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EL CONCEPTO DE CRISIS
Por de pronto, el nivel sistémico, es decir, propio de todo sistema, sea cual fuere. El
concepto de sistema, es decir de conjunto organizado por la interrelación de sus
constituyentes, debe evocar necesariamente la idea de antagonismo.
Toda interrelación entre elementos, objetos, seres, supone la existencia y el interjuego
de atracciones, afinidades, posibilidades de relación. Pero si no hubiera ninguna fuerza de
exclusión, de repulsión, de disociación, todo se sumiría en la confusión, y no sería posible
concebir ningún sistema. Para que haya sistema, es necesario que se mantenga la
diferencia, es decir, que se mantengan las fuerzas salvaguardando por lo menos algo
fundamental en la originalidad de los elementos u objetos o interrelaciones, y por
consiguiente, el mantenimiento, contrabalanceado, neutralizado o virtualizado, de fuerzas
de exclusión, de disociación, de repulsión. Como lo dice excelentemente Lupasco, "a fin de
que un sistema pueda formarse y existir, es necesario que los constituyentes de todo
conjunto, por su naturaleza o por las leyes que los rigen, sean capaces de acercarse al
mismo tiempo que de excluirse, de atraerse y a la vez repelerse, de asociarse y disociarse,
de integrarse y desintegrarse" (S. Lupasco, l'Energie et la Maticre vivante, pág. 332). Así,
toda interrelación necesita y actualiza a la vez un principio de complementariedad, necesita
y virtualiza a la vez un principio de antagonismo.
Así, en los núcleos atómicos, las repulsiones eléctricas entre protones resultan
superadas, en el estado neutralizado, por las interacciones llamadas fuertes, las que
implican la presencia de neutrones. Las relaciones entre átomos en la molécula son
estabilizadas por la equilibración que se efectúa entre la electricidad positiva y negativa.
Así, la interrelación más estable supone que las fuerzas antagónicas sean a la vez
mantenidas y neutralizadas. A diferencia de los equilibrios termodinámicos de
homogeneización y desorden, los equilibrios organizacionales son equilibrios de fuerzas
antagónicas. Y toda relación, ergo toda organización, todo sistema, implican, producen el
antagonismo.
Al antagonismo de fuerzas que supone toda interrelación, se le unen y sobreimprimen
los antagonismos (latentes o manifiestos, virtuales o actualizados) que la organización
sistémica produce. Estableciendo la integración de las partes en el todo a través de
múltiples complementariedades (de las partes entre ellas, del todo con las partes) el
sistema instaura restricciones, inhibiciones, represiones, así como la dominación del todo
sobre las partes, del organizador sobre lo organizado: estas restricciones y dominaciones
avasallan, potencializan, fuerzas y propiedades que, de tener que expresarse, serían
antagónicas con respecto a las otras partes, a las interrelaciones, a la organización, al
conjunto del sistema. Hay, pues, un antagonismo latente entre lo que está actualizado y lo
que está virtualizado. Lo que, en los sistemas estrictamente físico-químicos está
actualizado, es complementario, asociativo, organizacional. Así, se puede enunciar aquí el
siguiente principio sistémico: La unidad compleja del sistema crea y a la vez rechaza un
antagonismo.
El antagonismo latente o virtual entre partes relacionadas así como entre las partes y
el todo es la otra cara de la solidaridad manifiesta en el seno del sistema. Se puede
formular, pues, igualmente, el principio, de esta manera: las complementariedades
sistémicas son indisociables de antagonismos. Estos antagonismos permanecen ya
virtuales, ya mas o menos controladores. Irrumpen cuando hay crisis, y hacen crisis cuando
están en erupción. En los sistemas vivos, las complementariedadcs son inestables y
oscilan, al mismo tiempo que los antagonismos, de la actualización a la virtualización, de
la virtualización a la actualización. En los ecosistemas y los sistemas sociales de los
mamíferos, comprendidos los humanos, la relación entre complementariedades,
concurrencias, antagonismos, se complejiza, y las mismas relaciones pueden en su
ambigüedad, ser al mismo tiempo complementarias, concurrentes y antagónicas. Se verá
que en el seno del sistema vivo un proceso de desorganización o desintegración es a la
vez complementario, concurrencial y antagónico al proceso de reorganización permanente
de la vida.
restricciones
inliibiciones / represiones
antagonismo virtual
El antagonismo organizacional/anti-organizacional
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Los Estados autoritarios, sobre todo en sus variantes totalitarias, tienden sin tregua a aniquilar los
antagonismos y los desórdenes (mediante la represión, el campo de concentración, la liquidación física de
los portadores de antagonismos y desorden) en lugar de utilizar sus virtualidades organizacionales en el
sentido de la complejidad.
permanente, ligada ésta a la desorganización permanente, es decir a la presencia
necesaria, a la vez vital y mortal (compleja, por lo tanto) del desorden en el seno de las
organizaciones neguentrópicas. Tales sistemas no pueden subsistir y desarrollarse si no es
con y por los intercambios con el medio (de materia, energía, pero también de organización
y de información); dependientes del medio en y por su autonomía relativa (aún un rasgo de
complejidad), están sometidos, por eso mismo, a los aleas ecológicos, a las perturbaciones
fenoménicas surgidas del mundo exterior. Así, estos sistemas llevan en sí el desorden y el
alea, los producen (por el consumo de energía que aumenta la entropía) y los reciben del
exterior. Tales sistemas no pueden evidentemente subsistir, es decir, rechazar el desorden,
integrar el desorden, utilizar el desorden que gracias a un principio auto-referente de
organización, que implica un dispositivo generativo (el “código genético” inscripto en el ADN
de los individuos vivos, el conjunto de las reglas socio-culturales, de las normas, saberes y
habilidades de una sociedad) y un dispositivo fenoménico.
Es por ello que digo que tales sistemas que son auto-(geno-feno)-eco-re-
organizadores.
Ahora bien, a partir de los aleas/desórdenes internos y externos, y sobre todo a partir
de sus interferencias, dichos sistemas son aquellos en los que aparecen estos fenómenos
complejos llamados crisis. Así se revela el tercer nivel de complejidad que no solamente
nutre, sino que permite el surgimiento del concepto de crisis.
Ése es el mínimo necesario (y no suficiente) sin el cual la teoría de la sociedad sería
no solamente unidimensional, sino irreal, y sin la cual no hay teoría posible de la crisis.
El concepto de crisis, como todo concepto molar, está constituido, en realidad, por
una constelación de nociones interrelacionadas.
1. La idea de perturbación
La idea de perturbación es la primera que hace surgir el concepto de crisis. Esta idea
tiene en realidad un doble aspecto. Por una parte, en efecto, puede ser el acontecimiento,
el accidente, la perturbación exterior que desencadena la crisis. Y, en este sentido, las
fuentes de crisis pueden ser muy diversas: mala cosecha, invasión seguida de derrota,
etcétera. Pero más interesantes son, no las perturbaciones que originan las crisis, sino las
perturbaciones surgidas de procesos aparentemente no perturbadores. A menudo, estos
procesos aparecen como el crecimiento demasiado grande o rápido de un valor o variable
en relación con los otros: crecimiento "excesivo" de una población en relación con los
recursos de un medio dado (y, a menudo en ecología animal, antes, incluso, que la escasez
de los recursos, es la superación de un cierto umbral de densidad demográfica lo que
provoca las perturbaciones "crísicas" en los comportamientos), o como se decía en la
economía clásica, el crecimiento excesivo de la oferta en relación con la demanda .
Cuando se consideran estos tipos de procesos en términos sistémicos, se ve que el
crecimiento cuantitativo crea un fenómeno de sobrecarga: el sistema se vuelve incapaz de
resolver los problemas como lo hacía cuando estaba de este lado de ciertos umbrales.
Sería necesario que pudiera transformarse. Pero no puede concebir ni efectuar una
transformación de ese tipo. O bien la crisis nace de una situación de double-bind, es decir
de doble vínculo en que el sistema, colocado entre dos exigencias contrarias, queda
paralizado, perturbado, y desordenado.
De manera más amplia, la perturbación de crisis puede ser considerada como
consecuencia de sobrecargas o double- bind, en la que el sistema se encuentra enfrentado
con un problema que no puede resolver según las reglas y normas de su funcionamiento y
de su existencia corrientes. Entonces, la crisis aparece como una ausencia de solución
(fenómenos de desorden y desorganización) que pueden de golpe suscitar una solución
(nueva regulación, transformación evolutiva).
Resulta claro, por lo tanto, que lo que es importante para el concepto de crisis, no es
tanto la perturbación externa que efectivamente en ciertos casos desencadena un proceso
de crisis; es la perturbación interna, a partir de procesos aparentemente no perturbadores.
Y la perturbación interna, provocada por sobrecarga o double-bind, se va a manifestar
esencialmente como debilidad en la regulación, decadencia de una homeóstasis, es decir,
como desarreglo. La verdadera perturbación de crisis es el desarreglo. Se encuentra en el
nivel de las reglas de organización de un sistema, en el nivel, no solamente de los
acontecimientos fenoménicos exteriores en el cual está inmerso ecológicamente el
sistema, sino de su organización misma, en lo que ella tiene de generativo y regenerador.
El desarreglo organizacional se traducirá pues en disfunción allí donde había
funcionalidad, ruptura allí donde había continuidad, feed-back positivo allí donde había
feed-back negativo, conflicto allí donde había complementariedad. . .
3. Bloqueo/desbloqueo
Lo que resulta notable, es que la irrupción de los desórdenes está asociada a la
parálisis y la rigidificación de lo que constituía la flexibilidad organizacional del sistema,
sus dispositivos de respuesta, de estrategia, de regulación. Todo ocurre como si la crisis
anunciara dos formas de muerte que efectivamente conjugadas constituyen la muerte de
los sistemas neguentrópicos: la descomposición, es decir la dispersión y el retorno al
desorden de los elementos constitutivos por un lado, por otro, la rigidez cadavérica, es decir
el retorno a las formas y causalidades mecánicas.
Este segundo aspecto, de rigidificación, se manifiesta por el bloqueo de lo que, hasta
ese momento, aseguraba la reorganización permanente del sistema, en primer lugar el
bloqueo de los dispositivos de retroacción negativa que anulan las desviaciones y
perturbaciones.
Ahora bien, este bloqueo en los dispositivos de reorganización permanente suscita o
permite el desbloqueo de potencialidades, o realidades inhibidas. En efecto, el bloqueo
organizacional corresponde al levantamiento de las restricciones que pesan sobre los
componentes y los procesos constituyentes del sistema.
Una vez más, el carácter central de la crisis no está solamente en la explosión, el
surgimiento del desorden, de la incertidumbre; está en la perturbación/bloqueo sufrido por
la organización/reorganización, está en el desarreglo, la pérdida de regulación. Y cuanto
más "profunda" es la crisis (crisis de "civilización") más necesario es buscar el nudo de la
crisis en algo profundo y que está oculto al juego del dispositivo de la regulación.
El "desbloqueo" de crisis se manifiesta bajo aspectos diferentes, en realidad
inseparables entre sí. Enumerémoslos aquí, sin que enumeración signifique jerarquía.
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El lazo entre crisis y double-bind puede ser aprehendido en forma simplificada a través de dos ejemplos,
uno estrictamente cibernético, el otro biológico. El primero concierne a la tortuga electrónica de Grey Walter,
cuyo comportamiento, una vez que se le establecen cuasireflejos condicionados contradictorios, se vuelve
"neurótica" es decir, incoherente o bloqueada. El segundo concierne a las experiencias en las que se hace
sufrir un "double-bind" a un animal. Tomemos una experiencia practicada sobre el gato. Sea una corriente de
aire caliente (a la que el gato tiene horror) que se encuentra asociada a una presentación de alimento (que
el gato desea). Al cabo de cierto tiempo, la doble presentación desencadena fenómenos de ansiedad, de
indisposiciones psicosomáticas, de aberraciones sexuales, de inhibiciones, aversiones, fobias, sospechas,
combates contra un enemigo imaginario, conductas ritualizadas. Este ejemplo permite ver, no solamente el
carácter múltiple y multidimensional del desorden en cadena, es decir la variedad de los efectos de crisis,
sino también ya las formas "crísicas" de respuesta, es decir, rituales o míticas (la lucha contra el enemigo
imaginario).
10. La, dialectización de todos estos componentes
Por medio de la abstracción, he aislado aquí relativamente algunos de los
componentes de la crisis; sin embargo, está claro que la crisis no es sólo el conjunto de
sus componentes, sino también sus interacciones, sus combinaciones, el juego a la vez
complementario, concurrente y antagónico de estos procesos y fenómenos, es
decir, su dialectización.
La crisis es a la vez los bloqueos y los desbloqueos, los juegos de los feed-back
negativos y positivos, los antagonismos y las solidaridades, los double-bind, las
investigaciones prácticas y mágicas, las soluciones en el nivel físico y en el nivel mitológico.
El concepto de crisis es, pues, extremadamente rico; más rico que la idea de
perturbación; más rico que la idea de desorden; lleva en sí perturbaciones, desórdenes,
desviaciones, antagonismos, pero no solamente esto; estimula en sí las fuerzas de la vida
y las fuerzas de la muerte que se convierten, en ella todavía más que en otro lado,
en las dos caras del mismo fenómeno. En la crisis son simultáneamente estimulados los
procesos casi “neuróticos” (mágicos, rituales, mitológicos) y los procesos inventivos y
creadores. Todo eso se confunde, se entrecruza, se “entre-combate”, se “entre-combina”…
Y el desarrollo y el resultado de la crisis, son aleatorias no solamente porque hay progresión
del desorden, sino porque todas estas fuerzas, estos procesos, estos fenómenos
extremadamente ricos se influyen y destruyen entre sí en el desorden.
Crisis y transformaciones
1. De la acción
La crisis pone en movimiento procesos desordenados que pueden volverse
desenfrenados. En estas condiciones, la acción, que se funda sobre la previsibilidad y el
empleo de determinismos, se encuentra casi reprimida. Pero desde otro ángulo, está
estimulada. En una situación normal, el predominio de los determinismos y las
regularidades permite una acción que se desarrolla entre márgenes muy estrechos, y que
va en el sentido de estos determinismos y regularidades. En cambio, la crisis crea nuevas
condiciones para la acción. Así como la estrategia militar sólo puede desplegarse en el
marco aleatorio de las batallas, así como toda situación aleatoria permite golpes de audacia
en las estrategias de juego, comprendidos los juegos de la política, del mismo modo la
situación de crisis, en nombre de estas incertidumbres y azares, en nombre de la movilidad
de las fuerzas y de las formas en presencia, en nombre de la multiplicación de las
alternativas, crea condiciones favorables para el despliegue de estrategias audaces e
inventivas, favorables al carácter propio de toda acción: la decisión entre diversos
comportamientos o diversas estrategias posibles. Las decisiones, en momentos de apogeo,
de todo o nada, tomadas por un número muy restringido de individuos, hasta por un solo
individuo (alera jacta est) pueden acarrear consecuencias irreversibles e incalculables
sobre todo el proceso. En este sentido, igualmente, la crisis es tributaria del azar: en algunos
de sus momentos-encrucijadas, es posible que una minoría, una acción individual, haga
inclinar el desarrollo en un sentido a veces altamente improbable. La amplificación del papel
de la acción individual y la amplificación del papel del azar van juntas, son las dos caras del
mismo fenómeno.
2. El cambio: progresiones/regresiones
La crisis lleva en sí, en lo que concierne a las sociedades históricas, no solamente la
potencialidad del retorno al statu quo ante, (por reabsorción de la perturbación), no
solamente la potencialidad de desintegración del sistema en tanto sistema (una sociedad
puede escindirse, disociarse), no tanto la posibilidad de desintegración total (una sociedad
histórica es relativamente inagotable, y sólo un genocidio, un ataque mortal a su eco-
sistema, puede desintegrarla radicalmente), sino también y sobre todo, posibilidades de
cambio. Estos cambios pueden ser locales, de detalle; pero pueden constituir
transformaciones en el corazón de la organización social misma, y las más profundas
conciernan evidentemente a la organización generativa de la sociedad, que regenera sin
cesar la organización fenoménica (lo que se llama, en el idioma vulgar de las ciencias
sociales, la "estructura”).
El carácter incierto y el carácter ambiguo de la crisis hacen que su resultado sea
incierto. Como la crisis ve el surgimiento conjunto de fuerzas de desintegración y de
regeneración (de "muerte" y de "vida"), como emplea procesos "sanos" (la investigación, la
estrategia, la invención) y "patológicos" (el mito, la magia, el rito), como a la vez despierta
y duerme, la crisis puede tener un resultado regresivo y progresivo.
Regresivo: el sistema pierde en complejidad, en flexibilidad: la regresión se manifiesta
con mayor frecuencia mediante la pérdida de las cualidades más ricas, de las libertades,
que son al mismo tiempo los caracteres más frágiles y más recientes, y por la consolidación
de las estructuras más primitivas o rígidas. 3 Progresivo: el sistema adquiere cualidades y
propiedades nuevas, es decir una mayor complejidad.
Aquí se aclara el doble rostro de la crisis: riesgo y oportunidad, riesgo de regresión,
oportunidad de progresión. La crisis emplea, necesariamente, a una por otra,
desorganización y reorganización; toda desorganización acrecentada lleva efectivamente
en sí el riesgo de muerte, pero también la oportunidad de una nueva reorganización, de
una creación, de una superación. Como ha dicho Mac Luhan "breakdown is a potential
breakthrough". El double-bind que bloquea el sistema abre al mismo tiempo el proceso de
constitución de un meta-sistema que resolverá las contradicciones insuperables y los
antagonismos destructores del primero, lo que no le impedirá tener sus propios
antagonismos y contradicciones.
En las sociedades históricas, es frecuente que una crisis encuentre una solución a la
vez progresiva y regresiva, según los niveles: los progresos económicos pueden
corresponder a las regresiones políticas, y viceversa.
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Así, en la solución regresiva, se liquidarán físicamente las desviaciones, aún potenciales, se aniquilará en
el huevo toda posibilidad de tendencias críticas o antagónicas, se denunciará y castigará a los culpables, se
resolverán los problemas por medio de letanías y ceremonias rituales.
evolución. Pero como la evolución tiene, sin embargo, un aspecto crísico, se puede decir
que toda evolución implica un componente crísico, y puede ser concebida como un rosario
irreversible de crisis.