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Immanuel KANT, resumen del sistema filosófico: arquitectónica de la razón según la Filosofía Crítica

Sistema filosófico kantiano (resumen)


La importancia capital de Immanuel Kant en la historia de la filosofía se debe,
sobre todo, a la elaboración de una síntesis entre las dos corrientes de la filosofía
moderna que se disputaban en el siglo XVIII la solución al problema del conocimiento:
el racionalismo (Leibniz-Wolf, que había sido iniciado por Descartes el siglo anterior) y
el empirismo (Hume, que llevó a sus últimas consecuencias la epistemología de Locke).
Esa síntesis fue denominada por el propio Kant Idealismo trascendental o Criticismo:
tras una crítica de la razón para poner de manifiesto su modo de proceder y por tanto sus
límites, establece que el conocimiento es una mezcla de elementos a priori
(trascendentales: forma o estructura de la experiencia=condiciones de posibilidad
de la experiencia) y a posteriori (materia de la experiencia=datos de las
sensaciones=condiciones de realidad de la experiencia). Descarta así que haya
conocimiento sobre entidades de la realidad exclusivamente a priori (como pretendían
los racionalistas), con lo que, por ejemplo, una ciencia sobre Dios –una parte1

1
Subrayo “una parte” porque, como veremos en el problema del conocimiento, aunque la Metafísica
(teórica) realizada dogmáticamente (es decir, sin crítica previa de la razón) sobre lo suprasensible (Alma,
Mundo y Dios) no es posible como ciencia (pues va más allá de la experiencia), sí que hay Metafísica
aunque con menos pretensiones (una vez establecidos los límites por la Crítica). De hecho hay dos tipos
muy distintos de Metafísica, dependiendo de si la razón que la produce realiza un uso teórico o un uso
práctico):
1) UNA METAFÍSICA CIENTÍFICA: Metafísica (teórica) de la naturaleza (juicios sintéticos a priori
sobre los objetos de la experiencia, constituida por las leyes o principios del entendimiento puro
(trascendentales): “todo suceso tiene una causa”, “en todos los cambios la cantidad de sustancia
permanece”, “todo fenómeno tiene una magnitud extensiva –tiene un tamaño, una forma...”- etc.) Estos
principios metafísicos permiten construir las leyes (a priori) de la Física (llamada por ello “Física pura”).
Esta es, pues, una metafísica que ha alcanzado el camino seguro de la ciencia (¡¡y que Kant dice en el
Prólogo de la 2ª edición de la Crítica de la razón pura que él ha terminado!!, gran ventaja sobre las otras
dos ciencias teóricas, matemáticas y ciencia natural (física experimental –que añade a las leyes de la
física pura los datos experimentales a posteriori), que tienen que seguir avanzando indefinidamente).
2) UNA METAFÍSICA LEGISLADORA DE LA ACCIÓN (la razón nos da una ley –la misma para
todos- que nos obliga a hacer ciertas cosas y nos prohíbe otras, y esto independientemente de la
experiencia, de mis sentimientos, de mis deseos, de cualquier dato a posteriori: por eso, aunque no sea
ciencia –no puede serlo pues no habla de lo que hay, ni de lo que habrá mecánicamente a partir de lo que
ahora hay, así que eso no tiene importancia aquí- es también una metafísica legítima, universal y
necesaria, que no habla de los aspectos físicos del mundo, sino del enigma de la conciencia moral
humana, que según Kant es un hecho tan indiscutible como que el fuego quema). Kant la denomina
Metafísica (práctica) de las costumbres (la ley a priori de la razón pura “dentro de mí” o imperativo
categórico y los 3 postulados de la razón práctica: libertad, inmortalidad –del Alma- y reino de Dios).
Aquí no se trata de una Metafísica científica, pues no pretende conocer la realidad, sino actuar sobre ella
(no le interesa el Ser –lo que hay-, sino el Deber-ser –lo que debería haber, lo que deberíamos construir).
Como no describe, sino prescribe (obliga, exige...), no es una ciencia que conoce ciertos objetos, sino
una ley que piensa cómo determinar la voluntad independientemente de las leyes de la naturaleza.
Pero para que una ley racional pueda determinar la voluntad es necesario que la voluntad sea, como
mínimo, libre. Y así comienza Kant a resucitar a Dios: aunque no podemos saber nada sobre el Alma
teóricamente (ignoraremos siempre sus cualidades como si fuera un objeto, pues no es un fenómeno que
pueda percibirse por la sensibilidad, sino una parte de la dimensión del humano como noúmeno: no
podemos conocerla, pero sí pensarla) sí que tenemos que suponer que el humano, al menos, es libre
(Primer Postulado de la razón práctica. Es decir, eso que llamamos “alma” es un nombre para designar –

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fundamental de la Metafísica- es imposible; pero rechaza también que el conocimiento


sea sólo el resultado de una mera pasividad del sujeto que recibe datos a posteriori de la
experiencia (como sugerían los empiristas), de manera que la ciencia de la Naturaleza (a
la que Newton había llevado a su apogeo) no sólo es probable o subjetiva, sino
universal y necesaria -pues el sujeto pone ciertas estructuras universales a priori
(trascendentales, condiciones necesarias para el conocimiento) que organizan lo dado
por la realidad exterior-, superando el escepticismo de Hume, al que Kant admiraba por
haberle despertado de su sueño dogmático (racionalista).2 Es lo que Kant denomina “la
revolución copernicana en la teoría del conocimiento”, pues ahora el sujeto no
permanece pasivo absorbiendo los conocimientos, sino que se mueve con su propia
actividad espontánea imprimiendo su sello a priori en la realidad. Por eso ya no
podremos conocer la Realidad tal como es en sí misma (Kant la denomina Cosa en Sí o
Noúmeno –de nous: que puede ser pensado –aunque no conocido-), sino los
Fenómenos, es decir, la realidad tal como se nos aparece a los sujetos humanos
(encorsetada en sus estructuras a priori).
Pero Kant es también un filósofo de la Ilustración, que defiende la divisa
“sapere aude” (atrévete a saber), es decir, “ten el valor de servirte de tu propia razón”,
como él mismo escribió en Respuesta a la pregunta ¿Qué es la Ilustración?. El objetivo
de su filosofía es salir de la “minoría de edad” y construir una sociedad de ciudadanos
libres y racionales, para alcanzar el progreso y la paz perpetua.3 Probablemente la
actitud precavida en cuanto a la razón (que debe ser primero criticada y distinguida en
su dimensión teórica y práctica) refleje la influencia de Rousseau, uno de los pocos
ilustrados que sembró la sospecha de que un desarrollo científico no tiene por qué

entre otras cosas- la excepción respecto a las leyes de la naturaleza que llamamos libertad y que es
inevitable pensar como presupuesto de la manera de actuar de los humanos –a diferencia de todos los
otros seres naturales no racionales-). El pensamiento de la libertad no es un conocimiento de los objetos
de la naturaleza (en la Naturaleza no hay libertad, todo está determinado según cadenas de causas y
efectos), sino un principio a priori sobre la acción humana (es decir, un principio Metafísico, que no
depende de la experiencia), sobre la manera en que el humano actúa para modificar la Naturaleza (una
bomba atómica sigue las leyes de la naturaleza, pero para que exista requiere una voluntad humana que
decida, libremente, construirla...). Los otros 2 Postulados (inmortalidad del Alma y existencia de Dios)
son bastante más discutibles.
2
El escepticismo de Hume fue decisivo para que Kant sometiera a crítica las pretensiones metafísicas de
la filosofía racionalista leibniziano-wolfiana (Wolf es un divulgador de Leibniz que había escrito libros de
texto sobre Metafísica que el propio Kant debía explicar en sus clases). Habiendo estudiado filosofía
dentro de la tradición racionalista, es lógico que Kant muestre una gran admiración por el más hábil
enemigo intelectual de su propia tradición. Si la filosofía debe superar el proceder dogmático (aceptar
acríticamente lo establecido por los filósofos anteriores), la guerra filosófica es una ayuda inestimable.
3
Hacia la paz perpetua es el título de uno de los últimos libros de Kant, en el que aplica el imperativo
categórico a la solución del conflicto entre naciones, anticipando la tarea de la ONU.

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mejorar la humanidad (si ello no va acompañado de exigencias ético-políticas). Kant


insistirá en que el uso práctico de la razón tiene primacía sobre el teórico, si bien hay
que empezar por criticar este último (pues podría entorpecer la razón práctica).
La filosofía de Kant se propone, pues, responder a 3 preguntas: ¿qué puedo
conocer?, ¿qué debo hacer?, y ¿qué me cabe esperar?4 Como todo filósofo moderno
comienza resolviendo la primera, estableciendo su novedosa epistemología en la Crítica
de la razón pura (teórica). Aquí examina las 3 facultades del conocimiento humano, la
sensibilidad, el entendimiento y la razón5, descubriendo en cada una de ellas elementos
a priori (condiciones trascendentales que hacen posible el conocimiento), indicando su
uso correcto. Los elementos a priori de la sensibilidad son el espacio y el tiempo
(formas puras de la sensibilidad o intuiciones puras), pues es imposible percibir algo
en ningún lugar o ningún momento. Esa estructura formal permite organizar el caos de
los datos sensoriales que vienen del exterior (a posteriori) para unificarlos en
fenómenos (intuiciones empíricas), que son los únicos objetos que el sujeto humano
puede conocer. Las formas a priori de la sensibilidad permiten construir, además (al
desplegar las características del espacio y el tiempo, descubriendo juicios sintéticos a
priori como “la suma de los ángulos de un triángulo es 180º”...), la ciencia
Matemática, totalmente pura (y por tanto exacta).
Los fenómenos percibidos por la sensibilidad deben ser medidos y relacionados
entre sí para poder ser conocidos y predecir fenómenos futuros: para ello el
entendimiento construye conceptos que unifican y conectan la multiplicidad de los
fenómenos. La mayoría de esos conceptos son empíricos, a posteriori, es decir,
dependen de haber recibido multitud de intuiciones sensibles (caballo, célula, átomo,
ciudad). Pero también hay elementos a priori (trascendentales) sin los que no se podría

4
“Todos los intereses de mi razón (tanto los especulativos [teóricos] como los prácticos) se resumen en
las tres cuestiones siguientes:
1) ¿Qué puedo saber?
2) ¿Qué debo hacer?
3) ¿Qué puedo esperar?
La primera cuestión es meramente especulativa [=teórica]. Hemos agotado (así lo espero) todas
sus posibles respuestas y encontrado, al fin, una con la que ha de conformarse y con la que tiene incluso
razones para estar satisfecha mientras no se atienda a lo práctico. Pero nos hemos quedado tan lejos de los
objetivos a los que en realidad se encaminaba todo el esfuerzo de la razón [...]
La segunda cuestión es meramente práctica [...]
La tercera cuestión, a saber, ¿qué puedo esperar si hago lo que debo?, es práctica y teórica a un
tiempo [...] En efecto, todo esperar se refiere a la felicidad [...]” Kant, Crítica de la razón pura, p. 630 de
la edición de Alfaguara.
5
La razón es la facultad específicamente humana, que gobierna e impulsa las otras dos llevándolas
mucho más lejos que en cualquier animal, si bien también puede hacer que caiga en errores del tipo que
Kant denomina “ilusión trascendental”.

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conocer la naturaleza: son los que establecen que todo fenómeno debe tener causa, que
tiene que tener cierta cantidad, etcétera, y estos conceptos no se extraen de la
experiencia, sino que son precisamente las exigencias de nuestra mente que permiten
organizar la experiencia (sabemos que un objeto tiene esas características sin
observarlo, ninguna experiencia, ningún experimento podrá demostrar que los objetos
no tienen causa o que no tienen cierta magnitud...) Son las 12 categorías o conceptos
puros del entendimiento (totalidad, causa, sustancia...). Con ellos se pueden construir
12 juicios sintéticos a priori de la Metafísica de la naturaleza), como “todo suceso
tiene una causa” que están a la base de la totalidad de las teorías científicas
experimentales. Cuando esos juicios a priori que se aplican a objetos de experiencia en
general se aplican a cuerpos materiales, se construyen, también a priori, las leyes de la
Física (o Ciencia Natural) pura. Así pues, la Física es una ciencia con una parte pura
(construida a partir de los 12 principios de la Metafísica de la naturaleza) y otra
empírica.
La razón quiere ir más allá del entendimiento, estableciendo las condiciones de
lo condicionado hasta construir unidades supremas incondicionadas (es el resultado del
razonamiento, que quiere siempre englobar los juicios del entendimiento en juicios cada
vez más generales), y así llega a las 3 ideas de la razón pura: Alma (unificación de
todos los fenómenos psíquicos), Mundo (unificación de todos los fenómenos físicos) y
Dios (ideal de unidad suprema de todo lo existente). La metafísica racionalista pretendía
realizar ciencia (juicios sintéticos a priori) sobre esos 3 supuestos objetos supra-físicos,
pero Kant demuestra que cae en errores lógicos (paralogismos, antinomias y otras
falacias)6, que se reflejan en las contradicciones y falta de acuerdo entre los filósofos,
desmantelando incluso los argumentos de la existencia de Dios (ontológico,
cosmológico, etcétera) como definitivamente infundados. Esta metafísica de lo supra-
sensible nunca podrá ser ciencia (pues no es posible en ella formular juicios

6
Los paralogismos son falacias de ambigüedad en las que se usa de modo diferente la noción de alma en
distintas premisas, por lo que sus conclusiones sobre que es una sustancia, simple, etcétera, no son
válidas. Las antinomias no son falacias, sino contradicciones entre dos juicios, cada uno de los cuales
puede ser demostrado, que constituye también un error lógico (pues dos juicios contradictorios no pueden
ser verdaderos al mismo tiempo), lo que implica que el tema del que tratan dichos juicios es imposible
para la razón humana teórica (Kant demuestra, por ejemplo, que “El mundo tiene un comienzo en el
tiempo” y también que “El mundo es eterno (no tiene comienzo)”. Los argumentos para demostrar la
existencia de Dios (los hechos hasta ahora o cualquier otro que se haga en el futuro) no pueden escapar a
multitud de falacias (en el argumento ontológico, por ejemplo, dejará claro que la Existencia no es una
perfección (la perfección depende de la cantidad de realidad de un objeto, la existencia exige una
confirmación en la experiencia). La razón se vuelve dialéctica, dice Kant, cuando aborda esos 3 entes
supra-sensibles, lo que quiere decir que se contradice constantemente, origen del estado calamitoso de
discusión permanente entre los filósofos que abordan la investigación metafísica.

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sintéticos a priori), pero es el resultado natural de una tendencia racional humana que
es inevitable.7 No es, por tanto, superflua: su utilidad es precisamente organizar y
aumentar cada vez más las leyes de la naturaleza que descubre el entendimiento, pero
hay que limitar su uso más allá de la experiencia para no caer en la ilusión trascendental
(creer que las condiciones trascendentales que el sujeto humano pone en acción
(estructuras ideales) para construir sus conocimientos son también objetos
independientes de él). Las 3 ideas trascendentales de la razón deben tener
solamente, dice Kant, un uso regulativo (ampliar el conocimiento e impedirle
sobrepasar la experiencia). Así pues, la única metafísica posible como ciencia en el
terreno teórico es el conjunto de las 12 categorías (o conceptos puros) del
entendimiento cuando se aplican a la experiencia posible (los 12 juicios o principios de
la Metafísica de la naturaleza), que no indican otra cosa que aquello que el sujeto exige
a priori a los datos de la experiencia para que puedan ser conocidos.
Para responder a la 2ª pregunta, ¿qué debo hacer?, Kant aclara que la razón no
sólo puede ejercerse en su uso teórico, sino también en su uso práctico, es decir, para
decidir como actuar, y entonces el hombre descubre que puede actuar con total
independencia de las inclinaciones de sus sentidos, es decir, se descubre a sí mismo,
cuando toma una decisión, como libre. Y ahí la razón pura, sin los sentidos, sí que
puede construir una Metafísica de las Costumbres (de la acción humana), una Ética
totalmente a priori. Esto lo desarrollará Kant en su Segunda Crítica: Crítica de la
razón práctica. Se trata de una ética formal y autónoma (contra las éticas materiales y
heterónomas) en la que la ley moral no especifica ningún contenido como Bien
supremo (al que Kant llama materia u objetivo de la acción), sino solamente una forma
de determinar la voluntad que cada uno se impone a sí mismo, independientemente de
las inclinaciones sensibles y de las consecuencias.8

7
La metafísica es algo inevitable, dirá Kant, “se volverá siempre a ella como a una amada con la que se
ha tenido una desavenencia” (Crítica de la razón pura, p.658 de la ed. Alfaguara).
8
Kant cuenta en la Crítica de la razón práctica el famoso ejemplo de alguien que protege a una víctima
de un asesino que le persigue, escondiéndolo en su casa. Como el imperativo categórico prohíbe mentir,
cuando el asesino pregunta si su víctima está ahí escondida, el protector tendrá que decir que sí, a pesar
de que eso puede tener consecuencias muy negativas para la víctima y para él mismo. La clave está en
que no basta actuar conforme al deber (sin contradecir el imperativo categórico) sino por deber: lo que
cuenta es la intención de cumplir el imperativo pase lo que pase, ser bueno (una voluntad buena, dice
Kant) a pesar de que nuestra acción vaya en contra de la felicidad (nuestra o de otros).
Por eso Kant expone también otro ejemplo de un comerciante que no miente nunca a sus
clientes, pero que lo hace para ganar su confianza y obtener así más beneficios: en este caso, aunque no
contradice el imperativo categórico, en realidad no actúa obligado por él, sino por un imperativo
hipotético: “si quieres ganar más dinero, sé sincero con los clientes”. Este comerciante no es malo por
ello, pero tampoco es bueno –su acción es indiferente a la moral-.

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Kant la denomina imperativo categórico (un mandato incondicional, contra los


imperativos hipotéticos, que obligan sólo para conseguir algo): “actúa de tal forma
que la máxima de tu conducta pueda ser una ley universal”. Según Kant, la moral es
un hecho indiscutible (todos sabemos distinguir el bien del mal y sentimos el
remordimiento), y eso sólo tiene sentido si hay una ley “dentro de mi”, dentro de todos
nosotros que nos obliga universalmente y a priori. Pero para que ese mandato
(imperativo) sea posible, es necesario presuponer una condición: la voluntad tiene
que ser libre para poder rechazar las inclinaciones sensibles que se derivan de las
leyes de la naturaleza (el hombre es también un animal, un fenómeno sometido a la ley
de causalidad) e iniciar una acción que no dependa de causas anteriores, sino de mi sola
voluntad libre. Así pues, el descubrimiento de la ley moral exige sus condiciones de
posibilidad: esos son los 3 Postulados (no son conocimientos teóricos, sino supuestos
que la acción práctica exige para que tenga sentido) de la razón práctica: libertad,
inmortalidad del alma y existencia de Dios.
La tercera pregunta, ¿qué me cabe esperar?, trata de responder precisamente al
problema que plantea el abismo entre razón teórica y razón práctica, pues, por una
parte, cumplir la ley de la razón práctica no garantiza la felicidad, mientras que, por otra
parte, la razón teórica persigue los medios para ella. Para eso desarrolla Kant su Tercera
Crítica, la Crítica del juicio, en el que trata de encontrar una raíz común a la razón
teórica y práctica, de manera que nuestras acciones, si son buenas, irán
acomodándose a una naturaleza que se descubre como si estuviera diseñada para
que el humano la conozca cada vez mejor y la transforme del mejor modo posible para
alcanzar la felicidad. El análisis de los juicios estéticos (sobre lo bello y lo sublime)
permite a Kant encontrar la clave de un cierto acuerdo entre la naturaleza (las
leyes físicas) y la humanidad (la ley moral y los fines de la razón humana);
completará la respuesta a esta pregunta con una filosofía de la historia y una filosofía
política (aplicando el imperativo categórico a la sociedad) que se orienta hacia la
libertad, la justicia y la paz, y una teoría de una religión racional que permita una
esperanza en la conjunción de bondad y felicidad en un reino de Dios (combatiendo
todo fanatismo religioso: se trata, simplemente, de una fe racional: es decir, Kant dirá

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que tenemos derecho racional a la fe en Dios, pero no obligación: la fe no puede estar


impuesta por el imperativo categórico).9
El epitafio de la tumba de Kant en Könisberg (hoy Kaliningrado) expresa la
necesidad de responder a sus dos primeras preguntas: “Dos cosas llenan el ánimo de
admiración y respeto, siempre nuevos y crecientes, cuanto con más frecuencia y
aplicación se ocupa de ellas la reflexión: el cielo estrellado sobre mí y la ley moral en
mí”10. Podríamos añadir que hay una armonía entre ambas cosas, como si hubiera un
plan que las constituye a ambas, sea la belleza de la naturaleza, el progreso de la justicia
y el bienestar humano o la esperanza religiosa racional, armonía que Kant trata de
demostrar respondiendo a su tercera pregunta: ¿qué me cabe esperar?

PEQUEÑA ANTOLOGÍA DE TEXTOS KANTIANOS:

“Por consiguiente, en el orden temporal, ningún conocimiento precede a la experiencia y todo


conocimiento comienza con ella. Pero, aunque todo nuestro conocimiento empiece con la experiencia, no
por eso procede todo él de la experiencia. En efecto, podría ocurrir que nuestro mismo conocimiento
empírico fuera una composición de lo que recibimos mediante las impresiones y de lo que nuestra propia
facultad de conocer produce (simplemente motivada por las impresiones) a partir de sí misma. En tal
supuesto, no distinguiríamos esta adición respecto de dicha materia fundamental hasta tanto que un
prolongado ejercicio nos hubiese hecho fijar en ella y nos hubiese adiestrado para separarla”
Crítica de la razón pura, Introducción, p. 42. (editorial Alfaguara)

“Entusiasmada con semejante prueba del poder de la razón, nuestra tendencia a extender el
conocimiento no reconoce límite ninguno. La ligera paloma, que siente la resistencia del aire que surca al
volar libremente, podría imaginarse que volaría mucho mejor aún en un espacio vacío. De esta misma
forma abandonó Platón el mundo de los sentidos, por imponer límites tan estrechos al entendimiento.
Platón se atrevió a ir más allá de ellos, volando en el espacio vacío de la razón pura por medio de las alas
de las ideas. No se dio cuenta de que, con todos sus esfuerzos, no avanzaba “nada, ya que no tenía punto
de apoyo, por así decirlo, no tenía base donde sostenerse y donde aplicar sus fuerzas para hacer mover el
entendimiento. Pero suele ocurrirle a la razón humana que termina cuanto antes su edificio en la
especulación y no examina hasta después si los cimientos tienen el asentamiento adecuado.”
Crítica de la razón pura, Introducción, p. 46. (editorial Alfaguara)

9
Algunos de los libros de Kant para responder a esta tercera pregunta, además de la Crítica del Juicio
son: Respuesta a la pregunta ¿Qué es la Ilustración?, Idea de una historia universal en el sentido
cosmopolita, Hacia la paz perpetua, La religión dentro de los límites de la mera razón.
10
Esta frase está extraída de la conclusión de la Crítica de la razón práctica, p. 197, ed. Sígueme.

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“Desde los ensayos de Locke y de Leibniz, o, más bien, desde el nacimiento de la Metafísica,
hasta donde llega su historia, no ha sucedido ningún acontecimiento que, en relación a la suerte de esta
ciencia, haya podido ser más decisivo que el ataque que le dirigió David Hume. No hizo luz alguna en
esta forma del conocimiento, pero hizo saltar una chispa con la cual, si hubiese encontrado una yesca a
propósito, hubiese podido muy bien encender un fuego cuyas brasas, sin duda, se habrían conservado y
acrecentado. [...] Confieso con franqueza que, la indicación de David Hume, fue sencillamente la que,
muchos años antes, interrumpió mi adormecimiento dogmático y dio a mis investigaciones en el campo
de la filosofía especulativa una dirección completamente distinta”
Prolegómenos a toda Metafísica del porvenir, pp. 22 y 24. (editorial Porrúa)

“Dos cosas llenan el ánimo de admiración y respeto [...]: el cielo estrellado sobre mí y la ley
moral en mí. [...] El primer espectáculo de una innumerable multitud de mundos aniquila, por decirlo así,
mi importancia como criatura animal que tiene que devolver al planeta (un mero punto en el universo) la
materia de que fue hacho, después de haber sido provisto (no se sabe como) por un corto tiempo de fuerza
vital. El segundo, en cambio, eleva mi valor como inteligencia infinitamente por medio de mi
personalidad, en la cual la ley moral me descubre una vida independiente de la animalidad y aun de todo
el mundo sensible”
Crítica de la razón práctica, Conclusión, p. 197. (editorial Sígueme)

“En lo que toca a lo agradable, reconoce cada cual que su juicio, fundado por él en un
sentimiento privado y mediante el cual él dice de un objeto que le place, se limita también sólo a su
persona. Así es que cuando, verbigracia, dice: “El vino de Canarias es agradable”, admite sin dificultad
que le corrija otro la expresión y le recuerde que debe decir: “Me es agradable” [...]. Con lo bello ocurre
algo muy distinto. Sería ridículo que alguien, que se preciase un tanto de gusto, pensara justificarlo con
estas palabras: “Ese objeto (el edificio que vemos, el traje que aquel lleva, el concierto que oímos, la
poesía que se ofrece a nuestro juicio) es bello para mí” [...] Al estimar una cosa como bella, exige a los
otros exactamente la misma satisfacción; juzga, no sólo para sí, sino para cada cual y habla entonces de la
belleza como si fuera una propiedad de las cosas [...] Por lo tanto, no puede decirse: Cada uno tiene su
gusto particular. Esto significaría tanto como decir que no hay gusto alguno, o sea que no hay juicio
estético que pueda pretender legítimamente a la aprobación de todos.”
Crítica del juicio, Primera parte: Crítica del juicio estético, p. 215 (editorial Porrúa)
“HACIA LA PAZ PERPETUA. Puede dejarse a un lado la cuestión de si esta satírica
inscripción, escrita en el rótulo de una posada holandesa en el que había dibujado un cementerio, interesa
a los hombres en general, o a los jefes de Estado en particular, que no llegan nunca a estar hartos de la
guerra, o exclusivamente de los filósofos, que anhelan ese dulce sueño [...]
Los ejércitos permanentes deben desaparecer con el tiempo [...]
El estado de paz entre hombres que viven juntos no es un estado de naturaleza, que es más bien
un estado de guerra, es decir, un estado en el que, si bien las hostilidades no se han declarado, sí existe
una constante amenaza. El estado de paz debe ser instaurado”.
Hacia la paz perpetua, pp. 3, 7 y 14. (editorial Tecnos)

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“Kant es uno de los más grandes filósofos que ha producido el género humano. Ocupa el mismo lugar
distinguido en la historia de la filosofía moderna que Platón y Aristóteles en la filosofía griega. Y del
mismo modo que un estudio de la filosofía griega ha de tener necesariamente su centro en un estudio de
las obras de Platón y Aristóteles, así también todo análisis de la historia de la filosofía moderna ha de
tener su centro en un análisis de Kant. Una investigación sobre Leibniz o Hume sólo puede ser llevada a
cabo en su recta perspectiva si se la complementa con un estudio de Kant. Y nadie que esté familiarizado
con la filosofía postkantiana puede negar la significación que tiene el entender a Kant para poder entender
una parte muy considerable de esta filosofía.
La importancia de la filosofía de Kant se encuentra primariamente en su teoría del conocimiento, que
expone en su voluminosa obra Crítica de la razón pura. Esta obra, cuya primera edición vio la luz en
1871 y cuya segunda edición apareció (“mejorada aquí y allá”, por usar las propias palabras de Kant) en
1787, no sólo es voluminosa e importante; es, además, extraordinariamente difícil. Su dificultad no se
debe solamente al hecho de que los pensamientos expresados en ella son difíciles, sino también, y no
menos, al hecho de que Kant, después de doce años de intensa reflexión sobre los problemas, se dispuso
a exponerlos a toda prisa. Como él mismo advierte, no se tomó más de cuatro o cinco meses para redactar
las 856 páginas de la primera edición.”
Justus Hartnack, La teoría del conocimiento de Kant, p. 11 (editorial Cátedra).

“Quien no tiene ojos para ver, puede creer que a Kant no le pasó nada en la vida. Sorprendentemente
Heine sentencia que Kant no tuvo vida ni historia, cuando lo cierto es que su peripecia vital fue de las
más ricas y variadas que un ser humano puede vivir. Es verdad que pocos acontecimientos externos de
relieve marcan su existencia. Pero sin duda lo importante transcurría dentro de su cabeza. Nace el 22 de
abril de 1724 en una activa ciudad báltica de Prusia oriental, a orillas del Pregel, Könisberg, importante
puerto fluvial que, por los avatares de la historia reciente, pertenece hoy a Rusia y lleva en los mapas el
nombre de Kaliningrado. Como Sócrates, que apenas sale de Atenas, Kant pasa en su villa natal la mayor
parte de los años de su vida. [...]
Su padre, presumiblemente de origen escocés, era un humilde talabartero, que tuvo once hijos, al
penúltimo de los cuales bautizó como Emanuel. Posteriormente, por razones que desconocemos, éste
cambió su nombre por el de Immanuel. Su familia, especialmente su madre, a la que Kant pierde con
apenas trece años, era profundamente religiosa y transmitió la fe a su hijo.
El año siguiente de la muerte de su padre, cuando Kant contaba veintidós años, obtiene su título de
magister. Carente de recursos económicos, no puede continuar sus estudios universitarios y ha de ganarse
la vida como preceptor privado en casas de campo alejadas de su añorada Könisberg. [...]
A los treinta y un años adquiere el grado de doctor [...] lo que le da derecho a impartir enseñanza en la
universidad como preceptor privado. En cuanto tal, no tiene derecho a más remuneración por sus clases
que lo que obtenga directamente de sus alumnos. [...]
Las autoridades prusianas, convencidas del principio de que un mal manual es mejor que ningún manual,
exigían que todas las clases se desarrollasen siguiendo un tratado de la asignatura. Para las clases de
metafísica, Kant explica la Metafísica que en 1739 publica Alexander Baumgarten y que expone el
sistema wolffiano, inspirado en Leibniz. [...]
Sólo en 1770, a los cuarenta y seis años, logra con una disertación académica [conocida hoy como
Disertatio...] la cátedra de Lógica y Metafísica de la Universidad de Könisberg y con ella la tranquilidad
económica que tanto había ansiado. [...]
Tras la Disertatio, Kant permanece más de diez años sin publicar nada. Mediante el estudio de sus
manuscritos y de su correspondencia, sabemos que fueron, sin embargo, diez años de intenso trabajo
creador en los que va abandonando poco a poco el racionalismo al que se había adherido anteriormente,
siempre de manera titubeante, sin por ello aceptar las tesis del empirismo. Surge así una nueva filosofía,
en diálogo con todas las corrientes principales de su época. Urgido por sus amigos, escribe en unos seis
meses el resultado de tan larga meditación. El resultado es la Crítica de la razón pura.”
Juan José García Norro [¡el antiguo coordinador de la PAU!, profesor de la Complutense] y Rogelio
Rovira, Introducción a la Crítica de la razón pura de Kant. (editorial Tecnos).

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