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TEMA 5.

EL CODIGO DE COMERCIO BOLIVIANO.


 Código de Comercio Concordado y Anotado, Carlos Morales
Guillen, PROLOGO.

CÓDIGO DE COMERCIO CONCORDADO Y ANOTADO, CARLOS MORALES GUILLEN


PROLOGO
Este libro representa la cima de una labor cuya utilidad se refleja en la necesidad y
urgencia de su realización. Cumplida aun escatimando los retoques de la perfección, su
objeto es satisfacer, en alguna mediad, los menesteres de la consulta respecto de los
principales cuerpos legales del nuevo ordenamiento codificado. Los textos explicativos
que ella comprende, compendian los principios y las informaciones que les conciernen, en
forma sintética y de fácil compulsa formativa e informativa para profesionales y estudiante
y aun para los estudiosos que quieran ahondar uno que otro tema de su contenido. Su
carácter formativo, proporciona las nociones doctrinales pertinentes y suple la falta de una
exposición de motivos advertida en todos los códigos de la nueva legislación. Su carácter
informativo, ilustra la explicación de cada norma singular con las notas relativas a sus
precedentes y sus concordancias, legislativos y jurisprudenciales, en el derecho nacional
y a las diferencias y semejanzas con las normas correspondientes del derecho
comparado, todo en función limitada a proveer la orientación adecuada para su mejor
estudio y comprensión.
Dentro de ese plan, la mención de los antecedentes del pasado sirve para conocer
siquiera a grandes rasgos la evolución legislativa; la comparación con la legislación
extranjera, para comprender mejor las características de la legislación propia: el
conocimiento de la evolución de una regla y su comparación con los principios admitidos
en el ordenamiento foráneo, contribuyen a comprender mejor la regla misma que se
estudia, se invoca o se aplica (Mazeaud). Sin embargo, ha de reiterarse aquí que tal
comparación informativa no pretende ser un estudio comparado, especialidad todavía en
formación que exige activa colaboración múltiple de autores, investigadores e inclusive de
organizaciones internacionales y que, en realidad, recién empieza a producir
publicaciones de indudable interés científico, como las de los destacados comparatistas
R. David: Tratado de Derecho Comparado y F. de Solá Cañizares: Tratado de Derecho
Comercial Comparado, v. gr.
Para la materia de este libro, la convivencia de la información comparativa es obvia, dada
la índole cosmopolita del comercio, cuya influencia en el Derecho que le gobierna, dice
Vivante, hace que las leyes nacionales se sustituyan principios internacionales, de la
misma manera que a los pequeños mercados va sustituyéndose un solo mercado
mundial. Resulta así que el comercio es no sólo y ciertamente fuente de importantes
movimientos legislativos, sino, según las investigaciones antropológicas, el gran
fertilizante de las más complejas civilizaciones, que se han desarrollado precisamente en
aquellas áreas del mundo en las cuales se han formado los grandes centros de comercio.
(A. Montagú: man, his first million years).
Hasta la promulgación del Código de Comercio, cuya compilación concordada y anotada
se presenta ahora, rigió la materia durante cerca de siglo y medio el Código mercantil de
1834, 1829, obra de Sainz Andino considerada muy buena para su época. Fueron sus
fuentes de inspiración las Ordenanzas Francesas de 1673 y las Ordenanzas de Bilbao y
siguió una tendencia objetiva en lo jurisdiccional por influencia del Código de comercio
francés de 1807, pero su concepción predominante tenía carácter subjetivo, aunque sin
llegar a ser tipo profesional.
Antes de la promulgación del citado Código mercantil de 1834, la actividad comercial del
país, por expresa determinación del Decreto 25 de Noviembre de 1829, estaba sometida
a las regulaciones de las Ordenanzas de Bilbao (particularmente las de 1737 que fusionan
el derecho marítimo con el terrestre) y de la Cedula Ereccional del Consulado de Buenos
Aires (instaurado en 2 de Junio de 1794).
Mientras el Código modelo de 1829, fue remplazado en su país de origen en 1885, tras
diversos estudios de reforma iniciados cuando se lo adoptaba aquí, el Código mercantil de
1834 subsistió en condiciones obsoletas, suplantando en gran parte de sus instituciones,
como las relativas a capacidad, sociedades, contabilidad, seguros, quiebras, privilegios
industriales, marcas de fábricas, cheques, operaciones bancarias, jurisdicción, registro
comercial, etc., por reglamentaciones modificatorias o complementarias particulares, cuyo
detalle esta precisado en los precedentes legislativos correspondientes.
Si bien es perfectamente conocida esa evidencia, no faltan opiniones que exhortan la
derogatoria, sin más ni más, de la nueva codificación. Esto es, se pretende el retorno a
una legislación larga caucásicamente criticada, lo que hace conveniente discurrir
nuevamente sobre el punto.
Se condena la nueva legislación civil, penal, comercial, familiar, administrativa y procesal,
por ser ajena – se dice- al grado de desarrollo del país, aunque no se indica en que
consiste adecuar la legislación de determinado grado de desarrollo, graduación que
tampoco se precisa, menos los parámetros –según la tecniparla en boga- de la misteriosa
ecuación: legislación optima = grado de desarrollo. Causa asombro, sin duda, encontrar
que en una misma publicación se subraye tal alegato y que se justifique también la nueva
legislación, con exacta apreciación, cuando, respecto de este Código se afirma que las
normas del antiguo Código mercantil, promulgado el 13 de Noviembre de 1834,
resultaban ya antiguadas, con una gran parte de sus disposiciones en desuso y sin una
correlación entre la norma jurídica y la realidad económica, social, administrativa y política
actual del país. Esto es decir que el Código mercantil de 1834, estaba hace tiempo
muerto. Luego, propugnar su reposición a través de la abrogatoria reclamada, es
pretender una resurrección imposible por inútil.
Ejemplificando conceptos, como el medio indicado para clarificar ideas, cabe inquirir –por
ejemplo respecto del Código que aquí se presenta- sobre cuáles son las instituciones de
esa tan mentada correspondencia entre la legislación y el grado de desarrollo del país,
con las que se ha de sustituirse, v. gr., la organización de sociedades; la creación de
administraciones y gerencias; la difusión y circulación de los títulos – valores: letras de
cambio, cheques, pagares, etc.; la regulación de los actos de comercio contractual:
compraventa, prenda, depósitos, etc.; las operaciones bancarias y de seguros; la
regulación de la contabilidad, etc., etc., de la muy avanzada legislación superdesarrollada
que se considera históricamente distante de las condiciones de la sociedad boliviana,
cuya actividad comercial, desde luego y como se ha visto en la breve reminiscencia de los
antecedentes de la legislación mercantil, está regulada desde antes de la Independencia
por las mismas legislaciones superdesarrolladas que, actualizadas hoy según el avance
del pensamiento jurídico y su práctica dentro del general avance de la vida social, no ha
sido sino adoptadas, como sus precedentes legislativos, para actualizar también el
ordenamiento propio, una vez que las condiciones del país indudablemente no son las
mismas que las de la época de las primeras adopciones de su organización legal, y
nolens, volens el país ha de ubicarse, en lo posible, a tono de lo general avance del que
no solo se sirve, sino que no puede rechazarle sin riesgo de comprometer su propia
supervivencia.
Sabido que son tres los modos históricamente conocidas de la formulación del Derecho:
creación, adopción y adaptación, si existiera alguna genialidad que creara un derecho
adecuado al grado de desarrollo del país –incluida la correlación pertinente a la
interdependencia internacional- es hora que dejando las simples enunciaciones
requisitorias proponga, por lo menos, el plan concreto de la genial creación, para
evaluarla como corresponde. Mas, siendo evidente que no se puede inventar la pólvora
que ya está inventada, parece más propio pretender, simple y más modestamente, una
adecuada adaptación que es, en realidad, lo que en alguna medida hace falta a la nueva
legislación que en buena parte ha sido meramente adoptada sin esa conveniente
adecuación. Sin embargo, esto no supone abandonar necesariamente una reforma
legislativa largo tiempo reclamada, sino simplemente corregir convenientemente la misma,
para ajustar el pensamiento jurídico más avanzado a la realidad propia.
Para los pueblos, como para los individuos, adecuarse al avance general es ley natural,
que impone como síntesis de la competencia y la selección, la evolución (Durant: Las
Lecciones de la Historia). Avanzar –así sea imitando a los superdesarrollados- es una
necesidad biológica. Avanzar, no es detenerse, es la pasión occidental: el derecho
occidental se orienta hacia el futuro, el antiguo es fijado para el presente (Spengler: La
Decadencia de Occidente)… Elegir el estancamiento subdesarrollado es renunciar a vivir
y predicar una irreflexiva vocación suicida. Viene a cuento, aquí, una experiencia local que
enseña cómo afrontar esa porfía entre la mentalidad subdesarrollada y la propensión
evolutiva: decidida la instalación de la fábrica PIL en Cochabamba, todas las objeciones
de rigor: postración subdesarrollada, insuficiente producción lechera aun para abastecer
el consumo local, etc., fundaron el consabido para que… Un asesor de la tecnocracia
superdesarrollada (de ojos azules y blondo pelamen) definió el punto con esta sentencia:
para que se interesen en criar vacas, aumenten la producción lechera, ganen más plata y
puedan desarrollarse… Mutatis mutandis, es un ejemplo aleccionador contra todo
obstruccionismo subdesarrollado. Agréguese, para ilustrar la insostenible tendencia
comentada, que ya se anuncia la actualización del Código de Seguridad Social, que
apenas rige desde 1956.
Se aduce la sanción de la nueva codificación mediante decretos-leyes, como otro
argumento –aunque ligeramente invocado- en apoyo de la abrogatoria, considerada su
inconstitucionalidad a mérito del art. 29 de la Constitución, que atribuye privativamente al
Poder Legislativo la facultad de alterar y modificar los códigos y reglamentar los
procedimientos judiciales. Sin embargo, este defecto formal, atendido el modo en que se
le esgrime, ciertamente parece responder más que a la preocupación científica, al mero
influjo de una pertinaz disensión política. Son pocos los que han tratado la cuestión con
cierto criterio científico y objetivo, sin dejarse atrapar por los fijadores de una ortodoxa
intransigente y teniendo en cuenta, sobre todo, las elementales enseñanzas de las
realidades.
El decreto-ley, es ley en sentido material o substancial (criterio objetivo), porque contiene
normas jurídicas, o, dicho de otro modo, porque toda norma jurídica es ley en sentido
substancial prescindiendo del órgano del cual emane. Es decreto, porque no es ley en
sentido formal (criterio subjetivo), atendido el hecho de que esta ha de tener forma
constitucional de acto legislativo. Luego, puede decirse con Bielsa (Messineo desarrolla
análogos conceptos), que el decreto-ley es substancialmente acto legislativo y
formalmente acto administrativo, con lo cual se da una verdadera sustitución de poder. Su
fundamento jurídico y utilidad –según se arguye desde los puntos de vista constitucional y
de los principios generales del derecho- reposa: a) en la concepción del Poder Ejecutivo
colegislador, que no es ajena al sistema de la Constitución y que, más bien, la reconoce
explícitamente (art. 96, atrib. 4º); b) en los principios del estado de necesidad que justifica
el ejercicio de la potestad legislativa por parte del Poder Ejecutivo.
Dicho fundamento, se explica suficientemente visto que la separación de los poderes que
la Constitución establece (art. 2) no es absoluta. Esta condicionada a su coordinación y a
cierta integración de algunas funciones del Estado (Jellinek: Teoría General del Estado;
Fischbach: Derecho Político General), v. gr. la legislativa: es Ejecutivo también proyecta
leyes (Const. Art. 96, 4); interviene en su formación mediante mensajes o la concurrencia
de sus ministros a los debates parlamentarios (art. 71 y 103); las promulga (art. 80) o
suspende la eficacia de su sanción mediante veto (art. 76 a 78). Estas facultades
atribuidas al Poder Ejecutivo, destacan su participación en la función legislativa.
Por el estado de necesidad, se explica que le Poder administrador, aun en su gestión
ordinaria, dada la función siempre intermitente del Congreso aun reunido en sesiones
extra ordinarias, puede emitir una legislación de emergencia, así sea expresamente
subordinada para su validez definitiva a la aprobación o ratificación del Poder Legislativo,
cuando se encuentra sin normas que regulen las situaciones que obligan adoptar sin
normas que regulen las situaciones que obligan adoptar dicha legislación de emergencia,
sea porque la inercia o la imprevisión legislativas o porque el juego de los intereses
políticos y partidarios postergan indefinidamente la sanción de las leyes requeridas. Mas,
cuando se trata de un gobierno de facto, particularmente si actúa como gobierno
revolucionario, este asume completamente la potestad legislativa, no por receso sino por
caducidad o disolución del Congreso y, aun cuando es cierto que la Constitución no
instituye los decretos-leyes, en tal situación, la cuestión llega a un punto que sale de la
esfera constitucional (Bielsa).
El decreto-ley, así, importa el establecimiento de una norma positiva legal que si bien en
principio solo puede ser materia de ley formal de competencia del Congreso, según la
doctrina y en la práctica nacional y comparada, es válida y obligatoria para todos a
quienes comprende y para las autoridades que deben ejecutara (Administración Publica)
o aplicarla (Poder Judicial), hasta que el Congreso la apruebe expresamente o la
modifique o derogue también expresamente, restablecida la normalidad constitucional.
Entre algunos antecedentes de la experiencia propia, se tiene: La Ley de 11 de marzo de
1932, que reconoce a los decretos-leyes del gobierno de facto de 1930-31, fuerza legal
mientras no sean derogados o modificados por el Poder Legislativo. La Ley de 10 de
noviembre de 1938, da vigencia temporal (luego prorrogada) a todos los decretos-leyes
de los gobiernos de facto de 1936-38 hasta que el congreso resuelva lo conveniente. La
Ley de 29 de octubre de 1956, que convierte en leyes numerosos decretos del régimen
revolucionario de 1952-56, entre ellos los relativos a la Reforma agraria que alteran y
modifican los Códigos (incluida la Constitución) y los procedimientos judiciales.
La jurisprudencia a su vez, registra, por ejemplo, en las GG. JJ. Nos. 1212, ps. 3 Y 5;
1292, p. 26; 1296, p. 104; 1374 (inédita, cita de Arce y Urcullo), casos que confirman la
doctrina de que los decretos-leyes, dictados por el Poder Ejecutivo mientras no esté en
funciones el Poder Legislativo, tienen vigencia legal hasta que sean abrogados por este,
criterio reiterado precisamente respecto de la nueva codificación en el caso inserto en
Lab. Jud. 1977, p. 254: el nuevo código penal –dice- se halla y se hallara en vigencia
mientras no sea abrogado por un organismo legislativo.
Esta doctrina y esta práctica ha merecido –de hecho y de derecho- aceptación indiscutida
del actual Gobierno, que invoca carácter constitucional y cuyo Poder Legislativo ha
reorganizado del Poder Judicial aplicando disposiciones de la Ley de Organización
Judicial (arts. 47 y 93) de la codificación sancionada mediante decretos-leyes, mientras
que su Poder Ejecutivo ha prorrogado mediante decreto expreso, el lazo de adecuación
de las sociedades a las disposiciones del nuevo Código de comercio, también vigente a
mérito de un decreto-ley.
Considérese también que he comentado art. 29 de la constitución, cuya inclusión entre las
preceptuaciones de la Ley Fundamental data de 1880, no significa que la atribución que el
confiere al Congreso, deba ejercitarse conformándose necesariamente al procedimiento
parlamentario, determinado de ordinario en los reglamentos de debates de cada Cámara,
para considerar y sancionar los proyectos que se introducen a su deliberación. Habida
cuenta que ello implica tres estaciones: en grande, en detalle y en revisión, para cada
norma singular, o para cada parte de ella (parágrafo, inciso, etc.), inclusive, y supuesto
con el mayor optimismo que el Congreso, funcionando permanentemente y sin ocuparse
de otra cosa aprobara una norma singular (un artículo) por da, solo para sancionar
legislativamente el Código que aquí se presenta, una sola de las cámaras requeriría 1693
días, esto es, casi cuatro años, y otro tanto la otra Cámara, admitido además que no se
susciten enmiendas por la Cámara revisora ni se ejercite del derecho de veto siquiera
para algunas de sus regulaciones. Supuestos, todos ellos, improbables, por lo demás, que
patentizan, desde luego, la imposibilidad material de que el Legislativo pueda cumplir la
función comentada en la forma dicha.
Por otra parte, corrientemente el congreso se compone de elementos que no tienen la
debida formación de información científica del derecho y entre los cuales aun los que son
abrogados –aparte contadas excepciones destacables- no siempre están todos en
condiciones de cumplir una labor trascendental como es la de la codificación, que más
que una larga y productiva práctica profesional, requiere permanente y profunda
dedicación al estudio y la investigación de la ciencia jurídica.
Por eso se ha dicho en otro lugar, que la codificación es una operación técnica mas que
legislativa, entendida no precisamente como la asignación del papel preponderante o
exclusivo a los profesionales juristas, sino, según la disciplina de que se trate, como la
consecuencia de los elementos capacitados para la evaluación y formulación correcta y
adecuada de la renovación mas autentica, cual aconseja con buen criterio López-Rey
(Criterios y respectivas de la codificación penal).
Habida consideración de estas realidades, generalmente las codificaciones se encargan a
comisiones especializadas, cuyos proyectos convenientemente difundidos, explicados,
discutidos y corregidos, si cabe, antes de su consideración por el Congreso, se entrega a
este para su sanción legislativa, la que de ordinario se hace según informe de su comisión
respectiva, sin otro debate que sobre la ley que determina su aprobación y vigencia.
El problema en el caso aquí comentado, entonces, radica únicamente en la formalidad del
acto que determine esa aprobación y vigencia, lo que, según se ha visto, se llena
mediante la ratificación legislativa, sin desmedro de las facultades del Congreso para
introducción las modificaciones o disponer las supresiones o añadidos que aconseja su
estudio, hecho por la comisión competente de su seno, o por una especial que el propio
Congreso puede constituir un con miembros ajenos a su seno.
No se extiende este prologo en consideraciones generales sobre el sistema seguido en la
formulación del Código y las cuestiones relacionadas con el concepto del derecho
comercial, su evolución histórica, su posición en la división general del Derecho y
particularmente con la de su autonomía, o como las que conciernen a sus probables
fuentes, a los aciertos o desaciertos de la terminología empleada, etc., porque todo ello
está considerado, en cada caso, en las correspondientes anotaciones, que no cabe repetir
ni resumir aquí.
Para la inteligencia y manejo del libro, tampoco se repite aquí las indicaciones que
contienen los anteriores libros del autor, a través de los cuales indudablemente el lector
esta familiarizado con aquellas, pues el plan de la obra es el mismo que el de sus
precedentes.
Acerca de la jurisprudencia inserida, cabe advertir que la existente para la materia del
libro, es verdaderamente escasa. Puede atribuirse tal escasez a dos hechos, que parecen
evidentes: 1) la tendencia general entre los comerciantes a definir sus divergencias
mediante arbitraje (cuando no mediante la conciliación privada), que por lo regular
concluye con el fallo arbitral, sin la utilización de los recursos que podrían formar
jurisprudencia. 2) Por razón de que la generalidad de los litigios judiciales, derivados de la
actividad comercial, se procesan, por lo regular, dentro de los procedimientos comunes,
como procesos de ejecución, entre los cuales, la falta de detalles circunstanciales
pertinentes a la materia, no permiten su aprovechamiento particularizado a los institutos
de la disciplina legislativa comercial.
El autor, expresa, también, su reconocimiento a los Drs. Oscar Morales Guillen y Luis
Peres Salmón, por haberle cooperado facilitándole algunas obras de consulta, y a la
jurista Sta. Rosario del C. Mostajo Medinacelli, que ha tenido a su cargo la dactilografía de
originales.
El texto legal corresponde al Código y a los Rgtos. Del Registro de Comercio y de la
Dirección de Sociedades por acciones, es el de la Gaceta Oficial de Bolivia (publicado e
1978 e impreso en los talleres de Industrias Offset Color, S.R.L.), con las modificaciones y
enmiendas introducidas mediante Decreto Ley Nº 15184 de 15 de Diciembre de 1977
(publicación de la Gaceta Oficial anexa a la Gaceta Nº 971, Diciembre de 1977). El de la
Ley de Entidades Aseguradoras, corresponde al que registra la Gaceta Oficial Nº 1000 de
2 de Julio de 1978.
Cochabamba, Mayo de 1980.
TEMA 6.
EL ACTO DE COMERCIO
 Derecho Comercial Boliviano, Víctor Camargo Marín

Tema IV‐ El Acto de Comercio.

EL ACTO DE COMERCIO

Actos de Comercio concepto:

Elementos de Relación.- Sujeto, Objeto y Acto.- Actos Mixtos.- Actos y Operaciones de


Comercio según el Código.- Actos no Comerciales.- Empresas Estatales.- Bienes
Mercantiles.- Sus características.- Arts. 6 al 11 del Código de Comercio.

ACTOS DE COMERCIO: CONCEPTO


En materia comercial, es necesario tener muy en cuenta el proceso histórico de cada
institución, el origen y trayectoria de cada práctica para patentizar su espíritu propio.

En la Edad Media la materia mercantil, en lo jurisdiccional, se determinaba en razón de la


persona. El Derecho Comercial era eminentemente subjetivo y no objetivo. El Cónsul
conocía y decidía en concreto de los asuntos pertinentes a los elementos que formaban
parte de las Corporaciones de Comerciantes; pero con ulterioridad, y por diferentes
circunstancias, esta potestad fue extendiéndose a personas extrañas al gremio
comercial, hasta que una Ordenanza de Luis XIV, determinó taxativamente que las
materias de letra de cambio, seguro, fletamento, etc. quedaban sometidas a la
jurisdicción comercial.
Se puede decir que fue entonces que se traspasó la frontera del gremialismo para
abarcar un campo distinto y amplio cual es el constituido por ciertos actos ejecutados por
individuos no comerciantes y con dependencia total de quien o de quienes puedan
verificarlos.

Como consecuencia lógica, se llega a determinar lo siguiente: De un lado son actos de


comercio por el hecho de ser realizados por comerciantes y de otro tienen ese carácter
por sus condiciones peculiares, o sea, por su esencia misma.

El punto capital reside en la dificultad de fijar con exactitud la naturaleza misma de los
actos de comercio, es por ello que "no puede establecerseuna teoría universal uniforme"
de los mismos y menos se puede formular una definición completa. (José Torrico Sierra.-
Derecho Mercantil Comparado).

El tratadista César Vivante, dice: "No se puede dar una definición de los actos de
comercio regulados por el Código, porque no tienen caracteres comunes; el mismo
legislador ha renunciado a ello, prefiriendo indicar una larga serie demostrativa cuales
son los actos regidos por el Código de Comercio y a esa serie debemos atenernos sin
discutirla".

Sin embargo, concatenando las teorías indicadas por los tratadistas; diremos que "los
actos de comercio son actos jurídicos que producen efectos en el campo del Derecho
Comercial".

Entendemos que los Actos de Comercio son operaciones de índole utilitario realizadas
generalmente por comerciantes y también, con menor frecuencia por elementos que no
lo son, pero que recayendo en hechos u objetos mercantiles, por esta sola
circunstancia, son del dominio comercial.
ELEMENTOS DE RELACION
En Derecho Comercial existen también lo que se llama en diversas materias
"Elementos de Relación", los que intervienen para fisonomizar y dar a ciertos actos y
hechos, determinadas características.

Esos elementos son tres: El Sujeto, el Objeto y los Actos Mercantiles.


Sujeto
En la relación jurídica de los actos mercantiles se presentan dos sujetos,
correspondiendo el uno al derecho y el otro a la obligación.

Es necesaria esta relación, pues, uno de ellos debe fisonomizar el acto hecho.

Lógicamente que lo anterior pierde su importancia cuando los dos sujetos son
comerciantes, ya que el acto sería calificado como mercantil.
Se hace difícil especificar y concretar las condiciones que debe reunir una persona
natural o jurídica para considerársela como "el sujeto de Derecho Mercantil".

Algunos tratadistas indican que el "sujeto" debe ejercer en forma habitual actos de
comercio con ánimo de lucro.

Otros en cambio consideran que aún la persona, que ejerza en forma eventual actos
comerciales, debe considerársela como comerciante.

Una persona natural o jurídica que ejecuta habitualmente actos de comercio, que
persigue lucro y que está inscrito en el Registro de Comercio, no provoca mayores
dificultades en la calificación del acto en el que participa, pues, sería esencialmente
considerado comercial, pero si una Empresa Mercantil cualquiera, compra un inmueble
para su reventa por razones de mejor precio, efectúa una acto mercantil que
necesariamente debe caer dentro de la esfera del Derecho Comercial.

Concluyendo diremos: Sujeto de Derecho Comercial es la persona natural o jurídica


capaz, que realiza un acto típicamente mercantil.

Acto

Los actos mercantiles son los que fisonomizan determinados hechos, sin entrar en
detalles, menos a las excepciones, pues para estos casos concretos y pocos, está el
criterio del juzgador y el propio acto para determinar su naturaleza.

Al indicar que el "acto" mercantil debe buscar como finalidad esencial el lucro o la utilidad,
habremos definido y dado el paso fundamental para concretarlo en forma explícita.

Objeto

En cuanto al "objeto" creemos imposible ingresar a enumerarlo por considerarlo muy


amplio, ya que el objeto puede ser material o puede constituirlo un contrato mercantil;
puede ser real o inmaterial, así la venta dé Una idea para implantar un negocio o efectuar
unasociedad.

Manifestamos, en consecuencia, que "el Objeto, no es otra cosa que elmotivo que
hace actuar al Sujeto para realizar un Acto mercantil".

ACTOS Y OPERACIONES DE COMERCIO.

El Art. 6 del Código de Comercio, determina entre otros, los actos y operaciones de
comercio, a saber:

1- La compra de mercaderías o bienes muebles destinados a su venta en el


mismo estado o después de alguna transformación y la subsecuente enajenación
de ellos, así como su permuta.

2. La adquisición o alquiler de maquinaria en general o implementos para


alquilarlos o sub - alquilarlos y el alquiler o sub - alquiler de los mismo.
3. La compra - venta de una empresa mercantil o establecimiento comercial o la
enajenación de acciones, cuotas o partes de interés del fondo social.

4. La recepción de dinero en préstamo o mutuo con garantía o sin ella, para


proporcionarlo en préstamo a interés y los préstamossubsiguientes, así como
dar habitualmente prestamos de dinero a interés.

5. La compra o permuta de títulos - valores públicos o privados, con el ánimo de


negociarlos y el giro, otorgamiento, aceptación o negociación de los mismos.

6. Las operaciones de bolsa, de rematadores, el corretaje, lascomisiones y la


representación y agencias de firmas nacionales o extranjeras.
7. Las fianzas, avales y otras garantías otorgados en actos y operaciones
mercantiles.
8. La actividad empresarial de las entidades que median habitualmente entre la
oferta y la demanda pública de recursos financieros, asícomo las operaciones y
servicios de intermediación de las mismas, y el cambio de monedas.
9. La actividad empresarial de entidades de seguros a prima o mutuos, sobre daños
patrimoniales y personales.

10. La actividad industrial dedicada a la fabricación de bienes mediante la


transformación de materias primas, adquiridas o de propia producción.

1 1 . L a actividad empresarial de transporte de personas o cosas a título


oneroso, cualquiera sea la vía o medio utilizado, así como la del ramo de
comunicaciones.

12. La actividad empresarial de depósito de mercaderías y bienes así como de


suministro.
13. La actividad empresarial de hoteles, pensiones, residenciales, restaurantes,
bares, cafés, espectáculos públicos y otros establecimientos semejantes.
14. La actividad empresarial de publicación de periódicos, editoriales, tipografías,
fotografías, multicopias, librerías, noticias, informaciones y propaganda.

15. - La actividad empresarial de sanatorios, farmacias y otras similares,


incluyendo las funerarias.

16. - La actividad empresarial de construcciones y edificios en general


comprendiendo las dedicadas a montajes, instalaciones y otros.

17. - La actividad empresarial dedicada a la industria extractiva así como el


aprovechamiento y explotación de recursos naturales renovables y no
renovables.

18. - La actividad empresarial de promoción de negocios o de su administración.

19. Las empresas privadas de educación y enseñanza organizadas con fines de


lucro.
20. Las actividades bancadas.
21. Los demás actos y contratos regulados por este Código ACTOS NO
COMERCIALES.

Según el Art. 8 del Código de Comercio no son actos comerciales:

1- Laproduccióny negociación quehacen directamente losagricultores, ganaderos,


avicultores y otros similares de los frutos y productos de sus cosechas, ganados,
aves y otros, a menos que tal producción constituya, por si misma, una actividad
empresarial.
2- La prestación directa de servicios por los profesionales, así como la creación
científica o artística y su enajenación por su autor.

3-Los trabajos y oficios manuales o deservicio de los artesanos,obreros y otros


establecidos sin condición de empresarios y cuyasubsistencia dependa del
producto de aquellos.
4- Laspensiones familiares atendidospersonalmente por suspropietarios, cuando
éste realice esa actividad como un medio de subsistencia.
5- La adquisición de frutos, mercaderías y otros bienes con destino al consumo o
uso del adquirente o el ofrecimiento ocasional de cualquier excedente, y
6- La adquisición y disposición de bienes inmuebles, salvo la ejercida por
empresas dedicadas habitualmente a este giro.
ACTOS MIXTOS O DE DOBLE CARACTER
Toma tal denominación los que son mercantiles para una de las partes y civiles para la
otra. Ejemplo: la adquisición de artículos de consumo, en un almacén, por una persona
particular.
Para el propietario del negocio la venta de ellos constituye un acto netamente comercial y
para el comprador, no comerciante, es un acto civil. Y en caso de controversia: Qué clase
de acción se tendrá que instaurar?
Originariamente estuvo por la competencia de los tribunales y por el sometimiento a las
leyes pertinentes al demandado,

Con ulterioridad se ha producido una corriente muy precisa en sentido de que tales
controversias deben someterse a la jurisdicción y a las leyes de comercio por más que
una sola de las partes contratantes sea comerciante o haya realizado una operación de
comercio.

Sobre el particular el Código Colombiano, es concluyente: "Los que ejecutan


accidentalmente alguna operación de comercio no serán considerados comerciantes para
todos los efectos legales, pero quedan sujetos, en cuanto a las controversias que ocurran
sobre estas operaciones, a las leyes y la jurisdicción del comercio".

El Código de Comercio boliviano en su Art. 9 indica "Si el acto es comercial para una de
las partes, se rige también por las disposiciones de este Código".

EMPRESAS ESTATALES
Según el Art. 10 del Código de Comercio, las Empresas Estatales, Municipales u otras
fiscales no son empresas comerciales, pero pueden efectuar actos de comercio con los
particulares y, en cuanto a esos actos, quedan sujetos a este Código y leyes especiales
sobre la materia. Ejemplo: Las Sociedades Anónimas de Economía Mixta.

Es necesario sin embargo indicar que el "Estado no comercia directamente, lo hace por
medio de servicios o de empresas industriales o

§ 7. SUJETOS DE LAS RELACIONES COMERCIALES

SUMARIO. I. Los sujetos de las relaciones comerciales. II. El comerciante: 1. Sistemas


legislativos: 1.1. El sistema realista. 1.2. El sistema formalista. 1.3. El sistema mixto. 2.
Condiciones en nuestro derecho. 3. Clasificación. III. Capacidad e incapacidad.
Prohibiciones e incompatibilidades: 1. Capacidad para ejercer el comercio: 1.1.
Emancipación por matrimonio. 1.2. Habilitación de edad. 1.3. Autorización para ejercer
el comercio. 2. Prohibiciones e incompatibilidades: 2.1. Prohibiciones. 2.2.
Incompatibilidades. 3. Estatuto personal de los comerciantes: 3.1. Estatuto personal del
comerciante. 3.2. Clasificación. 3.3. Domicilio comercial. 3.4. El patrimonio comercial y
la limitación de la responsabilidad. 3.5. El Estado en la actividad mercantil. IV.
Bibliografía.

SUJETOS DE LAS RELACIONES COMERCIALES.

El problema del sujeto de las relaciones comerciales es la determinación de quiénes


pueden participar en las relaciones jurídicas mercantiles. Históricamente, las
corporaciones actuaban como sociedades cerradas y los actores principales en estas
relaciones eran los comerciantes matriculados. Estos comerciantes tenían además
relaciones con el público, al cual, en caso de mediar un conflicto con el comerciante por
un hecho relativo al comercio, se suponía comerciante matriculado para ese solo acto
mediante una ficción que tenía por finalidad someterlos a la jurisdicción mercantil.
Desaparecidas las corporaciones, se inició un proceso en que la actividad comercial fue
creciendo de manera paulatina en el mundo, incorporándose cada vez mayor cantidad de
sujetos a su ejercicio, sea en forma ocasional, o sea en forma permanente un hecho
multiplicado por las modernas formas de contratación (comercialización), e inclusive con
modalidades de intervención estatal directa o indirecta.
La ley comercial argentina ha previsto el acto de comercio ocasional en el art. 6o, al
cual hace aplicable sus reglas y la jurisdicción comercial, aunque no confiere la calidad de
comerciante. Esta regla trae al caso la distinción entre lo que son relaciones jurídicas y lo
que constituye un estado o calidad jurídica: las relaciones jurídicas son vínculos de
contenido obligatorio que surgen de la asunción voluntaria entre las partes que las
celebraron y sobre las cuales manifestaron su consentimiento; el status, estado, o
posición jurídica, constituye un plexo de derechos y obligaciones que corresponden a una
persona en virtud de la asunción de una situación determinada y que rigen sin perjuicio
de que el consentimiento sobre ellas no haya sido expreso. Ejemplos de status jurídico es
el del' tutor, el socio, o el del comerciante.
En la relación jurídica mercantil pueden distinguirse tres elementos: los sujetos, el
vínculo jurídico entre los sujetos y el objeto sobre el que cae la relación; ha de verse
ahora los sujetos.
Sujetos de las relaciones jurídicas mercantiles son todas las personas, tomando el
término con la mayor amplitud, y por ende comprensivo tanto de las personas llamadas
físicas como de las jurídicas, sean éstas o no comerciantes. Están comprendidas o son
sujetos de derecho: las sociedades, que tienen capacidad de adquirir derechos y contraer
obligaciones de acuerdo con el art. 2o de la Ley de Sociedades Comerciales que les
atribuye personalidad sin distinciones, superando de ese modo el viejo problema de la
diferenciación entre persona jurídica y sujeto de derecho. También pueden ser sujetos de
las relaciones mercantiles las personas que enumera el art. 33, CCiv., incluyendo las
sociedades civiles y simples asociaciones (art. 46, CCiv.). Viene al caso agregar a esta
enumeración las sociedades de economía mixta (dec.-ley 15.349/1946), las sociedades
del Estado (ley 20.705) y las empresas del Estado, a cuyo respecto se ha dicho que aun
cuando ejerzan actos de comercio habitual y profesionalmente, no adquieren la calidad
de comerciantes (Siburu, Thaller).
El hecho de asumir la calidad de sujeto de las relaciones mercantiles no implica por
sí la adquisición de la calidad de comerciante, aunque sí la sumisión a las reglas y a la
jurisdicción del comercio, ya que, como ha dicho Vivante, la comercialidad domina el acto
desde su nacimiento a su muerte. Por lo demás, viene al caso hacer una distinción en
orden a la distinta legitimación de las personas jurídicas (lo que algunos llaman
capacidad). Las únicas personas que tienen una capacidad ilimitada y responden de
todos sus actos son las personas físicas o naturales. Las personas jurídicas tienen
limitada posibilidad de actuar, no porque tengan incapacidad, sino por limitaciones a la
imputabilidad de los actos de los administradores, desde que no le son imputables a la
sociedad aquellos actos que sean manifiestamente ajenos al objeto social (art. 58, LSC).
Ese principio impone un marco concreto de referencia para las actividades que pueden
desarrollar válidamente sus administradores, y de las que debe responder la sociedad.

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