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TIPOS DE DISCAPACIDAD Parte II

SEMINARIO DE ACTUALIZACIÓN II
AUTOR: Diana Sofía Rámirez
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Índice

1. Desarrollo Temático

1.1 Desarrollo de cada una de las unidades temáticas


1.1.1 Discapacidad Mental
1.1.2 Discapacidad Intelectual
1.1.3 Las necesidades de apoyos y funcionamiento humano

2. Bibliografía

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1. Desarrollo Temático
1.1 Desarrollo de cada una de las unidades temáticas

"NO PUEDES PERMITIRTE ESTAR DISCAPACITADO EN ESPÍRITU A LA VEZ QUE FÍSICAMENTE"

Stephen Hawking

1.1.1 Discapacidad Mental

La discapacidad mental hace referencia a las “dificultades en el nivel de desempeño en una o varias de las
funciones cognitivas, en procesos de entrada, elaboración y respuesta que intervienen en el
procesamiento de la información, y por ende, en el aprendizaje” (Corpoalegría, 2010, p. 1).

Etiología:
En la actualidad no existe certeza sobre las causas que ocasionan la discapacidad mental. Aun así, se
considera que los factores biológicos, una lesión traumática en el cerebro, exposición a químicos o tóxicos
durante el embarazo, el consumo de drogas ilegales o la comorbilidad con alguna otras enfermedad,
pueden ocasionar una discapacidad mental.
Clases:
Para Thompson et. al (2009), una persona presenta discapacidad mental en el momento en el que presenta
trastornos en el comportamiento adaptativo previsiblemente permanentes. Según lo anterior, se pueden
identificar y clasificar dos grandes tipos de trastornos de comportamiento:
• Trastornos de conducta: “Son patrones observables de acción física que suponen una respuesta
inapropiada y persistente a un estímulo interno o externo, que son resistentes al cambio y que
resultan perjudiciales para el sujeto o su entorno. Bouras et. al (2000) hacen referencia a
combinaciones severas y normalmente crónicas de agresividad y conducta social inadecuada”
(FEAPS, 2007). Los principales síntomas que pueden incluir este tipos de trastornos son el
vandalismo o destrucción de la propiedad privada, el consumo excesivo de alcohol, la
agresividad hacia personas o animales (intimidar, pelear, usar armas peligrosas, robar, etc.), y
romper las reglas sin finalidad alguna y huir (Medline Plus, 2014).
Las causas más comunes de este tipo de trastornos son la manifestación fenotípica de algunos

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síndromes genéticos como el síndrome de Prader-Willi y el síndrome de X frágil. De la misma
manera, éstos pueden originarse como consecuencia de una enfermedad subyacente o como
manifestación sintomática de esta misma enfermedad (FEAPS, 2007).
• Trastornos mentales: Resultan de la afección de factores biológico, ambientales o psicológicos,
y se caracterizan por ser una alteración que repercute en el desarrollo afectivo, cognitivo y
social de la persona, lo cual implica limitaciones o dificultades en el aprendizaje, en el
comportamiento y, por ende, dificultades para su adaptación en los diferentes contextos. Entre
los grandes grupos de trastornos mentales se encuentran los trastornos de ansiedad, los
trastornos afectivos, los trastornos de la personalidad, los trastornos psicóticos y otros
trastornos mentales de origen orgánico (FEAPS, 2007). Por último, es importante mencionar
que los adultos que presentan discapacidad intelectual tienen una alta posibilidad de presentar
trastornos mentales gracias a la interacción de factores biológicos, psicológicos, sociales y
familiares. Los estudios de Bouras, Holt, Day y Hosean (1999) han demostrado que entre el 20
y el 40% de personas que presentan discapacidad intelectual también desarrolla algún
trastorno mental.

Es importante aclarar que cada uno de estos dos trastornos se subdivide dependiendo del origen y los
síntomas particulares en muchos otros trastornos (en especial los trastornos mentales). Con el objetivo de
hacer una revisión más exhaustiva de estos tipos de trastornos, se sugiere revisar el DSM-V (Manual
diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, quinta versión) o el CIE -10 (Clasificación Internacional
de enfermedades, décima versión).

Evaluación e intervención:

García et. al (2009) sugieren tomar en cuenta el modelo inglés (Nick Bouras), el de la comunidad de Castilla-
León (Franco, 1998) y el de Cataluña a la hora de plantear una evaluación e intervención de una persona
que presenta discapacidad intelectual con trastornos mentales y de conducta. A continuación se explica
en qué consisten y qué proponen cada uno de esto tres modelos:

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a. Modelo inglés: Está basado en un servicio de psiquiatría comunitaria especializado. Este
modelo propone tres tipos de intervenciones: intervención domiciliaria, consultas externas
ambulatorias, y hospitalización y tratamiento. El primer tipo de intervención es realizada en el
ambiente habitual de la persona y, por ende, tiene la gran ventaja de conocer el medio donde
es originada la conducta, así como las personas que más contacto tienen con el paciente. Por
otro lado, el objetivo de las consultas externas radica en hacer un seguimiento, controlar la
medicación, brindarle un asesoramiento adecuado a la familia y llevar a cabo un proceso de
psicoterapia. Por último, la hospitalización es llevada a cabo cuando se requiere una evaluación
más completa y profunda que no puede ser realizada en el medio habitual de la persona (García
et. al, 2009). El éxito y eficacia de este modelo radica en el trabajo en conjunto con otras
disciplinas como las ciencias biológicas, médicas y sociales, así como en el uso de nuevos
conocimientos de áreas tales como la educación especial, la rehabilitación por el trabajo, la
ética médica y la política social.
b. Modelo de Cataluña: El propósito de este modelo yace en “garantizar que cada persona se
beneficie del recurso más adecuado en función de las necesidades sociales y sanitarias que
presente en cada momento, potenciando la continuidad de su proyecto terapéutico individual
y de rehabilitación, independientemente del servicio en que se encuentre” (García et al. 2009,
p. 7). Para lograr tal objetivo, este modelo cuenta con los siguientes cuatro recursos: atención
ambulatoria, ingreso hospitalario, protección para personas con diagnóstico dual, y residencias
especializadas para las personas que presentan discapacidad intelectual y trastornos mentales
o de conducta.

1.1.2 Discapacidad Intelectual

“La discapacidad intelectual está caracterizada por la presencia de limitaciones significativas tanto en el
funcionamiento intelectual como en la conducta adaptativa como se manifiesta en las habilidades
adaptativas conceptuales, sociales y prácticas. Esta discapacidad comienza antes de los 18 años”
(Thompson et. al, 2010, p. 8). Es importante mencionar que, debido al impacto del modelo socio-ecológico,
la definición de discapacidad intelectual se ha transformado drásticamente durante las últimas dos
décadas, entendiendo por “un estado de funcionamiento humano multidimensional en relación con las
demandas del contexto” (Thompson et. al, 2010, p. 8).

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Así pues, teniendo en cuenta lo propuesto por Thompson, el término discapacidad intelectual hace
referencia a lo que ha sido conocido por décadas como retraso mental (este término sigue siendo utilizado
por organizaciones como la Asociación Europea de Salud Mental en el Retraso Mental, sin embargo, hay
otras organizaciones que debido a su postura epistemológica prefieren el término discapacidad
intelectual) (Novell et. al, 2004).

La definición de retraso mental tiene un consenso bastante amplio debido a las tres clasificaciones
internacionales de la salud más importantes: Clasificación Internacional de las Enfermedades de la
Organización Mundial de la Salud (CIE - 10), el manual de la Asociación Psiquiátrica Americana (DSM- V) y
el manual de la Asociación Americana de Retraso Mental (AAMR). Las tres cuentan con los siguientes
criterios en común:

A. Nivel intelectual significativamente inferior a la media (inferior a 69-75 según los criterios).
B. Capacidad de adquirir habilidades básicas para el funcionamiento y la supervivencia:
Comunicación, autocuidado, vida en el hogar, habilidades sociales, uso de la comunidad,
autodirección, salud y seguridad, habilidades académicas funcionales, ocio y trabajo.
C. Inicio anterior a los 18 años (Novelle et. al, 2004, p. 26).

Etiología:

Las causas de más de la mitad de los casos con retraso mental son desconocidas. Aún así, se conoce que
factores de tipo nutricional tales como un aumento en el yodo o en hierro previenen la prevalencia de esta
enfermedad. En cuanto a factores ambientales, se sabe que disminuir o evitar el contacto con el plomo
durante el embarazo reduce las posibilidades de presentar esta discapacidad. Por último, en cuanto a
medidas sanitarias, se conoce la importancia de prevenir enfermedades durante el embarazo y el periodo
perinatal. De igual manera, a pesar del gran desconocimiento que domina sobre la etiología de esta
enfermedad, se han podido establecer tres causas que la producen: trastornos metabólicos, trastornos

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genéticos y trastornos adquiridos. En trastornos metabólicos se encuentran los lípidos, la
micopolisacaridosis, los aminoácidos, los carbohidratos y la purina; en cuanto a trastornos genéticos, se
encuentran los trastornos neurocutáneos, alteraciones cromosómicas y alteraciones de genes; por último,
dentro de los trastornos adquiridos se pueden mencionar las infecciones intrauterinas, sustancias tóxicas,
problemas tardíos en el embarazo, problemas perinatales, enfermedades adquiridas en la infancia y
enfermedad mental de la madre (Novell et. al, 2009)

Clases:

El retraso mental se puede clasificar, básicamente, en cuatro subdivisiones dependiendo del CI


(Coeficiente intelectual) de la persona. Estas cuatro subdivisiones son: retraso mental ligero, retraso
mental moderado, retraso mental grave y retraso mental profundo (aunque existe una quitan subdivisión
conocida como retraso mental no especificado, que debido a los síntomas, es muy difícil diagnosticar con
toda certeza). A continuación se presenta un cuadro (tabla 1) en el que se muestran los criterios según el
puntaje del CI para determinar qué clase de retraso mental presenta la persona según el DSM-IV y el CIE -
10.
Tabla 1. Criterios según el CI para la clasificación del retraso mental
DSM –IV CIE – 10
RM Ligero CI de 50 -55 a 70 CI entre 50 – 69 (Código F 70)
85% de la población con retraso mental
RM Moderado CI entre 35 -40 y 50-55 CI entre 35 – 49 (Código F 71)
10% de la población con retraso mental
RM Grave CI de 20 – 25 a 35 -40 CI entre 20 – 34 (Código F 72)
3-4% de la población con retraso mental
RM Profundo CI por debajo de 20-25 CI inferior a 20 (Código F 73)
1-2% de la población con retraso mental

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Otro RM (Código F 78)
La evaluación del grado de RM es
difícil o imposible de establecer
debido a déficits sensoriales o
Existe una fuerte sospecha de
físicos, trastornos graves del
retraso mental pero no puede ser
comportamiento o incapacidad
RM no especificado detectado a través de las pruebas de
física
inteligencia convencionales (p.ej.
RM sin especificación (Código F79)
debido a un deterioro importante)
Evidencia de RM pero sin
información suficiente como para
asignar al sujeto a una de las
categorías anteriores.
Asociación Americana de Psiquiatría (APA) y Organización Mundial de la Salud (OMS) (como se citó en Novell, et. al, 2009)

Tras haber descrito la clasificación del retraso mental dependiendo del CI obtenido por la persona en
alguna prueba de inteligencia, a continuación se exponen brevemente las causas, los rasgos clínicos y el
fenotipo comportamental de algunos comportamientos asociados con el retraso mental:
• Síndrome de Down: Causado por alteraciones cromosómicas, sus síntomas más característicos son
hipotonía (disminución del tono muscular), nariz chata, pasividad, dependencia, hiperactividad en
la infancia, testarudez, y retraso mental entre ligero y grave (Novell et. al, 2009).
• Síndrome X frágil: Se caracteriza por dar al individuo un rostro alargado, orejas grandes, corta
estatura, hiperactividad, ansiedad, estereotipias (movimientos, comportamientos, posturas
repetitivas sin una intención o finalidad) y, por lo general, retraso mental ligero en mujeres,
mientras que en los hombre suele ser de retraso mental moderado a grave
• Síndrome de Down: Causado por alteraciones cromosómicas, sus síntomas más característicos son
hipotonía (disminución del tono muscular), nariz chata, pasividad, dependencia, hiperactividad en
la infancia, testarudez, y retraso mental entre ligero y grave (Novell et. al, 2009).
• Síndrome de Prader-Willi: Originado por alteraciones genéticas, sus características principales son
hipotonía (disminución del tono muscular), polifagia (aumento anormal de la necesidad de comer),
pies y manos pequeñas, conducta compulsiva, y retraso mental de ligero a moderado (Novell et.
al, 2009).

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• Síndrome de Angelman: Causado por alteraciones genéticas, las personas que lo padecen suelen
tener temperamento alegre, risa paroxística (risa muy pronunciada), suelen dar aleteos o
palmoteos con manos y brazos, y por lo general presentan epilepsia y retraso mental profundo
(Novell et. al, 2009).
• Síndrome de Cornelia de Lange: Originado por alteraciones genéticas, se caracteriza por
microcefalia (circunferencia de la cabeza más pequeña de lo normal), corta estatura, manos y pies
pequeños, autolesiones y la presencia de retraso mental grave-profundo (Novell et. al, 2009).
• Síndrome de Williams: Causado por alteraciones genéticas, por lo general hay gran probabilidad
de que se presente déficit de atención e hiperactividad (TADH), dificultad en las relaciones
sociales, ansiedad excesiva, trastornos del sueño, corta estatura, hipercalcemia (aumento del nivel
de calcio en el cuerpo) y trastornos tiroideos.
• Enfermedad de Tay-Sachs: Causado por trastornos metabólicos (más específicamente en los
lípidos), es un retraso mental progresivo en el que se presenta parálisis, ceguera y, en la mayoría
de los casos, muerte hacia los 3 a 4 años (Novell et. al, 2009).
• Síndrome de Hurler: De origen metabólico (más exactamente por mucopolisacaridosis), es una
enfermedad de comienzo temprano, cuyas características principales son una baja estatura,
hirsutismo (crecimiento excesivo de vello terminal) y cataratas; por lo general, su promedio de
vida está alrededor de los 10 años (Novell et. al, 2009).
• Fenilectonaria: Originado por un trastorno metabólico (aminoácidos), se caracteriza por la
ausencia de síntomas neonatales, y la posterior aparición de convulsiones, hiperactividad y
erupciones cutáneas (Novell et. al, 2009).
• Galactosemia: De origen metabólico, entre los síntomas se encuentran vómitos en la primera
infancia, ictericia (coloración amarillenta de la piel), hepatomegalia (aumento del tamaño del
hígado) y cataratas (Novell et. al, 2009).
• Síndrome de Lesch-Nyhan: De origen metabólico, se caracteriza por presencia de ataxia
(descoordinación de movimientos del cuerpo), fallo renal, autolesiones y gota (tipo de artritis
caracterizada por altos niveles de ácido úrico en el cuerpo) (Novell et. al, 2009).
• Esclerosis tuberosa: Originada por trastornos neurocutáneos, se caracteriza por epilepsia,
autismo, hiperactividad, impulsividad, agresividad y retraso mental (Novell et. al, 2009).

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Evaluación e intervención:
Para Thompson et. al (2009), la atención a la discapacidad intelectual debería estar centrada en el modelo
de referencia de atención integral, que evita situarse en un modelo puramente sanitario o puramente
social. Este fenómeno, que se vio en países como España u Holanda desde la década de los 70 (momento
en el que estos países pasaron de un modelo netamente sanitario a uno social), siempre excluyó ambos
modelos entre sí.
Así pues, estos autores proponen ochos tipos de planificación de apoyos individualizados como medio
para la evaluación y el tratamiento de la discapacidad intelectual dependiendo de las particularidades del
caso. Estos ocho tipos de planes de apoyos pretenden mejorar la calidad de vida de la persona con
discapacidad intelectual por medio de las herramientas o servicios que se requieran. Dependiendo de las
necesidades del paciente y las de su familia, estos planes son: plan de apoyo individualizado (PAI), plan de
programa individualizado (PPI), plan educativo individualizado (PEI), plan de transición individualizado
(PTI), plan de rehabilitación escrita individualizado (PREI), plan de habilitación individualizada (PHI), plan
dirigido a la persona (PDP) y plan de servicio familiar individualizado (PSFI) (Thompson et. al, 2009).
Estos tipos de planificación de apoyos posibilitan la evaluación y, posteriormente, la adecuada
intervención del paciente. Cada plan varía dependiendo de la edad, la población hacia la que está dirigido
y el enfoque teórico desde el que está planteado. Algunos están centrados en disposiciones legales,
mientras que otros están estructurados sobre la base de valores filosóficos o prácticas y tradiciones
culturales que median el contexto. Por último, podemos señalar lo recomendado por Thompson et. al
(2009), quienes sugieren utilizar un plan de apoyo por caso, en tanto consideran que utilizar múltiples
planes de apoyo a un mismo tiempo puede terminar siendo redundante o incluso, en algunos casos,
contradictorio y, por ende, contraproducente con el proceso que se esté llevando a cabo con el paciente.

1.1.3 Las necesidades de apoyos y el funcionamiento humano: una mirada hacia la intervención en los
distintos tipos de discapacidad

En este apartado se explica brevemente la necesidad de los apoyos (recursos y estrategias) que mejoran
el funcionamiento humano en tanto herramientas de intervención a implementar en todos los casos de
discapacidad (discapacidad física, sensorial, mental e intelectual). Así pues, es importante tener presente
que desde este modelo se considera que el funcionamiento humano es multidimensional y que éste se

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potencia en el momento en que la discrepancia entre la persona y el entorno disminuye. A continuación
se exponen diferentes planteamientos y ejemplos de apoyos que proponen los teóricos de la tecnología
del desempeño humano (TDH) en pro del funcionamiento humano (Thompson et. al, 2010).

Los TDH proponen que el funcionamiento humano es el producto de las interacciones entre el
comportamiento de una persona y el ambiente que lo rodea. Uno de los grandes representantes de este
modelo es Wile (1996), quien en su modelo sintetiza otros cinco modelos de TDH a partir de los cuales
expone un total de siete elementos: los sistemas organizativos, los incentivos, los apoyos cognitivos, las
herramientas, el entorno físico, las habilidades de conocimientos y la habilidad inherente (siendo los cinco
primeros elementos externos al individuo, y los últimos dos internos a éste). Para dar mayor claridad a lo
expuesto previamente, a continuación se presentan ejemplos de cada elemento:

a. Sistemas Organizacionales: Leyes y políticas públicas que incentiven la contratación de


personas con discapacidades.
b. Incentivos: Implementar un contrato conductual implicando un refuerzo positivos de
conductas para lograr un propósito.
c. Apoyos cognitivos: Avisos o recordatorios bien sea por parte de una persona o de un
mecanismo electrónico para cambiar de actividad.
d. Instrumentos: Uso de un dispositivo de CAA (Comunicación alternativa y aumentativa) que
permita aumentar la comunicación expresiva. El uso de una calculadora para conocer con
exactitud el cambio que se ha de recibir por una transacción.
e. Entorno físico: Bajar el nivel de altura de un estante para que una persona con discapacidad
física que se encuentre en una silla de ruedas pueda acceder al material sin dificultad o ayuda
alguna.
f. Habilidades de conocimiento: Enseñar a un individuo cómo utilizar un determinado servicio,
por ejemplo el servicio local de salud.
g. Capacidad inherente: Incentivar la motivación para actuar bien ante una actividad o contexto
en específico.

Por último, es importante mencionar que estos diferentes apoyos se deben poner en uso en diferentes

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contextos, adecuándolos a la situación específica. Hay que tener en cuenta, de igual forma, que una sola
persona no necesitará todos los tipos de apoyo disponibles y que, antes bien, esto dependerá de la
limitación en términos cuantitativos (número de apoyos utilizados) y cualitativos (naturaleza u origen del
apoyo) (Thompson et. al, 2010).
Otro plan de intervención para la discapacidad intelectual, particularmente para el retraso mental, es el
modelo de la comunidad de Castilla-León. Este modelo es “un programa específico para la evaluación,
control y seguimiento de las personas con retraso mental en los que concurren problemas importantes de
conducta u otros trastornos psiquiátricos. El objetivo general es mejorar la calidad de vida de esta
población” (García et al., 2009, p. 6). Al igual que en el modelo inglés, en este modelo se propone un
trabajo multidisciplinar que se encarga de evaluar e intervenir terapéuticamente a quienes lo necesiten.
El objetivo central de este modelo es resolver los problemas de conductas que no pueden ser controlados
en los centros educativos a los que asisten las personas con discapacidad intelectual, evaluar la
psicopatología del paciente e implementar tratamientos adecuados entre los que se encuentra establecer
pautas de uso racional de medicamentos y brindar apoyo técnico a la institución.

BIBLIOGRAFÍA

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