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LOS DOCE PRINCIPIOS RECTORES DE LA OCDE EN MATERIA DE

TÍTULO:
CONTRATACIÓN PÚBLICA
AUTOR/ES: Salvatelli, Ana
PUBLICACIÓN: Temas de Derecho Administrativo
TOMO/BOLETÍN: -
PÁGINA: 263
MES: Abril
AÑO: 2019

ANA SALVATELLI(*)

LOS DOCE PRINCIPIOS RECTORES DE LA OCDE EN MATERIA DE


CONTRATACIÓN PÚBLICA
En el mes de febrero del año 2015, el Consejo de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo
Económico (en adelante, OCDE) emitió una “Recomendación sobre contratación pública”(1), que contiene sus
principios generales rectores en la materia.
Consideramos de toda relevancia detenernos en estos últimos, de un lado, porque nuestro país aspira a
ingresar a dicha Organización(2) y por eso se vienen dictando una serie de medidas “adaptativas” (3) que han
impactado en el ordenamiento jurídico local; del otro, porque, más allá de lo que resulte de esa aspiración, estas
reglas integran el meeting point o ius commune(4) de la contratación pública, es decir, traducen estándares y
criterios que en la actualidad no pueden ser soslayados al gestionar la contratación estatal.
Sabido es que el derecho administrativo está asociado y entrelazado directamente con las políticas públicas
en el contexto histórico de que se trate(5), y justamente ese contexto es el del llamado derecho administrativo
global(6), al que no escapa, por cierto, la mundialización de las reglas aplicables en materia de contrataciones
públicas.(7)
El objetivo de estas líneas es entonces distinguir las doce reglas que emanan de la mencionada
Recomendación, para poder confrontarlas con la realidad local y reflexionar así sobre ellas.

I - SOBRE LA OCDE Y SUS RECOMENDACIONES COMO INSTRUMENTO


NORMATIVO
La misión de la OCDE es promover políticas que mejoren el bienestar económico y social de las personas
alrededor del mundo.(8)
Su creación se remonta a 1960, de la mano del Convenio(9) suscripto en París entre los países de Austria,
Bélgica, Canadá, Dinamarca, Francia, Alemania, Grecia, Islandia, Irlanda, Italia, Luxemburgo, Holanda, Noruega,
Portugal, España, Suecia, Suiza, Turquía, Gran Bretaña, y Estados Unidos.
Según el artículo 1, los objetivos de la Organización serán promover políticas diseñadas para: “(a) lograr el
crecimiento económico y el empleo más altos y sostenibles y un nivel de vida cada vez mayor en los países
miembros, manteniendo la estabilidad financiera y contribuyendo así al desarrollo de la economía mundial; (b)
contribuir a una sólida expansión económica en los países miembros y no miembros en el proceso de desarrollo
económico; y (c) contribuir a la expansión del comercio mundial sobre una base multilateral, no discriminatoria,
de conformidad con las obligaciones internacionales”.
El Convenio entró en vigencia el 30/9/1961, y fue complementado con los Protocolos N° 1 y 2 y los Acuerdos
Bilaterales de Privilegios e Inmunidades suscriptos por los países que se han convertido en miembros desde
aquel año. A la fecha, han ratificado el Convenio -y, por ende, son parte de la Organización- un total de treinta
y seis Estados, de los cuales veinte son miembros fundadores y otros dieciséis se adhirieron con posterioridad.
En lo que respecta a América Latina, son miembros de la OCDE México y Chile; Colombia (10) y Costa Rica están
en proceso de adhesión; Brasil reviste la calidad de socio clave; con Perú se lleva a cabo un Programa País, y
Argentina aspira a integrarla.
Las áreas de desempeño de esta organización van desde cooperación para el desarrollo; economía;
medioambiente; ciencia, tecnología e innovación; empleo, trabajo y asuntos sociales; estadística y datos, entre
otras, pero, en lo que aquí interesa, la contratación pública constituye uno de los ejes de trabajo de su Comité
de Gobernanza Pública y, en particular, de su Dirección de Gobernanza Pública y Desarrollo Territorial (GOV).
Para la OCDE, la contratación pública es un pilar fundamental de la gobernanza estratégica y de la prestación
de servicios. Una contratación pública bien gestionada, con el enorme volumen de gastos que representa,
desempeña un papel de primer orden en el fomento de la eficiencia del sector público y como elemento que
inspira confianza en los ciudadanos, además de contribuir al logro de apremiantes objetivos de política, como la
protección ambiental, la innovación, la creación de empleo y el desarrollo de la pequeña y mediana empresa.(11)
En ese contexto, la Recomendación de la que nos ocupamos aquí pretende ser una referencia a la altura del
siglo XXI para la modernización de los sistemas de contratación pública, y se dirige a todos los niveles del
gobierno y a las empresas. Si bien como instrumento normativo no resulta legalmente vinculante (12), la práctica
es la que le otorga una gran fuerza moral como representación de la voluntad política de los adherentes, esto
es, existe la expectativa de que estos últimos harán todo lo posible para implementarla plenamente.
Se aspira a favorecer, a través de aquella, la asignación adecuada de los recursos públicos, proponiendo
recurrir a la contratación pública como herramienta estratégica, aportar rentabilidad fomentando la mayor
eficiencia en el gasto público, y atenuar riesgos como los de la ineficiencia o la corrupción.(13)
Esta Recomendación sustituye una anterior del año 2008, sobre la mejora de la integridad en la contratación
pública(14), y contiene doce principios concretos que vamos a analizar a continuación.

II - LOS DOCE PRINCIPIOS RECTORES

El punto de partida de la Recomendación es un acuerdo acerca de las definiciones que contiene, entre las
cuales se señala que la contratación pública consiste en un proceso de identificación de necesidades, la decisión
acerca de la persona, física o jurídica, más adecuada para cubrir esas necesidades y, por último, la comprobación
de que el bien o prestación se entregan en el lugar correcto, en el momento oportuno, al mejor precio posible,
y que todo ello se hace con ecuanimidad y transparencia.(15)
A partir de allí se emiten doce reglas concretas para los países adherentes al Convenio, destacándose en
cada caso las conductas y mandatos de actuación que ellos deben adoptar para obtener los resultados esperados.
Estas se refieren a la transparencia, integridad, accesibilidad, análisis de los objetivos secundarios, participación,
eficiencia, digitalización, idoneidad, evaluación, riesgos, rendición de cuentas e integración, y vienen insertas en
el marco del denominado “ciclo de la contratación pública”, que es la cadena de actividades relacionadas entre
sí que comienza por la evaluación de las necesidades, pasa por la fase de concurso y adjudicación, y abarca
finalmente la gestión contractual y de pagos, junto con las oportunas tareas de seguimiento o auditoría.
1. Transparencia
Los adherentes deben asegurar un nivel adecuado de transparencia a lo largo de todas las fases del ciclo de
la contratación pública.
Para ello se requiere de ellos, primero, que fomenten un trato justo y equitativo a los potenciales
proveedores, aplicando el adecuado grado de transparencia en cada fase del ciclo, dando necesaria consideración
a las legítimas necesidades de protección de los secretos comerciales, de la información exclusiva del propietario
y demás cuestiones relativas a la privacidad, evitando información que puedan utilizar las partes interesadas
para distorsionar la competencia en el proceso de contratación. A la vez, debe exigirse a los proveedores que
actúen con la misma transparencia en los procesos de subcontratación en que participen.
En segundo lugar, deben permitir el libre acceso por parte de las partes interesadas, incluidos los potenciales
proveedores nacionales y extranjeros, la sociedad civil y el público en general, a través de internet, a la
información “pertinente” que tenga un especial vínculo con el sistema de contratación pública (p. ej., los marcos
institucionales y las leyes y reglamentos), a los procesos concretos de contratación que se convoquen (p. ej.,
información sobre la previsión de contratos públicos, las convocatorias o los anuncios de adjudicaciones) y a la
marcha del sistema en su conjunto (p. ej., referencias, resultados de seguimiento, etc.).
También deben garantizar la transparencia del flujo de fondos públicos, desde el principio del procedimiento
presupuestario y a lo largo de todo el ciclo de la contratación pública, a fin de permitir: (i) que las partes
interesadas conozcan las prioridades de las autoridades y el gasto que estas realizan, y (ii) que los responsables
de la formulación de las políticas elaboren las necesarias estrategias para la contratación pública.
Se ha señalado que la transparencia debería instituirse como la política pública en la que se concrete la
congruencia entre ética y política, siendo sus elementos mensurables la pertinencia, la honestidad, la eficiencia
y la eficacia; que se trata de un principio bajo el cual se incluyen otros, porque la transparencia supone publicidad,
información, participación, rendición de cuentas, ética, responsabilidad y control.(16)
En efecto, la transparencia debería atravesar todo el ciclo de la contratación pública como su presupuesto
evidente, como una exigencia ética básica que no es solo de la Administración sino también de quienes se
vinculan con ella como proveedores o interesados. Es un estándar elemental de actuación para todos quienes
intervienen y operan en un proceso de contratación pública. Estos deben concientizarse de que los efectos de la
gestión estatal en la materia atañen también a quienes, ajenos por completo a ella, poseen un derecho humano
a la no corrupción, a la transparencia en el manejo de la cosa pública.(17)
En nuestro país es un imperativo de base convencional. Así, la Convención de las Naciones Unidas contra la
Corrupción(18) (en adelante, CNUCC) establece en su artículo 9 que “...cada Estado parte, de conformidad con los
principios fundamentales de su ordenamiento jurídico, adoptará las medidas necesarias para establecer sistemas
apropiados de contratación pública, basados en la transparencia, la competencia criterios objetivos de adopción
de decisiones, que sean eficaces, entre otras cosas, para prevenir la corrupción”.
Las medidas que la misma Convención prevé para alcanzarlo coinciden plenamente con los mandatos de la
Recomendación de la OCDE que venimos comentando, por ejemplo, en cuanto exige la difusión pública de la
información relativa a procedimientos y contratos, incluyendo licitaciones e información pertinente u oportuna
sobre la adjudicación de aquellos, a fin de que los licitadores potenciales dispongan de tiempo suficiente para
preparar y presentar sus ofertas, es decir, fomentando un trato equitativo y justo entre ellos.
Nuestro régimen nacional de contrataciones(19) (en adelante, RCAN), por su parte, consagra entre los
principios generales que constituyen la base del sistema el de la “transparencia en los procedimientos”(20),
explicitándolo en su artículo 9, cuando establece que “la contratación pública se desarrollará en todas sus etapas
en un contexto de transparencia que se basará en la publicidad y difusión de las actuaciones emergentes de la
aplicación de este régimen, la utilización de las tecnologías informáticas que permitan aumentar la eficiencia de
los procesos y facilitar el acceso de la sociedad a la información relativa a la gestión del Estado en materia de
contrataciones y en la participación real y efectiva de la comunidad, lo cual posibilitará el control social sobre las
contrataciones públicas. Asimismo, teniendo como base el principio de transparencia, la apertura de las ofertas
siempre se realizará en acto público, siendo ello también aplicable a las contrataciones públicas electrónicas”.(21)
Y en fecha reciente se destaca la previsión vinculada a datos abiertos que contiene el flamante decreto
1169/2018(22), en el artículo 3, en cuanto instruye a arbitrar todos los medios necesarios para publicar y mantener
actualizada -como mínimo en forma trimestral- a través del Portal Nacional de Datos Públicos la información y
documentación relevante sobre los procedimientos de selección y ejecución de contrataciones de obra pública y
concesiones de obra pública incorporados en el sistema de gestión electrónica CONTRAT.AR, en forma completa
y con el mayor nivel de desagregación posible.
2. Integridad
La OCDE recomienda a los adherentes que conserven la integridad(23) del sistema de contratación pública
mediante normas generales y salvaguardas específicas por procesos de contratación.
A tal fin se les exige, en primer término, que todas las partes interesadas en la contratación actúen con un
elevado grado de integridad a lo largo del ciclo respectivo, para lo cual se considera útil ampliar (p. ej., mediante
pactos de integridad) el ámbito de aplicación de las normas que forman parte de los marcos legales o
reglamentarios o de los códigos de conducta por los que se rigen los empleados del sector público (como los
relativos a la gestión de los conflictos de interés, la revelación de información y demás normas deontológicas).
En segundo lugar, que se pongan en práctica -en el conjunto del sector público- instrumentos de
aseguramiento de la integridad adaptados a los riesgos concretos del ciclo de contratación (p. ej., a los riesgos
especialmente elevados de las relaciones entre el sector público y el privado, o a la responsabilidad fiduciaria en
la contratación pública).
Tercero, desarrollar programas de formación en materia de integridad dirigidos al personal de contratación
pública, tanto del sector público como del privado, para concientizarlo sobre las amenazas a la integridad, como
la corrupción, el fraude, las prácticas colusorias y la discriminación; generar conocimientos sobre las posibles
vías para hacer frente a estos riesgos y fomentar una cultura de integridad dirigida a prevenir la corrupción.
Y, en cuarto lugar, establecer requisitos tales como controles internos, medidas de aseguramiento del
cumplimiento y programas anticorrupción, dirigidos a los proveedores, incluyendo su oportuno seguimiento. En
este sentido, exige que los contratos públicos prevean garantías de exención de corrupción, medidas de
comprobación de la veracidad de las declaraciones y garantías de los proveedores de que no participan en
comportamientos corruptos en relación con el contrato y de que van a abstenerse de este tipo de conductas.
Dichos programas deben igualmente exigir el adecuado grado de transparencia en la cadena de suministro para
favorecer la lucha contra la corrupción en la subcontratación.
En la Convención Interamericana de Lucha contra la Corrupción(24) (en adelante, CILCC) se exige que se
establezcan normas de conducta de los funcionarios públicos que contribuyan a generar confianza en su
integridad y en la de la gestión pública, como parte de las medidas preventivas para detectar, sancionar y
erradicar la corrupción. Es, de otra parte, uno de los propósitos de la CNUCC, cuando en su artículo 1, inciso c),
se establece: “Promover la integridad, la obligación de rendir cuentas y la debida gestión de los asuntos y los
bienes públicos”. Al RCAN llega de la mano de su artículo 3, inciso e), que entre los principios generales a los
que deben ajustarse las contrataciones prevé el de la responsabilidad de los agentes y funcionarios públicos que
autoricen, aprueben o gestionen las contrataciones; en el artículo 10, que enuncia las conductas corruptas que
darían lugar al rechazo sin más trámite de la propuesta u oferta en cualquier estado de la licitación o a la rescisión
de pleno derecho del contrato; y, finalmente, en el artículo 14, que establece la responsabilidad de los
funcionarios.
Pero lo importante es reparar aquí en las novedades normativas que se han impulsado en los últimos años
como parte de la aspiración a ingresar a la OCDE.
En este sentido destaca la ley 27401(25) (régimen de responsabilidad penal aplicable a las personas jurídicas
privadas), que establece como condición necesaria para contratar(26) con el Estado Nacional la existencia de un
“programa de integridad”(27) en los términos que la misma ley define en sus artículos 22 y 23.
También el decreto 202/2017(28), que prevé la presentación de una “declaración jurada de intereses” de toda
persona que se presente en un procedimiento de contratación pública, llevado a cabo por cualquiera de los
organismos y entidades del sector público nacional definido en el artículo 8 de la ley 24156 (art. 1). Aquella
apunta justamente a detectar un conflicto de ese tipo(29), que se configuraría si la persona se encuentra vinculada
al presidente y vicepresidente de la Nación, jefe de Gabinete de Ministros y demás ministros y autoridades de
igual rango en el Poder Ejecutivo Nacional, aunque no tuvieran competencia para decidir sobre la contratación o
acto de que se trata.
La misma norma dispone en su artículo 4 que si de la respectiva declaración surgiere la existencia de alguno
de los supuestos de conflicto, el organismo o entidad en cuyo ámbito se desarrolle el respectivo procedimiento
deberá arbitrar, entre otras medidas, la adopción -de manera fundada y dando intervención a la Oficina
Anticorrupción y a la SIGEN- de, por ejemplo, un pacto de integridad.
Las bases de estos últimos fueron delineadas por la propia Oficina Anticorrupción, que los define como el
“acuerdo suscripto entre todos los actores que intervienen en un procedimiento alcanzado por el decreto
202/2017, en el que las partes asumen el compromiso de actuar con transparencia, ética e integridad, con
sujeción a las responsabilidades que se establezcan en cada caso”. También establece lo relativo al control y las
sanciones para el caso de incumplimiento.
En la motivación del decreto 202/2017 expresamente se menciona que este se funda, además de las
disposiciones de la CILCC y la CNUCC, en los estándares fijados por la OCDE.
Finalmente, el decreto 1169/2018, en cuyo artículo 7 se aprueba el formulario del programa de integridad,
que será utilizado a fin de que los oferentes de las contrataciones de obra pública y concesiones de obra pública
declaren la efectiva implementación de un programa de ese tipo, conforme a lo previsto en las disposiciones de
la ley 27401 que más arriba comentamos.
3. Accesibilidad
La OCDE recomienda a los adherentes que hagan accesibles las oportunidades de concurrir a la contratación
pública a los potenciales competidores, sin importar su tamaño o volumen.
Para ello, según señala, deben disponer de marcos institucionales, legales y reglamentarios que sean
razonables y sólidos, pues constituyen el entorno fundamental para potenciar la participación en los negocios
con el sector público y son el único punto de partida posible para garantizar unos sistemas de contratación
pública sostenibles y eficientes. A tal fin, se exige que aquellos resulten todo lo claros y sencillos que sea posible;
que eviten introducir condiciones que redupliquen las de otras leyes o reglamentos o las contradigan; y que se
trate a los licitadores, incluidos los proveedores extranjeros, de un modo justo, transparente y equitativo.
Por otro lado, se exige también que se utilice para las licitaciones una documentación clara e integrada,
normalizada en lo posible y adecuada a las necesidades que se pretende cubrir, con el fin de garantizar: 1. que
cada licitación pública esté diseñada de modo que fomente una amplia participación por parte de los potenciales
competidores, incluidos los nuevos participantes y las pequeñas y medianas empresas. Esto exige ofrecer
orientaciones claras para que las expectativas de los compradores estén debidamente informadas (incluidas las
especificaciones, así como las condiciones contractuales y de pago) e igualmente ofrecer información vinculante
sobre los criterios de evaluación y adjudicación y su ponderación (indicando si se basan únicamente en el precio,
si incluyen elementos mixtos precio/calidad o si dan cabida a objetivos secundarios de política); y 2. que el
alcance y la complejidad de la información que se exige en la documentación de las licitaciones, así como el
período que se concede a los proveedores para responder, deben ser proporcionados al volumen y complejidad
del futuro contrato, teniendo en cuenta, en su caso, circunstancias apremiantes, como los concursos públicos de
emergencia.
Por último, se manda a recurrir a licitaciones abiertas a la participación, limitando el uso de las posibles
excepciones y de las contrataciones con un único proveedor. Las licitaciones mediante concurso deberán ser el
método habitual en la contratación pública, como instrumento adecuado para lograr la eficiencia, combatir la
corrupción, obtener precios justos y razonables y garantizar resultados competitivos. Si se dan circunstancias
excepcionales que justifiquen limitar el uso de los concursos públicos y aconsejen el recurso a la contratación
con un único proveedor, esas excepciones deberán quedar establecidas a priori, tener motivos tasados y llevar
aparejada la oportuna justificación cuando se recurra a ellas, sin perjuicio de que se tenga en cuenta, para su
supervisión, el mayor riesgo de corrupción que suponen, incluida la de proveedores extranjeros.
Como vemos, aparece en toda su extensión aquí el principio de concurrencia, como base fundamental de
los procedimientos de licitación pública o concurso público, a los que la OCDE apunta como instrumentos
adecuados para alcanzar los propósitos del sistema de contratación pública en su conjunto. Este principio
garantiza la participación del mayor número posible de oferentes con el objeto de competir entre sí y en
condiciones igualitarias, al tiempo que permite al Estado contratar en términos más favorables, por lo que no
puede ser restringido en razón de recaudos excesivos creados por el órgano contratante o, por ejemplo, mediante
el rechazo de las ofertas por omisiones intrascendentes o meramente formales(30). También se vincula con la
defensa de la competencia, porque soslayar el procedimiento de licitación pública (cuando la concurrencia es
posible) constituye una forma de distorsionar el mercado. Ello encuentra apoyo en el artículo 42, segunda parte,
de la Constitución Nacional(31). Como ha dicho la Procuración del Tesoro de la Nación(32), la vigencia de este
principio “...permite a la Administración un mayor cotejo de las condiciones ofertadas. Ello así, puesto que para
la interpretación de los pliegos no debe perderse de vista el criterio rector de que los procedimientos de selección
del contratista del Estado han sido establecidos básicamente en beneficio del Estado mismo, en resguardo de
sus conveniencias económicas, financieras y técnicas, por lo cual todo aquello que tienda a una fundada
competencia entre los oferentes y a una mayor concurrencia de propuestas no debe ser desalentado por
ritualismos formales o interpretaciones limitativas”.
La CNUCC establece entre las medidas necesarias a adoptar en materia de contratación pública (art. 9) la
de garantizar la competencia y los criterios objetivos para la toma de decisiones. A ello contribuye, según la
propia Convención, la “difusión pública de información relativa a procedimientos de contratación pública y
contratos, incluida información sobre litaciones e información pertinente u oportuna sobre la adjudicación de
contratos, a fin de que los licitadores potenciales dispongan de tiempo suficiente para preparar y presentar sus
ofertas” [inc. a)] y “La formulación previa de las condiciones de participación, incluidos criterios de selección y
adjudicación y reglas de licitación, así como su publicación” [inc. b)].
Para el RCAN, la concurrencia es uno de sus principios generales [art. 3, inc. b)] y su adecuado resguardo,
por ejemplo, justifica los alcances de la regla de subsanación de deficiencias (art. 17)(33) o la revocación de los
actos del procedimiento si se han formulado especificaciones o incluido cláusulas cuyo cumplimiento solo fuera
factible por determinado interesado u oferente, de manera que esté dirigido a favorecer situaciones particulares.
También en caso de que mediaren indicios de su simulación podría tornarse inelegible una oferta, en los
términos del artículo 68 del decreto 1030/2016(34). Esto último fue receptado en el decreto 1169/2018, artículo
5, que prevé la desestimación de la oferta si, por ejemplo, existen “indicios que por su precisión y concordancia
hicieran presumir que los oferentes han concertado o coordinado posturas en el procedimiento de selección...”
[inc. c)] o “...por su precisión y concordancia hicieran presumir que media simulación de competencia o
concurrencia. Se entenderá configurada esta causal, entre otros supuestos, cuando un oferente participe en más
de una oferta como integrante de un grupo, asociación o persona jurídica, o bien cuando se presente en nombre
propio y como integrante de un grupo, asociación o persona jurídica” [inc. d)], entre otros supuestos.
4. Análisis de los objetivos secundarios de política
La OCDE recomienda que los adherentes reconozcan que el uso del sistema de contratación pública para la
obtención de objetivos secundarios de política(35) implica sopesar estas finalidades frente al logro del objetivo
principal de la contratación.
Por ello deben evaluar la adecuación de la contratación pública como instrumento para perseguir dichos
objetivos de acuerdo con unas prioridades nacionales claras, valorando los potenciales beneficios frente a la
necesidad de lograr la obligada rentabilidad. Deben tener en cuenta tanto la capacidad del personal de
contratación pública para ayudar al logro de los objetivos secundarios como los recursos necesarios para el
seguimiento de sus avances.
Manda asimismo a los adherentes a elaborar una estrategia adecuada para la integración de aquellos
objetivos a los sistemas de contratación, lo que importa una adecuada planificación, análisis de referencia y
evaluación de riesgos, así como establecer los resultados previstos, todo ello de cara al desarrollo de los
oportunos planes de acción o directrices de puesta en marcha.
Finalmente, emplear una metodología adecuada de evaluación de impacto para cuantificar la eficacia del
sistema a tales fines, para proporcionar a los responsables de la formulación de las políticas la información
oportuna acerca de los beneficios y los costos de dicho uso. La eficacia deberá cuantificarse tanto a nivel de cada
proceso de contratación pública como en referencia al logro de los resultados previstos en materia de política.
Además, deberán evaluar periódicamente el efecto global que sobre el sistema de contratación pública tiene la
persecución de objetivos secundarios de política, con el fin de abordar la posible sobrecarga de objetivos.
Entendemos que el punto de partida aquí es registrar el alto de grado de incidencia que las contrataciones
públicas tienen en la economía de un país, que en cifras representa alrededor del quince por ciento (15%) del
PBI, tanto en países desarrollados como en los países en desarrollo. La Recomendación aspira así a reflejar el rol
fundamental que debe desempeñar la gobernanza de la contratación pública para lograr la eficiencia y promover
los objetivos de las políticas públicas, porque, sin perjuicio de la eficiencia y la rentabilidad como sus objetivos
primordiales, los gobiernos también la utilizan para perseguir fines adicionales de política secundaria: promoción
de un crecimiento verde sostenible, el desarrollo de pequeñas y medianas empresas, la innovación, las normas
para una conducción empresarial responsable, objetivos de política industrial más amplia (36). También debe
repararse en que la contratación pública, si bien no se configura, ab initio, como un instrumento orientado al
desarrollo de medidas sociales, sí alberga una elevada potencialidad transversal que permite incidir en la política
económica y particularmente en la política social.(37)
Estos principios vienen recogidos a nivel nacional en la reglamentación del RCAN(38), cuando atribuye a la
ONC competencia para “Desarrollar mecanismos que promuevan la adecuada y efectiva instrumentación de
criterios de sustentabilidad ambientales, éticos, sociales y económicos en las contrataciones públicas”(39), y en
fecha reciente fundamentan la adopción del decreto 1169/2018, cuando en sus Considerandos se explicita que
“la contratación pública -en general- y el régimen de contratación y ejecución de obra pública -en particular-
constituyen un componente central de la actividad estatal y de la gobernanza estratégica, siendo instrumentos
esenciales para la satisfacción de necesidades públicas tales como vivienda, energía, transporte, seguridad,
comunicaciones, entre otras, que hacen al desarrollo económico con equidad social”, y poco después
expresamente señala como trascendentales objetivos de política a los que se aspira: “la innovación, la protección
ambiental, la creación de empleo, el fomento de la pequeña y mediana empresa y el desarrollo integral de las
distintas regiones del país”.
Como régimen específico de protección, es del caso mencionar la ley 27437(40) de compre argentino y
desarrollo de proveedores.
5. Participación
El objetivo de la Recomendación es fomentar una participación transparente y efectiva de las partes
interesadas, para lo cual los adherentes deben elaborar, y seguir, un procedimiento normalizado para la
introducción de cambios en el sistema, fomentando las consultas públicas, invitando a la formulación de
comentarios por parte del sector privado y la sociedad civil, garantizando la publicación de los resultados de la
fase de consultas y explicando las opciones elegidas, todo ello de un modo transparente.
También manda a entablar periódicamente diálogos transparentes con los proveedores y con las asociaciones
empresariales para exponerles los objetivos en la materia y garantizar un adecuado conocimiento de los
mercados, de modo de lograr una comunicación eficaz que permita a los potenciales proveedores comprender
mejor las necesidades y proporcionar a los compradores públicos información con la que elaborar, conociendo
mejor toda la oferta del mercado, expedientes de licitación más eficaces. Estas relaciones deberán quedar sujetas
a las salvaguardias de la equidad, la transparencia y la integridad, que variarán en función de si está en marcha
un procedimiento de licitación. Igualmente, será preciso adaptar esas relaciones para garantizar que las
empresas extranjeras que participan en las licitaciones públicas reciban información transparente y oportuna.
Asimismo, deben brindarse oportunidades para la participación directa de las partes interesadas externas
en el sistema de contratación pública, con el objetivo de potenciar la transparencia y la integridad, a la vez que
asegurar un nivel adecuado de control, sin perjuicio del respeto constante de la confidencialidad, la igualdad de
trato y demás obligaciones legales del procedimiento de contratación pública.
Podemos identificar una doble vía de participación.
De un lado, los mandatos de la OCDE se dirigen a la que identificamos como faz colectiva del “derecho a la
buena administración”, que habilita al ciudadano a reclamar de las distintas administraciones que enderecen sus
acciones hacia la concreción del interés general, bajo los principios de transparencia y participación en los asuntos
públicos y armonizando una multiplicidad de intereses sectoriales emergentes de una sociedad caracterizada por
ser múltiple y diversa(41). En este sentido, la CNUCC prevé, en su artículo 13, que los Estados parte deben adoptar
medidas para fomentar la participación activa de personas y grupos que no pertenezcan al sector público, como
la sociedad civil, las organizaciones no gubernamentales y las organizaciones con base en la comunidad, en la
prevención y la lucha contra la corrupción, y entre ellas enuncia, por ejemplo: “Aumentar la transparencia y
promover la contribución de la ciudadanía a los procesos de adopción de decisiones”, o “b) Garantizar el acceso
eficaz del público a la información”. También la CILCC ordena, entre las medidas preventivas, la adopción de
mecanismos para “estimular la participación de la sociedad civil y de las organizaciones no gubernamentales en
los esfuerzos destinados a prevenir la corrupción”. Por su parte, el RCAN, en el artículo 9 que más arriba
reseñamos a propósito de la transparencia, establece que esta última se obtiene, entre otras medidas, facilitando
“...el acceso de la sociedad a la información relativa a la gestión del Estado en materia de contrataciones y en la
participación real y efectiva de la comunidad, lo cual posibilitará el control social sobre las contrataciones
públicas”.
Más recientemente, en línea con el espíritu de la Recomendación de la OCDE que comentamos, el artículo 4
del decreto 1169/2018 instruye a la ONC a que elabore y publicite un programa de gobernanza del sistema de
contrataciones de obra pública y concesiones de obra pública, que entre otras cosas prevé la invitación a formular
propuestas, recomendaciones y/o comentarios a los Ministerios, reparticiones y entes de la Administración
Pública que estime corresponder, a organizaciones de la sociedad civil y del sector privado y a expertos con
reconocida trayectoria y prestigio en materia de gobernanza, integridad, transparencia, anticorrupción y/o
eficiencia en contrataciones públicas.
Del otro lado, la participación que debe garantizarse es la de los sujetos y terceros directamente involucrados
en el procedimiento de contratación. En este sentido, por ejemplo, la reglamentación del RCAN prevé la vista de
las actuaciones (art. 4), la vista y retiro de los pliegos (art. 48), las consultas (art. 49) y la vista de las ofertas
(art. 60), todas ellas manifestaciones de la señalada participación.
6. Eficiencia
La Recomendación persigue que los adherentes desarrollen procedimientos que, satisfaciendo las
necesidades de la Administración Pública y de los ciudadanos, impulsen la eficiencia a lo largo de todo el ciclo de
la contratación pública.
Para ello promueve, primero, la simplificación del sistema y su marco institucional, a partir de la evaluación
de los actuales procedimientos e instituciones y la identificación de las duplicidades funcionales, ámbitos de
ineficacia y otros elementos ineficientes. Luego, y en la medida de lo posible, manda a desarrollar un sistema
orientado al servicio, con el fin de reducir la carga administrativa y los costos, mediante, por ejemplo, servicios
compartidos.
Manda asimismo a implantar procedimientos técnicos adecuados que satisfagan eficientemente las
necesidades de los destinatarios, por ejemplo, elaborando especificaciones técnicas adecuadas, estableciendo
criterios apropiados de adjudicación de contratos, garantizando que los evaluadores de propuestas posean los
adecuados conocimientos técnicos, y asegurándose de que, tras la adjudicación de los contratos, se dispone de
los recursos y conocimientos necesarios para su gestión.
Por último, indica que deben crearse y utilizarse instrumentos que mejoren los procedimientos de
contratación pública, reduzcan las duplicidades y logren una mayor eficiencia, incluyéndose entre estos
mecanismos la centralización de la contratación pública, los acuerdos marco, los catálogos electrónicos, la
adquisición dinámica, las subastas electrónicas, las contrataciones compartidas y los contratos con opciones.
En nuestro ordenamiento jurídico, asegurar la equidad y eficiencia de los sistemas para la adquisición de
bienes y servicios es una exigencia de la CILCC(42). Por eficiencia se entiende la “capacidad para disponer de
alguien o de algo para obtener un efecto determinado”; esto es, trasladando el concepto a la materia que nos
ocupa, que el bien o servicio u obra que se contrata debe cumplir satisfactoriamente determinado fin para
producir el efecto deseado.(43)
El objeto y fin del RCAN gira en torno a este principio, en cuanto prevé en su artículo 1 que “...las obras,
bienes y servicios sean obtenidos con la mejor tecnología proporcionada a las necesidades, en el momento
oportuno y al menor costo posible, como así también la venta de bienes al mejor postor, coadyuvando al
desempeño eficiente de la Administración y al logro de los resultados requeridos por la sociedad”. Luego, también
es uno de sus principios generales, enunciado en el artículo 3, inciso a), que prevé la “Razonabilidad del proyecto
y eficiencia de la contratación para cumplir con el interés público comprometido y el resultado esperado”.
A su turno, la reglamentación aprobada por decreto 1030/2016 dispone en el artículo 10 que “...no obstante
la regla general, en todos los casos deberá aplicarse el procedimiento que mejor contribuya al logro del objeto
establecido en el artículo 1 del decreto delegado 1023/2001 y sus modificatorios y complementarios y el que por
su economicidad, eficiencia y eficacia en la aplicación de los recursos públicos sea más apropiado para los
intereses públicos”.
Al respecto, es doctrina de la ONC que “...la Administración Nacional, además de satisfacer el interés público,
debe hacerlo de modo eficiente, siendo este otro de los principios rectores de la actividad administrativa,
expresamente receptado en el decreto delegado 1023/2001 y que, incluso, reviste jerarquía constitucional” (v.
art. 42, párr. segundo, CN).(44)
7. Digitalización
La OCDE recomienda que los adherentes mejoren el sistema de contratación pública mediante el
aprovechamiento de tecnologías digitales para dar soporte a la innovación, a través de la contratación electrónica,
a lo largo de todo el ciclo de la contratación pública.
Dos son los mandatos concretos. En primer lugar, hacer uso de las novedades más recientes en materia de
tecnología digital, para garantizar la transparencia y el acceso a las licitaciones públicas, impulsando la
competitividad, simplificando los procedimientos de adjudicación de contratos y la gestión de estos, procurando
ahorros en los costos e integrando la información correspondiente a las esferas de la contratación pública y las
finanzas públicas.
En segundo lugar, procurar herramientas avanzadas de contratación electrónica que sean modulares,
flexibles, expansibles y seguras, a fin de que se garanticen la continuidad de las actividades, la privacidad y la
integridad, se dispense un trato justo y se proteja la información sensible. Hace hincapié en que dichas
herramientas deben ser sencillas de utilizar, adecuadas a sus fines y, en la medida de lo posible, ser homogéneas
entre todas las entidades que participan en la contratación pública, ya que si los sistemas son excesivamente
complicados, pueden introducir elementos que ponen en peligro la aplicación y ser un obstáculo para los nuevos
participantes o las pequeñas y medianas empresas.
En la definición de la propia OCDE, la contratación electrónica se refiere a la introducción de las tecnologías
digitales para la sustitución o el rediseño de los procedimientos en soporte papel presentes a lo largo del proceso
de contratación pública.(45)
Al respecto, fue el decreto 1023/2001 el que dio los primeros pasos en el tema(46), con sustento en dos
elementos: el formato digital y la firma digital. En efecto, así surge de su artículo 1 y del Capítulo II, denominado
“Contrataciones públicas electrónicas”. Luego también es receptado en la reglamentación aprobada por el decreto
1030/2016, en el Título II de su Anexo, Capítulo II (arts. 31 a 34), bajo el mismo título. En él se destacan como
principios rectores del sistema: la neutralidad, seguridad, confidencialidad e identidad de los usuarios, basados
en estándares públicos e interoperables que permitan el respaldo de la información y el registro de las
operaciones, permitiendo operar e integrar a otros sistemas de información (art. 31).
Pero la mayor innovación producida a nivel local viene de la mano del decreto 561/2016(47), por el que se
aprueba el sistema de gestión documental electrónica para todas las actuaciones y expedientes del sector público
nacional, y por decreto 1336/2016(48) se extendió su aplicación a la contratación y seguimiento de ejecución de
las contrataciones de obra pública y concesiones de obra pública. Así, el flamante decreto 1169/2018 establece
la incorporación a dicho sistema electrónico de las contrataciones cuya ejecución se hubiere iniciado antes de la
vigencia de aquella norma (art. 2).
Se ha señalado que la Administración precisa, en el proceso de receptividad de los avances tecnológicos,
entre otras medidas, un régimen jurídico adecuado que permita la contratación administrativa, la firma digital,
las registraciones, la solución de conflictos, la formación del expediente virtual, promoviendo la seguridad con la
validez jurídica de los instrumentos que en ella se transmiten, así como también un régimen de control de
proveedores, sistemas de interconexión de redes internas, externas y mundiales, en el cual se deben controlar
la seguridad, los hostings, la guarda de los archivos e informaciones, los servicios de certificación, los sistemas
de criptografía, el otorgamiento de las claves y el resguardo de los datos personales.(49)
8. Idoneidad
La Recomendación hace hincapié en la idoneidad del personal dedicado a la contratación pública, que debe
tener la capacidad de aportar en todo momento, de manera eficaz y eficiente, la debida rentabilidad en este
ámbito. Por eso manda a los adherentes a asegurar que aquellos posean un alto nivel de integridad, capacitación
teórica y aptitud para la puesta en práctica, que sean suficientes en número y con las capacidades adecuadas, a
partir de reconocer la contratación pública como una profesión en sí misma. También prevé que se les ofrezca a
dichos profesionales un sistema de carrera atractivo, competitivo y basado en el mérito, estableciendo vías de
ascenso según méritos claros, brindando protección frente a las injerencias políticas y promoviendo en las esferas
nacional e internacional las buenas prácticas para los sistemas de carrera profesional con el objeto de mejorar
su rendimiento.
Finalmente, señala la necesidad de fomentar la adopción de enfoques colaborativos con entidades como
universidades, think tanks o centros políticos a fin de mejorar las capacidades y competencia del personal,
ampliar los conocimientos y establecer un canal bidireccional entre teoría y práctica capaz de impulsar la
innovación en los sistemas de contratación pública.
Al respecto, corresponde recordar que la CNUCC prevé en el artículo 7, bajo el título “Sector público”, que
cada Estado parte “...procurará adoptar sistemas de convocatoria, contratación, retención, promoción y
jubilación de empleados públicos y, cuando proceda, de otros funcionarios públicos no elegidos, o mantener y
fortalecer dichos sistemas. Estos: a) Estarán basados en principios de eficiencia y transparencia y en criterios
objetivos como el mérito, la equidad y la aptitud; b) Incluirán procedimientos adecuados de selección y formación
de los titulares de cargos públicos que se consideren especialmente vulnerables a la corrupción, así como, cuando
proceda, la rotación de esas personas a otros cargos; c) Fomentarán una remuneración adecuada y escalas de
sueldo equitativas, teniendo en cuenta el nivel de desarrollo económico del Estado parte; d) Promoverán
programas de formación y capacitación que les permitan cumplir los requisitos de desempeño correcto, honorable
y debido de sus funciones y les proporcionen capacitación especializada y apropiada para que sean más
conscientes de los riesgos de corrupción inherentes al desempeño de sus funciones. Tales programas podrán
hacer referencia a códigos o normas de conducta en las esferas pertinentes” (pto. 1).
Como se ha advertido, nuestro país transgrede este mandato, pues permanentemente procura esquivar la
designación de funcionarios públicos sin el régimen de concursos para hacer efectivo el deber impuesto por el
artículo 16 de la CN de la idoneidad en su designación, por lo que nuestra Administración Pública debe de una
vez por todas someterse a derecho y dejar el viejo sistema conocido en Estados Unidos como el spoils system,
que consistía en que el partido que ganara designara a sus amigos sin garantizar a los desplazados la estabilidad
en el empleo.(50)
9. Evaluación
Tanto los procesos concretos como el sistema de contratación pública en su conjunto deben ser evaluados
en su eficacia en forma periódica y sistemática.
Por un lado desde los resultados, partiendo del deber de obtener información coherente, actualizada y fiable
que permita aprovechar los datos relativos a procedimientos anteriores, en especial en lo que atañe al precio y
a los costos globales, para organizar evaluaciones de nuevas necesidades. Y, por otro lado, desarrollando
indicadores para cuantificar el rendimiento, la eficacia y el ahorro de costos en el sistema a efectos comparativos,
y para dar apoyo a la formulación estratégica de políticas en la materia.
En este aspecto, y a partir de las herramientas de control establecidas en la ley 24156, podemos decir que
en materia de contratación pública el control interno o de resultados puede ser ejercido en todo momento, sea
aplicando controles posteriores (auditorías), previos [servicio de análisis de pliego, p. ej. bajo las previsiones de
los arts. 8, 19 y 23, inc. a), D. 1023/2001, o 4 y 26, D. 1030/2016] y concomitantes (sistema de precios
testigo).(51)
10. Riesgos
El objetivo es generar estrategias de gestión de riesgos tendientes a su definición, detección y atenuación a
lo largo del ciclo de la contratación pública.
Dos son las directivas a estos fines. Primero, elaborar herramientas que permitan detectar riesgos de todo
tipo -incluidos los posibles errores en la ejecución de tareas administrativas y las conductas erróneas deliberadas-
para ponerlos en conocimiento de los profesionales correspondientes, estableciendo objetivos concretos de
intervención en los casos en que sean posibles medidas de prevención o de atenuación. Segundo, dar a conocer
las estrategias de gestión de riesgos, a través, por ejemplo, de sistemas de alerta o de programas de fomento
de las denuncias, y concientizar al personal de contratación pública y otras partes interesadas, y mejorar sus
conocimientos, acerca de las estrategias de gestión de riesgos, sus planes de implantación y las medidas puestas
en marcha para afrontar los riesgos detectados.
El artículo 9 de la CNUCC establece, entre las medidas apropiadas para promover la transparencia y la
obligación de rendir cuentas en la gestión de la hacienda pública, la de establecer sistemas eficaces y eficientes
de gestión de riesgos y de control interno.
En el marco de los contratos administrativos, el riesgo es el concepto que se utiliza para el análisis económico
a través de la identificación de las variables cuya producción es insegura, asignándoles valores máximos y
mínimos.(52)
11. Rendición de cuentas
Se recomienda a los adherentes que apliquen mecanismos de supervisión y control que favorezcan la
rendición de cuentas a lo largo del ciclo de la contratación pública, incluidos los oportunos procedimientos de
quejas y sanciones.
Esto se alcanzaría a partir de cuatro mandatos. El primero consiste en que debe estar claro el orden
jerárquico en la supervisión del ciclo de la contratación pública y en que los niveles de autoridad por delegación
para las autorizaciones de gastos y la aprobación de las fases clave de la contratación estén bien definidos, lo
que incluye las normas para la justificación y aprobación de excepciones en los procedimientos, como en el caso
de las excepciones al mecanismo de licitación.
Lo segundo, que los catálogos de sanciones dirigidas a los participantes tanto del sector público como del
privado deben ser proporcionadas al nivel de ilicitud para resultar suficientemente disuasorias, sin generar un
temor infundado a las consecuencias o una aversión al riesgo en el personal de contratación pública o entre los
proveedores.
En tercer lugar, las quejas deben ser gestionadas de un modo equitativo, ágil y transparente, lo que se
complementaría con una fiscalización independiente y específica y con mecanismos adecuados de reparación.
Para ello manda a implementar vías efectivas de impugnación de resoluciones en materia de contratación pública,
dirigidas a la corrección de defectos, a impedir conductas ilícitas y a generar confianza entre los licitadores,
incluidos los competidores extranjeros.
En cuarto y último lugar, la Recomendación enuncia lo que deben garantizar los controles internos y
externos, en forma coordinada, a saber: 1. el seguimiento del desempeño del sistema de contratación pública;
2. un sistema fiable de presentación de información, el cumplimiento de las leyes y reglamentos y el
establecimiento de mecanismos claros de comunicación a las autoridades competentes, sin miedo a represalias,
de toda sospecha fundada de incumplimientos de esas leyes y reglamentos; 3. la aplicación uniforme de las
leyes, reglamentos y políticas en materia de contratación pública; 4. la reducción de las duplicidades y una
supervisión adecuada y conforme con las opciones nacionales; y 5. una evaluación a posteriori independiente y,
en su caso, la comunicación a los organismos supervisores competentes.
Recordemos al respecto que la CNUCC establece, como parte de las medidas necesarias para establecer
sistemas apropiados de contratación pública (art. 9), la de implementar “d) Un mecanismo eficaz de examen
interno, incluido un sistema eficaz de apelación, para garantizar recursos y soluciones legales en el caso de que
no se respeten las reglas o los procedimientos establecidos conforme al presente párrafo”. Se está refiriendo así,
en línea con la Recomendación de la OCDE, tanto al control administrativo a través de un órgano que tenga esa
función específica, como al control por parte del superior jerárquico llamado a resolver los recursos que
eventualmente se deduzcan, esto es, la necesidad de establecer un procedimiento en el cual la autoridad que
emitió la decisión no sea la misma que va a resolver el recurso, ya que utiliza el vocablo “apelación”.(53)
12. Integración
Finalmente, la OCDE recomienda adoptar medidas de integración de la contratación pública a la gestión de
las finanzas públicas en general, la presupuestación y los procesos de prestación de servicios.
En primer lugar, como fórmula para lograr la eficiencia y la racionalización del gasto público, destaca la
importancia de combinar los procedimientos de contratación con la gestión de las finanzas públicas para mejorar
el conocimiento sobre el gasto que se dedica a la contratación pública, incluidos los costos de administración
conexos. Dicha información es utilizada para mejorar la gestión, reducir duplicidades, desincentivar la
fragmentación y propiciar el uso de técnicas eficientes de entrega de bienes y servicios.
En segundo lugar, señala la necesidad de fomentar la presupuestación y financiación plurianuales, para
optimizar el diseño y la planificación del ciclo de la contratación pública, siempre que estén justificadas y con la
oportuna supervisión.
Por último, manda a armonizar, en lo posible, los principios por los que se rige la contratación pública en las
distintas tipologías de prestaciones de servicios públicos, incluidas las de obras públicas, las alianzas entre el
sector público y el privado y las concesiones. Esto es, para la prestación de servicios mediante acuerdos con
socios privados, que pueden presentar una gran variedad, los adherentes deben garantizar el mayor grado
posible de armonización entre los marcos e instituciones que rigen la prestación de servicios públicos, con el fin
de estimular la eficiencia de los participantes públicos y ofrecer previsibilidad a los participantes del sector
privado.
Si tenemos en cuenta que el derecho presupuestario es la concreción jurídico-financiera del principio de
proporcionalidad, es importante que el derecho administrativo profundice el ensamblaje entre el régimen de las
prestaciones públicas y aquel.(54)
En lo que respecta, en este sentido, a los mandatos de la OCDE, debemos de un lado tener en cuenta el
artículo 6 del decreto 1023/2001 y el artículo 8 del decreto 1030/2016, en cuanto prevén que cada jurisdicción
o entidad debe formular un programa de contrataciones (plan anual) ajustado a la naturaleza de sus actividades
y a los créditos asignados en la ley de presupuesto.
Por otro lado, en cuanto a la armonización de los marcos e instituciones propios de los diferentes contratos
públicos, debe destacarse que la ley 27328 (contratos de participación público-privada) es justamente un marco
jurídico que viene a diferenciarse del RCAN y su reglamentación, y de los contratos regidos por las leyes 13064
(LOP) y 17520 (art. 2).(55)

III - CONCLUSIONES: TRES CATEGORÍAS DE PRINCIPIOS


Hemos efectuado hasta aquí un recorrido por los doce principios rectores que la OCDE ha recomendado a
sus países miembros, indicando en cada caso el anclaje de dichas reglas en nuestro ordenamiento jurídico. A
partir de ello, la primera conclusión es que, como anticipamos al inicio, existen en la actualidad ciertos estándares
comunes o reglas básicas que en ningún caso pueden ser soslayados a la hora de gestionar la contratación
pública, independientemente de la naturaleza orgánica de la estructura estatal de que se trate.(56)
En segundo lugar, dentro de esos mismos principios, creemos poder identificar tres categorías.
Por un lado aparecen reglas “contextuales” al ciclo de la contratación pública, es decir que bordean antes,
durante y después el ciclo de la contratación. Entre ellas ubicamos los principios de integración, porque la
previsión presupuestaria y el diálogo permanente entre necesidades y gastos rodea todo el procedimiento; los
objetivos secundarios de política, porque detrás de cada impulso de una contratación determinada aparecen
estas metas colaterales de mayor empleo, sustentabilidad, medioambiente, protección de la industria; y la
rendición de cuentas, porque el principio de accountability(57) es el corolario necesario del ciclo.
Una segunda categoría vendría configurada por los “presupuestos” de este último, es decir, los principios
que subyacen a la contratación pública como condición para que satisfaga el interés público. Ahí encontramos
las reglas de transparencia e integridad; la idoneidad del personal y la centralización orgánica de la estructura
estatal de gestión de la contratación(58), y el control, tanto a nivel de riesgos como la evaluación permanente del
sistema.
Por último, en una tercera categoría ubicamos los principios de accesibilidad o concurrencia(59), la
participación, la eficiencia y la digitalización, que constituyen la esencia del procedimiento en sí mismo, sus
rasgos distintivos como procedimiento especial.(60)
La distinción de categorías de principios según el momento en el que inciden en forma concreta permite
advertir la importancia de la contratación pública en su conjunto y la necesidad consecuente de su definición
como política pública de largo plazo; flexible pero íntegra, que desafíe la innovación y se renueve, pero
garantizando siempre sus principios de contexto, sus presupuestos y las reglas que distinguen su procedimiento
singular.

Notas:
(*) Abogada, Diploma de Honor (UBA). Coordinadora del posgrado de Derecho Administrativo y Administración Pública
(UBA). Docente de grado y de posgrado de la misma Facultad y de diversas instituciones del interior del país. Secretaria
Legal y Técnica del Consejo de la Magistratura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
(1) OCDE/LEGAL/0411, adoptada el 17/2/2015 - Véase oecd.org o también legalinstruments.oecd.org
(2) Según surge de la información publicada por el diario La Nación (lanancion.com.ar), la respectiva solicitud fue
presentada el día 31/5/2016. Ver asimismo cronista.com, entre muchos otros
(3) A modo de ejemplo, L. 27401, D. 691/2016, 202/2017 y 1169/2018, y normas complementarias
(4) Expresiones acuñadas por Meilán Gil, José L.: “Un meeting point de los ordenamientos jurídicos sobre contratación
pública” - RDA 2016-103 - 4/2/2016 - pág. 55
(5) Balbín, Carlos F.: “Tratado de derecho administrativo” - 2ª ed. - LL - Bs. As. - 2015 - T. IV - pág. 918
(6) Ver Kingsbury, Benedict; Krisch, Nico y Stewart, Richard B.: “El surgimiento del derecho administrativo global”, en
AA.VV.: “El nuevo derecho administrativo global en América Latina” - Ed. RAP - Cuadernos RAP - Bs. As. - 2009 - págs.
21 y ss. También nuestras reflexiones en Caputi, Claudia y Salvatelli, Ana: “Manifestaciones de la globalización en la
jurisprudencia de la Corte Suprema sobre el derecho administrativo” - LL - Sup. Adm. - agosto/2010 - pág. 146, y sus
citas. Como señala Balbín, debemos advertir cómo el derecho administrativo nacional se relaciona con el derecho
administrativo comunitario, internacional y global, y cómo estos inciden e influyen sobre aquel (Balbín, Carlos F.:
“Tratado de derecho administrativo” - 2ª ed. - LL - Bs. As. - 2015 - T. IV - pág. 393)
(7) Halperín, David A.: “Las convenciones internacionales contra la corrupción y la contratación pública” - RDA 2018-
115 - 9/2/2018 - pág. 203
(8) Véase oecd.org
(9) Véase oecd.org
(10) Ver Campanelli Espíndola, María J.: “El derecho administrativo tradicional en el Estado posmoderno: globalización,
buena administración y supranacionalidad (el caso OCDE-Colombia)” - Universidad Externado de Colombia - Revista
Digital de Derecho Administrativo - Nº 21 - 2019 - págs. 210 y ss.
(11) Véase oecd.org
(12) Véase legalinstruments.oecd.org
(13) Surge de los Considerandos del D. 1169/2018 que el costo económico de la corrupción se estima que representa,
en promedio, entre un 20% y un 25% del valor de los contratos
(14) Recomendación del Consejo sobre la mejora de la integridad en la contratación pública [C (2008) 105]
(15) Definición contenida en la misma Recomendación, pto. I
(16) Ivanega, Miriam: “Transparencia, responsabilidad y rendición de cuentas” - Revista RAP - N° 408 - págs. 203 y ss.
Ver asimismo Caputi, Claudia: “La incidencia del principio de transparencia sobre los controles públicos”, en AA.VV.:
“Control público y acceso a la justicia. Jornadas organizadas por la Universidad Austral” - Ed. RAP-Astrea - 2015 - T. 1
- págs. 151 y ss.
(17) Ivanega, Miriam: “Transparencia, responsabilidad y rendición de cuentas” - Revista RAP - N° 408 - pág. 203, con
cita de Márquez, Daniel: “El derecho humano a la no corrupción”, en Olivos Campos, José R. (Coord.): “Derechos
humanos en Iberoamérica” - Centro de Investigación y Desarrollo del Estado de Michoacán - México - 2010 - págs. 189
y ss.
(18) Aprobada mediante L. 26097
(19) D. delegado 1023/2001
(20) Art. 3, inc. c)
(21) Párrafo incorporado por art. 4, D. 666/2003
(22) BO: 26/12/2018
(23) Según la propia Recomendación de la OCDE, por integridad se entiende que el uso de los fondos, los recursos, los
activos y las autorizaciones se conformen a los objetivos oficiales inicialmente establecidos, y que dicho uso se informe
adecuadamente, que sea conforme al interés público y que esté debidamente armonizado con los principios generales
de buen gobierno
(24) Ratificada por L. 24759
(25) BO: 1/12/2017
(26) La norma comprende aquí a los contratos que, por su monto, según la normativa vigente, deban ser aprobados por
un funcionario con rango de ministro y/o se encuentren comprendidos en el art. 4, D. 1023/2001, y/o los regidos por
las L. 13064, 17520, 27328 y los contratos de concesión o licencia de servicios públicos
(27) Los programas de integridad incluirían un código de ética o conducta de políticas anticorrupción; reglas y
procedimientos para prevenir ilícitos en licitaciones, concursos públicos y cualquier interacción con el sector público; la
extensión del código de ética/conducta o de políticas anticorrupción a terceras partes; realizar capacitaciones periódicas
sobre el programa de integridad; la alta dirección debe prestar apoyo al programa; políticas de protección de denuncias
contra represalias; sistemas de investigación interna; procedimientos de debida diligencia para tratar con terceros;
procedimientos de debida diligencia en procesos de transformación societaria y adquisiciones; monitoreo y evaluación
continua de la efectividad del programa de integridad; asignar un responsable a cargo de la implementación del
programa (ver Andreucci, Carlos: “La contratación pública y la buena gobernanza” - Revista RAP - Nº 476 - pág. 218)
(28) BO: 22/3/2017
(29) El conflicto de interés personal ha sido definido como la situación que se presenta cuando los intereses privados de
una persona interfieren con el cumplimiento de sus funciones oficiales (ver Ivanega, Miriam: “Los conflictos de intereses
en las contrataciones administrativas”, en AA.VV.: “Cuestiones estructurales de derecho administrativo. Instituciones,
buena administración y derechos individuales. Jornadas organizadas por la Universidad Austral” - Ed. RAP - Bs. As. -
2018 - págs. 443 y ss.). La autora cita aquí la “Guía sobre el manejo de conflictos de intereses en el sector público y
experiencias internacionales” de la OCDE, en donde se define esta figura como la que se suscita entre el deber público
y los intereses privados de un funcionario, donde el funcionario tiene intereses privados y podría ser influenciado
incorrectamente, afectando el funcionamiento de sus deberes y responsabilidades oficiales
(30) Balbín, Carlos F.: “Tratado de derecho administrativo” - 2ª ed. - LL - Bs. As. - 2015 - T. IV - pág. 676
(31) Cassagne, Juan C.: “Los grandes principios del derecho público constitucional y administrativo” - LL - Bs. As. - 2015
- pág. 399
(32) Dicts. (PTN) 299:204 - 25/11/2016
(33) Ver Dict. (ONC) 15/2013
(34) La Oficina Nacional de Contrataciones ha sostenido que este principio tiene como finalidad que la competencia entre
oferentes sea real y efectiva, no simulada, lo que sucede si en un procedimiento la puja de las ofertas se produce entre
personas físicas o jurídicas que en apariencia son distintas pero que en la práctica resultan ser la misma; no debe
restringirse a una mera cuestión de cantidad -mientras más oferentes, mejor-, sino que, para su mayor eficacia, esa
concurrencia debe ser genuina, sincera; es decir, que trasunte la existencia real y efectivamente competitiva en el
mercado [Dict. (ONC) 430/2013]. Ver asimismo el exhaustivo trabajo de Muratorio, Jorge I: “Licitación pública:
competencia efectiva vs. colusión” - RDA 2010-71/83. También las previsiones de la L. 27328 de contratos de
participación público-privada, art. 24
(35) En la definición de la propia OCDE, estos se refieren a cualquiera de los diferentes objetivos, como el crecimiento
ecológico sostenible, el desarrollo de las pequeñas y medianas empresas, la innovación, las normas de responsabilidad
corporativa o, más en general, los objetivos de política industrial que, de manera suplementaria al objetivo principal de
la contratación, pretenden alcanzarse mediante el uso de la contratación pública como instrumento de política
(36) Ivanega, Miriam: “Las dimensiones social y ética de los contratos públicos” - Ponencia presentada en el XVI Foro
Iberoamericano de Derecho Administrativo - Santo Domingo - octubre/2017, publicado en “Bases y retos de la
contratación pública en el escenario global” - Ed. Jurídica Venezolana Internacional - pág. 551; Revista RAP - Nº 470 -
págs. 7 y ss.
(37) Aymerich Cano, Carlos y Ferreira Fernández, Javier: “El tratamiento de las cláusulas sociales en la normativa
reguladora de la contratación pública. En particular las cláusulas sociales como criterio de adjudicación de los contratos”,
en Rodríguez-Arana Muñoz, Jaime (Dir.): “El derecho administrativo en perspectiva. En homenaje al profesor Dr. José
Luis Meilán Gil” - Ed. RAP - Bs. As. - 2014 - T. II - pág. 33
(38) D. 1030/2016
(39) Art. 115, inc. b)
(40) BO: 10/5/2008
(41) Gutiérrez Colantuono, Pablo: “Apuntes sobre ciudadanía y esferas públicas” - Ed. LexisNexis - RDA - Cassagne,
Juan C. (Dir.) - Bs. As. - febrero/2012. Ver por todos Balbín, Carlos F.: “Tratado de derecho administrativo” - 2ª ed. -
LL - Bs. As. - 2015 - T. I - págs. 404 y ss.
(42) Art. III: “Medidas preventivas”, pto. 5
(43) Halperín, David A.: “Las convenciones internacionales contra la corrupción y la contratación pública” - RDA 2018-
115 - 9/2/2018 - pág. 10
(44) Dict. (ONC) 96/2015. Ver asimismo Mairal, Héctor: “Las raíces legales de la corrupción” - Cuadernos RAP - Bs. As.
- 2007 - pág. 79
(45) Ver “Acuerdo sobre definiciones” en la propia Recomendación, pto. I
(46) Bellocchio, Lucía y Stringhini, Antonella: “El impacto de los medios tecnológicos en las contrataciones públicas” -
DPI - Sup. Derecho y Tecnologías - N° 29 - 23/11/2016
(47) BO: 7/4/2016
(48) BO: 30/12/2016
(49) Sotelo de Andreu, Mirta: “El impacto de los progresos tecnológicos en el derecho administrativo”, en Rodríguez-
Arana Muñoz, Jaime (Dir.): “El derecho administrativo en perspectiva. En homenaje al profesor Dr. José Luis Meilán Gil”
- Ed. RAP - Bs. As. - 2014 - T. I - págs. 481/2
(50) Halperin, David A.: “Las convenciones internacionales contra la corrupción y la contratación pública” - RDA 2018-
115 - 9/2/2018 - pág. 9
(51) Arias, Verónica L.: “El control interno de las contrataciones públicas”, en AA.VV.: “Control público y acceso a la
justicia. Jornadas organizadas por la Universidad Austral” - Ed. RAP-Astrea - Bs. As. - 2015 - T. 2 - pág. 100
(52) Mata, Ismael: “Ensayos de derecho administrativo” - Ed. RAP - Bs. As. - 2009 - pág. 411
(53) Halperin, David A.: “Las convenciones internacionales contra la corrupción y la contratación pública” - RDA 2018-
115 - 9/2/2018 - pág. 12. Ver la interesante reflexión de Tawil, Guido: “¿El fin de la garantía de impugnación en materia
licitatoria?”, en “Estudios de derecho administrativo en homenaje al profesor Julio Rodolfo Comadira” - Academia
Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Buenos Aires - Instituto de Derecho Administrativo - 2009 - págs. 453 y ss.
(54) Schmidt-Assmann, Eberhard: “La teoría general del derecho administrativo como sistema” - Ed. Marcial Pons -
Ediciones Jurídicas y Sociales - Madrid - 2003 - pág. 76
(55) Ver en particular las previsiones de los arts. 9 a 11, 25 y 31, entre otros
(56) Aquí es importante destacar la exclusión del inc. b), art. 8, L. 24156, en la definición del ámbito de aplicación
subjetivo del D. 1023/2001, teniendo en cuenta la heterogeneidad de los regímenes jurídicos de las llamadas sociedades
anónimas poseídas en todo o en parte por el Estado o de las empresas públicas en general (ver Mertehikian, Eduardo y
Salvatelli, Ana: “Régimen de contrataciones de la Administración Pública Nacional. Anotado y concordado” - Revista RAP
- Año XXXVII - N° 434 - pág. 38 y sus citas)
(57) Kingsbury, Benedict; Krisch, Nico y Stewart, Richard B.: “El surgimiento del derecho administrativo global”, en
AA.VV.: “El nuevo derecho administrativo global en América Latina” - Ed. RAP - Cuadernos RAP - Bs. As. - 2009 - pág.
51
(58) Aquí es fundamental el rol del órgano rector del sistema, la Oficina Nacional de Contrataciones, dependiente de la
Jefatura de Gabinete de Ministros (D. 1023/2001, Cap. III y Título VI de su reglamentación aprobada por D. 1030/2016)
(59) Este es un punto crítico del sistema actual. Como se ha señalado, “Por ineficacia, por ineficiencia, o por la
antieconomicidad del instrumento licitatorio, los autores reconocen que predominantemente el Estado compra, se
abastece, refacciona y construye directamente sin contrato. Un porcentaje altamente significativo de obras públicas,
servicios y aprovisionamientos no discurren por los causes formales, y son atendidos mediante mecanismos
excepcionales desprovistos de cariz procedimental” (Damsky, Isaac A.: “La crisis de la licitación pública. Sobre la forma
de los contratos administrativos y cuestiones subyacentes”, en AA.VV.: “Derechos, garantías y potestades en los
contratos públicos. Jornadas organizadas por la Universidad Austral” - Ed. RAP - Bs. As. - 2013 - pág. 127)
(60) Ver Canosa, Armando: “Procedimiento administrativo: recursos y reclamos” - Ed. Astrea-RAP - 2017 - T. 1 - págs.
137 y ss.

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