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DERECHO PROCESAL CIVIL

DOCENTE: LIC. JOSÉ VIVEROS

ELABORADO POR: VERONICA MENDOZA VEGA


DERECHO PROCESAL CIVIL
LAS PRUEBAS

Nuestro Código Procesal Civil definía la prueba como «la averiguación judicial de la verdad o
falsedad de los hechos alegados en el juicio.» El Código General Procesal no define, como
corresponde, la prueba, pero, como vemos, no existen dudas acerca de la actividad a que se
refiere.

La temática del XVI Congreso Mexicano de Derecho Procesal. El tema


de la prueba

Como es habitual, la temática del XVI Congreso Mexicano de Derecho Procesal es de sumo
interés.

En la misma se incluye la prueba, sus generalidades y las especialidades, según los diferentes
procesos.

Hemos elegido el tema probatorio por entender que el mismo encierra un importante interés, tanto
desde el punto de vista científico como práctico, en nuestro actual mundo del Derecho procesal.

Y dentro de la prueba preferimos las generalidades que abarcan los más importantes problemas
que encierra el derecho probatorio, el cual, como sabemos, no sólo pertenece a la ciencia del
proceso, sino también, al propio Derecho civil, en cuya materia de obligaciones hay un lugar para el
tema de prueba. En casi todos los códigos civiles del mundo y, sin duda, en los sistemas
originarios del Código de Napoleón de la época siguiente a la revolución francesa.

La temática probatoria

l). Generalidades

El tema que se nos convoca a desarrollar, referido al derecho probatorio, es el de sus


generalidades. Esto es que dejamos de lado las especialidades probatorias de cada proceso que
se analiza en otro punto de este evento con mayor profundidad.

2). Concepto de prueba. Ubicación de la teoría general de las pruebas judiciales

a) Concepto de prueba

En sentido general, de acuerdo con el Diccionario de la Real Academia, prueba es la


acción y efecto de probar, de demostrar; también: razón, argumento, instrumento u otro
medio con que se pretende mostrar y hacer patente la verdad o falsedad de una cosa (2ª.
Acepción), indicio, seña o muestra que se da de una cosa (3ª. acepción) y ensayo o
experiencia que se hace de una cosa (4ª acepción). En derecho, dice dicho diccionario (5ª
acepción), es la «justificación de la verdad de los hechos controvertidos hecha por los
medios que autoriza y reconoce, por eficaces, la ley». En sentido científico, prueba es,
también, averiguación y demostración.

En el proceso civil, es un medio de verificación de las proposiciones de los litigantes, según


Couture. En materia penal —dice el maestro— es averiguación, haciendo referencia a la diferencia
entre el sistema dispuesto en el proceso civil, e inquisitivo, en el penal. Devis Echandía (1)  define
las pruebas judiciales como «el conjunto de reglas que regulan la admisión, producción, asunción y
valoración de los diversos medios que pueden emplearse para llevar al juez la convicción sobre los
hechos que interesan al proceso». Alsina (2)  plantea la necesidad de una teoría general de la
prueba, dando pautas al respecto.

b) Teoría general de la prueba y su ubicación


1.- Generalidades:

Existe una teoría general de la prueba que, en parte, venimos desarrollando aquí en forma
sintética, que se refiere a su concepto, naturaleza, principios, clases y demás generalidades.

Dicha teoría pertenece al campo del proceso, ciencia autónoma, sin perjuicio de su naturaleza
secundaria, al servicio del derecho sustancial, según toda la moderna doctrina procesal (3). 

Esto, pese a que muchas de sus reglas están contenidas en los códigos civiles, como sucede en
nuestro propio país (reglas que el Código General del Proceso del Uruguay, en muchos casos,
rescató para su texto). Esto, porque, como sabemos, el derecho procesal, antes de autonomizarse
(ver supranota 3) dependía del derecho civil y, en general, de los diversos derechos de fondo, por
ejemplo, en el sistema de las acciones de la ley del derecho romano que, en muchos casos, se
prolonga hasta mediados de siglo.

Los autores clásicos (también influidos por dichos criterios) sostuvieron que no existe una
teoría general sino una particular para el proceso civil y otra para el proceso penal (4);  después se
reclamará una teoría de la prueba para el derecho constitucional (sic), laboral, etcétera, por
sostenerse la tesis de que existe —o debe existir— un proceso para cada una de estas disciplinas,
diseñado sobre la base de los principios específicos de cada uno de esos procesos.

Contra esta tesis participamos junto a los autores modernos que sostienen que, así como hay un
solo proceso, sin perjuicio de las especialidades en cada caso, sólo hay una teoría general de las
pruebas, que sirve tanto al proceso civil como al penal (5) .

Y este enfoque (si fue general) es el que hemos pretendido realizar en la reciente obra de nuestro
Código Comentado: Código General del Proceso. Comentado, anotado y concordado. T. IV.
Editorial Ábaco, Montevideo, 1997. F. Cardinal, M. de Hegedus, S. Klett, S. Pereira y L. Simon.
Dirección E. Véscovi.

En todo caso, y dentro del proceso penal acusatorio que se impone en la gran mayoría de los
códigos del proceso penal y es recogido por el Código Procesal Penal Modelo para Iberoamérica
del Instituto Iberoamericano de Derecho Procesal, tampoco el juez es un investigador, sino que
dicha función se traslada al Ministerio Público con el contralor judicial.

Sin embargo, y sin perjuicio de no estar en un proceso inquisitivo sino dispositivo (6),  pero con
aumento de los poderes del juez, en general y en materia probatoria en especial, igualmente
participamos de la opinión de que hay una única teoría general del proceso y una única teoría
general de la prueba.

2. Clasificación de las pruebas

En materia de clasificación de las pruebas, como sucede generalmente, hay múltiples criterios,
según los diversos autores. Sin embargo, en esta parte general incluiremos las que tienen mayor
utilidad en el proceso. Así, la prueba se clasifica, según su poder convictivo y su grado de valor,
en plena y semiplena. A las que agregan los autores el principio de prueba.

La prueba plena es la que produce una total certeza y la semiplena es la imperfecta, como se ha
dicho, la que no prueba la existencia del hecho histórico, sino la posibilidad de su acaecimiento.
Cabe recordar que la propia Constitución de la República de Uruguay habla de semiplena prueba
con relación al proceso penal (artículo 15).

En cuanto al principio de prueba, es el que, sin convencer plenamente, hace verosímil la existencia
del hecho (tema que tratamos al comentar los artículos sobre prueba testimonial).

Se enseña, por los autores estudiados, que el objeto de la prueba son los hechos y el sujeto de la
prueba es el juez. En función de ello se clasifica la prueba en directa e indirecta. La directa es
aquella en la cual la percepción del hecho la realiza directamente el juez (por ejemplo, inspección
judicial), mientras que la indirecta es aquella en la cual entre el sujeto (juez) y el hecho se interpone
algo, cosa o persona (por ejemplo, testigo, perito) (7). 

A su vez, la prueba indirecta, según algunos autores de los citados, como Couture, se subdivide
en histórica y crítica.

La histórica es aquella en la que la percepción del juez se realiza a través de la representación, por
ejemplo en el relato del testigo o en el informe del perito. La crítica es aquella a la que se llega por
un razonamiento lógico; según Couture, se verifica el hecho histórico a través de otros hechos o
cosas relacionadas con el hecho a probar en relación de representación.

Según el momento de creación, las pruebas se dividen en preconstituidas o circunstanciales. Las


preconstituidas son las creadas por las partes con el fin de demostrar lo que quieren probar.
Generalmente se preconstituye en el momento de celebrar los actos jurídicos (escritura pública,
declaratoria, etcétera). Las circunstanciales, en cambio, surgen con posterioridad al acto a probar y
son la mayoría de las mencionadas.

En este mismo tema algunos autores mencionan la contraprueba, es decir la prueba que no se
dirige a demostrar un hecho histórico, sino a destruir su existencia o veracidad.

3. Consideraciones sobre el sujeto y objeto de la prueba

Como ya lo anticipamos, el sujeto de la prueba es el juez a quien se dirige la actividad probatoria,


porque, como luego veremos, la prueba constituye una regla esencial (de juicio) para el juzgador,
quien, en la sentencia (con cuya elaboración se relaciona dicha actividad probatoria) debe resolver
cómo hacerlo, sobre todo cuando en el expediente no existe la prueba de determinados hechos.

En cuanto al objeto de la prueba, los autores hacen diversas precisiones y desarrollos que son
ajenos a este trabajo para el XVI Congreso Mexicano de Derecho Procesal.
Algunos llaman a esto tema de prueba, pero preferimos, con la mayoría, mantener la designación
tradicional de objeto de la prueba.

Los autores están contestes en sostener que lo que se prueban son los hechos históricos que
invocan las partes. A lo que agrega el profesor Parra Quijano que son los «hechos y las
afirmaciones» (8) . En cambio, no se debe probar, en principio, el derecho que se presume
conocido por el juez. Y que, inclusive, el magistrado puede suplir, no la prueba, sino la propia
invocación de la parte (iura novit curia).

Sin embargo, y a pesar de que el código no hace diferencia, hay una limitación en lo que se refiere
al derecho extranjero, lo que es objeto de norma expresa, en diversas latinoamericanas (CIDIP), lo
cual tratamos más adelante.

Pero todavía cabe agregar que existen ciertos hechos que no es necesario probar, como los
notorios, los evidentes y los presumidos por la ley, como lo veremos al comentar y anotar el
artículo 138.

Los demás temas estudiados por los procesalistas en la teoría general de la prueba, tales como
hechos a probar, prueba trasladada, máximas de experiencia, el llamado régimen legal de la
prueba (Alsina), que no es sino el estudio de los diversos medios y su regulación, se analizan al
anotar los artículos que siguen.

Principios que rigen la prueba

Corresponde hacer una breve mención a los principios que rigen las pruebas judiciales, aunque los
mismos se vuelven a tratar, al menos parcialmente, en el estudio de los diversos medios de
prueba.

La enumeración de estos principios varía según los autores, y los criterios, aun entre los mismos
autores colombianos a los cuales nos referimos (9). 

En todo caso, se mezclan, en las diferentes enumeraciones, dos órdenes de principios: los que
responden a la actividad probatoria y los que se dictan para regular, más que la prueba
específicamente, el proceso en general. Y, sin perjuicio de mencionar ambos grupos, haremos un
análisis, siempre somero, de los primeros, pues los segundos (principios del proceso) si bien se
aplican a la prueba (como a los demás actos del procedimiento), ya los hemos estudiado
ampliamente en nuestro tomo I; no obstante no dejaremos de mencionarlos.

a) Principios que tienen relación con el proceso. Mención

Se trata de principios comunes a todos los actos del proceso y del procedimiento, que responden al
nuevo régimen adoptado por los más modernos códigos; esto es, al proceso oral o por audiencias.

Así, siguiendo la mención de Devis Echandía, incluiremos los siguientes principios generales:

1.- Principio de lealtad, probidad y veracidad

Nuestro artículo 5 establece, dentro del proceso, el deber de las partes, los asistentes y todos
quienes participan en el juicio, de respeto a la dignidad de la justicia, y de lealtad y buena fe; es un
deber para toda la actividad procesal.
2.- Principio de contradicción

Este también lo estudiamos en los principios generales. Es fundamental, en esta materia, como lo
establecemos al estudiar las reglas relativas a diferentes medios de prueba, como también lo
establecimos y comentamos en relación con la alegación de hechos nuevos o incorporación de
pruebas (especialmente documentos) obtenidos o hallados recientemente.

3.- Principio de inmediación y dirección del juez

Este principio también responde al sistema general del proceso por audiencia. Hay un artículo
expreso en el Código (artículo 142) a cuyo comentario nos remitimos. Según esta norma, la prueba
—con delimitadas excepciones relativas— se produce siempre en la audiencia. Inclusive, como
veremos en la prueba de reproducción de hechos, entre otras, hay casos en los que la audiencia
se realiza fuera del juzgado, pero con la presencia del juez que la dirige y asume la prueba, es
decir, en un acto de audiencia.

4.- Principio de publicidad

No es más que la aplicación de la regla de publicidad del proceso, salvo motivos especiales de
reserva apreciados por el juez (artículo 7).

5.- Principio de inmediación

Es la aplicación del Principio de concentración procesal ya comentado (artículo 10).

b) Principios que rigen la prueba. Breve comentario

Aquí enumeramos los principios en que más coinciden los autores y que pueden ser tomados
como específicos en materia probatoria.

1.- Principio de la necesidad de la prueba y de la prohibición del juez de aplicar el


conocimiento privado sobre los hechos del proceso

La prueba es necesaria si existen hechos controvertidos, salvo los hechos que no es necesario
probar (presumidos, etcétera).

En todo caso, lo que trata de resaltar este principio es que, como una de las principales garantías
del debido proceso, las pruebas deben surgir del expediente («lo que no está en el expediente no
está en el mundo»), y no puede provenir de otras piezas, salvo que se incorporen al proceso
(prueba trasladada que estudiamos más adelante). Asimismo, no pueden provenir, entre otras
fuentes, del conocimiento privado del juez (10). 

Si así no fuera, de nada valdrían los principios de la necesidad de la audiencia, de igualdad,


contradicción y otros más.

2.- Principio de unidad

En un proceso, dice Parra Quijano que «no se aporta una sola prueba sino varias, inclusive de la
misma especie, pero en todos los casos la necesidad de estudiar la prueba como un todo salta a la
vista» (11).
Efectivamente, la prueba, compuesta de diversas piezas, como referimos, es una sola y, sobre
todo, debe ser apreciada en su conjunto.

De otra manera, ha dicho la Corte Suprema de Colombia, también citada por Parra Quijano, el
tribunal encuentra dificultad para formar la premisa menor del silogismo jurídico que constituye la
sentencia, o sea, la determinación ficticia concreta a la que habrá que aplicar la norma jurídica.

En nuestro derecho, la norma de valoración de la prueba (artículo 140) establece la apreciación de


ella en su conjunto.

3.- Principio de la adquisición procesal o de la comunidad

Este principio, también llamado de la comunidad de la prueba, sostiene que ésta no pertenece a la
parte que la solicita ni aun al propio juez, sino al proceso. Y se funda, también, en los principios de
lealtad y buena fe.

Es decir, que una vez incorporada a aquél, ha sido adquirida para el mismo, la haya pedido
cualquiera de las partes o dispuesto el juez de oficio.

Ahora bien, el problema a resolver es el de cuándo se considera adquirida una prueba para el
proceso. No cabe duda de que una vez incorporada como tal (realizada la pericia, interrogado al
testigo, o agregado el documento o recibido el informe) la parte solicitante pierde el dominio del
medio que solicitara oportunamente y no se puede desistir del mismo (12) .

En cambio, parece existir opinión mayoritaria en la doctrina y jurisprudencia en cuanto a que, si aún
no se ha diligenciado la prueba, cabe el desistimiento, como lo sostenemos al estudiar la prueba
testimonial (artículo 159). Sólo una parte de la muy avanzada doctrina sostiene que la adquisición
se produce cuando la prueba se solicita y admite por el juzgado y ya no puede desistirse de ella.

También se ha sostenido que el juez podría hacer suya la prueba solicitada por la parte y de la cual
se desiste, en cuyo caso aparecerá como prueba del oficio. Y esta facultad llegaría hasta la etapa
de las diligencias para mejor proveer.

4.- Principio de la naturalidad, espontaneidad y licitud de la prueba y del respeto a la


persona humana

Este principio, expuesto así por Devis Echandía, expresa en esta transcripción su contenido:

Se refiere, en especial, al rechazo de la prueba ilícita, que sería la prohibida por la ley, en especial,
porque viola los derechos de la persona humana. Y se podría agregar, aunque interfiere con otros
principios (de ambos grupos), la que viola las garantías del debido proceso legal y de la defensa en
juicio, que tratamos al comentar la norma legal de nuestro código (artículo 144).

5.- Principio de la evaluación o aplicación conforme con las reglas de la sana crítica

El sistema ha sido relacionado por los autores con la reforma del proceso y la adopción del sistema
de la oralidad, a partir del maestro Mauro Cappelletti (13) .

Este sistema es el que rige de principio (frente a los otros, el de la tarifa leal y el de libre
apreciación por el juez) y es el más adecuado al proceso oral y por audiencia, lo que se establece,
salvo normas expresas en contrario. Lo comentaremos al anotar el artículo 140.
Es decir que, siguiendo las opiniones vertidas, el Código Modelo y el Código uruguayo de 1989 han
establecido, para el juicio oral (por audiencias), el sistema de libre valoración racional o de la sana
crítica (que tomamos como similares) para la apreciación de las pruebas judiciales, salvo norma
expresa, como vimos.

III.- El objeto de la prueba

1).- En general

En principio son objeto de prueba los hechos, y no el derecho, invocados por las partes, que sean
controvertidos, esto es, no admitidos por la contraparte.

Es decir que en el proceso son objeto de prueba los hechos porque el derecho se presume
conocido, según unos, en especial por el juez que es el sujeto de la prueba a quien se refiere.

Se incluye el derecho extranjero según la moderna doctrina que, por supuesto, también es
derecho.

Dichos hechos deben ser los invocados por las partes desde que estamos, como lo señalamos en
el proceso dispositivo. Y los hechos del proceso son aquellos que invocan las partes y que
controvierten, es decir, no admiten.

En efecto, entre las cargas y deberes del demandado está la de controvertir los hechos alegados
por el actor, so pena de tenerlos por admitidos.

2). Hechos no susceptibles de prueba

Aquí estudiaremos hechos presumidos por la ley donde, como sabemos se establece una
diferenciación entre las presunciones legales, absolutas, que no pueden ser objeto de prueba en
contrario y los presumidos por el juez, en cuyo caso debe funcionar la sana crítica y las reglas de
experiencia y los hechos notorios y las evidentes.

4). Hechos notorios

Estos hechos, con la excepción que se analizará, constituyen una categoría que está relevada de
prueba por imperativo legal, aun cuando ingresen en los hechos relevantes a la causa para la
aplicación de la norma jurídica correspondiente.

Incluso, algunos autores como Tarigo, agregan que tales hechos estarían exentos de prueba, dada
su calidad de controvertibles, y ello pues, al no poder ser controvertidos por su propia naturaleza,
escaparían a la categoría que requiere acreditación (14). 

a) Concepto

El sentido normal y corriente del adjetivo notorio equivale a público y sabido por todos; en sentido
jurídico, ha sido definido como aquel «que entra naturalmente en el conocimiento, en la cultura o
en la información normal de los individuos, con relación a un lugar o a un círculo social y a un
momento determinado, en el momento en que ocurre la decisión» (15) .

La doctrina ha requerido, en primer término, que el hecho sea conocido por el tribunal; pero ese
conocimiento no se debe limitar a uno de carácter privado, sino que ha de gozar de una cierta
generalidad.
Sobre la base de ello, se han postulado dos corrientes sobre el alcance subjetivo del conocimiento.

a) Una tesis que sostiene que el mismo sea de todos los integrantes del círculo social respectivo.

b) Otra que entiende que es suficiente una divulgación o generalización relativa en ese círculo,
siempre que el juez tenga conocimiento de ella desde antes del proceso o pueda conocerla durante
el proceso por investigaciones personales o pruebas aportadas con ese propósito y no le quede
duda sobre la verdad del hecho» (16). 

Creemos, con la mayoría de la doctrina, que notoriedad no es sinónimo de generalidad absoluta,


ya que un hecho puede ser notorio sin ser conocido por todo el mundo, y el criterio de la
normalidad de la información adoptado en la definición expuesta soluciona tal problema. En
consecuencia, puede concluirse que se alcanza con el conocimiento de la mayoría de las personas
de cultura corriente (17),  cobrando especial relevancia, para su interpretación, el principio de
razonabilidad.

Por otra parte, también existe división de opiniones en cuanto a la duración requerida al respecto,
sosteniendo algunos autores la necesidad del carácter de permanente del hecho, y otros que
también aceptan la notoriedad en caso de hechos excepcionales o transitorios (18). 

Es esta segunda tesis la que habrá de adaptarse, pues sabido es que las verdades históricas, por
ejemplo, son relativas y, sin embargo, su notoriedad no se ve enervada por ello; lo que sí importa
es que el hecho sea conocido por el juez al momento de su apreciación, y que tal conocimiento
emerja por formar parte del acervo normal del círculo social al que pertenece (19)  o, como precisa
Couture, de la existencia de una pacífica certidumbre (20).

Por último, tampoco se requiere un conocimiento efectivo o real que signifique que el juez deba
saber su determinación concreta a priori, sino que alcanza el poder conocerla por los medios
normales de información (21).

Al respecto, señala Rosemberg que no debe excluirse la cesión probatoria sobre una notoriedad
general desconocida por el tribunal como, por ejemplo, el caso de cuestiones geográficas o
históricas no percibidas (22).

c) excepciones a la exención

En cuanto al presente tema, la norma en estudio requiere la conjugación de dos situaciones; en


primer término, que el hecho notorio constituya el fundamento de la pretensión y, en segundo lugar,
que no sea admitido por las partes. En tales casos, el hecho notorio será tema de prueba, siempre
y cuando se verifiquen ambos extremos en forma conjunta.

El primer requisito es la naturaleza de hecho base de la pretensión; la doctrina ya se había


pronunciado en tal sentido antes de la actual regulación legal, entendiendo que un hecho, aunque
notorio, debe ser probado si ha sido considerado por la norma como presupuesto del efecto jurídico
que se persigue (23).

En consecuencia, la exención de prueba del hecho notorio queda limitada a los casos en que se
trate de un hecho accesorio o complementario, entendiéndolos como las circunstancias o detalles
que acompañan a los principales y sirven para complementarlos y esclarecerlos totalmente, y que,
por lo general, sólo tienen un valor de indicio de los mismos.

El segundo requisito está dado por la no admisión, por el contrario, de dicho hecho notorio base de
la pretensión. Tal acotación establecida en la norma resulta simplemente aclaratoria, pues, según
lo analizado al tratar el artículo anterior, la no admisión —controversia— es presupuesto esencial
de la necesidad probatoria, por lo que a ello nos remitimos.

Problema aparte suscita la necesidad de alegación del hecho notorio. Al respecto, siguiendo a
Devis Echandía, creemos que si constituye la base de la pretensión, es indudable que, por el
principio del derecho a la debida defensa y el de continencia de la causa, debe ser expresamente
invocado en el acto de proposición respectivo; lo que no es indispensable es alegar su
notoriedad (24).

Es evidente que le presupone que el hecho de referencia —base de la pretensión— deba alegarse,
pues si no, sería imposible controvertirlo para hacer funcionar la norma en estudio; y en cuanto a la
no necesidad de invocar la notoriedad, si se está ante una hipótesis de tal relevancia que el hecho
es base de la pretensión, en principio necesita ser acreditado sin perjuicio de que, a posteriori,
resulte exento de prueba por ser admitido —ingresando en otra de las situaciones de exención—.

En cuanto al hecho secundario y accesorio, creemos que su alegación no es imprescindible,


básicamente, porque ingresa en el ámbito de las máximas de experiencia, lo que surge de la propia
definición que hemos hecho de ellos —circunstancias o detalles que acompañan a los principales
por la regla general, indicando allí su notoriedad—.

5) Hechos evidentes

La exención de prueba de los hechos evidentes tiene íntima conexión con el problema del saber
privado del juez, al igual que el hecho notorio, pues se trata de casos en los cuales el conocimiento
de los hechos tiene fuente distinta de los medios probatorios aportados al proceso.

Viera diferencia dos tipos de evidencia (25).  Una primera que resulta de «una institución sensible
en materia judicial, la cual se produce por la percepción directa del juez sobre el hecho de
conocer». Es claro que tal noción no es la apuntada por el artículo en examen, ya que supone, en
su base, el diligenciamiento de un medio probatorio que permita tal percepción que es
sustancialmente procesal; y como se estudiará, la categoría en análisis parte de un conocimiento
extraprocesal de los extremos fácticos.

Pero el mismo autor agrega otro concepto de evidencia, que se impone por aplicación de un
axioma, el cual emerge de la propia naturaleza de las cosas o por un razonamiento estrictamente
lógico (26). Este es el expresado en la norma y se da en situaciones en donde la mentalidad del
juez suple la actividad probatoria de las partes y puede considerarse innecesaria toda tentativa de
prueba dirigida a demostrar un hecho emergente de la experiencia misma del magistrado.

Los hechos evidentes tienen íntima relación con las máximas de experiencia, normas de valor
general independientes del caso específico, pero que, proviniendo de lo que acaece normalmente
en sinnúmero de casos, son aplicables en todo otro de la misma especie; y como señala Couture,
no rige para este tipo de hechos la máxima quod non est in actis non est in mundo, pues negar
tales hechos significaría negar la evidencia natural de las cosas (27). 

Ahora bien, cabe preguntarse si tales características significan la prohibición de prueba en


contrario. La respuesta no puede ser otra si la admite. El fundamento de ello radica en que, dado el
carácter relativo del conocimiento humano, resultante del llamado progreso científico y técnico, ha
llevado a que, en el discurso de la historia, hechos que revistieron el carácter de evidente en
determinado momento, hoy ya no lo tienen. Y tal comprobación habilita a que la contraparte pueda
demostrar que el hecho que se tiene por evidente en un proceso determinado carece actualmente
de tal carácter, sobre la base de la existencia de nuevos hechos o experiencias.
6) Hechos presumidos legalmente

Previo al tratamiento del presente caso de exención, se impone el análisis del concepto de
presunción, así como la clasificación que la doctrina ha hecho de las mismas, para luego precisar
cuáles de ellas son las legisladas en el presente artículo.

a) Concepto de presunción

La palabra presunción, etimológicamente, significa el suponer un hecho como cierto sin que esté
probado o sin que nos conste. Partiendo de tal punto, y siguiendo a Devis Echandía, «la
presunción es un juicio lógico del legislador o del juez, en virtud del cual se considera como cierto o
probable un hecho con fundamento en las máximas generales de la experiencia, que le indican
cuál es el modo normal como se suceden las cosas y los hechos (28) .

De tal definición puede extraerse el conjunto de elementos comunes a toda presunción. En primer
término, se trata de un juicio lógico, es decir, de un razonamiento que, a partir de una situación de
hecho dada, concluye la necesidad de ocurrencia de otro hecho.

Los sujetos de ese juicio lógico pueden ser el legislador o el juez —originando, como se verá
oportunamente, dos tipos diversos de presunciones—, plasmándose, por tanto, en actos
legislativos o jurisdiccionales.

La conclusión del razonamiento siempre versa sobre hechos considerados


como ciertos o probables, —según sea el tipo de presunción, como luego se analizará—, es decir,
que tiene como consecuencia el acertamiento de una situación fáctica. Y cuando se habla de
probable, se hace con relación a su acreditación, esto es, que se entiende cierto por ser alta la
probabilidad y si no existen elementos que la enerven.

El instrumento necesario para la construcción del juicio apuntado está constituido por las máximas
de experiencia, cuyo concepto se explaya al tratar el artículo 141, sin perjuicio de tener presente
que la forma en la cual se expresa pueda ser legislativa o jurisdiccional —con la consecuente
obligatoriedad del primero—.

b) Clasificación de las presunciones

Tradicionalmente, la doctrina ha clasificado las presunciones en legales y judiciales, dando también


a estas últimas el carácter de hombre, según el sujeto que la emite y, en consecuencia, los actos
jurídicos en los que se incluye, así como las consecuencias procesales de cada una.

Ha de entenderse por presunción legal aquella que emerge de la ley —norma jurídica general—


por razones de política legislativa, en tanto el legislador realiza el juicio lógico apuntado
oportunamente y concluye en la existencia de tres circunstancias, constituidas por dos hechos y
una relación de causalidad, de tal forma que, teniendo por acreditado uno de aquellos y en mérito a
la existencia de esa relación, ha de tenerse por cierto el otro supuesto fáctico.

En cambio, la presunción judicial es aquella emergente de un razonamiento del juzgador del caso
concreto, en la cual, partiendo de un hecho —o serie de hechos— se infiere lo ocurrido en el caso
particular, erigiéndose, en realidad, en una forma de juzgar los efectos probatorios de los indicios y
demás medios de prueba (29). 

En suma, en tanto la presunción legal es imperativo de la norma que indica que toda vez que se
acredite un hecho ha de tenerse igualmente por acreditado otro previsto de antemano, la
presunción judicial no deja de ser una forma de razonamiento propio de la génesis de la sentencia,
ya que la relación de causalidad no está impuesta por norma legal alguna, sino por las reglas de la
experiencia o de la naturaleza de las cosas (30).

Separadas ambas categorías, es posible hacer una subclasificación de las llamadas presunciones
legales, en absolutas o relativas o, como tradicionalmente se las designa, iuris et de iure y iures
tantum.

Tal diferenciación emerge de la propia normativa, ya que la norma en estudio al prescribir que
«contra, tales presunciones y es admisible la prueba en contrario, siempre que la ley no la exija»,
no quiere significar otra cosa que reconocer la existencia de dos subtipos de presunciones: una,
que admite la enervación por prueba en contrario y otra que no.

Las absolutas —iuris et de iure— son aquellas que responden a una consideración de certeza del
hecho presumido, de carácter definitivo e inmodificable (31),  el intérprete —o decisor— se ve
constreñido a tenerlo por cierto, sin posibilidad alguna de enervarlo por ningún medio de prueba.

Por su parte, las relativas —iuris tantum— pueden definirse como aquellas que responden a una
consideración de alta o gran probabilidad del hecho presumido, con la nota de provisorio que
admite la destrucción de tal probabilidad, mediante los medios probatorios pertinentes, los que
quedan al arbitrio exclusivo de la parte perjudicada por tal presunción (32). 

III.- La Prueba del derecho

1). Nociones preliminares. El problema de derecho extranjero

Pese a su nomen iuris o prueba del derecho, la regla establecida indica que «el derecho a aplicar,
sea nacional o extranjero, no requiere prueba».

En idéntica línea, pero referido exclusivamente al derecho extranjero, el artículo 525.3 del Código
General del Proceso preceptúa: «Los tribunales deberán aplicar de oficio el derecho extranjero».

La aplicación del derecho nacional no ofrece problemas y se efectúa de oficio por el tribunal, en
virtud del principio iura novit curia.

Tal tema será abordado con mayor profundidad al tratar el artículo 198. Por ahora, basta con
señalar que la jurisprudencia ha aplicado, desde siempre y en forma permanente, el referido
principio, estableciendo la normativa que corresponde aplicar al caso concreto, con independencia
de las calificaciones jurídicas de las partes y la normativa invocada.

Distinta era la situación respecto del derecho extranjero. Tradicionalmente, se discutió acerca de la
naturaleza del derecho extranjero, y tal discusión y sus conclusiones proyectaban directa incidencia
en torno al tema de si el derecho extranjero era o no posible de prueba por tratarse de un hecho, o
dicho en otros términos, si debía o no aplicarse de oficio (33).

También el Uruguay se ubicó a la vanguardia, postulando un criterio que se recogió en el área del
derecho internacional privado en instrumentos multinacionales (34),  y en trabajos doctrinarios y
jurisprudenciales (35)  el derecho extranjero debía aplicarse de oficio por tratarse de derecho.

El Código General del Proceso —como no podía ser de otra manera— ratifica el criterio señalado
en el capítulo de las pruebas y difiere el desarrollo más profundo de la temática al Título X relativo
a las «Normas procesales internacionales».
En términos generales, puede sostenerse que el tema del derecho extranjero se plantea respecto
de «determinadas categorías de relaciones jurídicas que por su naturaleza, por su esencia, por sus
características particulares están llamadas a ser reguladas por una normativa extranjera, la que se
considera más idónea para cumplir el fin social que tiende a contemplar» (36).

Las cuestiones más trascendentes en lo concerniente al derecho extranjero son: si corresponde de


oficio, cuál es el papel que juegan las partes y cuáles son los instrumentos procesales con que
cuentan éstas y el magistrado para informarse acerca de aquél.

2). La regia establecida: el tribunal debe fallar y aplicar de oficio la norma, sea nacional o extranjera

En una etapa anterior, se ha estudiado con profundidad el deber del magistrado de fallar, en tanto
constituye este el deber fundamental, connatural y definitorio de la función jurisdiccional. Tal deber
se mantiene incólume, aun en caso de oscuridad, insuficiencia o vacío de la ley, o para hipótesis
en que corresponda la aplicación de un derecho extranjero (37). 

La solución legal que se examina emerge del análisis contextual de los artículos 15, 25, 198 y
525.3 del Código General del Proceso, y en otros cuerpos normativos.

Así, los artículos 5º, Ley Orgánica de la Judicatura y de Organización de los Tribunales; 332,
Constitución de la República Oriental del Uruguay; y 16, Código Civil.

Han afirmado los autores, en forma unánime, que la posición de las partes y del juez respecto del
ámbito normativo es totalmente diferente, porque el primero está obligado a aplicar el derecho
cualquiera que sea la norma que lo contenga, haya sido o no citado o alegado por la parte y sin
necesidad de probar su existencia (iura novit curia). (38) 

Carnelutti sostenía que la norma de derecho no está comprendida en la carga que denomina de
información de las partes (39). 

La elección de la norma de derecho aplicable al caso concreto es la manifestación más intensa de


la función jurisdiccional, el momento supremo del proceso y, por ello corresponde exclusivamente
al órgano jurisdiccional, el que debe adecuar su actuación al orden jurídico, en tanto el poder-deber
jurisdiccional constituye un poder-deber reglado y no libre (40). 

Porque, si bien por un lado, en la resolución de un caso el juez debe actuar con absoluta
prescindencia de las calificaciones jurídicas de las partes, por el otro, debe razonar en derecho y
aplicar el derecho que considere adecuado, según el marco mayor de referencia que constituye
todo el derecho positivo.

Tal conclusión se extiende a todos los casos, sea cual fuera la norma que corresponde aplicar, de
origen nacional o extranjero: el artículo 198 reza con total claridad sobre el punto en cuestión: «Las
sentencias contendrán decisiones expresas, positivas y precisas. Recaerán sobre las cosas
litigadas por las partes con arreglo a las pretensiones deducidas, declararán el derecho de los
litigantes y se pronunciarán sobre las condenaciones en costas y costos».

En el momento supremo del proceso, cuando el juez «dice el derecho» (iurisdictio), debe hacerlo
en cumplimiento de lo esencial de su función, es decir, aplicando el derecho sin considerar cuál es
el origen del mismo, y sin necesidad de requerir prueba de especie alguna.

Ello significa que la posición del juzgador es idéntica a la hora de declarar el derecho al caso
concreto, resulte de aplicación una norma de origen nacional o extranjero.
3). El rol del juez y de las partes en la determinación del derecho

Ahora bien, puede suceder que en el momento de proceder a la aplicación de la norma —ya
nacional, ya extranjera— el tribunal encuentre dificultades para establecer su contenido y otros
aspectos atinentes a su validez, adecuación régimen constitucional, vigencia temporal y espacial u
otras cuestiones similares.

Este problema, que no es exclusivo del derecho extranjero, adquiere particular intensidad cuando
de éste se trata, por las obvias dificultades existentes para acceder a la información necesaria,
dependiendo de si se trata de países pertenecientes al sistema jurídico o a una misma región, si se
posee el mismo idioma, de la sistemática de la información jurídica y de la existencia de
autoridades especializadas en el área de la información.

En este ámbito, como en todos, la posición del juez y de las partes es distinta.

En primer término, puede afirmarse que existe un deber instrumental ligado al deber de decidir del
tribunal, que tiene por contenido el deber de procurarse el conocimiento del derecho aplicable, ya
sea nacional o extranjero.

Para cumplir cabalmente con su poder decisorio, el juzgador debe, a su vez, actuar otro poder
instrumental: el magistrado deberá poner en movimiento todos los mecanismos que conduzcan al
conocimiento de la norma que debe aplicar, (41)  el decisor puede arribar al conocimiento del
derecho, ya sea por los propios recursos de su cultura personal, su investigación o mediante la
colaboración de los interesados. En este sentido, cabe establecer que el deber del tribunal no
excluye la actividad de las partes al efecto, situación que el texto reconoce expresamente, en tanto
el incumplimiento o el cumplimiento defectuoso de aquel deber podría derivar en una situación de
perjuicio para los involucrados.

Al examinar la situación jurídica en que se encuentran, Barrios de Angelis señala que las partes no
tienen, en puridad, una carga de alegar y probar las normas extranjeras, puesto que tal cuestión
incumbe al tribunal (42),  a diferencia de otros procesalistas que le otorgan tal naturaleza
jurídica (43),  les correspondería un papel de control preventivo del deber jurisdiccional —dice—,
desarrollando alguna actividad útil.

A este respecto, podrán realizar aportes concretos, agregando en autos los documentos oficiales,
los informes de peritos u otros medios idóneos, que ilustren acerca de la existencia o tenor de una
norma extranjera, previniendo de este modo el eventual perjuicio que pudiera ocurrir si no se
establece en forma adecuada la norma aplicable (44). 

La solución que se consagra en el texto que se comenta ha sido recogida en el ámbito específico
del artículo 525.3 que también refiere a la situación de las partes en los siguientes términos: «Sin
perjuicio de la aplicación de oficio, ¿las partes podrán acreditar la existencia, vigencia y contenido
de la ley extranjera?».

Asimismo, se recoge la solución similar en instrumentos convencionales que vinculan a países de


la región, como los Tratados de Montevideo de 1889 y 1940, el Código Bustamante, la Convención
Interamericana sobre Normas Generales y el Convenio Argentino-Uruguayo sobre Aplicación del
Derecho Extranjero.

En síntesis, puede afirmarse que tanto las partes como el magistrado pueden desplegar los
mecanismos idóneos tendientes al establecimiento del derecho nacional o extranjero y,
seguidamente, la combinación de las actividades de todos permitirá una adecuada solución al
problema planteado.
4). El procedimiento para la acreditación del derecho

a) Mecanismo probatorio o de otra naturaleza

Algunos autores, como Carnelutti, han postulado que el procedimiento por el que se establece la
posición de la norma jurídica «es un mecanismo procesal que puede parecerse al verdadero
mecanismo probatorio», pero descartando el concepto de prueba para la fijación de las normas de
derecho, por considerarlo no sólo inoportuno sino además impropio (45). 

En cambio, la mayoría de los procesalistas aceptan la aplicación del concepto de prueba en el


ámbito del derecho con esta precisión: una cuestión es que la norma extranjera como tal —en tanto
derecho adecuado al caso concreto— deba aplicarse, sin más, de oficio, porque así lo preceptúa el
ordenamiento jurídico. Otra cuestión es que para dar cabal cumplimiento a este deber, se deba
establecer la existencia de la norma, su vigencia, su tenor u otras circunstancias similares.

Es en este sentido, que se habla —impropiamente— de que el derecho puede ser objeto de
prueba: pueden serlo los hechos o actos que dan cuenta de su vigencia, existencia, es decir los
hechos de su creación, de su vigencia en el orden temporal, etcétera; la norma, como un tipo de
pensamiento, se hace patente a través de sus representaciones materiales, las que admiten ser
probadas.

Cuando se alude a la posibilidad de la prueba de la norma extranjera, en rigor se está refiriendo a


la prueba de sus representaciones materiales, que permiten ilustrarnos acerca de las
características y circunstancias de la norma misma (46). 

b) Situación de libertad en la elección del procedimiento

El artículo que se comenta otorga un amplio margen a la actuación de las partes y el tribunal para
lograr acreditar la existencia u otras circunstancias atinentes a la norma jurídica.

La disposición alude a «todo procedimiento legítimo», reconocimiento —en consecuencia y a priori
— de la validez de cualquier mecanismo para acceder al conocimiento del derecho, en especial del
derecho extranjero.

Algunas veces sucederá que, recurriendo a su cultura jurídica, a sus conocimientos, llegará el
magistrado interviniente a agotar la problemática. Ello acaecerá, normalmente, cuando se trata del
derecho nacional; de todos modos, podría recurrirse, en forma excepcional y en casos altamente
complejos, a informes jurisconsultos, o de los institutos docentes especializados en las distintas
áreas del derecho (instituto de las cátedras respectivas en la Facultad de Derecho, Asociación de
Escribanos, etcétera).

Cabe destacar que la información debe ser solicitada de un modo objetivo, en términos generales,
sin vinculación al caso concreto, a fin de evitar la indebida delegación de la función y del deber de
fallar que corresponde únicamente al magistrado.

Mayores dificultades se plantean en supuestos de aplicación de una norma extranjera, en los que,
aun conociendo la ley, puedan existir dudas acerca de la vigencia temporal o espacial, su
adecuación al sistema constitucional u otros aspectos, haciéndose necesaria la ampliación de la
información.

En la hipótesis de que la norma de conflicto indique la aplicación de una norma perteneciente a un


derecho extranjero, tanto las partes como el magistrado pueden utilizar cualesquiera de los medios
probatorios que se encuentran previstos, idóneos para obtener el conocimiento de la norma
extranjera, siempre que —naturalmente— sean legítimos, como dice el artículo que se analiza.

Ello significa que, al igual que en el resto de la actividad probatoria, no podrá acudirse a medios de
prueba prohibidos por el ordenamiento jurídico; tal como se analiza en los artículos respectivos,
aspecto éste aplicable a cualquier hipótesis.

Sin perjuicio de esta consideración de carácter general, cabe establecer que los autores
especializados en el tema reconocen la mayor idoneidad de algunos medios; así, los documentos
de carácter oficial, la información que brinden los organismos especializados, la opinión de los
consultores, técnicos o peritos (47)  acerca de la admisibilidad de otros medios probatorios, tales
como la prueba testimonial, declaración de las partes, juramento, los autores se han mostrado más
renuentes, destacando el papel primordial que se le asigna al magistrado en la etapa de valoración
del medio (48). 

Siempre debe tenerse presente que se trata de un mecanismo, de un procedimiento para


incorporar el derecho extranjero al proceso, y no constituye un mecanismo probatorio propiamente
al. En este sentido, resulta compatible lo aquí sostenido con el examen del problema de la
llamada pericia jurídica que se efectúa al comentar el artículo 177.

c) Las soluciones convencionales. La autoridad central

Sin perjuicio del análisis de mayor profundidad que se realice al abordar el comentario del Título X
del Código General del Proceso, corresponde realizar una breve referencia por su importancia
práctica a la existencia de mecanismos reconocidos e instrumentos convencionales.

En el ámbito del sistema europeo continental y latinoamericano, se encuentran en vigor diversos


tratados que permiten un ágil intercambio de información sobre normas extranjeras que deben
aplicarse en el territorio de un estado signatario (50). 

La consagración del régimen de información tiende a lograr una correcta y adecuada aplicación de
la norma extranjera, en el ámbito de la cooperación jurídica internacional, y se lleva a cabo —en
general— mediante la utilización de exhortos o cartas rogatorias.

Asimismo, y para finalizar, debe realizarse una breve referencia la intervención de la autoridad
central en el mecanismo de integración de la norma extranjera al proceso. La autoridad central
aparece como un organismo de enlace para el intercambio de información sobre el derecho
extranjero en diversos textos convencionales.

En el derecho comparado, tal instituto gira en la órbita del Ministerio de Justicia (así, en Francia,
Bélgica y España), y de esa forma es como se organiza, en nuestro país, a partir del 1º/VIII/80,
primero en el área del Ministerio de Justicia y, con la vuelta a la institucionalidad democrática, en la
del Ministerio de Educación y Cultura (Dcr. 407/85).

Entre los cometidos de la Asesoría Autoridad Central de Cooperación Jurídica Internacional se


encuentra el de responder por sí o cometiendo la respuesta, las consultas provenientes del exterior
acerca del derecho interno o internacional privado, así como aquellas provenientes de organismos
públicos nacionales referidas al contenido y vigencia del derecho internacional privado del país o
de un derecho extranjero (artículo 3º, lit. a). s
MEDIOS DE CONVICCIÓN O ELEMENTOS PROBATORIOS

Conforme al Código de Comercio en su artículo 1205.- Son admisibles como medio prueba
todos aquellos elementos que puedan producir convicción en el ánimo del juzgador acerca
de los hechos controvertidos o dudosos y en consecuencia serán tomadas como pruebas las
declaraciones de las partes, terceros, peritos, documentos públicos o privados, inspección
judicial, fotografías, facsímiles, cintas cinematográficas, videos, de sonido, mensajes de
datos, reconstrucciones de hechos y en general cualquier otra similar u objeto que sirva
para averiguar la verdad.

Por otra parte, el artículo 96 del Código Procesal Civil, reza de la siguiente manera. La Ley
reconoce como medios de prueba:

I.- La confesión;

II.- Los documentos públicos;

III.- Los documentos privados;

IV.- Los dictámenes periciales;

V.- El reconocimiento o inspección judicial;

VI.- La testimonial;

VII.- Las fotografías, las notas taquigráficas, la información generada o comunicada que
conste de medios electrónicos, ópticos o en cualquier otra tecnología y, en general, todos
aquellos elementos aportados por los descubrimientos de la ciencia.

LA PRUEBA: SU ADMISIBILIDAD, PRÁCTICA Y VALORACIÓN EN MATERIAS


SU ADMISIBILIDAD DE LA PRUEBA.

Según los artículos 1198 y 1401 del Código de Comercio, las pruebas deberán ofrecerse
expresando claramente el hecho o hechos que se trata de demostrar con las mismas, así
como las razones por las que el oferente considera que demostrara sus afirmaciones; si a
juicio del Tribunal lasa pruebas ofrecidas no cumplen con las condiciones apuntadas, serán
desechadas observándose lo dispuesto en el artículo 1203 de este ordenamiento. En ningún
caso se admitirán pruebas contrarias a la moral o al derecho. Así mismo, el segundo de los
preceptos legales citados establece que en los escritos de demanda, contestación y desahogo
de vista de está, las partes ofrecerán sus pruebas, relacionándola con los puntos
controvertidos, proporcionando el nombre apellidos y domicilio de los testigos que
hubieran mencionado en los escritos señalados a los principios de este artículo; así como la
de sus peritos, y la clase de pericial de que se trate con el cuestionario que deben de
resolver; y todas las demás pruebas que permitan la Leyes.

Si los testigos no se hubiere mencionado con sus nombres y apellidos en los escritos que
fijan la litis, el Juez no podrá admitirlas aunque se ofrezcan por las partes posteriormente,
salvo que importen excepción superveniente.

Desahoga la vista o trascurrido el plazo para hacerlo el Juez admitirá y mandará preparar
las pruebas que preceda de acuerdo con el Código de Procedimientos Civiles, abriendo el
juicio a desahogo de pruebas, hasta por un termino de quince días, dentro de los cuales
deberá realizarse todas las diligencias necesarias para su desahogo, señalando las fecha
necesarias para su recepción.

Las pruebas que se reciban fuera del termino señalado por el Juez, o su prorroga si la
hubiere decretado, serán bajo la responsabilidad de este, quien sin embargo, podrá
mandarlas concluir en una audiencia in diferible que se celebrará dentro de los diez días
siguientes.

PRÁCTICA Y VALORACIÓN EN MATERIAS CIVIL Y MERCANTIL.

El artículo 202 de Código Procesal Civil, establece: que el Juez goza de la más amplia
libertad para hacer el análisis de las pruebas rendidas, para determinar el valor de las
mismas, unas frente de las otras, y para fijar el resultado final de dicha valoración
contradictoria, a menos que la Ley fije las reglas para hacer esta valuación, observándose
sin embargo, respecto de cada especie de prueba lo dispuesto en este artículo.

En relación a la prueba pericial el artículo 216 del Código Procesal Civil, establece: que el
valor de la prueba pericial quedará a la prudente apreciación del Juez; mientras que el
artículo 220 del mismo ordenamiento Legal mencionado establece; que el valor de la
prueba testimonial quedará al prudente arbitrio del Juez, quien, para apreciarla, tenerla
tendrá en consideración:

I.- Que los testigos convengan en lo esencial del acto que refieran, aún cuando difieran en
los accidentes;

II.- Que declaren haber oído pronunciar las palabras, presenciado el acto o visto el hecho
material sobre lo que deponen;
III.- Que por su edad, capacidad o instrucción tengan el criterio necesario para juzgar el
acto;

IV.- Que por su probidad, por la independencia de su posición o por sus antecedentes
personales, tengan completa imparcialidad;

V.- Que por si mismos conozcan los hechos sobre los que declaran y no por inducción o
referencias de otras personas;

VI.- Que la declaración sea clara, precisa, sin dudas, ni reticencias sobre la sustancia del
hecho y sus circunstancias esenciales;

VII.- Que no hayan sido obligados por fuerza o miedo, ni impulsados por engaño, error o
soborno, y

VIII.- Que den fundad razón de su dicho.

CONCLUSIÓN

Medios de prueba que no lo son y que por ello deben desaparecer como tales de las
legislaciones procesales, jurídicamente los medios de prueba, son los instrumentos por
virtud de los cuales la Ley sujeta a las partes en el proceso o juicio en su actividad
demostrativa de los hechos que integran los elementos de su acción o de su excepción; o
sea, que los medios de prueba deben de ser utilizados por las partes del proceso para
producir en el juzgador la prueba que no es otra cosa, que producir un estado de
certidumbre en la mente del Juez, de la existencia o de la inexistencia de un hecho.

En las Leyes procesales existe un capitulo sobre reglas generales de la prueba; y dentro de
estas se encuentra una que establece:

“Solo los hechos están sujetos a prueba; el derecho lo estará únicamente cuando se funde en
Leyes extranjeras; y el que las invoque, debe de probar su existencia y aplicabilidad”.

No obstante la determinación legal de que solamente los hechos deben de ser probados, las
Leyes procesales contienen un capitulo dentro del apartado de “Medios de Prueba”, que se
refiere a las presunciones Legales y presunciones Humanas; estableciendo que la Legales
son juris et de jure, o sea, de Derecho y por Derecho, las cuales no admiten prueba en
contra; y las juris tantum, las cuales si admiten prueba en contra. Lo anterior se ha
mantenido por tradición en las Leyes adjetivas, no obstante ser una contradicción al
principio Legal de que solo los hechos están sujetos a prueba.
La presunción humana es la convicción habida o producida en la mente del Juez del
proceso y fundada en el orden normal de las cosas y que duran mientras no se pruebe lo
contrario. La Ley llama presunción a la inferencia obtenida de los hechos con los cuales se
argumenta la existencia de otros hechos.

En los capítulos de ablución de la prueba, siempre se consigna la obligación del Juez del
proceso de conceder valor probatorio pleno a las “presunciones legales” que no admiten
prueba en contra; derivada dicha obligación, de la circunstancia jurídica de obedecer los
imperativos legales por parte del Juez, mientras que “presunciones humanas” quedan para
su valuación en forma libre al prudente arbitrio del resolutor.

Los abogados litigantes siempre se han atrevido y se atreven a ofrecer como “medios de
prueba”, las presunciones legales y humanas que resultan aplicables al caso y los Jueces les
tienen ofrecido tales “medios de prueba”, por supuesto, sin hacer referencia especifica a
que presunciones se refirió el oferente y sin fijar fecha para su recepción o desahogo, no
obstante que la producción de la prueba en el proceso, tiene un procedimiento legal que se
conforma con cuatro etapas, a saber:

a) La de ofrecimiento;

b) La de admisión;

c) La de desahogo; y

d) La de evaluación.

De lo anterior se desprende que en los Tribunales, en los diferentes procesos en los que se
ofrecen por las partes, en calidad de medios de prueba, las presunciones legales y humanas,
estas no se desahogan; sino que únicamente se ofrecen, se admiten y se invocan por el Juez
en la sentencia como fundamento de su dedición o como consecuencia del análisis que hace
de los hechos conocidos para obtener la prueba del desconocido.

Considerar a las presunciones legales juris et de jure y juris tamtum como medios de
prueba, es un barbarismo legal o jurídico por ser una necesidad del legislador el decir en la
Ley, que algo que no es, ni debe de ser, por disposición de él, es, aunque la naturaleza de la
presunción legal no participe de la naturaleza de los medios o formas de probar que la Ley
otorga a las partes litigantes en un proceso para acreditar al juzgador la existencia de los
hechos que constituyen o conforman los elementos de su acción o excepción.
Las presunciones humanas, tampoco son medios de prueba, puesto que no son medios o
instrumentos que utilizan las partes del proceso para llevar o producir convicción o
convencimiento en le ánimo o pensamiento del Juez del proceso, sino que son el
convencimiento mismo, y no el medio para llegar a el. Es la conclusión ala que arriba el
Juzgador, previo ejercicio lógico realizado en las normas adjetivas y sustantivas que le
produce certeza respecto de la existencia, en el caso concreto, de los hechos conformantes
de la acción o excepción; es decir, la deducción o la inferencia que obtiene el Juez en su
mente respecto del derecho sustantivo en el pleito, ya sea a favor del actor o del
demandado.

GENERALIDADES DEL PROCESO

Las características esenciales que definen el proceso civil son: Las características
esenciales que definen el proceso civil son:

 Hay dos partes: demandante, el que inicia la acción civil, y el demandado, el que
recibe la demanda para que pueda contestarla.
 Solamente se dirimen en este proceso materias del derecho civil a través de la
acción civil.
 Los competentes para resolver son los juzgados de primera instancia civiles.
 Al igual que ocurre con los demás procesos, caben recursos como el
de apelación o reposición.
 No existe la iniciación del proceso civil de oficio por el juez o tribunal, debe ser el
propio demandante quién lo inicie con la demanda.
 El proceso civil puede terminar de forma anormal, es decir, con un allanamiento de
la parte contraria o con el archivo del proceso.

Clases de proceso civil

Dentro de esta jurisdicción existen diferentes procesos civiles dependiendo de las


pretensiones de las partes, es decir, de lo que pretendan las partes que acuden al
juez para resolver el conflicto:

 Proceso de cognición o declarativo: Lo que reclama la parte es la emisión de una


declaración de voluntad. Por ejemplo, una parte reclama en el juicio que se declare que
la vivienda es de su propiedad, o que tiene un contrato de alquiler. Solo requiere del
juez que declare esos derechos. Dentro de estos procesos existe:
o Procesos ordinarios: Tramitan cualquier pretensión.
o Procesos especiales: Se establecen para determinadas pretensiones. Por ejemplo, las
pretensiones civiles relativas a los derechos al honor o a la intimidad, herencia o
el procedimiento monitorio entre otros.
o Proceso verbal: Son aquellos procesos establecidos para pretensiones de una cuantía
menor y son más rápidos que los ordinarios.
 Proceso de ejecución: Lo que reclama la parte es la actuación del juez, no una
declaración de un derecho. Por ejemplo, que se desahucie a unas personas o que se
obligue a un vecino a parar sus obras. También sirven estos procesos para que el juez
haga cumplir con la sentencia en caso de que la parte obligada a ello no lo haya hecho.
 Medidas cautelares: No es exactamente un proceso específico, pero sí está dentro de
estos procesos, ya que no se exige que el juez haga o declare, sino que dicte medidas
cautelares para asegurar la pretensión.

Principios del proceso civil


Los principios que rigen este proceso son:

1. Principio de oralidad, inmediación y concentración: Para garantizar seguridad


jurídica a las partes, en el juicio se deberán exponer todas las pruebas y
documentos pertinentes, a la misma vez para no dar ventaja a ninguna parte y de
forma oral para que así sea notorio lo que está sucediendo.
2. Principio de contradicción y audiencia: Es necesario que las partes puedan
contestarse ante el juez para que el tribunal pueda tomar una decisión ajustada a
derecho. Además, esto concede a la parte demandada la posibilidad de oponerse
o contestar al demandante.
3. Principio de justicia rogada: En los procesos civiles, al contrario de lo que
sucede en los penales, las partes pueden llegar a acuerdos sobre el objeto del
proceso, pueden desistir del mismo y pueden aportar al juez todas las pruebas
necesarias. Por ejemplo, en un proceso penal donde se enjuicia un asesinato, la
víctima no puede desistir dejando impune al acusado. En cambio, en un proceso
civil una persona puede desistir de su pretensión de que su alquilado le debe
varias rentas si llegan a un acuerdo.
4. Principio de igualdad: Trato igualitario a demandante y demandado.
5. Principio de publicidad: Las dos partes conocerán de las actuaciones ante el
tribunal ejercidas por la otra parte para que así no haya indefensión.

Fases del proceso civil

Las fases del proceso civil se dividen en:

 Diligencias preliminares.
 Alegaciones iniciales de las partes.
 Audiencia previa.
 Celebración del juicio.
 Sentencia o formas de terminación anormales (allanamiento).
 Caben recursos contra estas finalizaciones del proceso.

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