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PEC I: CASO ABEL

Raquel Ordóñez Brea


Índice

1. La conducta de Abel según los diferentes criterios de anormalidad. ................................... 2


2. La conducta de Abel en los diferentes periodos históricos. ................................................. 3
3. La posible etiología y las líneas de intervención en el caso de Abel según los diferentes
modelos teóricos. .......................................................................................................................... 7
4. Abel diagnosticado de trastorno de la personalidad paranoide. ........................................ 10
5. Definición de conceptos y ejemplificación con el caso de Abel. ............................................. 12
Bibliografía .................................................................................................................................. 13

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1. La conducta de Abel según los diferentes criterios de anormalidad.

El concepto de anormalidad psicológica ha sido difícilmente definido ya que permite muchos


matices. Es por esto que no existe una definición unánime de lo que significa, lo que ha
ocasionado el intrincado de la definición y delimitación de la disciplina. A pesar de esto, sí hay
una vista compartida que entiende anormal como algo peyorativo que no concede la completa
autonomía del individuo.

Los siguientes criterios recogen diferentes perspectivas para determinar lo normal y lo patológico:
estadísticos, clínicos, sociales, subjetivos y biológicos.

 Según los criterios estadísticos se entiende como anormal aquella conducta cuya
distribución se desvíe respecto a la población de referencia. Será entonces, catalogado un
comportamiento como anormal según lo poco frecuente que sea en los habitantes,
estadísticamente hablando (supuesto de frecuencia). De esta forma, podemos decir que la
conducta de nuestro sujeto es poco frecuente, y por lo tanto anormal. Por otro lado, se
puede asumir que Abel mantiene una conducta que difiere cuantitativamente respecto a
la población común, situándose hacia la poca representatividad de la misma (supuesto de
continuidad) (Rubén Muiños Martínez, 2016).
 Por otro lado, los criterios clínicos de anormalidad psicológica tienen como principio la
intervención clínica del paciente en base al estudio de la sintomatología típica según el
tipo de trastorno recogida en la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-10) y
en el Manual Diagnóstico y Etadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5). Asimismo,
el concepto de anormalidad vendrá circunscrito a la presencia de diferentes síntomas que
dictaminarán su correspondiente desorden psicológico. Partiendo de esto, Abel,
manifiesta los siguientes criterios clínicos que nos hacen pensar que padece una
enfermedad mental: desconfianza, relaciones sociales superficiales y frías, sensación
continua de infidelidad, irritable e irascible, ningún sentido del humor, constante estado
de defensiva con hirientes y desmesurados contraataques.
 En cuanto a los criterios sociales o interpersonales el concepto de anormalidad
psicológica es un constructo social que depende del estigma que existe hacia las
patologías. Desde estos criterios se ha enfatizado la postura de la relatividad cultural que
apoya la idea de que aquello que un contexto puede ser normal, en otro, se considera
patológico (Rubén Muiños Martínez, 2016). Así pues, Abel podría ser tratado como un
enfermo en un contexto, o como un intermediario entre la vida terrenal y celestial, en
otro. Sin embargo, en nuestra cultura podemos afirmar que padece una conducta
desadaptativa ya que no concuerda con el rol socialmente impuesto por muchos de los
comportamientos que mantiene.

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 Con relación a los criterios subjetivos o intrapsíquicos es el sujeto quien debe decidir su
estado. O sea, será considerada una conducta anormal en la medida que el individuo que
la padece, así lo considere. De esta forma, el criterio de diferenciación entre una persona
sana y una insana será la presencia de sentimientos de sufrimiento y dolor, lo que indicaría
el carácter anómalo de su conducta (Rubén Muiños Martínez, 2016). Asimismo, Abel,
asume de forma subjetiva su mal ya que en una ocasión afirma lo siguiente: ‘confesó al
entrevistador que a veces pensaba que quizás tenía algún problema mental.’ Por otro
lado, la petición de ayuda también es un indicador de que el individuo padece, y a través
de la presentación voluntaria del sujeto a la investigación, se puede entender como una
conducta demandante de auxilio.
 Finalmente, los criterios biológicos, hacen hincapié en la naturaleza biológica de la
persona y en la presencia de alteraciones en el Sistema Nervioso Central.

En el caso que hoy nos ocupa se puede observar que no existen criterios de este tipo, pues
el paciente declara no haber consumido drogas, ni sufrido ningún trauma o traumatismo
cerebral. Por otro lado, mientras se realizaban las intervenciones de la investigación se
mostró colaborador, bien orientado y a pesar de estar un poco constreñido y manifestarse
en ocasiones de manera divagante y vaga, estuvo coherente y no mostró ningún signo de
alteración perceptiva.

2. La conducta de Abel en los diferentes periodos históricos.

La historia de la Psicopatología se ha desarrollado de la misma forma que lo ha hecho la sociedad


en la que descansa, adaptándose a las diferentes doctrinas epistemológicas y tendencias sociales,
culturales, filosóficas, científicas y geográficas que componen la sociedad de cada momento. Es
por esto que, si viajásemos en el tiempo, habríamos conocido diferentes maneras en las que se ha
ido reconstruyendo la causa y el tratamiento de los trastornos mentales, llegando a
conceptualizarlas como posesiones de entes maléficos que controlaban la conducta de los sujetos,
castigos divinos, víctimas del mismo diablo o tratándolas mediante trepanaciones, oráculos,
catarsis o abreacciones (Rubén Muiños Martínez, 2016).

A modo de esclarecer las concepciones que se han tomado a lo largo de los tiempos sobre las
psicopatologías, podríamos apoyarnos en el siguiente cronograma:

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Figura 1: Cronograma histórico de la Psicopatología.

Adentrándonos en el caso que hoy nos ocupa y apoyándonos en las diferentes formas de concebir
la enfermedad mental que hubo en la Historia, podríamos conferirle al paciente una infinidad de
diagnósticos o pseudodiagnósticos y tratamientos. Pues bien, haremos un viaje en el tiempo de la
mano de Abel para entender cómo sería evaluado y tratado en cada una de estas épocas.

 La prehistoria: El caso Abel a través de concepciones demonológicas y sobrenaturales.

En el punto más alejado a nuestros días, nos encontraríamos con la Prehistoria. Allí convivían
sociedades no civilizadas que abogaban por una causación demonológica de la locura y la
curación de la misma a través de técnicas como la trepanación o el chamanismo. Así es que, si
Abel hubiese convivido con estas culturas, posiblemente hubiesen creído que su insania venía
derivada de un ente maligno enviado por un dios en estado de cólera que pretendía dominar su
conducta para hacer el mal en su nombre (Esteves, 2008). Además, esta alienación sería curada a
través de una trepanación, es decir, una incisión en el cráneo de Abel que permitiese que ese ente
maligno se liberase, y con él se fuese el mal que le había inducido.

En otro punto del mapa, concretamente en el norte de Siberia, Abel hubiese sido sometido a
rituales chamánicos, ejercidos por un hombre-médico, mediador entre la vida terrenal y la Otra,
y sensible a la captación de espíritus. A través de la marcha a otro punto de la consciencia de la
mano de plantas psicotrópicas, ayudarían al chamán a tratar a al individuo en cuestión. (Cortés,
2008)

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 La etapa preclásica: El caso de Abel como castigo divino.

La concepción demonológica se mantendría en toda esta etapa, por lo que los medios que se
utilizaban para intervenir al sujeto no distaban mucho de los ya citados, salvo un pequeño detalle:
A pesar de que el origen seguía siendo divino, la curación era un tanto diferente.

Si el paciente que hoy nos ocupa hubiese compartido espacio y tiempo con alguna de estas
culturas, como la egipcia, hebrea, hindú o la mesopotámica (Rubén Muiños Martínez, 2016), el
por qué de la aparición de su mal se hubiese buscado en los actos antes cometidos por el mismo.
Es por esto que, Abel, habría sido víctima de un profundo interrogatorio dónde encontrarían el
pecado cometido que lo llevó a padecer su enfermedad. Para su cura habrían necesitado de la
figura de un intermediario entre la vida terrenal y celestial, en este caso sería un sacerdote, pero
como podemos observar, esta medida no difiere en exceso de cómo hubiesen intervenido a Abel
los pueblos tunguses con sus rituales chamánicos.

 La etapa clásica: El caso de Abel a través de concepciones organicistas.

En este instante nace lo que podría ser el acontecimiento más importante de la historia de la
medicina: la constitución de esta disciplina como un saber técnico y organicista. Será la llamada
medicina hipocrática, lo que algunos llaman el milagro griego y quien construirá los cimientos
del saber médico que hoy conocemos (Entralgo, 2012), alejándose de las posturas místicas y
sobrehumanas hasta aquel entonces surgidas.

Hipócrates (460-335 a. de C.) desde el punto de vista médico es considerado el fundador de la


medicina mental. Este se centró en los cuatro humores corporales (sangre, bilis negra, bilis
amarilla y flema) que, a su vez resultaban de la combinación de las cuatro cualidades básicas de
la naturaleza: el calor, el frío, la humedad y la sequedad. A raíz de esto, las personas se
clasificarían en cuatro cualidades diferentes: sanguíneo, colérico, melancólico y flemático, cuya
clasificación se consideraba un indicador de orientación emocional (Esteves, 2008).

Si nuestro paciente estuviera tratado por el mismo Hipócrates diría que su enfermedad tendría que
ver con una manifestación psíquica del desequilibrio humoral causado por factores externos,
como, por ejemplo, la alimentación (Rubén Muiños Martínez, 2016) y sería tratado mediante
purgas o experiencias purificadoras como la catarsis.

En cuanto a los autores romanos que fueron influyentes en la historia de la medicina podemos
destacar a Galeno (130-200 d. C) quien podría ser comparado con Hipócrates en relación a la
importancia de su obra. Sin embargo, respecto a la conceptualización de las enfermedades
mentales o los métodos de intervención, se podría decir que encontramos cierta continuación en
la ideología.

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Con la muerte de Galeno, nos adentramos en la Edad Media.

 La Edad Media: El caso Abel a través del teocentrismo.

En este instante se volverá a retomar las concepciones mágicas y demoníacas que se habían
enterrado antes de la etapa grecorromana o clásica. En este momento el teocentrismo bañará todos
contextos sociales y culturales del momento.

Si Abel hubiese enfermado en el seno de esta etapa habría sido catalogado como un desviado o
poseído, como también lo hubiesen hecho también en la prehistoria (Rubén Muiños Martínez,
2016), pero con la distinción de que en el medievo, posiblemente acabaría destinado a estar
aislado en una institución propia para enfermos mentales, con la intención de ser apartado del
resto de la sociedad y así, no enfermarla. Cabe destacar que este comportamiento es típico del
Occidente europeo, siendo en los países musulmanes otra realidad, en la que se siguió adelante
con la tradición grecorromana de la medicina lo que logró un gran desarrollo para la disciplina.

Por otro lado, Abel, de haber sido mujer otra situación hubiese sido la que habría tocado vivir: El
fenómeno de la brujería supuso la ejecución y persecución de miles de mujeres que se suponían
pactadas con el diablo por poseer algún talento oculto y utilizarlo contra otros o simplemente
tener una enfermedad mental (Rubén Muiños Martínez, 2016).

 La Ilustración: El caso de Abel a través de la recuperación hipocrática y galena.

La liberación del estudio científico del cuerpo humano y la invención de la imprenta que impulsó
la divulgación del conocimiento sin condiciones, llevó a una recuperación de concepciones
organicistas que explicaban la enfermedad con causas naturales y fisiológicas.

Figuras como Juan Luis Vives, Paracelso y Johan Weyer contribuyeron a cuestionar el origen
sobrenatural de las enfermedades mentales y a establecer unos sólidos cimientos sobre la
concepción empírica de la medicina.

Será en el siglo XVIII cuando se producirá un notable cambio en la mentalidad lo que permitirá,
por un lado, el trato de los enfermos mentales como humanos y, por otro, que se deseche la
dualidad cuerpo–alma, lo que significará la liberación de interferencias religiosas. (Rubén
Muiños Martínez, 2016).

En este contexto, el sujeto que nos concierne sería tratado mediante observaciones clínicas y de
manera digna y respetable. Aun así, estando presentes ya las observaciones clínicas, la terapéutica
que se aplica continúa siendo poco eficaz (Rubén Muiños Martínez, 2016).

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 La situación actual a través del caso de Abel.

En este momento surge un punto de no retorno en el que la evolución de la Psicopatología crece


hacia el empirismo, desechando la influencia de las ciencias sociales como la filosofía, y
constituyéndose como una verdadera ciencia que opta por el método científico.

Después de mucho tiempo siguiendo la tradición hipocrática se impone el método descriptivo y


el almacenamiento de los casos para estudiar su evolución y sintomatología. A través de este
acopio de información, se clasificará y ordenará de forma que sea posible una óptima
investigación etiológica y evolución (Rubén Muiños Martínez, 2016).

A raíz de esto nacen diferentes posturas, modelos y escuelas que se diversificarán en cuanto a la
conceptualización y a las intervenciones de la psicopatología. Hoy día, nos encontramos con
multitud de formas de abordarla. Es por esto que, Abel, podría ser tratado de diferentes formas.
Sin embargo, la patología seguiría siendo la misma para todas las escuelas, ya que existen
diagnósticos universales en los que apoyarse.

3. La posible etiología y las líneas de intervención en el caso de Abel según los


diferentes modelos teóricos.

La Psicopatología puede ser estudiada desde diferentes modelos teóricos, y, por ende, intervenida
de diferentes formas. Esto es debido a la complejidad y gran diversidad que caracteriza a la
conducta humana. (Rubén Muiños Martínez, 2016)

Son seis los modelos teóricos que existen para abordar la Psicopatología: modelo psicodinámico,
modelo conductual, modelo cognitivo, modelo humanista, modelo sistémico y modelo biológico.

Todos ellos son integrados para obtener una visión amplia y multicausal de la disciplina.

En primer lugar, el modelo psicodinámico descansa sobre el Psicoanálisis, el cual no encuentra


una línea divisoria entre la enfermedad mental y la salud, pues en todos los humanos existen
elementos patológicos, y en las personas con patologías, aspectos sanos. De la misma forma,
tampoco hay una línea que divida la salud física y la mental, dado a que son elementos
complementarios y la salud no se comprende sin alguno de ellos.

Serán las primeras etapas de la vida fundamentales para comprender y explicar su conducta y
personalidad actuales. Es por esto que, si tuviésemos que encontrar un por qué a la conducta de
Abel, deberíamos remontarnos a sus primeros años de vida.

En su infancia convivió con una figura materna fría, conservadora y de pocos amigos, un padre
con juicios alterados de la realidad y, además de ser hijo único, no tenía muchos amigos. Es decir,
las relaciones familiares y sociales que mantuvo en sus primeras etapas de vida fueron más bien

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escasas. Es por esto que, según el modelo psicodinámico, la conducta actual de Abel se haya visto
tan deformada, debido a los elementos inconscientes que conviven con él en sus días y logran
manifestarse a través de su enfermedad.

Por otro lado, se podría decir que, según el fundador del psicoanálisis, Sigmund Freud (1905),
Abel se encuentra en la fase anal expulsiva, donde manifiesta manía y paranoia.

Otro agente que influye en el grado de salud mental que posee un individuo es lo que se denomina
como insight o capacidad de introspección (Rubén Muiños Martínez, 2016), es decir, la aptitud
de una persona para ver cómo es realmente de una forma crítica y objetiva, desde sus infamias y
abyecciones hasta sus mayores rubores y duelos propios.

Además del psicoanálisis clásico freudiano, existe otro enfoque psicodinámico que se ha
denominado Psicoanálisis interpersonal, a partir del cual, el entorno, las situaciones cotidianas y
el contexto tienen una importancia fundamental, en concreto, en los primeros años de vida, aunque
también en algunas etapas del desarrollo ontogénico del individuo.

En relación a las líneas de intervención, la terapia psicodinámica mantiene relación con aspectos
del psicoanálisis clásico, así como la trascendencia del inconsciente, evaluando los conflictos que
se encuentran en el mismo y que se manifiestan en problemas de su vida. A través de esta línea
de intervención, podría llevarse a cabo la interpretación de los sueños entre otras técnicas.

En segundo lugar, el modelo conductual tiene como principio básico que las conductas normal y
anormal se rigen por los mismos principios aprendizaje, ya que todas las conductas son así
adquiridas. De esta forma, se considera la continuidad normal-anormal, igual que en el anterior
modelo. (Rubén Muiños Martínez, 2016)

La etiología de la enfermedad que caracteriza a este modelo es el de una conducta aprendida y


hábitos que han sido adquiridos en algún momento, por lo que, apoyándonos en el ejemplo de
Abel, podríamos decir que su conducta ha sido ocasionada por un mal aprendizaje.

La intervención por la que opta este modelo se basa en los principios de aprendizaje. Debemos
efectuar un diagnóstico que comprenda todos los aspectos conductuales que envuelven al
individuo de manera cuantitativa, como pueden ser la motivación, la extraversión o el
neuroticismo (Rubén Muiños Martínez, 2016).

En tercer lugar, nos encontramos con el modelo cognitivo que asume la anormalidad como aquello
que proviene de las expectativas que se marcan y de cómo interpretamos los hechos, y no cómo
son éstos de manera objetiva. Así es que, se puede considerar que la patología se explique a raíz
de cómo se entiende el mundo, a las personas y a sí mismo.

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Desde la figura de Abel, podríamos decir que su patología vendría derivada de una mala
interpretación del mundo material, que se podría intervenir de forma que se analizasen los canales
que conectan al sujeto con el entorno, como por ejemplo la percepción o la atención, y que le
causan experiencias anormales.

Siguiendo esta misma línea, podríamos tratar a Abel con una terapia de tipo emotiva conductual
que se basa en la teoría ABC, siendo A los acontecimientos activadores, B las creencias racionales
e irracionales del individuo y C las consecuencias en la realidad. Será en la etapa B donde se
ocasionarán las patologías, derivadas de la inadecuación del conjunto de creencias. Esta terapia
tratará de detectar lo inadaptado para agregar un nuevo aprendizaje de ese proceso cognitivo.
(Rubén Muiños Martínez, 2016)

En cuarto lugar, nos encontramos con el modelo humanista, en el que se le otorga al individuo
autoridad ante sus acontecimientos conductuales, no como en otros modelos como el psicoanálisis
en el que el inconsciente y la vida pasada del individuo eran dueños del sujeto.

Desde esta línea se entenderá la enfermedad a través de la biografía de la persona que la padece.
Si tomamos el ejemplo de Abel, podríamos considerar la etiología de su trastorno debido a
acontecimientos como la figura de sus padres, los numerosos fracasos con sus parejas o la
continua decepción con sus amistades y colegas de trabajo. Todo esto ha ocasionado en Abel un
deterioro que se manifiesta a través de su enfermedad. Para intervenirlo, según esta línea, se le
podría realizar una terapia dividida en tres fases (Rubén Muiños Martínez, 2016) :

a. Catarsis. Identificación de las emociones propias,


b. Insight. Formulación de nuevas metas
c. Acción. Momento de actuar.

En quinto lugar, el modelo sistémico, le otorga importancia a los sistemas sociales e

interpersonales en la conducta individual. Según esto, Abel padece su enfermedad debido a las
disfunciones del sistema familiar, como la apertura, la estructuración, la regulación, la adaptación
al cambio o la comunicación. Asimismo, esto se podría tratar, según este modelo, a través de una
terapia familiar donde se realizaría un análisis global de todos los miembros del núcleo familiar,
aunque la patología se manifieste sólo en Abel.

Por último, el modelo biológico, entiende el trastorno mental como una enfermedad igual que
cualquier otra. Así es que, las diferentes psicopatologías se producirán por que existen
anormalidades biológicas bajo las que descansarán. Por ejemplo, en el caso de Abel, se podría
decir que se trata de una causa orgánica o fisiológica como podría ser el mal funcionamiento de
una hormona, neurotransmisor o por la transmisión de un gen. Según esta línea, el paciente sería
tratado mediante psicofármacos para regular las deficiencias biológicas.

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4. Abel fue diagnosticado de trastorno de la personalidad paranoide.

4.1. Criterios diagnósticos del trastorno de Abel según el DSM-5.


Los criterios diagnósticos de Abel, asumiendo el trastorno de la personalidad paranoide,
según el DSM-V, son los siguientes:
 A. Desconfianza y suspicacia intensa frente a los demás, de tal manera que sus motivos
se interpretan como malévolos, que comienza en las primeras etapas de la edad adulta y
está presente en diversos contextos, y que se manifiesta por cuatro (o más) de los
siguientes hechos:
1. Sospecha, sin base suficiente, de que los demás explotan, causan daño o
decepcionan al individuo.
2. Preocupación con dudas injustificadas acerca de la lealtad o confianza de los
amigos o colegas.
3. Poca disposición a confiar en los demás debido al miedo injustificado a que la
información se utilice maliciosamente en su contra.
4. Lectura encubierta de significados denigrantes o amenazadores en comentarios o
actos sin malicia.
5. Rencor persistente (es decir, no olvida los insultos, injurias o desaires).
6. Percepción de ataque a su carácter o reputación que no es apreciable por los
demás y disposición a reaccionar rápidamente con enfado o a contraatacar.
7. Sospecha recurrente, sin justificación, respecto a la fidelidad del cónyuge o la
pareja.
 B. No se produce exclusivamente en el curso de la esquizofrenia, un trastorno bipolar o
un trastorno depresivo con características psicóticas, u otro trastorno psicótico, y no se
puede atribuir a los efectos fisiológicos de otra afección médica (Psiquiatría, 2014).

Nota: Si los criterios se cumplen antes del inicio de la esquizofrenia, se añadirá


"previo", es decir, trastorno de la personalidad paranoide (previo).

4.2. ¿Esta descripción utiliza el sistema politético?


El Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-V) recoge todos los
trastornos de forma politética-categórica.
Entendiendo por un lado, politético como aquel método que utiliza la clasificación sistemática
de los trastornos mentales, de forma que la inclusión en un taxón se base en la posesión de

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varios caracteres comunes, y por otro, como categórica, el hecho de que todos los trastornos
mentales considerados son conceptos binarios y no existen graduaciones, se presentan o no
(ROBERT F. KRUEGER, 2009).
De esta forma, tal como recoge el DSM-V sobre los criterios diagnósticos del trastorno de la
personalidad paranoide que padece nuestro paciente: tendrán que manifestarse cuatro o más
de los síntomas anteriormente citados para que se pueda considerar que Abel padece esta
enfermedad. Ninguna otra forma o proporción será válida.
A modo de síntesis, podríamos afirmar que se utiliza un sistema politético.

4.3. ¿Esta descripción contempla los criterios de inclusión y exclusión?


Esta descripción atiende criterios de inclusión A lo que nos indica la existencia de un trastorno de
la personalidad paranoide:

En primer lugar, nos encontramos con el patrón esencial que caracteriza este trastorno: la
suspicacia generalizada y actitud de desconfianza hacia los demás de manera que sus intenciones
se detectan como malévolas (desconfiaba bastante de las personas que habían estudiado
psicología porqué, según él, tener formación sobre la mente humana podía ser utilizado para
manipular a los demás). Por otro lado, Abel cree que otras personas lo explotan, dañan o engañan,
aun cuando no existe ninguna evidencia que lo apoye (se enemistaba con sus compañeros
acusándolos de apropiarse de ideas que previamente se le habían ocurrido a él) (Criterio A1).

En segundo lugar, encontramos reflejada una preocupación con dudas injustificadas a cerca de la
lealtad de sus colegas (sus relaciones sociales eran superficiales y recordaba con mucha
concreción los momentos en los que los supuestos amigos le habían traicionado y, por
descontado, habían dejado de serlo) (Criterio A2).

En tercer lugar, hallamos la percepción de ataque a su carácter o reputación que no es apreciable


por los demás y disposición a reaccionar rápidamente con enfado o a contraatacar (tenía el
sentimiento de ser tratado de manera desconsiderada o peyorativa (…) fácilmente se ponía a la
defensiva y podía reaccionar contraatacando a la otra persona o juzgándola) (Criterio A6).

Por último, los individuos con este trastorno pueden ser celosos de manera patológica y suelen
sospechar que su cónyuge o su pareja sexual le es infiel sin una justificación adecuada, criterio
que podemos encontrar en el caso que nos ocupa (había tenido dos o tres parejas significativas pero
su desconfianza reiterada en si le eran fieles, terminaba desembocando en la ruptura) (Criterio A7).

Respecto a los criterios de exclusión, no se encuentran ninguno significativo, pues no tenemos


constancia de que los comportamientos de Abel hayan surgido en un contexto exclusivo de un
curso de esquizofrenia, un trastorno bipolar o un trastorno depresivo u algún trastorno que pudiera

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llevar a confundirlos. A pesar de esto, cabe señalar que, el hecho de que Abel haya sido desde
pequeño una persona desconfiada, cautelosa y rencorosa podría llevarnos a pensar, que estas
características son propias de su idiosincrasia y no consecuencia del trastorno. De todas formas,
se puede concluir que el cumplimiento de los restantes criterios, nos conducen al diagnóstico ya
mencionado.

5. Definición de conceptos y ejemplificación con el caso de Abel.

 Transdiagnóstico. Incipiente enfoque de diagnosis que focaliza los aspectos comunes y


genéricos de las diferentes enfermedades optando por una concepción dimensional de la
psicopatología respecto al diagnóstico categorial común. Esta perspectiva aporta una
solución a la comorbilidad que las otras perspectivas presentan debido a la similitud de
la sintomatología de las numerosas enfermedades clasificadas actualmente. Sin embargo,
esta reciente disyuntiva que ha adoptado la Psicología Clínica y Psiquiátrica, no se trata
de un enfrentamiento ante la anterior si no que se debe asumir que el transdiagnóstico,
aceptando su base dimensional, necesitará algún sistema clasificatorio de principio.
Si tomásemos el caso de Abel como ejemplo, podríamos decir que existe solapamiento
con otras enfermedades como trastorno de la personalidad esquizoide, trastornos de la
personalidad límite o histriónica, trastorno de la personalidad evitativa, comportamiento
antisocial o trastorno de la personalidad narcisista (Psiquiatría, 2014).

 Diagnóstico diferencial. Modelo de diagnóstico que se basa en la exclusión de todas las


otras causas semejantes posibles a la que el paciente padece. Por ejemplo, si quisiéramos
emitir el diagnóstico de tipo diferencial de Abel, tendríamos que excluir todos los
síntomas parecidos de su cuadro clínico.

 Factor predisponente. Elemento favorecedor para la aparición de un trastorno mental


que puede ser de tipo constitucional, familiar, emocional, interpersonal u ecológico. Por
ejemplo, en el caso de Abel, podemos suponer que hay antecedentes familiares por parte
de su padre que favorecen la aparición de su trastorno.

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Bibliografía

Cortés, L. H. (Marzo de 2008). Dialnet. Revista de Humanidades y Ciencias Sociales, 127-131.


Obtenido de Chamanismo y Psicopatología.

Entralgo, P. L. (2012). La medicina hipocrática. Alicante: Salvat. Obtenido de La medicina


hipocrática.

Esteves, I. D. (Junio de 2008). Historia de la Psicopatología. Obtenido de academia.edu:


http://www.academia.edu/download/31745777/HISTORIA_DE_LA_PSICOPATOLOGIA.
doc

Psiquiatría, A. A. (2014). Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-5).


5a Ed. Arlington: Editorial Medica Panamericana.

ROBERT F. KRUEGER, S. B. (2009). Aumento de la investigación y el tratamiento de los


trastornos mentales con conceptos dimensionales: hacia el DSM-V y la ICD-II. World
Pshychiatry: Revista oficial de la asociación mundial de psiquiatría (WPA), 3-4.

Rubén Muiños Martínez, E. R. (2016). Psicopatolofía de adultos. Barcelona: Oberta UOC


Publishing, SL.

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