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¿Qué pasa con la Economía Peruana?

La economía peruana se encuentra atravesando un período de lento crecimiento.


Veamos los datos: entre enero y julio, ha caído en un 0,58% comparado con el mismo
período del año previo. Esto tiene tres consecuencias: menor empleo, aumento de la
pobreza y menor recaudación tributaria para el gobierno. Para este año, se espera un
crecimiento que fluctuaría entre el 0,5% y el 0,9% con tendencia a la baja.

Mucho se discuten las razones, pero pienso que son tres interrelacionadas entre sí. Primero,
la caída de la inversión privada desde el tercer trimestre del 2022 hasta el segundo del
2023. Las cifras son: -0,5%, -4,1%, -12% y -8,1%. La inversión privada es el 80% de la
inversión total; si no aumenta, no crece la economía. Existen diversas causas de la caída,
pero en el fondo se encuentran las expectativas negativas, que son creencias que todos nos
hacemos sobre la evolución futura de las variables económicas y sociales. De acuerdo con
las encuestas de expectativas del BCR, se encuentran en terreno negativo (tramo pesimista)
desde que comenzó la campaña electoral para las elecciones generales del 2021. Quien no
confía, posterga sus decisiones de inversión hasta que observe un período más calmo.
Quien iba a tomar un crédito hipotecario, prefiere esperar. Y entonces se frena el
crecimiento. No debemos subestimar el poder de las expectativas: para volver a crecer
antes hay que volver a creer.

El resultado es que el consumo privado, que representa el 65% de la demanda interna solo
crecerá un 0,3% este año, muy por debajo de su promedio histórico que es de 3% anual. En
simple, si los ciudadanos no compran, las empresas no venden y, por ende, no producen. ¿Y
por qué no compran? Porque no aumenta el empleo, consecuencia de la caída de la
inversión privada.

Segundo, el lento crecimiento de la economía mundial. Un dato: del total de lo que


produce el mundo, el Perú solo representa el 0,3%, por lo que depende del desempeño del
resto del mundo. Aquí las locomotoras del tren llamado economía mundial (en el que el
Perú es un vagón) son tres: China, Estados Unidos y la Eurozona que, juntas, producen
más del 50% del total mundial. Las proyecciones de crecimiento de la economía mundial
para este 2023 se sitúan en 2,8%, cuando el promedio entre el 2001 y el 2019 fue de 3,7%.

Tercero, la probabilidad cada vez mayor de un fenómeno de El Niño global fuerte. En


agosto era de un 10%; el último cálculo, realizado en setiembre, la aumentó a un 26% con
efectos en el 2024. Sin ninguna duda, el principal factor a monitorear en los siguientes
meses es el fenómeno de El Niño global.

Veamos el lado positivo de la economía peruana. Primero, la inflación está en disminución


desde enero. La última cifra presenta el siguiente dato: 5,58% en los últimos doce meses,
muy cerca de la meta anual del BCRP que es entre el 1% y el 3%. Además, el Perú tiene la
menor inflación promedio anual de América Latina entre el 2000 y el 2022: 2,9%.
Segundo, la economía peruana tiene el menor déficit fiscal de la región: 1,7% del PBI en el
2022. Esto significa un manejo responsable de las finanzas públicas. Tercero, el BCR
mantiene el mayor nivel de reservas de América Latina, equivalente a 29,4% del PBI.
Cuarto, el Perú tiene la menor deuda pública de la región: 34% del PBI.

Si vemos solo el lado positivo, ¿qué pasa? Para entenderlo imaginemos que quiere
construirse una casa. Primero necesita cimientos. Pues las fortalezas de la economía son los
cimientos. El Perú los tiene como se ha comprobado en el párrafo previo. Sin embargo, los
cimientos no bastan, pues hay que construir encima de ellos. ¿Por qué? Porque lo que
entrega el bienestar a todos los ciudadanos es la casa y no solo los cimientos. Necesitamos
cimientos y casa (calidad de vida para todos). Tenemos cimientos, pero no casa. ¿Qué
significa construir la casa? Mejorar salud, educación, seguridad, infraestructura y vivienda
para todos. Eso falta hace mucho tiempo.

El crecimiento le entrega, a través de la recaudación tributaria, dinero al gobierno (en sus


tres niveles) para que lo use, en especial en los más vulnerables. Pero este no lo hace o lo
hace mal. La corrupción lo ahoga. Entonces, los más vulnerables no notan el crecimiento.
Y este no es un problema de hoy, ni tampoco es del modelo. Durante el siglo comprendido
entre 1921 y el 2021 el promedio de crecimiento anual de la economía peruana fue 3,8%,
por encima de Uruguay y Chile, cuyos ciudadanos ostentan una mayor calidad de vida. El
Perú es un país mal gestionado, no importa el color político del gobierno de turno. Y,
mientras eso no mejore, será difícil lograr la paz que todos buscamos.

Si el Estado gasta mal el dinero que recibe del crecimiento económico, entonces no
mejorará la educación ni la salud y, por lo tanto, hipoteca el crecimiento futuro. Aquí lo
grave es que la productividad (rendimiento por trabajador) no aumentará. Si vemos
América Latina, el Perú es el país con menor productividad.

¿Cuál debe ser el objetivo? Un crecimiento sostenible y estable y un gobierno que sepa
cómo usar el dinero recibido. Eso no es todo, pues no puede dejarse de lado la necesidad de
una mejora institucional. En el Perú nadie cree en las instituciones, salvo contadas
excepciones. Y en ese ambiente es complicado esperar grandes mejoras.

Inseguridad alimentaria sin propuestas,


por Angie Higuchi
"Según la última evaluación del MEF, el sector agrícola
registró en abril una caída de 20% del área de cultivo, la
peor cifra en más de 25 años".
En el Día Mundial de la Alimentación, el panorama de nuestro país es desolador. Según
la FAO, Perú se encuentra liderando el ranking de países con inseguridad alimentaria en
Sudamérica. El IEP informó que ahora 6 de 10 peruanos no tienen alimentos en su hogar, y
7 de 10 peruanos han reducido su consumo de alimentos en estos tres últimos meses. Estas
cifras van de la mano con la pobreza.
Con un aproximado de 12% de inflación en alimentos, INEI reportó en el 2022 que 9
millones de peruanos se encuentran en pobreza, mientras que 319.000 personas adicionales
pasaron a una condición de pobreza extrema. Son estas personas vulnerables quienes están
sufriendo de inseguridad alimentaria moderada o grave, ya que tienen que destinar más del
80% de su ingreso únicamente en alimentarse.

Con insumos agrícolas a precios inasequibles, préstamos y créditos con altas tasas de
interés y, además, con fenómenos climáticos impredecibles, la situación de inseguridad
alimentaria para el año venidero resulta preocupante. Asimismo, a causa del estrés hídrico
hay un efecto directo en el decrecimiento del rendimiento de los cultivos, lo que los hace
más costosos.

Según la última evaluación del MEF, el sector agrícola registró en abril una caída de 20%
del área de cultivo, la peor cifra en más de 25 años. Este porcentaje empeorará por las
lluvias en zonas como el norte y selva, así como fuertes sequías en el sur.

Según Midagri, hasta mayo, la quinua tuvo el más alto decrecimiento en su producción (-
48.1%). Además, la papa, el maíz, las habas, la quinua y la avena están siendo afectados
junto con la producción ganadera y de animales menores. Finalmente, los productos
amazónicos de exportación como el café y el cacao también están sufriendo de roya y la
broca, respectivamente.

El impulso de propuestas como, por ejemplo, en obras públicas con soporte técnico es
crucial si queremos menguar en algo el impacto del fenómeno de El Niño Global que se
avecina. Asimismo, esto evitará el abandono de zonas productivas, brindará ingresos y
asegurará la alimentación. La promoción de un “reactiva agrícola” que llegue directamente
al productor para que pueda invertir en insumos para asegurar las próximas producciones es
trascendental.

Por otro lado, la extensión agrícola debe trabajarse mediante capacitaciones de los
pequeños agricultores, así como fomentar investigaciones que involucren no solo el
apartado agrícola, sino también la debida comercialización de los cultivos agrícolas.

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