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GRUPO DE INVESTIGACIÓN EN FILOSOFÍA

Índice

Prólogo……………………………………………………........9

La “cuestión de la democracia” en el trabajo………………19

Las clases sociales en el proceso del Landnahme capitalista.


Sobre la relevancia de la explotación secundaria……….....57

Capitalismo financiero, Landnahme y


precariedad discriminatoria……………………………….109

Precariedad y desintegración social:


un concepto relacional…………………………………...…149

Europa, el Landnahme capitalista y


la doble crisis económico-ecológica……………………….181

“¡Retomar el control!”
Marx, Polanyi y la revuelta populista de derecha………..201

Democracia o capitalismo.
Sobre la societización contradictoria de la política……….241
Klaus Dörre

Prólogo
En la segunda década del siglo XXI, el mundo se ha encon-
trado en un peligroso punto de inflexión. Por un lado, cada
vez está más claro que la globalización neoliberal y el capi-
talismo de mercado financiero que dominaron los viejos
centros capitalistas durante décadas están llegando a lími-
tes inmanentes. Por otro lado, lo nuevo que podría ocupar
el lugar de este tipo de capitalismo aún no está claramente
perfilado. A escala nacional, regional y mundial, estamos
experimentando una constelación que corresponde a la de-
finición clásica de crisis del marxista italiano Antonio
Gramsci (1991): “lo viejo muere y lo nuevo [...] no puede
[...] venir al mundo” (p. 254). Este interregno es aprove-
chado por la derecha radical para ampliar su influencia e
imponer formas autoritarias de gobierno. ¿Cómo se ha po-
dido llegar a esto? ¿Y cuáles son las posibles alternativas?
Estas son las preguntas que abordan los trabajos de tres
décadas que se recogen en este volumen. Por muy diversos
que sean en su orientación temática, los trabajos aquí
reunidos contienen un hilo conductor que caracteriza mi
labor académica. Este hilo conductor puede resumirse en
cuatro términos: acaparamiento de tierras (Landnahme),
precariedad, crisis económico-ecológica doble o de tena-
zas, precariedad y democratización radical de la economía
y trabajo y procesos de producción.

Landnahme es un término que desarrollé basándome en


la teoría de la acumulación de Rosa Luxemburg. Es difícil

9
Prólogo

de traducir al español, al portugués o al inglés (Dörre,


2022; Rojas & Dörre, 2022). Sugiere que no puede haber un
capitalismo “puro” que se reproduzca solo sobre sus pro-
pias bases. En todo caso, tal capitalismo no existe en nin-
guna parte. El capitalismo debe expandirse para existir.
Depende de la ocupación perpetua de un exterior que no
estaba previamente subsumido, o no totalmente subsu-
mido, bajo el intercambio capitalista de mercancías. La di-
námica capitalista expansiva tiene así una doble forma. Un
movimiento se afirma en los lugares de producción de
plusvalía, en las fábricas, en la agricultura completamente
capitalizada y en los mercados de mercancías. Aquí el ca-
pitalismo se reproduce en gran medida sobre sus propios
cimientos. Las transacciones se mueven dentro de los lími-
tes del “intercambio de equivalentes”; “la paz, la propie-
dad y la igualdad” prevalecen como “forma” (Luxemburg,
1975, p. 397). Los mercados capitalistas internos, sin em-
bargo, siguen dependiendo del intercambio con los merca-
dos externos, tanto dentro como fuera de las sociedades
nacionales. En estos mercados no capitalistas, la coerción
económica externa, hasta la violencia directa, la disciplina
y el intercambio desigual, estructuran las interacciones.
Los mercados externos están sujetos a relaciones de domi-
nación, es decir, ni siquiera son formalmente relaciones en-
tre libres e iguales:

Aquí [en los mercados externos] prevalecen como méto-


dos la política colonial, el sistema internacional de bonos,
la política de esferas de interés, las guerras. Aquí se reve-
lan abierta e indisimuladamente la violencia, el fraude, la
opresión y el saqueo, y es difícil encontrar las leyes estric-
tas del proceso económico entre esta masa de actos políti-
cos de violencia y demostraciones de fuerza (Luxemburg,
1975, p. 397).

10
Klaus Dörre

La precariedad del trabajo y de la vida surge como re-


sultado de la doble forma del Landnahme capitalista. La
precariedad se basa en la sobreexplotación. Es un concepto
relacional cuyo marco de referencia son las normas socia-
les y de clase que permiten la explotación capitalista en la
esfera de la circulación como intercambio de equivalentes.
Las interrelaciones entre estas esferas suponen a menudo
el disciplinamiento de los trabajadores fijos por parte de
los sectores precarizados de las clases dominadas. Así, los
trabajadores de agencia están animados por el sueño de
dar el salto a la fuerza de trabajo permanente protegida,
mientras que la pesadilla de los trabajadores permanentes
es volver a caer en una posición de agencia. Pero no hay
nada que teman más los miembros de ambos grupos que
caer en la infraclase socialmente devaluada. De este modo,
se crean en el mundo laboral regímenes de disciplina y
control mutuos, en los que el empleo fijo se convierte en un
privilegio que los trabajadores fijos intentan defender con
uñas y dientes. Resulta asombroso que se puedan encon-
trar mecanismos similares en los países del Sur Global, a
pesar de una estructura social muy diferente con un núcleo
protegido comparativamente pequeño y todas las áreas
más grandes de trabajo precario e informal (van der Lin-
den, 2016). El ejemplo de la industria automovilística ar-
gentina ilustra cómo el trabajo informal se utiliza estraté-
gicamente en las empresas y los hogares para imponer for-
mas de sobreexplotación y permitir ganancias adicionales
(Sittel, 2022). Dado que incluso el empleo precario, pero al
menos regulado contractualmente, como el trabajo tempo-
ral, parece un privilegio desde la perspectiva de los traba-
jadores informales, se puede identificar un mecanismo de
acción específico:

11
Prólogo

La informalidad y la precariedad actúan en la cadena de


valor [...] como dos engranajes de una rueda: las malas
condiciones de trabajo forman parte de las estrategias para
mantener la competitividad de los fabricantes y provee-
dores de automóviles a pesar de una tecnología en parte
obsoleta, unas infraestructuras ruinosas y una mano de
obra poco formada (Schmalz, Berti, Holzschuh, et al., 2013,
p. 43).

La precariedad y la precarización pueden resumirse


como mecanismos de transferencia del Landnahme capita-
lista que son capaces de producir activamente un exterior
de la explotación capitalista que no está totalmente mer-
cantilizado. Las estrategias de explotación correspondien-
tes se dirigen en última instancia al trabajador global total,
y producen activamente un exterior al imponer dentro de
los centros capitalistas, así como en los países (semi)perifé-
ricos, variantes de intercambio desigual que hacen posible
la sobreexplotación de la mano de obra (Puder, 2021) y la
apropiación de recursos naturales baratos de formas siem-
pre nuevas (Moore, 2020, p. 115). Como señala la feminista
marxista Silvia Federici (2004), el capitalismo,

debe justificar y mistificar las contradicciones inherentes a


sus relaciones sociales: su promesa de libertad contrasta
con la realidad de una coacción generalizada, su promesa
de bienestar con la realidad de una miseria igualmente ge-
neralizada. El capitalismo justifica y mistifica tales contra-
dicciones denigrando la “naturaleza” de aquellos a los que
explota, es decir, las mujeres, los súbditos coloniales, los
descendientes de los esclavos africanos y los emigrantes
desarraigados por la globalización (p. 17).

Sin embargo, hay que añadir que este modus operandi del
Landnahme capitalista no puede perpetuarse. La doble cri-
sis económico-ecológica, o mejor dicho, la crisis de tenazas

12
Klaus Dörre

del presente así lo atestigua. La crisis de tenazas significa


que lo que solía ser el medio más importante para superar
el estancamiento económico y pacificar los conflictos inter-
nos en el capitalismo industrial, la generación de creci-
miento económico según los criterios del producto interno
bruto, se está volviendo cada vez más destructivo ecológi-
camente en las condiciones del statu quo y, por tanto, des-
tructivo para la sociedad. Statu quo en este contexto signi-
fica elevadas emisiones de dióxido de carbono, producción
y estilos de vida intensivos en recursos y un creciente con-
sumo de energía de origen fósil. Si se mantienen las ten-
dencias actuales de emisiones y consumo de recursos, la
tenaza de penurias sociales y grandes riesgos ecológicos se
intensificará dolorosamente. Si se mantienen las tenden-
cias actuales, es probable que los presupuestos de carbono
aún disponibles para cumplir el objetivo de calentamiento
global de 1,5 grados señalado por el Grupo Interguberna-
mental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) se
agoten ya en 2026. Si se aplicaran realmente todas las me-
didas que ya se han acordado para frenar el cambio climá-
tico provocado por el hombre, el resultado para finales de
siglo sería, en el mejor de los casos, un escenario de calen-
tamiento global de 2,4 grados o, como indica el informe de
síntesis más reciente del IPCC, de 2,8 grados. Como conse-
cuencia, las regiones costeras del mundo se volverían in-
habitables. Inicialmente, unos 200 millones de personas
que viven en zonas por debajo del nivel del mar se verían
afectadas; en un caso extremo, hasta 1.600 millones po-
drían enfrentarse a la inhabitabilidad de sus regiones de
origen.

Es importante señalar que la principal causa del au-


mento de la carga de emisiones es la inversión, no el con-
sumo individual (Chancel, Piketty, Saez, et al., 2022). En

13
Prólogo

2019, más del 70% de las emisiones del 1% más rico proce-
dían de la inversión. Paralelamente al aumento de la de-
sigualdad y la concentración de la riqueza, la proporción
de las inversiones en la huella per cápita de los grupos más
ricos ha aumentado constantemente desde la década de
1990 (Chancel, 2022). Las inversiones, sin embargo, no son
más que una cifra del poder de disposición y de decisión
sobre los medios de producción y, por tanto, también sobre
los productos y los procesos de producción. Cuando este
poder de decisión se vincula a los intereses de explotación
capitalista, ocurre lo que han ejemplificado las cinco ma-
yores empresas petroleras, responsables de cerca del 10%
de las emisiones mundiales perjudiciales para el clima.
Hace décadas, los estudios internos habían predicho las
consecuencias perjudiciales para el clima del uso de com-
bustibles fósiles con más precisión que los estudios utiliza-
dos por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el
Cambio Climático (Bonneuil, Choquet & Franta, 2021).
Esto no ha impedido que los propietarios y gestores, estra-
tégicamente capaces, se dediquen a la desinformación se-
lectiva para perseguir un modelo de negocio que ahora ha
conjurado la amenaza del colapso climático. Este modelo
de negocio sigue funcionando bien desde la perspectiva de
los propietarios; en 2022 ha reportado beneficios récord, a
expensas de todos aquellos para quienes el cambio climá-
tico se ha convertido ya en una amenaza existencial1.

Llego a la conclusión de que esto solo puede cambiar


mediante una democratización radical del poder de deci-
sión económico, que debe comenzar en los procesos de tra-
bajo y producción. Para ello necesitamos una brújula, tanto
científica como política, que reajuste las relaciones Norte-

1 “Utilidades récord para las empresas”. Tageschau, 9 de febrero de 2023.

14
Klaus Dörre

Sur. La utopía de una globalización socialmente justa, con-


cretada en un Nuevo Orden Económico Internacional Dos
(NOEI2), podría proporcionar las coordenadas. Tal visión
actualizaría una propuesta que se remonta al economista
argentino y primer secretario de la Conferencia de las Na-
ciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo, Raúl Prebisch
(Dosman, 2008). Políticos como Michael Manley y Julius
Nyerere, entonces primeros ministros temporales de Ja-
maica y Tanzania, la popularizaron como “globalización
socialista” (Bockman, 2015, p. 110). Adoptada por la Asam-
blea General de la ONU en marzo de 1975, la exigencia de
un orden económico mundial justo recibió una forma ins-
titucionalmente garantizada en forma de Carta de los De-
rechos y Deberes de los Estados. Los anticolonialistas de la
época establecieron una reivindicación de “gobernanza
mundial” (Getachew, 2022, p. 19) que sigue sin cumplirse.
Hoy, muchos consideran la “idea de un gobierno mundial”
como un “sueño de ayer” (Mazower, 2013, p. 430).

No debe seguir siéndolo. Los científicos sociales críticos


del Norte Global y del Sur Global deberían entablar un in-
tercambio productivo sobre las crisis del presente y los
contornos de sociedades mejores. Por ello, me complace
enormemente que algunos de mis trabajos estén ahora dis-
ponibles en español. Debo mi más profunda gratitud al
profesor Leandro Sánchez Marín, miembro del Laborato-
rio de Ciencias Sociales y Humanas y coordinador de la
Unidad de Paz y Reconciliación de la Facultad de Ciencias
Básicas, Sociales y Humanas del Politécnico Colombiano
Jaime Isaza Cadavid. También quiero agradecer a todo el
Grupo de Investigación en Filosofía (GIF). Leandro ha sido
totalmente desinteresado y rápido en la gestión de la tra-
ducción de los textos recogidos en el volumen. Estoy muy
satisfecho por cooperar de esta manera con un contexto de

15
Prólogo

investigación extraordinariamente importante en Colom-


bia y espero que podamos continuar nuestra colaboración
en el futuro.

Klaus Dörre
Jena, mayo de 2023

Referencias

Bockman, J. (2015). Socialist Globalization against Capital-


ist Neocolonialism: The Economic Ideas behind the
New International Economic Order. Humanity, 109-129.
Bonneuil, C., Choquet, P-L., & Franta, B. (2021). Early
warnings and emerging accountability: Total’s re-
sponses to global warming, 1971–2021. Global Environ-
mental Change 71, 1-10.
Chancel, L., Piketty, T., Saez, E., et al. (2022). World Inequal-
ity Report 2022. Belknap Press.
Dörre, K. (2022). Teorema da expropriação capitalista.
Boitempo.
Dörre, K. & Rojas, J. (Eds.). (2022). Transformaciones socio-
ecológicas globales: Sociedad post pandemia, cambio climá-
tico, naturaleza y democracia. RIL Editores.
Dosman, E. J. (2008). The Life and Times of Raúl Prebisch,
1901–1986. McGill-Queen’s University Press.
Federici, S. (2004). Caliban and the Witch. Women, the Body
and Primitive Accumulation. Autonomedia.
Getachew, A. (2022). Die Welt nach den Imperien. Aufstieg
und Niedergang der postkolonialen Selbstbestimmung.
Suhrkamp.
Gramsci, A. (1991). Gefängnishefte, Band 2. Inkrit.
Luxemburg, R. (1975). Die Akkumulation des Kapitals.
Gesammelte Werke Band 5. Dietz Verlag.

16
Klaus Dörre

Mazower, M. (2013). Die Welt regieren. Eine Idee und ihre


Geschichte. C. H. Beck.
Moore, J. (2020). Kapitalismus im Lebensnetz. Ökologie und die
Akkumulation des Kapitals. Matthes & Seitz.
Puder, J. (2021). Superexploitation in Bio-based Industries:
The Case of Oil Palm and Labour Migration in Malay-
sia. Backhouse, M., Lehmann, R., Lorenzen, K., et al.
(Eds.). Bioeconomy and Global Inequalities. Socio-Ecological
Perspectives on Biomass Sourcing and Production. Palgrave
Macmillan, 195-215.
Rojas J. & Dörre, K. (Eds.). (2022). Transformaciones socioeco-
lógicas globales. Sociedad pospandemia, cambio climático, na-
turaleza y democracia. RIL Editores.
Schmalz, S., Berti, N., Holzschuh, M., et al. (2013).
Prekarität und Informalität im argentinischen
Automobilsektor. Spw. Heft 197, 4, 38-44.
Sittel, J. (2022). Aus Buenos Aires in die Welt. Die Bedeutung
informeller Arbeit in der argentinischen Automobilindustrie.
Campus Verlag.
Tageschau. (2023). Utilidades récord para las empresas, 9 de
febrero de 2023.
van der Linden, M. (2016). Workers of the World. Eine
Globalgeschichte der Arbeit. Campus Verlag.

17
Klaus Dörre

La “cuestión de la democracia”
en el trabajo
Los efectos de los conceptos de gestión post-tayloristas en las
relaciones laborales en las empresas industriales alemanas

¿Nueva organización del trabajo? Ese es un desarrollo a largo


plazo en el transcurso de los años. Por supuesto, se habla de
kaizen1 y grupos. Eso se ha vuelto moderno. Pero por encima
de eso hay un ciclo diferente, uno mucho más corto de aliento.
Cada vez que la empresa entra en números negativos, habla de
motivación de los empleados, de grupos y de reparto de bene-
ficios. Y esto se olvida tan pronto como la firma vuelve a estar
en números negros. A pesar de este ciclo de corto plazo, hay
otra curva lineal ascendente. Que [una organización de trabajo
participativa no taylorista] se está introduciendo cada vez más,
pero básicamente todo eso solo ocurre bajo presión. La em-
presa no hace nada cuando no está bajo presión.

—Gerente de una empresa metalúrgica alemana.

 Este texto se publicó en inglés bajo el título “The ‘Democracy Question’


at Work” en: International Journal of Political Economy, 25(3), 1995, 61-87.
Este ensayo, „Die ‚demokratische Frage‘ im Betrieb“, fue escrito expre-
samente para este número de IJPE y traducido al inglés por Nicholas
Levis (N. del T.)
1 El término kaizen hace referencia a una doctrina empresarial japonesa

de mejora continua de las prácticas de trabajo y de la eficiencia personal.


En este contexto, los kaizen son grupos multidisciplinares integrados por
personas que asumen diferentes responsabilidades y que están capaci-
tadas para el análisis y resolución de problemas, así como en técnicas
específicas para la búsqueda y eliminación de obstáculos en el proceso
de producción (N. del T.)

19
La “cuestión de la democracia” en el trabajo

Si examinamos los modelos y “filosofías de empresa” en


torno a los cuales se orienta actualmente la reestructura-
ción de las industrias centrales, entonces la participación,
más precisamente, la participación directa de los emplea-
dos2, se ha convertido en un concepto clave. La iniciativa
de propagar la “participación de los trabajadores”, sin em-
bargo, no pertenece a los representantes del trabajo vivo, a
los comités de empresa o a los sindicatos. Son, por el con-
trario, sectores de la dirección los que han dado un paso al
frente, con las banderas de la producción ajustada, la rein-
geniería empresarial, el trabajo en grupo y la descentrali-
zación, para abogar por la inclusión activa de los asalaria-
dos en los procesos de planificación y toma de decisiones
de las empresas. Esta ofensiva de participación ha susci-
tado un eco profundamente polémico en las ciencias socia-
les y en el debate político.

Algunos intérpretes ven las ofertas de participación de


la empresa principalmente como medios sutiles de gobierno.
En consecuencia, la participación de los trabajadores asa-
lariados aparece como un equivalente funcional a las for-
mas organizativas que utilizan las personalidades de los

2 De acuerdo con la definición más general, la participación significa in-


volucramiento de los miembros de la organización en las decisiones de
esa organización y es posible en varias formas y grados. La participa-
ción no es una forma de gobierno ni de democracia ni de autoadminis-
tración, sino una forma de representación de intereses. En este contexto
particular, se trata principalmente de una cuestión de participación di-
recta de los trabajadores en los procesos de decisión de la empresa que
antes estaban reservados exclusivamente a la dirección. A diferencia de
conceptos relacionados como la autoorganización —transferencia de las
funciones de supervisión a grupos o equipos— o la descentralización,
la participación pone mayor énfasis en el proceso de elaboración de po-
líticas en el lugar de trabajo.

20
Klaus Dörre

trabajadores de manera “imperialista”, buscando una


amalgama de las metas del individuo con las de la empresa
(Deutschmann, 1989). La participación de los empleados
—se afirma desde esta perspectiva— siempre se vio obli-
gada a ceñirse a un estrecho cinturón de criterios de efi-
ciencia empresarial. Se reduce a un mero instrumento para
llevar a cabo la “socialización” de las normas y criterios de
actuación propios de la empresa. Suponiendo el éxito de
tal “programación interna”, esta forma de participación se
opone directamente a la verdadera codeterminación, y
mucho menos a la democratización. Sería un epifenómeno
de “modernización regresiva” (Honneth, 1994) y no una
forma organizativa que permita a sus participantes avan-
zar en algún proceso emancipatorio.

En cambio, otro discurso insiste en señalar precisa-


mente esas oportunidades de emancipación. El potencial
para una expansión de los derechos industriales se ve en el po-
der productivo organizativo de los conceptos de gestión
post-tayloristas. Asumiendo una progresión dialéctica,
transmitida a través de los portadores de la fuerza de tra-
bajo dotados de derechos civiles y produciendo constante-
mente nuevos arreglos de sistemas de producción y dere-
chos industriales institucionalizados, la variante alemana
de codeterminación en el lugar de trabajo se considera
como un marco válido para una convergencia sin prece-
dentes de los intereses de la gerencia y los empleados. De
acuerdo con esta interpretación, los conceptos de gestión
post-tayloristas son “compatibles con las demandas y ex-
pectativas de los empleados” hasta tal punto que “un equi-
librio de intereses, especialmente a nivel del lugar de tra-
bajo, no necesita seguir un patrón de confrontación anta-
gónica, sino que puede ser guiado por la lógica de la reso-
lución cooperativa de problemas”. Se espera que esto abra

21
La “cuestión de la democracia” en el trabajo

oportunidades para el “reconocimiento del trabajador-ciu-


dadano en la industria democrática” y del “ciudadano po-
lítico en las empresas democráticas” (Müller-Jentsch, 1994,
p. 659). De acuerdo con esta comprensión, la participación
directa de los empleados finalmente plantea la “cuestión
de la democracia” en el trabajo (Rödel, Frankenberger &
Dubiel, 1989). Comprende el núcleo de una perspectiva de
reforma que busca superar la separación, constitutiva de la
sociedad burguesa, entre burgués y ciudadano (Marx,
1977, pp. 347ss), dentro de las propias organizaciones eco-
nómicas.

Lo notable de esta controversia —cuyo alcance com-


pleto solo se insinúa aquí— es que los argumentos tratan
principalmente de potencialidades. Pero los efectos sobre
los trabajadores asalariados de la “participación de los em-
pleados” tal como se postulan en los conceptos de gestión
post-tayloristas son una pregunta que innegablemente
también requiere una respuesta empírica. Sobre la base de
mis propias observaciones empíricas3, propongo las si-
guientes dos tesis. En contraste con las interpretaciones es-
bozadas anteriormente, se pone un mayor énfasis en las
contradicciones internas que marcan los conceptos de par-
ticipación empresarial.

Primero, las nuevas formas participativas, como el pro-


ceso gerencial en general, deben ser vistas como atrapadas
en la tensión entre dos horizontes temporales. Por un lado, la
movilización prevista de la inteligencia de producción de

3 La discusión se basa en estudios de casos en veintiocho plantas en las


industrias de automóviles y suministros para automóviles, máquinas,
herramientas, artículos eléctricos y electrónica. Se seleccionaron doce
plantas para estudios de casos intensivos que abarcan todos los niveles
de la jerarquía. En varios momentos, Harald Wolf y Jürgen Neubert par-
ticiparon en la concepción y ejecución del estudio.

22
Klaus Dörre

los empleados exige el rediseño estratégico a largo plazo


de una empresa. Por otro lado, la abrumadora importancia
de la economía de costes obliga a la dirección a orientarse
a corto plazo. Si bien la lucha de perspectivas no ha sido
resuelta, por el momento la dinámica de la reorganización
industrial está determinada por el horizonte temporal de
corto plazo. De aquí se sigue que, en segundo lugar, deben
establecerse nuevas formas participativas frente a las pre-
sunciones de un estilo de gestión que amenaza con disol-
ver sucesivamente los fundamentos sociales incluso de los
probados y comprobados patrones de participación basa-
dos en la representación. Depende de los propios emplea-
dos si podrán utilizar las ofertas de participación de la em-
presa como un medio para influir en la política de su lugar
de trabajo para lograr una orientación renovada hacia el
largo plazo. La participación directa podría entonces ac-
tuar como un correctivo para la política de empleo y ayu-
dar a contrarrestar la creciente erosión de las “constitucio-
nes sociales” integradoras en el lugar de trabajo basadas en
una capacidad mutua de compromiso.

II

Como primer paso para confirmar estas afirmaciones, es-


pero mostrar el porqué, el propósito detrás de involucrar al
personal en los conceptos de gestión post-tayloristas. Aquí
encontramos una diferencia central, ya en el nivel paradig-
mático, entre la “participación de los empleados” como se
define en la doctrina de gestión y las formas alternativas
de participación directa de los empleados incorporadas en
las estrategias teóricas para democratizar la economía y la
empresa.

Una comparación con los enfoques que favorecen la


“codeterminación en el lugar de trabajo” como se discutió

23
La “cuestión de la democracia” en el trabajo

en Alemania a fines de la década de 1960 y principios de la


de 1970 (Vilmar, 1971; Vilmar & Sattler, 1978; Wittemann,
1994) proporciona un contraste revelador con el debate ac-
tual sobre participación. En el centro de estas viejas con-
cepciones se encontraba la idea —crítica de los sindica-
tos— de que las demandas de codeterminación solo po-
drían volverse efectivas en la práctica en la medida en que
otorguen a los trabajadores “más libertades como grupos
o como individuos” (Vilmar & Sattler, 1978, p. 121). El de-
recho de los “colectivos de cooperación —grupos por fun-
ción—” basados en el lugar de trabajo “a participar en las
decisiones sobre todos los problemas de configuración de
la organización del trabajo en su área particular” ayudaría
a liberar, al menos parcialmente, a los trabajadores de cue-
llo azul y blanco de su condición de objetos y permitirles
influir en el “cómo” de la producción (Vilmar, 1971, pp. 6,
50). Los comités en el lugar de trabajo, con oradores electos
y derechos para debatir durante el tiempo de trabajo y ne-
gociar de forma independiente, se consideraban la unidad
básica de la “codeterminación en primera persona”. En
cambio, los comités de empresa —órganos de toda la
fuerza de trabajo— deberían intervenir solo en casos de
bloqueo mutuo entre la dirección y los colectivos parciales
(Vilmar, 1971, pp. 20s). Los defensores de tales ideas espe-
raban iniciar un proceso de aprendizaje, que condujera
desde una deconstrucción perceptible de la determinación
externa en el lugar de trabajo como un paso inicial hacia
una posterior “autogestión y autodeterminación de los tra-
bajadores” (Vilmar, 1971, p. 50). La “codeterminación del
lugar de trabajo”, por lo tanto, encaja con las estrategias
para limitar el “poder superior de las empresas” y avanzar
hacia “una transformación fundamental de la sociedad”
(Schumann, 1969, p. 226). El aumento de la eficiencia de los

24
Klaus Dörre

procesos de trabajo era, en el mejor de los casos, un pro-


blema secundario. Se descartó explícitamente cualquier
asociación con una “intensificación a través de grupos de
trabajo” exclusivamente funcional del lugar de trabajo
(Vilmar, 1971, p. 50).

Los intentos contemporáneos de actualizar la “codeter-


minación en el lugar de trabajo” (Matthies et al., 1994;
Mückenberger, 1995) se han apartado en su mayoría de
cualquier idea de transformación anticapitalista. Centra-
dos en los conceptos de “ciudadanía” y “derechos indus-
triales” (Marshall, 1950) y abogando por una remodelación
legal de la relación de trabajo, siguen estando principal-
mente orientados hacia la “mejora de la situación de los
trabajadores”. Las consideraciones “sobre la eficiencia del
lugar de trabajo y el aumento de la economía” no juegan
un papel constitutivo en tales propuestas (Matthies et al.,
1994, p. 43).

Precisamente lo contrario ocurre con los conceptos par-


ticipativos promovidos desde la dirección. Según los crite-
rios de la doctrina gerencial, la participación de los traba-
jadores se justifica solo en la medida en que contribuya a
mejorar la productividad dentro de la empresa.

En consecuencia, las concepciones gerenciales no se


preocupan por la codeterminación —ciertamente no como
un objetivo principal— y mucho menos por la democrati-
zación de la esfera de producción. La participación se ve
mucho más como un instrumento apropiado para una “re-
volución de la conciencia” entre los asalariados, que a su
vez allanará el camino para una especie de “empresaria-
lismo colectivo”. Aunque este propósito de la participa-
ción no está en disputa dentro de la doctrina de la gestión,

25
La “cuestión de la democracia” en el trabajo

existen diferencias dramáticas entre las formas y los me-


dios realmente empleados para lograr estos fines.

Ciertos enfoques que ganaron influencia durante la dé-


cada de 1980, al menos en el nivel paradigmático, incluidos
los de la escuela de St. Gallen (Bleicher, 1994; Ulrich, 1984;
Ulrich & Probst, 1988), vieron la participación de los em-
pleados como un componente importante para un estilo de
gestión con visión de futuro. Con los entornos cada vez
más complejos y los mercados menos seguros, tales con-
cepciones declaran que el aumento de la flexibilidad orga-
nizativa es la preocupación cardinal de la estrategia em-
presarial “post-fordista”. La “participación de los emplea-
dos” asume una alta prioridad en este sentido. Desde este
punto de vista, la mejor respuesta a las demandas de una
“producción de calidad flexible” (Reich, 1993) es un estilo
integrado de gestión que declara el desarrollo de los llama-
dos “recursos humanos” como el potencial de éxito deci-
sivo del negocio, de hecho, central para su supervivencia.
Sin embargo, como en otros conceptos, se considera nece-
sario “despedirse de las ideas de mantenimiento a largo
plazo en la planificación del personal” (Bleicher, 1989, p.
227). Pero el “aprendizaje organizacional” necesario para
movilizar la inteligencia productiva debe dirigirse hacia
horizontes temporales más largos, reforzados por culturas
empresariales participativas y cooperativas. La “pérdida
de posibilidades de autorrealización” provocada por una
“escasez de unidades parcialmente autónomas” es vista
como un “freno perceptivo” que se ha convertido en el ma-
yor obstáculo para la movilización de la inteligencia pro-
ductiva de los empleados (Bleicher, 1989, p. 36). Las “estra-
tegias de explotación a corto plazo impulsadas por el mer-
cado” y “el alto grado de división del trabajo y especializa-

26
Klaus Dörre

ción” típico en muchas empresas estadounidenses se con-


sideran además francamente disfuncionales (Bleicher,
1989, p. 99ss), porque explotan principalmente “potencia-
les de éxito ya existentes”, “ordeñando vacas rentables y
lucrativas... sin pensar en un mayor desarrollo en el fu-
turo” (Bleicher, 1989, p. 101). En este contexto, el “sín-
drome del centro de beneficio” aparece como un ejemplo
típico de un defecto sistemático de gestión. En lugar de re-
conocer redes complejas, impulsa la “parcialización” y el
“egoísmo de departamento y especialización”. Este último
es particularmente el caso cuando los sistemas de incenti-
vos se organizan en torno a los resultados del centro de ga-
nancias y el centro, como es común en las empresas esta-
dounidenses, “es juzgado y dirigido en medio de una ‘si-
tuación de olla a presión’” (Bleicher, 1989, p. 327).

Obviamente, aquellos argumentos que consideran que


el potencial estructural para las relaciones laborales demo-
cráticas en la producción ya existe en las empresas capita-
listas (Matthies et al., 1994, p. 248) deben, necesariamente,
apostar por estrategias empresariales con horizontes tem-
porales prolongados. Sin embargo, ideas como la produc-
ción y la gestión ajustadas apuntan ya en una dirección di-
ferente en el nivel paradigmático. La producción ajustada,
un intento de generar principios generales de gestión a
partir del sistema de producción específico de Toyota
(Ohno, 1993; Womack et al., 1991), define la participación
de los empleados principalmente como una palanca para la
racionalización. Se supone que los propios trabajadores se
conviertan en los protagonistas de un proceso gradual de
optimización y racionalización. Este objetivo supone un
alejamiento del taylorismo clásico en la medida en que se
cuestiona la acostumbrada división de tareas entre sujetos
y objetos de racionalización (Wolf, 1994). Pero el mensaje

27
La “cuestión de la democracia” en el trabajo

de la política industrial asociado a esto es ambivalente. Por


un lado, las formas de participación como grupos o equi-
pos se declaran como las columnas de apoyo de una orga-
nización empresarial inteligente y flexible, aunque todo
esté vagamente descrito. Pero estas formas organizativas
están, por otro lado, destinadas principalmente a acelerar
procesos, a servir para amalgamar amortiguadores tempo-
rales, personales y materiales. El segundo mensaje pesa
más, sin duda en la recepción de los conceptos “esbeltos”
por parte de la gerencia alemana. En Alemania, la produc-
ción ajustada aparece en las “industrias maduras” (auto-
móvil y suministros, máquinas, herramientas, productos
eléctricos) como el camino real hacia un rápido aumento
de la productividad y la reducción de costos. Las expecta-
tivas correspondientes prácticamente predestinan la ges-
tión a orientaciones a corto plazo.

III

Lo anterior se puede observar en las estructuras empírica-


mente perceptibles que surgen como resultado de la reor-
ganización industrial y determinan el verdadero “cómo de
la participación. El andamiaje organizacional para la parti-
cipación directa en el lugar de producción consiste en la
introducción de varias formas de trabajo en equipo y en
grupo, flanqueado parcialmente por grupos kaizen o de
problemas específicos, círculos de calidad u otras estructu-
ras ad-hoc. Hay intentos paralelos, aparentemente mucho
más difíciles de realizar, de crear o reforzar equipos de pro-
yecto en los departamentos administrativos de operacio-
nes industriales. Independientemente de la forma concreta
de trabajo en grupo o en equipo en cada caso, estas medi-
das por lo general implican cambios de comportamiento
extensos y, por lo tanto, requieren mucho tiempo entre los

28
Klaus Dörre

trabajadores de cuello azul y blanco y entre sus superiores.


Entre todos los lugares, es en el taller donde siempre había
habido grupos informales con su propia motivación para
optimizar los procesos de trabajo a fin de ganar más liber-
tad en la producción. Pero una orientación general hacia el
beneficio individual, arraigada durante mucho tiempo en
los sistemas de incentivos del lugar de trabajo y las opor-
tunidades de desarrollo profesional, no puede transfor-
marse de la noche a la mañana en un nuevo nivel de coope-
ración orientado al equipo o al grupo. Esto es tanto más
cierto en el caso de la participación activa en la racionali-
zación prevista por la dirección. Ahora se espera que los
grupos estén preparados para optimizar los procesos de
trabajo no solo para que una mayor cantidad de trabajo se
pueda hacer más rápidamente, sino también para que se
pueda hacer con menos trabajadores. Para ello, los trabaja-
dores deben estar motivados a participar en la moviliza-
ción de la inteligencia de producción para una racionaliza-
ción que en casos extremos provoca la pérdida de puestos
de trabajo y bien puede amenazar el propio estatus en la
empresa.

Ignorando por un momento que tal motivación difícil-


mente podría surgir sin las correspondientes garantías de
seguridad para los empleados involucrados, también sig-
nificarían nada menos que una desviación radical de una
mentalidad tradicional de trabajador que —de nuevo en
parte por razones de autoprotección— deja la optimiza-
ción de procesos a los especialistas en racionalización de la
gestión. Incluso esto, el levantamiento previsto de las lí-
neas de demarcación entre “legos” y “expertos” de la ra-
cionalización, implica necesariamente procesos exorbitan-
tes de formación y cualificación. Más allá de una definición

29
La “cuestión de la democracia” en el trabajo

estrecha de experiencia, eso también implica una dimen-


sión social y comunicativa. Por ejemplo, los grupos deben
aprender cómo lidiar con las diferencias de desempeño o
cómo procesar los conflictos de manera independiente. Re-
quieren recursos para ello y un entorno en el que se plani-
fique estratégicamente a largo plazo el desarrollo de los llama-
dos “recursos humanos”.

El quid de la cuestión es que la introducción del trabajo


en grupo o en equipo (o, en algunos casos, del trabajo in-
dividual enriquecido) simplemente describe un nivel. La
reestructuración del lugar de trabajo está fuertemente in-
fluenciada por al menos otros dos aspectos de los planes
de reorganización empresarial, cada uno de los cuales
tiene su propia lógica interna. Uno de ellos puede descri-
birse como “descentralización estratégica” (Faust et al.,
1994) y abarca todas las medidas dirigidas a fortalecer la
orientación al mercado a costa de la coordinación burocrá-
tica, incluyendo: cambiar la constitución de la empresa
(por ejemplo, creación de estructuras holding), reducir pro-
fundidad de la producción, desprendimiento o traslado de
departamentos de la empresa, adopción de principios de
“cliente interno”, puesta en marcha de subempresas tercia-
rias o establecimiento de centros de costes y beneficios.

Todas estas medidas tienen un doble objetivo: asegurar


la proximidad al mercado y, al mismo tiempo, reforzar el
control de costos internos dentro de cada unidad organi-
zativa descentralizada. Los límites de una empresa se vuel-
ven vagos y surge una estructura que favorece precisa-
mente aquellas características que las estrategias de rees-
tructuración a largo plazo deploran en los estilos de ges-
tión angloamericanos: enfoque en el éxito a corto plazo,

30
Klaus Dörre

descuido del “intercambio social” y la creciente incapaci-


dad para la planificación estratégica a largo plazo.

El tercer aspecto de la transformación, la reorganización


de la jerarquía, hace poco para contrarrestar esa tendencia.
Medidas como el “aplanamiento” de las pirámides organi-
zacionales, la reducción del personal ejecutivo y la orienta-
ción de los departamentos administrativos y de ingeniería
agregados en torno a los procesos operativos hacen más
que simplemente acelerar los procesos de trabajo (a través
de la reducción del tiempo de ejecución de la unidad y la
superposición de desarrollo, construcción y marketing). Ta-
les medidas también inspiran inseguridad dentro de la
“clase media” industrial y exigen prácticamente que las ca-
rreras gerenciales estén orientadas hacia el éxito mensura-
ble a corto plazo. Además, la presión de los costos centra-
lizados y los planes de racionalización se transmiten al lu-
gar de producción casi sin filtrar.

Las deconstrucciones de las divisiones del trabajo en el


lugar de trabajo expresadas en el trabajo en grupo van
acompañadas de procesos de reorganización que, al refor-
zar la coordinación del mercado, en última instancia, inten-
sifican las divisiones del trabajo entre empresas o en medio
de sus unidades organizativas descentralizadas. De esta
manera, medidas dirigidas a transformaciones fundamen-
tales de la organización del trabajo y construidas sobre
procesos de capacitación y cualificación altamente prome-
tedores pueden, paradójicamente, terminar reforzando sis-
temáticamente la “periodización” de los mecanismos de
control y focalizando la acción gerencial en otros estánda-
res temporales coyunturales.

31
La “cuestión de la democracia” en el trabajo

El complejo de problemas asociados con estos desarro-


llos ya se puede observar en toda una serie de plantas in-
dustriales donde la introducción del trabajo en grupo se
combinó con expectativas infladas de rápido crecimiento
de la productividad y reducción de costos. Cada vez que
se frustra esta expectativa, los gerentes responsables vuel-
ven a los métodos convencionales de racionalización,
como la reducción del tiempo de preparación o la intensi-
ficación del desempeño. Sin embargo, estas medidas se im-
ponen a los miembros del grupo que se tomaron en serio
la promesa de una mayor autonomía laboral y que, por lo
tanto, perciben el retroceso gerencial como represivo. El re-
sultado suele ser una disminución de la motivación parti-
cipativa entre los trabajadores, lo que a su vez inspira un
retorno a patrones de comportamiento autoritarios entre
supervisores y jefes.

Hay mucho que sugiere que esta contradicción es mu-


cho más que un fenómeno transitorio. El desmembra-
miento de plantas y empresas promueve precisamente el
tipo de gerente que no tiene conexión con un negocio en
particular (Kotthoff, 1995). A menudo empleado con con-
tratos limitados y rotando en el correspondiente ritmo rá-
pido de puesto en puesto, de planta en planta, este tipo co-
rresponde en muchos sentidos a la imagen ejecutiva co-
mún en el “capitalismo anglosajón” de “individualismo
triunfante” con lealtad limitada a la operación o empresa
(Albert, 1992). Difícilmente se puede esperar que estos
“ejecutivos de alto rendimiento”, que apuestan por el éxito
más en tácticas de explotación a corto plazo que en estra-
tegias de desarrollo de la empresa a largo plazo, posean la
resistencia y la tolerancia a la frustración necesarias para
ver realmente a través de la implementación de un plan de

32
Klaus Dörre

organización del trabajo con base en unidades semiautó-


nomas.

Aquí vemos los ingredientes de una situación innega-


blemente paradójica. Por un lado, las estrategias de reor-
ganización descritas anteriormente desafían las formas
tayloristas de división del trabajo, tal y como se preveía en
los primeros debates sobre los nuevos conceptos de pro-
ducción (Schumann et al., 1994). Mucho más allá de las sec-
ciones de trabajo en el lugar de producción, estas estrate-
gias están en desacuerdo con toda la organización de una
empresa y su liderazgo, estructuras burocráticas de toma
de decisiones, rutas de comunicación ineficientes, gastos
generales demasiado grandes y políticas de desempeño
opacas (Dörre & Neubert, 1995; Faust et al., 1994; Wolf,
1994). Pero, por otro lado, son igualmente adecuadas para
ser instrumentos de desregulación que, al ignorar las fron-
teras de una empresa, impulsan una transformación de la
acción gerencial y una desviación definitiva de la visión,
practicada durante décadas en Alemania, de la “adminis-
tración integrada”.

La implementación en el mundo real de la participación


directa en estructuras organizacionales y constituciones de
empresas ocurre dentro de este campo de conflicto. No si-
gue un determinismo evolutivo y no culmina en sí mismo
en derechos laborales ampliados para los trabajadores. En
la constelación descrita, su función principal es diferente.
En un grado cada vez mayor, la misión de contrarrestar las
tendencias gerenciales hacia la orientación a corto plazo
depende del correctivo de la política de trabajo que puede
surgir del compromiso de los empleados con el lugar de
trabajo sin mediación. Hasta ahora, la capacidad para el
“procesamiento cooperativo de conflictos” en la industria

33
La “cuestión de la democracia” en el trabajo

se basaba más o menos en constituciones sociales integra-


doras, que en cierta medida reconocían la lógica del reco-
nocimiento mutuo —anclado institucionalmente— en las
relaciones entre la dirección y los comités de empresa
(Kotthoff, 1994). Como hemos visto, la efectividad de este
modo de cooperación no puede simplemente extenderse
indefinidamente hacia el futuro. Los conflictos y enfrenta-
mientos en las empresas reorganizadas requieren otras for-
mas de regulación. En la medida en que la gerencia real-
mente establece relaciones directas de intercambio y nego-
ciación con grupos o equipos, los propios empleados se
ven obligados a utilizar las estructuras resultantes para el
“procesamiento cooperativo de conflictos” en un nuevo ni-
vel. Precisamente porque las “constituciones sociales”
acostumbradas, basadas principalmente en la representa-
ción, se están desmoronando en el proceso de reorganiza-
ción, la efectividad de la participación directa jugará un pa-
pel clave para decidir hasta qué punto el lugar de trabajo
seguirá siendo un lugar de “intercambio social”, y si las
perspectivas a largo plazo seguirán encontrando apoyo en
la política empresarial.

IV

Pero ¿es esta idea de alguna manera realista? ¿Puede surgir


una “tercera fuerza” (Greifenstein, Jansen & Kissler, 1993)
en las plantas industriales al lado de los comités de em-
presa y los enlaces sindicales e influir en los procesos fir-
mes de toma de decisiones a través de la participación di-
recta? La respuesta a esta pregunta requiere una explica-
ción más exacta de las actividades y formas en que los em-
pleados están realmente involucrados. Dependiendo de la
industria, el contexto del lugar de trabajo y las diferentes

34
Klaus Dörre

ideas detrás de la política laboral se puede observar un am-


plio espectro de nuevas formas participativas, con diferen-
cias en varios niveles, que incluyen: el grado horizontal y
vertical de integración de tareas; el grado de competencia
en la toma de decisiones ejercida por grupos/equipos; la
forma de regulación; así como también cómo las nuevas
formas participativas se ajustan a la política, las reglas, las
relaciones de intercambio y las negociaciones generales de
la empresa. Como conclusión preliminar de algunos estu-
dios, estos criterios nos permiten esbozar un mínimo de
cuatro variaciones básicas.

Una variante muy extendida, totalmente compatible


con objetivos a corto plazo, es la participación de bajo nivel
en estructuras jerárquicas de equipo. Se puede encontrar ma-
yoritariamente en las instalaciones de producción en masa
y allí específicamente en aquellas áreas donde una línea
marca el ritmo de una tarea realizada en su mayoría por
mano de obra no calificada o superficialmente capacitada.
Estas estructuras de equipo también se pueden encontrar
entre los trabajadores administrativos de nivel inferior —
en tareas como el procesamiento de formularios—. Una ca-
racterística importante de esta variante es que el cambio
real en el proceso de trabajo es muy limitado. El trabajo
continúa involucrando relativamente pocas tareas y ciclos
de trabajo cortos. Tales ideas de “equipo” a menudo per-
miten mucho espacio para rotaciones o cambios regulares
del lugar de trabajo. El enfoque principal está en el apoyo
mutuo, evitando los llamados “tiempos estancados”, des-
cansos escalonados, mayor tiempo de funcionamiento de
la máquina y, a menudo, en última instancia, poco más que
realizar más trabajo con menos empleados. En tales casos,
la participación activa en la racionalización de la configu-
ración se restringe a la optimización de los momentos

35
La “cuestión de la democracia” en el trabajo

cooperativos elementales, como las sesiones de reequipa-


miento y los cambios de turno. Por lo general, también se
establecen grupos ad-hoc de acompañamiento organizados
de acuerdo con los principios del “círculo de calidad”. La
autoridad del equipo para tomar decisiones se mantiene
relativamente insignificante. En muchos casos, es posible
convocar una discusión de equipo durante el tiempo de
trabajo. Pero las discusiones, así como la cooperación del
equipo en general, están controladas por líderes de equipo
designados u otros superiores. En general, tales equipos
permanecen completamente atados dentro de una estruc-
tura organizativa formalizada y estrictamente jerárquica.
A primera vista, poco ha cambiado para los empleados en
tales constelaciones. Y, sin embargo, incluso estas varian-
tes básicas de participación muestran signos de movi-
miento en la política laboral.

La gerencia utiliza principalmente tales estructuras de


equipo como un instrumento de política de desempeño.
Pero lo que se entiende como capacidad de equipo, un
nuevo nivel de coordinación entre los trabajadores, tam-
bién necesita ser motivado. Dado que medidas como la ro-
tación o la capacidad de operar máquinas adicionales no
alteran el carácter del trabajo rutinario, la motivación ne-
cesaria difícilmente puede alimentarse de la identificación
con la actividad en sí misma. La dirección intenta compen-
sar en parte con incentivos salariales, normalmente en
forma de bonificaciones relacionadas con el grupo. Incluso
en esos casos, normalmente surge una dinámica que im-
pulsa a los equipos, al menos indirectamente, a buscar un
control más fuerte sobre las condiciones de trabajo. Dentro
de los equipos y entre ellos, pero también entre los miem-
bros del equipo y los superiores, surgen confrontaciones,

36
Klaus Dörre

por ejemplo, sobre la culpa de las interrupciones que “da-


ñan las bonificaciones”. Resolver tales conflictos puede ser
demasiado exigente para las posibilidades inherentes al
control jerárquico. El resultado es, al menos, una negocia-
ción informal de objetivos y evaluaciones de desempeño,
que a menudo requieren una política de información em-
presarial más abierta y un tratamiento menos opaco de los
datos de desempeño.

Los cambios más significativos aquí, sin embargo, están


en el nivel del intercambio simbólico y en el estilo de la
política del lugar de trabajo. La reorganización se legitima
a través de “filosofías de empresa” y declaraciones geren-
ciales sobre la centralidad del “trabajo creador de valor”.
Pero tales pronunciamientos suelen ser más que una sim-
ple retórica. Para los ingenieros y planificadores, por poner
un ejemplo, que se ven obligados a abandonar sus torres
de oficinas y ocupar nuevos lugares de trabajo en la proxi-
midad física de los trabajadores de la producción, las con-
secuencias son tangibles. Los intentos de reforzar las inter-
relaciones entre las funciones industriales sacuden el tejido
del estado del lugar de trabajo. La reorganización desenca-
dena diferenciaciones del interés entre los responsables de
la política industrial. Incluso los trabajadores de produc-
ción escépticos toman las promesas antropocéntricas de la
gerencia —“el individuo es el centro de preocupación”—
bastante literalmente. Los reclamos a menudo estallan en
severas críticas a la realidad del trabajo y tales promesas
dan lugar a comportamientos autoritarios por parte de los
jefes. Los frecuentes ajustes en el proceso de elaboración de
políticas industriales traen constantemente nuevas ofertas
de participación de los ejecutivos de las empresas ante los
comités de empresa. Posiblemente después de haber fraca-

37
La “cuestión de la democracia” en el trabajo

sado durante años simplemente publicando su propio pe-


riódico de planta, algunos representantes de intereses aco-
sados podrían ser llamados repentinamente por la geren-
cia para apoyar una publicación común. A pesar de los re-
lativamente pocos cambios en el trabajo directo de la pro-
ducción, surgen nuevos patrones de participación que pro-
vocan reacciones y evaluaciones completamente ambiva-
lentes entre los empleados.

La participación autorregulada en unidades organizacionales


parcialmente autónomas representa una segunda variante
que permite un mayor nivel de participación. Esta variante
se prefiere en industrias con producción de una sola uni-
dad o series pequeñas y un gran número de trabajadores
calificados. Aquí, la nueva forma organizativa se acerca
mucho más al ideal de los grupos de trabajo semiautóno-
mos. La rutinización y división del trabajo es por tradición
ya menos pronunciada que en las industrias de producción
en masa. Gracias a un alto nivel de experiencia, las activi-
dades inherentes e indirectas —mantenimiento, control de
calidad, programación, logística, etc.— pueden integrarse
con bastante rapidez en el marco de los grupos de produc-
ción. Lo mismo se aplica a la transferencia de funciones de
supervisión. En esta variante, la “racionalización autodiri-
gida” involucra a los departamentos técnicos y a los traba-
jadores de control de calidad, así como a la gerencia media
y baja. Los “ganadores” son en su mayoría operadores y
reparadores de máquinas, mientras que los especialistas y
los superiores cercanos al taller a menudo deben ceder su
papel especial. Los grupos de trabajo se hacen cargo efec-
tivamente de la planificación fina de los procesos de tra-
bajo, coordinan actividades con otras unidades funcionales
y determinan sus propias vacaciones y turnos libres. En al-

38
Klaus Dörre

gunos casos, incluso reciben voz en las decisiones de per-


sonal. Los grupos y las islas de asamblea semiautónomas
están representados principalmente por portavoces elec-
tos.

En unas pocas plantas, los grupos y los supervisores


acuerdan de forma independiente los objetivos de optimi-
zación y el logro se recompensa con una bonificación, una
parte flexible del salario. La naturaleza negociada de los
compromisos de desempeño se reconoce abiertamente en
estos casos. A través de las metas de desempeño y el pago
de bonos, los grupos de trabajo tienen algo que decir sobre
las condiciones de desempeño y la distribución de las ga-
nancias logradas a través de la racionalización. Surge un
nivel descentralizado de negociaciones con nuevos acto-
res: portavoces del grupo y supervisores autorizados para
negociar.

En esta variante, también, el proceso de reorganización


es cualquier cosa menos fluido. Delegar funciones raciona-
lizadoras representa una amenaza y crea resistencia entre
los especialistas y gerentes preocupados por sus puestos y
estatus. Y surge otro nuevo lugar para el conflicto laboral.
En la medida en que los grupos realmente operen como
unidades semiautónomas, sus actividades solo pueden ser
reguladas o supervisadas condicionalmente “desde
arriba”. Aunque el objetivo de la racionalización de la de-
legación es en realidad reemplazar la holgura informal de
las grandes organizaciones burocráticas (Giddens, 1995, p.
172) con pequeños grupos que supuestamente son más fá-
ciles de controlar, la consecuencia práctica es en realidad
un mayor margen de maniobra cuantitativo y mayores zo-
nas de incertidumbre. El control indirecto de estas zonas a

39
La “cuestión de la democracia” en el trabajo

través del régimen de producción “justo a tiempo” con pla-


zos de entrega vinculantes o mediante la adaptación de las
actividades a la demanda del mercado —producción
orientada a las ventas, “empresas vivas”— requieren la
cooperación de unidades organizativas descentralizadas.
Precisamente por estas razones, la gerencia, al menos
cuando está bajo los dictados de la economía de costos,
puede tender a preferir eliminar las incertidumbres. Los
enfrentamientos que involucran la posición del vocero del
grupo son un claro indicador de tales esfuerzos. Los supe-
riores de nivel inferior, en particular, las personas que po-
drían tener que cumplir con objetivos de costos particula-
res mientras se adaptan simultáneamente a las demandas
de la nueva organización del trabajo, tienden a tratar de
reclutar representantes electos del grupo como “portavo-
ces del supervisor”. Los grupos reaccionan a tales intentos
de ocupación con medidas contrarias, a veces incluso vo-
tando a otros portavoces4.

Los conflictos sobre el diseño de la organización del tra-


bajo, la autoridad para tomar decisiones y los compromi-
sos de objetivos de rendimiento señalan un crecimiento en
el poder primario, al menos en organizaciones grupales for-
madas entre trabajadores de producción directa o trabaja-
dores calificados. Una razón importante es la experiencia
informal y el conocimiento del productor. En algunas plan-
tas, los trabajadores calificados acogen las nuevas formas
participativas como una oportunidad para derribar las ba-
rreras impuestas por la gerencia que durante años les im-
pidieron optimizar el proceso de trabajo de acuerdo con

4En dos plantas de ensamblaje de automóviles recién construidas, com-


pletamente organizadas en torno al trabajo en grupo desde el principio,
esto hizo que la gerencia cuestionara el principio de votación, o incluso
lo aboliera y nombrara líderes de equipo en su lugar.

40
Klaus Dörre

sus propias ideas, en definitiva, como una forma de elimi-


nar los obstáculos que evita que trabajen de forma más in-
teligente. El poder de los grupos, si mantienen la solidari-
dad, se puede ver en el comportamiento de los mandos
medios y bajos. En las plantas de un gran fabricante de au-
tomóviles, por ejemplo, las peticiones en contra de un sis-
tema de compensación basado en objetivos negociados hi-
cieron rondas entre los mandos intermedios. Estos ejecuti-
vos temían con razón que los grupos pudieran utilizar tales
negociaciones como un medio para deshacer el anterior y
drástico régimen de racionalización.

Incluso si los grupos asamblearios alcanzan de algún


modo el nivel de unidades organizativas que se autoes-
tructuran o incluso definen objetivos (Kieser & Kubicek,
1992, p. 467ss), esto sigue siendo finalmente más una ten-
dencia que una realidad. De innumerables formas, estos
movimientos hacia la autoorganización y la participación
directa permanecen atados a estructuras jerárquicas y de-
penden de la buena voluntad del ejecutivo. De todos mo-
dos, ahora se dan los requisitos objetivos y subjetivos para
un “superávit participativo” que obligaría a los comités de
empresa y a los ejecutivos a redefinir sus roles.

En una constelación completamente diferente, encon-


tramos la participación incrustada en el mundo social de
las empresas más pequeñas (hasta unos 300 empleados).
Los pioneros de la reorganización en máquinas, herra-
mienta o en la industria de suministros, ahora practican la
autoorganización a un alto nivel. Esto se aplica especial-
mente a los departamentos administrativos y de ingeniería
que tienden a ser tan difíciles de reformar en las grandes
corporaciones. En unas pocas “empresas modelo” peque-

41
La “cuestión de la democracia” en el trabajo

ñas, las estructuras departamentales formales se han di-


suelto casi por completo en favor de la organización de
proyectos. En algunos casos, los desarrolladores, construc-
tores, ingenieros de software y especialistas en marketing
cooperan en equipos con actividades y preocupaciones su-
perpuestas, y supervisan todo el proceso, desde el desarro-
llo del producto hasta la introducción en el mercado, de
manera casi autónoma, bajo su propia autoridad.

Los empleados de producción y montaje, ya sea indivi-


dualmente u organizados en grupos, también actúan con
relativa independencia. El grado de flexibilidad del área de
trabajo y el tiempo de trabajo es bastante alto. Una “em-
presa modelo”, por ejemplo, permite programar a volun-
tad el tiempo de trabajo principal de cuatro horas, con
“cuentas” de tiempo flexible de más o menos setenta y dos
horas al mes. En el proceso, sin embargo, la dirección se
enfrenta a una drástica disminución de la profundidad de
la producción, lo que significa una reducción sustancial de
la complejidad organizativa interna. Partes enteras de la
empresa se vuelven redundantes o se fusionan en peque-
ñas empresas terciarias establecidas. Las casas matrices es-
tablecen redes de “proveedores leales” que también traba-
jan para la competencia. Así surgen formas de comercio
cooperativo a nivel regional, que ya no encajan a la perfec-
ción en los esquemas de competencia capitalista, que de
otro modo serían en blanco y negro. La naturaleza de dos
caras de tales “estructuras en red”, que, después de todo,
tienen efectos aparentes en el empleo, incluidas las trans-
ferencias de mano de obra entre empresas en situaciones
de crisis, se puede ver en las condiciones de trabajo y es-
tructuras de compensación claramente menos favorables
en los proveedores más pequeños. La mayoría de estas em-

42
Klaus Dörre

presas más pequeñas no tienen representaciones de intere-


ses ni acuerdos industriales vinculantes formalizados. Por
lo tanto, existe una “brecha de participación” obvia entre
las empresas matrices y sus “subsidiarias”; es cierto que
también es un fenómeno generalizado que va mucho más
allá de las empresas más pequeñas.

Pero la diferencia más importante con las dos primeras


variantes básicas de participación está en un nivel comple-
tamente diferente. Para todo el movimiento hacia la parti-
cipación directa, ninguno de estos casos incluye formas de
autoorganización con procedimiento democrático institu-
cionalizado. Incluso las empresas matrices no han elegido
portavoces ni han formalizado debates en equipo o en
grupo. Ciertamente, los procesos de abajo hacia arriba es-
tán más extendidos que en las grandes corporaciones. A
veces, los propios empleados demuestran la utilidad de
sus propuestas de mejora en la práctica, mediante la imple-
mentación contra la voluntad de gerentes resistentes. En
ese sentido, la transferencia de conocimiento desde la ex-
periencia informal y la información tácita del productor
hacia estructuras operativas establecidas funciona mucho
más eficientemente y con menos fricción que en las otras
variantes básicas. Pero, en las empresas más pequeñas, la
participación directa casi nunca deja las huellas que ha es-
tablecido la gerencia. Las formas acostumbradas de “inter-
cambio social” parecen ser decisivas. La participación está
incrustada en un tejido denso de relaciones personales. To-
dos están familiarizados entre sí. Hay comunicación di-
recta entre todos los niveles en la jerarquía reducida. Los
conflictos internos en el lugar de trabajo se procesan mu-
cho más a nivel personal que en las plantas más grandes.
Dentro de tales estructuras, ya existe una idea embrionaria
de un estatus ciudadano en el trabajo, basado en relaciones

43
La “cuestión de la democracia” en el trabajo

de reconocimiento mutuo. Pero la fuerza de estableci-


miento de valores de tales “comunidades de trabajo” mo-
dernizadas desalienta la resolución abierta de conflictos.
Esto es cierto tanto para los empleados como para sus re-
presentantes. El elemento que falta es una “esfera pública”
en el lugar de trabajo basada en un proceso democrático.
En última instancia, los administradores responsables tie-
nen enormes dudas sobre la compatibilidad del proceso
democrático con su autoridad. Como preguntó un ejecu-
tivo, retóricamente: “Si tuviéramos que votar, ¿cómo po-
dríamos justificar que no celebremos también elecciones
para la gerencia?”

La forma participativa de involucramiento individualizado


en estructuras organizacionales apenas formalizadas, la cuarta
variante básica, es casi la regla entre las empresas más nue-
vas en el procesamiento electrónico de datos. Tales empre-
sas tienden a organizarse en constelaciones radicalmente
diferentes de las tres variantes descritas anteriormente. Los
empleados son en su mayoría trabajadores asalariados ca-
lificados, muchos de ellos con títulos académicos. El pro-
ceso de trabajo excluye una división taylorista del trabajo.
La organización empresarial es muy similar al modelo de
adhocracia de Mintzberg. Al menos en los años de estable-
cimiento de una empresa, la división interna del trabajo
apenas está formalizada. Aquí tratamos principalmente
con “culturas expertas” tecnológicas. Con miras bajas en
empresas cada vez más grandes y transnacionales, gran
parte de esto, sin embargo, continúa aplicándose en la ac-
tualidad. La reorganización en tales negocios general-
mente tiene como objetivo confrontar a los expertos técni-
cos con las demandas del mercado, las necesidades de los
usuarios y los problemas relacionados con los costos. Esto
choca con la autocomprensión y la motivación laboral de

44
Klaus Dörre

los “analistas simbólicos” de la industria (Reich, 1993) cuya


disposición para actuar se alimenta principalmente de un
interés personal en los proyectos y la resolución de proble-
mas.

En tales empresas, la cooperación en torno a un objetivo


es un asunto cotidiano, incluso sin una estructura de
equipo oficial. La participación directa en el sentido de in-
fluir en las decisiones que afectan las condiciones de tra-
bajo se deja principalmente a la elección individual. Dado
que el proceso de trabajo por lo general no se puede con-
trolar desde el exterior, la regulación del desempeño se
lleva a cabo principalmente a través de compromisos indi-
viduales. Las metas personales, el salario y los potenciales
de desarrollo profesional son negociables. Pero solo con
gran dificultad se puede despertar el “excedente participa-
tivo” en tales estructuras organizativas por encima del ni-
vel individual. Esto plantea problemas no solo para los ge-
rentes preocupados por la integración social, sino también
para la representación de intereses en el lugar de trabajo y
los sindicatos. Por lo tanto, los ejecutivos de tales empresas
invierten mucho en capacitación y programas de capacita-
ción profesional avanzada, principalmente como un medio
para promover la “socialización” en la cultura de la em-
presa y fomentar un sentido individual de obligación con
los objetivos de la empresa. De hecho, algunos de estos
programas se asemejan a la intervención “imperialista” en
la vida privada de un trabajador.

Sin embargo, el éxito manipulador de tales programas


es más bien modesto. Más comunes son los efectos secun-
darios no deseados, como cuando los empleados adoptan
irónicamente el vocabulario de la ideología empresarial

45
La “cuestión de la democracia” en el trabajo

participativa y lo usan para promover sus propios recla-


mos contra la gerencia. Un puñado de estudios de casos en
el lugar de trabajo muestran que esto puede culminar en la
formación de una opinión colectiva y una mayor prepara-
ción para el conflicto. El contenido de tales confrontaciones
generalmente se centra en cómo implementar reducciones
de tiempo de trabajo negociadas contractualmente, seguri-
dad laboral o estructuras compensatorias justas en entor-
nos donde la organización apenas está formalizada y los
horarios de trabajo son casi totalmente flexibles. Los em-
pleados también están a menudo en conflicto entre ellos. A
medida que los trabajadores envejecen, crece su interés por
el seguro social y los límites de la jornada laboral. Pero
también existe el temor de que las regulaciones supraindi-
viduales puedan frenar el margen de libertad del indivi-
duo en el trabajo.

En un estudio de caso, los conflictos acumulados culmi-


naron en la fundación de un comité de empresa. En otra,
una operación de propiedad de una corporación estadou-
nidense, los empleados lucharon con éxito para establecer
relaciones laborales contractuales. Ninguno de estos casos
fue típico de la industria en su conjunto, pero las acciones
y los medios de comunicación empleados en ambos fueron
similares a las formas políticas de los “nuevos movimien-
tos sociales”. Los actores del lugar de trabajo estaban en
condiciones de establecer una “cogestión” crítica en un ni-
vel muy avanzado y se adelantaron para enfrentarse a la
gestión con la misma confianza. “Seleccionamos un sindi-
cato que podemos usar, no uno que nos use a nosotros”,
dijo un joven miembro del comité de empresa, expresando
solo esa autocomprensión. Pero en tales industrias, final-

46
Klaus Dörre

mente domina un patrón individual de participación, de-


jando la expresión de la preocupación al coraje civil de los
individuos.

Habiendo examinado estas cuatro variantes básicas tal


como aparecen realmente y en sus muchas formas y per-
mutaciones combinadas, ahora podemos formular una ex-
plicación más exacta de la posición de la participación di-
recta dentro de las empresas reorganizadas. No es particu-
larmente sorprendente que las formas de participación em-
píricamente perceptibles no incorporen altos estándares de
democratización en el lugar de trabajo o codeterminación
igualitaria. Pero ¿los nuevos conceptos de gestión pueden
ser utilizados por los trabajadores para la autoemancipa-
ción? Esta pregunta merece una respuesta cuidadosa.

En la mayoría de las firmas estudiadas, las oportunida-


des de participación directa son otorgadas por la gerencia.
Los empleados en estos casos poseen posibilidades de par-
ticipación, solo débilmente aseguradas a través de acuer-
dos operativos y de ninguna manera constituyen derechos
de participación garantizados y vinculantes. Los ejecutivos
de la empresa y las juntas corporativas determinan sustan-
cialmente el contenido, el grado y el marco temporal de la
participación. Esto es en sí mismo un importante “freno a
la participación”, porque la gerencia tiene una propensión
a violar o simplemente ignorar los reclamos de participa-
ción de los empleados. Por lo tanto, es una excepción abso-
luta cuando, por ejemplo, se informa a los trabajadores so-
bre la introducción del trabajo en grupo en las etapas de
planificación y mucho menos cuando el conocimiento de
la experiencia se recopila realmente “desde abajo”. Dado

47
La “cuestión de la democracia” en el trabajo

que la participación es la dimensión de los procesos de re-


forma del lugar de trabajo que puede crearse y expandirse
más rápidamente, las formas reales de participación actua-
les parecen estar subdesarrolladas.

Exacerbando esto están los efectos selectivos de los con-


ceptos de gestión post-tayloristas, que reducen en gran
medida los potenciales emancipatorios. Los efectos selecti-
vos no se limitan a los ascensos y descensos individuales o
colectivos dentro del sistema de estatutos en el lugar de
trabajo. Incluso en sus manifestaciones más humanas, es-
tos son, en última instancia, conceptos de racionalización
que tienen un impacto dramático en el empleo. En algunas
de las empresas examinadas, el personal se redujo en más
de un tercio como resultado de la reorganización. Al
mismo tiempo, las perspectivas a corto plazo favorecen la
eliminación de puestos de formación y recortes en el gasto
en investigación, debilitando así el potencial de desarrollo
estratégico. Considerando, además, que las variantes de
reorganización dominantes difícilmente acaban con la so-
bre-especialización o la rutinización del trabajo y por lo
tanto conservan los hábitos habituales de indiferencia en-
tre los trabajadores de cuello azul y blanco, el potencial
emancipatorio de los nuevos conceptos de gestión es cier-
tamente pobre.

Por eso es tanto más sorprendente que en toda una serie


de empresas se pueda observar una dinámica asombrosa
desencadenada por los procesos de participación, indi-
cando precisamente lo que es posible. Parece haber una es-
trecha relación entre el nivel de participación directa y la
necesidad de transformar el conocimiento de los empleados de la
experiencia en inteligencia de producción utilizable. Donde-

48
Klaus Dörre

quiera que la gerencia dependa relativamente de su capa-


cidad para aprovechar la inteligencia de producción poten-
cial, el consenso con los empleados sobre la expansión de
las zonas operativas de flexibilidad se vuelve aún más im-
portante. Cuantos más conocimientos parezcan capaces de
aportar los empleados, mayores serán las posibilidades de
participación directa. La optimización de procesos “auto-
dirigida” no puede forzarse de manera sostenible a través de la
presión económica o el control autoritario. Si la gerencia
quiere seriamente actualizar la participación activa en la
racionalización por parte de al menos una parte de los em-
pleados, entonces, en última instancia, dependen de incen-
tivos, compromisos, negociaciones y una política de infor-
mación abierta. Eso crea un margen de acción por parte de
los empleados y portavoces por igual. Los procesos de
toma de decisiones de la empresa están, al menos en parte,
despojados de su supuesta “fuerza objetiva de la necesi-
dad”. El consenso debe alcanzarse en parte de abajo hacia
arriba. Las negociaciones terminan parcialmente descen-
tralizadas, lo que facilita que los grupos fuertes influyan en
los eventos del lugar de trabajo utilizando su poder prima-
rio superior. Al mismo tiempo, la susceptibilidad de las
“empresas ajustadas” a las disrupciones exige un nivel ex-
traordinariamente alto de integración social en el lugar de
trabajo y una capacidad inmanente para prever, reconocer
y procesar conflictos5.

5 Esta necesidad inmanente se puso de manifiesto, por ejemplo, durante


la huelga de IG Metall de 1995 en Baviera. Fue en los negocios reorga-
nizados donde la gerencia rehuyó los cierres patronales. Según sus pro-
pias admisiones, los ejecutivos de tales empresas temían que sus esfuer-
zos de reorganización se estancaran. Esta fue una de las razones por las
que, en medio de la fase candente de la huelga, los principales gerentes
de Núremberg se volvieron públicamente en contra de su propia alianza

49
La “cuestión de la democracia” en el trabajo

Sin embargo, el aspecto más determinante es segura-


mente que la mayoría de las empresas estudiadas dieron
muestras de un desarrollo de reclamos entre los empleados, mu-
chas veces en forma de crítica. Incluso cuando las prome-
sas antropocéntricas de nuevos conceptos de gestión si-
guen sin cumplirse, generan expectativas y unifican recla-
mos. Es muy posible que surja un “excedente” de concien-
cia de participación, que exceda los límites de participa-
ción establecidos por la gerencia, especialmente entre los
trabajadores de cuello azul y blanco altamente calificados.
Este excedente podría desembocar en una resistencia infor-
mal, como sucedió en una de las plantas de ensamblaje en
el estudio, incluso bordeando los actos de sabotaje contra
las estrategias gerenciales de re-taylorización. Sin em-
bargo, podría conducir a un grado tan alto de optimización
de procesos autoorganizados que a su vez se legitimen las
demandas de cogestión de los trabajadores y los comités
de empresa, como fue el caso de un productor de genera-
dores de energía, hasta el nivel ejecutivo más alto. En tales
casos, uno de los obstáculos más básicos es que la partici-
pación otorgada claramente reduce el poder de los emplea-
dos para implementar demandas y, por lo tanto, también
el potencial de los empleados para ejercer una influencia
correctiva en las decisiones de gestión.

¿Qué significa todo esto para la “cuestión de la demo-


cracia” en la industria y los negocios? En un principio, está
claro que esta cuestión no surge automáticamente de los
conceptos de gestión post-tayloristas. La “participación de
los empleados” solo puede convertirse en un elemento

industrial y pidieron a los líderes de la alianza que cedieran. Aparente-


mente temían los efectos negativos que tendría un cierre patronal en las
“constituciones sociales” internas mucho más que un acuerdo salarial
que la alianza consideraba demasiado generoso.

50
Klaus Dörre

clave de la constitución de una empresa si la participación


otorgada se reemplaza por derechos garantizados que los
empleados pueden invocar de manera independiente.
Desde la perspectiva de la gestión del lugar de trabajo, esto
podría incluso tener sentido. Tales derechos a la participa-
ción contrarrestarían cualquier regresión hacia la rutina
diaria y el comportamiento autoritario. Pero cualquier in-
tento de establecer tales derechos de participación por en-
cima del nivel del lugar de trabajo, ya sea en acuerdos in-
dustriales o en forma de legislación, seguramente condu-
ciría a grandes conflictos entre y dentro de las partes en las
negociaciones industriales, las alianzas industriales y los
convenios comerciales.

Sin embargo, una expansión de los derechos en el lugar


de trabajo, por ejemplo, en forma de derechos de partici-
pación garantizados para individuos y/o grupos, no se tra-
duce en sí misma en “más democracia”. Dentro de las em-
presas, un entrelazamiento mutuo de participación directa
y formas establecidas de cogestión bien podría resultar
fructífero para los comités de empresa6. Surgirían mayores
dificultades en la interfaz entre la cogestión del lugar de
trabajo y la autonomía de los acuerdos de relaciones labo-
rales [Tarifautonomie]. La reorganización empresarial parti-
cipativa ya está fomentando las tendencias existentes de
reducir las negociaciones y regulaciones industriales al ni-
vel de empresas o lugares de trabajo únicos. Los acuerdos
sobre trabajo en grupo, pago por rendimiento, sistemas de
tiempo de trabajo y similares ya se hacen normalmente a
nivel del lugar de trabajo o de la empresa. Esto se debe en
parte a la necesidad de adaptar las soluciones a los proce-
sos de trabajo concretos. El punto clave, sin embargo, es

6 Sobre los problemas que surgen, véase Dörre & Neubert (1995).

51
La “cuestión de la democracia” en el trabajo

que los detalles de los acuerdos a nivel del lugar de trabajo


a menudo están en conflicto o incluso en contradicción ex-
plícita con los acuerdos industriales de base amplia7.

Es muy dudoso que los derechos de participación cen-


trados en el lugar de trabajo hagan algo para contrarrestar
esta tendencia a separarse de los dos pilares del modelo
alemán de relaciones laborales —la codeterminación en el
lugar de trabajo y la Tarifautonomie—. También es concebi-
ble que las estructuras abiertas a la participación refuercen
la solidaridad vertical entre campos dentro de las empre-
sas, al tiempo que debilitan la solidaridad horizontal que se
extiende más allá de las empresas individuales. En lugar
de una interrelación, podrían crear competencia entre los
derechos industriales8. Esto de ninguna manera es un ar-

7 Esto se aplica especialmente a los sistemas de horarios de trabajo y


salarios flexibles; véase Bahnmüller y Bispinck (1995) y Dörre (1995).
8 Aquí nos encontramos con un problema en la teoría democrática. Si la

formulación contemporánea de la “cuestión de la democracia” debería


de hecho preocuparse por involucrar a sectores cada vez más amplios
de la sociedad en los procesos de democracia procedimental (Rödel et
al., 1989) para ayudar al potencial de la “razón comunicativa” (Haber-
mas, 1992) a un gran avance, entonces inevitablemente se debe abordar
otra dificultad. Al considerar la esfera de la producción, habría que de-
terminar cómo organizar los lugares de trabajo y las empresas para ha-
cer efectivos los procesos democráticos en primer lugar. La participa-
ción democrática requiere tiempo, conocimiento, publicidad y la opor-
tunidad de implementar la voluntad democráticamente determinada. Si
no está claro cómo se puede adaptar algo de este tipo a las demandas
de una producción eficiente, siempre existe el peligro de que incluso los
trabajadores sacrifiquen la participación democrática en favor de los im-
perativos conductuales productivistas. Es una debilidad en las concep-
ciones de codeterminación que de otro modo serían instructivas
(Matthies et al., 1994), pues no discuten adecuadamente este problema
y, en aras de una implementación más fácil de sus ideas, también igno-

52
Klaus Dörre

gumento en contra de las nuevas formas de codetermina-


ción en el lugar de trabajo, sino por la necesidad de inte-
grarlas en instituciones generales de “democracia del pro-
ductor” del tipo que también permitiría a los actores del
lugar de trabajo discutir problemas sociales “externaliza-
dos” dentro de la empresa. Aquí nos encontramos con un
problema similar al del joven Karl Korsch, cuando atacó
formulaciones sociales socialistas puramente negativas y
vacías (Korsch, 1974, p. 17ss). Formulaciones positivas de
cómo la producción industrial eficiente podría combinarse
con ideas de ecología y justicia y, sobre todo, con una de-
mocratización de la economía y el lugar de trabajo simple-
mente no existen en este momento. Junto a la presión del des-
empleo masivo, esta es la razón principal por la cual las
demandas de participación laboral “excedente” han
atraído hasta ahora tan poca atención dentro de la socie-
dad.

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La “cuestión de la democracia” en el trabajo

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56
Klaus Dörre

Las clases sociales en el proceso


del Landnahme capitalista.
Sobre la relevancia de la
explotación secundaria
Hasta ahora, la creciente inseguridad social y la desigual-
dad no han llevado a un resurgimiento de los movimientos
laborales con conciencia de clase en los centros del capita-
lismo1. Este texto se basa en el concepto de Landnahme de
Rosa Luxemburg para intentar explicar este fenómeno. En
la Alemania contemporánea, como en otros países desarro-
llados, se está produciendo una transición de una sociedad
pacificada por métodos fordistas a una sociedad de clases
más fuertemente polarizada, aunque caracterizada por
una peculiar “estabilización de lo inestable”. Un Land-
nahme “interior” puesto en marcha por el capitalismo fi-
nanciero también ha acentuado gravemente la explotación
secundaria y la precarización del trabajo. Los sindicatos y

 Este texto se publicó en inglés bajo el título “Social Classes in the Pro-
cess of Capitalist Landnahme. On the Relevance of Secondary Exploita-
tion” en: Socialist Studies / Études socialistes 6(2), 2010, 43-74 (N. del T.)
1 Deseo agradecer a Mat Dressler/COMPACT, quien hizo lo mejor que

pudo con la traducción. Dos consultores anónimos me dieron sugeren-


cias útiles para una versión revisada. Muy cordialmente, me gustaría
agradecer a Elaine Coburn, quien brindó asistencia editorial adicional
para garantizar que la traducción cumpliera con los estándares requeri-
dos para una revista internacional.

57
Las clases sociales en el proceso del Landnahme capitalista

el segmento de la clase obrera representado por los sindi-


catos reaccionan a menudo cerrando filas en exclusiva so-
lidaridad. Ante la perspectiva de una movilidad social des-
cendente, desarrollan estrategias defensivas para preser-
var la propiedad social que les queda, incluso a expensas
de los grupos precarizados. Tal régimen disciplinario solo
puede romperse si los grupos precarizados y sus formas
de trabajo y de vida se integran en nuevas estructuras de
solidaridad inclusiva.

A principios del siglo XXI, la cuestión social vuelve a


estar en el centro de la política de los capitalismos desarro-
llados. El regreso de la inseguridad social a los países occi-
dentales ricos, incluida Alemania2, ha provocado un rena-
cimiento de las teorías de clase (Thien, 2009, pp. 7-22). No
obstante, este análisis se enfrenta a un dilema. Con el neo-
liberalismo comenzó “el cambio trascendental hacia una
mayor desigualdad social y la restauración del poder eco-
nómico (de) las clases altas” (Harvey, 2005, p. 26) Y, sin
embargo, la exitosa redistribución de abajo hacia arriba
que provocó este proyecto no ha generado, hasta ahora,
una conciencia de clase política entre los gobernados por
ese sistema. Como resultado de la crisis económica mun-
dial de 2008/2009, la izquierda política y los sindicatos lu-
chan por recuperarse en la mayoría de los países europeos
(Hyman & Gumbrell-McCormick, 2010; Milkman, 2010).
¿Cómo se puede explicar esto?

2Desde mediados de la década de 1980, en Alemania —Occidental—,


un discurso sobre la individualización y la pluralización de la desigual-
dad social había desplazado en gran medida los enfoques de la teoría
de clases (Beck, 1983).

58
Klaus Dörre

Para intentar responder a esta pregunta, comienzo aquí


con el concepto de “Landnahme” de Rosa Luxemburg. Ale-
mania, como otros Estados desarrollados, está experimen-
tando actualmente una transición de una sociedad pacifi-
cada por métodos fordistas a una sociedad de clases más
fuertemente polarizada. Esta transición se caracteriza por
una especie de estabilización de lo inestable. Un Landnahme
“interior” de las filas del capitalismo financiero ha hecho
del principio de competitividad el principio mayor para la
organización social, convirtiéndose en un catalizador para
las condiciones de clase basadas significativamente en la
explotación secundaria, acompañada de precarización,
obligando a los grupos subordinados con formas de orga-
nización e intervención política pasadas de moda a renun-
ciar a las medidas de protección del bienestar social gana-
das con tanto esfuerzo. Basándome en el concepto de Land-
nahme3 de Rosa Luxemburg, amplío el concepto de explo-
tación e ilustro su relevancia a través del análisis de los
desarrollos contemporáneos en el capitalismo coordinado
de Alemania.

Landnahme, clases y explotación (secundaria)

Karl Marx fue el primero en proporcionar un análisis de la


expansión capitalista como Landnahme. En su tratamiento
de la “llamada acumulación originaria” (Marx, 1867, Parte
VIII), describe la formación del capitalismo en un entorno
no capitalista. En opinión de Marx, el desarrollo de las con-
diciones capitalistas de clase y propiedad precede históri-
camente a los métodos capitalistas de producción. La ex-
propiación del campesinado es el prerrequisito central
para la génesis de trabajadores doblemente libres que no

3La propia Rosa Luxemburg escribe sobre “colonización”; ella en reali-


dad no usó el término Landnahme.

59
Las clases sociales en el proceso del Landnahme capitalista

están ligados a la tierra ni a ningún gremio. Marx describió


este proceso, que en última instancia conduce a la mono-
polización de los medios de producción de propiedad pri-
vada entre un pequeño grupo de propietarios, como un
procedimiento extremadamente brutal de expropiación
campesina, despojo obligatorio de tierras comunales y ex-
propiación de las propiedades de la Iglesia en medio de la
opresión colonial y la trata de esclavos. Dado que estaba
principalmente observando los desarrollos británicos,
Marx describe polémicamente la brutalidad de este pro-
ceso de transición (Thompson, 1987, p. 203). No obstante,
sus ideas siguen siendo relevantes como dispositivo heu-
rístico que guía la investigación sobre la teoría de clases.

Siguiendo a Marx, se puede argumentar que Landnahme


significa (1) expansión de los métodos de producción capi-
talista interna y externamente. La industria a gran escala
proporcionó una base permanente para la agricultura ca-
pitalista; completó la separación de la agricultura y los ofi-
cios domésticos rurales y “conquistó todo el mercado in-
terno para el capital industrial” (Marx 1867, p. 738). Este
proceso tomó varios siglos y las condiciones de producción
capitalista comenzaron a prevalecer generalmente solo en
el curso de la Revolución Industrial; la existencia paralela
de condiciones de clase capitalistas y no capitalistas es ca-
racterística del capitalismo, no excepcional. Las condicio-
nes tradicionales y nuevas no están estrictamente separa-
das. Más bien, la vida cotidiana de los individuos y grupos
sociales se caracteriza por una gran variedad de síntesis de
formas nuevas y antiguas (Braudel, 1985, 1986). Así, el tra-
bajador doblemente libre, tal como lo señala Marx, es una
abstracción. Incluso después del inicio de la Revolución In-
dustrial, durante un largo período de tiempo, la mayor
parte del proletariado industrial permaneció incrustado en

60
Klaus Dörre

las condiciones de vida y producción tradicionales y rura-


les (Lutz, 1984).

Los cambios en las condiciones de propiedad y la ex-


propiación del campesinado y el condicionamiento y dis-
ciplinamiento del trabajo “libre” para los nuevos modos de
producción requirieron del apoyo estatal. Así Landnahmen
son (2) también siempre procesos políticamente controla-
dos. En particular, durante la fase inicial del capitalismo,
las leyes que se remontan a la época feudal se utilizaron
para establecer en general el trabajo obligatorio y regular
políticamente los salarios (Marx 1867, p. 723). Incluso más
tarde, durante la Revolución Industrial, las condiciones se
basaron en la exclusión política de los trabajadores. Ju-
gando como partera de los métodos de producción capita-
lista, un Estado burgués represor contribuyó a la forma-
ción de mercados en un contexto de asimetrías estructura-
les de poder: estos fueron en parte políticamente iniciados
y, por lo tanto, nunca un asunto exclusivamente econó-
mico. La población “libre” fue movilizada y disciplinada
para la forma de producción capitalista, en un grado signi-
ficativo, por mecanismos políticos coercitivos movilizados
por el Estado. Para Marx, el uso intensivo de la coerción
política incluye la fuerza física; en su forma extensiva, la
coerción política es parte de la historia temprana del capi-
talismo. Marx predijo el surgimiento de un proletariado
que “por educación, tradición, costumbre, reconoce los es-
tándares de esa forma de producción como leyes naturales
innegables”. Por lo tanto, la fuerza extraeconómica solo se
utiliza en situaciones excepcionales. En general, los traba-
jadores pueden mantenerse bajo control por medio de las
“leyes naturales de la producción” (Marx, 1997, p. 727).

61
Las clases sociales en el proceso del Landnahme capitalista

Sin embargo, si pensamos en el desarrollo capitalista


como una secuencia de diferentes formaciones, métodos
de producción y condiciones de clase, entonces la validez
universal de las premisas de Marx es cuestionable. Si-
guiendo a Rosa Luxemburg, sostenemos que el desarrollo
capitalista (3) se basa siempre en dos procesos mutua-
mente dependientes. El primero domina los lugares de
producción de plusvalía, es decir, las fábricas, la agricul-
tura totalmente capitalizada y los mercados de mercancías.
Aquí, en gran medida, el capitalismo se reproduce sobre
sus propios cimientos; se aplica el principio de intercambio
equivalente. Como resultado de las luchas sociales, a los
trabajadores asalariados se les paga aproximadamente de
acuerdo con el valor de su trabajo. Sin embargo, Luxem-
burg argumenta que en tales “tratos internos” solo se
puede realizar una parte limitada del valor total del pro-
ducto de la sociedad. El segundo proceso encuentra así su
camino en las relaciones de intercambio entre la acumula-
ción de capital por un lado y los métodos de producción,
los actores sociales y los territorios no capitalistas por el
otro (Luxemburg, 1975, p. 315). Con un aumento tanto ab-
soluto como relativo del valor del trabajo en relación con
la plusvalía creada, en los mercados capitalistas internos,
el problema de lograr ganancias se agudiza constante-
mente (Luxemburg, 1975, p. 316). Esto obliga a las empre-
sas en expansión a comercializar partes de la plusvalía “ex-
ternamente”, fuera de los métodos de producción capita-
listas, las relaciones sociales capitalistas y los territorios po-
líticos determinados.

En este contexto, “externo” no necesariamente significa


fuera de las fronteras nacionales. Hay una fusión de los
mercados capitalistas interiores más allá de las fronteras de
los Estados-nación, como observa Luxemburg. Al mismo

62
Klaus Dörre

tiempo, dentro de las sociedades nacionales, hay regiones,


medios, grupos y actividades que no están mercantilizados
o solo parcialmente mercantilizados, donde las diferentes
formas de intercambio son dominantes en contraste con los
mercados capitalistas. En los “mercados exteriores”, el
principio de intercambio equivalente, de intercambiar va-
lores de magnitud similar, se aplica en un grado limitado
en el mejor de los casos; aquí predominan la arbitrariedad
e incluso la violencia abierta (Harvey, 2005, p. 137). Tal vio-
lencia tiene como objetivo, al menos temporalmente, man-
tener grupos sociales, territorios o incluso países enteros
en una etapa precapitalista o menos desarrollada. En esta
esfera “externa”, como señala David Harvey (2005, p. 147),
el capitalismo muestra a veces características de “fraudu-
lencia” y “depredación”. Tales mecanismos dialécticos “in-
terior-exterior” brindan a los actores capitalistas dominan-
tes —empresas, propietarios, gerentes— la posibilidad de
incorporar territorios, formas de producción y estratos so-
ciales no capitalistas en sus estrategias de acumulación. En
consecuencia, no son un fenómeno transitorio, sino un con-
comitante constante del desarrollo capitalista.

En consecuencia, los Landnahmen se basan (4) en proce-


sos contingentes que en el largo plazo pretenden reposicio-
nar y al menos superar temporalmente los límites de la
acumulación capitalista establecidos por los mercados “ex-
teriores” y, en última instancia, por la naturaleza humana
y extrahumana. Sin embargo, generar valor en los merca-
dos “exteriores” no es un proceso lineal. En cambio, la dia-
léctica del interior y el exterior brinda constantemente la
oportunidad de una modernización regresiva. Particular-
mente en tiempos de acumulación estancada, los jugadores
capitalistas como los “primeros en moverse” tienden a ig-
norar las reglas y practicar la sobreexplotación para lograr

63
Las clases sociales en el proceso del Landnahme capitalista

ganancias adicionales. El análisis de Luxemburg interpreta


así el problema del desarrollo capitalista como un impera-
tivo estructural para crecer4. El capitalista individual solo
puede evitar su propio declive mejorando permanente-
mente los medios de producción y aumentando la produc-
ción. Por lo tanto, la producción general tiende constante-
mente a superar la demanda de solventes y, debido a los
aumentos de productividad, el volumen de productos ma-
teriales tiende a exceder el aumento en el valor —exce-
dente— ya realizado. Mientras tanto, un sector financiero
en expansión proporciona financiamiento para los riesgos
empresariales con la expectativa de ganancias futuras, lo
que crea presiones para innovar. En este sistema, los retro-
cesos en el crecimiento relacionados con la crisis generan
desempleo y precarización.

Según Luxemburg, la presión por la reproducción ex-


tendida inherente al capitalismo va acompañada de un
problema multifacético de realización de ganancias que de
ninguna manera se limita a una simple teoría del subcon-
sumo. Periódicamente, cada capitalista individual necesita
encontrar exactamente esos medios materiales de produc-
ción, mano de obra y mercados de ventas apropiados para
su etapa en el proceso de acumulación (Luxemburg, 1975,
p. 24). En un marco económico anárquico donde esta co-
rrespondencia solo puede ser provocada por millones de
operaciones microeconómicas individuales, la reproduc-
ción del capital debe seguir siendo frágil. La metamorfosis
de la plusvalía en dinero, del dinero en capital productivo,

4 Los métodos capitalistas de producción hacen más que despertar en el


capitalista esta sed de plusvalía que lo impulsa a una incesante expan-
sión de la reproducción. La expansión se convierte en verdad en una ley
coercitiva, una condición económica de existencia para el capitalista in-
dividual (Luxemburg, 2003, p. 12).

64
Klaus Dörre

es decir, en bienes específicos, y la transformación de los


bienes que alimentan el proceso de producción en valor —
excedente— y dinero sigue siendo propenso a la crisis en
cada una de sus etapas. El consumo insuficiente es solo una
instancia específica de crisis dentro de una cadena en la
que cada eslabón está potencialmente en crisis. Desde la
perspectiva actual, la sobreacumulación o la explotación
extensiva de los recursos naturales agotables, sin tener en
cuenta las necesidades reales, es el eslabón potencialmente
más devastador en el proceso de producción capitalista.

En suma, en el proceso de reproducción ampliada, los


capitalistas individuales son incapaces de crear por sí mis-
mos un mercado de ventas ampliado; para bien o para mal,
dependen de la sociedad para crear los mercados amplia-
dos necesarios para resolver el problema complejo y mul-
tifacético de obtener beneficios. Como individuos, son
“impotentes” frente a este problema de realización. Esto
crea una presión estructural para el crecimiento, una diná-
mica que explica el “fenómeno contradictorio” de que “los
viejos países capitalistas proporcionan mercados cada vez
más grandes y se vuelven cada vez más dependientes unos
de otros, pero, por otro lado, compiten cada vez más des-
piadadamente por las relaciones comerciales con países no
capitalistas” (Luxemburg, 2003, p. 347).

Las implicaciones de la teoría de la ruptura en el con-


cepto Landnahme de Luxemburg han sido criticadas con
frecuencia. Harvey (2003, p. 138) señala correctamente que
Rosa Luxemburg subestima el potencial de una política de
reinversión para crear demanda de bienes de capital y re-
volucionar los medios de producción. Además, a largo
plazo, la expansión geográfica puede estimular el capita-
lismo. En lugar de mantener a los países periféricos en un

65
Las clases sociales en el proceso del Landnahme capitalista

estado permanente de no desarrollo, pueden utilizarse


como esferas estables de inversión. En este sentido, la dia-
léctica interior-exterior del desarrollo capitalista no incluye
el colapso automático. Sin embargo, Lutz (1984) y Harvey
(2004) ofrecen una interpretación alternativa de la teoría
del Landnahme: los actores capitalistas (5) pueden contra-
rrestar los problemas estructurales del desarrollo a través
de revoluciones pasivas. Los regímenes de acumulación y
las condiciones de propiedad, las formas de regulación y
los modelos de producción circulan y se transforman, aun-
que siempre con el objetivo de preservar el sistema capita-
lista (Gramsci, 1991, p. 101; 1999, p. 2063). Tales transfor-
maciones son posibles porque dentro de las relaciones es-
paciotemporales concretas, el capitalismo siempre puede
referirse a un “afuera” que él mismo crea hasta cierto
punto: “el capitalismo puede hacer uso de algún afuera
preexistente (formaciones no capitalistas o algún sector
dentro del capitalismo, como la educación, que aún no ha
sido proletarizada) o puede fabricarlo activamente” (Har-
vey, 2003, p. 141). La generación activa de un otro no capi-
talista es una reacción a las dificultades para obtener ga-
nancias y es parte de estrategias más amplias para contra-
rrestar la tendencia hacia la sobreacumulación —falta de
oportunidades de inversión— mediante el “desplaza-
miento” del capital en el espacio y/o el tiempo. Por lo
tanto, el desarrollo capitalista puede verse como una bús-
queda permanente de nuevas formas de fijar el capital en
el espacio-tiempo. Tal fijación de capital en el espacio-
tiempo no solo vincula el capital invertido a “ubicaciones”
que prometen ganancias de monopolio debido a cualida-
des únicas; en la medida en que estos lazos son a largo
plazo, desactivan temporalmente el problema de la sobre-
acumulación y, por lo tanto, “reparan” temporalmente el
capitalismo (Harvey, 2003, p. 115).

66
Klaus Dörre

La generación activa de un “afuera” significa entonces


(6) que, en principio, la cadena de actos del Landnahme es
interminable. “Caer en desgracia” al “ir más allá del ám-
bito de las regulaciones puramente económicas por medio
de acciones políticas” (Arendt, 2006, p. 335) es un proceso
continuamente necesario, como una escalera de tijera cons-
tantemente extendida. La dinámica capitalista depende,
fundamentalmente, de la capacidad de producir y destruir
el espacio en el tiempo. Al invertir en maquinaria, fábricas,
mano de obra e infraestructura, el capital establece lazos
espaciales que no puede romper sin costo ni desgaste. En
esto, las inversiones destinadas a desarrollar económica-
mente los espacios, por ejemplo, la financiación de infraes-
tructuras de tráfico, el acceso a materias primas o las inver-
siones en educación y formación, seguridad y salud en el
trabajo, tienen una función particular. Dichas inversiones
solo pueden redimirse durante largos períodos de tiempo,
es decir, se eliminan temporalmente del ciclo de capital pri-
mario —consumo inmediato— y se redirigen al ciclo se-
cundario —capital para revolucionar los medios de pro-
ducción, la creación de fondos para el consumo, por ejem-
plo, vivienda— o el ciclo terciario —inversión en investi-
gación, desarrollo, asuntos sociales—. Sin embargo, no hay
garantía de que tales inversiones sean rentables. Por lo
tanto, el Estado asume la función del “capitalista ideal co-
lectivo” cuando se requieren inversiones a largo plazo,
creando así un “afuera” para las operaciones capitalistas
moleculares individuales, una esfera que es en parte inac-
cesible a la acumulación privada, pero que puede usarse
para mejorar el rendimiento económico y privatizarse en
un momento posterior. En la medida en que las formas
temporales de societización del mercado se convierten en
obstáculos para la realización del capital, el capital móvil
busca aliviar o eliminar el capital previamente fijado en el

67
Las clases sociales en el proceso del Landnahme capitalista

espacio-tiempo. Donde la eliminación de dicho capital fijo


conduce a la desindustrialización, el declive económico, el
desempleo masivo y la pobreza, se crea otro “afuera”: re-
giones devastadas y abandonadas y una mano de obra no
utilizada que, en una fase posterior del desarrollo, pueden
volverse adecuadas como objeto y activos potenciales de
nuevas estrategias de inversión. Este proceso dialéctico del
Landnahme sugiere que la existencia paralela de condicio-
nes de clase y relaciones de clase cualitativamente diferen-
tes en el espacio-tiempo, tanto dentro como fuera de las so-
ciedades nacionales, es un elemento del capitalismo que
funciona normalmente.

Los actores capitalistas dominantes (propietarios, ge-


rentes, empresas, etc.) pueden usar tal simultaneidad de lo
no simultáneo para (7) preservar e institucionalizar la ex-
plotación secundaria. “Secundaria” no significa menos do-
lorosa, menos brutal o menos significativa. Más bien, la ra-
cionalidad del intercambio equivalente que estructura la
explotación capitalista primaria no se aplica, o solo en una
medida limitada. Ejemplos clásicos de explotación secun-
daria son la funcionalización del trabajo reproductivo de
las mujeres o el establecimiento de un estatus transitorio
para los migrantes. En el primer caso, los mecanismos sim-
bólico-habituales y políticos jerarquizan las ocupaciones
por medio de construcciones específicas de género. La des-
valorización del trabajo reproductivo y la relativa exclu-
sión del empleo a tiempo completo socialmente protegido
tienen un origen histórico (Aulenbacher, 2009, pp. 65-80).
En el segundo caso, el estatus transitorio de los migrantes
basado en la privación relativa de derechos y la dislocación
perpetúa una diferencia específica entre el interior y el ex-
terior cuyo efecto buscado es asegurar un suministro de

68
Klaus Dörre

mano de obra barata que pueda movilizarse para segmen-


tos poco atractivos del mercado laboral donde el trabajo
requiere poca cualificación, es oneroso y mal pagado. La
explotación secundaria existe siempre que se utilizan for-
mas simbólicas de presión y presiones aplicadas política-
mente por el Estado para preservar las diferencias entre
“adentro” y “afuera” con el objetivo de empujar el precio
del trabajo para ciertos grupos sociales por debajo de su
valor real o de excluir a estos grupos de la relación capita-
lista de explotación. Por lo tanto, la explotación secundaria
manifiesta una síntesis llena de tensión de universalismo y
particularismo característica de cualquier Landnahme capi-
talista. El reclamo universalista de realización de capital
depende funcionalmente de regulaciones particularistas
como el Estado nacional. Sin embargo, el sistema econó-
mico global solo puede existir dentro de una red de rela-
ciones de poder dentro y entre Estados, que constante-
mente reproduce diferencias entre “adentro” y “afuera”.

Este análisis permite (8) definir con mayor precisión el


significado de las condiciones de clase, la marginación y la
precarización para el racionalismo económico del capita-
lismo. El “ejército de reserva” del mecanismo laboral de
Marx, analizado en el primer volumen de El Capital, es una
forma de generar activamente un “afuera” para contrarres-
tar las medidas de desmercantilización del Estado. En sus
diversas formas, el ejército industrial de mano de obra de
reserva puede utilizarse durante los auges económicos
para movilizar mano de obra adicional en condiciones ven-
tajosas para el capital. Al mismo tiempo, los excluidos de
la producción capitalista representan una presión latente
que puede utilizarse para reducir los costos laborales y
brindar incentivos para la inversión. Sin embargo, sobre
todo, “los trabajadores simplemente son expulsados del

69
Las clases sociales en el proceso del Landnahme capitalista

sistema en un punto determinado” para garantizar que


“estén disponibles en un punto posterior con fines de acu-
mulación”. Así, el capitalismo crea “algo fuera de sí
mismo” (Harvey, 2003, p. 140). La cuestión social siempre
incluye un “adentro” y un “afuera”: el “adentro” repre-
senta la actividad central de la explotación, la apropiación
privada de la plusvalía generada colectivamente; mientras
que el “afuera” se refiere a ingresos reducidos, condiciones
de vida por debajo de los estándares de clase aceptados,
sobreexplotación y, en casos extremos, exclusión total del
empleo.

Landnahme fordista y relaciones de clase

Marx esperaba que tales divisiones fueran superadas du-


rante la formación de la clase política. Aunque describió al
ejército de reserva de la industria como un grupo grande y
socialmente muy diferenciado, lo consideró un elemento
potencial de la clase trabajadora. Pero, para superar las di-
visiones y la competencia, se requeriría una “cooperación
regular entre empleados y desempleados” (Marx, 1997, p.
634) a través de un cuerpo político o sindicato unificado y
con conciencia de clase.

El mecanismo del ejército de reserva...

Dado que Marx observó un proletariado industrial cuyas


condiciones de vida eran estructuralmente precarias
(Marx, 1997, p. 670; Mooser, 1984; Paugam, 2008, pp. 48-
50), tal interpretación parece razonable. Sin embargo, su
lógica es inconsistente. Un ejército de reserva extremada-
mente heterogéneo que es “fluido”, “latente”, “estancado”
y altamente pauperizado (Marx, 1997, p. 634), funciona
tanto como el sujeto potencial de la solidaridad de clase

70
Klaus Dörre

como también actúa como una fuerza disciplinadora, “pre-


sionando al ejército activo de trabajadores durante los pe-
ríodos de estancamiento y mediana prosperidad y durante
el período de sobreproducción y paroxismo manteniendo
sus demandas en jaque” (Marx, 1997, p. 634). No está claro
por qué estos grupos precarizados parcialmente integra-
dos en medios no capitalistas se aliarían con la parte activa
del proletariado. Rosa Luxemburg (2003, p. 343) vio clara-
mente este problema. En su opinión, “la emancipación de
la fuerza de trabajo de las condiciones sociales primitivas
y su absorción por el sistema capitalista de salarios es una
de las bases históricas indispensables de este sistema”. Y
continúa: “sin embargo, como hemos visto, el capitalismo
en su plena madurez también depende en todos los aspec-
tos de los estratos no capitalistas” (Luxemburg, 2003, p.
345). Incluso si rechazamos el modelo de reproducción es-
tática de Luxemburg, podemos aceptar su observación
central de que las formas de producción no capitalistas y
los diferentes estratos sociales coexisten con el capitalismo.
El siguiente análisis se basa en esta idea para explicar el
mecanismo del ejército de reserva, su desaparición tempo-
ral y su resurgimiento en el curso del último Landnahme del
capitalismo financiero.

...su desaparición temporal...

Según Burkardt Lutz (1984), el débil crecimiento del capi-


talismo después de la Primera Guerra Mundial se debió
principalmente a la incapacidad de los capitalistas para
romper el dualismo de la industria moderna y el sector tra-
dicional, que limitaba la demanda solvente. Durante mu-
cho tiempo, las relaciones de intercambio entre la industria
moderna y un sector con estructuras empresariales agra-
rias y de pequeña escala, estilos de vida premodernos y

71
Las clases sociales en el proceso del Landnahme capitalista

orientaciones de valor aseguraron que los costos laborales


no superaran ciertos límites. El sector tradicional propor-
cionó una mano de obra potencial a la que la industria po-
día acceder para satisfacer sus necesidades y luego, en
tiempos de crisis, regresar como mano de obra “excedente”
a este sector “externo”. Además, los salarios circulaban con
un margen definido en buena medida por el consumo de
bienes del sector tradicional. Era posible limitar los costos
de reproducción del trabajo como mercancía porque los
trabajadores obtenían la mayoría de sus bienes esenciales
del sector tradicional, caracterizado por el pequeño comer-
cio y la producción agraria y, por lo tanto, proporcionaba
productos más o menos baratos.

Lo que hizo posible que los actores capitalistas de los


países centrales de Europa Occidental descifraran el lla-
mado “Lohngesetz”5 fueron las condiciones políticas bási-
cas: el intervencionismo estatal, el modelo del “New Deal”
con producción en masa, consumo en masa y estilos de
vida individualistas, junto con un consenso de élite para
permitir que los asalariados participen en el crecimiento
económico. Durante un período en el que el sector tradi-
cional fue absorbido de manera irreversible, la “ley de sa-
larios” fue neutralizada. Dondequiera que las funciones
del sector tradicional no pudieran delegarse a la industria
y al mercado capitalista, fueron asumidas por el Estado y
un sector público en expansión. Como resultado, los sala-
rios reales aumentaron significativamente en veinte años
(1950-1970), un desarrollo producido en Alemania como

5Con “Lohngesetz” —“ley de salarios”— Lutz (1984, p. 210) quiere decir


“que los salarios en el sector moderno de la economía nacional no pue-
den aumentar de manera significativa ni permanente por encima del ni-
vel de oferta presente entre las partes más pobres del sector tradicional,
que se define principalmente por la economía de trueque”.

72
Klaus Dörre

resultado de solo unos pocos conflictos sociales ejemplares


y grandes. Tanto cuantitativa como cualitativamente, esto
significó un aumento único en el nivel de vida de los asa-
lariados y sus familias6. El trabajo asalariado estaba vincu-
lado con fuertes derechos sociales de protección y partici-
pación. La generalización del trabajo asalariado en la so-
ciedad, es decir, el desplazamiento del trabajo hacia el mer-
cado laboral capitalista —mercantilización— fue posible
porque un estado de bienestar en expansión aseguró que
el trabajo asalariado se desvinculara en gran medida de los
riesgos del mercado —desmercantilización—.

Lo que se desarrolló fue una “Gesellschaft der Ähnlichen”


—“Sociedad de los similares”— (Castel 2005, p. 46), que
permitió a grandes porciones de la clase trabajadora alcan-
zar los estilos de vida y la seguridad que disfrutaban los
niveles medios de la sociedad, a pesar de la persistente de-
sigualdad y las jerarquías. Un elemento importante de este
ascenso fue el acceso a la propiedad social destinada a ga-
rantizar la satisfacción de las necesidades básicas. Típica-
mente, esto incluía pensiones y beneficios de seguro mé-
dico, así como la aceptación de estándares de negociación
colectiva y algunos derechos de codeterminación en el tra-
bajo y en la sociedad. En esta “Sociedad de los similares”
no habían desaparecido las grandes diferencias entre cla-
ses y fracciones de clase, pero la reivindicación de la pro-
piedad social cambió la vida de los trabajadores asalaria-
dos y sus familias, posibilitando en cierta medida la plani-

6“Entre las décadas de 1880 y 1970, los salarios reales promedio de la


mano de obra industrial se habían más que triplicado. A pesar de los
problemas metódicos para determinar salarios reales comparables, po-
demos registrar que los principales cambios tuvieron lugar en las déca-
das posteriores a la Segunda Guerra Mundial” (Mooser, 1984, p. 74).

73
Las clases sociales en el proceso del Landnahme capitalista

ficación (Sennett, 2007, p. 24). Las empresas grandes y pe-


queñas con mercados laborales internos estables, así como
un sector público bien desarrollado, aseguraron que en
una economía mixta, la red de seguridad colectiva para el
trabajo asalariado permitiera a las personas tener “carre-
ras”.

Por primera vez en la historia, aunque solo fuera por un


breve período, dentro del capitalismo coordinado de tipo
alemán había surgido un capitalismo sin un ejército de re-
serva industrial nacional visible (Lutz, 1984, p. 186). Estaba,
sin embargo, presente, con una eficacia latente. Las muje-
res permanecieron relativamente excluidas del empleo a
tiempo completo y el trabajo reproductivo siguió siendo
un recurso gratuito (Aulenbacher, 2009), junto con la mo-
vilización de migrantes como “trabajadores invitados”.
Desde la perspectiva de los trabajadores asalariados inte-
grados, la pobreza y la precariedad aparecían solo en los
bordes de la sociedad, fenómenos de “un mundo dife-
rente”. Una forma específica del Landnahme liberó mano de
obra para el mercado laboral, al tiempo que limitaba la me-
dida en que dicha mano de obra se consideraba una mer-
cancía por medio de reclamos extendidos de propiedad so-
cial. Esto trajo consigo una sociedad de clases integrada
con su centro de gravedad social ubicado entre las clases
medias (Wright, 1985; 2000). En su concepción de sí misma,
esta sociedad era más una casa con niveles sociales
permeables (Geißler, 2006) que una estructura de clases
polarizada. La cohesión social en esta “Sociedad de los si-
milares” se vio reforzada por la existencia de un “modelo
gemelo” en competencia basado en el socialismo de Estado

74
Klaus Dörre

que creó seguridad social pero a costa de las libertades in-


dividuales y colectivas (Wagner, 1995)7.

Las sociedades de clases fordistas integradas se basaron


en un “Landnahme interior” de recursos que se han utili-
zado y no se pueden restaurar. El Landnahme fordista, pro-
ducto de la intervención estatal, desplazó los productos y
servicios característicos del sector tradicional de la gama
de necesidades cotidianas de los trabajadores asalariados
y movilizó mano de obra de los segmentos no capitalistas
para la industria y la prestación de servicios modernos.
Ambos procesos, ampliándose mutuamente, significaron
la “destrucción progresiva de estructuras, formas de pro-
ducción, modos de vida y orientaciones de comporta-
miento”. Según Lutz, este “Landnahme interior” puede
verse como análogo al “Landnahme exterior” imperialista
observado por Rosa Luxemburg (Lutz, 1984, p. 213). La
“acumulación de poder político” —según Hannah Arendt
(2006, p. 312) un gemelo de la acumulación de capital pero
con el potencial de desarrollar una existencia indepen-
diente— fue domesticada y dirigida hacia adentro, en con-
traste con el imperialismo de principios del siglo XX. Y esto
solo fue posible porque se basó en el reconocimiento del
“poder de los trabajadores” (Silver, 2005)8.

7 Dado que el artículo se basa principalmente en observaciones de la


sociedad alemana, el Estado socialista de “modelo gemelo” implícito
aquí es la República Democrática Alemana (Nota de Mat Dressler).
8 Siguiendo la tipología de Fligstein (2001, p. 67), la “arquitectura de los

mercados” en los países escandinavos está determinada por coaliciones


entre los trabajadores y el Estado; en los Estados Unidos, las alianzas
están dominadas por los intereses del capital, mientras que, en Alema-
nia, las coaliciones se basan en compromisos entre los intereses organi-
zados de los trabajadores asalariados y el capital. En consecuencia, las

75
Las clases sociales en el proceso del Landnahme capitalista

La fuerte integración social de las sociedades de clases


fordistas se basó fundamentalmente en la incorporación
del poder proletario, especialmente en sistemas de bienes-
tar altamente juridizados. El poder estructural y organiza-
tivo de los trabajadores asalariados fue reemplazado en
parte por poderes institucionales, es decir, recursos de po-
der relativamente independientes de las influencias situa-
cionales y los cambios repentinos en el equilibrio de poder.
Las facciones de la clase dominante pagaron un precio po-
lítico para pacificar el conflicto de clase industrial: a saber,
el reconocimiento, incorporación y continuidad institucio-
nal del poder proletario. La ambivalencia de este tipo de
integración se hizo evidente a fines de la década de 1960,
cuando varios países de Europa continental presenciaron
el despertar de la militancia obrera (Streeck, 2003), un fe-
nómeno totalmente imprevisto para la sociología domi-
nante. El Landnahme del capitalismo financiero, que co-
menzó a mediados de la década de 1970, es también una
reacción a este renacimiento de corta duración del poder
proletario organizado. El capital financiero buscó volver a
ocupar el “afuera” que el capitalismo fordista había esta-
blecido a través de instituciones limitadoras del mercado y
la incorporación del poder de la clase trabajadora: un tipo
de acumulación flexible se combina con una regulación
que prioriza las personalidades del mercado, la responsa-
bilidad individual y la competitividad en contraste con los
principios de solidaridad y cooperación (Dörre, 2009). Un

respectivas institucionalizaciones del “poder proletario” se han desa-


rrollado de manera diferente. En los sistemas voluntaristas de relacio-
nes laborales de los capitalismos liberales anglosajones, dicha institu-
cionalización se ha mantenido en un nivel bajo. En contraste, los capita-
lismos corporativos del tipo “Rin”, en particular el sistema alemán de
representación dual de intereses, se caracterizan por un alto nivel de
poder obrero institucionalizado (Frege & Kelly, 2004).

76
Klaus Dörre

resultado importante del último Landnahme del capita-


lismo financiero es el restablecimiento de un mecanismo
visible del ejército de reserva dentro de los capitalismos
desarrollados.

...y su renacimiento

Los Landnahmen no son procesos lineales: siempre se basan


en decisiones contingentes, crean fricciones y contradiccio-
nes, provocan contramovimientos y movilizan protestas y
resistencias. Sin embargo, cada modo del Landnahme capi-
talista tiene características dominantes cuyos efectos se
manifiestan en largos ciclos de apertura y cierre de merca-
dos. El modo impulsado por las finanzas se basa en el pre-
dominio relativo del capital de inversión, a menudo ficti-
cio. El llamado Régimen del dólar de Wall Street (Hen-
wood, 1994) y la política monetaria de los Estados Unidos,
utilizados para mantener su papel de liderazgo en la eco-
nomía global, fueron fundamentales para integrar los ele-
mentos constitutivos del capitalismo de mercado finan-
ciero en las economías de la Europa continental, con el
apoyo activo de gobiernos europeos. La hegemonía esta-
dounidense en el sistema internacional de Estados hizo po-
sible introducir estándares de capitalismo financiero en di-
ferentes tipos de capitalismo. La consecuencia fue que los
principios de liquidez que rigen los mercados financieros
globales se transfirieron sucesivamente a las economías
reales y luego prácticamente a todos los dominios de la so-
ciedad (Boyer, 2000; Castells, 1996; Fligstein 2001).

Aquí se encuentra un primer factor importante que im-


pulsa la reestructuración de las condiciones de clase y las
relaciones de clase. Para adaptarse a los mercados volátiles
con rápidas fluctuaciones y garantizar los márgenes de be-
neficio esperados a largo plazo, los salarios, las horas de

77
Las clases sociales en el proceso del Landnahme capitalista

trabajo y las condiciones laborales se han declarado facto-


res residuales que pueden adaptarse de forma flexible al
clima empresarial imperante. Las empresas que dominan
el mercado transmiten la presión de tener que cumplir con
los márgenes de beneficio esperados a la gerencia y al per-
sonal, a sus proveedores y a los segmentos dependientes
de las pequeñas y medianas empresas, que también se ven
afectados por mecanismos de transferencia específicos.
Para que las empresas puedan “respirar” en el flujo de las
tendencias económicas, las formas flexibles de empleo y,
especialmente, las herramientas de flexibilización externa,
como el empleo de duración determinada, los contratos de
trabajo y las agencias de trabajo temporal, adquieren una
mayor importancia en los sistemas de creación de valor. El
régimen del capitalismo financiero inventa métodos para
incrementar las ganancias prometidas reviviendo mecanis-
mos secundarios de explotación. Para hacer que las tasas
de retorno de la equidad sean del orden del veinticinco por
ciento e incluso más, los jugadores capitalistas buscan ga-
nancias adicionales a través de la precarización del empleo
(Chesnais, 2004, p. 236). Las ventajas competitivas resul-
tantes se copian fácilmente y, por lo tanto, no son perma-
nentes; el “motor” de este tipo del Landnahme debe mante-
nerse en marcha, lo que requiere una constante subcotiza-
ción competitiva, spin-offs, subcontratación, campañas de
desregulación, con dumping salarial e incluso medidas re-
presivas y brutalización del mercado laboral. La creciente
inseguridad en las condiciones de trabajo es consecuencia
de promesas y expectativas infladas de ganancias y ganan-
cias de los accionistas.

Mientras que el Landnahme fordista se basaba principal-


mente en un estado de bienestar expansivo y un alto grado

78
Klaus Dörre

de desmercantilización del trabajo asalariado, el Land-


nahme impulsado por las finanzas busca mejorar la diná-
mica de acumulación sin ningún desarrollo adicional del
estado de bienestar. Sin embargo, el modus operandi de este
ciclo del Landnahme no puede reducirse a la simple priva-
tización y desregulación. Más bien, el nuevo Landnahme
tiene sus raíces en estructuras microsociales como la fami-
lia de un solo ingreso. En Alemania Occidental, este Land-
nahme también fue siempre un escenario político. Muchas
estructuras discriminatorias se han erosionado, asegu-
rando así mejoras en la integración de las mujeres en la
educación y el empleo, con un apoyo significativo del mo-
vimiento de mujeres. Por supuesto, el potencial del trabajo
femenino libre podría y aún puede usarse para reactivar el
mismo mecanismo del ejército de reserva que, por un corto
período, pareció haber sido neutralizado en los países cen-
trales del capitalismo con sus mercados laborales organi-
zados. Tal reactivación fue posible porque los actores capi-
talistas dominantes —empresas, gerentes, propietarios—
utilizaron ofensivamente la opción de establecer competi-
tividad por medio de la sobreexplotación y la brutalización
del mercado laboral. Además, en términos comparativos,
las mujeres estaban más preparadas para aceptar condicio-
nes de trabajo precarias, particularmente en una situación
en la que la reconversión del mercado laboral y las políti-
cas sociales hicieron posible estructuras de empleo tan asi-
métricas para las mujeres (Streeck, 2005; Aulenbacher,
2009).

El Landnahme del capitalismo financiero


y la precarización

En general, la financiarización y la precarización han ini-


ciado la transición de una sociedad de clases socialmente

79
Las clases sociales en el proceso del Landnahme capitalista

integradora a una más fuertemente polarizada. Sin em-


bargo, la sociedad de clases socialmente cohesiva del capi-
talismo social-burocrático no ha desaparecido por com-
pleto. Bajo la forma de relaciones laborales normales, ins-
tituciones reguladoras y disposiciones habitualizadas, to-
davía influye en alguna medida en las demandas y estra-
tegias de acción de los actores individuales y colectivos. Es
una coexistencia llena de tensión de viejas y nuevas estruc-
turas lo que actualmente determina el proceso de reestruc-
turación de las relaciones de clase. A pesar de todas las
continuidades, se está desarrollando un nuevo tipo de
realidad social. Esto queda claro si prestamos atención a
cómo, en el curso del Landnahme del capitalismo financiero,
se han desarrollado las relaciones entre clases —fracciones
de clase— y las dinámicas de conflicto incrustadas en ellas.

La reestructuración y reposicionamiento
de las clases dominantes

El último Landnahme es un proceso internacional y trans-


nacional. Una de sus consecuencias es una internacionali-
zación de las relaciones de clase entre las facciones de la
clase dominante, aunque con muchas contradicciones. De
hecho, algunos análisis (Sklair, 2008, pp. 213-240) postulan
el surgimiento de clases dominantes transnacionales, iden-
tificando una meta-red de complejos industriales, think
tanks, escuelas de élite y empresas de consultoría que inte-
gran los intereses capitalistas a nivel global en todos los
países, sectores y campos de actividad (Castells, 2001, p.
533). Otros siguen siendo más escépticos. Sin embargo,
hasta ahora no existe una clase dominante homogénea y
verdaderamente internacional. Lo que se aplica a todas las
facciones y élites de la clase dominante es que su modo de
reproducción es, todavía, limitado a nivel nacional o regio-
nal.

80
Klaus Dörre

La continua dependencia de los recursos de poder na-


cional y la necesidad de encontrar compromisos naciona-
les también explica por qué, en las principales naciones del
mundo capitalista, la burguesía todavía recluta en gran
medida entre sus propias filas (Hartmann, 2008, pp. 241-
258). Entonces, aunque existe cierta homogeneidad social
y cultural en las formaciones de clase actuales, las formas
de gestión empresarial correspondientes al proyecto de
Landnahme del capitalismo financiero implican fracciones,
conflictos y discontinuidades dentro de las clases dominan-
tes. La gestión empresarial orientada a los accionistas creó
un nuevo tipo de élite directiva que no se siente obligada
hacia las expectativas colectivas de la empresa y no está
preparada para ser sujetada a ningún objetivo de creci-
miento. En cambio, estos nuevos tipos de gerentes esperan
un alto grado de correspondencia entre sus propios intere-
ses y los intereses de la empresa y ubican la búsqueda de
la maximización de ganancias a corto plazo en el centro de
sus acciones (Fligstein, 2001). Contrariamente a sus inten-
ciones reales, la gestión impulsada por el valor para los ac-
cionistas no ha limitado el alcance de las acciones de los
altos directivos; en muchos sentidos ha sucedido lo contra-
rio. El modelo de gestión eficiente impulsada por el valor
de los accionistas no es realizable en su forma pura, sobre
todo porque el nivel de control prometido es imposible de
ejercer en la práctica (Berle, 1963, p. 28).

Los intereses del capitalismo financiero se han am-


pliado. Las medidas políticas para desregular las relacio-
nes financieras contribuyen a la formación de “clases pro-
veedoras de servicios” particulares del capitalismo de mer-
cado financiero (Windolf, 2008, pp. 516-535) que tienen in-
terés en hacer que las estructuras del capitalismo finan-

81
Las clases sociales en el proceso del Landnahme capitalista

ciero sean permanentes. La racionalidad específica del sec-


tor financiero ha dado lugar a multitud de servicios y fun-
ciones que, para bien o para mal, están indisolublemente
ligados a los mecanismos de este régimen. De hecho, la ló-
gica del capitalismo de mercado financiero promete “hacer
rica a mucha gente”: gerentes cuyos ingresos crecen des-
proporcionadamente junto con los precios de las acciones
debido a las opciones, o banqueros de inversión, consulto-
res de negocios o abogados que hacen una fortuna con po-
sibles transacciones del mercado de capitales (Frankfurter
Rundschau, 23 de junio de 2006). Sin embargo, los contextos
nacionales siguen siendo importantes: los altos directivos
de las empresas con sede en Alemania, que ganan más de
cien veces lo que gana un trabajador cualificado, siguen es-
tando muy por debajo de los salarios más altos de los di-
rectores ejecutivos estadounidenses, que incluso en 2003
ganaban hasta cuatrocientas veces los ingresos de los tra-
bajadores calificados (Dörre & Brinkmann, 2005, p. 105;
Reich, 2010, pp. 49-56).

Así, la transición al capitalismo de mercado financiero


representa una gama de proyectos de clase transnacionales
que apuntan en una dirección similar, aunque varían se-
gún los respectivos sistemas de regulación nacionales. El
objetivo de estos proyectos es principalmente restablecer
el poder de las facciones de la clase dominante (Harvey,
2005). Su apalancamiento —rentabilidades y ganancias es-
timadas que no pueden realizarse en la economía real—
resulta en una presión estructural para la redistribución
del ingreso y la riqueza. Las políticas gubernamentales, te-
niendo en cuenta únicamente la dimensión económica de
este Landnahme del capitalismo financiero, refuerzan la
presión por la remercantilización. Así, el gobierno de coa-
lición rojo-verde en Alemania bajo el canciller Schröder en

82
Klaus Dörre

su segundo mandato fue pionero en la desregulación de


los mercados financieros —por ejemplo, el abandono del
impuesto sobre las ganancias de capital de las transferen-
cias— y, además, apoyó esta política con medidas que ex-
propiaban ampliamente el capital social de grandes grupos
de asalariados dependientes. De esta manera, el Landnahme
del capitalismo financiero fomenta la integración en una
forma de producción flexible y centrada en el mercado
cuya funcionalidad se basa en la reactivación del meca-
nismo del ejército de reserva. Ampliar la zona de riesgo del
capitalismo financiero tiene como consecuencia negativa la
precarización profunda del trabajo y el empleo. En esto, el
régimen activo del mercado laboral asume una función si-
milar a la de las leyes punitivas post-feudales —Marx— y
las casas de trabajo —Foucault— durante la transición al
capitalismo temprano. Al desinfectar la imagen del trabajo
precario y aumentar la presión para trabajar, este régimen
crea una tensión disciplinaria que se supone estimula a los
empleados —potenciales— para encontrar empleo en un
mundo laboral altamente polarizado.

Decadencia de la condición de
trabajador y explotación secundaria

En estos desarrollos, se vislumbra una ruptura en la conti-


nuidad que, en términos de estructura de clase, es tan sig-
nificativa como el cambio de las condiciones de propiedad
y las relaciones de clase en la cima jerárquica del capita-
lismo financiero. Esto se aplica en particular a la masa de
trabajadores. Si el capitalismo social-burocrático estuvo
acompañado por el ascenso colectivo de los trabajadores,
la expansión del mercado mundial de lugares de produc-
ción, los cambios en las estructuras sociales y la erosión del
estatus de ciudadanía social están provocando ahora un
declive colectivo para esta masa. La “racionalización” y los

83
Las clases sociales en el proceso del Landnahme capitalista

riesgos del mercado laboral afectan cada vez más a grupos


de trabajadores calificados y también a los empleados, que
durante mucho tiempo se consideraron a sí mismos y a su
contribución a la productividad de la sociedad más o me-
nos indispensables.

Al mismo tiempo, una ideología que sitúa el éxito por


encima del rendimiento está sacudiendo las concepciones
previamente comunes de la movilidad ascendente. La
creencia de que la propia situación y la de la siguiente ge-
neración mejorará lenta pero continuamente, que la pros-
peridad y la seguridad seguirán creciendo perpetuamente,
se ha dañado sustancialmente. La noción de que la organi-
zación de intereses supraindividuales y la acción conjunta,
es decir, la acción de clase consciente, pueden ser requisi-
tos previos para un ascenso colectivo está desapareciendo
rápidamente en Alemania y otros países de Europa conti-
nental. El ascenso social parece posible solo como indivi-
duo, por medio de la autoafirmación en un entorno com-
petitivo. Las orientaciones sociales resultantes estimulan
luchas de clasificación dentro de las clases trabajadoras y
formas de disociación de las partes supuestamente “pará-
sitas” de la sociedad. El gran grupo de trabajadores indus-
triales está en el centro de este desarrollo. Formalmente,
los trabajadores en Alemania siguen siendo un grupo so-
cial grande, aunque cada vez más reducido, con más del
28% de la fuerza laboral total en 2008. Pero la estratifica-
ción étnica muestra que la estructura interna de este gran
grupo y, por lo tanto, presumiblemente también las respec-
tivas autodefiniciones sociales y las orientaciones de inte-
rés han cambiado sustancialmente9. Como consecuencia

9Entre aquellos de origen inmigrante, los trabajadores comprenden el


46,6% de la población (Statistisches Bundesamt, 2008).

84
Klaus Dörre

de los cambios estructurales y del Landnahme del capita-


lismo financiero, la condición de trabajador ha perdido
drásticamente su atractivo social; por esta razón, se movi-
liza cada vez más mano de obra de origen migrante, una
fracción de clase para la cual el empleo, incluso en los seg-
mentos menos atractivos, aún puede significar una mejora.

Lo que es crucial, sin embargo, son las dimensiones ha-


bituales y sociopsicológicas de este declive colectivo. Los
trabajadores y empleados en un puesto de trabajo perma-
nente tienden a defender la propiedad social que todavía
tienen a su disposición. Las estrategias de reproducción de
estos empleados permanentes tienen así una cualidad con-
servadora. Es bastante comprensible que estos grupos tien-
dan a defender su propia situación laboral segura. Tal ac-
titud básica conservadora, que muchas veces domina las
acciones de representación de los trabajadores, facilita la
solidificación de un mecanismo de explotación secundaria
diseñado como estrategias de precarización económica y
política. Para evitar cualquier mala interpretación: los em-
pleados permanentes y sus comités de empresa no son ex-
plotadores. Bajo presiones competitivas, aceptan estrate-
gias empresariales que desvían el riesgo laboral hacia el
grupo heterogéneo de personas en empleo flexible o pre-
cario. Junto con los cambios en la función del empleo pre-
cario (Holst et al., 2010), también están cambiando los efec-
tos sociales del corporativismo ocupacional cuyos orígenes
se remontan a la era del capitalismo fordista. La situación
laboral relativamente segura de un grupo de empleados se
mantiene a costa de una creciente inseguridad para otros
grupos. La mera defensa de las ventajas de los mercados
internos de trabajo, una respuesta a la amenaza del ejército
de reserva para el trabajo, corta así la propiedad social de

85
Las clases sociales en el proceso del Landnahme capitalista

los grupos precarizados cuyos recursos de poder son débi-


les de todos modos.

El retorno del subproletariado y la


expansión de la explotación secundaria

Cuanto más fuertes sean esas políticas defensivas de auto-


protección de las facciones de clase, más probable será el
regreso de una dinámica de subproletariado modificada.
Las formas estructurales actuales de precariedad impreg-
nan todas las “zonas de cohesión social” (Castel, 2000) y se
pueden encontrar dentro de diferentes clases —facciones
de clase— y niveles (Castel, 2009, pp. 30-31). No existe una
subclase homogénea ni un precariado claramente discerni-
ble (Pelizzari, 2009, pp. 119-158). En cambio, se pueden
identificar diferentes tipos de precariedad con diferentes
características (Castel & Dörre, 2009). El empleo precario
puede significar que el trabajo real es creativo. Por otro
lado, el contenido laboral en un trabajo seguro a tiempo
completo puede ser muy insatisfactorio, monótono y one-
roso (Paugam, 2009, pp. 175-196). La precariedad del tra-
bajo y la precariedad del empleo también pueden coincidir
estructuralmente sin ser percibidas como tales subjetiva-
mente. En algunos casos, la precariedad es una situación
temporal, un paso de estatus en el camino a una mejor po-
sición social, mientras que en otros casos, la situación pre-
caria se convierte en permanente. Esto último se aplica
principalmente a los grupos en el extremo inferior de la je-
rarquía social, los que Marx (1997, p. 623) llamó la “pobla-
ción excedente” de la sociedad laboral capitalista10.

10En Alemania, entre ellos se encuentra la mayoría de los más de 2,2


millones de larga duración (a partir de julio de 2009) junto con sus fa-
milias, así como casi 1,1 millones de empleados cuyos ingresos son in-
suficientes para vivir sin prestaciones sociales (Bundesagentur für Arbeit,

86
Klaus Dörre

Se puede hacer una distinción entre esta “población ex-


cedente” y el precariado real. Lo que se entiende por este
último término son grupos en crecimiento que, durante pe-
ríodos más prolongados, dependen de laborar en trabajos
no seguros, mal pagados y socialmente despreciados. El
aumento de las relaciones laborales atípicas —trabajo tem-
poral, empleo de corta duración, trabajo a tiempo parcial,
empleo menor— en un 46,2% (1998-2008) es un indicador
de esta tendencia a la precarización, aunque poco fiable.
No toda situación laboral atípica es necesariamente preca-
ria. Aun así, las relaciones laborales no estandarizadas ge-
neralmente se asocian con ingresos notablemente más ba-
jos, así como con mayores riesgos de desempleo y pobreza
(Statistisches Bundesamt, 19 de agosto de 2009). En Alema-
nia, en 2008, 7,7 millones de personas empleadas tenían
una relación laboral atípica —en comparación con 22,9 mi-
llones en un empleo normal—. En 2008, había 2,1 millones
de trabajadores por cuenta propia (Statistisches Bundesamt,
19 de agosto de 2009), así como un fuerte aumento en el
empleo de tiempo completo con salarios bajos: 11,1% de
los que tenían un empleo normal en 2006, es decir, 1,6 mi-
llones de personas. Mientras tanto, alrededor de 6,5 millo-
nes de personas en Alemania ganan menos de dos tercios
del salario medio (Bosch & Weinkopf, 2007). Un total de
42,6% de los asalariados bajos trabajaban en una relación
laboral normal. Entre estos, los grupos más numerosos son
las mujeres (30,5%) en puestos de servicios y personas con
poca cualificación. Sin embargo, alrededor de las tres cuar-
tas partes de todas las personas con empleos de salarios
bajos habían completado una formación profesional o po-
seían un título académico (Kalina, Vanselow & Weinkopf,

2009). Junto con sus respectivas familias, esto asciende a más de siete
millones de personas.

87
Las clases sociales en el proceso del Landnahme capitalista

2008, pp. 20-24). Es sintomático que las situaciones preca-


rias se están volviendo más permanentes que la movilidad
ascendente en el sector de bajos salarios alemán que está
disminuyendo a pesar de tales calificaciones (Bosch & Ka-
lina, 2007, p. 42).

De particular importancia es el hecho de que en diez


años (1997-2007), el cuartil inferior de los asalariados sufrió
una pérdida del 14% en el ingreso real (Statistisches Bun-
desamt, 19 de agosto de 2009). Si bien los empleados asala-
riados en empleos relativamente seguros pudieron mante-
ner su nivel de vida o al menos limitar las pérdidas, la bre-
cha entre los estratos precarios y la “normalidad” social se
está ampliando. Este desarrollo ilustra la efectividad de los
mecanismos de explotación secundaria. Los mecanismos
de protección colectiva tradicionalmente tienen el mayor
efecto donde los intereses laborales organizados eran y si-
guen siendo relativamente fáciles de hacer valer: en el sec-
tor público y en las grandes empresas con un alto porcen-
taje de empleados a tiempo completo, en su mayoría hom-
bres. Sin embargo, lo nuevo es que las formas tradicionales
de precariedad, por ejemplo, entre mujeres y migrantes, se
mezclan cada vez más con las experiencias de precariza-
ción de grupos antes seguros. El miedo a perder el estatus
también se está volviendo común entre algunos elementos
de los que tienen un empleo normal. Tales preocupaciones
no corresponden necesariamente a amenazas objetivas,
pero tampoco son simplemente evidencia de nociones exa-
geradas de seguridad. La competencia entre las ubicacio-
nes de las empresas, la pérdida de salarios reales y el debi-
litamiento lento pero constante de los convenios colectivos
y, por lo tanto, del poder institucional, generan preocupa-
ciones, incluso entre los empleados asalariados que son
miembros sindicales centrales, ya que los días en que era

88
Klaus Dörre

posible poder ponerse al día para las clases medias puede


haber terminado. Dada la disminución de la brecha de in-
gresos entre las clases bajas y la clase media y los crecientes
riesgos del mercado laboral, existe el temor de perder el
sustento incluso en el “núcleo de la clase media” (Werding
& Müller, 2007, p. 157; DIW, 5 de marzo de 2008).

Renacimiento del mecanismo del ejército de reserva

En este punto, si ya nos encontramos en una situación de


división de clases entre, por un lado, una clase trabajadora
en un empleo todavía relativamente seguro que lucha por
su propiedad social restante y, por otro lado, un subprole-
tariado heterogéneo que actualmente es incapaz de formar
su propia clase política, el renacimiento del mecanismo del
ejército de reserva es una cuestión abierta. Lo que es seguro
es que el resurgimiento de un mecanismo visible del ejér-
cito de reserva está forzando la adaptación a un nuevo
modo de integración social y dominio. Reemplazando un
tipo de integración que se basaba sustancialmente en la
participación material y democrática y en la incorporación
del poder proletario, hay nuevas formas de integración en
las que los efectos sutiles de los métodos de disciplina de
tipo de mercado y la presión estatal son mucho más pro-
minentes. Al disciplinar a una parte de la sociedad y privar
a otra de sus medios elementales de resistencia, esta estra-
tegia estabiliza la inestabilidad. Los excluidos y precariza-
dos son manifestaciones de un destino que los grupos asa-
lariados aún integrados buscan evitar. No solo las condi-
ciones abstractas del mercado funcionan como una fuerza
disciplinaria, las víctimas de la gestión impulsada por el
mercado, es decir, los grupos precarizados, tienen el
mismo tipo de impacto. Sirven como ejemplos para aque-
llos que aún se encuentran en una posición segura de lo

89
Las clases sociales en el proceso del Landnahme capitalista

que puede suceder si uno queda atrapado en la vorágine


de la movilidad colectiva descendente. Así, la inseguridad
subjetiva llega hasta las filas de aquellos que están formal-
mente seguros, apoyando un sistema de control y disci-
plina que incluso los empleados asalariados integrados tie-
nen dificultades para ignorar.

Las empresas explotan fácilmente los temores a la pre-


carización e implementan estrategias de flexibilización que
crean dos tipos de asalariados. El uso estratégico del tra-
bajo de agencia temporal (Holst et al., 2009), tal como lo
practican las llamadas “empresas excelentes”, es solo un
ejemplo de esto. El uso estratégico significa que incluso
cuando un negocio está funcionando bien, los trabajadores
temporales están constantemente presentes. Realizan los
mismos trabajos que los empleados permanentes, pero por
salarios que en promedio son entre un treinta y un cin-
cuenta por ciento más bajos. La protección contra los des-
pidos ya no existe para estos colectivos, en principio, como
demuestra la última crisis mundial. Las empresas que uti-
lizan trabajadores temporales ahorran costos de despido y
las grandes empresas temporales obtienen ganancias exor-
bitantes a expensas de los asalariados de “segunda clase”
con empleos precarios. Los trabajadores temporales de me-
nos del 3% entre la fuerza laboral son simplemente la
punta del iceberg. En el sector del empleo precario, diferen-
tes formas de regulación de las relaciones sociales y labo-
rales se han vuelto dominantes, incluso en áreas relativa-
mente protegidas como los acuerdos salariales. Cada vez
más, en el sector precario, las mercancías intercambiadas
son “represión contra el miedo” (Artus et al., 2009). En la
línea sugerida por Rosa Luxemburg, este sistema es de he-
cho un “otro” socialmente generado donde el gobierno au-

90
Klaus Dörre

toritario de los superiores, la presión disciplinaria, la per-


versión de la justicia y hoy, el monitoreo electrónico, se su-
perponen o reemplazan por completo el intercambio regu-
lado de trabajo por salarios justos. No menos significativo
es el hecho de que la precarización también se está convir-
tiendo en un factor cada vez más grave en el sector de la
reproducción. Las condiciones de trabajo flexibles y las for-
mas de vida individualizadas generan la necesidad del tra-
bajo de cuidado, que en Alemania es realizado principal-
mente por mujeres y, además, en su mayoría no remune-
rado. La mujer con un título académico en un hogar de do-
ble ingreso que contrata informalmente a una empleada
doméstica polaca que también tiene educación académica
se erige como un símbolo de este desarrollo. Lo que los tra-
bajadores de agencias temporales son para la producción
industrial está representado por la “sirvienta polaca resi-
dente las 24 horas del día, las 24 horas” (Lutz, 2007, pp.
210-235) en los hogares privados.

Algunas conclusiones

En general, los contornos de las nuevas relaciones de clase


del capitalismo financiero son claros. Lo que constituye
esta reestructuración son, en primer lugar, los cambios en
la parte superior de la jerarquía de clases. En sociedades
donde la riqueza está aumentando y el número de perso-
nas ricas está creciendo, hay capital excedente disponible
esperando oportunidades de inversión. En las condiciones
de sobreacumulación estructural en los principales secto-
res de la economía global, esta es una causa fundamental
de la expansión y relativa autonomía del sector financiero.
Ambos proporcionan un terreno fértil para un reordena-
miento de las estructuras de propiedad y de gobierno cor-

91
Las clases sociales en el proceso del Landnahme capitalista

porativo en los negocios. El Landnahme del capitalismo fi-


nanciero fortalece la autonomía de aquellas partes de la
gestión capaces de pensar estratégicamente, al mismo
tiempo que amplía la base social de la facción de la clase
dominante. Las divisiones funcionales y de servicios agre-
gadas del sector financiero son operadas por grupos de al-
tos ingresos cuyos intereses están orgánicamente vincula-
dos a este proyecto de capitalismo financiero. El proyecto
solo puede funcionar si las promesas imposibles de reali-
zar de rendimientos y ganancias se hacen de una manera
diferente, fuera de la economía real. De esto trata la idea
central del Landnahme del capitalismo financiero. Para
mantener en funcionamiento el motor de la acumulación
flexible, los activos no utilizados se introducen en el ciclo
del capital. Con este fin, las instituciones que limitan el
mercado son “arrasadas”, la propiedad social recortada o
simplemente repudiada y la explotación secundaria perpe-
tuada. Partes de la población potencialmente empleada
son empujadas sistemáticamente por debajo de las condi-
ciones de trabajo y de vida de su clase; la precarización es,
por lo tanto, simplemente la cara negativa de un sistema
de acumulación en funcionamiento en el capitalismo finan-
ciero.

Además de los mecanismos de disciplina económica,


también existen mecanismos políticos implementados por
el Estado para garantizar que los métodos de producción
flexibles basados en mercados laborales divididos tengan
a su disposición “recursos humanos” adecuados. Si bien la
institucionalización de mecanismos de explotación secun-
daria representa un proyecto de clase “desde arriba”, los
trabajadores y empleados amenazados por los cambios es-
tructurales y la competencia entre sedes empresariales
tienden a defender con uñas y dientes el “privilegio” del

92
Klaus Dörre

empleo permanente. Por esta razón, en una situación de


crisis, en última instancia, están dispuestos a aceptar que
los riesgos laborales y de ingresos se trasladen principal-
mente a otros como empleos flexibles y precarios, una po-
sición que a menudo se toma de acuerdo con quienes re-
presentan sus intereses. Esta tendencia puede parecer evi-
dente y comprensible dadas las opciones limitadas, pero la
consecuencia es que las líneas de división y segmentación
se solidifican y bien pueden convertirse en el futuro en una
forma específica de división de clases. Los grupos precari-
zados representan “el exterior” del trabajo protegido por
el estado de bienestar, una clase particular de condiciones
de existencia que perduran al lado del sistema de explota-
ción capitalista primaria mientras que al mismo tiempo lo
influyen sustancialmente.

Frente a la realidad de un sector precario estructurado


por el miedo y la represión, los trabajadores y empleados
en un empleo permanente recurren con frecuencia a estra-
tegias de acción corporativista de la época del “capitalismo
social”, pero que tienen un efecto completamente diferente
en las condiciones del capitalismo financiero. Lo que en
realidad pretenden ser medidas disciplinarias y sobreex-
plotación en interés de las facciones de la clase dominante,
aparece en la superficie como una división de intereses en-
tre los que tienen un empleo permanente por un lado y los
grupos precarizados o desempleados por el otro.

La relativa estabilidad de la estructura de poder del ca-


pitalismo financiero, sus características relaciones de clase,
pueden calificarse de tendencias posdemocráticas. El po-
der social de la “aristocracia financiera” (Marx, 1997a, p.
435) no estimula el poder de clase heterodoxo entre las cla-
ses gobernadas. Por el contrario, para “las personas que no

93
Las clases sociales en el proceso del Landnahme capitalista

forman parte de la clase cada vez más segura de accionistas


y altos directivos” se ha vuelto más difícil en las últimas
décadas “percibirse a sí mismos como un grupo social cla-
ramente definido” (Crouch, 2008, p. 71). Para decirlo sin
rodeos: por medio de la desorganización, la precarización
y el puro desgaste de los actores, el Landnahme del capita-
lismo financiero reduce las posibilidades de formar una
oposición efectiva. No existe un antagonista concreto en
posición de desafiar políticamente a las élites gobernantes.

Si estos mecanismos posdemocráticos de autoestabili-


zación del capitalismo financiero de mercado pueden eli-
minarse y de qué manera pueden ser eliminados es una
cuestión de análisis de clase, un análisis que puede ser útil-
mente informado por la teoría de la emancipación de Rosa
Luxemburg. Sin una respuesta concreta, es claro, sin em-
bargo, que las relaciones entre grupos sociales integrados
y desintegrados se han convertido en un problema clave
de cualquier proyecto alternativo de clase popular. Este
proyecto solo es posible si la dialéctica adentro-afuera del
desarrollo capitalista se refleja en un análisis intelectual
que reconozca las características particulares de los grupos
precarizados y no intente integrarlos prematuramente en
estructuras correspondientes a la clase política unificada
de Marx. Para lograr esto, se debe analizar la simultanei-
dad de lo no simultáneo inherente a cualquier ciclo del
Landnahme. Como contribución a tal objetivo, se presentan
aquí seis consideraciones.

Primero, el Landnahme del capitalismo financiero ha al-


terado sustancialmente la gramática del conflicto social. El
conflicto de clases pacificado e institucionalizado del “ca-
pitalismo social” (Sennett, 2007, p. 27) se está fragmen-
tando. En la lucha por la propiedad social emergen líneas

94
Klaus Dörre

de conflicto claramente diferentes a las luchas y negocia-


ciones estandarizadas de la era fordista. Junto con el de-
clive de las relaciones laborales organizadas en algunos
sectores y países desarrollados, aparecen nuevos movi-
mientos laborales en países y regiones del Sur Global
(Brinkmann et al., 2008, pp. 56-63). Lo que es crucial es que
incluso en los países desarrollados los intereses colectivos
—laborales— a menudo se articulan fuera del alcance del
conflicto normalizado. En barrios y regiones abandonadas,
es bastante común la “negociación por disturbios”, una
práctica que, a pesar de la innegable relevancia de las cons-
trucciones étnicas o específicas de género, se origina en
gran medida en acciones de clase espontáneas u organiza-
das de manera no convencional (Wacquant, 2009). Una
buena parte de los levantamientos en los suburbios france-
ses o británicos son conflictos de “pan” específicos de clase
en los que los sentimientos de impotencia y la ira repri-
mida se descargan en la acción militante. El resurgimiento
de la militancia de los jóvenes griegos bien educados o la
protesta de los trabajadores franceses contra los despidos
que toman la forma de “secuestro de jefes” ilustran que las
formas tradicionales de regulación de conflictos a través de
intermediarios ya no funcionan para muchos grupos socia-
les, incluso en los países centrales del capitalismo. Cuanto
más fuerte se vuelve la presión aplicada a las formas insti-
tucionalizadas del poder proletario, mayor es la prepara-
ción de los grupos escasamente organizados para articular
su ira, decepción y frustración en conflictos espontáneos y
no normativos, un fenómeno que bajo una perspectiva his-
tórica completamente diferente ya fue observado por Rosa
Luxemburg (1974).

Por lo tanto, en segundo lugar, un nuevo tipo de análisis


de clase debe considerar el fenómeno de los conflictos no

95
Las clases sociales en el proceso del Landnahme capitalista

normativos y tratar con todas las formas de malestar labo-


ral (Silver, 2003), con indignación espontánea, levanta-
mientos, es decir, con el lado desagradable de las luchas de
clases que tienen lugar en cada ciclo del Landnahme y que
—no siempre, pero sí con frecuencia— ocurren fuera del
mundo del trabajo organizado. Reconocer esto no significa
alentar un discurso sobre la pauperización e idealizar el
conflicto no normativo. Sin embargo, una mirada libre de
ilusiones más allá de las fronteras de los países capitalistas
desarrollados muestra claramente que, en muchas socieda-
des del Sur Global, el lado desagradable del conflicto social
es una realidad para la mayoría. Incluso en los países cen-
trales del capitalismo, la actitud de los grupos relativa-
mente seguros, especialmente la de los trabajadores con
empleo permanente amenazados por el declive, se ha con-
vertido en un asunto político clave. La formación de blo-
ques del capitalismo financiero que se centra en la co-
rriente principal social busca proteger la prosperidad y la
propiedad social retirando la solidaridad del estado de bie-
nestar de las clases bajas que supuestamente no están dis-
puestas a desempeñarse y ascender (Nolte, 2006, p. 100).
Por lo tanto, los proyectos de clases alternativas deben co-
menzar con un análisis cauteloso, buscando e identifi-
cando similitudes compartidas en el largo plazo por gru-
pos integrados y precarizados.

En este contexto, es importante, en tercer lugar, revisar


críticamente la revalorización y desvalorización de los gru-
pos sociales junto con sus estrategias de acción colectiva
basadas en la teoría de la modernización. No cabe duda de
que la precarización debilita la capacidad de resistencia y
protesta. La noción de Bourdieu (2000, p. 100) de que los
grupos precarizados, “debido a la falta de seguridad y es-
tabilidad”, no pueden “imaginar un cambio completo del

96
Klaus Dörre

orden social [que] sería necesario para eliminar las causas


profundas de la miseria en primer lugar” se aplica tanto al
“precariado” moderno como al subproletariado cabilio.
Aun así, las clases precarizadas del capitalismo financiero
de mercado tienen poco en común con el lumpenproletariat
que Marx observó en los primeros días del capitalismo in-
dustrial. Sin caer en el romanticismo social, es claro que
grupos precarizados como los jóvenes de los banlieues fran-
ceses sí tienen su propia organización de intereses y formas
de protesta (Candeias, 2009, pp. 369-380). Los medios elec-
trónicos de comunicación les proporcionan foros y posibi-
lidades de trabajo en red. En muchos países, la demanda
—colectiva— de estos grupos precarizados a través de la
autoorganización, por ejemplo, dentro de los sindicatos, ya
es una opción genuina (Tait, 2005; Brinkmann et al., 2008,
pp. 135-140). La cuestión analítica de si el nuevo “preca-
riado” es un capital político muerto o un agente potencial
de los movimientos de clase de nuevo estilo es un tema
para una investigación futura intensiva.

Una revisión crítica de las atribuciones simples de la


teoría de la modernización, en cuarto lugar, implica que la
existencia paralela de diferentes métodos de producción y
condiciones de clase debe tener repercusiones sistemáticas,
incluso ideológicas. El poder de definir formas flexibles de
empleo recae en gran medida en grupos profesionales para
quienes tales condiciones laborales han sido parte de la
vida cotidiana durante bastante tiempo: periodistas, gente
de los medios, científicos. Es mucho más probable que es-
tos grupos encuentren satisfacción en modelos de integra-
ción no convencional que en la imagen ideal del trabajo
asalariado protegido. Además, el mensaje del efecto libe-
rador del empleo flexible es interesante para otros grupos

97
Las clases sociales en el proceso del Landnahme capitalista

mucho más allá del dominio de las clases medias. Un tra-


bajador independiente en el sector del desarrollo profesio-
nal, un especialista en medios de comunicación por cuenta
propia o un científico con perspectivas de carrera poco cla-
ras harán todo lo posible para encontrar aspectos positivos
en su situación estructuralmente precaria y desarrollar for-
mas de vida para compensar posibles desventajas. Es poco
probable que tales grupos desarrollen mucha comprensión
de las políticas destinadas exclusivamente a proteger el
empleo convencional a tiempo completo.

Cuando se critica en el discurso público una supuesta


orientación tradicional hacia las relaciones laborales nor-
males y se reclama una mirada desprejuiciada del poten-
cial “liberador” del empleo precario como alternativa, en
quinto lugar, tales definiciones se establecen desde posicio-
nes de clase específicas. Reflejan el caso límite de la “pre-
cariedad creativa”. Sin embargo, tal punto de vista se
vuelve problemático tan pronto como se trata como una
perspectiva exclusiva. Una simple construcción bipolar —
empleo normal = hombre y blanco; empleo precario = mu-
jer y minoría étnica— puede conducir a una situación en la
que la necesidad de seguridad convencional de los emplea-
dos se clasifica, al menos subliminalmente, como una reli-
quia atávica de los “años dorados” del capitalismo for-
dista. Pero incluso si fuera el caso de que el sueño de un
trabajador temporal, digamos un hombre, blanco, de con-
vertirse en un empleado permanente se extendiera simple-
mente a una habitualización de los conceptos fordistas de
seguridad, sería extremadamente problemático negar la le-
gitimidad de esta demanda. Sin embargo, esta deslegitima-
ción de una fuente real de sufrimiento es exactamente lo
que ocurre si las llamadas necesidades tradicionales de

98
Klaus Dörre

protección se oponen a un concepto supuestamente mo-


derno de “afrontamiento de contingencias” (Lessenich &
Van Dyk, 2008). La construcción discursiva de un trabaja-
dor temporal atrapado en el pasado, y de los científicos que
se refieren a ese trabajador, es similar a la situación de los
subproletarios argelinos de Bourdieu, que se miden según
el ideal moderno de los métodos de producción en los que
no pueden funcionar racionalmente por falta de oportuni-
dades y recursos.

En lugar de duplicar analíticamente tales mecanismos


de regla simbólica, es necesario, en sexto lugar, dar una mi-
rada más precisa a las formas actuales de explotación se-
cundaria. Su efecto recíproco con la explotación en los
“mercados interiores” no debe verse como estático. En este
sentido, los logros políticos del nuevo movimiento femi-
nista se realizaron en el contexto de un conflicto de clases
industrial pacificado, lo que permitió deslegitimar una
forma específica de explotación secundaria. Sin embargo,
en la medida en que las demandas feministas se limitan a
la integración individual en situaciones laborales flexibles,
corren el riesgo de convertirse en una justificación ideoló-
gica de la precarización y el Landnahme del capitalismo fi-
nanciero (Fraser, 2009). Esto es posible porque el éxito co-
lectivo de la inserción laboral ha incrementado la diferen-
ciación social de las mujeres. Existe una relación jerárquica
específica de clase entre, por ejemplo, una directora de em-
presa y una empleada doméstica —mujer— que no puede
clasificarse en términos de relaciones de género. Por otra
parte, por ejemplo, la diferencia del 20% en ingresos entre
hombres y mujeres, que todavía es una realidad en Alema-
nia, no puede explicarse mediante un análisis de clase.
Para detectar sutiles relaciones recíprocas entre diferentes
formas de explotación, tiene sentido seguir, entre otras

99
Las clases sociales en el proceso del Landnahme capitalista

fuentes, varias contribuciones al debate sobre la intersec-


cionalidad (Anderson et al., 1998). A largo plazo, esto
puede contribuir a un análisis intelectual que establezca un
vínculo innovador entre las políticas de clase y las políticas
contra la discriminación

El ciclo del Landnahme ha superado ahora un punto crí-


tico de autodinamización. Con el fin de la era de la energía
fósil acercándose y el cambio climático cada vez más evi-
dente, los límites ecológicos y sociales de este “movimiento
perpetuo” (Luxemburg, 2003, p. 11) son claros. Básica-
mente, solo hay dos soluciones: “una es hacer que el creci-
miento sea sostenible; la otra es estabilizar el decreci-
miento” (Jackson, 2009, p. 128). Una perspectiva de clase
guiada por la teoría no se volverá irrelevante una vez que
se supere la presión capitalista por el crecimiento. Por el
contrario, las preocupaciones específicas de clase sobre la
seguridad y las nociones de justicia pueden combinarse
con conceptos de prosperidad sin crecimiento convencio-
nal. Esto es necesario porque la precarización y la exclu-
sión social hacen más difícil, si no completamente imposi-
ble, adquirir una conciencia del futuro a más largo plazo y,
por lo tanto, también de desarrollar un estilo de vida sos-
tenible. Al mismo tiempo, una transformación social moti-
vada ecológicamente es más fácil de lograr en sociedades
con estructuras comparativamente igualitarias. Por lo
tanto, tiene sentido plantear, analíticamente, las perspecti-
vas de un “proyecto de clase de base” que busca lograr un
“Landpreisgabe”, un “abandono de territorios”. En particu-
lar, el trabajo de Luxemburg es un punto de partida útil
para tal proyecto.

100
Klaus Dörre

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Klaus Dörre

Capitalismo financiero,
Landnahme y precariedad
discriminatoria.
Relevancia para una nueva crítica social

Este texto analiza el retorno de la “cuestión social” a las


sociedades básicamente aún ricas y seguras del Norte Glo-
bal1. Haciendo referencia al caso del capitalismo de bienes-
tar alemán, se está identificando una forma históricamente
nueva de precariedad discriminatoria. Este tipo de preca-
riedad resulta de los procesos de un Landnahme capitalista
impulsado por el mercado. El texto argumenta que esta
forma específica de precariedad debería ser objeto de una
crítica social científica renovada.

Introducción

Desde hace algún tiempo, los países ricos del mundo están
experimentando el retorno de la inseguridad social (Castel,
2009). Esta tendencia se ha visto exacerbada por la crisis
financiera y económica mundial. A los científicos sociales,
así como a los políticos, parece resultarles difícil identificar

 Este texto se publicó en inglés bajo el título “Finance Capitalism, Land-


nahme and Discriminating Precariousness - Relevance for a New Social
Critique” en: Social Change Review, 10(2), 2012, 125-151 (N. del T.)
1 Reconocimiento: este artículo fue traducido desde el alemán al inglés

por Laura Radosh, Jennifer Olson y Hajo Holst.

109
Capitalismo financiero, Landnahme y precariedad discriminatoria

exactamente qué hay de nuevo en estos desarrollos y ofre-


cer análisis exhaustivos. La siguiente presentación es el es-
bozo de una posible interpretación que aborda la cuestión
social, tal como se planteó a principios del siglo XXI en el
corazón del capitalismo, como la expresión de un nuevo
ciclo de “Landnahmen”2. El Landnahme fordista después de
1945 produjo una forma de capitalismo sin un ejército de
reserva industrial visible; el Landnahme impulsado por las
finanzas que comenzó en la década de 1970 ha invertido
hasta cierto punto este desarrollo. La revitalización del me-
canismo del ejército de reserva ha dado lugar a una nueva
forma de precariedad que ha cambiado irreversiblemente
—no solo— el rostro de las sociedades asalariadas de Eu-
ropa continental. A continuación, respaldaré esta opinión
en una serie de etapas. Primero, teorizaré el vínculo entre
el Landnahme capitalista y la precariedad. A esto le sigue
un esbozo de las tendencias actuales de precarización (2 y
3), que conducen a algunas reflexiones finales sobre la per-
tinencia de una nueva crítica social.

1. Capitalismo, Landnahme y precariedad

Mis deliberaciones se basan en un concepto teórico desa-


rrollado como resultado de un examen crítico y productivo
de la teoría de la aceleración social de Hartmut Rosa y la

2 Landnahme es un término alemán, su significado original es “acapara-


miento de tierras”, utilizado principalmente en el contexto de asenta-
miento o conquista de nuevos territorios. Por supuesto, se usa en sen-
tido figurado para describir la expansión de las estructuras sociales y
económicas capitalistas a costa de las no capitalistas. El concepto de
Landnahme sostiene que, a largo plazo, las sociedades capitalistas no
pueden reproducirse sobre sus propios cimientos. Para reproducirse,
tienen que ocupar y mercantilizar continuamente a un “otro” no capita-
lista —es decir, regiones, medios, grupos, actividades—.

110
Klaus Dörre

teoría de la activación de Stephan Lessenich (Dörre, Lesse-


nich & Rosa 2009). Los siguientes argumentos se concen-
tran en la teoría del Landnahme. Primero, sin embargo, pre-
sentaré algunas ideas teóricas básicas sobre el capitalismo
y su dinamismo radical.

1.1. El dinamismo del capitalismo

El capitalismo no puede reducirse a un subsistema social


como la economía. Más bien es una formación social en la
que el sistema económico impone un orden social especí-
fico o una regla fundamental sobre la sociedad (Streeck,
2009, p. 232). Esta regla fundamental puede generalizarse
y entenderse como la fórmula dinero-mercancía-dinero —
excedente— (D-C-D’). El capitalismo puede describirse bá-
sicamente como un “sistema absurdo” (Boltanski &
Chiapello, 2003, p. 42), en el que la masa de productores
pierde los derechos de propiedad sobre los productos de
su trabajo, mientras que un grupo relativamente pequeño
de capitalistas permanece encadenado a un proceso que
está completamente divorciado de las necesidades reales
de consumo y del valor de uso, y apunta solo a la autoex-
pansión del valor: el aumento del capital por sí mismo.
Esta división en valor de uso y valor de cambio contiene la
posibilidad de crisis. Sin embargo, ha sido repetidamente
posible motivar no solo a los capitalistas, sino también a
las masas a participar en este “sistema absurdo”. Aparen-
temente, un “espíritu del capitalismo”3 especial atribuye
significado al trabajo asalariado y a otras actividades que
mantienen el funcionamiento del sistema. El “espíritu del

3“El espíritu del capitalismo es precisamente el conjunto de creencias


asociadas al orden capitalista que ayuda a justificar este orden y, al le-
gitimarlo, a sustentar las formas de acción y las predisposiciones com-
patibles con él” (Boltanski & Chiapello, 2007, p. 10).

111
Capitalismo financiero, Landnahme y precariedad discriminatoria

capitalismo” es un sistema ideológico, pero no es una falsa


conciencia. Más bien, los individuos o los grupos sociales
adoptan las motivaciones, las técnicas y los modos de pen-
sar que necesitan para ser actores capaces dentro de un sis-
tema capitalista. Esta sincronización entre los motivos de
los actores sociales y los requisitos sistémicos se ve facili-
tada por los sistemas institucionales de mediación y los
modos de regulación, que sugieren ciertas estrategias a los
actores capitalistas y hacen que otras sean menos proba-
bles.

Esta definición básica de una sociedad capitalista no es


original. Sin embargo, se diferencia de las demás en que
acentúa las formas en que se procesa el capitalismo y des-
taca la lógica de dinamización inscrita en su desarrollo. El
capitalismo es ante todo un proceso estructurado que
puede analizarse en el nivel socioeconómico como Land-
nahme, en el nivel cultural como aceleración y en el nivel
político como activación. Sin embargo, estos principios es-
tán interrelacionados y se refuerzan mutuamente. El capi-
talismo no puede desarrollarse sin una ocupación continua
y cada vez más rápida de “tierra nueva” y la activación de
los actores sociales. Como la promesa de satisfacer las cre-
cientes demandas de bienestar ya no puede cumplirse ade-
cuadamente, la lógica de la dinamización aparentemente
ha sobrepasado un límite crítico. La discrepancia entre sa-
tisfacer las necesidades de la sociedad y el crecimiento con-
tinuo ha resultado en una frágil “estabilización de lo ines-
table”. Una sociedad capitalista solo puede estabilizarse de
manera confiable cuando los principios básicos de dinami-
zación se pueden aplicar con éxito: cuando se apropia con-
tinuamente de nuevas tierras, cuando aumenta la acelera-
ción y la activación se vuelve más integral. Pero esta lógica
de aumento continuo ahora no solo se acerca a sus límites

112
Klaus Dörre

humanos y naturales, sino que también socava la base


misma que hace posible la “societización de mercado” —
Marktvergesellschaftung—.

Esta última idea es constitutiva del concepto de Land-


nahme. En esencia, la teoría proporciona una comprensión
del capitalismo orientada al actor, tal como lo describe Pie-
rre Bourdieu en su estudio inicial sobre la sociedad arge-
lina en transición (Bourdieu, 2000). Bourdieu muestra cla-
ramente que una forma de pensar racional y calculadora
no es un rasgo ahistórico y natural del homo economicus;
más bien, es el producto de condiciones históricas especí-
ficas. El comportamiento racional y calculador depende de
la capacidad del individuo para “apropiarse” de su propio
futuro y, como ha demostrado Bourdieu, esta conciencia
del futuro como un espacio de oportunidades y elección
presupone un mínimo de ingresos y seguridad laboral. In-
cluso el empresario de Schumpeter, enfrentado a la inse-
guridad estructural, necesita un nivel mínimo de seguri-
dad para su destrucción creativa. En el propio interés por
excelencia —beneficio— de un empresario, él o ella tiene
como objetivo limitar temporalmente la arbitrariedad de la
competencia en el mercado. Para ello, el empresario utiliza
los recursos de poder a su disposición. La societización de
mercado se basa así en lógicas de práctica contradictorias,
incluso opuestas. Todo acto de intercambio regulado por
los precios, si no se contempla de forma aislada, está so-
cialmente integrado en un régimen de tiempo que tras-
ciende los horizontes restringidos de los actos de intercam-
bio impulsados por el mercado. En particular, las socieda-
des de capitalismo avanzado, con sus subsistemas diferen-
ciados, deben cumplir con este requisito. Sin embargo, los
actores capitalistas, en su búsqueda de “tierra nueva”, es-
tán continuamente desarrollando nuevas estrategias para

113
Capitalismo financiero, Landnahme y precariedad discriminatoria

resolver la tensión entre la competencia del mercado y las


garantías fundamentales a favor de la primera. Es exacta-
mente esta tensión la que se refleja en el concepto de Land-
nahme.

1.2. Landnahme capitalista y precariedad

El propio Marx proporcionó un primer examen del Land-


nahme capitalista. En su análisis de la “llamada acumula-
ción originaria” (Marx, 1977, pp. 741ss.), esboza el surgi-
miento del capitalismo en un entorno no capitalista. Marx
creía que la propiedad capitalista y las relaciones de clase
precedían al modo de producción capitalista. La expropia-
ción de los campesinos es la condición previa para la crea-
ción de “trabajadores libres, en el doble sentido”, emanci-
pados de la servidumbre y del gremio. Marx describe esto
como un proceso extremadamente brutal de expropiación
de campesinos, la confiscación forzosa de la propiedad de
la iglesia, la represión colonial y el comercio de esclavos.
Al final, los medios de producción son monopolizados por
un pequeño grupo de propietarios. Aunque Marx exagera
polémicamente la brutalidad de esta transición (Thom-
pson, 1966, pp. 189ss.), sus ideas siguen siendo útiles para
una heurística de los procesos actuales del Landnahme.

Landnahme significa principalmente (1) expansión in-


terna y externa de los modos de producción capitalistas. Al
final, sin embargo, solo la gran industria fue capaz de pro-
porcionar la base necesaria para la agricultura capitalista y
finalizar la separación de la agricultura y la industria do-
méstica rural, así como “conquistar [...] para el capital in-
dustrial todo el mercado doméstico” (Marx, 1977, pp.
776ss.). Si tomamos en consideración que la producción ca-
pitalista no se generalizó hasta la Revolución Industrial,
debemos suponer que durante toda una era coexistieron

114
Klaus Dörre

modos de producción, relaciones de clase y estilos de vida


capitalistas y no capitalistas. Es difícil delinear claramente
las relaciones viejas y nuevas. Se sintetizan de innumera-
bles formas en la vida cotidiana de los individuos y grupos
sociales. Visto así, el asalariado doblemente emancipado
descrito por Marx es una abstracción. Incluso después de
la Revolución Industrial, grandes segmentos del proleta-
riado industrial permanecieron atados a los medios de pro-
ducción y formas de vida rurales y tradicionales.

Ni los cambios en la propiedad y la expropiación de los


campesinos ni el recorte y disciplina de los trabajadores li-
berados para adaptarse al nuevo modo de producción po-
drían tener lugar sin el apoyo del Estado. Los procesos del
Landnahme son por lo tanto (2) siempre también procesos po-
líticos. La legislación proveniente de la era feudal se utilizó
para subyugar a los trabajadores y regular los salarios. La
movilización y el disciplinamiento de la población para la
producción capitalista no se basó solo, y a veces ni siquiera
primordialmente, en incentivos económicos, sino que fue
apoyada en gran medida por mecanismos gubernamenta-
les coercitivos. Marx estaba convencido de que el uso ex-
tensivo de la fuerza política, incluida la violencia, se limi-
taría a la historia temprana del capitalismo. Esperaba que
surgiera una fuerza de trabajo “que por educación, tradi-
ción, hábito, considere las condiciones de ese modo de pro-
ducción como leyes evidentes de la naturaleza”. La violen-
cia no económica se utilizaría entonces solo como una ex-
cepción; como regla, “el trabajador puede ser dejado a las
‘leyes naturales de producción’” (Marx, 1977, p. 765).

Sin embargo, si analizamos el desarrollo del capitalismo


como una serie de combinaciones variables de modos de
producción, relaciones de clase, estructuras institucionales

115
Capitalismo financiero, Landnahme y precariedad discriminatoria

y sistemas de legitimación, debemos dudar de la validez


general de esta premisa marxista. El desarrollo del capita-
lismo, como han subrayado diversas teóricas, como Rosa
Luxemburg y Hannah Arendt, es (3) siempre bidimensio-
nal. Por un lado, el desarrollo tiene lugar en los lugares de
producción de plusvalía: en las fábricas, dentro de la agri-
cultura capitalista y en los mercados de mercancías. Por
este lado, los pilares fundacionales del capitalismo tam-
bién reproducen el capitalismo. Por otro lado, el desarrollo
conduce a un intercambio entre acumulación de capital y,
por otra parte, modos de producción y territorios no capi-
talistas. Rosa Luxemburg (2003) teorizó que los “mercados
internos” solo pueden absorber una fracción de la produc-
ción total de una sociedad. Las capacidades limitadas de
los mercados internos para satisfacer la sed de acumula-
ción del capital necesitan expandirse a los mercados “ex-
ternos”.

Por esta razón, el Landnahme describe la acumulación


capitalista como (4) un proceso continuo de fronteras en
expansión para compensar los límites estructurales de los
mercados “internos” y los intentos de la naturaleza hu-
mana y no humana de trascenderlos, al menos por un
tiempo. Luxemburg analizó sucintamente el problema del
desarrollo capitalista: su necesidad estructural de creci-
miento continuo. El capitalista individual que no mejora
continuamente sus medios de producción ni aumenta la
producción corre el riesgo de su propia desaparición. La
producción en su conjunto tiende a estar un paso por de-
lante de la demanda solvente y la masa de productos ma-
teriales tiende a estar por delante de los aumentos de valor
debido a los aumentos de productividad. La presión siste-
mática para ampliar la reproducción, por tanto, va de la
mano con el complejo problema de la realización que no

116
Klaus Dörre

puede ser contenido en una simple teoría del subconsumo;


una acusación que se hace a menudo contra la teoría de
Rosa Luxemburg.

La acumulación de capital requiere la creación de plus-


valía a través de la producción. Para que la reproducción
ampliada se logre con éxito, la plusvalía debe tomar la
forma de dinero. Si la plusvalía se realiza con éxito, el ca-
pital-dinero disponible adquiere una nueva forma produc-
tiva: debe transformarse en fuerza de trabajo y medios de
consumo e inversión necesaria para la producción am-
pliada. Finalmente, es indispensable llevar al mercado el
volumen ampliado de mercancías, es decir, que estas a su
vez se transformen en dinero. La reproducción ampliada
solo tiene éxito si se cumple este último paso. Dentro de
este proceso de producción y circulación, el capitalista in-
dividual está a merced de la sociedad, ya que es incapaz
de expandir la demanda del mercado por sí mismo. Como
individuo, el capitalista es impotente para superar el “pro-
blema de la realización”. El resultado es un imperativo
constante de crecimiento. Las tensiones resultantes expli-
can para Luxemburg (2003) los “fenómenos contradicto-
rios en los que los viejos países capitalistas proporcionan
mercados cada vez más grandes y se vuelven cada vez más
dependientes unos de otros; pero, por otro lado, compiten
cada vez más despiadadamente por las relaciones comer-
ciales con países no capitalistas” (p. 347). Estos aconteci-
mientos, concluye, son la razón del expansionismo impe-
rialista.

Tan inspirador como es el análisis de Luxemburg de los


procesos capitalistas del Landnahme, su teoría subyacente
del colapso parece problemática desde el punto de vista

117
Capitalismo financiero, Landnahme y precariedad discriminatoria

actual. Ciertamente, algunos aspectos del Landnahme capi-


talista son irreversibles; por ejemplo, cuando absorbe mo-
dos tradicionales de producción o consume recursos natu-
rales. La capitalización completa de los “mercados exter-
nos” parece ser un proceso que debe terminar en algún
momento distante; sin un “afuera” no puede haber capita-
lismo. Sin embargo, existe una forma alternativa de enten-
der el proceso a través de la teoría del Landnahme. Según
esta perspectiva, los actores capitalistas son (5) capaces de
superar los límites de los mercados internos por medio de
“revoluciones pasivas”. El régimen de acumulación y las re-
laciones de propiedad, los medios de regulación y produc-
ción son transformados por actores capitalistas —sin un
plan maestro y, a menudo, a través de conflictos sociales
masivos— y, por lo tanto, se utilizan para estabilizar el ré-
gimen capitalista (Gramsci, 1991, p. 101ss., 1999, pp.
2063ss.). Estas transformaciones son posibles porque, den-
tro de un régimen espaciotemporal concreto, el capita-
lismo siempre puede hacer referencia a un “afuera”, que a
veces incluso ayuda a crear. “El capitalismo puede hacer
uso de algún exterior preexistente —formaciones sociales
no capitalistas o algún sector dentro del capitalismo, como
la educación, que aún no ha sido proletaria—, o puede fa-
bricarlo activamente” (Harvey, 2005b, p. 141).

La fabricación activa de un “afuera” implica (6) que la ca-


dena del Landnahme es básicamente infinita, una premisa
que desvincula la teoría del Landnahme de las interpreta-
ciones de la teoría del colapso. El “pecado original” de “su-
plantar las leyes puramente económicas a través de la ac-
ción política” (Arendt, 2006, p. 335) puede y debe repetirse
continuamente en cada paso posterior. La dinámica del ca-
pitalismo se basa, en última instancia, en la capacidad
tanto de producir como de destruir el espacio en el tiempo.

118
Klaus Dörre

A través de inversiones en máquinas, fábricas, mano de


obra e infraestructura, el capital asume compromisos espa-
ciales que no puede romper sin producir costos y friccio-
nes. De particular importancia son las inversiones que
abren espacios para la explotación económica, por ejem-
plo, inversiones en infraestructura en rutas de transporte y
vías férreas, la explotación de recursos o también inversio-
nes en educación, seguridad laboral y salud pública. Estas
inversiones solo pueden generar rendimientos durante pe-
ríodos de tiempo más largos. Se sacan del ciclo primario de
capital —consumo directo— y se desvían al ciclo secunda-
rio —capital para los medios de producción, creación de
fondos para el consumo, por ejemplo, vivienda— o ciclo
terciario —es decir, gastos para investigación, desarrollo,
servicios sociales—. Además, no hay certeza de que dichas
inversiones traigan rendimientos. Por esta razón, el Estado
a menudo asume el papel del “capitalista colectivo ideal”
(ideeller Gesamtkapitalist) cada vez que se deben realizar ta-
les inversiones a largo plazo. De esta manera, emerge fuera
de las operaciones capitalistas moleculares individuales
una esfera en la que la acumulación privada no puede pe-
netrar, que podría utilizarse para mejorar el desempeño
económico.

En la medida en que tal contención de la societización


de mercado se convierte en un obstáculo para la utilización
del capital, provoca intentos de aflojar o incluso eliminar
la fijación espaciotemporal del capital que la precedió.
Cuando la eliminación de estos arreglos —como resultado
de la internacionalización, por ejemplo— conduce a la
desindustrialización, el colapso económico, el desempleo
masivo y la pobreza, surge un nuevo exterior, compuesto
por regiones devastadas y mano de obra no utilizada que,

119
Capitalismo financiero, Landnahme y precariedad discriminatoria

en una fase posterior de desarrollo, puede convertirse en


objeto de inversiones a largo plazo.

Esta sincronicidad de lo asincrónico podría (7) ser utili-


zada para conservar e institucionalizar la explotación secun-
daria. Secundaria, en este caso, de ninguna manera signi-
fica menos dolorosa, menos brutal o menos importante.
Más bien, la explotación secundaria implica que la racio-
nalidad del intercambio de equivalentes ya no se mantiene,
o solo con limitaciones. La funcionalización del trabajo re-
productivo de las mujeres o la instalación de estatus jurí-
dicos transitorios para los migrantes son ejemplos clásicos
del funcionamiento de la explotación secundaria. En el pri-
mer caso, se utilizan mecanismos simbólicos/normativos
y políticos/institucionales para crear construcciones labo-
rales jerárquicas y específicas de género. Esta es la base his-
tórica de la devaluación del trabajo reproductivo y la rela-
tiva exclusión de las mujeres del empleo a tiempo com-
pleto que incluye una red de seguridad social (Aulenba-
cher, 2009, pp. 65-80). En el segundo caso, el estatus legal
transitorio de los migrantes —basado en una relativa pri-
vación de derechos y desarraigo— estabiliza una diferen-
ciación específica adentro/afuera. Esta diferenciación
apunta a asegurar mano de obra barata que podría movili-
zarse para segmentos poco atractivos del mercado laboral,
ofreciendo trabajos con baja calificación, alta tensión y ba-
jos salarios.

Así siempre podemos hablar de explotación secundaria,


cuando las formas simbólicas y la fuerza política se utilizan
para conservar las diferencias entre adentro y afuera, para
devaluar el trabajo de ciertos grupos sociales, o para ex-
cluir a estos grupos de la principal relación capitalista de
explotación. En segundo lugar, la explotación expone una

120
Klaus Dörre

síntesis llena de tensión de universalismo y particularismo


inherente a cada Landnahme capitalista. El reclamo univer-
salista de la utilización del capital depende funcional-
mente de sistemas regulatorios particulares, como el Es-
tado-nación. El sistema económico global solo puede exis-
tir dentro de una red de relaciones de poder nacionales e
internacionales, que continuamente (re)producen la de-
marcación entre adentro y afuera.

Con esto en mente, podemos definir con mayor preci-


sión (8) la importancia de los procesos de precariedad para
la racionalidad económica del capitalismo. El mecanismo
del ejército de reserva analizado por Marx en el primer vo-
lumen de El Capital (Marx, 1977, p. 657ss.) es en cierta me-
dida una forma de crear activamente un afuera que está en
oposición directa a la desmercantilización del gobierno. El
ejército de reserva industrial, en sus innumerables mani-
festaciones, podría utilizarse en las fases de auge para mo-
vilizar una mano de obra adicional. Particularmente en
tiempos de crisis, aquellos normalmente excluidos de la
producción capitalista pueden ser utilizados para presio-
nar a los trabajadores establecidos para que no hagan de-
mandas, manteniendo así los costos laborales lo más bajo
posible (Harvey, 2005b, p. 139). Las lecturas marxistas de
la cuestión social siempre han diferenciado entre un aden-
tro y un afuera. En el interior, la atención se centra en la
explotación, en la apropiación privada de la plusvalía pro-
ducida colectivamente. Afuera, el énfasis está en mantener
los salarios bajos y los niveles de vida por debajo de los
estándares habituales de clase en la sobreexplotación y, en
el caso más extremo, en la exclusión de ciertos segmentos
de la fuerza de trabajo del mercado laboral, por lo tanto,
del trabajo asalariado y la capacidad de ganarse la vida.

121
Capitalismo financiero, Landnahme y precariedad discriminatoria

Esta dialéctica adentro/afuera del capitalismo se des-


pliega en diferentes épocas y espacios sociales (9). El “la-
boratorio” argelino analizado por Pierre Bourdieu (2000)
fue una repetición de la “acumulación originaria”, en la pe-
riferia temporal y espacial del capitalismo próspero, y es
un ejemplo de un vínculo históricamente particular entre
el Landnahme capitalista y la precariedad. Aunque las con-
clusiones sobre el efecto destructivo de las condiciones de
vida precarias son similares, el análisis de Bourdieu difiere
del de Marx en un aspecto importante. Para Marx, la forma
principal del ejército de reserva industrial es un segmento
potencial de la clase trabajadora y las diferencias pueden
superarse a través de la “cooperación regular entre em-
pleados y desempleados” (Marx, 2007, p. 702), a través de
la unidad de clase política o sindical. Marx incluso ve a los
“niños huérfanos y pobres” como “candidatos para el ejér-
cito de reserva industrial” que están “en tiempos de gran
prosperidad [...] rápidamente y en gran número inscritos
en el ejército activo de trabajadores” (Marx 2007, p. 706).
Solo el lumpenproletariado, los vagabundos y los crimina-
les, así como los incapaces de trabajar, los mutilados, los
enfermizos y las viudas son vistos por Marx como un
“peso muerto” que no puede integrarse en la clase obrera
(Marx, 2007, p. 707).

En cambio, para Bourdieu, el subproletariado argelino


representa una clase autónoma, cuyas condiciones de vida
bloquean cualquier visión de unidad de clase entre los
oprimidos. Estas condiciones de vida hacen imposible que
el subproletariado adquiera la forma de pensar planifica-
dora y calculadora que le permita una participación racio-
nal en el mercado de trabajo capitalista. El subproletariado,
por tanto, se mantiene habitualmente dentro de un modo

122
Klaus Dörre

de producción no capitalista. Para ellos, el trabajo está li-


gado al honor y a la autoestima. A menudo trabajan como
vendedores ambulantes, aunque no pueden vivir de este
trabajo. Estas prácticas premodernas están validadas por
una moral campesina del pasado. Es mejor trabajar incluso
sin ganarse la vida para mantener la dignidad. “De hecho,
la actividad no tiene otro propósito que mantener la auto-
estima” (Bourdieu, 2000, p. 75).

Implícitamente, el diagnóstico de Bourdieu está reñido


con la creencia optimista en el progreso que todavía alber-
gan algunas escuelas de marxismo. No tiene sentido cate-
gorizar al subproletariado argelino y su estilo de vida
como “atrasados”. Las condiciones de vida de la precarie-
dad a menudo no les dejan otra opción que aferrarse a un
pasado, cuyas condiciones de producción han ido desapa-
reciendo cada vez más en el proceso de evolución social.
Como tal, la precariedad no es en modo alguno una expre-
sión de atraso. Más bien es una extraña sincronicidad de lo
asincrónico. La forma precaria es la otra cara del trabajo sin
la cual la expresión “anterior”, moderna, del trabajo asala-
riado en la configuración espaciotemporal que hemos ana-
lizado, no habría podido dejar su impronta. Esto debe re-
cordarse en la lectura del siguiente análisis de las formas
actuales de precariedad.

2. Landnahme capitalista financiero


y precariedad discriminatoria

La forma actual de la precariedad discriminatoria es el re-


sultado del modo en que el Landnahme está impulsado por
el capitalismo financiero que redefine una característica
central del capitalismo del bienestar. El mecanismo del
ejército de reserva, que desapareció temporalmente en los
centros urbanos después de 1945, o al menos se había

123
Capitalismo financiero, Landnahme y precariedad discriminatoria

vuelto imperceptible, ahora ha regresado. Un sector de


precariedad se está expandiendo y se ha convertido en el
equivalente funcional del tradicional sector del ejército de
reserva, cuya absorción en el proceso del Landnahme capi-
talista ha sido descrita de manera más impresionante por
el sociólogo alemán Burkart Lutz (1984).

2.1. Neutralización de la “ley de salarios”


y precariedad marginal

Lutz cree que la notable prosperidad de la posguerra en


Alemania fue el resultado de condiciones históricas que no
se pueden reproducir a voluntad. El débil crecimiento del
capitalismo después de la Primera Guerra Mundial fue el
resultado de la incapacidad de los actores capitalistas para
superar el dualismo del sector industrial moderno y el sec-
tor tradicional, limitando la demanda solvente dentro de
la sociedad. Las relaciones de intercambio de la industria
moderna y un sector estructurado por pequeñas empresas
y agricultura con estilos de vida premodernos y orientacio-
nes de valor mantuvieron bajos los costos laborales du-
rante un largo período de tiempo. Esto se debió en parte al
sector tradicional que actuaba como un grupo de trabaja-
dores potenciales, que la industria podía utilizar según
fuera necesario, devolviendo la mano de obra “excesiva” a
esta área exterior. Los salarios circulaban en torno a un
margen que en gran medida estaba influido por el con-
sumo de bienes del sector tradicional. Los costos de repro-
ducir la fuerza de trabajo se mantuvieron limitados ya que
los trabajadores recibieron un gran porcentaje de los bienes
que necesitaban para sobrevivir desde el sector tradicional,
dominado por el comercio y la agricultura, que ofrecía pro-
ductos de costo más o menos bajo.

124
Klaus Dörre

Hubo condiciones políticas —la creciente importancia


de la intervención del gobierno como se ve en el modelo
norteamericano del New Deal, que incluye la producción
en masa, el consumo en masa y los estilos de vida indivi-
dualistas, así como el consenso entre las élites de que los
trabajadores deberían participar en una mayor productivi-
dad— que jugaron un papel clave en permitir que los ac-
tores capitalistas en los centros urbanos de Europa Occi-
dental rompan la “ley de salarios”4. La neutralización de la
“ley de salarios” fue parte de un proceso en el que el sector
tradicional fue absorbido de manera irreversible. Mientras
las funciones del sector tradicional para la reproducción
del trabajo no pudieran ser delegadas por el mercado in-
dustrial y capitalista, estas funciones debían ser cumplidas
por el Estado y el sector público en expansión. Como re-
sultado, los salarios reales se cuadruplicaron durante un
período de veinte años (1950-1970), marcando un aumento
cuantitativo y cualitativo único en el nivel de vida de los
empleados (Mooser, 1984). Más importante aún, el trabajo
asalariado podría combinarse con una sólida red de segu-
ridad social y derechos de participación. La generalización
del trabajo asalariado, o la liberación de mano de obra para
el mercado laboral capitalista —mercantilización—, solo
fue posible gracias a un estado de bienestar ampliado que
aseguró que el trabajo asalariado se desvinculara de los
riesgos del mercado —desmercantilización—. A pesar de
las continuas desigualdades y estructuras jerárquicas, sur-
gió una “sociedad de los similares” (Castel, 2005, p. 46),
dando acceso a un gran número de asalariados al estilo de

4 La “ley de salarios”, tal como la define Lutz (1984, p. 210), establece


que “los salarios en la economía moderna no pueden aumentar de ma-
nera significativa o permanente por encima del estándar de suministro,
definido principalmente a través de una economía de trueque, en los
segmentos más pobres del sector tradicional”.

125
Capitalismo financiero, Landnahme y precariedad discriminatoria

vida y los estándares de seguridad de las clases medias.


Central a este avance colectivo fue la disponibilidad de la
propiedad social —para asegurar la existencia colectiva—
manifestada en el derecho a pensiones y pagos de seguros
en caso de enfermedad, así como en el alcance universal de
los convenios colectivos, y en una expansión de la partici-
pación democrática en el lugar de trabajo y la sociedad en
general.

La característica de esta breve fase de “capitalismo sin


ejército de reserva” (Lutz, 1984, p. 186) es la marginación
de la precariedad y la pobreza. Para las mujeres, migrantes
y trabajadores no calificados, la precariedad y la pobreza
seguían siendo una amarga realidad, principalmente en
áreas fuera del empleo protegido. La pobreza se convirtió
en el problema de las minorías en proximidad social, los
“socialmente despreciados” (Dahrendorf, 1967, p. 88), el
cinco por ciento más o menos en la base de la escala social.
Aunque no emparejaron estos grupos uno a uno, el núcleo
esencial de los pobres estaba formado por aquellos que pa-
recían incapaces de asegurar su propio sustento. En la pro-
ximidad social de estos grupos marginados, los trabajado-
res precarios vivían en su propio mundo, junto con los de-
pendientes de los servicios sociales. Pero para la mayoría
dentro de las sociedades dominadas por el trabajo asala-
riado, el pauperismo parecía ser una cosa del pasado,
como mucho un problema para las instituciones de asis-
tencia social.

2.2. Finanzas - Landnahme capitalista

La marginación de la pobreza y la precariedad tuvo su pre-


cio. Predominantemente estimulado por la intervención
del gobierno, el Landnahme fordista desplazó los productos
y servicios característicos del sector tradicional y movilizó

126
Klaus Dörre

trabajadores de áreas no capitalistas para la industria y los


servicios modernos. Ambos procesos, reforzándose mu-
tuamente, provocaron una “destrucción progresiva de las
estructuras, modos de producción, estilos de vida y orien-
tación del comportamiento que antes habían sido constitu-
tivos del sector tradicional”. Este Landnahme interno es, se-
gún Lutz, análogo al Landnahme externo del imperialismo
(Lutz, 1984, p. 213), logrado al precio de la destrucción
cada vez mayor de los recursos naturales, el agravamiento
del conflicto Norte-Sur y las crecientes tensiones en los
centros de capitalismo desarrollado. Después de la com-
pleta absorción del sector tradicional, desaparecieron las
condiciones sociales previas para la aparente prosperidad
“eterna”. La dinámica de crecimiento se debilitó y las ines-
tabilidades resultantes prepararon el terreno para un
nuevo ciclo del Landnahme que, cuando se centró en el cen-
tro del capitalismo desarrollado, tenía la mirada en el exte-
rior, creado por las políticas de desmercantilización de la
era fordista.

El Landnahme impulsado por las finanzas es una dina-


mización de la acumulación capitalista a través de la ocu-
pación de un exterior que fue impuesto al capitalismo por
las instituciones que regulaban los mercados, así como por
la incorporación de la participación de los trabajadores. En
este contexto, el capitalismo de mercado financiero es una
fase distinta en el desarrollo capitalista, fundada en un mo-
dus operandi específico del Landnahme. En general, los pro-
cesos del Landnahme no son lineales; siempre están influen-
ciados por accidentes y decisiones contingentes. Crean ten-
siones y contradicciones, incitan a la oposición y son mo-
tivo de protesta y resistencia. Sin embargo, este modus ope-
randi del Landnahme capitalista comprende un elemento
dominante reflejado en largos ciclos de apertura y cierre de

127
Capitalismo financiero, Landnahme y precariedad discriminatoria

mercados. Hasta el día de hoy, este modo impulsado por


las finanzas se basa en el predominio relativo del capital
de inversión, a menudo ficticio. El régimen de Wall Street
y la política monetaria estadounidense crearon el manteni-
miento de su papel de liderazgo en la economía global, con
la ayuda activa de los gobiernos europeos, que se asegura-
ron de que los elementos constitutivos del capitalismo fi-
nanciero se integraran en las economías de Europa conti-
nental. Debido a las jerarquías en el sistema de gobiernos
internacionales, este tipo de capitalismo pudo expandirse.
Como resultado, los principios de gestión de la liquidez in-
herentes a los mercados financieros globales se trasladaron
sucesivamente a la economía real.

Dos grupos de causas tienen la responsabilidad princi-


pal de este desarrollo. Primero, la acumulación flexible,
con sus diversos mecanismos de transferencia —creación
de un mercado para el control corporativo, el papel del va-
lor de los accionistas en el gobierno corporativo, financia-
rización interna y competencia permanente entre regio-
nes— permitió el desarrollo de una economía planificada
que sirvió a los más altos rendimientos y beneficios máxi-
mos. Los rendimientos y las ganancias ya no parecen ser el
resultado del desempeño económico, sino su condición
previa. Se establecen como metas obligatorias para todas
las unidades corporativas descentralizadas. Como resul-
tado, las formas en que se gestionan y controlan las corpo-
raciones están cambiando e influyen en los estilos de ges-
tión y la utilización del personal. Las decisiones gerencia-
les siguen cada vez más las fluctuaciones del mercado de
valores, el dictado del informe trimestral y el egoísmo que
surge de los esquemas de pago relacionados con el mer-
cado de valores para la alta gerencia. De esta manera, po-
dría surgir un modo de control a corto plazo, impulsado

128
Klaus Dörre

por el mercado, que fomente la competencia dentro de las


empresas y entre los empleados.

Las condiciones mencionadas son el principal origen de


la nueva precariedad. Para ajustarse a la volatilidad de los
mercados y sus rápidas fluctuaciones y para garantizar
márgenes de utilidad planificados por un período de
tiempo más largo, los salarios, las horas de trabajo y las
condiciones de trabajo se han convertido en residuos que
deben adaptarse con flexibilidad a las situaciones del mer-
cado. Las empresas dominantes transmiten la presión de
los márgenes de beneficio previstos, no solo a los directi-
vos y empleados, sino también a los proveedores y, a tra-
vés de ellos, al segmento dependiente de las pequeñas y
medianas empresas. La importancia de las formas flexibles
de empleo dentro del sistema de valor agregado aumenta
para que las empresas puedan adaptarse a los ciclos eco-
nómicos. Los empleadores enfatizan cada vez más la flexi-
bilidad externa que ofrecen los contratos de duración de-
terminada, el trabajo por contrato y por agencia. Aparen-
temente, vuelven a ser atractivos los métodos para aumen-
tar las ganancias que se basan en, como lo denominó Marx,
la producción de plusvalía absoluta: jornadas de trabajo
más largas, salarios más bajos, peores condiciones de tra-
bajo y, no menos importante, la revitalización de los meca-
nismos de explotación secundaria. Para lograr rendimien-
tos del 25% (Deutsche Bank), las corporaciones intentan
obtener ganancias adicionales haciendo que las condicio-
nes laborales sean más flexibles y precarias. Dado que estas
ventajas competitivas son fáciles de copiar y solo tempora-
les, el motor de este tipo de Landnahme debe mantenerse en
marcha y alimentarse con nuevas formas de socavar la
competencia a través de prácticas tales como spin-offs, sub-

129
Capitalismo financiero, Landnahme y precariedad discriminatoria

contratación, desregulación, dumping salarial y brutaliza-


ción del mercado laboral. La estabilidad “planificada” de
los ingresos y beneficios de los accionistas trae consigo la
creciente inseguridad de las condiciones de trabajo. En úl-
tima instancia, el capitalismo de mercado financiero y la
precarización son dos caras de la misma moneda.

La política estatal no amortiguó, sino que exacerbó, las


presiones hacia la remercantilización que surgieron del
Landnahme capitalista financiero. En Alemania, el gobierno
de coalición socialdemócrata/partido verde desempeñó
un papel significativo en el alivio de los obstáculos al
nuevo modo de acumulación flexible. En al menos dos
áreas, marcó el rumbo de políticas que probablemente ha-
brían despertado más resistencia si hubieran sido propues-
tas por un gobierno conservador: a saber, la desregulación
pionera de los mercados financieros y laborales. Como
suma de cambios aparentemente graduales (Streeck, 2009),
se produjo una transformación bastante drástica del mo-
delo de producción. Bajo la superficie de la continuación
formal de la negociación colectiva, la participación de los
trabajadores y la protección contra el despido, surgió un
sistema de producción flexible basado en la extrema pola-
rización del mercado laboral. La institución de un trabajo
de tiempo completo con beneficios sociales está desapare-
ciendo. Al mismo tiempo, hay un rápido aumento de los
llamados tipos de trabajos atípicos y generalmente insegu-
ros o precarios —trabajo de agencia temporal, contratos fi-
jos y de tiempo parcial, empleo marginal—.

3. De la precariedad marginal a la discriminatoria

El Landnahme capitalista financiero no se limita solo a aque-


llos sectores de la economía que están orientados hacia los
mercados globales. A medida que se cierran o venden las

130
Klaus Dörre

divisiones corporativas que no cumplen consistentemente


con sus objetivos de ganancias, el capitalismo de mercado
financiero se fortalece y acelera la transformación estructu-
ral. Las instituciones de crédito y los estándares de infor-
mación financiera confrontan a las pequeñas y medianas
empresas con la lógica del capitalismo financiero (Bluhm
& Schmidt, 2008). En su competencia por nuevos negocios
y subvenciones gubernamentales, las regiones compiten
entre sí como “empresas colectivas” (Dörre & Röttger,
2006). Al mismo tiempo, se están expandiendo sectores y
campos que emplean mayoritariamente a mujeres en labo-
res reproductivas y en los que las prácticas laborales orga-
nizadas son relativamente débiles. La producción directa
depende cada vez más de un número cada vez mayor de
actividades reproductivas, pero los servicios humanos y el
trabajo doméstico son los menos valorados por la sociedad
y estos trabajos tienen poca o ninguna protección. La pri-
vatización —parcial— de servicios anteriormente públicos
es también un elemento de la lógica expansiva del capita-
lismo financiero. La oficina postal alemana, Deutsche Bahn
—servicios ferroviarios— y Telekom —compañía de tele-
comunicaciones— se han administrado durante mucho
tiempo como empresas privadas con fines de lucro. En
áreas comerciales centrales, compiten con empresas priva-
das que mantienen los precios bajos mediante el dumping
salarial y ofreciendo condiciones de trabajo precarias
(Röhm & Voigt, 2007).

3.1. Dimensiones de la precariedad discriminatoria

El Estado mismo se ha adaptado a esta forma del Land-


nahme (Crouch, 2008). Las administraciones públicas pri-
vatizan los servicios y se reestructuran según los principios
de la nueva gestión pública. Como resultado, los grupos

131
Capitalismo financiero, Landnahme y precariedad discriminatoria

marginados, como los desempleados de larga duración,


ahora se denominan clientes del gobierno. Bajo la presión
de reglas que definen ampliamente qué trabajo se puede
“esperar razonablemente” que acepten, desarrollan una
relación empresarial con su propia fuerza de trabajo (Bes-
cherer et al., 2008). El motor ideológico de este Landnahme
de orientación interna, basado en la remercantilización, es
un nuevo espíritu del capitalismo que define la libertad
solo en términos negativos —como la ausencia de fuerza—
y busca legitimar la reestructuración del capitalismo finan-
ciero, centrándose en la responsabilidad individual y la au-
todeterminación como actos liberadores (Boltanski &
Chiapello, 2007). Sin embargo, es cierto que la ofensiva
ideológica de la lógica financiera-capitalista de la compe-
tencia no culmina automáticamente en la mercantilización.
En Alemania, en particular, las políticas que apuntan a for-
talecer la coordinación de los mercados se enfrentan a fil-
tros institucionales engorrosos, así como a racionalidades
limitadas en conflicto. Sin embargo, esta transferencia
ideológica ha transformado el modo de regulación de la
sociedad. El desmantelamiento de las relaciones laborales
organizadas y los sistemas de negociación colectiva son el
mejor ejemplo de este proceso.

El desmantelamiento de los derechos colectivos de pro-


tección y los sistemas de bienestar social —de los cuales la
erosión de los convenios colectivos de toda la industria es
solo un ejemplo— golpea con especial dureza a aquellos
sectores en los que los sindicatos son débiles. Esto es evi-
dente en los sectores de salarios bajos y sin fines de lucro
con altos niveles de mujeres trabajadoras y en regiones con
empresas en su mayoría pequeñas y medianas, así como
en el segmento en expansión de mano de obra “inmate-

132
Klaus Dörre

rial”, donde los comités de empresa son una rara excep-


ción. En particular, en los medios de comunicación, las ar-
tes y el sector sin fines de lucro, incluidos los institutos de
educación de adultos y las instituciones de empleo —inte-
rino—, las fronteras entre el trabajo creativo y el precario
son fluidas. Las áreas más afectadas por la precariedad son
aquellas que ofrecen empleos no calificados y mal paga-
dos. Por lo general, estos son trabajos de servicio en el tra-
bajo doméstico y de cuidado, en hoteles y restaurantes o
en puestos de trabajo intensivo de mensajería y ayudantes.

En Alemania, la mayoría de los empleados siguen for-


malmente en puestos protegidos. Estos puestos definen los
estándares sociales de ingresos y seguridad laboral. Pero el
entorno social ha cambiado radicalmente y está en pleno
proceso de transformación de la precariedad marginal a la
discriminatoria. La precarización es menos que nunca un
problema exclusivo de los socialmente marginados. En
cambio, están surgiendo tres formas estructurales de pre-
cariedad que, por paradójico que parezca, cubren todas las
“zonas de cohesión social” (Castel, 2000). En la parte infe-
rior de la jerarquía social están aquellos grupos que Marx
ya denominó la “población excedente” de la sociedad ca-
pitalista (Marx 1977, p. 673). La mayoría de los 7,4 millones
de beneficiarios de asistencia social de Alemania forman
parte de este grupo, incluidos alrededor de 2,5 desemplea-
dos y 1,3 millones de personas subempleadas (2007). Mien-
tras los individuos puedan trabajar, la gran mayoría de
este grupo social y culturalmente heterogéneo lucha por
integrarse en el mercado laboral primario. Solo una pe-
queña minoría de personas, sin posibilidades realistas de
asegurar su propio sustento, pueden transformar subjeti-
vamente la falta de oportunidades objetivas en una vida

133
Capitalismo financiero, Landnahme y precariedad discriminatoria

voluntaria, sin empleo remunerado (Dörre et al., 2013; Bes-


cherer et al., 2008).

El trabajador verdaderamente “precario” se puede dis-


tinguir de la “población excedente”. El primero se refiere
al grupo en expansión de personas que, por largos perio-
dos de tiempo, dependen de trabajos precarios, mal paga-
dos y con bajo prestigio social. El aumento del 46,2% de las
relaciones atípicas entre empleador y trabajador —trabajo
temporal, contratos a tiempo parcial y limitado, empleo
marginal; 1998-2008— es un indicador, aunque muy poco
fiable, de la tendencia hacia la precariedad. Aunque no
todo empleo atípico es necesariamente precario, por regla
general las relaciones laborales no estandarizadas están
vinculadas a salarios mucho más bajos y mayores riesgos
de desempleo y pobreza (Oficina Federal de Estadística de
Alemania, 19 de agosto de 2009). En 2008, las estadísticas
de empleo de Alemania revelaron que 7,7 millones de per-
sonas tenían trabajos atípicos en contraste con 22,9 millo-
nes en empleos estándar. No se incluyeron en estas cifras
los 2,1 millones de autónomos o empresas unipersonales
(Oficina Federal de Estadística de Alemania, 19 de agosto
de 2009), así como el segmento en rápida expansión de la
mano de obra empleada regularmente, cuyo salario los
mantiene por debajo del umbral de la pobreza: 11,1% de
todas las personas con empleo fijo en 2006. Actualmente,
alrededor de 6,5 millones de personas ganan menos de dos
tercios del ingreso medio nacional (Bosch & Weinkopf,
2007). En conjunto, el 42,6% de todos los trabajadores de
bajos ingresos tienen un trabajo “normal”. De estos, el
30,5% son mujeres y el 45,6% tienen pocas calificaciones
formales. Sin embargo, alrededor de las tres cuartas partes
de todos los trabajadores de bajos ingresos han comple-
tado una formación profesional o incluso tienen un título

134
Klaus Dörre

académico (Kalina, Vanselow y Weinkopf, 2008, pp. 20-24).


El aumento de la diferenciación salarial y la disminución
de la movilidad ascendente en el sector de bajos ingresos
señala la persistencia de situaciones precarias (Bosch & Ka-
lina, 2007, pp. 42ss.).

3.2. Precariedad y clases sociales

Es particularmente relevante que los ingresos reales del


cuarto inferior de los asalariados hayan disminuido recien-
temente en un 14% durante un período de diez años (1997-
2007; Oficina Federal de Estadísticas de Alemania, 19 de
agosto de 2009). Si bien los empleados en trabajos al menos
parcialmente protegidos pueden mantener su nivel de
vida, o al menos minimizar las reducciones, la brecha entre
los grupos precarios y la sociedad en general crece conti-
nuamente. Este desarrollo ilustra la eficacia de los meca-
nismos de explotación secundaria. Los mecanismos de
protección colectiva son tradicionalmente más efectivos
donde los trabajadores estaban y están mejor capacitados
para promover sus intereses: en el sector público y en las
grandes corporaciones, las cuales tienen un alto porcentaje
de empleados masculinos a tiempo completo. La distribu-
ción entre diferentes sectores ha estado tradicionalmente
determinada por la construcción de género, etnia y nacio-
nalidad. A pesar de las mejoras en su integración al sistema
educativo y al mercado laboral, las mujeres aún están so-
brerrepresentadas en los sectores menos protegidos. Las
diferencias de género no son solo el resultado de formas
directas de discriminación político-institucional, sino que
también son producidas por sutiles mecanismos sociales
de subordinación, es decir, la “inmensa máquina simbólica
que tiende a ratificar [...] la dominación masculina” (Bour-
dieu, 2001, p. 9).

135
Capitalismo financiero, Landnahme y precariedad discriminatoria

Lo que es nuevo es que las formas tradicionales de pre-


cariedad experimentadas, por ejemplo, por mujeres e in-
migrantes, se mezclan cada vez más con la experiencia de
precariedad de grupos que antes estaban protegidos. El
miedo a perder el trabajo también acosa a grandes segmen-
tos de los asalariados, que todavía tienen un empleo están-
dar. Estos temores no necesariamente reflejan amenazas
objetivas, pero tampoco son solo una indicación de un de-
seo exagerado de seguridad. La competencia entre regio-
nes, la caída de los salarios reales y el vaciamiento lento de
los convenios colectivos son una realidad para muchos em-
pleados sindicalizados. Esto produce miedo a no poder in-
gresar o permanecer en la clase media. Todavía hay indi-
cios de que la sección media de la sociedad es bastante es-
table, pero a la luz del aumento de los empleos precarios
“en particular en la periferia de la corriente principal so-
cial”, la disminución de los márgenes de ingresos y los cre-
cientes riesgos del mercado laboral, incluso aquellos en el
“núcleo de la sección media de la sociedad” están preocu-
pados por perder su sustento (Werding & Müller, 2007, p.
157). Mientras que el miedo a perder el estatus lleva a los
empleados protegidos a defender sus puestos, las personas
con trabajos precarios están tratando de conseguir un em-
pleo protegido. Los asalariados precarios, sin embargo, no
dominan las estructuras de poder, comunicación u organi-
zación para luchar con éxito por una mejora colectiva de
su posición. En esto, su situación es en algunos aspectos
similar a la de los pequeños agricultores franceses descri-
tos por Marx (1963) en El dieciocho Brumario de Luis Bona-
parte. Representan una posición social particular, sin poder
formar una clase o una fracción de clase propia.

136
Klaus Dörre

Ya podemos hablar de una división de clases entre


aquellos empleados aún en posiciones protegidas, defen-
diendo lo que les queda de propiedad social y un subpro-
letariado heterogéneo, actualmente incapaz de formar una
clase política independiente. Por un lado, las formas actua-
les de precariedad exhiben las características de una clase
(Burzan, 2009) y, por el otro, se pueden encontrar dentro
de diferentes clases económicas y sociales y fracciones de
clase (Castel, 2009, pp. 30-31). Por ello, no existe ni una
clase baja homogénea ni una clase precaria claramente de-
finida. En cambio, se pueden identificar varias formas di-
ferentes de precariedad (Castel & Dörre, 2009). Por ejem-
plo, para los académicos, el empleo precario a veces se vin-
cula con el trabajo creativo. Por otro lado, el empleo a
tiempo completo, con una red de seguridad social, puede
ser aburrido, monótono y muy estresante (Paugam, 2009,
pp. 175-196). La precariedad laboral y el empleo también
pueden confluir sin ser experimentados subjetivamente
como tales. A veces la precariedad es una condición tem-
poral, un estatus pasajero en el camino hacia una mejor po-
sición social. A veces, sin embargo, las situaciones preca-
rias se vuelven estables.

Lo que sí es seguro es que la reactivación de un meca-


nismo de ejército de reserva visible promueve la transición
hacia una nueva forma de integración y dominación social.
En lugar de una integración basada principalmente en la
participación de la riqueza material y las estructuras de-
mocráticas y la integración de la fuerza de trabajo, están
surgiendo nuevas formas de integración en las que el
efecto sutil de los mecanismos disciplinarios impulsados
por el mercado y la fuerza del gobierno juegan un papel
mucho más importante. Disciplinar por el mercado y el go-
bierno puede, al menos en una sociedad rica, funcionalizar

137
Capitalismo financiero, Landnahme y precariedad discriminatoria

muchas esperanzas, miedos y tradiciones. No solo provoca


la “desestabilización de lo estable” (Castel, 2000, p. 357),
sino que, al disciplinar a uno y eliminar los requisitos ele-
mentales para la resistencia en el otro, también favorece
una extraña estabilización de lo inestable. Los marginados
y la precariedad encarnan un destino que los empleados,
aún integrados, intentarán evitar utilizando todos los me-
dios a su alcance. No solo las relaciones de mercado abs-
tractas, sino también las víctimas de la gestión del mercado
tienen un efecto disciplinario. Son una lección objetiva, so-
bre lo que les puede pasar a individuos y grupos, cuando
están atrapados en procesos colectivos de declive.

4. La precariedad y la crítica del capitalismo

En resumen, para la estabilización sistemática del Land-


nahme impulsado por las finanzas que genera demandas —
objetivos de rendimiento y ganancias— que la economía
real no puede cumplir, es necesario un modus operandi que
continuamente alimente nuevos activos no explotados por
el ciclo del capital. Esto incluye la utilización del meca-
nismo del ejército de reserva. Su propósito no es solo per-
mitir que las corporaciones, como argumenta David Har-
vey (2005b, p. 141), “expulsen a los trabajadores del sis-
tema en un momento dado, para tenerlos a mano con fines
de acumulación en un momento posterior”. Más bien se
crea un sector precario en los márgenes donde reside la
“población excedente” y que no tiene ninguna posibilidad
de integrarse nunca al empleo regular. Entre el empleo re-
lativamente protegido y los grupos desacoplados ha sur-
gido una “precariedad” muy heterogénea (Standing,
2011), que se mueve entre trabajos inseguros, general-
mente mal pagados, programas de capacitación y desem-
pleo. Las formas precarias de trabajo y de vida son un acto

138
Klaus Dörre

de equilibrio continuo. Es constantemente necesario movi-


lizar toda la energía para avanzar hacia una mejor posi-
ción. Detrás del reposo se vislumbra el peligro de quedar
permanentemente excluido del empleo regular asalariado.
La expansión de la “zona de vulnerabilidad” significa que
las experiencias de esta zona se establecen de forma per-
manente en el sistema de empleo. Si bien esta experiencia
es universal, su procesamiento por parte de individuos o
grupos sociales difiere según la edad, el género, la nacio-
nalidad, la calificación y los antecedentes biográficos.

En esencia, los grupos de precarización cumplen una


función similar a la del sector tradicional antes de 1945. Si
bien las tendencias hacia la precarización no tienen un im-
pacto directo en los mercados laborales internos organiza-
dos, sí resultan en una reducción de las expectativas nor-
mativas en relación con el trabajo y la vida y en limitar las
demandas salariales. Cada vez que los empleados perma-
nentes se enfrentan a compañeros de trabajo flexibles y, a
menudo, muy motivados, que hacen el mismo trabajo en
condiciones mucho peores, empiezan a ver su puesto como
un privilegio que hay que defender con uñas y dientes
(Holst, Nachtwey & Dörre, 2009). La investigación empí-
rica sugiere que a fines de la década de 1980, los empleados
más jóvenes en particular valoraban más el contenido y los
aspectos sociocomunicativos de su trabajo (Baethge,
Hantsche & Pelull, 1989). Hoy, sin embargo, los estudios
empíricos muestran claramente que la seguridad laboral y
un ingreso aceptable son la preferencia incuestionable de
un gran porcentaje de empleados y las expectativas cuali-
tativas pasan a un segundo plano (Schröder & Urban,
2009). El miedo por la propia seguridad y el estatus social
del individuo, avivado repetidamente por procesos de pre-
cariedad, fomenta —tal como predijeron Boltanski y

139
Capitalismo financiero, Landnahme y precariedad discriminatoria

Chiapello (2007)— el control empresarial sobre los trabaja-


dores. El nuevo régimen del mercado laboral de Alemania,
que surgió con la reforma del sistema de bienestar social,
promueve aún más esta tendencia. Aunque las condiciones
subyacentes son completamente diferentes, el régimen del
mercado laboral cumple una función similar a las leyes
obligatorias, durante la era posfeudal —Marx— y las casas
de trabajo —Foucault— de la era capitalista temprana. El
sistema amplifica el valor de los trabajos precarios y au-
menta la necesidad de trabajar, creando una presión disci-
plinaria destinada a movilizar a los empleados —potencia-
les— para trabajar dentro de un mundo laboral flexible y
al mismo tiempo fuertemente polarizado.

Jürgen Habermas (1987, p. 356ss.) vinculó sus diagnós-


ticos de la sociedad actual a la “colonización del mundo de
la vida” y a la pacificación del conflicto de clases a través
del estado de bienestar; el Landnahme capitalista financiero
se ha alimentado durante mucho tiempo de esta capacidad
reguladora específica. Esto no quiere decir que el conflicto
de clases industrial esté regresando a su forma histórica fa-
miliar. La evidencia sugiere que, desde el principio, el
Landnahme capitalismo financiero fue “un proyecto para
lograr la restauración del poder de clase” (Harvey, 2005ª,
p. 16). Pero a pesar del innegable éxito político de este pro-
yecto, al crear desigualdad y financiar la oligarquía (Marx,
1976, p. 454), los “inquilinos activos” (Chesnais, 2004, p.
224) no son capaces de generar un poder de clase hetero-
doxo del lado de los dominados.

Por el contrario, “cada vez es más difícil para cualquier


otra clase, aparte de los accionistas cada vez más confiados
y las clases ‘ejecutivas’, percibirse [...] como grupos socia-
les claramente definidos” (Crouch, 2004, p. 53). La forma

140
Klaus Dörre

discriminatoria de la precariedad juega un papel impor-


tante en esta tendencia “posdemocrática”, como la llama
Colin Crouch. La precariedad promueve luchas por el es-
tatus y la privación relativa entre empleados permanentes,
trabajadores precarios y sujetos excluidos. Las condiciones
precarias de trabajo y de vida privan lentamente a quienes
están constantemente abrumados por las preocupaciones
sobre cómo sobrevivir los próximos días, de la energía ne-
cesaria para participar en actividades de la sociedad civil,
políticas o sindicales. O provoca —como en los banlieus
franceses y más recientemente entre la juventud griega—
“negociación por disturbios” con resultados extremada-
mente ambivalentes para la constitución de la democracia
en las sociedades occidentales.

Sin embargo, al mismo tiempo, se puede observar una dis-


función sistemática de la precarización. De hecho, el pro-
ceso de precariedad socava la capacidad de planificar el fu-
turo, porque rara vez se dan las condiciones sociales que
hacen posible un comportamiento racional en las relacio-
nes de mercado. Ya podemos ver que la inseguridad cons-
tante afecta negativamente la lealtad del personal perma-
nente a su empleador. Los defectos de calidad y los sofisti-
cados sistemas de control electrónico atestiguan este fenó-
meno. El cambio demográfico y la falta de trabajadores ca-
lificados afectan a algunos segmentos del mercado laboral
y ponen límites adicionales a la precariedad. El descubri-
miento de la precariedad de los intereses sindicales, tal
como se expresa en las campañas por un salario mínimo y
contra las empresas de trabajo temporal, también debería
mostrar algunos efectos positivos. Vista así, la crisis finan-
ciera quizás pueda crear oportunidades para “políticas de
desprecariedad” (Brinkmann et al., 2006). Esto es algo im-
posible predecir en este momento. Un primer paso sería

141
Capitalismo financiero, Landnahme y precariedad discriminatoria

influir en el discurso a través de una crítica social actuali-


zada y revitalizada. La medida de tal crítica ya no puede
ser la sociedad laboral fordista y su modelo de empleo
“normal” dominado por los hombres. Una nueva crítica
social debe dejar en claro que los ingresos y, principal-
mente, la seguridad laboral son una condición, mas no un
requisito previo, para la flexibilidad individual dentro y
fuera del mundo laboral, tanto para hombres como para
mujeres (Paugam, 2009, pp. 175-196). Los principales ele-
mentos de la política de desprecariedad, incluida la vincu-
lación de la red de seguridad social a jornadas laborales
más cortas y la interconexión flexible de las fases de tra-
bajo, educación y formación, y orientación familiar, han
sido suficientemente establecidos (Dörre, 2009, pp. 260ss.).
Sin embargo, si el Landnahme capitalista financiero se man-
tiene en el futuro, no hay posibilidad de realizar tal pro-
grama. Esto nos lleva a un problema decisivo, una alterna-
tiva al capitalismo de mercado financiero actual. Defen-
diendo una alternativa social fundamental y, por lo tanto,
el antagonismo político, los movimientos sociales de épo-
cas anteriores son fuertes. Si no se revitaliza el discurso
centrado en una transformación humana del capitalismo y
las élites del poder no se enfrentan a un verdadero antago-
nismo, es probable que las tendencias antihumanas y anti-
democráticas inherentes a los procesos de precarización se
vuelvan aún más fuertes. Corresponde a los actores socia-
les sacar sus propias conclusiones.

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Klaus Dörre

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147
Klaus Dörre

Precariedad y desintegración
social: un concepto relacional
Esta contribución conceptualiza la precariedad como una
categoría relacional que debe referirse a definiciones de es-
tándares de normalidad social para ser significativa. Den-
tro de los Estados posteriores al bienestar del Norte Global,
se ha afianzado una nueva forma de precariedad discrimi-
natoria. Como régimen de disciplina y dominación, esta
nueva forma impregna todos los segmentos de las socieda-
des basadas en el trabajo asalariado. Sobre la base del mo-
delo de zonas de Castels y la investigación empírica, desa-
rrollamos una tipología ampliada de los potenciales de
(des)integración del trabajo asalariado. Esta tipología com-
bina criterios estructurales con formas subjetivas de proce-
sar la inseguridad. Finalmente, recapitulamos el discurso
actual sobre la precariedad en Europa Central y discutimos
la investigación potencial que podría acercar los enfoques
en el Norte y el Sur Globales.

La precariedad se ha convertido en un tema central en


los diagnósticos de las ciencias sociales de nuestro tiempo
(Aulenbacher, 2009; Bourdieu et al., 1997)1. El debate sobre

 Este texto se publicó en inglés bajo el título “Precarity and Social Di-
sintegration: A Relational Concept” en: Journal für Entwicklungspolitik,
30(4), 2014, 69-89 (N. del T.)
1 Ingo Singe proporcionó la traducción de la versión alemana original

de este texto e hizo algunos comentarios críticos. También agradezco los

149
Precariedad y desintegración social: un concepto relacional

la precariedad, sin embargo, está marcado por disonancias


que van mucho más allá de los parámetros comunes de la
controversia científica. Los énfasis divergentes no solo
marcan el debate sobre la precariedad en el Norte y el Sur
Globales, sino también las discusiones dentro del mundo
de habla inglesa y más allá de él. Dentro del mundo acadé-
mico anglosajón, los estudios se han centrado principal-
mente en la flexibilización de los mercados laborales (Koch
& Fritz, 2013; Kalleberg, 2011) y en la tesis de Standing del
precariado como “una clase en formación” (Standing,
2011) y de forma crítica con Munck (2013). Con la excep-
ción de algunos trabajos de Bourdieu (Bourdieu et al., 1997;
Bourdieu, 1998), el debate centroeuropeo sobre la precarie-
dad apenas ha sido tomado en cuenta en el mundo de ha-
bla inglesa. Esto también es válido para el trabajo de Ro-
bert Castel (2000, 2005, 2011), que supuso un importante
estímulo para los programas de investigación alemanes so-
bre la precarización (Castel & Dörre, 2009). Mientras que
en el Norte la principal preocupación es que el trabajo asa-
lariado se desvincule de su caparazón protector de bienes-
tar social (Brinkmann et al., 2006; Bourdieu et al., 1997), en
el Sur ha habido un gran interés por la inestabilidad social
de las sociedades precarias y las formas de conflicto vio-
lento y “no regulado” (Lee & Kofman, 2012; Von Holdt,
2012). Aquí, los intereses han estado en las causas profun-
das de la precariedad más allá de la esfera del trabajo asa-
lariado. Otros, sin embargo, han formulado una crítica más
generalizada de los diagnósticos de precariedad y más
bien han enfatizado la creciente heterogeneidad estructu-
ral y la fragmentación de los mercados laborales (Bur-
chardt et al., 2013) y las relaciones de clase (Antunes, 2013).

comentarios detallados y estimulantes de dos árbitros anónimos que


ayudaron a mejorar el manuscrito.

150
Klaus Dörre

A continuación, presentaremos la precariedad como un


concepto sociológico (1), ofreceremos una definición que
captura la precariedad como un concepto relacional (2) y
nos referiremos a nuestros propios estudios empíricos para
llegar a una tipología ampliada de la precariedad (3).
Luego, retomaremos el estado del debate sobre la precarie-
dad en Alemania y Europa Central (4), antes de ofrecer al-
gunas sugerencias sobre el debate (comparativo) sobre la
precariedad en el Norte y el Sur en la conclusión (5).

1. La precariedad como concepto sociológico

En alemán, el término “precario” significa literalmente re-


vocable, inseguro o delicado. El origen del término se en-
cuentra en el latín precarium, que hace referencia a un prés-
tamo —de un objeto, de un terreno o de derechos—, cuyo
derecho de uso podía revocarse en cualquier momento. La
precariedad describe así una relación insegura e inestable
que está sujeta a cancelación a corto plazo. La relación es
de dependencia: el receptor de un bien pasa a depender del
donante. Lo contrario sería una relación estable, segura,
constituida por la igualdad de derechos. En sociología, el
término “precariedad” se refiere a condiciones inseguras e
inestables de trabajo, empleo y vida en general. El debate
más reciente sobre la precariedad entre académicos del
Norte Global ha sido el resultado de la aparición de em-
pleos mal pagados, temporales y desprotegidos, que se
volvieron más comunes incluso entre trabajadores acadé-
micamente calificados. Para estos grupos era característico
el lavoro precario (Bologna, 1977), un término italiano acu-
ñado durante la década de 1970. En Francia, la implemen-
tación de la “revenue minimum d’insertion”, diseñada con el
propósito de reintegrar a los desempleados de larga dura-
ción (Schultheis & Herold, 2010, p. 244; Barbier, 2013, p.

151
Precariedad y desintegración social: un concepto relacional

17), convirtió la precarité en un tema de debate público. A


partir de entonces, los sociólogos utilizaron el término
“precariedad” como una categoría amplia para agrupar
toda una gama de fenómenos sociales. André Gorz usó el
término con referencia a los “trabajadores marginales”, el
personal externo y también el creciente número de perso-
nas involucradas en los servicios domésticos (Gorz, 1989,
pp. 100-102, 200), que se expandió a medida que el trabajo
y el empleo se “flexibilizaron”. En los trabajos de un grupo
en torno a Pierre Bordieu, el concepto se utilizó para anali-
zar la “descolectivización” de la clase obrera industrial y
los procesos de exclusión social, especialmente de la pobla-
ción migrante, en los suburbios franceses. Mientras tanto,
en las ciencias sociales alemanas, la precariedad seguía
siendo marginal. Quienes abordaron los fenómenos de la
precariedad los subsumieron en términos como “empleo
atípico” o “pobreza”. De hecho, esto solo ha cambiado re-
cientemente. Hoy, sin embargo, la precariedad, la precari-
zación y el precariado se han convertido en categorías bien
establecidas en Alemania, no solo en la sociología profesio-
nal sino también en el discurso cotidiano.

Los trabajos de Robert Castel sobre la transformación de


las sociedades fordistas basadas en el trabajo asalariado
fueron muy influyentes en Alemania. Para Castel, las no-
tables capacidades integradoras de las sociedades fordistas
de trabajo asalariado y el pleno empleo resultaron de un
doble movimiento. Durante muchas décadas, la tendencia
secular hacia una generalización social del trabajo asala-
riado estuvo acompañada por la integración de la relación
laboral en los arreglos del estado de bienestar. Esto resultó
en lo que se ha denominado retrospectivamente una rela-
ción laboral normal o estándar socialmente protegida
(Mückenberger, 2010, pp. 403-420). Para la gran mayoría

152
Klaus Dörre

de los trabajadores asalariados, especialmente los hom-


bres, el trabajo asalariado incorporado provocó un desaco-
plamiento relativo de las situaciones de ingresos y empleo
de los riesgos del mercado. El capitalismo fordista en la
Europa continental todavía estaba marcado por desigual-
dades específicas de clase y por una integración asimétrica
en el mercado laboral según el género. El pleno empleo
masculino era inimaginable sin el trabajo de cuidados no
remunerado, realizado principalmente por mujeres. Los
inmigrantes —los llamados “trabajadores invitados”—
abandonaron la periferia del sur de Europa hacia el centro
y aceptaron trabajos mal pagados y de bajo nivel. Sin em-
bargo, para la mayoría de los trabajadores, empleados asa-
lariados y sus familias, la era de la posguerra marcó una
transición de un contrato de trabajo asalariado a un trabajo
asalariado como estatus social reconocido, es decir, ciuda-
danía social. Los trabajadores asalariados ahora disponen
de “propiedad social” (Castel, 2005, p. 41)2 y derechos
construidos para los ciudadanos (Standing, 2011, 2014). La
pobreza y la precariedad aún existían, pero fueron relega-
das a los márgenes de las sociedades de pleno empleo de
Europa continental.

El reciente debate sobre la precariedad refleja el hecho


de que el estrecho vínculo entre el trabajo asalariado y la
propiedad social, tan central en los estados de bienestar
continentales independientemente de sus características
específicas, se ha interrumpido sucesivamente desde la dé-
cada de 1970 (Albert, 1992; Crouch & Streeck, 1997; Hall &
Soskice, 2001). Bajo el fordismo, incluso el trabajo asala-

2 “La propiedad social podría describirse como la producción de servi-


cios de seguridad equivalentes a los que antes solo podían adquirirse a
través de la propiedad privada” (Castel, 2005, p. 41).

153
Precariedad y desintegración social: un concepto relacional

riado enajenado tuvo fuertes efectos socialmente integra-


dores, ya que venía con derechos a la integración y partici-
pación social. En general, estos derechos han perdido su
función protectora y las sociedades posfordistas basadas
en el trabajo asalariado se dividen en tres zonas (Castel,
2000, p. 360), diferenciadas según los niveles de seguridad.
La mayoría de los empleados todavía tienen un empleo es-
tándar protegido y permanecen bastante bien integrados
en las redes sociales. Debajo de esta “zona de integración”
hay una “zona de precariedad” en expansión. Aquí encon-
tramos un conglomerado heterogéneo de vulnerables. Es-
tos grupos tienen que enfrentarse a condiciones laborales
y de vida inseguras y, con frecuencia, experimentan la ero-
sión de las redes sociales. En la parte inferior de la jerar-
quía, hay una tercera zona, una “zona de desapego”. En
esta zona, el relativo aislamiento social acompaña a la ex-
clusión más o menos permanente de los mercados de tra-
bajo.

La precariedad, por lo tanto, no es en modo alguno un


fenómeno nuevo; sin embargo, sus formas centroeuropeas
actuales son ciertamente específicas. En los estados poste-
riores al bienestar del Norte Global, las formas contempo-
ráneas de precariedad no equivalen a la miseria absoluta y
la pauperización. Más bien, estas formas se definen en re-
lación con el estatus de ciudadanía social, que cobró vida
durante la prosperidad fordista y sigue siendo constitutiva
de la conciencia de la sociedad mayoritaria en el centro de
Europa continental (Paugam, 2009). La inseguridad social
está regresando al Norte Global y, por lo tanto, afecta a las
sociedades que, en una perspectiva histórica, siguen
siendo ricas y seguras (Castel, 2005). Por lo tanto, no esta-
mos observando un retorno al pauperismo de la industria-

154
Klaus Dörre

lización temprana. Además, los conceptos de exclusión so-


cial, centrados en la exclusión del mercado laboral, no pue-
den captar completamente la naturaleza específica de la
precariedad actual. Más bien, los estados posbienestar de
Europa están presenciando una transición de formas mar-
ginales de precariedad hacia formas discriminatorias (Pau-
gam, 2008; Dörre, 2009). La precariedad discriminatoria en
los estados posteriores al bienestar captura sucesivamente
a grupos sociales previamente seguros; no solo afecta a los
grupos marginales de trabajadores, sino que también se ex-
tiende al núcleo mismo del empleo.

2. Definiciones de precariedad

Muchos investigadores han utilizado con éxito el modelo


de zonas de Castel como plantilla heurística y su utilidad
analítica ha sido reivindicada por la investigación empírica
sobre la precariedad en Alemania y más allá (Baethge et al.,
2005; Brinkmann et al., 2006; Bude & Willisch, 2006;
Schultheis & Schulz, 2005; Holst et al., 2009; Busch et al.,
2010; Pelizzari, 2009; Scherschel et al., 2012; Castel & Dörre,
2009). Si bien la investigación sobre la precariedad ha flo-
recido en los últimos años, existe un amplio margen
cuando se trata de definir el término y la operacionaliza-
ción empírica. Dada esta diversidad, actualmente es difícil
definir algo así como un consenso básico en el campo. Sin
embargo, se pueden distinguir dos modos de uso del tér-
mino precariedad. Como concepto de diagnóstico temporal, la
precariedad aborda los cambios en las intersecciones del
empleo, la vida cotidiana, el estado del bienestar y la de-
mocracia. Se refiere a un temor global de la sociedad (Eh-
renberg, 2011) y sigue siendo bastante vago. Sin embargo,
esta vaguedad tiene una ventaja, ya que nos ayuda a ver
las relaciones entre fenómenos singulares (Dörre, 2009).

155
Precariedad y desintegración social: un concepto relacional

Solo esta noción permite entender la precariedad como un


régimen de poder, control y disciplina que está afectando
y transformando a las sociedades en su conjunto. Estos
usos del concepto para el diagnóstico del tiempo pueden
distinguirse de nociones bastante estrechas, empíricamente
orientadas y viables. La investigación empírica requiere tér-
minos claramente definidos que puedan ser operacionali-
zados. Para ello, es necesario diferenciar entre empleo pre-
cario y trabajo precario. Lógicamente, esto significa que la
precariedad puede asumir una amplia variedad de formas.
También se puede imaginar el entrelazamiento y la aplica-
ción mutua de estas dos dimensiones.

Las definiciones de precariedad pueden incluir no solo


criterios estructurales, sino también modos subjetivos de
procesamiento de condiciones laborales y de vida insegu-
ras (Dörre, 2005; Sander, 2012). El empleo estructuralmente
precario no se concibe necesariamente de forma subjetiva
como tal. Si uno integra la autopercepción y la adscripción,
la precariedad no equivale a la exclusión total del mercado
laboral, ni a la pobreza absoluta, al aislamiento social com-
pleto o la apatía política. Más bien, la precariedad es una
categoría relacional, siempre vinculada a definiciones so-
ciales y estándares de “normalidad”. Según una definición
preliminar del grupo de investigación de Jena, el empleo
es precario si no permite la subsistencia de forma perma-
nente por encima de un determinado nivel cultural y so-
cialmente definido. Este tipo de empleo sí discrimina, por-
que no permite que los empleados desarrollen su potencial
en el trabajo: no es un empleo remunerado y la sociedad lo
ignora. Tiene un efecto discriminatorio duradero ya que
afecta negativamente la integración social, las oportunida-
des de participación política y la capacidad de planificar la

156
Klaus Dörre

propia vida. El trabajo precario y su constitución social im-


plican que aquellos individuos o grupos que trabajan y vi-
ven en empleos precarios se encuentran por debajo de los
niveles estándar de protección e integración tal como se de-
finen comúnmente en los estados de bienestar. En el nivel
de la experiencia subjetiva, las formas precarias de empleo
y/o trabajo evocan sentimientos de falta de sentido y des-
dén percibido por parte de los demás.

3. Precariedad: una tipología ampliada

Estamos utilizando el modelo de zonas de Castel como


plantilla heurística para desarrollar una tipología exten-
dida de precariedad, que incluye sistemáticamente orien-
taciones subjetivas y formas de procesar la inseguridad.
Esta tipología tiene como base empírica un estudio cualita-
tivo que nos llevó a reconstruir nueve modos típicos de
procesamiento de la (in)seguridad social (cuadro 1). Empí-
ricamente, este estudio exploratorio consistió en 100 entre-
vistas temáticas con trabajadores en empleo indefinido y
precario y con personas que estaban sin trabajo. Adicional-
mente, se realizaron 36 entrevistas con expertos en la ma-
teria y dos entrevistas de grupos focales con trabajadores
temporales. La investigación se llevó a cabo en una amplia
gama de sectores, incluidas las industrias automotriz y fi-
nanciera y las agencias de trabajo temporal. Nuestra tipo-
logía demuestra la relevancia del modelo de zonas de Cas-
tel para la “sociedad basada en el trabajo” alemana; sí ge-
nera, sin embargo, resultados diferenciados sobre el proce-
samiento subjetivo de la precariedad.

La tipología ilustra que las amenazas percibidas no au-


mentan de manera lineal a medida que uno se mueve hacia
la parte inferior de la jerarquía de tipos. Más bien parece

157
Precariedad y desintegración social: un concepto relacional

ser que la anticipación del declive social está particular-


mente presente en aquellos grupos que aún tienen algo que
perder, es decir, aquellos que se encuentran en la “zona de
integración”. Las experiencias de inseguridad, por lo tanto,
no pueden limitarse a la “zona de precariedad”. Pero, de
nuevo, la precariedad no está, al menos no en la misma
medida, “en todas partes” (Bourdieu, 1998). Los hallazgos
más importantes de nuestro estudio se pueden resumir de
la siguiente manera:

Zona de integración
1. Integración asegurada (“los asegurados”)
2. Integración atípica (“los no convencionales” o “auto-
gestores”)
3. Integración insegura (“los inseguros”)
4. Integración amenazada (del tipo “amenazados por el
declive social”)
Zona de precariedad
5. El empleo precario como oportunidad/integración
temporal (“los esperanzados”)
6. El empleo precario como arreglo permanente (“los rea-
listas”)
7. Precariedad atenuada (“los satisfechos”)
Zona de desapego
8. Exclusión superable (aquellos “dispuestos a cambiar”)
9. Exclusión controlada/integración simulada (“los deja-
dos atrás”)

Cuadro 1: Potenciales de (des)integración del empleo -


una tipología. Fuente: elaboración propia.

158
Klaus Dörre

(1) Actitudes hacia el futuro y la planificación de la vida: en


la “zona de precariedad” nos encontramos con fenómenos
que recuerdan a los analizados por Bourdieu (2000) en sus
primeros estudios sobre el subproletariado cabila en Arge-
lia. Entonces, como hoy, las situaciones precarias no pro-
porcionan una base para la planificación de la vida a largo
plazo. Esto es lo que diferencia a los grupos precarios del
proletariado en los viejos centros de acumulación de capi-
tal. Para el proletariado, el empleo estable y los salarios re-
gulares eran las condiciones en las que una conciencia ra-
cional, calculadora y orientada hacia el futuro podía desa-
rrollar algo así como un proyecto de vida, así como ideas
sobre cómo alcanzar el futuro deseado. El proletariado ha-
bía logrado así cierta autoridad para disponer de sus vidas
en el aquí y ahora y solo sobre esta base podía concebir una
apropiación —colectiva— del futuro. El precariado, por el
contrario, vivía por debajo de un umbral económico y cul-
tural que, para Bourdieu, precondicionaba el desarrollo de
un enfoque racional del tiempo y la capacidad de concebir
alternativas sociales. El hecho de que el empleo precario no
proporciona una base para la planificación de la vida a
largo plazo es el aspecto más importante cuando los en-
cuestados evalúan las condiciones de empleo (tipo 5, 6).
Mientras que los encuestados predominantemente jóvenes
entre los del tipo 5 todavía articulan una aspiración a la
“normalización” de su biografía ocupacional, para los
“realistas” (tipo 6), el empleo precario representa una es-
pecie de acceso a una “sociedad basada en el trabajo” para
la que casi no hay alternativa. Parece haber una consolida-
ción del empleo precario si se considera la secuencia de
ocupaciones de estos individuos. Los encuestados de ma-
yor edad, en particular, describen su vida laboral como un
movimiento permanente entre trabajos temporales que no
son adecuados para sus niveles de calificación y períodos

159
Precariedad y desintegración social: un concepto relacional

intermitentes de desempleo. Parecen haber aceptado que


cualquier trabajo medio decente, pero temporal, está des-
tinado a ser seguido por periodos de desempleo. Y, natu-
ralmente, han acumulado un arsenal de técnicas cotidianas
que les permiten sobrevivir en medio de esta volatilidad.
Interiorizan experiencias de inseguridad, lo que indica cla-
ramente que los “realistas” están aceptando la idea de vivir
una vida dentro de la “zona de precariedad”. El objetivo
principal de este grupo es encontrar, al menos temporal-
mente, un trabajo regular con un salario algo decente para
evitar sumergirse en la “zona de desapego”.

(2) Cambio de significado del empleo: en resumen, la tipo-


logía contiene muchos indicadores que apuntan a un cam-
bio profundo en el significado del empleo. No solo para los
trabajadores precarios, sino también para los “inseguros”
(tipo 3) y los “amenazados por el declive social” (tipo 4),
que siguen integrados formalmente a través de una forma
estándar de empleo, el trabajo asalariado está perdiendo
su función como principal “adhesivo” social, es decir,
como medio de integración. Una consecuencia es una me-
nor inclinación entre los empleados a expresar demandas
relativas a la calidad del trabajo, aunque las aspiraciones
relacionadas con el contenido del trabajo no han desapare-
cido por completo en los grupos de los “esperanzados” y
de los “amenazados por el declive social”. Esto se ejempli-
fica por el hecho de que las personas con empleos preca-
rios, una vez que realmente logran ingresar a la fuerza la-
boral principal, pronto comienzan a pensar en opciones
para su “pequeño ascenso mediante capacitación adicio-
nal”. Pero en última instancia, las demandas cualitativas
con respecto al trabajo se dejan de lado al menos temporal-
mente. La aspiración de los trabajadores temporales es
convertirse en parte de una fuerza laboral central (Castel,

160
Klaus Dörre

2000). En este sentido, la dimensión reproductiva, la aspi-


ración al ingreso y la seguridad en el empleo, condiciona
la conciencia laboral de muchos de los que se encuentran
en situación de precariedad laboral.

Sobre la base de nuestra tipología, podemos compren-


der con mayor precisión lo que constituye una vida en la
“zona de vulnerabilidad”. Característicamente —y aquí
hay una diferencia significativa con el subproletariado tra-
dicional— no existe precisamente el tipo de desarraigo y
pauperización social total. Más bien, las personas con em-
pleos precarios están en un sentido peculiar en “suspen-
sión” (Kraemer & Speidel, 2004, p. 119). Por un lado, estos
trabajadores con escasos recursos aún prevén que se pon-
drán al día y se mantendrán en contacto con la “zona de
normalidad” y deben movilizar toda la energía disponible
para quizás alcanzar ese objetivo algún día. Por otro lado,
se requieren esfuerzos permanentes solo para evitar el de-
clive social y la caída en la “zona de desapego”.

(3) La paradoja de la desintegración: esto es lo que consti-


tuye la vulnerabilidad específica de los trabajadores preca-
rios. Para ellos, las viejas promesas del capitalismo del es-
tado de bienestar, según las cuales una relación laboral es-
tándar masculina es la base para un aumento lento pero
constante de la prosperidad, han sido revocadas. Sin em-
bargo, sus vidas no se rigen únicamente por experiencias
de desintegración. Por paradójico que pueda parecer, esa
peculiar “suspensión”, acompañada de severos efectos de
desintegración, es de hecho una fuente de motivación para
esfuerzos extraordinarios hacia la reintegración. Estos es-
fuerzos demuestran que el habitus económico aún no ha
sido completamente destruido y la capacidad de planificar
la propia vida con miras al futuro sigue presente, al menos

161
Precariedad y desintegración social: un concepto relacional

como aspiración. Por esta razón, los potenciales de integra-


ción primarios —seguridad en el empleo y los ingresos, re-
conocimiento social, identificación con el propio trabajo—
pueden ser reemplazados por potenciales de integración
secundarios.

Los potenciales de integración secundarios implican que


la perspectiva de un trabajo asalariado socialmente prote-
gido estructura las expectativas de quienes aspiran a un
empleo estable. Este es el caso cuando los trabajadores pre-
carios consideran su empleo como un impulso para volver
a la “zona de normalidad” (tipo 5). En tales casos, el em-
pleo precario se considera inevitable. Uno tiene que sopor-
tar tales condiciones temporalmente para conservar la
perspectiva de un empleo seguro. Así, irónicamente, el
atractivo del trabajo precario radica en la posibilidad de su
superación. Obviamente, la fuerza de tales expectativas va-
ría notablemente según el género, la etnia, la edad y el
grado de calificación. En particular, los encuestados más
jóvenes y mejor calificados —es decir, trabajadores de
agencias que esperan ser contratados por la empresa con-
tratante— especulan sobre el “efecto adhesivo” del empleo
inseguro. Este hallazgo viene con una limitación impor-
tante, ya que representa principalmente las orientaciones
subjetivas de los jóvenes empleados alemanes. A medida
que el empleo precario se convierta en la nueva norma
para los grupos sociales, estas formas de procesamiento se
evaporarán. Esto se manifiesta en otro tipo: hablamos tam-
bién de integración secundaria cuando el miedo al declive
social motiva esfuerzos de reintegración (tipo 6). Este es el
caso de los trabajadores precarios, que ven en una relación
laboral precaria la última opción que les queda para esca-
par por completo de la exclusión permanente del sistema

162
Klaus Dörre

de empleo. En tales casos, los efectos de exclusión antici-


pados del desempleo de larga duración tienen subjetiva-
mente mayor peso que aquellas discriminaciones que
acompañan al empleo precario. Y finalmente, los potencia-
les secundarios de integración también funcionan a través
de desigualdades y autodefiniciones aceptadas relaciona-
das con el género o la etnia. Esto se puede observar cuando
las trabajadoras a tiempo parcial en el comercio minorista
se consideran a sí mismas como “ganadoras adicionales”,
cuya identidad principal es la de ama de casa tradicional.
Lo mismo ocurre con los jóvenes migrantes, que aceptan el
trabajo informal porque les parece más lucrativo que la for-
mación profesional (tipo 8, 9). Lo que marca a este grupo
es que sus miembros de ninguna manera se consideran
“excluidos” o “dejados atrás”. Mucho más comunes aquí
son autodescripciones como “trabajando desempleado”,
enfatizando su capacidad para llegar a fin de mes incluso
en la economía sumergida. Haciendo referencia a estas for-
mas de procesamiento podemos definir con mayor preci-
sión el concepto de precariedad discriminatoria. Incluso en
el apogeo del estado de bienestar fordista —y especial-
mente bajo el modelo de bienestar conservador—, la inte-
gración basada en el pleno empleo estuvo mediada por la
dominación de grandes grupos —por ejemplo, esposas de
trabajadores en empleos estándar— o no fue realizable en
absoluto —para los llamados “trabajadores invitados”—.
Esto puede aumentar la disposición de una persona a acep-
tar un empleo precario. La integración secundaria se re-
fiere así al ajuste subjetivo a las formas de explotación se-
cundaria. A diferencia de la explotación capitalista prima-
ria, esta forma de explotación, a menudo muy brutal, no se
basa, ni siquiera en su fijación contractual, en un intercam-
bio de equivalentes. La explotación secundaria implica

163
Precariedad y desintegración social: un concepto relacional

fraude o incluso robo de recursos (Federici, 2013) y se legi-


tima discriminando construcciones sociales de etnicidad y
género (Dörre, 2012, pp. 108-111)

(4) Disciplina: por supuesto, la integración significa algo


completamente diferente en la “zona de vulnerabilidad” o
la “zona de desapego” que en el mundo de las relaciones
laborales estándar. Las potencialidades primarias de inte-
gración con respecto al mundo del trabajo —satisfacción
de las aspiraciones laborales reproductivas y cualitativas—
se debilitan; esta pérdida puede, a lo sumo, compensarse
parcialmente con potenciales de integración secundarios,
pero nunca puede compensarse por completo. La proximi-
dad, en términos del mundo del trabajo, a la “zona de pre-
cariedad” tiene un impacto en el potencial de integración
del empleo permanente. Los miembros de la fuerza laboral
principal comienzan a tener una vaga idea de su propia
sustituibilidad cuando se dan cuenta del desempeño labo-
ral de los trabajadores externos, la mera visibilidad y per-
cepción de una “zona de precariedad” por sí sola tiene un
efecto disciplinario.

En el mundo del trabajo, los miedos a la precarización


fomentan formas de integración que se basan menos en la
participación que en la fuerza sutil, es decir, mecanismos
de disciplina y procesos de cierre social. En este sentido, el
surgimiento de una zona de precariedad laboral impone el
ajuste a un nuevo modo de control social. La cohesión so-
cial proporcionada por la relación laboral estándar se está
erosionando. El lugar de un modo de integración que —no
exclusivamente, pero en gran parte— descansaba en la
participación material y democrática de los asalariados
está siendo ocupado ahora por formas de integración en
las que el efecto sutil de los mecanismos competitivos de

164
Klaus Dörre

disciplina es cada vez más importante (Heitmeyer, 1997, p.


27).

4. El estado del debate

Independientemente de la investigación futura, se puede


registrar el estado actual del debate científico social sobre
la precariedad en Alemania y Europa continental. La pre-
cariedad se está convirtiendo cada vez más en una forma
“normal” de organización laboral con sus características y
manifestaciones específicas (Castel, 2011, p. 136), también
en Alemania. Aquí somos testigos del surgimiento de una
sociedad de pleno empleo precario. Mientras que el nú-
mero de personas económicamente activas en Alemania al-
canzó un récord de 42 millones en 2013, el volumen de ho-
ras trabajadas y pagadas ha disminuido significativamente
en más del 10% desde 1991 (Destatis, 2013). El volumen de
trabajo no solo se distribuye entre cada vez más asalaria-
dos, sino que además se distribuye de manera bastante de-
sigual. La expansión del empleo se está produciendo, no
exclusivamente, pero en gran medida, a través de trabajos
precarios, realizados principalmente por mujeres en ocu-
paciones de servicios personales (Holst & Dörre, 2013).
Aunque no todas las relaciones laborales atípicas son pre-
carias, su expansión a casi el 40% (Struck, 2014, p. 129) del
total es un fuerte indicador de precarización. Más del 50%
de quienes tienen un empleo atípico ahora se encuentran
en el sector de bajos salarios, el 24,3% de la población eco-
nómicamente activa (IAQ, 2013; Bosch, 2014). Las mujeres
(30,8%) y los ciudadanos no alemanes (62,6%) tienen un
riesgo superior a la media de acabar en un empleo mal re-
munerado (Bosch, 2014).

Así, se ha instalado en Alemania una forma histórica-


mente nueva de precariedad discriminatoria, que opera

165
Precariedad y desintegración social: un concepto relacional

como un mecanismo de disciplina y control. La nueva


forma de precarización establece asimetrías de poder que
penetran los diferentes segmentos de la “sociedad de tra-
bajo asalariado” y las relaciones de reproducción social. La
precariedad discriminatoria se origina en la construcción
de un estatus social especial. Desde la perspectiva de los
grupos aún protegidos, así como en la autopercepción de
aquellos en condiciones de inseguridad, este estatus espe-
cial constituye el problema de una minoría solamente.

En el juego entre la atribución y la autopercepción, la


precariedad constituye una jerarquía; y aquellos que viven
en las condiciones más difíciles y disponen de los menores
recursos de poder, se consideran parte de grupos minori-
tarios. Su conducta diaria de la vida se desvía del estándar
definido por la “sociedad dominante”. Si bien este estatus
especial también está construido por el género, la naciona-
lidad y la etnia, es, no obstante, algo específico y algo que
es políticamente construido3.

La precariedad en las sociedades ricas, por lo tanto, no


solo se refiere a posiciones sociales específicas y no es solo
una patología temporal. El régimen de poder y disciplina
se despliega a través de las sociedades basadas en el tra-
bajo y sus segmentos del mercado laboral. Destruye la ciu-
dadanía social al producir grupos de estatus de personas
con empleos precarios y negarles los derechos fundamen-
tales de participación. En comparación con los trabajado-

3 “Políticamente construido” aquí se refiere al hecho de que las reformas

“Hartz IV” contribuyeron a la creación de un estatus por debajo del um-


bral de la respetabilidad social. El grupo socialmente muy heterogéneo
de perceptores de prestaciones fue así homogeneizado a la fuerza y este
estatus se convierte cada vez más en el punto bajo de referencia de la
precariedad.

166
Klaus Dörre

res en el empleo estándar, estos grupos están sindicaliza-


dos con menos frecuencia, apenas están representados en
las instituciones de codeterminación del lugar de trabajo y,
dado que el conservador sistema de bienestar alemán to-
davía se basa en la relación laboral estándar, no gozan de
plenos derechos sociales (Koch & Fritz, 2013). Los grupos
precarios tienen, al menos en Alemania, una participación
electoral por debajo del promedio y están subrepresenta-
dos cuando se trata de otras formas de participación polí-
tica (Schäfer, 2013; Dörre et al., 2013, pp. 391-395). Esta pri-
vación parcial de derechos para estos “vagabundos” mo-
dernos vacía las instituciones democráticas existentes.

Sin embargo, hay que añadir que el vaciamiento de la


ciudadanía social mediante la precarización es un proceso
desigual. Está influido por la persistencia de las institucio-
nes democráticas y encuentra oposición sindical y política.
Por esta razón, la destrucción del capitalismo social se pa-
rece más a lo que Luxemburg describió como el “roer en
pedazos”, la “asimilación” y el “desmoronamiento” del
viejo modo de producción (Luxemburg, 1975, p. 364). En
Alemania, el proceso de destrucción creativa fue llevado
solo hasta el punto en que las reliquias de la ciudadanía
social constituyen algo así como una segunda realidad en
los escalones superiores de la sociedad basada en el tra-
bajo: un exterior, aún no completamente sujeto a los prin-
cipios de la competencia. El llamado modelo alemán, que
de nuevo es objeto de tanta discusión estos días, es un hí-
brido. Es un régimen estructurado por el capitalismo fi-
nanciero que ha preservado el aspecto social del capita-
lismo social como estructura subdominante. Esta simulta-
neidad de lo desigual explica los efectos conservadores de
autoridad de la precariedad. Todavía existen fuerzas labo-

167
Precariedad y desintegración social: un concepto relacional

rales centrales seguras, que controlan el poder organiza-


tivo y los derechos sociales y de codeterminación. Repre-
sentan una forma de existencia que muchos de los trabaja-
dores precarios se esfuerzan por alcanzar. Por el contrario,
la “zona de precariedad” se adentra profundamente en el
núcleo de la fuerza laboral. Los que tienen empleo indefi-
nido tienen constantemente en la mira a los grupos preca-
rizados y esto es una advertencia constante para ellos. Por
ello, empiezan a considerar su condición laboral como un
privilegio, que hay que defender “con uñas y dientes”.

5. Conclusiones: lagunas e investigaciones adicionales

Hasta ahora, nos hemos centrado en la precariedad en las


sociedades posbienestar del Norte Global. En otro lugar
(Dörre, 2013), hemos insinuado varias controversias y la-
gunas en la teoría de la precariedad —incluidas las dimen-
siones de género, la precariedad formal e informal, la pre-
cariedad y la capacidad de acción colectiva—. El concepto
de precariedad discriminatoria, desarrollado en Europa en
el contexto de la desaparición del fordismo, difícilmente
puede pretender captar el cambio en partes del mundo
donde las relaciones laborales estándar nunca se han afian-
zado realmente y los estados de bienestar integrales no
existieron (Neilson & Rossiter, 2008)4.

Aparte de esto, es necesario agregar que los estados de


bienestar maduros también excluyeron siempre a ciertos
grupos sociales —mujeres, inmigrantes—. Por el contrario,

4 Esto es una simplificación excesiva, ya que la investigación internacio-


nal sobre los estados de bienestar ha argumentado de manera convin-
cente que esto ignora el hecho de que algunos países de América Latina
y Asia desarrollaron programas de bienestar como parte de las estrate-
gias de desarrollo en la primera mitad del siglo XX (Bayón, 2006; Wehr
et al., 2012).

168
Klaus Dörre

en los países socialistas de Estado, o en Sudáfrica, por


ejemplo, existían formas de empleo indefinido y servían
como un punto de referencia positivo para los trabajado-
res. Ciertamente, la discusión centroeuropea sobre la pre-
cariedad necesita estar mucho más en contacto con pers-
pectivas más allá de las de Europa Central (Von Holdt,
2012; Lee & Kofman, 2012; Lindell, 2010; Webster et al.,
2008; Munck, 2013; Arnold & Pickles, 2011). La precarie-
dad puede significar cosas muy diferentes incluso dentro
de las sociedades del Norte o del Sur. Al mismo tiempo, no
se deben descartar procesos de convergencia dentro de las
cadenas productivas transnacionales. Esto plantea más
preguntas de investigación, algunas de las cuales esboza-
remos ahora.

(1) El primer campo temático toca la conexión entre mo-


delos productivos y regímenes de cuidados. La fortaleza
de Alemania como nación exportadora de bienes indus-
triales se basa tradicionalmente en la degradación del tra-
bajo de cuidados remunerado y no remunerado. Actual-
mente, existe una creciente presión sobre la provisión de
servicios de cuidado como un bien público, porque los cos-
tos de reproducción deben reducirse y la demanda finan-
ciada por el estado de estos servicios es insuficiente. Los
actores políticos reaccionan ante esta situación creando
cuasimercados en los que compiten los proveedores de
atención públicos y privados, siendo los costos salariales
un factor competitivo principal. Se produce la intensifica-
ción del trabajo, la precarización del empleo, la escasez de
habilidades y una reasignación del cuidado a los hogares
privados. Las brechas en el cuidado y otros servicios se lle-
nan en parte con trabajadores migrantes con empleos in-
formales y precarios, que a menudo tienen que dejar a sus
hijos en sus respectivos países de origen. A medida que se

169
Precariedad y desintegración social: un concepto relacional

establecen sistemas productivos transnacionales, también


lo hacen las cadenas de cuidados, caracterizadas por for-
mas de vida precarias. Se requiere más investigación para
establecer cómo se cruzan exactamente el empleo regular
y el trabajo en los hogares (Dörre et al., 2014).

(2) La crisis económica y las políticas de austeridad han


llevado a una situación en algunas sociedades europeas
donde la mayoría de la sociedad ahora se encuentra en si-
tuaciones precarias, similar a los países del Sur Global. En
Grecia, el desempleo aumentó del 7,7% en 2008 al 27,3% en
2013, y el desempleo juvenil —personas menores de 25
años— alcanzó el 58,3% en 2013 (Eurostat, 2014). Los in-
gresos medios cayeron un 8% en dos años, 2010/2011.
Mientras tanto, la proporción de puestos de trabajo no su-
jetos a cotizaciones a la seguridad social ha aumentado
hasta el 36%. En el contexto de los drásticos recortes de
pensiones y el creciente número de personas sin hogar, el
número de suicidios ha alcanzado niveles récord (Markan-
tonatou, 2014). En otras palabras: Grecia, al igual que otros
países, se ha convertido en una sociedad precaria. En estas
sociedades no es solo el trabajo asalariado el que se ha
vuelto frágil, sino también las normas sociales vinculantes
que regían la convivencia social. En estas sociedades los
marcos de referencia y las relaciones de precariedad están
cambiando. Los efectos podrían explorarse mejor desde
una perspectiva comparativa Norte-Sur.

(3) Posiblemente, el tema más importante para futuras


investigaciones debería ser la capacidad de los grupos pre-
carios para desarrollar estructuras de autoayuda, así como
capacidades para resistir y protestar colectivamente. El
discurso de la precariedad en los países capitalistas desa-

170
Klaus Dörre

rrollados aún se enfoca en los efectos destructivos y desin-


tegradores de la inseguridad social. Sin embargo, esto co-
mienza a cambiar a medida que se hace visible la partici-
pación de los trabajadores precarios en sindicatos y movi-
mientos sociales, así como su participación en disturbios y
otras formas de malestar social (Schmalz & Dörre, 2013).
Aquí se ha abierto un amplio campo de estudio —compa-
rado—, especialmente porque muchos países del Sur Glo-
bal pueden señalar una amplia experiencia con movimien-
tos sociales y activismo político de grupos precarios.

Si la precariedad funcionará o no como un catalizador


para poderosos actores colectivos es una pregunta que
debe permanecer sin respuesta por el momento. Sin em-
bargo, una cosa es cierta: la precariedad discriminatoria en
las sociedades ricas está vinculada a fenómenos de preca-
riedad en el Sur Global, donde la mayoría de las personas
han vivido en situaciones precarias durante mucho tiempo
(Jütting & De Laiglesia, 2009; OIT, 2012; OCDE, 2012). En
algunos países del este y sur de Europa, los estados de bie-
nestar existen solo en forma rudimentaria y la precariedad
ahora afecta a la mayoría de la población (Sola et al., 2013;
Matković, 2013; Van Lancker, 2013; Lehndorff, 2012). Sobre
todo, los diferentes tipos y formas de precariedad están
siendo interrelacionados (Lee & Kofman, 2012) por redes
transnacionales de producción (Butollo & Lúthje, 2013;
Burchardt et al., 2013) y cadenas de cuidado (Hochschild,
2001, p. 131). Ciertamente, esta no es una lista completa,
pero indica que, aunque las condiciones sociales son dife-
rentes, al menos en este nivel, las sociedades precarias del
Sur Global están irreversiblemente vinculadas a la preca-
riedad en los países ricos del Norte Global. Aquí, salva-
guardar la riqueza de grupos seleccionados tiene un pre-
cio. Este precio lo están pagando los nuevos “vagabundos”

171
Precariedad y desintegración social: un concepto relacional

del siglo XXI, esas masas plebeyas (Therborn, 2012) conde-


nadas al “trabajo indigno”, los precarios modernos del
Norte y del Sur.

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económico-ecológica.
Perspectivas para una sociedad no capitalista
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La doble crisis económico-ecológica1

Europa y, de hecho, todo el mundo occidental, se encuen-


tran en medio de un período de cambios radicales plagado
de crisis, que algunos comparan con la gran transforma-
ción descrita por Polanyi en su libro con el mismo título en
1944. Considerando la complejidad y diversidad de las dis-
locaciones sociales, el término “crisis múltiple” ha sido
adoptado por diversas publicaciones sobre el tema. Pero
¿es esta terminología realmente una herramienta analítica
útil? Respondería negativamente a esta pregunta, porque
el término “crisis múltiple” implica que todo está “de al-

 Este texto se publicó en inglés bajo el título “Europe: Capitalist Land-


nahme and the Economic-ecological Double Crisis. Prospects for a Non-
capitalist, Post-growth Society” en: Rosa, H. & Henning, C. (Eds.). The
Good Life Beyond Growth. New Perspectives. Routledge, 2018, 241-249 (N.
del T.)
1 Documento presentado en el 3er Foro de Sociología de la ISA, del 10

al 14 de julio de 2016, Viena, Austria - Sesión plenaria: Enfrentando la


crisis múltiple en Europa y más allá, sesión organizada por Brigitte Au-
lenbacher, Johannes Keppler Universität Linz.

181
Europa, el Landnahme capitalista y la doble crisis económico-ecológica

gún modo” en crisis. Pero usar el término crisis de esta ma-


nera oscurece más de lo que aclara. Yo diría que Europa se
encuentra actualmente en medio de una doble crisis eco-
nómica y ecológica (Dörre, 2015, 2016). El mercado común
y la unión económica y monetaria se concibieron como una
respuesta europea común a la globalización y estaban vin-
culados a promesas de crecimiento económico y prosperi-
dad. Sin embargo, estas promesas ya no pueden cumplirse
y la Unión Europea se encuentra hoy en un estado de es-
tancamiento secular. Hay dos causas principales para esto
que destacaría.

En primer lugar, la Unión Europea en su estado actual


representa un intento de integración principalmente a tra-
vés de mecanismos de mercado. Las instituciones que res-
tringen el mercado, los sindicatos, los convenios colectivos,
las leyes laborales y los sistemas de seguridad colectiva se
consideran, o al menos tienden a ser considerados, como
impedimentos para la acumulación de capital y el creci-
miento que la sociedad debe superar. Una consecuencia de
este desarrollo es una creciente desigualdad entre y dentro
de los Estados miembros de la Unión Europea. Lo mismo
es cierto para los Estados centrales del imperio de la
misma. Alemania es uno de los países más desiguales del
mundo industrializado actual, dice el economista liberal
Marcel Fratzscher, presidente del Instituto Alemán de In-
vestigación Económica (DIW Berlín; Fratzscher, 2016). Se-
gún estudios recientes, la milésima parte superior de la po-
blación alemana (o el 0,1%) posee el 17% de la riqueza total,
mientras que el 10% más rico posee más del 64%. Al mismo
tiempo, la mitad de todos los asalariados ganan menos hoy
que hace 15 años. El milagro laboral alemán se basa en un
aumento de los trabajos precarios realizados en gran me-
dida por mujeres en el sector servicios. En otras palabras,

182
Klaus Dörre

los frutos del crecimiento económico no benefician a la ma-


yoría de la población, incluso en la próspera Alemania.

Y, en segundo lugar, en aquellos pocos lugares donde to-


davía es posible apuntalar el crecimiento económico sobre
una base fósil —a base de petróleo o carbón—, este creci-
miento a su vez conduce a un aumento exponencial de los
peligros ecológicos. Comparado con los estándares prein-
dustriales y los “puntos de inflexión” ecológicos basados
en ellos, ya hemos cruzado un Rubicón de daños en lo que
se refiere al cambio climático, la biodiversidad y el ciclo del
nitrógeno. La acidificación de los océanos, el agotamiento
de la capa de ozono, el consumo de agua dulce, el uso de
la tierra y la carga de aerosoles atmosféricos se acercan rá-
pidamente a los límites de la tolerancia planetaria. Los
principales contaminadores son los capitalismos impulsa-
dos por el crecimiento del Norte Global, aunque las econo-
mías emergentes más grandes, como China, se están po-
niendo al día rápidamente en esta carrera. En la actualidad,
una cuarta parte de la población del planeta, ubicada prin-
cipalmente en el Norte Global, consume alrededor de las
tres cuartas partes de sus recursos y produce las tres cuar-
tas partes de los desechos y las emisiones. Europa, por su
parte, solo tiene una solución que ofrecer: “decrecimiento
por desastre”. Dondequiera que la economía se contrae,
como en Grecia, por ejemplo, las emisiones y el consumo
de recursos también disminuyen. El hecho de que unos
veintiún países lograran desvincular el crecimiento de su
PIB de las emisiones de carbono por primera vez en 2015
(tabla 1) cambia poco la tendencia general, al menos por el
momento, porque a nivel mundial seguimos firmemente
atados a un modelo ecológicamente destructivo de creci-
miento económico. El crecimiento económico como el me-
dio más importante para resolver las crisis económicas se

183
Europa, el Landnahme capitalista y la doble crisis económico-ecológica

ha convertido en la fuerza impulsora del peligro ecológico


en el capitalismo contemporáneo.
País Cambio en Cambio Cambio en Cambio en
CO2 en % en CO2 el PIB real la partici-
2000-2014 Mt 2000- 2000-2014 pación de
2014 la indus-
tria en el
PIB 2000-
2013
Austria -3% -2 21% -3%
Bélgica -12% -20 21% -6%
Bulgaria -5% -2 62% 2%
República -14% -18 40% -0,3%
Checa
Dina- -30% -17 8% -5%
marca
Finlandia -18% -11 18% -9%
Francia -19% -83 16% -4%
Alemania -12% -106 16% -1%
Hungría -24% -14 29% -2%
Irlanda -16% -7 47% -9%
Países Ba- -8% -19 15% -3%
jos
Portugal -23% -16 1% -6%
Rumania -22% -21 65% -1%
Eslova- -22% -9 75% -3%
quia
España -14% -48 20% -8%
Suecia -8% -5 31% -4%
Suiza -10% -4 28% -0,3%
Ucrania -29% -99 47% -10%
Reino -20% -120 29% -6%
Unido

184
Klaus Dörre

Estados -6% -382 28% -3%


Unidos
Uzbekis- -2% -2 28% 10%
tán

Tabla 1. Métricas de desacoplamiento absoluto2

El ejemplo griego demuestra lo que yo llamo la doble cri-


sis económico-ecológica. Las sociedades capitalistas moder-
nas se enfrentan a un dilema de crecimiento: “en una eco-
nomía basada en el crecimiento, el crecimiento es funcional
para la estabilidad. El modelo capitalista no tiene un ca-
mino fácil hacia una posición de estado estacionario. Su di-
námica natural lo empuja hacia uno de dos estados: expan-
sión o colapso” (Jackson, 2009, p. 64). Hoy, sin embargo,
este dilema de crecimiento se está intensificando de ma-
nera singular. El crecimiento económico como el medio
más importante para hacer frente a las crisis económicas en
su forma actual fosilizada y carbonizada conduce necesa-
riamente a un aumento de la destrucción ambiental. El cre-
cimiento se convierte en crecimiento destructivo, que tiene
un impacto negativo en la vida de millones. En tal conste-
lación, los primeros países capitalistas industrializados tie-
nen en última instancia solo dos opciones: o hacen que el
crecimiento económico sea socialmente sostenible, o emer-
gen sociedades que deben sobrevivir en ausencia de un
crecimiento permanente. Naturalmente, tales sociedades
posteriores al crecimiento no pueden ser capitalistas.

2 Tabla del Instituto de Recursos Mundiales, disponible en línea en


www.wri.org/blog/2016/04/roads-decoupling-21-countries-are-re-
ducing-carbon-emissions-while-growing-gdp (consultado el 11 de
agosto de 2016), los datos utilizados allí provienen de BP Statistical Re-
view of World Energy 2015 & World Bank World Development Indica-
tors.

185
Europa, el Landnahme capitalista y la doble crisis económico-ecológica

En otras palabras, Europa y las sociedades capitalistas


del Norte Global están entrando en una gran transforma-
ción, cuyo resultado sigue siendo desconocido y, al menos
por el momento, abierto a la influencia tanto política como
social. Los científicos naturales tienden a guardar silencio
sobre cómo se vería exactamente esta transformación. Por
ejemplo, el climatólogo alemán Hans Joachim Schellnhu-
ber (2015) escribe en su libro Selbstverbrennung (“Autoin-
molación”): “Si una ‘economía social de mercado’ o un ‘so-
cialismo democrático’ es el mejor modelo social a mediano
plazo, o si uno incluso requiere un modelo social en primer
lugar, no es algo sobre lo que me atreva a emitir un juicio”
(p. 703). Aquí es precisamente donde surge la oportunidad
para una sociología crítica del capitalismo. Es tarea de esta
última desarrollar conceptos que a) permitan una mejor
comprensión de la dinámica de la crisis capitalista y que b)
exploren caminos de superación democrática del capita-
lismo de crecimiento. El año 2015 quizás también mostró
que existe cierto grado de libertad para la reforma y posi-
bilidades para un tipo de crecimiento social selectivo.

Landnahmen y sus límites

Sin negar la capacidad de reforma, sin embargo, es evi-


dente que la “crisis de tenazas” económico-ecológica tiene
raíces sistémicas: a saber, la característica dinámica expan-
siva de todas las variedades de capitalismo. No existe tal
cosa como un capitalismo puro y racional, como podría su-
gerir la obra de Marx, aunque en un cierto nivel de abstrac-
ción. El capitalismo es incapaz de reproducirse exclusiva-
mente desde dentro. Se basa en la conquista en curso de
“tierra nueva”. Esta “tierra nueva” no debe entenderse en
un sentido primordialmente geográfico, sino más bien
como la mercantilización de recursos naturales, territorios,

186
Klaus Dörre

sectores, actividades y estilos de vida que antes no se mer-


cantilizaban o no se mercantilizaban en su totalidad. Así,
el capitalismo es un sistema expansivo que hace que todas
nuestras vidas, incluso las de los capitalistas, dependan de
los imperativos del mercado. Sin embargo, esta mercanti-
lización nunca puede ser completa, como ha demostrado
Karl Polanyi. Por lo tanto, el Landnahme —acapara-
miento— siempre va acompañado de formas específicas
de “entrega de tierras”. La valorización de la capacidad la-
boral en forma de trabajo asalariado sería imposible sin la
realización de trabajo de cuidado en gran medida no re-
munerado. Y si se va a mercantilizar el trabajo de cuidados,
entonces debe haber un “exterior” no mercantilizado para
constituir el nuevo mercado. La razón principal de esto ya
fue establecida por Bourdieu en sus primeros estudios so-
bre Argelia. El comportamiento empresarial, conforme al
mercado, requiere una conciencia y una orientación hacia
el futuro; pero tal conciencia solo puede surgir sobre la
base de una planificación de la vida a largo plazo, que en
sí misma es imposible sin un cierto grado de ingresos y se-
guridad laboral. Eso significa que los mercados capitalistas
requieren un exterior para garantizar su propia seguridad,
que les permita funcionar y preservar lo que Polanyi llama
mercancías ficticias: dinero y mercados financieros, trabajo
y su “contenedor” humano y, no menos importante, la tie-
rra y el mundo natural extrahumano.

El meollo del asunto está en que la “acumulación origi-


naria” que describe Marx en el primer volumen de El Ca-
pital se repite periódicamente. Cada vez que la acumula-
ción de capital encuentra obstáculos que no pueden su-
perarse dentro de las formas existentes, se necesita una in-
tervención especial para volver a encarrilar el proceso. En
tales períodos, son comunes el disciplinamiento político, la

187
Europa, el Landnahme capitalista y la doble crisis económico-ecológica

represión, la violencia, la sobreexplotación y el incumpli-


miento de las normas sociales. Sin embargo, en contraste
con la suposición de Rosa Luxemburg, estos Landnahmen
continuos no conducen al colapso del capitalismo. Se
puede crear activamente un Otro no capitalista. El estado
de bienestar representa un Otro no capitalista funcional al
capital.

Este es el punto desde el cual procede un análisis con-


temporáneo de un Landnahme de lo social. El nuevo Land-
nahme fortalece los derechos de propiedad del capitalismo
privado. Impulsa la re-mercantilización de áreas de la vida
previamente retiradas y por lo tanto protegidas del mer-
cado. Se basa en la subordinación de las actividades eco-
nómicas a las reglas de los mercados financieros liberaliza-
dos y a las políticas fiscales restrictivas. En su centro se en-
cuentra el debilitamiento del poder de los asalariados.
Además, equivale a restricciones o incluso despojos selec-
tivos de bienes de propiedad pública. Sin embargo, a me-
nos que esté total y absolutamente equivocado, la crisis de
2008/2009 es un indicador de que los Landnahmen impul-
sados por el mercado a escala global están comenzando a
enfrentarse a límites intrínsecos e ineluctables. En otras pa-
labras, el capitalismo de mercado financiero internacional,
tal como se ha consolidado en los centros capitalistas desde
la década de 1970, ya no puede mantenerse como proyecto
de crecimiento sin modificaciones significativas.

El regreso del populismo de derecha

Actualmente nos encontramos en un punto de inflexión


decisivo. La expansión del mercado capitalista, también
conocida como globalización, está destruyendo sus pro-
pios mecanismos de autoestabilización, incluidos el cré-

188
Klaus Dörre

dito, el sistema de innovación y el nexo trabajo-reproduc-


ción. La economía política del trabajo, es decir, los sindica-
tos, los partidos socialdemócratas y socialistas y las insti-
tuciones del estado de bienestar, se ha debilitado hasta el
punto de que incluso las medidas redistributivas que esta-
bilizan el sistema ya no cumplen su propósito. Es por eso
por lo que la globalización y la europeización, ambas basa-
das en Landnahmen cada vez más y acelerados, están lle-
gando a sus límites, volviéndose cada vez más repulsivas
y volviéndose contra sus protagonistas:

• En forma de una dramática intensificación de las de-


sigualdades de clase, que han avanzado hasta un punto
en el que funcionan como impedimentos para el creci-
miento.

• En forma de movimientos migratorios provocados


por la guerra, el cambio climático y el empobrecimiento
social, cuya cúspide llegó incluso al centro occidental,
incluida Alemania, en 2015.

• En forma de una desdemocratización ligada a la ges-


tión estatal de estos problemas y que aqueja a la Unión
Europea y a sus Estados miembros desde hace un
tiempo.

• En la forma de una nueva lucha distributiva multidi-


mensional que enfrenta no solo a la parte superior e in-
ferior de la sociedad, sino también a las regiones más
pobres y ricas, el centro y la periferia.

Los asalariados pueden exhibir espontáneamente una


solidaridad exclusiva, es decir, una solidaridad excluyente,
a medida que se oscurecen las perspectivas de una rees-

189
Europa, el Landnahme capitalista y la doble crisis económico-ecológica

tructuración democrática de las relaciones injustas de dis-


tribución. También se vuelven más susceptibles al atrac-
tivo del populismo de derecha moderno. Los populistas de
derecha europeos son con frecuencia partidos de trabaja-
dores. En las elecciones presidenciales austriacas más re-
cientes, alrededor del 86% de los trabajadores votaron por
el Partido de la Libertad de Austria. El AfD -Alternative
für Deutschland, o Partido Alternativa para Alemania—
en Alemania es el partido más popular entre los trabajado-
res y los desempleados. Esto es posible porque los popu-
listas de derecha se relacionan con formas de conciencia
cotidiana que podrían describirse como una forma de nos-
talgia o añoranza por la era pasada del capitalismo social.
Algunos asalariados despliegan resentimientos contra
otros como un medio específico para obtener una ventaja
en la lucha competitiva por recursos y estatus social limi-
tados. Buscan retener la vieja promesa social capitalista de
seguridad limitando el número de aquellos con derecho a
ella según líneas “étnicas”, “nacionales” o “culturales”.
Las orientaciones correspondientes incluyen algunos ele-
mentos de solidaridad obrera, cuyo funcionamiento, sin
embargo, está amenazado por la heterogeneidad étnica o
nacional.

Lo que converge aquí es un rudimentario instinto de


clase y una mezcla de malevolencia y desprecio, mientras
que aquellos grupos ligeramente por encima o ligeramente
por debajo de la propia posición en la escala social son cul-
pados de la propia desgracia. Incluso los trabajadores sin-
dicalizados en las fuerzas laborales centrales protegidas a
menudo se diferencian no solo de las élites, sino también
de los desempleados y los empleados precariamente por
debajo de ellos, así como de los “griegos holgazanes” o los
inmigrantes “inútiles”. Esto los hace susceptibles a los

190
Klaus Dörre

mensajes de una nueva derecha que postula una lucha dis-


tributiva sobre la “riqueza del pueblo”, no entre los de
arriba y los de abajo de la sociedad, sino entre el interior y
el exterior, entre el “pueblo alemán” y los supuestos “in-
vasores inmigrantes”. El populismo de derecha ha refor-
zado aún más la vulnerabilidad específica de los refugia-
dos con el despliegue de tal semántica de agresión. Atri-
buye a los migrantes un menor nivel de desarrollo civiliza-
cional y los coloca bajo sospecha general. Los refugiados
son retratados indiscriminadamente como posibles crimi-
nales violentos, terroristas y violadores. La respuesta a tal
invasión bárbara, entonces, es la defensa de la ciudadanía
nacional, concebida como étnicamente “pura” y homogé-
nea. A través de tales operaciones semánticas, el popu-
lismo de derecha contemporáneo ha logrado reinterpretar
los movimientos migratorios, al menos indirectamente
como resultado de la globalización impulsada por el mer-
cado, como una invasión de bárbaros incivilizados. Los
grupos sociales más vulnerables, de todas las personas,
son estigmatizados como acaparadores de tierras que co-
meten genocidio contra la población nativa y como una
cultura nacional casi naturalizada. En el contexto de las lu-
chas distributivas reinterpretadas como conflictos entre
países débiles y fuertes, o mejor dicho, culturas, el término
Landnahme sirve como arma lingüística contra los más dé-
biles de la sociedad.

Cuatro tareas para Europa

Dondequiera que tomen el poder, ya sea en Hungría, Po-


lonia o, más recientemente, en los Estados Unidos, los po-
pulistas völkisch o etnonacionalistas demuestran que la su-
puesta inevitabilidad de la globalización puede, de hecho,

191
Europa, el Landnahme capitalista y la doble crisis económico-ecológica

revertirse. Trump está obligando a las corporaciones inter-


nacionales a trasladar la producción a los Estados Unidos;
Orbán practica una política económica nacionalista-protec-
cionista —o más bien proteccionista—; y una de las prime-
ras medidas promulgadas por el PiS polaco —Prawo i
Sprawiedliwość, o Partido Derecho y Justicia— fue la in-
troducción de un salario mínimo por hora. Mientras que
los populistas de derecha han colocado el tema de las fron-
teras en el centro de sus campañas, ocupando así la cues-
tión social como su terreno político, la izquierda democrá-
tica carece de una visión alternativa plausible o convin-
cente de una sociedad futura no capitalista en reacción a la
doble crisis económico-ecológica. Y esto es en gran medida
un desastre, dado que la nueva gran transformación ya
está en marcha, independientemente de si a la izquierda le
gusta o no.

Esencialmente, lo que es válido para todos los demás


capitalismos también se aplica al capitalismo europeo: de-
bido a que el planeta se ha vuelto demasiado pequeño para
el capitalismo, y debido a que está perdiendo legitimidad
a la luz de la creciente desigualdad e incertidumbre social,
creo que el capitalismo de crecimiento contemporáneo
bien puede llegar a su fin en las próximas décadas. Lo que
no sé es qué lo reemplazará. Lo más probable es que el
cambio sea impulsado por una combinación de impactos
externos —por ejemplo, desastres naturales—, movimien-
tos sociales contra las compulsiones del crecimiento y la
competencia, reformas desde arriba y alternativas al estilo
de vida dominante que ya se practica hoy. Sin embargo,
estos cambios no mejorarán automáticamente las cosas. Al
menos por el momento, todavía podemos influir en este
proceso de cambio anticipado a través de la participación

192
Klaus Dörre

en la política democrática. Por lo tanto, tiene sentido co-


menzar a trabajar activamente hacia la superación del ca-
pitalismo hoy, a pesar de lo que pueden parecer muy pocas
posibilidades de éxito, en lugar de resignarnos pasiva-
mente a la eventual desaparición de esta formación social.

Necesitamos un debate global sobre los contornos de


una sociedad democrática, igualitaria, no capitalista y
poscrecimiento. Hay al menos cuatro coordenadas que po-
drían servir como una brújula adecuada para tal debate.
Estas incluyen la crítica del crecimiento, la igualdad sus-
tantiva, la democracia radical —económica— y la coopera-
ción global. Estas coordenadas pueden entonces, como su-
giero, asignarse a cuatro proyectos centrales.

1. Una crítica del crecimiento implica atacar científicamente


los mecanismos sistémicos que engendran un creci-
miento destructivo permanente. Requerimos modos de
regulación social capaces de hacer visible la destrucción
ecológica y social y contrarrestar la externalización de
sus consecuencias. Además, necesitamos un debate glo-
bal sobre formas de vivir que entiendan la ruptura con
el consumismo superfluo y el imperativo ético de la mo-
deración como evidencia de calidad de vida.
2. La igualdad sustantiva es aplicable, porque la sostenibili-
dad ecológica no se puede lograr sin la sostenibilidad
social. Se necesitan urgentemente proyectos de redistri-
bución democrática radical —del norte al sur, del centro
europeo a los países europeos en crisis, de arriba abajo,
de los más fuertes a los más débiles—, considerando los
60 millones de refugiados de los cuales solo una pe-
queña fracción llega realmente a los centros capitalistas,
por ejemplo. Un paso inicial puede ser una política fis-
cal que convierta el derecho a poseer riqueza en uno

193
Europa, el Landnahme capitalista y la doble crisis económico-ecológica

temporal, que cierre los paraísos fiscales y grave los


grandes activos a favor de inversiones para combatir la
pobreza, el hambre y la destrucción ecológica en todo el
mundo (Piketty, 2014).
3. Ninguna redistribución ocurrirá sin una democracia radi-
cal y rebelde. Aquí, la expansión de la democracia a la
esfera económica es de importancia crítica. El proyecto
de una nueva democracia económica tendrá que lucharse a
favor y en contra de las 1.318 empresas que actualmente
controlan las cuatro quintas partes de la economía mun-
dial. Estas corporaciones son esencialmente institucio-
nes sociales: sus decisiones influyen en la vida de varios
miles de millones de personas. Por lo tanto, es inacepta-
ble que permanezcan exclusivamente en manos priva-
das. La democracia radical significa plantear la cuestión
de la propiedad. Significa encontrar nuevas formas de
autopropiedad colectiva —como empresas asalariadas,
etc.— más allá de la propiedad privada y estatal, que
socialicen y democraticen las decisiones sobre el qué, el
cómo y el para qué de la producción.
4. Cada uno de los proyectos mencionados aquí debe te-
ner en cuenta que un rumbo hacia la transformación de-
mocrática hoy solo puede tener éxito a escala global. Las
amenazas ecológicas, las crisis económicas, los movi-
mientos de refugiados y las guerras exigen una nueva
“política interna global” (Ulrich Beck). Lograr esto solo
será posible si los diferentes intereses y conflictos entre
diferentes Estados y regiones del mundo se vuelven
cooperativos. Debemos crear, comenzando en nuestras
respectivas sociedades nacionales, un modo de coopera-
ción global, sin el cual el sueño del viejo sociólogo de una
“mejora de la sociedad” no puede realizarse en un or-
den global.

194
Klaus Dörre

Esta es la tarea a la que nos enfrentamos hoy en Europa.


En lugar de utilizar el acceso al enorme mercado común
europeo como herramienta para hacer cumplir las normas
sociales en toda la economía mundial, ha surgido un régi-
men disciplinario supranacional que depende cada vez
más de medios autoritarios para garantizar el cumpli-
miento. La austeridad ha engendrado “sociedades de con-
tracción”, como en el caso de Grecia, que requerirá décadas
para volver a los niveles económicos previos a la crisis. La
austeridad refuerza la misma economía de deuda que pre-
tende superar. Al mismo tiempo, promueve una Europa
posdemocrática que delega “la crisis de los refugiados” a
sus fronteras exteriores. Los países afectados por la crisis
de la periferia sur se ven obligados a lidiar con una enorme
carga adicional, mientras que los derechos humanos se sa-
crifican en un trato sucio con el Estado turco. El trágico
desenlace es la transformación del mar Mediterráneo en
una fosa común.

Este tipo de Europa no tiene derecho legítimo a existir.


Para avanzar en una alternativa, debemos volver al con-
cepto de lucha de clases democrática de Walter Korpi (1983)
y llenarlo de nueva vida. Este concepto denota una lucha
que se libra sobre la base de los derechos económicos y so-
ciales inalienables de los asalariados, independientemente
de cuán intensas sean estas luchas. La idea básica implica
que el conflicto y la disidencia representan elementos cru-
ciales de una democracia en funcionamiento, a diferencia
de algún tipo de accidentes o desviaciones. La europeiza-
ción e internacionalización de esta idea es un desafío muy
grande. Los asalariados en Alemania deben llegar a com-
prender que tienen más en común con sus homólogos fran-
ceses, griegos, italianos o polacos que cualquiera de ellos

195
Europa, el Landnahme capitalista y la doble crisis económico-ecológica

con sus respectivas élites económicas nacionales. En resu-


men, lo que necesitamos es una nueva identidad colectiva
específica de clase, tanto internacional como transnacional.
Tal identidad solo puede surgir de la lucha y la experiencia
comunes. Al mismo tiempo, también requiere el apoyo de
la educación política y la cooperación sindical a nivel de
base. Si esta tarea se deja desatendida, es posible que vea-
mos una sociedad de clases europea sin identidades de
clase positivas entre las poblaciones dominadas en un fu-
turo próximo.

Conclusión

¿Es esta una perspectiva realista para la transformación so-


cial, es decir, tiene posibilidades de éxito? Para ser sincero,
en mi opinión hay pocas razones para creerlo, al menos por
el momento. La distopía del capitalismo autoritario actual-
mente parece mucho más real. Pero ¿deben o pueden los
sociólogos aceptar este hecho como dado? ¿Deberían acep-
tar tranquilamente un desarrollo en el que los tuits presi-
denciales y Breitbart News amenazan cualquier forma de
discurso crítico e impulsos antisistema? Teniendo esto pre-
sente, permítanme reformular la pregunta: ¿qué puede ha-
cer la sociología? En este punto estamos viendo, en el me-
jor de los casos, esbozos vagos de posibles alternativas so-
ciales. El verdadero desafío es desarrollar estas alternati-
vas, particularmente para una sociología que aspira a ser
una sociología pública (Burawoy, 2015; Aulenbacher, Bu-
rawoy, Dörre & Sittel, 2017). Estas cuatro sugerencias de-
ben entenderse en el sentido de un experimentalismo de-
mocrático. Obviamente consisten en preguntas más que
cualquier otra cosa, muchas de las cuales también son para
la sociología: ¿son adecuados estos proyectos centrales?

196
Klaus Dörre

¿Tienen que ser modificados o ampliados? ¿Cómo se pue-


den especificar en detalle? ¿Con quién se podrían llevar a
cabo con éxito? Y, no menos importante, ¿cómo debería lla-
marse una sociedad nueva y mejor? Al igual que Erik Olin
Wright (2012), no tengo dificultad para trabajar en una
brújula que describa las coordenadas para una transforma-
ción hacia sociedades poscrecimiento neosocialistas. Pero
eso es solo una preferencia individual. Mi sugerencia a los
sociólogos es la siguiente: comencemos un debate sobre
una sociedad mejor más allá del capitalismo, más allá del
crecimiento, y desarrollemos alternativas viables en diá-
logo con la sociedad civil, a nivel mundial, a través de una
controversia constructiva, de inmediato.

Lo que es crucial, sin embargo, es que no sigue siendo


un debate de sociólogos únicamente para sociólogos. Lo
que se necesita es un puente hacia la crítica y la acción co-
tidianas de la sociedad civil. El deseo de una sociedad me-
jor puede comenzar a partir de una crítica de los estilos de
vida destructivos, así como de los conflictos sobre los sala-
rios o la asistencia práctica a los refugiados del Sur Global.
Se puede tanto en la oposición como desde la bancada del
gobierno. Lo que es crucial es que cada intervención se per-
siga como parte de una política transformadora. Detrás de
las demandas de salarios más altos por parte de, digamos,
trabajadores de cuidado infantil alemanes en huelga, se en-
cuentra el deseo de apreciación y reconocimiento social de
las actividades reproductivas. Este deseo aspira en última
instancia a una remodelación fundamental de la sociedad,
su sector reproductivo y su financiación. Alcanzar este ob-
jetivo no solo es importante para las mujeres y los inmi-
grantes que trabajan en este sector, sino que también re-
dunda en interés de los padres y los niños involucrados. Si

197
Europa, el Landnahme capitalista y la doble crisis económico-ecológica

se implementaran las medidas correspondientes adecua-


das, reemplazarían gradualmente la tendencia a aumentar
la productividad mediante el desplazamiento del trabajo
vivo. Los impulsores del crecimiento podrían al menos de-
bilitarse, lo que conduciría a un resultado de crecimiento
social selectivo. Señalar estas conexiones significa partici-
par en políticas progresistas transformadoras. Y cierta-
mente es mejor practicar tal política que caer sin luchar
frente a un sistema que parece prometer a la mayoría poco
más que una vida miserable.

Referencias

Aulenbacher, B., Burawoy, M., Dörre, K. & Sittel, J. (2017).


Öffentliche Soziologie: Wissenschaft im Dialog mit der
Gesellschaft. Campus Verlag.
Burawoy, M. (2015). Public Sociology: Öffentliche Soziologie
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Dörre, K. (2015). Social Capitalism and Crisis: from the In-
ternal to the External Landnahme. Dörre, K., Lessenich,
S. & Rosa, H. (Eds.). Sociology, Capitalism, Critique.
Verso, 247-279.
Dörre, K. (2016). Limits to Landnahme: Growth Dilemma as
Challenge. Dellheim, J. & Wolf, F. O. (Eds.). Rosa Luxem-
burg: A Permanent Challenge for Political Economy.
Palgrave Macmillan, 219-261.
Fratzscher, M. (2016). Verteilungskampf: Warum Deutschland
immer ungleicher wird. Hanser.
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Klaus Dörre

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199
Klaus Dörre

“¡Retomar el control!”
Marx, Polanyi y la revuelta
populista de derecha
La revuelta populista de derecha puede interpretarse como
un movimiento “ambivalox” de tipo polanyiano, como ar-
gumenta el siguiente artículo. Para clasificar la revuelta po-
pulista de esta manera, se hace una distinción de tipo-ideal
entre movimientos críticos con el mercado y movimientos
de clase. Con la ayuda de un estudio empírico que examina
las visiones del mundo de los trabajadores con simpatías
derechistas, la tesis se pone a prueba y se refina.

La gran transformación de Karl Polanyi (2003) es un in-


tento de explicar el fascismo en la Europa continental en
términos del fracaso de la economía del laissez-faire. Para
Polanyi estaba claro que esta historia no se repetiría. Sin
embargo, muchos observadores de la actualidad conside-

Este texto se publicó en inglés bajo el título “’Take Back Control!’ Marx,
Polanyi and Right-Wing Populist Revolt” en: Österreichische Zeitschrift
für Soziologie, 44, 2019, 225-243. Acceso abierto: Este texto se distribuye
bajo los términos de la licencia internacional Creative Commons Attri-
bution 4.0 (http://creativecommons.org/licenses/by/4.0/), que per-
mite el uso, la distribución y la reproducción sin restricciones en cual-
quier medio, siempre que se otorgue el crédito apropiado para el(los)
autor(es) original(es) y la fuente, proporcionando un enlace a la licencia
Creative Commons e indicando si se realizaron cambios (N. del T.)

201
“¡Retomar el control!” Marx, Polanyi y la revuelta populista de derecha

ran que el análisis de Polanyi es más actual que nunca. “Re-


tomar el control” es el grito de batalla de una revuelta de
derecha que está convulsionando sociedades democrática-
mente constituidas en todo el mundo. Esta revuelta está
siendo alimentada por verdaderas dislocaciones sociales.
Una globalización impulsada por la ideología del libre
mercado ha generado dinámicas de creciente desigualdad,
destrucción ecológica, aumento de la migración forzada,
escalada de conflictos y nuevas guerras que se perciben
ampliamente como una pérdida de control. Por esta razón,
la globalización se ha vuelto a convertir en un proyecto
controvertido (Crouch, 2018; Flassbeck & Steinhardt,
2018). Los contramovimientos autoritarios prometen a los
sectores inestables de la población “recuperar nuestro país
y nuestra gente” (Alexander Gauland en Berliner Zeitung,
2017). Este mensaje está encontrando resonancia, incluso
en la rica República Federal de Alemania. Simultánea-
mente con uno de los períodos más largos de crecimiento
económico en la historia de la posguerra, el Partido Alter-
nativa para Alemania —Alternative für Deutschland o
AfD— se ha establecido a nivel nacional como un partido
populista de derecha, un concepto que para los principales
investigadores ya equivale a una trivialización (Heitme-
yer, 2018).

Las opiniones difieren sobre las causas de la ofensiva


populista (Becker et al., 2018a). ¿Es racismo o protesta so-
cial equivocada? ¿Son decisivas las razones socioeconómi-
cas o las culturales? ¿Estamos asistiendo a un levanta-
miento de clases medias privilegiadas o a la rebelión de
nuevos movimientos obreros? Lo preocupante en las con-
troversias creadas por tales preguntas es el “o” excluyente.
Karl Polanyi puede ayudar a superar tales oposiciones es-

202
Klaus Dörre

quemáticas porque sugiere interpretar la revuelta popu-


lista de derecha como un fenómeno “ambivalox”1. El tér-
mino “ambivalox” tiene en cuenta el hecho de que los con-
tramovimientos del tipo polanyiano pueden, en un sen-
tido, prometer protección contra las consecuencias de los
mercados desregulados, mientras que en otros aspectos
tienen exactamente el efecto contrario. Sin embargo, no se
trata de una contradicción cuya superación pueda estar
dictada por un desarrollo social específico. Lo que sigue al
movimiento de libre mercado está históricamente abierto,
por ejemplo, como el tema de los conflictos sociales y las
disputas políticas (Brie & Thomasberger, 2018). Por lo
tanto, para interpretar la revuelta populista en estos térmi-
nos es necesario aclarar de una manera teóricamente pre-
cisa y empíricamente sólida qué debe entenderse por con-
tramovimientos críticos del mercado del tipo polanyiano2.

1 “Ambivalox” no es un término que Polanyi usó, sino un neologismo


que comprende los términos “ambivalente” [ambivalent] y “paradójico”
[aradox]. Existe una paradoja cuando un fenómeno que produce cierto
efecto en un aspecto produce exactamente lo contrario en otro. En la
teoría crítica más reciente, la paradoja se ha utilizado como contracon-
cepto de la categoría marxista de contradicción (Ludwig, 2013, pp. 299-
336; Neckel et al., 2018). Pero una paradoja no se agota por sí misma. A
menudo hay algo contradictorio en el fenómeno en cuestión que ofrece
la perspectiva de cambiar o incluso abolir la constelación paradójica. La
inclusión de esta dinámica dialéctica hace que “ambivalox” sea un tér-
mino atractivo. Como término, aún no está establecido en los países de
habla alemana, pero es objeto de literatura introductoria sobre las teo-
rías sociológicas de la modernización (Degele & Dries 2005, pp. 23-40).
En un mundo inundado de anglicismos, tal neologismo germánico es
ciertamente permisible. La sugerencia se la debo a Axel Salheiser.
2 Estos movimientos son críticos del mercado, porque surgen como reac-

ción a los mercados desregulados. Esto no significa que sus seguidores


critiquen explícitamente el mercado capitalista. En cambio, los movi-
mientos críticos con el mercado dan nombres políticos al poder de mer-
cado abstracto —élites, establecimiento— y, a menudo, tienden a perso-
nalizar su elusiva influencia.

203
“¡Retomar el control!” Marx, Polanyi y la revuelta populista de derecha

A continuación, esto se intentará con referencia a la situa-


ción alemana. El artículo esboza el marco teórico, la com-
prensión del populismo social, la base empírica y la meto-
dología de un estudio que se basa en el concepto de movi-
mientos de Polanyi (1). Se presentan los resultados de la
investigación sobre las orientaciones populistas de derecha
de los trabajadores (2, 3) antes de examinar críticamente la
tesis inicial a la luz de los resultados presentados (4).

1. Radicalismo de mercado y
contramovimientos autoritarios

Aunque las formas de organización, el personal político y


los objetivos de las formaciones populistas de derecha pue-
den diferir mucho en los detalles (Müller, 2016), su perfil
social tiene una cosa en común. En la República Federal de
Alemania, como en muchos otros países, implica alianzas
entre la clase media y la clase trabajadora, así como con
partes de la élite. Aunque el AfD recluta a sus seguidores
desde todas las clases y estratos de la población, los des-
empleados y, sobre todo, los trabajadores varones están
significativamente sobrerrepresentados en su electorado
(Vehrkamp & Wegschaider, 2017). El perfil social del blo-
que populista de derecha ha demostrado ser relativamente
estable en numerosas elecciones estatales y, en menor me-
dida, durante las elecciones federales de 2017. Incluso
donde el AfD tiene una apariencia burguesa, logra un éxito
superior al promedio entre los trabajadores (Infratest di-
map, 2017, 2018). La afiliación sindical de ninguna manera
obstaculiza la simpatía por la derecha radical y las orienta-
ciones correspondientes ahora también se encuentran en-
tre sindicalistas activos y miembros de comités de empresa
(Sauer et al., 2018; Dörre et al., 2018).

204
Klaus Dörre

1.1. Marx y Polanyi

Para explicar este fenómeno, tiene sentido distinguir de


manera tipo-ideal dos formas básicas de movimientos so-
ciales: movimientos de clase de tipo marxista y movimien-
tos de mercado de tipo polanyiano. A primera vista, tal ti-
pificación puede parecer muy esquemática, pero sin duda
es útil como dispositivo heurístico para clasificar la forma
específica del populismo de derecha contemporáneo. Co-
mencemos con la primera forma básica de los movimientos
sociales, para los cuales la clase es decisiva. Marx, quien
interpretó la historia de todas las sociedades existentes
hasta el momento como una historia de luchas de clases
(Marx & Engels, 1976, p. 482), no presentó una teoría de
clases coherente, ni su obra contiene una economía política
elaborada del trabajo que permitiría un análisis sistemático
de las luchas y movimientos de clases. Sin embargo, si-
guiendo a Marx, se pueden identificar criterios con cuya
ayuda se pueden distinguir los movimientos específicos de
clase —obreros— de los movimientos interclasistas críticos
con el mercado. La teoría de clases de Marx se basa en cua-
tro premisas. Como grupos humanos y de interés a gran
escala, las clases están ancladas en relaciones de propiedad
y producción social. Pueden describirse como situaciones
sociales empíricamente comprensibles, pero existen solo
en proceso y en relación con otras clases. La división de
clases específica en el capitalismo resulta de la capacidad
de la burguesía dominante para monopolizar en gran me-
dida la propiedad de los medios de producción y apro-
piarse del trabajo excedente no remunerado de las clases
trabajadoras dominadas que tienen que vivir únicamente
de la venta de su fuerza de trabajo. En el capitalismo la re-
lación entre las dos clases principales está estructurada por
un mecanismo causal que Marx denomina explotación, la

205
“¡Retomar el control!” Marx, Polanyi y la revuelta populista de derecha

apropiación del plustrabajo no remunerado. Aunque se


basa formal y contractualmente en el intercambio de equi-
valentes, la relación de explotación del capital con el tra-
bajo requiere para su reproducción medios de dominación
extraeconómicos adicionales. El Estado garantiza formal-
mente a todos los propietarios de mercancías “libertad,
igualdad, propiedad y Bentham” (Marx, 1996, p. 186), pero
como detrás de la igualdad formal de los propietarios se
oculta una relación de dominación, surge un conflicto es-
tructural sobre la distribución y el control del producto ex-
cedente. Este conflicto se lleva a cabo durante largos perío-
dos de tiempo dentro de los límites del sistema salarial,
que cambia constantemente y solo se supera irreversible-
mente en raras situaciones revolucionarias3.

Más allá de las complejas relaciones entre las situacio-


nes de clase socioeconómica y el espacio político (Hall,
1989), la dinámica de las sociedades capitalistas está im-
pulsada —no exclusivamente, sino en importantes campos
sociales— por este conflicto fundamental que, más allá de
presiones históricas particulares, todavía tiene un carácter
estructurante en la actualidad. Haber reconocido esto es,
como bien afirma Ralf Dahrendorf, la mayor fortaleza de
la teoría de las clases de Marx, pues explica cómo:

3 La miseria de la filosofía contiene uno de los pocos pasajes en los que


Marx formula en forma rudimentaria la frecuente expresión sobre la
clase “en sí” y “para sí” (Marx, 1976, p. 211). Propongo sustituir esta
fórmula, lastrada por la historia de la filosofía, por la distinción entre
clases movilizadas y desmovilizadas. Las clases se desmovilizan a me-
nos que posean representantes activos de los intereses económico-socia-
les y políticos de clase. La clase movilizada produce tales representantes
en forma de movimientos espontáneos, sindicatos, partidos obreros, etc.

206
Klaus Dörre

Las estructuras sociales, a diferencia de la mayoría de las


otras estructuras, son capaces de generar a partir de sí mis-
mas los elementos de su superación, de su cambio... Las
‘clases’ son grupos de interés que han surgido de ciertas
condiciones estructurales, que luego intervienen en con-
flictos sociales y en contribuir al cambio de las estructuras
sociales (Dahrendorf, 1957, pp. VIII-IX).

Los movimientos de clases obreras dominadas, se


puede decir más precisamente, surgen de la explotación, o
más débilmente, de la lucha por el excedente socialmente
producido. Están dirigidos contra una clase opositora cla-
ramente identificable, apuntan principalmente a la igual-
dad o la paridad y hacen uso de diversas fuentes de fuerza
de trabajo asalariado (Dörre, 2018a, pp. 622-623).

Los movimientos de tipo polanyiano tienen otras carac-


terísticas. En los debates actuales, Polanyi es considerado
el testigo clave en una crítica del capitalismo que no aborda
la explotación en el proceso laboral, sino las consecuencias
socialmente destructivas de los mercados desregulados
(Streeck, 2013; Fraser, 2011). Esta comprensión se refleja a
su vez en la clasificación de los movimientos sociales (Dale,
2010, p. 221). Si se sigue la clasificación de Beverly Silver
(2005, pp. 30-44), los movimientos de tipo polanyiano se
dirigen contra un poder de mercado expansivo que parece
difuso y abstracto para los propios actores del mercado.
Este poder rara vez se puede identificar claramente y las
críticas a él se pueden politizar en diferentes direcciones.
Es posible que los movimientos críticos con el mercado ad-
quieran rasgos nacionalistas reactivos o incluso fascistas.
En contraste con las implicaciones del universalismo de
clase de Marx, que asumía que la “explotación del mercado
mundial” daría “un carácter cosmopolita a la producción
y el consumo en todos los países” (Marx & Engels, 1976, p.

207
“¡Retomar el control!” Marx, Polanyi y la revuelta populista de derecha

488), Polanyi siempre cuenta con lo contrario. Traducido a


criterios operacionalizables, los movimientos de tipo po-
lanyiano, según sugiere Michael Burawoy (2017), surgen
de la alienación y la falta de respeto, pero el objetivo de su
revuelta sigue siendo difuso. Reclaman el derecho a la pro-
tección no solo de la inseguridad social, sino también de las
amenazas a la seguridad pública (Castel, 2005). Aquí el Es-
tado nación es su principal destinatario. Su eficacia se basa
principalmente en su capacidad para polarizar la sociedad
y ejercer un poder de bloqueo en los procesos de toma de
decisiones políticas. Sus recursos incluyen la voluntad de
usar la fuerza contra las instituciones estatales, pero tam-
bién contra competidores y disidentes.

1.2. El bloque populista de derecha y la cuestión social

Al mismo tiempo, usar la tipología de movimientos des-


crita anteriormente conduce a un problema analítico serio.
Es necesario aclarar si las formaciones populistas de dere-
cha como el AfD y organizaciones relacionadas pueden en-
tenderse como agentes críticos del mercado. De hecho, los
partidos de extrema derecha difieren considerablemente
en ideología, programa y práctica política (Kitschelt, 1997;
Werz, 2003; Priester, 2012). Muchos de ellos, como el Par-
tido de la Libertad en Austria —Freiheitliche Partei Oste-
rreichs o FPO—, inicialmente se constituyeron como va-
riantes radicales de la política neoliberal. Al menos en tér-
minos de su papel en la coalición de gobierno, el FPO está
actuando en esta dirección programática. Por lo tanto, al-
gunos observadores todavía tienden a interpretar el popu-
lismo de derecha como una variante autoritaria del neoli-
beralismo (Ptak, 2018, pp. 72-73). Sin embargo, importan-
tes formaciones de derecha como el Frente Nacional Fran-
cés —ahora Rassemblement National— o la Lega italiana

208
Klaus Dörre

hace tiempo que modificaron sus programas. En el centro


de los programas y la práctica política de estos partidos
ahora se encuentran críticas a la globalización, a Europa y
a la migración, así como un populismo social nacionalista
que aborda específicamente a los perdedores reales o su-
puestos de la internacionalización económica (Bieling,
2017). El AfD ha completado este desarrollo a cámara rá-
pida. En su programa, que todavía es en parte radical en
términos de mercado4, ha ganado terreno una corriente na-
cional-social —particularmente en los Estados del este de
Alemani— que apunta deliberadamente a apoderarse de la
antigua “joya de la corona de la izquierda” (Kubitschek,
2018): la cuestión social, para la derecha.

Pero sería un error medir al AfD con la escala de un par-


tido con un programa coherente. Más bien, tiene más sen-
tido hablar de un “bloque social” populista de derecha o
nacionalista radical (Gramsci, 1991, pp. 490, 1490) que in-
tegra diferentes corrientes políticas. Además del AfD, este
bloque incluye movimientos extraparlamentarios afines
como Pegida y sus ramificaciones extremas: Thugida, Le-
gida, etc. Abarca desde círculos nacional-conservadores y
el movimiento juvenil “identitario” hasta organizaciones
abiertamente neonazis. Sus defensores intelectuales inclu-
yen figuras públicas destacadas como el miembro del SPD
y crítico del Islam Thilo Sarrazin (2018) y llegan bien al cen-
tro social y político de la sociedad. Desde hace mucho
tiempo, este bloque cuenta con sus propios think tanks —
por ejemplo, el Instituto de Política de Estado—, medios de
comunicación, editoriales, periódicos y revistas. Es aún

4 Helmut Kellershohn confirma el programa AfD para luchar por un es-


tado nacional competitivo sobre una base völkisch (Kellershohn y Kas-
trup, 2016).

209
“¡Retomar el control!” Marx, Polanyi y la revuelta populista de derecha

más significativo que sus actores han demostrado ser acti-


vistas enormemente efectivos en las redes sociales (Nagle,
2018). Sin embargo, este bloque heterogéneo está lejos de
corresponder al ideal de una “derecha mosaico” (Stein,
2018, p. 7) que se uniría con estrategias complementarias
para formar un todo multifacético. En cambio, su quehacer
cotidiano incluye disputas permanentes por límites, expul-
siones de partidos, formación de camarillas y denuncias
mutuas. Cualquier análisis también debe tener en cuenta
los diferentes “niveles” que comprende cada bloque social:
sistemas de ideas que al menos imitan las teorías científi-
cas, la acción política organizada en formas de movimien-
tos y partidos y la conciencia cotidiana de los simpatizan-
tes, todo lo cual necesita ser reconciliado una y otra vez.

Los esfuerzos de síntesis que convierten al populismo


de derecha en un movimiento crítico del mercado son lle-
vados al nivel de las luchas ideológicas por, entre otros, re-
presentantes de una Nueva Derecha a quienes les gustaría
ser “agrupados” con la cuestión social (Stein, 2018, p. 7).
Estos líderes del pensamiento que luchan por traspasar
fronteras siempre están tratando de reformular lo social
como una cuestión nacional. En un esfuerzo por provocar,
incluso buscan rescatar a Karl Marx de los marxistas y re-
interpretarlo a la manera derechista. Un Marx liberado de
la lucha de clases y el tradicionalismo del movimiento
obrero se redescubre como crítico de la “comercialización
de toda la vida social” y la “globalización del capital, in-
cluida la superfluidad de las naciones” (Kaiser et al., 2018,
p. 54). El anticapitalismo superficial combinado con una
imagen escéptica derechista del hombre tiene como obje-
tivo hacer posible lo que solo puede considerarse como
una violación del corpus marxista. Así, el concepto de Marx
del ejército industrial de reserva se convierte, en la dicción

210
Klaus Dörre

de la Nueva Derecha, en un vehículo para la crítica de la


migración. Si bien Marx explicó el surgimiento de una
parte prescindible de la población como “los trabajadores
superfluos”, este topos ahora “adquirió un nuevo signifi-
cado a través de la inmigración masiva de personas ‘super-
fluas’ poco calificadas” (Kaiser et al., 2018, p. 55). Lo que
Marx introdujo como una categoría para la producción es-
tructural del desempleo y la pobreza en las sociedades ca-
pitalistas se transforma así en un cargo de supuesta com-
petencia impulsada por la migración. Todo esto se hace en
nombre de un ideal superior que flota por encima de las
clases. En lugar de seguir ideas anticuadas de lucha de cla-
ses, uno debe “trabajar finalmente hacia lo que todos debe-
ríamos aspirar: unidad” (Stein, 2018, p. 11)5. Es una ventaja
decisiva de la Nueva Derecha que “conoce este senti-
miento superior, este ideal atemporal que está por encima
de las clases, los partidos y otros conflictos mecánicos”
(Stein, 2018, p. 11). Siempre que la unidad nacional tenga
prioridad, una retórica crítica del capitalismo puede trans-
formarse fácilmente en una retórica étnica. Las comunida-
des nacionales, una construcción que también puede con-
siderarse paneuropea, están llamadas a reconciliar las di-
ferencias de clase. En consecuencia, la “distribución de la
riqueza nacional de arriba hacia abajo, o de abajo hacia
arriba, o de jóvenes a viejos... ya no es la cuestión social
primordial”. Más bien, el ataque está dirigido a los “políti-

5 “Donde el bien común debe estar en primer plano, uno no puede pen-

sar y luchar continuamente en un sistema de clases binario obsoleto.


Porque ‘la división requiere odio. Pero el odio y la división son incom-
patibles con la fraternidad. Y así, en los miembros de un mismo pueblo,
se extingue el sentimiento de ser parte de un todo mayor, de una unidad
histórica superior totalizadora’ (José Antonio Primo de Rivera)” (Stein,
2018, p. 11).

211
“¡Retomar el control!” Marx, Polanyi y la revuelta populista de derecha

cos del viejo partido” que “abren nuestros sistemas de se-


guridad social a millones de personas que nunca han pa-
gado” y, por lo tanto, “destruyen sin sentido los cimientos
de nuestra comunidad de solidaridad establecida” (Hocke,
2017).

Si se aceptan tales redefiniciones, parece plausible de-


clarar la “preservación de una diversidad de pueblos”
(Kaiser et al., 2018) como la preocupación central de una
revolución nacional. Se podría objetar que la Nueva Dere-
cha crítica con el capitalismo y sus líderes de pensamiento
como Alain de Benoist o Diego Fusaro (2018) son, en el me-
jor de los casos, posiciones extremas y marginales dentro
del bloque populista de derecha. Pero la influencia de los
intelectuales de derecha en los grupos de liderazgo del
AfD y, sobre todo, en su ala nacional-social difícilmente
puede pasarse por alto. Se hace visible no solo en la aspi-
ración de retomar el legado de los viejos movimientos la-
borales, sino también en el concepto de una pensión de
productividad que promete a los jubilados alemanes un in-
greso garantizado de al menos el 52% de su salario bruto
anterior (AfD, 2018)6.

Sin embargo, hay algo más importante para el contexto.


Irónicamente, la apropiación de Marx ilustra que la capa-
cidad de movilización del bloque populista de derecha se
basa en un motivo polanyiano. Marx es elogiado como un
crítico de una forma de valor y mercancía que destruye las
comunidades nacionales en el curso de su globalización.
Dentro del bloque populista de derecha, esta crítica apa-
rece como “ambivalox” en el sentido de la palabra previa-
mente definido. La corriente nacional-liberal de la derecha

6 Para una crítica ver Dörre (2018b, pp. 71-72).

212
Klaus Dörre

populista quiere radicalizar un capitalismo que las corrien-


tes nacional-sociales quieren constreñir o incluso superar.
La corriente nacional-conservadora se mueve entre los po-
los. En última instancia, cuando las formaciones populistas
de derecha entren en el gobierno, esta paradoja contradic-
toria debe volverse práctica, aunque de ninguna manera es
inevitable que los bloques populistas de derecha sean des-
truidos por sus propias contradicciones internas. Con la
destrucción de las comunidades nacionales, todas las co-
rrientes retoman un topos tradicional de descontento nacio-
nal-conservador con el capitalismo, que las une a pesar de
todas sus diferencias. El populismo social combinado con
el antiliberalismo, el antifeminismo, el naturalismo an-
tiecológico y un “racismo sin el concepto de raza” etnoplu-
ralista (Taguieff, 1991, pp. 221ss; Balibar, 1993, p. 148)
sienta las bases para edificios intelectuales que hacen de
los movimientos autoritarios de tipo polanyiano una ideo-
logía de agresión. Si tales movilizaciones tienen éxito, pue-
den preservar, bajo la apariencia de una revuelta “ambiva-
lox”, lo que pretenden superar: el dominio de las condicio-
nes del mercado que promueven los mismos motivos de
los que se alimenta el populismo.

2. Conciencia cotidiana y nacionalismo excluyente

¿Por qué estas ideologías encuentran aprobación incluso


entre los trabajadores de sindicatos y empresas? Hemos in-
vestigado esta cuestión por medio de una encuesta cuali-
tativa que sigue en contenido y método a un estudio ante-
rior sobre la precariedad y el populismo de derecha (Brink-
mann et al., 2006; n=100). La base empírica del estudio ac-
tual sobre la “imagen social del precariado” es una serie de
entrevistas centradas en temas (n=88) que tuvieron lugar
en 2017/2018 en empresas industriales y de servicios de

213
“¡Retomar el control!” Marx, Polanyi y la revuelta populista de derecha

Alemania Oriental y Occidental7. Los entrevistados eran


desempleados y empleados de las industrias metalúrgica
y eléctrica, del comercio por correspondencia, de las indus-
trias minera y energética, del servicio postal y de los servi-
cios sociales. La encuesta incluyó una profunda perfora-
ción sociológica en una región de Sajonia (n=18), cuyo ob-
jetivo era entrevistar a los empleados que declaraban
abiertamente su lealtad a Pegida, AfD u otras organizacio-
nes de derecha. Temáticamente, la atención se centró en las
actitudes hacia las formaciones populistas y extremistas de
derecha, la imagen de los sindicatos y la visión subjetiva
del trabajo, los negocios, la sociedad y la democracia.

Además de entrevistas semiestructuradas con emplea-


dos de derecha, codificados como Pro, la encuesta incluyó
entrevistas con empleados que tienen una clara actitud
anti-Pegida/AfD, codificados como Ant. Además, hubo
entrevistas con miembros de organizaciones juveniles, co-
dificados como JAV, y secretarios políticos del sindicato lo-
cal, codificados como Sek. Se analizó el contenido de las
entrevistas centradas en el tema (Kaufmann, 1999, p. 24;
Witzel, 2000; Kelle & Kluge, 2010, pp. 43-44) y se examina-
ron las contradicciones e inconsistencias con la ayuda de
una codificación de pasajes clave basada en la teoría
(Bohnsack, 1993, pp. 132-138). De 88 entrevistados, casos
límite incluidos, un total de 12 —nueve hombres, tres mu-
jeres— simpatizaban abiertamente con Pegida, AfD u otras
organizaciones de derecha (Reichsbürger, NPD, Nazi-
Skins). Si hubiésemos escogido la xenofobia como criterio

7Sophie Bose, Jakob Köster, John Lütten y el autor están trabajando en


el proyecto “Imagen social del precariado”. La nueva encuesta se llevó
a cabo como parte del proyecto conjunto “e-labour” de BMBF, coordi-
nado por SOFI-Göttingen. Para obtener información detallada sobre la
metodología del estudio véase Dörre et al. (2018, pp. 55-89).

214
Klaus Dörre

del populismo de derecha, el número de casos habría sido


considerablemente mayor, ya que el resentimiento hacia
los extranjeros también se encuentra entre los entrevista-
dos políticamente más a la izquierda.

Una gran proporción de las entrevistas contienen moti-


vos de una historia profunda que muchos entrevistados
sienten como la “verdad real” (Hochschild, 2018, p. 27). Sin
importar si eran de izquierda o de derecha, los empleados
entrevistados se sintieron atrapados esperando en una cola
al pie de una montaña de justicia. Con la globalización, la
unificación alemana y el desempleo masivo, esta historia
de problemas profundamente arraigados ha sido constan-
temente provista de nuevas materias primas, que exigen
siempre nuevos sacrificios de todos los que esperan en la
fila. Esto se aplica en particular a los empleados de los nue-
vos Länder que experimentaron el colapso de la economía
de la RDA y una serie de cambios estructurales radicales y
que esperan pacientemente el ajuste prometido a los “ni-
veles occidentales”. Las crisis financieras europeas y las
llamadas crisis de refugiados han dado un nuevo giro a su
historia profunda. Acostumbrados durante décadas a la
idea de que ya no había “suficiente para todos”, ahora ven
dinero disponible en abundancia para la causa de la ges-
tión de la crisis, inicialmente para salvar bancos en proble-
mas y finanzas públicas en crisis en la periferia sur de Eu-
ropa, luego para más de un millón de refugiados que lle-
garon a territorio alemán en 2015. Desde entonces, a partir
del punto de vista de muchos entrevistados, hacer cola se
ha vuelto inútil. Esto también se debe a que la situación
económica general ha mejorado significativamente. En la
década posterior a la crisis financiera mundial, numerosas
empresas han obtenido buenos beneficios, el desempleo ha

215
“¡Retomar el control!” Marx, Polanyi y la revuelta populista de derecha

caído oficialmente por debajo del 6% y el número de per-


sonas con empleo ha aumentado a niveles récord. Esto ha
significado el fin de la moderación, sobre todo entre los
empleados más jóvenes, especialmente en los Länder orien-
tales (Dörre et al., 2017). Sin embargo, muchos de los que
han esperado tanto tiempo han visto poco de un auge eco-
nómico. El descontento general con los arreglos distributi-
vos injustos se puede dividir en tres formas típicas de pen-
samiento8, y que, utilizando los criterios mencionados an-
teriormente, se pueden interpretar como la transformación
de un problema de clase.

1. Dicotomía con adición: La primera forma de pensamiento


refleja un problema de estatus. En la autopercepción de
los entrevistados, ser trabajador significa estar anclado
en una sociedad próspera. Uno ve la disminución del
desempleo y, sin embargo, no cree que su propia vida
esté mejorando fundamentalmente. En cambio, los em-
pleados más jóvenes en particular tienen una imagen de
la sociedad que distingue estrictamente entre arriba y
abajo. Ser trabajador significa haber logrado todo lo que
se puede lograr, con un trabajo estable y un ingreso ra-
zonablemente bueno. Nada más es posible. Pero ser tra-
bajador no es un estatus para enorgullecerse, porque el
que puede “estudia o consigue trabajo en una oficina”
(JAV 1). En su propia percepción, aunque socialmente
devaluados y con bajos salarios, se consideran “clase
media” (Ant 1). Esto significa que no se puede hacer
mucho para subir, pero siempre es posible una caída ha-
cia abajo. Aunque devaluado y tratado injustamente,
uno no está “en el fondo”. Uno tiene algo que perder y

8Por “forma de pensar” entiendo esquemas típicos socialmente prepro-


ducidos y coproducidos que tienen una relevancia transversal.

216
Klaus Dörre

conoce a otros, trabajadores temporales o beneficiarios


de Hartz IV, que están mucho peor.
2. Mecanismo causal nacionalista: La conciencia dicotómica
que encontramos entre muchos entrevistados, indepen-
dientemente de su orientación política, atestigua un
conflicto específico de clase sobre la distribución. Tome-
mos el ejemplo de una familia de trabajadores de Ale-
mania Oriental de un área rural. Marido y mujer traba-
jan 40 horas a tiempo completo por un salario mensual
bruto de 1.700 euros. Después de deducir todos los gas-
tos fijos, el hogar con dos hijos dispone de 1.000 euros
netos para pagar su subsistencia. En estas condiciones,
cada compra importante, cada reparación del automó-
vil, se convierte en un problema. Las vacaciones son
inasequibles e incluso una visita a un restaurante el fin
de semana a menudo está fuera de su alcance. Ante este
régimen de escasez, los interrogados se consideran
“anormales involuntarios”. Un miembro del comité de
empresa con simpatías por la extrema derecha lo re-
sume así: “Todo ciudadano alemán tiene, creo, un sala-
rio medio de 3.300... Así que me pregunto, ¿qué soy en-
tonces? ¿No soy alemán? ¿Soy algo? Quiero decir, ob-
tengo 1.700 euros brutos. ¿Qué voy a hacer con eso? No
puedo vivir de eso” (Pro 3).
A primera vista, es un cambio semántico que distingue
a los empleados radicalmente derechistas de los demás en-
trevistados. El mecanismo social que explica la distribu-
ción injusta no es la explotación, sino la discriminación
percibida contra los ciudadanos alemanes. Ser alemán se
convierte en una cifra que transmite el derecho a la pari-
dad, un salario adecuado y una buena vida. Esta preten-
sión se convierte en excluyente si exige estándares sociales
únicamente, o ante todo, para los ciudadanos alemanes. Los

217
“¡Retomar el control!” Marx, Polanyi y la revuelta populista de derecha

entrevistados que argumentan de esta forma de ninguna


manera se describen a sí mismos como pobres o precarios.
Quieren ser “normales” y hacen mucho para demostrar
normalidad. Su autoposicionamiento en la clase media co-
rresponde a este esfuerzo. Sin embargo, a pesar de hacer
cola en la montaña de la justicia, la “normalidad” les re-
sulta difícil de alcanzar. En la medida en que sus esperan-
zas de éxito en las luchas de distribución entre el capital y
el trabajo disminuyen, los trabajadores de derecha tienden
a reinterpretar estas luchas como conflictos entre el interior
y el exterior. Los ciudadanos trabajadores deben ser prote-
gidos de los intrusos que no pueden integrarse cultural-
mente y que se enriquecerían con la riqueza nacional sin
tener derecho a ella. El compromiso sindical con una ma-
yor justicia distributiva y los reclamos de protección contra
los refugiados se entienden subjetivamente como ejes dife-
rentes de un mismo conflicto distributivo —arriba versus
abajo, adentro versus afuera—. En sus justificaciones de
una “política con fronteras”, incluso los sindicalistas acti-
vos tienden hacia una radicalidad que sorprende por su se-
veridad y violencia latente. “Los refugiados”, explica sin
tapujos un miembro del comité de empresa, “deben irse”:
“El que ahora viene aquí, trabaja, se integra, el que encaja,
se acomoda, no hay problema. No me importa eso. ¡Pero
aquellos que solo vienen aquí para tender la mano y se por-
tan mal y creen que pueden hacer lo que quieran, lár-
guense!” (Pro 3).
3. Redefinición del problema de la seguridad: Los refugiados y
migrantes que no se adaptan son considerados por
nuestros entrevistados con orientaciones populistas de
derecha como parte de una “clase peligrosa” de la que
los ciudadanos “normales” deben desvincularse. La di-
sociación parece funcionar particularmente bien

218
Klaus Dörre

cuando la proporción de inmigrantes en su ciudad o re-


gión es baja: “No hay tantos [extranjeros, K. D.] aquí o
se nota menos. Hubo un tiempo en que se notaba más,
sobre todo lo notó mi novia, porque le gusta ir de com-
pras a la P. Straße y había esa tropa de adolescentes que
obviamente eran de otro origen y la acosaban y le ha-
blaban; le decían cosas como: ‘cásate conmigo’ y ‘mujer
bonita’ y así sucesivamente, lo que ya es realmente mo-
lesto y agresivo. Simplemente no es apropiado. No digo
que todos los alemanes sean santos o que sean impeca-
bles. Pero es... porque también tenemos tanta gente pro-
blemática aquí en Alemania que no deberíamos traer
más de ellos al país. Tenemos que ocuparnos de nues-
tros propios problemas primero... antes de ocuparnos
de los demás” (Pro 2).
Los trabajadores que se sienten desvalorizados equipa-
ran las “clases peligrosas” con una “cultura” en la que el
desorden y el acoso son característicos. Según esta historia,
el peligro —ficticio— para “nuestras mujeres” puede re-
aparecer en cualquier momento. Al evocar la amenaza de
hordas de hombres culturalmente extraños incapaces de
controlar sus instintos, se revitaliza implícitamente una
imagen tradicional de la masculinidad. Frente al peligro de
los demonios incivilizados, los hombres alemanes se pre-
sentan como protectores de “sus” mujeres y así legitiman
sus propios reclamos de propiedad. La invocación de los
peligros que representan las “clases peligrosas” migrantes
también logra lo que Robert Castel señaló como una op-
ción respecto a dos sistemas fundamentales de seguridad:
el estado de bienestar y el estado de derecho (Castel, 2005,
p. 7). El vilipendio de las clases bajas cambia el discurso en
torno a la seguridad social: las preocupaciones generaliza-

219
“¡Retomar el control!” Marx, Polanyi y la revuelta populista de derecha

das sobre la seguridad social, que bien pueden estar basa-


das en experiencias reales, se están convirtiendo en una de-
manda de protección frente a la amenaza de intrusos inci-
vilizados.

3. Anhelo de la comunidad intacta

Los elementos de la conciencia cotidiana de los empleados


radicalmente derechistas descritos anteriormente apuntan
a un mecanismo social que permite la formación de clases
a través de la devaluación y exclusión de los demás. Si bien
uno ha estado esperando durante mucho tiempo una me-
jora económica, aparentemente se le está dando “todo” a
los refugiados perezosos e incluso peligrosos (Pro 2). De
hecho, de acuerdo con esta percepción, las personas que no
han hecho ninguna contribución a la “riqueza nacional”
probablemente se están abriendo paso al frente de los que
tienen derecho a reclamar. No solo en el este, sino también
en la Baja Baviera y el valle del Ruhr, los empleados perci-
ben esto como una devaluación adicional de su propia po-
sición social. Incluso en regiones prósperas como Ingols-
tadt Speckgürtel, donde se considera un defecto particular
no ser rico, uno encuentra una actitud similar ante la vida.

Tales disposiciones no se limitan de ninguna manera a


los empleados con ingresos comparativamente bajos. El
sentimiento de desvalorización social se aplica a todo el
contexto de la vida: la región estructuralmente débil; el ba-
rrio de la ciudad que uno no se atreve a visitar; altas rentas
urbanas; infraestructura social en ruinas y barreras a la mo-
vilidad en el campo. Por ello, la percepción de desvalori-
zación social también está muy extendida entre los em-
pleados altamente cualificados que ganan salarios por en-
cima de la media. El ingeniero de Alemania Oriental con
altos ingresos conoce personalmente a “personas en la

220
Klaus Dörre

misma profesión que ganan significativamente menos o, a


veces, más, dependiendo de dónde se encuentren” (Pro 2).
Como sindicalista, también es consciente de la creciente
desigualdad de ingresos y riqueza en el país. Por lo tanto,
no es subjetivamente contradictorio estar “satisfecho” con
las ganancias propias y, sin embargo, afirmar: “Los que tie-
nen algo que decir son los que tienen poder o dinero”, y
pueden simplemente “imponer sus [decisiones] a los de-
más” (Pro 2). Esta experiencia de impotencia conecta a los
entrevistados acomodados con personas de bajos ingresos
y desempleados. Y subjetivamente pesa tanto más cuando
el modo de devaluación no solo concierne al estatus social
sino también a la región. Cualquiera que se convierta repe-
tidamente en un objeto de clasificación negativa tiende a
ser intolerante con los que están incluso más abajo en la
jerarquía social. La autoevaluación a través de la devalua-
ción de los demás no es la única reacción posible a este es-
tado de cosas, por supuesto, no obstante es una respuesta
subjetivamente comprensible (Rommelspacher, 1995). Si
todo esto apunta a una protesta social equivocada por mo-
vimientos de clase bloqueados, entonces la conciencia co-
tidiana de nuestros entrevistados también puede revelar
formas de pensamiento que corresponden directamente a
los criterios para los movimientos de tipo polanyiano dis-
cutidos anteriormente.

1. Doble rasero: los entrevistados de derecha radical se ven


a sí mismos como víctimas de un doble rasero de eva-
luación. Quienes, según la percepción, exigen constan-
temente tolerancia hacia las minorías, los homosexua-
les, los inmigrantes, los refugiados, etc., no encuentran
nada malo en menospreciar, por ejemplo, a europeos
del Este o incluso a sus compatriotas de Alemania

221
“¡Retomar el control!” Marx, Polanyi y la revuelta populista de derecha

Oriental. Incluso cuando se trata de objetos de devalua-


ción colectiva, los entrevistados tienen poca compren-
sión de lo que consideran una tolerancia excesiva hacia
los musulmanes y otros extranjeros que no están dis-
puestos a adaptarse: “Puedes hacer una broma sobre
Polonia o la gente bromea sobre los polacos que supues-
tamente roban autos o que son ladrones y hay chistes de
Ossi-Wessi9, te molestan por eso. Pero... decir algo ne-
gativo o hacer una broma estúpida sobre los musulma-
nes o esa religión en particular, siempre indica que es
mejor que reprimas eso, que eso no es apropiado y...
también el temperamento en esa religión es de tal ma-
nera que se toman todo tan en serio y no puedes expre-
sarte de manera negativa e inmediatamente... te insul-
tan como nazi y lo que sea. Entonces esa religión es in-
tolerante, creo yo” (Pro 1).
2. Sistema versus comunidad: los inmigrantes que supuesta-
mente no quieren integrarse refuerzan la denuncia so-
bre la pérdida de comunidades intactas. En las visiones
del mundo de los trabajadores radicalmente derechis-
tas, esta forma de pensamiento es central. El esquema
binario de estas visiones del mundo solo conoce perso-
nas y sistemas, no sociedad. El “sistema” actúa alterna-
tivamente como un nombre colectivo para la economía
financiera, la Unión Europea, el euro, las élites o el ca-
pital, pero también para “primas sindicales retiradas”
(Sek 1). A su vez, se considera que esta acumulación de
poderes negativos corresponde a la tendencia humana
a luchar egoístamente por el dinero y el poder. Sería
bueno, desde el punto de vista de los entrevistados de

9 Ossi y Wessi son términos coloquiales utilizados para referirse a las


personas que nacieron o crecieron en la RDA o Alemania Oriental a par-
tir de 1990, “Ossi”, o en la antigua RFA o los Estados de Alemania Oc-
cidental, “Wessi” (N. del T.)

222
Klaus Dörre

derecha, que se restringiera ese egoísmo. Si esto fuera


posible, la voluntad del pueblo podría desarrollarse de
manera óptima. En contraste con el sistema, las perso-
nas se construyen subjetivamente como una comunidad
culturalmente arraigada, una comunidad como la que
—como algunos de los entrevistados saben solo por sus
padres— supuestamente existió en la RDA. Por su-
puesto, nadie quiere que regrese el socialismo burocrá-
tico estatal. Pero en la parte superior de las listas de de-
seos de las personas se encuentra una comunidad étnica
que no se caracteriza por el egoísmo, la lucha por el be-
neficio personal y la “mentalidad del codo”: “No conocí
la RDA personalmente. Pero cuando escuchas a tus pa-
dres hablar sobre ello, hubo más cohesión. Se trataba
más de lo personal, de lo humano, y no de cómo puedo
sacar más dinero o algo para poder pagar esto y aque-
llo” (Pro 2).
3. Democratización contra la pérdida de control: la nación, en-
tendida como una comunidad culturalmente homogé-
nea, es en las visiones del mundo radicalmente dere-
chistas la antítesis de un sistema destructivo que susti-
tuye a las comunidades intactas por la competencia y la
mentalidad del codo. Se afirma que los migrantes y re-
fugiados son una carga adicional para la comunidad na-
cional. Sin embargo, uno no necesita devaluar a los de-
más para identificar los crecientes movimientos migra-
torios como la causa de una mayor pérdida de control:
“Soy un votante confeso del AfD… Digo que todos los
que son medianamente inteligentes, que tienen una
educación y que han estado en África, sabrán qué po-
tencial [existe, K. D.] allí, un potencial legítimo, para la
migración. Y en este contexto, cualquiera que diga: ‘Lo
lograremos (Wir schaffen das), derecho a quedarse para

223
“¡Retomar el control!” Marx, Polanyi y la revuelta populista de derecha

todos’; o está completamente desquiciado o se está min-


tiendo a sí mismo”. Así explica un empleado altamente
calificado su simpatía por el AfD (Pro 9). Para él, como
para otros entrevistados con afinidad por la derecha, los
refugiados son sinónimo de pérdida de control, que hay
que revertir. Sin haber sido preguntado, uno se encuen-
tra expuesto a una inmigración que parece incontrola-
ble. Al oponerse a esta “inmigración masiva”, uno es-
pera proteger su buena vida de una pérdida adicional
de control.
Como se creen mayoría con sus actitudes, los entrevis-
tados de derecha se posicionan como defensores de la de-
mocracia directa: “Bueno, para mí sería una buena demo-
cracia si tuviéramos un referéndum, por ahí hay que em-
pezar. Y la segunda para mí sería una ley penal propia-
mente dicha. Referéndums, donde se puede ver hacia
dónde va el ánimo de la gente en el país, no un político
presumiendo ‘yo voy a decidir esto y aquello para todos’”
(Pro 1). Los entrevistados de extrema derecha bien pueden
imaginar una democracia basada en el modelo suizo. Es
cierto que los referéndums reducen la gobernabilidad de-
mocrática al principio de la mayoría, pero el pueblo debe
gobernar directamente y ayudar a que prevalezca la volun-
tad popular. En este pensamiento, “el pueblo” es idéntico
al sentido común. Si el principio popular de la razón puede
expresarse sin distorsiones, los entrevistados están seguros
de que prevalecerán los puntos de vista “correctos”. San-
ciones más duras para los asesinos y violadores o la expul-
sión inmediata de los inmigrantes infractores serían enton-
ces una cuestión de rutina. Eso, en cualquier caso, sugiere
un cálculo en el que el éthnos, un pueblo relativamente ho-
mogéneo en términos culturales, se toma como un sujeto
democrático. Los inmigrantes también pueden pertenecer

224
Klaus Dörre

a este “pueblo” de aquellos con ciudadanía alemana, siem-


pre que cumplan incondicionalmente con las normas da-
das de la Leitkultur nacional. Tal comprensión de la demo-
cracia, por otro lado, no tiene necesidad de derechos hu-
manos e internacionales. El principio “alemán primero”
cuenta. Solo un pueblo culturalmente uniforme es fuerte y
capaz de decidir su destino de forma autónoma. Esta com-
prensión —limitada— de la democracia es a la vez rebelde
y conformista. Ataca a las élites nacionales solo para exi-
girles un liderazgo fuerte que debe revertir de inmediato
y, si es posible, permanentemente, la pérdida de control
sobre la vida del individuo.

4. Un currículum preliminar

¿Cuáles son las implicaciones para un análisis del popu-


lismo de derecha de estos hallazgos sobre el poder explica-
tivo de los diferentes tipos de movimiento? Sugieren, y
aquí hay una conclusión central, que las perspectivas teó-
ricas de Polanyi y Marx deberían vincularse más estrecha-
mente. Esto se vuelve claro tan pronto como uno observa
más de cerca las causas y las fuerzas motrices de los movi-
mientos populistas de derecha a la luz de los criterios re-
copilados empíricamente. Tres fenómenos son claves aquí:
la doble estructura de la conciencia cotidiana (1), la constelación
bonapartista del presente (2) y la dimensión conflictiva de la
democracia (3).

1. Doble estructura de la conciencia cotidiana: en primer lu-


gar, debe señalarse que la distinción de tipo-ideal entre
los movimientos críticos del mercado y de clase no es
muy clara con referencia a la conciencia cotidiana empí-
ricamente demostrable de los empleados. Los motivos
que conducen a orientaciones populistas de derecha
pueden derivar tanto de la percepción de desigualdades

225
“¡Retomar el control!” Marx, Polanyi y la revuelta populista de derecha

específicas de clase como de la crítica de los mercados y


la alienación. En el primer caso, las orientaciones popu-
listas de derecha reflejan las consecuencias de una colo-
nización capitalista financiera (Landnahme), que ha con-
vertido a la República Federal en una de las sociedades
más desiguales de Europa y de la OCDE, no solo en tér-
minos de renta y riqueza, sino también en términos de
vivienda, salud, educación y distinción social (Fratzs-
cher, 2016, p. 9; Kaelble, 2017, p. 176; Alvaredo et al.,
2018, pp. 155-161). A través de un mecanismo causal na-
cionalista —“discriminación contra los alemanes”—,
esta experiencia conduce a una forma de procesamiento
que puede describirse como autoevaluación a través de
la devaluación de los demás.
En el segundo caso, los estándares desiguales de valo-
ración están asociados con la destrucción de la vida comu-
nitaria, cuyo núcleo real está enraizado en la economiza-
ción de áreas de la vida que en realidad obedecen a otros
principios de racionalidad (Schimank & Volkmann, 2017;
Aulenbacher et al., 2014). Esta experiencia se transforma en
crítica a la migración a través de una evocación de la co-
munalidad pasada y se utiliza para construir un antago-
nismo cultural —“culturas incapaces de integrar”— que
debe ser tratado mediante la democracia directa sobre la
base de “el pueblo”. En ambas formas de pensamiento, la
identidad del oponente permanece relativamente difusa.
Se traslada predominantemente a la esfera política y se di-
rige a las personas —“¡Merkel debe irse!”—. Las demandas
se dirigen principalmente al Estado y al gobierno. Quienes
votan al AfD como voto de protesta también subrayan que
se trata sobre todo de despertar a los “grandes partidos”
para que aborden las preocupaciones de los ciudadanos

226
Klaus Dörre

“normales” y sus familias. Este, el llamamiento a la protec-


ción estatal frente a la desigualdad, la injusticia y la pér-
dida de comunidad, nos permite hablar de movimientos
populistas de tipo polanyiano. Loss of control (Heitmeyer,
2018) es un término adecuado para resumir los motivos so-
cioeconómicos, culturales y políticos de la revuelta popu-
lista de derecha.

2. Constelación bonapartista: el hecho de que el aumento de


las desigualdades específicas de clase pueda convertirse
en una fuerza impulsora de la revuelta populista de de-
recha se debe a una constelación que, siguiendo a Marx,
puede describirse como “bonapartista” (Beck & Stutzle,
2018). Cuando Marx se ocupa de los procesos reales de
formación de clases, analíticamente va mucho más allá
del campo de la determinación socioeconómica de cla-
ses. En su célebre ensayo El dieciocho Brumario de Luis
Bonaparte (Marx, 1979) analiza las relaciones de poder y
alianzas entre clases y fracciones de clase que caracteri-
zaron a la sociedad francesa de la época. Utilizando el
ejemplo de los pequeños propietarios campesinos fran-
ceses, explica por qué una clase no puede constituirse
en un movimiento movilizado debido a su modo de
producción monádico, falta de medios de comunicación
y falta de organización. Las clases existentes estructu-
ralmente son, por lo tanto, incapaces por sí mismas de
producir movimientos de clase que actúen consciente-
mente. Por el contrario, las clases desmovilizadas que
carecen de actores representativos no tienen más reme-
dio que delegar sus intereses, siempre contradictorios y,
por lo tanto, interpretables, en actores políticos capaces.
La clase mayoritaria de pequeños propietarios campe-
sinos franceses votó a favor de Luis Bonaparte y su par-
tido del orden, porque prometía beneficios sociales y la

227
“¡Retomar el control!” Marx, Polanyi y la revuelta populista de derecha

restauración de la seguridad pública. Habiendo llegado


al poder por medios democráticos, el partido del orden
usó su posición para eliminar la democracia y restaurar
una forma monárquica de gobierno.
En condiciones completamente diferentes, la desmovi-
lización de las clases, esta vez dependientes de los salarios,
también se puede presenciar en el presente. Aunque la his-
toria no se repite, llama la atención que un aumento dra-
mático en las desigualdades específicas de clase esté ahora
acompañado por una debilidad de los sindicatos y las or-
ganizaciones políticas que operan sobre el eje del trabajo
asalariado y el capital, algo que probablemente sea único
desde 1945. Parece que el cambio estructural económico y
la precarización del trabajo han contribuido decisivamente
al hecho de que, en particular, los trabajadores industriales
en los viejos centros capitalistas ahora se consideran una
clase —fracción— en declive social (Therborn, 2012; Mila-
novic, 2016). Esta constelación puede describirse —en Ale-
mania y en Europa en general— como la de una sociedad
de clases desmovilizada. Hay lucha entre clases y facciones
de clase, pero la iniciativa es de las clases dominantes. La
conciencia cotidiana de los empleados carece de conectar
conceptos y formas de pensamiento con cuya ayuda po-
drían comprender las desigualdades y los conflictos socia-
les en términos de movilización colectiva y “lucha de cla-
ses democrática” (Dahrendorf, 1992; Korpi, 1983) y así es-
tar en condiciones de cambiar las relaciones sociales de po-
der y los acontecimientos de influencia en el ámbito polí-
tico.

1. Democracia conflictiva: las relaciones de clase, como ha


señalado Didier Eribon (2016, p. 122), tienen un efecto
incluso cuando ya no están en primer plano en el dis-

228
Klaus Dörre

curso público y la conciencia cotidiana. En tales conste-


laciones se abren espacios sociales en los que las clases
emergen principalmente como resultado de clasificacio-
nes y atribuciones negativas. Para decirlo sucintamente,
si la conciencia cotidiana de las clases dominadas carece
de orientaciones que puedan producir colectivos movi-
lizados, las relaciones de clase operan en forma de com-
petencia, como resultado de una separación perma-
nente en ganadores y perdedores y por medio de eva-
luaciones y devaluaciones colectivas. Las devaluaciones
aceleran el desarrollo de situaciones sociales que discri-
minan a todos aquellos que tienen que aceptar tales con-
diciones. El Estado, que directa o indirectamente distri-
buye del 40% al 60% del PIB en los países capitalistas
desarrollados, juega un papel central en esto. Al asignar
o restringir la propiedad social y, por lo tanto, un medio
para que los individuos aseguren su sustento, las activi-
dades estatales ejercen una influencia considerable en la
estructura de clases de la sociedad. Los deslindes fron-
terizos asociados a la expropiación de bienes sociales
promueven a su vez la formación de clases al estigma-
tizar a grandes grupos sociales. Para contrarrestar por
medios democráticos la experiencia de desvalorización
colectiva, resulta insuficiente, pues, evocar la cohesión
social, como ocurre actualmente en el discurso público
de las élites políticas. Los intentos de hacerlo son cual-
quier cosa menos selectivos en su respuesta al lamento
por la pérdida de comunidades supuestamente armo-
niosas y que forman un puente, incluso emocional, en-
tre la conciencia cotidiana de los empleados y el popu-
lismo de derecha organizado.

229
“¡Retomar el control!” Marx, Polanyi y la revuelta populista de derecha

En lugar de enfatizar demasiado la cohesión basada en


valores, debemos esforzarnos por contrarrestar la sensa-
ción generalizada de pérdida de control redescubriendo el
conflicto, la disputa y la lucha de clases regulada como for-
mas de societización democrática. Un concepto de clase
orientado a Polanyi puede ser útil aquí, uno que esté más
cerca del Marx antieconomicista del análisis del bonapar-
tismo de lo que sospecha el propio socialista austriaco: se-
gún Polanyi, los intereses de clase solo brindan “una expli-
cación limitada de la situación social a largo plazo”, ya que
los “intereses seccionales” deben estar siempre relaciona-
dos en última instancia con “una situación total” (Polanyi,
2001, p. 159). Además, los intereses de clase “se refieren
más directamente a la posición y al rango, al estatus y la
seguridad” y, por lo tanto, “principalmente no son econó-
micos, sino sociales” (Polanyi, 2001, p. 160). Por lo tanto,
un concepto de interés demasiado estrictamente definido
debe conducir a una “visión distorsionada de la historia
social y política” (Polanyi, 2001, p. 213), porque ignora el
hecho de que los hechos puramente económicos son mu-
cho menos relevantes para el comportamiento de clase que
cuestiones de reconocimiento social (Polanyi, 2001, p. 160).

En el análisis del bonapartismo de Karl Marx y especial-


mente en Antonio Gramsci encontramos ideas similares.
Un concepto de clase que integre la dimensión del recono-
cimiento podría unirse a análisis que aborden otros meca-
nismos causales de la desigualdad social: dominación, cie-
rre social, etc. Pero, sobre todo, permitiría examinar más
de cerca la pluralidad de las cuestiones sociales propias de
la clase. La mayoría de los empleados de derecha que en-
trevistamos no se consideraban pobres o precarios. Sus
problemas sociales son diferentes. En la “probatoria de sa-
larios” (Boltanski & Chiapello, 2003), que es fundamental

230
Klaus Dörre

para las sociedades capitalistas, y el problema del recono-


cimiento asociado con ella, se ven a sí mismos como miem-
bros de grupos cuyo desempeño no es suficientemente re-
compensado por la sociedad. Este problema apenas es
abordado, si es que lo es, por un sistema político que equi-
para las dislocaciones sociales con la pobreza, el desem-
pleo o la precariedad. A la falta de respeto, que es el ver-
dadero núcleo de la tesis de una nueva escisión (Merkel,
2017), también se oponen aquellas clases —o fracciones de
clase— académicamente calificadas y, por lo tanto, cultu-
ralmente superiores que, en forma de “distinción”, deva-
lúan el conservadurismo pragmático, valores, formas fa-
miliares y estilos de vida de la mano de obra industrial
cada vez más reducida (Williams, 2017; Evans & Tilly,
2017).

Esta experiencia de clase específica se vuelve material


para la formación del bloque populista de derecha. Pero
solo puede convertirse en un medio de vinculación cultu-
ral porque falta una política de clase movilizadora, demo-
cráticamente inclusiva, que pueda develar el carácter “am-
bivalox” de ese bloque. Porque es el plan político favore-
cido por la parte radical de mercado de este bloque —por
ejemplo, un mercado interior europeo sin instituciones re-
guladoras europeas— que produciría exactamente lo que
ya es perceptible en la vida cotidiana de los empleados
como desigualdad, devaluación colectiva y pérdida de
control, y que debe ser compensado por una comunidad
atávica. La política de clase democrática, por otro lado,
descompone cualquier noción de comunidades nacionales
homogéneas. Requiere autoactividad colectiva y une a
grupos que dependen directa o indirectamente de los sala-
rios, ya que solo puede tener éxito a través de fronteras ét-
nicas, nacionales y de género (Zwicky & Wermuth, 2018;

231
“¡Retomar el control!” Marx, Polanyi y la revuelta populista de derecha

Friedrich & Redaktion analyse und kritik, 2018; Riexinger,


2018; Candeias & Brie, 2017). En contraste con los llamados
a un nuevo populismo de izquierda (Mouffe, 2018), una
política de clase tan democrática no necesita ubicar los an-
tagonismos simplemente en la arena política y justificarlos
con la ayuda de un esquema amigo-enemigo inspirado en
Carl Schmitt. Los conflictos de interés y los antagonismos
se encuentran en las estructuras —de clase— de las propias
sociedades reales. La investigación comparativa que exa-
mina sistemáticamente las diferencias y similitudes no solo
entre los movimientos críticos del mercado y de clase, sino
también entre los movimientos autoritarios y democráticos
de tipo polanyiano (Becker et al., 2018b) podría, además de
su valor analítico intrínseco, contribuir también a funda-
mentar científicamente las políticas democrático-conflicti-
vas.

Por el momento, un primer resumen debe ser suficiente


para identificar los criterios empíricamente disponibles
para el análisis de los movimientos populistas de derecha
de tipo polanyiano. Dichos movimientos pueden (a) surgir
tanto de las desigualdades específicas de clase como de la
alienación impulsada por el mercado y la competencia; (b)
se convierten en movimientos de derecha porque, al atri-
buir las causas de las dislocaciones sociales, hacen uso de
un mecanismo de exclusión nacionalista que reemplaza la
sociedad por la comunidad nacional. Frente a un poder de
mercado difuso, estos movimientos (c) atribuyen las cau-
sas de la inseguridad y la injusticia sobre la base de la per-
sonalización, el conocimiento alimentado por el resenti-
miento y puntos de vista teóricos de la conspiración. Los
movimientos populistas de derecha de tipo polanyiano re-
claman (d) la función protectora del Estado nacional y se
vuelven atractivos para los trabajadores y empleados mal

232
Klaus Dörre

pagados, porque les otorgan autoestima a través de la de-


valuación de los demás. Las orientaciones correspondien-
tes, sin embargo, (e) no están exentas de contradicciones,
ya que el bloque populista de derecha “ambivalox” (f) pre-
tende servir a un expansionismo capitalista que promueve
la misma pérdida de control que lamenta el populismo so-
cial de derecha. Por ello, la revuelta de la derecha en última
instancia (g) queda como un contramovimiento imaginario
cuyo gesto opositor puede desencantarse en la medida en
que lo “ambivalox” se convierte en tópico público y popular
de los contramovimientos democráticos.

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239
Klaus Dörre

Democracia o capitalismo.
Sobre la societización
contradictoria de la política
La crisis de la democracia o del capitalismo democrático
está en boca de todos. Incluso los autores liberales de iz-
quierda críticos con el capitalismo hablan hoy de “condi-
ciones posdemocráticas”. La democracia liberal, o eso pa-
rece, ha pasado su cenit. A este respecto, puede resultar
sorprendente que me niegue a hablar de una crisis de la de-
mocracia, tanto por razones analíticas como normativas.
Esto de ninguna manera quiere decir que todo está bien
con la democracia, al contrario. No hay duda de que se está
produciendo una progresiva desdemocratización de la de-
mocracia en los viejos centros capitalistas, especialmente
en Estados Unidos. Sugiero que el nuevo autoritarismo
puede entenderse como una reacción política a una pro-
funda crisis del capitalismo. Más precisamente, los prime-
ros países industrializados en particular están atravesando
una crisis de tenaza económico-ecológica históricamente
nueva, y es totalmente incierto si esta crisis puede resol-
verse por medios democráticos y dentro de canales com-
patibles con el sistema. Con estas dificultades en mente, la

 Este texto se publicó en inglés bajo el título “Democracy or Capitalism.


On the Contradictory Societalization of Politics” en: Azzellini, D. (Ed.).
If Not Us, Who? Global Workers Against Authoritarianism, Fascism, and Dic-
tatorships. VSA, 2021, 15-22 (N. del T.)

241
Democracia o capitalismo. Sobre la societización contradictoria de la política

democracia ya no es, para sectores significativos de la élite


capitalista, la forma política de gobierno preferida (Jessop,
2018; Deppe, 2013). A la larga, la forma democrática de go-
bierno solo sobrevivirá si sus contenidos, procedimientos
e instituciones se extienden a campos y sectores antes ex-
cluidos de la toma de decisiones democráticas. Tal demo-
cratización, por lo que sostengo, equivale en última instan-
cia a una ruptura con el capitalismo. La erosión del capita-
lismo democrático puede conducir a un capitalismo alter-
nativo o puede conducir a una democracia radical.

¿Qué es la democracia?

En las sociedades capitalistas modernas, la democracia se


reduce invariablemente a la inclusión de las masas en la
toma de decisiones y, por tanto, a la socialización —Ver-
gesellschaftung— de la política. Desde un punto de vista ló-
gico-funcional, una forma democrática de gobierno basada
en la separación de la economía, el Estado y la sociedad
civil es la mejor forma política de gobierno para el capita-
lismo racional, es decir, para una sociedad que depende de
la innovación permanente, la revolucionarización de los
medios de producción, la expansión del mercado (Wood,
2010) y, sobre todo, la inclusión constante de un otro no
capitalista previamente excluido. Sin embargo, desde una
perspectiva histórica, la armonía del capitalismo y la demo-
cracia no es de ninguna manera la norma. Durante mucho
tiempo, la mayoría de las clases dominantes tuvo conside-
rables reservas sobre una forma de gobierno en la que las
masas populares estuvieran incluidas en la toma de deci-
siones políticas. Dondequiera que prevaleció la democra-
cia liberal, esto no estuvo de acuerdo con la economía ca-
pitalista y la voluntad de la gran burguesía, sino más bien
bajo la presión de los movimientos obreros y de masas que

242
Klaus Dörre

impusieron innovaciones políticas como el sufragio uni-


versal, igual y secreto contra grandes sectores de las clases
dominantes (Hobsbawm, 2017).

Con esto en mente, se puede hablar de un carácter dual


de las democracias modernas. Por un lado, la democracia
parlamentaria representativa funciona, o puede funcionar,
como mecanismo integrador de las clases dominadas. Sin
embargo, por otro lado, la democracia liberal también per-
mite que las masas participen en la política, un proceso que
puede ser autodinámico y puede salirse del control de
quienes están en el poder. Las democracias de masas mo-
dernas son, por lo tanto, el producto de una socialización
antagónica. Esto significa que, desde la perspectiva de las
élites capitalistas dominantes, la democracia es más fun-
cional cuando tiene un efecto de integración social junto
con todo lo demás que requiere el sistema capitalista. Bási-
camente, la democracia solo encaja con un capitalismo ra-
cional que ofrece a las clases dominadas la oportunidad de
impulsar sus intereses de forma organizada. Sin embargo,
incluso dentro de los Estados democráticamente constitui-
dos, siempre hay zonas de exclusión, por ejemplo, las sub-
clases, los grupos precarios y el sector del trabajo del cui-
dado. Además, existen zonas de exclusión en Estados de-
pendientes, periféricos o colonias en las que la democracia
no funciona en absoluto o lo hace de forma limitada. Estas
zonas de exclusión son variables; se pueden ampliar y re-
ducir. Su reducción puede ser el resultado de movimientos
anticolonialistas, como en India, o, como en Sudáfrica,
puede resultar de la lucha contra el apartheid. En este sen-
tido, el nexo entre capitalismo racional y democracia libe-
ral no está sujeto a ningún mecanismo social automático.

243
Democracia o capitalismo. Sobre la societización contradictoria de la política

Pero también es claro que la siempre tensa afinidad elec-


tiva entre capitalismo y democracia puede ser quebrada
por las clases dominantes.

Aquí es donde entra mi diagnóstico actual. Argumento


usando a Marx, pero me oriento a lo largo de una “línea
media” que se mueve entre el reformismo compatible con
el sistema y los conceptos leninistas de revolución. Esta lí-
nea, en la que se sitúan nombres como Wolfgang Aben-
droth, algunos austromarxistas, Antonio Gramsci y, en
cierta medida, Nicos Poulantzas, es la que considero más
importante respecto a los viejos centros capitalistas. Las vi-
siones del Estado categorizables bajo la “línea media” es-
tán orientadas, con toda su diversidad, hacia la idea básica
de que el Estado, la ley y, por lo tanto, la democracia, se
basan en compromisos asimétricos. Las clases subalternas
solo pueden integrarse si hay concesiones a sus intereses.
Estas concesiones se institucionalizan como derechos so-
ciales y democráticos; su contenido normativo puede en-
tonces durar incluso más que cambios significativos en las
relaciones sociales de poder.

El poder obrero institucionalizado se basa en tales dere-


chos. Tal poder institucionalizado hizo posible lo que Bob
Jessop, siguiendo a Max Weber, llama capitalismo racio-
nal. Fue un capitalismo en el que la sobreexplotación fue
marginada por un período de tiempo históricamente corto.
La “conquista” —Landnahme— financiero-capitalista que
comenzó a mediados de la década de 1970 hizo retroceder
parcialmente esta forma de societización antagónica de la
política. Ha recortado los derechos sociales y debilitado
aún más al adversario potencial del capital, que había ga-
nado las reformas sociales después de renunciar a la revo-
lución. Pero, sobre todo, ha ampliado enormemente la

244
Klaus Dörre

zona de exclusión, que tiende a eludir la toma de decisio-


nes democrática, al ampliar los mecanismos de mercado.

En pocas palabras, nos enfrentamos a una manifesta-


ción de desigualdades principalmente específicas de clase
en los viejos —pero también en los nuevos— centros capi-
talistas que recuerda a los tiempos prerrevolucionarios. Al
mismo tiempo, las fuerzas que representaban el viejo anta-
gonismo de clases son más débiles ahora que en cualquier
momento desde 1945. Sin embargo, paralelamente a este
desarrollo, también ha habido una institucionalización de
nuevos movimientos sociales que representan intereses re-
productivos y poder metabólico1. De hecho, un proceso de
integración similar al que se ha extendido un buen siglo en
el caso del movimiento obrero de Europa Occidental se
viene produciendo desde hace tres décadas con los nuevos
movimientos sociales. Estamos lidiando con una institu-
cionalización del poder reproductivo y metabólico, como
lo ilustran los objetivos de sostenibilidad, los comisionados
de igualdad de oportunidades y los funcionarios ambien-
tales. Esta integración institucional es la esencia de lo que
Nancy Fraser ha llamado neoliberalismo progresista (Fra-
ser, 2009).

El derecho, que no es idéntico a la democracia, ya que


permite a las minorías e incluso a los individuos impugnar
las decisiones democráticas, se ha convertido en la forma
de regulación incluso de aquellas contradicciones y anta-
gonismos que estallan en el conflicto social ecológico y en

1 Debe hacerse una distinción entre el poder del capital y de los trabaja-
dores y una forma —heterodoxa— de poder que surge de la posición de
los grupos de interés conscientes en la reproducción de las condiciones
naturales. Sus fuentes se basan en el trabajo como un proceso dador de
vida, por lo tanto, no principalmente en el empleo asalariado o remune-
rado. Me refiero a esto como poder metabólico.

245
Democracia o capitalismo. Sobre la societización contradictoria de la política

el sector social reproductivo. Esto conduce a una constela-


ción paradójica. Por un lado, continúa el declive de los ac-
tores de la sociedad civil construidos en torno a la oposi-
ción entre el trabajo asalariado y el capital. Por otro lado,
sociedades como la alemana disfrutan de un grado de li-
bertad civil que les permite vivir con más libertad que
nunca con respecto a las orientaciones sexuales, creencias
religiosas y diversas formas de compromiso cívico en el
ámbito de la inclusión social. A las élites capitalistas ape-
nas les queda nada por integrar debido a la debilidad de
los antagonistas potenciales, pero es precisamente por eso
que ocurren disfunciones elementales dentro del sistema
capitalista y sus democracias.

Estas disfunciones son el resultado de un capitalismo


político algo irracional, un capitalismo político que tam-
bién es en gran parte responsable de los problemas de la
democracia. Por supuesto, el mal funcionamiento también
existe dentro del sistema político. Una de las causas funda-
mentales de esto fue que los partidos de centro-izquierda
en los centros capitalistas se habían sometido a los supues-
tos imperativos de la globalización y habían abandonado
efectivamente su reformismo social, que aún servía al viejo
antagonismo. Este giro en la socialdemocracia permitió
que los partidos liberal-conservadores se movieran hacia
el centro, con el efecto de que el centro político en las de-
mocracias occidentales ya no permita la polarización. Du-
rante mucho tiempo, no había mucha diferencia si se ele-
gían conservadores o socialdemócratas. Esto es precisa-
mente lo que ha fomentado una revuelta populista de de-
recha, que opera con un doble frente. Por un lado, es un
intento de ocupar la cuestión social desde la derecha y ro-
bársela a la izquierda; por otro lado, es un ataque al grado

246
Klaus Dörre

de liberalismo político-cultural en las sociedades civiles


democráticamente constituidas.

La tendencia hacia las democracias bonapartistas

La revuelta de la derecha radical, que está interesada en


preservar el capitalismo y, por lo tanto, es imaginaria, se-
ñala más que la incapacidad de los partidos políticos para
participar en un conflicto democrático. Es también la ma-
nifestación de una tendencia hacia las democracias bona-
partistas, más o menos pronunciada en todos los centros
capitalistas. El bonapartismo (Marx, 1982) se refiere a una
“forma excepcional” (Hall, 2014, p. 92) del Estado que in-
moviliza la tensión entre capitalismo y democracia en un
interregno político. Como explicación, el bonapartismo
siempre se vuelve interesante cuando la tensión entre el ca-
pitalismo y la democracia se revela abiertamente sin que se
vislumbre ninguna resolución del estancamiento subya-
cente. A diferencia de otras formas autoritarias de go-
bierno, la excepción bonapartista se caracteriza por tres
rasgos estructurales: (1) la revolución bloqueada; (2) un inter-
regno que mantiene bajo control las fuerzas de lo nuevo; (3)
un transformismo apoyado por partes de las clases subalter-
nas que delegan sus intereses en líderes y formaciones au-
toritarias a falta de una alternativa. Todas las característi-
cas estructurales anteriores son características de la “larga
década” entre la crisis financiera mundial y la pandemia
del coronavirus.

(1) Revolución bloqueada: en particular, los primeros paí-


ses industrializados, pero también los mercados emergen-
tes, atraviesan actualmente una crisis de tenazas econó-
mico-ecológica, que representa un punto de inflexión en la
relación entre la sociedad y la naturaleza. La crisis de tena-
zas significa que el medio más importante para superar el

247
Democracia o capitalismo. Sobre la societización contradictoria de la política

estancamiento, el desempleo y la pobreza, y para apaci-


guar los conflictos de clase bajo el capitalismo, a saber, la
generación de crecimiento económico, se está convir-
tiendo, en las condiciones actuales —altas emisiones, uso
intensivo de recursos y energía, combustibles fósiles, acti-
vidad económica basada en combustibles—, en algo cada
vez más destructivo en términos ecológicos y, por lo tanto,
sociales. La tenaza de la economía y la ecología marca una
crisis que actualmente acecha sin resolver detrás de la pan-
demia del coronavirus. Solo por su complejidad, es proba-
ble que dure mucho tiempo. Sin embargo, los objetivos de
sostenibilidad, fijados en 17 Objetivos de Desarrollo Soste-
nible —ODS— y con los que se ha comprometido casi toda
la comunidad de Estados, exigen que la crisis de tenazas
llegue a su fin para que gran parte del planeta no se vuelva
inhabitable. Estos objetivos han sido durante mucho
tiempo más que simples declaraciones de intenciones no
vinculantes. Con el compromiso sancionable de una des-
carbonización completa de la economía europea para 2050,
la presión por la transformación ha llegado a sectores in-
dustriales clave como la energía y la automoción. No solo
los primeros países industrializados, sino también las eco-
nomías emergentes se enfrentan a una revolución de la sos-
tenibilidad cuyos presupuestos de tiempo se reducen en la
medida en que los cambios previstos se retrasan.

(2) Interregno: esta constelación históricamente nueva de


crisis contiene las semillas del problema que condujo al in-
terregno político descrito anteriormente. El centro político
—centro-derecha y centro-izquierda en el espectro— se ha
mostrado hasta ahora incapaz de superar la crisis de tena-
zas. Las élites capitalistas liberales cuentan con una econo-
mía social de mercado renovada y la ayuda de la tecnolo-

248
Klaus Dörre

gía digital para poder hacer rápidamente el cambio atra-


sado hacia la sostenibilidad. Al hacerlo, se enfrentan a una
peculiar cuadratura del círculo que caracteriza actual-
mente a cualquier política de sostenibilidad. Por un lado,
(casi) todo debe cambiar lo más rápido posible, porque “es
muy urgente. Un colapso del sistema es un peligro real”
(Weizsäcker, 2020, p. 82). Por otro lado, “la eficiencia de los
recursos y la economía circular de un capitalismo natural
[¡sic!-K.D.] no deben verse como una amenaza”
(Weizsäcker, 2020, p. 93). De esto se podría concluir que es
más probable que la economía de la ganancia se vuelva
sostenible o que el mundo se acabe, a que el capitalismo dé
paso a un orden social diferente.

Las fuerzas del centro político aún no han podido resol-


ver este dilema. Sin embargo, el estancamiento en el centro
político también se ve exacerbado por el hecho de que los
dos principales campos de oposición del “espíritu de Porto
Alegre” a menudo actúan uno contra el otro. Aquellas for-
maciones que representan una continuidad de los viejos
movimientos socialistas y obreros —organización vertical,
lucha por el poder— se ubican predominantemente en el
eje de los conflictos capital-trabajo. El campo en competen-
cia de las corrientes y movimientos libertarios, por otro
lado, se basa en la autoorganización —descentralización
funcional—, rechaza como cuestión de principio la idea del
crecimiento económico como el objetivo de la política
emancipadora y, además de los ejes de etnicidad/naciona-
lidad y género, opera principalmente en el campo del con-
flicto social ecológico. Numerosas divisiones entre los dos
campos han impedido hasta ahora el desarrollo de una al-
ternativa política efectiva desde abajo.

249
Democracia o capitalismo. Sobre la societización contradictoria de la política

(3) Transformismo: el interregno político y la escisión de


las fuerzas de oposición de izquierda a su vez favorecen un
transformismo (Gramsci, 1991, p. 98, 101-116) del campo au-
toritario dentro de las élites capitalistas. El transformismo
se refiere a la capacidad política en situaciones de crisis
para encarnar de manera creíble la ruptura con el orden
existente y asumir el liderazgo como solucionador de pro-
blemas. La derecha radical responde a la globalización con
el neonacionalismo, a la desigualdad con una etnización de
los conflictos distributivos y al cambio climático con su ne-
gación o relativización. Esto da como resultado polariza-
ciones políticas que se interpretan, sin duda prematura-
mente, como una nueva escisión entre globalistas y comu-
nitaristas o como una división entre “Anywheres” simpati-
zantes de la globalización y “Somewheres” escépticos de la
globalización. En mi opinión, esto es más una indicación
de que la clase social y los conflictos ecológicos y sociales
se están convirtiendo cada vez más en un conflicto de
transformación socioecológica. Solo aquellos actores que
aborden los temas clave de ambos ejes del conflicto tienen
la oportunidad de superar el interregno político existente
a favor de los objetivos de sostenibilidad.

Conflictos de clases desplazados

Todos los datos de la investigación empírica de la ciencia


política sobre la democracia indican que el apoyo a la de-
mocracia es mayor cuando se logra la prosperidad econó-
mica. Tras la crisis de 2007-2009, un Estado como la Repú-
blica Federal de Alemania atravesó uno de los periodos de
prosperidad más largos de su historia. Sin embargo, las ta-
sas de crecimiento de ninguna manera han alcanzado el ni-
vel de auges anteriores. Las poblaciones europeas enveje-

250
Klaus Dörre

cen y se reducen. A pesar del despliegue masivo de tecno-


logía y digitalización, la productividad laboral en los viejos
centros capitalistas está aumentando muy lentamente.
Esto plantea la pregunta: ¿qué significa un crecimiento dé-
bil sostenido para la estabilidad de la democracia? Para
responder a esto, necesitamos mirar nuevamente lo que su-
cedió en la era de la expansión del capitalismo financiero.
En el período comprendido entre mediados de la década
de 1970 y el cambio de milenio, el capitalismo de mercado
financiero fue el segundo proyecto de crecimiento más exi-
toso en la historia de la formación social capitalista. Al
mismo tiempo, la desigualdad social alcanzó dimensiones
inéditas durante mucho tiempo, al menos en los centros de
Europa continental. Esto está relacionado con el hecho de
que la lógica societizadora del capitalismo financiero de
mercado invierte la relación entre producción, mercado y
reproducción. Todo se concibe desde el punto de vista del
cliente y los intereses del productor se comparan con los
intereses del cliente. Desde la perspectiva del capital, es
primordial que se pueda comprar barato. La presión sobre
los salarios —la relación salarial ha caído casi continua-
mente en los países de la OCDE desde la década de 1980 y
el promedio de la OCDE se mantiene en un mínimo histó-
rico a pesar de un ligero aumento después de 2013— se
compensa con la reducción del precio de los bienes de con-
sumo. En muchos aspectos, esto es fatal, porque las condi-
ciones de producción se ignoran en gran medida, especial-
mente en las cadenas de valor transnacionales. En Alema-
nia, el 40% inferior de los asalariados ha sufrido pérdidas
de ingresos reales en los últimos 20 años. El sector precario
y de bajos salarios se ha expandido rápidamente. Como
consecuencia, una creciente abundancia de bienes, a me-
nudo producidos en zonas de exclusión social, significa

251
Democracia o capitalismo. Sobre la societización contradictoria de la política

que las oportunidades de crecimiento para cada individuo


se están reduciendo.

Para decirlo de manera más directa, las personas siem-


pre son sujetos de crecimiento, no pueden evitarlo. Pero el
crecimiento significa algo completamente diferente para
los sujetos individuales que para las empresas capitalistas.
Como ha demostrado Erich Fromm, los sujetos siempre es-
tán preocupados por el crecimiento de sus propias capaci-
dades, por el desarrollo de sus propios poderes orientados
al crecimiento. Este tipo de crecimiento se ve obstaculizado
cada vez más por los patrones prevalecientes de produc-
ción capitalista de mercancías, tanto en el Norte como en
el Sur Global. Sin embargo, mientras las mayorías de la po-
blación solo puedan desarrollar sus propios poderes si par-
ticipan directa o indirectamente en el trabajo dependiente,
se verán obligadas a participar en una lucha por la distri-
bución del excedente social que han ayudado a crear.

Es un reto existencial para los sindicatos gestionar la


enorme presión derivada de la caída de las tasas de creci-
miento, la digitalización, la necesaria descarbonización de
la economía y el atrasado cambio de modelo industrial, de
forma que se mantenga la capacidad de conflicto —o in-
cluso establecido en primer lugar—. Precisamente porque
este es el caso, los sindicatos y los empleados a veces se
aferran a lo que existe actualmente, ya sea la extracción de
lignito o la producción de motores de combustión perjudi-
ciales para el medio ambiente. Esto hace que sea aún más
problemático que las luchas progresistas como la de Ale-
mania por la reducción de la jornada laboral, por la que el
sindicato IG Metall pudo movilizar a 1,5 millones de per-
sonas, prácticamente no encuentren resonancia pública en
el sistema político. Este problema también es doméstico.

252
Klaus Dörre

La izquierda académica guarda silencio en gran medida o


denuncia luchas como las de los hombres blancos mayores
privilegiados. Solo una mirada a la mano de obra joven, a
menudo migrante, en muchas empresas de la industria
metalúrgica y eléctrica podría enseñarles una lección. Ha-
blando en términos más generales, Didier Eribon tiene ra-
zón cuando argumenta que faltan espacios de resonancia
pública para la política democrática, incluida la de clase,
una política que se preocupa por los salarios, las condicio-
nes laborales y las horas de trabajo, pero también por las
actividades reproductivas, la renta y la infraestructura so-
cial y la sostenibilidad ecológica. Esta falta de resonancia
pública de la política de clase impide efectivamente una
superación progresiva del interregno político.

Por esta razón, la reactivación y politización de las lu-


chas en el eje de clase es un requisito previo importante
para poner en su lugar la revuelta antidemocrática de la
derecha y superar el estancamiento político en el centro del
sistema político. Esto no significa, sin embargo, que las lu-
chas sociales construidas en torno al antagonismo de clase
puedan por sí solas evitar una recaída en posiciones étnico-
nacionalistas y superar la crisis de tenazas. Los viejos mo-
vimientos obreros son ahora demasiado débiles para esto.
Hay, sin embargo, otro punto de partida: uno que, inspi-
rándose en Marx, sitúa la expansión del capitalismo en la
sociedad y la naturaleza en el centro del análisis y, desde
esta perspectiva, determina las fuerzas compensatorias.
Entonces, el antagonismo social puede verse no solo como
un antagonismo entre clases sino, en resumen, entre la so-
cietización de mercado y las instituciones que hacen posi-
bles los mercados en primer lugar.

253
Democracia o capitalismo. Sobre la societización contradictoria de la política

Conclusiones

Con visiones de una democracia transformadora, uno


inevitablemente pasa de la división de clases a los ejes de
género, naturaleza y devaluación racial. Reconocer la di-
versidad de mecanismos de explotación y dominación im-
plica, pues, necesariamente, ir más allá del clasicismo tra-
dicionalista o de una perspectiva reducida a las políticas
distributivas socialdemócratas y sindicales. No hay nada
que sugiera que la tardía revolución de la sostenibilidad
pueda lograrse principalmente, si no exclusivamente, a
través de medios basados en el mercado. Un problema cen-
tral de las condiciones económicas actuales es precisa-
mente que “estamos lidiando con las consecuencias de un
sistema económico” que “opera con demasiada poca com-
plejidad”. La centralidad del lucro privado contradice la
diversidad de la sociedad y el grado de complejidad de sus
problemas. Es por esto por lo que solo los cambios radica-
les son verdaderamente realistas y solo la acción solidaria
da sentido real a la vida (Ringer & Wermuth, 2020, pp. 62,
206). Frente a un capitalismo expansivo y cada vez más
destructivo, la democracia solo puede mantenerse me-
diante la expansión. “El capitalismo es incompatible con la
auténtica democracia y la paz”, dice el manifiesto Femi-
nismo para el 99% (Arruzza et al., 2019, p. 66). Por ello, un
nuevo feminismo es necesariamente “ecosocialista”
(Arruzza et al., 2019, p. 63). Lo mismo podría decirse de
una política de clase unificadora. Debe ser necesariamente
feminista, antirracista y ecológicamente sostenible para ha-
cer posible lo que podría resultar esencial para la supervi-
vencia: la democratización radical y la transformación so-
cialista de las sociedades capitalistas modernas.

254
Klaus Dörre

Referencias

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Verlag.
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Wood, E. M. (2010). Demokratie contra Kapitalismus: Beiträge
zur Erneuerung des historischen Materialismus. Neuer ISP
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GRUPO DE INVESTIGACIÓN EN FILOSOFÍA

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