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CÓDIGO CIVIL - TEORÍA DE LA PRUEBA (Carlos Morales Guillen)

TITULO I

DE LAS PRUEBAS EN GENERAL

DISPOSICIONES GENERALES

ART. 1283.- (Carga de la prueba). I. Quien pretende en juicio un derecho, debe probar el hecho o hechos
que fundamentan su pretensión. II. Igualmente, quien pretende que ese derecho se ha modificado,
extinguido o no es válido, debe probar los fundamentos de su excepción.

Es cierto que la prueba supone una relación directa y constante -aunque no exclusiva ni excluyente- con
los procedimientos litigiosos que derivan de los conflictos de derechos mencionados en el art. 1281: si el
arte del procedimiento, dice Bentham (Pruebas Judiciales, cit. Bonnier), no es otra cosa que el arte de
suministrar las pruebas, el lugar natural de éstas es el Código de procedimientos, salvo algunos casos
especiales en que las reglas sobre la prueba son complemento indispensable de las reglas sobre el fondo,
como sucede, por ej., en punto a filiación (c.f. art. 181) o en punto a la presunción de la condonación (c.
c. art. 359). Mas, razones consideradas atendibles hasta ahora, explican el plan y el método seguidos por
el Código que, como cuerpo legal sustantivo, debe contener -se dice- los preceptos de fondo, dejando a
la ley procesal la reglamentación pormenorizada de los mismos. El Código, emplea para el caso 52 arts. y
prescinde seguir el ejemplo de tan conveniente condensación. Es más, el Código y su Procedimiento, tal
cual sus precedentes abrogados, contienen indistintamente, normas sustantivas y adjetivas, se repiten
innecesariamente en muchos puntos o presentan patente ausencia de concordancia y coordinación o
falta de correspondencia entre unas normas con otras, tal el caso, v. gr. de algunas especies de
juramento que el Código regula bajo ese nombre y el Procedimiento los ignora sustituyéndoles con la
llamada confesión provocada (art. 403, p.c.). (V. la anot. al art. 1324). Dentro del orden estructural
general, el plan de distribución de las materias adoptado en el Código, corrige notaria y adecuadamente,
en este punto, al Cgo. abrg. que, como su modelo francés, ajustado en esto ciegamente (Bonnier) al plan
de exposición de Pothier, presenta el grave defecto de incluir las reglas relativas a la prueba en la
materia general de la obligaciones, como si no tuvieran igual aplicación y tanta y tan inevitable relación
con los derechos de todas clases. Este argumento abona indudablemente el sistema que excluye del
Código civil las reglas concernientes a la prueba. Es más, actualmente, nuevas corrientes doctrinales
plantean la exclusión de las regulaciones correspondientes a la prueba, no sólo de los códigos civiles,
sino aun de las leyes procesales, para formar una disciplina independiente y metajurídica denominada,
tentativamente, derecho probatorio y que otros prefieren llamar heurística procesal general,
comprensiva lo mismo de la prueba de la heurística stricto sensu, vale decir, de una especialidad que
abarque todos los principios y técnicas, tanto de la averiguación como de la verificación (Muñoz Sabaté),
objetos centrales de la actividad probatoria, resumidos en la operación de hallar lo incierto
(averiguación) o de firmar lo cierto (verificación o comprobación). Mas, dentro del ámbito del derecho
positivo, además de las razones mencionadas anteriormente respecto de la inclusión de las reglas sobre
la prueba en los códigos civiles, ha de considerarse que tal inclusión subsiste todavía en el Código, como
en muchos otros de su género, respondiendo a una costumbre muy antigua, que parece no se quiere
abandonar. Prueba, en su aceptación común, es la acción y efecto de probar, cuya noción importa
demostrar de algún modo la certeza de un hecho o la verdad de una afirmación (Couture). Probar, es
establecer la existencia de la conformidad entre la idea que se tiene de la verdad y los hechos del orden
físico o del orden moral que se desea conocer (Bonnier). Probar vale tanto como procurar la
demostración de que un hecho dado ha existido, y ha existido de un determinado modo, y no de otro,
(Ricci). Prueba es la representación de un hecho y, por consecuencia, la demostración de la realidad (o
de la irrealidad) del mismo. Si el hecho no se prueba, según las reglas dadas al efecto por la ley, es como
si no existiese. La finalidad de la prueba es afirmar los hechos jurídicos, entendido este término en su
más amplia acepción: hechos naturales, hechos humanos y actos y negocios jurídicos. De la prueba de la
existencia del hecho, se deriva la prueba de la existencia y de la medida de los derechos, de las
obligaciones y, en general, de las relaciones jurídicas (Messineo). Las Partidas (3ª tít. 14 ley 12, cit. de
Scaevola), dan esta noción: prueba es aueriguamiento que se faze en juyzio en razón de alguna cosa que
es dubdosa. Nótese la similitud de esta definición de las leyes de Partida, con las dadas por el C. de
Proced. de 1832 (art. 257) y la Comp. de leyes procesales de 1878 (art. 158), que consideran prueba la
averiguación jurídica de la verdad o falsedad de la demanda. Para el quehacer de la práctica, parece más
aceptable la noción que da LópezMoreno: es la acción de evidenciar la realidad de un hecho y prueba
judicial es la acción de evidenciar un hecho o un derecho por los medios que la ley prescribe. La palabra
prueba -probanza en las leyes antiguas- se hace derivar del verbo latino probare, que significa probar,
patentizar, demostrar la existencia de una cosa. Trae su etimología, según unos autores, del adverbio
latino probe, que significa honradamente y se considera que obra con honradez quien pruebe lo que
pretende; según otros, de la palabra probandum, que significa recomendar, aprobar, experimentar,
patentizar, hacer fe, al tenor de varias leyes romanas. Por eso, se señala como juicio importante el que
se refiere a la prueba, cuando se dice probar es vencer (LópezMoreno) o cuando se destaca el efecto de
su ausencia con el aforismo latino nom apparere et non esse paria sunt (son iguales el no ser y el no
aparecer; cit. Scaevola). En el derecho angloamericano, las leyes sobre pruebas son llamadas law of
evidence y la prueba evidence (evidencia), palabra más exacta, dice López-Moreno, porque en realidad
se demuestra bien sólo lo que se ve. La evidence supone una certeza clara y donde no hay evidencia no
hay verdadera certeza, lo que vale decir que donde no hay certeza no hay prueba. La certeza -se dice- es
el conocimiento exacto de la verdad sin ninguna suerte de dudas, y tal certeza no se adquiere sino por la
evidencia. Parece algo redundante, pero tiene una notoria exactitud. La palabra prueba designa también
el resultado obtenido en la investigación de la verdad, abstracción hecha de los medios que se emplean
para alcanzarla. Se dice que se ha producido su prueba, cuando la realidad de un hecho es cierta (Planiol
y Ripert). En igual sentido Carnelutti, subraya el doble significado que en el lenguaje jurídico se atribuye a
la palabra prueba: como el objeto que sirve para el conocimiento de un hecho y, también, como el
conocimiento mismo suministrado por el tal objeto. El derecho puede ser objeto de prueba sólo cuando
se trata de la existencia de una ley extranjera (Chiovenda), lógicamente desconocida en el país por
consecuencia elemental de los límites jurisdiccionales de la soberanía. Aunque los medios de
comunicación actualmente hacen más y más raras las dificultades sobre la existencia de leyes extranjeras
(Planiol y Ripert), ellas fueran del territorio donde rigen constituyen una res facti (Giorgi). La cuestión ha
sido omitida en el Código y su Procedimiento, no obstante que éste (art. 555, caso 5) exige para la
ejecución de sentencias extranjeras demostrar (vale decir, probar), que ellas están ejecutoriadas
conforme a las leyes del país donde hubieran sido pronunciadas. El tratado de Montevideo sobre
Derecho procesal (art. 6º), también exige para la ejecución de sentencias entre los Estados signatarios -
como requisito necesario- copia auténtica de las leyes en que se funda la sentencia. El Derecho propio,
esto es, el nacional no es ni puede ser objeto de prueba, por razón del principio de que no se puede
alegar ignorancia de la ley, que se hace obligatoria desde su publicación (art. 81 Const.). Por eso,
recuerda Planiol, antiguamente era corriente oir en los Tribunales la admonición: Abogado probad el
hecho que la Corte conoce el Derecho. La actividad probatoria tiene grande significación práctica para el
convencimiento del magistrado y, por lo tanto, para la formación lógica de la decisión (sentencia), que
algunos autores consideran la prueba civil más que un método científico de investigación, una operación
semejante a la prueba matemática: es una verificación de la exactitud o el error de otra operación
anterior (Couture), proposición ya adelantada, en alguna manera, por Leibnitz (cit. Bonnier), quien al
referirse a que la aplicación a cada caso de los principios sentados por la ley es en gran parte un trabajo
de lógica, encomia el alcance de las producciones de los jurisconsultos romanos, que, según él, casi
igualan la exactitud de las demostraciones matemáticas. A los fines del Título, cuyo examen se inicia con
el de este art., se plantea varias cuestiones relativas a la actividad probatoria. Consisten ellas en
determinar qué es prueba; qué se prueba; quién prueba; cómo se prueba, y qué valor tiene la prueba
producida. La primera cuestión atañe al concepto de la prueba; la segunda a su objeto; la tercera a la
carga de la prueba; la cuarta al procedimiento probatorio y la quinta a su valoración o apreciación. Lo
concerniente al concepto, con sus generalidades, antecedentes históricos y datos comparativos
pertinentes, se ha dado en las precedentes consideraciones. El objeto de la prueba: qué se prueba, se
reduce a una fórmula: sólo los hechos contradictorios son objeto de la prueba: siempre que hubieren
hechos por probar, pero sin conformidad entre las partes... declara el art. 370 del p.c. Los juicios de puro
derecho (p.c. art. 354) no son objeto de prueba. Entre los hechos, no se prueban: a) Los que son
admitidos, que quedan fuera del contradictorio: frustra probatur quod probatum non relevat (en vano se
prueba lo que probado no aprovecha) dice el derecho justinianeo. b) Los que presume la ley, salvo
expresa admisión de prueba contraria, caso en el que se da la inversión de la carga de la prueba. c) Los
que son evidentes, como que la visión de las cosas se favorece con la luz diurna y se dificulta con la
oscuridad, v. gr. d) Los que se reputan normales; por ej., la defectuosa visibilidad nocturna, la solidez de
una construcción nueva, la lucratividad del acto de comercio, la capacidad generandi del presunto padre,
el valor obligatorio del consentimiento, etc., que no pueden ser objeto de prueba por normales y
constantes, a menos que se alegue lo contrario, extremo contradictorio que, de presentarse, es el que ha
de probarse. e) Los que son notorios (con las debidas restricciones), entre los que se consideran aquellos
que entran naturalmente en el conocimiento, en la cultura o en la información normal de los individuos,
en un conglomerado social y en un momento determinados (no supone generalidad en caso alguno), por
ej., obligarse a hacer o no hacer una cosa o a pagar cierta cantidad el día en que cambie el actual
gobierno; supone un hecho indudablemente notorio con relación al medio en que juez y partes actúan. f)
Las pruebas pertinentes y admisibles, con relación a los hechos controvertidos, también entran en la
consideración del objeto de la prueba; las primeras porque versan sobre las proposiciones y hechos que
son objeto de la controversia. En cuanto a las segundas, más en relación con los medios de prueba. La
clasificación de los hechos que deben probarse en constitutivos y extintivos, se considera estrechamente
limitada frente a la realidad casuísta de la práctica. La doctrina (Carnelutti, Couture) amplía este
encuadramiento, así: 1) Hechos constitutivos, ej.: el préstamo; 2) hechos extintitivos; ej.: el pago; 3)
hechos invalidativos; ej.: la falta de facultades del mandatario; 4) hechos convalidativos; ejs.: la
ratificación, la confirmación. Los problemas relativos a la carga, incluída su inversión, a los medios y a la
valoración de la prueba, tienen normas singulares propias, infra, con las cuales se les examina. La prueba
no sería una carga (onus = peso, carga) si el no verificarla no fuera fatal a la parte que está obligada a
probar y es conforme a la razón, como a la utilidad práctica de siempre, dice Bonnier, imponer el peso de
la prueba a quien afirma más bien que al que niega, porque para la ley, colocada en el terreno de la
lógica, establecer la prueba de un hecho negativo es casi imposible en la práctica, mientras la de una
proposición afirmativa es muy fácil. Ejemplifican estos conceptos, los antecedentes históricos de la
legislación de la prueba, siguientes: Per rerum naturam factum negantis probatio nulla sit (por la
naturaleza de las cosas, el que niega un hecho no necesita probar su negación; Codex, Lib. 4, tít. 19, ley
23). Ei incumbit probatio, qui dicit, non qui negat (compete la prueba a quien afirma, no a quien niega;
Digesto, Lib. 22, tít. 3, ley 2). Ab ea parte, quae dicit, adversarium suum ad eliquo iure prohibitum esse
especialiter lege vel Constitutione, id probare oportere (la parte que dice que se contrario está privado
de algún derecho expresamente por ley o constitución lo debe probar; Digesto, Lib. 22, tít. 3, ley 5).
Creditor, qui pecunian petit, numeratam implere cogitur; debitor, qui solutam afirmat, eius rei
probationem praestare debet (el acreedor que reclama una cantidad debe acreditar que la entregó; el
deudor que afirma haberla pagado debe probarlo; Codex, Lib. 4, tít. 19, ley 1). Naturalmente pertenece
la prueba al demandar quando la otra parte negare la demanda, o la cosa, o el fecho sobre la pregunta
que le faze (Partida 3ª, tít. 14, ley 1). Regla cierta de derecho es que la parte que niega alguna cosa en
juyzio no es tenudo de la prouar (P. 3, tít. 14, ley 2). Aquel que dize que dio, o pago algo a otri... es
tenudo de lo prouar... (P. 3, tít. 14, ley 6; todas las citas, de Scaevola). El precepto del art., sobre la carga
de la prueba, esto es, sobre a quien corresponde proporcionarla, reproduce el antiguo axioma: onus
probandi incumbit actori, reus in exipiendo fit actor. Esto es, el peso de la prueba recae en quien
demanda una determinada pretensión frente a otro, que debe probar los hechos en los cuales
fundamenta su demanda. El demandado puede limitarse a negarla, dejando toda la carga de la prueba al
demandante (ei incumbit probatio qui dicit, non qui negat). Mas, si el demandado alega hechos diversos
de los deducidos por el actor que, sin negarlos necesariamente, sean incompatibles con éstos y les
quiten eficacia, ya porque tengan carácter extintivo (v. gr. pago), impeditivo (v. gr. vigencia de plazo
pactado) o modificativo (v. gr. excesiva onerosidad sobrevenida), está obligado a probar su excepción
conforme a la segunda parte del axioma citado supra. Esta regla general, se modifica cuando concurre
una presunción legal (iuris tantum). El actor que tiene en apoyo de su demanda una presunción, está
dispensado del peso de la prueba. Igualmente, el demandado cuya excepción se funda en una
presunción (art. 1318, IV). Habida cuenta que la presunción da la cosa presunta como probada, la parte a
la cual se la opone no puede limitarse a negarla: tiene que probar su impugnación contraria a la
presunción (Ricci). Se produce una inversión del peso de la prueba, por ministerio de la ley, en todos los
casos de presunción en que expresamente admite prueba en contrario. Ejemplos: el deudor que tiene el
documento de crédito en su poder y opone excepción de pago, no está obligado a probar su excepción
(art. 359, II), cuyo peso se desplaza al acreedor que debe probar que no entregó voluntariamente ese
poseedor que ejerce actualmente la posesión (art. 88), que demanda a quien afirme tener derechos
sobre las cosa poseída para que se declare la inexistencia de tales derechos (art. 1455), desplaza el peso
de la prueba al demandado por efecto de la presunción del art. 88 que le favorece. La carga de la prueba,
importa, pues, una imposición y una sanción en sentido estrictamente procesal y no supone ningún
derecho del adversario (Couture), sino un imperativo del propio interés de cada litigante. Ya se anotó,
supra, el aforismo: es lo mismo no probar que no existir para quien incumple su parte en la fatiga
probatoria. La consecuencia se expresa gráficamente en otro aforismo: actore non probante reus
absolvitur, esto es, lleva consigo la denegatoria de su pretensión, o de su excepción

ART. 1284.- (Inversión de la prueba). Los acuerdos que inviertan o modifiquen la carga de la prueba son
nulos, excepto cuando los disponga o permita la ley

La inversión de la carga de la prueba (y no la inversión de la prueba), resulta cuando ella se desplaza


sobre la parte contraria a aquélla a la que normalmente incumbe. Cualquier pacto que tienda a modificar
o invertir esa carga es nulo. Excepto cuando lo dispone o permita la ley, dice el precepto, refiriéndose sin
duda a las consecuencias de las presunciones iuris tantum anteriormente explicadas. El Código modelo
(art. 2698), permite la inversión de la carga de la prueba pactada, cuando no se trate de derechos de los
que las partes no pueden disponer, o cuando la inversión o la modificación no tienda simplemente a
hacer a una de las partes excesivamente difícil el ejercicio del derecho.

ART. 1285.- (Medios de prueba). Son medios de prueba los que se establecen en el título presente así
como los señalados en el Código de Procedimiento Civil.

El art. da el principio general sobre la cuarta cuestión planteada supra: cómo se prueba, esto es, respecto
del procedimiento probatorio, que está establecido en el Título en examen y en la reglamentación
adjetiva del mismo (p.c. arts. 370 a 477). En la doctrina y en la práctica, se admite dos formas en la
actividad probatoria. Una que autoriza que ella se realice de manera libre, con una aportación
absolutamente abierta en cuanto a los medios y su desenvolvimiento. Esta forma ha sido adoptada en el
nuevo p.c. (art. 373) de la legislación procesal argentina. Admite medios probatorios que no están
limitados sólo a los legislados, sino que comprende los fijados aun por los principios morales. Se ha
exagerado, sin duda, la extensión del principio probationis non sunt coartandae (la prueba no se debe
restringir), que más tiene un sentido referido a garantizar el ejercicio del derecho probatorio. La otra
forma, concibe, por el contrario, un procedimiento de prueba reglamentado, que sólo admite los medios
legislados y un procedimiento ajustado a la regulación legal. Sistema que, a su vez, es admitido
expresamente por el art. 374 del p.c., que enumera los medios legales de prueba. Esta hibridación no ha
tenido desde la vigencia de los nuevos códigos -y es presumible que no la tendrá- cumplida aplicación y
el funcionamiento de cada medio de prueba, es la expresión particular de una institución sometida a una
reglamentación legalmente limitada y definida para su desenvolvimiento. Con medios de prueba,
únicamente los determinados por la ley y el juez no puede admitir otros (Ricci). Tanto el interés público
como el interés privado, hacen que la ley determine, taxativamente, los medios de prueba, porque si tal
determinación quedará abandonada al arbitrio judicial o al de las partes, imperaría la incertidumbre. El
procedimiento probatorio comprende principalmente la fijación de los puntos de hecho a probarse (p.c.
art. 371); su proposición u ofrecimiento (p.c. arts. 330, 331 y 379); su diligenciamiento (arts. 377, 378,
383, p.c.). Los autores antiguos señalan los medios de prueba con estos dos versos latinos (Scaevola).
Aspectum, sculptum, testis, notoria, scriptum, jurans, confesus, praesumptio, fama, probativus.
Subsisten en la legislación moderna, con expresa regulación, la inspección (aspectum), la testifical
(testis), el juramento (jurans), la confesión (confesus), las presunciones (praesumtio). No se enuncian ya,
por lo regular, la escultura (por lo tanto el dibujo o el grabado), la fama pública y la notoriedad. Sin
embargo, la primera puede encontrarse en algunas legislaciones expresadas en las tarjas o tallas, que
son señales que al propio tiempo se fijan en dos pedazos de madera de que retiene uno cada interesado
(Scaevola). La fama pública y la notoriedad se consideran, en alguna medida, en la prueba testifical. En el
Código, puede admitirse la reaparición de la escultura, asimilando al concepto las reproducciones a que
se refiere el art. 1312 del Código o el 439 del p.c. La fama y la notoriedad, pueden considerarse
admitidas dentro de lo dispuesto por el art. 442 del p.c. (peritaje especializado) o por el art. 445 del
mismo (tachas absolutas de testigos). En el c.f., el art. 182, dá prácticamente a la posesión de estado de
hijo matrimonial, carácter de fama pública de ese status y el art. 281, admite la pública notoriedad como
evidencia del cambio de conducta para la restitución de la patria potestad. De acuerdo al art. 1324 del
Código, de los juramentos, sólo subsisten el de posiciones y el supletorio. De todos los medios de
prueba, según distinguen los autores, unos son llamados directos, porque producen la convicción del
juzgador por impresión directa o personal del hecho discutido, como los documentos en general o la
inspección; otros se designan indirectos, cuando transmiten al juez la certeza adquirida por otras
personas, como ocurre en la testificación o cuando se deducen por raciocinio con arreglo a la lógica
según acontece con las presunciones. Considerado el tiempo se distinguen dos especies de medios de
prueba (Ricci): una que comprende la prueba constituída antes del juicio, llamada preconstituída en el
estilo forense, como, v. gr. el documento público que define el art. 1287 (probationes probatae); la otra
comprende la prueba que debe producirse en el curso del juicio mismo, como la testificación o la
información pericial, v. gr., (probationes probandae).

ART. 1286.- (Apreciación de la prueba). Las pruebas producidas serán apreciadas por el juez de acuerdo
a la valoración que les otorga la ley; pero si ésta no determina otra cosa, podrá hacerlo conforme a su
prudente criterio.

Este art. sienta el principio general sobre el valor que ha de darse a la prueba producida. La valoración de
la prueba, es legal o es libre, según que la regulación de su eficacia esté librada a las reglas legales o al
discernimiento del juez (Carnelutti). Este es un punto del mayor interés histórico en la materia. Desde los
procedimientos reglamentados por la ley del derecho romano y mucho más todavía de las legislaciones
de tiempos posteriores, con los cuales se procuraba evitar por anticipado, mediante reglas
minuciosamente señaladas (v. gr. los ancianos deben ser más creídos que los mancebos, o más creído
debe ser el varón que la mujer, o dos testigos idóneos hacen plena prueba que obliga al juez, o cuatro
testigos para acreditar la falsedad de instrumento público, etc., etc.), los peligros de la pasión o de las
imperfecciones de la inteligencia en los juzgadores, se ha avanzado tanto que la prueba tasada va
cediendo el paso al establecimiento de la prueba libre, sin pruebas plenas ni semiplenas, dejando que los
tribunales formen su convicción a su arbitrio, total y únicamente fundada sobre los hechos que discuten
los litigantes. Comprende varios aspectos el tema: a) Si las normas que regula la valoración en examen,
son de derecho material o de derecho procesal. Parece superado el debate sobre el punto, atendido el
hecho de que si bien la prueba es una actividad de los litigantes, constituye fundamentalmente un
instrumento de convicción del juez, que ha de decidir en razón de principios establecidos en
consideración al interés general por los mismos fines del derecho (Couture) y por eso se declara
expresamente que las normas procesales (noción comprensiva de las que rigen la actividad probatoria)
son de orden público y de observancia inexcusable (p.c. art. 90). b) Lo relativo a la disponibilidad de los
medios probatorios, cuestión en la que ** precisamente lo relacionado con el precepto del art. ** ya
anteriormente (v. lo pertinente en la anot. al art. anterior). c) La cuestión de la valoración de la prueba,
propiamente dicha. Se manifiesta en diversos sistemas, entre los cuales, particularmente en la doctrina
europea (Couture), se distingue el de la prueba legal o tasada del de la prueba libre (de libre convicción).
En el primero, la ley fija anticipadamente el grado de eficacia que el juez debe atribuir a cada medio
probatorio. En el segundo, el juzgador no está sujeto a la prueba que exhibe el proceso y puede allegar
convicción con la prueba de autos, fuera de ella y aun contra ella. La doctrina europea, encuadra este
sistema en la llamada discrecionalidad en el juez, que -nótese bien sin embargo- que más que permitir al
juez actuar contra la prueba de autos, supone, más bien, un método de liberación de la estrictez de la
prueba legal, lo que importa más que el ejercicio de un mero arbitrio, un margen más amplio de
apreciación -o de libertad de apreciación, mejor- sometida a ciertas normas lógicas y empíricas que
deben relacionarse en las motivaciones de la decisión. Consideran los autores categoría intermedia,
entre la prueba legal y la prueba libre, el método de la sana crítica -más aplicable sólo a la española de
1855 a 1881. No ofrece -se dice- ni la excesiva rigidez de la prueba legal ni la excesiva incertidumbre de
la libre convicción. Su práctica combina las reglas de la lógica, algunos de cuyos principios rectores no
puede desatender ningún juez, con las reglas de la experiencia. Se conceptúa que satisface plenamente
las exigencias del proceso civil moderno, por lo que, Couture, estima que cabe aplicarle a todos los
medios de prueba. El art., y también su norma instrumental correspondiente (p.c. art. 397, I), no sigue
sistema definido ni exclusivo. Plantea una solución ambivalente, la vigencia de la prueba legal y la de la
prueba libre: a falta de determinación legal expresa, faculta al juez valorar la prueba según su prudente
criterio. El p.c., agrega un tercer método de valoración al repetir casi textualmente la norma sustantiva
en examen, añadiéndole la admisión del método de la sana crítica, como equivalente del prudente
criterio del juez que comporta, en realidad, una manifestación de la llamada prueba libre (v. en la anot.
al art. 1330, algunas reglas de la sana crítica). De acuerdo a las regulaciones particulares del Código y
según el medio probatorio de que se trate, unos tienen eficacia de prueba legalmente tasada y hacen
plena fe (documentos, arts. 1289 o 1297, o confesión art. 1321, v. gr.), o hacen plena prueba
(certificados públicos, art. 1296, o libros comerciales, art. 1306, v. gr.). Otros, sólo producen semiplena
prueba o principio de prueba escrita que requieren confirmación de otros medios, como por ej. ciertas
misivas o cierto tipo de testimonios (arts. 1305 y 1310). Las presunciones judiciales (art. 1320) tienen
eficacia según el prudente criterio del juez, aunque con la limitación legal de que sean graves, precisas y
concordantes, mientras la testificación (art. 1330) depende de la credibilidad personal de los testigos,
que ha de evaluar el juez con discrecional arbitrio, conforme ya propuso Ossorio (Anteproyecto, art.
838): otorgar al juzgador plena libertad de juicio sin sujetarle a reglas de ningún género, avance que, al
parecer, se ha querido amortiguar, aun arbitrando la confusa equivalencia observada supra, mediante la
añadida admisión de las reglas de la sana crítica en la norma procesal concordante. En su lugar, se
especifica la solución que para cada medio probatorio establece el Código, agregando lo pertinente, si
cabe, a la explicación general dada en esta anot.

CAPITULO II
DE LA PRUEBA LITERAL O DOCUMENTAL
SECCION I DE LOS DOCUMENTOS PUBLICOS
SUBSECCION I
DEL DOCUMENTO PUBLICO
ART. 1287.- (Concepto). I. Documento público o auténtico es el extendido con las solemnidades legales
por un funcionario autorizado para darle fe pública.

II. Cuando el documento se otorga ante un notario público y se inscribe en un protocolo, se llama
escritura pública.

La prueba literal o documental, está representada por la prueba escrita en sus varias formas. Su
importancia varía: a) según haya sido preconstituída al establecerse una relación jurídica (contrato) o
haya sido destinada a reproducir ocasionalmente el pensamiento o la actividad de las partes (cartas y
papeles domésticos, v. gr.); b) según provenga de las partes en juicio (confesión) o de un tercero (caso
del art. 638, v. gr.); y c) según provenga de particulares (libros comerciales) o de funcionarios públicos
(despachos y certificados). En su sentido lato, documento es toda representación material destinada a
reproducir una determinada manifestación de pensamiento, como una voz fijada duraderamente: vox
mortua (Chiovenda). Documento público o auténtico es aquél que ha sido autorizado con las
formalidades requeridas por el funcionario público, capacitado para el efecto en el lugar donde se lo
otorga, para atribuirle fe pública. La designación de público o auténtico que el art. da a este tipo de
prueba escrita, utilizando la conjunción o en función alternativa, parece consagrar legislativamente la
sinonimia que impuso la costumbre local, aunque no el significado preciso de ambas palabras. Pues la
doctrina y la jurisprudencia de algunos países extranjeros, les atribuyen diferencias que las hacen hasta
contrapuestas. En realidad, documento público, supone la intervención de funcionario público que
autoriza el documento; documento auténtico, en cambio, es todo aquél que realmente ha sido otorgado
y autorizado por la persona que lo extiende o elabora. Así, resulta que todo documento público es
auténtico, pero no todo documento auténtico es público (Escriche). Para Ricci, no hay sinonimia
filológica y tampoco puede imponerla la ley como característica exclusiva del documento público. El
documento público sería una subespecie del documento auténtico (Messineo). Documento público en
sentido estricto, implica la idea de su formación dentro del ejercicio de una actividad pública,
específicamente dedicada a la documentación: Notarios, Oficiales del Registro Civil, funcionarios
judiciales, que registran, extienden o franquean escrituras públicas, testimonios, certificados. En sentido
amplio, el término en examen, comprende, además, aquéllos que se forman en el ejercicio de la
actividad pública en los diversos fines del Estado: mandatos y resoluciones de los Poderes Públicos,
despachos y certificados de la Administración en general, documentos de crédito público, cuyo prototipo
es el billete de Banco. El documento público no sólo cumple función de medio de prueba que, como tal,
se le considera de trascendente importancia, porque es de los que produce prueba plena, esto es, que
revela por sí sólo, sin dejar duda, la verdad del hecho averiguado, a diferencia de la semi-plena, que
requiere el concurso confirmatorio de otros medios de prueba (v. gr. el principio de prueba escrita).
Cumple también la función de requisito esencial para la formación, esto es, la validez de los contratos
(arts. 452 y 491). En los actos en los que la ley exige el documento público por vía de solemnidad, su falta
no puede suplirse por otro medio de prueba y se los tendrá por inexistentes aun cuando en el escrito se
prometa reducirlos a instrumento público dentro de plazo determinado. De ahí que la conversión a que
se refiere el art. 1288, no se opera en los casos en que el requisito de forma, la solemnidad, es esencial
para la validez del acto, por aplicación inexcusable del art. 493)

ART. 1288.- (Conversión). El documento que no es público por la incompetencia o incapacidad del
funcionario o por un defecto de forma, vale como documento privado si ha sido firmado por las partes.
Fte: Cgo. it. 2701 - Cgo. fr. 1318 - Precd: c. c. abrg. 904 - Conc: c. c. 1297 - El art. da ejemplo de
documento auténtico, pero no público. Si el documento público es defectuoso, porque ha faltado en su
otorgamiento alguna de las formalidades requeridas por ley: capacidad o competencia del funcionario,
defecto de forma, no tiene eficacia ninguna como documento público. Sólo valdrá como documento
privado, cuando ha sido firmado por las partes. No puede negarse su autenticidad, pero no tiene
carácter público. No parece haber ninguna inversión en el sentido cabal de este término y la regla
haberse incluído entre las relativas al documento privado.

ART. 1289.- (Fuerza probatoria). I. El documento público, respecto a la convención o declaración que
contiene y a los hechos de los cuales el funcionario público deja constancia, hace plena fe, tanto entre las
partes otorgantes como entre sus herederos o sucesores.

II. Sin embargo, si se halla directamente acusado de falso en la vía criminal, se suspenderá su ejecución
por el decreto de procesamiento ejecutoriado; mas, si se opone su falsedad sólo como excepción o
incidente civil, los jueces podrán, según las circunstancias, suspender provisionalmente su ejecución.

III. Con referencia a terceros, el documento público hace fe en cuanto al hecho que ha motivado su
otorgamiento y a su fecha

Un aforismo latino, particularmente concerniente al parágrafo III, dice: rei solemniter gestae fidem facit
etiam contra quoscunque extraneos. (Las cosas solemnemente hechas hacen fe contra terceros; cit.
Scaevola). La fuerza probatoria del documento público, es absoluta para las partes contratantes y sus
causahabientes por aplicación de las reglas generales de los arts. 519 y 524, tanto respecto a las
declaraciones o convenciones contenidas en él, cuanto a los hechos y ocurrencias de que deja constancia
en el mismo, el funcionario público por ante quien se le otorga. Esa eficacia alcanza aún a lo meramente
enunciativo, cuando las enunciaciones contenidas en el documento, tengan relación directa con la parte
dispositiva, esto es, con el objeto y el fin del acto celebrado (art. 1291). Las enunciaciones extrañas a ese
objeto y fin servirán, en y para su caso, como simple principio de prueba. En cuanto a terceros, esa
eficacia es relativa, porque sólo hace fe respecto de haber sido otorgado y de su fecha: rem ipsam
(Pothier) es decir, el hecho mismo, la realidad del acto jurídico, lo que se podría llamar la parte material
del acto, v. gr., que hubo una venta el día indicado en el instrumento celebrado entre los
comparecientes. Esta regla, es también aplicación de la general contenida en el art. 523. Ricci, observa
que la eficacia probatoria del documento público, no alcanza a dar fe de la verdad de las declaraciones
hechas por las partes, acerca de su edad o capacidad jurídica (y de su estado civil puede agregarse),
como tampoco se extiende a la aserción del notario relativa al estado y capacidad de los contratantes. En
general, ha de partirse de la base de que el documento público hace fe de los contratos y de los hechos
realizados en presencia del funcionario que lo ha autorizado. Ello no implica garantizar la verdad de las
declaraciones que contiene; por ejemplo, si un contratante declara que recibe del otro una suma de
dinero en pago de crédito, el notario consigna la declaración hecha ante él, de lo que da fe. Esa fe se
limita sin embargo al hecho material de la declaración emitida en su presencia y no puede extenderse a
la verdad de la declaración. Considérese la razón de ser del contradocumento. Se infiere de esto, que sin
atacar la fe debida al documento público, se puede probar la falsedad (ideológica), de las declaraciones
de las partes ante el funcionario autorizante del documento. El que la ley atribuya al documento público
fe plena, no impide la posibilidad de impugnarlo de falsedad material o ideológica por la vía penal, (arts.
1289, II y s. c.c. y 198 y s. c.p.). Si la acción penal, ha alcanzado auto de procesamiento, (auto de
acusación en el régimen abrogado), ejecutoriado al agotarse las diligencias previstas en el art. 222 del
p.p., se suspende la ejecución del documento, porque dicho auto implica la existencia de indicios y
presunciones de culpabilidad en el querellado por la falsedad. Propuesta incidentalmente la falsedad en
juicio civil, el art. en examen, autoriza a los tribunales, disponer la suspensión provisional de los efectos
del documento, según las circunstancias. Esta facultad judicial estaba reconocida en el Cgo. abrg. (art.
905), que la tomó del art. 1319 de su modelo francés. El Cgo. italiano de 1865, igualmente inspirado en el
francés de 1804, también contenía esa disposición que el Cgo. de 1942, la ha suprimido con muy buen
criterio, limitado la posibilidad de impugnar el documento público a la vía penal (art. 2700). Debió
imitarse ese buen criterio del Cgo. modelo. En materia de falsedad de escrituras, los autores, según
explica Terrazas, hacen la siguiente clasificación: Falsedad material, que se refiere a los signos exteriores
de autenticidad del instrumento y puede consistir en la suplantación de firmas o sellos, en la
intercalación, supresión o enmendadura de frases, palabras o letras (también de números) y,
generalmente, en cualquier alteración que se manifieste y puede reconocerse por medios físicos (v. el
art. 198 del c.p.). Falsedad intelectual o sustancial, que concierne al fondo, a la verdad intrínseca del
contenido de la escritura, lo que se demuestra mediante el razonamiento y se discierne por la
inteligencia (v. el art. 199 del c.p.). Falsedad principal, se dice, cuando se imputa directamente a un
individuo, la autoría o complicidad del delito y cuya represión se demanda en la vía criminal y da lugar a
la consecuencia que señala en su fase inicial el parágrafo II del art. en examen. Falsedad incidente, que
es la que se opone en un proceso en la vía civil o criminal (de la cual depende la calificación), arguyendo
que la pieza es falsa, falsedad que ha de juzgarse tan sólo en su valor probatorio, abstracción hecha de
quien la hubiese falseado y de la intención que la hubiera originado. La excepción de falsedad, está
admitida en la enumeración del art. 507 del p.c., dentro del proceso de ejecución, con el criterio
señalado en la clasificación anterior y se resuelve en sentencia. No parece comprendida en la
enumeración del art. 336 del mismo p.c., que señala las excepciones oponibles en el proceso de
conocimiento u ordinario. Sin embargo, la omisión no implica que ella no puede ser opuesta, como no
impide igual falta de mención, que se pueda oponer la excepción de pago o extinción de la obligación.

ART. 1290.- (Declaraciones en favor de otro). I. El documento público hace plena fe también contra
quien lo ha suscrito, en cuanto a las declaraciones, obligaciones y confesiones que contiene a favor de
otro.
II. El testamento legal de cualquier clase, aun cuando no haya muerto el testador, hace también plena fe
contra él, en cuanto a las obligaciones, confesiones y declaraciones que contiene en favor de otro.

III. En ambos casos se salva la prueba contraria.

El art. que no tiene equivalente en el Cgo. modelo resume en una, las reglas de los arts. 906 y 907 del
Cgo. abrg. Ejemplo clásico de la aplicabilidad de estas reglas, es lo que se llama reconocimiento tácito de
hijo (art. 196 c.f.), cuando en el documento público (inter vivos o mortis causa), se menciona al hijo
extramatrimonial por su nombre en ese carácter (de hijo), o simplemente se lo alude incidentalmente,
de modo que puede dar lugar a reclamar la declaración de filiación, mediante la posesión de estado (art.
205 c.f.). Puede añadirse, como ejemplo, el caso de reconocimiento de deuda o promesa de pago
contenidas en cualquiera declaración, emitida en las formas previstas en este art. La adjetivación de
legal, puesta a la palabra testamento en el prf. II del art., que proviene de la Ley de Reformas de 27 de
Diciembre de 1882 (art. 35), es obviamente impertinente, porque implica la idea de que hubiese
testamentos ilegales admitidos y regulados por la ley, en los cuales, a contrario sensu las confesiones y
declaraciones hechas no tendrían el mismo efecto. Indudablemente, lo que se quiere significar con la
adjetivación, es que el testamento haya sido otorgado con las formalidades legales. Así resulta del caso
de jurisprudencia que registra la G.J. Nº 561, p. 15, que dice que no hay testamento legal, cuando no se
lo otorga con las formalidades sustanciales previstas en la ley del Notariado (cit. de H. Siles). Las
declaraciones en interés propio no tienen ningún valor, de acuerdo al principio del derecho romano
nemo potest esse auctor in rem suam (nadie puede aseverar en su propio interés; cit. Scaevola)

ART. 1291.- (Términos enunciativos). I. El documento, sea público o privado, hace fe entre las partes,
aun sobre aquellos puntos no expresados sino en términos enunciativos, siempre y cuando la
enunciación tenga relación directa con el acto. II. Las enunciaciones extrañas al acto sólo sirven como
principio de prueba.

ART. 1292.- (Contra-documento). I. Los contradocumentos, públicos o privados, no pueden surtir efectos
sino entre los otorgantes y sus herederos, de no estar contra la ley. II. No pueden oponerse contra
terceros, ni contra sucesores a título singular, excepto tratándose de un contra-documento público que
se haya anotado en la matriz y en la copia utilizada por el tercero.

El contradocumento, supone la existencia de un acto o contrato secreto, destinado a modificar parcial o


totalmente una convención aparente y ostensible, que las partes acuerdan y suscriben
contemporáneamente. Comunmente se lo utiliza en los contratos simulados. El Cgo. abrg. omitió la
traducción del art. 1321 del Cgo. francés, (1292 del Código). El Cgo. italiano de 1942, tampoco contiene
disposición equivalente no obstante que se precedente, el Cgo. de 1865 (art. 1319), incluía el precepto.
La contraestipulación, es el título verdadero determinante de los derechos y de las obligaciones de las
partes, no obstante las diversas estipulaciones del documento ostensible o público, reducido a una vana
apariencia (Giorgi). De ahí que la verdadera característica de la contraestipulación, es la clandestinidad.
Es válida y eficaz entre las partes y sus sucesores a título universal, aunque sea hecha en documento no
público y destinada a permanecer secreta. Es ineficaz contra terceros, cuando consta en documento
privado. La eficiencia contra terceros, que le reconoce el prf. II del art. en examen, sólo en el caso de que
sea público el contradocumento y anotado en la matriz y en la copia utilizada por el tercero,
prácticamente es, la de un acto o contrato corriente, sin ningún carácter de contraestipulación, por el
cual las partes han rescindido o han substituído el primer contrato público, por otro también público, lisa
y llanamente. La referencia eufemística a la matriz, alude al registro de escrituras y la relativa a la
anotación, ha de suponerse que es la prevista por el art. 1552 (anotación preventiva en el Registro de
Derechos Reales). Con las características no puede hablarse, en rigor, de contradocumento. La ineficacia
de la contraestipulación contra terceros, es, precisamente, el riesgo propio de la simulación que se
manifiesta en el contradocumento y cuya característica, se repite, para que sea tal, es la clandestinidad.
Véase las anots. a los arts. 543, 544 y 545, en lo pertinente. Jurisprudencia Véase la pertinente de la
inserida en los arts. 543, 544 y 545.
ART. 1293.- (Transcripciones). La transcripción de un documento en los registros públicos no hace fe;
podrá, sin embargo, servir de principio de prueba por escrito si se demuestra que se han perdido o
destruído los protocolos respectivos y exista una minuta o índice donde conste que fue otorgado.

La disposición del art., desconocida en el Cgo. modelo dentro de las regulaciones relativas a los medios
de prueba ha sido tomada del art. 921 del Cgo. abrg., que a su vez, reprodujo el art. 1336 del Cgo.
francés. No tiene explicación ni aplicación ninguna. Quizá la fuerza de la costumbre, o el acatamiento
reverencial a ciertos preceptos ininteligibles por la ausencia de antecedentes de su aplicación práctica,
ha hecho que se lo mantenga en el Código. Melchor Terrazas, (Cgo. civil compilado y explicado), dice a
propósito del art. 921 del Cgo. abrg., 1293 del vigente, que la transcripción en el Cgo. francés, significa la
copia íntegra de las escrituras de transferencia de inmuebles o de derechos inmuebles en el registro de
hipotecas (art. 2181 del Cgo. francés). Esa copia -añade Terrazas- se toma del primer testimonio o de
otro posterior igualmente auténtico, que presenta el interesado. Luego, no siendo más que copia de
copia, tampoco puede tener otro valor que el de principio de prueba por escrito. A falta de Registro de
Derechos Reales -entonces- el compilador citado consideró inaplicable la disposición. La jurisprudencia
registra un solo caso conocido, que dice: "La escritura cuyo testimonio se acompaña fue materialmente
agregada al Registro sin ningún justificativo previo y por tanto, semejante operación, solicitada y
ordenada, con el nombre de protocolización, no siendo una trascripción ajustada a dicho art. 921 (1293),
tampoco pudo dar a aquélla ni aun la fuerza de prueba semi-plena". (G.J. Nº 496, p. 7). (Cit. de H. Siles).
La ley de 15 de Noviembre de 1887, resolvió la falta del Registro, e hizo obligatorio el registro de los
derechos reales. Su art. 24 dispone, que las inscripciones se harán en vista de títulos constantes de
escrituras públicas, o de documentos privados reconocidos legalmente (cuyos originales se archivarán en
el registro). Como dicha ley no alude siquiera las merituadas transcripciones, resulta indudable que la
disposición, como en tiempo del comentario del Dr. Terrazas, permanece inaplicable. Así, en el art. se ha
transcrito del Cgo. abrg. una disposición que no tiene razón de ser y que, en rigor, había que considerarla
derogada por la citada Ley de 15 de Noviembre de 1887.

ART. 1294.- (Documentos celebrados en el extranjero). I. Los documentos públicos otorgados en país
extranjero según las formas allí establecidas, tendrán el mismo valor que los extendidos en Bolivia si se
hallan debidamente legalizados. II. Los otorgados por bolivianos en el extranjero ante agentes
diplomáticos o consulares de Bolivia, serán válidos si están hechos conforme a las leyes bolivianas.

La regla del prg. I), se conforma al principio que informa el estatuto formal: locus regit actum. La
legalización es requisito indispensable para demostrar la autenticidad del documento procedente del
extranjero. Los consulados, (no las misiones diplomáticas), tienen para el efecto (prg. II), atribuciones de
funcionarios de fe pública y, por lo tanto, los documentos públicos que se otorgan mediante sus
registros, hacen plena fe en la República, luego de su protocolización en un registro notaria

ART. 1295.- (Documentos de personas que no saben o no pueden firmar). En los documentos públicos
otorgados por personas que no sepan o no puedan firmar, firmará otra persona a ruego de ella, y se
estamparán las impresiones digitales del otorgante, haciéndose constar esta circunstancia al final de la
escritura, aparte de firmar también los testigos instrumentales.

El art. al imponer que se estampen en la matriz de la escritura, las impresiones digitales de las personas
que no saben (analfabetos) o no pueden (ciegos) firmar, cuando intervienen en el otorgamiento de un
documento público, prevé una forma práctica de comprobar la identidad del otorgante impedido por
esas causas, en las ulteriores incidencias del contrato si se le impugnara de falsedad, mediante la
verificación dactiloscópica por los servicios de identificación personal.

SUBSECCION II
DE LOS DESPACHOS Y CERTIFICADOS PUBLICOS
ART. 1296.- (Despachos, títulos y certificados públicos). I. Los despachos, títulos y certificados expedidos
por los representantes del Gobierno y sus agentes autorizados sobre materias de su competencia y con
las correspondientes formalidades legales, hacen plena prueba.
II. También hacen plena prueba los certificados y extractos expedidos conforme al artículo 1523.

SECCION II
DEL DOCUMENTO PRIVADO
ART. 1297.- (Eficacia del documento privado reconocido). El documento privado reconocido por la
persona a quien se opone o declarado por la ley como reconocido, hace entre los otorgantes y sus
herederos y causa- habientes, la misma fe que un documento público respecto a la verdad de sus
declaraciones.

Las palabras documento privado, en su más amplio sentido, comprenden todo escrito de obligación o de
extinción no protegido por la fe pública (Giorgi). Cartas misivas, registros, libros privados o comerciales,
minutas de telegramas, facturas y notas de cuentas y toda especie de declaración escrita por mano del
acreedor, del deudor o también de su mandatario, todos son, en sentido amplio, otros tantos
documentos privados. Pero, la sección en examen se refiere al documento privado en sentido
restringido, es decir, el que al establecer o extinguir obligaciones, o constituir o modificar derechos, etc.,
difiere del público, por no estar autorizado por funcionario público ni inserto en el registro público y que,
también, puede convertirse en público mediante su reconocimiento. No está sometido a formas
determinadas. Pueden redactarle los mismos contratantes, en su calidad de simples particulares (Planiol
y Ripert); pueden constar impresos, dactilografiados (contratos de alquiler, pólizas de seguros, recibos,
facturas, letras de cambio, cheques); pueden intercalarse en los impreso o dactilografiado
complementaciones manuscritas, sin invalidar el contrato. Las formalidades comunes a todos los
documentos: la firma y la fecha, son indispensables y deben observarse en los documentos privados. No
exige la ley expresamente la fecha como requisito indispensable y sólo se refiere a la incertidumbre
sobre ella, en función de los efectos del documento privado respecto de terceros (art. 1301), siguiendo el
sistema de su modelo italiano, cuya doctrina (Ricci, v. gr.), considera que el conocimiento de la fecha no
contradice ni afirma cosa alguna respecto de él, por lo cual se admite toda clase de pruebas para
establecerla. Sin embargo, ha de considerarse la importancia del requisito de la fecha, habida cuenta que
ella puede determinar la validez o invalidez de un contrato o de un acto; por ejemplo, en el caso del
cambio de capacidad jurídica de ejercicio, por la llegada de la mayoría de edad para los menores, o por la
interdicción para los incapaces mayores. La firma, que consiste en estampar el nombre y la rúbrica
escritos de propia mano al pie del documento en la forma en que habitualmente se hace, al efecto de
autenticar su contenido, es el requisito esencial que comunica al documento su fuerza probatoria. El
lugar de la firma está al pie del documento, como lo revela la etimología de la palabra suscribir (Giorgi).
Las firmas al margen sólo tiene, ordinariamente, la finalidad de justificar la identidad de los folios. El
número de las firmas depende de las partes que concurren, según sea unilateral o bilateral o plurilateral
el acto o convención contenidos en el documento. El documento privado, como el público, puede
otorgarse ad probationem, pero debe otorgarse necesariamente ad solemnitatem, en los casos exigidos
por la ley, como los señalados en el art. 492, en los cuales, el documento privado, constituye además
requisitos de forma para el acto o contrato (art. 452, 4). La firma en blanco, consiste en que ésta es dada
con anterioridad a la facción del documento y el papel firmado queda en blanco, hasta que es llenado
con lo que debe contener mediante la redacción que, comunmente, la hace una persona distinta del
firmante. Es una muestra de confianza y, con frecuencia, una imprudencia mayúscula (Planiol y Ripert).
Quien suscribe un documento en blanco no hace ninguna declaración; solamente construye una prueba
(Carnelutti). Su validez ha sido discutida. Mientras no se descubra el fraude -si hubo- su fuerza
obligatoria es inobjetable. Descubierto el fraude, en su caso, pasa quitarle eficacia sólo cabe la vía penal
(art. 336 del c.p.). Aquí no hay acción por falsedad de documento, porque no hay hipótesis de contraste
entre el contenido del documento y la verdad, sino entre el contenido mismo y la voluntad del suscriptor
(Carnelutti).

ART. 1298.- (Reconocimiento legal del documento privado). La ley da por reconocido un instrumento
privado: 1) Cuando la parte a quien se opone rehusa reconocerlo o comparecer sin justo motivo ante el
juez competente. 2) Cuando negándolo, se declara válido en juicio contradictorio.
La eficacia del documento privado, se determina por el hecho de su reconocimiento, (art. 1297), que le
confiere la eficacia de público. El reconocimiento, puede verificarse en cualquiera de las formas
supuestas en los arts. 1298 y 1300 del c. c. y 399, II de su procedimiento. Respecto del reconocimiento y
comprobación en los documentos en que intervienen personas que no saben ni pueden (ciegos) firmar,
era más propio y aconsejable atribuir al juez la autoridad de ordenar la verificación dactiloscópica, una
vez que aquéllos deben estampar sus impresiones digitales en el documento (Véase anot. al art. 23: La
identificación personal).

ART. 1299.- (Documentos otorgados por analfabetos). Los documentos privados que otorgan
analfabetos llevarán siempre sus impresiones digitales puestas en presencia de dos testigos que sepan
leer y escribir y suscriban también al pie, así como la persona que firme a ruego, requisitos sin las cuales
son nulos.

La firma del otorgante de un documento privado, que es analfabeto, (y por tanto no sabe leer ni escribir
y, consiguientemente, firmar), se suple en la forma prevista por el art., que ha reproducido al respecto la
disposición de la ley de 20 de Noviembre de 1950.

ART. 1300.- (Reconocimiento y comprobación de la letra o firma). I. Aquel a quien se opone un


documento privado, está obligado a confesar o negar formalmente si es de su letra o firma. Sus
herederos pueden declarar que no conocen la firma o letra del autor; en tal caso, el juez ordenará la
comprobación a solicitud de parte.

II. En el caso de personas que no saben o no pueden firmar, se hará el reconocimiento de la firma a
ruego, y el otorgante reconocerá por su parte el contenido del documento y el hecho de haber
estampado en él sus impresiones digitales. A falta de esto, el juez ordenará la comprobación que
corresponda a solicitud de parte.

El reconocimiento de un documento implica la presunción de la conformidad del que le reconoce con su


contenido, presunción que lleva fuerza ejecutiva, pero que puede ser destruída por prueba contraria
(Scaevola). Al igual que el documento público, puede ser impugnado de falsedad y, en el caso, se aplican
las mismas reglas.

ART. 1301.- (Fecha del documento privado respecto a terceros). I. La fecha del documento privado es
computable respecto a terceros sólo desde el día en que fue reconocido o murió alguno de quienes han
firmado, o se verificó un hecho que acredite en forma cierta su anterioridad.

II. Se podrá determinar por cualquier medio de prueba la fecha:

1) De los documentos privados que contengan declaraciones unilaterales en favor de persona no


determinada.

2) De los recibos.

Comprendido en la anot. al art. 1297. Jurisprudencia 1.- "En los instrumentos (privados) se cuenta su
fecha para terceros desde el fallecimiento de cualquiera de los que lo suscribieron, o desde su
presentación en juicio, o desde su inscripción en el registro público". (G.J. Nº 128, p. 436). 2.-

"La prescripción de acción en virtud de instrumento privado, nace desde el cumplimiento del plazo y no
desde el reconocimiento de la firma". (G.J. Nº 447, p. 753).

ART. 1302.- (Presunción de suma menor). Si la suma expresada en el cuerpo del documento es menor
respecto a la expresada en el margen, se presume que la obligación es por la suma menor, aun cuando
tanto el documento como la adición marginal se hayan escrito por el obligado, excepto si se prueba de
qué parte está el error, o se haya hecho salvedad mediante nota firmada por el obligado en el mismo
documento.
Las reglas de este art. y del siguiente (1303) tienen justificación de antiguo. Si en una escritura pública o
privada en que se declara un derecho o se reconoce una obligación de determinada amplitud, aquél a
cuyo favor se halla otorgada consigna algo que lo limita y que hace más favorable la situación del
deudor, debe tenerse por cierto. A nadie se le ocurre, obrando cuerdamente, extender en un documento
de semejante naturaleza notas que no respondan de una manera exacta a la verdad o a lo que se estima
como verdad (Scaevola).

ART. 1303.- (Exoneración del deudor). I. Los escrito por el acreedor en seguida, al margen o al dorso de
un documento que ha estado siempre en su poder, aunque él no haya firmado ni fechado, hace fe
cuando tiende a establecer la exoneración del deudor. II. Lo mismo se entiende con lo escrito por el
acreedor al dorso, al margen o en seguida de la copia de un documento o recibo, siempre que la copia
esté en poder del deudor.

Jurisprudencia 1.- "Las anotaciones sólo pueden invocarse cuando tiendan a establecer la exoneración
del deudor y no en contra de éste según el art. 916 (1303)". (G.J. Nº 742, p. 21

SECCION III
DE LOS TELEGRAMAS Y CARTAS MISIVAS
ART. 1304.- (Telegramas). I. Vale como documento privado el telegrama cuyo original expedido lleve la
firma del remitente, si la firma e identidad de éste son acreditadas o autenticadas por un notario u otro
medio legal. Se salva la prueba contraria, así como el contenido del despacho entregado al destinatario.
II. Lo dispuesto en el parágrafo anterior es extensivo a otros medios similares de comunicación, en todo
lo aplicable.

Se discutió por los autores (Rosellini, Fuchs, Mittermaier, cits. de Giorgi), tras el establecimiento del
telégrafo, entre los graves problemas que de ello se derivaba para la ciencia jurídica, la índole del
telegrama como instrumento del contrato, su fe probatoria en juicio, las relaciones y las obligaciones que
hacen renacer entre remitente y destinatario, entre aquéllos y el empleado de telégrafos. El Código de
Comercio italiano precedente en esa materia del Cgo. Civil (que también es Comercial, Messineo) de
1942, introdujo en sus disposiciones las que ahora rigen en éste. Sus reglas, originalmente, sólo tenían
aplicaciones en materia mercantil. Y como no hay razones para seguir reglas distintas en materia civil,
porque la razón de ellas no derivan de las particulares necesidades del tráfico mercantil, sino que nacen
de la naturaleza de las operaciones telegráficas y de las facultades que conciernen a los empleados de las
oficinas telegráficas, es indudable que dichas reglas correspondían también al campo de aplicación del
Código Civil. Analizando la disposición del art., se manifiestan como preceptos sustanciales: a) La fe
probatoria del original, como documento privado, si lleva la firma del remitente, eventualmente
autenticada por el notario. Por autenticación mediante otro medio legal, ha de entenderse como
reconocimiento, comprobación, etc. b) La identificación del remitente, en las formas establecidas por los
reglamentos telegráficos: consignación de cédula de identidad, dirección telegráfica o cablegráfica
registrada, domicilio, sellos privados, profesionales o comerciales estampados en el original por el
remitente, servirán a determinar la autenticidad del original despachado. c) la reproducción telegráfica
entregada al destinatario se presume conforme al original. En todos los supuestos, se admite la prueba
en contrario. Los medios similares de que habla el art. son: el cable, radiograma, telex, y todas las formas
de la comunicación telegráfica e inalámbrica. Ha de tenerse en cuenta, además, las características de
cada medio, entre los cuales algunos (como el telex), trasmiten inalterables los signos gráficos del
remitente estampados en el despacho original. La reunión de dos telegramas firmados de propuesta y
respuesta, pueden valer como un cambio de cartas en los contratos civiles y mercantiles, esto es, como
correspondencia entre personas no presentes (art. 426, II). El teléfono, es medio de comunicación similar
del telégrafo. Está consignado en el art. 462, como medio para concluir contratos entre personas no
presentes; pero nada dice la regla en examen sobre su utilidad probatoria. No es posible admitirla
ligeramente, habida cuenta que de una conversación telefónica no queda rastro, salvo que,
aprovechando los avances de la electrónica, se instale lo que se llama el telefonógrafo, que grave la
conversación en algún registro fiscal, que puedan servir, quizá como principio de prueba en los términos
del art. 1312.

ART. 1305.- (Cartas misivas). I. Las cartas misivas podrán ser admitidas como prueba o principio de
prueba escrita, según las circunstancias, cuando sean presentadas por el destinatario o con su
consentimiento, para acreditar un interés legítimo en el litigio con el autor de las cartas. II. las cartas
confidenciales no producen efecto probatorio alguno, salvo lo dispuesto en el artículo 20-I.

Las cartas misivas, tienen tanta antigüedad como la necesidad en que los hombres se encontraron
siempre de comunicarse, estando ausentes, sus pensamientos y su voluntad. El Digesto (cit. de Giorgi),
presenta numerosos fragmentos en los que muestra la epístola como medio de concluir contratos inter
absentes (art. 462). La historia de la letra de cambio, la muestra, en sus principios, como una simple
orden de pago escrita por carta, en forma lacónica y de estilo especial, que usaban los comerciantes.
Como medios de prueba, las cartas hacen fe contra quien las ha escrito y a favor de quien las ha recibido,
por estar a él dirigidas, cuando son reconocidas. A favor de quien la ha escrito, la carta -primera o de
contestación- no puede hacer fe, sin otro hecho o documento con el que pueda comprobarse o recibir
confirmación. A esas circunstancias se refiere el art. 1305, para reconocerlas como medio de prueba o
como principio de prueba escrita solamente. La certeza de la fecha, puede determinarse con el sello
postal si se encuentra estampado sobre la hoja misma en que va la carta, como sucede en las postales, o
en los papeles que cerrados de forma determinada, constituyen su propia cubierta. Para admitir entre
los medios de prueba la carta, ha de ser presentada en juicio. Puede ser presentada espontánea u
obligadamente, por aplicación de las reglas generales de la actio ad axhibendum a que se refieren, en
parte, los casos 4, 5 y 6 del art. 319 y con las limitaciones señaladas en el art. 320, ambos de p.c. Las
cartas dirigidas a una persona son propiedad de está, no pueden ser presentadas sin el consentimiento
del destinatario y presentadas no pueden tener efecto en daño o beneficio del tercero, más que como
simple indicio, salvo que la carta haya estado destinada a ser comunicada al tercero, caso en el cual éste
puede considerarla suya y hacer uso de ella. Siendo la carta confidencial (arts. 20, I y 1305, II), no puede
ser presentada, aun con el consentimiento de la persona a la que va dirigida, si no da también su
consentimiento el remitente o, en su defecto, sus herederos forzosos, a menos que sea el destinatario
quien tenga interés en presentarla por un interés personal grave y legítimo. Presentada sin el
consentimiento del remitente, el juez no puede tenerla en cuenta, aunque previamente puede decidir si
la carta tiene o no carácter confidencial, cuestión librada a su arbitrio.

SECCION IV
DE LOS LIBROS COMERCIALES Y PAPELES DOMESTICOS
SUBSECCION I
DE LOS LIBROS COMERCIALES
ART. 1306.- (Eficacia probatoria contra el comerciante o empresario). Los libros y otros documentos de
contabilidad hacen plena prueba contra los comerciantes y empresas a que pertenecen; mas quien se
sirva de ellos no podrá quitarles lo que contengan contrario a su pretensión.

El art. no regula la fe debida a los libros de comercio entre los comerciantes. De su principio, en primer
término ha de inferirse que los libros de comerciante no hacen fe en su favor respecto de suministros o
pagos hechos a los no comerciantes, lo que está conforme con el principio de que nadie puede crearse
un título o medio de prueba en provecho propio. Sin embargo, aquél que de ellos quiere obtener algún
provecho no puede rechazar su contenido en lo que éste le perjudique, por aplicación de la regla de la
indivisibilidad de la prueba documental (art. 401 p.c.). Los libros de los comerciantes hacen fe en su
perjuicio, porque sus asientos implican una confesión en contra de sí mismos, a la cual confesión no se
puede menos que atribuirle fe (Ricci).

ART. 1307.- (Eficacia probatoria entre comerciantes y empresarios). Los libros y documentos de
contabilidad llevados legalmente por los comerciantes y empresas, hacen fe entre ellos respecto a sus
asientos y relaciones. Fte: Cgo. it. 2710 - Conc: c. com. 43 - 62 - p.c. 426, I) - c. c. 1306 - 1318, II) - 1322, I)
- Todo lo anterior en las relacionados de comerciantes y no comerciantes, es dominio de aplicación
propio de la ley civil. El art. contempla los efectos probatorios de los libros y documentos de contabilidad
entre comerciantes y, naturalmente, en el ámbito de sus relaciones mercantiles. Tienen que estar
llevados legalmente, por el comerciante o por su dependiente tenedor de libros. Hacen fe entre
comerciantes y por tanto atiende, la regla, exclusivamente a los negocios comerciales y no se aplica a
contratos de índole puramente civil que un comerciante puede celebrar con otro, como la compra o
arriendo de una casa, v. gr. Por eso, dicho art. 1307, nada tiene que ver en el Código Civil porque es una
regla propia del Derecho de comercio. Está incluída en el Cgo. modelo, porque éste ha reunido en uno
los anteriores Códigos Civil y de Comercio italianos. Ha sido trasplantado al Código, sin advertirse esa
particularidad de la legislación italiana.

SUBSECCION II
DE LOS REGISTROS Y PAPELES DOMESTICOS
ART. 1308.- (Registros y papeles domésticos). I. Los registros y papeles domésticos no sirven de
documentos a favor de quien los ha escrito.

II. Hacen fe contra su autor:

1) Siempre que enuncien formalmente un pago recibido.

2) Cuando expresan que la nota puesta es para suplir la falta de documento a favor de la persona en
provecho de quien enuncian una obligación.

La regla del parágrafo I ya proclamada por los romanos (nemo potest esse auctor in rem suam = nadie
puede aseverar en su propio interés) y por el Cgo. francés de 1804 (art. 1331) sienta con buen sentido el
principio de que nadie puede otorgarse un título probatorio, sea para constituir, sea para extinguir
obligaciones. Más que el sentido material ha de atenderse al sentido moral de la frase a favor de quien
los ha escrito, ya que la regla se aplicará igualmente a los registros o manuscritos mandados hacer con el
secretario, dependiente o cualquier otra persona de confianza o de la familia de aquél a quien
pertenecen los registros y papeles domésticos. Por la segunda regla del art. (prf. II), los registros y
papeles privados hacen fe contra quien los ha escrito, cuando expresen formalmente la entrega de un
pago, aunque no estén fechados ni firmados. Esta segunda parte no lo dice el art., pero lo dicen los
principios generales en que se funda el precepto. La inscripción puede estar hecha por el mismo
acreedor, por sus dependientes o personas de confianza, e inclusive por el propio deudor, si se
demuestra que éste fue encargado por el acreedor para el efecto. El caso 2) de la regla en examen, tiene
sensible diferencia con la anterior, contenida en el caso 1). En éste se suponen registros y papeles del
acreedor y la prueba es de extinción de la obligación. En el caso 2), los registros y papeles son del deudor
y la prueba es de obligación y se exige que además de la enunciación expresa o formal del crédito, se
inserte declaración explícita de que la nota ha sido hecha para suplir la falta de título a favor de la
persona a quien favorece la anotación. Ha de tenerse presente que si los registros y los papeles
domésticos no prueben en favor del que los ha escrito, tampoco prueban en favor de sus herederos, en
cuanto éstos no son sino continuadores de la misma persona del autor (Ricci).

SECCION V
DE LOS TESTIMONIOS Y REPRODUCCIONES
ART. 1309.- (Testimonios de documentos públicos originales). I. Hacen tanta fe como el original, y
siempre que sean expedidos por funcionarios públicos autorizados, los testimonios, en general, de
documentos públicos originales o privados reconocidos, o de cualquier otro documento o acto auténtico
de los cuales esos funcionarios sean legalmente depositarios, o los tengan consignados en sus registros o
protocolos.

II. El mismo efecto tienen los testimonios sacados por autoridad de juez o funcionario competente,
estando presentes las partes o habiendo sido citadas.
El documento público y el privado reconocido (que por el hecho del reconocimiento deviene público),
representan la prueba preconstituída por excelencia, porque por su forma testificativa constituye una
prueba perenne. Tal cual el documento original, de ambas especies, hacen fe los testimonios (copias en
el lenguaje legal francés), que son franqueados por funcionario autorizado que tenga el documento
original bajo su guarda y custodia por ministerio de la ley, de todo documento privado reconocido u otro
que acredite auténtico, provenga de los particulares o de los diferentes órganos del Estado. Las
reproducciones que contiene la Gaceta Oficial, respecto de los actos y disposiciones de los Poderes
Legislativo y Ejecutivo y la Gaceta Judicial, respecto de las decisiones judiciales, son reproducciones de
documentos públicos que hacen plena fe como éstos. Los testimonios, son reproducciones de escrituras
públicas, de documentos privados reconocidos, de actuaciones judiciales o administrativas que, de
acuerdo a la regla del art. en examen, tienen el mismo valor probatorio que los documentos originales,
cuando los expiden los funcionario que, por razón del cometido legal que cumplen, tienen la custodia de
esos originales. (V. la anot. al art. siguiente).

ART. 1310.- (Valor probatorio de otros testimonios). Los testimonios expedidos por funcionarios
públicos competentes fuera del caso previsto en el artículo que precede sólo podrán servir como
principio de prueba escrita o de simples indicios, según las circunstancias.

El art. se refiere a los testimonios que pueden otorgar funcionarios públicos, (competentes, dice el art.
sin explicar qué se ha de entender por competencia en este caso), fuera de los casos previstos en el art.
1309, que se consideran simples principios de prueba escrita o simples indicios. La regla quiere decir, que
no hace fe el testimonio de cualquier documento, autorizado por notario o funcionario público (v. gr.
entre éstos secretarios de Juzgados, secretarios de órganos autorizados, etc.), sino sólo en el caso de los
documentos por ellos autorizados y cuyos originales (escrituras, expedientes, etc.), están en su poder en
calidad de depósito legal (art. 858). Cualquier otro testimonio que el notario o el funcionario autorice,
cuando no está, en realidad, facultado para ello por la ley, no es testimonio legal que legalmente puede
hacer fe. Por ejemplo, supóngase que alguien presenta a un notario un documento privado reconocido,
o el testimonio de alguna escritura, o cualquier otra documento, para que de él le extienda testimonio, lo
cual hace el notario declarando que el testimonio que expide está conforme con el original, que restituye
a la parte juntamente con el testimonio. Ese testimonio no hace fe, porque el notario no está autorizado
a dar reproducciones de documentos que no conserva y más bien restituye al interesado. En el supuesto
anterior, debe actuarse conforme dispone el prf. II del art. 1309; demandar orden judicial, previa citación
de partes, para que se extienda el testimonio que se interesa. Se supone que citadas las partes
involucradas, si tienen fundamentado, pueden oponerse al otorgamiento y proceder por las vías legales
correspondientes si hubiera sospecha de falsedad. Si no hay observación, el testimonio así obtenido,
tiene el mismo efecto que los sacados de los originales en las condiciones especificadas por el prf. I del
art. 1309.

ART. 1311.- (Copias fotográficas y microfílmicas). I. Las copias fotográficas u otras obtenidas por
métodos técnicos para la reproducción directa de documentos originales, harán la misma fe que éstos si
son nítidas y si su conformidad con el original auténtico y completo se acredita por un funcionario
público autorizado, previa orden judicial o de autoridad competente, o, a falta de esto, si la parte a quien
se opongan no las desconoce expresamente.

II. Harán también la misma fe que los documentos originales, las copias en micropelículas legalmente
autorizadas de dichos originales depositados en las oficinas respectivas.

Las copias fotográficas u otras obtenidas por métodos técnicos o mecánicos, empleados en la
reproducción directa de documentos originales, hacen fe en las condiciones requeridas por el art. El
avance de la técnica permite ahorrar tiempo y asegurar fidelidad en las reproducciones. Se ha
generalizado en algunos países el empleo de la copia fotográfica de la matriz para otorgar testimonios de
escrituras públicas. En notario siendo depositario del original, puede emplear este sistema sin necesidad
de orden judicial, para seguridad de los interesados. En los demás casos se aplica, la regla del art. 1309,
II. Esto es, una copia fotográfica autorizada por funcionario competente (notario o funcionario judicial),
previa orden judicial o de la autoridad competente, citadas al efecto las partes involucradas, merece
plena fe como medio probatorio. Una copia fotográfica obtenida sin ese requisito, como en el caso de los
otros testimonios a que se refiere el art. 1310, debe ser considerada principio de prueba escrita, si la
parte a quien se opone la niega o desconoce expresamente. El microfilm, como medio de conservar
documentos, de toda especie, está tan generalizado que la previsión del Código en esta materia, es
oportuna y encomiable. Muchos archivos de interés para la vida jurídica pueden encontrar con ese
sistema mayor seguridad y mejor aprovechamiento.

ART. 1312.- (Reproducciones mecánicas de hechos o cosas). Las reproducciones mecánicas


(fotográficas, cinematográficas, fonográficas, y otras análogas) de cosas y hechos, hacen fe sobre ellos
siempre que haya conformidad de aquel contra quien se presentan respecto a los hechos o cosas
reproducidos.

La regla del art. da el mismo valor probatorio que en sí tendría el hecho o la cosa, a las reproducciones
mecánicas que ejemplificativamente menciona, siempre que aquél contra quien se producen no
desconozca su conformidad. Esta excepción, en ciertos supuestos no parece la más indicada. Supóngase
una película que registra al detalle ciertos hechos, que pueden ser confirmados testimonialmente por el
que tomó la película y por otras personas que aparecen en ella, el desconocimiento de la persona contra
quien se la opone, no puede ser suficiente razón, para desvirtuar una prueba semejante. Las propias
grabaciones, con concurrencia de testigos que preparan o presencian la grabación, pueden tener efecto
probatorio a pesar del desconocimiento de la persona contra quien se opone la prueba. La
jurisprudencia de otros países, presenta casos interesantes respecto de la adopción de ciertas reglas,
inclusive no expresamente establecidas en su Derecho positivo, pero que la interpretación judicial
deduce de los principios generales con evidente influencia en el progreso de la ciencia jurídica moderna,
(tal el caso del abuso del derecho, v. gr. en la jurisprudencia francesa). A propósito de las reproducciones
mecánicas (fonográficas), tiene gran valor ilustrativo el siguiente caso de jurisprudencia de la Cámara
Civil 2ª de la Capital Federal, en la Rep. Argentina, sobre la procedencia de la prueba con disco grabado.
En juicio sobre tenencia de hijos menores, derivado de otro de divorcio, el esposo que había hecho
conectar un alambre fonoeléctrico al teléfono, alegaba el adulterio de la esposa con la prueba de la
grabación de sus conversaciones telefónicas. La esposa rechazó la prueba, alegando violación del secreto
de las comunicaciones, rechazó desoído por el fiscal y el juez con el argumento de que la prueba
fonográfica, encuadraba dentro de las de tipo documental, cuya recepción era admisible. La Cámara de
apelaciones (fundada en la doctrina de Carrara, Florian y Mancini), reconoció que los cónyuges, en caso
de razonable sospecha de infracción de la obligación jurídica de recíproca fidelidad o de otras
obligaciones de asistencia familiar, podían acudir a todos los medios necesarios para verificar la
recíproca conducta, más aun si el esposo -en la especie- hizo grabar la voz de su mujer dentro del
departamento de que es dueño y en el teléfono del cual es abonado. (Jurisprudencia al día,"Clarín" de
Buenos Aires, Abril 1º 1949). El fallo anotado indudablemente, se dio atendiendo a que debe admitirse
todo medio de prueba que la ley no prohibe expresamente. En el caso, el art. 19, I) del código, consagra
la inviolabilidad de las comunicaciones, aunque deja abierta la prueba de la orden de autoridad
competente, para sortear la prohibición naturalmente que en casos muy justificados. Para el profesional
o el estudiante jurista que busquen la inteligencia del código, a través de la traducción del Cgo. italiano
contenida en la obra de Messineo, debe advertirse que la versión del art. 2712 fuente del art. 1312 (T. 1,
pg. 425), presenta una errata notable. La traducción correcta es: "2712.- Reproducciones mecánicas.- Las
reproducciones fotográficas o cinematográficas, las grabaciones fonográficas y, en general, cualquiera
otra representación mecánica de hecho o de cosa constituye plena prueba de los hechos y de las cosas
representadas, si aquél contra el cual se producen no desconoce la conformidad de dichos hechos o
cosas".

SECCION VI
DE LOS DOCUMENTOS CONFIRMATORIOS Y DE RECONOCIMIENTO
DE LA EJECUCION VOLUNTARIA
ART. 1313.- (Eficacia). Los documentos confirmatorios y de reconocimiento hacen prueba plena de las
declaraciones contenidas en el documento original, excepto si con la presentación de éste se demuestre
que existe error o exceso en el documento nuevo.

Los documentos confirmatorios y de reconocimiento, regulados en esta sección no obtienen su fuerza


más que de su conformidad con el título original. Siguiendo las enseñanzas del antiguo Derecho francés,
los redactores del Código de 1804, establecieron prácticamente lo que habían sostenido a propósito de
las copias (testimonios), es decir, que el documento de reconocimiento no dispensa de exhibir el título
primordial, sino cuando se ha hecho constar su contenido (art. 1337 del Cgo. francés igual al 922 del Cgo.
abrg.). La formulación del art. es aceptable por su claridad, habiendo cuenta las observaciones que hizo
la doctrina a la del art. 1337 del Cgo. francés que rigió, a través del 922 del c. c. abrg., hasta la vigencia
del nuevo Código. Aparte este art., tomado del 2720 del Cgo. italiano, las demás disposiciones de esta
sección reproducen, en su orden, los arts. 923, 924 y 925 del c. c. abrg., lo que enseña que no se ha
introducido mayor novedad en este aspecto. Por un documento de confirmación se da fuerza al
documento anterior que carece de ella o que no reune todos los requisitos legales. Por un documento de
reconocimiento, el deudor da al acreedor, de ordinario, el título que da nueva vida jurídica a una
obligación o título primordial, cuyos efectos están a punto de extinguirse por la prescripción. Téngase en
cuenta que el art. 553 no permite la confirmación de los actos nulos

ART. 1314.- (Excepción). Los documentos confirmatorios de un acto contra el cual la ley admite acción
de anulabilidad, sólo son válidos cuando se encuentra en ellos la substancia del acto, las causas de
anulabilidad y la intención de reparar el vicio. Se salva el caso en que el documento confirmatorio tenga
suficiente antigüedad, a juicio del juez.

Toda confirmación o ratificación presupone la existencia de un compromiso; pero, prueba al mismo


tiempo que éste estaba privado de la fuerza jurídica necesaria para exigir cumplimiento. Si no existe
ningún convenio previo, ninguna relación jurídica anterior, no hay confirmación posible. Los contratos
nulos no son susceptibles de confirmación (art. 553) y sólo son confirmables los contratos o actos
anulables (art. 558). Se cita el informe del tribuno Jaubert (cit. Aguilera y Velasco), por su precisión al
respecto: es una idea verdadera y sencilla la de que no se puede confirmar o ratificar más que aquello
que ha existido realmente, principio del cual resulta que no se puede en manera alguna confirma ni
ratificar los contratos cuya existencia no reconoce la ley (nulos), siendo posible la ratificación en los
demás casos. Por ejemplo, cuando la ley declara que no podrá haber contrato sin objeto y sin causa lícita
(art. 549, 2 y 32), la confirmación o ratificación no es posible.

ART. 1315.- (Ejecución voluntaria o confirmación tácita). A falta de documento confirmatorio basta el
cumplimiento voluntario de la obligación en la época en que la confirmación podía ser hecha.

Véase la anot. al art. 558. Jurisprudencia 1.- "El desempeño del cargo (supone) aceptación y ejecución
que importa la ratificación del contrato y subsana el defecto de la firma, como lo determina el art. 924
(1315)". (G.J. Nº 577, p. 3). 2.- "Al pagar variado canon de arrendamiento durante (varios) años,
ejecutando así voluntariamente las modificaciones verbales pactadas por su esposa, arrendataria
mancomunada, importa (para el demandado) la ejecución voluntaria del nuevo convenio restrictivo del
celebrado por escrito conforme al art. 924

ART. 1316.- (Derechos de terceros en las confirmaciones). La confirmación o cumplimiento voluntario


en la forma y época determinadas por la ley, importa la renuncia a los medios y excepciones que se
podían oponer contra el documento, sin perjuicio de los derechos de terceros.

CAPITULO III
DE LAS PRESUNCIONES
ART. 1317.- (Clases). Las presunciones son legales o judiciales
El art. se concreta a reproducir la fase final de su precedente, que luego de dar la noción de la
presunción, dice ellas son legales o no. Según la definición generalizada, la presunción es la
consecuencia, que la ley o el hombre saca de un hecho conocido, para alcanzar la verdad o la explicación
de un hecho desconocido. El Cgo. abrg., en la primera parte de su art. 934, la define así. Esa misma
noción da el Cgo. modelo (art. 2727) que el Código ha eludido. Supone un procedimiento de inducción
como base. Y la verdadera presunción supone una duda que no establece como cierta sino como más o
menos probable la relación de ciertos efectos a determinadas causas, según observa Aguilera y Velasco
fundado en la explicación que de éstas da Quintiliano en sus Declamaciones. La inducción misma no se
apoya más que en una probabilidad y su aplicación puede variar hasta el infinito. La relación que une el
hecho que se conoce y el desconocido es únicamente una conjetura, cuya legitimidad la establece la ley
o, en las presunciones simples (las judiciales del art. 1320), precisa que sea determinada a conciencia.
Por eso, en criterio de Messineo, la presunción (particularmente la iuris et de iure) reposa sobre una
ficción legal, la cual consiste -agrega- en un procedimiento lógico, por cuya virtud una norma prescribe
que se considere como si no existiese una determinada situación, sino otra, es decir, como se existiese la
situación ficticia y no la real: el hecho A vale, jurídicamente, como si fuese el hecho B. Los autores, con
variaciones en la forma expresiva, coinciden en sus definiciones en la sustancia de la noción. Pothier: es
el juicio que la ley o el hombre forman sobre la verdad de una cosa, por ilación con otra diferente.
Carnelutti, encuentra que la definición corriente (dada por la ley), peca por exceso. Para explicarse,
empieza por señalar que presunción lo mismo que prueba, se usa en dos significados: para indicar el
objeto que se utiliza para la deducción, o la deducción misma que de él se deriva, (segundo sentido este
contenido en la definición legal). Por ello puede entenderse la definición en el primer significado, así:
consecuencias deducidas de un hecho conocido no destinado a hacer funciones de prueba, para llegar a
un hecho desconocido. Y, en el segundo significado, presunciones son hechos de cualquier género, que
no tienen una finalidad probatoria específica, en cuanto sirven para obtener de ellos consecuencias para
llegar a un hecho desconocido. Messineo, que trata de las presunciones como de las pruebas
denominadas conjeturales, las define como las consecuencias que la ley o el juez saca, al remontarse de
un hecho conocido a un hecho ignorado. Las presunciones legales (art. 1318) están dispensadas de toda
prueba; quien las invoca no está obligado a otra cosa que demostrar el hecho, del cual deduce la ley una
consecuencia, que la ley la tiene por cierta, por cuya razón la parte a quien aprovecha no está en la
necesidad de demostrar su exactitud, lo que no supone, en tesis general, un obstáculo para admitir la
prueba contraria (v. el art. siguiente y su anot.).
SECCION I
DE LAS PRESUNCIONES ESTABLECIDAS POR LA LEY
ART. 1318.- (Presunción legal). I. Presunción legal es la que una ley atribuye a ciertos actos o a ciertos
hechos.
II. Unas no admiten prueba contraria, tales como:
1) Los actos que la ley declara nulos por presumirse hechos en fraude de sus disposiciones.
2) Los actos en que la ley declara la propiedad o la exoneración resultantes de ciertas circunstancias
determinadas.
3) La autoridad de la cosa juzgada.
III. Otras admiten prueba contraria en los casos expresamente señalados por la ley.
IV. La presunción legal dispensa de toda prueba a la parte a quien aprovecha.

En los casos que considera importantes, la ley, para asegurar la estabilidad de ciertas proposiciones y
evitar determinadas controversias, establece presunciones a las cuales el juez debe prestar respeto y
acatamiento. La estabilidad y el estado de las personas, la de las propiedades, la necesidad de seguridad
y de calma para una multitud de intereses, exigen y justifican que la ley tenga por verdaderos gran
número de puntos que no están demostrados, pero cuya existencia se considera como probada por una
inducción más o menos incontestable, tal cual, dice Bonnier, el orden político y el orden social que sólo
se fundan en presunciones legales. Según se ha advertido inicialmente en la anot. i. f. del art. anterior,
según tengan o no cabida la prueba en contrario, se distingue dos especies de presunciones legales: la
que los antiguos intérpretes llaman juris tantum, que admitía prueba en contrario, y la que recibe el
nombre de juris et de jure, contra la cual no se recibía prueba alguna, distinción que el derecho inglés
establece, con mejor precisión dice Bonnier, llamándolas presunciones discutibles (disputable) y
perentorias (conclusive). Son de iuris et de iure, aquellas sobre cuyo fundamento la ley anula ciertos
actos o aquellas en las cuales no se puede fundar una acción (casos 1 y 3 del prg. II). Es constante y
admitido principio también que al poseedor de un inmueble ha de reputársele propietario del mismo,
aunque así no resulte normado expresamente, solución que tiene sus antecedentes en la máxima feudal:
ninguna tierra hay sin señor, abolida por la Revolución francesa (ley de agosto de 1792, cit. Bonnier),
cuya versión actual al tenor del ordenamiento jurídico nacional (arts. 166 de la Const., 211 y 212 del c. c.
y 5º y 7º de la L. de R.F. Agr.) puede formularse así: la tierra es de quien la trabaja. Por regla general, no
se admite prueba alguna contra las presunciones legales, excepto en los casos previstos en la ley. Deriva
de ello la distinción enunciada en el art. 1317 y reglada en este que ahora se anota, distinción que en la
doctrina del Cgo. modelo, también se denomina presunción absoluta a la de iuris et de iure y relativa a la
iuris tantum. Se discute en la doctrina, sobre si la presunción constituye un medio de prueba. Según
Pothier, aquélla difiere de la prueba propiamente dicha: ésta hace fe directamente y por sí misma de una
cosa o de un hecho; la presunción da de ello fe por una consecuencia deducida de otra cosa o de otro
hecho (por lo que, también, se la denomina prueba conjetural: Messineo); ejemplos: el recibo de pago es
una prueba de la extinción de la obligación; la declaración testifical sobre hechos presenciados por los
testigos, dan fe de ellos, y en ambos casos, la prueba literal y la prueba oral dan fe por sí mismas,
directamente del pago o de los hechos averiguados. Mas, la fe que se atribuye al recibo dado por los
intereses u otras prestaciones periódicas, sin reserva alguna, sobre el pago de aquéllos y el de éstas por
los períodos anteriores (art. 321, I), es una presunción, por cuanto no es por él mismo y directamente
que el recibo da fe del pago respectivo de los períodos o plazos anteriores, sino por una consecuencia
que la ley deduce de que, ordinariamente, se pagan las anteriores prestaciones antes que las actuales.
López-Moreno, considera que las presunciones legales no pueden proponerse como medios de prueba
porque son disposiciones legales, por virtud de las cuales se reconoce un derecho, eximiendo de la
obligación de probarlo (art. 1318, IV), a la persona en cuyo favor se declara; derecho que unas veces es
absoluto, pues no se admite prueba en contrario (iuris et de iure), y otras contingentes, por cuanto se
admite esa prueba (iuris tantum). Las presunciones hominis o simples (judiciales según el art. 1320), que
no están establecidas por la ley, sino que las deduce el juez, tampoco constituyen medio de prueba, ni
como tal pueden proponerse. Es posible que estas consideraciones doctrinales hayan influído para que
en la redacción del Procedimiento Civil, se haya titulado el único artículo relativo a la materia (477) así:
Presunciones como medios de prueba. Las presunciones legales son dos: las absolutas que no admiten,
como la ley, contestación, esto es, como se dice comunmente por los autores, aunque impropiamente,
que no admite prueba en contrario. Es praesumptio juris et de jure, es decir, llamada presunción de
derecho por cuanto la ley la establece, y por derecho, por cuanto toda presunción deducida de Derecho
es tenida por la ley como firme verdad (Menoch, cit. por Pothier). Que no es, propiamente, medio de
prueba sino una disposición legal, se infiere del hecho simple de que aun la prueba literal, como la oral
(testifical o confesión, v. gr.), pueden ser destruídas: falsedad de escrituras, falsa testificación, confesión
contraria a prueba literal fehaciente (art. 409, caso 3º p.c.), etc. En la presunción iuris et de iure, no
puede concebirse siquiera una posibilidad análoga: sería como pretender contestar y contradecir la ley.
Las presunciones iuris et de iure que no admiten contestación y por tanto, no se puede pretender
prueba alguna contra ellas, están mencionadas en el art., casos 1) y 2) de su parágrafo II. Son aquéllas
por las que: a) la ley anula ciertos actos, o b) niega la acción en juicio. En el primer caso,
ejemplificativamente, pueden considerarse los supuestos de los arts. 15, 493, 549 y 1274; en el segundo,
los de los arts. 244 caso 2), 1027 y 1492. Señalar más ejemplos de las presunciones iuris et de iure,
supone un estudio dedicado a ese objeto de todo el Derecho privado. Se encuentra en todas las partes
del Derecho y abundan en materia de obligaciones. Puede considerarse entre ellas, siempre por vía de
ejemplo, también los casos de los arts. 326, 359, 435, 448, 587 en el Cgo. Civil. Igualmente la presunción
del art. 179 del c.f. (ejemplo clásico en la materia), que reputa padre del concebido durante el
matrimonio al marido y la del art. 1319 (cosa juzgada) que se examina infra (art. 1319). En materia
comercial, también ejemplificativamente, téngase en cuenta los casos de los arts. 562 (extensión del
aval), 734 (cancelación de títulos-valores), 1295 (contenido de la cuenta corriente mercantil) o 1480
(arbitraje en sociedades). Las presunciones relativas o iuris tantum, son también legales porque las
establece la ley. Se diferencian de las de derecho y por derecho, porque contrariamente a éstas, admiten
prueba en contrario. Su primer efecto es desplazar el peso de carga, como ya si ha visto (prg. IV). Los
ejemplos son numerosos. Se han señalado y se señalarán en el curso de las anotaciones, en el examen de
los preceptos que las contienen. Para recordar, se señala, siempre ejemplificativamente, los siguientes:
art. 1, III) nacimiento con vida; la muerte simultánea múltiple (art. 2, II); art. 39 y s. presunción de
muerte; art. 173, presunción de medianería; art. 282, servidumbres accesorios; art. 956, promesa de
pago, y el ya citado art. 321, I) del Código; art. 186 negación de hijo; art. 113, comunidad de bienes en el
c.f.; 399 sobre responsabilidad anterior de los socios, 788 sobre responsabilidad en las obligaciones
mercantiles, 1027 respecto de la prueba del siniestro, en el c. com.

ART. 1319.- (Cosa juzgada). La cosa juzgada no tiene autoridad sino con respecto a lo que ha sido objeto
de la sentencia. Es menester que la cosa demandada sea la misma, que la demanda se funde en la misma
causa, que las partes sean las mismas y que se entable por ellas y contra ellas.

El Digesto, sienta estas dos reglas centrales en la materia: Res iudicata pro veritate accipitur (La cosa
juzgada se tiene por verdad; Lib. 50, tít. 17, regla 207; cit. Scaevola). Res iudicata dicitur, quae finem
controversiarum pronuntiatione iudicis accepit, quod vel condemnatione, vel absolutione contingit (es
cosa la que pone fin al pleito por la pronunciación de la sentencia del juez absolviendo o condenando;
Lib. 42, tít. I, ley 1; cit. ibidem). La cosa juzgada, presunción legal de verdad, merece la particular
atención en la norma del art. 1319, vertida del 936 del Cgo. abrg. Es precepto que hasta la promulgación
del Código francés, estaba ubicado entre las leyes procedimentales. La influencia de Pothier, determinó a
los redactores de dicho Código, a incluirlo entre las disposiciones sustantivas de la prueba. El Cgo.
italiano de 1865 (art. 1351) siguió el ejemplo, pero el de 1942, modelo general del que se comenta aquí
no le consigna. Messineo, no lo dice expresamente pero deja inferir que la prescindencia de la regla
obedece a que el concepto de la cosa juzgada en sentido formal pertenece a la esfera del derecho
procesal y pertenece al derecho sustantivo sólo el concepto sustancial de la cosa juzgada como en el
caso del art. 2909 (1451 del Código) que define los alcances de los efectos de la cosa juzgada entre las
partes, o en el del art. 1974 (952 del Código) relativo a la anulabilidad de la transacción sobre un pleito
ya decidido por sentencia pasada en autoridad de cosa juzgada. El principio de la cosa juzgada, se funda
en una doble razón (Ricci): una de derecho común, por virtud de la cual el causi contrato de litis obliga a
respetar la sentencia que defina el litigio; la otra, de carácter singular, reposa en el interés social que
evita la perpetuidad de los litigios, que implicaría la inseguridad de los derechos. Se infiere de lo dicho,
que sólo se produce por la vía contenciosa y no en la vía voluntaria que se ejercita sin contradicción. La
única decisión judicial que reviste autoridad de cosa juzgada, es la que tenga carácter definitivo: la
sentencia (Savigny, cit. por Ricci). Tocante a los autos interlocutorios, -problema arduo e incierto tanto
en la doctrina como en la jurisprudencia según Laurent (cit. por Ricci)- éste, apoyado en la jurisprudencia
del tribunal Supremo de Turín, considera que se da autoridad de cosa juzgada, cuando contenga la
decisión de un punto controvertido que sea la premisa lógica necesaria de cuanto en el fallo se contiene.
Hay cosa juzgada, cuando se han agotado todos los recursos ordinarios o extraordinarios concedidos por
la ley, para impugnar la decisión judicial o cuando han transcurrido los términos para hacerlo. Esto es,
como se dice en el estilo forense, cuando la decisión está ejecutoriada (art. 515 p.c.). No se presume la
cosa juzgada (cuestión diversa de la presunción de verdad que importa ella). Debe constar categórica y
terminantemente, porque no se puede argumentar con ella como con las leyes para sacar consecuencias
(Forti, cit. por Ricci). No puede ser declarada de oficio y debe ser invocada como excepción por quien
esté favorecido por ella, el cual puede desistir de utilizarla porque está estatuída sólo en el interés de la
parte a quien favorece. Su efecto da a la sentencia, en todo su contenido, carácter de verdad inatacable,
sea justa o injusta, aunque sea inicua (Pothier), esto es, v. gr., que mande pagar lo que en verdad no se
debe o que exima de la obligación realmente debida; se reputa que consagra una verdad que no admite
prueba en contrario. Requiere tres condiciones rigurosamente establecidas por la ley: a) Ut si eadem res:
la cosa demandada debe ser la misma, es decir la misma cosa que se pidió ya en otro juicio terminado
por sentencia firme. Ejemplo: Juan que demandó la reivindicación de un fundo en el Paseo del Prado,
número X y fue vencido en juicio, demanda nuevamente sobre el mismo fundo, alegando ser
copropietario en él. La cosa juzgada no puede ser opuesta, porque no hay identidad en la demanda. La
identidad debe ser absoluta, de modo que hasta la cantidad sea la misma en ambos juicios. En cada caso
el juzgador debe considerar minuciosamente la situación. La ley, la doctrina y aun la jurisprudencia, sólo
pueden dar pautas de orientación. Respecto de la cantidad, v. gr., pueden considerarse, por lo menos,
dos hipótesis: 1º) Si se ha rechazado la demanda relativa al total (de una supuesta deuda, v. gr.),
implícitamente, se ha rechazado la parte y la cosa juzgada es oponible en un segundo pleito por esa
parte. 2º) Si se ha establecido como cosa juzgada que no se tiene derecho a una parte, esa cosa juzgada
establece que no se puede tener derecho al todo. La identidad de la cosa demandada, no supone la
identidad de la causa petendi, que es cosa diversa y la segunda condición que conforma la cosa juzgada.
b) Ut si eadem causa petendi: la demanda debe estar fundada sobre la misma causa. Esto es, el
fundamento jurídico en que reposa el derecho que se reclama en juicio. Ejemplo: Juan demanda el pago
de 10.000.- $b. por venta de su caballo; la causa de la demanda es el hecho jurídico de la venta, sobre el
cual reposa su derecho de exigir el pago que reclama. Si vencido en juicio, demanda nuevamente
reclamando la misma cantidad, alegando un crédito contra el demandado, no hay identidad de la causa
petendi y, por tanto, la cosa juzgada no es oponible. Se distingue entre causa próxima y causa remota y
se dice que basta que exista la identidad de la primera, aun cuando la segunda sea distinta para que
pueda oponerse la cosa juzgada. Ejemplo: nulidad de testamento por vicio de forma, derivada de la falta
del número de testigos exigidos por ley; rechazada la demanda, se plantea nueva demanda de nulidad
del mismo testamento, también por vicio de forma, pero que esta vez consiste en que el notario no leyó
las disposiciones testamentarias en presencia de testigos. Ricci, contra la opinión de otros autores,
sostiene que no se puede alegar la cosa juzgada, porque la doctrina contraria no tiene asidero ni en el
texto ni en los fines de la ley. Se confunde el fin del juicio con los medios empleados para lograrlo. En
ambos juicios la finalidad es la misma: nulidad del testamento por vicio de forma; mas, en cada uno de
los juicios se parte de diversos puntos, diversidad que se la que debe tenerse presente para decidir si una
demanda está o no fundada en la misma causa. La causa petendi no debe confundirse con los
documentos o argumentos que apoyan una tesis dada. La causa de pedir será la misma, aunque los
documentos en que se apoye sean nuevos o las razones nuevas, De ello también se infiere que si la causa
de pedir es diversa, no se puede oponer caso juzgada, porque se apoye esa nueva demanda en los
documentos que se presentaron a la anterior demanda. c) Ubi si eadem conditio personarum: la
demanda debe ser propuesta entre las mismas personas, por una en contra de la otra en la misma
cualidad. Ejemplo: Un testamento es impugnado por uno de los herederos forzosos contra un heredero
instituído (testamentario en la porción de libre disposición) y la acción es rechazada; posteriormente,
otro heredero forzoso de la misma testamentaria impugna a su vez el mismo testamento contra el
mismo heredero instituído. La cosa juzgada no es oponible al nuevo demandante, porque éste no
intervino en el anterior juicio. Obsérvese que el art. en examen, omite sin razón la condición explícita
contenida en las disposiciones señaladas como su fuente y su precedente, respecto de la misma cualidad
en que deben intervenir las partes para los efectos de la regla que legisla. Las sentencias sobre el estado
civil de las personas, pueden oponerse a terceros que no han intervenido en el juicio porque faciunt jus
erga omnes, según doctrina y jurisprudencia generalizada (que Ricci no acepta), recogida hoy en la regla
del art. 1452. Se consideran partes del juicio y la cosa juzgada es oponible a ellas, los sucesores a título
universal, porque continuando la persona misma del de cujus, éste los representó en el juicio en que
intervino como parte. Igualmente el vendedor y el cedente representan en juicio al comprador y al
cesionario y, por esto, la cosa juzgada respecto de los primeros aprovecha o perjudica a los segundos. Lo
mismo puede decirse de los acreedores quirografarios, a quienes sólo les corresponde una acción
personal contra el deudor. Diversa consecuencia resultaría para los acreedores hipotecarios o con
garantía real. La cosa juzgada oponible al deudor no lo sería igualmente a ellos, según doctrina
generalizada que Ricci rechaza. La relaciones entre acreedor y deudor, quirografario o hipotecario, -dice
el deudor citado- son las mismas que median entre el autor y el causahabiente y la hipoteca es un
derecho que el acreedor deriva de su deudor. Si los intereses que están en juego en el juicio son los
mismos, (v. gr. reivindicación de dominio planteada por un tercero), el juicio que pierda el deudor,
afectará al acreedor hipotecario. Sin embargo, depende de los intereses que el deudor defienda. Si
pierde un juicio de nulidad de primera hipoteca contra el acreedor hipotecario, si éste le demanda por la
nulidad de la primera inscripción para asignarse el primer lugar. Hay dos intereses diversos, los que
derivan de las relaciones entre el deudor y el primer acreedor hipotecario y los que refieren entre un
acreedor y otro acreedor. La cosa juzgada oponible al mandatario, lo es también al mandante, cuando
deriva de la ejecución del mandato recibido. En cambio, el deudor no representa en juicio al fiador,
porque no es su causahabiente; por ello, la cosa juzgada obtenida con relación al primero, no es oponible
al segundo. El codeudor solidario, tampoco representa en juicio a otros codeudores, por tanto la cosa
juzgada obtenida en relación a uno de ellos, no aprovecha ni perjudica a los demás. Lo mismo ocurre
respecto de las relaciones entre varios acreedores (art. 442). La cualidad, que debe ser la misma para
oponer la cosa juzgada, se refiere a la personalidad jurídica de la parte, no a la cualidad de actor o de
demandado con que actuó en el juicio. Si Juan que ganó el juicio de reivindicación que le dedujo Pedro,
tiempo después demanda a éste porque se introdujo en el mismo fundo, objeto del primer pleito de
reivindicación, la cosa juzgada que obtuvo Juan contra Pedro puede ser invocada, aunque los papeles de
actor y demandado se hayan invertido.

SECCION II

DE LAS PRESUNCIONES JUDICIALES

ART. 1320.- (Presunciones judiciales). Las presunciones que no están establecidas por la ley, se dejan a
la prudencia del juez, quien no debe admitir sino las que sean graves, precisas y concordantes, y sólo en
los casos para los cuales la ley admite la prueba testimonial, excepto que el acto sea impugnado por
fraude o dolo.

Las presunciones simples o praesumptiones hominis, que son las que llama judiciales el Código, son las
deducidas por el juzgador, con criterio propio incensurable en casación, en los caos concretos sometidos
a su conocimiento y decisión. Estas presunciones en materia civil, corresponden a la prueba indiciaria en
materia penal, que no son exactamente la misma cosa (López-Moreno), aunque no se encuentran entre
una y otra materia otra diferencia que el nombre o la frecuencia del uso (Giorgi). La prueba indiciaria, es
de uso cotidiano en los juicios penales; las presunciones simples son de uso raro en los civiles. En el
orden lógico, evidentemente, presunción (de prae sumo, idea de efecto) e indicio (de indeduco, idea de
causa), significan el procedimiento racional, que permite inferir un hecho ignorado de otro conocido y
cierto, por natural y probable concatenación de causa a efecto. La prudencia recomendada al juzgador
por el precepto, tiene trascendente significado en la gravedad de la facultad que le otorga la ley, más
aún si se considera, como se verá infra, que la prueba legal no está taxativamente tasada como en el
régimen abrogado, y la prueba libre, apreciación dejada al arbitrio judicial, es más amplia. Pothier, en su
Tratado de las Obligaciones, advierte que las presunciones llamadas simples no constituyen solas por sí
mismas una prueba, sino que sirven únicamente, para confirmar y completar la prueba que resulta por
otra parte.

CAPITULO IV
DE LA CONFESION
ART. 1321.- (Confesión judicial). La confesión que presta en juicio una persona capaz de disponer del
derecho al que los hechos confesados se refieren, sobre un hecho personal del confesante o cumplido
por su apoderado con poder especial, hace plena fe contra quien la ha prestado, a menos que sea
relativa a hechos diferentes o contraria a las leyes.

Se entiende por confesión la manifestación o declaración que la parte hace para reconocer, en todo o en
parte, la existencia de un hecho jurídico o reconocer un derecho en favor de otra. Del principio de que
nadie puede crearse en su propio favor una prueba: nemo potest esse auctor in rem suam (nadie puede
aseverar en su propio interés), se infiere claramente que la declaración confesoria ha de prevenir de la
parte obligada, no de la que se conceptúa con derecho para que tal declaración alcance valor de
confesión, esto es, de prueba (Ricci). Considera en su sentido jurídico, la confesión no es ni puede ser
otra cosa que la prueba de una obligación preexistente. Por eso dice, con perfecto buen criterio, Toullier
(cit. Aguilera y Velasco) que la confesión no es más que el testimonio prestado por el deudor a la verdad
de una obligación o de un hecho que con ella se relaciona, acto de su consentimiento -agrega- en virtud
del cual declara reconocer como cierto aquello que se pone en duda u otro hecho que puede servir o
conducir a la prueba del primero; es, en una palabra -concluye- el sí del deudor que reconoce como
verdad el hecho o la pretensión contraria de que se trata. El Código no precisa una noción del instituto.
El Cgo. modelo, en su art. 2730 (no adoptado) da la siguiente: declaración que una parte hace de la
verdad de hechos desfavorables a ella y favorables a la otra parte. El valor de prueba perfecta y acabada
que la ley atribuye a la confesión, depende de que ella sea explícita y absoluta, que haga lugar al
aforismo romano qui de uno dicit, de altero negat (quien afirma una cosa, niega la contraria; cit.
Scaevola) (las confesiones son válidas totalmente si lo que se comprende en ellas puede verificarse por
derecho y naturaleza). El requisito de capacidad exigido para formularla, le da puntos de contacto con el
consentimiento. Mas, si bien como éste debe ser necesariamente libre (estar exenta de error o no tener
origen en la violencia), los autores señalan cabalmente la diferencia anotado que la confesión se refiere a
una obligación existente, a un hecho anterior, en tanto que el consentimiento se relaciona con un hecho
presente. La confesión no tiene por objeto más que las cuestiones de hecho y no es admisible en las de
derecho y, con tal carácter, como medio de prueba es admisible en toda clase de asuntos (Aguilera y
Velasco), aun en aquellos en que no produce la prueba testimonial y cuando se la presta en las
condiciones fijadas por la ley, puede hacer ineficaces incluso toda clase de documento, sean públicos o
privados. Según Scaevola, los autores antiguos, ateniéndose a la ley 4ª tít. 13 de la Partida 3ª, señalan
diez circunstancias para la confesión judicial, así: 1) Mayoridad de edad, que supone la capacidad de
disponer; 2) Espontaneidad; libre de coacciones físicas o morales; 3) Hecha con ciencia cierta, sin yerros
ni equívocos; 4)Que el confesante declare contra sí mismo o para obligarse en favor de otro. 5) Que
confiese ante Juez competente. 6) Que declare a presencia de contrario. 7) Que la confesión recaiga
sobre cosa, entidad o hecho determinado, para que perjudique al confesante. 8) Que se haga en juicio.
Fuera de él no constituye prueba. 9) Que no sea en propio favor del confesante porque no constituye
prueba lo afirmado en provecho propio. 10) Que no sea hecha contra la naturaleza o contra las leyes,
como confesar ser padre de otra persona que tuviese mayor edad que el confesante, en el primer caso y,
en el segundo, como confesar el casado tener un impedimento dirimente con el fin de anular el
matrimonio, o declarar que uno es esclavo de otra persona. Se trata de una declaración cualificada por el
sujeto y por el objeto (Carnelutti). Por el sujeto, porque debe necesariamente provenir de la parte o de
su mandatario con poder especial; en realidad la confesión siempre es personal, ya que la hecha
mediante un mandatario, en definitiva, está ya manifestada en el poder. Por el objeto, porque no
cualquier declaración de la parte es confesión sino la que manifiesta un quid contrario al interés de la
misma parte. Debe hacer prueba contra aquél que la hace (art. 1321). Puede confesar quienes tienen
capacidad de disposición sobre el derecho involucrado en la confesión, conforme a los principios: qui
non potset donare, non potest confiteri y qui non potest contrahere non potest confiteri (quien no
puede donar ni puede obligarse, no puede confesar). La que se presta en juicio por uno de los
demandados, sólo hace prueba contra su autor y no perjudica a los demás ni resulta suficiente por sí sola
para declarar probados los hechos en litigio (art. 407 p.c.). La doctrina considera a la confesión probata
probatísima (la prueba de las pruebas) o la reina de las pruebas (confessio est regina probationum)
(Ricci), denominación que Giorgi estima impropia, porque la razón verdadera de su eficacia especial que
excusa de mayor prueba depende de ser un reconocimiento voluntario del derecho ajeno, hecho por
quién puede renunciar al propio, tanto en la espontánea, cuanto en la provocada (distinción introducida
por el nuevo p.c. art. 404). Puede ser judicial: espontánea o provocada y extrajudicial (sobre esta última
v. la anot. al art. siguiente). La primera, es la que se hace en juicio: coram iudice. Expresa, cuando se la
hace explícita, clara y positivamente. Tácita o presunta, cuando se da por confeso al deferido a confesión
provocada, que no comparece al emplazamiento judicial (art. 424 p.c.). Sólo se la puede prestar dentro
del término de prueba (art. 412 p.c.). Espontánea, cuando se la presta sin petición de la parte contraria,
voluntariamente, no sólo para admitir el hecho controvertido (que entonces no es confesión), sino con la
intención manifiesta explícitamente de conocer a la otra parte, el derecho de prevalecer de ella, (de ahí
el apotegma del estilo forense: confesión de parte, relevo de prueba). Es provocada, cuando se la da,
contestando a los interrogatorios admitidos según ley (arts. 415 al 419 p.c.) y ordenada por el juez a
petición de la parte contraria. Los interrogatorios no constituyen prueba, sino sólo el medio para
obtenerla. La confesión provocada, conocida en el Derecho italiano, modelo del Código vigente, sólo en
la doctrina, puede considerarse prácticamente como juramento decisorio, (véase la anot. al art. 1324),
que ha sido suprimido por el Código y su procedimiento. El Cgo. modelo, mantiene el juramento
decisorio, pero no tiene regla ninguna sobre la confesión provocada. La tiene el Cgo. procedimental
alemán (art. 270). Se dice que la confesión es simple, cuando afirma lisa y llanamente la verdad del
hecho litigado o interrogado. Se dice que es calificada, cuando, reconociendo la verdad del hecho, se
añade circunstancias, modificaciones o interpretaciones que restringen o destruyen el efecto legal de la
afirmación básica. Su efecto es constituir prueba (plena, según el Cgo., art. 1321 y solamente prueba sin
adjetivación alguna, según el p.c. art. 409). El efecto real de la confesión, hecha con las debidas
formalidades, termina el litigio. Pues, reconocer la certeza de las alegaciones contrarias, equivale a
manifestar que no tiene valor ninguno la oposición a ellas de la cual se desiste. Por eso, Ulpiano (cit.
López-Moreno) decía que el confeso se considera juzgado, que, en cierto modo, aparece condenado por
su propia sentencia. Este principio, según el Codex (Lib. 7, tít. 59, ley 1; cit. Scaevola), reza: confessos in
iure pro iudicatis haberi placet (a los confesos en juicio se les tiene por juzgados), y en el Digesto (Lib. 42,
tít. 2, ley 1; cit. ibidem): confessus pro iudicato est, quodammodo sua sententia damnatum (el confeso
se tiene por juzgado, porque en cierto modo le perjudica su dicho).

ART. 1322.- (Confesión extrajudicial). I. La confesión extrajudicial hecha por persona capaz al interesado
o a su representante legal, surte el mismo efecto que la judicial en los casos para los cuales es admisible
la prueba de testigos. II. Si la confesión extrajudicial se hace a un tercero, vale sólo como indicio.

La confesión extrajudicial, es la que se hace fuera de juicio. Sirve como base de presunción judicial, como
dice con propiedad del p.c. (art. 426) o indicio como dice el Código (art. 1322). Si es puramente verbal,
podrá hacerla velar en los casos en que es admisible la prueba testifical. Las declaraciones contenidas en
los actos y contratos, se consideran confesiones extrajudiciales que constan, por lo demás, en los
instrumentos correspondientes. Ossorio en su Anteproyecto (arts. 819 y 820), no admite la confesión
extrajudicial porque no le atribuye más alcance que el que tendría un documento o manifestación
cualquiera. Scaevola sostiene que hablar de confesiones extrajudiciales es emplear términos de valor
práctico muy dudoso y embrollar a sabiendas un asunto naturalmente claro, si se considera que los
hombres viven en confesión extrajudicial permanente cuando declaran hechos propios ante otras
personas o las consignan en un documento o en una carta. No pudiéndose hacer constar la confesión
extrajudicial sino mediante los testigos que la oyeron o según el documento en el que quedó consignada,
el autor citado no encuentra sustantividad ninguna a este llamado medio de prueba, que carece de signo
especial y propio.

ART. 1323.- (Indivisibilidad e irrevocabilidad). La confesión judicial o extrajudicial no puede ser dividida
contra el confesante; tampoco admite retractación, a menos que se pruebe haber sido consecuencia de
un error de hecho, o de violencia o dolo.

Es irrevocable una vez prestada, a menos que hayan vicios de error de hecho, violencia o dolo. Es
indivisible y no puede ser dividida contra el que la presta y debe ser aceptada o rechazada por entero,
pues que es una y su unidad jurídica no puede ser dividida (Ricci). Sin embargo, la doctrina admite la
divisibilidad tratándose de confesiones complejas, que comprenden hechos diversos enteramente,
desligados entre sí, que no tienen unidad jurídica y nada se opone a su admisión o rechazo parciales, sin
faltar a la regla de la indivisibilidad. Este criterio ha sido adoptado, con buen sentido, en el p.c. (art. 410).
Prestada la confesión sin vicio alguno que le quite su eficacia, ya se ha dicho, se tiene por axioma que
cuando la verdad consta por confesión sobra todo otro género de prueba (Jaubert, cit. Scaevola). Pero, si
esa confesión está viciada de error de hecho, violencia o dolo, no puede sostenerse que ha sido
válidamente prestada y no puede tener eficacia legal ninguna. Es doctrina antigua que el error de hecho
a nadie aprovecha, doctrina que se aplica a toda la materia del derecho. Probado el error de hecho, cabe
la retractación. Igualmente y con mayor razón si se prueba violencia o dolo. Respecto de la
indivisibilidad, los autores antiguos la fundamentan en el principio de no poderse aceptar lo favorable y
rechazar lo desfavorable. En la anot. al art. 1321 se ha dado una somera noción de la distinción que trata
de las confesiones simples y de las calificadas. Para Viso (cit. Scaevola), son simples cuando se afirma
llanamente la verdad del hecho sobre el que se interroga; calificadas son aquellas en que cuando se
reconoce la verdad del hecho sobre que recae la pregunta, se añade circunstancias o modificaciones que
restringen o destruyen la intención de la parte contraria, como por ej: cuando uno confiesa haber
firmado cierto documento, pero añade que lo hizo a fuerza o engaño. La confesión cualificada, se
distingue, a su vez, en dividua e individua. Se da la primera, cuando la circunstancia o modificación que
añade el que confiesa, restringe la intención o la pretensión del contrario, pero de manera que permite
separarse del hecho que modifica. Se da la segunda cuando las modificaciones o circunstancias no
pueden separarse del hecho preguntado, por la conexión que tienen entre sí. El art. 410 del p.c. da las
reglas para sostener la indivisibilidad o permitir la divisibilidad, de acuerdo a la doctrina moderna. Pues,
según observa Scaevola, cuando falta en la confesión la unidad de hecho, que es elemento correlativo y
recíproco de ella, pierde eficacia la confesión por no concurrir la unidad, razón por la cual no cabe
sostener que la confesión constituye prueba de un hecho y también de otro enteramente distinto no
conexo con él, sólo por sostener la teoría y la regla de la indivisibilidad.

CAPITULO V
DEL JURAMENTO
ART. 1324.- (Prohibición del juramento decisorio). Ni de oficio ni a instancia de partes podrán los jueces
librar la resolución de la causa al juramento decisorio.

El art., prohibe el juramento decisorio. Según él no se puede hacer depender la decisión de la causa de
este tipo de juramento, ni de oficio ni a instancia de parte. En primer término, cabe observar que ni la
doctrina ni la jurisprudencia conoce la posibilidad de que el juramento decisorio pueda ser deferido de
oficio. (Parece haberse confundido a éste con el supletorio que sí, puede serlo). Sólo corresponde a la
parte (art. 945, c. c. abrg.) deferirlo, según el principio de que pueden hacerlo todos los cuantos puedan
transigir la litis y, el juez, no está -no puede estar- entre ellos. En segundo lugar -como reiteradamente se
ha observado- la falta de una inexcusable exposición de motivos, impide conocer los fundamentos de
esta innovación que no está tomada del Cgo. modelo, que en su art. 2736, 1) regula el juramento
decisorio. El juramento decisorio es una declaración de ciencia acerca de la existencia de un hecho, que
se hace solemnemente ante el juez por una de las partes a instancia de la otra, y de la cual se hace
depender la decisión, total o parcial, de la causa (Messineo). Según Paulo (cit. Bonnier), el juramento
decisorio constituye una verdad transacción: speciem transactionis continet; pero, se observa que a
diferencia de las transacciones ordinarias, en esta especie, la parte deferida resulta obligada a tener
confianza en su palabra y a aceptar el deferimiento para confesar (o negar) la justicia de las pretensiones
de quien le llama a esa decisión, aunque también se ha considerado que este modo de cortar o definir
los litigios está lejos de ser siempre satisfactorio, (Greenleaf, cit. Bonnier). Entre las legislaciones
consultadas, aparece en el Cgo. español una prescindencia total de capítulo especial relativo al
juramento (en sus diversas clases conocidas). Sin embargo, dicho código, dentro de la sección
correspondiente a la confesión (arts. 1231 y s.), regula expresamente el juramento decisorio, deferido y
referido. Se dice que es referido, cuando la parte deferida por la otra, defiere, a su vez, a ésta,
desplazando a ella la decisión mediante dicho juramento a solicitud de parte, que prácticamente
equivale a la confesión provocada. La ley de Enjuiciamiento civil española, por su parte, regula
detenidamente la forma de prestarlo, (el interrogatorio debe presentarse en pliego cerrado -art. 582 L.
Enjuiciamiento Civil- como en el caso de la confesión provocada según el p.c. art. 415). La verdadera
diferencia entre confesión y juramento, radica en que aquélla se presta espontáneamente, sin
juramento, y éste es provocado por la parte que libra la decisión de la causa a la conciencia de la otra, no
a la resolución del juez. La misma diferencia que entre confesión espontánea y confesión provocada
puede darse. En Anteproyecto de Ossorio, suprime el juramento decisorio, porque considera gravísimo
entregar a las partes contendientes a lo que una de ellas diga; pues, en un pleito -añade- pesan muchos
accidentes, muchos pareceres, muchos episodios y someterlo todo a la afirmación de uno de los
litigantes, es reducir el complejo litigioso a un estado personal que puede apartarse de la verdad y de la
justicia. Nótese, empero, que consecuente con su posición, Ossorio, tampoco acepta la confesión, bajo
juramento decisorio (la provocada del p.c.). Muchos autores, particularmente Bentham (en su Tratado
sobre las pruebas, fundado en el Evangelio: San Mateo, Cap. 5º, vers. 33, 34 y 37, cita de Reus en "Ley de
enjuiciamiento Civil"), consideran el juramento decisorio inútil, por el desprestigio en que ha caído y
porque su abuso lo ha convertido en una nueva arma para el fraude (Bonnier). Otros consideran el
juramento decisorio una prueba casi inútil y poco menos que ilusoria, que en los tiempos modernos ya
no puede tener la fuerza y la importancia que le dieron las leyes y las costumbres de otras épocas
(Aguilera y Velasco).

ART. 1325.- (Juramento de posiciones). Pueden las partes en todo asunto, durante el término de
prueba, pedirse recíprocamente juramento sobre hechos personales relativos al litigio; pero con cargo
de estar sólo a lo que les sea favorable, según apreciación que hará el juez.

Este juramento, como está establecido, responde a la práctica del derecho nacional (arts. 354 del C.
Proced. y 260 del p.c. abrg.), sin otra variante que la de la nueva denominación que le da el p.c. vigente:
confesión provocada (en una de sus varias formas). Es una disposición meramente instrumental y su
examen es totalmente propio del comentario de la legislación procesal

ART. 1326.- (Juramento supletorio). Cuando la demanda o la excepción no esté plenamente justificada,
pero tampoco del todo desprovista de prueba, o cuando no pueda demostrarse en otra forma el valor de
la cosa demandada, puede el juez deferir de oficio el juramento, quedando la apreciación final librada a
su arbitrio prudente.

El supletorio, que es el único que puede deferir de oficio el juez, puede servir para hacer depender del
mismo la decisión del pleito, o solamente para determinar en la sentencia la cantidad cuestionada, (en
este caso el juramento se dice que es estimatorio). Cuando es supletorio, para hacer depender la
decisión de la causa de él, sólo suple, las deficiencias o faltas de otros medios de prueba. Esto es, deben
existir otras pruebas, que aunque no den una plena evidencia, son pruebas al fin y el juramento
supletorio, al completarlas, no es más que un medio de prueba, carácter que lo diferencia del decisorio
que es prácticamente una especie de transacción. Es facultativo del juez deferir al juramento supletorio y
debe hacerlo en las condiciones que exige el art. En suma, procede este juramento cuando la demanda o
las excepciones no son plenamente probadas, pero no están absolutamente desprovistas de prueba. El
juramento que puede exigir el juez según la facultad que le confiere el caso 4) del art. 4 del p.c.,
reiterada para la materia en el art. 378 del mismo, es el que este art. del c. c. establece y no otro.

CAPITULO VI

DE LA PRUEBA TESTIFICAL

ART. 1327.- (Admisibilidad). Se admite la prueba testifical si no está o no resulta prohibida por la ley.

La prueba de testigos antiguamente tuvo preponderante importancia. Es mucho más antigua que la
literal o documental y se hace remontar su origen al del Derecho positivo. Practicado como el único
medio de prueba en muchos pueblos de la antigüedad (Aguilera y Velasco), tuvo gran importancia entre
los hebreos, griegos y romanos. Estos últimos estuvieron lejos -se dice- de dar a la escritura pública la
importancia que hoy tiene y casi nunca estaba prohibida por ellos la prueba de testigos. Sin embargo,
para el derecho justinianeo tenía ya preferencia el testimonio escrito sobre el no escrito: contra scriptum
testimonium, non scriptum non profertur (contra los testimonios escritos no debe prevalecer los
verbales), dice el Codex (Lib. 4, tít. 20, ley 1; cit. Scaevola). Mas, tampoco deja de ser evidencia histórica
que hasta la Edad Media, cuando apenas se practicaba el arte de escribir, predominó la máxima testigos
vencen escritos, (temoins passent lettres), para luego ser ampliamente difundido con el Derecho
moderno, el principio escritos vencen testigos, (Bonnier), aun en las legislaciones que no excluyen la
prueba testifical con la misma extensión que el Cgo. francés y el Cgo. abrg. Pasado el tiempo de la
preponderancia de la prueba testifical, hoy no constituye la regla, sino la excepción: los testigos no son
admitidos a probar las convenciones pactadas entre las partes, salvo en los casos señalados por la ley
(Ricci). Tal es el principio que sienta el art. Ni el Código ni su Procedimiento, al igual que el c. c. abrg.
definen al testigo. El C. de Proced. (art. 283) y el p.c. abrg. (art. 188), dan esta noción: testigo es la
persona fidedigna de uno u otro sexo que puede manifestar la verdad. Para Scaevola (aunque considera
prueba muy peligrosa en los litigios, la de testigos), testigo es la persona que declara lo que sabe sobre la
verdad o falsedad de un hecho. Testigo, es la persona que se encontraba presente, por azar o por
llamado de las partes, en la realización del hecho o del acto litigado y que puede, consiguientemente,
certificar ante el juez su existencia, formas y resultado (Planiol y Ripert). Su declaración, recae entonces
sobre hechos que ha conocido personalmente. Esta característica la diferencia de la fama pública,
aludida en los versos latinos insertos en la anot. al art. 1285 (medios de prueba) y por virtud de la cual
los testigos dan fe de hechos que sólo conocen porque los han oído o les han contado. En el régimen
abrogado (art. 209 p.c.), la fama pública (testigo de oídas) no estaba permitida. En los casos aplicables
(injurias, v. gr.), el testigo era presencial, no de fama pública. El régimen vigente (tanto el Código como
su procedimiento), no dan una categórica regulación sobre el particular. Ha de considerarse que la fama
pública no está permitida como prueba testifical. El Proyecto Toro (art. 3333) la rechaza expresamente.
El testigo más seguro, el que inspira más confianza -dice Aguilera y Velasco- es el denominado
vulgarmente testigo de vista, esto es, el que ha presenciado el hecho de cuya prueba se trata . Aparte
esta clase, los autores y las leyes, mencionan los testigos auriculares, diferenciados en tres clases: 1º) los
que han oído por sí mismo, testes exauditu propio; 2º) los que han oído aquello que afirman a uno de los
interesados, testes exauditu partis, y 3º) los que han oído a una tercera persona lo que declaran, testes
exauditu alieno. Esta forma de prueba, no puede ser decretada de oficio por el juez. Tal se infiere del art.
451 del p.c. según el cual los testigos deben ser propuestos por las partes (art. 380, 3) p.c.). Finalmente,
aunque obvia, cabe recordar la regla de que nadie puede ser testigo en causa propia. La jurisprudencia
comparada enseña que la relación de un litigante, así fuese jurada, no constituye un medio legal de
prueba. (ninguno es testigo idóneo en causa propia).

ART. 1328.- (Prohibición de la prueba testifical). La prueba testifical no se admite:

1) Para acreditar la existencia ni la extinción de una obligación, cuando el valor de ella exceda el límite de
las acciones de mínima cuantía determinada por la Ley de Organización Judicial, excluyendo frutos,
intereses u otros accesorios o derivados de la obligación principal.

2) Tampoco se admite contra y fuera de lo contenido en los instrumentos, ni sobre lo que se alegue
haberse dicho antes, a tiempo o después que ellos se otorgan, aun cuando se trate de suma menor.

Es inadmisible la prueba de testigos, en las obligaciones contractuales o derivadas de acto unilateral, que
tienen por objeto un valor superior a los 5.000.- $b., de acuerdo a lo dispuesto por los arts. 122, 1º), 134,
1º) y 146, 1º) de la loj. y por el parágrafo 1) del art. en examen, conforme a la modificación introducida
por el D.L. Nº 16483 de 17 de Mayo de 1979. El cómputo de la cuantía no comprende los accesorios del
crédito principal como frutos y/o intereses que derivan del mismo título. El límite, según ha de
entenderse la regla que se examina (prg. I), comprende sólo el capital. Cuando la obligación es de
cantidad, la apreciación de la cuantía no ofrece dificultades. No así si es de otra cosa. La ley, al no fijar
regla, deja, indudablemente, al buen sentido del juez la apreciación. Debe tenerse en cuenta, en este
punto, que la prueba testifical es inadmisible, así la cuantía de la obligación contractual sea inferior al
límite legal, en todos los casos en que el documento escrito es requerido por la ley como forma
sustancial (arts. 491 y 492). Tampoco es admisible esta prueba, contra o a favor del contenido de las
convenciones escritas, ni sobre lo que se alegue como dicho antes, simultánea o posteriormente a la
misma, aun tratándose de convenciones inferiores en valor a los 5.000.- $b. Es obvio que en semejantes
supuestos, la prueba oral es siempre totalmente incierta. (prf. II del art.). La prohibición de la prueba
testifical en estos casos, es de orden público y no puede ser derogada por las partes. Si estas prueba
fuese practicada mediante acuerdo de partes, en un caso en que la ley la prohibe (art. 1327), el juez no
puede ni debe tenerla en cuenta (Ricci)

ART. 1329.- (Admisibilidad en casos especiales) La prueba de testigos también se admite en los casos
siguientes:

1) Cuando existe un principio de prueba escrita respecto a la pretensión del actor.

2) Cuando el acto es impugnado por falsedad o ilicitud.

3) Cuando el acreedor haya perdido, por caso fortuito o fuerza mayor, el documento que le servía de
prueba literal.

4) En los demás casos dispuestos así por este Código.

Las excepciones contenidas en este art., concordantes con las reglas del art. 1320, se comprenden
fácilmente. El principio de prueba escrita, se refiere a cualquier escrito. Expresión amplia y comprensiva
donde quedan bien claramente comprendidos, cartas, apuntes, libros, papeles, registros de toda especie
o con cualquier objeto escritos. Los mismos documentos públicos y privados, por igual razón, se
consideran principio de prueba escrita, en las enunciaciones indirectas contra las partes que las han
firmado. El principio de prueba ha de proceder de aquel contra quien se lo hace valer. Son ejemplos de
principio de prueba escrita, los mencionados en el art. 1310. La impugnación de falsedad, en rigor, no es
excepción a la regla del art. 1328, II). No se trata de variar o desvirtuar el contenido del instrumento. Se
trata de su validez integra, que pueda estar afectada por vicios del consentimiento (error, dolo, violencia,
lo que constituye la impugnación por ilicitud), o de su existencia misma (caso de falsedad). Se está
discutiendo en los supuestos hechos y éstos admiten preferentemente la prueba testifical. La
imposibilidad de prestar prueba escrita (que había), es la del caso 3) del art. La prueba testifical deberá
demostrar: que existía un documento y que éste se ha extraviado o se ha destruído o por otra causa se
ha hecho imposible su presentación, sin culpa del que pide la prueba, y que del documento resultaba el
nacimiento o extinción de la obligación controvertible. La materia no ofrece mucho campo a las
observaciones y debe comprenderse con el buen sentido antes que con sutiles discursos (Giorgi).

ART. 1330.- (Eficacia probatoria). Cuando la prueba testifical es admisible, el juez la apreciará
considerando la credibilidad personal de los testigos, las circunstancias y la eficacia probatoria suficiente
que de su declaraciones sobre los hechos pueda resultar, sin descuidar los casos en que legal o
comunmente se requieran otra clase o pruebas.

En cuanto a la eficacia de este medio de prueba, el nuevo ordenamiento procesal ha abandonado el


sistema de la prueba legal o tasada y, sin llegar al de la prueba libre o de libre convicción, adopta el
sistema de la sana crítica, que es una categoría intermedia entre aquéllas. Las reglas de los arts. 215 y
221 del p.c. abrg.: dos testigos sin tacha, contestes y conformes en personas y hechos, tiempos y lugares
(cuatro para acreditar falsedad de documento público), v. gr., han sido sustituídas por las del art. 476 del
p.c. vigente, que faculta al juez valorar la prueba testifical, según las reglas de la sana crítica y
considerando las circunstancias que influyan en la eficacia probatoria de las declaraciones. Las reglas de
sana crítica que se consideran en casación, según la doctrina y la jurisprudencia españolas (López-
Moreno), y que deben informar la apreciación del juez, son: 1.- Unus testis nullus testis: si una parte
propone un solo testigo, sea cualquiera su condición, y la otra propone varios sin tacha, aunque sea
mayor la autoridad del testigo único, no puede el juez atribuir mayor fe a lo dicho por él que a lo
manifestado por los otros, apareciendo contestes. 2.- Plus in veritate quam in opinione: Si varios testigos
contestes declaran un hecho que contradice las leyes naturales, o sea el curso natural y ordinario de los
acontecimientos de la naturaleza, no puede prestárseles ascenso, porque ha de estarse antes a la verdad
real que a la opinión de los hombres. 3.- Ha de estarse más a la calidad que al número: si dos o tres
testigos de buena fama y encomiables costumbres, con reputación de prudentes, afirman un hecho,
contra diez o veinte que no reunen las mismas condiciones y que, aún teniendo algunas de ellas como la
buena fama, carecen de las otras, dar mayor importancia al testimonio de los últimos sería infringir las
reglas de la sana crítica. 4.- Siendo igual la calidad de los testigos e igual la naturaleza de los testimonios,
debe preferirse lo atestiguado por el mayor número. Además de las reglas anteriores, los autores y la
jurisprudencia comparada, ofrecen estos criterios de apreciación de la prueba testifical: - Debe darse
crédito a las declaraciones de los testigos de una de las partes, cuando la prueba practicada por la
contraria no desvirtúa las afirmaciones de aquéllos. - El dicho de los testigos sin tacha alguna es válido. -
Carece de validez el testimonio del testigo que se contradice. - No debe reputarse probado un hecho
justificado sólo por testigos con tacha legal. - La declaración testifical referente a hechos particulares
debe prevalecer sobre lo concerniente a un hecho general.

CAPITULO VII
DE LOS INFORMES PERICIALES
ART. 1331.- (Prueba de expertos). Cuando se trata de apreciar hechos que exijan preparación y
experiencia especializadas, se puede recurrir a la información de expertos, en la forma que dispone el
código del Procedimiento Civil.

Las comprobaciones materiales exigen muchas veces, conocimientos, técnicos que los jueces no poseen.
Entonces se recurre a personal profesional o del oficio de que se trate, para las verificaciones que
implican esos conocimientos técnicos o científicos. Nótese, en primer lugar, que la prueba pericial
procede sólo cuando se trate de apreciar hechos y, en segundo lugar, que esos hechos requieran el
conocimiento científico, artístico o práctico. El campo de la prueba pericial es muy grande, en cuanto
abraza todos los asuntos de ciencias, artes y trabajo manual, todos aquéllos que suponen una cultura
especializada y las experiencias de la práctica. Sería inútil pretender señalar todos los asuntos objetos, la
comprobación auditoría, etc., de cuentas, la clasificación de las sustancias, determinados puntos de
arquitectura y construcción, los de la industria, los de la agricultura, la reconstrucción de determinados
hechos, la traducción y lectura de letras o escrituras antiguas, la mensura de campos, etc. Muchos
autores, han equiparado los peritos a los testigos, doctrina que ha llevado a algunos códigos a no
considerar el dictamen pericial como prueba distinta y a tomar a los peritos como testigos especiales,
con ilustración especializada sobre determinadas disciplinas del conocimiento. La única coincidencia
entre testigos y perito, es que ambos, aportan elementos de juicio para el pronunciamiento del fallo.
Pero, tienen diferencias que sobrepasan la coincidencia. El testigo, da cuenta de lo que sabe por haberlo
visto o por haberlo oído (injurias, v. gr.); el perito relata lo que conoce por haberlo aprendido en la
enseñanza de una ciencia, de un arte o de un oficio: la desemejanza es evidente (Scaevola). Según otro
enfoque de la diferencia, la testificación es la reconstrucción del pasado, de un acto o de un hecho que
se ha efectuado anteriormente, los testigos narran sus recuerdos. El peritaje, por el contrario, recae
sobre hechos presentes: cuando el juez encarga al perito verificar el estado de un cadáver, de una
herida, o de un objeto cualquiera, lo único que examina el perito, es el estado actual: no da recursos,
sino una opinión fundada en bases técnicas. La diferencia es esencial (Planiol y Ripert).

ART. 1332.- (Peritos de oficio). Si el juez no encuentra en los informes de los peritos los conocimientos ni
la claridad suficiente, podrá de oficio designar uno o más peritos

ART. 1333.- (Eficacia). El juez no está obligado a seguir las conclusiones de los peritos, pero debe fundar
las propias.

En la jurisprudencia comparada, los jueces no están obligados a sujetarse al dictamen de los peritos y la
apreciación de la prueba pericial está sometida a las reglas de la sana crítica, criterio que recoge el art.
441 del p.c. vigente

CAPITULO VIII
DE LA INSPECCION OCULAR
ART. 1334.- (Inspección ocular). La inspección ocular del juez puede realizarse de oficio o a solicitud de
parte cuando los hechos y circunstancias del caso admiten examen material, o las exterioridades, estado
y condición de las cosas o lugares, faciliten una apreciación objetiva.
Cuando para el esclarecimiento y apreciación de los hechos, sea necesario que el juez examine por si
mismo algún sitio o la casa litigiosa se recurre al reconocimiento judicial. Puede decretarse de oficio o a
petición de las partes. Este medio de prueba, se practica con asistencia de las partes, sus defensores y,
además, pueden concurrir al acto peritos y testigos, cuando unos y otros hubiesen de intervenir en la
inspección. Inspección ocular, inspección judicial, reconocimiento judicial, son las denominaciones que
indistintamente se emplean para referirse a esa diligencia. Corresponde destacar dos puntos de interés
respecto de esta prueba: a) Ha de referirse siempre a las exterioridades de las cosas, esto, es, a lo que
pueda apreciarse por el órgano de la visión, no pudiendo ser eficaz de otra manera. La razón está en los
motivos mismos porque se autoriza esta prueba. b) La inspección practicada por el juez reviste
autenticidad judicial. Es por ello, que el art. 428 del p.c. autoriza que tratándose de tribunales colegiados,
pueden concurrir a la inspección alguno o algunos de sus miembros, no necesariamente todos y los que
no han concurrido a la diligencia pueden perfectamente fundar su fallo, (o su voto), en la apreciación
hecha por los miembros del tribunal que asistieron al acto, cuya acta consigna con claridad perfecta los
detalles y circunstancias de la actuación

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