Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
El español es una lengua romance, es decir, tiene sus orígenes en el latín que, con el
Imperio Romano, abarcó gran parte de Europa, África y Asia; y, como toda lengua,
fue evolucionando a través de los siglos. Es así que en España se formaron diferentes
dialectos en cada región hasta que lentamente el castellano, que tuvo su cuna en
Castilla, fue ganando la supremacía sobre los demás dialectos. Al conformarse
España como nación, se reconoció a este idioma como español, denominación que
predomina en nuestros días.
Primero deberíamos reconocer el término del latín vulgar: En esa época contaba con
variedades lingüísticas que estaban relacionadas con los factores dialectales.
(variedades diatópicas), con factores socioculturales (variedades diastráticas), con
factores históricos y evolutivos (variedades diacrónicas) y con factores relacionados
con los distintos registros expresivos (variedades diafásicas); pues bien, el latín vulgar
(también llamado latín popular, latín familiar, latín cotidiano o latín nuevo) era la
variante oral del latín, es decir, el latín que utilizaban los romanos (fueran cultos,
semicultos o analfabetos) en la calle, con la familia y, en general, en los contextos
relajados. Se trata, por tanto, de un latín que se aleja del latín clásico y normativo
debido a la espontaneidad y viveza que le otorga su naturaleza oral y cotidiana. Esta
variante diafásica de la lengua latina es de vital importancia puesto que es de ella (y
no del latín culto de la literatura y los registros formales) de donde van a proceder las
lenguas romances o románicas, y más en concreto del latín vulgar del período tardío
(S. II-VI).
Dado que el latín vulgar era oral y evanescente y que sólo se empleaba en contextos
relajados, ¿de dónde podemos obtener información acerca de sus características? Es
evidente que no existe ningún texto escrito en latín vulgar; a lo sumo, tenemos textos
en los que se encuentran algunos vulgarismos dispersos, perdidos entre el estilo lujoso
y cuidado que caracteriza a la literatura latina. Por los vulgarismos rescatados de
algunas obras cultas (incluidos en ellas por razones muy variadas) y a algunos textos
escritos por personas no cultivadas, la filología ha reunido materiales relativamente
amplios. Veamos a continuación cuáles son las principales fuentes para conocer el
latín vulgar: Dentro de estas fuentes pueden estar las obras de gramáticos latinos. Son
muchos los autores latinos que, en su afán de purismo, reprenden y denuncian
determinadas pronunciaciones incorrectas. El primero de los autores que censuró estos
errores fue Apio Claudio (hacia el 300 a. C.), seguido por muchos otros, como
Virgilio Marón de Tolosa (S. VII) o el historiador lombardo Pablo Diácono (740-801).
Con todo, las correcciones expresivas que señalan estos autores hay que tomarlas con
prudencia, ya que muchas de ellas son arbitrarias e incluso abiertamente irreales y
expresivas que señalan estos autores hay que tomarlas con prudencia, ya que muchas
de ellas son arbitrarias e incluso abiertamente irreales. La obra más importante de este
conjunto es, sin ninguna duda, el llamado Appendix Probi (¿S. IV a. C.?), llamado así
porque se conserva en el mismo manuscrito que un tratado del gramático Probo. Es
una especie de «gramática de errores» que cataloga y corrige 227 palabras y fórmulas
tenidas por incorrectas, como por ejemplo las siguientes: vetulus non veclus, miles
non milex, auris non oricla, mensa non mesa, etc. Lo relevante es que gracias a este
texto se ha podido constatar que muchas palabras de las lenguas románicas han
evolucionado a partir de la forma vulgar y no de la normativa. Glosarios latinos. Se
trata de vocabularios muy rudimentarios, generalmente monolingües, que traducen
palabras y giros considerados como ajenos al uso de la época (glossae o lemmata) por
expresiones más corrientes (interpretamenta). El más antiguo de ellos es el glosario de
Verrius Flaccus, De verborum significatione, del tiempo de Tiberio, pero que sólo es
conocido por un resumen de Pompeius Festus.
Invaciones Germànicas.
Invaciones Àrabes
El árabe fue la lengua dominante en al-Ándalus (superestrato), a la vez que entraba en
contacto con las lenguas vecinas de los reinos cristianos septentrionales (adstrato)l. El
resultado en el español actual son muchos topónimos, sustantivos y nombres propios.
Hay que distinguir entre las palabras tomadas directamente del árabe y aquellas que se
han formado posteriormente en español por derivación Así por ejemplo alcohol es una
palabra de origen árabe, mientras que alcohólico estrictamente hablando no lo es,
aunque su raíz sí es de origen árabe. Teniendo esto en cuenta, los verbos de origen
árabe directo son muy escasos, tampoco hay demasiados adjetivos y adverbios y hay
una sola preposición procedente del árabe, hasta.
Esto puede reflejar que la influencia —siendo amplia y muy importante— no
consiguió variar la estructura romance del español La influencia árabe fue más notoria
en el sur y este de al-Àndalus como se denominó en árabe a la península ibérica. La
conquista Musulmana Hispana se logró parcialmente en poco más de una década.
Poblaciones arabófonas comenzaron a instalarse a partir de entonces. Más tarde, en el
año 756, fue establecido el Emirato de Còrdoba, seguido del Califato de Córdoba ya
en el año 929 y más tarde los diversos reinos de taifas.