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PARA UNA CRISIOLOGÍA

Edgar Morin (Centre Nacional de la Recherche Scientifique)

EL CONCEPTO DE CRISIS

La noción de crisis se ha expandido en el siglo XX, hacia todos los horizontes de la


conciencia contemporánea. No hay dominio o problema que no sea frecuentado por la idea
de crisis: el capitalismo, la sociedad, la pareja, la familia, los valores, la juventud, la ciencia,
el derecho, la civilización la humanidad. . .
Pero esta noción, al generalizarse, ha sufrido una suerte de vaciamiento. En su origen,
Krisis significa el momento decisivo, en la evolución de un proceso incierto, que permite el
diagnóstico. Hoy, crisis significa indecisión. Es el momento en el que, junto con una
perturbación, surgen las incertidumbres. Cuando la crisis estaba limitada al sector
económico, podía ser reconocida al menos por ciertos rasgos cuantificados: disminución
(de la producción, del consumo, etcétera); crecimiento (del desempleo, de las quiebras,
etcétera). Pero desde que se extendió a la cultura, la civilización, la humanidad, la noción
pierde todo perfil. Permite, a lo sumo, decir que algo no va, pero la información que
proporciona se paga con el oscurecimiento generalizado de la noción de crisis.
La palabra sirve en adelante para nombrar lo innombrable; remite a una doble
apertura: apertura en nuestro saber (en el corazón mismo del término crisis); apertura en
la realidad social misma en la que aparece la "crisis".
La palabra crisis se ha extendido poco a poco invadiendo toda cosa social, toda
noción: pero para que la noción vuelva a tener sentido, es necesario proseguir hasta el fin
la operación de crisificación y poner, por último, y sobre todo, en crisis la noción de crisis.
El problema clave es éste: ¿cómo establecer el concepto de crisis? ¿Cómo hacerlo
esclarecedor? (sabiendo por supuesto que todo esclarecimiento aporta su propia sombra,
que toda elucidación implica su propio resto ciego). Por de pronto, ¿en qué campo vamos
a considerar la noción de crisis? Por cierto, el término ha sido aplicado primero a los
organismos biológicos, y, efectivamente, puede ser aplicado a ellos. Pero la crisis es una
noción que despliega su plena riqueza en el cuadro de los desarrollos socio-históricos. Esto
no significará, sin embargo considerar el dominio antropo-social-histórico como un dominio
cerrado. Al contrario, y llego aquí a lo que a mi modo de ver es el primer principio de toda
crisiología, no se puede hacer una teoría de las crisis sociales, históricas, antropológicas,
si no se tiene una teoría de la sociedad que sea tanto sistémica, como cibernética y bio-
neguentrópica.
En efecto, si para concebir la crisis se quiere ir más allá de la idea de perturbación,
de prueba, de ruptura de equilibrio es necesario concebir la sociedad como sistema capaz
de tener crisis, es decir, plantear tres órdenes de principios, el primero sistémico, el
segundo cibernético, el tercero neguentrópico, sin lo cual la teoría de la sociedad es
insuficiente y la noción de crisis inconcebible.

El principio anti-or-ganizacional de organización

Por de pronto, el nivel sistémico, es decir, propio de todo sistema, sea cual fuere. El
concepto de sistema, es decir de conjunto organizado por la interrelación de sus
constituyentes, debe evocar necesariamente la idea de antagonismo.
Toda interrelación entre elementos, objetos, seres, supone la existencia y el interjuego
de atracciones, afinidades, posibilidades de relación. Pero si no hubiera ninguna fuerza de
exclusión, de repulsión, de disociación, todo se sumiría en la confusión, y no sería posible
concebir ningún sistema. Para que haya sistema, es necesario que se mantenga la
diferencia, es decir, que se mantengan las fuerzas salvaguardando por lo menos algo
fundamental en la originalidad de los elementos u objetos o interrelaciones, y por
consiguiente, el mantenimiento, contrabalanceado, neutralizado o virtualizado, de fuerzas
de exclusión, de disociación, de repulsión. Como lo dice excelentemente Lupasco, "a fin de
que un sistema pueda formarse y existir, es necesario que los constituyentes de todo
conjunto, por su naturaleza o por las leyes que los rigen, sean capaces de acercarse al
mismo tiempo que de excluirse, de atraerse y a la vez repelerse, de asociarse y disociarse,
de integrarse y desintegrarse" (S. Lupasco, l'Energie et la Maticre vivante, pág. 332). Así,
toda interrelación necesita y actualiza a la vez un principio de complementariedad, necesita
y virtualiza a la vez un principio de antagonismo.
Así, en los núcleos atómicos, las repulsiones eléctricas entre protones resultan
superadas, en el estado neutralizado, por las interacciones llamadas fuertes, las que
implican la presencia de neutrones. Las relaciones entre átomos en la molécula son
estabilizadas por la equilibración que se efectúa entre la electricidad positiva y negativa.
Así, la interrelación más estable supone que las fuerzas antagónicas sean a la vez
mantenidas y neutralizadas. A diferencia de los equilibrios termodinámicos de
homogeneización y desorden, los equilibrios organizacionales son equilibrios de fuerzas
antagónicas. Y toda relación, ergo toda organización, todo sistema, implican, producen el
antagonismo.
Al antagonismo de fuerzas que supone toda interrelación, se le unen y sobreimprimen
los antagonismos (latentes o manifiestos, virtuales o actualizados) que la organización
sistémica produce. Estableciendo la integración de las partes en el todo a través de
múltiples complementariedades (de las partes entre ellas, del todo con las partes) el
sistema instaura restricciones, inhibiciones, represiones, así como la dominación del todo
sobre las partes, del organizador sobre lo organizado: estas restricciones y dominaciones
avasallan, potencializan, fuerzas y propiedades que, de tener que expresarse, serían
antagónicas con respecto a las otras partes, a las interrelaciones, a la organización, al
conjunto del sistema. Hay, pues, un antagonismo latente entre lo que está actualizado y lo
que está virtualizado. Lo que, en los sistemas estrictamente físico-químicos está
actualizado, es complementario, asociativo, organizacional. Así, se puede enunciar aquí el
siguiente principio sistémico: La unidad compleja del sistema crea y a la vez rechaza un
antagonismo.
El antagonismo latente o virtual entre partes relacionadas así como entre las partes y
el todo es la otra cara de la solidaridad manifiesta en el seno del sistema. Se puede
formular, pues, igualmente, el principio, de esta manera: las complementariedades
sistémicas son indisociables de antagonismos. Estos antagonismos permanecen ya
virtuales, ya mas o menos controladores. Irrumpen cuando hay crisis, y hacen crisis cuando
están en erupción. En los sistemas vivos, las complementariedadcs son inestables y
oscilan, al mismo tiempo que los antagonismos, de la actualización a la virtualización, de
la virtualización a la actualización. En los ecosistemas y los sistemas sociales de los
mamíferos, comprendidos los humanos, la relación entre complementariedades,
concurrencias, antagonismos, se complejiza, y las mismas relaciones pueden en su
ambigüedad, ser al mismo tiempo complementarias, concurrentes y antagónicas. Se verá
que en el seno del sistema vivo un proceso de desorganización o desintegración es a la
vez complementario, concurrencial y antagónico al proceso de reorganización permanente
de la vida.

entre partes entre las partes y el todo


complementariedad

restricciones
inliibiciones / represiones
antagonismo virtual

entre partes entre las partes y el todo

Cuando se consideran los sistemas de complejidad cibernética (y aquí alcanzamos


el nivel cibernético), la máquina, la célula, la sociedad, es decir, aquellos que implican
retroacciones reguladoras, se observa que la organización misma suscita y utiliza
comportamientos y efectos antagónicos por parte de ciertos constituyentes. Es decir, que
hay también antagonismo_organizacional.
En efecto, la retroacción (que regula el funcionamiento de una maquina o mantiene
constante y estable un sistema) es llamada negativa (feed-back negativo), término muy
iluminador; desencadenada por la variación de un elemento, tiende a anular esta variación.
La regulación resulta, pues, de la acción antagónica de uno o más elementos sobre otro o
varios otros elementos, tan pronto estos varían más allá de una zona de tolerancia y
amenazan la estabilidad, la homeóstasis, la integridad del sistema. La retroacción negativa
es, pues, organizacionalmente antagónica a un antagonismo (anti-organizacional) que
amenaza la integridad del sistema, actualizándose. Restablece la complementariedad
entre los elementos. Así, la regulación mantiene la complementariedad general por medio
de una acción anti-antagónica parcial y local. Hay pues un lazo ambivalente, en el nivel
cibernético, entre complementoriedad y antagonismo. Este lazo es de naturaleza
organizacional. La complementariedad juega de manera antagónica al antagonismo y el
antagonismo juega de manera complementaria a la complementariedad. La regulación, el
control, se oponen a los antagonismos virtuales que sin cesar, en tales sistemas,
comienzan a actualizarse. Así, el antagonismo no lleva solamente en sí la dislocación del
sistema, sino que puede contribuir también a su estabilidad y su regularidad.
Resumamos: se ha visto aparecer el antagonismo en diversos niveles:
— en el nivel de las interrelaciones que lo suponen y lo neutralizan;
— en el nivel de las restricciones organizacionales y de la retroacción del todo sobre
las partes, que crean y rechazan el antagonismo;
— en el nivel de la utilización organizacional de procesos y de acciones antagónicas.

El antagonismo organizacional/anti-organizacional

No se puede concebir organización sin antagonismo, pero este antagonismo lleva en


sí, potencialmente, y tarde o temprano de manera inevitable, la ruina y la desintegración del
sistema. Este es uno de los ángulos desde el cual podemos considerar el segundo principio
de la termodinámica. Toda interrelación, toda organización se mantienen inmovilizando
(sistema coagulado y estático) o movilizando (sistema dinámico) las energías de enlace,
que permiten compensar y controlar las fuerzas de oposición y disociación, es decir, las
tendencias a la dispersión. E1 crecimiento de entropía corresponde a una degradación
energética/organizacional, que libera los antagonismos, los que acarrean desintegración y
dispersión. Ningún sistema, ni siquiera el más estático, el más bloqueado, el más cerrado,
está al abrigo de esta desintegración. Precisamente, ningún sistema cerrado, que no puede
restaurarse extrayendo la energía y la organización del exterior. Es por ello que, conforme
al segundo principio, no puede evolucionar más que en el sentido de la desorganización.
Dicho de otro modo, todo sistema lleva en sí, puesto que es portador del antagonismo, su
propia desintegración potencial, y el segundo principio lo condena a la dispersión en un
plazo determinado. Lo que quiere decir que todo sistema está condenado a perecer. La
única posibilidad de luchar contra la desintegración es:
— integrar y utilizar lo más posible los antagonismos en forma organizacional;
— renovar energía y organización extrayéndolos del medio (sistema abierto);
— poder auto-multiplicarse de manera que la tasa de reproducción
supere a la tasa de degradación;
— ser capaz de auto-reorganizarse, de auto-defenderse. Es el caso de los
sistemas vivos. . . Y la vida ha integrado tan bien en sí su propio antagonismo que lleva
en sí, constante y necesariamente, la muerte.
Recapitulemos: la existencia de todo sistema implica necesariamente antagonismos,
que llevan necesariamente en si_la_potencialidad y el anuncio de la muerte del sistema.
La potencialidad desintegradota es proporcional a la fuerza de integración que relaciona
los sistemas físicos: Allí donde hay una interacción más fuerte –el núcleo de hidrógeno- se
alberga la fuerza más grande de desintegración: la bomba H.
En los sistemas cibernéticos, las potencialidades desorga-nizacionales y las
potencialidades organizacionales son las dos caras del concepto Jano de feed-back. Allí
donde hay feed-back negativo, existe la potencialidad del feed-back positivo, es decir, de
una desviación que se amplifica nutriéndose de su propio desarrollo. Así, si nada lo inhibe
o lo anula, el feed-back positivo se propaga en cadena en todo el sistema, se vuelve
runaway, es decir, precipitación desintegradora. A cada potencialidad más alta de
organización, le corresponden nuevas potencialidades de desorganización. Los sistemas
estrictamente físicos perduran sin vivir, se desintegran sin morir. A media vida, solamente
media muerte. La forma compleja superior de organización viva corresponde sólo a los
seres que sufren la plenitud de la muerte.
Pero, como he señalado, las formas más altas de organización, las de los seres vivos,
suscitan (por consumo de energía, actividades aleatorias) los procesos de
desorganización (desórdenes que despiertan antagonismos, antagonismos que suscitan
desórdenes), pero también los integran (sin que dejen de ser desintegradores), los
utilizan, se nutren de ellos (por y para su actividad de reorganización permanente). Hemos
observado en otro lugar (l'Esprit du temps, tomo 2, 1975) que las relaciones concurrentes
y antagónicas son fundamentales en la constitución misma de los eco-sistemas.
Formulemos pues el principio: no hay organización sin (sólo en carácter potencial) anti-
organización. Para la máquina, se trata del feed-back positivo, para el ser vivo, de la
desorganización permanente. Digamos recíprocamente: la anti-organización es a la vez
necesaria y antagónica a la organización.

La problemática del antagonismo

El principio "no hay organización sin antiorganización” muestra que antagonismo y


complementariedad son dos polos de una misma realidad compleja. El antagonismo más
allá de ciertos umbrales y procesos se vuelve desorganiza-cional: pero, aún habiéndose
hecho dcsorganizacional, puede constituir la condición de reorganizaciones
transformadoras.
El principio sistémico de antagonismo se hace cada vez más activo, perturbador, cuando
se eleva al nivel de la complejidad de los sistemas vivos. El principio ya no está solamente
coagulado, estático, sino que está relacionado con la dinámica de las
interacciones/retroacciones internas y externas. Cuanto más rica es la complejidad viva,
más móvil e inestable se vuelve la relación antagonismo/complementariedad, acarrea más
fenómenos de "crisis", las cuales, desorganizadoras del hecho de la transformación de las
diferencias en oposiciones, de las complementa-riedades en antagonismos, pueden
suscitar reorganizaciones evolutivas.

La complejidad teórica de la crisis

Acabamos de recorrer, a partir de la noción de antagonismos, el nivel sistémico, luego


el nivel cibernético (regulación, homeóstasis), luego el nivel neguentrópico (reorganización
permanente, desarrollo de la complejidad) de los fenómenos histórico-sociales. Y, desde
el primer nivel, hay complejidad. ¿Que quiere decir complejidad? El termino aquí no
significa solamente complicación empírica, en las interacciones e interrelaciones: significa
que las interrelaciones e interacciones llevan en sí un principio de complejidad teórica y
lógica, puesto que es necesario considerar en conjunto organización y desorganización,
complementariedad y antagonismo, en lugar de desligarlas y oponerlas pura y
simplemente. La complejidad, según nuestra concepción, es lo que nos obliga a asociar
nociones que aparentemente deberían excluirse, de forma a la vez complementaria,
concurrente y antagónica. Toda organización, es decir todo sistema, lleva en sí esta
complejidad puesto que las relaciones internas entre constituyentes, entre el todo y las
partes, son a la vez complementarias, concurrentes (virtual o actualmente) y antagónicas
(virtualmente en los sistemas llamados "cerrados", que no operan por intercambios
energéticos/materiales con el exterior; de manera actual en los otros sistemas).
Ahora bien, la problemática de la relación de complementariedad /
concurrencia/antagonismo entre la organización y la anti-organización, se difunde
plenamente en las sociedades históricas. Los sistemas sociales modernos en tanto tales,
están débilmente integrados (algunos han podido decir incluso que no eran sistemas, sino
enredos que interferían en los sistemas), y las relaciones entre individuos, grupos, clases,
partidos, etnias, oscilan diversamente entre actividades complementarias y actividades
antagónicas.1 Este es un primer nivel en el que puede nutrirse el concepto de crisis.
En el segundo nivel, el cibernético, lo propio de las sociedades históricas, y
especialmente las modernas, es constituir enredos, poliperos, regulaciones mutuas,
utilizando los mismos antagonismos. En esas sociedades, los feed-back positivos (como el
crecimiento económico) se convierten en reguladores sociales (atenuando las tensiones
internas de la sociedad), manteniendo feed-back positivos en múltiples niveles,
desarrollando fuentes de desórdenes, por consiguiente de crisis: así, el crecimiento
económico suscita nuevas necesidades, crea nuevas tensiones, despierta otras más
antiguas; crea las condiciones de crisis y conflictos por la posesión de los recursos
energéticos, crea las condiciones de las crisis ecológicas, las cuales a su vez, etcétera.
Así, tenemos un segundo nivel que nutre el concepto de crisis: el nivel cibernético
de las homeóstasis múltiples, de los juegos complejos entre feed-back positivos (factores
de crecimiento, de desarrollo, que transforman las desviaciones en contra-tendencias,
tendencias, luego, finalmente en nuevos núcleos organizacionales) y feed-back negativos.
Desde entonces, todo crecimiento en una oscilación, una fluctuación, todo bloqueo, retardo,
toda insuficiencia en una regulación pueden convertirse en factores de crisis, provocando
desestructuraciornes en cadena. . .
En el tercer nivel, el de la neguentropía, el problema central es el de la reorganización

1
Los Estados autoritarios, sobre todo en sus variantes totalitarias, tienden sin tregua a aniquilar los
antagonismos y los desórdenes (mediante la represión, el campo de concentración, la liquidación física de
los portadores de antagonismos y desorden) en lugar de utilizar sus virtualidades organizacionales en el
sentido de la complejidad.
permanente, ligada ésta a la desorganización permanente, es decir a la presencia
necesaria, a la vez vital y mortal (compleja, por lo tanto) del desorden en el seno de las
organizaciones neguentrópicas. Tales sistemas no pueden subsistir y desarrollarse si no es
con y por los intercambios con el medio (de materia, energía, pero también de organización
y de información); dependientes del medio en y por su autonomía relativa (aún un rasgo de
complejidad), están sometidos, por eso mismo, a los aleas ecológicos, a las perturbaciones
fenoménicas surgidas del mundo exterior. Así, estos sistemas llevan en sí el desorden y el
alea, los producen (por el consumo de energía que aumenta la entropía) y los reciben del
exterior. Tales sistemas no pueden evidentemente subsistir, es decir, rechazar el desorden,
integrar el desorden, utilizar el desorden que gracias a un principio auto-referente de
organización, que implica un dispositivo generativo (el “código genético” inscripto en el ADN
de los individuos vivos, el conjunto de las reglas socio-culturales, de las normas, saberes y
habilidades de una sociedad) y un dispositivo fenoménico.
Es por ello que digo que tales sistemas que son auto-(geno-feno)-eco-re-
organizadores.
Ahora bien, a partir de los aleas/desórdenes internos y externos, y sobre todo a partir
de sus interferencias, dichos sistemas son aquellos en los que aparecen estos fenómenos
complejos llamados crisis. Así se revela el tercer nivel de complejidad que no solamente
nutre, sino que permite el surgimiento del concepto de crisis.
Ése es el mínimo necesario (y no suficiente) sin el cual la teoría de la sociedad sería
no solamente unidimensional, sino irreal, y sin la cual no hay teoría posible de la crisis.

Los componentes del concepto de crisis

El concepto de crisis, como todo concepto molar, está constituido, en realidad, por
una constelación de nociones interrelacionadas.

1. La idea de perturbación
La idea de perturbación es la primera que hace surgir el concepto de crisis. Esta idea
tiene en realidad un doble aspecto. Por una parte, en efecto, puede ser el acontecimiento,
el accidente, la perturbación exterior que desencadena la crisis. Y, en este sentido, las
fuentes de crisis pueden ser muy diversas: mala cosecha, invasión seguida de derrota,
etcétera. Pero más interesantes son, no las perturbaciones que originan las crisis, sino las
perturbaciones surgidas de procesos aparentemente no perturbadores. A menudo, estos
procesos aparecen como el crecimiento demasiado grande o rápido de un valor o variable
en relación con los otros: crecimiento "excesivo" de una población en relación con los
recursos de un medio dado (y, a menudo en ecología animal, antes, incluso, que la escasez
de los recursos, es la superación de un cierto umbral de densidad demográfica lo que
provoca las perturbaciones "crísicas" en los comportamientos), o como se decía en la
economía clásica, el crecimiento excesivo de la oferta en relación con la demanda .
Cuando se consideran estos tipos de procesos en términos sistémicos, se ve que el
crecimiento cuantitativo crea un fenómeno de sobrecarga: el sistema se vuelve incapaz de
resolver los problemas como lo hacía cuando estaba de este lado de ciertos umbrales.
Sería necesario que pudiera transformarse. Pero no puede concebir ni efectuar una
transformación de ese tipo. O bien la crisis nace de una situación de double-bind, es decir
de doble vínculo en que el sistema, colocado entre dos exigencias contrarias, queda
paralizado, perturbado, y desordenado.
De manera más amplia, la perturbación de crisis puede ser considerada como
consecuencia de sobrecargas o double- bind, en la que el sistema se encuentra enfrentado
con un problema que no puede resolver según las reglas y normas de su funcionamiento y
de su existencia corrientes. Entonces, la crisis aparece como una ausencia de solución
(fenómenos de desorden y desorganización) que pueden de golpe suscitar una solución
(nueva regulación, transformación evolutiva).
Resulta claro, por lo tanto, que lo que es importante para el concepto de crisis, no es
tanto la perturbación externa que efectivamente en ciertos casos desencadena un proceso
de crisis; es la perturbación interna, a partir de procesos aparentemente no perturbadores.
Y la perturbación interna, provocada por sobrecarga o double-bind, se va a manifestar
esencialmente como debilidad en la regulación, decadencia de una homeóstasis, es decir,
como desarreglo. La verdadera perturbación de crisis es el desarreglo. Se encuentra en el
nivel de las reglas de organización de un sistema, en el nivel, no solamente de los
acontecimientos fenoménicos exteriores en el cual está inmerso ecológicamente el
sistema, sino de su organización misma, en lo que ella tiene de generativo y regenerador.
El desarreglo organizacional se traducirá pues en disfunción allí donde había
funcionalidad, ruptura allí donde había continuidad, feed-back positivo allí donde había
feed-back negativo, conflicto allí donde había complementariedad. . .

2. El crecimiento de los desórdenes y de las incertidumbres


Todo sistema vivo, y especialmente todo sistema social, implica desorden en su
interior, y funciona a pesar del desorden, a causa del desorden, con el desorden, lo que
significa que una parte del desorden es rechazada, vaciada, corregida, trasmutada,
integrada.
Ahora bien, la crisis es siempre una regresión de los determinismos, de las
estabilidades, y de las restricciones internas en el seno de un sistema, siempre, por lo tanto,
una progresión de desórdenes, de inestabilidades, y de aleas.
Esto provoca una progresión de las incertidumbres: la regresión de los determinismos
acarrea una regresión de la predicción. El conjunto del sistema afectado por la crisis entra
en una fase aleatoria, en la que las formas que tomará su porvenir inmediato son inciertas.
Por supuesto, en un segundo nivel, y en ciertas condiciones, es posible una nueva
previsibilidad: así, por ejemplo, suponiendo que en una sociedad dada se abre un período
de "desórdenes" económico-políticos en cadena, la previsibilidad de ese momento se
debilita considerablemente, pero es previsible que se impondrá una solución autoritaria,
solución que se puede prever estudiando las relaciones de fuerza, de estrategia, en la
mencionada sociedad y su medio.

3. Bloqueo/desbloqueo
Lo que resulta notable, es que la irrupción de los desórdenes está asociada a la
parálisis y la rigidificación de lo que constituía la flexibilidad organizacional del sistema,
sus dispositivos de respuesta, de estrategia, de regulación. Todo ocurre como si la crisis
anunciara dos formas de muerte que efectivamente conjugadas constituyen la muerte de
los sistemas neguentrópicos: la descomposición, es decir la dispersión y el retorno al
desorden de los elementos constitutivos por un lado, por otro, la rigidez cadavérica, es decir
el retorno a las formas y causalidades mecánicas.
Este segundo aspecto, de rigidificación, se manifiesta por el bloqueo de lo que, hasta
ese momento, aseguraba la reorganización permanente del sistema, en primer lugar el
bloqueo de los dispositivos de retroacción negativa que anulan las desviaciones y
perturbaciones.
Ahora bien, este bloqueo en los dispositivos de reorganización permanente suscita o
permite el desbloqueo de potencialidades, o realidades inhibidas. En efecto, el bloqueo
organizacional corresponde al levantamiento de las restricciones que pesan sobre los
componentes y los procesos constituyentes del sistema.
Una vez más, el carácter central de la crisis no está solamente en la explosión, el
surgimiento del desorden, de la incertidumbre; está en la perturbación/bloqueo sufrido por
la organización/reorganización, está en el desarreglo, la pérdida de regulación. Y cuanto
más "profunda" es la crisis (crisis de "civilización") más necesario es buscar el nudo de la
crisis en algo profundo y que está oculto al juego del dispositivo de la regulación.
El "desbloqueo" de crisis se manifiesta bajo aspectos diferentes, en realidad
inseparables entre sí. Enumerémoslos aquí, sin que enumeración signifique jerarquía.

4. (Desbloqueo.) Desarrollo de los feed-back positivos


Las perturbaciones de crisis ponen en juego fuerzas que agravan las fluctuaciones en
lugar de corregirlas. El feed-back positivo es el proceso retroactivo a partir del cual la
desviación en lugar de ser anulada, se mantiene, se acentúa y se amplifica a sí misma. El
desarrollo de los feed-back positivos se manifiesta también por:
— la transformación rápida de una desviación en tendencia
antagónica o contratendencia,
— fenómenos desmesurados o desproporcionados decrecimiento o de
decrecimiento de tal o cual elemento o factor,
— procesos rápidos signados por esta desmesura (ubrís)
que pueden eventualmente propagar en forma vertiginosa
una desintegración en cadena (runaway).
En este sentido, el tiempo de la crisis es el tiempo de aceleración, de amplificación,
de propagación epidémica, de morfogénesis (constituyente y desarrollo de formas nuevas
a partir de las desviaciones).

5. (Desbloqueo.) Transformación de las complementariedades en


concurrencias y antagonismos
En estos procesos, los antagonismos virtuales tienden a hacerse manifiestos,
en tanto que las complementariedades manifiestas tienden a virtualizarse.
Así ocurre con las relaciones entre individuos, grupos, clases. Estos procesos son
complejos: en ellos juegan al mismo tiempo, y de manera diversa, el "cada uno para sí", el
"uno para todos", el "uno contra otro", el "todos contra todos", con las alianzas y coaliciones
tanto más temporarias y aleatorias cuanto más profunda es y cuanto más se acelera la
crisis.

6. (Desbloqueo.) Crecimiento y manifestaciones de los caracteres polémicos


Todo lo que acabamos de enunciar nos muestra claramente que los caracteres
antagónicos latentes o virtuales propios de toda organización, y en especial de toda
organización neguentrópica y más particularmente todavía de toda organización social
histórica, surgen, se actualizan, se manifiestan, se desencadenan. En todas partes el
carácter conflictual tiende a acrecentarse, y a convertirse en dominante (una crisis puede
derivar en guerra civil, o transformarse en guerra exterior).
Es decir que la crisiología puede proporcionar al investigador una guía para descubrir
los componentes de una crisis pero no una "técnica" de análisis. Cada crisis necesita el
estudio concreto de su complejidad propia. Los conflictos se multiplican no solamente en el
nivel de los individuos, grupos, clases, sino entre los dispositivos de control/regulación y los
procesos desviantes/neotendenciales. Aquí se ve claramente que la idea de crisis no puede
reducirse a la idea de conflicto interno en el seno de un sistema, pero que ella lleva en sí la
posibilidad, la multiplicación, la profundización, el desencadenamiento de conflictos

7. Desbloqueo I reblo queo: la multiplicación de los double-bind


En el nivel de las instancias de control y de poder, los double-bind se multiplican: el
poder no puede tolerar ni reprimir la irrupción de los desórdenes, de las desviaciones y los
antagonismos. Pero los individuos o grupos que participan en la crisis pueden alcanzar por
sí mismos los umbrales más allá de los cuales la satisfacción de sus exigencias corre el
riesgo, al mismo tiempo, de llegar al aniquilamiento de las mismas, en nombre de los
peligros en aumento que conciernen a la existencia del sistema y su propia existencia. No
son solamente los dispositivos de poder/control los que afrontan los double-bind, sino
también los reivindicadores cuyas estrategias de acción deben, en la incertidumbre y los
riesgos del desarrollo de la crisis, volver a encontrar las “contradicciones”.2

8. El desencadenamiento de actividades de investigación


Cuanto más se profundiza y dura, la crisis suscita una investigación de soluciones
cada vez más radicales y fundamentales. La crisis tiene siempre, pues, un aspecto de
advertencia. Muestra que lo que se daba por supuesto, lo que parecía funcional, eficaz,
implica al menos carencias y vicios. De allí el desencadenamiento de un esfuerzo de
investigación, que puede conducir a tal técnica, tal invención, tal nueva formula jurídica o
política, innovación que reformará el sistema y formará parte, en adelante, de sus
dispositivos y estrategias de reorganización. La investigación puede ir más allá de la
reforma, y acarrear una reestructuración, una “revolución” como se dice, que sea capaz de
constituir sobre bases nuevas, una complejidad mayor, un “meta-sistema” que pueda
superar los double-bind fundamentales, revelando los límites y carencias del sistema
anterior.
Hay, entonces, en toda crisis, un desbloqueo de las actividades intelectuales, en la
formación de un diagnóstico, en la corrección de un conocimiento demasiado insuficiente
o falso, en el cuestionamiento de un orden establecido o sacralizado, en la innovación y la
creación.
Hay, pues, al mismo tiempo que una destructividad en acción en una crisis que se
profundiza (entran con virulencia las fuerzas de desorden, de dislocación, de
desintegración), una creatividad en acción. La crisis libera al mismo tiempo las fuerzas de
muerte y las fuerzas de regeneración. De ahí su ambigüedad radical.

9. Las soluciones míticas c imaginarias


Pero la ambigüedad aparece en otro plano: en el seno mismo del proceso de
investigación. La búsqueda de solución adquiere aspectos mágicos, míticos, rituales. Al
mismo tiempo que las actividades intelectuales críticas, se despliegan los procesos
mágicos. Se trata de aislar, circunscribir la culpabilidad, y de inmolar, liquidar el mal
sacrificando al o los “culpables”. La búsqueda de las responsabilidades se separa a partir
de aquí en dos ramas antagónicas: una que trata de reconocer la naturaleza misma del mal,
y otra que busca el chivo emisario para inmolar, y, por cierto, hay una multiplicación de
culpables imaginarios, que por lo general, son marginales o de minorías.
Es necesario perseguirlos como cuerpos extraños y/o destruirlos como agentes
infecciosos. Así, la búsqueda de solución se diversifica y se desvía hacia el sacrificio ritual.
Al mismo tiempo, los malestares, desgracias, peligros de crisis, suscitan, como en
contragolpe, grandes esperanzas de unporvenir mejor, de solución final y radical, y la
esperanza absoluta; el mesianismo salvacionista viene a inflar, amplificar, desplegar en la
crisis la dimensión mitológica, ya presente en todos los asuntos humanos.

2
El lazo entre crisis y double-bind puede ser aprehendido en forma simplificada a través de dos ejemplos,
uno estrictamente cibernético, el otro biológico. El primero concierne a la tortuga electrónica de Grey Walter,
cuyo comportamiento, una vez que se le establecen cuasireflejos condicionados contradictorios, se vuelve
"neurótica" es decir, incoherente o bloqueada. El segundo concierne a las experiencias en las que se hace
sufrir un "double-bind" a un animal. Tomemos una experiencia practicada sobre el gato. Sea una corriente de
aire caliente (a la que el gato tiene horror) que se encuentra asociada a una presentación de alimento (que
el gato desea). Al cabo de cierto tiempo, la doble presentación desencadena fenómenos de ansiedad, de
indisposiciones psicosomáticas, de aberraciones sexuales, de inhibiciones, aversiones, fobias, sospechas,
combates contra un enemigo imaginario, conductas ritualizadas. Este ejemplo permite ver, no solamente el
carácter múltiple y multidimensional del desorden en cadena, es decir la variedad de los efectos de crisis,
sino también ya las formas "crísicas" de respuesta, es decir, rituales o míticas (la lucha contra el enemigo
imaginario).
10. La, dialectización de todos estos componentes
Por medio de la abstracción, he aislado aquí relativamente algunos de los
componentes de la crisis; sin embargo, está claro que la crisis no es sólo el conjunto de
sus componentes, sino también sus interacciones, sus combinaciones, el juego a la vez
complementario, concurrente y antagónico de estos procesos y fenómenos, es
decir, su dialectización.
La crisis es a la vez los bloqueos y los desbloqueos, los juegos de los feed-back
negativos y positivos, los antagonismos y las solidaridades, los double-bind, las
investigaciones prácticas y mágicas, las soluciones en el nivel físico y en el nivel mitológico.
El concepto de crisis es, pues, extremadamente rico; más rico que la idea de
perturbación; más rico que la idea de desorden; lleva en sí perturbaciones, desórdenes,
desviaciones, antagonismos, pero no solamente esto; estimula en sí las fuerzas de la vida
y las fuerzas de la muerte que se convierten, en ella todavía más que en otro lado,
en las dos caras del mismo fenómeno. En la crisis son simultáneamente estimulados los
procesos casi “neuróticos” (mágicos, rituales, mitológicos) y los procesos inventivos y
creadores. Todo eso se confunde, se entrecruza, se “entre-combate”, se “entre-combina”…
Y el desarrollo y el resultado de la crisis, son aleatorias no solamente porque hay progresión
del desorden, sino porque todas estas fuerzas, estos procesos, estos fenómenos
extremadamente ricos se influyen y destruyen entre sí en el desorden.

Crisis y transformaciones

1. De la acción
La crisis pone en movimiento procesos desordenados que pueden volverse
desenfrenados. En estas condiciones, la acción, que se funda sobre la previsibilidad y el
empleo de determinismos, se encuentra casi reprimida. Pero desde otro ángulo, está
estimulada. En una situación normal, el predominio de los determinismos y las
regularidades permite una acción que se desarrolla entre márgenes muy estrechos, y que
va en el sentido de estos determinismos y regularidades. En cambio, la crisis crea nuevas
condiciones para la acción. Así como la estrategia militar sólo puede desplegarse en el
marco aleatorio de las batallas, así como toda situación aleatoria permite golpes de audacia
en las estrategias de juego, comprendidos los juegos de la política, del mismo modo la
situación de crisis, en nombre de estas incertidumbres y azares, en nombre de la movilidad
de las fuerzas y de las formas en presencia, en nombre de la multiplicación de las
alternativas, crea condiciones favorables para el despliegue de estrategias audaces e
inventivas, favorables al carácter propio de toda acción: la decisión entre diversos
comportamientos o diversas estrategias posibles. Las decisiones, en momentos de apogeo,
de todo o nada, tomadas por un número muy restringido de individuos, hasta por un solo
individuo (alera jacta est) pueden acarrear consecuencias irreversibles e incalculables
sobre todo el proceso. En este sentido, igualmente, la crisis es tributaria del azar: en algunos
de sus momentos-encrucijadas, es posible que una minoría, una acción individual, haga
inclinar el desarrollo en un sentido a veces altamente improbable. La amplificación del papel
de la acción individual y la amplificación del papel del azar van juntas, son las dos caras del
mismo fenómeno.

2. El cambio: progresiones/regresiones
La crisis lleva en sí, en lo que concierne a las sociedades históricas, no solamente la
potencialidad del retorno al statu quo ante, (por reabsorción de la perturbación), no
solamente la potencialidad de desintegración del sistema en tanto sistema (una sociedad
puede escindirse, disociarse), no tanto la posibilidad de desintegración total (una sociedad
histórica es relativamente inagotable, y sólo un genocidio, un ataque mortal a su eco-
sistema, puede desintegrarla radicalmente), sino también y sobre todo, posibilidades de
cambio. Estos cambios pueden ser locales, de detalle; pero pueden constituir
transformaciones en el corazón de la organización social misma, y las más profundas
conciernan evidentemente a la organización generativa de la sociedad, que regenera sin
cesar la organización fenoménica (lo que se llama, en el idioma vulgar de las ciencias
sociales, la "estructura”).
El carácter incierto y el carácter ambiguo de la crisis hacen que su resultado sea
incierto. Como la crisis ve el surgimiento conjunto de fuerzas de desintegración y de
regeneración (de "muerte" y de "vida"), como emplea procesos "sanos" (la investigación, la
estrategia, la invención) y "patológicos" (el mito, la magia, el rito), como a la vez despierta
y duerme, la crisis puede tener un resultado regresivo y progresivo.
Regresivo: el sistema pierde en complejidad, en flexibilidad: la regresión se manifiesta
con mayor frecuencia mediante la pérdida de las cualidades más ricas, de las libertades,
que son al mismo tiempo los caracteres más frágiles y más recientes, y por la consolidación
de las estructuras más primitivas o rígidas. 3 Progresivo: el sistema adquiere cualidades y
propiedades nuevas, es decir una mayor complejidad.
Aquí se aclara el doble rostro de la crisis: riesgo y oportunidad, riesgo de regresión,
oportunidad de progresión. La crisis emplea, necesariamente, a una por otra,
desorganización y reorganización; toda desorganización acrecentada lleva efectivamente
en sí el riesgo de muerte, pero también la oportunidad de una nueva reorganización, de
una creación, de una superación. Como ha dicho Mac Luhan "breakdown is a potential
breakthrough". El double-bind que bloquea el sistema abre al mismo tiempo el proceso de
constitución de un meta-sistema que resolverá las contradicciones insuperables y los
antagonismos destructores del primero, lo que no le impedirá tener sus propios
antagonismos y contradicciones.
En las sociedades históricas, es frecuente que una crisis encuentre una solución a la
vez progresiva y regresiva, según los niveles: los progresos económicos pueden
corresponder a las regresiones políticas, y viceversa.

3. Teoría de la crisis y teoría de la evolución


La crisis no es necesariamente evolutiva; puede reabsorberse en un retorno al statu
quo. Pero la crisis es potencialmente evolutiva. Lleva en sí, en estado naciente, los
caracteres de la evolución. Para comprenderla es necesario deshacerse de una vez por
todas de la idea de que la evolución es un proceso que fluye frontal y continuo. Toda
evolución nace siempre de acontecimientos/accidentes, de perturbaciones, que originan
una desviación, que se convierte en tendencia, la que entra en antagonismo en el seno del
sistema, provoca desorganizaciones /reorganizaciones más o menos dramáticas o
profundas. La evolución, pues, puede ser concebida como un rosario de
desorganizaciones/reorganizaciones casi críticas.
La crisis es, entonces, un microcosmos de la evolución. Es una suerte de laboratorio
para estudiar como in vitro los procesos evolutivos.
Estamos en sociedades que evolucionan permanente y rápidamente, y en las que la
complejidad es tal que viene acompañada por muchas inestabilidades y desórdenes. Hoy
tampoco sabemos si a partir de cierto momento, la evolución permanente no es también
crisis permanente. Pero podemos diferenciar los dos conceptos porque la crisis no es
permanente. La crisis se manifiesta entre ciertos umbrales temporales. Es necesario un
antes y un después más o menos "normales": la crisis stricto sensu se define siempre en
relación con períodos de estabilidad relativa. Si no, la noción de crisis se sumiría en la de

3
Así, en la solución regresiva, se liquidarán físicamente las desviaciones, aún potenciales, se aniquilará en
el huevo toda posibilidad de tendencias críticas o antagónicas, se denunciará y castigará a los culpables, se
resolverán los problemas por medio de letanías y ceremonias rituales.
evolución. Pero como la evolución tiene, sin embargo, un aspecto crísico, se puede decir
que toda evolución implica un componente crísico, y puede ser concebida como un rosario
irreversible de crisis.

¿Hacia una crisiología?

Creemos en la posibilidad y la utilidad de una crisiología. Esta debería implicar un


método de observación casi clínico, ligado por su parte a una deontología: los "crisis
centers" no deben ser solamente médicos: podrían extenderse a todos los dominios; las
casas de cultura deberían ser crisis centers, no oficinas de espectáculos. Pero el método
de observación/intervención debe estar ligado a una teoría. Repitamos: no hay teoría
posible de la crisis sin teoría de la auto-(geno-feno)-eco-re-organización.
Espero haber mostrado que se puede elevar la crisis al nivel de un macroconccpto
rico, complejo, que lleva en sí mismo una constelación de conceptos. El hecho de que
hayamos sido llevados a introducir la incertidumbre, el azar, y la ambigüedad en el concepto
de crisis corresponde, no a una regresión teórica, sino, como en todas partes donde han
penetrado la incertidumbre y la ambigüedad, a una regresión del conocimiento simple, de
la teoría simple, lo que permite una progresión del conocimiento complejo y de la teoría
compleja.
En efecto, podemos comprender mejor la intuición marxiana y la inunción freudiana
según las cuales la crisis es a la vez un revelador y un operador. Se ve mejor, en efecto,
cómo la crisis revela lo que estaba oculto, latente, virtual en el seno de la sociedad (o del
individuo): los antagonismos fundamentales, las rupturas sísmicas subterráneas, el
encarrilamicnto oculto de las nuevas realidades; y al mismo tiempo la crisis nos ilumina
teóricamente sobre la parte sumergida de la organización social, sobre sus capacidades de
supervivencia y de transformación.
Y es en este punto donde la crisis tiene algo de operador. La crisis pone en marcha,
aunque no sea más que por un momento, aunque no sea más que en el estado naciente
todo lo que puede aportar cambio, transformación, evolución.
Resulta cada vez más extraño que la crisis, convirtiéndose en una realidad cada vez
más intuitivamente evidente, un término cada vez más múltiplemente empleado, siga siendo
una palabra tan grosera y hueca; que en lugar de despertar, contribuye a hacer dormir (la
idea de “crisis de civilización" se ha vuelto, así, completamente soporífera, aunque implica
una verdad inquietante); este termino diagnóstico ha perdido toda virtud explicativa. Hoy se
trata de profundizar la crisis de la conciencia para hacer emerger por fin la conciencia de la
crisis. La crisis del concepto de crisis es el comienzo de la teoría de la crisis.

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