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Hacia donde ir

Cuando se piensa en filosofía, rara vez se visualiza un aporte práctico directo. De


esta forma, se le critica por encerrarse en las universidades y academias, haciendo del
filosofar una práctica exclusiva de algunos. Esto no es propio de la filosofía, pues hay
muchas disciplinas que han pasado las mismas críticas, sin embargo, el quehacer filosófico
siente la necesidad de volver a «su esencia», esto es, estar en la calle, al alcance de todos.

Pero ¿las personas quieren filosofía? ¿al salir a la calle no se encuentran ya


suficientes problemas como para problematizar más? Se requieren recursos para los
enfermos y hambrientos, entonces ¿Para qué filosofar?

Con lo anterior, parece lo más viable dejar los aportes del pensamiento filosófico
para enfocarse en proyectos que al menos le sirvan a alguien. Así, las ideas, buenos deseos
e intereses propios nublan la visión para elegir un proyecto realista, pero sobre todo posible.
Además, las ideas se confrontan con incapacidades, ya sea por habilidades, recursos o
ignorancia. Por lo tanto, ¿cómo hablar de grandes ideas cuando se desconoce el cómo
concretarlas?

Por otra parte, el carácter mesiánico de buscar ayudar a los demás y transformar su
realidad, supone prejuicios que limitan un verdadero acercamiento a lo que se puede hacer.
Se quiere ayudar, pero con las habilidades y recursos de otros; se pretende liberar a quien
muchas veces ni siquiera está encadenado. En concreto, estudiando filosofía, queremos
actuar como médicos, o incluso como salvadores.

Hay muchos pasos para elaborar un proyecto, toda una metodología, que más que
limitar, es una guía para volver las ideas en realidad. De tal surte, partiendo de ideas libres
y personales que responden a pensamientos específicos, la metodología encausa las
acciones para evitar divagaciones, ambigüedades y, sobre todo, esfuerzos en vano. Tomar
consciencia de lo que se tiene y lo que se puede, es fundamental para llevar a cabo la
empresa.

En nuestro proyecto hay un destinatario muy específico, a saber, niños con cáncer.
Pero los prejuicios, miedos e incapacidades, han impedido aclarar el objetivo y los medios
para alcanzarlo. Es claro que se quiere ayudar, pero ¿ayudar a qué? ¿financiera, psicológica
o espiritualmente? Naturalmente se puede desear eso, sin embargo ¿somos los más idóneos
para ayudar en esos rubros? Por esto, antes que definir el cómo hay que responder al qué y
al para qué.

Todos queremos ayudar, pero ¿qué podemos hacer nosotros? ¿cómo se empatan
esas habilidades con las necesidades de los niños con cáncer? ¿Cuáles son nuestras
limitaciones? ¿Podemos acercarnos de forma directa? ¿Buscamos estar con ellos o
encontrar ayuda para ellos? Responder es lo que nos permitirá aclarar el camino y desvelar
el objetivo oculto por tantas buenas intenciones.

A pesar de que los protagonista del proyecto son los niños, hay otros destinatarios
como el personal que los atiende y sus seres cercanos. Con todos ellos es posible trabajar de
forma integral para lograr un acompañamiento ante esta situación. Por ello, habría dos
posibilidades, acercarse de forma más personal o en grupos; la primera mediante la
consejería filosófica, y la segunda, el taller filosófico. Dado que el taller puede ser más
abierto y menos intimo, es posible lograr mayor alcance.

El objetivo será provocar en los participantes la toma de consciencia de la situación


que se vive, rompiendo los prejuicios que entorpecen el acompañamiento durante la
enfermedad, ya sea del personal y familiares en tanto una ignorancia de como estar con las
personas, o de las mismas personas que se encuentran ante la enfermedad. En concreto,
para los que acompañan, romper los paradigmas de la visión hacia los enfermos con cancer;
y de los que tienen la enfermedad concientizar sobre su situación para evitar “sentirse
menos”a la par de evitar hacer de la enfermedad el centro de su existencia.

De esta forma, habría un taller dedicado a las personas que acompañan, ya que
mientras esperan a que salgan del tratamiento, hay un tiempo propicio para actuar. Por su
parte, con los niños podría ser antes de las quimioterapias o unos días después de haberlas
recibido.

Sin embargo, lo anterior responde a una propuesta que erra al proponer antes que
conocer. Por esto, antes que desarrollar propiamente los objetivos, es menester acercarse a
los destinatarios para comprender sus necesidades y buscar entonces alterativas.

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