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De las creencias a la emuná, pasando por la fe.

¿Qué es una creencia?

Una creencia es una actitud mental que consiste en la aceptación de


una idea o una teoría, considerándolas verdaderas más allá de
demostraciones argumentales o cientificas. Es decir, es aquello que
decidimos creer y afirmar sin que tengamos el conocimiento o las
evidencias de que sea o pueda ser cierto.

La Real Academia Española (RAE) la define como: “Firme


asentimiento y conformidad con algo. Es la idea que se considera
verdadera y a la que se da completo crédito como cierta”.

Hay otras definiciones que particularizan el sentido de creencia:

 “Conjunto de principios ideológicos de una persona, de un


grupo social o de un partido político”.
 “Convicción de que algo es verdadero y cierto. Es una
valoración que puede basarse en elementos racionales o en una
sensación interna”.

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Las creencias suelen ofrecernos un sistema de comprensión del
mundo.
Tres caracteristicas esenciales de las creencias:

- Tienen que ver esencialmente con la dimensión mental y


emocional. La dimensión emocional es muy fuerte y por eso se
explica el apego a muchas creencias: mi abuela me transmitió
la fe de esta manera, me enseñó a rezar así… salir de esto es
dificíl aunque uno entienda racionalmente que tiene que
cambiar; el apego afectivo y emotivo a la abuela impide crecer.
- Tienen una relación muy estricta con la cultura, la familia y la
educación.
- Nos proporcionan una clave interpretativa del mundo y de la
realidad. Afectan nuestra manera de ver. Es fundamental ser
conscientes de eso.

Ejemplos de creencias:

“Los varones no lloran”, “Hay que esforzarse mucho para ganarse


el pan”, “No se puede confiar en los hombres”, “Los trapos sucios
se lavan en casa”, “Comer huevos sube el colesterol”, “Los
productos light adelgazan”, “Comer sandía con vino hace mal”,

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“Romper un espejo trae siete años de mala suerte”, “El alcohol te
mantiene caliente”, “Los magos eran tres y eran reyes”…

A veces, como pudimos ver, una creencia se convierte en


superstición. Es importante subrayar que una creencia no
necesariamente es falsa; simplemente no tiene una verificación
empirica y solo ofrece unas pistas. También una creencia puede ser
parcialmente verdadera. Una creencia, por todo eso y por su misma
estructura es casi siempre limitante. Lo vemos bien en las creencias
subjetivas y emocionales: “no soy capaz”, “nunca lo lograré”, “esto
no es para mí”…

Las creencias religiosas son particularmente fuertes ya que las


asociamos con una voluntad explicita de Dios y con sus
revelaciones.
En ambito religioso casi todo es creencia ya que estamos en el
ambito del Misterio, donde una demostración empirica es imposible.
Las creencias religiosas van cuestionadas para que podamos abrirnos
a una experiencia más profunda, personal y radical. Si no me muevo
de las creencias no voy a crecer.
Las creencias nos instalan y el Misterio nos desinstala.
Todos tuvimos y tenemos creencias; tener creencias no es
necesariamente negativo, ya que son parte del los procesos de

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adaptación al medio, de comprensión y de crecimiento. El problema
es que, con frecuencia, las creencias radican en el inconsciente y por
eso es dificil detectarlas… y, desde el incosciente, las creencias
determinan nuestra vida y nuestras elecciones. Otro problema es el
apego a las creencias, apego que genera fanatismo y nos impide
movernos y crecer: las creencias se convierten en cárcel.
Toda creencia es, en el fondo, un intento por calmar la angustia que
nos produce vivir en un mundo desprovisto de más sentido que
aquél que nosotros mismos le otorguemos. Una creencia responde a
la exigencia de seguridad de nuestra psique.

La función positiva de las creencias es la de ayudarnos a vivir y


transitar la incertidumbre y el Misterio de la vida. Se convierten en
obstaculo para el crecimiento cuando las absolutizamos y nos
aferramos a ellas.

En el fondo el problema es, paradojicamente, “creer que una


creencia es la verdad.”

“Tus creencias no están hechas de realidades. Es tu realidad la que


está hecha de creencias.” (Richard Bandler, fundador de PNL)

La emuná

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Normalmente se traduce el termino hebreo emuná con fe, pero
emuná es un termino mucho más profundo, más amplio y que tiene
un esencial enraizamiento con la vida.

Cuando nosotros hablamos de fe, normalemente le damos un


significado restringido y, sobretodo, muy vinculado a lo
mental/racional: creer en realidad no demostrables, no visibles… en
este sentido el concepto de fe se acerca mucho a las creencias, como
pueden ver.
Entender la fe así, dio pie al gran problema de la separación entre fe
y vida… “fe” es decir el “credo”, independientemente si en mi vida
concreta vivo en consonancia y coherencia con lo que expresan los
principios de la supuesta fe.

La emuná nos hace recuperar el sentido más bello y profundo de la


fe.

Emuná es un maravilloso concepto bíblico que podemos traducir


como “confianza absoluta, radical”. Es el concepto bíblico
fundamental.

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Su etimología es maravillosa y nos ayuda a comprender su
significado.
Emuná es una palabra hebrea que comparte su origen y raíz con tres
palabras.

1. Emuná viene del verbo aman (creer), de donde viene nuestro


amén, “que así sea”, “así es”. Aman tiene un significado más
amplio que un “creer mental/racional”: tiene que ver con
firmeza, soporte, verdad, acción, ser fiel.

2. Emuná tiene relación también con el verbo Lehitamén:


“entrenarse” y con su sustantivo imún: “entrenamiento”. Acá
notamos la estrecha relación de la emuná con la vida. La
emuná se entrena, tomando decisiones y viviendo.

3. Emuná también tiene relación con el verbo Omenet: “nodriza,


aquella persona que da de sí misma”. La emuná, desde esta
perspectiva, subraya la entrega, el darse. Si me entrego es
porque confío que algo bueno va a salir de mi entrega.

Estas tres raíces nos permiten darnos una idea de la amplitud y


profundidad de la palabra emuná como también el origen de esta.

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La emuná, nuestra fe, así como también la verdad, es en donde nos
apoyamos, por eso esta palabra tiene la definición de ser un soporte.
Una cosa que sostiene a otra. Una persona fiel (que tiene fe) en
hebreo es ne’emán; una persona que tiene una base de apoyo firme.

Tal vez una de las figuras más impresionantes que esta palabra nos
puede enseñar está en la relación con una madre; em (‫)ֵאם‬. Una
madre es la que sostiene y sustenta al bebé. Esta palabra está dentro
de la palabra emuná y el verbo amán.

Consecuencias prácticas

La emuná está radicalemente unida a la vida: confío que el fondo de


la vida es bueno, confío que puedo, confío que todo lo que me
ocurre es para mi bien y crecimiento, confío en la Presencia de Dios.
La emuná entonces es un soporte firme, una base de apoyo; es
nuestro amén.

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Un paradigma bíblico fundamental en cuanto a la emuná es
Abraham.
La emuná es la virtud fundamental del patriarca.
Dios llama a Abraham y lo desinstala, para que crezca su emuná.
“El Señor dijo a Abrám: deja (para ti) tu tierra natal y la casa de
tu padre, y ve al país que yo te mostraré” (Gen 12, 1); así empieza
toda la historia de la salvación de las grandes religiones del libro:
judaismo, cristianismo, islamismo. ¡Y Abraham es el patriarca de las
tres! Todo comienza por la emuná de Abraham… si Abraham no
hubiera tenido emuná, hoy no estaríamos acá.
Así también lo reconoce y confirma la carta a los hebreos:
“Por la fe, Abraham, obedeciendo al llamado de Dios, partió hacia
el lugar que iba a recibir en herencia, sin saber a dónde iba” (Heb
11, 8).

Abraham no sabe adónde ir, no sabe adónde va, pero va: tiene
emuná.
Acá notamos la dimensión activa de la emuná: caminar, hacer,
comprometerse. Dios nos entrena en la emuná a través de la vida; es
la vida que me enseña a confiar.

La emuná ya está presente en nuestra alma, como un regalo de


fábrica. Venimos ya dotados de emuná.

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¿Por qué nos levantamos por la mañana sin saber lo que nos ofrecerá
el día? Por la emuná….
¿Por qué se decide tener un hijo, cuando sabemos que no la tendrá
fácil? Por la emuná…
¿Por qué seguimos creyendo en la bondad de las personas? Por la
emuná…
¿Por qué seguimos viviendo, haciendo cosas, construyendo casas y
relaciones, cuando sabemos que tendrán un fin? Por la emuná…

Esta emuná que se nos regala de fábrica es una semilla que estamos
llamados a desarrollar, es la semilla de mostaza que se convierte en
árbol de vida, donde anidan los pájaros.

Todo, absolutamente todo lo que nos ocurre en la vida, adentro y


afuera, está perfectamente diseñado para que crezcamos en la
emuná.

Cuando no sé qué hacer, ni adónde ir… ¡emuná!


Cuando me siento perdido y sin rumbo… ¡emuná!
Cuando me siento solo e incomprendido… ¡emuná!
Cuando estoy en el dolor y me siento solo… ¡emuná!
Cuando Dios parece estar lejos… ¡emuná!

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Cuando estoy sin fuerzas y sin ganas… ¡emuná!
Cuando no me entiendo y no entiendo a los demás… ¡emuná!
Cuando no le encuentro sentido a la vida y a las cosas… ¡emuná!
Cuando me atrapa una tormenta emocional… ¡emuná!
Cuando mi mente está inquieta… ¡emuná!
Cuando me visita la ansiedad o la angustia… ¡emuná!
Cuando estoy enfermo… ¡emuná!
Cuando me critican y calumnian… ¡emuná!

Dice el rabino Shalom Arush:

“Uno tiene que luchar contra la ansiedad, contra los miedos. Estos
son pensamientos erróneos, son pensamientos de falta de emuná.
¡Uno tiene que luchar por su emuná! Uno tiene que negarse a
resignarse: ¡yo no tengo miedo! Tengo un papá en el cielo que me
ama. Y un verdadero padre solamente hace bondad con su hijo. Un
verdadero padre no le hace cosas malas a su hijo. Yo sé que mi padre
divino solamente hace el bien conmigo. Y yo sé que Él siempre me
va a traer cosas buenas a mi vida. ¡Tenemos que luchar! ¿Y cómo
luchamos? Con pensamientos de genuina emuná. Tenemos que
luchar y arrancar las malas hierbas de la falta de emuná”.

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La emuná no sustituye, ni anula las creencias y la fe, sino que las
asume y trasciende y las ubica en su verdadero significado y
proceso.
La emuná precede las creencias y la fe, las sostiene y las trasciende.

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