a usar tropas militares para
impedir el ingreso del barco a ciertos países. Dado este estado de
cosas, las mujeres se encuentran solas en la prisión legal de sus
cuerpos y el Estado se aferra a la llave que les abriría la puerta.





Comentarios
 #ABORTOLEGALYA
 FEMINISMO
Marina Do Pico

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