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Veamos lo que no hay que hacer en una relación; pues si lo hacemos, esta acabará
siendo disfuncional.
Para empezar, se crea una relación disfuncional cuando las personas actúan como
enemigos. Ocurre cuando una persona se siente menospreciada o rechazada.
Sucede cuando no le gusta su propio comportamiento o el de la otra persona,
porque se estresa, se enfada o se disgusta. Muchas veces callamos, aunque
sintamos esto, por miedo a empeorar la relación. En la relación disfuncional, una
persona o varias sienten que el otro no le está proporcionando lo que necesita y,
muchas veces, se siente atrapada en la relación.
¿Qué hace falta para forjar relaciones? Lo primero que debe haber es una tolerancia
con las diferencias. No hay que concentrarse en ellas, sino comprender que tú y yo
somos diferentes y aceptarlo como parte de cualquier relación. Que haya personas
diferentes trabajando juntas es algo positivo, porque aportarán puntos de vista
distintos.
Finalmente, está la flexibilidad. Todos somos distintos y, por lo tanto, tenemos que
ser lo suficientemente flexibles como para tratar con todo aquel con quien me quiera
relacionar. Una pregunta que todos nos hemos hecho es: ¿estás tratando a los
demás como te gustaría que te tratasen? Si quieres forjar relaciones sólidas, es
esencial que trates a los demás no solo como te gustaría a ti ser tratado, sino también
como ellos quieren que les trates. Después hay que escuchar, hacer preguntas y
volver a escuchar, poniéndonos en un segundo plano para comprender
honestamente las palabras de nuestro interlocutor.
Recuerda que una relación sólida es aquella en la que la pareja o el grupo hace más
cuando están juntos que lo que harían solo como individuos. El que sea o no un
equipo depende mucho de las relaciones de productividad que establezcas con sus
miembros. Solo si estamos abiertos para aprender de los demás, podremos alcanzar
relaciones sólidas y productivas.