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La vida del médico vienés Sigmund Freud se extendió a lo largo de la segunda mitad del
siglo XIX y la primera mitad del XX y legó un cambio importante en la manera de entender
algunos de los conceptos básicos de la personalidad humana.
Freud, médico y psiquiatra, comenzó su carrera en Viena. Después de cursar sus estudios en
la facultad de medicina, inició su práctica privada y se especializó en los trastornos nerviosos.
Pero antes de que pasara mucho tiempo se encontró con pacientes cuyos trastornos carecían
de sentido neurológico. Al advertir que la hipnosis también podía producir los síntomas que
presentaban los pacientes, Freud se preguntó si podían responder a causas psicológicas más
que fisiológicas.
Con el propósito de explorar las posibles raíces psicológicas de los trastornos nerviosos,
Freud pasó varios meses en París estudiando con Jean Charcot, un neurólogo francés que
usaba la hipnosis para tratar a los pacientes que padecían estos trastornos. Al regresar a Viena,
Freud comenzó a hipnotizar a sus pacientes, y les alentaba, mientras estaban hipnotizados, a
hablar libremente de ellos mismos y de las circunstancias que rodeaban el comienzo de sus
síntomas, y a veces descubría que estos se atenuaban o incluso desaparecían. De ese modo,
Freud “descubrió” el inconciente. Al agrupar las distintas versiones de los pacientes a cerca
de sus propias vidas, llegó a la conclusión de que síntomas como la perdida de sensación en
una mano podía ser consecuencia de, por ejemplo, el temor a tocarse los genitales, o que la
ceguera o la sordera podía ser resultado del deseo no ver ni oír algo que provocaba intensa
ansiedad.
Dada la desigual capacidad de los pacientes para la hipnosis, Freud se valió de la asociación
libre, consistente en decir al paciente que se relajara y dijese lo que le venía a la mente, por
muy embarazoso y trivial que le pareciese. Freud creía que la asociación libre establecía una
cadena de pensamientos que conducía al inconsciente del paciente, de modo que así podrían
recuperarse y librarse recuerdos inconscientes dolorosos, a menudo originados en al niñez.
Freud denominó Psicoanálisis a este proceso.
La concepción psicoanalítica de la personalidad elaborada por Freud
se basa en su creencia de que la mente es como un iceberg (la mayor
parte está oculta). Nuestro conocimiento conciente es la parte del
iceberg que flota sobre la superficie. Bajo la superficie hay una
región inconciente mucho más grande, que incluye pensamientos,
deseos, sentimientos y recuerdos, de los que no tenemos conciencia
plena. Almacenamos provisionalmente algunos de estos
pensamientos en el área preconciente, de la cual podemos extraerlos
a voluntad para llevarlos al conocimiento conciente. A Freud le
interesaba mas la masa de pasiones y pensamientos que reprimimos,
mediante la fuerza impedimos que entren en nuestra conciencia, porque conocerlos seria
demasiado doloroso. Aunque no tenemos un conocimiento conciente de estos sentimientos y
estas ideas inquietantes, Freud creía que influyen enérgicamente sobre nosotros. A su juicio,
nuestros impulsos no reconocidos se expresan a través de diferentes disfraces, como el
trabajo que elegimos, los hábitos cotidianos, los síntomas inquietantes, etc. Así, el
inconciente se infiltra en nuestros pensamientos y actos.
Freud creía entrever el inconciente no solo en las asociaciones libres, las creencias, los
hábitos y síntomas de la gente sino también en sus sueños y en sus errores verbales y escritos.
También las bromas eran a su juicio un modo de expresar las tendencias sexuales reprimidas
y agresivas. Para el determinista Freud, nada era casual. Afirmaba que los sueños son una
manifestación importante de los deseos inconcientes de la gente. Creía que el contenido
recordado de los sueños, su “contenido manifiesto”, es una expresión censurada de estos
deseos, el “contenido latente”. Para Freud los sueños eran la vía real que lleva al inconciente.
Mediante el análisis de los sueños de la gente, Freud creía que podría revelar la naturaleza de
sus conflictos internos y liberar sus tensiones íntimas.
Ahora bien, se puede definir a la Conciencia como la capacidad o facultad del yo de
percibirse a sí mismo y al mundo que lo rodea. Puede ser considerada como una cosa o
recipiente que contiene las funciones tales como la percepción, atención, memoria,
imaginación. Estas serian las funciones de la conciencia. También puede ser considerada
como acto a través del cual el yo trasciende al exterior, hacia lo que está afuera de sí mismo.
La conciencia tiene una función importantísima en tanto permite la discriminación de lo real,
exterior al sujeto y de ciertos procesos corporales internos. Freud la sitúa en la periferia del
aparato psíquico, como encargada de recepcionar los datos provenientes del exterior
(estímulos externos), como también del mundo interior (sensaciones, sentimientos). Da lugar
al criterio de realidad. Otro significado de la conciencia se refiere a la función ética o
normativa, al conocimiento del bien que debemos hacer y del mal que debemos evitar.
El Preconsciente designa lo que es débilmente consciente o que se haya por debajo del nivel
de consciencia. Se refiere a los contenidos que no están en el campo actual de la conciencia
pero que con un esfuerzo de atención o voluntad pueden ser traídos a ella. Por ejemplo
aquellos contenidos guardados en la función de la memoria.
El Inconsciente es todo contenido psíquico que esta fuera del campo actual de la
consciencia. Está constituido por contenidos psíquicos reprimidos, es decir a los que les ha
sido negado el acceso a los sistemas preconsciente y consciente. Buscan siempre acceder a
esos sistemas para lograr su satisfacción a través de la acción motriz, pero solo lo logran de
manera disfrazada ya que lo separa de esos sistemas una censura que impide que se
satisfagan y aparezcan tal cual son. De esos procesos resultan los síntomas, actos fallidos,
lapsus y sueños.
Estructura de la personalidad
A juicio de Freud, la personalidad humana, sus sentimientos, anhelos y sus ideas, se originan
en un conflicto entre nuestros impulsos biológicos agresivos, de búsqueda de placer, y las
limitaciones sociales que los contrarían. A su pensar, la personalidad es el resultado de
nuestros esfuerzos por resolver este conflicto básico: expresar tales impulsos de tal modo que
aporten satisfacción sin acarrear también culpabilidad o castigo.
Freud formuló la teoría de que el conflicto se centra en tres sistemas interactuantes: el ello,
el yo y el superyó. Como la inteligencia, y la memoria, se trata de conceptos psicológicos
abstractos que pueden ayudar a explicar la dinámica de la mente.
El ello es una reserva de energía psíquica inconsciente que trata constantemente de satisfacer
los impulsos básicos orientados hacia la supervivencia, la reproducción y la agresión. El ello
opera sobre el principio de placer. Estos procesos persiguen la consecución de placer y su
actividad psíquica se retrae de aquellos actos que puedan engendrar displacer (represión).
Dentro del Principio de Placer debemos incluir los sueños nocturnos y la tendencia humana
de apartarse de las impresiones penosas, siendo evidente que este principio se localiza dentro
del Ello ya que nuestro estado de reposo psíquico se ve perturbado por las exigencias internas,
las más primitivas. Si la realidad no lo reprime, busca su gratificación inmediata y desconoce
las demandas de la realidad. Por ejemplo, los recién nacidos, dominados por el ello, lloran
pidiendo satisfacción tan pronto experimentan una necesidad, sin que les importe en absoluto
las condiciones y los reclamos del mundo exterior.
Cuando el yo se desarrolla, el pequeño aprende a lidiar con el mundo real. El yo opera sobre
la base del principio de realidad, que intenta gratificar de manera realista los impulsos del
ello para obtener un placer a largo plazo en lugar de sufrimiento o destrucción. Este
contrapesa el Principio de placer. Así como éste tiende a la satisfacción inmediata, el de
Realidad se apoya en la realidad externa y en la experiencia personal, buscando el equilibrio
o la distensión por caminos distintos a la satisfacción inmediata. Así la sed puede exigir la
satisfacción inmediata por medio de un vaso de cerveza fría, por ejemplo (Principio de
placer), pero la experiencia del individuo u otras normas por él aceptadas pueden exigir otro
modo de hallar el equilibrio eliminando o al menos disminuyendo sustancialmente la tensión
surgida. Así, en el ejemplo anterior, podrá contentarse con una bebida no alcohólica a
temperatura ambiente, con una fruta, etc.
El yo decide acerca de nuestros actos cuando media entre las demandas impulsivas del ello,
la exigencia restrictiva del superyó, y los reclamos de la vida real correspondientes al mundo
externo.
A partir de los cuatro o cinco años, el yo de un niño reconoce las demandas del superyó. El
superyó es la voz de la conciencia que obliga al yo a considerar no solo lo real sino también
lo ideal. Su única finalidad señala como uno debería comportarse. El superyó se desarrolla a
medida que internalizados las normas morales y los valores de los padres y la cultura, de
modo que alimentamos nuestro sentido del bien y del mal y nuestros ideales. Busca la
perfección y juzga nuestros actos determinando sentimientos positivos de orgullo o negativos
de culpa.
Como las demandas del superyó se oponen a menudo a las del ello, el yo lucha para
reconciliarlos.
Según Freud, gracias al proceso primario el Ello consigue la satisfacción con la realización
de los instintos y deseos. Los procesos primarios son inconscientes y se manifiestan
fundamentalmente en el sueño. Los procesos de elaboración onírica (condensación,
desplazamiento...) son procesos primarios. Por otra parte, las actividades y procesos del Yo
gracias a los cuales el sujeto consigue integrarse y adaptarse al medio constituyen el proceso
secundario. La percepción, el pensamiento, el recuerdo son ejemplos del proceso secundario.
Desarrollo de la personalidad.
El análisis de las historias de sus pacientes convenció a Freud de que la personalidad se forma
durante los primeros años de vida. Los síntomas de los pacientes parecían arraigar
constantemente en los conflictos no resueltos en la temprana niñez.
Freud llegó a la conclusión de que los niños pasan por una serie de etapas psicosexuales,
durante las cuales las energías de búsqueda del placer del ello se concentran en áreas
corporales peculiares sensibles al placer denominadas “zonas erógenas”.
Etapa oral (desde el nacimiento hasta los 18 meses): La boca es la zona erógena preeminente
y procura al bebé no sólo la satisfacción de alimentarse, sino sobre todo el placer de chupar.
Es decir, de poner en movimiento los labios, la lengua y el paladar en una alternancia rítmica.
Los placeres sensuales del niño se concentran en actos como chupar, morder y masticar.
Etapa anal (18 meses hasta 3 años): en esta época la fuente principal de placer y conflicto
potencial son las actividades en las que interviene el ano. Con frecuencia representa el primer
intento del niño por convertir una actividad involuntaria en voluntaria. Los niños pueden
experimentar dolor o placer ya sea al retener o al expulsar sus desechos fisiológicos. Los
músculos de los esfínteres adquieren sensibilidad y llegan a ser controlables, y la retención y
la eliminación del intestino y la vejiga se convierten en fuente de gratificación.
Etapa fálica (3 a 6 años): la zona del placer se desplaza hacia los genitales. Freud creía que
durante esta etapa los varones buscan estimulación genital y desarrollan deseos sexuales
inconcientes en relación con la madre y celos y odio hacia su padre, a quien considera un
rival. Los varones se sienten culpables y temerosos de que el padre los castigue, por ejemplo
mediante la castración. Freud denominó Complejo de Edipo a esa colección de sentimientos,
aludiendo a la leyenda griega de Edipo. Aunque algunos psicoanalistas creyeron que las
muchachas sienten un sentimiento análogo, el “complejo de Electra”, Freud no lo creyó así.
Los niños, mas tarde o mas temprano, resuelven estos sentimientos amenazadores
reprimiéndolos e identificándose con el progenitor rival, tratando de ser como él, como si el
niño dijera “si no puedes derrotarlo, únete a él”. A través de este proceso de identificación,
el superyó del niño cobra fuerza, pues incorpora muchos de los valores de sus progenitores.
Freud creía que la identificación con el progenitor con el mismo sexo suministra nuestra
identidad sexual, el sentido del ser varón o mujer.
Período de latencia (desde los 6 años hasta la pubertad): una vez que los sentimientos
sexuales están reprimidos o reorientados, los niños entran en una etapa donde la sexualidad
está adormecida y los niños juegan sobre todos con compañeros del mismo sexo. En este
período se desarrollan fuerzas psíquicas que inhiben el impulso sexual y reducen su
dirección. Los impulsos sexuales inaceptables son canalizados a niveles de actividad más
aceptados por la cultura. Freud le llamaba período de calma sexual.
Etapa genital (desde la pubertad): surge en la adolescencia cuando maduran los órganos
genitales. Hay un surgimiento de los deseos sexuales y agresivos. El impulso sexual, el cual
antes era un impulso autoerótico, busca satisfacer a partir de una interacción genuina con los
demás. Freud creía que los individuos maduros buscan satisfacer sus impulsos sexuales sobre
todo por la actividad genital reproductora con miembros del sexo opuesto.
Mecanismos de defensa.
Si queremos vivir en grupos sociales, no podemos manifestar a voluntad nuestros impulsos
sexuales y agresivos. Tenemos que controlarlos. Cuando el yo teme perder el control de la
guerra interior entre los reclamos del ello y el superyó, el resultado es la ansiedad. La
ansiedad, dijo Freud, es el precio que pagamos por al civilización. Freud propuso que el yo
se autoproteje de la ansiedad con los mecanismos de defensa del yo, que reducen o
reencauzan la ansiedad de diferentes modos, pero siempre deformando la realidad. Algunos
mecanismos de defensa son:
o Proyección: Disfraza los impulsos amenazadores atribuyéndolos a otro. En toda
conducta defensiva existe una ambivalencia (un objeto parcial bueno y otro malo).
En el caso de la proyección la persona proyecta, es decir, atribuye a objetos del mundo
externo características, motivaciones que el desconoce de si mismo. La proyección
puede ser tanto del objeto parcial bueno como del malo. En el segundo caso, el sujeto,
reteniendo el objeto bueno, se sentirá por consiguiente bueno y, y proyectara el objeto
malo, por lo que los demás (tanto personas como cosas) serán los malos. Por el
contrario, si el proyectado es lo bueno, el objeto externo será el bueno y la propia
persona, conservando para si el objeto malo, se sentirá malo, sucio y dependerá del
objeto externo “bueno”. Por ejemplo: esto último suele suceder generalmente en la
violencia familiar. La mujer golpeada (que conserva el objeto malo) se siente
culpable, mala persona y por eso “comprende” la golpiza. El marido, en cambio, en
quien proyecto el objeto bueno, es la persona intachable, buena, a quien tiene que
agradecer excesivamente aun los pequeños favores que le haga. La idea de separarse
o ver a su marido como violento le resulta intolerable, por eso lo ve como bueno y
no puede separarse, depende de el. Nótese como la mujer proyecta su inocencia hacia
el marido, y lo malo, la “culpabilidad” hacia ella misma. Empleando la terminología
de Pichón Riviere, y siguiendo con el ejemplo, el depositario seria el marido, el
depositante la mujer y lo depositado, el objeto bueno que es proyectado.
o Regresión: es la tendencia a retroceder hacia una etapa anterior y más infantil del
desarrollo, en la que aun arraigan algunas de nuestras energías psíquicas. Es la
reactivación en la actualidad de conductas que fueron típicas de épocas o periodos
evolutivos anteriores que ya fueron superadas por la persona. Esto se debe a que el
sujeto se enfrenta a situaciones intolerables o dolorosas. Bleger explica que nunca
son conductas totalmente iguales a las antiguas, sino que son nuevas pero dentro de
un molde que es característico del pasado. Por ejemplo: existen caso de mujeres que
atraviesan la mediana edad que, ante una situación que le resulta insoportable (como
puede ser el darse cuenta que los hijos crecen y que pronto dejaran el hogar) realiza
una regresión a la época de la juventud, y comienza a vestirse, a hablar, a
comportarse como una persona adolescente o de edad considerablemente inferior a
la que posee.
o Desplazamiento: desvía los impulsos sexuales agresivos del individuo hacia un
objeto psicológicamente más aceptable que el que lo originó. En esta conducta
defensiva las características de un objeto que es temido, es difundida (desplazada)
hacia otro objeto que tiene que ver con el objeto malo. Esto permite que se pueda
seguir manteniendo una relación con el objeto sentido como peligroso, pues, como
ya se explico ese temor se desplazo hacia otro objeto que es ahora el temido. Ejemplo:
un niño que hace las tareas y estudia con su madre desplaza su temor hacia ella (que
utiliza medios violentos para que el infante realice los deberes y aprenda las
lecciones) a la maestra, pues la asocia con la actividad que realiza con su madre, en
la cual es maltratado. Véase como el niño teme a la maestra (sin motivo aparente) y
por ello puede continuar relacionándose normalmente con su madre.
o Represión: excluye de la conciencia los pensamientos y sentimientos que provocan
ansiedad. Subyace en los restantes mecanismos defensivos, todos los cuales
disimulan los impulsos amenazadores y evitan que lleguen a la conciencia. Sin
embargo, la represión suele ser incompleta, ya que las ansias reprimidas se
manifiestan escondidas en los símbolos oníricos y los errores verbales. En esta uno
de los objetos parciales y todo lo ligado a el, queda excluido de la conducta actual,
limitando la capacidad funcional del Yo. El objeto parcial no deseado o visto como
malo es totalmente excluido de la conducta. Esta represión puede también ser respecto
a un área corporal. Ejemplo: un joven que, por la fuerte presión de su familia,
tradicionalmente de médicos, reprime o excluye totalmente sus deseos o vocación de
ser artista, llegando esto a tal nivel que excluye totalmente su verdadera aspiración,
y acepta el seguir estudiando medicina. En este caso, el objeto parcial “malo” es su
vocación de artista, por lo tanto, debe ser excluida, reprimida, para conservar el
equilibrio ante las exigencias de sus padres.
o Conversión: en la conversión, un objeto parcial es fijado como conducta en un área
especifica del cuerpo. Es también llamada somatización, porque justamente uno de
los términos del conflicto es convertido en síntomas o manifestaciones orgánicas, del
cuerpo. Por ejemplo los ataques de pánico. Estos, producidos cuando un objeto
parcial sentido como malo o temido, por ejemplo el estar en un lugar encerrado con
mucha gente en su interior, se somatiza en palpitaciones, sudoración en las manos y
cara, dolor de estomago, temblor generalizado en el cuerpo, etc.
o Racionalización: permite generar inconcientemente explicaciones autojustificativas,
de modo que ocultamos a nuestros propios ojos los verdaderos motivos de nuestros
actos. Es una forma de negación en la que se dan razones o argumentos que encubren
la verdad que no se quiere aceptar para evitar la frustración, dolor, conflicto. Por
ejemplo: es típico que esta conducta defensiva se presente cuando, en la
adolescencia, una chica siente atracción por un chico, y, cuando descubre que este
esta de novio con otra, racionaliza diciendo: “ ¡no se que le vi.! En verdad no es tan
lindo y encima es re tonto… menos mal que se fue con ella”, encubriendo con esto la
realidad, que todavía sigue enamorada de el, pero con esto se “autoconvence” de lo
contrario.
o Formación reactiva: el yo inconcientemente determina que los impulsos
inaceptables se parezcan a sus contrarios. Se da en personas que luchan internamente
con tendencias perversas, extremando la conducta del objeto bueno. Ejemplo: una
mujer con tendencia a la infidelidad se convierte en principal censuradora de las
mujeres infieles. Entonces, toma la fidelidad y la extrema, convirtiéndose en la
esposa perfecta, atenta, cariñosa y dulce que jamás engañaría a su marido.
o Sublimación: es la transformación de los impulsos inaceptables en motivaciones
socialmente validas. Por consiguiente, la sublimación es una forma social adaptativa,
e incluso puede ser el resorte de grandes realizaciones culturales y artísticas. Permite
la solución de la ambivalencia haciendo que se canalicen armónicamente y de forma
socialmente aceptada el objeto bueno y malo y la parte del yo respectiva a cada uno.
Por ejemplo: me permito aquí citar una caso que adquirió trascendencia pública. El
psicólogo Corsi, quien integró sus impulsos de pedofilia (Atracción erótica o sexual
que una persona adulta siente hacia niños o adolescentes) en una actividad
socialmente aceptada, la de investigador experto en abusos sexuales infantiles.
Por otra parte, en el terreno psicoanalítico se define como transferencia al peculiar fenómeno
mediante el cual un paciente proyecta inconscientemente sobre su analista sentimientos,
vivencias y emociones infantiles. De acuerdo a lo dicho, una persona verá en su terapeuta, y
experimentará hacia él o ella, los mismos deseos y prejuicios que tuvo hacia sus padres y/o
personas significativas de su infancia, sin tener claro porqué lo hace. Se sentirá entonces
enamorado, rechazado, experimentará angustias, temores y anhelos, que le resultan difíciles
de expresar y mucho menos entender.
En el otro lado de la mesa, experiencias similares están siendo constelizadas, el terapeuta (ser
humano con historia e inconsciente, al fin y al cabo) también proyecta sus vivencias sobre el
analizando, a este fenómeno se lo llama contratransferencia.
Para Freud el fenómeno de la transferencia constituye el "Alfa y Omega" de la relación
analítica, es decir, el principio y el fin del proceso de análisis. Para muchos de sus seguidores
esto sigue siendo cierto. El entorno terapéutico brinda un medio seguro y confiable para que
estas emociones puedan ser desarrolladas, integradas, metabolizadas y elaboradas
conscientemente. Parte del proceso analítico consiste en actualizar la realidad. Que la persona
conflictuada pueda hacer consciente su pasado y en esa forma deje de repetir patrones
infantiles de conducta.
Para el psicoanálisis ortodoxo, léase freudiano, la condición transferencial se confina en el
contexto terapéutico, y es deseable, para la cura que el paciente desarrolle una "Neurosis de
transferencia" por ella el paciente puede hacer la experiencia emocional correctora que le
permitirá superar sus dependencias y temores.
Como se podrá conjeturar, este método terapéutico, que ha demostrado su eficacia, a pesar
de sus detractores, encierra peligros que no se escapan a la percepción del lector inteligente.
Es por ello que para ser psicoanalista se requieren largos años de estudios, un profundo
proceso de análisis personal y una condición ética muy estricta; aparte, naturalmente, de una
razonable salud mental.
Evaluación del Psicoanálisis.
Aunque Freud muchas veces cambió de opinión, se mantenía firme en sus ideas y principios,
incluso en presencia de duras críticas. A pesar de su carácter polémico, sus escritos pronto
atrajeron apartidaros que formaron un círculo íntimo alrededor del líder. De vez en cuando
saltaban chispas, y algunos de los miembros se alejaba o se les proscribía. Pero incluso las
ideas de los proscriptos reflejaban las ideas de Freud. Estos psicoanalistas precursores y otros,
a quienes ahora llamamos “neofreudianos”, aceptaron las ideas fundamentales de Freud: las
estructuras de la personalidad, es decir el ello, el yo y el superyó, la importancia del
inconsciente, la plasmación de la personalidad en la niñez y la dinámica de la ansiedad y los
mecanismos defensivos. Pero discrepaban con Freud en dos aspectos importantes. Primero,
atribuyeron más importancia al papel de la mente consciente en la interpretación de la
experiencia y la relación con el medio. Lo que es mas, dudaron de que el sexo y la agresión
fueran motivaciones absolutas. En cambio, atribuyeron más importancia a motivaciones más
elevadas, y a las interacciones sociales.
Alfred Adler y Karen Horney coincidieron con Freud en que la niñez es importante, pero
creían que las tensiones sociales, no sexuales, de la niñez eran fundamentales para la
formación de la personalidad. Adler dijo que gran parte de nuestro comportamiento está
determinado por el intento de superar los sentimientos de inferioridad de la niñez, los mismos
que movilizan los esfuerzos hacia la superioridad y el poder. Horney dijo que la ansiedad de
la niñez, provocada por el sentimiento de impotencia del niño dependiente, desencadena el
deseo de amor y seguridad. También se opuso a la premisa de Freud que atribuye a las
mujeres un superyó débil y una “envidia del pene”, y trató de compensar el prejuicio que
percibía en la visión masculina de la psicología.
Erich Fromm y otros “psicólogos del yo”, coincidieron con Freud en que el yo es importante.
Pero al restar importancia a los impulsos sexuales y agresivo, consideraron al yo como algo
mas que un mediador entre el ello y el superyó. Afirmaron que el yo persigue la unidad y el
amor, al verdad y la libertad; esta búsqueda consciente no constituye una simple sublimación
de motivaciones más bajas.
Erik Erikson coincidió con Freud en que el desarrollo se realiza a través de una serie de etapas
críticas, pero creía que son etapas psicosociales y no psicosexuales.
A diferencia de estos neofreudianos, Carl Jung, discípulo de Freud que se convirtió en
opositor, atribuyó menos importancia a los factores sociales y coincidió con Freud en que el
inconsciente ejerce una influencia poderosa. Pero a juicio de Jung, el inconsciente es algo
más que los pensamientos y sentimientos reprimidos de una persona. Creía que hay también
un inconsciente colectivo, una reserva común de imágenes procedentes de las experiencias
universales de nuestros primeros antepasados.
El Enfoque Humanista
Exploración del yo
Factores
personales/
cognitivos
• Diferentes personas eligen diferentes
ambientes
• Nuestras personalidades conforman el modo en que interpretamos los hechos y
reaccionamos frente a ellos.
• Nuestra personalidad ayuda a crear situaciones ante las cuales reaccionamos. Si
esperamos que alguien se enoje con nosotros, es posible que dispensemos un trato
frío a la persona en cuestión, con lo cual provocaremos precisamente el
comportamiento que esperamos.
Somos simultáneamente el resultado y los artífices de nuestro ambiente. La conducta surge
de la interacción de las influencias externas e internas. En cada momento, nuestra conducta
está determinada por nuestras experiencias y nuestros genes, nuestro ambiente y nuestra
personalidad.
Control personal
Cada uno de los enfoques presentados puede enseñarnos algo. Todas las teorías son miradas
parciales de la realidad, ya que rara vez un solo enfoque de un tema dado nos aporta el cuadro
completo.