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DERECHO A LA TUTELA JURISDICCIONAL EFECTIVA

1.1. Definición de Derecho a la tutela jurisdiccional efectiva

El Derecho a la Tutela Jurisdiccional Efectiva, se encuentra tipificada en el


Articulo I del Título Preliminar del Código Procesal Civil donde nos menciona que:

“Toda persona tiene derecho a la tutela jurisdiccional efectiva para el


ejercicio o defensa de sus derechos o interés, con sujeción a un debido
proceso”.

Entonces, es el derecho por el cual toda persona, como integrante de la


sociedad, puede acceder a los Órganos Jurisdiccionales para el ejercicio o defensa
de sus derechos intereses, con sujeción a que sea atentada a través de las mínimas
garantías para su efectiva realización.

La tutela jurisdiccional efectiva es un derecho complejo de naturaleza


constitucional y de derechos humanos ya que su contenido está compuesto por un
abanico de derechos cuyo cumplimiento es obligatorio en el marco de un proceso.
Según Martel (s.f), “No se agota en la garantía del acceso a la justicia, sino que
faculta obtener un pronunciamiento sobre el fondo de las pretensiones deducidas, el
que solo podrá ser eludido cuando tales pretensiones resulten inadmisibles o
improcedentes, de acuerdo con las normas legales”. Priori (2019), enfatiza que:

Este principio del proceso exige que toda persona tenga la posibilidad de
acudir libre e igualitariamente a un Órgano Jurisdiccional para solicitar la
protección de cualquier derecho e interés frente a cualquier lesión o
amenaza, en un proceso que reúna las mínimas garantías, luego del cual se
expedirá una decisión motivada y definitiva sobre el fondo de la controversia
que sea eficaz. (p. 145)

Este derecho se manifiesta procesalmente de dos maneras el derecho de


acción y derecho de contracción. La tutela jurisdiccional efectiva comprende:
a) Acceso a la justicia: se refiere a la capacidad de las partes
involucradas, ya sea como demandantes o demandadas, de llegar a
los tribunales con el fin de que se reconozcan sus intereses legítimos.
b) El derecho a un proceso: con garantías mínimas implica asegurar el
debido proceso, es decir, que todas las partes involucradas reciban un
tratamiento justo y equitativo durante el curso del procedimiento legal.
c) Una sentencia de fondo: se emite normalmente para resolver el
conflicto de intereses o eliminar la incertidumbre legal. Sin embargo, si
no es posible abordar el fondo debido a la falta de presupuestos
procesales o condiciones de acción, se emitirá una resolución
fundamentada en derecho.
d) La doble instancia: permite a las partes impugnar una sentencia que
consideren contraria a la ley, para que sea revisada exhaustivamente
por una autoridad jerárquica superior y, si es necesario, emitir una
nueva sentencia más apropiada.
e) La ejecución: se refiere al derecho de solicitar y obtener el
cumplimiento efectivo de una sentencia definitiva. La mera declaración
de la fundamentación de una pretensión, aunque esté bien
fundamentada, no es suficiente. Para que las sentencias sean
efectivas, deben ser cumplidas incluso en caso de negativa por parte
del obligado, y la parte agraviada debe ser compensada por los daños
y perjuicios sufridos. De lo contrario, las sentencias se convertirían en
simples declaraciones sin poder real.

1.2. Debido proceso

El debido proceso, en este marco, es el principio que garantiza que cada


persona disponga de determinadas garantías mínimas para que el resultado de un
proceso judicial sea equitativo y justo. Gracias al debido proceso, un sujeto puede
hacerse escuchar ante el juez. Ello significa que los justiciables tienen el derecho a
la defensa, a demandar y contradecir con la misma oportunidad, a ofrecer sus
medios probatorios, a impugnar las resoluciones judiciales y a ser enterados de las
resoluciones que emanen del proceso en las que son parte (Zumaeta, 2014).

Podemos señalar que los principios que informan:


a) Juez natural. - Ninguna persona puede ser desviada de la jurisdicción
predeterminada por la ley, ni sometida a procedimiento distinto de los
previamente establecidos, ni juzgada por órganos jurisdiccionales de
excepción ni por comisiones especiales creadas al efecto, cualquiera
sea su denominación (inciso 3" del artículo 139 de la Constitución
Política del Estado de 1993).
b) Defensa de un proceso. - Derecho de defensa en cualquier estado
del proceso (inciso 14 del Art. 139 de la Constitución Política del
Estado).
c) Duración del Proceso. - Los artículos II y V del Título Preliminar del
Código Procesal Civil se refieren al deber del Juez de impulsar el
proceso, siendo responsable de cualquier demora ocasionada por su
negligencia, el cumplimiento de los plazos señalados en la le a fin de
lograr una pronta y eficaz solución del conflicto de interés o
incertidumbre jurídica.
d) Motivación de las resoluciones. - Los jueces deben motivar, por
escrito, sus resoluciones en todas las instancias, con expresión de la
ley aplicable y de los fundamentos de hecho en que se sustentan
(inciso 5" del artículo 139 de la Constitución Política del Estado).
e) Pluralidad de la instancia. - El inciso 6 del artículo 139 de La
Constitución Política del Estado recoge este principio, el que se ve
reforzado por el artículo X del Título Preliminar del Código Procesal
Civiles. Estos son los principales principios que rigen el debido
proceso, así como el derecho de defensa y de contradicción, el
derecho que tienen los jueces de motivar sus resoluciones,
exponiendo los fundamentos de hecho y de derecho con que amparan
sus decisiones, con excepción de los decretos de mera sustanciación
(artículo 139 inciso 5 de la Constitución Política del Estado).

1.3. Tutela jurisdiccional y debido proceso

En palabras de César Landa, el derecho al debido proceso resulta un


derecho implícito del derecho a la tutela jurisdiccional efectiva, que supone tanto la
observancia de los derechos fundamentales esenciales del procesado, como de los
principios y reglas esenciales exigibles dentro del proceso. Este derecho contiene
un doble plano pues, además de responder a los elementos formales o
procedimentales de un proceso (juez natural, derecho de defensa, plazo razonable,
motivación resolutoria, acceso a los recursos, instancia plural, etc.), asegura
elementos sustantivos o materiales, lo que supone la preservación de criterios de
justicia que sustenten toda decisión (juicio de razonabilidad, juicio de
proporcionalidad, etc.). de acuerdo con Ledesma (2016) deduce que:

El concepto del debido proceso se aplica también a las relaciones ínter


privato; por decir, a los procedimientos que se puedan seguir ante las
personas jurídicas de derecho privado. El hecho que tengan ese origen y
naturaleza, no quiere decir que no estén sujetas a los principios, valores y
disposiciones constitucionales; por el contrario, como cualquier ciudadano o
institución (pública o privada), tienen la obligación de respetarlas, la misma
que se intensifica aún más cuando se ejerce la potestad disciplinaria
sancionadora dentro de estas organizaciones. (p. 21)

1.4. Debido proceso: Garantía y Derecho fundamental

El debido proceso es apreciado como principio general del Derecho, como


garantía constitucional y como Derecho fundamental. Para quienes sostienen que
es un principio general señalan que el proceso justo inspira todo el ordenamiento
jurídico político y no requiere de un reconocimiento positivo para que pueda producir
sus efectos; sin embargo, para el sector que califica como Derecho fundamental le
atribuye no solo funciones propias de un principio general sino que trasciende, a
valores superiores que provienen de la dignidad del ser humano y del logro de una
sociedad justa y libre; además tampoco requiere de una norma positiva para existir.

Los que conciben como garantía le atribuyen una función instrumental o


garantizadora de los derechos fundamentales y del ordenamiento jurídico político en
su conjunto, sin embargo, integran el Derecho fundamental de justicia a través del
proceso que tradicionalmente es catalogado como derechos fundamentales de la
persona. En esta línea Hoyos (1995), califica al debido proceso “no solo como un
derecho fundamental, sino que además cumple una función de garantía de los
demás derechos fundamentales y del ordenamiento en su conjunto” (p. 115),
atribuyéndole la calificación de un derecho fundamental de carácter instrumental.

Actualmente, la mayor parte de instrumentos internacionales sobre derechos


humanos reconocen al debido proceso sea en forma explícita como implícita como
un derecho humano o fundamental. Concebido así, como un derecho fundamental,
este se encuentra previsto en el artículo 139.3 de la Constitución Política. Una
interpretación literal de esta disposición constitucional podría llevar a afirmar que el
debido proceso se circunscribe estrictamente a los procesos de naturaleza
jurisdiccional; sin embargo, ello no es correcto. El Tribunal Constitucional ha
establecido de manera reiterada y uniforme que:

El derecho fundamental al debido proceso es un derecho que ha de ser


observado en todo tipo de procesos y procedimientos, cualquiera que fuese
su naturaleza. Ello es así en la medida en que el principio de interdicción
de la arbitrariedad es un principio inherente a los postulados esenciales de
un Estado constitucional democrático y a los principios y valores que la propia
Constitución incorpora. (STC Exp. N° 4241-2004-AA/TC-Lima).

1.5. La Tutela Jurisdiccional Efectiva como Derecho Constitucional

Modernas Constituciones consagran el derecho a la tutela jurisdiccional


“efectiva” como derecho constitucional, al que antes se conocía como derecho a la
jurisdicción, y científicamente hablando como derecho, facultad, poder de la acción.

El artículo 24º de la Constitución Política Española de 1978 consagra y


reconoce este derecho constitucional a todas las personas y no solo a los
españoles, en los siguientes términos:

1) Todas las personas tienen derecho a obtener la tutela efectiva de los


Jueces y Tribunales en el ejercicio de sus derechos e intereses legítimos, sin
que, en ningún caso, pueda producirse indefensión.

2) Asimismo, todos tiene derecho al Juez ordinario predeterminado por la ley,


a la defensa y a la asistencia de letrado, a ser informados de la acusación
formulada contra ellos, a un proceso público sin dilaciones indebidas y con
todas las garantías, a utilizar los medios de prueba pertinentes para su
defensa, a no declarar contra sí mismo, a no confesarse culpables y a la
presunción de inocencia.

La Ley regulará los casos en que, por razón de parentesco o de secreto


profesional, no se estará obligado a declarar sobre hechos presuntamente
delictivos.
Bidart (1961), refiere que “personalmente utiliza y de manera frecuente, la
denominación nueva del clásico y viejo derecho a la jurisdicción, no porque antes
dejáramos de asignarle a éste el contenido amplio que se tiende desde el acceso a
la justicia hasta la sentencia última, sino porque se expresa mejor en una fórmula
clarísima cuál es el sentido que debemos atribuir a la jurisdicción, a la acción, al
proceso en todas sus etapas, a su duración, y a la decisión que le pone término”

La Constitución Política peruana de 1993, acorde con lo expuesto, consagra


la “tutela jurisdiccional” en el capítulo referente al Poder Judicial, en su artículo 139
inciso 3), al establecer:

“Artículo 139º.- Son principios y derechos de la función jurisdiccional: 3. La


observancia del debido proceso y la tutela jurisdiccional. Ninguna persona
puede ser desviada de la jurisdicción predeterminada por la ley, ni sometida a
procedimiento distinto de los previamente establecidos, ni juzgada por
órganos jurisdiccionales de excepción ni por comisiones especiales creadas
al efecto, cualquiera sea su denominación”.

No obstante Gonzáles (1985), menciona que:

“El derecho a la efectividad de la tutela jurisdiccional no constituye en modo


alguno una conquista del Estado Social de Derecho, ni siquiera del estado de
Derecho. La organización del poder público de modo que quede garantizada
la justicia le viene impuesto a todo Estado por principios superiores que el
Derecho positivo no puede desconocer. Los ordenamientos positivos se
limitan a recogerle, como recogen otros principios del Derecho Natural, al
lado de los principios políticos y tradicionales”. (p. 22)

Con lo dicho tenemos que el soporte de la tutela jurisdiccional está en el


Derecho Natural, cuyas normas tienen validez moral y jurídica, al margen de su
recepción en norma alguna. Por ello, y acorde con la dignidad humana, al ser la
persona un fin en sí mismo, es titular de derechos que le son innatos, anteriores al
propio Estado y que por tanto son inalienables.

1.6. La Tutela Jurisdiccional Efectiva antes y durante el Proceso

Monroy (1996) habla de tutela judicial antes del proceso y durante él. En el
primer caso se sostiene que aun cuando el ciudadano no tenga un conflicto
concreto ni requiera en lo inmediato de un Órgano Jurisdiccional, el Estado debe
proveer a la sociedad de los presupuestos materiales y jurídicos indispensables
para que el Proceso Judicial opere y funciones en condiciones satisfactorias. Así,
debe existir un Órgano Jurisdiccional autónomo, imparcial e independiente;
preexistir al conflicto las reglas procesales adecuadas que encausen su solución;
existir infraestructura (locales y equipos) adecuada y suficiente para una óptima
prestación del servicio de justicia; existir el número necesario y suficiente de
funcionarios que presten el servicio. En el segundo caso, esto es durante el
proceso la tutela judicial efectiva debe verificarse en todos sus momentos, acceso,
debido proceso, sentencia de fondo, doble grado y ejecución de sentencia. En
buena cuenta se trata del derecho al proceso y el derecho en el proceso.

El derecho al proceso tiene como antecedente histórico la fecha del 17 de


junio de 1215, cuando los barones ingleses arrancaron al Rey Juan Sin Tierra
algunos derechos básicos que les aseguraran un juicio correcto. Este acto histórico
ha trascendido en el tiempo, y hoy día no existe, ni debe existir, Estado de Derecho
que no contemple al proceso como la vía más adecuada para garantizar las
libertades individuales en tanto y cuanto sean agraviadas o afectadas por el Estado
o por particulares.

El derecho en el proceso, llamado también debido proceso legal objetivo,


importa un conjunto de garantías que el estado debe asegurar a toda persona
comprendida en un proceso, a fin de que ésta pueda ejercitar plenamente sus
derechos, sea alegando, probando, impugnando, requiriendo, etc. Por otro lado,
Monroy (1996) considera que:

Entre el derecho a la tutela jurisdiccional efectiva y el derecho a un debido


proceso, existe la misma relación que se presenta entre la anatomía y la
fisiología cuando estudia un órgano vivo, es decir, la diferencia solo reside en
la visión estática y dinámica de cada disciplina, respectivamente. El primero
es el postulado, la abstracción; en cambio, el segundo es la manifestación
concreta del primero, es su actuación. (p. 248)

1.7. Tutela jurisdiccional oportuna de los derechos: el plazo razonable

El proceso civil en nuestro país se promueve solo a iniciativa de parte, la que


invocará interés y legitimidad para obrar. Este derecho se concretiza a través de la
interposición de la demanda, acto procesal a partir del cual se empezará a construir
la senda del proceso hacia la sentencia. Siendo que “el proceso no es una cosa
hecha, un camino que deba recorrerse, sino una cosa que debe hacerse a lo largo
del tiempo” (Couture, 2010, p. 143).

Esta necesidad del proceso de prolongarse en el tiempo, ha sido propicio


para hacer de muchos procesos una historia sin fin. Por eso es sumamente
importante entender que el derecho fundamental a la tutela jurisdiccional no implica,
únicamente, el simple acceso a la justicia o, que al final del proceso se emita una
decisión fundada en derecho, además requiere que dicha tutela sea otorgada de
manera oportuna.

La dimensión del tiempo en el proceso es inocultable, por tanto, existe la


necesidad de racionalizarlo, de tal manera que no afecte a quien acude ante la
jurisdicción para pedir la tutela de sus derechos. Por eso, en nuestros días, se
postula la idea de que en todos los procesos el proceso civil entre ellos- debe de
respetarse el derecho al plazo razonable.

El derecho al plazo razonable ha sido expresamente reconocido en diversos


instrumentos internacionales. Así, conforme a la Convención Americana sobre
Derechos Humanos (CADH), “toda persona tiene derecho a ser oída, con las
debidas garantías y dentro de un plazo razonable, por un juez o tribunal
competente, independiente e imparcial, establecido con anterioridad por la ley, en la
sustanciación de cualquier acusación penal formulada contra ella, o para la
determinación de sus derechos y obligaciones de orden civil, laboral, fiscal o de
cualquier otro carácter”. El derecho al plazo razonable, a la luz de dicha disposición
normativa internacional, también despliega sus efectos jurídicos en el proceso civil.

Internamente, el derecho al plazo razonable constituye una manifestación


implícita del derecho al debido proceso reconocido en el inciso 3 del artículo 139 de
la Constitución.

Una cosa, entonces, es el plazo fijado por el legislador para la duración del
proceso, otra, el plazo razonable. Por otro lado, “el derecho al plazo razonable hace
surgir en el juez el deber de respetar los derechos de participación adecuada de las
partes y dar la máxima celeridad al proceso. Debiéndose entender, que dar máxima
celeridad al proceso implica no realizar actos dilatorios injustificados, sean estos
comisivos u omisivos” (Marinoni, 2009).

En este contexto, el juez debe velar, más que por el cumplimiento milimétrico
de los plazos previstos normativamente, porque el proceso no se prolongue más allá
del plazo razonable. Por ello, el cómputo del plazo razonable en el proceso civil
debe iniciarse desde el momento en que se recepción la demanda, y culminar con la
decisión que de manera definitiva pone fin al proceso. En definitiva, la razón de ser
del impulso procesal de oficio es que los procesos culminen al cabo de un plazo
razonable.

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