El transcurso de la vida de los cazadores estuvo lleno de intentos fallidos intentos, incluso que algunos murieron al estudiar microorganismos. Igualmente dice que la ciencia es el intento de encontrar la verdad mediante la observación cuidados y el razonamiento claro. El holandés Antonio van Leeuwenhoek nació en 1632. Dejó la escuela y su universidad fue una tienda de telas donde trabajaba y posteriormente abrió su propia tienda de telas. Aprendió a fabricar sus propios lentes frecuentando el trato con alquimistas y boticarios, fabricó su propio microscopio mediante
el cual observó cuanta cosa se le viniera a la
mente, como escamas de su propia piel, lana de ovejas, pelo de castor. Examinó cortes transversales de madera de doce especies diferentes de árboles, y observó el interior de semillas de plantas.
Con sumo cuidado disecó la cabeza de una mosca, ensartando la masa
encefálica en la finísima aguja de su microscopio, pudo contemplar la increíble perfección de la boca chupadora de una pulga y las patas de un piojo. Leeuwenhoek fabricó cientos de microscopios. En aquel tiempo, la segunda mitad del siglo XVII el hombre comenzó a dudar de lo que era considerado como verdad, ya no se guiarían por lo que decía Aristóteles si no por el resultado de sus experimentos. Estos pensadores formaron una sociedad llamada The Invisible College, que entre los miembros de aquella sociedad se encontraba Roberto Boyle, fundador de la química científica, y también Isaac Newton, que fue mantenida en secreto para no ser culpados de conspiración. Tras observar las gotas de agua por el microscopio, quedó impresionado, pues veía organismos que se movían. Siempre estuvo ansioso por encontrar una unidad de medida y se preguntaba cuánto mediría el bicho más pequeño. Mediante un experimento se demostró a sí mismo que los bichos que veía en el agua no caían del cielo, así mismo estudio varias muestras de agua. Otra curiosidad de Leeuwenhoek fue que creía que la pimienta pica porque contenía pequeños pinchitos que picaban en nuestra lengua. Para su sorpresa al verla a través del microscopio se encontró con múltiples animalitos que se movían desordenadamente, este sería un medio de cultivo para criar a sus animalillos. Escribió una carta a los grandes señores en Londres. Algunos miembros de la Real Sociedad le creyeron y en respuesta enviaron una carta pidiéndole que les contara más acerca de esos animales y que les explicara detalladamente cómo había construido el microscopio. Leeuwenhoek se ofendió por la falta de credibilidad. Podemos imaginárnoslo murmurando: «¡Santo Dios! Estos métodos para descubrir grandes misterios, ¡cuántos trabajos y sudores m e han costado, ¡qué de befas e ironías tuve que aguantar para lograr perfeccionar mis microscopios y mis métodos de observación...!» Pero contestó con una extensa carta una explicación más detallada de sus cálculos, pero jamás revelaría su secreto de cómo hacer su microscopio. Lo citaron a una reunión y e l 15 de noviembre de 1677 llegó Hooke a la reunión, presa de gran excitación, pues Leeuwenhoek no había mentido. ¡Allí estaban aquellos increíbles bichos! Los miembros se levantaron de sus asientos, apiñándose alrededor del microscopio; miraron y exclamaron: —¡Ese hombre es un mago de la observación! La Real Sociedad puso a cargo de Robert Hooke y a Nehemiah Grew la construcción de los mejores microscopios. Tras haber construido el aparato, mostraron a la Real Sociedad, que Leeuwenhoek tenía razón. La sociedad lo nombró miembro. Hasta el final de sus días, se reservó sus microscopios, sólo permitía a las personas utilizarlos mientras él los manejara. Leeuwenhoek experimentaba con lo que se le ocurría y tenía en sus manos, hasta se le ocurrió observar una sustancia que quedaba entre sus dientes, incluso después de lavarlos con sal y tallarlos con pluma de ganso, encontrando que eran seres con vida, se movían.
Cuando daba un paseo para tomar un descanso, se encontró con un hombre
quien jamás había limpiado su dentadura, Leeuwenhoek inmediatamente se olvidó de su cansancio y lo llevó a su laboratorio para examinar qué animalejos encontraba en su boca, había una especie. Jamás pensó que esos animalitos los microbios, pudieran ser dañinos para la salud del hombre. Fue el primero en observar los vasos capilares por los que pasa la sangre de venas y arterias. Para Leeuwenhoek todo era materia de investigación. Se volvió famoso en Europa, incluso la reina de Inglaterra le hizo una visita para ver a través de sus microscopios. Siempre estaba en busca de la verdad, de nuevos conocimientos. Descubrió que los bichos morían al someterlos a temperaturas altas; Una mañana tras haber bebido café casi hirviendo, tomó muestra de la sustancia entre sus dientes (por los que había pasado el café) y no encontró bicho alguno, tomó otra muestra de sus molares y en efecto, ahí sí pudo observar los microbios. Intentó reproducir mejillones fuera del cuerpo de la madre, pero los embriones fueron atacados por microbios. «La vida se alimenta de la vida; es cruel, pero es la voluntad Divina —reflexionaba— Falleció en el año 1723 a la edad de 91 años. Pero antes de hacerlo pidió a su amigo Hoogvliet que tradujera y enviara a la Real Sociedad en Inglaterra 2 cartas que posiblemente eran algunos manuales de como fabricar sus microscopios ya que siempre le comentaban los siguiente: «Pero si no enseña usted a la juventud desaparecerá de la Tierra el arte de fabricar lentes tan precisas como las suyas, y se suspenderá la observación de los nuevos animalillos»