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Tiempo, razón y evaluación del riesgo a lo largo del proceso

Por Juan Fernando Gouvert *

En este artículo reflexionaremos acerca de la función y duración del plazo


procesal, para luego desembocar en un tema vital: la necesidad variable de la
coerción a través del tiempo.-

Es vital meditar acerca del impacto de la dimensión temporal en el orden


jurídico y en especial en el proceso penal.-

En este análisis socio-jurídico iremos de lo general a lo particular, priorizando el


derecho por sobre la norma[1], la idea por sobre la coyuntura, el deber ser por
sobre la acuciante realidad de los presos preventivos.-

A. El plazo procesal

El hombre aplicó el concepto “plazo” al orden legal, estableciendo porciones de


tiempo en normas abstractas que según su ubicación, tipo y duración reglan
distintos aspectos jurídicos de la conducta humana; desde la manera en que se
forma, sanciona, rige y aplica la ley, hasta cuándo y cómo se deben ejercer los
derechos, etc.-

La aplicación jurídica por excelencia de la noción plazo es el plazo procesal.


Los términos procesales ordenan y estructuran el desarrollo del juicio y dan
precisión a las expectativas de justicia de las partes y a la sociedad en general.
Pero por sobre todo, permiten saber y prever cuánto y por cuánto se va a
extender un pleito, en suma, cuándo y cuánto llevará resolver la pretensión del
litigante[2].-

Cuando el cumplimiento de los plazos legales se lo combina con la idea de


justicia resulta el “plazo razonable”; ya no sólo es necesario respetar los plazos
legales, sino que la espera por la resolución del caso sea “justa”[3].-
Aquí, a una noción objetiva, plazo, se le agrega una cualidad humana, que es
la racionalidad.-

La razón, junto con la voluntad, es un atributo exclusivamente humano y actúa


en la elección y ponderación de la conducta, permite reflexionar sobre cómo y
porqué el hombre hace lo que hace. Con respecto al fenómeno “tiempo”, el
hombre estructura su conducta y decide en qué oportunidad y durante cuanto
desarrolla cierta acción. Pero esta capacidad humana para planificar y valorar
pensamientos y acciones tiene otro sentido cuando se la usa en el plano
jurídico.-

Así es que en su relación con el plazo legal la “razón” actúa con sentido de
medida, prudencia y mensuración en el “deber ser” del término procesal.
Vemos como la “porción de tiempo” reglada legalmente no solo debe ser justa
cuando se legisla, sino también, y fundamentalmente, cuando se la aplica. El
plazo tiene que ser “razonable” cuando se legisla en abstracto y cuando se
cumple en concreto. Vale una reflexión: ¿de qué sirve tener en abstracto una
norma que tutela el plazo razonable de detención y duración del proceso si en
concreto, por desidia omisión o negligencia, no se hace nada para que dichos
plazos se cumplan?

No basta que las leyes contengan “tiempos” cuya duración a priori es adecuada
a la materia específica Vg. duración de proceso, duración de encierro cautelar,
término para dictar la prisión preventiva, tiempo de detención y juzgamiento,
etc.; hace falta que la observancia práctica de los plazos sea razonable y
ajustada a derecho, vale decir, justa.-

Entonces en el “plazo razonable” se entrelazan los dos paradigmas de


sistemas jurídicos distintos, o no tanto: por un lado “lo justo” de nuestro sistema
occidental y “lo razonable” del sistema anglosajón. De esta síntesis se produce
el “plazo justo”, que es el sentido jurídico que aquí recibe “lo razonable”.-

Retomando, derecho y tiempo se entrelazan en una búsqueda común de


justicia para dotar de un lapso justo el encauzamiento y tutela de los intereses
sociales.-

De esta manera, la duración con que el poder judicial trata los derechos debe
ser acorde al sentido de justicia, más allá del espacio temporal que en
abstracto indica la norma: por lo general el cumplimiento del plazo legal
significa justicia, pero si la índole de la cuestión hace inviable, injusta, utópica o
dañoso el estricto cumplimento de los plazos, resulta “irrazonable” esperar
dicho plazo legal, debiendo el juez decidir en un plazo menor.-

Es el caso de la extensión desmesurada e “irrazonable” de la prisión


preventiva, lo que a su vez es consecuencia de la prolongación de los
procesos.-

Ni que hablar cuando no se cumplen los plazos legales y se “quiebra” la espera


legítima y “razonable” del ciudadano que ansía la resolución de su pleito. La
duración legal en la tramitación de un litigio se hace trizas cuando se demora o
atrasa injustificadamente la administración de justicia. Ej. El tiempo que tarda
un preso preventivo en ser juzgado.-

El sujeto común sabe que no solo tiene derecho a una resolución fundada y
acertada técnicamente –justa- sino que esa decisión tiene que ocurrir en un
plazo legal y fáctico razonable, acorde con una duración racional del proceso.-

Vemos como el tiempo, representado por el plazo legal, le es añadido cierta


cuota de intención, de dirección conciente hacia un fin: que la sentencia sea
dictada con sentido de eficacia y oportunidad. El plazo razonable es una
porción “valorativa” de tiempo: el juez puede y debe valorar si su decisión va a
satisfacer la pretensión procesal en el momento que la parte lo necesita, so
pena de que se produzca un gravamen de difícil o imposible reparación
ulterior.-

En el fondo, un plazo “razonable” es un plazo “justo”; la “racionalidad” mide y


valora la duración del proceso.-

Es palmario como la dimensión temporal es “pensada” por el hombre e influye


notoriamente en la justicia del caso: una resolución tardía, a “destiempo”, o
dictada en un plazo “irrazonable”, no es del todo justa.-

b-El plazo en el proceso penal:


En el proceso penal es palmaria la problemática en el cumplimiento de los
plazos judiciales. Por un lado el Estado tiene el derecho y del deber de ejercer
su ius puniendi en forma expedita procurando investigar, juzgar, y
eventualmente, castigar los hechos disvaliosos en un plazo razonable, so pena
que prescriba la acción o la pena impuesta a un ciudadano (art. 59 y cc del
CP).-

Por el otro, los ciudadanos tienen el derecho a reclamar una resolución


oportuna que defina su situación procesal, que no se prolonguen
indefinidamente los procesos[4] y a que sea mesurada la duración de su
encierro preventivo[5], entre otros derechos referidos al ejercicio constitucional
y oportuno de la potestad punitiva del Estado.-

La espera ciudadana y la duración del trámite de un litigo adquieren


importancia por los bienes que se afectan en un proceso penal: la libertad
ambulatoria de las personas, la cual puede afectarse en forma provisoria y
cautelar –prisión preventiva- o como sanción de fondo – pena de prisión-.-

El tiempo que los acusados aguardan la definición de su caso[6], la tensión de


sus familiares, la presión de las víctimas[7], las vicisitudes de la vida carcelaria,
la hipotética condena y sus consecuencias, son todos factores que hacen
extremar los recaudos para el respeto del plazo razonable en la tramitación y
juzgamiento del caso penal, más cuando existe encierro preventivo.-

Insistimos, cada día o semana de morosidad en un proceso penal conspira


contra el tratamiento oportuno de la situación del imputado y la definición de su
caso, sea cual sea su suerte.-

Lo dicho no significa una especie de “justicia Express” o juzgamiento rápido sin


observar garantías constitucionales: la celeridad judicial debe respetar a
rajatabla el debido proceso y la defensa efectiva y amplia del imputado. Nunca,
repito, nunca, el transcurso del tiempo, el vencimiento abreviación o
acortamiento de plazos[8], el atraso judicial9, o las limitaciones Estatales deben
interpretarse en contra del ciudadano. La aplicación del orden punitivo debe ser
oportuna y respetar la defensa efectiva en juicio.-

Las causas del retardo obedecen a fallas estructurales y a problemas de


coyuntura: falta de personal, fallas edilicias, falta y mala administración de
presupuesto, leyes complejas, aumento de litigiosidad10, etc.; que atentan
contra la administración normal de justicia.-

C. La extensión del proceso y la evaluación del riesgo procesal:

Ya sea por el mal uso de la prisión preventiva, la carencia o la renuencia para


conceder excarcelaciones o medidas alternativos a la coerción cautelar, la
única y cuasi definitiva evaluación del riesgo procesal, el aumento nominal de
penas, pasando por el colapso del sistema penal, el aumento de litigiosidad, la
demora en fijar fecha de debate oral, etc.; lo cierto es que los procesos penales
en los que hay presos cautelares se alargan y dicha extensión atenta contra el
fin mismo de la medida.-

La prisión preventiva tiene como fin la “prevención” de fuga y el


“aseguramiento” de la correcta tarea investigativa y su dictado solo se justifica
si existe y se mantiene cierta posibilidad razonable y razonada que el imputado
se escapara o interferirá en la pesquisa; con la prolongación del proceso se
desvirtúa tal finalidad.-

En efecto, el riesgo procesal obedece a multiplicidad de parámetros, unos con


más peso que otros, y no es fijo sino que varía con el paso del tiempo. La
realidad fáctica cambia día a día y con ella algunos indicadores que componen
el riesgo procesal –conducta del reo, colección de probanzas, etc. La
construcción del riesgo procesal es dinámica y debe apreciarse en forma
paulatina. Graficare lo expuesto.-

El pensamiento del juez en el momento cuando dictó la medida de coerción


puede variar con el paso del tiempo y el avance de la investigación y por ello es
justo que se revise cada cierto plazo razonable si dicho peligro se mantuvo -y
se mantendrá la medida- o bajó, lo que obligará a una medida menos gravosa
acorde con el peligro actual y cierto del reo.-

Cada semana, cada mes, cada año de encierro preventivo mutan el estado de
cosas inicial que convencieron, justificadamente o no, que el reo se escapará o
destruirá prueba, lo que debería provocar un re-examen o constatación del
estado actual del peligro procesal para sostener la medida o dictar una menos
gravosa o excarcelar al reo. Es preferible que en ese “nuevo contralor del
riesgo procesal” el Juez certifique por sí, y con la mayor inmediación posible, la
necesidad contemporánea y real de la media preventora11.-

Repito, no es válido la excusa de que “no han variado las condiciones que
justificaron oportunamente la prisión preventiva” sin hacer una evaluación
concreta y actualizada del supuesto peligro procesal, es decir, si el riesgo
cautelar inicial tiene vigencia o entidad en el presente. Desde la conducta del
imputado, la acreditación de su trabajo y domicilio cierto, la recolección de
pruebas, o el tiempo del plazo mismo, hacen conveniente una evaluación
paulatina de la subsistencia y entidad del riesgo procesal.-

En el fondo solo se trata de que la medida tenga sentido y prevenga algo


actualmente probable, ¿qué justificativo tiene una coerción cautelar si hay
motivos actuales que dejan ver que la persona no se sustraerá del accionar de
la justicia? Una medida que se alarga durante un proceso largo tiene muchas
chances de ser arbitraria, ineficaz e inútil porque no evita lo que tendría que
evitar.-

No es valido sostener un encierro preventivo solo por inercia, más cuando los
procesos se prolongan más allá del plazo razonable y la fecha de debate se fija
a largo plazo.-

El baremo que puede variar más es el entorpecimiento probatorio ya que con el


avance de la investigación se colectan más probanzas y se consiguen los
elementos probatorios cuya recolección el imputado, hipotéticamente, podría
dificultar. Va de suyo que el juez deberá establecer, o al menos indicar, al
momento de la preventiva, qué pruebas puede dilapidar el reo y en qué forma.-

De nuevo recaemos en el carácter necesario de la medida: si ya se han


recolectado todas la pruebas, es arbitrario e inútil el sostenimiento de la
coerción cautelar. Cabe apuntar dos claves: la mayoría de los peritajes se
ordenan y hacen sin que el imputado pueda modificarlos, y otra, es inadmisible
poner en cabeza del imputado la impericia, negligencia o desidia estatal para
investigar un hecho disvalioso.-

En este punto sería conveniente que se individualicen las medidas probatorias


cuya producción corre “riesgos” y se brinde un plazo razonable para realizarlas,
a cuyo término deberá cesar la medida de coerción. Si en ese plazo
establecido no existen otras medidas probatorias para hacerse ¿qué sentido
tiene el sostenimiento de la prisión preventiva? ¿Para qué mantener una
cautela – coerción- cuando no queda objeto para cautelar –prueba a
producirse-?

En cuanto al peligro de fuga, tampoco debe cargar el imputado la carencia de


disponibilidad de medios alternativos de coerción, o el actuar ineficaz de la
policía o el funcionamiento irregular de los pasos fronterizos o las aduanas. Si
el Estado no puede, no sabe o no le interesa tener medios para garantizar los
fines del proceso, el imputado no debe correr con tales limitaciones,
indiferencias o impericias.-

La cambiante “necesidad” de asegurar los fines del proceso está íntimamente


vinculada a la eficacia de la medida: ¿para que mantener un encierro de una
persona que dejó de revestir peligro procesal? ¿No es innecesario y harto
costoso que el Estado solvente la estadía carcelaria de personas cuya
posibilidad de fuga o desaparición disminuyó considerablemente?.-

Ultimando, deviene urgente que en su mismo dictado se especifique el plazo de


duración de la medida preventora, ya que siempre se la resuelve en forma
atemporal, o sea, hasta que otro resolutorio la cambie o morigere. Convendría
que cuando se alude a los riesgos procesales, se determinen el tiempo en que
dichos peligros existen y así dotar de certidumbre el plazo real de vigencia de
la coerción. Vg. si existe peligro de fuga, se establecerá tres meses para que el
fiscal tome medidas para contrarrestar tal posibilidad; o en el caso de
dilapidación probatoria, establecer un mes para producir la prueba cuya
realización puede entorpecer el imputado.-

En caso de subsistencia del riesgo, el plazo podrá ser prorrogado por una sola
vez y por un plazo menor Vg. si cuando se dictó se estableció un plazo
prudencial de dos meses, solo podrá renovarse por un mes.-

Solamente cuanto se determine a priori el plazo de duración de la prisión


preventiva se dará certeza de cuánto tiempo tendrá vigencia real el “plazo
razonable” establecido en los pactos internacionales.-

D.- Conclusiones:
Finalmente, resumo lo expuesto:

- La extensión injustificada de los procesos atenta contra el derecho a ser


juzgado en un plazo razonable y contribuye a la indefinición procesal del preso
preventivo.-

- La prolongación “irrazonable” de los procesos genera que se vuelva ineficaz e


injusto sostener la coerción dictada mucho tiempo atrás, a la par que hace
injusto e ineficaz el encierro preventivo.-

- La demora o atraso o incapacidad estatal para Juzgar a una persona en un


plazo razonable nunca debe interpretarse en contra del imputado. La aplicación
del orden punitivo debe ser oportuna y respetar la defensa efectiva en juicio.-

- El riesgo procesal varía con el paso del tiempo, y merece re-evaluarse. Solo
un peligro procesal actual justifica la entidad y mantenimiento de la prisión
preventiva.-

-Un periódico re-examen sobre la existencia y entidad del riesgo procesal, por
un lado, y la determinación a priori de la duración de la coerción, por otro,
resultan medidas idóneas y justas para dotar de eficacia el plazo razonable de
la coerción.-

(*) Abogado (Diploma de Honor USAL). Mediador. Tesinando para la


Especialización en Derecho Penal de la UBA – jfgouvert@hotmail.com

[1] Sin desmedro que haremos referencia a leyes vigentes y fallos recientes.

[2] La duración de los procesos encierra una problemática muy actual,


¿Cuándo y hasta cuando las personas esperan para que se aplique la ley?

[3] O sea, la que se “ajusta” al caso en particular, más allá del plazo establecido
abstractamente en la norma.

[4] Así lo dice la corte suprema “…. es derecho de todo imputado lograr un
pronunciamiento por parte del órgano judicial que ponga fin a una situación de
incertidumbre frente a la ley y a la sociedad en un plazo razonable, evitando así
que los procesos se prolonguen indefinidamente (cfr. fallos 272:188 "Matei").-

[5] Tal es la importancia del tema que la Casación Bonaerense resolvió “No es
posible fijar judicialmente en abstracto un término para el plazo máximo
razonable de duración de la prisión preventiva, siendo de incumbencia de los
jueces su determinación en cada caso particular.
En tal determinación corresponde tener en cuenta que, cuando no medie
complejidad en las causas, la prisión preventiva no puede durar más de dos
años hasta la sentencia no firme del juicio oral, sin computarse en dicho
término el tiempo insumido por el diligenciamiento de prueba fuera de la
jurisdicción, los incidentes, los recursos, o mientras el Tribunal no esté
integrado. Que cuando se verifiquen supuestos de suma complejidad del
proceso derivados de la pluralidad de imputados, las circunstancias del hecho y
el concurso de delitos se deberá estar a las previsiones del “plazo razonable”
puntualizado en el artículo 2° del C.P.P., sujeto a la apreciación judicial en cada
caso.

Ese plazo razonable será el criterio para establecer la legitimidad del


encarcelamiento en su extensión temporal en la etapa recursiva, tomándose en
cuenta las recomendaciones de los Organismos Internacionales referidas a: la
complejidad del caso; la actividad procesal de las partes; la conducta de las
autoridades judiciales en cuanto hayan implicado dilaciones indebidas y la
proporcionalidad con la pena.

(expediente nº 5627 caratulado “Fiscales ante el Tribunal de Casación solicitan


convocatoria a Acuerdo Plenario”)

[6] Más si están encerrados preventivamente.

[7] Nos referimos a las frecuentes marchas de asociaciones de víctimas –


“madres del dolor”, etc.- que piden, entre otras cosas- la pronta resolución del
juicio y eventual castigo de los supuestos autores de delitos que las afectaron.

[8] Destaco aquí el auspicioso Plan Piloto de oralización de la instrucción para


los delitos cometidos en flagrancia adoptada en diversos distritos de la
Provincia de Buenos Aires – Mar del Plata, San Martín, y recientemente
Mercedes y Zárate Campana-.

Se trata, sucintamente, de dos audiencias orales (una para decidir la


excarcelación y otra para tratar la elevación a juicio de la causa), realizadas a
los 5 y 25 días respectivamente, desde la detención.

Aunque a priori la oralidad de la investigación profundiza el acusatorio y


propicia la discusión e igualdad entre las partes (Fiscal – Defensor), el
acortamiento de plazos nunca puede significar el acortamiento o restricción del
ejercicio de la defensa.

Dicho en forma clara, el imputado no tiene derecho a una “instrucción o


condena rápida”, sino a una instrucción respetuosa de sus garantías y a un
juicio justo.

9 Nobleza obliga, en muchas ocasiones la demora en el trámite del expediente


se debe a la escasez o deficiencia de recursos, ya sea humanos o materiales,
que soportan estoicamente los Juzgadores.
Sin una suficiente cuantía y una equitativa distribución del presupuesto judicial
es muy difícil que la administración de justicia se ajuste a los legítimos
reclamos de la sociedad.

Insisto, sin medios idóneos, en este caso partidas presupuestarias e


infraestructura, es utópico lograr el fin pretendido, tal es, una función
jurisdiccional eficiente y eficaz.-

10 El uso del Poder Judicial como “solucionador” de conflictos es producto, sin


desmedro de otros, de dos factores: uno es la incapacidad de los restantes
poderes estatales, principalmente el ejecutivo, para canalizar las demandas
sociales.

Otra es que el ciudadano está “movilizado”, tiene una participación activa en su


conflicto y exige una inmediata solución a los Jueces; un claro ejemplo son los
amparos para lograr medicamentos u operaciones quirúrgicas.

11 En este sentido la ley 13449 modificó el Código Procesal Penal de la


Provincia de Buenos Aires y agrego el siguiente artículo, que confirma la tesis
esgrimida:

“ARTICULO NUEVO: Audiencia Preliminar. Antes de resolver el dictado de la


prisión preventiva, su morigeración, la imposición de alternativas a ésta, la
internación provisional del imputado, o la caducidad o cese de cualquiera de
ellas, a pedido de parte interesada o por propia decisión, el Juez de Garantías
fijará audiencia, debiendo notificarse la misma con cuarenta y ocho horas de
anticipación.

La audiencia será oral y pública y en la misma serán oídos el fiscal, el particular


damnificado si lo hubiere, la defensa, y el imputado si se hallare presente, en
ese orden, durante un tiempo máximo de quince minutos. Las intervenciones
deberán dirigirse a fundamentar la procedencia o improcedencia de la medida a
dictarse.

Transcurridos ocho (8) meses de la realización de la audiencia sin que se


hubiere celebrado el debate, el imputado o su defensor podrán solicitar ante el
órgano a cuya disposición se encuentre, la celebración de una nueva audiencia
a los mismos fines que la anterior.

Cuando este órgano fuere Colegiado, la audiencia podrá ser atendida y la


resolución dictada, por uno de sus integrantes.

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