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José Joaquín Martínez Egido

Constitución del léxico español.


Palabras patrimoniales, cultas y semicultas.
Latinismos. Arabismos. Helenismos.

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Constitución del léxico español.
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ÁREA: LENGUA ESPAÑOLA

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Palabras patrimoniales, cultas y semicultas.
Latinismos. Arabismos. Helenismos.

CONSTITUCIÓN DEL LÉXICO ESPAÑOL.


PALABRAS PATRIMONIALES, CULTAS Y SEMICULTAS.
LATINISMOS. ARABISMOS. HELENISMOS.

ISBN: 978-84-9822-653-9

José Joaquín Martínez Egido


JJ.Martinez@ua.es

THESAURUS: Léxico, palabra patrimonial, préstamo lingüístico, cultismo,


semicultismo, latinismo, arabismo, helenismo.

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Galicismos. Italianismos. Lusismos. Anglicismos. Voces de otra procedencia.
El argot y las jergas.

ESQUEMA
1. Introducción
2. Palabras patrimoniales, cultas y semicultas.
2.1 Palabras patrimoniales
2.2. Palabras anteriores a las latinas
2.2.1. Léxico fenicio, cartaginés, ligur y turdetano
2.2.2. Léxico ibérico
2.2.3. Léxico celta
2.2.4. Léxico vasco
2.3. Germanismos
2.4. Palabras cultas y semicultas
3. Latinismos.
4. Arabismos.
5. Helenismos.
6. Conclusiones
7. Bibliografía

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Constitución del léxico español.
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1. Introducción

El léxico del español está constituido por lo que tradicionalmente se han


denominado ‘palabras’, es decir, por “los signos lingüísticos mínimos con significante
libre en sus relaciones sintagmáticas externas para desempeñar un papel sintáctico y
con fijación o inseparabilidad entre los componentes que constituyen su estructura
interna” (González Calvo, 2000: 169). Partiendo de esta definición, para explicar la
constitución del léxico del español, de las palabras así entendidas, se debería
establecer el origen de cada una de ellas, es decir, saber su procedencia para,
posteriormente, clasificarlas según la serie de parámetros que se deriven de su
observación y de su análisis.

Saber cuál es el número exacto de las unidades léxicas del español es una
tarea casi impensable, pero deseable, ya que esta empresa debería abarcar todas las
palabras posibles que hayan tenido o tengan rendimiento comunicativo en la lengua,
desde lo que llamamos léxico general, común a la mayoría de los hablantes de una
lengua, hasta el léxico que se puede emplear en las manifestaciones de las diferentes
variedades diatópias, diafásicas y diástraticas de una lengua. Por ello, para el
propósito de este tema, explicar la constitución del léxico español en los epígrafes
consignados en el título, hay que sintetizar toda la casuística existente en esta
cuestión. Esta empresa no es fácil ya que se pueden establecer diferentes
clasificaciones del léxico atendiendo al origen y a la formación de cada una de las
palabras. Por este motivo, en primer lugar, debe quedar clara cuál es la clasificación
de la que se parte.

De este modo, atendiendo al origen de las palabras se distinguirán dos


bloques:

a) Léxico originario: compuesto por todas aquellas palabras que han estado
presentes a lo largo de la historia del español. Se toma como origen el
caudal léxico que fue recogido durante la etapa de la romanización y los
siglos posteriores antes de la aparición constatada del castellano. En este
grupo se insertarían las palabras procedentes del latín instaurado en la
Península, pero también las palabras por él absorbidas de las lenguas

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peninsulares anteriores a la romanización, así como los helenismos ya


incorporados al latín de origen y los germanismos resultantes de la
coexistencia del latín y de las lenguas germánicas en la Península.

b) Léxico no originario: integrado por aquellas palabras que se han


incorporado al caudal léxico en momentos posteriores al de su origen y
formación, es decir, a partir de la constitución del castellano como lengua
vehicular. Así, en este grupo se incluirían todas las palabras no
procedentes de las señaladas en el grupo anterior, es decir, las unidades
léxicas que se incorporan al caudal léxico del castellano procedentes de
cualquier lengua cuando éste ya se ha asentado como lengua vehicular y
ha experimentado algunos de sus cambios evolutivos. Por tanto, en este
grupo estarían los arabismos, los italianismos, los galicismos, los
neologismos, etc., pero también se contemplarían aquí los cultismos y los
semicultismos procedentes del latín como más adelante se explicará.

A su vez, tanto las palabras pertenecientes a un grupo como a otro pueden


verse modificadas por los llamados procedimientos de creación interna, es decir, por
los mecanismos que el propio sistema lingüístico del español posee para crear léxico
nuevo a partir del ya existente, a saber, por la derivación, por la composición, por la
parasíntesis, por la siglación, por la acronimia y por los acortamientos (Alvar Ezquerra,
1994; Almela Pérez, 1999); procedimientos que han estado presentes en mayor o
menor media en toda la evolución del español como lengua. Mediante este criterio
podríamos distinguir en la constitución del léxico español entre palabras simples, en
las que no ha operado ningún procedimiento de creación interna, y palabras no
simples, en las que sí que habría operado alguno de los procedimientos nombrados.

En este tema se abarcará el léxico descrito como originario principalmente,


además de las palabras incorporadas en los primeros tiempos del devenir del español;
se desarrollarán por tanto lo que entendemos como palabras patrimoniales, cultas y
semicultas, latinismos, helenismos y arabismos, es decir, todo aquel léxico que
configura el idioma español en sus orígenes y primeros pasos como lengua.

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2. Palabras patrimoniales, cultas y semicultas

2.1. Palabras patrimoniales

El castellano tiene su origen en el latín. El proceso de su formación como


lengua diferenciada de aquella de la que procede duró varios siglos en los que su uso
se desarrolló básicamente mediante el registro oral, lo que supuso una serie de
cambios y vacilaciones fonéticas que fueron cambiando la fisonomía de las palabras
originales. Todas las voces que sufrieron esos cambios son las que llamamos palabras
patrimoniales, esto es, las que estuvieron presentes en el uso lingüístico desde el
origen y que soportaron los cambios evolutivos a los que se vio sometido el castellano.
En este grupo también pueden verse incluidas las palabras procedentes de otras
lenguas que acompañaron a las latinas en todo ese proceso.

Estos cambios se vieron propiciados por las características definitorias del latín
instaurado en la Península que venía marcado por los rasgos de arcaico, conservador
y occidental (Rodríguez-Pantoja, 2004: 109-111) y que propiciarán que se adopten
soluciones más conservadores que las resultantes en otras lenguas vecinas, como
puede comprobarse en los ejemplos siguientes: ánsar < ANSER, ciego < CÆCUS, cieno
< CŒNUM, escama < SQUAMMA, espuma < SPUMA, trigo < TRITICUM, miedo < METUM,
vazía < VACUUS, etc. (Colón Doménech, 2002: 28).

Todos esos cambios a los que se hace referencia, en gran parte, se debieron a
las consecuencias del cambio del acento latino por el acento intensivo (fonologización
del acento). Esta sustitución del tipo de acento provoca el realce en la articulación de
la vocal tónica y la relajación de las vocales átonas. Las consecuencias de este
proceso afectarán tanto a las vocales como a las consonantes: se neutraliza el timbre
de las vocales átonas, de tal forma que de las 10 vocales latinas se pasa a las cinco
castellanas; desaparecerán muchas de las vocales que estaban en hiato y, por el
contrario, aparecerán los diptongos romances y las semiconsonantes yod y wau; las
consonantes sufrirán toda una serie de síncopas, asimilaciones, simplificaciones, etc.;
y se tenderá a la palabra paroxítona y a la sílaba libre. Así mismo, las palabras
patrimoniales también padecerán la formación de la serie palatal en las consonantes, y

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la aparición de nuevos grupos consonánticos ya romances, como por ejemplo mbr:


HOMINEM > hombre.

Evidentemente, las palabras patrimoniales serán las que manifiesten en el


plano morfológico, desde el origen, la desaparición del sistema declinatorio latino y la
aparición del género y del número del castellano así como, en lo relativo a cada una
de las diferentes categorías gramaticales, los cambios que hemos podido comprobar
con el paso del tiempo (las desinencias en el verbo, la adecuación de los tres tipos de
adjetivos latinos a los actuales del español, la recomposición de los pronombres
demostrativos, etc.).

Ejemplos de esa evolución acaecida en las palabras latinas serían: HOMINEM >
hombre; RIPARIAM > ribera; PLICARE > llegar; MANUS > manos; SIGNAS > señas;
SOMNIUM > sueño; VARIOLAM > viruela; GLATTIRE > latir; GLOBELLUM > ovillo, FILIUM >
hijo, etc. En todas ellas se han producido los cambios oportunos que han marcado las
diferentes fuerzas evolutivas en la historia del español y han llegado hasta nuestros
días, de manera que se han convertido en lo que llamamos palabras patrimoniales del
español.

2.2. Palabras anteriores a las latinas

Además de las palabras procedentes directamente del latín, en el caudal léxico


del español también se encuentran algunas unidades léxicas procedentes de las
lenguas que existieron en la Península Ibérica antes de la llegada de los romanos,
aunque, evidentemente, no tuvieron todas ellas la misma importancia en su testimonio.
Todos estos vocablos, una vez absorbidos por la lengua latina, se sometieron a los
mismos cambios evolutivos a los que antes hacíamos referencia.

2.2.1. Léxico procedente de fenicios, cartagineses, ligures y turdetanos

Prácticamente todos los pueblos que habitaron la Península ibérica dejaron


algún rasgo léxico; así de los fenicios, pueblo del oriente mediterráneo con relaciones
comerciales con la Península, son los topónimos Gádir > Cádiz, Malaka > Málaga y
Abdera > Adra. Por la propia idiosincrasia de los topónimos, su perdurabilidad en el

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tiempo es muy elevada ya que las personas nos referimos a los lugares de una forma
fija e inmutable siempre, independientemente de los avatares que propicien cambios
de nombres, pues como bien dijo el profesor Lapesa: “La toponimia es índice de la
relación entre el hombre y el suelo. Nos dice cómo el lugar ha sido visto y sentido por
sus habitantes (Lapesa, 1992:170).

Así, de los Cartagineses provienen los topónimos: Cartago > Cartagena;


(Portus) Magonis > Mahón, Ebesus > Ibiza; o del ligur, Langa, Berganza y Toledo,
como unidades léxicas completas, o topónimos construidos con los sufijos -asco, -osco
o –usco > Benasque, Balasc, Amusco, Ledusco, Biosca; con la raíz *borm > Bormela,
con el sufijo –ona > Barelona, Tarazona y los derivados de *carau (‘piedra’) >
Caravantes, Carabanchel (Lapesa, 1981:15-20).

De los turdetanos, pueblo asentado en la Bética, han permanecido topónimos


formados por los sufijos –ippo, -o/uba, -(t)u(c)ci y –(t)igi: Aruccci > Aroche, Arunda >
Ronda, Asido > Medina Sidonia, Astigi > Écija, Carmo > Carmona, Caura > Coria del
Río, Corduba > Cordoba, Hispalis > Sevilla, Iliberri > Elvira, Nabrissa > Nebrija, Onuba
> Huelva, etc. (Correa Rodríguez, 2004: 37)

2.2.2. Léxico ibérico

De la existencia del ibérico como lengua tenemos mejor documentación por las
inscripciones que nos han llegado, por lo que se ha podido establecer que era una
lengua con tres sistemas gráficos diferentes, que contaba con cinco vocales similares
a las españolas, la aparición de dos vibrantes, cinco oclusivas orales e, incluso, como
podría haber sido su estructura silábica. También se conocen mas de cincuenta afijos
que funcionaban con regularidad. Aunque se conocen diferentes palabras como
baites, baser, biter, eban, ekiar, eriar, etc. no se puede saber qué era lo que
significaban. Por todo ello, el léxico que pudo aportar de forma certera al latín y
posteriormente al castellano se vería reducido a una serie de topónimos, entre los que
se encuentran: Acci > Guadix, Baria > Vera, Basti > Baza, Ilici > Elche, Libisosa >
Lezuza, Tugia > Toya, Vivatia > Baeza, Auso > Osona, Dertosa > Tortosa, Gerunda >
Gerona, Sigarra > Segarra y Turissa > Tossa de Mar (Correa Rodríguez, 2004: 38-42).

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2.2.3. Léxico de origen celta

En esta misma línea de exposición, se constata cómo se han mantenido en el


tiempo los nombres de ciudades celtas con nombres guerreros compuestos de la
palabra briga (‘fortaleza’), de dunum (sinónimo de briga), y de sego (‘victoria’):
Coimbra, Sigüenza, Segovia, Navardún, Verdún, Verdú; o con el sufijo –acu: Luzaga,
Buitrago. Podemos añadir en este punto los topónimos derivados de la ciudad celta de
Bedunia > Bedoya, Bedoña, y los nombres de los ríos Deva y Riodeva, así como
Coruña < Clunia, Alcobendas < Alcovindos (‘corzo blanco’), Coslada, Arganda, Évora,
Braga (Lapesa, 1981:15-20).

También cuenta el castellano con otras palabras, no ya topónimos,


procedentes del celta o, quizá, de una lengua anterior (precelta), relativas a otros
campos semánticos como pueden:

- Concernientes al terreno: berrueco, légamo, serna.


- Nombres de árboles y plantas: abedul, aliso, álamo, beleño, belesa, berro.
- Sustantivos comunes de animales: garza, puerco, toro.
- Trabajos rústicos: busto, amelga, colmena, gancho, gorar, güero, huero.
- Sustantivos o verbos de diversos campos semánticos: baranda, basca,
berrendo, cantiga, tarugo, estancar, tranzar, virar, braga, lanza, arroyo,
coscojo, gordo, estepa, plomo, galena, minio.

2.2.4. Léxico procedente del vasco

El acervo léxico de palabras originarias del español se complementaría con las


adoptadas por el latín peninsular provenientes del vasco como lengua existente en la
Península antes de la romanización, pues como se irá constando a lo largo de este
tema, las influencias entre lenguas vecinas o próximas por alguna circunstancia social
se pueden dar a lo largo de toda la historia y no sólo en un momento puntual y único.
Palabras vascas primarias sujetas a los cambios evolutivos del castellano serían:
Íñigo, Javier, izquierda, Chamartín, aquelarre, zurdo, socarrar, pizarra, chaparro,
zumaya, boina, zamarra, laya, narria, cencerro, gabarra, chatarra, aquelarre y órdago,

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y, probablemente también abarca, barro, pestaña, vega (Lapesa, 1981: 46-52;


Echenique, 2004: 75).

2.3. Germanismos

La lengua germana también trasvasó léxico al latín durante los siglos de


convivencia de ambos pueblos (I – V d. C.). Aunque debemos recordar que el
calificativo de germánico es una denominación general, al igual que lo es la de
románico, y que, por tanto, encierra un variado número de lenguas. En el caso de la
Península, la variedad germánica que más influyó fue la oriental y, dentro de ella el
gótico, aunque a su vez éste también se hallara dividido en otras variedades (Kremer,
2004: 134). En este tema, aun teniendo en cuenta la premisa anterior, se seguirá
usando la denominación general de germanismos para referirnos a las palabras
procedentes de las lenguas de los pueblos germánicos por considerarla una etiqueta
suficientemente representativa del origen de algunas palabras del español.

De esta forma, al igual que con los otros préstamos recibidos por el latín, los
germanismos pasaron al caudal léxico latino y de allí al del castellano, puesto que los
pueblos germánicos que se asentaron en la Península estarían ya romanizados en lo
lingüístico antes de su llegada; de ahí que sólo influyesen en los topónimos, los
antropónimos y algún término común como es lo característico de las lenguas de
superestrato (Echenique Lizondo, 2005: 20). Ejemplos de ellos son las voces: saipo >
SAPONEM (en latín) > jabón; thatsu > TAXUM (en latín) > tejón; Burgus > burgos.

Con las invasiones germánicas mucho léxico germánico tuvo la misma suerte y
se introdujo en el latín vulgar: BELLUM fue sustituido por werra > guerra; wardon >
guardar; raubon > robar; warnjan > guarnir, guarnecer; helm > yelmo; dard > dardo;
*haribairgo > albergue; spaura o sporo > espuela, espolón; *wqithanjan > ganar; sal >
sala; ban > bando; alod > ALODIUM > alod; riwald > heraldo; companio > compañero;
triggwa > tregua; riks > rico; blank > blanco; wisa > guisa, etc. (Lapesa, 1981: 116).
Aunque también es necesario apuntar que otros germanismos llegaron al castellano o
al latín, no directamente de la lengua germana, sino a través del francés como en el
caso de espía, garañón y tregua (Gamillscheg, 1959: 81-82) y lo hicieron también en
diferentes épocas de la historia de la lengua castellana:

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- Siglo XII: escarnecer, gabarse.


- Siglo XIII: gambaj, estandarte, dardo, bisarma, estandarte, danzar, arpa,
follón, alberque, aspa, álamo.
- Siglo XIV: blandir, cota, bisarma, bruñir, arnés, gerifalte.
- Siglo XV: frete, abra, amarar.
- Siglo XVI: bao, boya, escota, guindar, babor.
- Siglos XVIII: estenque. (Gamillscheg, 1959: 83-86).

Estos casos reseñados serían los que se denominan prestamos indirectos


frente a los préstamos directos que serían los que se introdujeron claramente de una
lengua germánica en el castellano, como podrían ser: ganso, gavilán, espeto, brotar,
estaca, tascar, triscar, escanciador, ayo, etc., aunque la diferenciación entre unos y
otros es difícil de establecer por la carencia de estudios al respecto (Kremer, 2004:
139). Ahora bien, tanto si la penetración léxica mediante el estadio intermedio del latín
o directamente al castellano, al producirse ésta en época tan temprana, todas las
palabras se verían sometidas a la fuerza diacrónica del idioma, pasando a formar parte
del patrimonio original del español.

Junto a las palabras comunes reseñadas, son muchos los antropónimos y


topónimos germánicos en español. Alfonso, Álvaro, Fernando, Gonzalo, Rodrigo,
Elvira, Menéndes serían representantes de los primeros, y Victoriacum > Vitoria,
Ologicus > Olite, villa Valerii > Villavaler, de los segundos (Kremer, 2004: 140-146).

Con lo consignado hasta este momento, se puede tener una visión amplia y
característica de las palabras que puedan ser consideradas como patrimoniales del
español, tanto las originariamente latinas como las absorbidas por el latín en su
primera época de implantación peninsular. Unas y otras, como ya se ha explicado, se
someterán a la evolución diacrónica de la lengua dando como resultado el compendio
léxico original del español del siglo XXI.

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2.4. Palabras cultas y semicultas

Junto al conjunto ya definido de las palabras patrimoniales, el español también


posee una serie de vocablos que, procediendo también del latín, y en menor número
del griego a través del latín, no han sufrido esas consecuencias derivadas de la
evolución de la lengua, independientemente de que su penetración en el caudal léxico
del castellano fuera muy temprana o más tardía. Son los llamados cultismos y
semicultismos (Bustos Tovar, 1974: 33-43). La diferencia entre ellos radica en que
mientras que los semicultismos sí que han sufrido algún proceso de cambio sin
finalizar su evolución esperable, los cultismos no han padecido nada, o apenas, dicho
proceso pues sólo han debido amoldar su pronunciación o morfología al castellano.
Ejemplos de los primeros serían: FRUCTUM > fruto y no *frucho; REGNARE’ > reinar y no
*reñar; REGNUM > reino y no *reño; o SÆCULUM > siglo y no *sejo, en los que se puede
observar perfectamente ese estado evolutivo intermedio en el que han permanecido;
mientras que ejemplos de cultismos podrían ser: EVANGELIUM > evangelio,
VOLUNTATEM > voluntad, COLLOCARE > colocar, AD VENIRE > abenencia; CEREBRUM >
cerebro; ELEMENTUM > elemento; GENTILIS > gentil; GENUS FLEXIONEM > genuflexión;
LECTIONEM > lección; MINISTRUM > ministro; PONTIFICALEM > pontifical;
QUINCUAGENARIUS > quincuagenario; SECRETUM > secreto; SERPES > sierpe;
TENEBROSUS > tenebroso; VIGILIAM > vigilia, etc. (Bustos Tovar, 1974: 305-736).

Las razones de la existencia de los cultismos y de los semicultismos pueden


ser varias, ya que se pueden distinguir dos tipos de ellos en función de su entrada en
el léxico del castellano:

a) aquellos que pueden ser tan antiguos como las palabras


patrimoniales, como ya se ha apuntado;
b) aquellos que se han integrado en el caudal léxico en momentos
posteriores de la historia diacrónica del español.

La explicación de la presencia de los cultismos o semicultismos en el castellano


desde sus más remotos orígenes se debe a la consideración por parte de los
hablantes de la existencia de una determinada variedad diafásica de la lengua. Pues,
aunque se transmitieron tanto mediante el habla como por la escritura (textos latinos

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eclesiásticos o jurídicos), su significante siempre se asoció a la pertenencia a una


lengua culta, el latín, sobre todo por razón de su uso en toda la liturgia cristiana. La
fosilización de términos en la lengua se produce siempre cuando éstos pertenecen a
una variedad diafásica o diastrática que se considera que tiene que diferenciarse del
resto, como demuestran los ejemplos siguientes pertenecientes al ámbito de la
tradición cristiana: VIRGINEM > virgen y no *vezen; ANGELUM > ángel y no *año o *anlo.

Por el contrario, la explicación de la presencia de cultismos y semicultismos


una vez que el castellano ya se ha configurado como lengua vehicular de
comunicación es más sencilla, ya que obedece sin más al fenómeno del préstamo
lingüístico entre lenguas (Bustos Tovar, 1974: 28) es decir, se deberá a momentos
históricos y culturales determinados que favorecen la entrada de nuevas palabras. De
entre ellos podemos destacar:

- El llamado Renacimiento del siglo XII en el que se recogieron los frutos de


la revolución cultural del final del siglo anterior en la que se implantó la
liturgia romana y se desarrollaron las peregrinaciones a Santiago de
Compostela. En este momento el léxico se depura y aparecen cultismos
como alto y albo cuando sus resultados debieron ser oto y obo (Gil, 2004:
175-176); es un momento en el que también penetran vocablos doctos
pertenecientes a diferentes campos semánticos:

o Eclesiástico: gloria, espíritu, culpa, oración, virgen, vanidad, siglo,


absolución, abstinencia, adorar, caridad, canon, católico, confesor,
devoto, encarnación, misa, oración, predicar, redemptor, religión,
sacramento y trinidad. (Colón Doménech, 2002: 30; Clavería Nadal,
2004: 477).
o Escolar y científico: acento, accidental, alegoría, apetito, capítulo,
ciencia, comparación, discípulo, edificar, estudiar, estudio,
metafísica, multiplicar, verbo, versificar. (Clavería Nadal, 2004: 477).
o Jurídico: acusación, adúltero, adulterio, adversario, artículo,
beneficio, elección, espacio, fornicar, interrogar, interrogación,
herencia, justicia, sentencia, jueces, negligente, notario, ocasión,
oficio, pertenencias, testamento, etc. (Clavería Nadal, 2004: 477)

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o Clerecía: afliction, devoción, obediencia, sapiencia

- El siglo XIV con la aparición de las universidades y la formación de juristas


en el Colegio español de Bolonia y las traducciones de obras doctrinales e
históricas.

o En este momento se incorporan palabras como: cautela,


magnánimo, magnanimidad, presunción, presuntuoso, asimilar,
iniquo, mutación, negligent, occorrir, olligarchía, ornado, pollítico,
preiudicio, próspero, reputar, solicitar, solicitud, squisito, statuto,
súbito, theremotu, victuperio, voluntuario, ypócrita e ypocresía
(Lapesa, 1981: 260).

- Los siglos XV y XVI serán otro punto de inflexión en la entrada de cultismos


y semicultismos con el desarrollo del Humanismo en España y con la vuelta
a la lectura y al estudio de los textos clásicos del latín. Con esta revisión de
la lengua latina se incorporan multitud de palabras en muchos campos del
saber incluido el científico (Gómez Martínez: 2005) como la destilería, la
óptica, la hidrografía, la cantería y la cronometría (Herráez, 2005).

o Ejemplos de ellas serían: adolescente, adusto, atento, auspicio,


joven, viril, débil, defraudar, estimular, falacia , falsificar, insidia,
insolente , melodía, vehemente (Colón Doménech, 2002: 30).

- El desarrollo de los campos científicos desde el siglo XVIII hasta la


actualidad. Aunque durante toda la historia del español la ciencia ha estado
presente como una modalidad lingüística diafásica (Herrera del Castillo,
1996), con el avance de las disciplinas científicas que se produce en los
últimos siglos, se amplia la necesidad de vocabulario y se recurre a las
palabras griegas o latinas para formar lo que conocemos con el nombre de
tecnicismos. Esta formación de palabras nuevas se hace con el uso de
raíces, prefijos o sufijos clásicos, o bien mediante el mecanismo de la
composición de palabras. Vocabulario técnico con estas características que
penetró en el castellano a partir del siglo XVIII sería (Gutiérrez Rodilla,

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1998: 120-132; Gutiérrez Cuadrado, 2001; Etayo (2001); Garriga, 2003:


318-327; ).

o Ejemplos de palabras utilizado lo primero: hepatalgia, neuralgia,


defalalgia, neologismo, magolocefalia, paratifoidea, inseminación,
oculista, oxidación, tributario, computerizar, inocular, artritis,
liliáceas, fosforencescia, aritmética, topología, homeomorfismo,
paralelepídedo, biyección, etc.
o Ejemplos de palabras formadas mediante composición. Del griego:
hemeroteca, termómetro, histeronomia, oxígeno, nitrógeno e
hidrógeno; del latín: parricida, acueducto y onnívoro. (Gutiérrez
Rodilla, 1998: 120-132; Gutiérrez Cuadrado, 2001; Garriga, 2003:
318-327; ).

3. Latinismos

Respecto a las palabras llamadas latinismos (Clavería Nadal, 1991) puede


haber confusión en su empleo como tecnicismo lingüístico, pues no siempre es usada
bajo la misma acepción, pues en unas ocasiones latinismo se iguala a cultismo o a
semicultismo, ya que serían igualmente préstamos del latín y, en otras, sí que se
establece una diferencia notable entre unos y otros.

En su empleo como sinónimos, los latinismos y los cultismos o semicultismos


son, como ya hemos definido en el caso de los segundos, palabras o expresiones que,
procedentes del latín –aunque también existen cultismos procedentes del griego, como
por ejemplo las palabras cementerio, epístola, astronomía-, han entrado en el español
en fases posteriores a que se hubieran cumplido determinados cambios fonéticos y
que, por ese motivo, no responden a las leyes evolutivas. Desde este punto de vista,
tanto los latinismos como los cultismos o semicultismos procedentes del latín serían el
mismo tipo de palabras, de ahí la confusión terminológica.

Ahora bien, en su empleo como tecnicismos con distinto significado, la


diferencia entre ellos radica en que el latinismo es un giro o modo de hablar propio y

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privado de la lengua latina que se emplea en otra lengua (RAE, 2006: 877) y que, casi
siempre, se registra por parte del emisor que lo utiliza en el momento de su
introducción en la lengua española como ajeno a ella. Su empleo se debe a la
necesidad de expresión personal, como en la locución motu proprio, o a la tradición en
algún tipo de discurso especializado, como pueden ser el jurídico, el eclesiástico, el
científico, el filosófico, el lingüístico, el poético, etc.; veámoslo:

- Jurídico: summum ius, summa iniuria, ‘el mismo rigor del derecho viene a
ser la suprema injusticia’; ad impossibilia nemo tenetur, ‘nadie está obligado
a lo imposible’; nemo plus iuris alium transferre potest quam ipse habet,
‘nadie puede transferir a otro más justicia de la que uno mismo tiene;
excusatio non petita, accusatio manifesta, ‘ la justificación no solicitada es
una acusación manifiesta’; nemine licet ignorare ius, ‘a nadie le es lícito
ignorar la ley’, etc.
- Eclesiástico: espíritu, tribu, testimonio, plaga.
- Ciencias: Astrología, matemáticas, geografía, física,
- Medicina: escrófula, esperma, opilación, oftalmía, parálisis, apostema,
apoplisia,
- Astrología y Astronomía: astrolabio, astrónomo, ecuación, ecuador, epiciclo,
equidistante, errático, excéntrico, planeta, polo. Los signos del zodiaco:
aries, tauro, géminis, cáncer, leo, virgo, libra, escorpio, sagitario,
capricornio, acuario y piscis.
- Filosofía: escolástico, peripatético, inteligencia.
- Gramática y Retórica: parágrafo, poeta, vocal.
- Mitología: amazonas, centauro, fauno, sátiro.
- Instituciones antiguas: cónsules, pretor, pretoriano, senado, senador,
tribuno.
- Sustantivos abstractos: propósito, proposición, operación, conjunción
opilación, experimento.
- Adjetivos relacionales: oceánico, occidental, septentrional, conjuncional,
estival, eclesiástico. (Clavería Nadal, 2004: 477-479)
- Poético: fúlgido, vívido, ígneo (Alvar y Mariner, 1959: 27)

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Como ocurre con otros préstamos lingüísticos, los latinismos han podido
penetrar en el léxico del español a través de otras lenguas. Sería el caso de
trascendental o existencialismo que lo hacen mediante el francés, o homostático,
mesías o robar que fueron préstamos a su vez del griego o del hebreo al latín y han
pasado al caudal léxico del castellano como latinismos (Alvar y Mariner, 1959: 8-9).

Aunque, como se ha dicho anteriormente, los latinismos, los cultismos y los


semicultismos siempre han estado presentes en la historia del léxico español, será
durante los siglos XVI y XVII cuando, en el caso de los latinismos, su penetración sea
mucho más abundante. La causa es bien conocida y se debió al influjo de todo lo que
supuso la filosofía humanista y el arte renacentista (Verdonk, 2004) para la Península,
es decir, a la revolución cultural que supuso el abandono de la enseñanza del latín tal
y como se había hecho durante toda la Edad Media, sustituyéndolo por la pedagogía
humanista.

Junto al concepto de latinismo que acabamos de definir, coexiste el concepto


de latinismo semántico, es decir, el empleo de una palabra o expresión con un
significante evolucionado pero con un significado igual al originario en latín.
Evidentemente, este tipo de uso de un vocablo latino siempre se dará en una variedad
diafásica culta, como por ejemplo en el empleo de la lengua literaria; tal es el caso de
Fray Luis de León en el verso “el polvo roba el día y lo oscurece” de La profecía del
Tajo, en el que utiliza robar con el valor de ‘ocultar o eclipsar la claridad’ al igual que lo
hiciera Virgilio en el verso “Eripiun subito nubes coelumque diemque” (Lapesa, 1992b:
160). Como también Fernando de Herrrera, ya que utiliza la palabra fines como
‘comarca’, lista como ‘zona’, error como ‘enredo’ y yugo por ‘cumbre’. Este mismo uso
del latinismo semántico fue utilizado un siglo antes por Juan de Mena en su obra
Laberinto de fortuna, donde usa el adverbio jamás con la significación de ‘siempre’: “si
fe a mis versos es atribuida / jamás la tu fama, jamás la tu gloria / darán a los siglos
eterna memoria” (Alvar y Mariner, 1959: 25). Es claro que en estos casos su utilización
se debe a la cultura del emisor y a su voluntad de usarlo de esa manera ya que
pretende que la función poética de la lengua se vea manifestada tal y como hemos
consignado en el ejemplo ofrecido.

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4. Arabismos

Los arabismos son las palabras de procedencia de la lengua árabe que son
absorbidas por el castellano durante la época de pervivencia de los árabes en la
Península Ibérica (711–1492). Como ocurrió con las demás lenguas que incorporaron
léxico al castellano, el árabe también lo ocasiona en aquellos aspectos culturales,
económicos, militares, etc., en los que la vida de la época se desenvolvía.

Con los arabismos entramos de lleno, por tanto, en lo consignado como léxico
no originario del español, ya que son palabras procedentes de una lengua que no
estuvo presente en los momentos originarios de la creación del sistema lingüístico del
castellano. Por este motivo, las influencias fono-fonológicas y gramaticales de la
lengua árabe fueron prácticamente inexistentes, salvo la aparición del sintagma los
padres para referirse no sólo a los padres masculinos sino al padre y a la madre, la
preposición hasta y algunos calcos sintácticos (Cano Aguilar, 19886: 52). Por el
contrario, la permeabilidad del castellano para adoptar palabras árabes fue muy
importante, como apunta el hecho estadístico de que un 8 % del vocabulario total del
español (unos 800 o 900 términos primitivos y unos 4000 derivados) serían arabismos
(Steiger, 1959: 108; Cano Aguilar, 19886: 53).

Muchos han sido los estudios de recopilación de arabismos, tanto los que han
agrupado las palabras mediante coordenadas geográficas, como los que las han
clasificado mediante el procedimiento de creación de campos semánticos (Corriente
Córdoba, 2004: 185). En esta ocasión, por considerarlo más clarificador para nuestra
finalidad y para tener constancia y evidencia de la importancia de los arabismos en el
léxico del español, optamos por una breve exposición en la que se distribuyen los
arabismos en un principio por la categoría gramatical a la que pertenecen y, dentro de
ella, en un segundo paso, se agrupan en diversos campos semánticos, tal y como
ofrecemos seguidamente:

- Sustantivos:

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o Guerra: aceifa, algara, adalid, atalaya, zaga, alfanje, adarga, aljaba,


alcazaba, rebato, tambor, añafiles, alférez, jineta, alazán, acémila,
jaez, albarda, jáquima, ataharre.
o Agrigultura: acequia, aljibe, alberca, azud, noria, arcaduz, alquería,
almunia, alcachofa, algarroba, alubia, zanahoria, chirivía, berenjena,
alfalfa, azafrán, arroz, azúcar, algodón, alholí, aceña, tahona,
aceituna, almazara, arriate, surtidor, azucena, azahar, adelfa, alhelí,
jara, retama, alhucema, almoraduj, hiniesta, espliego, mejorana.
o Alimentación: albóndiga, fideo, almíbar, ajonjolí.
o Trabajo: tarea, barragán, tiraz, fustán, aceituní, recamar,
amorgomar, badana, guadamacil, tahalí, alfarero, alcaller, taza,
jarra, ajorca, arracada, alfiler, aljófar, marfil, azufre, almagre,
albayalde, alumbre, azogue.
o Comercio: arancel, tarifa, aduana, almacén, almoneda, zoco,
alhóndiga, recua, arroba, quintal, fanega, maravedí, ceca.
o Arquitectura y casa: arrabal, aldea, zaguán, azotea, alcoba, alféizar,
albañil, tabique, azulejo, alcantarilla, albañal, ajuar, taracea,
almohada, alfombra, jofaina, alcuza, almirez, almíbar, arrope,
alfeñique.
o Vestidos: aljuba, jubón, almejía, albornoz, zaragüelles, babucha.
o Actividades: ajedrez, guzla, laúd, alcotán, alcándara, percha.
o Cargos civiles: alcalde, alguacil, albacea, alcabala.
o Ciencias: algoritmo, guarismo, cifra, álgebra, alquimia, alambique,
alcohol, álcali, elixir, nuca, duramadre, piamadre, bazo, jarabe, cenit,
nadir, auge, acimut, nombres de estrellas como Aldebarán, Algol,
Rigel, Vega.
o Sentimientos: alborozo, alboroto, hazaña, vicio.
o Topónimos: al-garb > Algarbe; manga > la Mancha; al-qalat >
Alcalá; Madinat > Medina , Almedina; rapita > Rápita, Rábida,
Rabita; wadi (‘río’) > Guadalajara, Guadalquivir; así como Gibraltar,
Algeciras, Algar, Almazán, Almadén, Almonte, etc.
- Adjetivos: horro, mezquino, baladí, baldío, zahareño, gandul, ruin, azul, añil,
carmesí.
- Indefinidos: fulan > fulano; man kana > mengano.

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- Verbos: halagar, acicalar, recamar.


- Partículas: marras, de balde, en balde, hasta, he, helo, hala, guay, ojalá, ya.
(Lapesa, 1981: 133 – 141)

No todas estas palabras, aunque arabismos para el castellano, proceden en su


origen del árabe, pues algunas de ellas son préstamos de otras lenguas al árabe,
como por ejemplo el adjetivo azul que proviene del persa, o los sustantivos ajedrez
proveniente del sánscrito y arroz, del griego. En estos casos de préstamos lingüísticos
siempre son aplicables los conceptos que se exponían anteriormente de préstamo
directo y préstamo indirecto. Para el castellano, estas voces serían préstamos
indirectos de las lenguas de las que proceden originariamente, mientras que, por el
contrario, serían préstamos directos en el árabe.

Una de las características fundamentales de los arabismos en su tránsito e


incorporación al léxico español es su adecuación plena al sistema lingüístico
castellano, como se expuso antes. Todos se adaptan fonéticamente al castellano pues
por ejemplo el árabe carece de la consonante oclusiva sorda española o distinguía
entre vocales largas y breves (Steiger, 1959: 113-126) e, incluso, dentro del plano
morfológico se produce la sustitución de sufijos árabes por castellanos, como en los
casos de zahón, tarabilla y mazorca (Corriente, 2004: 202-203).

Con los arabismos ocurre como con el resto de palabras del caudal léxico del
español, tanto si hablamos de léxico patrimonial como de préstamos, y es que muchos
de ellos con el tiempo desaparecerán de dicho caudal por las razones que conlleva el
desuso de las palabras, bien porque el objeto al que designan desaparece, bien
porque el significante es sustituido por otro. Ejemplos de arabismos constatados en la
época medieval y que no han perdurado serían adufe, alcandora, almadraque,
almajaneque, enaciado, exea, albéitar alfageme, alfayate, almoávar, alfor, guájete,
almocadén, maquila, raez, zaque. De todos modos este grupo es mucho menos
numeroso que el que persiste en el español de nuestros días, tal y como ha quedado
manifestado con los ejemplos que se ofrecían más arriba.

Por último, se ha de apuntar la influencia del árabe en el cambio de significado


de algunas de las palabras romances al ampliar éstas sus significados, como en el

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caso de ‘poridad’, ‘puridad’ > pureza, secreto; ‘casa’ > casa, ciudad; ‘plata’ > lamina,
plata; ‘correr’ > correr, depredar; y también en la creación de híbridos, es decir, de
palabras compuestas de dos componentes, uno de ellos árabe y el otro castellano,
como por ejemplo holgazán que aglutina dos palabras con el significado de
‘descansar’ y ‘perezoso’ (Cano Aguilar, 19886: 54).

5. Helenismos

La presencia de helenismos en el español tiene dos vías de ingreso


distanciadas diacrónica y geográficamente En un primer momento, antes de la llegada
de los romanos a la Península existieron colonias griegas en el mar Mediterráneo
español cuyos nombres, topónimos, han sido heredados primero por el latín y
posteriormente por el castellano. Serían un ejemplo de palabras que pertenecerían al
léxico originario del español por provenir de los tiempos anteriores a la romanización.
Nos referimos a ejemplos como Akra Leuce > Alicante, en latín Lucentum;
Hemroscopion > Denia, Rhode > Rosas y Emporion > Ampurias (Fernández Galiano,
1959: 51). Este primer estadio de helenismos no deja de ser solamente testimonial de
la presencia de los griegos en las costas mediterráneas de la Península, pues no hubo
ninguna otra influencia lingüística derivada de su presencia.

Por otro lado, el influjo de la lengua griega sobre el latín fue permanente y
abundante durante toda la antigüedad clásica. La penetración de helenismos en la
lengua latina se produjo tanto en la lengua más culta como en la lengua más popular,
es decir, su influjo fue completo en la lengua de Roma. Ejemplos de helenismos
constan en los dos niveles de lengua apuntados que pueden ser en diferentes campos
semánticos de la realidad, tal y como se muestra a continuación:

- Helenismos cultos:

o Espiritualidad: idea, phantasia, philosophia, musica, poesis,


mathematica.

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o Religión: Cristo, cristiano, crisma, biblia, paraíso, epifanía,


apostólico, obispo, arzobispo, coro, diácono, acólito, ermita, lego,
limosna, diablo, demonio, escándalo, apóstata, sábado.
o Ciencia: cirujano, físico, cirugía, estómago, flema, ciática, parálisis,
magnete, esmeralda, topacio, jaspe, tóxico, mirra, alegoría,
anatomía, aplopegía, aritmética, gramática, teología, teatro, tálamo,
retórico.
o Literatura: tragoedia, comoedia, scaena, rhythmus, ode, rhetor.
o Deportes: chorus, palaestra, athleta.
o Educación: schola, paedagogus, carta, cédula.

- Helenismos populares:

o Botánica y plantas: orégano, jibia, cima, tallo, cáñamo, esparto,


olivo, oliva, ajonjolí, mostaza, comino, culandro, ajenjo, abrótano,
caña, eneldo, cedro, cereza.
o Costumbres y vivienda: baño, cámara, bodega, piedra, mármol,
yeso, cal, escoria, torre, retrete, colina, plaza.
o Alimentos: pasta, masa.
o Animales: concha, ostra, pulpo, morena, salamandra, camaleón,
perdiz, escorpión, castor.
o Utensilios e instrumental: ánfora, ampolla, jalma, cuerda, cuento,
torno, tempano, cuchara, lámpara, linterna, tea.
o Prendas de vestir: sábana, tapete, jerga, estopa, saco.
o Navegación: ancla, áncora.
o Instrumentos musicales: symphonia, cithara, cedra, zampoña,
caramillo, cuerda.
o Preposición: kata > cada. (Fernández Galiano, 1959: 52-57; Lapesa,
1981: 59-60)

Se ha de tener en cuenta que cada uno de estos helenismos, por lo ya


consignado, pudo entrar en el latín en diferentes épocas, bien incorporados a la lengua
culta o a la lengua popular, por lo que pueden presentar una evolución fonética
heterogénea. Ahora bien, lo importante para el castellano es que todos estos

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helenismos penetraron en el latín, serían por tanto préstamos indirectos en el


castellano, y de allí se constituyeron en palabras latinas que, posteriormente sufrirían
los cambios fonológicos propios del devenir diacrónico del español como lengua, es
decir, se han podido convertir en palabras patrimoniales de nuestra lengua. Aunque,
siguiendo con la misma perspectiva que hemos utilizado en el caso de los latinismos,
un número pequeño de ellos podrían ser cultismos o semicultismos al haber penetrado
en la lengua española a partir del siglo XIII, mediante las traducciones del taller alfonsí
o en siglos posteriores, con el apogeo de la filosofía y pedagogía humanísticas, como
podrían ser los casos de: enigmático, taumaturgo, epopeya, análisis, eucarístico e
hipótesis (Verdonk, 2004: 908) o por el desarrollo de las disciplinas científicas, tal y
como se explicó anteriormente.

6. Conclusiones

A lo largo de la exposición realizada se ha podido observar cómo el léxico del


español se ha formado a partir del léxico latino instaurado por los romanos durante el
tiempo en el que permanecieron en la Península Ibérica. El léxico latino es por tanto el
núcleo primario y principal del español.

Este núcleo léxico se ha visto enriquecido con las voces procedentes de las
lenguas de los pueblos que habitaron la Península antes de su llegada y por la entrada
de germanismos. Todas estas palabras junto con las procedentes del núcleo latino
forman las llamadas palabras patrimoniales. El parámetro principal que aúna a las
palabras patrimoniales del español es el tener en común la experimentación de los
cambios evolutivos propios de la historia del español como lengua vehicular y de
cultura con los que se configurará y se afianzará como una lengua diferente a la de su
origen, la latina.

Junto a este núcleo de léxico originario, el español ha recibido en su devenir


histórico la llegada de vocablos procedentes de otras lenguas. Son los llamados
préstamos lingüísticos, en su doble vertiente de préstamos directos y préstamos
indirectos. Como préstamos directos se han desarrollado los arabismos y los
latinismos junto a los cultismos y semicultismos en las acepciones que se han

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explicado, pues aunque los tres últimos son palabras provenientes del latín e
incorporadas al español en diferentes momentos históricos, su desarrollo posterior y,
sobre todo, la conciencia del usuario lingüístico las diferencia notablemente. Junto a
las palabras provenientes del latín, estarían los helenismos como pertenecientes a otra
lengua clásica. Salvo un pequeño grupo de ellos que penetraron a partir del siglo XIII
en el castellano, el resto son préstamos indirectos al haber venido al español como
léxico latino.

Tanto el léxico originario como el léxico importado puede verse sometido a los
procedimientos de formación de palabras para crear nuevos términos en función de las
necesidades comunicativas como se ha visto en numerosos ejemplos, sobre todo en lo
concerniente a los vocablos científicos y técnicos de creación e incorporación tardía.

Por todo lo expuesto, en la constitución del léxico español podemos concluir


que intervienen dos procedimientos de creación léxica que operan a partir del núcleo
originario, por un lado la llegada de préstamos de otras lenguas y, por el otro, la
creación de palabras nuevas a partir de las ya existentes.

Estas observaciones son las que recoge el siguiente esquema:

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CONSTITUCIÓN DEL LÉXICO ACTUAL DEL ESPAÑOL

LÉXICO ORIGINARIO: LÉXICO INCORPORADO:


palabras que no siempre se
palabras sometidas a los cambios someten a la evolución de la
fruto de la evolución de la lengua lengua y cuando lo hacen no es
- léxico latino en su totalidad.
- palabras anteriores a la - Cultismos
romanización: fenicias, - Semicultismos
cartaginesas, ligures, - Latinismos
celtas, vascas y - Arabismos
helenismos - Helenismos
- Germanismos - Palabras de otras
lenguas

PROCEDIMIENTOS
INTERNOS DE FORMACIÓN
DE PALABRAS

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