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¡Qué disfrutes la lectura! 2


Her
HER Christmas
CHRISTMAS
Ryan
RYAN Mundy
MUNDY 3
CONTENIDO
Sinopsis
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
4
Capítulo 7
Epílogo
Sobre la Autora
Créditos
SINOPSIS
Me encanta la Navidad. Es mi festividad favorita.
Entonces, cuando estoy tratando de disfrutar de una buena taza de chocolate
caliente con malvavisco, mi momento se arruina cuando soy drogada y secues-
trada. Y además arruinan mi suéter favorito.
El terror me invade apenas despierto, ellos me destrozan, persiguiéndome por
el bosque y llevándose todo lo que es mío.
Soy su inocente palomita, su pajarito y un juguete bonito para disfrutar.
Estoy sola a merced de ellos… mis hermanastros y su mejor amigo.
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ADVERTENCIAS: Descripciones gráficas de sexo y violencia, Consenti-


miento dudoso, Prácticas de BDSM extremas: Juegos de sangre, Juegos de Respi-
ración, Sumisión forzada, Juegos con cuchillos, Persecución, Relación Tabú (her-
manastro), MMFM.
¿Qué es mejor que la Navidad?
Que te echen un polvo entre tres.

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Oakley

—¿Has visto a tus hermanos? —pregunta mamá, irrumpiendo en mi habitación.


Pongo los ojos en blanco ante su dramatismo, me levanto del escritorio y la miro seriamente.
—No son mis hermanos —corrijo negando con la cabeza. Odio que desde el primer día haya
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insistido en que los llame así. No somos parientes, ni nunca lo seremos. Además, estamos de-
masiado grandes para considerar siquiera tener un lazo fraternal.
—Oakley —entona mi nombre como reprimenda, una habilidad perfeccionada sólo por una
madre. Por supuesto, ella siempre se molesta cuando llamo a su marido por su nombre y no le
doy tampoco el título de padre. Algo sobre él siendo mi nuevo padre, me impide llamarlo papá.
Agh.
No entiendo por qué. Los conocí hace un año. Ya había cumplido los dieciocho y no nece-
sitaba tener al tipo intentando ser un papá.
Nunca tuve uno y sabía que podría vivir con esa ausencia.
—¿Los has visto? —insiste entre dientes, sin agregar nada más. Bien.
—No, mami querida, no los he visto. —Poniéndome de pie para buscar mi libro. —Pero
como voy de salida, si por casualidad me los encuentro en la biblioteca, les diré que los estás
buscando. —Termino de alistarme metiendo los pies en mi viejo par de Vans, forzando mi
camino entre la puerta y ella.
—¡La biblioteca está cerrada! ¡Es Nochebuena! —sermonea.
La ignoro, bajo las escaleras y salgo corriendo hacia mi auto. Incluso en la remota posibi-
lidad que me encuentre con Warren y Knox, dudo que se den cuenta de mi presencia, y mucho
menos que se acerquen a hablarme. Son dos gamberros y psicópatas, que desarrollaron un
extraño tic en el ojo cada vez que entro en la misma habitación.
Warren, Knox y yo fuimos juntos a la escuela desde que éramos pequeños.
De acuerdo, ellos eran un año más grandes, pero aun así su misión fue hacer de mi vida
un infierno. Comenzó con algo pequeño, tirando mi almuerzo, robando mis libros de texto,
ya sabes, las cosas típicas de matones. Con el tiempo, se dieron cuenta de que eso no me im-
portaba, entonces empezaron con lo físico. Me empujaban contra las taquillas, haciéndome
tropezar, cualquier cosa para tocarme de alguna manera. Cualquier cosa para hacerme sangrar.
Entonces mi madre decidió que sería una buena idea casarse con su jefe, el padre de estos
cretinos. Quiero decir, por el amor de Dios, si ella hubiera estado prestando atención cada vez
que llegaba a casa con un nuevo moretón en la rodilla o en el brazo. O las veces que llegaba a
casa sangrando. O cuando no volvía hasta bien entrada la noche porque me metían dentro de
una jodida taquilla. No, tenía que casarse con el cabrón y hacer de esos dos malnacidos mis
hermanastros. 8
Lo que lo hizo aún peor era que en el combo de hermanastros, sumaron a su mejor amigo, Liam.
No estoy segura de cómo él logra ser peor que los dos que ya tienen problemas de socializa-
ción y de ira y frustración, ellos guardan rencor contra cualquier persona o cosa que sientas les
haya hecho daño, aunque sea mínimo.
Como cuando los escuché hablando de las chicas que compartían, la forma brutal en que se
follaron a esa pobre chica. Pero eso no es lo peor.
Disfrutan causando dolor, y no el simple déjame azotarte el culo nena, tal vez follarte brus-
camente la boca. Ellos son del tipo—: te voy a abrir, lamer tu sangre junto con tu corrida
mientras uno te destroza el culo y el otro te asfixia metiendo su polla en tu boca.
Como dije, son psicópatas.
Y preferiría estar muerta que follarme a uno de ellos.
Por supuesto, sabía que la biblioteca estaba cerrada, pero el festival del centro seguía en
marcha y todo el mundo se lo estaba pasando en grande. En este momento estoy sosteniendo
una deliciosa taza de chocolate caliente con un malvavisco, viendo a las familias reír y disfrutar
del solo hecho de estar juntos. Yo nunca tuve eso.
De repente, pierdo el apetito. Busco el cubo de basura más cercano y distingo uno al otro
lado de la calle, cerca de la arboleda. Uno pensaría que, con la Navidad tan cercana, tendrían
todo mejor organizado y más cubos de basura disponibles. Me pongo en pie y cruzo, esqui-
vando a la multitud. Casi lo consigo cuando alguien me golpea el hombro, provocando que
derrame mi chocolate caliente encima.
—Maldita sea —mascullo, mirando por encima del hombro para ver quién me ha chocado,
pero nadie destaca. Recorro el resto del camino dando pisotones y arrojo la taza con rabia, mis
ojos se empañan cuando veo que mi suéter favorito está completamente arruinado.
Levanto la cabeza hacia el cielo y me esfuerzo por contener las lágrimas. No es para tanto.
Es sólo ropa. No debería estar tan triste. Pero esto fue lo último que me compré antes de que
todo se fuera a la mierda. Era la última cosa bonita que poseía. El resto de mi ropa fue ya sea

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rasgado, cortado, o completamente botada por Warren y Knox.
Mordiendo mi tembloroso labio, siento al aire agitarse advirtiéndome de oscuras presencias,
pero todo sucede demasiado rápido. Siento otro golpe y caigo de espaldas al suelo. No tengo la
oportunidad de gritar antes de sentir un pinchazo en el cuello desde detrás de mí, y una bolsa
es empujada sobre mi cabeza. Mi visión se nubla y todo se vuelve negro.
2
Knox

—Su piel es tan bonita —admira Liam mientras se agacha y se cierne sobre Oakley. Ella está
tumbada boca arriba, con los brazos y las piernas atados al poste de la cama.
Mis ojos recorren su cuerpo desnudo, su coño rosado expuesto a nuestra hambrienta mirada.
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Tarareo y se me hace agua la boca. He estado soñando con ello desde mucho antes de saber lo
que era el sexo. Warren y yo nos metimos con ella desde la escuela primaria hasta la secundaria
antes de que finalmente nos diéramos cuenta de que la codiciábamos. No fue hasta que Liam
nos comentó sobre querer invitarla a una cita que mi hermano y yo nos pusimos de acuerdo.
Fue fácil darle la bienvenida. En lugar de ser nosotros dos acosándola a lo largo de la escuela,
añadimos a un tercero. Y cuando nuestro rico y bastardo padre decidió casarse con su madre,
fue como si todos nuestros sueños se hicieran realidad.
Era nuestra; disponible para nuestro capricho.
Mirando por encima de mi hombro, noto a Warren paseando agitado por la pequeña ha-
bitación, golpeando la pared en cada vez vuelta. A diferencia de mí, mi gemelo duda... más
cuando se trata de nuestra hermanita. Él es el gemelo más cariñoso, el que está más en sintonía
con sus sentimientos. Claro, a los dos nos gustan torceduras poco comunes, pero las mías van
un poco más allá de lo rudo. Preferiría arrancarte el corazón mientras te follo.
—¿Crees que todavía es virgen? —consulta Liam, que todavía está a centímetros de su de
su cara. Respirándola.
—Knox metió al último que coqueteó con ella en el hospital. Después de eso, nadie se
atrevió siquiera a mirar en su dirección.
Encogiéndome de hombros cuando ambos me miran, pongo los ojos en blanco. ¿Qué
quieren que diga? Les advertí a todos en el instituto que no la tocaran ni hablaran con ella. La
convertimos en una maldita marginada. Luego, cuando empezó la universidad, que resulta ser
la misma en la que estamos los tres, hice lo mismo. Sólo hubo un imbécil pensó en no seguir
mis reglas y quiso hablar con ella.
La tocó, joder. TOCÓ LO QUE ES MÍO. ¿Y qué si lo atropellé con mi auto y le di con un
bate en las rodillas antes de darle con un hacha en el pie, casi cortándoselo? Fue Warren quien
tuvo que detenerme de realmente asesinar a la pequeña mierda.
—¿Cuánto le diste? —quiero saber, ignorando su pregunta.
—Uh, no estoy seguro. Nunca me dijiste cuánto es su peso, así que tuve que adivinar. Y
apenas aprobé matemáticas. —Sin disculparse. Liam se encoge de hombros, todavía con la
cara a centímetros de la de ella. Apuesto a que gritaría cuando se despertara. Encontrarse así
desnuda, y con nosotros rodeándola.
La polla se me pone dura dentro de los pantalones, presionando contra la cremallera. Pal-
meándola gimo ante la idea de enterrarme dentro de ella. Reclamar su agujero virgen. Joder.
—Ella pesa cincuenta y tres kilos —comenta Warren, deteniéndose en seco.
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—Joder, Warn, la observas más que tu hermano, ¿eh? —bromea Liam.
Cuando Warren me mira, con preocupación en los ojos, le guiño un ojo. Ya sabía que la
vigilaba todos los días, todo el tiempo. Era él quien la rondaba mientras dormía la mayoría de
las noches. También fue él quien instaló una pequeña cámara en el baño para verla ducharse.
—¿Se toca en la ducha? —arrulla Liam, negándose a reconocernos.
Warren asiente con la cabeza y baja la mirada, consciente de que está tan jodido como el
resto de nosotros. Puede que lo odie, pero no puede evitar desearla tanto como el resto de no-
sotros, tal vez incluso más.
—Quiero que se despierte —gimotea Liam, metiéndose la mano dentro de los pantalones.
Poniendo los ojos en blanco una vez más, me vuelvo a apoyar contra la puerta. Warren
golpea la pared frustrado, Liam se acaricia mientras la huele. Es sólo cuestión de horas que
Oakley se despierte y nos encuentre esperándola.
Porque después de esta noche, nunca la dejaremos escapar. Incluso si tengo que mantenerla
aquí cautiva y decirles a nuestros padres que está muerta.
3
Oakley

Todo me duele. El dolor resuena detrás de mis ojos y revuelve mi cerebro hasta el punto que
siento que va a estallar. Estoy segura de ello. Intento masajear mi frente, pero, aunque hago
el esfuerzo no puedo levantar el brazo. ¿Qué demonios ha pasado? A lo mejor se ha dormido.
Arrugo la nariz y muevo los dedos, recuperándome ligeramente del entumecimiento y siento
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algo alrededor de la muñeca.
Abro los ojos y me doy cuenta de que estoy completamente desnuda, igual que cuando mi
madre me trajo al mundo. Lo segundo que alcanzo a ver es que mis pies están atados al poste
de la cama, dejando mi coño al aire libre. Junto con las manos, que me duelen y están atadas
por encima de mi cabeza.
Me voy a morir.
Gimiendo de incomodad, veo una persona de pie en la esquina, como envuelto en sombras.
—¿Quién eres? —pregunto con voz áspera. Al instante me golpean los recuerdos de estar
en el centro cuando alguien me chocó y estropeó mi suéter con chocolate y crema. Fue todo
tan rápido que no pude reaccionar cuando me empujaron al suelo. Después de eso, todo está
borroso. Joder, me sentía como drogada. Tenía que estarlo.
—¿Hola? —intento de nuevo, parpadeando mis ojos repetidamente, tratando de ganar vi-
sión en la penumbra para intentar ver quién está ahí. Cuando no responde, resoplo y vuelvo a
dejar caer la cabeza sobre la almohada.
Por supuesto, la única vez que intento disfrutar de los festivales me secuestra y me droga un
maldito psicópata, para hacerme quién sabe cuántas cosas más.
Hablando de psicópatas, me muerdo los labios, debatiendo si sacarlos o no a colación. Wa-
rren y Knox probablemente se reirían y no lamentarías si nunca me encontraban. Pero si me
creyera, podría amenazar a este idiota para que me deje ir.
—Sabes, van a descubrir que me llevaste —intento. Tal vez si sólo lo digo, este bicho raro
se asustará. Pero, por supuesto, no se le mueve un músculo y estoy fracasando en mi intento de
intimidación. No es que esté intentando con fuerza el salir de aquí. —Conoces Warren y Knox,
los hijos de Michael Ellis, ellos son mis hermanastros y van a hacerte daño por esto. Deberías
dejarme ir antes de que sea demasiado tarde —amenazo.
Lo dije. Al menos Warren y Knox nunca sabrán que los he reconocido como familia, o que
estoy tratando de usar su nombre como una tarjeta para evitar el asesinato.
Esa pequeña esperanza muere cuando Knox sale, con los brazos cruzados sobre su enorme
pecho y su hermoso cabello rubio peinado hacia atrás impecable como siempre. Juraría que le
veo sonreír un poco antes de enmascarar su expresión. De alguna manera, en esta posición, me
parece incluso más alto que su metro ochenta.
—Oh, no. —Me ha oído decir cada palabra de amenaza a quienquiera que me secuestró.
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Me escuchó. Joder, él va a hacer que me arrepienta, lo sé. —No —siseo, apretando las piernas, o
intentándolo. Y, por supuesto, sus ojos se centran exactamente en esa parte de mi cuerpo. —¡Dis-
culpa, imbécil! —chillo. —¡Mis jodidos ojos están aquí arriba! —gruño avergonzada de mi des-
nudez. Una risita profunda suena en el otro lado de la habitación. Mi cuerpo se congela al darme
cuenta de que mi hermanastro no está solo. Nunca lo está, así que no sé porque me sorprende.
Dondequiera que esté Knox, Warren no está muy lejos, y junto con esos dos psicópatas está Liam.
—¡Por el amor de Dios! —siseo. —Sólo muéstrate de una vez.
Knox ladea la cabeza; puedo oír la risa en su cabeza. Bueno que se joda, que se jodan los
tres. Esto es lo peor que han hecho nunca, y me niego a creer que esto sea real. Seguro esto es
un jodido sueño... no, esto es una maldita pesadilla.
—Es aún más hermosa despierta —comenta Liam desde algún lugar de la oscura habita-
ción. Ladeo la cabeza hacia su voz y miro en esa dirección, esperando que me vea.
—Juro por Dios que, si no me dejan salir de aquí, se van a arrepentir —rumio. ¿No se dan
cuenta de lo jodido que es esto? Estaba desnuda y atada a una cama. Esto va más allá de sufrir
acoso, ser empujada dentro una taquilla, o que me roben el maldito almuerzo.
Esto está mal y es un completo desastre.
—Estoy deseando jugar con ella —enfatiza Liam con una sonrisa siniestra, apareciendo para
situarse al lado de Knox.
—No vas a hacer nada más que dejarme ir. ¡Ahora mismo, suéltame, joder! —advierto,
tirando de las cadenas.
—Ahora, ¿por qué haríamos eso? —pregunta Knox, acercándose a la cama. Contengo la
respiración mientras se arrima a mis piernas abiertas, sus ojos caen una vez más a mi centro.
Una pequeña, diminuta, absolutamente microscópica oleada de excitación me recorre, pero
me niego a reconocerla. Es mi hermano, hermanastro, me recuerda mi conciencia. No debería
tener este tipo de sentimiento, aunque sería estúpida si no me diera cuenta de lo atractivos son.
Pero nunca se los diría. Es mi pequeño secreto y me lo llevaré a la tumba. Y por lo que parece,
es allí mi próximo destino.
—Escuchen cretinos, déjenme ir o le juro que voy a matarlos a todos y cuando la policía
encuentre sus cuerpos, se preguntarán: ¡qué clase de monstruo podría hacer algo así! —grito,

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tirando de nuevo de las cadenas. Mi cuerpo se agita, odiando que me hayan atrapado, pero
secretamente amándolo.
Puede que mi cuerpo las quiera, pero seguro que mi cerebro no.
En un instante, una mano rodea mi garganta, asfixiándome. Mi movimiento se detiene por
un segundo antes de que mi mano intente evitar que me estrangulen. Mis ojos se abren de par
en par hacia Knox, que se cierne sobre mí como si hubiera hecho esto un millón de veces antes.
No me sorprendería incluso que me observara dormir.
—Cuidado con lo que me dices, palomita. —Sonríe, su cara tan cerca de la mía, que mis
ojos se cruzan. —No creo que seas capaz de matarnos. Puedes pensar que tienes sed de sangre,
pero no es así. Sólo eres una dulce e inocente chica que está sola en el mundo.
Sus palabras calan hondo. Porque es verdad. Estoy sola. Mi madre se casó con un tipo rico,
teniendo los dos hijos que siempre deseó. Ella nunca quiso tener una hija, o al menos una que
sea como yo. Siempre insiste en que sea femenina y use faldas cortas o camisas escotadas para
mostrar las pequeñas tetas que tengo. Pero esa no soy yo, y ella nunca lo entenderá.
Me lloran los ojos y soy incapaz de detener el torrente de lágrimas. No sólo estoy luchando
por respirar, ya que Knox todavía tiene que liberar mi garganta, sus palabras son las que me
ahogan. Nunca he llorado delante de ellos, ni siquiera por el acoso que sufría, o cuando mi
madre se ponía de su parte y no de la mía.
He llorado silenciosamente en la ducha, donde ninguno de ellos me veía. Así que ahora
aquí tumbada e indefensa, con los sentimientos heridos y la dignidad destrozada, odio lo que
encuentro en su mirada cuando nota las lágrimas cayendo por mi mejilla.
—Ah, he hecho llorar a la palomita —comenta con oscuro deleite.
Estoy a punto de desmayarme cuando me suelta, aspirando todo el aire posible. Levanto la
cabeza y cierro los ojos, deseando que las lágrimas desaparezcan.
No llores, no les des la razón.
—Knox, ya basta —exige Warren desde el otro lado de la cama. De todos ellos, él es el más
agradable. Pero eso es decir poco. Sigue siendo un cretino y todavía vive para hacerme daño.
Pero tiene la decencia humana de parecer triste mientras lo hace. A diferencia de su gemelo
malvado, que debería estar encerrado... en algún psiquiátrico y recibir la inyección letal.
—Oh, vamos, a ella le encanta esto —inculpa Knox, sus dedos recorriendo mi pecho, con-
centrándose en mi pezón. Lo que hace que mi cuerpo reaccione. Mi respiración se entrecorta
mientras me humedezco un poco más. Espero que no se den cuenta.
—¿Qué quieres?
—Un coño caliente para follar. —Liam sonríe y me toca el costado.
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Lo miro con desprecio e intento apartar mi cuerpo de él. Olvidando que no puedo mo-
verme, aprieto los dientes. —Liam, te voy a arrancar el dedo de un mordisco. ¿Qué quieres
de mí? —Espero que confiesen que son capaces de casi cualquier cosa, pero solo se quedan de
pie, los tres con sonrisas idénticas en sus caras y Knox se inclina hacia mi oído, susurrando tres
palabras que nunca pensé que oiría.
4
Liam

Su piel es tan hermosa.


Pálida, salpicada de hermosas pecas y rosada en todos los lugares correctos. Su coño brilla de
humedad bajo la opaca iluminación. Incluso sus pezones están duros mientras la rodeamos. Su
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aroma es increíble. Quiero enterrar mi nariz en su coño, respirarlo. Joder, ella sabría tan bien,
pero sé que olería aún mejor.
—Nosotros queremos follarte —susurra Knox, casi tan bajo que no puedo oírlo. Creo que
no le oigo bien hasta que Mi bonita se aparta de él y grita a pleno pulmón con todas sus fuerzas.
Joder, qué bonita es. Me bajo la cremallera y saco mi deseosa polla. Métesela hasta la garganta,
me grita la voz de mi cabeza. Nunca se me ha dado bien no escucharla.
—¡Están dementes! —escupe, con los ojos fijos en mi polla. Juro que me pongo aún más
duro al sentir sus ojos sobre mí. Apuesto a que se verá bien chupándomela.
—Oh, sí, cariño —tararea Liam, poniéndose de rodillas a un lado de la cama.
—No te atrevas —advierte Oakley, mirándome la polla. No sé cómo ella sabe lo que estoy
pensando, pero apenas puedo contener la maldad.
—Pero te verías tan bonita con la boca llena —gimoteo, bombeando mi polla con más
fuerza y untando el pre semen sobre la punta en forma de zeta.
—No, en absoluto. No me vería bien, me vería realmente horrible. De hecho, creo que me
vería mucho mejor si me tuvieran lejos y me dejaran ir —suplica, mirándome a los ojos.
—Hagamos un trato —propone Warren de repente.
Girándose hacia él, Oakley inclina la cabeza a la espera.
—Todos podemos follarte —empieza. Ella inmediatamente comienza a sacudir su cabeza.
—¡No me has dejado terminar! —gruñe, su temperamento sacando lo mejor de él. Joder, se
ven tan calientes, ambos mirando, esperando a ver quién es el primero.
—De acuerdo —aprieta los dientes Oakley.
—Te follamos durante toda la noche, y si... si lo aceptas, te dejaremos ir por la mañana.
Nunca más volveremos a hablarte ni a acosarte.
El silencio es ensordecedor. Todos los ojos se mueven en dirección a Warren, preguntándose
por qué él haría semejante trato. Ninguno lo entiende. Ella nunca va alejarse de nosotros. No
importa a donde vaya, la seguiremos. Oakley nunca escapará de nosotros.

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—¿Los tres? —pregunta finalmente, mirándonos a cada uno de nosotros.
—Sí —reconoce Knox.
—¿No se burlarán de mí, no me intimidarán, ni me acosarán? ¿Dejarán de empujarme, de
cortarme y hacerme sangrar? —No sé quién está más sorprendido de que ella lo esté conside-
rando, pero cuando Liam asiente y Warren murmura su acuerdo, Oakley se muerde el labio,
considerando lo que realmente no estamos ofreciendo.
—Sí —masculla su aceptación. —Pero usen condones. No quiero pillar cualquier enfer-
medad de psicópata que tengan.
Gruño porque piense que alguno de nosotros tiene una enfermedad. Ninguno se ha follado a
ninguna chica sin condón, y nos hacemos revisiones periódicamente. Por supuesto, hace más de
un año que no hacemos un trío, no desde que nuestra dulce chica cumplió los dieciocho años.
Nadie se mueve, así que aprovecho mi oportunidad, y camino a su lado, mi polla está fuera
y orgullosa. Sujeto su pelo en mi puño, tiro, inclinando su cabeza en una posición incómoda.
Sus ojos se abren de par en par, no sé si por miedo o excitación, pero no me importa. Mientras
me la chupe, que es lo único que deseo.
—Abre esa bonita boca de puta. —En el momento en que lo hace, empujo mi polla entre
sus labios separados hasta que llego al fondo de su garganta. Oakley tiene arcadas, su gar-
ganta constriñéndose alrededor de mi punta. —Joder, hazlo otra vez. —Mis ojos se ponen
en blanco de pura felicidad. Joder, su garganta se siente increíble. No sé cómo nunca antes la
había forzado a arrodillarse, pero he sido un jodido idiota.
Cierro los ojos, sacando mi polla casi hasta la cabeza antes de deslizarla de nuevo hasta el
fondo entre sus afelpados labios. El éxtasis recorre mi espalda cuando su lengua se desliza reco-
rriendo las venas de mi polla y ella ahueca las mejillas en una técnica de experta.
—Qué buena chica —alabo, y mis dedos vuelven a agarrar su pelo.
Tardo un minuto en conseguir un buen ritmo, sus mejillas se ahuecan, succionándome todo
el camino hasta la garganta. Sus suaves ojos grises me miran, y aunque quiero ser suave, empujo
dentro de su boca, follándola con fuerza, provocándole arcadas.
—Es tan hermosa cuando la llenas con tu polla —tararea Warren. Desde de la esquina de mi
ojo, veo Warren agarra su tobillo levantando su pie para presionarla contra su erección. Al salir
de ella, Oakley tose, con la saliva cayéndole por la barbilla, las lágrimas se acumulan en sus ojos.
—No puedo esperar a follarme ese dulce coño —confiesa Warren sonriendo. Knox con-
centra su caricia en los pechos, retorciéndole el pezón. Su boca se abre del dolor y acallando su
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grito, le clavo mi polla de nuevo en la boca.
—Conoces nuestro trato —gruñe Knox, advirtiendo a su gemelo. Warren no parece mo-
lesto, sólo continúa frotándole el pie contra su entrepierna.
Liam asiente con la cabeza en señal de comprensión. Todos queríamos un pedazo de ella,
algo que nadie había tenido antes. Knox reclamó su coño, yo reclamé su boca, y Liam, como es
un bicho raro, quiere perseguirla por el bosque y comerle y follarle el culo. No estoy seguro de
cómo va a salir eso, pero ella se entregó a nosotros. Y vamos a arruinarla.
Knox se quitó la ropa, Oakley y él se miraron fijamente con su boca aún llena de mi polla
y lágrimas corriendo por su cara. Una vez desnudo Knox, se arrastra por su cuerpo, su boca
cerneándose sobre su coño empapado.
—Te ves deliciosa —alaba Knox soplando en su centro. Ella se estremece, atragantándose
más con mi polla. Mierda, me voy a correr.
—Knox —advierto, entrecerrando los ojos.
El gemelo malvado sonríe y se arrastra aún más, con la cara a escasos centímetros de la suya y
de mi polla. —No puedo comerte el coño todavía, palomita. Liam ha reclamado ser el primero.
Oakley ahueca sus mejillas una vez más, y no puedo contenerme más. Le sujeto la nuca y la
follo aún más fuerte en la boca.
En el momento en que mi polla toca la parte posterior de su garganta, estoy disparándole
mi abundante carga.
—¡Joder! —gruño.
Vaciado me retiro de su boca y me levanto sobre piernas inestables. Oakley gira la cabeza
hacia Knox, quien le levanta una ceja en advertencia y de repente le escupe en la cara.
Mi semen, que antes estaba en su garganta, ensucia ahora la cara de Knox.
Sus fosas nasales se agitan de furia antes de agarrar sus rodillas, empujándolas hacia arriba
y empalándose de una estocada en ella. Oakley pega un alarido de dolor, lo que sólo anima a
Knox a ser más brutal.

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5
Oakley

Grito hasta que mis pulmones se rinden, e incluso entonces, nada se compara con la can-
tidad de dolor que desgarra mi cuerpo. Ese dolor sería la polla de Knox que está alojada tan
adentro que me sorprende no poder saborearla. Y nunca se detiene, decidido a destrozarme.
Sólo estoy agradecida ahora que Liam ha terminado, al fin puedo respirar.
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Y por mucho que intente luchar e ignorarlo, mi cuerpo reacciona a cada una de sus caricias.
Warren presiona con más fuerza mi pie izquierdo contra su erección. Y por lo que puedo sentir,
es enorme. Sólo espero que no sea tan grande como su hermano, porque Knox es demasiado
grande. Me siento más llena que después de la cena Navideña.
—Nuestra sucia chica está empapada —gime Knox por encima de mí.
—Mójenla lo suficiente para que pueda follarle el culo sin lubricante —demanda Warren,
dando un paso atrás. No es hasta que empieza a destrozar su propia ropa que me di cuenta de
lo que dijo.
—No —siseo, haciendo todo lo posible para no gimotear cuando Knox golpea ese punto
sensible en mi interior. Fracaso miserablemente y la esperanza de que ninguno de ellos lo haya
oído muere cuando Knox se ríe y empuja más dentro. —Sí, palomita, nuestro hermano te va a
dar por el culo mientras me follo tu dulce coño. Ahora eres nuestra. Siempre has sido nuestra y
siempre lo serás —jura Knox, golpeando su boca contra la mía. Chillo de asombro, y él apro-
vecha para meterme la lengua en la boca.
No lo hagas, no lo hagas. Gimo dentro de su boca, los ojos se me cierran. No debería sen-
tarme tan bien que me folle mi hermanastro, pero así es y ya no puedo negarlo.
Mi coño palpita mientras me penetra, nuestras bocas luchando por el dominio. No sé por
cuánto tiempo nos perdemos el uno en el otro. No es hasta que mis brazos y piernas son libe-
rados de repente que sé que esta tiene que ser mi única oportunidad de escapar.
Al sentir su lengua recorriendo mis dientes, muerdo tan fuerte como mi mente está dis-
puesta a soportar. Su sangre llena mi boca. Tirando la cabeza hacia atrás, suelto su lengua. Con
las manos ligeramente entumecidas, lo aparto de mí.
No me molesto en preguntarme dónde están antes de salir corriendo hacia la puerta. Mi co-
razón se acelera mientras mis pies luchan por escapar. No pienso, huyo hacia la puerta, rezando
para que sea la que me lleve al exterior. A mi libertad.
Casi suspiro de alivio cuando la fría brisa golpea mi cuerpo desnudo. Pero no lo hago; salgo
corriendo. El frío del suelo me quema los pies, las hojas se me pegan a los talones. Sorteo ár-
boles y ramas. Puede que odie mi vida, pero eso no significa que quiera morir. Y seguir con ellos
significaría morir. No puedo creer que les dejé hacer lo que ya me han hecho.
Mi corazón se acelera y mi respiración empieza a agitarse. No estoy hecha para correr. No
me atrevo a mirar por encima del hombro, incluso cuando oigo el sonido de una ramita que-
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brarse detrás de mí. Sé que me están alcanzando. Warren era un jodido atleta que corría más
rápido que la mayoría del maldito equipo de atletismo.
No es hasta que mi pie se engancha en algo que grito y caigo de cara al suelo, mis manos
nunca tienen la oportunidad de detener mi caída. Jadeo con fuerza, mi cuerpo tiembla por el
frío y la adrenalina. Una suave risita detrás de mí es una patada en el culo que me obliga a po-
nerme de rodillas, lista para luchar por mi vida, incluso si eso significa arrastrarme.
—Yo que tú no intentaría huir palomita, es inútil —se jacta Warren. Cuando está lo su-
ficientemente cerca, puedo sentir el calor de su cuerpo. Su mano golpea mi culo. Grito y mi
cabeza cae al suelo del bosque.
—Mmm… me gustas así. Cabeza abajo y con el culo al aire —canturrea Warren antes de
que sienta el escozor de algo cortando mi piel.
—Mierda —siseo. Mi coño se moja y tan jodido como es, quiero suplicar por más.
—¿A mi bonita chica le encanta esto? —pregunta en voz baja, su pecho presionando contra
mi espalda. Siento su aliento en mi oreja. —Creo que sí. Si meto mi mano dentro de tu coño,
¿te encontraré mojada?
Él ya sabe la respuesta. Jadeo sorprendida cuando de repente me levanta y me obliga a po-
nerme boca arriba. Mirando fijamente los ojos dilatados de Warren, que pasaron de un marrón
oscuro a casi parecer negros. Se frota la mano contra el bulto en sus pantalones. Se me hace
agua la boca, mi respiración es laboriosa, y cuando se arrodilla separando mis piernas, juro que
he ido al cielo, o al infierno, considerando lo que estoy a punto de dejarlo hacer.
Warren desciende por mi cuerpo y su boca se cierne sobre mi entrada. Mis piernas tiemblan,
anticipando el placer cuando su mano callosa recorre la cara interna de mi muslo, sin detenerse
hasta que llega a mi coño.
—Por favor —susurro.
Al deslizar sus dedos por mis pliegues, mi cuerpo responde a todas sus preguntas. Estoy
empapada, necesitada, y cuando hunde no sólo dos, sino cuatro dedos juntos dentro de mi
coño, siento como arrastra mi humedad desde allí hasta abajo hacia mi culo, me muerdo el
labio inferior.
—Esa es mi dulce putita, tan jodidamente chorreada para mí —jadea, metiendo su dedo
en mi culo.
—Warren —suspiro, mis manos se acercan a él. Tanto como quiero su boca sobre mí,
quiero más su polla adentro mío. —Fóllame —suplico.
22
—Oh, preciosa, ¿es eso lo que quieres? ¿Quieres que te folle el culo sin nada? —Sonríe, blan-
diendo una cuchilla en su otra mano. —Podemos hacer nuestro propio lubricante —comenta,
cortando el interior de mi muslo. Siseo, mordiéndome la mejilla, sin querer gritar y alertar a
los demás dondequiera que estén.
Llevándose el cuchillo a la palma de la mano, se corta, arrastrando la palma ensangrentada
por el corte de mi muslo.
—Estás tan hermosa cubierta de sangre.
Jadeo, mirando cómo se abre los pantalones, acariciándose la polla con la palma ensangren-
tada. No tengo tiempo de reaccionar antes de que presione la cabeza de su polla en mi entrada.
—Joder, ay, ay. —Aprieto los dientes por el ardor mientras estira mi agujero. Mi visión se
nubla, el dolor casi apoderándose de mí.
—Respira —susurra Warren al oído. —Respira, bonita. Será mejor si te relajas, y me dejas
entrar.
Asiento con la cabeza y miro fijamente a mi dulce hermanastro. Recorro con mis manos
debajo de su camisa, mis uñas se clavan en su piel, amando que dándole también un poco de
dolor. Centímetro a centímetro, Warren se introduce dentro de mí, y cuando finalmente se en-
tierra hasta la empuñadura, puedo respirar. Todavía es difícil y muy doloroso, pero sin embargo
estoy viva. —Qué buena chica —elogia, con las manos alrededor de mi cabeza, sus labios casi
rozan los míos. —Lo has hecho muy bien.
Sonrío contra sus labios, sus caderas se sacuden contra las mías. Entrando y saliendo Warren
no pierde el tiempo, sus embestidas se vuelven violentas y un escalofrío recorre desde mis pies
hasta concentrarse en mi centro. El orgasmo me atraviesa y me lleva al éxtasis.
—¡Joder, sí! —grita Warren, sujetándome de la garganta, su empuje tan violento que apenas
puedo aguantar. Su mano se introduce entre nuestros cuerpos. El leve roce de su dedo en mi
clítoris me envía a otro orgasmo arrollador. Y me desvanezco, flotando en el espacio. —Sé mi
niña buena y toma toda mi carga. Tómalo todo mi semen como sé que puedes.
Estoy asintiendo, jadeando, los dos haciendo tanto ruido que estoy segura de que pueden
oír dondequiera que estén. Warren gruñe, sus embestidas irregulares e intensas... hasta que de

23
repente se sacude, golpeándome con sus labios. Su carga se derrama dentro de mi culo.
Apenas soy consciente cuando sale de mí, y me levanta en brazos, me acurruco aún más en
su pecho. Su calor me envuelve y me dejo llevar en un sueño tranquilo.
6
Oakley

Me despierto de golpe. Parpadeo hasta que mis ojos se adaptan lentamente y miro direc-
tamente a sus ojos color avellana. Su pelo rubio, aunque todavía peinado hacia atrás, está un
poco revuelto. 24
Su mandíbula afilada se mueve de un lado a otro, esos perfectos rasgos masculinos me hacen
detenerme y mi coño se humedece de nuevo. Ninguno de los dos habla. Nos quedamos tum-
bados allí, con su aliento acariciándome la cara.
Le sonrío, sabiendo que parezco un desastre, pero a él le da igual. Sin embargo, Warren no
me sonríe cálidamente como solía hacer. En lugar de eso, frunce el ceño y vuelve a presionar
furioso su mandíbula. Abro la boca para preguntarle cuál es el problema cuando sacude la ca-
beza y se me adelanta. —¿Estás bien?
—Sí. —Frunzo el ceño, confundida por lo que lo tiene tan molesto.
—Estabas sangrando —comenta Knox, apartándome un mechón de pelo de la cara.
—Sangro una vez al mes —intento bromear, pero no lo logro cuando no sonríe, ni siquiera
pone los ojos en blanco. Al parecer habla muy en serio.
—Knox... —suspiro.
—Oakley —gruñe, empujando su muslo entre mis piernas, acercándome a él. —Estabas
sangrando mucho.
Resoplo e intento no ofenderme. Está preocupado. No debería estar molesto por ello. Knox
nunca ha sido de los que muestran cuando las cosas le afectan, pero por alguna razón mi san-
grado lo ha hecho.
—¿Qué tan malo es malo? —aclaro.
—Te destrocé el coño, Oakley.
—Lo disfruté, Knox.
—Warren te cortó y también hay un pequeño desgarro en tu culo. No debería haber sido
tan duro. —Sentada, cierro los ojos y mis mejillas enrojecen de furia. —Yo quería que lo
hiciera, Knox. Le pedí que sólo me follara. Warren iba a tomarse su tiempo y ser cuidadoso
conmigo, pero fui la que lo presionó para que me tomara.
Knox se sienta a mi lado, sus labios contra mi cuello. Inhala, exhala contra mi piel, provo-
cándome escalofríos. —¿Al menos lo disfrutaste? —insiste chupándome el cuello.
Gimiendo, encorvo mi cuerpo y me subo encima de él. De un solo golpe lo introduzco en
mi coño. Me escuece y el aire se atasca en mis pulmones. Con un gruñido de esfuerzo Knox me
agarra por detrás de la cabeza y tira de mí con tanta fuerza que casi chocamos nuestras frentes.
—Te he hecho una pregunta —regaña.
25
—Me ha encantado —confieso, levantando las caderas hasta que apenas su punta queda
dentro, los dos gemimos cuando bajo.
7
Warren

Oakley grita desde la habitación, diciéndonos a Liam y a mí lo que están haciendo. Em-
pujando la puerta entramos para verla tumbada encima de Knox, con la cabeza apoyada en su
cuello. mientras él la penetra. Ella gime enérgicamente, su cuerpo balanceándose. 26
—Es preciosa, ¿verdad? —susurra Liam desde atrás. Asiento con la cabeza, porque tiene razón,
lo es. No es sólo porque la piel pálida de su culo muestra las marcas rojas de mis manos están al
aire, sacudiéndose por los movimientos de Knox dentro y fuera de ella. Las manos de Liam re-
corren mi estómago desnudo, metiendo su mano dentro de mis pantalones, buscando mi polla.
Tarareo en aprobación cuando su mano roza la punta y su aliento caliente acaricia mi piel.
—¿Te gusta ver a tu hermano follarse a tu hermanastra? —interpela Liam, chupando mi
punto dulce en el cuello. Mis ojos no pierden detalle de mi hermano follándose a nuestra chica.
Porque sí, lo disfruto mucho.
—Warren —grita Knox llamando mi atención. Oakley se aparta de su cuello, mirando por
encima de su hombro. Me golpea la lujuria y una punzada de dolor cuando me doy cuenta de
la sangre manchando sus nalgas.
—No lo hagas —sisea.
Muerdo mi mejilla, odio que sepa lo que estoy pensando. Sé que a ella está de acuerdo con
nuestras torceduras. De hecho, parece que le encantan. Pero odio haberla herido.
—Ven aquí —exige.
Como un perro obediente, doy un paso adelante, la mano de Liam sigue dentro de mis
pantalones. Me tropiezo con la cama y me subo junto a mis hermanos.
—Escúchame y escúchame bien. —Mordiéndome el labio, asiento con la cabeza. —He
disfrutado cada parte de ello. Yo era la que te suplicaba que me follaras a lo bruto. Yo quería ese
dolor. Te lo supliqué. Así que aquí estoy, rogándote de nuevo, con tu gemelo, mi hermanastro,
que tiene ya su polla profundamente dentro de mí. Que quiero que me metas esa enorme polla
en el culo y hagas de esta la mejor mañana de Navidad que he tenido nunca.
No tiene que decírmelo dos veces. Me quito los pantalones, me arrodillo detrás de ella, pre-
sionando una mano contra el centro de su espalda. —Prométemelo.
—¿Qué? —dice, apoyando la cabeza contra el pecho de Knox.
—Prométeme que me dirás si te duele demasiado. —Presiono mi polla contra su agujero,
empujando ligeramente.
Oakley se tensa un momento antes de inspirar hondo y soltarlo lentamente. —Lo prometo.
—Espoleando hacia adentro, apenas puedo aguantar, cuando ella intenta adaptarse. Puedo

27
sentir la polla de mi hermano al otro lado de una pequeña membrana. Está tan llena, tan llena.
Aceptándonos a ambos tan bien. Pura felicidad.
—Liam —solloza, su mano lo busca. Él aparece a su lado, desnudo en toda su gloria.
—Mi pajarito —murmura.
Oakley rodea la longitud de su polla con su delicada mano. Abre la boca en una invitación
y Liam la alimenta con su polla, sin parar hasta que llega al fondo de su garganta.
En el momento en que se atraganta, su cuerpo se convulsiona, apretándose alrededor de mi
polla y de la de Knox. —Mierda —gruño al mismo tiempo que Knox sisea—: Joder con la
inocente palomita.
Y Liam arrulla—: lindo pajarito.
No sé quién empezó a moverse primero o quién fue el último. Pero los tres encontramos
un ritmo. Knox empuja hacia arriba cuando yo casi salgo, y viceversa. Liam hace que ella se
atragante y su cuerpo se sacude por nuestro movimiento. La habitación se llena de cuatro ge-
midos diferentes, todos nosotros disfrutando de ella. La pierna de Oakley y su cuerpo se relaja
mientras se corre. La saliva le cae por la barbilla, Liam apenas la deja para jadear aire, dándole
sólo unos segundos antes de que yo vuelva a meterme entre sus nalgas, para que luego nuestro
amigo vuelva a introducirse entre sus labios carnosos.
—Eres nuestra niña buena —alaba Knox. Le separa las nalgas, tratando de ver mi polla
follándola con el culo abierto.
Oakley intenta hablar, pero no puede, su grito sale de su garganta, pero queda amortiguado
por la carne de Liam. Siento cómo su culo me aprieta mientras se corre por segunda vez. Una
mirada a Knox y sé que él está cerca. Miro a Liam, con su cabeza echada hacia atrás, y sus
movimientos desacompasados justo antes de que él se retire de su cálida boca con un gruñido.
—Joder —ruge Liam. —Ese es mi pajarito, tomando mi semen, dónde...
—Dámelo todo —interrumpe Knox.
Eso es todo para Liam. Se empuja tan lejos, que me sorprende que sus bolas no estén
dentro de la boca de Oakley. En el momento en que se retira, el semen le cae por la barbilla,
mi hermano tira de ella acercándola hacia él. Veo como nuestra inocente palomita abre la boca,
alimentando a Knox con la corrida de Liam. Es entonces cuando Knox se sacude, derramando
su semen dentro de ella.
—Joder, qué caliente. —Liam ríe entre dientes, tumbándose a nuestro lado. Su polla sigue

28
dura, no es que sea sorprendente. Siempre la tiene dura cuando está cerca de ella. Oakley se
echa hacia atrás, jadeando. Agarrando un puño lleno de pelo, la jalo hacia arriba para que su
espalda golpee contra mi pecho.
—¡JODER! —grita, mi polla se aloja más profundamente dentro su culo. —Mi-mierda. Estoy
tan jodidamente llena —respira, inclinando su cabeza hasta descansarla contra mi hombro.
—Tan hermosa —digo, presionando mis labios contra los suyos. Con la respiración agitada
me muevo más rápido, persiguiendo mi orgasmo. Puedo sentir cuando Knox o Liam tocan su
clítoris porque ella se sacude, lanzando su culo hacia mí, jadeando y luchando contra mi lengua.
—Córrete, pajarito —exige Liam.
Abro los ojos y veo una mano moviéndose sobre sus tetas, apretando y pellizcando sus
pezones.
—Joder, voy a correrme —susurro contra sus labios.
—Córrete dentro de mí, hazlo. Márcame como tu puta y córrete dentro de mí, Warn. —
Metiendo su lengua en mi boca, me entrego y no puedo contenerme. Su culo drena mis bolas,
mi corrida sale disparado dentro de ella.
Oakley cae sobre el pecho de Knox, expulsándome de su apretado culo y me siento viéndola
gotear mi semen. Sonriendo, retrocedo, mi boca desciende a su agujero, chupando con mi boca
toda la carga que le dejé. Tarareo y me retiro. Voy a tragar cuando Liam me sujeta la barbilla,
sacudiendo la cabeza. Levanto la cara y él me sonríe antes de acercar su boca a la mía. Su lengua
roza dulcemente mis labios, buscando entrar. Al instante su lengua penetra mi boca arrastrando
mi corrida y los jugos de Oakley a su boca.
—Joder, eso se ve súper caliente —murmura Oakley. Echándose hacia atrás, cierra sus ojos
y una sonrisa de felicidad se instala en sus labios.
—Shh, duerme palomita —arrulla Knox, frotándole la espalda. No le toma más que unos
minutos en dormirse plácidamente.

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EPÍLOGO
Oakley

—Feliz Navidad, hermosa. —La voz de Warren se filtra en mi sueño. Sonrío contra el pecho
de alguien, con la baba acumulándose vergonzosamente alrededor de mi boca. Mis ojos se
abren de golpe, inmediatamente atraídos por el más dulce de mis gemelos. 30
—Joder —susurro, mi aliento matutino haciendo acto de presencia. Me tapo la boca con
una mano, intento sentarme, alejarme un poco y no tener mi cara tan cerca de la suya.
—¿Adónde vas? —gruñe, apretando los brazos alrededor de mi cuerpo.
—Aliento matutino —contesto entre dientes.
—¿Crees que eso me importa una mierda? —chasquea, apartándome la mano.
Me tira hacia abajo y acerca su boca a la mía. No me resisto, ni siquiera cuando me exige
que la boca, dejando que me domine de la mejor manera.
—Joder, nos vamos a comprarle el desayuno y es él quien se lleva el amor —ironiza Liam
entrando en la habitación.
Me alejo y miro por encima del hombro, con una sonrisa en la cara cuando veo el paquete
de Krispy Kreme con las donas y el café de mi cafetería favorita.
No estoy segura de cómo lo han conseguido, ya que hoy es… Navidad.
—¡No puede ser! —exclamo alarmada, levantándome de la cama. Hago una mueca de
dolor, por el ardor que se dispara desde mi coño hasta los dedos de los pies.
Sí que me han follado duro anoche.
—¡Ey! —reprende Liam, rodeándome la cintura con los brazos y levantándome. —Deja de
moverte —gruñe. Me quedo inmóvil y miro hacia él. —¿Qué pasa, pajarito?
—¡Es Navidad! —Como si eso lo respondiera todo. Debería. Pero claro, ellos no lo en-
tienden. —Nuestros padres van a despertar y darse cuenta de que estamos en casa; tenemos que
irnos. Además, quiero abrir mis regalos. —Hago un mohín, rodeando su cuello con mis brazos.
—En primer lugar, sí, pajarito, es Navidad, que casualmente es tu festividad favorita, así
que no te estreses. Te daré azotes en el culo hasta que sangres. Segundo, sólo son las cuatro de
la mañana. Knox lo comprobó y aún no están despiertos. Ni me importaría si lo estuvieran, se
van a enterar de que te estás follando a tus hermanastros y a su mejor amigo de una forma u
otra. Porque si crees que no voy a besarte o follarte al menos una vez más en las próximas horas,
aunque sea frente a ellos ahí te equivocas. Lo mismo piensan los gemelos.

31
No creo que mi sonrisa pudiera ensancharse aún más. Por supuesto, a Liam no le importaría
si nuestros padres lo vieran violándome. Probablemente lo disfrutaría. Todos ellos lo harían.
Y no puedo decir que yo tampoco me opondría. Quiero que todos sepan que les pertenezco
tanto como ellos son míos. —Tienes razón —acepto, presionando un suave beso en su mejilla.
—Claro que la tengo. —Sonríe Liam. Me sostiene con una mano y saca algo de su bolsillo
trasero ofreciéndomelo. —Pero primero, abre esto.
Al arrancárselo de las manos, estoy más atontada que un niño con tarta de chocolate el día
de su cumpleaños. Abro el sobre y saco los papeles con el ceño fruncido, confusa ante lo que
leo. Tardo unos minutos en darme cuenta que estoy leyendo, aunque la palabra en la parte
superior lo delata.
—Estoy confusa... ¿Cómo? ¿Por qué? —Se me llenan los ojos de lágrimas. Odio llorar como
niña, especialmente delante de ellos, pero no puedo evitarlo.
—Es fácil, una pequeña firma, mucho dinero y un juez corrupto dispuesto a hacerlo. —Sa-
cudo la cabeza, mientras una lágrima resbala por mi mejilla.
—No puedes decir que no, ya está hecho. Y no lo voy a anular.
—Mmm —tarareo, apretando el certificado de matrimonio contra mi pecho. —Me en-
canta. Pero no... —Miro a los gemelos, odiando que se queden fuera.
—Oh, no te preocupes por eso —dice Knox, acercándose. Presiona sus labios contra mi sien.
—¿Qué les pasa a ustedes dos? Estoy casada con Liam, no quiero que se queden afuera. —
Hago un mohín decepcionado. —No creas que no estoy agradecida Liam, lo estoy. Me encanta
esto, pero... —suspiro.
—Bueno... —Warren me dedica su sonrisa diabólica, la que siempre hace que me hume-
dezca, dispuesta a montarlo. —Knox va a darte tu primer hijo.
—Guau. —Mis ojos se abren de par en par, cayendo inmediatamente a mi estómago. Nunca
pensé en tener hijos, pero la idea de estar embarazada de Knox. Hace que las mariposas revolo-
teen en mi estómago, y un escalofrío de anticipación hormiguee en los dedos de mis pies. Pero
cuando miro a Warren, no sé qué pensar o decirle.
—No me vengas con esas. —Warren me toma de los brazos de Liam. —Ya tengo una de tus
primeras veces. —Sonríe.
—¿Qué, de mi culo? —Frunzo el ceño. —No puede ser tan genial. Estoy casada con Liam,
quedándome embarazada de Knox primero, ¿y qué consigues tú? ¿Sólo mi jodido culo? —siseo,

32
haciendo puchero como una niña.
De repente me arrojan a la cama, Warren se arranca la ropa, empujando mis piernas abiertas
antes de golpear su polla dentro mi coño de un solo empellón.
—Te juro que, si se queda embarazada de tu hijo primero, Warn —advierte Knox en algún
lugar detrás de nosotros. Ninguno de nosotros presta atención, no cuando su polla está llenán-
dome, haciéndome temblar.
—Liam puede ser tu marido, Knox puede ser el padre de tus hijos primero, pero ¿sabes qué
obtengo yo primero? —Empujando su polla más profundo y más duro, hace que me mueva en
la cama contra la pared. —Dímelo —exige cortándome la respiración. Sé lo que quiere, porque
hemos estamos tan cerca de decirlo. Pero las emociones son tan crudas, demasiado reales. Pero
las siento, y sé que él también.
—Dime —gruñe. Su mano me rodea la garganta, cortándome el oxígeno. Mis uñas se
clavan en su culo, atrayéndolo hacia mí. Lo necesito más cerca y más duro. Siento cómo se
acerca mi orgasmo. Mi coño apretándose alrededor de su longitud.
—No te correrás hasta que me lo digas. Te excitaré durante el resto de tu jodida vida. Te
romperé los dedos para que no puedas tocarte, y cuando creas que te has escapado, te arrastraré
de nuevo —amenaza. Forzando a abrirse mi boca, me escupe en la lengua y mete cuatro dedos
dentro. Me atraganto con su mano y me saltan las lágrimas.
—¡Ahora dímelo, joder! —grita, moviendo el dedo durante dos segundos.
—¡TE AMO! —sollozo, sus dedos vuelven a entrar en mi boca.
—Tan buena paloma, mi obediente putita, ahora córrete para tu hermanastro. —Me pe-
netra de golpe, golpeando mi punto G causando que mi orgasmo me desgarre. Warren me
sigue vaciándose dentro de mí.
Puedo oír vagamente a Knox maldiciéndolo por haberse corrido dentro de mí.
Ninguno de los dos se molesta, porque incluso si Warren me dejara embarazada, no habría
forma de que supieran quién es el padre.
—Eres nuestra —jura Liam, arrancándome la boca de Warren. Es duro y poderoso. Knox
me separa de Liam, volcando todo lo que tiene en reclamar mi boca.
Los tres pueden ser peligrosos, un poco psicópatas, y posiblemente les encante intimidarme.
Pero no los cambiaría por nada.
Knox, Warren y Liam eran míos desde el inicio. Igual que yo siempre les pertenecí. Incluso

33
si me querían solo para destrozarme.

Fin
SOBRE LA AUTORA

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Ryan Mundy es una joven escritora de veinticinco años que actualmente vive
en Carolina del Sur, aunque se le puede encontrar viajando por las rutas de Mi-
chigan. Cuando no está perdida en diálogos con los personajes que pululan en
su cabeza, se le puede encontrar viendo una y otra vez los capítulos de sus series
favoritas mientras se toma su millonésimo café del día.
CRÉDITOS
TRADUCCIÓN Y CORRECCIÓN

Evil Babe

LECTURA FINAL

Lady Dinamite

DISEÑO

Evil Babe
35

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