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Penal de la Nación
Sin perjuicio de ello, hubo una nueva corriente doctrinaria y jurisprudencial que
comenzó a abogar por los derechos del ofendido en el proceso penal. Esta
corriente presenta diferencias entre aquellos que sólo reclaman una mayor
participación del ofendido[2] y aquellos que, con una posición más radicalizada,
exigen la devolución del conflicto a las partes[3].
II.a) La víctima
El CPPN no define quienes deben ser considerados ofendidos por el delito. Esta
cuestión, mejorada al legislar la participación del querellante, no es menor, pues
ha generado distintos problemas en torno a la interpretación de tal calidad. Esta
falencia ha tratado de ser mejorada por la doctrina. Se consideró entonces que su
definición, en el derecho argentino, es la tradicional; en razón de que, hace
referencia “al portador real del bien jurídico concreto dañado o atacado, concepto
incluso limitado aún más por su referencia sólo a aquellos delitos que permiten
identificar a una persona individual, de existencia visible o jurídica, como portadora
de ese bien jurídico”[7].
La norma en cuestión establece también las funciones del querellante. Así, este
sujeto procesal puede impulsar el proceso, proporcionar elementos de convicción
y podrá argumentar sobre ellos.
Se puede tratar tanto de personas físicas como jurídicas que debido a un hecho
ilícito han “sufrido la privación, detrimento o menoscabo cierto en el mismo bien
jurídico tutelado por la norma penal que se estima violada (la víctima) como a
quien sufre un daño resultando directamente damnificado, aun sin ser sujeto
pasivo del delito”[17]. Si el actor civil fallece, los herederos –en los límites de la
cuota hereditaria- podrán continuar su ejercicio.
El ejercicio de esta acción será accesoria, pues sólo podrá ser ejercida una vez
iniciada la acción penal. La presentación podrá realizarse hasta la clausura de la
instrucción y podrá desistir de la acción en cualquier estado del proceso. Sin
embargo, su desistimiento importará la renuncia de la acción civil.
Por esta razón, él será el dueño exclusivo de la acción y, por lo tanto, el único
habilitado para poder conducir el proceso hasta la sentencia. De esta manera, una
vez instada la acción, el querellante quedará sometido a la jurisdicción del tribunal
en lo referente al juicio promovido y a sus consecuencias legales.
En relación a las facultades otorgadas, puede afirmarse que serán similares a las
otorgadas al acusador público, aunque realizadas en el margen de un
procedimiento especial. En el debate propiamente dicho, regirán las reglas del
procedimiento común. Lo mismo ocurre respecto de los recursos. El querellante
tampoco intervendrá en la ejecución de la pena.
En este último apartado quiero hacer un análisis crítico luego de catorce años de
vigencia del CPPN. Lo primero que hay que señalar es que, mientras en el ámbito
federal se recibía con fanfarrias al nuevo código, la provincia de la que se lo había
tomado casi textualmente, lo abandonaba debido a sus limitaciones y defectos.
Ello llevó a afirmar que este código adjetivo, tal como lo había manifestado Vélez
Mariconde respecto del Código “Obarrio”, había nacido viejo y caduco[20].
Sin perjuicio de ello, indiqué al comenzar el capítulo que el proyecto sólo permitía
la participación del ofendido como actor civil y que fue en el debate parlamentario
donde se incluyeron las modificaciones. He aquí otro problema que trae este
ordenamiento procesal. Como señala Pastor esta circunstancia ha generado
problemas pues “(e)ste defecto de inclusión de cuerpos extraños en un sistema
que no los tenía en cuenta en su conformación original y que no puede funcionar
con ellos porque no los tolera, dado que estaba preparado en toda su extensión y
en cada una de sus reglas para trabajar con criterios opuestos (...)”[21].
Antes de comenzar con el estudio del tema presentado, entiendo que es necesario
brindar un marco teórico a la luz de la CN. Se esbozarán, a continuación, algunos
criterios generales sobre el sistema constitucional integrado vigente, para luego
ingresar en el análisis concreto de los derechos del ofendido constitucionalmente
protegidos.
Sin perjuicio de ello, podrían existir algunas situaciones en las que se presenten
contradicciones. Por ello, Andrés Gil Domínguez[23] ha buscando dar una
interpretación armónica a través de la, por él denominada, regla de reconocimiento
constitucional. Esta teoría puede ser utilizada para dar un marco al estudio que
permita establecer cuáles son las normas que entran en juego al referirnos a la
víctima y qué sucede si éstas son contradictorias. En nuestro ordenamiento
jurídico, la regla está compuesta por la CN, los tratados sobre derechos humanos
incorporados por el artículo 75 inciso 22, todos aquellos que posteriormente sean
aprobados a través de los mecanismos correspondientes con jerarquía
constitucional y las opiniones consultivas de los órganos que deben interpretar las
normas del los tratados. De esta manera, queda conformado el sistema
constitucional integrado.
b) Pues bien, sobre esta base conviene efectuar algunas breves consideraciones
respecto de los distintos derecho mencionados. Comenzaré con el de la debida
defensa en juicio. Una correcta interpretación de este derecho es aquella que lo
analiza desde una óptica bidimensional, es decir, aquella que establece que esta
garantía será ejercida tanto por quien es traído al proceso en carácter de imputado
como por aquel que se presenta ante el órgano jurisdiccional reclamando su
intervención. De esta manera, dentro del proceso se le reconocerá a las partes “el
ejercicio de sendos poderes realizadores: la acción (que encarna su forma activa)
y la reacción (que materializa su dimensión pasiva)”[24].
Pues bien, esta interpretación que con cierta dificultad se extraía de la formula del
artículo 18 de la CN (es inviolable la defensa en juicio de la persona y de los
derechos) con la jerarquización de los Tratados de Derechos Humanos ha
quedado claramente confirmada. El artículo 25 de la CADH establece que todo
ciudadano tiene el derecho a presentarse ante el tribunal competente, a través de
un recurso rápido y sencillo, cuando se vea afectado por un acto que lesione los
derechos que le son reconocidos por la Constitución, los Tratados o las leyes
internas. Al ser consultada sobre esta cuestión, la CIDH ratificó la obligación del
Estado de brindar la tutela judicial efectiva basándose en el artículo 1.1 de la
Convención[25]. Las otras normativas conformantes de la regla de reconocimiento
constitucional están direccionadas en el mismo sentido.
Sin embargo, la intervención del Estado no se limita a otorgar este recurso, “sino
que requiere que el órgano interviniente produzca una conclusión razonada sobre
los méritos del reclamo, en el que se establezca la procedencia o improcedencia
de la pretensión que le da origen, y también que se garantice ‘el cumplimiento, por
las autoridades competentes’, ‘de toda decisión que se haya estimado
procedente’”, en el marco de una investigación llevada a cabo seriamente y con
todos los medios al alcance[26].
En este orden de ideas, se puede concluir que además de este derecho de acceso
a la justicia, la víctima también tiene derecho a contar con un tribunal imparcial e
independiente que opine sobre su pretensión y a ser tratada, dentro del marco del
proceso, en igualdad de condiciones, cualquiera sea su carácter personal (DUDH
artículo 10 y PIDCP artículo 14).
Como pudo observarse, el balance de catorce años del CPPN no ha sido positivo.
No sólo se dejó al ofendido en un papel marginal, más allá de las posibilidades de
participar en el procedimiento, sino que además se han desoído mandatos
constitucionales. Un ordenamiento adjetivo respetuoso de la CN debe permitir una
participación plena de la víctima –aun cuando no se constituya en alguno de los
sujetos procesales- y que el Estado le brinde la debida protección judicial, con el
objeto de lograr una defensa más efectiva de su intereses y evitar que el proceso
incremente los daños que le han causado.
Quienes pueden ser considerados ofendidos por algún delito es una cuestión que
ha sido discutida en la jurisprudencia, especialmente cuando se trataba de
asociaciones u organismos públicos o privados. Esta situación ha sido solucionada
en la redacción del CPPN en estudio. El artículo 93 expresamente determina a
quienes considera víctimas. La ventaja de este tipo de regulaciones es que se
quita del arbitrio judicial la posibilidad de otorgar en determinados casos la calidad
de ofendido teniendo en mira otros intereses. El anteproyecto ha adoptado las
mas modernas tendencias internacionales[27], estableciendo un concepto amplio
de víctima.
Otros que han obtenido tal calidad han sido los socios cuando quienes la dirijan,
administran, gerencien o controles hayan cometido algún delito afecten a la
sociedad. También han obtenido expresamente la condición de ofendidos las
asociaciones en circunstancias en que producto de un ilícito penal, se vean
afectados los intereses colectivos o difusos. En este supuesto, el límite establecido
por el proyectista está dado respecto de que el objeto de la asociación deba estar
vinculado directamente por esos intereses.
Con gran tino se ha establecido que también podrán ser considerados víctima del
delito aquella asociación que acredite interés en los casos de graves violaciones a
los derechos humanos fundamentales y hayan sido cometidos –en cualquier grado
de participación- por funcionarios públicos. Asimismo, las asociaciones podrán
obtener esa calidad en los supuestos en los que los delitos impliquen actos de
corrupción pública o abuso de poder y conlleve graves perjuicios patrimoniales
para el Estado. Esta regulación ha incluido a la acción popular, figura que no había
sido tenida en cuenta hasta ahora.
Pues bien, encontramos regulados los derechos de las víctimas en dos lugares
distintos: en primer término, al señalar los principios fundamentales (libro I),
específicamente en el título primero (principios y garantías procesales), en el
artículo 13 y luego cuando se menciona a los sujetos procesales que intervendrán
en el proceso penal (libro segundo, título III) en el artículo 94.
Para que estas posibilidades sean efectivas, el CPPN establece que la víctima
deberá ser notificada de las resoluciones que puedan ser impugnadas o que
puedan requerir su revisión. Además, tomando la óptica bidimensional de la
defensa, se le permite para el ejercicio de estos derechos, la designación de un
abogado de su confianza y, en caso que no lo haga, se le deberá informar acerca
de este derecho y se lo derivará a la Oficina de Asistencia a la Víctima (artículo
95).
Frente a estos derechos, se le imponen al Estado determinadas obligaciones. Es
así que, por ejemplo, el ofendido puede reclamarle la ayuda necesaria para que
sea resuelto su conflicto y reparado su perjuicio. Asimismo, es una obligación de
las autoridades judiciales informar a la víctima de todos estos derechos al
momento de realizar la denuncia o en su primera intervención en el proceso
Cuando se analizaron los derechos del ofendido según el proyecto, quedó claro
que no necesariamente debe adoptar alguna de las formas clásicas de
participación para tener conocimiento y decisión en las distintas etapas del
proceso penal. Esta es una de las nuevas tendencias de las reformas procesales
internacionales. Es así que, el ofendido tendrá derechos independientemente de
que haya adoptado alguna de las formas de participación en el procedimiento.
Por último, puede agregarse que el código no autoriza a las entidades del sector
público a constituirse en querellante con el argumento de que los intereses del
Estado ya están representados por el Ministerio Público. Con esta cláusula, el
proyectista no da cabida a la discusión que se presentó en nuestros tribunales
respecto de la posibilidad de que la Oficina Anticorrupción dependiente del
Ministerio de Justicia se constituyera como acusador particular. El papel que le
queda a estos organismos es el de ser un tercero coadyuvante del fiscal.
Antes de finalizar con este estudio, hay que resaltar determinadas instituciones
que fueron incluidas en el anteproyecto que representan avances respecto de la
participación de la víctima en el proceso penal. Los tres institutos que se
analizarán a continuación están relacionados entre sí. El fundamento general de
su inclusión está referido a la necesidad de descongestionar los tribunales de
aquellos delitos menores para que se pueda concentrar la energía jurisdiccional en
aquellos ilícitos de mayor gravedad.
Por otra parte, en los demás supuestos en los que el representante del Ministerio
Público Fiscal decida aplicar alguno de los criterios contenidos en la ley, la víctima
cuenta con la posibilidad de llevar adelante la persecución por medio de la acción
privada, salvo cuando hubiera dado su consentimiento para la aplicación.
Para ello, el fiscal deberá citar previamente a las partes a una audiencia para
escuchar su posición frente al caso (artículo 233). Si la víctima no está conforme
con la decisión, podrá solicitar su revisión dentro de los cinco días de notificada
(artículo 234).
En el anteproyecto esta posibilidad sólo esta permitida para delitos que requieran
la instancia de parte, las lesiones culposas o para los delitos contra la propiedad
cuando no haya sido efectuado con violencia en las personas. En los supuestos
en que existan varias víctimas se requerirá el consentimiento de todas ellas, aun
cuando no todas hayan promovido querella.
Finalmente, no quiero finalizar este apartado sin hacer mención a una crítica
referida a la posible naturaleza coactiva que podría tener este mecanismo de
resolución de conflictos penales. El problema estaría dado si es el fiscal quien
llama a las partes a conciliar pues la negociación se entabla bajo la amenaza
punitiva que pesará sobre el imputado si no llegan a un acuerdo[36]. Una posible
solución a este problema estaría dada, quizás, por la negociación entre las partes
–organizada y llevada a cabo únicamente por las partes- controlada por el juez.
V) Para finalizar
En este sentido, puede afirmarse que este modelo procesal ha adoptado aquellos
mandatos constitucionales que el código vigente olvidó de incluir luego de operada
la reforma del año 1994. Incluso, en algunos casos, el proyecto parece ampliarlos.
Es así que, puede afirmarse que, respecto de la víctima, el proyecto podría ser
clasificado como un progreso[38] en la legislación.
Resta esperar que, cuando se analice en el Congreso de la Nación, las
conveniencias políticas no jueguen en contra del espíritu del anteproyecto y se le
quiten facultades o derechos a uno de los sujetos procesales que, sin lugar a
dudas, es fundamentales en la escena del proceso penal. Finalmente, si este
modelo procesal se convierte en ley, debemos esperar que los operadores
judiciales estén a la altura de los acontecimientos y no lo rechacen, lo neutralicen
o los adopten a la vieja lógica[39].
[1]Estos términos son los utilizados por MAIER en La víctima y el sistema penal en
AAVV, “De los delitos y las víctimas”, Editorial Ad-Hoc, Buenos Aires, 1992, pp.
185 y 186.
[4] El proyecto de CPPN fue entregado el día 15 de abril de 2004 a las diputadas
María del Carmen Falbo, Margarita Stolbizer y Marcela Rodríguez y ya tiene
estado parlamentario.
[5] LEVENE (h), Ricardo: Proyecto de Código Procesal Penal para la Capital
Federal y la Justicia Federal, Depalma, Buenos Aires, 1989, p. 2. Por su parte, el
fundamento de la exclusión del querellante estaba dado, según VÉLEZ
MARICONDE, en razón de que “el delito es una violación del derecho público, en
cuya defensa debe ocurrir el Estado; si la represión no puede ser concebida hoy
como medio para satisfacer la venganza pública, menos puede pensarse en
autorizar la vía de una venganza individual. Y el que crea que el ofendido acusa
en nombre de un interés público en defensa de la colectividad, pone su ingenuidad
al servicio de una causa noble: cree que de ese modo se favorecerá la actividad
del órgano específico que el Estado ha instituido para demandar la justa aplicación
de la ley...” (Derecho Procesal Penal tomo I, Marcos Lerner Editora Córdoba,
Córdoba, 1969, p. 292).
[6] En el informe del Ministerio de Justicia que daba origen a estas modificaciones
rezaba que “se han incorporado (...) derechos referidos a la protección de la
víctima y de los testigos, tutelando fundamentalmente el derecho a ser dignamente
atendidos e informados sobre el estado de la causa, al sufragio de gastos de
traslado y a la seguridad en cuanto a su propia integridad física, así como la de los
integrantes de su familia (...) se ha considerado insuficiente la participación de la
víctima en el proceso que le acuerda la institución del actor civil, ya que este
carece de facultades para opinar sobre el mérito de la instrucción y promover la
elevación a juicio o recursivas frente a resoluciones judiciales que ponen fin o
limitan la persecución penal”.
[7] MAIER, Julio B.J.: Derecho procesal penal, II. Parte general, sujetos
procesales, Editores del Puerto, Buenos Aires, 2003, p. 665
[8] CÓRDOBA, Fernando: La posición de la víctima en AA. VV. “El nuevo Código
Procesal Penal de la Nación. Análisis crítico”, Editores del Puerto, Buenos Aires,
1993, p. 90.
[10] MAIER, Julio B.J.: Derecho procesal penal, II. Parte general, citado (nota 7)
pp. 686 y 687
[13]Respecto del tema ver el trabajo de CAFFERATA NORES Los recursos del
querellante de acción pública contra las resoluciones favorables al imputado, en
AA.VV. “Estudio sobre el nuevo Código Procesal Penal de Córdoba”, Marcos
Lerner Editora Córdoba, Córdoba, 1993, pp. 69/76. En dicho trabajo, el autor
realiza un prolijo estudio sobre las distintas resoluciones que pueden ser objeto de
recurso por parte del querellante.-
[14]Sobre la limitación objetiva impuesta por el art. 460 al querellante, puede verse
MARTÍNEZ, Santiago: ¿Una oportunidad perdida? Reflexiones acerca del fallo
“Mainhard” de la CSJN y el límite a la facultad recursiva del querellante en Revista
de Ciencias Jurídicas ¿Más Derecho? nro. 3, Fabián J. Di Placido Editor, Buenos
Aires, 2003, p. 201 y ss.
[15] Conf. Para un encuadre del proceso penal abreviado (A propósito de la
“instrucción sumaria” y el “juicio abreviado” incluido en el Código Procesal Penal
por las leyes 24.826 y 24.825) en J.A. 1997-III, p. 789.
[17] CAFFERATA NORES, José I.: Derecho procesal penal, consensos y nuevas
ideas, imprenta del Congreso de la Nación, 1998, p.69 y CAFFERATA NORES,
José I. y otros: Manual de derecho procesal penal, Facultad de Derecho y
Ciencias Sociales, Universidad Nacional de Córdoba, Córdoba, 2004, pp. 273 y
274.
[18] MAIER, Julio B.J.: Derecho procesal penal, II. Parte general, citado (nota 7),
p. 750.
[19] MAIER, Julio B.J.: Derecho procesal penal, II. Parte general, citado (nota 7) p.
694.
[20] PASTOR, Daniel R.: Código Levene ¿nacerá viejo y caduco? en No Hay
Derecho n° 6, sin editorial, Buenos Aires, 1992, p. 27.
[21] PASTOR, Daniel R.: El derecho procesal penal nacional de los ’90: balance y
memoria de un fracaso rotundo en CDJP n° 14, Editorial Ad-Hoc, Buenos Aires,
2002, p. 32.
[22] Esto es lo que ocurrió, por ejemplo, con el fallo “Santillán” de la CSJN. Para el
análisis de este fallo y sus antecedentes ver CDJP, 8-B, Editorial Ad-Hoc, Buenos
Aires, 1998, pp. 533 y ss. También, pueden verse los comentarios de
CAFFERATA NORES, José Ignacio: ¿Se terminó el “monopolio” del Ministerio
Público Fiscal sobre la acción penal?. LL, 1998-E, p. 331 y ss., y MARTÍNEZ,
Santiago “El querellante en el proceso penal:...y después de Santillán ¿que?
Acerca de las posibles consecuencias del fallo “Santillán” de la Corte Suprema de
Justicia de la Nación, en CDJP 10 “A” citado, p.453 y ss.
[24]JOSÉ DE CAFFERATA, Cristina del Valle: op. cit. (nota 12), Tomo I, Marcos
Lerner Editora Córdoba, Córdoba, 1993, p. 247. A su vez, Señala CAFFERATA
NORES que este derecho “importa, lato sensu, la posibilidad de cualquier persona
de acceder a los tribunales de justicia para reclamar el reconocimiento de un
derecho y demostrar el fundamento del reclamo, así como el argumentar y
demostrar la falta total o parcial de fundamento de lo reclamado en su contra”
(Proceso penal y derechos humanos, Editores del Puerto, Buenos Aires, 2000, p.
27).
[27] Al respecto, puede cfr. AMBOS, Kai; WOISCHNIK, Jan: Las reformas
procesales penales en América Latina. Resumen comparativo de los informes
nacionales en AA.VV. “Las reformas procesales penales en América Latina”, Ad-
Hoc, Buenos Aires, 2000, pp. 891 y 892.
[28] MAIER, Julio B.J.: Derecho procesal penal, II. Parte general, citado (nota 7) p.
666.
[29] MAIER, Julio B.J.: Derecho procesal penal, II. Parte general, citado (nota 7) p.
664. PASTOR es aun más duro al afirmar que “(e)n la época de origen del Código
Levene se imponía la tesis, todavía hoy sin dudas más sana, de considerar la
cuestión acusatoria como problemas exclusivos del Estado. Hoy en día se
escuchan tentadoras propuestas de revalorización del papel de la víctima que, sin
embargo, desatienden la esencia del derecho penal y perjudican indebidamente la
posición del imputado” (El derecho procesal penal nacional de los ’90: balance y
memoria de un fracaso rotundo citado (nota 21 p. 44).
[36] En este sentido, HERBEL, Gustavo Adrián: op. cit. (nota 33), p. 339.
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