Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Este principio del proceso exige que toda persona tenga la posibilidad de
acudir libre e igualitariamente a un Órgano Jurisdiccional para solicitar la
protección de cualquier derecho e interés frente a cualquier lesión o
amenaza, en un proceso que reúna las mínimas garantías, luego del cual se
expedirá una decisión motivada y definitiva sobre el fondo de la controversia
que sea eficaz. (p. 145)
Monroy (1996) habla de tutela judicial antes del proceso y durante él. En el
primer caso se sostiene que aun cuando el ciudadano no tenga un conflicto
concreto ni requiera en lo inmediato de un Órgano Jurisdiccional, el Estado debe
proveer a la sociedad de los presupuestos materiales y jurídicos indispensables
para que el Proceso Judicial opere y funciones en condiciones satisfactorias. Así,
debe existir un Órgano Jurisdiccional autónomo, imparcial e independiente;
preexistir al conflicto las reglas procesales adecuadas que encausen su solución;
existir infraestructura (locales y equipos) adecuada y suficiente para una óptima
prestación del servicio de justicia; existir el número necesario y suficiente de
funcionarios que presten el servicio. En el segundo caso, esto es durante el
proceso la tutela judicial efectiva debe verificarse en todos sus momentos, acceso,
debido proceso, sentencia de fondo, doble grado y ejecución de sentencia. En
buena cuenta se trata del derecho al proceso y el derecho en el proceso.
Una cosa, entonces, es el plazo fijado por el legislador para la duración del
proceso, otra, el plazo razonable. Por otro lado, “el derecho al plazo razonable hace
surgir en el juez el deber de respetar los derechos de participación adecuada de las
partes y dar la máxima celeridad al proceso. Debiéndose entender, que dar máxima
celeridad al proceso implica no realizar actos dilatorios injustificados, sean estos
comisivos u omisivos” (Marinoni, 2009).
En este contexto, el juez debe velar, más que por el cumplimiento milimétrico
de los plazos previstos normativamente, porque el proceso no se prolongue más allá
del plazo razonable. Por ello, el cómputo del plazo razonable en el proceso civil
debe iniciarse desde el momento en que se recepción la demanda, y culminar con la
decisión que de manera definitiva pone fin al proceso. En definitiva, la razón de ser
del impulso procesal de oficio es que los procesos culminen al cabo de un plazo
razonable.